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ATENCIÓN AL

ADULTO MAYOR
ENCAMADO

Lesyani Ferrer Rodríguez


Naomi Lizz Cordero Herrera
Karla Alles González
Jillian
Gutiérrez Benitez
TSCC DE ENFERMERÍA  2021
Introducción
El cuidado al adulto mayor en Cuba y en el mundo enfrenta nuevos desafíos debido a la
disminución de la natalidad y el aumento en la esperanza de vida, situación que ha
desencadenado el envejecimiento de la población mundial, y con ello el aumento de las
enfermedades crónicas y los estados de dependencia. El envejecimiento comienza en el
momento de la concepción del hombre quien en la edad adulta sufre un proceso involuntario
de deterioro orgánico de la evolución, durante el cual se detiene la madurez de las
funciones orgánicas.
La falta de movilidad es el origen de la ausencia de independencia y autocontrol personal, y
es además, un indicador de déficit de calidad de vida, bienestar, confort y nivel de salud del
que lo sufre. El resultado final de la inmovilidad será el Encamamiento y/o Síndrome de
Inmovilidad Completo, reconocido y englobado en la práctica clínica entre los Grandes
Síndromes Geriátricos.
La senectud es un fenómeno irreversible asociado a cambios estructurales y funcionales
común a todas las especies. En el hombre, por su condición de ser social, también inciden
las condiciones socioeconómicas en las que se desarrolla el individuo.Este proceso hace
más vulnerables a las personas de la tercera edad, pues aunque la vejez no es una
enfermedad, los ancianos están sometidos a menudo a síndromes invalidantes, ya sea
como resultado de los procesos que favorecen la ancianidad biológica o patológica.
Cuidar a una persona dependiente es una tarea compleja que trasciende la simple
ejecución de tareas: implica ver la vida de una manera diferente, modificar las funciones a
las que se está acostumbrado, tomar decisiones en medio de alternativas complicadas,
asumir responsabilidades y acciones de cuidado físico, social, psicológico y religioso para
atender necesidades cambiantes de la persona cuidada.2
Los pacientes adultos mayores encamados requieren cuidados crónicos destinados a
controlar su comportamiento, garantizar su higiene, alimentación, eliminación y descanso.
Habitualmente, los familiares o personas que los cuidan no están preparados para esta
prolongada y compleja función, adoptan posturas negligentes, y en ocasiones, agresivas y
violentas.
La ancianidad biológica se caracteriza por una disminución fisiológica de la audición, la
visión, de la potencia muscular, la estabilidad, además incide en ello el presentar lentas
reacciones defensivas y alteraciones articulares, entre otros. Paralelamente se presentan
situaciones patológicas comunes tales como la artritis, parálisis, vértigos y las atrofias
musculares.Estos factores determinan una mayor ocurrencia de síndromes invalidantes en
los ancianos que en el individuo joven, siendo su recuperación más lenta e incompleta. Es
preciso entonces acudir a medidas preventivas, terapéuticas y educativas para contrarrestar
los efectos negativos del envejecimiento.
Desarrollo
Con la vejez y los consiguientes cambios físicos provocados, la piel sufre un continuo
deterioro, tanto en estructura como en funciones, con respuestas adaptativas ineficaces
ante los traumatismos y agentes perturbadores de la integridad de la piel. Pierde elasticidad,
se reduce la grasa subcutánea, se deshidrata, se descama, etc. Los tejidos en muchos
casos evidencian claros indicadores de debilidad y fragilidad.Este envejecimiento cutáneo
hace que la piel sea más susceptible a contraer úlceras por presión, sobre todo cuando se
trata de ancianos inmovilizados, cuyo riesgo se multiplicará si no son objeto de cuidados
preventivos capaces de minimizar el efecto de los factores de riesgo en función del estado
evolutivo del paciente.
Concepto
Las úlceras por presión son lesiones que se producen en la piel debido a la isquemia tisular
que se origina por la presión o la fricción entre dos planos duros. Normalmente se produce
sobre prominencias óseas, y la degeneración que provocan puede afectar a la epidermis, la
dermis, el tejido subcutáneo, el tejido muscular y el tejido óseo.
Las úlceras por presión pueden originarse por cuatro causas:
Presión. Es considerado el motivo externo más importante en la aparición de lesión exterior
y necrosis. La presión capilar es de 32 mmHg. Si se realiza una presión, la presión capilar
decrece, disminuyendo con ello el riego sanguíneo y el drenaje linfático de la zona. Las
lesiones en las capas profundas son de mayor extensión que en las capas superficiales, por
lo que estas lesiones tienen una forma conificada cuya base se sitúa en la profundidad. En
las zonas en las que hay prominencias óseas existe una mayor presión, lo que con el
tiempo propicia un mayor número de úlceras. Todo esto es más traumático si el paciente no
posee la almohadilla natural del organismo: la capa de grasa subcutánea. Una presión
pequeña mantenida un largo tiempo perjudica más que una presión mayor en un periodo
menor.
Fricción o roce. Si la piel roza cualquier superficie, sufre un desprendimiento de células
epidérmicas, lo que disminuye su vigor y resistencia. La fricción repetida de una
prominencia ósea contra las sábanas puede acabar provocando una úlcera.
Fuerzas de cizallamiento o tangenciales. Fenómeno provocado por capas de dos
superficies que resbalan entre sí moviéndose en direcciones contrarias y lesionando los
tejidos subyacentes a la piel.
Maceración. Originada por la humedad excesiva en la piel del anciano; provoca el
reblandecimiento y la reducción de la capacidad de sobrellevar la presión. Esta humedad
puede provenir de la transpiración (sudoración), a la que pueden añadirse problemas de
incontinencia de esfínteres (y las características propias de la orina), además de un
incorrecto secado de la piel.
Factores de riesgo
Son factores añadidos que aumentan el riesgo de padecer una úlcera:
Motivos fisiopatológicos, como la presencia de lesiones cutáneas (edemas, sequedad,
ausencia de elasticidad, etc.), trastornos en el transporte de oxígeno (alteraciones
vasculares periféricas, trastornos cardiovasculares, etc.), deficiencias nutricionales
(delgadez, desnutrición, obesidad, deshidratación, hipoproteinemia, etc.), alteraciones
inmunológicas relacionadas con enfermedades como el cáncer o infección, alteraciones del
estado de consciencia (estupor, confusión, coma...), deficiencias motoras (paresia,
parálisis...) y alteraciones de la eliminación (incontinencia urinaria o fecal).
Uso de ciertas técnicas diagnósticas y tratamientos ortopédicos.
Fármacos con acción inmunosupresora o sedante, corticoides y citostáticos y algunos
tratamientos (radiaciones).
Factores dependientes de los cuidados recibidos y de los propios cuidadores, como la
higiene, la ausencia o defecto de cambios posturales, etc.
Grados de ulceración
La clasificación se establece en grados u estadios de ulceración, que informan sobre la
importancia de la rotura de la piel y la profundidad de la lesión:
Grado I: eritematosas. La epidermis permanece inalterada, excepto por el enrojecimiento o
endurecimiento de la parte afectada; en algunos casos aparece un color pálido persistente,
resultado de la isquemia tisular. Al presionar esa zona, si se presenta enrojecida toma un
tono pálido, con dificultad para enrojecer por la debilidad del tejido ya afectado por la
presión. Es una fase reversible, sin grandes complicaciones si se actúa diligentemente.
Grado II. Se presenta una úlcera cutánea superficial, debido a una rotura en la epidermis y
dermis, aunque no exista cavidad. Se halla bordeada por una franja perilesional
eritematosa, caliente e indurada, en algunos casos con presencia de secreciones,
generalmente de tipo seroso, formadas en vesículas u ampollas. La hipodermis queda
ligeramente afectada. El proceso de ulceración aún es reversible en esta etapa, resultando
vital el restablecimiento inmediato del riego tisular. Si no se toman medidas curativas
agresivas, en esta fase la probabilidad de fracaso en la paralización del proceso invasivo
generado por la úlcera es alta.
Grado III. La lesión se ahonda hasta alcanzar seriamente los tejidos subcutáneos
(hipodermis), apareciendo cavidad. La úlcera presenta como límite unos bordes enrojecidos
y pigmentados, a veces con base necrótica y socavada, con secreciones serosas y
purulentas. En ocasiones puede percibirse un olor desagradable debido a la presencia de
gérmenes anaerobios (los aerobios no son malolientes). En esta fase las medidas
preventivas no impiden la ulceración, por lo que la úlcera constituye un serio peligro para la
vida del paciente anciano.
Grado IV. La rotura sobrepasa los tejidos subcutáneos e invade la fascia, el músculo e
incluso el hueso. La lesión presenta numerosas secreciones, tanto serosas como
purulentas, indicativas de infección. Puede aparecer osteomielitis o artrosis séptica en las
articulaciones cercanas. En este estado de ulceración, el riesgo de muerte es muy serio. En
ocasiones, la lesión presenta forma de cráter, con una zona inferior (con exudación y
supuración) mucho más ancha que la boca. En tales úlceras las opciones de evacuar al
exterior la infección son escasas, y hay muchas probabilidades de que se siga extendiendo
sin control hacia zonas internas del organismo.
Medidas preventivas
Cuidados de la piel
Cuidar la piel con una higiene rigurosa y acertada evitará el riesgo de que el paciente
presente una úlcera por presión. La frecuencia de la limpieza corporal debe ser diaria, se
realizará con agua tibia y jabón con pH neutro. El secado debe ser por empapamiento, no
por frotamiento, secando muy bien los pliegues cutáneos y los espacios interdigitales. En
estos pacientes, durante el aseo ha de controlarse diaria y detalladamente el color,
turgencia, vascularización, humedad, temperatura, etc., de las partes del cuerpo tendentes
a padecer estas lesiones. No deben rociarse dichas partes con ningún tipo de alcohol (de
romero, taninos, colonias...), ya que su efecto inmediato de alivio y frescor contrasta con su
acción irritante; además, reseca la piel. Debe aplicarse crema hidratante en la superficie
corporal, excepto en los pliegues cutáneos. Si se utilizan aceites corporales hidratantes, se
aplicarán en la piel húmeda, secándola posteriormente. En los protocolos hospitalarios se
utilizan en las zonas de riesgo (puntos de presión) productos oleosos a base de ácidos
grasos hiperoxigenados, ya que cumplen distintas funciones: protegen la piel evitando la
deshidratación, restauran la barrera hidrolipídica, mejoran la microcirculación sanguínea
evitando la isquemia tisular e impulsan la renovación tisular. Habitualmente se realizan
masajes, pero no son beneficiosos para todos los pacientes, y debe tenerse en cuenta su
estado de salud general, los posibles problemas en la piel (debilidad, irritación) y el riego
sanguíneo (riesgo de formación de trombos), etc.
La ropa de cama ha de estar limpia, seca y sin arrugas. La lencería será preferentemente
de tejidos naturales (algodón). No han de usarse productos irritantes o agresivos para lavar
la ropa.
Las superficies de apoyo por sí solas no previenen ni curan las úlceras por presión, y deben
ser utilizadas dentro de una estrategia integral de prevención y tratamiento. Se definen
como superficies o dispositivos especializados cuya configuración física y/o estructural
permite la redistribución de la presión; también ofrecen otras funciones terapéuticas
añadidas para el manejo de las cargas tisulares de la fricción, cizalla y/o microclima. Han de
abordar el cuerpo de un individuo o una parte de este, según las diferentes posturas
funcionales posibles.
Entre las superficies de apoyo encontramos:
Colchones de espuma de alta especificación, de gel, de aire líquido, mixtos, etc.
Dispositivos para el talón.
Badanas, lana de cordero natural australiana.
Cojines de asiento de fibra, de aire, de gel, etc.
Cambios posturales
Con el objetivo de impedir la aparición de la úlcera por presión o su empeoramiento, debe
hacerse una rotación de posturas cada cierto tiempo. Los cambios posturales se realizarán
cada 2 o 3 horas como mínimo, y en algunos casos en intervalos de 2 horas durante el día y
cada 4 horas en la noche, siempre en función del estado del enfermo. El tiempo de
permanencia en cada posición deberá acortarse si cualquier zona enrojecida no recupera el
color normal una hora después del cambio postural. Debe elaborarse un registro donde se
especifiquen las posiciones adaptadas en cada intervalo de tiempo, y si existe algún tipo de
complicación, molestia o rechazo a la postura. Las distintas posiciones elegidas no bastan
por sí solas para prevenir la aparición de úlceras: también deben utilizarse las adecuadas
superficies de apoyo, caracterizadas por su benignidad frente a este tipo de lesiones. Con
estas precauciones se pretende lograr un adecuado nivel de presión, rozamiento y
cizallamiento.
Cada una de las posiciones puede conducir a una úlcera localizada en la zona de apoyo
correspondiente, por lo que resulta vital no anclar al paciente en una sola posición en
función de otros criterios (comodidad, dificultad de movilización y respiración).
Decúbito supino, con el paciente postrado boca arriba
Esta postura puede provocar úlceras en la pelvis, el sacro, los talones, la escápula y la parte
occipital de la cabeza. El cuello debe quedar recto para alinear la cabeza con el tronco, y
esta no debe quedar ni levantada ni caída. Podemos disponer de una almohadilla en forma
de rosco compuesto de algodón y vendas para rodear la nuca. Los brazos se colocan algo
separados del cuerpo, con los codos estirados y las palmas de las manos mirando hacia el
cuerpo o hacia arriba, con los dedos como si agarraran un vaso. Las piernas deben estar
estiradas con las rodillas ligeramente flexionadas. Los pies deben quedar en ángulo recto.
Para proteger los dedos de los pies, puede colocarse una férula, tablilla o artilugio capaz de
elevar las sábanas para evitar el contacto de estas con los pies.
Decúbito prono, con el cuerpo boca abajo
En esta postura el riesgo se concentra en rodillas, dedos del pie, espinas iliacas
anterosuperiores, hombros y orejas. Se utiliza en los casos en los que hay lesión en la
espalda, glúteos o cualquier parte posterior del cuerpo. Los brazos se colocan estirados a lo
largo del cuerpo, con las palmas de las manos mirando al techo, o en cruz, con los codos
doblados y las palmas apoyadas en la almohada de la cabeza. Las piernas deben estar
estiradas. Pueden colocarse los pies por fuera de la cama o por dentro, pero con una
almohada debajo de los tobillos para que queden en ángulo recto. Colocaremos una
almohada bajo el abdomen y los muslos como medida protectora. El decúbito prono se
considera la postura más preventiva contra las lesiones, pero es la que peor toleran los
pacientes, ya que oprime los pulmones y dificulta la respiración.
Decúbito lateral, con el cuerpo apoyado sobre un lado
La posibilidad de úlcera recae ahora en los trocánteres, rodillas y tobillos. Lado apoyado:
brazo hacia delante con el codo doblado y la mano apoyada en la almohada de la cabeza,
con la palma hacia arriba, o brazo estirado con la palma de la mano hacia arriba. Lado libre:
brazo hacia delante con el codo doblado y la palma de la mano hacia abajo. La pierna se
coloca doblada hacia delante con el pie recto. Interpondremos una almohadilla entre ambas
piernas, justo en las rodillas y tobillos, pues tienden a rozarse entre sí, y otra almohada en la
espalda para que no caiga hacia atrás.
Ha de prestarse atención a las superficies sobre las que se apoya el paciente, sobre todo en
las zonas con úlceras o proclives a ellas. Aunque reconozcamos su importancia para
disminuir la presión, su uso nunca debe disminuir o anular los cambios de postura pautados.
Elegir la superficie de apoyo apropiada depende de varios factores generales y de otros
propios del individuo. Entre los generales, se incluyen la elección de almohadas, vendas y
cojines específicos para la zona a que se destinan. Entre los factores propios del individuo
que deben valorarse a la hora de elegir la superficie más adecuada se hallan las medidas
propias del individuo (corpulencia, estatura...), los factores de riesgo que presente y, si ya
padece alguna úlcera, la magnitud de esta, el grado de afectación, etc. Como norma
general, una buena superficie de apoyo se considera eficaz cuando reduce o alivia la
presión tisular, aumenta el campo de apoyo y disminuye la fuerza de cizallamiento. Además,
es conveniente que faciliten la evaporación de la humedad y no causen calor al paciente.
Cuanto más fácil sea el mantenimiento y el manejo, más lo agradecerá el cuidador y el
propio enfermo. En casos médicos complejos, debe comprobarse la compatibilidad de la
superficie con los protocolos de control de infecciones y las necesidades de reanimación
cardiopulmonar.
Control del exceso de humedad
Ha de prestarse especial atención a los procesos que pueden originar un exceso de
humedad en la piel del paciente: incontinencia, sudoración profusa, drenajes y exudado de
heridas.
• Incontinencia. Es la principal causa del exceso de humedad. Para su control, deben
utilizarse los dispositivos indicados en cada caso: colector de orina, pañales absorbentes,
sonda vesical, etc. Después de cada episodio de incontinencia (especialmente tras cada
deposición), ha de lavarse la zona perineal con agua templada y jabón neutro para
mantener la piel limpia y seca.
• Drenajes. Las características de los drenados, por su composición (ph ácido), pueden
producir irritaciones cutáneas.
• Sudoración profusa. El exceso de sudoración ha de valorarse, y más aún en pacientes
febriles. Se procederá al cambio de sábanas y de lencería cuando sea necesario. Es
recomendable utilizar fundas de colchón que no favorezcan la transpiración.
• Exudado de las heridas. Deben aplicarse los productos necesarios para el cuidado de la
piel perilesional en lesiones exudativas, de modo que se eviten posibles maceraciones.
Valoración del estado nutricional
La alimentación ocupa un lugar muy importante en la prevención y curación de las úlceras
por presión. Por una parte, el aporte de nutrientes adecuados al cuerpo puede fortalecer las
resistencias frente a estas lesiones; si el paciente ya las padece, el valor de una buena
nutrición es fundamental pues ayuda al proceso de cicatrización; sin un estado nutricional
óptimo, la cicatrización de una úlcera puede verse comprometida.
Cuidados de la úlcera
Desbridamiento
Cuando el tejido necrótico recubre la lesión –bien sea como escara negra o amarilla, seca o
húmeda–, la invasión bacteriana se ve favorecida, lo que imposibilitará la curación. Es el
momento de «desbridar», proceso que consiste en la separación del tejido sano del tejido
afectado para proceder a su posterior retirada. El desbridamiento es necesario en úlceras
en estadio III y IV, en las que se observa tejido desvitalizado. Esta operación dependerá de
las particularidades del tejido afectado; por ello, puede elegirse según convenga entre
alguno o varios a la vez de los métodos de desbridamiento, ya que resultan compatibles y
complementarios en su mayoría.
Desbridamiento cortante o quirúrgico
Método de primera elección cuando se desea eliminar rápidamente áreas de escaras secas
adheridas a capas profundas o de tejido necrótico húmedo. La operación se inicia en la
zona central de la herida, liberando el tejido desvitalizado de los bordes. Se considera un
abordaje con riesgo al tener que realizarse una manipulación relativamente agresiva. Para
paliar el posible dolor durante el proceso, puede recurrirse a la administración de un
analgésico tópico. Esta técnica está contraindicada en pacientes con trastornos de la
coagulación.
Desbridamiento químico o enzimático
Si la técnica quirúrgica es rechazada por las condiciones del paciente, se practicará el
desbridamiento químico siempre y cuando no se constate un cuadro infeccioso. Se realiza
con la aplicación tópica de enzimas proteolíticas o fibrinolíticas para inducir la hidrólisis del
tejido necrótico superficial y ablandar la escara. Se utilizan colagenasa, estreptodornasa,
estreptocinasa, tripsina, quimiotripsina, desoxirribonucleasa y fibrinolisina. Como medida de
precaución debe protegerse la piel que rodea la úlcera. Las curas se realizan una vez al día
como mínimo.
Desbridamiento autolítico
Este método resulta más sencillo y selectivo, y tiene menos efectos secundarios que otras
técnicas. Se aplica un apósito oclusivo para crear un ambiente húmedo y anóxico,
favoreciendo así la eliminación del tejido necrótico por parte de las enzimas, macrófagos y
neutrófilos de los fluidos de la herida. El apósito debe cambiarse cada 5-7 días. Se utilizan
sobre todo apósitos de hidrogeles de estructura amorfa.
Desbridamiento mecánico
Esta es una técnica en desuso, ya que es muy dolorosa y traumática para el paciente.
Consiste en abrasar mediante fuerzas de rozamiento (frotamiento) y con irrigación a presión
en la herida, o usando apósitos humedecidos que, transcurridas unas cuantas horas, se
adhieren al tejido desvitalizado, pero también al sano, arrancándolos ambos cuando se
retiran.
Limpieza de la herida
La limpieza debe acompañar el inicio de cada cura. Se realizará de forma suave y
cuidadosa, usando suero salino fisiológico al 0,9% p/v y utilizando la mínima fuerza
mecánica y la suficiente presión de lavado para facilitar el arrastre de detritus, bacterias,
restos de pomadas, etc., sin causar daño al tejido sano. Esta presión puede conseguirse
con una jeringa de 20 cc y una aguja. La limpieza con esponja jabonosa es opcional, se
iniciará el lavado por la zona periulceral en espiral hacia el exterior, y con otra esponja se
limpiará el lecho de la herida aclarándose con abundante suero fisiológico. No debe
limpiarse la herida con antisépticos locales (clorhexidina, agua oxigenada, sulfadiazina
argéntica, etc.), ya que son citotóxicos para el tejido nuevo.
Abordaje de la infección bacteriana
Si se toman las medidas correctas, como una limpieza y un desbridamiento eficaces, la
infección bacteriana no debería producirse; aun así, en numerosos casos se detectan
infecciones, algunas muy peligrosas para la vida del paciente y con una influencia nefasta
en el curso y evolución de las úlceras.
Los síntomas de la infección local son:
Inflamación (eritema, edema, tumor, calor).
Dolor.
Olor.
Exudado purulento.
La infección de la úlcera puede estar influenciada por factores propios del paciente (déficit
nutricional, obesidad, fármacos, inmunosupresores, citotóxicos, diabetes, incontinencia,
etc.) y por otros relacionados con la lesión (estadio, existencia de tejido necrótico,
tunelizaciones, alteraciones circulatorias de la zona, etc.).
Ante la presencia de signos de infección local, deberá intensificarse la limpieza y el
desbridamiento. Si después de 2-4 semanas la úlcera no evoluciona favorablemente o
continúa con signos de infección local (habiendo descartado la presencia de osteomielitis,
celulitis o septicemia), deberá instaurarse un tratamiento con antibiótico local con efectividad
contra los microrganismos que más frecuentemente infectan las úlceras por presión durante
un periodo máximo de dos semanas. En casos de bacteriemia, sepsis, celulitis u
osteomielitis, la antibioterapia debe ser sistémica.
Soporte nutricional
Una situación nutricional deficiente produce un retraso o incluso la imposibilidad de
cicatrización total de las lesiones, y puede favorecer la aparición de nuevas. La dieta del
paciente deberá garantizar el aporte, como mínimo, de:
Calorías: 30-35 kcal x kg peso/día.
Proteínas: 1,25-1,5 g/kg peso/día.
Aporte hídrico: 1 cc de agua x kcal/día o 30 cc agua/día x kg de peso.
Si la dieta habitual no cubre estas necesidades, debe recurrirse a suplementos
hiperproteicos de nutrición enteral oral.
Elección del apósito
Las evidencias científicas demuestran la efectividad de la técnica de la cura de heridas en
ambiente húmedo frente a la cura tradicional. Un exceso de humedad origina una
degradación enzimática de los tejidos y favorece el crecimiento y la infección bacteriana.
Una excesiva sequedad conduce a la formación de costras, lo que impide la cicatrización y
provoca que los queratinoblastos busquen una capa más profunda para proliferar.
Para ofrecer las mejores garantías de utilización, un apósito debe poseer las siguientes
cualidades:
Ser biocompatible.
Proteger la herida de lesiones externas físicas, químicas y bacterianas.
Mantener el lecho de la úlcera continuamente húmedo y la piel circundante seca.
Eliminar y controlar exudados y tejido necrótico mediante su absorción.
Dejar la mínima cantidad de residuos en la lesión.
Ser adaptable a localizaciones difíciles.
Ser de fácil aplicación y retirada.
No causar dolor ni alergias.
Los apósitos de gasa no cumplen con la mayoría de los requisitos anteriores. La selección
de un apósito de cura en ambiente húmedo deberá realizarse considerando las siguientes
variables:
Localización de la lesión.
Estadio.
Severidad de la úlcera.
Cantidad de exudado.
Presencia de tunelizaciones.
Estado de la piel perilesional.
Signos de infección.
Estado general del enfermo.
Facilidad de aplicación.
Recomendaciones generales:
Aplicar el apósito cubriendo al menos 2-3 cm alrededor de la lesión.
Colocar el apósito del centro hacia los bordes, presionando unos segundos para facilitar la
adhesión.
La fijación de apósitos secundarios con esparadrapo antialérgico debe realizarse sin estirar
o presionar.
Para evitar que se formen abscesos o se cierre en falso, será necesario rellenar
parcialmente la lesión (entre la mitad y las tres cuartas partes), las cavidades y
tunelizaciones con productos basados en el principio de la cura húmeda.
La frecuencia de cambio de cada apósito vendrá determinada por las características
específicas del producto seleccionado.
Para retirar el apósito, antes se presionará suavemente la piel levantando cada una de las
esquinas del apósito, y a continuación se retirará.
En caso de sangrado, se valorará el uso de hemostáticos.
Tipos de apósitos
Alginatos
Son polisacáridos formados por la asociación de los ácidos glucurónico y manurónico,
procedentes de las algas. La base es la fibra de alginato cálcico.
El exudado de la herida es rico en iones de sodio y, al entrar en contacto con el apósito, se
produce un intercambio, de modo que el alginato absorbe el sodio y libera iones de calcio al
medio. Se forma un gel traslúcido que crea un medio húmedo que favorece la cicatrización y
a su vez puede retener gérmenes en su estructura.
Los alginatos ricos en ácido glucurónico forman geles firmes, mientras que los ricos en
ácido malurónico van a formar geles más blandos.
Se retiran fácilmente de la lesión usando suero salino. Precisan de apósito secundario de
fijación. Están indicados en úlceras muy exudativas en estadios III y IV, por su alto poder de
absorción.
Son compatibles en pacientes con tratamiento anticoagulante y úlceras sangrantes, ya que
la presencia de iones de calcio favorece la acción hemostática.
Se presentan en:
Apósitos con alginato cálcico exclusivamente.
Apósitos de alginato asociados a hidrocoloides en placa y en aplicadores líquidos.
Cinta de alginato para cavidades.
Hidrocoloides
Existe una gran variedad con distintas composiciones basadas en la carboximetilcelulosa u
otros polisacáridos y proteínas.
Son semipermeables: permeables al intercambio gaseoso y vapor de agua, e impermeables
a líquidos y bacterias.
Interaccionan con los fluidos de la herida, formando un gel que ayuda a desbridar la úlcera
de forma autolítica. Están indicados en el cuidado de las úlceras por presión con exudado
medio en estadios I, II, o III. Son flexibles y fáciles de aplicar.
Se retiran cuando se delimita la forma de la lesión (no debe esperarse a que se sature la
piel periulceral). No se aconseja su uso en heridas infectadas.
Presentaciones:
Pasta para relleno de cavidades.
Fibra no adhesiva en forma de apósito o cinta.
Placa o aplicador líquido o de estructura amorfa con alginatos.
Hidrogeles
Son compuestos formados por sistemas cristalinos de polisacáridos y polímeros sintéticos,
con un contenido en agua del 70 al 90%.
Favorecen la granulación y el desbridamiento por hidratación, por lo que pueden usarse con
medicamentos hidrosolubles.
No son adherentes, y su retirada es sencilla e indolora, precisando de un dispositivo
secundario de sujeción. Su uso abarca prácticamente todas las úlceras por presión, sea
cual sea su gravedad. Son útiles en úlceras infectadas.
Presentaciones:
Apósitos de varios tamaños en láminas transparentes de gel.
Apósitos hidrocelulares transparentes en varios tamaños de gel de polímeros de poliuretano
semipermeables a los gases.
Dispensadores o aplicadores de hidrogel líquido, granulado o de estructura amorfa.
Poliuretanos
Derivados del poliuretano a los que se les ha asociado una estructura hidrofílica. Son
semipermeables. Crean un ambiente húmedo en la herida que estimula la regeneración
tisular y acelera la curación.
Indicado en úlceras superficiales y en su prevención. Pueden utilizarse en caso de
infección, recomendándose una mayor observación de la lesión. La retirada del apósito se
lleva a cabo cuando el exudado llega a un centímetro del borde del apósito.
Presentaciones:
En film o película.
Hidrofílicos.
Hidrocelulares para cavidad.
Hidrocelulares en placa.
Gel de espuma de poliuretano.
La rehabilitación dirigida a las personas de la tercera edad debe corresponderse con las
limitaciones presentes en los individuos. Así tenemos que:
La prevención primaria: Está dirigida a reducir el deterioro, incluyendo la educación sanitaria
y la buena forma física mediante actividades en los Círculos de Abuelos y la utilización de
deportes adecuados a sus posibilidades.
Una vez producido el deterioro: El tratamiento precoz se propone limitar las discapacidades
y prevenir complicaciones con el empleo de actividades físicas y recreativas adaptadas a la
diversidad.
En las incapacidades: Las acciones están dirigidas a reducir la minusvalía mediante el
entrenamiento, auto atención, la adaptación al medio y recuperar el funcionamiento máximo
posible. Se trata de una rehabilitación individualizada, utilizando los medios disponibles.
En este último grupo se encuentran generalmente el adulto mayor o anciano encamado
que presentan dificultades importantes para desplazarse, prevaleciendo esta situación
durante un tiempo superior a los dos meses y requiriendo ayuda de otra persona para poder
abandonarla. Ellos permanecen la mayor parte del tiempo en la cama debido a las
limitaciones producidas por enfermedades o intervenciones quirúrgicas.
Es conocido que el encamamiento prolongado es el primer enemigo del anciano y su
inmovilización conlleva a: rigidez o anquilosis articular, atrofia muscular, perdida de fuerza y
de resistencia a la fatiga, rigidez muscular, osteoporosis y distintas afecciones en el Sistema
Nervioso Central, siendo el aparato locomotor el órgano que más se afecta.
En las articulaciones se produce una transformación fibrilar; puede aparecer necrosis y
formación de quistes de tejido fibrótico que da lugar a la anquilosis articular.
Existen algunas articulaciones más sensibles a la inmovilización sobre todo si se hace en
mala posición, por ejemplo: si se inmoviliza mal un tobillo puede quedar un pie equino, o si
se inmoviliza mal una cadera o rodilla pueden tender al flexo y perder grados en la
extensión.
En la cápsula y ligamentos se producen una pérdida de su elasticidad y engrosamiento
de las mismas, las fibras de colágeno se hacen menos distensibles y tienden a fijar la
articulación en la posición inmovilizada.
En los músculos se destaca la atrofia muscular con su respectiva pérdida de masa. Si el
músculo se inmoviliza en posición acortada, la pérdida de masa muscular será a una
velocidad doble de lo normal, es decir la inmovilización en una mala posición favorece aún
más la atrofia.
La fuerza se pierde del 1 al 3% por día de reposo absoluto, siendo más sensibles los
músculos de los miembros inferiores, sobre todo los antigravitatorios, con relación a los
miembros superiores. En estos procesos la recuperación de la fuerza es más lenta que su
pérdida.
La resistencia a la fatiga disminuye por cambios histoquímicos: menor capacidad
oxidativa de las mitocondrias y una menor tolerancia al déficit de O2 o del ácido láctico. Esta
resistencia que dependía de un metabolismo aeróbico pasa a garantizarse por uno
anaeróbico.
En el Sistema Nervioso Central se nota disminución de todos los estímulos
fundamentalmente los cenestésicos y visuales, que provocan alteraciones en la percepción,
en la coordinación y en el equilibrio.
En el tejido óseo, se producen osteoporosis de tipo secundaria a la inmovilización, sobre
todo si es por fracturas y por parálisis de tipo neurogénico. Otras causas pueden ser por la
acción de factores mecánicos relacionadas con la disminución de la tensión producida por
las contracciones musculares y la tracción tendinosa sobre el periostio.
Los factores neurovasculares, sobre todo en lesiones medulares y craneales que
provocan alteraciones vasomotoras.
Otras características en el tejido óseo es la pérdida de su masa, que es mayor en las
parálisis flácidas que en las espásticas y el déficit o alteración en el metabolismo del calcio y
de la vitamina D.
La activación de los diferentes planos musculares, la movilidad articular y la utilización de
técnicas psicológicas y teniendo en cuenta las características antes mencionadas, deben
ser para el terapeuta, premisas fundamentales en su desempeño.
Además, es importante en el trabajo con estos pacientes las siguientes medidas
preventivas que contribuyen a la prevención de las úlceras por presión (lesiones que se
producen en la piel de cualquier parte del cuerpo al ejercer sobre ésta una presión
prolongada contra un plano duro).
Mantenerlo en una posición cómoda, la cual debe ser modificada con regularidad para evitar
que se dañe la piel en los puntos de presión.
Mantener la limpieza y atender sus necesidades fisiológicas.
Asegurarse de que ingiere los alimentos adecuados y el suficiente líquido.
Mantener la función respiratoria.
Proteger la piel.
Prevenir las complicaciones que conlleva la pérdida de posturas funcionales.
¿Qué se debe cuidar en un paciente encamado?
La piel: el cuidado de la piel es importante tanto en la persona sana como en la enferma. La
deshidratación, la medicación, el encamamiento, etc. pueden provocar desde problemas
leves como picazón por una piel seca, hasta problemas más serios y difíciles de tratar como
las úlceras por presión.
Cuidado de la boca: La afectación de la boca en estos pacientes supone un malestar
frecuente e importante y en muchas ocasiones puede afectar a la familia, ya que genera
problemas y dificultades a la hora de alimentarse y de comunicarse.
Alimentación e hidratación: Es frecuente que en la situación en la que está el paciente
aparezca anorexia o falta de apetito. Cuando un paciente es incapaz de alimentarse e
hidratarse como lo hacía antes de la enfermedad se genera, tanto en él como en su familia,
un estado de angustia y malestar.
Actividad física: la disminución de su capacidad física conlleva una pérdida progresiva de
autonomía en el paciente, que puede generar tanto en él como en la familia un cierto grado
de ansiedad, malestar y preocupación.
Cuidados del sueño: El reposo y el descanso son aspectos muy importantes ya que
permiten un cierto grado de recuperación del cansancio del enfermo. La alteración del
sueño suele ser muy frecuente en este periodo de la vida.
TENA®, ofrece para estos pacientes encamados una serie de productos aliados: TENA Slip
(Protectores anatómicos), predoblado (protectores de cama) y toallas húmedas. La
frecuencia con la que se debería cambiar el paciente es tres veces al día con el objetivo de
que siempre permanezca limpio y libre de infecciones.
Según la encuesta hecha por TENA®, el 78% del cuidado de estos pacientes recae en
mujeres adultas.
Para la enfermera Obando, “quien se hace cargo en su mayoría de los pacientes de
encamados son jefas de hogar y en su mayoría mujeres. Sin embargo, hace hincapié a que
la responsabilidad debería ser para todos los miembros de la familia”.
“El apoyo de familiares, amigos o personal de salud es fundamental para que el adulto
mayor se adapte a los cambios que se producen a esta edad. Si el adulto mayor cuenta con
el apoyo necesario se puede prevenir sentimientos tan negativos como la soledad y la
tristeza que lo pueden conducir a la depresión”, concluyó Obando.
La situación de encamamiento que sufren nuestros mayores la podemos considerar como
un fracaso multifactorial, que se da en un sujeto que presenta una equilibrio interior
inestable y que genera dependencia, morbimortalidad y un pronóstico sombrío. Lo podemos
cuantificar y cualificar en base a Actividades de la Vida Diaria, las cuales están tipificadas
en las diferentes escalas existentes en la práctica asistencial y que nos marcarán los
diferentes grados de dependencia e independencia del enfermo, así como los campos a
actuar. La acción del Equipo Asistencial irá enfocada a satisfacer y recuperar, en lo posible,
las necesidades del anciano, anteponiendo siempre el bienestar del enfermo al diagnóstico
y tratamiento específico.
El reto asistencial que implica su aparición, exige un estado de alerta constante para hacer
frente a su aparición o para evitar las complicaciones que surgirán en un futuro. La
claudicación de este estado de alerta implica alteraciones y desestabilización de la dinámica
interdisciplinar, que secundariamente conlleva perjuicio al enfermo. El esfuerzo exigido se
puede ver recompensado con una reversibilidad del cuadro, que será tanto o más dificultosa
1.- cuanto más tiempo lleve en la cama
2.- peor estado de salud general presente
3.- presencia o no de enfermedades concomitantes
4.- gravedad del cuadro que lo produce 5.- existencia de déficit socioambiental (como la
falta de personal para la asistencia y la presencia de barreras arquitectónicas).
En la atención del encamado coexisten conflictos de valores intradisciplinares, ya que no
siempre el criterio asistencial es uniforme (cuantas más personas intervengan en la
asistencia, más conflictos se generan). También existen conflictos entre el Equipo y el
paciente, pues éste vivencia su situación de forma única, frente a un estandar de actuación
de los observadores, es decir, puede haber conflicto entre lo que se debe hacer y lo que el
paciente quiere que se haga con él. El desarrollo de un marco jurídico ayudaría, en parte, a
comprender, abordar y solucionar estos conflictos, entendiendo que cualquier rango
establecido por las diferentes normas, decretos y leyes, limita la individualidad del paciente,
en la cual se contempla la posibilidad de comprender y ser comprendido, de tener "identidad
como persona", de poder distanciarse del pensamiento y actuaciones de los demás.
A los encamados a pesar de ser un colectivo " silencioso", "oculto", demandador y gastador,
y sin apenas rentabilidad política, se les debe dar respuesta desde las diferentes
Administraciones con un esfuerzo, que genere un aumento de recursos sociosanitarios o
que optimice los ya existentes.
Aspectos como
1.- calidad de vida
2.- ventajas e inconvenientes en la continuación del tratamiento, existencia o no de
encarnizamiento terapeútico
3.- aplicación de cuidados paliativos
4.- implicación o no de la familia en el cuidado
5.- estimar la capacidad de raciocinio yautolegisladora del paciente, hace que naveguemos
entre los Principos de la Bioética. Mientras que con los principios de no maleficiencia y
justicia tendremos que atender a todos por igual, sin distinciones ni exclusiones, los de
beneficiencia y autonomía nos indican que todos deben ser tratados como personas
individuales, respetando y prevaleciendo sus valores, ideas y opiniones.
Finalmente, todos los componentes del Equipo Asistencial deberán tener la suficiente
destreza en el manejo del momento de la muerte, y en el acompañamiento al duelo.
Epidemiología en los niveles asistenciales
Cada vez es más frecuente su presencia en los diferentes niveles asistenciales, debido al
incremento porcentual de personas mayores en la comunidad y al aumento de la esperanza
de vida. Se estima que el cuadro de inmovilidad absoluta, lo presentan el 1% de nuestros
mayores. A mayor edad, más riesgo de padecerlo.
A nivel comunitario, en mayores de 65 años, una de cada tres personas presentan al menos
una limitación funcional (leve el 62%, moderada el 26% y severa el 12%) y una de cada
seis, presentan problemas de ejecución de AVD si no tienen ayuda externa. En la Encuesta
Nacional de Salud, el 7% de los mayores de 65 años declaran dificultad en la ejecución de
AVD. Si nos referimos a los mayores de 75 años, una de cada cinco no salen de casa y una
de cada dos tienen problemas para salir.
En el ámbito residencial ( en la Residencia Nª Sª de Begoña de Santurtzi el 11,76% están
encamados), el 15% presentan dificultades para caminar, requieren de ayudas técnicas o la
ayuda de terceras personas. Cuando sufren una inmovilización aguda, en este nivel, una de
cada dos personas fallecen a los seis meses.
Cuando hablamos del hospital, los mayores de 65 años que sufren un proceso que requiere
o produce inmovilización, a los tres días comienzan con pérdida de movilidad y uno de cada
tres fallecen a los tres meses, mientras que uno de cada dos lo hacen al año de sufrir
encamamiento. Aquellos que están en una Unidad de Agudos, presentan dependencia en al
menos una AVD, uno de cada dos.
Causas
Todas las personas con el paso del tiempo presentan una disminución de su reserva
funcional, siendo más proclives a un deterioro más precoz, siempre y cuando se den las
circunstancias para ello, como el ser portadores de patología crónica e invalidante, o el
estar afectados por factores externos ( déficit de personal asistencial, falta de
profesionalidad del mismo, exceso de atribuciones y cargas de trabajo, automatismo en la
realización de las tareas, alteraciones en la intercomunicación con el paciente).
El condicionante del envejecimiento hace que el anciano sea más sensible y vulnerable, con
respuestas precarias a la necesidad de equilibrio orgánico y movilidad. Mientras sufrimos el
proceso de envejecimiento, nos encontramos a nivel del:
1.- sistema cardiovascular : disminución gasto cardiaco y de la fracción de eyección,
disminución de la frecuencia cardiaca máxima, disminución de la capacidad aérobica,
disminución de la distensibilidad de VI. 2.- sistema respiratorio: alteraciones en la elasticidad
de la pared torácica y pulmonar con aumento aumento de la CRF y del VR, disminución de
la CV, CVF y del VEMS y disminución de la presión de O2, alteración del reflejo tusígeno y
de la función ciliar 3.- sistema musculoesquelético: disminución de la masa y fuerza
muscular ( el 50% a los seis meses de inmovilidad), disminución de la contracción,
aparición de osteoporosis y marcha senil 4.- sistema nervioso: enletecimiento de los reflejos
de corrección y alteración del sistema propioceptivo.
Además de este envejecimiento fisiológico, que no suele ser sintomático y por tanto no
evidente, las personas mayores tienen más prevalencia de patologías que afectan a la
autonomía y funcionalidad y que son predisponentes para generar inmovilidad y
encamamiento:
1.- Enfermedades musculoesqueléticas: Osteoartrosis, osteoporosis, fracturas ( fémur,
cadera), polimialgia reumática, problemas podológicos. 2.- Enfermedades neurológicas:
ACV y secuelas, enfermedad de Parkinson, demencias, neuropatías. 3.- Enfermedades
cardiovasculares: ICC, CI. arteriopatía obliterante 4.- Enfermedades pulmonares: OCFA,
enfermedad restrictiva. 5.- Déficit sensorial: Alteraciones visión, inestabilidad. 6.- Causas
psicológicas: Depresión, síndrome postcaída. 7.- Enfermedades endocrinas: diabetes,
hipotiroidismo 8.- Otros: Cáncer. Se estima que el 4,1% de los ancianos desarrollan
incapacidad crónica si son mayores de 80 años, o presentan deterioro cognitivo
moderado-severo, o muestran dependencia en ABVD, o tienen un EPOC.
Además deberemos indagar sobre la polifarmacia (más de cinco fármacos diferentes al día),
interacciones y medidas terapeúticas administradas y utilizadas en los mayores, para así
evitar la yatrogenia, origen y/o complicación en muchos casos del encamamiento. La
soledad y la falta de apoyo social, también pueden generar encamamiento, así como la
prolongación voluntaria de estancia en la cama.
Prevención
Ya hemos comentado en la introducción que es prevenible, por lo cual deberemos enfatizar
la vigilancia para evitar su desarrollo, y lo haremos de manera
1.- Primaria. Mantener la movilidad es el fín para evitar el encamamiento, y lo podremos
realizar con un ejercicio físico adaptado a la patología sufrida y a la severidad de la misma,
indicando que debe ser de baja intensidad (aplicaremos la Fórmula de Karvonen), de tipo
aérobico, y hay que evitarlo si existe disnea, dolor, mareo e inestabilidad en la marcha, o
bipedestación, lo haremos con una frecuencia de dos, tres días a la semana. Los ejercicios
deberán contemplar la potencia, resistencia, flexibilidad, y mantenimiento del equilibrio. Los
beneficios del ejercicio no disminuyen con la edad.
2.- Secundaria. Mantener en lo máximo el nivel sensorial ( deficitario, por norma, entre
nuestros ancianos), procurar adaptaciones técnicas para mejoras del hándicap, así como
eliminar las barreras existentes que dificulten el manejo del paciente. Por último poner
énfasis en estimular la independencia en la ABVD, con adiestramiento en la adaptabilidad y
ejecución de las mismas, evitando la superprotección.
3.- Terciaria. Tratar las complicaciones acaecidas durante el encamamiento 3.1.-
Musculoesqueléticas: Contracturas (con atrofia muscular, fibrosis capsular, deformidad
articular, disminución de la amplitud normal del movimiento articular) que pueden llevar a la
anquilosis con posturas de flexión, debilidad muscular, atrofia por desuso (a las seis
semanas el 25% y en mayores de 80 años el 50%), osteoporosis ( con aumento de la
calciuria). 3.2.- Neurológicas: Deprivación sensorial, deterioro cognitivo, menor equilibrio.
Suelen aparecer al mes de encamamiento. También ocurre una disminución del
automatismo y de los reflejos posturales. 3.3.- Cardiovasculares: Hipotensión ortostática,
reducción del volumen circulante, reducción de la reserva funcional (los músculos no
funcionan como bomba – existen signos de insuficiencia venosa-), tromboembolismos,
aumento de la mortalidad por cardiopatía isquémica. 3.4.- Respiratorias: Menor capacidad
vital ( en el decúbito existe una menor actividad muscular), menor actividad ciliar ( con
aumento de las secreciones y riesgo de sobreinfecciones, menor reflejo tusígeno, mayor
posibilidad de neumonía por aspiración ( atención a los portadores de sonda nasogástrica).
3.5.- Genitourinarias: Retención urinaria, cálculos urinarios, infecciones urinarias
recurrentes. Existen micciones tardías e incompletas debidas a la postura, que favorecen el
estasis urinario, lo que debilita la musculatura pélvica y el músculo detrusor. Esta situación
nos lleva a un aumento del residuo vesical. La actividad sexual desaparece. 3.6.-
Digestivas: Anorexia y estreñimiento. Existe alteraciones en la deglución y digestiones
lentas (enletecimiento del peristaltismo), estasis venoso pélvico, proctalgia y hemorroides
que dificultan la defecación. 3.7.- Metabólicas y hormonales: Balance negativos nitrogenado
(por catabolismo proteico precisando de aporte de > 110 gr proteína día) y de minerales
(Ca, P, Mg, K y Na), Resistencia a la insulina con intolerancia a hidrocarbonados, elevación
de la PTH, hiperlipidemia, disminución del Col-HDL. 3.8.- Dermatológicas: Maceración y
atrofia de la piel (infecciones), úlceras por presión, dermatitis del pañal. 3.9.- Psicológicos:
Hábito de encamarse, depresión, miedo, ansiedad.
También deberemos implantar y realizar un programa de cambios posturales, conociendo
las indicaciones de las diferentes posiciones, que se pueden adoptar en la cama: supino,
dorsal, prono, lateral, SIMS, sentado, Fowler, Trendelenburg, Roser, etc.
Cuidado y contacto diario
Primero debemos diferenciar entre vejez (edad avanzada) y senilidad (deterioro que puede
llegar a la pérdida de la propia identidad), y también tener constancia de la existencia del
llamado microcosmos personal del paciente. Se estima que una distancia de 1,5 metros es
la correcta para la relación, mayor distancia indica frialdad o respeto, y menos implica
invasión o intimidad (el anciano invade en base a los déficits sensoriales que presenta).
También debemos conocer, que el ámbito de relación interpersonal del anciano es,
generalmente, de pocas personas, por eso es conveniente que sea una única o un mínimo
de personas las que procedan al cuidado y atención directa.
Cuando hablamos del encamado, no hablamos de algo que se va destruyendo, y no
siempre es sinónimo a decrepitud, agonía y muerte. El encamado tiene y presenta
sentimientos e intelecto y responde con pensamientos, emotividad, ternura, frustración o
dolor, aunque sabemos, que esta respuesta de adaptación se ve mermada por su deterioro.
Presentan, como todos, una experiencia de vida -edad biográfica-, que se manifiesta con
actitudes positivas ( eupatía, simpatía, autonomía y anástasis) o bien negativas (copatía,
dispatía, heteronomía, catástasis). El equilibrio interior, favorece una mejor adaptación a su
estado, lo cual repercute de manera directa, en un beneficio del cuidado continuado que
requiere.
La diferencia entre la edad cronológica, la edad biológica y la edad biográfica, estriba en
que ésta identifica a la persona de forma individual, con un pasado (no es inmutable y
depende del futuro en cada momento), un presente (en el cual elaboramos decisiones del
futuro) y un futuro (que es algo incierto). Comprender esto, ayuda a mejorar la relación con
el paciente.
El sometimiento a la situación de encamamiento que el anciano sufre, se basa en la Teoría
de la Docilidad ambiental (Lawton y Simon 1968), que expresa que con la edad, la persona
se somete más dócilmente al ambiente y es más vulnerable a las exigencias de éste. Este
equilibrio entre el “ser como soy” o competencia personal y la presión ambiental a la que
estoy sometido, puede desequilibrarse, y así, si las presiones son superiores a la
competencia de la persona, se genera una respuesta de desafío, esfuerzo, alerta y se
mostrará con una vida activa y autónoma, en cambio si las presiones son muy superiores,
existirá desbordamiento y la persona se mostrará incapaz y amenazada. Cuando la
competencia personal supera a la presión ambiental, el sujeto se mostrará cómodo, seguro
y poco decidido a nuevas tareas, mientras que si la competencia excede en mucho a la
presión, el sujeto será indolente, con actitud de abandono, desidia y menor afán de vivir.
El cuidador, en el quehacer diario con el encamado, precisa de tiempo y energía, más
cuanto mayor sea el tiempo de enfermedad, y deberá transmitir actitudes positivas, ante la
situación de dependencia que presenta el enfermo, fomentando la independencia personal,
manteniendo y personalizando el entorno (ventilación, iluminación), generando interacción
social, evitando hacer juicio de valores, y en general estimulando mentalmente al
encamado.
Es necesario mantener una comunicación durante el cuidado, estableciendo contacto visual,
tranquilizando y reduciendo la ansiedad que muestre el encamado por su situación y
utilizando necesariamente el tacto (el contacto directo con el otro, favorece la "presencia
vivencial" del paciente). Cuando el enfermo es capaz de expresar y hacerse entender
mediante el lenguaje, es más fácil la comunicación, pero en situaciones de mutismo, falta de
raciocinio, ausencia de voluntades anticipadas a las cuales atenerse y en otras situaciones
especiales, hace que tengamos que poner atención en la expresión no verbal del anciano,
en el "arte de mirar" ( Opsitécnica Clínica), sabiendo que pueden existir discrepancias entre
lo que observamos y lo que quiere expresar el paciente.
No deberemos alargar la atención directa (menos de quince minutos), respetaremos la
intimidad e implicaremos, en lo posible, a la familia en el cuidado del enfermo.
Higiene y control de síntomas del encamado
El nivel de higiene es un indicador del nivel de atención que se presta, y siempre hay que
realizarla bajo el contexto del máximo confort para el encamado. Con ella mejoramos la
autoestima del encamado.
La involución nos conduce a un aumento de la incapacidad para ejecutar AVD, así como a
una mayor tendencia a la postración. El resultado final de este proceso suele ser el la
inmovilidad y encamamiento. Esto requiere, inicialmente, una valoración integral exhaustiva,
así como la elaboración de un plan de cuidados tanto personales (potenciar una autoimagen
positiva), como del entorno (eliminación de riesgos y olores), y por último realizar los
autocuidados del trabajador.
Al realizarla, es el momento ideal para conversar, objetivar la aparición de nuevos
problemas y observar la movilidad que presenta el enfermo.
Antes de todo, acondicionaremos la habitación para la labor, evitando corrientes, graduando
la temperatura ambiental en 22-25 grados, cerrando puertas y ventanas, proporcionando
intimidad ( biombo en habitaciones compartidas) y seguridad.
1.- Utilizar guantes, jabón neutro, agua a 37-40 grados, esponjas, toallas de baño y aseo.
Usar crema hidratante en cada zona después del secado. Utilizar utensilios de forma
individual y de un solo uso, a ser posible. Descubrir sólo la zona a lavar, secar por contacto
y prestar especial interés en los pliegues. Por supuesto, que el lavado de manos del
cuidador, antes y después de realizar la higiene de cada encamado, es imprescindible.
2.- Cabeza y cuello. Con una secuencia de cara-ojos-orejas-cuello-secar-crema de cara
3.- Brazos y tronco. Desde manos hasta axilas-tronco-secar
4.- Espalda. Decúbito lateral-lavar espalda-secar-crema hidratante
5.- Colocar la parte superior del pijama o camisón
6.- Descubrir las piernas hasta el pubis-lavar de muslos a pies-secar-crema hidratante
7.- Colocar la parte inferior del pijama, bajar el camisón
8.- Acomodar al encamado, con ropa cómoda, sin pliegues en sábanas
Higiene en zonas especiales
9.- Lavar genitales con las piernas flexionadas si es posible. En los hombres retirar restos y
residuos existentes, usar agua tibia, retraer prepucio y limpiar el glande, luego la zona
perianal, retirar el jabón, secar (gasas estériles) y cubrir. Prestar especial atención a
portadores de colectores y sondas. En las mujeres separaremos primero los labios
mayores, realizando el lavado de dentro a afuera y de arriba a abajo.
10.- Boca. Utilizar depresores con gasas en los extremos, empapados de suero fisiológico.
Limpiar dientes y encías de forma interna y externa. Limpiar la lengua, con otro depresor,
desde el interior hacia afuera y arrastrar restos. Otro depresor con solución salina para
enjuagar. Secar labios y parte externa con servilletas de papel. Lubricar labios. Nunca
deberemos introducir mucho el depresor para evitar naúseas, y actuaremos con cuidado
para no dañar la mucosa oral, además actuaremos sin mucha fricción y las gasas no deben
tener exceso de líquido. Con las prótesis dentales actuaremos de igual manera,
procediendo a su desinfección y mantenimiento.
11.- Afeitado y depilaciones. En el afeitado usar crema de afeitar, maquinillas de un solo
uso, si es eléctrica que sea individual, lavar y usar loción o crema hidrante después. Evitar
cortes e irritaciones. En la depilación, lavar la zona antes de dar la crema, aplicar crema
hidratante después de retirar la crema.
12.- Uñas. Retirar el esmalte con algodón y quitaesmaltes, sumergir los dedos en un
recipiente durante unos minutos, limpiar las palmas, el dorso, las uñas y los espacios
interdigitales ( usando un cepillo en caso necesario). Secar con toalla, especialmente los
espacios interdigitales, cortar las uñas de forma ovalada en las manos y recta en los pies.
Limar y pasar toalla por la zona. Usar loción o crema de manos.
13.- Orejas. Usar una torunda enrollada en unas pinzas, mojar la torunda con agua tibia sin
que gotee, pasarla por el pabellón, primero por la zona interna y luego por la externa, en
caso de que queden restos, repetir la operación, finalmente secar bien. En la acción,
realizar movimientos únicos y circulares, sin rascar ni presionar. No se deben usar ni jabón,
ni bastoncillos, ni torundas secas.
14.- Cabello. Cuando sea necesario, lo haremos utilizando guantes, con una bolsa de
plástico debajo de la cabeza (que estará en hiperextensión en la parte superior de la cama)y
toallas alrededor del cuello. Aplicaremos el champú neutro, masaje, enjuagamos y podemos
repetir la operación. Secar con toalla y secador. Actuaremos con rapidez, protegiendo oídos,
ojos, y evitando mojar la cama o el resto del cuerpo.
16.- Higiene del sueño. Necesario para el equilibrio y bienestar, requiriendo un ambiente de
tranquilidad y relajación. Deberemos vigilar la temperatura de la habitación, ambiente
oscuro o penumbra, utilizar prendas cómodas y confortables, proporcionar infusiones o
leche caliente y en caso necesario dar masajes suaves y/o hipnóticos.
17.- Higiene postmortem. Realizarla sin presencia familiar, antes de que aparezca el rigor
mortis, en decúbito supino, con almohada bajo la cabeza (evita lividez en facies), retirar
apósitos, vendas, tubos y catéteres, cubrir heridas o incisiones abiertas con apósitos limpio
y pequeño, realizar el aseo corporal, peinar, taponar con algodón los orificios naturales,
colocar prótesis bucales, cerrar la boca, cerrar ojos, colocar los brazos sobre el abdomen,
poner identificación al fallecido, cubrir el cuerpo con una sábana, trasladarlo de forma
discreta al mortuorio, recoger objetos personales en bolsas y entregarlos a la familia.
Cuando nos encontramos ante un encamado, nos encontramos ante una persona, que
generalmente, sufre una patología crónica e invalidante, que pone en riesgo la vida del
paciente, bien por incurable y con escaso beneficio terapeútico, o bien por la aparición de
complicaciones de difícil resolución. El aumento de personas de edad avanzada, la
presencia de pluripatología, la discapacidad, el pronóstico incierto, el deterioro cognitivo y el
aislamiento, son factores que realzan la importancia de mejorar la atención al final de la
vida, de nuestros encamados. El gran problema del Equipo Asistencial es reconocer la
irreversibilidad del cuadro, sin una respuesta razonable a tratamiento específico, a pesar de
los avances de la técnica (no llegar al encarnizamiento terapeútico), y determinar un
pronóstico (en los ancianos no podremos aplicar los seis meses, como en el oncológico,
para etiquetar de terminal ). La evaluación de la competencia del enfermo, la asignación de
recursos y el control de costes, son también otros problemas que nos surgen. Una vez
sopesada la limitación del tratamiento, deberemos actuar 1.- Asegurándonos que la elección
se basa en un correcto diagnóstico, dejando constancia escrita 2.- Pidiendo opinión a otros
profesionales competentes 3.- Valorando si el paciente, tutor y/o familia están de acuerdo
4.- Solicitando actuación del Comité Etico del Centro, si existiese.
Una vez que se ha tomado el objetivo del control de síntomas, el cuidador proporcionará el
confort necesario para mejorar el estado personal del paciente. Los síntomas que originan
más disconfort en los encamados son: dolor, anorexia, disnea, naúseas, vómitos, descenso
en el peso, estreñimiento, insomnio y la boca seca.
1.- Piel seca: Usar cremas, emulsiones y aceites corporales en baño y ducha, si existe
inflamción usar emulsión más hidrocortisona 5% dos veces al día. 2.- Piel húmeda: Secar,
no dar pomadas 3.- Prurito: Cortar las uñas, usar cremas con lanolina, norascar, frotar de
manera suave 4.- Boca: 4.1.- En la boca sucia usar una torunda empapada en agua
oxigenada al 50% con suero salino, pastillas efervescentes de vitamina C, usar cepillo de
dientes, realizarlo 2-3 veces al día. 4.2.- En la boca dolorosa se deberá usar una dieta
blanda, con alimentos fríos o templados, también se podrá una solución de suero glucosado
con nistatina, antiséptico y lidocacina al 2%. 4.3.- Si existe infección, clorjhexidina, povidona
yodada en medio vaso de agua. 4.4.- En la xerostomía, usar cepillo suave, limpiando la
lengua, encías y mucosas, enjuagar con mezcla de sidra y agua con gas, caramelos sin
azúcar, manzanilla con limón, trozos de piña, naranja e ingesta de líquidos en general. 4.5.-
Ante la agonía, humedecer los labios, poner vaselina en ellos y retirar las secreciones con
torunda húmeda. 5.- Estreñimiento: Aumentar la ingesta de líquidos, la fibra en la dieta,
responder al deseo de evacuación y facilitar la intimidad. 6.- SNG: Una vez colocada deben
plantearse periódicamente el balance entre riesgos y beneficios de confort, considerándola
posibilidad de retirarla. Los efectos adversos más mencionados son la regurgitación,
malestar nasofaríngeo, agitación, diarreas y alteraciones en la imagen corporal.7.- Náuseas
y vómitos: Hacer que el entorno sea agradable, con ventilación y libre de olores, dieta con
alimentos suaves, digeribles, no voluminosos y poco pesados, conseguir hidratar, colocar en
una postura cómoda, mantener la higiene bucal, valorar y prevenir la broncoaspiración, y
tranquilizar al paciente
Cuidar al cuidador
La exigencia del cuidado diario al encamado, induce muchas veces, que el eslabón vital de
la figura del cuidador claudique, lo cual nos conduce a una situación de riesgo en el
resultado final, que es la calidad de vida, bienestar y confort del encamado.
Las causas de la claudicación son múltiples: Factores individuales como el padecer
enfermedades que limitan la labor, la constitución corporal del trabajador ( exceso o
defecto), edad del trabajador, el nivel de formación, la antiguedad en el puesto, la dejación
de funciones de un compañero y los hábitos de vida, condicionan el quehacer diario. Existen
además, factores físicos, como las posturas que se adoptan de inclinaciones y torsiones al
realizar la tarea, la existencia de espacios reducidos en el lugar donde se realiza la labor,
los cambios de carga exigidos, la realización de curas, los transportes de carros y balas de
O2. Por último, los factores organizativos asistenciales como un trabajo acelerado, un ratio
del personal insuficiente, la existencia de problemas en la formación y adecuación del
personal, el mal estado de los materiales, la falta de protocolos de actuación, la inexistencia
de períodos de descanso y los turnos de trabajo penosos.
Todos estos factores influyen en el trabajo diario y acarrean consecuencias de orden físico y
psicológico, que pueden alterar la atención al encamado. Consecuencias del tipo de estrés
laboral, ansiedad por no poder llegar y hacer el trabajo, irritabilidad en el puesto de trabajo,
cambios de humor, depresión. Esto se conoce con el nombre del "síndrome del quemado".
La menor de las veces se generan experiencias laborales satisfactorias de reconocimiento
personal, profesional y empresarial.
Maltrato al encamado
Frecuentemente encontramos noticias u oímos comentarios sobre este hecho, pero éstos
son los casos más flagrantes, existen otros que pasan más desapercibidos y que también
están en el ámbito del maltrato. En una encuesta a profesionales en el medio institucional,
el 10% reconocía haber realizado abuso físico (contención física), y el 40% hacerlo
psicológicamente (gritos, insultos, restringir derechos).
Los encamados son la parte más vulnerable de la Asistencia Geriátrica, no se ven, la
mayoría de las veces no hablan, no reclaman, por tanto son un blanco fácil de cualquier tipo
de maltrato. No siempre es el trabajador quien lo ejecuta, en muchas ocasiones es la
Organización de la Gestión Asistencial, ninguneando al anciano y aplicando protocolos de
actuación que rigen "la calidad de vida" del enfermo, sin la opinión de éste.
Se distingue entre neglicencia (acto de omisión voluntario o involuntario) y abuso (acto de
ejecución). El abuso puede ser: físico, psicológico, sexual o financiero. Tanto uno como otro,
se puede manifestar en diferentes esferas como: nutrición, vestido, higiene, contención,
cuidados de salud, intimidad, seguridad, aislamiento social, entorno y personal.
No es fácil identificar un maltrato, múltiples circunstancias solapan una actitud penosa,
ejemplo de ello son: el maltratado permanece en actitud pasiva y resignada, no conoce sus
derechos, cree que pueden tomar represalias, la familia no le cree, es difícil identificar al
maltratador, existe un pacto de silencio entre el personal, la Administracción no quiere
problemas.
Para su prevención, la Administración deberá reconocer la existencia o posibilidad de
maltrato, respaldar guías de actuación, exigir cualificación a los trabajadores para el puesto
a desempeñar, disponer de planes de formación, mejorar los ratios personal/ancianos a
atender, estimular a los trabajadores con incrementos salariales y mejoras laborales. En el
ámbito del encamado, se deberá informar sobre derechos y deberes, animarla a denunciar,
promover la formación de Consejos Reguladores de Atención, de Usuarios, de
Beneficiarios. A los trabajadores se les sensibilizará sobre el fenómeno del maltrato, sus
causas, su detección y sus consecuencias. En el nivel comunitario se debe dar respuesta
con una legislación adecuada, y la existencia de una presión de medios de comunicación.
Atención al encamado terminal
El proceso de la muerte, es un problema de subjetividades, rodeado de variables y
circunstancias, que pueden modificar nuestras respuestas y sabiendo siempre que la
observación del proceso nos da una percepción sesgada, respecto al protagonista que lo
padece. Esto condiciona una actitud defensiva de forma general y que generalmente es
menos angustiosa, por parte del observador. Socialmente se vive el proceso de muerte del
encamado como inevitable, con una mayor naturalidad, debido en parte a un factor edad
que se añade a un estado precario previo del enfermo. .
La respuesta del enfermo se basará en factores causales (fuera del control del enfermo)
como el tipo, duración, síntomas acompañantes y existencia o no de dolor. Otros factores
personales como la experiencia de su vida, estilo de vida llevado y aspiraciones creadas,
también harán que satisfagan o no el reto de su situación. Por último, factores asistenciales
como la técnica aplicada, la hostelería existente, el trato afectivo, y el reconocimiento social,
pueden favorecer una mejor adaptación al estado terminal.
Si bien, a veces ocurre un rechazo a la situación, con un comportamiento de necesidad por
parte del encamado y/o familia: necesidades fisiológicas, que son prioritarias, aunque a
veces no lo sean desde el punto de vista existencial, necesidades de seguridad y confianza
en los demás, necesidades de integración, de estima y de superación. El rechazo
condiciona comportamientos del trabajador : 1.- cambia el tema de conversación 2.- se calla
y aleja del enfermo, como que no le oye, 3.- resta importancia 4.- traslada la respuesta a
otros, o contesta con evasivas 5.- niega la situación. Estos comportamientos, no dejan
contento ni a una parte ni a la otra, por lo tanto deberemos estar preparados para el éxitus y
enfrentarnos a él desde la profesionalidad y personalización individual. Nunca deberemos
alinear al enfermo, en base a criterios de "es ley natural de la vida", pues las personas
tienen una identidad propia que hace que algunos no rechacen el tratamiento, no deseen
morirse, planteen dudas y exigencias, hagan llamadas impertinentes, cuestionen y enjuicien
al personal sanitario.
La aplicación de cuidados paliativos, en base al confort o ausencia de malestar e
incomodidad, son la guía a aplicar para cubrir el bienestar físico y moral del encamado
No es la idea de muerte, sino más bien el grado de pérdida, lo que aflige al anciano
encamado.
¿Qué signos y síntomas de alarma debe reconocer el cuidador?
En su estado físico:
• No tiene apetito, por tanto no se alimenta bien.
• Tiene cansancio, no realiza ejercicio, descuidando su figura y apariencia, desmejorando
su salud.
• Es propenso a adquirir enfermedades y no se preocupa por recibir pronta atención médica.
• Su sueño no es reparador y puede llegar al insomnio. Puede tener problemas con su
pareja
por no dedicar tiempo de calidad a su familia.
En su estado mental.
• Se altera su atención y concentración en las actividades mentales como pensar, razonar y
tomar decisiones.
• Su agilidad mental se altera y puede presentar olvidos frecuentes.
• Puede llegar al límite de consumir alcohol y tabaco.
En su estado emocional.
• Presenta desmotivación, ansiedad y depresión.
• Tiene irritabilidad constante con las personas de su entorno.
• Presenta aislamiento y tendencia a encerrarse en si misma/o.
• Actitud negativa hacia la persona adulta mayor dependiente (maltrato).
En su estado espiritual.
• Siente desesperanza y falta de fe, descuida la lectura, la reflexión y el fortalecimiento
interior. • El debilitamiento interior puede predisponerle a la baja autoestima y no tener
sentido a la vida. • Descuida los espacios de prácticas espirituales y religiosas.
En su estado social:
• Pierde el interés por compartir la vida social y familiar.
• Puede tener problemas afectivos con su pareja.
• Las actividades que antes eran placenteras con su familia y sus amigos, ya no las desea.
¿Qué debe recordar el cuidador?
• El progreso de la enfermedad no puede detenerse, pero si puede y debe controlar varias
situaciones que llegue a afectar a su familiar y a usted como cuidador.
• El cuidar de usted mismo le permitirá seguir adelante con las acciones más importantes
que demanden las personas adultas mayores según su grado de dependencia, tratando
siempre de mantener y promover su autonomía como principio del ser humano.
• Debe recordar que usted es importante y necesita estar bien física y mentalmente, para
dedi- car su tiempo y energía a la persona adulta mayor que demanda su servicio.
• Debe tener presente por usted y por quien cuida que su atención es una labor fuerte para
una sola persona, por lo tanto en todo momento o al menos en actividades que no puede
realizar sólo debe solicitar ayuda.
• Debe vivir cada día disfrutando de lo que hace sin preocupaciones.
• El planificar su día facilitará su vida y la de la persona adulta mayor a su cuidado.
• Una actitud optimista le permite mirar las cosas de forma positiva y trasmitir a los demás.
• Debe ser tolerante, respetuoso sin llegar a la sobreprotección. La dependencia y/o
discapacidad
de la persona adulta mayor que cuida son producto de la enfermedad que padece y
su comportamiento, así como sus emociones requieren en todo momento de su
comprensión, paciencia, afecto, pero sobre todo del respeto a su dignidad.
FORTALEZAS. DEBILIDADES.
(LO QUE DEBE HACER) (LO QUE NO DEBE HACER)
• Sensibilizarse a las necesidades espirituales para escuchar y com- prender los temores de
las perso- nas adultas mayores.
• Tener actitud respetuosa y una gran sensibilidad en relación con el momento de vida por el
que atra- viesa.
• Recordar que las personas adul- tas mayores piensan irremediable- mente en la muerte.
Quizá repita con frecuencia: ¡Qué pronto ha pasado todo! ¡Qué pena tener que morirme!
etc.
• Proporcionarle tiempo y espacio para la reflexión sobre la soledad, el abandono, la alegría,
el sufrimiento, el dolor. etc.
• Compartir y/o respetar con ellos las prácticas y ritos religiosos.
• Facilitarles lecturas, poemas, ora- ciones y otros materiales que les distraiga.
• Comprender al menos los aspec- tos más importantes de las creen- cias que tienen de
acuerdo a su cultura y principios.
• Contactarse con personas que ayuden en este tipo de prácticas como por ejemplo:
Sacerdote rabi- no, capellán, un familiar o un ami- go solicitado por la persona adulta mayor
• Relacionar la espiritualidad con la religión, no le ayudará a compren- der que la
espiritualidad es más am- plia y la rechazará.
• No tomar en cuenta las necesi- dades espirituales de las personas adultas mayores,
porque no está preparado para ayudarlo.
• Sentir miedo de hablar de la muer- te no le ayudará a dar respuestas correctas sobre este
tema.
• Rechazar los temas sobre proble- mas de la existencia y la muerte.
• Evitar los temas de la soledad, abandono, porque no se siente ca- paz de darle respuestas
adecua- das.
• Resistencia a compartir por miedo a sentirse también afectado.
CAMBIOS PROPIOS DEL ENVEJECIMIENTO.
En este proceso de envejecimiento se presentan cambios físicos, funcionales y
psicológicos, resultado de estilos de vida en etapas anteriores, así como también la
presencia o no de enfermedades.
Los cambios propios del envejecimiento se detallan a continuación:
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CAMBIOS EN LA VISIÓN:
• Disminuye la visión nocturna.
• Disminuye la distinción de colores (azul, verde, violeta). • Disminuye la producción de
lágrimas.
• Disminuye la capacidad para distinguir objetos pequeños
(botones, números telefónicos, etc.).
• Incrementa la sensibilidad al resplandor, brillo.
• Disminuye capacidad para adaptarse a cambios en cantidad
de luz.
• Aumenta riesgo de caídas
.
CAMBIOS AUDITIVOS
• Disminuye la capacidad de distinguir sonidos. • Disminuye la audición.
• Aumenta el cerumen.
ALTERACIONES DE LOS SENTIDOS
CAMBIOS EN EL GUSTO Y OLFATO
• Disminuye la capacidad para sentir el sabor. • Disminuye el sentido del olfato.
• Riesgo de una nutrición deficiente.
CAMBIOS EN LA PIEL
• Disminución de la capacidad para sentir y diferenciar el frio y el calor.
• Pérdida de elasticidad de la piel (se arruga la piel). • Disminuye la sudoración.
• Uñas quebradizas, gruesas.
• Pelo se vuelve cano (blanco).
• Disminuye el calcio de los huesos.
• Aumenta el riesgo de osteoporosis (pérdida de hueso). • Disminuye la masa y la fuerza
muscular.
• Disminuye la movilidad de las articulaciones.
• Incrementa el riesgo de enfermedades articulares.
• Disminuye el equilibrio y la coordinación.
• El sueño se vuelve más ligero y el tiempo para dormi. • Incrementa el riesgo de caídas.
• Respiración superficial (respiraciones cortas y no profundas).
• Disminuye la fuerza para toser.
• El corazón y las arterias se vuelven duras.
• Disminución en la producción de orina. • Pérdida de la elasticidad de la vejiga.
• Más frecuencia a orinar.
CAMBIOS EN LA MUJER:
• Disminuye tamaño de labios mayores, cuello uterino, la vagina menos elástica, relaciones
sexuales dolorosas.
• Aumenta el riesgo de infecciones.
CAMBIOS EN EL HOMBRE:
• Aumenta tamaño de la próstata.
• Erección del pene es más lenta.
• Disminuye la sensibilidad.
• Disminuye la cantidad de espermatozoides.
• Disminuyen las defensas del organismo. • Reduce la respuesta frente a infecciones.
• Cambios en la memoria.
• Deterioro de la memoria reciente (este momento). • Disminución para adaptarse a
situaciones nuevas
(cambios en el ambiente que vive).
ASEO DE GENITALES
¿QUÉ ES?
> Es la limpieza que se realiza todos los días, para comodidad de la persona adulta mayor y
prevenir las enfermedades.
SE REALIZA PARA:
> Evitar la presencia de infecciones.
> Eliminar secreciones de los genitales o del recto.
> Prevenir mal olor, después de cambio de pañal y luego de hacer sus necesidades.
NUEVAS PALABRAS QUE DEBE SABER:
> Labios mayores: parte externa y abultada de los genitales de la mujer.
> Labios menores: partes finas que se encuentran dentro de los labios mayores.
> Meato urinario: parte de los genitales externos, por donde se observa que sale la orina
del interior del cuerpo.
ADVERTENCIAS:
> Si la condición de la adulta mayor lo permite, será ella quién se asee, caso contrario de
preferencia será otra mujer quién lo realice.
> En todo momento mantenga privacidad.
> Permita que la persona adulta mayor evacue su vejiga, antes del procedimiento.
¿QUÉ IMPLEMENTOS NECESITA?
> Paquetes de gasa, mínimo ocho.
> Recipiente con agua tibia en cantidad suficiente.
> Papel higiénico, bidet o (lavacara), guantes, ropa de cama, interior y pijama si es
necesario,
tacho de basura.
¿CÓMO DEBE REALIZAR LA HIGIENE DE LOS GENITALES EN LA MUJER?
> Indíquele a la persona adulta mayor que le va a realizar la limpieza de los genitales.
> Colóquele boca arriba, con las piernas flexionadas.
> Coloque el bidet o lavacara bajo las nalgas.
> De preferencia use guantes.
> Deje caer el agua tibia y con una gasa limpie los labios mayores, con otra gasa, los labios
menores, realice movimientos de adelante hacia atrás sin restregar, utilice varias gasas si
es necesario y finalmente con otra gasa limpie el meato urinario (orificio por donde sale la
orina).
> Enjuague con agua tibia.
> Seque de adelante hacia atrás, con mayor preferencia en los pliegues, para que no
queden
húmedos.
> Cambie de sábanas.
> Póngale ropa interior limpia y pañal desechable si lo requiere.
> Sáquese los guantes, deje todo en orden y lávese las manos.
> Todo el material desechable utilizado, depositar en funda.
¿CÓMO DEBE REALIZAR LA HIGIENE DE LOS GENITALES EN EL HOMBRE?
> Realice los pasos iniciales igual que en la higiene de la mujer y reúna los implementos
que necesita.
> Limpie con agua tibia y jabón el pene y los testículos.
> Retirar la piel del prepucio y limpiar el glande con una bola de algodón.
> Deje caer el chorro de agua para enjuagar y secar suavemente con cuidado en la parte
inferior del escroto y zonas de pliegues.
> Bajar el prepucio.
> Coloque pañal según condición de la persona adulta mayor, cambie ropa interior, pijama y
sábanas.
> Sáquese los guantes si utilizó, deje todo en orden y lávese las manos.
> Todo el material desechable utilizado, depositar en funda.
Conclusiones
De acuerdo a los criterios de diferentes autores, las alternativas de terapias físicas que se
pueden aplicar al adulto mayor encamado, deben partir de la determinación de las
limitaciones motoras existentes para poder incidir en el mejoramiento de la funcionabilidad,
disminuir el período de inmovilización con sus respectivas complicaciones y de esta forma
favorecer su incorporación a las actividades de la vida cotidiana. En este trabajo de
intervención se debe tener en cuenta la integración de la familia como un ente activo en el
proceso de rehabilitación.
El grupo de edades predominante fue el de 70 a 74 años de edad, prevaleciendo el sexo
femenino, la mayoría de los pacientes corresponde con ancianos frágiles, el conocimiento
de los familiares acerca del manejo de los pacientes después de la intervención mejoró
considerablemente y el tratamiento para los pacientes después de la intervención fue
significativamente favorable.
CASO PRÁCTICO
Planteamiento
Julia, de 75 años, viene a la oficina de farmacia. Su marido, Alberto, de 80 años, tiene
sobrepeso y lleva encamado varios años. Debido a la edad de Julia, es su hija la que se
encarga de los cuidados de Alberto, pero no las 24 horas del día. Cuando la hija no está,
Julia, para cambiar la postura de su marido, inclina más o menos el cabecero de la cama
con el mando a distancia. Mientras aseaba a su padre, su hija le ha detectado una pequeña
úlcera con mal aspecto. El médico le ha recomendado una crema antibiótica y que sigan
dándole los excelentes cuidados que tiene.
Resolución
Nosotros le recomendaremos como antibiótico de acción local una pomada enzimática, muy
apropiada para úlceras por presión. Le indicaremos que use la cantidad justa para
impregnar toda la superficie ulcerosa, pues una excesiva cantidad podría causar
maceración en la lesión. También le aconsejaremos humedecer las primeras gasas que
estén en contacto con esta pomada, y evitar su uso conjunto con antisépticos tópicos.
Asimismo, le indicaremos a Julia que, cuando eleve el cabecero de la cama con el mando a
distancia, no lo haga en un ángulo mayor a 30 grados, ya que favorecería el deslizamiento
de su marido hacia el extremo, y con ello se friccionaría el sacro contra las sábanas,
predisponiendo a la aparición de úlceras en dicha zona.
Bibliografía
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