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4.0 Introducción
4.1.4 Desde los intereses de este libro, y hechas las salvedades anteriores,
interesa situar los términos del debate actual sobre la autobiografía y los
límites de este género con la ficción. El problema lo plantea bien Jean
Starobinski cuando afirma, a partir de las distinciones de Benveniste entre
Discurso vs Historia: “Una ojeada a las autobiografías recientes...nos
muestra que los caracteres del discurso (enunciación ligada a un locutor que
escribe yo) coexisten con los de la Historia (empleo del aoristo ).¿Se trataría
aquí de un arcaísmo o bien nos las tendríamos que ver, en la autobiografía,
con una entidad mixta, que podríamos denominar discurso-historia?”
(Starobinski,1970: 88)
Hay ya por tanto la constatación de un carácter mixto en que un yo se
propone historia en el acto mismo de su configuración textual, un discurso
que es no sólo discurso, un sujeto que lo es de la enunciación, pero que es
también enunciado de esa enunciación, en simultaneidad. Hasta aquí no
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habría problema alguno. Este adviene cuando quien dice yo narra su vida
pasada, el que fue y ha sido durante años, como la verdad y construye un
discurso autentificador, el autobiográfico, que pretende sea leído como la
verdadera imagen que de sí mismo testimonia el sujeto, su autor.
Independientemente de los múltiples juegos que a lo largo de la historia ha
sido posible construir sobre ese supuesto (el picaresco entre ellos) el
problema autobiográfico, tal como se plantea hoy en la teoría literaria,
enfrenta dos corrientes críticas, dos interpretaciones difeerentes:
a) Quienes piensan que toda narración de un yo es una forma de
ficcionalización, que es inherente al estatuto retórico de la identidad y en
concomitancia con una interpretación del sujeto como esfera del discurso.
Una línea que arranca de Nietzsche, que reúne a Derrida, Paul de Man, R.
Barthes y lo que se conoce en general como deconstrucción plantean un
intrínseco carácter ficcional al género autobiográfico. Esta línea refuerza
argumentativamente una tradición literaria que ha querido extender a toda
literatura el dominio autobiográfico .Que la literatura toda es una forma
autobiográfica lo han afirmado Goethe, Proust, Valery en textos muy
famosos. Lo que la deconstrucción hace es invertir la proposición haciendo
que también toda autobiografía sea una literaturización- por el procedimiento
de la ficcionalización- de tal práctica. Ambos dominios, como el filosófico
crítico y literario, no se distinguirían entre sí, sino retóricamente.
forma del texto, pues yo remite siempre estructuralmente a quien habla. Pero
quien habla ¿es una persona real ? El límite separador del relato fingido-
novela- en primera persona, y relato autobiográfico sería contextual: en el
segundo el sujeto de enunciación es una persona real, histórica,
documentable; en el primero no lo es.
La recapitulación de lo vivido pretende valer por lo vivido en sí, y sin embargo, no revela
más que una figura imaginada, lejana ya y sin duda alguna incompleta, desnaturalizada además
por el hecho de que el hombre que recuerda su pasado hace tiempo que ha dejado de ser el que
era en ese pasado....El pecado original de la autobiografía es, entonces, en primer lugar el de la
coherencia lógica y la racionalización. La narración es consciencia, y como la consciencia del
narrador dirige la narración, le parece indudable que esa consciencia ha dirigido su vida. En otras
palabras, la reflexión inherente a la toma de conciencia es transferida, por una especie de ilusión
óptica inevitable, al dominio del acontecimiento...
La ilusión comienza, por otra parte, en el momento en que la narración le da sentido al
acontecimiento, el cual, mientras ocurrió, tal vez tenía muchos o tal vez ninguno. Esta postulación
del sentido determina los hechos que se eligen, los detalles que se resaltan o se descartan, de
acuerdo con la exigencia de inteligibilidad preconcebida” (ibidem, p.15)
En el capítulo 2.3 de este libro me he referido con más pormenor del que
ahora puedo concederle a la importancia que para los límites de ficción y la
relación entre autor-obra en el pensamiento de Derrida ha tenido el ensayo
“Firma, acontecimiento, contexto”, incluido en sus Margenes de la filosofía
(1989), ensayo que nació como respuesta la cuestión de los “actos de habla”
de Austin, pero que acaba siendo fundamental para la cuestión de la
autobiografía y representa uno de los más representativos textos del modo
como Derrida contempla la relación entre lenguaje-verdad, texto y autor, que
es la base del discurso autobiográfico.
Allí vimos hasta qué punto era vulnerable el presupuesto pragmático
del contexto de los actos de habla y en especial el contexto de autor como
fuente singular y original de ese acto. La medida de la iterabilidad que es
precisa a la misma noción de autor ( se es “autor” en la medida en que la
firma es “reconocible” y su acto iterable, repetible).Pero tal firma
reconocible es paradójicamente la manifestación de la ausencia, una cita,
parásita respecto al acto , único e irrepetible, de la inscripción como contexto
de presencia. La autobiografía comparte la misma vulnerabilidad del
concepto de presencia, de firma, del acontecer en un contexto irrepetible, que
afecta toda escritura. De ahí la costumbre ,no arbitraria de “autentificar” la
firma con la presencia en su acto del firmante con su documento de identidad
,para evitar la falsificación ,lo que la escritura de autor no puede hacer en el
acto lingüístico de la escritura.
En definitiva, lo que Derrida llama autografía viene a desmentir, por
resultar un imposible la estructura axiomática de la metafísica, fijada en la
predicación copulativa “S es P”. La irrepetibilidad del acontecimiento o de
la inscripción de tal frase es la que echa por tierra la estabilidad
epistemológica de toda relación entre sujeto y predicado.
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Pero añadimos que se presenta a los demás como imagen verdadera de uno,
como género no ficcional .Este es el carácter bifronte, del cronotopo interno
y del externo, que sitúa la frontera autobiográfica .
En realidad la lectura deconstruccionista, que ha tendido a una
ficcionalización del yo, ha hecho prevalecer el fenómeno de la escritura en
su dimensión de cronotopo interno, de la relación del sujeto -a través del
texto-con su vida, en el espacio interno de la identidad construida. Lejeune
y las lecturas pragmáticas hacen hincapié, en cambio, en el cronotopo
externo, de la publicación y escritura como relación con los otros, como
pacto o contrato de lectura que propone la imagen de sí mismo como
verdadera y los hechos contados como reales, desde el testimonio que el yo,
testigo privilegiado de su existencia, ofrece.
Veremos luego que es fundamental incorporar el marco del género
como institución y las convenciones de lectura que este añade para justificar
que la dimensión semántica, interna, de la imagen engañosa ,no es
incompatible con la lectura pragmáticas social e institucional de la
autobiografía como espacio que se rige por un cronotopo de justificación
pública, para lo cual es inherente el pacto de credulidad que para sí reclama
el lector, y que este normalmente otorga.
4.4.3 Las teorías que Foucault propone en La arqueología del saber (1969
a ) sobre la interdependencia de discurso y poder, de posición del hablante y
de estructura de los géneros, en las que las posiciones del sujeto son
posiciones normativas, funcionales, es el contexto teórico donde situar la
concepción de la autoría que expone en su fundamental ensayo “Qué es un
autor”(1969b). La función de autor es característica de un modo de
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4.5 El tú de la autobiografía .
la vida de uno no sólo se narra, se eleva, por medio de este pacto retórico ,a
un superior. La segunda consecuencia es el propio estatuto de sinceridad y
autentificación que supone la relevancia social y personal del narratario .¿Se
ha de mentir a quien tiene no sólo poder sino tanta respetabilidad. ?.
En las autobiografías de soldados en la España de los siglos de Oro,
como son un buen ejemplo las Vidas de Jerónimo de Pasamonte o de Alonso
Contreras, analizadas por M.Levisi (1988) encontramos dos fenómenos
claves en la configuración retórico -narrativa de toda autobiografía de la
época :en primer lugar la falta detalles sobre la intimidad o vida interior de
los personajes, que se limitan a narrar hechos y hazañas. En segundo lugar,
y es el elemento que vengo analizando, las dos tienen un tú autobiográfico,
un receptor inmanente, noble protector, a quien se dirige la autobiografía con
el fin de justificarse y congraciarse en orden a obtener de ellos algún tipo de
compensación o protección. Ante tal persona superior, el Conde de
Monterrey , en el caso de la Vida del capitán Alonso Contreras , ¿cómo
podrá el personaje mentir ?Su yo autobiográfico dista mucho de esa
construcción de identidad problemática. Está establecido en el pacto de auto-
apología, de encomio sobre sus buenas acciones, de autojustificación ,que
lleva apararejado, claro, aunque este sea retórico, el pacto de autenticidad y
sinceridad.
El lector estará pensando ahora en cuestiones para los que la
bibliografía sobre el Vuesa Merced, a quien va dirigida la carta de Lázaro de
Tormes ha sido muy generosa. No contradice nada mi tesis que un espacio
de ficción se gane en el interior de un juego con la forma autobiográfica. El
autor del Lazarillo ha manejado todas y cada de las convenciones que
asisten a la forma genérica elegida. Precisamente la fortuna del juego reside
en que el juego se respeta ,incluso es tan autobiográfica ,que no podría
conocerse el nombre de un autor, que desmintiese, al no llamarse Lázaro y
no ser nacido junto al Tormes, la forma elegida para explicar, en términos
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