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Introduccion A La Antropologia Forense Rodriguez Cuenca
Introduccion A La Antropologia Forense Rodriguez Cuenca
PREFACIO
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continúan siendo precarias, los distintos temas cobijados en los doce capítulos
que estructuran el presente texto, se han reducido a los pasos esenciales en el
proceso de identificación: exhumación, identificación de la biografía biológica
general (edad, sexo, patrón racial, estatura) e individual (lateralidad,
reconstrucción facial). Los temas que requieren de especialistas en la materia
(entomología, genética, radiología, histología, paleopatología) simplemente se
han soslayado con el fin de que las pruebas sean remitidas a los respectivos
peritos de la manera más adecuada posible.
AGRADECIMIENTOS
2
Balueva por sus enseñanzas en Craneología. La paciencia y la dedicación de
la doctora Galina V. Lebedinskaya, directora del Laboratorio de reconstrucción
plástica de Moscú, nos permitieron acceder al misterio de la tradición rusa de
reconstrucción facial. El doctor Alexandr A. Zoubov, director del Departamento
de Antropología del Instituto de Antropología y Etnografía de Rusia nos fascinó
con sus profundos conocimientos en el campo de la Antropología dental.
En Colombia cabe resaltar la labor pionera del doctor Gonzalo Correal Urrego,
docente del Instituto de Ciencias Natura-les de la Universidad Nacional de
Colombia, quien con su expe-riencia y conocimientos ha contribuido en la
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formación de peritos forenses en Colombia. Igualmente nos ha brindado su voz
de aliento en la preparación de este texto.
CONTENIDO
Introducción
1. Definición e historia de la Antropología forense
3. Diagnóstico de la edad
Consideraciones generales
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A. Individuos infantiles y juveniles
1. Sinostosis de los centros secundarios de osificación
2. Formación y erupción dental
B. Individuos adultos
1. La pelvis
2. La superficie auricular del ilion
3. La sínfisis púbica
4. La terminación esternal de la cuarta costilla
5. Sinostosis de las suturas craneales
6. Relación entre la edad y el desgaste dental
7. Cambios radiográficos en clavícula y fémur proximal
8. El cartílago tiroides
9. Estimación histomorfométrica de la edad
10. Técnicas histomorfométricas
B. Individuos adultos
1. Cráneo
2. Determinación del sexo a partir del agujero occipital
3. Pelvis
1. Sistema dental
2. Cráneo
3. Esqueleto poscraneal
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6. Descripción y medición del esqueleto poscraneal
1. La escápula
2. La clavícula
3. El húmero
4. El radio
5. La ulna
6. El fémur
7. La tibia
8. La fíbula
7. Reconstrucción de la estatura
Consideraciones generales
8. Individualización
Consideraciones generales
1. El peso
2. Lateralidad
3. Patologías
4. Marcas de estrés ocupacional
1. Técnicas osteométricas
2. Rasgos discretos
3. Rasgos dentales
4. Osteopatología
5. Aspectos demográficos
6. Análisis intragrupal
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7. Diagnóstico del nivel de heterogeneidad de un grupo
8. Reconstrucción de la composición antropológica de una región
1. Caso de cremación
2. Utilización del DNA en un asunto forense
Recapitulación
Bibliografía
Anexos
INTRODUCCION
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cuyos restos se han esqueleti-zado por la acción del tiempo y de agentes
externos. La convul-sionada situación social vivida en Colombia ha generado
una oleada de violencia que ha producido cerca de 2 000 casos repor-tados de
desaparecidos forzados, algunas de cuyas víctimas han sido inhumadas en
fosas comunes (Hoyo Malo, Hoyo Mamayo, etc.), otras han sido enterradas en
tumbas individuales sin nombre (N. N.).
En la mayoría de los casos los restos óseos de las víctimas y algunas de sus
prendas personales constituyen la única eviden-cia para su identificación. Por
tal razón, su estudio resulta de gran importancia por cuanto nos permite
reconstruir la imagen biológica de los miembros de aquellas comunidades de
campesinos, obreros, industriales, recicladores y en fin de aquellas personas
que en vida forjaron pensamientos e ilusiones por un país lleno de grandeza y
de paz, pero cuyos anhelos fueron truncados por las manos de victimarios que
ciegamente han contribuido a la inesta-bilidad de la sociedad, al caos y al odio.
A su vez, los fami-liares de las víctimas deambulan por frías e inmutables
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morgues, por fétidas y desordenadas fosas comunes tratando de identificar el
cuerpo de su hijo, esposo o hermano; son acosados por chulos -los
representantes de las casas funerarias de cercanías de Medicina Legal- para
identificar cualquier cuerpo con tal de que sea enterrado por la empresa que
representa; consultan miles de fotografías de cadáveres en archivos de las
distintas institucio-nes encargadas de estos procesos judiciales y que
infortunadamen-te guardan celosamente la información de los otros colegas
forenses en busca de protagonismo institucional; finalmente tienen que incluir
los datos personales del desaparecido en el censo de turno, pues según las
legislaciones de Colombia conti-núan vivos. Y en realidad siguen vivos en la
memoria de sus familiares ya que no pueden iniciar ningún proceso de
sucesión ni darles cristiana sepultura. Sus tumbas anónimas buscan el recono-
cimiento histórico y el sosiego de una madre, una esposa o unos hijos.
El hueso como tejido y como órgano es afectado durante la vida del individuo
tanto por factores endógenos (desórdenes hemopoyéticos, metabólicos,
endocrinos, enfermedades infecciosas) como exógenos (traumas, marcas de
estrés laboral, estrés nutri-cional, factores culturales). Por tal razón, su
estructura se modifica en el tiempo y en el espacio de acuerdo al principio de la
variabilidad filogenética (evolutiva), racial (ancestral), sexual, ontogénica
(durante su crecimiento y desarrollo), indivi-dual (según la intensidad y tipo de
actividad física) y cultural (de acuerdo a las prácticas culturales arraigadas).
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Inicialmente se identifica la biología general del individuo que lo vincula en
calidad de miembro de una población, con un sexo específico, una edad
determinada, un patrón racial y carac-terís-ticas físicas detalladas (estatura,
proporciones corpora-les), en lo que se denomina la cuarteta básica de la
identifica-ción. Posteriormente se procede al diagnóstico de la biología indivi-
dual de la persona, que incluye las anomalías óseas, patologías, estado de
salud-enfermedad, hábitos de lateralidad y si el cráneo se encuentra en
perfecto estado se puede elaborar una reconstruc-ción facial del rostro del
individuo.
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alcanzado por la sociedad (si corresponde a una sociedad de cazadores-
recolectores, plantadores tempranos, agroalfareros, ganaderos, pescadores o
industrial) y por supuesto, de su posi-ción social o sexual en las sociedades
jerarquizadas. La relación entre el nivel de salud-enfermedad del individuo con
su corres-pondencia a una determinada edad, sexo, posición social (deducido
de los objetos y prendas asociados al cadáver) y del nivel económico
alcanzado por la sociedad facilita rastrear los oríge-nes de las enfermedades y
aprender cómo las diferentes dolencias afectaron a las poblaciones pretéritas y
cómo éstas fueron tratadas o evitadas y los efectos que surtieron estos
tratamien-tos en la morbilidad y mortalidad prehistórica.
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A pesar de todo este potencial informativo que suministran los huesos, para
que estos hablen y cuenten su historia, expre-sión popularizada por uno de los
pioneros de la antropología forense norteamericana, Wilton Marion Krogman
(1903-1987), se necesita que los restos óseos sean lo suficientemente
representa-tivos (completos, en buen estado de conservación y bien restaura-
dos), ya que la validez de su interpretación es concomitante al número de
observaciones realizadas y a la metodología aplicada. Al disponerse de
numerosos esqueletos en buen estado de conserva-ción y analizados
apropiadamente, se puede reconstruir la biogra-fía biológica antemortem o,
como la denomina Clyde Collins Snow, antropólogo forense de la American
Association for the Advance-ment of Sciences, la osteobiografía de un individuo
o una pobla-ción.
Este texto tiene como propósito introducir a los interesados en los conceptos
esenciales que se pueden dictar en un curso básico de Antropología forense o
de Osteología étnica, y en general en el campo de la identificación de restos
óseos humanos, no con el ánimo de producir expertos en la materia, sino con
la intención de despertar inquietudes conducentes a fortalecer esta área en las
instituciones forenses y a llenar los vacíos existen-tes en la formación de
especialistas en las facultades de Medici-na, Odontología, Derecho y Ciencias
Humanas. Además, como reza el lema de la American Board of Forensic
Anthropology (ABFA) de la American Association of Forensic Sciences (AAFS)
se pretende que la muerte le enseñe a los vivos,
Capítulo I
12
funciones y procedimientos de la American Board of Forensic Anthropology
(ABFA), se le considera como "el estudio y práctica de la aplica-ción de los
métodos de la antropología física en los procesos legales" (Iscan, 1981:10). Por
su parte Mehmet Yasar Iscan, miembro de la ABFA de la AAFS (American
Association of Forensic Sciences) la define más ampliamente como el peritaje
forense sobre restos óseos humanos y su entorno. Es decir, que incluye
además del proceso de identificación (sexo, edad, filiación racial, talla y
proporciones corporales, rasgos individuales), la determinación de las causas y
circunstancias de muerte, equiva-lente a la reconstrucción de la biografía
biológica antemortem del individuo, con el propósito de establecer cómo era el
modo de vida de la víctima antes de su muerte, sus enfermedades y hábitos
profesionales. Este procedimiento se conoce también como osteo-biografía en
palabras de Clyde Collins Snow.
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En América Latina como producto de su convulsionada situa-ción económica-
social y a la práctica generalizada de la desapa-rición forzada, en algunas
ocasiones descarada, como el caso de Chile, donde inhumaban a las víctimas
por parejas para economizar espacio y a situaciones dramáticas, como en
Guatemala, donde las cifras de desaparecidos alcanza a 45 000 víctimas, la
Antropolo-gía forense no se puede limitar solamente a la exhumación e
identificación de restos óseos pertenecientes a los millares de víctimas
producidas por la racha de violencia que azota a esta región. El antropólogo
forense debe estar enterado de la situa-ción de los derechos humanos en cada
país para poder captar el modus operandi de los victimarios y sus sistemas de
desaparición, además de los procesos jurídicos a seguir tanto en la labor de
exhumación como en la presentación de los testimonios ante entidades
oficiales (Procuraduría, Fiscalía, Defensoría, Conseje-ría presidencial), ONGs
(Organismos no Gubernamentales) y entida-des internacionales (Amnesty
International, Committe on Scienti-fic Freedom and Responsability). Por esta
razón, el componente biológico (identificación) debe estar acompañado de los
aspectos históricos, sociales y jurídicos de la figura de la desaparición forzada.
"¿Por qué borrar las marcas de la historia dejando al cuerpo sin nombre, y al
nombre sin cuerpo? ¿Qué es la muerte sino algo que oye sin responder,
guardando siempre un secreto mudo, vacío? Hilvanar muerte, huesos y un
nombre en una sepultura luego de quince años, luego de haber sido amputado
el culto y el llanto, hace que la carne, ya ausente, se encarne en una historia
silen-ciada tanto como profanada. ¿Puede alguien detenerse y dejar que sus
muertos sean un puro desecho al abono de la tierra? ¿Qué es la sepultura sino
preservar del olvido a un cuerpo por ser aquel que perteneció a un padre, a una
madre, a un hijo? ¿Es lícito privar al muerto y a quien lo llora de esta única
relación conserva-ble?"...
"Hoy hay quienes, trabajando en la identificación de sus cuerpos que se
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encuentran anónimos en fosas comunes, los extraen de la tierra que finalmente
los hubiese fundido con la nada, para devolverlos a la cultura. Quizás
escribiendo su nombre sea posible humanizarlos en las encrucijadas de la
historia."
2. El período ubicado entre los años 40 y principio de los 70. En 1939 Wilton
Marion Krogman (1903-1987), el primer antropó-logo físico en ser admitido en
la AAFS, expuso sus ideas en la Guide to the Identification of Human Skeletal
Material, el primer tratado escrito por un antropólogo para personal forense y
que centró la atención de la comunidad médico-legal sobre el poten-cial
informativo de la Antropología física (biológica) en los procesos de
identificación, y a sus propios colegas les demostró la importancia de su
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aplicación legítima a problemas forenses. Krogman publicó en 1962 su clásico
tratado de The Human Skeleton in Forensic Medicine, reeditado posteriormente
en 1986 conjunta-mente con M. Y. Iscan. Krogman popularizó las conocidas
frases de the skeleton talks, the skeleton tells its story, los huesos hablan y
cuentan su historia. En 1942 T. D. Stewart inició asesorías regulares para el
F.B.I. y al igual que H. L. Shapiro, F. E. Randall y Charles E. Snow (1910-1967)
fueron consultados durante la segunda Guerra Mundial. T. D. Stewart, Ellis R.
Kerly y Charles P. Warren brindaron asesoría forense permanente durante la
guerra de Corea (Iscan, 1981). Así, este período se caracteri-zó por el
reconocimiento oficial que tuvieron los antropólogos físicos en las labores de
identificación de cuerpos de soldados desaparecidos en las guerras de
mediados del siglo XX y por el creciente interés hacia esta disciplina, como una
importante actividad en su quehacer profesional. Además, durante la primera
mitad de este siglo se conformaron las colec-ciones de restos óseos Terry y
Todd que dieron lugar al estable-cimiento de las técnicas para la estimación del
sexo, edad, patrón racial y reconstrucción de la estatura.
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Si hasta la década del 70 los antropólogos sentían la necesidad de demostrar
cuánto podían aportarle a las ciencias forenses, a partir de 1971 pudieron
expresarse oficialmente, gracias a la amplia experiencia desarrollada en el
análisis de restos óseos prehistóricos, y a que en las facultades de Medicina
había disminuido el interés por la morfología ósea, cuánto sabían sobre huesos
y cómo podían hacerlos hablar. Los 14 miembros iniciales de la ABFA se
incrementaron a 94 en 1987.
3. América Latina
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blancos cubriendo las cabezas de las madres de los desaparecidos se
convirtieron en símbolo nacional de protesta contra la represión militar.
Posteriormente se establece en 1983 la Comisión Nacional sobre Desaparición
de Personas (CONADEP), organismo encargado de investigar la situación de
los millares de desaparecidos argentinos. En este contexto la expe-riencia
norteamericana se extendió a la Argentina gracias a la colaboración entusiasta
y comprometida de Clyde Collins Snow, auspiciado por la American Association
for the Advancement of Science Human Rights Program (AAAs). En 1986 su
iniciativa se materializa con la conformación del Equipo Argentino de Antropo-
logía Forense (EAAF), integrado por jóvenes antropólogos, arqueó-logos y
médicos. Las investigaciones forenses de este grupo tenían dos objetivos
fundamentales: "entregar los restos a los familiares de la persona desaparecida
y aportar pruebas a las causas judiciales entonces pendientes contra los
militares acusados de violar los derechos humanos" (Cohen, 1992:152). Estas
investigaciones jugaron un papel importantísimo en la denuncia de la
desaparición forzada que produjo más de 10 000 víctimas durante los
regímenes militares. Las "Madres y Abuelas de Plaza de Mayo" contaron con
apoyo científico en la búsqueda de sus familiares desaparecidos.
Posteriormente la experiencia de este equipo forense sin ánimo de lucro se
extendió a países vecinos, tales como Bolivia, Brasil, Venezuela, Guatemala, El
Salvador. En Colombia motivó a su vez la formación de un grupo forense
univer-sitario, integrado por docentes de la Universidad Nacional (Ciencias
Humanas, Ciencias, Odontología, Medicina y Arte) y en Chile la integración del
Grupo de Antropología Forense (GAF).
18
Capítulo II
En virtud de que los restos óseos suministran menos información sobre las
víctimas y las circunstancias de su muerte que el cuerpo completamente
preservado, la correcta recolección de la mayor cantidad de evidencias de la
escena del crimen sobre las condiciones antemortem y posmortem de la
inhumación y su relación con los artefactos asociados al cuerpo, constituyen el
primer paso en el proceso de identificación. En primer lugar, el inves-tigador
debe saber localizar el lugar del enterramiento, excavar-lo sistemáticamente,
determinar si los restos son humanos o animales, establecer el número mínimo
de individuos (NMI), las causas de muerte, juzgar sobre el tiempo trascurrido a
partir de la inhumación y los procesos tafonómicos sufridos por los restos,
finalmente diagnosticar los principales parámetros que caracteri-zan su
biografía biológica antemortem u osteobiografía (sexo, edad, lateralidad,
ancestros, estatura) (Bass, 1987; Brothwell, 1987; Krogman,Iscan, 1986;
Ubelaker, 1989; White, 1991).
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personas sin preparación. El antropólogo consultor debe hallarse presente para
realizar y supervisar la exhumación. La excavación de cada tipo de entierro
tiene problemas y procedimientos especiales. La cantidad de información que
se obtenga de la excavación depende del conoci-miento de la situación del
entierro y del criterio basado en la experiencia. El informe final debe incluir los
fundamentos del procedimiento de excavación.
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e. Clasificar el entierro de la manera siguiente:
1. Individual o mezclado. Una fosa puede contener los restos de una sola
persona o puede contener los restos mezclados de dos o más personas
enterradas al mismo tiempo o con un intervalo.
2. Aislado o adyacente. Una fosa aislada está separada de otras fosas y puede
excavarse sin preocupación por invadir otra fosa. Las fosas adyacentes como
las que se hallan en un cementerio poblado, requieren una técnica de
excavación diferente porque la muralla de una fosa es también la muralla de la
que está junto a ella.
21
relativas de los hallazgos de esa especie. El tipo de entierro especialmente si
es primario o secundario, influye en el cuidado y atención que es necesario
prestar en este momento. Los materiales asociados ubicados en el lugar de un
entierro secundario probablemente no revelarán la circunstancia del entierro
primario, pero puede dar información acerca de los hechos ocurridos después
de ese entierro;
k. Hacer un pedestal del entierro, excavando todos los costados hasta el nivel
inferior del cadáver (aproximadamente 30 cm). Hacer también un pedestal de
todos los artefactos asociados.
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2. Debe fotografiarse de cerca todo lo que parezca desusado o notable. Debe
prestarse seria atención a las pruebas de trauma o cambio patológico, ya sean
recientes o restauradas.
2. Análisis de laboratorio
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1. Obtener radiografías dentales de la mordida, apicales y panorámicas si es
posible.
g. Identificación preliminar:
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2. Dejar constancia de las razones de cada conclusión (por ejemplo, identidad
del sexo basada en el cráneo y la cabeza del fémur).
h. Identificación individual:
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4. Un diente -de preferencia un incisivo mandibular- es vital en el momento de
la identificación.
3. Informe final
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La mayoría de los hallazgos se realiza ocasionalmente durante labores de
construcción, por la aparición a flor de tierra de restos óseos en trabajos
agrícolas o urbanísticos. En algunas oportunidades los vecinos del lugar
pueden informar sobre entie-rros practicados por personas extrañas; en otras
ocasiones los mismos autores del crimen pueden señalar el lugar de
inhumación. Sin embargo, cuando la localización del sitio requiere de una
previa labor de búsqueda, se pueden tener en cuenta algunos criterios de
prospección, localización, excavación y análisis de materiales.
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sensing para localizar restos humanos en áreas aisladas mediante fotografía
infrarroja obtenida aéreamente detecta el calor generado por los tejidos en
descomposición y la variación de la temperatura subterránea como resultado
de la compactación y perturbación de la vegetación y del suelo (op. cit.:17).
2. Técnicas de excavación
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árbol, estanques, caminos, accidentes geográficos) y mapas con escalas
apropiadas.
Todos los pasos de la excavación deben ser fotografiados y se deben realizar
tomas con los detalles más sobresalientes que brinden una idea de contexto.
Para este efecto la iluminación debe ser apropiada (se puede utilizar el reflejo
del papel aluminio en los sitios oscuros).
7. Someta a cedazo muy fino la tierra de la región pélvica y abdominal con el fin
de obtener, si existen, restos de fetos o de alimentación. En algunos casos es
preferible extraer un bloque compacto de tierra si hay presencia de huesecillos
de fetos.
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pies. Ubique la orienta-ción del cuerpo y cabeza, los ángulos de flexión, la
profundidad de los huesos a partir del punto de referencia de la superficie y
otros detalles contextualizadores. Si es necesario recolecte pruebas de tierra
para análisis de laboratorio.
11. El lavado de los restos óseos depende del estado de conservación de los
mismos; en caso positivo se lavan con agua limpia dentro de una canastilla
para evitar perder partes del mismo en los desagües. Estos se secan al medio
ambiente y a la sombra, se rotulan y se vuelven a empacar. Nunca marque
más de un esqueleto al tiempo pues sus partes se pueden mezclar. El almace-
namiento se recomienda en recipientes de madera, plástico o cartón plástico,
acompañándolos de su respectivo rótulo con el historial respectivo. Cuando se
presenten evidencias de agujeros producidos por proyectil es preferible no
lavar alrededor de éstos para someter la región a estudio de expertos en
balística.
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y preservar restos óseos fragmentados tenga en cuenta las siguientes
observaciones:
4. Para facilitar la unión de huesos fragmentados utilice cajas con arena fina
(de río o mar) que permitan ubicar fácilmen-te las partes a pegar. En algunas
ocasiones el grado de fragmen-tariedad es tal que impide la reconstrucción
total del hueso. Si se localizan orificios de penetración de proyectiles o huellas
de golpes, armas contundentes o cortopunzantes no se recomienda restaurar
las fracturas y evitar embadurnar las superficies con materiales extraños.
31
El establecimiento del tiempo trascurrido entre el deceso del individuo y la
localización de sus restos constituye una de las tareas más interesantes e
importantes en los procesos legales.
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cabeza. Por otra parte, el enterramiento en terrenos ácidos y húmedos
(Amazonía, Orinoquía, Alto Magdalena, Cordillera Central y Occidental)
destruyen intensamente los restos orgánicos, hasta su completa desaparición
con el tiempo; en terrenos básicos y secos (Cordillera Oriental, suelas planas
del Cauca, Magdalena, Guajira) se conservan mejor.
Los cuerpos pueden yacer al aire libre, bajo tierra o inmersos en agua. Al aire
libre los cuerpos sufren sucesivas invasiones de insectos necrófagos cuya
identificación y análisis la realizan los entomólogos forenses (Op. cit.:23-27)
33
Oleada 7. Comprende los géneros de coleópteros como Attagenus, Anthrenus
y Dermestes de diferentes espe-cies; generalmente son voladores que habitan
en pieles, cabellos, tejidos y materiales naturales similares de museos.
Oleada 8. Ocurre hacia los 3 años después del deceso y comprende los
géneros de coleópteros como el Ptinus y el Tenebrio. Las larvas para el análisis
taxonómico de los entomólogos se deben recolectar en cantidad apro-piada,
con pequeñas piezas de tejido o trozos de múscu-lo del cadáver,
conservándolos en frascos de vidrio o latas tapadas con corcho. Los estudios
de M. Y. Iscan sugieren que mientras en el sur de Florida un cuerpo se
descompone completamente en un año, en climas tem-plados este proceso
puede durar 3-5 años. En un clima caliente y húmedo los huesos que yacen
sobre la super-ficie se pueden podrir en 5-10 años; en climas secos este
proceso se dilata o puede no observarse.
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descompone completamente en 6-7 años; en terreno húmedo puede llegar a
los 9-10 años, inclusive hasta 15-20 años. Los suelos básicos pueden
conservar completa-mente una osamenta, mientras que los ácidos causan la
putrefac-ción en 25-100 años en climas cálidos y húmedos; en 100-500 años
en climas cálidos y secos; en 50-200 años en fríos y húmedos y
aproximadamente en 200-500 años en ambientes fríos y secos.
Capítulo III
DIAGNOSTICO DE LA EDAD
Consideraciones generales
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reconstrucción biológica en el marco de los procesos sociales y ambientales de
su entorno (Alexeev, 1979). Ultimamente con el entrenamiento que en Estados
Unidos y otros países ha recibido el personal forense sobre la identificación de
la biología general de la víctima (sexo, edad, raza, estatura), el papel primordial
del antropólogo forense se ha centrado en la reconstrucción de la biografía
individual biológica de la persona, relacionada con anomalías, patologías,
estado de salud-enfermedad, hábitos de lateralidad, estimación de la posible
ocupación profesional, la reconstrucción del rostro (Iscan, 1981). La detección
de las patologías y traumas ante-mortem permiten reconstruir tanto las causas
de la muerte, como las circunstancias en que ocurrieron. Estos últimos
aspectos son de vital importancia para el peritaje médico-legal.
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durante la vida del individuo. La unión costo-condral se localiza en un lugar
relativamente estable, poco sujeto a efectos de locomoción, embarazo, parto y
peso de la persona; estos procesos sí afectan el diagnóstico a partir de la
sínfisis púbica, la superficie auricular del ilion y de los huesos largos (Iscan,
Loth, 1989: 27-29). La región sacro-ilíaca en sus superficies articulares del ilion
y sacro evidencia pocas diferencias sexuales hasta la pubertad, a partir de la
cual se acentúa el proceso de anquilosamiento en las mujeres por la acción de
los partos y la locomoción, más que en otras regiones del cuerpo. Recientes
estudios llevados a cabo por Angel y colaboradores (1986; citado por Iscan,
Loth: 1989: 31) evidencian que los estándares originales desarrollados por
Todd (1920) y McKern-Stewart (1957), no son efectivos para los individuos
masculinos contemporáneos. Por tal razón, Katz y Suchey (1986) elaboraron
unos estándares apropiados a las muestras masculinas.
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El análisis microscópico de la edad, denominado también análisis
histomorfométrico mediante el conteo de los osteones en secciones delgadas
de hueso, es más complicado y presenta una serie de dificultades, entre las
que tenemos la destrucción de los huesos largos para la extracción de los
cortes, al igual que la carencia de equipo y personal entrenado (Stout, 1989). A
pesar de estos inconvenientes es de gran utilidad cuando los restos están muy
fragmentados y es difícil estimar la edad macroscópica-mente. En Odontología
forense se le conoce gracias a los estudios de G. Gustafson. El análisis de la
periodontosis, la aposición de dentina secundaria, la formación del cemento, la
reabsorción y trasparencia radicular de los dientes se emplean en calidad de
indicadores de edad (Kilian y Vlcek, 1989).
Por otra parte, las edades varían entre distintas poblacio-nes y ambos sexos.
La osificación es más temprana en las niñas que en niños, con un margen que
oscila entre los dos a seis años. Dentro del mismo esqueleto algunos huesos y
algunas epífisis se cierran en distintos períodos. Así, el fémur crece
principalmente a expensas de la epífisis distal, mientras que la proximal es
poco activa. Por el contrario, el húmero crece gracias a su extremo proximal.
Los huesos del antebrazo crecen básicamente hacia la muñeca, mientras que
la tibia y el peroné crecen por igual hacia la rodilla y el tobillo. Los huesos
carpianos de la mano y los tarsianos del pie crecen continuamente de afuera
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hacia el centro (Tanner, 1986:49). La madurez biológica se alcanza
inicialmente en el tobillo y en la cadera; se continúa con la rodilla y el codo y
finaliza con el hombro y la muñeca (fig. 1).
Escápula:
Acromion 18,0-19,0
Margen vertebral 20,0-21,0
Angulo inferior 20,0-21,0
Clavícula:
Terminación esternal 25,0-28,0
Terminación acromial 19,0-20,0
Húmero:
Cabeza 19,5-20,5
Epífisis distal 14,0-15,0
Epicóndilo medial 15,0-16,0
Radio:
Epífisis proximal 14,5-15,5
Epífisis distal 18,0-19,0
Ulna:
Epífisis proximal 14,5-15,5
Epífisis distal 18,0-19,0
Mano:
Metacarpianos 15,5-16,5
Falange I 15,0-16,0
Falange II 15,0-16,0
Falange III 14,5-15,5
Pelvis:
Elementos primarios 13,0-15,0
Cresta ilíaca 18,0-19,0
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Tuberosidad isquiástica 19,0-20,0
Fémur:
Cabeza 17,0-18,0
Trocánter mayor 17,0-18,0
Trocánter menor 17,0-18,0
Epífisis distal 17,5-18,5
Tibia:
Epífisis proximal 17,5-18,5
Epífisis distal 15,5-16,5
Fíbula:
Epífisis proximal 17,5-18,5
Epífisis distal 15,5-16,5
Calcáneo: 14,5-15,5
Pie:
Metatarsianos 15,0-16,0
Falange I 14,5-15,5
Falange II 14,0-15,0
Falange III 14,0-15,0
--------------------------------------------------------
Los estadios del cierre epifisial utilizados en la observación son los siguientes:
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Fase 2. Unión parcial. Se inicia la osificación de las epífisis con las metáfisis del
hueso; parte de la metáfisis está unida y otra porción separada.
A su vez los sitios seleccionados para la observación del cierre epifisial son los
siguientes: (Data Collection Procedures for Forensic Skeletal Material, Forensic
Anthropology Center, University of Tennessee, 1989)
38. Sutura basilar __ 47. Anillo vértebra lumbar __ 56. Radio proximal __
39. Clavícula medial __ 48. Sacro (S1/2) __ 57. Radio distal __
40. Atlas anterior __ 49. Sacro (S2/3) __ 58. Ulna proximal __
41. Atlas posterior __ 50. Sacro (S3/4) __ 59. Ulna distal __
42. Axis anterior __ 51. Elementos primarios coxal __ 60. Cabeza femoral __
43. Axis posterior __ 52. Tuberosidad isquiástica __ 61. Trocánter mayor __
44. Anillo vértebra C __ 53. Cresta ilíaca anterior __ 62. Fémur distal __
45. Anillo vértebra T __ 54. Húmero proximal __ 63. Tibia proximal __
46. Cuerpo-arco L5 __ 55. Epicóndilo húmero medial __ 64. Tibia distal __
41
La edad de alcance de un logro observada directamente en estudios longitudi-
nales, c. Edad promedio de los sujetos en un estadio de desarro-llo, d. Edad
alternativa mediante métodos de predicción, e. Estadios promedios de
formación de los sujetos en cada grupo de edad, f. Escalas de maduración, g.
Mapas y atlas ilustrados, h. Misceláneos.
Tabla No. 02. Valores para la predicción de la edad a partir de los estadios de
formación de los dientes mandibulares permanentes (masculinos) (edad en
años)
____________________________________________________________
Estadio/diente I1 I2 C P1 P2 M1 M2 M3
42
Ac - - - - - - - -
------------------------------------------------------------
Tabla No. 03. Valores para la predicción de la edad a partir de los estadios de
formación de los dientes mandibulares permanentes (femeninos) (edad en
años)
____________________________________________________________
Estadio/diente I1 I2 C P1 P2 M1 M2 M3
43
persona joven se puede estimar con un margen de error cercano a los dos
meses (Smith, 1991:163). Estos estándares aplicados a una muestra
arqueológica de St. Thomas Anglican Church, Belleville, Ontario (Canadá) del
siglo XIX estableció desviaciones de +/-0,94 y +/-0,38 respectivamente, con un
promedio de +/-0,53 años, evidencia-do que el método MFH es más aplicable
que el de Anderson, Thomp-son y Popovich; este último no se debe utilizar
para muestras menores de cinco años (Saunders et al., 1993:185).
Para poblaciones amerindias se recomienda la tabla de formación y erupción
dental compilada por D. Ubelaker (1989) (fig. 2).
B. Individuos adultos
1. La pelvis
44
muñeca, el hombro, la rodilla y la terminación esternal de la clavícula; 3. Está
también correlacio-nada aunque en menor medida con el cierre sutural.
Schunke observó en 1938 (Op. cit.:16) que el grosor del cartílago sacro varía
entre 1 a 3 mm, mientras que el del ilion es menor a 1 mm; por su parte, el
primero es primariamente hialino entre tanto el segundo es básicamente fibroso
con algunos islotes de cartílago hialino. Este último fibrocartílago posee una
disposición columnar a lo largo del eje dorsoventral de la superficie; con la
edad la proporción del fibrocartílago se incrementa tornando la superficie
áspera, saburrosa y desgastada. El anquilosamiento de la articulación sacro-
ilíaca se presenta generalmente en individuos masculinos mayores de 50 años.
45
La superficie auricular. Representa el área del hueso subcondral que forma la
porción ilíaca de la articulación sacro-ilíaca. No se tiene en cuenta la porción
sacra de la misma articulación.
46
Fase I: 20-24 años. La superficie luce una textura granular fina y una
acentuada organización trasversa. No hay actividad retroauricular, ni apical ni
porosi-dad. La superficie exhibe un ondulado ancho y bien definido dispuesto
transversalmente, cubriendo la mayor parte de la misma.
Fase III: 30-34 años. Ambas semicaras continúan en reposo con alguna
pérdida de la organización trasversa. El ondulado se reduce y es remplazado
por estrías definitivas. La superficie es más áspera y más granular que en las
fases anteriores, sin que se aprecien cam-bios significativos en el ápice.
Pueden aparecer peque-ñas áreas de microporosidad y ligera actividad
retroau-ricular. En general el granulado áspero precede y remplaza al
ondulado.
47
cambios en el ápice; se incrementa la microporosidad dependiendo del grado
de densificación. El rasgo distintivo de esta fase es la transición de una
superficie granular a una densa.
48
. La sínfisis púbica
49
Finalmente, al aplicar el método de seriación (selección de series de fases
típicas de cada estadio en la metamorfosis cronológica de una superficie) y el
sistema de 10 fases de Todd, Meindl et al. (1985:29-45) demostraron su gran
aplicabilidad una vez introducidas ciertas modificaciones. Los mayores errores
se evidencian en edades superiores, particularmente en virtud de la variación
individual a partir de la cuarta década (30-40 años). Aunque no se conocen los
efectos del componente racial y sexual el margen de error a juzgar por la tabla
número 5 de Meindl y colaboradores (1985:32) se incrementa en las categorías
superio-res del sexo femenino.
Estadio III: 22-24 años. Tercera fase postadolescente. La cara sinfisial exhibe
una progresiva obliteración del sistema de crestas y surcos. Se inicia la
50
formación del plano dorsal; hay presencia de nódulos de osifica-ción epifisial. El
borde dorsal se va definiendo gra-dualmente. Se pronuncia aceleradamente el
biselado como consecuencia de la pérdida de densidad ventral; no hay
delimitación de las extremidades.
Estadio IX: 45-50 años. Se caracteriza por la formación de un aro más o menos
marcado. El borde dorsal está uniformemente labiado mientras que el ventral
se obser-va de una manera irregular.
51
Estadio X: 50 + años. La cara sinfisial se torna eroda-da y muestra signos de
osificación errática. El borde ventral es más o menos descontinuo. Con la edad
se incrementa la desfiguración de la cara.
Los autores establecieron que las crestas y sus surcos delimitadores están
divididos a su vez por una cresta o surco longitudinal que dibuja dos mitades,
denominadas semicara dorsal y semicara ventral. Por tanto, la obliteración de
las crestas y surcos no se considera un rasgo independiente. Además, los
rasgos 4 y 2, 6 y 3, y 5 y 7 están relacionados entre sí, formando pares, y todos
estos seis rasgos pueden ser incluidos en la descripción de las dos semicaras.
Igualmente los detalles 2 y 8, 3 y 7, se relacionan en pares y forman parte del
complejo de semicaras. Finalmente, el rasgo 9, el aro sinfisial, se considera
rasgo diferente (Krogman and Iscan, Op. cit.:156). Como resultado de esta
revisión McKern y Stewart propusieron una combinación de tres componentes y
cada uno de ellos con cinco fases de desarro-llo.
52
Fase 4. El plano aún exhibe vestigios de ondulado y se extiende en la mayor
parte sobre la semicara dorsal.
Fase 5. Desaparece completamente el ondulado y la superficie de toda la
semicara se aplana y se torna de una textura ligeramente granular.
53
Tabla No. 04. Edad promedio, desviación estándar y rangos de edad de la
sumatoria calculada según la fórmula de McKern-Stewart
_______________________________________________________
Sumatoria Rango de edad Edad promedio D.S.
54
Fase 03. Las crestas y surcos son bien evidentes; las primeras están
onduladas y el borde dorsal es indefini-do.
Fase 1. Las crestas empiezan a aplanarse, los surcos a rellenarse; se inicia un
borde dorsal aplanado en el tercio medio de la semicara.
Fase 2. La semicara dorsal se extiende ventralmente, se hace ancha y continúa
el aplanamiento; el margen dorsal se ex-tiende en sentido superior e
inferiormente.
Fase 3. La semicara dorsal es bastante suave; el margen puede ser angosto o
no diferenciarse de la cara.
Fase 4. La semicara es completa y continua; es ancha y de un grano muy fino;
puede exhibir vestigios de ondulado.
Fase 5. La semicara se llena de hoyuelos y se torna irregu-lar por la pérdida de
densidad.
Fase 0. Las crestas y surcos son evidentes. Toda la semicara está angulada
hacia la semicara dorsal.
Fase 1. Los surcos de la semicara ventral empiezan a relle-narse en sentido
inferior, formando una rampa angulada expandida, cuyo borde lateral es
distinguible. La línea curva se extiende a lo largo de la sínfisis.
Fase 2. Continúa el relleno de los surcos y la expansión de la semicara tanto
de la extremidad superior e inferior. La rampa se extiende lateralmente a lo
largo del borde ventral.
Fase 3. Casi cerca de un tercio de la semicara ventral se ha rellenado de tejido
óseo granular.
Fase 4. La rampa ventral presenta una superficie granular fina, ancha,
completa, desde la cresta púbica hasta la rama inferior.
Fase 5. La rampa ventral puede empezar a descomponerse, adoptando una
apariencia muy ahuecada y probablemente espon-josa, como consecuencia de
la pérdida de densidad.
55
Fase 0. El aro está ausente.
Fase 1. El aro o reborde se inicia en el tercio medio de la superficie dorsal.
Fase 2. Se completa la parte dorsal del aro sinfisial.
Fase 3. El aro se extiende desde las extremidades superior e inferior de la
sínfisis hasta que se completa casi un tercio del aspecto ventral.
Fase 4. Se completa el aro sinfisial.
Fase 5. Se puede descomponer el margen ventral de la semica-ra dorsal,
formando interrupciones en el reborde, o este puede redondearse de tal
manera que ya no existe una clara línea divisoria entre la semicara dorsal y la
rampa ventral.
56
Es la fase modal del intervalo de 20-29 años de edad para ambos sexos. En la
etapa inicial esta fase se caracteriza por el ondulado bien marcado; hacia los
25 años se reduce sustancialmente, siendo visible de una manera moderada.
Las semicaras de McKern-Stewart se forman hacia los 25 años; en
especímenes aislados se pueden observar vestigios de ondulado en la quinta
década. La formación activa de terraplén se inicia hacia los 24-37 años; los 25
años constituyen la edad mínima para distinguir el extremo inferior; la máxima
hacia los 29 años. Entre los 21-30 años se aprecian nódulos de osificación con
terraplén no asociado. Si el espécimen exhibe reducción del ondulado, un claro
bisel ventral pero sin formación de terraplén, el individuo se ubica entre los 25-
29 años.
Resalta por la textura transicional, es decir, por los cambios en la cara sinfisial
y en el borde ventral que puede variar entre una fosa granular irregular hasta
una granular fina o densa; es el evento modal del período comprendido entre
36-40 años. Sin embargo, en virtud de las excepciones a este proceso no se
debe aceptar como un rasgo panorámico según advierten los autores del
estudio. Por otra parte, aunque la forma-ción de la rampa puede presentarse
entre los 35-40 años, ésta se define completamente antes de los 35 años.
57
edad; con el incremento de la edad su diagnóstico se hace cada vez más difícil.
Además, el tamaño del pubis juega también un papel importante: entre más
amplia sea la superficie, mayor apariencia juvenil tendrá el espécimen; al
contrario el pubis pequeño y grácil aparentará mayor edad. Los primeros
cambios degenerati-vos toman lugar en el borde dorsal siendo quizá el área de
mayor información, relacionada además por los cam-bios ocurridos durante el
parto. La formación de hoyue-los en la superficie del hueso puede estar
acompañada de porosidad extendida o de erosión osteopénica; este último
proceso se manifiesta solamente en mujeres con osteoporosis
posmenopáusica.
Fase II. La cara sinfisial aún puede presentar desarro-llo de crestas. Comienza
la delimitación de ambas extremidades que ocurre con o sin nódulos de osifica-
ción. La rampa ventral puede estar en sus fases inicia-les como parte de la
extensión de la actividad ósea en una o ambas extremidades.
Fase IV. La cara sinfisial presenta habitualmente una granulosidad fina aunque
persisten residuos de antiguas crestas y surcos. En este estadio usualmente se
58
comple-ta el contorno oval pero puede observarse una disconti-nuidad a nivel
del borde ventral superior. El tubérculo púbico está completamente separado
de la cara sinfisial por la definición del extremo superior; la superficie puede
tener un borde definido. Ventralmente las excre-cencias ligamentosas óseas
pueden aparecer en la por-ción inferior del hueso púbico adyacente a la cara
sinfisial. Si se llegase a presentar indicios de labia-ción este será ligero y
localizado en el borde dorsal.
59
3. La ausencia de la rampa ventral acabada indica generalmente que el
individuo tiene 40 ó menos años de edad.
Finalmente, cabe resaltar que las fases III a VI observan una amplia
variabilidad lo que incide en los procesos de estima-ción de edad en casos
forenses. Por tal razón, es conveniente establecer los límites inferiores y
superiores de la edad estima-da; por ejemplo, mayor de 30 y menor de 40
años, ó 35+/-5 años de edad.
Las suturas son las líneas divisorias de los huesos craneales; en estado infantil
y juvenil se aprecian muy bien por cuanto están completamente abiertas; en la
edad adulta se van obliterando paulatinamente hasta su completa sinostosis en
la vejez. Además de este proceso natural, el material óseo enterrado bajo tierra
puede sufrir modificaciones en virtud del grado de acidez o salinidad del suelo
(Genovés 1967). Algunos autores (McKern and Stewart, 1957; Singer, 1953;
Brooks, 1955; citados por Meindl - Lovejoy, 1985) han desestimado el uso del
60
grado de obliteración sutural como un indicativo de edad por considerar errático
el proceso de sinostosis. No obstante, Meindl y Lovejoy (Op. cit.) han
considerado su utilidad en calidad de indicador independien-te de edad siempre
y cuando se le combine sistemáticamente con otros elementos diagnósticos.
Igualmente continúa la discusión sobre el grado de incidencia del sexo y
filiación racial en el proceso de sinostosis.
61
6. Midcoronal. Punto medio en cada mitad de la sutura coronal.
0(abierto) 42 - - - 43 -50
1 18 32 8,3 6,7 21-42 19-48
2 18 36,2 6,2 4,8 29-44 25-49
62
3,4,5 56 41,1 10,0 8,3 28-52 23-68
6 17 43,4 10,7 8,5 30-54 23-63
7,8 31 45,5 8,9 7,4 35-57 32-65
9,10 29 51,9 2,5 10,2 36-69 33-76
11,12,13,14 24 56,2 8,5 6,3 49-65 34-68
15(cerrado) 1 - - - - -
--------------------------------------------------------------
Para concluir, cabe subrayar que ningún criterio de edad aplicado de una
manera independiente y aislado al conjunto del organismo, es tan preciso como
para reflejar los distintos procesos que se acumulan con la edad . El criterio
ectocraneal, según los autores es superior al componente del sistema púbico
(sínfisis) tradicional; de igual valor informativo al criterio radiográfico del fémur;
inferior al sistema de la superficie auricular del ilion, al sistema funcional de la
atrición dental y al sistema revisado del pubis.
63
Normalmente los dientes se desgastan por su uso conduciendo a una
reducción paulatina de la superficie oclusal, inicialmente del esmalte,
posteriormente de la dentina, abarcando la cavidad pulpar en casos severos,
hasta la destrucción total de la corona. El proceso de desgaste dental tiene dos
componentes: atrición, que es el resultado del contacto directo diente contra
diente y depende en gran medida del grado de robusticidad del aparato
masticatorio y de la intensidad y duración del contacto; la abrasión, producida
por el contacto con materiales extraños y depende del grado de abrasividad de
los alimentos. Así, el maíz u otros granos molidos en metates de piedra
contienen pequeñas partículas desprendidas durante el proceso de molienda,
con alto componente silíceo que genera un desgaste de la superficie oclusal de
forma cóncava, cavitando las fosas hasta destruir las cúspides. Además de los
factores genéticos que condicionan el grado de dureza del esmalte, inciden el
pulido durante el sueño (bruxismo), los hábitos alimenticios y las costumbres
culturales (mascar tabaco, fumar pipa, destapar botellas con los dientes,
preparar materiales o sostener objetos mientras se pesca, caza o trabaja). El
desgaste también se produce en las superficies de contacto mesial y distal
(interproximales) por el contacto entre dientes adyacentes por el movimiento
durante su uso.
64
rango medio de diferencia o área entre M1-M2, M2-M3 y M1-M3, generalmente
de los molares inferiores, calculando su correlación dentro de la misma pobla-
ción que se va a evaluar (Scott and Turner, 1988). Por tal razón, se recomienda
medir el grado de desgaste de individuos juveniles dentro de la misma
población, calculando el gradiente de destruc-ción de la corona entre los 6 años
cuando erupcionan los primeros molares, hasta los 12 años cuando erupcionan
los segundos mola-res, y entre esas edades y el tiempo trascurrido hasta la
apari-ción de los terceros molares.
65
A. A. Zoubov (1968: 173-174) modificó ligeramente la secuen-cia de desgaste
dental propuesta por Guerasimov, sugiriendo algunas variantes en el proceso
de aparición de los principales componentes de la corona, aunque mantuvo la
misma escala de edad.
Premolares y molares:
Incisivos y caninos:
66
metamorfosis de la sínfisis púbica, la superficie auricular del ilion y la
terminación esternal de la cuarta costilla, además de la formación y erupción
dental y la sinostosis de los centros secundarios de osificación, arrojando
buenos resultados hasta los 35-40 años de edad. Después de este intervalo,
como consecuencia del intenso desgaste producido por el tipo de dieta
alimenticia, los parámetros de edad se sobresti-man considerablemente,
asignándose una edad superior a la real. Al contrario, en material forense
contemporáneo la edad se subestima, pues la dieta alimenticia es más blanda
y produce poca abrasión, excluyendo los grupos indígenas, particularmente los
guajiros, en donde además de continuarse moliendo el maíz en metates la
arena levantada por los vientos de la península de la Guajira se introduce en la
boca produciendo un desgaste adicio-nal.
67
5. Oblicua (dirección distomesial) 5. Con muescas
6. Horizontal (perpendicular al eje del diente) 6. Redondeada
7. Redondeada (dirección bucolingual)
8. Redondeada (dirección mesiodistal)
68
2. La tasa de desgaste es ligeramente superior en la mandíbula que en el
maxilar.
3. Predomina el desgaste bucal en premolares, tanto mandibulares como
maxilares, hasta el aplanamiento de las coronas; después de esta situación no
se aprecian diferencias.
4. El desgaste lingual es más rápido en los molares maxilares mientras que el
bucal predomina en los mandi-bulares.
5. El desgaste es simétrico y generalmente uniforme con relación a los lados,
excepto cuando existe enfermedad temporomandibular, pérdida unilateral de
dientes o enfermedad periodontal, etc.
6. La exposición secuencial de las cúspides de los molares mandibulares es
protoconido-hypoconido-metaco-nido-(hypoconúlido)-entoconido. El
hypoconúlido es una cúspide variable en su desgaste.
7. La secuencia de exposición de las cúspides de los molares maxilares es
protocono-hypocono-paracono-meta-cono.
8. El desgaste molar es más variable en el maxilar que en la mandíbula.
9. El desgaste es regular y simétrico y refleja clara-mente el incremento de la
edad cronológica en la pobla-ción. La mayor predominancia en el desgaste es
conse-cuencia del proceso masticatorio de los alimentos.
69
a. Norma radiográfica para determinar la edad en la clavícula
Fase II: 25-29 años. La fase 2 es similar a la ante-rior, pero con leve
evacuación de metáfisis. La capa posterior muestra poco cambio. Hay una
ligera tosquedad en las trabéculas medulares. La capa anterior muestra ligero
incremento de la trabeculación. No se observa incremento de la traslucidez.
Fase IV: 35-39 años. Hay una significativa reducción de la capa posterior,
especialmente en las extremidades esternal y lateral. Continúa la evacuación
de la metá-fisis; las trabéculas adquieren un aspecto tosco. Se observa poco o
ningún patrón laminar en el hueso. Hay un incremento significativo en
traslucidez.
Fase VI: 45-49 años. La fase seis es una continuación de las tendencias de la
fase cinco, pero ligeramente aceleradas. Es posible un sobrenvejecimiento; un
incre-mento general en la traslucidez indica pérdida sistemá-tica de tejido óseo.
70
Fase VII: 50-54 años. El rasgo distintivo lo constitu-yen las trabéculas muy
toscas; hay una pérdida signifi-cativa de hueso pero sin evacuación del lumen
central medular; la corteza se reduce en todos los puntos.
Fase VIII: 55 + años. Es difícil distinguir la fase ocho de la fase anterior a causa
de la variación bioló-gica en la rata individual de pérdida ósea. La seria-ción
sigue los mismos criterios anteriores; a mayor edad mayor traslucidez y
trabeculación. Generalmente hay una gran reducción tanto a nivel cortical como
trabecular, que son muy toscas o ausentes. Puede faltar una significativa
trabeculación en la metáfisis ester-nal y lateral. La trabeculación cortical de la
capa anterior puede ser extrema. Hay una marcada ondulación cortical a lo
largo de la cavidad medular.
Fase I: 18-24 años. Las áreas corticales están bien definidas y observan
bordes afilados. Las trabéculas se observan finamente entrelazadas y llenan
completamente la cabeza femoral. Las trabéculas secundarias son casi tan
densas como los sistemas primarios (grupos que forman arcos comprensivos y
trasversos) así que es difícil distinguirlos; también ocupan el extremo proxi-mal
de la cavidad medular. La capa externa es extrema-damente densa y gruesa,
medialmente más prominente.
Fase II: 25-29 años. En la mayoría de los aspectos es similar a la anterior pero
con una densidad ligeramente reducida y pérdida ósea localizada,
especialmente en el triángulo de Ward. La traslucidez en el trocánter mayor es
más marcada; aparecen algunas áreas pequeñas de incremento de la
translucidez en las trabéculas secun-darias de la cabeza y el cuello. Las
trabéculas prima-rias son equivalentes a la fase 1.
Fase III: 30-34 años. Hay una considerable reducción en la traslucidez general,
especialmente en las trabéculas secundarias de la cabeza y el cuello. las
trabéculas principales de soporte son aún fuertes y están finamen-te
entrelazadas. La capa medial es fuerte pero con alguna pérdida de la lateral. El
triángulo de Ward está claramente definido por el incremento de la trasluci-dez.
71
La reabsorción general de las trabéculas secunda-rias permite una clara
definición de los grupos prima-rios.
Fase IV: 35-39 años. Similar a la fase previa, pero con una gran traslucidez de
todos los grupos trabeculares. Las trabéculas de la cabeza son ligeramente
más toscas que en la fase previa pero evidencian engrosamiento de las
trabéculas individuales. Es difícil evaluar esta fase porque no hay una distinción
de rasgos que la separe de la fase anterior.
Fase VI: 45-49 años. Hay una continua pérdida de hueso en la cabeza femoral,
incluyendo la porción superior; se incrementa la pérdida de trabéculas
secundarias en el canal medular y cuello; hay una significativa reduc-ción de
las trabéculas primarias. La cortical continúa siendo fuerte y muestra mayor
contraste en traslucidez del hueso trabeculado con relación a la fase preceden-
te. Se aprecia un leve ondulamiento de la capa lateral.
Fase VII: 50-59 años. Las trabéculas primarias se tornan toscas y se reducen
ampliamente en número. Los patrones de trabéculas secundarias son casi
ausentes. Aunque el grupo primario trasverso continúa presente, es no
obstante tosco y débil. Hay una pérdida generali-zada de la cortical. Esta fase
es fácilmente reconoci-ble por un notorio incremento en la traslucidez general
del espécimen.
72
8. El cartílago tiroides
(Vlcek; en Loth, Iscan, 1989:121)
73
Fase 9 (57-68 años). Formación de la ventana anterior y finaliza-ción de la
osificación de ambas láminas.
La deriva cortical genera un mosaico de edades dentro del tejido compacto; las
enfermedades y la acción biomecánica del hueso y el fenómeno de aceleración
regional (FAR) son también factores que afectan la densidad de las
poblaciones de osteones en un corte, y por tal razón hay que tenerlos en
cuenta en la selección y tamaño del campo de observación. El uso de un
núcleo pequeño, reducido número de campos, secciones delgadas únicas de
un mismo hueso o de varios huesos son parte de la discusión que se ha
desarrollado a partir de la introducción de este método
por Ellis Kerley (1965).
74
Kerley (1965) inicialmente propuso el corte de secciones delgadas del fémur,
tibia y fíbula de su parte media, contabili-zando el número de osteones
(sistemas haversianos), los fragmen-tos de antiguos osteones, el porcentaje de
tejido laminar circun-ferencial (primario) y el número de canales no haversianos
(vascular primario). Esas variables histomorfométricas son cuantificadas en
microscopio de luz polarizada a partir de la ampliación 100 veces de cuatro
campos seleccionados en la parte anterior, posterior, medial y lateral del corte,
de manera que el borde externo del campo circular sea tangencial al borde
periós-tico.
75
superpone sobre la fotografía una rejilla de 100X100 para contabilizar la
cantidad de elementos mi-croes-tructurales en los cinco campos y se divide por
4,43 para determinar la cantidad por milímetro cuadra-do. La utilización de
microfotografías tiene la gran ventaja de crear un documento verificable
cuantas veces se quiera, que está libre del peligro implícito a los cambios de
oculares y a los movimientos de la sección delgada, que hacen confundir el
campo original. Empero, la utilización de una muestra poblacional muy
heterogénea conduce a márgenes de error de +/-10 años, magnitud superior a
la obtenida mediante la observación macroscópica, lo que demuestra la
necesidad de generar fórmulas propias para cada población.
a) En huesos largos
b) En dientes.
76
b) El número de piezas conservadas incide en el grado de abra-sión; si los
molares y molares no se encuentran, el resto de dientes tendrá mayor
abrasión, que si todos estu-vieran presen-tes.
77
10. Al efectuar el corte, examinar la extensión de la zona de transparencia de la
dentina radicular cuando el grosor alcance el mm, o menos.
14. Compare con las tablas 11.1 (para hombres) y 11.2 (para mujeres) de Kilian
y Vlcek (Op. cit.:267-268).
78
3. Período de unión epifisial en los huesos largos y de cambios iniciales en la
sínfisis púbica y en las costillas del esternón. Este período se caracteriza por
ser estable pero crítico y se inicia a los 12-13 años hasta los 20 años.
Según Krogman e Iscan (Op. cit.:481) el margen de error en cada período bajo
óptimas condiciones podría ser el siguiente: período 1: +/- 3 meses; período 2:
+/- 6 meses; período 3: +/- 6 meses; período 4: +/- 9 meses; período 5: +/- 2
79
años; período 6: +/- 2 años; período 7: +/- 5 años. Como regla general, se
acepta un intervalo de error de cinco años hasta los 50 años; a partir de esta
edad las estimaciones pueden ampliarse hasta los 10 años.
Capítulo IV
Consideraciones generales
80
al tamaño craneal, a varios índices que expresan la relación
anchura/circunferencia sobre la longitud, al grosor cortical, al peso óseo
(absoluto o relativo al tamaño) o a la combinación de cualesquiera de ellos. Es
importante subrayar que en la robusticidad contribuye primordial-mente la
lateralidad y la actividad biomecánica, más que la filiación racial o el sexo. Así,
la delicadeza, el refinamiento y el aspecto enfermizo de las damas victorianas
se juzgaba como un símbolo de nobleza y de estatus social. Entretanto, en los
estratos populares el estado bisoño, saludable y las crudas maneras de sus
mujeres era considerado un excelente antecedente para el sostenimiento
económico de la familia pobre (Hoyme, Iscan, 1989).
Los restos óseos inmaduros son bastantes frágiles y por tal razón, su
conservación es muy precaria en el registro arqueológi-co. A raíz de éstos
inconvenientes se hace necesario introducir rasgos diagnósticos en huesos
aislados, tales como la conforma-ción del coxal definida por la escotadura
ciática; la forma y prominencia del mentón y ángulo goniáco. Las
investigaciones de H. Schutkowsky (1993) adelantadas en el cementerio infantil
de "Coffin Plate Sample" de Spitalfields, Inglaterra han permitido definir una
serie de rasgos en la mandíbula y el ilion que permiten una precisión del
diagnóstico del sexo en un 70-90% de los casos (fig. 18).
81
1. Mandíbula
b. Forma del arco dental anterior. En las niñas los alvéolos frontales se
disponen en un arco redondeado; los caninos habi-tualmente no sobresalen,
delineando una forma parabólica brusca. En los niños el arco dental anterior es
más ancho; los alvéolos caninos sobresalen con relación a los molares
adyacentes, adqui-riendo una forma en U.
. Ilion
82
escotadura ciática. En las niñas la línea cruza la superficie auricular; en los
niños continúa por el borde lateral de la superficie.
B. Individuos adultos
1. Cráneo
83
Tabla No. 14. Dimorfismo sexual a nivel craneométrico en algunos grupos
étnicos (M+/-D.S.)
_______________________________________________________________
Rasgo Masculinos Femeninos Diferencia
****
84
17. Altura basibregmática 134,2+/-5,4 130,1+/-3,9 0,76
5. Longitud nasiobasion 98,7+/-4,3 95,3+/-4,3 0,79
9. Anchura frontal mínima 94,4+/-4,2 91,7+/-4,1 0,64
40. Longitud basioprostion 99,4+/-4,4 94,9+/-5,7 1,02
43. Anchura frontomalartemporal 108,0+/-3,6 104,6+/-3,0 0,94
45. Anchura bicigomática 141,0+/-5,0 133,9+/-4,0 1,42
46. Anchura cigomaxilar 103,2+/-5,1 97,9+/-4,5 1,04
60. Longitud maxiloalveolar 53,9+/-2,1 50,4+/-2,7 1,67
61. Anchura maxiloalveolar 65,7+/-3,8 61,1+/-4,7 1,21
65. Anchura bicondílea 128,4+/-5,9 121,8+/-6,2 1,12
66. Anchura bigoníaca 99,5+/-6,0 94,9+/-4,4 0,77
69. Altura sinfisial 35,3+/-2,8 31,6+/-3,1 1,32
70a.Altura condilar proyecección 55,0+/-5,0 49,6+/-4,7 1,08
71a.Anchura mín rama ascendente 35,1+/-2,5 33,9+/-2,6 0,48
____________________________________________________________
85
(Holland, 1986b), a partir de una serie de dimensiones de los cóndilos (MWC,
MLC), su distancia-miento (MnD, MxlD, BcB) y del agujero occipital (LFM,
WFM)(tabla No.4). Sin embargo, en virtud de que los resultados de las
investigaciones se han obtenido de un grupo geográficamente homogéneo y
limitado (St. Louis, Missouri), los datos y paráme-tros propuestos hay que
aplicarlos con precaución. Su utilización es válida en fragmentos craneales que
han conservado esta área intacta y no existan otras fuentes de información.
Medidas utilizadas:
1. Longitud del cóndilo occipital (MLC). Longitud máxima del cóndilo izquierdo,
obtenido en todo su eje longitudinal, extendido de borde a borde.
2. Anchura del cóndilo occipital (MWC). Anchura máxima del cóndilo izquierdo
medido perpendicularmente al eje anterior, de borde a borde articular.
3. Distancia mínima entre los cóndilos (MnD). Distancia mínima entre los
bordes mediales de las superficies articulares de los cóndilos.
4. Anchura bicondilar (BcB). Distancia máxima entre los bordes laterales de las
superficies articulares de los cóndilos.
5. Distancia interior máxima entre los cóndilos (MxID). Distancia máxima entre
los bordes articulares mediales (equivalente a la anchura intercondilar).
6. Longitud del agujero occipital (LFM). Longitud interna máxima del agujero
occipital en el plano sagi-tal medio (No. 7 de Martin) entre endobasion y opisth-
ion.
8. Longitud del proceso condilar (LBP). Longitud máxima del proceso basilar
medida entre el basion hasta el punto medio de la sutura esfenobasilar.
86
9. Distancia entre los agujeros poscondilares (canal condilar posterior) (DF).
Distancia entre los centros de los respectivos canales (tabla No. 16).
Tabla No. 15. Variación de los parámetros basilares según el sexo y el patrón
racial (tabla No. 2 de Holland, 1986: 205)
_______________________________________________________________
Categoría Edad 1 2 3 4 5 6 7 8 9
Raza/sexo MLC MWC MND BCB MID LFM WFM LBP DF
Caucasoide M 40,3 25,7 12,6 20,0 52,9 46,3 38,0 31,8 27,2 48,1
Caucasoide F 40,0 23,9 11,4 18,0 50,3 45,1 34,7 30,4 25,4 46,5
Negroide M 35,5 25,0 13,1 22,0 50,5 44,0 37,1 31,1 30,0 46,6
Negroide F 35,2 21,8 11,8 18,2 46,9 41,3 34,6 28,4 28,0 42,1
Desviación estándar
Caucasoide M 6,74 2,80 1,41 3,29 3,43 2,89 2,50 1,99 1,84 3,42
Caucasoide F 6,52 2,89 1,17 2,00 3,94 3,48 2,73 2,27 1,98 5,37
Negroide M 5,80 2,00 1,74 4,44 3,11 2,78 2,22 1,84 3,73 3,76
Negroide F 6,80 1,95 1,00 2,26 3,06 3,87 3,09 2,56 2,27 3,60
_______________________________________________________________
3. Pelvis
87
ligera; horizontalmente observan mayor extensión mientras que verticalmente
es más corta (fig. 21).
Según Greulich y Thomas (citados por Hoyme & Iscan, 1989) las pruebas
radiográficas sugieren que este período se extiende aproximadamente 18
meses y finaliza hacia los 15 años.
88
Tabla No. 16. Características sexuales en la superficie auricular del ilion (según
St. Hoyme e Iscan, 1989: 78)
______________________________________________________________________
_
Características Femenino Masculino
______________________________________________________________________
_
Iscan y Derried (1984; citados por Krogman e Iscan, 1986: 212) desarrollaron
un método visual para la determinación sexual en la articulación sacro-ilíaca,
que relaciona la mitad posterior del ilion y su articulación con el sacro. Las
diferencias sexua-les en tres estructuras analizadas presentan, según los
autores, la siguiente dicotomía diferencial:
Los estudios sobre el dimorfismo sexual en el acetábulo del coxal han deducido
que éste es menor en tamaño y ubicado en una disposición más frontalizada en
los individuos femeninos.
89
El sacro constituye otro hueso de particular interés para el diagnóstico del sexo
en virtud de su situación posterior en la cintura pélvica. Durante la adolescencia
temprana cuando se fusionan las partes laterales con el cuerpo, el único sitio
que incrementa la anchura pélvica posterior y ensancha a su vez el sacro, son
las superficies alares de este hueso.
____________________________________________________________
Sexo/Grupo Japoneses Caucasoides Negroides
90
las características anatómicas descritas anteriormente y al número y
profundidad de los hoyuelos en la superficie interna del pubis (fosita espiral)
producidos por hematomas subperiosteales durante el parto (descritos anterior-
mente por Putschar; citado por St. Hoyme, Iscan, 1989).
Capítulo V
Consideraciones generales
Las poblaciones humanas se distinguen entre sí por una serie de rasgos que
varían con una tendencia central y una frecuencia determinada en su
distribución. Pertenecemos a la especie Homo sapiens sapiens, que ha sido
dividida en subespecies o razas con el fin de sistematizar la información
existente y poder facilitar su estudio. No obstante, los límites de esas
clasificaciones son ambiguos y basados a menudo sobre supuestos inexactos
que sólo pueden conducir a errores y que muchas veces están rodeados de
sentimientos y posiciones morales y económicas. En la medida de su hipotética
realidad, las razas deben ser consideradas a lo sumo como conglomerados de
poblaciones que comparten una historia biológica común en virtud de los
procesos evolutivos de mutación, selección natural, deriva genética y flujo
génico. Este último proceso ha incidido significativamente en la trasformación
de la estructura genética de las poblaciones contemporáneas. Por tal razón,
desde el punto de vista evolutivo una raza es una catego-ría transitoria,
dinámica, que cambia de forma y de frecuencia según las condiciones
históricas, geográficas y morfológicas.
91
vez, negroides encontramos en Africa tropical, el sur de la India (vedas),
Australia aborigen y en grupos afroame-ricanos. Finalmente, los caucasoides
se encuentran dispersos por todo el globo, desde Europa, América, Africa
(subsahariana y del Sur), Australia y Asia (Siberia).
92
población colombiana pues generalmente pertenece a estratos
socioeconómicos bajos y medios y a población no indígena o muy mestiza en
las zonas de resguar-dos indígenas), evidencia que el país tiene una composi-
ción genética triétnica, en donde los genes caucasoides, mongo-loides y
negroides se han distribuido diferencialmente por las distintas regiones
colombia-nas en virtud de procesos históricos, conducien-do a que sea la
cultura la que segrega los genes, al contrario de lo que se consideraba
tradicionalmente. A pesar de que la pobla-ción colom-biana comparte la
mayoría de los genes, lo que hace diferente una región o una población de
otra, es la frecuencia menor o mayor con que se distribuyen eso genes.
Algunos departa-mentos son más caucasoides (la zona montañosa
septentrional andina), otros más mongoloides (la zona montañosa meridional
andina y la selvática), finalmente la costa pacífica concentra el mayor
componente negroide. Socialmente entre más nos remontemos a los estratos
de más altos ingresos, asímismo se incrementa el componente cauca-soide. Al
contrario, la población de más bajos recursos tiende a la mongolización
(componente indígena). Como afirman los investi-gadores, un colombiano
prome-dio es igual, desde la perspectiva genética, a 62 genes caucasoi-des
(blancos), 26 mongoloides (indígenas) y 12 genes negroides (afroamericanos).
93
8. Casanare 61,0-70,0 30,0-39,0 0,0
9. Putumayo 61,0 39,0 0,0
10.C/marca-Boyacá 62,0-71,0 25,0-34,0 2,5-3,5
11.Caquetá 65,0-72,0 22,5-30,0 5,4
12.Antioquia-Sant. 65,0-73,0 14,0-29,0 5,9-14,5
_____________________________________________________________
1. Sistema dental
94
(Hanihara, 1967)
______________________________________________________________________
Complejo racial/ Rasgo Frecuencia %
Japón Pima Esquimal Caucasoide Negroide
Mongoloide
Incisivos en pala I1 sup 76,6 61,6 50,0 0,0 10,0
Incisivos en pala I2 sup 93,3 64,3 60,0 0,0 15,0
Pliegue acodado M2 inf 55,6 84,3 67,9 13,0 19,1
Protostylid M2 inf 44,7 89,0 67,3 14,5 17,0
Cúspide-7 M2 inf 73,1 72,9 81,8 41,3 46,8
Metaconúlido M2 sup 41,8 47,0 29,1 3,5 9,5
Caucasoide
Cúspide de Carabelli M2 sup 11,9 0,0 0,0 35,1 11,8*
Indice de anchura C sup 101,5 103,0 100,3 106,3 107,8
Sin carácter racial
Hipocono bien desarrollado M2 70,0 82,4 74,5 73,7 90,2
Doble pliegue C sup 9,0 9,8 4,8 4,2 6,4
______________________________________________________________________
__
* De acuerdo a Krogman-Iscan, 1986:368, esta muestra puede tener un alto
componente racial híbrido.
95
negroi-des. En los mongoloides se aprecian raíces cortas de los incisi-vos, es
frecuente la hipodontia (ausencia congénita de dientes) y perlas de esmalte
oclusal en premolares. Las raíces de los molares están con frecuencia
fusionadas, menos extendidas y más cortas. La cúspide de Carabelli que se
presenta en sentido mesiolingual de los molares superiores, se evidencia en un
porcentaje superior al 37% en caucasoides, es menor en bantu (Africa) y casi
ausente en esquimales. El ensanchamiento de la cavidad pulpar acompañado
de raíces fusionadas o taurodontismo, se ve con muy poca frecuencia en
caucasoides; cuando está presen-te en mongoloides observa una forma de
reloj de arena o piramidal
96
rotación de los incisivos superiores centrales (win-ging), la reducción del
hypocono en el segundo molar superior y el punto P de la variante del
protostylid en los molares inferio-res, todos rasgos distintivos de las
poblaciones indígenas de Colombia.
2. Cráneo
97
caracte-rísticas típicas del complejo mongoloide, tales como el aplana-miento
facial, expresado por valores altos de los ángulos fronto-malarorbital y
cigomaxilar, con un rostro muy ancho (amplia anchura cigomática), una fosa
canina plana, una nariz deprimida en su raíz y dorso (ángulo facionasal poco
sobresaliente) y el aplanamiento natural del frontal (Woo y Morant, 1934;
Debetz, 1968; Alexeev, Gochman, 1984). A su vez, los caucasoides resaltan
por un rostro perfilado y nariz prominente. Esta acotación metodológica es
importante por cuanto podemos encontrar rostros anchos en individuos
caucasoides y negroides, pero si este rasgo se encuentra combinado con otros
elementos mongoloides implica indudablemente un alto grado de mestizaje.
98
puntos.
3a. Sub. MOW. Subtensa desde el ápice de los huesos nasales, aceptado
como el punto más inferior sobre la sutura internasal (rhinion de Martin), hasta
la cuerda MOW.
3b. El índice rhinal, definido como 100 Sub.MOW/MOW.
4. GB. La cuerda entre los puntos, derecho e izquierdo, más inferiores con
relación al plano de Francfort localizados sobre las suturas
zygomaticomaxilares. Corresponde al punto zygomaxillare de Martin y la
cuerda al No. 46 de su listado.
4a. Sub. GB. Subtensa del punto alveolar sobre la cuerda GB. Este punto
equivale al alveolare (el punto más inferior entre los septos alveolares de los
incisi-vos centrales) de Hrdlicka y no al prosthion.
4b. El índice premaxilar del aplanamiento facial, correspondiente a 100
Sub.GB/GB.
99
negros africanos y europeos; entre negros africanos e hindúes; entre orientales
y europeos; entre orientales e hindúes; entre poblaciones oceánicas y
europeas. A su vez, el índice simótico realiza las mismas diferencias además
de separar los grupos negros de Africa de los oceánicos (maori, papuaces,
tasmanios, australianos, etc.).
Tabla No. 19. Grado de aplanamiento facial en los tres grandes troncos raciales
(datos de Woo-Morant, 1934:222-25)
______________________________________________________________________
__
Tronco/Indice Sexo I. frontal I. simótico I. rhinal I. premaxilar
100
(mongoles) resaltan, en virtud del grado de proyec-ción de los pómulos, por un
menor índice de pronunciamiento de la escotadura maxilar. Los mestizos
(telenguetos) ocupan una posi-ción intermedia.
Masculinos Femeninos
Grupo/rasgo Cuerda Altura Indice Cuerda Altura Indice
N M D.S. M D.S. M D.S. N M D.S. M D.S. M D.S.
Mongoles 21 26,8 2,6 5,4 1,1 19,4 3,1 36 29,1 3,6 6,0 1,6 21,3 7,1
Telenguetos 21 25,6 3,2 5,4 1,0 21,1 4,9 29 27,9 2,6 6,0 1,0 21,7 4,6
Osetinos 35 24,1 2,4 5,8 1,0 23,9 4,2 32 25,5 3,0 5,9 1,0 23,4 4,9
Armenios 16 23,9 2,3 6,4 1,0 27,2 6,2 50 25,7 2,9 6,9 1,0 27,3 4,9
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
101
(subtensa simótica) + ángulo facionasal (75(1)] / 4;
<fmo = 7,6336(M-135,4);
<zma = 5,5248(M-124,4);
DS = 100-[21,2766(M-8,45)];
SS = 100-[35,7143(M-2,15)];
75(1)= 100-[7,6336(M-19,4)];
M = valor promedio de cada rasgo.
102
la apreciación individual del investigador. En las poblaciones aborígenes
americanas, de la Cuenca del Pacífico y de Africa, sus resultados evidencian
mayor margen de error por cuanto los parámetros utilizados para la obtención
de las fórmulas provienen de Siberia y Asia Central de la antigua Unión
Soviética. Para obtener mejores resultados se requiere según Debetz
(1968:19):
103
Tabla No. 22. Rasgos craneofaciales en los tres grandes troncos raciales
(Krogman, Iscan, 1986:271)
Todd y Tracy elaboraron en 1930 (citados por Krogman e Iscan, Op. cit.) una
propuesta metodológica para diferenciar a nivel craneológico los grupos
negroides de caucasoides. Empleando cinco rasgos descriptivos con dos
104
variantes contrastadas que denotaba, según los autores, la filiación racial,
construyeron la siguiente tabla:
Caucasoide tipo M + + + + + + +
Negroide americ tipo M + + + + + +
Africano oriental M + + + + + + + +
Africano occidental M + + + + + +
105
Caucasoide tipo U + + + + + +
Negroide amer tipo U + + + + +
Africano oriental U + + + + +
Africano occidental U + + + + +
______________________________________________________________________
_
Tabla No. 24. Variación craneométrica en los tres grandes troncos raciales
(distintas fuentes)
______________________________________________________________________
__
Rasgo / Tronco Sexo Caucasoide Negroide Mongoloide
106
Spina nasalis ant M/F muy prominente deprimida prominente
______________________________________________________________________
__
107
Anchura midorbital. Distancia entre los puntos zygoor-bitales, ubicados en la
intersección de la sutura maxilomalar con el borde inferior de la órbita.
Cuerda alpha. El punto más profundo en el maxilar izquierdo y derecho, sobre
la tangente que se extiende entre las suturas nasomxilares en donde
convergen la apertura nasal y el zygoorbitale.
Subtensa maxillofrontal (FS). Distancia mínima en proyección sobre el plano
medio del puente nasal entre la línea que une los dos puntos maxillofrontales.
Subtensa nasozygoorbital. Distancia mínima en proyec-ción sobre el plano
medio del puente nasal entre la línea que une los dos puntos zygoorbitales.
Subtensa alpha. Distancia mínima en proyección sobre el plano medio del
puente nasal entre la línea que une los puntos alpha.
Maxillofrontal 0,46 0,09 0,40 0,34 0,05 0,34 0,08 0,31 0,07
Zygoorbital 0,43 0,06 0,40 0,34 0,04 0,35 0,09 0,31 0,04
Alpha 0,68 0,09 0,60 0,51 0,06 0,31 0,09 0,50 0,07
______________________________________________________________________
______
A pesar de que un valor superior al punto de corte (0,40/ 0,40/ 0,60) sugiere
una pertenencia racial caucasoide, valores inferiores no clasifican al espécimen
a un grupo racial específi-co. Por tanto, la utilidad de esta técnica se limita a la
delimi-tación en zonas de confluencia de caucasoides y otras minorías raciales.
108
Considerando estas limitaciones se puede sugerir un alto valor diferenciador al
índice alpha pues delimita evidente-mente a los negroides de los otros grupos.
Valores inferiores a 0,40 indican tajantemente una pertenencia negroide.
3. Esqueleto poscraneal
Los estudios de N. Walensky (1965; citado por Krogman, Iscan, 1986) sobre la
curvatura femoral de distintos grupos étnicos (caucasoides, negroides,
indígenas, esquimales) sugieren una amplia variabilidad intergrupal. El fémur
de los negroides tiende a ser más recto, con una curvatura situada
aproximadamente hacia la línea pectinea; en los caucasoides se ubica un poco
más abajo, en el tercio medio; en esquimales se localiza en la parte media; en
los indígenas se aprecia una curvatura distal, en el tercio inferior, evidenciando
los fémures más curvos de todos. El autor citado subraya que la curvatura se
acentúa con la edad; el fémur es recto hasta los 3-6 años de edad,
encurvándose gradual-mente hacia los 7-13 años, adquiriendo una curvatura
más pronun-ciada en la adolescencia y alcanzando su máximo en estado
adulto.
109
ala, diámetro trasverso del ala) concluyó que todas las dimensiones son más
amplias en los caucasoides que en negros norteamericanos, siendo la anchura
trasversa del ala la más informativa de las tres. En general, la pelvis femenina y
cauca-soide es más ancha con una sínfisis púbica más corta en altura.
Capítulo VI
1. La escápula
a. Medición de la escápula
Longitud máxima (altura total) (AB). Se puede obtener con la tabla osteométrica
o el calibrador de corredera; distinguir entre los ángulos superior e inferior.
Anchura máxima (CD). Se obtiene desde la punta del eje espinal del borde
vertebral hasta la porción media del borde dorsal de la cavidad glenoidea.
110
Longitud máxima de la espina (DE). Desde la terminación del eje espinal en el
borde vertebral hasta el punto más distal en el acromion.
Según Bainbridge & Genovés, 1959 y P. Lordanidis 1961 (citados por Krogman
& Iscan, 1986:227) las siguientes medidas escapulares sugieren determinación
sexual.
2. La clavícula
111
La estimación del sexo y características raciales a partir de la clavícula brinda
solamente un 5-20% de confiabilidad. A continuación se presentan las medidas
obtenidas en la longitud de la clavícula en negros (Thieme, 1957; citado por
Bass, Op. cit.: 104), e hindúes (Jit and Singh, 1966; citados por Krogman,
Iscan, 1986: 229).
3. El húmero
112
Diámetro mínimo de la diáfisis (ST). Se obtiene el diámetro mínimo
perpendicularmente al diámetro anterior.
4. El radio
113
Se osifica a partir de un centro único localizado cerca del punto medio de la
diáfisis; la epífisis distal aparece alrededor de los 1-1,5 años y se fusiona a los
16-17 años en las mujeres y hacia los 17-18 años en los varones. La epífisis
proximal surge hacia los 5-6 años y se une entre los 16-18 años (Bass, 1986:
120). Para la identificación del lado correspondiente se tiene en cuenta la
orientación proximal y anterior del agujero nutricio; al colocarse el hueso en
posición anatómica el respectivo proceso estiloide se ubica también en el lado
correspondiente.
Longitud máxima del radio (AB). Se obtiene el largo máximo mediante la tabla
osteométrica, incluyendo el proceso estiloide
5. La ulna
6. El fémur
114
Representa el hueso largo más medido del cuerpo cuyas mediciones alcanza el
número de 35, incluyendo los ángulos de torsión del eje diafisial y de la cabeza
femoral. Su importancia estriba no solamente en su potencial informativo por la
estratégica disposi-ción anatómica en la cintura pélvica, sino también por su
resis-tencia a la destrucción posmortem. Por consiguiente, sus dimen-siones,
morfología y ángulos de disposición son de gran utilidad para la estimación del
sexo, patrón racial y variación estatural secular (altura isquiástica).
a. Medidas
115
Angulo cuello-diafisial. Angulo obtuso conformado por la inter-sección entre el
eje del cuello y el eje diafisial. Está influen-ciado por la variación sexual, racial,
ontogenética, individual y patológica.
b. Indices
116
Dimensión Grupo Sexo
Racial Femenino Masculino
7. La tibia
a. Medidas
Longitud máxima (AB). Se mide entre el borde del maléolo medial y la parte
más prominente del cóndilo lateral.
117
Longitud morfológica máxima. Longitud total entre las eminencias
intercondilares, evitando la espina mediante un orificio abierto en el soporte
vertical fijo de la tabla osteométrica, hasta el borde distal del maléolo medial.
b. Indices
Steele (1972; citado por Krogman-Iscan, 1986: 241) elaboró la siguiente tabla
para la estimación matemática del sexo a partir de la tibia:
8. La fíbula
118
Hueso frágil, de precaria conservación y por tanto, poco conoci-do.
Capítulo VII
RECONSTRUCCION DE LA ESTATURA
Consideraciones generales
Una vez estimado el sexo, edad y el patrón racial (ancestros) del individuo, se
procede a reconstruir la estatura teniendo en cuenta los parámetros de
variación de los componentes arriba mencionados.
119
las dimensiones del esque-leto se aplica preferencialmente las longitudes de la
extremidad inferior, la columna y la extremidad superior.
Según Martin y Saller (1957) las estaturas se pueden clasi-ficar mediante los
siguientes intervalos:
120
niños caucasoides, por lo general, son más altos a cualquier edad; el niño
negroide tiene un creci-miento pubertario más acelerado pero su estatura final
se compen-sa por un ritmo de crecimiento inicial más lento; el niño mongo-loide
es más bajo a cualquier edad, con su crecimiento pubertario mucho menor.
Además, las poblaciones negroides poseen unas piernas más largas respecto
a la longitud del tronco; mientras que en los mongoloides el tronco crece más
rápido que las extre-midades inferiores (Valls, 1980:240; Genovés, 1967;
Tanner, 1986).
121
Las medidas básicas para la aplicación del método anatómico en la
reconstrucción de la estatura según Fully (1956) son los siguientes:
122
Las mediciones de huesos largos de cadáveres en disección lleva-dos a cabo
por Hrdlicka (1939), Trotter and Gleser (1951, 1952, 1958, 1971), Dupertuis
and Hadden (1951), Trotter (1970) (ver referencias en Krogman, Iscan, 1986)
han permitido elaborar fórmulas de regresión para caucasoides y negroides
norteamerica-nos, a partir de las colecciones óseas de Terry, Hamman - Todd y
soldados norteamericanos fallecidos en la guerra de Corea. Otras
investigaciones han incluido poblaciones europeas (Formicola, 1993),
brindando fórmulas apropiadas para caucasoides y negroi-des. Las
poblaciones mongoloides han sido menos estudiadas. S. Genovés (1967)
estudió la variación estatural en una muestra de cadáveres mejicanos
estableciendo tablas de correlación entre la longitud de los huesos largos y la
estatura para indígenas centroamericanos. La variación en la correlación entre
los huesos largos y la estatura varía ampliamente entre los grandes grupos
raciales (caucasoide, mongoloide, negroide) lo que justifica la utilización de
formulas de regresión independientes. Trotter-Gleser (1958; en Krogman -
Iscan, 1986) sugiere que los grupos puertorriqueños aunque poseen una talla
más corta que los negroi-des norteamericanos, la reconstrucción de su estatura
se ajusta más a las fórmulas de los negroides que a otros grupos. La
proporción de los mejicanos difiere ampliamente de los otros cuatro grupos y
por tanto, las ecuaciones deben provenir directa-mente de las muestras
mejicanas.
123
la pierna en los grupos raciales; el segmento inferior (tibial) es más largo
proporcionalmente en negroides; en los amerindios la proporción pierna / muslo
es diferente, con una pierna mayor (tabla No. 835 de Krogman e Iscan
1986:344; Genovés, 1964). Así mismo, la extremidad inferior (fémur y tibia)
supera en resultados positivos a la superior (húmero, cúbito, radio).
124
Tabla No. 28. Ecuaciones para reconstruir la estatura (cm) a partir de huesos
largos (tabla 8.6 de Krogman, Iscan 1986:310)
3.08 * (húmero) + 70,45 +/- 4,05 3,36 * (húmero) + 57,97 +/- 4,45
3,78 * (radio) + 79,01 +/- 4,32 4,74 * (radio) + 54,93 +/- 4,24
3,70 * (cúbito) + 74,05 +/- 4,32 4,27 * (cúbito) + 57,76 +/- 4,30
2,38 * (fémur) + 61,41 +/- 3,27 2,47 * (fémur) + 54,10 +/- 3,72
2,52 * (tibia) + 78,62 +/- 3,37 2,90 * (tibia) + 61,53 +/- 3,66
2,68 * (peroné) + 71,78 +/- 3,29 2,93 * (peroné) + 59,61 +/- 3,57
1,30 * (F + T) + 63,29 +/- 2,99 1,39 * (F + T) + 53,20 +/- 3,55
3,26 * (húmero) + 62,10 +/- 4,43 3,08 * (húmero) + 64,67 +/- 4,25
3,42 * (radio) + 81,56 +/- 4,30 3,67 * (radio) + 71,79 +/- 4,59
3,26 * (cúbito) + 79,29 +/- 4,42 3,31 * (cúbito) + 75,38 +/- 4,83
2,11 * (fémur) + 70,35 +/- 3,94 2,28 * (fémur) + 59,76 +/- 3,41
2,19 * (tibia) + 86,02 +/- 3,78 2,45 * (tibia) + 72,65 +/- 3,70
2,19 * (peroné) + 85,65 +/- 4,08 2,49 * (peroné) + 70,90 +/- 3,80
1,15 * (F + T) + 71,04 +/- 3,53 1,26 * (F + T) + 59,72 +/- 3,28
2,68 * (húmero) + 83,19 +/- 4,25 2,92 * (húmero) + 73,94 +/- 4,24
3,54 * (radio) + 82,00 +/- 4,60 3,55 * (radio) + 80,71 +/- 4,04
3,48 * (cúbito) + 77,45 +/- 4,66 3,56 * (cúbito) + 74,56 +/- 4,05
2,15 * (fémur) + 72,57 +/- 3,80 2,40 * (fémur) + 58,67 +/- 2,99
2,39 * (tibia) + 81,45 +/- 3,27 2,34 * (tibia) + 80,07 +/- 3,73
125
2,40 * (peroné) + 80,56 +/- 3,24 2,50 * (peroné) + 75,44 +/- 3,52
1,22 * (F + T) + 70,37 +/- 3,24
Varones Mujeres
2,26 * (fémur ) + 66,38 +/- 3,42 2,59 * (fémur) + 49,74 +/- 3,82
1,96 * (tibia) + 93,75 +/- 2,81 2,72 * (tibia) + 63,78 +/- 3,51
126
Cada hueso se divide en segmentos según los siguientes puntos:
a. Fémur
Mediante estos cinco puntos se obtienen cuatro segmentos (F1, F2, F3, F4,
F5).
b. Tibia
Con estos puntos se obtienen 5 segmentos en la tibia ( T1, T2, T3, T4, T5).
Masculinos caucasoides
127
2,71 (F2) + 3,06 (F3) + 73 ± 4,41
2,89 (F1) + 2,31 (F2) + 2,62 (F3) + 63,88 ± 3,93
2,35 (F2) + 2,65 (F3) + 7,92 (F4) + 54,97 ± 3,95
Masculinos negroides
Masculinos amerindios
Femeninos caucasoides
Femeninos negroides
Femeninos amerindios
128
Tabla No. 30. Fórmulas de regresión para la reconstrucción de la estatura en
fragmentos de tibia (según Steele-McKern, 1969 y Steele, 1970)
Masculinos caucasoides
Masculinos negroides
Masculinos amerindios
Femeninos caucasoides
Femeninos negroides
129
2,56 (T2) + 2,21 (T3) + 1,56 (T4) + 91,91 ± 4,59
2,11 (T3) + 2,61 (T4) + 3,58 (T5) + 94,57 ± 5,04
3,60 (T1) + 2,15 (T2) + 2,26 (T3) + 1,84 (T4) + 81,11 ± 4,46
2,58 (T2) + 2,17 (T3) - 1,63 (T4) + 3,80 (T5) + 86,64 ± 4,59
Femeninos amerindios
130
Fémur 1,55 x F - 7,00 6,29 x F + 4,42 ± 1,82 K
Tibia 1,38 x T - 6,78 7,39 x T + 3,55 ± 1,92 K
Peroné 1,32 x P - 6,17 7,85 x P + 2,78 ± 1,65 K
Balthazan y Dervieux (1921, citados por Krogman, Iscan, 1986) sugieren que la
edad del feto se puede calcular en días a partir de la estatura.
Capítulo VIII
INDIVIDUALIZACION
Consideraciones generales
131
Una vez establecidos los principales rasgos correspondientes a la biografía
general (edad, sexo, ancestros, estatura) que ubican al sujeto en una cohorte
de edad, en un sexo determinado, en un patrón racial aproximado y en un
intervalo estatural específico, que permiten reducir el número de posibles
víctimas en el proceso de identificación, se procede a reconstruir la biografía
indivi-dual de la persona (características esqueléticas antemortem, estado de
salud, marcas de estrés ocupacional, lateralidad, huellas de traumas, desarrollo
físico ). Por desarrollo físico del individuo se entiende el conjunto de rasgos
fundamentales del cuerpo humano, tales como la estatura, el peso y las
proporciones corporales.
1. El peso
132
(Op. cit.:148). El procedimiento propuesto por Bunak tiene en cuenta tres
pasos:
Paso 2. Cálculo de la desviación del peso con relación al promedio con una
estatura de 162,8 cm.
133
Paso 3. Determinación del promedio del peso según la tabla normal de estatura
con un perímetro torácico de 88,0 cm en promedio, corregida de acuerdo al
perímetro.
Perímetro torácico
de 88 cm 60,55 62,55 64,05 63,30
Sin control de
perímetro torácico 58,10 60,10 61,60 60,85
2. Lateralidad
134
ángulo de deflección de la inclinación dorsal de la fosa glenoidea, una mayor
longitud en el húmero, radio y cúbito.
3. Patologías
135
Las anomalías más frecuentes que dejan su huella en el hueso son la
Enfermedad Articular Degenerativa (EAD) y los traumas óseos. Por EAD se
entiende el conjunto de afecciones de las articulaciones, denominada en la
literatura anglosajona osteoar-tritis; osteoartrosis en la alemana y Degenerative
Joint Disease (DJD) en la literatura osteopatológica norteamericana. El grado
de desarrollo de la osteofitosis en los cuerpos verte-brales es utilizado por
algunos autores en calidad de estimación aproximada de la edad (Stewart,
1976; citado por Ubelaker, 1989). Por otra parte, las artropatías en las
articulaciones nos brindan una idea sobre la lateralidad de los individuos,
hábitos profesionales y lesiones óseas antiguas.
136
información, útil en la diferenciación de poblaciones con un patrón racial
relativamente homogéneo.
Capítulo X
Consideraciones generales
137
Schiller y Rafael (Welcker, 1883), Haydn (tandler, 1909), también en casos
forenses (Schaaffhausen, 1884; Welcker, 1896; Kollman, 1910) (ver historia en
Guerasimov, 1955; Fedosyut-kin y Nainys, 1993). Posteriormente, a mediados
del presente siglo, el padre de la escuela soviética de reconstrucción facial,
Mijail Guerasimov, elaboró los rostros de Tamerlánm, Iván El Terrible, de
antepasados homínidos y otras personalidades famosas (Guerasimov, 1955,
1971). En virtud de la ausencia de fotogra-fías de estas personas no hubo
manera de verificar la exactitud de las reproducciones; solamente cuando este
método se aplicó a labores forenses se pudo establecer el grado de
aproximación de sus resultados. Hoy día, a pesar de los adelantos alcanzados
por Galina Lebedinskaya, Boris Fedosyutkin y Jonas V. Nainys (Rusia); P. C.
Caldwell, B. P. Gatliff, Clyde C. Snow y otros en los Estados Unidos, Richard
Neave en el Reino Unido y R. P. Helmer y colaboradores en Alemania, todos
coinciden en que los resultados son muy aproximados, en ocasiones con
márgenes de error muy grandes puesto que los tejidos blandos no se pueden
reproducir fielmente a partir de la anatomía facial de la estructura ósea.
Detalles de la región ocular y oral, y particularmente el somatotipo y las orejas
de los individuos quedan inescrutables para el observador.
138
costos son mucho más elevados que con técnicas tradicionales (Ubelaker et al,
1992).
Capítulo IX
139
1. Técnicas osteométricas
3. Rasgos dentales
Por ser la estructura más sólida del organismo y por la determi-nación genética
tanto de sus características morfológicas como de sus dimensiones métricas, el
análisis del sistema dental repre-senta uno de los aspectos más importantes de
140
la reconstrucción biológica. La carta dental y los rasgos discretos dentales
(tubérculo de Carabelli, protostylid, los incisivos en pala, el tipo de oclusión, la
odontoglífica) forman parte integral de la identificación de cada individuo
(Rodríguez, 1989). Para una mejor utilización del potencial informativo de la
morfometría dental se recomienda la utilización de la Arizona State Univer-sity
(ASU) Dental Anthropology System (Turner, Scott, 1989; Scott, 1991).
4. Osteopatología
5. Aspectos demográficos
141
Su base la constituye el acertado diagnóstico del sexo y la edad, de acuerdo a
los criterios ya mencionados, como también la estimación de los partos a
término (Angel, 1969). Este último aspecto ha sido replanteado, pues se ha
demostrado que la profun-didad del surco preauricular está determinado
fuertemente por el grado de actividad muscular (Iscan, 1989). Una vez
establecidos estos elementos se procede a calcular el promedio de edad por
cohortes, por sexos y total, como también la proporción de hombres y mujeres
en el grupo (Brothwell, 1987). Las estadísticas actuales estiman que en
Colombia aproximadamente un 85% de los desaparecidos son individuos
masculinos entre 15-40 años de edad.
142
unos pocos apellidos. Además, la agrupación topográfica en una fosa común
generalmente evidencia que los individuos pertenecen a la misma región y
quizá al mismo estrato social; se puede presentar el caso de inhumación de
grupos familiares (consanguíneos) en masacres colectivas; como también de
individuos de regiones intrusas a la población dada (por ejemplo, negros en el
Altiplano o indígenas de la Costa).
143
8. Reconstrucción de la composición antropológica de una región
Capítulo X
Consideraciones generales
144
algunos científicos se interesaron en la reconstrucción facial de personalidades
históricas, tales como Kant (Kupfer y Bessel-Hagen, 1881), Bach (His, 1895),
Schiller y Rafael (Welcker, 1883), Haydn (tandler, 1909), también en casos
forenses (Schaaffhausen, 1884; Welcker, 1896; Kollman, 1910) (ver historia en
Guerasimov, 1955; Fedosyut-kin y Nainys, 1993). Posteriormente, a mediados
del presente siglo, el padre de la escuela soviética de reconstrucción facial,
Mijail Guerasimov, elaboró los rostros de Tamerlánm, Iván El Terrible, de
antepasados homínidos y otras personalidades famosas (Guerasimov, 1955,
1971). En virtud de la ausencia de fotogra-fías de estas personas no hubo
manera de verificar la exactitud de las reproducciones; solamente cuando este
método se aplicó a labores forenses se pudo establecer el grado de
aproximación de sus resultados. Hoy día, a pesar de los adelantos alcanzados
por Galina Lebedinskaya, Boris Fedosyutkin y Jonas V. Nainys (Rusia); P. C.
Caldwell, B. P. Gatliff, Clyde C. Snow y otros en los Estados Unidos, Richard
Neave en el Reino Unido y R. P. Helmer y colaboradores en Alemania, todos
coinciden en que los resultados son muy aproximados, en ocasiones con
márgenes de error muy grandes puesto que los tejidos blandos no se pueden
reproducir fielmente a partir de la anatomía facial de la estructura ósea.
Detalles de la región ocular y oral, y particularmente el somatotipo y las orejas
de los individuos quedan inescrutables para el observador.
145
ligamentos y músculos faciales (Lebedinskaya, 1957). Finalmente, la aplicación
de computadores permite aligerar el proceso de reproducción facial aunque sus
costos son mucho más elevados que con técnicas tradicionales (Ubelaker et al,
1992).
146
latinoamericanas. Por tal razón, se supone que el individuo encaja en alguno
de los conglomerados raciales (cauca-soide, negroide, mongoloide) de los que
disponemos información (tabla No. 35).
Los resultados de los estudios realizados por el grupo dirigido por la Dra.
Galina Lebedinskaya (1982) hacen referencia a una serie de aspectos
comunes al grosor de los tejidos blandos.
5. En la nariz el punto nasion posee un grosor que oscila entre 5,5,-6,5 mm; en
el rhinion entre 3,0-3,5 mm. En subspinale el grosor es mayor cuando el cartíla-
go nasal es prominente (11,0-12,5 mm), disminuyendo con la reducción de éste
(6,5-7,5 mm).
147
Por su parte, los estudios realizados en la región bicigomá-tica de 208
cadáveres del Anatomy Department de la University of Melburne, Australia,
evidencian que existe una amplia variación en el grosor del tejido blando en el
punto zygion. Generalmente, se acepta un promedio de 6,0 mm en este punto,
sin embargo, Sutton (1969) demostró que el 92% de los especímenes se
ubican por encima de este valor; además, la amplitud de variación oscila entre
1,4 mm y 21,4 mm.
Tabla No. 33. Variación del grosor del tejido blando en el punto zygion de
acuerdo al sexo y constitución del individuo (tabla 1 de Sutton, 1969:305).
_____________________________________________________________
Rasgo Constitución Delgado Medio Obeso
Masculinos
Número de individuos 20 30 19
Diámetro bicigomático 138 142 154
Grosor del tejido blando (promedio) 8 12 21
Diferencia 130 130 133
Femeninos
Número de individuos 11 16 8
Diámetro bicigomático 134 138 145
Grosor del tejido blando (promedio) 10 15 21
Diferencia 124 123 124
_____________________________________________________________
Como se puede colegir de la tabla anterior, tanto la anchura facial y el grosor
del tejido blando varían según el sexo y la constitución de la persona. En los
varones y en los obesos el primer parámetro es superior que en varones e
individuos delga-dos; el segundo rasgo es mayor en obesos y mujeres.
Por otra parte, a juzgar por la tabla No. 35 existen amplias diferencias entre los
resultados ofrecidos por Lebedinskaya et al., (1979) y Rhine-Campbell (1980)
para el mismo tronco racial en los puntos glabela, nasion, rhinion,
148
supramentale, pogonion, zygion y especialmente en la región de los labios
(labrale superior). Estas diferencias pueden corresponder a variaciones
metodológicas (los primeros fueron obtenidos de personas vivas mediante el
aparato oftalmológico y los segundos en cadáveres mediante punción con
agujas ) o simplemente a características étnicas específicas; estas diferencias
hay que tenerlas en cuenta cuando se aplican a la reconstrucción
tridimensional (fig. 24, 25).
Tabla N? 34. Variación del grosor del tejido blando en distintos puntos
cefalométricos de acuerdo a la constitución individual de caucasoides america-
nos (modificado de Rhine y Campbell, 1980)
___________________________________________________________________
Constitución Delgado Normal Obeso
Sexo M F M F M F
Punto cefalométrico / No. (3) (3) (67) (19) (8) (3)
Norma en perfil
1. Metopion 2,50 2,50 4,25 3,50 5,50 9,25
2. Glabella 3,00 4,00 5,25 4,75 7,50 7,50
3. Nasion 4,25 5,25 6,50 5,50 7,50 7,00
4. Rhinion 3,00 2,25 3,00 2,75 3,50 4,25
5. Midphiltrum 7,75 5,00 10,00 8,50 11,00 9,00
6. Labrale superior 7,25 6,25 9,75 8,50 11,00 11,00
7. Labrale inferior 8,25 8,50 11,00 10,00 12,75 12,25
8. Supramentale 10,00 9,25 10,75 9,50 12,25 13,75
9. Pogonion 8,25 8,50 11,25 10,00 14,00 14,25
10. Gnathion 5,00 3,75 7,25 5,75 10,75 9,00
Norma frontal
11. Eminencia frontal 3,25 2,75 4,25 3,50 5,50 5,00
12. Supraorbital 6,50 5,25 8,25 6,75 10,25 10,00
149
13. Infraorbital 4,50 4,00 5,75 5,75 8,25 8,50
14. Maxilar inferior 8,50 7,00 13,50 12,50 15,25 14,00
15. Orbital lateral 6,75 6,00 9,75 10,50 13,75 13,25
16. Zygion 3,50 3,50 7,00 7,00 11,75 9,50
17. Supraglenoidal 5,00 4,25 8,25 7,75 11,25 8,25
18. Gonion 6,50 5,00 11,00 9,75 17,50 17,50
19. Supra M2 8,50 12,00 18,50 17,75 25,00 23,75
20. Línea oclusal 9,25 11,00 17,75 17,00 23,50 20,25
21. Infra M2 7,00 8,50 15,25 15,25 19,75 18,75
2. El cotejo cráneo-foto
El cotejo cráneo-foto nos permite descartar los individuos que más se alejan,
tanto por las dimensiones cefalométricas como por la ubicación de las
150
aperturas ocular y bucal, dejando sola-mente aquellas fotos que coinciden con
la posible víctima. Actualmente existen técnicas sofisticadas para la
superposición cráneo-foto y de superposición por video ayudadas por
computador, como también combinadas (fotográficas y de video) que permiten
mejores aproximaciones (Iscan, Helmer, 1993). Si la coincidencia es total el
procedimiento puede finalizar, en caso contrario se pasa a desarrollar la
reconstrucción gráfica y posteriormente la tridimensional.
3. La reconstrucción gráfica
151
espesor; ésta debe pasar por puntos cefalométricos que no conformen
superficies retenedoras e impidan despegar el alginato o el yeso (mitad de la
bóveda cráneal, arco cigomático, desciende por la rama ascendente de la
mandíbula y desemboca en el gnathion).
El profesor Richard Neave utiliza arcilla, material muy dúctil, reutilizable, inoloro
e higiénico; tiene el inconveniente de que hay que estarlo humedeciendo para
152
que no se agriete por la sequedad. Una vez reconstruido los músculos
mencionados se procede a ubicar capas que cubran completamente el rostro
hasta las barras calibradas. La humedad de la arcilla permite su retoque con
espátulas de distinto calibre y forma y pinceles húmedos.
a. Las cejas
153
gradualmente continuando su contorno. Si la parte orbital externa se engruesa
las cejas sobresalen lateral-mente conformando un ángulo. En general, se
esbozan con un espesor moderado sobre los arcos superciliares, arqueándose
hacia las líneas temporales, descendiendo posteriormente sobre el proceso
frontal. Vistas lateralmente sobresalen 2-3 mm sobre el nivel del contorno
frontal inferior.
b. Los ojos
154
Su forma varía entre un tubérculo bien definido hasta una pequeña plataforma
ligeramente elevada, según el grado de desa-rrollo muscular del individuo.
Cuando el tubérculo está ausente se puede utilizar la distancia media entre
éste y la sutura frontocigomática cuyo promedio es de 5,1 mm (Lebedinskaya,
1957). En general, la distancia entre el borde orbital y el ángulo orbital lateral es
de 5,4 mm. Según Fedosyutkin y Nainys (Op. cit.: 205) la longitud de la
abertura de los ojos equivale a un 60-80% de la anchura orbital. En las
poblaciones contemporáneas es muy difícil ubicar el tuberculum orbitale, por tal
razón, se sugiere palpar cuidadosamente el borde lateral de las órbitas.
155
y un caballete nasal bajo o de altura media, típico en mongoloides (Fedosyutkin
y Nainys, Op. cit.).
c. La nariz
156
(rhinion) se traza una línea paralela a la línea nasion-prosthion. A partir de esta
guía se trazan distancias perpendiculares y equidistantes al borde de la
apertura piriforme, conformado así el perfil del dorso del cartílago septal.
Según Angel (1986) el perfil del puente nasal (sin tener en cuenta la raíz) está
dado por la inclinación de los cartílagos nasales septal y lateral y por el grado
de proyección de la espina nasal que contribuye a fijar el ápice nasal. Una
espina alta, verticalmetne aquillada sugiere una oblicuidad vertical del cartílago
alar, con una mayor visibilidad lateral de las nares o ventanas nasales. La
espina nasal, ya sea inclinada hacia arriba, horizontal o inclinada hacia abajo
conforma respectivamente una punta nasal chata, de base recta u orientada
hacia abajo. El cartílago alar se incrusta 2-3 mm debajo del borde superior de
la espina nasal. Una espina espatulada concuerda con una punta ancha y
bulbosa; una espina bífida significa una ligera separa-ción de los cartílagos
alares.
157
De acuerdo a Krogman (1946) los caucasoides se caracterizan por tener un
puente nasal recto, conformando un dorso cóncavo-convexo (aguileña); la raíz
nasal es elevada, conllevando en algunas ocasiones a que la línea que
desciende de la frente hacia el puente nasal sea continua -el llamado perfil
griego típico de las poblaciones mediterráneas y de parte del Cáucaso-. Los
negroides poseen un puente nasal frecuentemente cóncavo, produci-do por
una raíz nasal aplastada. La punta nasal tiende a ser puntiaguda en
caucasoides y redonda (chata) en negroides. Las aletas nasales son largas,
ovaladas, oblicuas de adelante hacia atrás en caucasoides; en negroides se
observan redondeadas.
d. La boca
158
nasolabiales desembocan en la comisura bucal o se convierten en un arco
poco profundo para trasformarse en el límite del tegumento del labio inferior
(Valls, 1980).
De acuerdo a Fedosyutkin y Nainys (1993) el grado de pronuncia-miento de los
surcos depende de la profundidad de la fosa canina; hasta 3 mm es poco
profunda, de 4-6 mm moderada y mayor de 6 mm se considera muy profunda.
Además se acentúa por pérdida de dientes y en ancianos.
De la nariz arranca hacia abajo por el plano medio un surco poco excavado, el
philtrum o surco nasooral, que desemboca en el borde de la mucosa labial
superior, ligeramente levantado y redondeado lateralmente, dando lugar al
tubérculo superior de Stieda (Valls, 1980). De acuerdo a Lebedinskaya y
Surnina (1984) la anchura de las eminencias alveolares de los incisivos centra-
les superiores corresponde a la anchura del philtrum.
Según Caldwell:
159
prominentes y evertidos. En general, la forma de los labios y el tamaño de la
boca depende en gran medida del tipo de oclusión del desarrollo alveolar
(grado de prognatismo) y del desgaste dental.
160
intertrágica detrás de la cual está una saliente denomi-nada antitrago, cuyo
vértice se dirige hacia arriba. Según Krogman, McGregor, Wilder y Wentworth
(Caldwell, 1981), el canal acústico se ubica lateralmente a unos 10 mm de la
pared ósea.
f. Procedimientos generales
3. La obtención del contorno sagital del cráneo, en perfil frontal y lateral debe
realizarse muy detallada-mente, resaltando en el cráneo a lápiz los elementos
claves como la ubicación de la comisura parpebral y bucal, la localización de
las aletas nasales, la dispo-sición de la incisura nasal, el borde de la apertura
piriforme y la espina nasal anterior. El contorno se puede obtener mediante el
dioptrógrafo o a partir de fotografías con escala métrica, aumentadas al tamaño
natural.
161
básicas como la distancia entre las prominencias alveolares de los incisivos
superiores centrales (para el philtrum), entre las prominencias alveolares de los
caninos superiores (para la ubicación del plieque nasobucal), la altura de la
cresta conchal (para las aletas nasales a la que se le añade aproxima-damente
2-3 mm), la altura de la corona de los incisi-vos superiores centrales (para la
altura del labio superior), la distancia interorbitaria (para la ubica-ción de los
ángulos oculares internos).
7. Se ubican barritas calibradas con los espesores de los tejidos blandos en los
distintos puntos cafalomé-tricos, deducidos preferiblemente de personas vivas,
pues las medidas tomadas en cadáveres mediante agujas de punción están
sesgadas por el proceso de deshidrata-cion de los mismos. Se tiene en cuenta
el sexo y la pertenencia racial del individuo. Se rellenan los músculos
maseteros, temporales y orbiculares (oral y orbital).
162
la bicigomática de 4-10 mm a ambos lados; a la bigoniáca de 8-10 mm; a la
altura facial tota de 4-8 mm.
12. Las fotos obtenidas para la comparación con mate-riales del archivo de
desaparecidos como lo ha demos-trado Snow et al., (1970), es preferible
cotejarlas con fisonomistas profesionales, preferiblemente mujeres.
1. Gran semejanza
2. Semejanza cercana
3. Semejanza aproximada
4. Semejanza ligera
5. No hay semejanza
163
El nivel de semejanza se evalúa de conformidad a los si-guientes puntos:
Ojos
1. Dirección del borde del párpado
2. Longitud del borde del párpado
3. Párpado superior
4. Párpado inferior
5. Anchura de la apertura palpebral incluida la posi- ción del canthus
6. Posición y orientación de la ceja
Nariz
1. Longitud nasal
2. Anchura de la nariz
3. Forma de la raíz nasal
4. Dirección del caballete nasal
5. Forma de los lados de la nariz
164
Boca
1. Posición de la boca
2. Anchura bucal
3. Volumen de los labios
4. Curvatura de los labios
5. Forma de los labios
6. Orientación de la la comisura bucal
Mentón
1. Volumen
2. Forma (anchura, longitud, barbilla)
165
Tabla 35. Comparación del grado de semejanza con la fotogra-fía
Rasgo Grado
12345
1. Impresión general con relación a la edad X
2. Impresión general con relación al sexo X
3. Impresión general con relación a la constitución X
4. Perfil X
5. Región ocular X
6. Nariz X
7. Región bucal X
8. Mentón X
9. Impresión global X
---------------------------------------------------------------------
6. Discusión
166
la reconstrucción facial forense la constituye la reconstrucción de la biografía
biológica general (sexo, edad, raza y estatura) e individual (lateralidad, marcas
de estrés ocupacional, traumas, patologías) del esqueleto a identificar. Esta
formación bioantropológica es muy débil en los morfólogos que se ocupan de la
reconstrucción en las institucio-nes forenses, por tal razón los retratos
tridimensionales producidos por ellos carecen de este contexto, exigiendo una
mayor participación interdisciplinaria de los antropólogos, médicos y
odontólogos. Iguales consideraciones se pueden plantear en el campo artístico:
es necesaria una formación más sólida en artes plásticas. Finalmente, a pesar
de los altos costos de las técnicas computarizadas de identificación, la alta
incidencia de casos de identificación de desaparecidos y N.N. que se presenta
en Colombia, cuyas tasas son de las más altas que se observan a nivel
mundial, justifican su adquisición. No obstante, su banco de datos debe estar
alimentado con datos colombianos o por lo menos latinoamericanos, que
requiere de investigaciones de tipo científico en nuestro país.
167
Tabla 36. Variación del grosor del tejido blando en distintos puntos
cefalométricos de caucasoides (Lebedinska-ya et al., 1979; Lebedinskaya et
al., 1993; Rhine-Campbell, 1980) mongoloides (buriatos y coreanos) (Lebedins-
kaya et al., 1993), negroides (Rhine-Campbell, 1980) y mestizos (kazacos y
bashkiros) (Lebedinskaya et al., 1993).
______________________________________________________________________
____________________________
Grupo racial Negroides Mongoloides Caucasoides Mestizos
Punto/sexo M F M F M F M F
1. Metopion 4,7 4,5 4,5 4,7 4,5- 5,3 4,6- 5,3 4,5- 5,1 4,9
2. Glabella 6,2 6,2 5,1- 5,4 5,4- 5,6 5,2- 5,8 5,4- 6,0 5,3- 5,6 5,6
3. Nasion 6,0 5,7 4,5- 4,8 4,4- 4,5 5,4- 5,8 5,0- 5,7 4,8- 5,8 4,6
4. Rhinion 3,7 3,7 2,8 2,8- 2,9 3,0- 3,8 3,0- 3,7 3,0- 3,8 2,9
5. Midphiltrum 12,2 11,2 11,1-11,8 9,6-10,2 11,5-12,5 10,1-10,6 11,6-11,7 10,3
6. Labrale superior 14,0 13,0 12,6-13,5 10,6-11,7 12,0-13,2 10,0-11,0 12,4-13,0
11,1
7. Labrale inferior 15,0 15,5 13,8-14,5 12,3-13,1 13,3-14,3 11,9-12,3 13,7-14,5
12,4
8. Supramentale 12,0 12,0 11,3-11,7 11,1-11,2 11,1-11,7 10,4-11,5 11,2-11,3
11,1
9. Pogonion 12,2 12,2 10,6-11,4 11,1-11,9 11,2-11,7 10,8-11,8 10,9 11,4
10. Gnathion 8,0 7,7 6,3- 6,8 6,5- 6,9 6,4- 6,8 6,2- 6,3 6,4 6,6
11. Eminencia frontal - - - - - - 5,6 5,4 - -
12. Supraorbital 4,7 4,5 5,2- 5,4 5,2- 5,7 5,1- 5,8 5,3- 5,9 5,2- 5,6 5,6
12a. Frontotemporal - - - - - - 5,2 5,5 - -
13. Infraorbital 7,5 8,5 - - 4,2- 4,5 4,5- 4,9 - -
13a. Entokonchion - - 2,9 2,9 3,1- 3,9 3,2- 3,9 3,0- 4,0 3,0
14. Maxilar anterior 13,0 14,2 13,2-14,5 13,9-15,8 12,4-14,1 13,5-15,5 11,6-
13,2 14,5
14a. Supracanino - - 10,4-10,8 9,3- 9,8 10,2-11,2 9,6- 9,8 10,1-10,7 9,9
168
14b. Malare 16,2 17,2 9,8-10,6 12,2-13,6 - - 9,3- 9,8 12,6
15. Orbital lateral 13,0 14,2 - - 9,3- 9,8 11,7-12,3 - -
16. Zygion 8,7 9,2 4,5- 4,7 5,0- 5,6 4,5- 5,1 5,0- 5,4 4,5- 5,0 5,3
17. Supraglenoide 11,7 12,0 - - 5,1- 6,7 5,5- 7,0 - -
18. Gonion 14,2 14,2 4,5- 4,6 5,1- 5,4 4,7- 5,2 4,7- 5,5 4,6- 5,4 5,2
19. Supra M2 22,2 20,7 - - 18,5 17,7 - -
20. Línea oclusal 19,5 18,2 - - 17,7 17,0 - -
20a. Cuerpo mandibular - - 12,8-13,1 14,6-14,8 11,4-13,3 13,1-14,3 10,1-12,6
14,6
20b. Rama ascendente - - 17,0-17,2 17,0-17,5 16,8-18,0 16,9-17,5 17,0 16,9
21. Infra M2 15,7 16,7 - - 15,2 15,2 - -
22. Borde mandibular - - 6,1- 6,2 6,9- 7,2 6,0- 6,8 6,0- 7,1 5,6 7,0
_________________________________________________________________
Capítulo XI
LA HUELLA GENETICA
Consideraciones generales
169
segmentarse mediante enzimas de restricción y se les denomina RFLP
(Restriction Fragment Length Polymorphism-s). Para la identificación del DNA
se requiere que los RFLP sean altamente variables, es decir, polimórficos, con
un gran número de variantes o locus en la población. Algunas regiones del
DNA humano contienen secuencias centrales que se repiten variablemen-te en
cada individuo y por tanto, cuando las enzimas de restric-ción cortan el DNA en
millones de piezas, así también varía la longitud de los fragmentos. Mediante la
introducción de sondas que se enlazan solamente con los fragmentos que
portan la secuen-cia central se aislan los fragmentos variables de los irrelevan-
tes.
Los laboratorios forenses utilizan tres métodos distintos de tipificación del DNA:
RFLP de locus único, RFLP multilocular y reacción en cadena de la polimerasa
(PCR) (Polymerase Chain Reaction). Este último es un instrumento de análisis
óptimo puesto que permite amplificar un pequeño número de moléculas
intactas de DNA antiguo y por ser un sistema in vitro que no tiene capacidad de
reparar correcta o incorrectamente. Para determinar si dos muestras de DNA
poseen el mismo origen, se examinan las bandas identificadas por una sonda
concreta en el autorradiógrafo y se comprueba su nivel de coincidencia. Los
resultados se confrontan con la información existente sobre la caracterización
genética de cada población para averiguar la frecuencia de aparición del
tamaño de ese alelo en particular. Al considerar los alelos de varios sitios
distintos disminuye la posibilidad de coincidencia de dos o más individuos. La
posibili-dad de que cualesquiera personas puedan tener la misma huella
dactilar de DNA es de 1 entre 10 000-30 000 millones (Thornton, 1988).
170
en un chorro abrasivo de arena fresca de óxido de aluminio. Poste-riormente,
se elimina el polvo del hueso y el óxido de aluminio del hueso limpio utilizando
una brocha suave (Hagelberg y Clegg, 1991: 45-46).
2. Criterios de autenticidad
171
. Errores producidos por cambios posmortem
Para que un test forense sea admitido como prueba, ha de cumplir tres
condiciones (Neufeld y Colman, 1991): primero, que la teoría científica en
cuestión sea considerada válida por la comunidad científica; segundo, la
fiabilidad de la prueba debe ser recono-cida; tercero, debe demostrarse que
ésta se aplicó adecuadamente en el caso concreto. En Estados Unidos se ha
utilizado la prueba de DNA en más de 1 000 casos criminales, pero sólo en una
pocas docenas de casos se le ha cuestionado en audiencias preprocesa-les. El
172
poder de la identificación forense por DNA radica preci-samente, no sólo en la
capacidad de demostrar que dos muestras exhiben el mismo patrón, sino
también para sugerir que el patrón es rarísimo. En este sentido, la validez de
los datos y las hipótesis sobre las que se han basado los laboratorios forenses
para estimar la rareza son objeto de debate entre la comunidad científica.
Capítulo XII
173
ESTUDIOS DE CASOS FORENSES
1. Caso de cremación
174
estaban muy fragmentados, quebradizos, de color blanco-grisáceo, reducidos y
exfoliados completamente como consecuencia de las altas temperaturas
alcanzadas por el incine-rador (cerca de 1.000 grados centígrados). Una vez
separados los 163 fragmentos óseos humanos se procedió a establecer el
número mínimo de individuos representados en la muestra. Las partes mejor
conservadas fueron las porciones proximales de los fémures, los acetábulos,
las cabezas humerales, fragmentos craneales, mandibulares, vertebrales y de
otros huesos.
175
como si hubiera trabajado a las 6:00 a.m. Ante el peso de las evidencias
Charles Cook confesó el crimen y fue condenado a 15 años de prisión.
176
cercana a los 15 y medio años por el estado de erupción dental. El antropólogo
Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres estimó que pertenecía
al sexo femeni-no, de patrón racial caucasoide-mediterráneo (Karen era de
ascendencia galesa, grecochipriota, española y estadounidense), deducción
obtenida al comparar cerca de 2 500 cráneos de la colección del Museo. El
entomólogo forense Zakaria Erzinclioglu de la Universidad de Cambridge
analizó los insectos ubicados en el cuerpo estipulando un tiempo de
inhumación de por lo menos cinco años. Anteriormente el ilustrador médico
Richard Neave de la Universidad de Manchester había recibido el cráneo de la
víctima, del cual obtuvo una réplica de yeso. A partir de éste elaboró una
reconstrucción facial que la policía utilizó para fotografiar y publicar la
información de la víctima, a través de volantes. Dos trabajadores sociales
reconocieron la foto. Poste-riormente Peter Vanezis, jefe forense del Cahring
Cross and Westminster Medical School de Londres practicó la superposición
cráneo-foto en imágenes de video, evidenciando un alto parecido. También se
obtuvo la carta dental cuya comparación con la del cuerpo confirmó su
identidad. Alan Charlton, presunto asesino fue inmediatamente detenido.
177
Como se puede colegir del caso anterior, la prueba genética si bien posee un
carácter concluyente por la magnitud de las estadísticas que maneja,
representa un paso más en la larga cadena de estudios interdisciplinarios que
se inicia con los criminalísticos, entomólogos, personal médico forense,
antropólo-go forense o morfólogo (ilustrador médico) y desemboca en pruebas
de laboratorio bastante refinadas y costosas. Finalmente, el acopio de
información por parte de los investigadores, la búsque-da de los padres,
familiares y amistades de la víctima y la localización de los victimarios
conducen a la
solución positiva de un caso forense
RECAPITULACION
178
acción de los depredadores (American Academy of Forensic Sciences
Workshop 1993. Recovery, Examination and Evidence of Decomposed and
Skeletonized Bodies. An Anthropological and Entomological Approach. Boston,
Mass., february 16).
179
desaparecidos pertenece al sexo masculino. Por tal razón, si se dictamina sexo
femenino a un individuo se está descartando más del 85% de las posibles
víctimas.
180
persona específica, se procede a la reconstrucción del rostro teniendo en
cuenta los parámetros ontogénicos, sexuales, raciales e individuales de
variación. Posteriormente se fotografía el rostro obtenido y se distribuye para
su identifica-ción.
12. La huella genética. Para que la huella genética pueda servir como
instrumento de identificación se debe llegar a esta prueba una vez se haya
reducido al máximo el universo de las posibles víctimas, con el fin de optimizar
los costos y aligerar el proceso. Se reco-mienda remitir las muestras libres de
cualquier conta-minación a laboratorios dotados del suficiente equipo y
trayectoria investigativa en el tema. Actualmente la Unidad de Genética de la
Universidad Nacional de Colom-bia adelanta estudios sobre el tema.
181
182