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Un infierno de abusos y esclavitud

Cerca de 300 bomberos voluntarios repartidos en 60 unidades cumplieron


una semana de trabajos ininterrumpidos para intentar sofocar el fuego en
la galería Nicolini. Es uno de los principales centros de venta de productos
de ferretería de la capital peruana, con cerca de 1.500 comercios.

El fuego empezó el pasado jueves, según investigaciones un joven trabajador


estaba haciendo una conexión alterna con cables suelto para conectar su
cargador de celular, mientras sus demás compañeros colocaban etiquetas a
unos galones con thiner.

A pocos minutos se escuchó una explosicion, donde el fuego se propagó


hacia los pisos superiores del edificio, donde había productos inflamables
como cloro, pintura, telas y materiales sintéticos.

El siniestro obligó a cerrar el tránsito en las calles aledañas al edificio y


produjo una densa humareda que ha obligado a los peatones a llevar
máscaras. El Ministerio de Salud advirtió de las graves consecuencias que
podía acarrear la inhalación de los gases tóxicos y pidió no acercarse a menos
de 10 calles del lugar.

La primera planta de la galería fue adquirida años atrás por un nutrido grupo
de comerciantes, según la Municipalidad de Lima, contaban con los permisos
y las licencias correspondientes. No pasaba lo mismo con los la segunda
planta y niveles superiores.

Estos pertenecían a Inversiones JEPG SAC, una empresa propiedad de José


López Ramírez y Juan Polar De Rivera, quienes se encuentran desaparecidos
desde la fecha del suceso. En multiples oportunidades fiscalizadores de la
Municipalidad les colocaban multas por no contar con las medidas de
seguridad mínimas, hasta que en una oportunidad por no hacer los pagos
respectivos las autoridades les clausuraron su almacen que funcionaba en el
tercer piso. Como respuesta, los responsables de JEPG SAC lo trasladaron a
los altos.
Los propietarios posterior a la clausura, irresponsablemente construyeron
una colmena de 20 contenedores metálicos, repartidos en bloques de tres y
cuatro niveles, que sobresalía de la azotea. Además de ser ilegales, las
construcciones albergaban a jóvenes empleados en condiciones
infrahumanas.

La prensa peruana no ha dudado en calificar su situación de “esclavitud”.


Jorge Huamán Villalobos, de 19 años, y Jovi Herrera Alania, de 21 años, eran
dos trabajadores fallecidos identificados hasta el momento y 2 de ellos están
como NN, aunque las autoridades no han hallado más cuerpos porque no
han podido acceder a todas las zonas.

La labor de estos jóvenes era adulterar etiquetar galones con thiner barato,
que empaquetaban en cajas de marcas muy conocidas. Posteriormente, estas
falsificaciones eran vendidas en las galerías y centros ferreteros de la zona.

Los jovenes trabajaban desde la 7am hasta las 10pm, todos los días de la
semana. Para impedir que robaran o fueran descubiertos por los inspectores
municipales, permanecían encerrados con llave durante toda la jornada. En
los contenedores no había baños y solo tenían una pausa de 30 minutos a
mediodía, para comer. Según los familiares ellos ganaban 2 soles por hora.

Los jóvenes llamaron a sus parientes durante el incendio. Entre toses


explicaron que habían sido abandonados y no tenían cómo abrir la puerta del
contenedor ya que estaba cerrado por afuera. Los familiares pidieron ayuda a
las autoridades. Uno de los jóvenes alcanzó a sacar una mano por la rendija
del contenedor para indicar dónde estaban. Incluso llegaron a grabarse
mientras intentaban escapar, pateando inútilmente la puerta de metal.

Elaborar el modelo de causalidad para el caso presentado.

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