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PSICOLOGÍA CRIMINAL

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VICTIMOLOGÍA

Teorías de la victimización

En psicología, la victimología es el estudio de las causas por las que determinadas personas son
víctimas de un delito y de cómo el estilo de vida de estas personas conlleva una mayor o menor
probabilidad de que una determinada persona sea víctima.

En las teorías de la victimización, este estudio de la víctima para la psicología, resulta particularmente
importante en cuanto al rol participante o desencadenante que le compete a las mismas. Los psicólogos
han de ser conscientes de la relación causal que existe entre la ocurrencia del delito y la contribución
del agraviado en su victimización, por lo cual resulta primordial el ejercicio técnico de poder determinar
cuáles son las aportaciones tanto del agresor, como de la víctima en el hecho criminal.

Para que haya una víctima no es necesario que exista un delito o falta, puede que solo exista un hecho
antisocial. No siempre coincidirá la víctima con el sujeto pasivo del delito, también son víctima los
familiares.

En este tema, es necesario distinguir algunos conceptos tales como: victimogénesis y victimodogmática.

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Victimogénesis Wha

Es el estudio de los factores que predisponen a ciertos individuos a tener más riesgos que otros de ser
objeto de delitos. Se analiza la conducta de la víctima que pudiera tener relación con un incremento del
riesgo de serlo.

Existen dos tipos de factores: de riesgo y de vulnerabilidad. Los factores de riesgo en los que la víctima
puede ser predispuesta, potencial o latente son:

• Situacionales.

• Biológicos: raza, edad o sexo.

• Biográficos.

• Socio-económicos.

• Dependientes de la percepción de la capacidad de venganza.

• Relativos a la personalidad.

• Inherentes a un medio familiar maltratante.

Los factores de vulnerabilidad pueden ser, por tanto, psicológicos como situacionales, y adquieren un
especial significado al comportarse como moduladores entre el hecho criminal y el daño psíquico
emergente. Entre los factores de vulnerabilidad, encontramos:

• Los inherentes a la vulnerabilidad generalizada.

• Los biológicos como la edad y el sexo.

• Los referentes a la personalidad, tales como: hiperestesia (sensibilidad); hipertemia


(expansividad); impulsividad (inestabilidad); ingenuidad (dependencia); nivel intelectual y
ansiedad.

• Los sociales, como: económicos, laborales, apoyo social informal, roles, redes yhabilidad.

• Los biográficos: victimización previa; victimización compleja y antecedentes psiquiátricos.

Autores como Ellenberg, trataron la victimogénesis desde una perspectiva aplicada, destinada a
preparar a las personas para intentar superar riesgos inherentes a su profesión, clase social y
constitución antropológica y psíquica.

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Victimodogmática Wha

Una de las teorías derivadas de los estudios victimales es la victimodogmática, que analiza hasta que
punto y en que medida el reconocimiento de la existencia en algunos supuestos delictivos, de víctimas
que favorecen la consumación del hecho criminal, puede conducir a afirmar que éstas son
corresponsables por haber contribuido a él con actos dolosos e imprudentes y en este sentido valorar
una atenuación e incluso eximente de la responsabilidad del autor.

Para Tamarit la pretensión de la victimodogmática consiste en examinar como la contribución de la


víctima al delito afecta la punibilidad del comportamiento del autor. Para este autor la victimodogmática
parte de la constatación de la existencia de víctimas corresponsables del hecho para llegar a establecer
un principio de autorresponsabilidad de las mismas.

La Doctrina Victimodogmática resulta ser un fundamento en cuanto tiende a dar explicación de la forma
en la que como ciertas personas sea por su comportamiento impudente o negligente, pueden llegar a
contribuir en menor o mayor medida su victimización; en consecuencia, estas causas servirán al autor
del hecho ilícito como base para solicitar su eximición de su responsabilidad penal, como también la
atenuación de la pena del delito en cuestión: “la victimodogmática parte de la constatación victimología
relativa a la existencia de ciertas victimas que ya sea por actos dolosos. Ya por actos imprudentes,
contribuyen a la producción del hecho delictivo y pueden calificarse en menor o mayor medida co -
responsables del mismo” (J.M.S. Sánchez). Ahora bien, si hablamos de que la víctima será "co
responsable" del delito que le afecta, estamos hablando del principio de autorresponsabilidad en
plenitud; debido a que, se debe entender que la víctima no solo podrá contribuir a su propia
victimización sino que será responsable por aquello. asimismo, lo más polémico dentro del estudio de
Victimodogmática es la eximición de responsabilidad penal o atenuación de la pena del delito en
cuestión, del cual el autor podrá beneficiarse (antes debe plantearlo y fundamentar dicho petitorio ante
la autoridad pertinente);pues bien, tratándose de un hecho en donde la víctima haya tenido directa
incidencia para su propia victimización; el autor podrá acogerse a ese aspecto para poner en
consideración de la autoridad competente lo antes mencionado (atenuación o eximición de la
responsabilidad penal), este punto arribó en la creación de múltiples argumentos irreales, afirmando que
la victimodogmática trataría de “liberar” o “convertir en inocentes” a los delincuentes.

La victimología es una ciencia que estudia científicamente a la víctima y su papel en el hecho delictivo.

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El estudio de las víctimas es multidisciplinar y no se Wha


refiere sólo a las víctimas de un delito, sino también
a las que lo son, por consecuencia, de accidentes (tráfico), desastres naturales, crímenes de guerra
y abuso de poder. Los profesionales relacionados con la victimología pueden ser científicos,
operadores jurídicos, sociales o políticos.

El estudio de la victimología no se limita sólo a la víctima, por lo que deben analizarse tres niveles:

1. El primero se denomina individual, cuyo objeto de estudio es la víctima, su personalidad y


características.

2. El segundo nivel es el conductual, en el cual, se estudia la conducta aislada de la víctima con


relación a la conducta criminal.

3. Finalmente está el tercer nivel, denominado general, en el que debe estudiarse el fenómeno
victimológico, como suma de víctimas y victimizaciones.

A partir de la década de los ochentas del siglo XX, y como consecuencia de los simposios mundiales de
Victimología, la naciente disciplina se emancipa del mero énfasis penal, y empieza a abogar por los
derechos de las víctimas desde una perspectiva constitucional, lo que implica poner más énfasis en
eventos de macro victimización, es decir, eventos en los cuales se victimiza a grandes colectivos.

En España, encontramos en los últimos veinte años, a muchos tratadistas del derecho penal,quienes
han orientado sus estudios hacia la víctima; algunos de ellos son: Antonio García - Pablos de Molina,
Antonio Beristain, Elena Larrauri, Manuel Cancio Meliá, Gerardo Landrove Díaz, Jaime Peris Riera,
Miguel Polaino Navarrete, Jesús María Silva Sánchez, Jaime Solé Riera, Tamarit Sumalla, Telles
Aguilera, Myriam Herrera Moreno, Manuel López Rey, José Sangrador y otros estudiosos más.

En Latinoamérica, también en estos últimos años, han surgido estudios que dedican una parte de sus
temas a la víctima, entre los cuales destacan: Lola Aniyar de Castro (es la primera que realiza estudios
del presente tema en la década de los 60), Juan Bustos Ramírez, Huascar Cajías, Elías Neuman (quien
se ha ocupado de manera extensa), Luiz Flavio Gomes, Néstor José Méndez G., Hilda Marchiori, Carlos
Creus, Marco Gonzales B., Marcos Herrera, Luis Rodríguez M., Fernando García D., Rodrigo Ramírez,
Jorge Sosa Chacin, Alberto Bovino, Julio B. J. Maier, entre otros estudiosos.

Se habla de macro victimizaciones por abuso del poder, algo que ya Benjamin Mendelshon había
esbozado, y empieza a adquirir autonomía disciplinar para dejar de ser un apéndice del derecho
penal y de la criminología, que es donde se queda la reflexión victimodogmática y el tema de los
derechos de las víctimas dentro del proceso penal.
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En victimodogmática, se estudian los niveles o formas de participación de la víctima en la victimización,
ello para determinar la proporción en las sanciones o no al victimario, o en su caso reducir la penalidad
que establecen los códigos punitivos.

En primer lugar, nos encontramos con la victimización primaria. Este tipo de victimización se refiere al
agravio que sufre la misma persona sobre la que recae el delito. Landrove (1988) nos dice que este tipo
de victimización manifiesta la experiencia personal de la víctima y de los resultados dañinos provocados
por el hecho delictivo, los cuales son de naturaleza psicológica, física, económica o social.

La victimización secundaria alude a la inclusión de la victima en el entorno jurídico-penal del Estado y


junto a ello, al incorrecto funcionamiento y organización de los servicios sociales que atienden a las
víctimas. Lo que se le pide a la víctimas es que participen en diligencias como testigos y, también, en
los procedimientos penales, lo cual es el origen de un sentimiento de estrés muy fuertes, como por
ejemplo los careos, las ruedas de identificación, describir el hecho sucedido a diferentes figuras
jurídicas durante todo el proceso, desde la interposición de denuncia hasta el juicio oral, etc. Todo esto
se lleva a cabo sin tener en cuenta las consecuencias que, en la gran mayoría de casos, conllevan. Por
lo que se trata de una segunda victimización que soporta la víctima a causa de una carencia de
preparación y/o sensibilización de los trabajadores que tratan a las victimas. Mencionemos las
proposiciones recolectadas del Comité de Ministros del Consejo de Europa de 1985, cuyo fin es
proteger a las víctimas, y se encuentra fuertemente enlazado con la intención de evitar esta segunda
victimización.

En cuanto al tercer tipo de victimización, se refiere al procedimiento en el que la sociedad tiende a ver
a la víctima. La victima en su entorno tiene un conjunto de controversias de gran interés para los
profesionales que trabajan en contacto con las víctimas. Ya que cuanto más conocimiento, sensibilidad
y comprensión sobre las víctimas y la victimología, se conseguirá una mejora en la ocupación
profesional y evitaremos los tipos de victimización secundaria y terciaria, aproximándose a una relación
víctima-profesional completo y honrado.

Proceso de victimización
Sangrador (1986), refiere que diversas teorías de la psicología social, como, por ejemplo, la indefensión
aprendida, han sido utilizadas para la comprensión del rol de la víctima en la interacción delictiva. En el
Congreso Internacional de Victimología (1991), se trató lo siguiente:
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Wha de relieve la importancia de acciones


Procede del derecho y del campo criminológico; poniendo
legislativas, servicios de información y asesoramiento legal, promoción social de derechos, entre otros.

De corte psicosocial; pone el acento en las medidas de apoyo profesional a las víctimas, programas
terapéuticos, etc.

Actualmente, se observa el fenómeno de la victimización como un todo altamente diversificado. De base


psicosocial y ligado a otras líneas de la psicología jurídica.

Por ejemplo, aparecen nuevos campos como:

• Prevención de la segunda victimización.

• El asesoramiento en medidas legislativas de apoyo.

• Procesos de mediación.

• Análisis de conducta criminal.

• La victima como testimonio: rama de la psicología jurídica que estudia los procesos y efectos
psicosociales y jurídicos derivados de la comisión de un delito, según el código penal, sobre la
víctima y su entorno socio-comunitario.

Existen dos tipos de teorías psicosociales: Teorías descriptivas y teorías explicativas.

Teorías descriptivas: El estudio de los efectos de la victimización delictiva, se caracteriza por el


desarrollo en forma de fases consecutivas a lo largo de una dimensión temporal.
Tradicionalmente, se estructuró a partir de los criterios de la teoría de la crisis, donde el delito
constituye el evento desencadenante, generando tres fases: el impacto, la recuperación y el
ajuste.

Teorías explicativas: Los procesos de victimización inducidos por actos delictivos, desastres,
accidentes laborales o enfermedades graves, presentan similitudes internas significativas.

Actualmente, se acepta que toda reacción a un evento negativo, inducido o no por otra persona, pone
en marcha un proceso de ajuste que debe situarse dentro del ámbito de la normalidad. Todos los
eventos victimizatorios generan niveles variables de estrés; éstos fluctúan de acuerdo con los procesos
de ajuste, estrategias de afrontamiento, reacción social, etc. Desde la perspectiva transaccional del
estrés, la víctima es un agente activo en su proceso de ajuste. Para ello, utiliza dos mecanismos

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básicos: la evaluación cognitiva y el afrontamiento. Wha

La evaluación cognitiva: Va a determinar las consecuencias que un acontecimiento o evento


provocará en la persona. No es un simple procesamiento de información. Es una profunda
evaluación, siempre en referencia con las repercusiones y consecuencias para la persona.
Refleja la particular y cambiante relación que se establece entre el individuo con determinadas
características (valores, compromisos, estilos de pensamiento y percepción).

La evaluación cognitiva se produce de forma continuada a lo largo del tiempo. Hasta que se
reduce el nivel de miedo, sean por las propias estrategias de afrontamiento u otros motivos del
entorno. No es un mero ejercicio intelectual de reconocimiento de los recursos personales; sino
que además de hallarse unida a la afectividad, se trata de un complejo sistema de evaluaciones
personales de tipo cognitivo de las posibles opciones de afrontamiento.

Se cita un estudio que tuvo como objetivo describir las reacciones psicopatológicas de las víctimas
según las circunstancias de la agresión sexual, la historia previa y el apoyo familiar/social.

La muestra constó de 269 mujeres adultas víctimas de una agresión sexual en la infancia o en la vida
adulta. Se evaluaron las reacciones postraumáticas, la sintomatología ansioso - depresiva, la
autoestima, las conductas sexuales y el funcionamiento cotidiano. Los resultados mostraron una alta
prevalencia de malestar emocional (63,6%), de baja autoestima (59,7%), de TEPT (44,5%), de
sentimientos de culpa (48,3%) y de evitación sexual (38,9%), así como problemas de adaptación.

La gravedad de la sintomatología estaba relacionada con las circunstancias de la agresión sexual, tales
como la penetración vaginal/anal o las heridas provocadas, la historia de victimización, los sucesos
estresantes recientes y la falta de apoyo socio-familiar. Sin embargo, las conductas de evitación sexual
no estaban relacionadas con circunstancias específicas de la agresión sexual.

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La victimización, el hecho de ser víctima de un suceso violento, puede causar unas repercusiones
psicológicas muy negativas en la estabilidad emocional de las personas afectadas, especialmente en el
caso de las mujeres agredidas sexualmente en la vida adulta o en la infancia (Cortés, Cantón-Cortés y
Cantón, 2011; Echeburúa y Guerrica Echevarría, 2011; Picó-Alfonso, Echeburúa y Martínez, 2008).

Así, el desarrollo del trastorno de estrés postraumático (TEPT) como consecuencia de cualquier
conducta violenta, lo experimenta el 25% de todas las víctimas, pero este porcentaje puede ascender
hasta el 50-60% en el caso de las mujeres agredidas sexualmente.

Las agresiones sexuales son sucesos traumáticos que pueden producir consecuencias psicológicas
intensas a corto y largo plazo en las víctimas.

La victimización sexual es uno de los delitos más violentos por naturaleza. La humillación y el miedo a
sufrir daños físicos y psíquicos e incluso a ser asesinadas, produce una reacción de indefensión y
pérdida de control que afecta al equilibrio emocional e interfiere en el desarrollo de una vida normal.

De hecho, más del 50% de las víctimas padecen un trastorno de estrés postraumático (TEPT) y un
malestar emocional clínicamente significativo.

Así, las víctimas de abuso sexual infantil pueden experimentar en la vida adulta una tasa de trastornos
mentales 2 a 4 veces mayor que las personas no expuestas.

Las reacciones emocionales negativas (TEPT, síntomas ansioso-depresivos, sentimientos deculpa,


inadaptación a la vida cotidiana, evitación sexual), suelen ser más graves y duraderas cuando el suceso

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Wha psicológicamente y no cuenta con un apoyo


sufrido es muy intenso o cuando la víctima es vulnerable
familiar y social adecuado. La intensidad de los síntomas inmediatamente tras la agresión, es un
predictor del funcionamiento de las víctimas a largo plazo.

En concreto, el impacto psicológico de las agresiones sexuales va a depender de la frecuencia, de la


duración, de la gravedad del abuso y de la relación con el agresor, pero también de la fase del
desarrollo psicológico de la víctima en la que tuvo lugar el suceso (Briere y Elliott, 2003; Echeburúa,
Sarasua, Zubizarreta y Corral, 2012).

Además, las circunstancias de la agresión sexual, la historia de victimización, la denuncia, la reacción


judicial y el apoyo familiar y social existente pueden agravar o amortiguar, según los casos, las
reacciones emocionales de las víctimas.

Sin embargo, los estudios existentes hasta la fecha en relación con los factores psicosociales de
vulnerabilidad y de protección de la víctima son muy generales, están muy centrados en el TEPT como
respuesta psicopatológica y no permiten obtener resultados concluyentes sobre el papel agravante o
amortiguador de las variables psicosociales implicadas específicamente en la respuesta psicológica
global a una agresión sexual.

Evaluación psicológica forense de la víctima

La Psicología forense, pericial o psicología aplicada a los tribunales, es la rama de la Psicología


Jurídica que aplica sus conocimientos y técnicas para ayudar a jueces y tribunales en su toma de
decisiones (Muñoz et al., 2011). El psicólogo forense es, por tanto, el especialista en la realización de
valoraciones psico- legales, actividad técnica que consiste en poner en relación aspectos del
funcionamiento psicológico con cuestiones jurídicas. Esta actividad técnica se lleva a cabo a través del
proceso de evaluación pericial psicológica y es transmitida al operador jurídico demandante a través del
informe psicológico forense, que se convierte en un medio probatorio más dentro del proceso judicial
(Muñoz et al., 2011).

La valoración del daño psíquico se contextualiza dentro de la jurisdicción penal y es de interés jurídico
principalmente por tres aspectos (Esbec, 2000):

• Facilita la calificación del hecho al Ministerio Fiscal.

• Facilita al juez el establecimiento de las indemnizaciones.

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Puede ser tenido en cuenta para fundamentar hechos probados.

En relación con el último aspecto, no debe confundirse la utilización de la valoración del daño psíquico
para fundamentar hechos probados con valoraciones sobre la credibilidad de las alegaciones de las
víctimas. En este sentido, la investigación proveniente de la Psicología del Testimonio insiste en lo
inadecuado del uso de algunas técnicas de análisis de credibilidad, incluso para el campo para el que
originalmente fueron propuestas, el abuso sexual de menores o personas con discapacidad (Diges,
2010; Manzanero, 2010).

La valoración psico-legal implica que el perito debe transformar cuestiones jurídicas a términos
psicológicos. El concepto legal de daño psíquico haría alusión a todos aquellos desajustes psicológicos
derivados de la exposición de la persona a una situación de victimización criminal (psicopatología
traumática). Debe diferenciarse, en este sentido, entre el concepto de daño psíquico y daño moral. El
primero haría referencia a las consecuencias psicológicas derivadas del delito, siendo un concepto con
base empírica, mesurable y objetivable y, por tanto, objeto de la intervención pericial. El segundo, haría
referencia a todo aquel sufrimiento de la persona derivado del perjuicio a bienes inmateriales como el
honor o la libertad siendo un concepto impreciso, no científico y sin posibilidad de cuantificación
empírica y, por tanto, objeto de valoración por el juez y no por el perito (Esbec, 2000).

El daño psíquico puede adoptar dos formas en terminología jurídica: lesión psíquica, que hace
referencia a una alteración clínicamente significativa que afecta en mayor o menor grado la adaptación
de la persona a los distintos ámbitos de su vida (personal, social, familiaro laboral), y secuela psíquica,
que se refiere a la estabilización y consolidación de esos desajustes psicológicos (Echeburúa, De Corral
y Amor, 2004).

Para delimitar la secuela psíquica debemos introducir un elemento cronológico (2 años desde la
exposición al delito) y valorar la intervención clínica realizada.

Una víctima es una persona que sufre un daño como consecuencia de una conducta que constituye una
violación de la legislación penal o un abuso de autoridad por personas en posiciones de poder. El daño
es la reducción o pérdida de una capacidad o competencia presente previamente. Puede ser físico
(corporal), patrimonial, moral o psicológico.

El daño psicológico es el efecto negativo en la salud mental de una persona y su vida diaria por un
evento que rebasa sus defensas y adopta dos formas: la lesión y la secuela. La lesiónes el efecto
temporal del evento y la secuela es la consolidación permanente de esos efectos en la personalidad del

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sujeto. Wha

Una víctima puede reaccionar de diferentes maneras ante una experiencia traumática (resistiendo,
recuperándose o desarrollando un trauma) y la magnitud del daño psicológico resultante depende de las
características del delito, la capacidad de protección de la persona y la situación de vulnerabilidad.

Las características del delito incluyen la frecuencia, intensidad, duración, nivel de humillación y relación
con el agresor. La capacidad de protección de la persona la conforman las características personales
que reducen el impacto del delito. La situación de vulnerabilidad se compone de aquellos factores
ambientales que amplifican o prolongan el impacto del delito.

Cuando un delito produce daños psicológicos con secuelas, las víctimas pueden desarrollar trastornos
de ansiedad por estrés agudo o estrés postraumático, trastornos disociativos como amnesia,
despersonalización o trastornos de identidad disociativo o trastornos psicóticos, entre otros.

Derechos de las víctimas y justicia restaurativa

La justicia restaurativa, también llamada justicia reparadora o justicia compasiva, es una forma de
pensar la justicia cuyo foco de atención son las necesidades de las víctimas y los autores o
responsables del delito, y no el castigo a estos últimos ni el cumplimiento de principios legales
abstractos. A menudo se usa el término "ofensores" como concepto alternativo al de "delincuentes" o
"criminales", pues la justicia restaurativa intenta evitar estigmatizar a las personas que han cometido un
delito.

En un proceso de justicia restaurativa, las personas involucradas en un hecho resuelven de manera


colectiva cómo lidiar con las consecuencias de la ofensa y sus implicaciones futuras.

Las víctimas juegan un rol activo en el proceso, mientras se anima a los "ofensores" a asumirla
responsabilidad de sus acciones y reparar el daño que han hecho. Esto puede hacerse mediante un
pedido de disculpas, la devolución de algo robado, dar un servicio a la comunidad, etc.

La justicia restaurativa brinda también, ayuda a los "ofensores" para evitar futuras ofensas. Está basada
en una teoría de justicia que considera al crimen como una ofensa contra un individuo o la comunidad
más que como una ofensa contra el Estado y sus normas. Fomentando el diálogo entre víctimas y
"ofensores", la práctica de justicia restaurativa logra un gran grado de satisfacción entre las víctimas,
así también como que los "ofensores" asuman sus responsabilidades.

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Howard Zehr, profesor en la Universidad Menonita de Harrisonburg, ha sido un pionero de este
enfoque, sobre el que ha publicado diversos estudios. Marshall Rosenberg y Dominic Barter se cuentan
también, entre los mayores defensores de la justicia restaurativa y han mostrado a través de sus
prácticas, los resultados de esta forma de justicia en contraposicióna la justicia punitiva.

La justicia restaurativa ha permitido una redefinición del concepto de víctima del proceso penal. La
concepción del derecho penal retributivo, reforzada por la mentalidad normativista, ha distanciado
ostensiblemente al delincuente de la víctima y ha puesto a esta última como un simple sujeto pasivo,
destinataria casual del crimen.

El sistema penal ha despojado a la víctima de su carácter de sujeto del conflicto, para ser sustituido de
manera simbólica abstracta por la comunidad, en que el ofendido pierde su carácter de individuo, para
convertirse en multitud y perderse en aquello denominado sociedad. Por lo tanto, es necesario, como lo
afirma García-Pablos, que la víctima sea descubierta, para definir su rol con los restantes protagonistas
del proceso penal, esto es, con el victimario y con el operador judicial. Redescubrir la víctima en función
de la comprensión del delito, es hallarla en su dimensión del sujeto activo al momento de la comisión
del hecho punible que ha facilitado, provocado o motivado; es encontrarla como sujeto activo no sólo en
la formulación de la denuncia, si no dando los pormenores como testigo o informando sobre el modus
operandi de ciertos delincuentes, para alertar a grupos con riesgo alto de ser victimizados; es
descubrirla solidaria y sensible con otras víctimas, colaborando con la efectividad del sistema penal.

Proceso de desvictimización

Este proceso trata de restituir, resarcir y reparar el impacto provocado por el hecho criminal. Estudia las
características o factores sociales, psicológicos y biológicos que influyen en el proceso de victimización
para actuar sobre las consecuencias del rol de víctima, disminuyendo las secuelas del hecho
traumático, así como reduciendo el impacto mencionado anteriormente. El objetivo principal de este
proceso es centrarse en la reparación del daño y restablecer el estilo de vida mediante políticas
preventivas, la protección de la víctima y su rehabilitación, trata de evitar el riesgo de revictimización.

El proceso de desvictimización interviene de forma integral y personalizada. Antes de comenzar debe


de existir una necesidad de reparación, una identificación de la víctima y del proceso de victimización
sufrido y, por último, una identificación de los elementos de superación de la crisis y del crecimiento
personal del mismo.

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En cuanto a la víctima debemos de prestarle atención a aspectos como su autoestima,


autodesvictimización, autocontrol, aspectos susceptibles de entrenamiento y desarrollo, y su capacidad
de resiliencia. Para emprender procesos de desvictimización, debemos tener en cuenta una serie de
principios. En primer lugar, adaptarnos a los ritmos personales en cada proceso individual de
desvictimización, entendiendo que cada persona necesita su tiempo para su propio cambio en función
de sus necesidades. En segundo lugar, normalizar sus sentimientos, pensamiento y conductas, y, por
último, involucrarnos y llamar a la participación activa de la víctima para que ponga en marcha su futuro,
partiendo de los recursos personales con los que cuenta en el presente.

Fases del proceso de desvictimización:

• Fase del impacto.

• Fase de negación.

• Fase de aceptación.

• Fase de organización.

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