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INE La responsabilidad por daños al ambiente

Aquilino Vázquez García


Introducción
El hombre es un ser eminentemente social, en tanto que siempre
ha necesitado convivir con sus semejantes para satisfacer desde el
ámbito colectivo sus necesidades individuales. Esta convivencia ha
dado lugar a complejas asociaciones de individuos, las cuales en su
última instancia, han conformado lo que conocemos como
instituciones sociales, constituidas alrededor de ciertos valores que
cambian a través del tiempo. Toda institución social se conforma de
grupos sociales, razón por la cual, es la misma sociedad la que
establece los modelos y pautas colectivas de conducta. La
combinación de esas pautas de comportamiento practicadas por
los individuos moldea el carácter y actuación de las instituciones
sociales.
Dada su naturaleza y principios, las instituciones sociales (familia,
religión, moral, estado) ejercen sus directrices y modos de actuar
sobre los individuos que conforman los grupos bajo su influencia. Es
en esta forma que el individuo moldea y cambia sus patrones de
conducta dependiendo de su pertenencia a diversos ámbitos
institucionales. La influencia que dichas instituciones tienen sobre
la conducta de las personas es denominada control social. Este
control se basa en el estímulo por cumplir las reglas escritas o no
escritas y de igual manera, en la sanción por el incumplimiento de
alguna de ellas.
Mientras que en los ámbitos de la familia, la religión o la moral, el
castigo por el incumplimiento de estas normas se da mediante la
desacreditación o la expulsión del individuo de ese círculo social
específico, las instituciones jurídico-políticas como el Estado,
poseen la capacidad tanto de normar la conducta externa de los
individuos, como de sancionar coercitivamente el incumplimiento
de una norma preestablecida, dando origen a lo que conocemos
como la "responsabilidad jurídica".
El concepto de responsabilidad
El derecho ambiental se fundamenta en el reconocimiento del
ambiente como un bien jurídico colectivo y se configura con base
en dos supuestos:
Establecimiento de principios y mecanismos que prevengan la
producción de daños;
Determinación de una forma de reparar los daños.
La responsabilidad, ya sea administrativa, civil o penal, implica la
atribución de un acto ilícito, ya sea por comisión u omisión a una
persona física o jurídica, además, la responsabilidad también
implica la valoración y la reparación del daño patrimonial y
ambiental. Tanto la atribución misma, como la valoración y
reparación del daño ambiental constituyen materias por demás
complicadas, ya que los efectos producidos por el ilícito ambiental
pueden ser de naturaleza difusa, lo cual significa que en casos como
la contaminación de un río, muchas veces no es posible detectar las
fuentes puntuales de descarga y por lo tanto el deslindar
responsabilidades se vuelve una tarea compleja y a veces
irrealizable.
El propósito de la responsabilidad ambiental es el de brindar una
compensación a aquellos sujetos que han sido afectados a raíz de
algún daño producido al ambiente, mediante la restauración parcial
o total del área afectada. Al momento en el que se obliga al
infractor a reparar el daño provocado, este tendrá que modificar o
cesar las actividades que resultan lesivas al bien común, hasta el
punto de que los gastos provenientes del uso de tecnologías y
sistemas disminución de contaminantes sea menor al monto que
tendría que cubrir como producto de las sanciones impuestas por
rebasar los límites establecidos en la legislación aplicable.
El concepto de responsabilidad se deriva a su vez de las nociones
de obligación y la de garantía en materia civil y se da por la
existencia concreta de algún perjuicio y/o daño, ya sean estos
físicos, morales o materiales y provocados sobre personas físicas o
morales, dando lugar a consecuencias jurídicas de los tipos
administrativo, civil y penal, dependiendo de la gravedad de la
falta.
El objeto primordial de una obligación es su cumplimiento o
ejecución. Esta ejecución se denomina pago y es la forma en la cual
un deudor se vincula al acreedor en orden al cumplimiento de una
determinada prestación. Al momento en el que esta relación
contractual se ve rota por alguna de las partes, se crea la
responsabilidad por incumplimiento de las obligaciones contraídas.
En el derecho romano la obligación de pagar daños y perjuicios se
presenta en los siguientes casos:
a) Cuando, al contratar, el sujeto pasivo sabía, o debía saber, que la
prestación era imposible, circunstancia que según el caso, podría
ser calificada de dolo, culpa grave o culpa leve.
b) Si el cumplimiento de un contrato stricto iuris se hace imposible
por comisión de un acto doloso por parte del deudor.
c) Si el cumplimiento de un deber, derivado de un contrato bonae
fide, se hace imposible por comisión de un acto doloso o inclusive,
por omisión dolosa por parte del deudor.
d) Si el deudor ha incurrido en culpa lata, o sea, en excesivo
descuido. Esta culpa se equipara al dolo.
e) Si el deudor ha incurrido en culpa levis y al mismo tiempo,
resulta de que se trata de un contrato del cual también el mismo
deriva ventajas.
f) Si el cumplimiento era imposible por pérdida fortuita del objeto
indirecto de la obligación, siempre que el deudor hubiera
convenido en aceptar la responsabilidad por fuerza mayor o
hubiera incurrido en mora.
El concepto moderno de daño, generalmente sigue siendo asociado
con el de perjuicio, términos definidos y diferenciados por nuestro
Código Civil federal en sus artículos 2108 y 2109:
. Artículo 2108. Se entiende por daño la pérdida o menoscabo
sufrido en el patrimonio por la falta de cumplimiento de una
obligación.
. Artículo 2109. Se reputa perjuicio la privación de cualquiera
ganancia lícita que debiera haberse obtenido con el
cumplimiento de la obligación.
Esta definición de daño resulta estrecha para la materia ambiental,
dado que se limita al ámbito del interés jurídico o patrimonial que
una persona ostenta sobre alguna cosa de su propiedad, dejando a
un lado el interés legítimo que individuos o grupos pueden tener en
relación a la protección de su derecho a un ambiente adecuado,
plasmado en el artículo 4 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos y en las fracciones I del artículo 1 y XII del
artículo 15 de la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección
al Ambiente (LGEEPA). De igual forma, el concepto de perjuicio se
encuentra enfocado hacia una pérdida material en el sentido de
ganancia del tipo económica o patrimonial, limitando de esta forma
al resarcimiento del daño ambiental. Con base en lo anterior, cabe
preguntarse: ¿Cuál es la capacidad jurídica real para la defensa de
estos intereses también llamados difusos o supraindividuales,
tomando en cuenta que en estos casos no proceden figuras
jurídicas como el juicio de amparo?
Como intereses difusos, definimos aquellos que pertenecen
idénticamente a una pluralidad de sujetos integrantes de grupos o
clases, vinculados en virtud de la pretensión de goce de una misma
prerrogativa, de forma que la satisfacción del fragmento o porción
del interés que atañe a cada individuo, se extiende por naturaleza a
todos, del mismo modo que la lesión a cada uno afecta, simultánea
y globalmente a los integrantes del conjunto comunitario. Dentro
de esta clasificación se sitúa el derecho a un ambiente adecuado,
acerca de cuya protección jurídica, el recientemente desaparecido
Dr. Raúl Bráñes Ballesteros comenta que la lógica individual
decimonónica que inspira la regulación de la responsabilidad por el
daño generado a través de la comisión de actos ilícitos, no
contempla la situación de daños ubicados más allá de los intereses
de las personas individualmente consideradas.
Otro aspecto a considerar es que los productores de los daños
ambientales y por lo tanto, sujetos de responsabilidad jurídica, no
solamente son los particulares, sino que la propia Administración
Pública puede ser tan responsable como cualquier ciudadano ,
tanto desde su papel de control y vigilancia ya sea por una omisión
durante un acto de inspección que de lugar a una situación de
riesgo o a una franca contingencia, como desde la perspectiva de
las empresas paraestatales, cuya operación no se encuentra libre
de siniestros. Así mismo, la Administración Pública al asumir
actuaciones de planificación, declaraciones y clasificaciones,
prohibiciones, autorizaciones, sanciones y medidas de fomento,
puede generar inconformidad en distintos sectores sociales, los
cuales tienen la prerrogativa de interponer en contra de la
administración, los recursos jurídicos (revisión, nulidad, amparo)
que a su derecho convengan.
El daño ambiental
Para poder comprender el significado del daño ambiental, cuáles
son sus alcances y finalmente, la gran dificultad o a veces la
imposibilidad que implica su reparación, en primer lugar es
necesario delimitar cuáles son sus características específicas, las
cuales pueden confluir o presentarse separadamente:
. Irreversibilidad.
. Acumulatividad.
. Difuso tanto por la forma de exteriorizarse como por la
forma en que se determina la relación causa-efecto.
. Colectivo pues puede presentar una pluralidad de autores,
de víctimas o de ambos.
. Es consecuencia de los procesos tecnológicos.
. Carece de espacialidad determinada.
. Se presenta en dos ámbitos al afectar los derechos
subjetivos de individuos determinados y el interés común de
la sociedad.
Como tal, el daño ambiental, no se define en la LGEEPA, sino que se
utiliza el término "desequilibrio ecológico", conceptualizado como:
"La alteración de las relaciones de interdependencia de los
elementos naturales que conforman el ambiente, que afecta
negativamente la existencia, transformación y desarrollo del
hombre y demás seres vivos".
La Ley Ambiental del Distrito Federal incorpora el concepto de daño
ambiental, definiéndolo de la siguiente forma: "Toda pérdida,
disminución, detrimento o menoscabo significativo inferido al
ambiente o a uno o más de sus componentes".
Esta segunda definición se enfoca más hacia el sujeto ambiente,
encauzando la acción jurídica hacia la reparación del daño que una
acción lícita o ilícita pueda provocar sobre el ambiente o sus
componentes, independientemente de que esta acción pudiese o
no resultar en efectos negativos sobre el hombre y de las
subsecuentes acciones jurídicas que ello pudiese suscitar.
Sin embargo, es difícil, y en muchas ocasiones imposible, separar al
daño ambiental de las implicaciones que este tiene sobre la calidad
de vida de la gente, tal como se manifiesta en la siguiente
definición: "Daño ambiental es toda lesión o menoscabo al derecho
o interés que tienen los seres humanos, como vecinos o
colectividad, a que no se alteren de modo perjudicial sus
condiciones naturales de vida".
Dentro del sistema jurídico mexicano, la responsabilidad por daños
al ambiente, tiene su fundamento en el artículo 203 de la LGEEPA,
el cual expresa que: "Sin perjuicio de las sanciones penales o
administrativas que procedan, toda persona que contamine o
deteriore el ambiente o afecte los recursos naturales o la
biodiversidad, será responsable y estará obligada a reparar los
daños causados, de conformidad con la legislación civil aplicable.
El término para demandar la responsabilidad ambiental, será de
cinco años contados a partir del momento en que se produzca el
acto, hecho u omisión correspondiente."
Este artículo, además de enmarcar genéricamente las acciones que
constituyen el ilícito o daño ambiental, establece un término de
cinco años para demandar la responsabilidad, lapso que en muchas
ocasiones resulta un impedimento para la aplicación de la justicia
ambiental, ya que aquí se presenta la disyuntiva de que los efectos
al medio producidos por el ilícito pueden presentarse muchos años
después, como es el caso de los asbestos o los bifenilos
policlorados, por citar solamente un par de ejemplos.
Los tipos de responsabilidad
Dentro del derecho ambiental se presentan las siguientes clases de
responsabilidad:
Responsabilidad penal. Surge por la comisión de un delito, esto es,
una acción, típica, antijurídica y culpable o violatoria de preceptos
jurídicos, dirigida a trastornar nocivamente el ambiente y se
traduce en la aplicación de una sanción penal.
Responsabilidad civil. Situación jurídica que obliga a algunos a
responder del daño causado por sus hechos propios, los de otros
sujetos a él y por sus cosas y animales, pudiendo tener su origen en
el incumplimiento de un contrato (contractual) o fuera de contrato
(extracontractual). Asimismo, es posible que este tipo de
responsabilidad se funde en la culpa (subjetiva) o en el riesgo de la
cosa (objetiva).
Responsabilidad administrativa. El incumplimiento de la norma
ambiental permite a la administración pública (federal, estatal o
municipal), si los hechos no son constitutivos de un delito, abrir un
expediente e imponer al responsable la sanción respectiva, de igual
manera, si el ilícito ha resultado en algún daño ambiental, la
administración pública podrá exigir la reparación del daño y la
indemnización de los daños y perjuicios causados, si así lo prevén
las normas aplicables.
La responsabilidad civil
Para Máximo Carbajal la responsabilidad por daños al ambiente,
presenta un gran reto a las teorías clásicas de responsabilidad civil,
dado que es propio de la esencia de la responsabilidad ya sea en su
aspecto contractual o extracontractual que exista un binomio
conducta-resultado o nexo causal, de tal modo que pueda
afirmarse que el daño es consecuencia de una determinada
actividad y esa, precisamente, es la más grande dificultad que se
presenta en la práctica tratándose de la responsabilidad del daño
ambiental, ya que la realidad está supeditada a una serie de
condiciones positivas y negativas que en todo momento
intervienen y que faltando una de ellas el resultado sería distinto.
Además, en el derecho ambiental se presenta la particularidad de
que el daño no solamente afecta bienes particulares, sino que
siempre se puede presentar el daño a bienes colectivos como lo es
el supuesto de la contaminación de un manto freático como
producto de la percolación de lixiviados provenientes de un
entierro clandestino de residuos peligrosos. Aquí claramente hay
un daño en el patrimonio del dueño del predio afectado, el cual de
acuerdo con lo establecido en la Ley general para la prevención y
gestión integral de los residuos, se convierte en responsable
solidario. Además, este daño también afecta severamente un bien
común que en este caso son las reservas hidrológicas.
Como ya se mencionó, en materia de responsabilidad, una de las
piezas claves para poder imputar un daño a un sujeto dado, lo es
sin duda, el nexo causal, es decir, la relación causa-efecto. Esta
relación se utiliza en materia de responsabilidad, con el fin de
responder dos cuestiones: a) encontrar alguna razón por la cual el
daño pueda ligarse con una persona determinada, haciéndola
responsable y b) en segundo lugar se busca relacionar en manera
inversa al inciso a, al daño con la persona, pues este principio
también se basa en valorar el daño causado, es decir, se tiene la
obligación de establecer hasta donde llega el deber de resarcir el
daño causado. Esta comprobación causal también se ve
entorpecida debido a que el daño ambiental puede presentarse a
gran distancia del punto donde se produjo el ilícito.
En un reporte del Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente (PNUMA) sobre el desarrollo del Derecho Ambiental
Latinoamericano y su aplicación, se señala que en la región no
existen leyes de responsabilidad civil por daños al ambiente y que
las regulaciones específicas sobre daño ambiental son escasas, por
lo cual las normas aplicables son aquellas para la reparación del
daño general contenidas en los códigos civiles. Ello aunado a que
muchos juristas siguen considerando erróneamente a la
responsabilidad por daños al ambiente como asunto de la
legislación civil.
En referencia a las leyes de responsabilidad civil, en México
únicamente existe la de responsabilidad civil por daños nucleares y
un proyecto de ley de responsabilidad civil por daños al ambiente,
el cual sin embargo, no ha podido ser concretado.
Como tal, la responsabilidad civil proviene de dos fuentes: a) la
realización de un acto ilícito (responsabilidad subjetiva o con culpa)
y b) por la realización de un hecho lícito (responsabilidad objetiva o
sin culpa).
La responsabilidad subjetiva
En el artículo 1910 del Código Civil para el Distrito Federal se
establece la responsabilidad subjetiva en los siguientes términos:
"El que obrando ilícitamente o contra las buenas costumbres cause
daño a otro, está obligado a repararlo, a menos que demuestre que
el daño se produjo como consecuencia de culpa o negligencia
inexcusable de la víctima".
Este precepto jurídico que reivindica el principio tradicional de la
responsabilidad subjetiva o responsabilidad por culpa contiene
cinco elementos:
1. La existencia de un hecho ilícito.
2. La existencia de un detrimento patrimonial (daño o perjuicio).
3. La existencia de un nexo de causalidad entre el hecho y el
detrimento patrimonial, es decir, que dichos daños y perjuicios
sean consecuencia directa de dicho daño, lo cual en materia
ambiental puede resultar extremadamente difícil si no es que
imposible en muchos casos, debido a las característica intrínsecas
del ilícito ambiental.
4. La obligación que tiene el responsable a reparar el detrimento
patrimonial, el cual muchas veces tampoco puede ser alcanzado,
debido a la falta de criterios para evaluar económicamente el daño
ambiental o por la simple incapacidad económica o técnica para
reparar el daño.
5. La exclusión de la responsabilidad, la cual solo opera cuando el
responsable demuestre que el daño se produjo como consecuencia
de culpa o negligencia inexcusable de la víctima.
Para redondear las ideas anteriormente expuestas, es oportuno
realizar algunas precisiones:
. La dificultad para determinar la relación causal es una
constante tratándose del daño ambiental.
. En materia ambiental según se trate de responsabilidad
subjetiva u objetiva, la conducta causante del daño será el
llevar a cabo un hecho ilícito o el uso de cosas o sustancias
peligrosas.
. La antijuridicidad se presenta tanto en la responsabilidad
subjetiva como en la objetiva pues sin importar si el
responsable actuó con culpa o no, la conducta que originó el
daño supone un ataque al derecho subjetivo de disfrutar de
un ambiente adecuado.
. La reparación tradicionalmente otorga a la víctima la
posibilidad de elegir entre la reparación in natura y la
indemnización, lo cual no es aplicable debido a los principios
sustentados por esta nueva rama jurídica.
. La carencia de elementos técnicos y jurídicos que faciliten la
determinación del daño y de las posibles formas para su
reparación, es aún más palpable cuando se debe optar por la
indemnización.
. Determinar quien es el sujeto legitimado para ejercer la
acción en caso de daños ambientales indirectos no presenta
problemas, pues podrá ejercitar la acción quien sea titular del
derecho subjetivo personal y particular que se vea afectado.
. Tratándose del daño ambiental directo, por afectar a una
multiplicidad de personas, plantea el problema de determinar
quién puede reclamar la responsabilidad.
. En cuanto a la legitimación pasiva, puede ser responsable, no
sólo aquel sujeto que comete la actividad dañina, sino
también el Estado, en virtud de que tiene la obligación de
asegurarse que las disposiciones en la materia sean
cumplidas.
. Los hechos a probar dentro del proceso son el daño
ambiental y la relación causal, lo cual representa un gran
problema, pues el daño ambiental es una situación fáctica
sumamente compleja, cuyo acreditamiento requiere de
análisis muy complicados y costosos. Esas trabas se agudizan
debido al esquema jurídico aplicable a las pruebas.
. Es recomendable que al reclamar la reparación, el actor
solicite al juez que, se condene al demandado a cesar la
actividad dañosa y a reparar, en todas las maneras posibles,
los daños que se declaren en el juicio o en la ejecución de la
sentencia.
. Para subsanar los retrasos que causa la ejecución procesal,
se ha propuesto que el órgano jurisdiccional encargue a las
autoridades ambientales vigilar e inspeccionar el
cumplimiento de la condena. Otra solución propuesta es que
el órgano jurisdiccional señale a los especialistas encargados
de llevar a cabo la reparación, cubriendo sus honorarios con
recursos de un fondo ambiental.
. Respecto a la cosa juzgada, como el daño ambiental se
caracteriza por ser difuso e intemporal, la doctrina ha
considerado aconsejable que se deje abierta la posibilidad de
entablar un nuevo juicio en caso de presentarse nuevos
daños.
. Determinar el momento en que se causa el daño como el
punto de partida para contar el periodo de prescripción
resulta sumamente inaplicable, por lo que la mayoría de los
especialistas opinan que lo más aconsejable es determinar
como plazo para la prescripción cinco años contados a partir
de que el afectado haya tenido conocimiento del daño.
Como puede inferirse a partir de las reflexiones precedentes, el
tradicional sistema de responsabilidad por culpa se ha visto
desbordado por nuevos factores tecnológicos, económicos y
sociales que se desprenden de un amplio concepto de ambiente.
Por ello, el derecho ambiental ha tenido que hacer uso de otras
figuras de responsabilidad, en un intento por ajustar la realidad
jurídica a las complejas y variantes circunstancias del ilícito
ambiental.
La responsabilidad objetiva
En el Artículo 1913 del Código Civil para el Distrito Federal, se
define la responsabilidad objetiva en los siguientes términos:
"Cuando una persona hace uso de mecanismos, instrumentos,
aparatos o sustancias peligrosas por si mismos, por la velocidad que
desarrollen, por su naturaleza explosiva e inflamable, por la energía
de la corriente eléctrica que conduzcan o por otras causas análogas,
está obligada a responder del daño que cause, aunque no obre
ilícitamente, a no ser que demuestre que ese daño se produjo por
culpa o negligencia inexcusable de la víctima".
A partir de este precepto jurídico, también pueden identificarse
cinco elementos de demarcan la responsabilidad objetiva.
1. La existencia de un hecho (lícito o ilícito) por el empleo de
mecanismos, substancias, instrumentos o aparatos peligrosos por sí
mismos (por la velocidad que desarrollen, por su naturaleza
explosiva e inflamable, por la energía eléctrica que conduzcan u
otras causas análogas).
2. La existencia de un detrimento patrimonial (daños o perjuicios).
3. La existencia de un nexo causal entre el hecho, lícito o ilícito, y el
detrimento patrimonial.
4. La obligación que tiene el responsable de reparar el detrimento
patrimonial, aún cuando no obre en forma ilícita.
5. La exclusión de la responsabilidad, la cual sólo opera, cuando el
responsable demuestre que el daño se produjo como consecuencia
de culpa o negligencia inexcusable de la víctima.
Respecto a la responsabilidad objetiva, este sistema permite
castigar al causante de un daño con independencia de su
intervención dolosa o culposa en el mismo; por lo cual es
considerado como el sistema de responsabilidad más adecuado
para la tutela del ambiente , en tanto que la presunción de daños
de una determinada actividad que puede ser peligrosa para el
ambiente no corresponde a la víctima, ni a la sociedad, sino al
responsable de la misma; además de que este sistema debiera
generar una actitud más cuidadosa, con lo cual se podrían evitar ex
ante posibles daños, además de que resuelve el problema de
probar la culpabilidad de una persona determinada.
Como ejemplo podemos citar el caso de la legislación de los
Estados Unidos de América, en específico, el Estatuto de
Responsabilidad, Indemnización y Amplia Respuesta Ambiental,
conocido por sus siglas CERCLA (Comprehensive Environmental
Response Compensation and Liability Act), el cual que permite
señalar como responsable del daño ambiental a quienes hubieran
financiado un proyecto o desempeñen funciones de dirección
dentro de una empresa dueña de sitios contaminados o como
realizadora de actividades riesgosas. Mediante este estatuto, es
posible además establecer la responsabilidad, realizar una
evaluación de los daños producidos y si estos son clasificados de
urgente atención, sin importar que en ese momento hubiesen sido
determinados el o los responsable(s) del ilícito en cuestión, la EPA
(Environmental Protection Agency) debe encargarse de la
remediación / restauración del sitio, mediante el uso de recursos
provenientes del Superfund (superfondo), los cuales son asignados
por el Congreso de los Estados Unidos.
Sin embargo, este Superfund, en la práctica, ha resultado poco útil,
debido básicamente a:
a) Aumento vertiginoso de la litigiosidad. Gran parte del
presupuesto de la EPA y del Superfund mismo, se destina a entablar
litigios en contra de las partes potencialmente responsables, las
cuales suelen conformarse por un gran número de contendientes.
En la actualidad las personas con litigios frente a la EPA, sobrepasan
las 14,000 y se han dado litigios entre la EPA y más de 400 partes
potencialmente responsables o compañías de seguros.
b) Mayor dificultad de aseguramiento del riesgo ambiental. Se han
encarecido las pólizas de seguros que proporcionan cobertura para
este tipo de riesgos, además de que en las pólizas cada vez son
excluidos más riesgos de este tipo.
c) Encarecimiento del crédito hipotecario a instalaciones con riesgo
ambiental. Las instituciones financieras quieren evitar que por el
hecho de adjudicarse terrenos contaminados que son objeto de
hipotecas, se puedan convertir en responsables solidarios.
d) Incumplimiento del fin perseguido. En la última instancia, este
instrumento no ha podido cumplir con su fin fundamental que es
agilizar las tareas de reparación del daño ambiental.
La responsabilidad administrativa
La estrategia fundamental del derecho ambiental recae todavía en
el derecho administrativo, el cual tiene una misión preventiva y
basa su efectividad en el establecimiento de un sistema de
sanciones para los casos de incumplimiento o infracción de lo
dispuesto por la legislación de la materia, que es lo que se entiende
como ilícito administrativo.
La Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente
(LGEEPA), en su título sexto, hace referencia a las medidas de
control, seguridad y sanciones que en su momento las autoridades
competentes están facultadas para llevar a cabo con el fin de
preservar el equilibrio ecológico. Los mecanismos administrativos
considerados en la presente ley son:
a) inspección y vigilancia del cumplimiento de las disposiciones
contenidas en la LGEEPA y las que de ella se desprendan.
b) la imposición de medidas de seguridad, que pueden ser la
clausura temporal, parcial o total de las fuentes contaminantes, el
aseguramiento precautorio de bienes o la neutralización de
substancias peligrosas.
c) la aplicación de sanciones administrativas tales como la
imposición de multas que van de 20 a 20,000 días de salario
mínimo general vigente en el Distrito Federal; la clausura temporal
o definitiva, total o parcial; el arresto administrativo hasta por 36
horas; el decomiso de los instrumentos, ejemplares, productos o
subproductos directamente relacionados con las infracciones
incurridas; la suspensión o revocación de las concesiones, licencias,
permisos o autorizaciones correspondientes.
Haciendo una breve referencia a las sanciones a las que el inciso c)
hace mención, estas se encuentran consignadas en el artículo 171
de la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al
Ambiente. La aplicación de este artículo ha sido recientemente
motivo de un juicio de amparo, promovido ante el Cuarto Tribunal
Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito, el cual ha
declarado al resolver favorablemente un litigio de Petróleos
Mexicanos en contra de la Procuraduría Federal de Protección al
Ambiente (PROFEPA), que el mencionado artículo viola la garantía
de legalidad prevista en la Constitución, ya que no aclara la sanción
específica para cada conducta, sino que se limita a incluir un
catálogo de cinco sanciones que la PROFEPA aplica a discreción, en
otras palabras, una misma violación legal por parte de distintas
empresas puede dar lugar a una multa, una clausura o un arresto
administrativo, según lo considere conveniente el funcionario de la
PROFEPA a cargo de cada asunto .
Los procedimientos administrativos anteriormente señalados
también pueden ser activados a través de la denuncia popular,
mediante la cual toda persona, grupos sociales, ONG, podrán
denunciar ante la PROFEPA o ante otra autoridad, todo hecho, acto
u omisión que produzca o pueda producir desequilibrio ecológico o
daños al ambiente. Este instrumento ha ido cobrando fuerza,
debido a la preocupación social por el deterioro ambiental y ello se
aprecia en el número de denuncias atendidas: entre 1992 y 1995 su
número se triplicó y para 2002 de cada 10 denuncias recibidas, eran
atendidas en promedio 7.5, casi tres veces más de las que se
atendieron durante 2000, año en que se recibieron 4,240, mientras
que en 2001 fueron 5,816 denuncias recibidas.
Se contempla al recurso de revisión como el medio por el cual los
afectados por las resoluciones definitivas dictadas en los
procedimientos administrativos, solicitan a la misma autoridad una
revisión del propio acto con motivo de revocarlo, anularlo o
modificarlo. Finalmente, los particulares pueden beneficiarse del
recurso del amparo si se encuentran dentro de los supuestos
marcados en la Ley de Amparo.
La responsabilidad penal
Se habla del derecho penal como la ultima ratio de la impartición
de la justicia debido a que esta se aplica cuando por su gravedad un
delito así lo amerita. En sí la acción penal constituye un acto con
repercusiones negativas no solamente para aquel que la sufre, sino
también para su círculo familiar y para la sociedad en general, por
lo cual, la finalidad de sancionar penalmente ciertos delitos no
solamente va encaminada a encarcelar a los infractores, sino que su
componente más importante es el elemento disuasorio, ya que
ante la amenaza de perder su libertad, muchos ciudadanos se
abstendrían de infligir la ley. Sin embargo, la materia penal
ambiental todavía presenta varios aspectos difusos, propios de una
disciplina en desarrollo, los cuales no son fáciles de asimilar o
aplicar en la práctica, por lo cual muchas veces se le tacha de
ineficaz, aunque sus defensores afirman que aún es muy prematuro
evaluar los resultados alcanzados por las normas penales
ambientales y que tal vez, resulte necesario reformular su enfoque,
configuración y principales destinatarios, adecuándolos al contexto
del nuevo perfil de la criminalidad actual. Finalmente, en relación
con la actuación de los jueces penales, éstos son formalmente
competentes, dado que el orden jurídico les otorga competencia
para resolver sobre delitos ambientales, pero ello no significa que
el juez esté capacitado para resolver conflictos ambientales, ni que
cuente con conocimientos tales que lo conviertan en un perito en
materia ambiental, lo cual le permita realizar una adecuada
interpretación y aplicación de las disposiciones penales.
Durante la década de 1990, Latinoamérica experimentó un avance
en materia de Derecho Penal Ambiental. En el caso particular de
México, tras la revisión de la Ley General del Equilibrio Ecológico y
la Protección al Ambiente en 1996, se reformularon y trasladaron
los tipos penales previstos en dicha Ley, hacia el Código Penal para
el Distrito Federal en materia de fuero común y para toda la
República en materia de fuero federal, en el título XXV, creado
específicamente para tal finalidad. En ese título fueron
incorporados los delitos previstos en la Ley Forestal y en la Ley
Federal de Caza, quedando tipificados varios tipos delictivos en
contra del ambiente. La última modificación realizada a este título
XXV fue la del 6 de febrero de 2002 y desde entonces lleva el título
de Delitos contra el ambiente y la gestión ambiental.
El título vigésimo quinto, Delitos contra el ambiente y la gestión
ambiental del Código Penal, contempla sanciones de entre uno a
nueve años de prisión y multas de 300 a 3,000 días de salario
mínimo para sancionar los delitos siguientes:
. Realización ilegal de actividades con sustancias peligrosas.
. Contaminación de la atmósfera.
. Generación ilegal de ruido, vibraciones y energía térmica o
lumínica.
. Contaminación del agua y el suelo.
. Introducción al territorio nacional o comercialización de
recursos forestales, flora o fauna silvestre viva, productos o
derivados o cadáveres que padezcan o hayan padecido
enfermedades contagiosas.
. Desmonte o destrucción de la vegetación natural y al corte,
arranque, derribo o tala de árboles, así como a la realización
de aprovechamientos forestales o cambios de uso del suelo.
. Incendios en bosques, selva o vegetación natural.
. Transporte, comercio, acopio o transformación de troncos
de árboles procedentes de aprovechamientos forestales no
autorizados.
. Captura, daño o privación de algún mamífero o quelonio
marino o la recolección o comercialización de productos o
subproductos.
. Captura, transformación, acopio, transporte, destrucción o
comercio de especies acuáticas declaradas en veda.
. Destrucción, desecación y relleno de humedales, manglares,
lagunas, esteros o pantanos o dañe arrecifes.
. Caza, pesca o captura de especies de fauna silvestre
utilizando medios prohibidos por la normatividad aplicable o
que amenace la extinción de las mismas.
. Realización de cualquier actividad con fines comerciales con
ciertas especies, así como productos o subproductos y demás
recursos genéticos;
. Daño de ciertas especies de flora y fauna silvestres.
. Realización en contravención a lo establecido en la
normatividad aplicable, de actividades relacionadas con algún
organismo genéticamente modificado que altere o pueda
alterar negativamente los componentes, la estructura o el
funcionamiento de los ecosistemas naturales.
. Faltar a la verdad provocando que se cause un daño a los
recursos naturales, a la flora, a la fauna, a los ecosistemas, a la
calidad del agua o al ambiente, cuando se presten servicios
como especialista en cualquier materia ambiental.
. Destruir, alterar u ocultar información, registros, reportes o
cualquier otro documento que se requiera mantener o
archivar de conformidad a la normatividad ambiental federal.
. No realizar las medidas técnicas, correctivas o de seguridad
que la autoridad administrativa o judicial le ordene.
Además de estas sanciones, en el artículo 421 de este
ordenamiento especifica que sin detrimento de lo
anteriormente establecido, el juez podrá imponer alguna o
algunas de las siguientes penas:
. La realización de las acciones necesarias para restablecer las
condiciones de los elementos naturales que constituyen los
ecosistemas afectados, al estado en que se encontraban antes
de realizarse el delito.
. La suspensión, modificación o demolición de las
construcciones, obras o actividades, según corresponda, que
hubieren dado lugar al delito ambiental respectivo.
. La reincorporación de los elementos naturales, ejemplares o
especies de flora y fauna silvestre a los hábitats de que fueron
sustraídos.
. El retorno de los materiales o residuos peligrosos o
ejemplares de flora y fauna amenazados o en peligro de
extinción, al país de origen, considerando lo dispuesto en los
tratados y convenciones internacionales de que México sea
parte.
Esta inclusión al Código Penal representa un avance en la
sistematización de la legislación ambiental, ya que se concentran y
reenfocan en este título todos los tipos penales considerados en las
leyes ambientales existentes en ese momento.
De acuerdo con las atribuciones conferidas a la Procuraduría
General de la República por la Constitución y la Ley Orgánica del
Poder Judicial de la Federación, corresponde a esta y al Ministerio
Público de la Federación, conocer de los delitos ambientales en las
entidades federativas a través de sus delegaciones y mediante
diversas unidades administrativas especializadas. Sin embargo,
varios códigos penales estatales establecen tipos penales que
pudiesen dar lugar a conflictos de competencia dentro de la
materia.
Para reforzar la lucha en contra de los ilícitos ambientales, la PGR
creó en 1997 la Fiscalía Especial para Delitos Ambientales como
unidad especializada competente para conocer sobre las conductas
previstas en el título XXV del Código Penal para el Distrito Federal
en materia de fuero común y para toda la República en materia de
fuero federal.
Dentro del ámbito de aplicación federal, el artículo 182 de la
LGEEPA establece que "en aquellos casos en que, como resultado
del ejercicio de sus atribuciones, la Secretaría (SEMARNAT) tenga
conocimiento de actos u omisiones que pudieran constituir delitos
conforme a la legislación aplicable, formulará ante el Ministerio
Público Federal la denuncia correspondiente". Además, en este
mismo artículo se establece que la Secretaría está obligada a
proporcionar dentro de las materias de su competencia, los
dictámenes técnicos o periciales que le soliciten el Ministerio
Público o las autoridades judiciales, con motivo de las denuncias
presentadas por la comisión de delitos ambientales.
Un ejemplo de los problemas derivados de la aplicación de la
justicia penal ambiental lo representa el de la mortandad de
tortugas que se presentó el 27 de diciembre de 1997, dentro del
área de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, cuando un grupo de
pescadores reportó a la dirección de la reserva el avistamiento de
tortugas muertas dentro y fuera de la Laguna Ojo de Liebre, B.C.S.
La Dirección, por su parte, dio aviso a la PROFEPA el 8 de enero de
1998, la mortandad de 94 tortugas (Chelonia mydas agassizi)
dentro y fuera de la Laguna Ojo Liebre. En el ejercicio de sus
atribuciones, la PROFEPA integró un Comité Científico para
investigar el fenómeno, esclarecer sus causas y en su caso, indicar
las medidas de prevención, protección y restauración
correspondientes.
Para el 2 de julio de 1998, el Comité Científico informó a la
PROFEPA sobre los resultados de la investigación, concluyendo lo
siguiente: "Un derrame o aporte puntual con elevada
concentración salina y otros minerales, que provocó un choque
osmótico o variación en la osmolaridad del agua de mar fue la
causa de la mortandad de 94 tortugas marinas registrada a finales
de diciembre de 1997 en la Laguna Ojo de Liebre, B.C.S."
Con este reporte técnico la PROFEPA procedió a entregar el 23 de
julio de 1998 a la Empresa Exportadora de Sal, S. A. (ESSA), la cual
era la probable responsable de un Acuerdo de Emplazamiento, al
cual, ESSA dio respuesta el 12 de agosto de 1998, tras lo cual ESSA y
la PROFEPA celebraron un convenio el día 3 de septiembre. Así
mismo, el 18 de septiembre ESSA informó a la PROFEPA de la
integración de su Grupo Técnico Científico. Finalmente, el 7 de abril
de 2000, la PROFEPA emite una resolución definitiva basada en el
siguiente dictamen técnico:
. Que a pesar de la intensa investigación científica no ha sido
posible determinar la causa de mortandad de las 94 tortugas
con un grado de certeza científicamente razonable.
. Que no hay evidencia suficiente para demostrar o para
descartar la hipótesis de que las tortugas murieron por un
derrame puntual de salmuera.
. Que tampoco hay evidencia suficiente para demostrar o para
descartar la hipótesis de pesca ilegal.
. Que dada las circunstancias en que se presentó la
contingencia, aún cuando la investigación científica continúe,
es improbable determinar la causa de muerte de las 94
tortugas con un grado de certeza científicamente razonable.
Con base en esta información, la PROFEPA notificó a ESSA la
resolución definitiva: "Que en relación con la mortandad de las 94
tortugas marinas reportadas en diciembre de 1997, dentro y fuera
de la Laguna Ojo de Liebre, B.C.S. y, en virtud de que los resultados
de las intensas investigaciones desarrolladas por los comité
científicos concluyeron que no es posible determinar la causa de la
mortandad de dichas tortugas con certeza científica razonable, no
se determinan responsabilidades de carácter ambiental a la
empresa ESSA."
En forma paralela (16 de marzo de 1999), tres organizaciones no
gubernamentales, interpusieron una demanda penal, en contra de
quien resultase culpable (ESSA y sus funcionarios) por violaciones al
artículo 416, fracción I, del Código Penal federal. Dicha demanda
fue en primera instancia recibida por la Subprocuraduría de
Procedimientos Penales A, la cual acusó de recibido el escrito de
denuncia y dio inicio a la Averiguación Previa y radicando la
Averiguación en la Mesa III de la Fiscalía A, registrando la
Averiguación en el Libro de Gobierno y dándole su respectivo
número. El 11 de marzo de 1999 se elabora una ponencia de
incompetencia y se remite la averiguación previa a la B.
Finalmente, en octubre de 2002, el tribunal decide el no ejercicio
de la acción penal fundamentando su decisión en los siguientes
considerandos:
. No se acreditó que en la fecha de mortandad de las tortugas
hubiera habido un derrame de salmuera.
. No se acreditó el nexo causal entre la conducta y el
resultado.
. No se acreditó el dolo.
. Obstáculo material insuperable para efectuar análisis a las
tortugas. Ello debido a que el personal de la PROFEPA que
tenía bajo su resguardo los cadáveres de las tortugas, decidió
incinerar los mismos, dejando a la fiscalía sin medio para
hacer cualquier análisis subsecuente que permitiese
esclarecer los hechos.
No existe ningún rastro que permita determinar si hubo o no
derrame a la fecha de la mortandad de las tortugas.
Con este ejemplo, se ponen de manifiesto varias fallas en el sistema
de impartición de la justicia penal, como lo es la falta de
capacitación en materia ambiental de los jueces encargados de
procurar justicia, denotado por la tesis de incompetencia emitida
en una primera instancia, así como la falta de comunicación entre
el personal de PROFEPA y de la PGR, ya que al destruir el material
bajo su resguardo, le quitaron al Ministerio Público Federal los
elementos para valorar los hechos que sucedieron, además de que
indudablemente incurrieron en responsabilidad al destruir el citado
material.
El juicio de amparo en materia ambiental
El principal problema generado tras el reconocimiento
constitucional de la necesidad de proteger los derechos
fundamentales, consiste en la capacidad de las instituciones del
Estado para instrumentar su defensa. En el caso de México, a pesar
de la modificación realizada al artículo 4 Constitucional, no se ha
determinado la procedencia del juicio de amparo para impugnar las
leyes o actos de autoridad que en su aplicación lesionen la garantía
constitucional a un ambiente adecuado, siendo este para todo fin
práctico, completamente inoperante para la defensa de este
derecho de carácter supraindividual.
Para comprender mejor estas limitaciones constitucionales es
necesario estudiar los artículos de la Carta Magna que establecen
los lineamientos a los cuales se tendrán que sujetar los juicios de
amparo, siendo estos (artículos 103 y 107).
El artículo 103 establece cuales son las causas por las cuales
procede el juicio de amparo, siendo una de estas por leyes o actos
de autoridad que violen las garantías individuales. De esta forma la
defensa del derecho plasmado en el artículo 4 constitucional
mediante la figura del amparo queda completamente justificada.
No obstante lo anterior, el artículo 107 contiene restricciones que
vuelven improcedente a esta figura jurídica para la protección del
derecho a un ambiente adecuado. La Frac. I establece que el
amparo se seguirá siempre a instancia de la parte agraviada; esto
es que únicamente aquellos que hayan sido afectados en su
persona o posesiones por una ley o acto de autoridad. La fracción II
establece que la sentencia será siempre tal que sólo se ocupe de
individuos particulares, limitándose a ampararlos y protegerlos en
el caso especial sobre el que verse la queja, sin hacer declaración
especial respecto de la ley o acto que la motivare.
Así, las restricciones van en dos sentidos: en primer lugar, se niega
la opción de que sujetos distintos a los establecidos en la fracción I
del artículo 107 puedan acceder al juicio de amparo como medio de
defensa en contra de leyes o actos de autoridad y por otro lado se
establece que solamente aquellos que se acojan a esta figura serán
beneficiados con el amparo, en forma tal que todas las demás
partes afectadas en su garantía individual, de forma directa o
indirecta, que no hayan promovido individualmente este recurso,
ya sea por simple omisión o por falta de interés jurídico, se verán
privadas de la compensación o restitución producto de un fallo
favorable.
Una vez analizado este marco constitucional, revisemos los criterios
según los cuales distintos tribunales han emitido fallos en esta
materia.
En el recurso de amparo interpuesto por la Unión de Grupos
Ambientalistas, I. A. P.; Consejo para la Defensa de la Costa del
Pacífico, A.C.; Greenpeace México, A.C.; Centro Mexicano de
Derecho Ambiental, en contra de los actos de la Secretaría de
Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca y el Presidente del
Instituto Nacional de Ecología, consistentes en: "El acuerdo por el
cual se simplifica el trámite de la presentación de la manifestación
de impacto ambiental a las industrias que se mencionan,
sujetándolas a la presentación de un informe preventivo, publicado
en el Diario Oficial de la Federación, el 23 de octubre de 1995".
Con este respecto, el Juez de Distrito sobreseyó el juicio de amparo
al considerar la inexistencia de interés jurídico de los quejosos,
dado que tanto las personas físicas y morales que impugnan el
citado acuerdo, no se dedican a una actividad industrial y que este
constituye un medida de simplificación administrativa y no una
medida de carácter ambiental, con la que se busca simplificar el
trámite de presentación de la manifestación de impacto ambiental.
En esta resolución queda manifiesta la supremacía del criterio de
interés jurídico por encima del derecho de disfrutar de un ambiente
adecuado que nominalmente tiene cualquier ciudadano y que lo
legítima para ampararse en contra de cualquier ley o acto de
autoridad que vulnere este derecho.
El segundo caso se trata igualmente de la promoción de un juicio de
amparo por parte de Homero Aridjis y Grupo de los Cien
Internacional, A.C., en contra del Director General de Asuntos
Jurídicos de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y
Pesca, en reclamo de la declaración de inconstitucionalidad de la
resolución contenida en el oficio No. 95824, de fecha 8 de
noviembre de 1995, mediante la cual la autoridad resolvió desechar
y no admitir el trámite de recurso de revisión interpuesto en contra
del acuerdo por medio del cual se simplificó el trámite de la
presentación de la manifestación de impacto ambiental a las
industrias que se mencionan, sujetándolas a la presentación de un
informe preventivo, así como la indebida publicación de ese
acuerdo en el Diario Oficial de la Federación, el día 23 de octubre
de ese año.
La parte quejosa fundamentó su reclamo en que el día 24 de
octubre de 1995 sin previa publicación en el Diario Oficial de la
Federación, con al menos 60 días de antelación, entró en vigor el
acuerdo emitido por SEMARNAP por el cual se simplifica el trámite
de presentación de la manifestación de impacto ambiental a las
industrias que se mencionan, sujetándolas a la presentación de un
informe preventivo, motivando con ello la interposición del recurso
de revisión previsto en el artículo 83 de la Ley Federal de
Procedimientos Administrativos en contra de ese acuerdo, así como
en contra de su publicación en el Diario Oficial de la Federación,
argumentando que se veían lesionadas las garantías previstas en
los Artículos 14 y 16 de la Constitución Federal.
En primera instancia el Juez Quinto de Distrito en Materia
Administrativa en el Distrito Federal, negó el amparo. Inconformes
con la sentencia, los demandantes interpusieron un recurso de
revisión, del cual le tocó conocer al Quinto Tribunal en Materia
Administrativa en el Distrito Federal. Con base en el análisis del
marco jurídico de la evaluación del impacto ambiental y del
acuerdo de simplificación administrativa el cual pretendía reducir el
trámite a que hacen alusión los artículos del Reglamento de la
LGEEPA en materia de impacto ambiental, a la presentación de un
informe preventivo, el Quinto Tribunal resolvió que dicha reducción
podía repercutir en la protección del ambiente, ya que se reduce la
lista de empresas sometidas a la evaluación del impacto ambiental,
el cual es considerado como uno de los instrumentos de política
ambiental más importantes en la regulación ambiental; por lo que
este acuerdo no incluye solamente medidas de simplificación
administrativa, sino que además puede repercutir en aspectos de
carácter ambiental, de forma tal que se cumple el segundo
requisito que para la publicación de su proyecto exige el artículo 4
de la Ley Federal de Procedimiento Administrativo, dado que puede
afectar el interés público.
Así mismo, el tribunal determinó que la parte quejosa sí tiene
legitimación para la interposición del recurso que fue desechado
por la autoridad administrativa, por que el objeto de la asociación
civil, si puede estimarse dentro de los interesados a formular
observaciones a que alude el segundo párrafo del artículo 4 de la
Ley Federal de Procedimiento Administrativo, dado que si bien, el
acuerdo impugnado tiene como objetivo la simplificación del
trámite de presentación de la manifestación de impacto ambiental,
puede incidir en la protección del ambiente, que es uno de los
objetivos de la persona moral quejosa, por lo que, si tiene interés
en promover el recurso administrativo que contempla el artículo 83
de la Ley Federal de Procedimiento Administrativo. También
determinó que el quejoso por su propio derecho, también tiene
interés, ya que cualquier persona está facultada para consultar las
manifestaciones de impacto ambiental.
Es de esta forma, que podemos ver cómo, a pesar de los problemas
fácticos existentes para la legitimación de esta derecho, cada vez
son más los sujetos que activan la figura del juicio de amparo para
defender su derecho a un ambiente adecuado.
Conclusiones
Tal como hemos podido observar a lo largo de los puntos expuestos
en el presente ensayo, el concepto de responsabilidad por daños al
ambiente sigue siendo objeto de múltiples definiciones, las cuales
intentan separar al daño ambiental del concepto e implicaciones
jurídicas que implica la atribución de responsabilidad por los daños
inflingidos a las personas y sus bienes. La separación de ambos
conceptos claramente representa una de las prioridades del
derecho ambiental, ya que la reparación del daño inflingido a una
persona o sus propiedades no necesariamente se ve reflejado en la
escala ambiental, el caso más claro de ello es que en nuestro
sistema jurídico, es posible que la parte afectada con interés
jurídico para exigir algún resarcimiento, en vez de exigir la
reparación del daño, puede optar por una compensación
económica, lo cual desde el punto civilista, es algo perfectamente
lógico y correcto, sin embargo, desde la perspectiva ambiental, ello
constituye un aberración, ya que la única compensación que existe
para el ambiente sería la reparación del daño o de no ser posible
ello por la gravedad de la perturbación inflingida, su substitución
mediante la sufragación de los gastos conducentes a evitar que este
daño pudiese presentarse de nueva vez.
Sin embargo, este no es el único problema al que debe enfrentarse
el impartidor de justicia ambiental, sino que existe multiplicidad de
factores derivados de las características específicas del daño
ambiental, que es necesario ponderar al momento de intentar
establecer algún tipo de responsabilidad (penal, civil,
administrativa) sobre algún sujeto. Como ya hemos visto, factores
como la naturaleza difusa o especialidad indeterminada de un daño
ambiental, vuelven a la determinación del nexo causal, la cual es
condición sine equa non para establecer una responsabilidad, una
tarea extremadamente difícil para la autoridad. Otro de los
problemas de fondo que existen para el establecimiento de un
sistema coherente de responsabilidad por daños al ambiente, es el
período que se tiene para exigir esta responsabilidad, que en el
caso de México, es de cinco años a partir de la producción del
ilícito. Una vez transcurrido este lapso la acción jurídica y por lo
tanto, la reparación del daño por parte del infractor queda sin
efecto. Ello es una gran debilidad en nuestro sistema jurídico, ya
que muchas veces el daño ambiental puede comenzar a sentirse
mucho tiempo después (lustros, décadas) de que se realizó el ilícito.
En algunos países como España se ha intentado corregir esta
anomalía mediante la figura que establece que aún que la
responsabilidad del infractor de pagar alguna sanción pueda verse
extinta por el transcurso del tiempo, la responsabilidad de restaurar
el ambiente no prescribe, con lo cual se le brinda a la autoridad la
oportunidad de ejercer sus funciones con una mayor amplitud.
En cuanto a la responsabilidad civil, el sistema tradicional de
responsabilidad por culpa está simplemente desbordado por la
infinidad de factores desprendidos del concepto de daño
ambiental, razón por la cual, cada vez más juristas se inclinan hacia
un régimen de responsabilidad objetiva, el cual se deriva de la
existencia de algún hecho ya sea lícito o ilícito, el cual tenga como
resultado algún daño o perjuicio en contra del ambiente. Sin
embargo, la aplicación de este sistema de responsabilidad también
encara sus dificultades, tal como en el caso norteamericano con la
aplicación de la CERCLA y en especial el Superfund, el cual no ha
sido tan efectivo como en una primera instancia se pensaba.
Como ya se mencionó, una parte sustantiva del derecho ambiental
descansa precisamente sobre la parte administrativa, ya que es en
primera instancia, la Administración Pública la encargada de la
gestión y regulación del ambiente, mediante la expedición de
permisos, autorizaciones y mediante la aplicación de medidas de
inspección y control de las actividades de los particulares que
pudiesen generar algún daño ambiental. Así mismo, la
administración pública es la encargada de emitir sanciones de corte
administrativo por el incumplimiento de la norma ambiental. En
este punto, es necesario recalcar que en tanto no se reforme el
artículo 171 de la Ley General del Equilibrio Ecológico y la
Protección al Ambiente para que no se viole el principio de
legalidad consignado en el artículo 16 constitucional, cualquier
particular que sea sancionado, podrá eludir la acción administrativa
mediante la interposición de un recurso de amparo, con lo cual se
estaría viendo truncado en fin último de la acción administrativa en
materia ambiental, el cual lo constituye la reparación del daño.
Como ya fue mencionado, la responsabilidad penal constituye la
ultima ratio en la aplicación de la justicia ambiental, el cual
contiene un doble componente, en primer lugar constituye la
máxima sanción que se puede imponer a aquellos sujetos cuyas
acciones ameritan la pérdida de la libertad; mientras que en
segundo lugar, contiene un fuerte elemento disuasorio y por lo
tanto preventivo. Sin embargo, este campo presenta aún varias
deficiencias las cuales deben ser subsanadas con el fin de
proporcionar una respuesta eficaz y justa a los conflictos que en
esta materia se presentan. Es por ello que cada vez se vuelve más
imperativa la creación de tribunales especiales con jueces
especialistas en la materia además de que es necesario que los
ministerios públicos Federales, continúen con la labor de
especialización que han emprendido con la finalidad de obtener
una comprensión mayor acerca de los distintos aspectos que
abarca el ilícito ambiental. Finalmente, con el objetivo de evitar que
en lo sucesivo se presenten obstrucciones a la acción de la justicia
como la destrucción de pruebas referida anteriormente, es vital
que tanto el Ministerio Público federal como la Procuraduría
Federal de Protección al Ambiente y las demás entidades de la
administración pública, coordinen sus acciones para que en vez de
obstaculizar se, coadyuven dentro de sus escalas de competencia
para hacer más expedita tanto la administración como la
impartición de justicia.
Finalmente, en referencia al juicio de amparo, es necesario en
primer lugar hacer un análisis constitucional de fondo en orden de
establecer cuáles serían las mejores formas para defender el
derecho a un ambiente adecuado, el cual es una garantía individual
y por lo tanto debería ser proclive de protegerse mediante el juicio
de amparo, lo cual a la luz de nuestro sistema jurado de extracción
eminente patrimonialista resulta materialmente imposible,
haciéndonos caer en la hueca discusión del interés jurídico versus el
interés legítimo que tiene cada ciudadano y que comparte
difusamente con el resto de la sociedad.
Estas han sido solamente algunas breves consideraciones en
referencia al sistema de responsabilidad por daños al ambiente que
actualmente se aplica, las cuales lejos de buscar abarcar todos los
aspectos relacionados al tema, buscan brindar al público en general
una visión de conjunto acerca de cuales son algunas de las
fortalezas y debilidades de las regulaciones administrativas, civiles y
penales que regulan el daño ambiental y su reparación.
Aquilino Vázquez García. Director Ejecutivo de Asuntos Jurídicos y
Enlace Institucional. INE. Correo-e: aqvazque@ine.gob.mx

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