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Lázaro Cárdenas, la última puerta en la revolución mexicana

Emmanuel Bonforti

Pensar en el gobierno de Cárdenas es una puerta posible, a ese carrusel que implicó la
Revolución Mexicana, tal cual lo menciona Fernando Mires. Es quizás la última, pero necesaria
puerta para pensar el fin de la dominación oligárquica en México. Su condición de obrero
gráfico nos permite fantasear a Lázaro como el tipógrafo de la revolución.

La figura de Lázaro podría resumirse en una suerte de correa de transmisión que vincula a dos
grandes ruedas de la historia, por un lado, un fenómeno específico como es el legado de la
Revolución Mexicana y por el otro, la crítica al liberalismo político y económico cuyo fantasma
recorre a América Latina durante la década del 30 y que adquiere sus formas de liberación en
la emergencia de los movimientos nacionales latinoamericanos.

El México de Cárdenas es un caso particular en comparación con el resto del continente, la


herencia de la revolución le permite a Lázaro tener un colchón de discusiones políticas y
económicas saldadas al menos desde el plano simbólico. El proceso revolucionario había
desmantelado en parte a los elementos de dominación oligárquica y con esto las redes
familiares que habían construido vínculos corporativos a nivel político. La dinamización de la
economía que se produce junto con una parcial reorientación nacionalista permitió el
desenvolvimiento de nuevas relaciones de clase, la emergencia de una clase media urbana y
una clase obrera minera y obrera.

Es conocida la situación de debilidad mexicana desde una óptica imperialista a en virtud de su


cercanía con el coloso del Norte, las intervenciones en la región eran moneda corriente
amparadas en la Doctrina Monroe y alimentaban la indignación de los mexicanos. El proceso
revolucionario también contuvo parte de esta épica, la invasión yanqui a Veracruz demuestra
la expresión imperial por los hechos de agitación que sucedían en el vecino país. El modelo de
dominación oligárquica se sostenía por los acuerdos entre las elites y el imperio. La expulsión
de los yanquis de Veracruz permitía vincular dos elementos centrales del período: la cuestión
nacional y la cuestión social. La idea de nación que edifica la épica revolucionaria es también
un punto de partida para el gobierno de Cárdenas.

La cuestión social mencionada anteriormente se vincula con la cuestión agraria ya que el


latifundio era un elemento de la dominación. El indígena/campesino es el sujeto más
importante en el primer período de la revolución, la clase obrera va constituyéndose en el
transcurso de la revolución y va adquiriendo su propia conciencia, es el campesino quien mejor
interpela la cuestión del para sí de la clase, y Cárdenas tomará atención de este
acontecimiento.

La revolución mexicana es el primer movimiento emancipador concreto del continente luego


de los procesos independentistas, y pone en discusión teórica la definición misma de la palabra
revolución, su contenido, su alcance, su fortaleza y debilidad. Lejos de ser un hecho social
encabezado por una clase autónoma del resto, en México, como luego en otros países, los
levantamientos involucran a un nutrido y heterogéneo grupo de sectores sociales. La
singularidad de los procesos continentales explica también la emergencia de ideologías y
prácticas que surgen de una realidad dependiente y compleja de conceptualizar bajo el prisma
europeo. El potencial emancipador se manifiesta en los aspectos cualitativos que por ser
menos nombrados no deben dejar de llamar la atención, e interpelarán el gobierno de
Cárdenas mediante manifestaciones de una rica cultura, artística, musical, el aporte religioso
en el proceso revolucionario, el papel de la mujer en el frente de lucha.

La otra rueda de la historia que lo ubica a Cárdenas como un personaje singular es el contexto
de la década del 30. Las crisis resultan ser momentos transitorios, esporádicos que tienden a
atenuarse, la sociología se ha encargado de conceptualizar estos momentos. Lo rico de este
período son esos grises que van a dar cuenta de nuevas situaciones. La revolución mexicana
llevaba veinte años cuando Cárdenas asume la presidencia, y aún lo viejo no terminaba de
morir y lo nuevo estaba por nacer, en término de Gramsci. La tarea de Cárdenas no es
subvertir el orden sino ordenar el cambio, como menciona Patricia Funes.

Cárdenas aprovechará un discurso antiliberal producto de la coyuntura de la década del 30


para institucionalizar la revolución y cerrar el capítulo de la crisis. El discurso antiimperialista
fortaleció esta situación pero por primera vez esa prédica ingresa a una óptica de denuncia
concreta que permite la elaboración de un diagnóstico de la real dominación que acarrea la
formulación de una política pública soberana puntual. El antiimperialismo para algunos
autores durante las primeras décadas del siglo XX pasaba por denunciar la política de
intervención militar de Estados Unidos en el continente. La década del 30 es una vuelta de
tuerca a esta acusación donde se incorpora la dimensión material, es decir, donde el
imperialismo como etapa superior del capitalismo hace mella en la denuncia; por primera vez
impugna políticamente la transferencia del capital que generaban las prácticas extractivas
imperiales; por primera vez, se empieza a pensar en la dimensión nacional de los recursos
naturales.

La dinámica de la revolución había generado nuevas relaciones de clase como mencionamos


anteriormente. El sujeto que mayor fortaleza había demostrado durante las dos décadas de
revolución había sido el campesino, era el México indio el que se identificaba con el cambio.
Cárdenas deberá ordenar el cambio con la interpelación del México mestizo, es una muestra
más de un círculo que se va cerrando con Lázaro.

A partir de esta herencia, de las cenizas que mantenía la revolución y con la coyuntura de un
nuevo ciclo que se inicia en 1930, Cárdenas se encargó de reavivar el fuego revolucionario
desde el plano de la gestión política administrativa. Así, una nueva fase de la revolución
comenzaba. Esto significó la apertura de lo que se conoció como Plan Sexenal, en el cual una
impronta nacional y planificadora quedaba plasmada. Vale mencionar en primer lugar el
proceso de nacionalizaciones en materia de recursos naturales -ruptura definitiva con la
dominación oligárquica de la mano del Ministro de Economía General Francisco Múgica
hombre influenciado por Mosconi y que luego conocería Perón. Se avanza contra las empresas
extranjeras que controlaban la electricidad y los ferrocarriles, pero sin duda, la nacionalización
del petróleo generó una verdadera tormenta desde el plano del derecho internacional
capeada por Cárdenas. Esta decisión da cuenta de un enfrentamiento concreto con el
imperialismo que si no hubiera sido por el umbral de demandas satisfechas parcialmente por
la revolución no se hubiera efectivizado. Para esta época un revolucionario sostenía, "¡Así son
los civilizadores! En lugar de las riquezas históricas, dejan agujeros en la tierra mexicana y
enfermedades en sus trabajadores." El éxito de esta política radica en el alcance de la
negociación, Cárdenas cubre las "deudas" abonando la inversión original de 24 millones en
lugar de los 450 millones de dólares que exigían las compañías.

Extendiendo las reivindicaciones campesinas generadas al calor de la revolución, Cárdenas


dicta el Código Agrario, el capital político acumulado por Lázaro le permitió en cuatro años
expropiar más tierras que las que se habían confiscado durante la revolución, la distribución
inmediata de tierras fue acompañada por la financiación de maquinarias y sistemas de riegos a
las áridas tierras campesinas.

El éxito de este periodo también se explica en el enfrentamiento que impulsó Cárdenas con
sectores que burocratizaban la revolución, a través las nacionalizaciones de los recursos
naturales, la distribución de tierras, la extensión de la participación sindical. El enfrentamiento
trae aparejada la recuperación de los sectores populares al sendero revolucionario, la
incorporación de derechos desde "arriba" es la llave que permite pensar este período como el
de institucionalización de la revolución. Pero cavilar únicamente como flujo de poder la acción
estatalista como sostén de los sectores populares sería un error, Cárdenas se nutre de
organizaciones de base campesina que también influyen en las decisiones del gobierno desde
el plano de la discusión. El éxito de Cárdenas consiste, en definitiva, en iluminar la revolución a
través de los dos planos más importante que habían significado el soporte de la revolución, la
cuestión de la tierra y la lucha antiimperialista.

Encontramos en México el primer ejemplo de una nación latinoamericana justa, libre y


soberana, ejercido por un nacionalismo popular desde el Estado que se sostiene de forma
plebiscitaria e imprime una dinámica modernizadora a la economía acompañada por la
ampliación de la ciudadanía social.

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