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Emmanuel Bonforti
Pensar en el gobierno de Cárdenas es una puerta posible, a ese carrusel que implicó la
Revolución Mexicana, tal cual lo menciona Fernando Mires. Es quizás la última, pero necesaria
puerta para pensar el fin de la dominación oligárquica en México. Su condición de obrero
gráfico nos permite fantasear a Lázaro como el tipógrafo de la revolución.
La figura de Lázaro podría resumirse en una suerte de correa de transmisión que vincula a dos
grandes ruedas de la historia, por un lado, un fenómeno específico como es el legado de la
Revolución Mexicana y por el otro, la crítica al liberalismo político y económico cuyo fantasma
recorre a América Latina durante la década del 30 y que adquiere sus formas de liberación en
la emergencia de los movimientos nacionales latinoamericanos.
La otra rueda de la historia que lo ubica a Cárdenas como un personaje singular es el contexto
de la década del 30. Las crisis resultan ser momentos transitorios, esporádicos que tienden a
atenuarse, la sociología se ha encargado de conceptualizar estos momentos. Lo rico de este
período son esos grises que van a dar cuenta de nuevas situaciones. La revolución mexicana
llevaba veinte años cuando Cárdenas asume la presidencia, y aún lo viejo no terminaba de
morir y lo nuevo estaba por nacer, en término de Gramsci. La tarea de Cárdenas no es
subvertir el orden sino ordenar el cambio, como menciona Patricia Funes.
A partir de esta herencia, de las cenizas que mantenía la revolución y con la coyuntura de un
nuevo ciclo que se inicia en 1930, Cárdenas se encargó de reavivar el fuego revolucionario
desde el plano de la gestión política administrativa. Así, una nueva fase de la revolución
comenzaba. Esto significó la apertura de lo que se conoció como Plan Sexenal, en el cual una
impronta nacional y planificadora quedaba plasmada. Vale mencionar en primer lugar el
proceso de nacionalizaciones en materia de recursos naturales -ruptura definitiva con la
dominación oligárquica de la mano del Ministro de Economía General Francisco Múgica
hombre influenciado por Mosconi y que luego conocería Perón. Se avanza contra las empresas
extranjeras que controlaban la electricidad y los ferrocarriles, pero sin duda, la nacionalización
del petróleo generó una verdadera tormenta desde el plano del derecho internacional
capeada por Cárdenas. Esta decisión da cuenta de un enfrentamiento concreto con el
imperialismo que si no hubiera sido por el umbral de demandas satisfechas parcialmente por
la revolución no se hubiera efectivizado. Para esta época un revolucionario sostenía, "¡Así son
los civilizadores! En lugar de las riquezas históricas, dejan agujeros en la tierra mexicana y
enfermedades en sus trabajadores." El éxito de esta política radica en el alcance de la
negociación, Cárdenas cubre las "deudas" abonando la inversión original de 24 millones en
lugar de los 450 millones de dólares que exigían las compañías.
El éxito de este periodo también se explica en el enfrentamiento que impulsó Cárdenas con
sectores que burocratizaban la revolución, a través las nacionalizaciones de los recursos
naturales, la distribución de tierras, la extensión de la participación sindical. El enfrentamiento
trae aparejada la recuperación de los sectores populares al sendero revolucionario, la
incorporación de derechos desde "arriba" es la llave que permite pensar este período como el
de institucionalización de la revolución. Pero cavilar únicamente como flujo de poder la acción
estatalista como sostén de los sectores populares sería un error, Cárdenas se nutre de
organizaciones de base campesina que también influyen en las decisiones del gobierno desde
el plano de la discusión. El éxito de Cárdenas consiste, en definitiva, en iluminar la revolución a
través de los dos planos más importante que habían significado el soporte de la revolución, la
cuestión de la tierra y la lucha antiimperialista.