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PRINCIPIO DE SUBORDINACIÓN DEL INTERÉS

INDIVIDUAL AL COLECTIVO
Dentro de los principios de Fayol Henry (1983) está la “subordinación del interés
individual al colectivo”, este principio nos recuerda que en una empresa el interés
de un individuo, o de un grupo de individuos, no debe prevalecer contra el interés
de la empresa. Fayol puntualiza que las debilidades humanas (que siempre están
presentes en el ser humano) se pueden tornar disfuncionales a todas las
organizaciones, y es más peligrosa aún la ignorancia, la ambición, el egoísmo, la
pereza y las debilidades que tienden a hacer perder de vista el interés general en
provecho del interés particular. muchas de las empresas que actualmente
alcanzan el éxito, priorizan el interés general sobre el interés individual
estableciendo políticas firmes y generando una cultura de participación de todos
los miembros del personal en el establecimiento y la obtención de objetivos
grupales y organizacionales. Esto en derecho administrativo se traduce en la
superposición del interés de Estado sobre sus administrados o ciudadanos, esto
quiere decir que los fines del Estado deben ser superiores a los intereses
individuales. La necesidad de proteger los intereses generales y la idea misma de
servicio al interés general ha gozado de un amplio consenso y de un uso intensivo
por parte de los actores políticos y de los poderes públicos. Sin embargo, el
recurso excesivo a la cláusula del interés general puede haber causado cierto
desgaste del concepto, que puede haber perdido así una parte de su significado
originario y de su sentido primigenio. Así pues, planteo la pregunta ¿qué es interés
general en la administración pública?
El concepto de interés general opera como cláusula que justifica no sólo la
actividad de las Administraciones Públicas, sino la existencia misma del propio
Estado. En base al interés general se establecen tributos y tasas, se expropian
bienes, se regulan actividades ciudadanas de todo tipo, se imponen sanciones e
incluso penas de privación de libertad, todo esto en base a normativa de materia
administrativa como la Ley de Procedimiento Administrativo General. Existe una
creencia general en la idea de que las potestades que el ordenamiento jurídico
asigna a las Administraciones Públicas se justifican en el hecho de que la
Administración, como persona jurídica, sirve al interés general. Hay por tanto una
casi unanimidad en la idea de para qué sirve el interés general, pero mucho más
difícil es decidir qué es el interés general.
En apariencia, la protección del interés general se nos revela como una cláusula
hueca, vacía de contenido. ¿Quién decide si una obra, una fundación o un puerto
son de interés general?
Empezare por decir qué no es interés general
 El interés general no es la suma aritmética de los intereses
particulares de los ciudadanos
Imaginemos una comunidad de, digamos, cien miembros. Entre ellos hay hombres
y mujeres de 20 a 30 años. Todos son blancos, ninguno de otra raza, ninguna
mujer embarazada, ninguno tiene una discapacidad que le impida desplazarse
libremente, ninguno tiene una enfermedad rara. Si tenemos una suma limitada de
dinero que gastar, ¿en qué lo gastamos? Si preguntamos a cada uno de los
miembros de la comunidad en qué le interesa gastar ese dinero y sumamos la
voluntad de cada uno de ellos nos haremos una idea de los que es el interés
común de esa comunidad. No parece lógico invertir nuestro pequeño presupuesto
en programas contra la discriminación, en mujeres embarazadas, en
discapacitados o en combatir enfermedades raras, puesto que ninguno de los
miembros de la comunidad tiene en ese momento esa necesidad. Sin embargo
estamos ante una falacia, sí, no hay extranjeros, embarazadas, discapacitados ni
enfermos en ese momento, pero sin duda los acabará habiendo en un futuro
indeterminado. Es por tanto de interés general proscribir la discriminación,
fomentar la natalidad, eliminar las barreras arquitectónicas y proteger la salud
pública, porque algunos miembros de la comunidad tendrán hijos, otros verán
reducida su movilidad por un accidente o una enfermedad y todos acabarán
envejeciendo de manera irremediable.
Las actuales tecnologías de información y comunicación permiten de hecho
recabar la opinión o el voto de los ciudadanos para cualquier asunto, por menor
que sea, y en tiempo real. Sin embargo, pensar que esta fórmula permitiría
construir, por sí sola, una mejor democracia, se me hace idílico.
Segundo ejemplo: supongamos que vamos a organizar una fiesta para todos los
alumnos de la clase de derecho Administrativo (Supongamos que son 100) y que
la amenizaremos con la música que guste a todos. A fin de elegir esa música, el
profesor nos pregunta cuál es nuestra canción favorita a cada uno. No hace falta
preguntar mucho para calcular que si hay 100 personas en el aula, hay al menos
80 canciones diferentes. A un mínimo de 3 minutos la canción, necesitamos 4
horas para escucharlas todas, pero nuestra clase es de sólo 2 horas. Vemos de
nuevo la imposibilidad de contentar a todos, de construir el interés general sobre la
simple suma aritmética de los intereses particulares.
El interés general no es, por tanto, la acumulación desordenada de los intereses
de todos y cada uno de los miembros de la comunidad. Aunque contásemos con
un instrumento para la fiable medición de los intereses y voluntades de cada uno
de los ciudadanos, sería un instrumento inservible porque el interés general no se
construye mediante la acumulación sin más de los intereses particulares.
 El interés general no es el interés de la mayoría
Los mismos ejemplos que hemos utilizado en el punto anterior nos servirán para
comprobar si el interés general es el interés de la mayoría: ¿es de interés general
la protección de los mayores, o de los discapacitados, o de los excluidos? En
términos de utilidad, no. Me explico: todos los colectivos a los que he aludido son
minorías. Cuando se establecen políticas o se desarrollan acciones concretas de
apoyo a las minorías no se están satisfaciendo prima facie los intereses de la
mayoría, sino los de esas minorías.
Desde el punto de vista del utilitarismo, el objetivo de la acción pública es
lograr “la mayor felicidad para el mayor número”. Así lo afirmó el británico Jeremy
Bentham en su formulación de la doctrina utilitarista, según la cual toda institución,
norma o acto humano debe ser juzgado según su utilidad, esto es, según el placer
o el sufrimiento que produzca en las personas.
Resulta evidente que el utilitarismo no explica el desarrollo de muchas de las
políticas sociales del Estado de Bienestar, al menos de aquellas políticas dirigidas
a colectivos minoritarios. En efecto, desde un punto de vista del capitalismo, es
insostenible la idea de que un individuo saque beneficio de lo que pagan el resto
de individuos. Sin embargo, desde la óptica de los derechos, y en especial de los
derechos humanos, la perspectiva permite apreciar una realidad distinta, pues su
existencia beneficia, si bien de un modo abstracto, a toda la colectividad.
De este modo, afirmar que el interés general coincide con el interés de la mayoría
llevaría a ignorar las necesidades de las minorías, idea incompatible con el
principio de igualdad y con el fundamento mismo de la democracia.
 El interés general no implica necesariamente una utilidad material
A diferencia de las políticas capitalistas, que lo fían todo a la libertad individual, al
libre desarrollo del mercado y al juego espontáneo de las leyes de oferta y
demanda, siguiendo en la línea del antes mencionado utilitarismo, “la mayor
felicidad para el mayor número”. no entendía la utilidad material como un fin en sí
mismo, sino como un medio de procurar el bienestar social. A estas alturas puede
resultar obvio aseverar que la utilidad material no lo es todo (“el dinero no hace la
felicidad”), pues resulta evidente que el ser humano tiene necesidades que
exceden lo material. Desde que Maslow teorizó sobre la motivación humana y
elaboró la doctrina psicológica denominada “jerarquía de necesidades”, existe un
consenso absoluto en que las necesidades materiales de la persona ocupan un
lugar básico pero inferior en una pirámide escalonada. Satisfechas las
necesidades básicas, aparece el deseo de atender otras que no responden a una
utilidad material, sino afectiva, social o espiritual. El interés general no implica por
tanto de modo necesario una utilidad material. De hecho, la satisfacción del interés
general puede requerir la adopción de medidas que desde el punto de vista de la
Economía no cumplan con el requisito de rentabilidad de la inversión. A estos
efectos, el concepto de rentabilidad económica debe ser sustituido por el de
rentabilidad social. Por esta razón, ha de asumirse con naturalidad que algunos
servicios públicos no sean económicamente rentables, pero a la vez todos los
servicios públicos deben reunir requisitos de rentabilidad social.
Cabe concluir por tanto que el interés general es un concepto jurídico
indeterminado que requiere concreción en la aplicación de la norma jurídica al
supuesto de hecho y excluye por tanto la discrecionalidad en la actuación
administrativa. Pero no sólo es un concepto jurídico indeterminado más, sino que
opera también como principio de actuación de las Administraciones Públicas y
como principio general del Derecho o criterio para la interpretación de las normas
jurídicas. En este sentido, el concepto de interés general está íntimamente ligado
a la idea de justicia, pero también al de necesidad.
Por su parte, el interés general como concepto jurídico tiene un alcance más
concreto, pues se refiere al cumplimiento del mandato constitucional y a la
sujeción de los poderes públicos al ordenamiento jurídico en el ejercicio de sus
competencias. El interés general como ideología política se juridifica a través de la
Constitución y de sus normas de desarrollo.
En mi opinión, las perspectivas jurídica y política no son -no deben ser-
excluyentes. El interés general es un concepto en parte político pero
principalmente jurídico. Es político en la medida en que su satisfacción depende
de las decisiones de los poderes públicos, y que las ideologías orientan en uno u
otro sentido los recursos públicos y las agendas de los gobiernos. Es un concepto
político porque el parlamentarismo democrático define un margen de actuación
más o menos amplio en el que caben las distintas opciones políticas. Pero es
sobre todo un concepto jurídico precisamente por esto, porque el marco
constitucional sirve como espacio de actuación pero también como límite. La
prueba de lo que digo es que las opciones políticas contrarias a la Constitución
quedan fuera del sistema, en base a los mecanismos de depuración contemplados
por el propio sistema.
La administración pública, desde su concepción funcional se describe como una
manifestación del poder del Estado y que hace efectiva, oportuna y eficiente la
ejecución de la ley.

DIFERENCIA ENTRE EL DERECHO ADMINISTRATIVO SUSTANTIVO Y EL


DERECHO ADMINISTRATIVO ADJETIVO
Para explicar la diferencia entre ambos es necesario explicar primero los
conceptos de derecho sustantivo y adjetivo. Derecho Sustantivo es aquel que
establece derechos, obligaciones o penas, en el caso del derecho penal, a los
sujetos que están vinculados por el orden jurídico establecido por el estado. El
derecho adjetivo por su parte lo integran aquellas normas también dictadas por el
órgano competente del estado, y permiten el ejercicio de los derechos y el
cumplimiento de los deberes que se establecen con el derecho sustantivo. Sin
embargo, en el caso del derecho Administrativo, al ser este naturalmente
procedimental, el aspecto sustantivo del derecho Administrativo se basaría en las
leyes generales del ámbito que esté regulando ya que como sabemos el derecho
administrativo regula las relaciones entre el Estado y los administrados. Un
ejemplo sería la Ley General de Minería. En cambio el derecho administrativo
adjetivo vendrían a ser todas las normas que permitan la ejecución de las
consecuencias jurídicas establecidas por el derecho administrativo sustantivo, un
ejemplo sería la Ley de Procedimiento Administrativo o la Ley de la Jurisdicción de
lo Contencioso Administrativo o los Textos Únicos de Procedimiento
Administrativo. La diferencia, en conclusión, reside en la naturaleza normativa de
cada tipo, mientras el sustantivo establece las consecuencias jurídicas, el adjetivo
proporciona las herramientas o procedimientos para ejecutar dichas
consecuencias jurídicas. Para ilustrar mejor esta idea voy a plantear un caso
hipotético.
Supongamos que tenemos una pequeña empresa minera llamada COVID, nuestra
empresa desea conseguir una concesión sobre determinado territorio al aire libre,
por ello hace un petitorio de concesión al Estado, sobre esto, la Ley General de
Minería nos dice lo siguiente:
El ejercicio de las actividades mineras, excepto el cateo, la prospección y la
comercialización, se realiza exclusivamente bajo el sistema de
concesiones, al que se accede bajo procedimientos que son de orden
público. Las concesiones se otorgan tanto para la acción empresarial del
Estado, cuanto de los particulares, sin distinción ni privilegio alguno.
Según el TUO del Ministerio de Energía y Minas, se requerirá lo siguiente:
1. Solicitud de acuerdo a formato.
2. Copia de la autorización del uso de recursos naturales de propiedad del
estado para ejecución de obra cuando corresponda.
3. Memoria descriptiva y planos completos del proyecto a un nivel de
factibilidad por lo menos firmado por ingeniero responsable.
4. Calendario de ejecución de obras, con la indicación del inicio y la puesta en
operación comercial.
5. Presupuesto del proyecto.
6. Número de la Resolución Directoral de aprobación del estudio de impacto
ambiental.
7. Especificación de las servidumbres requeridas.
8. Delimitación de la zona de concesión en coordenadas UTM WGS84 y
contrato formal de suministro de energía en el caso de concesión de
distribución.
9. Garantía vigente hasta la puesta en operación comercial del contrato de
concesión por un monto equivalente al 1% del presupuesto del proyecto
con un tope de 500 UIT.
10. Sustento verificable del compromiso de inversionistas para el aporte de
capital con fines de la ejecución de las obras, tratándose de concesión de
generación.
11. Informe favorable emitido por una entidad clasificadora de riesgo calificada,
respecto de la solvencia financiera del solicitante, tratándose de concesión
de generación.

Tal vez te preguntes: “¿Por qué debo pedírselo al estado?”, simple, todos los
recursos naturales ubicados en el subsuelo en cualquier parte del territorio
nacional, pertenecen al Estado peruano Ley General de Minería, título preliminar
punto II). Por ello, el Estado es quien debe autorizar la exploración y extracción de
recursos minerales, a través de una concesión minera. Volviendo a nuestro
ejemplo, hemos hecho el cateo necesario, no olvidemos que las actividades de
cateo son gratis según el Artículo 2 del capítulo I del título primero de la Ley
General de Minería. Ahora, supongamos que nuestra empresa ha cumplido con
todos los requisitos, ¿Cuánto debemos esperar?, según el TUO el plazo sería de
60 días hábiles y el procedimiento iniciaría en la Oficina de Administración
Documentaria y Archivo Central.
No voy a extenderme mucho más en este ejemplo por mis limitados conocimiento
de derecho administrativo, sin embargo, mi rudimentario ejemplo pretende
establecer la diferencia entre los conceptos en cuestión de forma más
comprensible.
Bibliografía

López Calera, Nicolás: “El interés público: entre la ideología y el Derecho”, en


Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 44 (2010), pág. 133.
Los fundamentos de la doctrina utilitarista se exponen de modo principal en la obra
Introducción a los Principios de Moral y Legislación de Jeremy Bentham, escrita en
1789.
Ministerio de Energía y Minas. (1992). Texto Único Ordenado de la Ley General
de Minería. Lima. Recuperado de:
http://www2.congreso.gob.pe/sicr/cendocbib/con3_uibd.nsf/89E200B65DCF6DE90
52578C30077AC47/$FILE/DS_014-92-EM.pdf
Ministerio de Energía y Minas. (2019). TEXTO ÚNICO DE PROCEDIMIENTOS
ADMINISTRATIVOS (TUPA) DEL MINISTERIO DE ENERGÍA Y MINAS. Lima.
Recuperado de: http://www.minem.gob.pe/minem/archivos/RM_068-2019-MEM-
DM_Anexo_I.PDF

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