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El sacerdocio eterno

-Melquisedec a la luz de los Padres de la Iglesia-

“Jesús les dijo: de cierto, de cierto os digo: antes


que Abraham fuese, yo soy” (Jn 8:58)

Melquisedec es un personaje que aparece muy fugazmente en un pasaje del


Libro del Génesis y en el Salmo 110 (o 109) de la Biblia. Y aunque esas
apariciones permiten vislumbrar su importancia, su identidad permanece
oscura e inaccesible. Debido a eso, Melquisedec ha llamado la atención de
mucha gente, y se han tejido en torno suyo todo tipo de hipótesis,
elucubraciones y fantasías.

Antes del advenimiento de Cristo hubo ciertas comunidades judías que le


otorgaban a Melquisedec una significación mesiánica y escatológica. Tras la
llegada del Cristianismo surgieron herejías gnósticas que incorporaban a
Melquisedec en sus especulaciones. Y luego, ya desde el Renacimiento, durante
la modernidad, y más aún en la posmodernidad, numerosos movimientos,
grupos y autores heterodoxos y esotéricos se han apropiado de Melquisedec
para sus propios fines.

Así, por ejemplo, el personaje bíblico aparece en los grotescos delirios de


Madame Blavatsky y en los de Alice Bailey. Los mormones pretenden derivar
del mismo la legitimidad de su movimiento. La masonería se jacta de pertenecer
al "Orden de Melquisedec". René Guenón lo incluye en sus reflexiones sobre el
Rey del Mundo; y desde una gnosis universalista, interpreta que Melquisedec es
el representante de lo que llama "la tradición primordial". Los sufis, por su parte,
lo identifican con el Khidr; un misterioso personaje que aparece vinculado a
Moisés en el Corán. Los seguidores del "rastafari" lo incluyen en su caótico
sincretismo. Y hasta hay quien difunde hoy por Internet invocaciones a
Melquisedec inspiradas por no se sabe quién.

En todo eso se encuentran algunas cosas que, si bien un cristiano no podría


suscribirlas, no carecen de interés teórico. Otras que son inequívocamente
demoníacas. Algunas que mezclan datos verdaderos con arbitrariedades y
fantasías. Y no faltan las que no son más que una completa estupidez sin sentido.
Es claro que Melquisedec no ha escapado a la corrosiva distorsión y
banalización de lo sagrado que caracteriza a nuestro tiempo.

Aquí hablaremos de las interpretaciones sobre Melquisedec realizadas por los


santos Padres de la Iglesia en base a las Escrituras. En lo que sigue, después de

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presentar los datos bíblicos, expondremos brevemente los comentarios de
Hipólito (sig. II-III), Cipriano (200 - 258), Jerónimo (340 - 420), Agustín (354-
430), y Beda el Venerable (762-735).

Melquisedec en el Antiguo Testamento:

El Génesis cuenta que Abraham luchó con Quedorlaómer y sus aliados, que
tenían cautivo a su sobrino Lot. Abraham los derrotó, recuperó a Lot, y cuando
volvía de esa victoria tuvo lugar su encuentro con Melquisedec. Antes de leer el
relato del encuentro cabe recordar que Abraham todavía no había celebrado con
Dios el Pacto de la circuncisión, que Moisés no había nacido y que la Ley fue
instituida mucho después.

Dice el Libro del Génesis (14:17-20):

"Cuando volvía de la derrota de Quedorlaómer y de los reyes que con él


estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del
Rey. Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó
pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo,
creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó
tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo"

El Génesis no dice nada más acerca de Melquisedec, y en todo el Antiguo


Testamento sólo vuelve a aparecer en el Salmo 110 (109 en antiguas versiones
latinas). En ese Salmo, David reproduce las palabras que Dios le dirige a su
Señor, al Señor de David ("dijo el Señor a mi Señor") y en uno de los versículos
dice:

"Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote eternamente según el


orden de Melquisedec"

Cuando veamos el comentario de San Agustín citaremos el Salmo completo. Por


ahora nos basta con tener en mente el versículo de arriba.

Entonces, repasemos los datos planos –sin interpretación teológica- que


tenemos hasta ahora:

Génesis: Abraham vuelve victorioso de una batalla y Melquisedec, del cual no


hay ninguna información previa, le sale al encuentro, lo bendice y le ofrece pan
y vino. Luego se dice que Abraham le da a Melquisedec "los diezmos de todo", lo
que en ese contexto parece aludir a lo obtenido en la reciente batalla. Todo lo
que sabemos de la identidad de Melquisedec por ese pasaje es que es "rey de
Salem y sacerdote de Dios Altísimo". Y asumimos que Abraham lo reconoce

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como alguien dotado de autoridad, pues recibe su bendición y le da los diezmos
de su botín.

Salmo: David da testimonio de que Dios ha jurado al Señor de David que es


"sacerdote eternamente según el orden de Melquisedec". Aquí Melquisedec no
aparece como individuo sino como un "orden", es decir un rito sacerdotal. Un
orden que tiene la doble característica de ser eterno y además confirmado por
un juramento del propio Dios.

De modo que en el Antiguo Testamento Melquisedec es un verdadero misterio, y


además uno de importancia trascendente porque representa un sacerdocio
eterno y garantizado por Dios. Sabemos que además de sacerdote es rey. Es rey
de Salem, y como Salem significa "paz" asumimos se trata de un rey de paz.
Además, su nombre es muy sugerente porque se compone de "melek" y "tsedek",
lo cual significa "rey de justicia". Ya el judío Filón de Alejandría había llamado la
atención sobre el simbolismo de ese nombre. Pero es a partir del Nuevo
Testamento que contamos con una exégesis cristiana y una teología de
Melquisedec.

Melquisedec en el Nuevo Testamento:

Melquisedec aparece en el Nuevo Testamento en la Epístola a los Hebreos.


Cabe recordar que la carta u homilía está dirigida a una comunidad de judíos
que habían abrazado el Cristianismo. Y para éstos la relación entre la antigua
Alianza y Jesucristo era un tema tan importante como conflictivo, porque los
otros judíos los veían como herejes y traidores. Por eso la carta establece de
entrada y con claridad el fundamento teológico sobre el cual se desarrollará: la
divinidad de Cristo.

A partir de ahí la epístola se enfoca en el sacerdocio de Jesucristo y explica su


primacía sobre el sacerdocio levítico. Y transmite a sus destinatarios la
convicción de que Cristo, lejos de ser una herejía, es en Sí mismo la verdad y el
cumplimiento de la tradición de Israel. Es en este contexto de ideas donde habla
de Melquisedec. Entre otras cosas, dice:

"Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió
a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a quien
asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa
primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; sin
padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida,
sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre"

Lo esencial ahí está en la expresión "hecho semejante al Hijo de Dios", pues es


lo que explica todo el resto. Es decir, Melquisedec es una figura de Jesucristo. Y

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por eso presenta características que evocan a Cristo: aunque aparece en la
historia no tiene comienzo ni fin, es rey de Paz y de Justicia, es superior a
Abraham –pues éste recibe su bendición y le da el diezmo-, no pertenece al
sacerdocio levítico, celebra la comunión del vino y el pan, y ha sido confirmado
eternamente en su sacerdocio por el propio Dios.

Luego la carta se explaya acerca las implicaciones que tiene la figura de


Melquisedec en relación al sacerdocio levítico y al cristiano. Pero esa cuestión la
iremos tratando a medida que avancemos en los comentarios de los Padres. Por
el momento lo importante para nosotros es que el autor de la epístola interpreta
que Melquisedec es una imagen de Jesucristo.

Melquisedec en la herejía

El carácter enigmático de Melquisedec llevó a algunos a asumir que se trataba


de un ser celestial. Y hasta hubo quienes lo consideraron superior a Cristo, como
en una herejía que fue denunciada por Hipólito de Roma.

El dato aparece en el Libro VII de la Refutación de todas las herejías (siglo III
d.C.). Una parte de esa obra circuló durante un tiempo separada del resto con el
nombre Philosophoumena. Pero en 1842 fueron encontrados providencialmente
en el Monte Athos varios de los manuscritos faltantes. En principio, y por error,
la obra fue atribuida a Orígenes, pero estudios posteriores determinaron que su
autor fue Hipólito de Roma.

Ahí, en un breve texto con el título "Melquisedequianos y Nicolaítas" se


menciona la existencia de una secta de devotos de Melquisedec, cuyo fundador
es identificado como Teodoto el banquero. El texto dice:

"cierto hereje, que también se se llamaba Theodotus, y que era banquero,


intentó establecer la doctrina de que cierto Melquisedec es el más grande en
poder, y que es mayor que Cristo"

Y también cuenta que: "afirman que Jesús es un simple hombre y que, de


conformidad con lo que ya hemos contado, Cristo descendió sobre él"

A propósito de esto, nos parece oportuno citar a un teólogo ortodoxo


contemporáneo, George Florovsky, quien en su estudio sobre los Padres
bizantinos hizo referencia a esta misma herejía basándose en textos de Epifanio:

"Los seguidores de Teodoto intentaron distinguir entre el Hijo eterno de Dios y


el Crucificado, lo cual se basaba en gran parte en su énfasis extremo en
Melquisedec, a quien consideraban mucho más elevado que Cristo. Así, Cristo
no era más que una copia del original, el sumo sacerdote Melquisedec, quien
era el intermediario de los poderes celestiales ante Dios. Epifanio nos dice que

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los "Teodotianos" o "Melquisedequianos" ofrecían sus oblaciones en nombre de
Melquisedec (εις ονομα του Μελχισεδεκ), el verdadero Hijo de Dios, el camino
hacia Dios, el príncipe de la justicia”.

De modo que la herejía melquisedequiana negaba el misterio de la Encarnación;


es decir la unión de Dios y hombre en Jesucristo. Pues si se confiesa que
Jesucristo es el Señor, Κύριος Ἰησοῦς Χριστός como dice el Evangelio, entonces
no se puede situar a Melquisedec por encima del mismo. Es claro que esa
herejía, al igual que otras, apuntaba a corromper el corazón mismo de la
doctrina cristiana.

Sigue diciendo el padre Florovsky:

No se puede negar que hubo una teología de Melquisedec en la Iglesia


primitiva. Pero fue considerado sólo un tipo, un prototipo de Cristo, el eterno
Sumo Sacerdote. Mientras que asumir que Melquisedec reemplazara o fuera
más alto que Cristo, era contrario a la comprensión "ortodoxa" de Melquisedec
en la teología de la Iglesia primitiva".

Es decir, la herejía melquisedequiana invertía la relación jerárquica entre


Melquisedec y Jesucristo. Pues convertía el tipo en la verdad, y la verdad en un
tipo. No sería exagerado llamar “satánica” a una inversión como esa, pues la
característica esencial del satanismo es la subversión contra el orden divino y la
usurpación del lugar Dios. La forma más extrema de esa subversión y
usurpación es el Anticristo; quien imita la identidad y los actos de Jesucristo
pero invirtiendo su sentido.

Volviendo a la carta de Hipólito, a continuación de los pasajes citados dice que a


pesar de la intensa devoción que demuestran muchos entre los gnósticos, sus
doctrinas contienen maldad y blasfemia. Luego pasa a comentar muy
brevemente la herejía nicolaíta. Pero esto último cae fuera de nuestro tema.

Melquisedec en San Cipriano

Cipriano se refiere a Melquisedec en una carta dirigida a Cecilio (nro. 63 de su


epistolario) preocupado por ciertos desvíos que se estaban produciendo en la
celebración de la Divina Eucaristía. Al parecer algunos cristianos habían
incurrido en la innovación de reemplazar el vino del cáliz sacrificial con agua.
Frente a eso Cipriano comienza por recordar que el rito de la Eucaristía no es
una invención humana, puesto que fue instituido por el Señor, y por lo tanto no
se debe modificar.

Para explicar la necesidad y obligación de celebrar la Eucaristía con vino,


Cipriano se remite al Evangelio, en el cual Jesucristo afirma: "Yo soy la vid

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verdadera". Es decir, es el propio Señor el que justifica la identificación del vino
con su sangre. Y dicha identificación aparece confirmada en la última cena
cuando Jesús dice: "Éste cáliz es el nuevo Testamento en mi sangre, que será
derramada por vosotros".

Cabe señalar que el "testamento" ahí (del latín testamentum, y a su vez del
griego διαθηκη diatheke) no es sólo la voluntad de legar algo antes de morir,
sino también la expresión de un pacto. El vino de la Eucaristía, entonces, es la
sangre de Jesús y expresa el Pacto con Él. Estas dos significaciones están en
juego en Melquisedec.

Siguiendo con Cipriano; tras una breve alusión a Noé, el Padre pasa a hablar de
Melquisedec y dice que en él "vemos prefigurado el misterio del sacrificio del
Señor". Es decir, Melquisedec es un tipo que anticipa el sacrificio de Jesús. Ese
misterio, la ofrenda del pan y del vino en el nombre del Señor, es justamente la
esencia del rito, del orden, de Melquisedec.

En palabras del propio Cipriano:

"Este orden es naturalmente el que procede de aquél sacrificio y por lo tanto


desciende del hecho de que Melquisedec fue sacerdote de Dios altísimo, y
ofreció pan y vino y bendijo a Abraham"

Observemos con cuidado lo que dice Cipriano ahí: el orden de Melquisedec


procede del sacrificio del Señor (de sacrificio illo veniens), y desciende (et inde
descendens) de la ofrenda realizada por Melquisedec. Por cierto hay algo
enigmático en esa forma de expresar la cuestión. Pues dice que el orden de
Melquisedec procede del sacrificio del Señor, que no había ocurrido cuando
Melquisedec se encontró con Abraham, y sin embargo desciende de la ofrenda
de pan y vino realizada en el encuentro con el patriarca.

Es claro que para Cipriano, como para los otros Padres de la Iglesia, la historia
sagrada no se subordina al tiempo lineal del mundo. De modo que el sacrificio
de Cristo estaba ya implícito en la ofrenda de Melquisedec. A propósito de esto,
cabe recordar que el Apocalipsis llama a Jesús “Cordero inmolado desde el
principio del mundo”.

Luego Cipriano comenta la relación entre el sacerdocio levítico y los gentiles. Y


dice que la bendición otorgada por Melquisedec a Abraham ofreciéndole vino y
pan, en tanto prefigura el sacrificio de Cristo, tiene un alcance universal: “Y
aquella primera bendición dada a Abraham se extendía a nuestro pueblo”. El
sacerdocio levítico, en cambio, es transitorio y sólo concierne a los judíos.

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También alude Cipriano a la prefiguración del sacrificio de Cristo por medio del
vino en la vida de varios profetas, entre ellos Salomón e Isaías. Y al respecto
afirma: "Se hace, ciertamente, mención del vino para que por el vino se
entienda la sangre del Señor y para anunciar por la predicación de los
profetas lo que después se realizó en el cáliz del Señor".

Finalmente Cipriano vuelve al problema que había motivado la carta, y pasa a


hablar del agua. Y deja claro que el agua no sólo no reemplaza al vino sino que
tiene una significación propia. Pues, en la Escritura, a menudo constituye una
prefiguración del bautismo.

Melquisedec en San Jerónimo

Jerónimo trata el tema de Melquisedec en su comentario del Salmo 110, y en


una carta dirigida a "Evángelo presbítero" (Nro. 73 de su epistolario). Aquí sólo
veremos la carta.

Se trata de la respuesta a una pregunta de Evángelo sobre una obra en la cual se


afirmaba que Melquisedec era el Espíritu Santo. Pregunta frente a la cual
Jerónimo dice que intentará brindar una respuesta basada en los comentarios
de la tradición de la Iglesia. En sus palabras: "me decidí a revolver los libros de
los antiguos y ver qué dice cada uno de ellos, y así responderte como quien
toma consejo de muchos"

Como resultado de ese examen sostiene que, con la excepción de Orígenes y un


discípulo suyo que habrían sostenido que Melquisedec era un ángel, la mayoría
de los sabios opinan que fue un hombre de carne y hueso. Así, Hipólito, Ireneo,
Eusebio de Cesarea, Apolinar, y Eustaquio -primer obispo de Antioquía-
habrían afirmado que Melquisedec fue un hombre oriundo de Canaán y rey de la
ciudad "que al principio se llamó Salem, más tarde Jebús, y por último
Jerusalén".

El propio Jerónimo también se inclina por esa opinión, pero discrepa respecto a
la ciudad de Salem. Pues dice dice que no se trata de Jerusalén sino de un
"pueblo cerca de Escitópolis, que hasta hoy se llama Salem y en el que se
enseña lo que fue el palacio de Melquisedec, y a juzgar por sus ruinas se
percibe la magnificencia de la obra antigua".

También comenta en su carta la hipótesis de los judíos respecto de la identidad


de Melquisedec. Hipótesis que apunta a consolidar la concepción carnal del
sacerdocio identificando a Melquisedec con Sem, el hijo de Noé. Es decir, según
los judíos, Melquisedec habría sido un descendiente de Noé y de ese modo
estaría emparentado por vía sanguínea con Abraham. Cabe señalar que
Jerónimo toma ese dato de los rabinos que, con posterioridad a la muerte de

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Cristo, establecieron y comentaron el texto bíblico hebreo llamado
"protomasorético". Y por cierto su concepción sobre Melquisedec parece
dirigida a rellenar la falta de genealogía del mismo, asignándole un vínculo
carnal con la historia posterior de Israel.

A nuestro juicio, si Melquisedec hubiera sido un descendiente de Noé el propio


relato bíblico lo diría. Pero no sólo no dice nada en el Génesis sino que tampoco
aparece en el Libro de las Crónicas, donde sí, en cambio, se detallan las
filiaciones de Abraham, Noé y Sem.

Como sea, y aún si se aceptara como válida la hipótesis de los rabinos, esa
filiación no contradice su valor tipológico como figura del sacerdocio cristiano.
Pues seguiría siendo un sacerdote incircunciso y anterior al establecimiento del
sacerdocio levítico; por lo tanto, el representante de un orden sacerdotal
distinto. De hecho, Jerónimo afirma la historicidad de Melquisedec para
corregir la distorsión de considerarlo sobrenatural (como se hacía en la obra que
motivó la consulta de Evángelo), pero también, como enseguida veremos,
reconoce su significado figurativo o tipológico.

Asentado, entonces, que se trataba de un hombre y no de un ángel, ni menos


aún del Espíritu Santo (idea que rechaza como veremos más abajo), Jerónimo
pasa a hablar de las cuestiones doctrinales involucradas en torno a Melquisedec.
Y, entre otras cosas, afirma lo siguiente:

"casi todos los santos, patriarcas y profetas reprodujeron en algún pormenor


la figura del Salvador, así también Melquisedec, por el hecho de ser cananeo y
no de la raza de los judíos, anticipó en figura el sacerdocio del Hijo de Dios, de
quien se dice en el salmo ciento nueve: Tú eres sacerdote para siempre según el
orden de Melquisedec"

Con respecto a la relación entre el sacerdocio de Melquisedec y el levítico,


plantea que dado que Melquisedec no estaba circuncidado: "no fueron los
gentiles quienes recibieron el sacerdocio de los judíos, sino los judíos de los
gentiles".

Es decir, Jerónimo parece identificar ahí la bendición dada por Melquisedec a


Abraham con una transmisión del sacerdocio. Cuando tratemos el comentario
de Beda el Venerable, veremos que aparece también la idea de una “transmisión”
espiritual de Melquisedec a Abraham.

Sigue diciendo Jerónimo, que Melquisedec: "no fue ungido con óleo sacerdotal,
como establecían los preceptos de Moisés, sino con el óleo de la exultación y la
pureza de fe". Y agrega "tampoco inmoló víctimas de carne y sangre ni tomó en

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sus manos las entrañas de brutos animales, sino que, con el pan y el vino,
sacrificio sencillo y puro, consagró el misterio de Cristo".

Es perfectamente claro, entonces, que Melquisedec era un sacerdote con rasgos


totalmente distintos a los de un sacerdote levítico. Y que esos rasgos lo
asemejaban a Cristo. Como dice Hebreos “hecho semejante al Hijo de Dios”.

Luego, como resumen de las enseñanzas implicadas en este tema, Jerónimo


dice:

"De una cosa se trata en toda la disertación: antes de Leví y de Araón hubo un
sacerdote, Melquisedec, proveniente de la gentilidad, que destacó tanto por sus
méritos, que bendijo en los lomos de Abraham a los futuros sacerdotes de los
judíos. Y todo lo que sigue en alabanza de Melquisedec se refiere a la figura de
Cristo, cuyo desarrollo son los misterios de la Iglesia"

Por último el Padre retoma el tema que ocasionó la consulta de Evángelo, y


afirma que le resulta "estúpida" la afirmación de que Melquisedec es el Espíritu
Santo. Pues es claro que sus atributos extraordinarios representan figuras de
Cristo. Y advierte que la interpretación anagógica no debería “menoscabar la
verdad histórica”.

Melquisedec en San Agustín

Veremos el comentario de Agustín sobre el Salmo en el que aparece la


referencia a Melquisedec. Para eso conviene tener a la vista una versión en
nuestra lengua del Salmo que sea cercana a la traducción latina utilizada por
Agustín:

“Dijo el Señor a mi Señor:


Siéntate a mi derecha,
hasta que ponga a tus enemigos por escabel bajo tus pies.
De Sión hará salir el Señor el cetro de tu poder,
domina tú en medio de tus enemigos.
Contigo está el principado en el día de tu poder,
entre los resplandores de los Santos,
del vientre antes del lucero te engendré
Juró el Señor, y no se arrepentirá:
Tú eres Sacerdote eternamente según el orden de Melquisedec.
El Señor está a tu derecha,
quebrantó a los reyes en el día de su ira.
Juzgará a las naciones,

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multiplicará las ruinas,
castigará cabezas en tierra de muchos”

Ante todo, queremos señalar que uno de los méritos de la exégesis de Agustín es
que permite reconocer la coherencia que existe entre todos los versículos del
salmo, y la relación de los mismos con Jesucristo. Por eso recomendamos su
lectura completa. Sin embargo, aquí sólo vamos a hablar de algunos pasajes.

Agustín comienza haciendo una distinción entre el “tiempo de las promesas” de


Dios y “el tiempo de su cumplimiento”. Y este Salmo pertenece al tiempo de las
promesas. En esencia se trata de una profecía sobre Jesucristo. Dice Agustín:
"este Salmo anuncia a Cristo".

Luego pasa a comentar la primer oración: "Dijo el Señor a mi Señor".


Recordemos que éste es un salmo de David; por lo tanto esa frase significa: dijo
Dios al Señor de David. Es decir, David es ahí el testigo de las palabras dirigidas
por Dios a alguien identificado por el propio David como "su" Señor ("mi
Señor").

Al respecto, Agustín señala que en el Evangelio a veces se utiliza la expresión


"Hijo de David" para referirse a Jesús (p.ej. en el ruego que le dirigen los ciegos
de Jericó –Mt 20:30-), mientras que en este Salmo David lo llama “mi Señor”.
De modo que cabe preguntarse si Jesucristo es Hijo de David o Señor de David.
Y no se trata de una pregunta caprichosa pues en el Evangelio es el propio Jesús
quien la plantea (Mt 22:41-46, Mr 12:35-37, Lc 20:42-44):

"Y estando junto con los fariseos, Jesús les preguntó, diciendo: ¿Qué pensáis
del Cristo? ¿De quien es hijo? Le dijeron: de David.
Él les dijo: ¿pues cómo David en el Espíritu le llama Señor diciendo ‘Dijo el
Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por
estrado a tus pies?’ Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?”

Lo que está en juego en esa pregunta es la identidad de Jesucristo. Y su


identidad es inseparable del misterio de su doble naturaleza. Jesús es Hijo de
David, es decir descendiente de David, en su naturaleza humana; pero Hijo de
Dios, y por lo tanto Señor de David, en su naturaleza Divina. Dicho de otro
modo, la diferencia entre las dos expresiones es la que corresponde a la
ascendencia carnal de Jesús y a su filiación eterna respectivamente.

Pero ese misterio sólo puede ser aprehendido en la fe. Por eso, dice Agustín,
durante la existencia histórica de Jesús todos vieron al hijo de David, pero sólo
los que creyeron vieron al Señor de David. Y afirma: "Creamos, diré, y digamos
que es Hijo de David, y también Señor de David."

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Pasemos a otro versículo del Salmo: "hará salir de Sión el cetro de su poder"

Al respecto Agustín señala que ese "cetro de poder" no se refiere al que Cristo
tiene desde la eternidad en tanto Hijo de Dios, sino que profetiza algo que debía
ocurrir en la tierra y en el tiempo. En sus palabras:

"Por lo mismo que Cristo es invisible e incorruptible con el Padre, porque es su


Verbo, y su Poder y su Sabiduría, y Dios en Dios, por quien fueron hechas
todas las cosas, es rey de los siglos. Pero sin embargo, aquél otro reino suyo
administrativo y transitorio, por el que nos llamó a la eternidad mediante su
carne, comienza por los cristianos, más su reino no tendrá fin".

Ese otro reino, que aquí Agustín llama "administrativo", viene de Sión, es decir
de Jerusalén. De modo que "hará salir de Sión el cetro de su poder" significa
que el poder de Cristo parte de Jerusalén. No porque no tuviera poder antes, ya
que lo tiene desde el comienzo, sino porque en su paso por Jerusalén sujetó a
todos los hombres con Él. Y esa sujeción, dice Agustín, es “por gracia" para
quienes creen en Él, y “por pena" para quienes lo rechazan.

Dicho de otro modo, el poder que Jesucristo tiene desde siempre en tanto Dios,
parte de Sión, en tanto Mesías; y desde entonces todos los hombres están
sujetos a Él. Ya sea por gracia o por pena; es decir, para su bendición o para su
condenación.

Veamos ahora el versículo que dice: “del vientre antes del lucero te engendré”.

Aquí cabe hacer una aclaración terminológica. Pues Agustín se detiene en la


letra del texto latino. Ese texto dice: "ex utero ante luciferum genui te". Es decir,
"del útero antes del lucero te engendré”. Agustín se enfoca ahí en la expresión
"ex utero" y la interpreta de dos modos:

Por un lado, dice, el útero es lo interior y secreto, es decir lo oculto e


inescrutable. En ese sentido, Dios afirma ahí que ha engendrado a su Hijo en su
"secreto". Es decir, en su propia interioridad divina totalmente inaccesible para
las creaturas. Se trata entonces del nacimiento eterno de Jesucristo que es
trascendente a la creación. Por otro lado, Agustín también toma la expresión
"ex utero" corporalmente y la interpreta como referida al nacimiento carnal de
Jesús por medio de María. Se trata entonces del nacimiento histórico de
Jesucristo.

De modo que la expresión “ex utero” habla, por un lado, del nacimiento eterno
del Hijo de Dios en el seno de Dios Padre; y por otro lado, de su nacimiento
carnal, en Belén, desde el vientre de la Virgen María.

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Dicho sea de paso, la misma idea se encuentra en Justino mártir; quien en su
Diálogo con Trifón afirma: "Y las palabras de David: 'En los esplendores de tus
santos, del seno, antes de la aurora, te engendré. Juró el Señor y no se
arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec',
¿no significan para ustedes que desde toda la antigüedad, y por el seno de un
ser humano había de engendrarle el que es Dios y Padre del universo?"

Por cierto, esa analogía entre el secreto de la interioridad divina y el vientre de


María, alude a un misterio profundo transmitido por la Iglesia; y afirmado
dogmáticamente en el Concilio de Éfeso al reconocer a María como Madre de
Dios (Θεοτόκος, Theotokos).

Volviendo a Agustín, tras haber mencionado el nacimiento carnal de Jesús, se


pregunta: “¿para qué nació el Señor?” Y con esa pregunta entramos en nuestro
tema central, puesto que responde: “para ser sacerdote eternamente según el
orden de Melquisedec".

Hasta aquí Agustín había preparado el terreno insistiendo de diversos modos en


la doble naturaleza de Jesús: Hijo de David y Señor de David, con poder como
Dios y con poder como Mesías salido de Sión, engendrado en el “secreto” de
Dios Padre y en el útero de María. Y esa doble naturaleza es, justamente, la
clave del sacerdocio de Cristo.

El sacerdocio de Jesucristo no es solamente una investidura por la cual un


hombre dotado de autoridad espiritual sirve de mediador entre Dios y la
humanidad. Cristo es sacerdote porque siendo Dios tomó nuestra carne y cargó
la humanidad sobre Sí. Y al resucitar fue a sentarse a la derecha de Dios Padre
desde donde ejerce su sacerdocio eternamente. En palabras de Agustín:

"Él, que está a la derecha de Dios e intercede por nosotros como sacerdote
entrando en el arcano, o en el sancta sanctorum, en el secreto de los cielos"

De modo que Cristo no ejerce su sacerdocio en la carne sino desde el Cielo,


donde está sentado junto al Padre. Pero puede hacerlo de modo perfecto
justamente porque asumió dicha carne, la nuestra, y se ofreció en sacrificio.

Para que se perciba mejor el sentido de todo esto, puede resultar útil hacer
referencia a la noción de "pontífice". En la tradición latina el sumo sacerdote es
llamado "pontífice" (pontificex), es decir hacedor de puentes. De hecho esa
significación de pontífice, quien tiende el puente hacia Dios, es aplicable a los
sacerdotes de cualquier religión. Incluso en la Roma pagana también el
emperador era llamado así. Pero lo específico del sacerdocio de Cristo es que
Dios mismo se hizo puente...

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En Cristo, Dios tendió un puente con nosotros en Sí mismo. Y no sólo eso sino
que además ofició el rito sacrificial también en Sí mismo, pues se entregó como
ofrenda. Así, el sacerdocio de Jesucristo es único.

De ese modo Agustín ha expuesto la esencia del sacerdocio cristiano. Y es a la


luz de dicha esencia como se debe entender la frase "Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec".

El Padre sigue su comentario del Salmo hasta el último versículo, pero nosotros
lo dejaremos aquí.

Melquisedec en Beda el Venerable

Beda habla de Melquisedec en varias de sus obras, pero donde trata el tema con
detenimiento es en su comentario sobre el Libro del Génesis, y en particular en
el capítulo tercero del mismo donde comenta la vida de Abraham.

Antes de entrar en la cuestión específica de Melquisedec, es necesario decir unas


palabras sobre la hermenéutica de Beda. Puesto que lee el texto bíblico en
diversos niveles de significación como si se tratara de un pentagrama con
diversos registros de sentido. Así, a medida que comenta el curso histórico del
relato, va extrayendo de los detalles del mismo ciertas significaciones
espirituales cuya captación no es inmediata, no es obvia, sino que requiere una
interpretación.

El propio Beda expresa el principio general que guía su lectura del siguiente
modo:

"Todo el curso de la sagrada Escritura está lleno de figuras místicas, no sólo en


palabras y andanzas, sin también en los lugares donde los hechos ocurren. Lo
cual concuerda con la declaración del Apóstol de que esas cosas ocurrieron en
figura y han sido escritas para nuestro bien".

Podrían mencionarse muchos ejemplos de eso, pero para limitarnos a los más
directamente relacionados con Abraham y Melquisedec, sólo comentaremos
algunos:

El Génesis cuenta que Abraham, cuando se dirigió contra Quedorlaómer y los


otros reyes que habían secuestrado a Lot: "los persiguió hasta Dan, y
precipitándose sobre ellos por la noche los derrotó y persiguió hasta Hobah,
que está a la izquierda de Damasco" (Gen 14:14-15)

Y para Beda no hay ahí sólo una referencia empírica, es decir el relato de ciertos
sucesos, sino también un simbolismo ligado a la significación espiritual de la
lucha de Abraham. Pues Dan significa "justicia", Hobah "veredicto" y Damasco

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"lecho de sangre". Así, el triunfo de Abraham es el triunfo de la justicia sobre la
malignidad (Beda sigue aquí las enseñanzas de San Jerónimo sobre los nombres
hebreos).

Otro tanto dice respecto de los números mencionados en el relato. La Biblia dice
que Abraham lucho junto a trescientos diez y ocho hombres, y con ellos derrotó
al ejército enemigo que era mucho más numeroso. Desde un punto de vista
moral es claro que Abraham triunfa porque cuenta con ayuda divina debido a su
fe y a lo justo de su motivación (rescatar a Lot de manos de sus secuestradores).

Pero en otro nivel de sentido, esos números esconden para Beda un simbolismo
cristiano; ya que 318 equivale a 300 + 18. Donde 300 es el valor numérico de la
letra griega Tau; cuya forma es figura de la Cruz, pues basta desplazar
ligeramente el travesaño horizontal para obtener una cruz. A su vez, el 18
corresponde al valor de las letras I (iota) y H (etha) del nombre de Jesús en
griego (ΙΗΣΟΥΣ). Por lo cual, según Beda “aquí, entonces, con una pequeña
diferencia puede leerse: la cruz de Jesús”.

También interpreta en clave figurativa el holocausto del carnero en sustitución


Isaac. Pues ese sacrificio, dice, no sólo es anterior a los sacrificios establecidos
por la Ley mosaica, sino que simboliza el sacrificio de un hijo por su padre
(Abraham sacrificando a Isaac). De modo que constituye una figura
anticipatoria del sacrificio de Cristo.
Y ese mismo criterio hermenéutico lo aplica a la ofrenda de vino y pan ofrecida
por Melquisedec. Pues también en este caso la ofrenda precede a la Ley mosaica,
y además, por su misma forma –pan y vino-, representa y anticipa la Divina
Eucaristía cristiana.
Es claro que el Venerable, al igual que Cipriano, y lo mismo vale para los otros
Padres, no entiende la historia bíblica según los criterios de la historiografía
profana. Sin embargo, eso no significa que ignoren la historia en favor de la
alegoría, sino que reconocen en la historia los signos de ciertas realidades
espirituales que la trascienden.

Entrando ahora de lleno en Melquisedec; Beda comienza por sintetizar la


enseñanza de la Carta a los Hebreos sobre el tema. Y luego, excusándose
humildemente por lo poco que él puede aportar al asunto, pasa a plantear lo
siguiente:

Señala que así como el simbolismo del nombre propio de Melquisedec (rey de
justicia) alude a Cristo, el de su ciudad (Salem) alude a la Iglesia de los santos.
Pues Salem es la ciudad de la adoración, la ciudad santuario, tal como afirma el
Salmo 76 que dice de Dios: "en Salem está su tabernáculo, y su habitación en
Sión".

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Salem, entonces, no sólo significa "paz", como ya habían señalado Filón y la
Carta a los Hebreos, sino que es una figura de la Iglesia. Pues Salem es el
"tabernáculo" donde los hombres se reúnen con el Señor. Esa ciudad, dice Beda,
fue más tarde llamada Jerusalén por el Rey David, y en ella construyó Salomón
el templo.

Cabe destacar que Beda extrae su interpretación de la propia Escritura. Pues así
como Melquisedec es interpretado en Hebreos en relación al Salmo 110, donde
se lo vincula al sacerdocio eterno de Cristo, la ciudad sobre la cual reina, Salem,
es interpretada por Beda en función del Salmo 76, donde se la identifica con el
santuario de Dios. El Rey de Salem, entonces, es Cristo como cabeza de su
Iglesia.

Continuando con el tema, el Venerable agrega: "Melquisedec incluso predijo la


sagrada comunión del Nuevo Pacto; y la naturaleza única de su sacrificio, del
cual hizo partícipe a Abraham al mismo tiempo que lo bendecía. Nuestro Señor
no sólo se ofreció a sí mismo en cuerpo y sangre, sino que dejó ese sacrificio a
la Iglesia para la remisión de los pecados".

Otra vez ahí Beda apunta a lugar de la Iglesia. Pues es justamente en la Iglesia
donde se reúne y concreta todo lo que está implicado en la figura de
Melquisedec: el tipo de Cristo, el sacramento de la comunión, el Nuevo Pacto, y
el sacerdocio eterno.

Con respecto a la superioridad del sacerdocio cristiano sobre el levítico, Beda


dice que dicha superioridad es tanto “en tiempo como en dignidad”. En tiempo,
porque Melquisedec es anterior al sacerdocio levítico; y en dignidad, porque el
Salmo de David confirma a Cristo como sacerdote eterno.

Y por cierto la precedencia en el tiempo es tributaria de la primacía en dignidad


y a su manera la expresa. Pues el hecho de que Melquisedec haya aparecido
antes que Moisés y Araón, no dice nada por sí mismo sobre la superioridad de
su sacerdocio. Lo que esa precedencia temporal expresa, en realidad, es la
eternidad de Jesucristo. Melquisedec fue sacerdote antes que el sacerdocio
levítico existiera, porque es una figura de Jesús. Y Jesús está siempre presente.
Tal como Él mismo lo expresó en la frase que citamos en nuestro epígrafe:
"antes que Abraham fuese, yo soy".

Beda dice otras cosas a propósito de nuestro tema, pero todas ellas remiten, de
uno u otro modo, a las ideas expresadas en Hebreos y en los otros Padres. Así
que para nuestros fines basta con lo anterior.

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Epílogo

Según hemos visto, Melquisedec aparece escuetamente y de modo bastante


enigmático en el Libro del Génesis y en el Salmo 110 del Antiguo Testamento.
Luego, el Nuevo Testamento, en la Epístola a los Hebreos, define los conceptos
fundamentales de su teología. Ahí se dice que Melquisedec es una figura de
Cristo, que su aparición en las Escrituras indica la superioridad y preexistencia
del sacerdocio cristiano sobre el levítico, que su ofrenda prefigura el rito de la
Eucaristía, e identifica a Jesús como sumo sacerdote eterno.

A su vez, cada Padre de la Iglesia comenta esa teología a su modo y de acuerdo a


las circunstancias concretas en las cuales le tocó hacerlo. Hipólito habla de las
herejías gnósticas, y denuncia el error de identificar a Melquisedec con un ser
superior a Cristo. Cipriano, preocupado por las distorsiones en la práctica de la
Eucaristía, se enfoca en la significación cristológica del vino y del pan.
Jerónimo debía contestar a la pregunta acerca de si Melquisedec era un ser
sobrenatural, y por eso aclara que fue un individuo histórico y luego desarrolla
la teología neo-testamentaria del supremo sacerdocio. Agustín comenta el
Salmo de David, y habla de Melquisedec en el marco de la significación
cristológica de dicho Salmo. Beda, por su parte, comentando el libro del Génesis
aplica a Melquisedec los mismos principios hermenéuticos que guían su
comprensión de la Biblia. Y claramente dichos Padres transmiten una misma
doctrina, siguen una misma tradición, y están guiados por una misma luz: la del
Espíritu Santo.

Lázaro Lameiro
Noviembre de 2019

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Bibliografía citada

La Sainte Bible Polyglotte, contiene en paralelo el texto griego de la Septuaginta,


el texto hebreo masorético, el texto latino de la Vulgata, y una traducción
francesa del abad Claire. Ed. Roger & Chernoviz, París.

Biblia Reina Valera, Nuevo Testamento, revisión 1960. Ed. Sociedades Bíblicas
de América Latina.

Philosophumena or The Refutation of all heresies, por Hipólito, obispo y mártir.


Ed. Society for promoting Christian knowledge. Londres.

The eastern Fathers of the fourth century, por George Florovsky (hay ediciones
digitales disponibles en Internet).

Cartas de Cipriano de Cartago, carta 63. Ed. Gredos.

Epistolario de San Jerónimo, carta 73. Ed. BAC.

Obras Completas de San Agustín, Enarraciones sobre los Salmos Vol. III. Ed.
BAC.

Diálogo con Trifón, por Justino mártir. Editado online por el Monasterio
Benedictino Santa María de los Toldos: http://www.abadialostoldos.org

On Genesis, por Beda el Venerable. Ed. Liverpool University Press.

Bibliografía consultada

Cipriani operum, epistolae, texto latino de las cartas de Cipriano. En


Documenta Catholica Omnia: http://www.documentacatholicaomnia.eu/

La exégesis de Melquisedec entre los Padres de la Iglesia y Beda el Venerable,


por Alfonso M. Hernández Rodríguez. Anales de Historia Antigua, Medieval y
Moderna, Nro. 51, 2017.

La figura de Melquisedec en Qumran, por Leandro Velardo. Davar Logos, Vol.


XVI, Nro.2, 2017.

I titoli messianici del Cristo secondo l’ordine di Melchisedèk, por Kòstas


Mighdàlis. Publicado en Internet por la Sacra Arcidiocesi Ortodossa d'Italia e
Malta: www.ortodossia.it

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