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ín trasero con tres niveles con escaleras y rampas, donde se situaba una fuente rústica en

cascada y un estanque cuadrado rematado en un hemiciclo con parterres de boj. El jardín del
Casino del Infante Don Gabriel (por Gabriel de Borbón, hijo de Carlos III) fue realizado al
mismo tiempo que la primera fase del anterior, con un aire más clásico, estructurado en dos
terrazas: la superior detrás de la casa, en forma de hemiciclo, con dos plazoletas en el eje
axial, la primera con una mesa con asientos de piedra berroqueña y la segunda con una
fuente; la inferior se sitúa en los dos laterales del conjunto más elevado, con diversos
compartimentos geométricos de boj y diversas fuentes en la avenida central de cada lateral. 129
Villanueva también se encargó de la Casita del Príncipe de El Pardo (1787-1791), con unos
jardines en dos terrazas, de forma rectangular y articulados con un eje axial, con plazoletas
circulares con fuentes, y cuadros de boj, flores y árboles frutales. 130

Real Jardín Botánico de Madrid


Quizá el mejor exponente de la época sea el Real Jardín Botánico de Madrid, una iniciativa del
rey Fernando VI para favorecer la nueva visión científica otorgada a la botánica. Situado
inicialmente en el Soto de Migas Calientes, cerca del río Manzanares, Carlos III lo trasladó
al Paseo del Prado, junto al Observatorio Astronómico y el Gabinete de Historia Natural
(actual Museo del Prado), conforme a un eje dedicado a las ciencias. Un primer proyecto fue
de Francesco Sabatini (1778), en un estilo tardobarroco influido por el tratadista francés
Dezallier d'Argenville, así como por la obra de Luigi Vanvitelli en Caserta; de este proyecto
solo se ejecutó la nivelación del terreno y el cerramiento perimetral. El proyecto definitivo fue
de Juan de Villanueva, de concepción clásica, con una estructura de cuadrícula con un amplio
eje axial y otros paralelos y perpendiculares más pequeños. En ese esquema se articulan una
serie de módulos con diferentes cuadros dedicados a plantaciones de todo tipo, mientras que
al final del eje axial se sitúa el edificio de la Cátedra de Botánica. 131 El jardín se estructuró en
tres niveles, donde se colocaron las plantas en unos cuadros diseñados según la proporción
áurea: el nivel inferior y la mitad del segundo se dedicó a las plantas clasificadas según
el sistema linneano; la otra mitad del segundo estaba ocupada por plantas medicinales; y en el
nivel superior se encontraban flores y árboles.132
Al calor del Real Jardín Botánico se inició en 1791 el Jardín de Aclimatación de la Orotava,
en Puerto de la Cruz (Tenerife), una iniciativa de Carlos III que encargó a Alonso de Nava y
Grimón, VI marqués de Villanueva del Prado. Surgió con el objetivo de analizar y preservar la
flora autóctona de las islas Canarias, y de servir de estación intermedia para las especies
procedentes de América antes de su traslado a Madrid. El marqués realizó una incesante
labor hasta su muerte en 1832, a menudo costeando el proyecto con fondos personales, ya
que con el tiempo y la pérdida del interés real el jardín fue abandonado por el gobierno central.
El jardín fue proyectado por el arquitecto francés Le Gros, de trazado rectangular, con dos
ejes transversales que lo cortan en cuatro secciones: el eje mayor se inicia en una alberca con
plantas acuáticas, y desemboca en un umbráculo; en la intersección se halla un estanque
circular. En las secciones hay una serie de caminos menores dispuestos de forma ortogonal y
jalonados de glorietas, y en sus terrenos se sitúan las diversas especies clasificadas según el
sistema linneano. En 1851 el jardín pasó a ser propiedad del Servicio Agronómico de
Canarias, y fue restaurado por Germán Widpret.133
Jardines privados[editar]

Parque de El Capricho, Alameda de Osuna


A nivel privado perduró hasta casi finales de siglo el modelo tardobarroco, aunque poco a
poco se fue introduciendo la nueva moda paisajista, especialmente en el ambiente cortesano
cercano a Madrid, con predilección por el Paseo del Prado, la nueva zona de moda, como
el palacio de la duquesa de Villahermosa, construido entre 1783 y 1806 por Silvestre
Pérez y Antonio López Aguado.134 El estilo paisajista fue patrocinado principalmente por
la duquesa de Osuna, María Josefa Pimentel y Téllez-Girón, que lo introdujo en varias de sus
propiedades, como el Palacio de Anglona, con un jardín colgante calificado de «romántico y
frondoso», o el Palacio de Leganitos, construido al estilo de un hôtel parisino, con un terreno
irregular estructurado en cuatro «escenas» (Pradera, Lago, Río y Bosque) que presentaban
una naturaleza subordinada a un plan determinado, con diversas construcciones de
inspiración romántica, como una pagoda china, un templete morisco, un mirador-belvedere de
aire pintoresco y un Templo de los Hombres Ilustres dedicado a grandes figuras de la historia;
lamentablemente, el proyecto quedó truncado por la invasión francesa. 135 Pero el mejor
exponente creado por la duquesa fue el Parque de El Capricho en la Alameda de Osuna,
diseñado en estilo anglo-chino por Jean-Baptiste Mulot —un primer proyecto de Pablo
Boutelou efectuado en 1774 no se llevó a cabo porque el jardinero real se mantuvo al servicio
exclusivo de la corte—, y realizado entre 1787 y 1839 por un ayudante suyo, Pierre Prévost,
ya que Mulot se quedó en Francia.136 El jardín se situó en una zona anteriormente agrícola,
con un trazado irregular cercado por tapias, y con una avenida principal arbolada que
conducía al palacio, una solución aparentemente barroca, pero sin llegar a serlo debido a la
ausencia de simetría. La zona ajardinada se estructuró a través de una serie de caminos y
senderos de trazado sinuoso, y en los terrenos había estanques, montañas artificiales, un lago
con un islote, y pequeñas construcciones de signo pintoresco, como un Templo de Baco en
forma de tholos, una ermita y un abejero, así como una columna inspirada
en Paestum coronada por el grupo escultórico Saturno devorando a sus hijos. Entre 1794 y
1795 el arquitecto Ángel María Tadey edificó dos caprichos, la Casa Rústica y la Casa de la
Vieja, y pasada la guerra se construyó un Casino de Baile, edificado por Antonio López
Aguado en 1815 en estilo neoclásico. La última fase constructiva fue entre 1834 y 1844,
realizada por Martín López Aguado, cuando se construyó un palacio, un museo y un teatro,
además de un fuerte con foso, un puente de hierro sobre la ría, un embarcadero de aire
chinesco y dos monumentos, uno dedicado a la duquesa en la Plaza de los Emperadores y
otro al III duque de Osuna en la isla del lago.137

Parque del Laberinto de Horta


Otro ejemplo de jardín neoclásico se halla en Barcelona: el Parque del Laberinto de Horta, una
iniciativa de Joan Antoni Desvalls, sexto marqués de Llupià, construido por el arquitecto
italiano Domenico Bagutti y el jardinero francés Joseph Delvalet entre 1794 y 1808.138 El jardín
se extiende por tres terrazas escalonadas: en la inferior se encuentra el laberinto vegetal que
da nombre al parque, formado por 750 metros de cipreses recortados, con una superficie de
45 x 50 metros; en la terraza intermedia, que se alza sobre el laberinto, se encuentra el
Mirador o Belvedere, donde destacan dos templetes de estilo italiano con estatuas
de Dánae y Artemisa y columnas toscanas, y dos fuentes decoradas con relieves y cuatro
bustos; en la tercera terraza se levanta el Pabellón de Carlos IV, de estilo neoclásico y aire
italianizante —que evoca ligeramente a la Villa Capra de Palladio—, coronado por una
escultura que representa a Apolo y las musas. Detrás del pabellón se encuentra un gran
estanque nutrido por la fuente de la ninfa Egeria, inspirado en la gruta de Stowe. En el
siglo XIX se añadió un jardín romántico.139
En 1804 se creó el Jardín Botánico de Valencia, una iniciativa de la universidad de esa ciudad,
que propició su instalación en unos terrenos situados en un huerto llamado de Tramoyeres,
cerca del Turia. El alma máter del nuevo jardín fue el botánico Vicente Alfonso Lorente, que
supervisó la creación de un trazado trapezoidal con un sistema linneano de cuadros, con
herbarios, instalaciones para la cátedra de Botánica y otras dependencias. El jardín,
considerado uno de los mejores de España, acoge unas 6000 especies vegetales, algunas de
escasa presencia en la península, como algunas variedades
de orquídeas y begonias, cactus, helechos, hiedras y plantas enanas y rastreras.140

Siglo XIX[editar]
Casita del Pescador, Jardines del Retiro de Madrid

Romanticismo[editar]
El romanticismo surgió en Alemania a finales del siglo XVIII con el movimiento literario Sturm
und Drang, desde donde posteriormente se extendió a otros países, así como pasó
igualmente de la literatura al resto de las artes. Fue un movimiento de profunda renovación en
todos los géneros artísticos: los románticos pusieron especial atención en el terreno de la
espiritualidad, de la imaginación, la fantasía, el sentimiento, la evocación ensoñadora y el
amor a la naturaleza, junto a un elemento más oscuro de irracionalidad, de atracción por
el ocultismo, la locura, el sueño. Se valoró especialmente la cultura popular, lo exótico, el
retorno a formas artísticas menospreciadas del pasado —especialmente las medievales— y
adquirió notoriedad la pintura de paisaje, que evocaba plenamente conceptos tan románticos
como lo sublime.141
En este período se otorgó más libertad a la naturaleza salvaje, con pequeñas intervenciones
para acentuar el aire bucólico del paisaje. Estilísticamente perduró el «jardín inglés», cuyo
naturalismo servía perfectamente a los ideales de libertad e integración con la naturaleza del
romanticismo. Sin embargo, el paisajismo inglés tuvo durante el siglo XIX una marcada
evolución, ya que abandonó el concepto de lo pintoresco en busca de un mayor purismo y
autonomía artística de la jardinería, que no debía inspirarse en la pintura o recurrir a cualquier
otro artificio, planteamiento que fue denominado como «estilo jardinesco» —en contraposición
a pintoresco—. Este concepto fue formulado principalmente por Humphry Repton, quien en su
obra An Inquiry into the Changes of Taste in Landscape Gardening, with some Observations
on its Theory and Practice (1806) señaló las principales características de la jardinería
paisajista: mostrar la belleza natural y ocultar sus defectos; dar apariencia de extensión y
libertad; evitar interferencias artísticas y parecer obra de la naturaleza; y ocultar o retirar
cualquier elemento no decorativo.142
El jardín romántico destaca por la colocación de elementos como lagos, puentes o montañas
artificiales, junto a grutas y otros elementos enfatizadores del paisaje, así como por sus
caminos de trazado sinuoso.143 Por otro lado, los adelantos técnicos en arquitectura,
especialmente en cuanto a la construcción con hierro y cristal, favorecieron la creación
de invernaderos, que podían incluir sistemas de calefacción para la conservación de especies
vegetales a su temperatura ideal. 144
En España, convulsionada por la invasión napoleónica, las nuevas tendencias románticas
llegaron tarde y no tuvieron mucho arraigo, debido en parte a las características climáticas y
topográficas del terreno de la península, que no casaban muy bien con los típicos jardines
ingleses de colinas suaves surcadas de lagos y arroyos.145 Por ello, los pocos ejemplos de
jardín romántico en la península se inspiraron en la forma de dicho estilo, pero sin entrar en su
fondo, sin tener en cuenta las proporciones y la configuración del lugar. En todo caso, la
nueva tendencia tuvo más implantación en jardines y parques públicos que en los de
elaboración privada.143

Jardín Botánico La Concepción, Málaga


En esta época se produjeron las últimas intervenciones reales de cierta relevancia: en el Buen
Retiro, devastado por la guerra —período en que se acondicionó una fortificación en sus
terrenos—, se acometió una intensa repoblación y se construyó un embarcadero en el
Estanque Grande proyectado por Isidro González Velázquez —destruido en el siglo XX para
colocar el monumento a Alfonso XII—, mientras que en tiempos de Isabel II se abrió el Paseo
de las Estatuas, adornado con esculturas procedentes del Palacio Real, y se ajardinó el
Campo Grande con paseos arbolados. En los años 1840 François Viet y Narciso Pascual y
Colomer proyectaron unos jardines paisajistas para los antiguos Jardín de la Primavera y
Huertas de San Jerónimo. El mismo Pascual y Colomer diseñó en 1844 unos jardines para
el Campo del Moro, pero las obras quedaron a medias: se instalaron dos fuentes, la de las
Conchas y la de los Tritones, y se instaló un sistema hidráulico, el Canal de Isabel II. En
la Casa de Campo continuó la explotación agraria, y se construyeron diversas edificaciones a
cargo de Isidro González Velázquez. En el Real Sitio de La Florida se instaló una fábrica de
porcelana.146 Aparte de eso, la mayoría de nuevas intervenciones se hizo en los denominados
«reservados reales», unos lugares de recreo y descanso acotados por Fernando VII para
disfrute de la familia real, jalonados de caprichos pintorescos, como en La Florida, donde se
construyeron la Casa Rústica, la del Duende y la del Choricero. En la Casa de Campo, Isidro
González Velázquez proyectó un jardín anglo-chino, que no fue realizado hasta tiempos de
Isabel II. Pero la mayor parte de estas intervenciones fueron en el Buen Retiro, donde se
instaló un jardín anglo-chino al estilo de los Osuna, con proyecto de Pablo Boutelou. A partir
de 1815 se construyeron una serie de caprichos esparcidos por sus terrenos, como una
Montaña Artificial o Rusa, coronada por un templete desde donde caía una cascada; la Casa
del Pescador, situada en medio de un estanque y decorada con motivos renacentistas y
pompeyanos; la Casa del Contrabandista, construida con ladrillo y pizarra; la Casa Rústica,
con decoración de estilo persa; la Casa del Pobre, hecha de madera y ya desaparecida, como
la anterior; por último, una Casa de Fieras y una pajarera. 147 Por otro lado, François Viet
reconstruyó el Jardín del Parterre devolviéndole su aspecto francés, con parterres
de broderie y dos estanques con fuentes.148
Además de la remodelación o ampliación de estos jardines de épocas anteriores, en tiempos
de Fernando VII se crearon dos nuevos Reales Sitios: el Casino de la Reina y Vista Alegre. El
primero fue creado en 1817 en unos terrenos entre la Ronda de Toledo y la calle
Embajadores, que el Ayuntamiento de Madrid regaló a la reina María Isabel de Braganza. La
parcela era conocida como Huerta del Romero, y allí se construyó un palacete y unos jardines
de trazado geométrico, con un proyecto de los arquitectos Antonio López Aguado y Narciso
Pascual y Colomer, así como el pintor Vicente López y el escultor José Tomás. La estructura
del conjunto era irregular, porque aunaba los recorridos sinuosos propios del jardín romántico
con algunas calles rectas y parterres geométricos de recuerdo tardobarroco. El componente
pintoresco estaba formado por diversos caprichos como una Casa Rústica y una de Vacas,
templetes, puentes y embarcaderos. En 1867 la reina Isabel II cedió este terreno para sede
del Museo Arqueológico Nacional. El Real Sitio de Vista Alegre fue un regalo del Ayuntamiento
de Madrid a Fernando VII por su boda con María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (1829).
Estaba ubicado en Carabanchel Bajo, y contaba con una zona de explotación agrícola, paseos
arbolados, parterres, bosquetes y emparrados, y unos jardines con fuentes, estatuas, grutas,
invernaderos, pajareras y zonas de juegos, en unos terrenos de caminos sinuosos al estilo
inglés, con los típicos caprichos y pabellones de tipo pintoresco. En 1859 el terreno fue
comprado por el marqués de Salamanca, y en la actualidad es un barrio de Madrid.149

Monasterio de Piedra, Nuévalos (Zaragoza)
A nivel privado existieron diversas iniciativas de jardines a la inglesa, aunque siempre
adaptados a las peculiaridades hispánicas. Cabría citar el de la Quinta de la Fuente del
Berro en Madrid, con un jardín rústico, emparrados, invernaderos, cenadores, una ría con
puentes y una isla con embarcadero; y el Palacio de San Telmo en Sevilla, propiedad de
los duques de Montpensier, con unos jardines con glorietas unidas por caminos sinuosos,
estanque con isletas, juegos de agua, grutas, montañas artificiales, quioscos y estatuas. 150
Otro exponente fue el jardín de la Real Fábrica de Paños en Brihuega (Guadalajara), situado
sobre el valle de Tajuña, del que ofrece unas excelentes vistas. La fábrica, fundada en 1750,
se dedicaba a la confección de uniformes militares; en 1840 fue adquirida por Justo
Hernández Pareja, que creó junto a la fábrica un jardín de aire romántico, formado por
cuadros de setos de boj y madreselva, con paseos y glorietas jalonados de los típicos
elementos románticos, como un cenador, una pajarera y arcos de ciprés.151
Hacia 1855 se inició el Jardín Botánico La Concepción de Málaga, por impulso del
empresario Jorge Loring y Oyarzábal, marqués de Casa Loring. Su propietario, aficionado a la
botánica, quiso crear un jardín de aclimatación de especies exóticas, que llegaban por mar
desde América y Filipinas. Se estableció un jardín típicamente romántico, con caminos
sinuosos, estanques, cascadas, riachuelos y diversas edificaciones. El jardín parte de una
amplia avenida de ficus que conduce hasta la casa, desde donde se desciende a un estanque
con nenúfares rodeado de caquis, drago, ficus y cicas, así como una pérgola con glicinias; el
camino acaba en un templete con cúpula de media naranja revestido de azulejos, que
presenta una magnífica vista de la ciudad y el monte de Gibralfaro. La vegetación está
compuesta de especies tropicales y subtropicales, entre las que destaca una colección de 500
palmeras de 25 especies distintas. En 1990 el jardín fue adquirido por el Ayuntamiento de
Málaga.152
Huerto del Cura, Elche
De esta época data también el ajardinamiento del Monasterio de Piedra, un enclave natural de
incomparable belleza situado en Nuévalos (Zaragoza). El monasterio data del siglo XIII, y
perteneció a la orden cisterciense, aunque en 1835 fue expropiado durante
las desamortizaciones de Mendizábal y pasó a manos privadas. A mediados del siglo XIX su
propietario, Juan Federico Muntadas, realizó diversas actuaciones, como la apertura de
caminos y la plantación de diversas especies, así como estableció una piscifactoría; en 1860,
tras el descubrimiento de la gruta Iris, abrió el parque al público. La riqueza de la zona
proviene del río Piedra, que al llegar a la altura del monasterio se bifurca en dos ramales, uno
que riega la huerta y otro que se desborda en una serie de cascadas y saltos de agua, como
la llamada Cola de Caballo, de 50 metros de altura, y luego forma diversos lagos y estanques,
como el del Espejo. También hay diversas grutas, como la del Artista, de la Pantera o de la
Bacante. La vegetación es densa en algunas zonas, de la que destacan unos bosques de
ribera de gran riqueza biológica.153
Otro singular paraje es el Huerto del Cura, situado en el Palmeral de Elche, una extensa
plantación de cerca de 200 000 palmeras de la especie Phoenix dactylifera, originarias de la
época de ocupación musulmana, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad en el año
2000. En sus terrenos era frecuente la instalación de huertos que crecían en una zona
predominantemente árida gracias a la sombra producida por las palmeras, y entre ellos
destaca este jardín, de tipo botánico, una iniciativa del sacerdote José Castaño Sánchez, que
aclimató en una zona de 13 000 m² diversas especies de origen subtropical y una magnífica
colección de cactáceas. En sus terrenos se ubica un estanque con una reproducción de
la Dama de Elche.154

Parque Samà, Cambrils
En Navarra se encuentra el Señorío de Bértiz, situado al norte de Pamplona, en Bértiz-Arana,
un enclave natural de 2000 hectáreas de gran riqueza botánica, con zonas forestales,
praderas y landas, donde crece un tipo de vegetación caducifolia compuesta principalmente
por hayas, robles y castaños. En este parque natural se encuentra la casona que le da
nombre, originaria de 1847, con un jardín anexo que fue diseñado por el francés Félix
Lambert, de unos 6700 m², que cuentan con una fuente-surtidor y un invernadero. En la
primera mitad del siglo XXperteneció a Pedro Ciga, que amplió el jardín en estilo paisajista,
con una serie de caminos alrededor de un lago con una cascada de rocalla, así como una
gruta y varias isletas.155
El Jardín Botánico de la Marquesa de Arucas se inició en 1880 en Arucas (Gran Canaria),
trazado por un paisajista francés para Ramón Madam y Uriondo, primer marqués de Arucas.
Tiene un trazado irregular, jalonado de caprichos pintorescos, como un castillete, una
montaña artificial coronada por un mirador, una gruta poblada de líquenes y un pabellón junto
a un estanque de aspecto selvático. Gracias a su peculiar microclima, debido a la proximidad
a la costa y la protección que le ofrece la montaña, se plantaron diversas especies exóticas,
como araucarias, jacarandas, ficus y chorisias, así como palmeras y bananeras, y un
magnífico drago de más de dos siglos. En 1990 fue abierto al público. 156
En 1881 se creó en Cambrils el Parque Samà, promovido por Salvador de Samà, marqués de
Marianao, un indiano enriquecido en Cuba, quien encargó el proyecto a José Fontseré. El
palacete es de estilo colonial, al que se accede por una larga avenida bordeada de plátanos, y
junto a la casa hay parterres formales y una fuente, llamada de las Conchas. A ambos lados
de la avenida hay plantaciones de palmeras y mandarinos, y en la parte sudeste se
encuentran dos construcciones: la Casa de Loros, una pajarera elaborada en madera y
rocalla, en uno de cuyos lados se convierte en una gruta con una estatua de Hércules sobre
un pedestal de conchas marinas; y la Torre, de estilo medieval, situada sobre una montaña
artificial con dos grutas. En la fachada posterior del palacio se encuentra una logia que da al
parque, donde se sitúa una glorieta con una fuente central. El parque, de planta rectangular,
es una excéntrica muestra de fantasía e ingenio, donde destaca un gran lago abastecido por
un largo acueducto que transporta el agua desde acuíferos subterráneos de la zona, y que al
llegar al parque se desborda en una gran cascada sobre el lago, donde se sitúan varias isletas
conectadas por un sistema de puentes, con construcción de rocalla. La vegetación es de tipo
exótico, en recuerdo de las propiedades cubanas del propietario, así como de pinos, plátanos
y palmeras, principalmente.157

Urbanismo y parques públicos[editar]

Palacio de Cristal del Retiro, Madrid


En el siglo XIX se expandió el fenómeno de la Revolución Industrial iniciado el siglo anterior, lo
que conllevó al aumento de los entornos urbanos, en condiciones a veces de degradación
del medio ambiente debido a las escasas condiciones higiénicas y al aumento de la
contaminación por parte de la cada vez más abundante industrialización. Para paliar esos
efectos se potenció la creación de grandes jardines y parques urbanos, que corrieron a cuenta
de las autoridades públicas, con lo que surgió una «jardinería pública» que se fue
diferenciando de la comitencia privada que hasta entonces había monopolizado los grandes
proyectos jardinísticos; ello conllevó la introducción del concepto de arquitectura paisajista, así
como el desarrollo del urbanismo.158 Hasta entonces, frente a los barrios proletarios cercanos
a zonas fabriles y carentes de las más elementales medidas higiénicas, sin luz, agua corriente
o alcantarillado, en condiciones insalubres y paupérrimas, se situaban los barrios burgueses,
con calles amplias y limpias, y con todas las comodidades que estaban a su alcance, donde
se situaron inicialmente la mayoría de parques y jardines. Así pues, el nuevo urbanismo
desarrollado en el siglo XIX pretendía ampliar a todas las clases sociales los beneficios que el
incremento de la riqueza estaba proporcionando únicamente a la burguesía. 159 Surgieron así
conceptos nuevos como el de la ciudad-jardín, formulado por Ebenezer Howard en Tomorrow:
A Peaceful Path to Real Reform (1898), donde plantea la necesidad de superar el
antagonismo ciudad-campo.160
En España, la jardinería pública fue fomentada con la creación de la Escuela Normal de
Jardineros-Horticultores por iniciativa de Isabel II, donde se impulsó una paulatina
racionalización de los trazados jardinísticos, que abandonaron las sinuosidades románticas y
los caprichos pintorescos, de alusión aristocrática, por proyectos más sencillos y accesibles,
con caminos más naturales, agrupación de especies vegetales y mayores espacios de
césped, y elementos decorativos como grutas y templetes más sobrios y dispuestos en
concordancia con las perspectivas del parque. El estilo siguió siendo paisajista, pero
desprovisto de ornatos innecesarios y veleidades caprichosas. Se siguieron nuevos principios
como la unidad, el relieve y la ordenación, propugnados por teóricos franceses como Jean-
Charles Alphand y el barón de Ernouf.161 Los nuevos modelos a emular fueron las ciudades
de París y Londres, que implantaron en aquella época la introducción de espacios verdes con
fines sanitarios. Se adoptaron así modelos como el boulevard francés, un paseo arbolado con
una zona central para quioscos, fuentes y bancos; el square inglés, un tipo de plaza
ajardinada; o incluso la introducción de vegetación en cementerios, al estilo de los
camposantos franceses.162

Campo del Moro, Madrid


Durante el siglo XIX continuó la apertura de paseos y alamedas en la mayoría de ciudades
españolas, como el Paseo de Recoletos de Madrid, las Delicias Nuevas de Sevilla (1827), la
Alameda de Salamanca, la Alameda de La Coruña (1868), el Paseo de Gracia de Barcelona,
la Alameda Principal de Málaga, la Alameda de San Sebastián, la Alameda de Capuchinos
de Jaén, la Alameda de Colón de Murcia, la Alameda Cervantes de Soria, el Paseo Cánovas
de Cáceres, etc.163 Durante el reinado de Isabel II surgieron un gran número de parques
públicos en un estilo denominado «isabelino», inspirado en el jardín paisajista —
preferentemente en la utilización de la línea curva—, pero con la adopción de la nueva moda
francesa de la mosaicultura, una técnica de disposición de arreglos florales en forma
de mosaico, como un tapiz vegetal, surgida hacia 1830 y puesta de moda especialmente a
raíz de la celebración de la Exposición Universal de París de 1878. Se efectúan entonces
decoraciones florales con platabandas y canastillos, y se otorga especial relevancia al color, a
través de la búsqueda de profusas sensaciones cromáticas. Algunos ejemplos de este tipo de
parques son: el Parque de la Dehesa en Gerona, la Alameda de Vigo, el Paseo del
Espolón en Burgos, el Parque de la Glorieta en Valencia, el Campo Grande de Valladolid,
los Campos Elíseos de Lérida, el Parque de Málaga164 o el Jardín de Isabel II en Aranjuez.165
También surgieron en esa época varios proyectos de reforma y ensanche de ciudades, que
entre otros factores multiplicaba el espacio de zonas verdes para uso y disfrute de la
población, como los realizados en Madrid con proyecto de Carlos María de Castro (1860),
en Barcelona con el trazado de Ildefonso Cerdá (1860), en San Sebastián con una propuesta
de Martín Saracíbar (1864), en Bilbao con diseño de Severino de Achúcarro (1876), etc. En
1868 Ángel Fernández de los Ríos publicó El futuro Madrid, donde defendía la creación de
grandes espacios verdes, como la conversión de las Vistillas en terrazas ajardinadas, la
reforma de la Casa de Campo al estilo del parisino Bois de Boulogne, o la unión del Prado con
el Parque del Retiro; su proyecto, casi utópico, no prosperó. 166 Por otro lado, Arturo
Soria concibió el esquema de ciudad lineal, con anchura mínima de 500 metros y longitud
indefinida, y estructurada alrededor de una gran calle comunicada mediante tranvías, que
entre otras cosas preveía una gran abundancia de espacios verdes, de tal forma que se
conciliase la vida urbana con la rural; aunque solo se construyó un tramo en las afueras de
Madrid —entre la carretera de Aragón y el Pinar de Chamartín— sus ideas influyeron
notablemente en el urbanismo del siglo XX.167
Uno de los primeros parques públicos fue el de La Florida de Vitoria, iniciado en 1820 con un
pequeño jardín alrededor de un quiosco de música y ampliado sustancialmente en 1855 con
terrenos del antiguo Convento de Santa Clara. Su trazado denota la influencia francesa,
especialmente del Parc des Buttes-Chaumont, caracterizado por un estilo rústico elaborado
en rocalla. Así, se construyeron puentes y pasamanos con cemento a imitación de troncos y
rocas, uno de los elementos más singulares del parque. El conjunto presenta un aspecto
romántico, enfatizado por colinas artificiales, grutas y cascadas, así como caminos sinuosos y
una vegetación marcada por los sauces, chopos, castaños, plátanos y coníferas. 168

Monumento a Alfonso XII, Jardines del Retiro de Madrid


En Madrid, el Parque del Retiro pasó de propiedad real a manos del Ayuntamiento de la
capital, en dos fases: en 1865 Isabel II vendió al estado un 20 % del parque, la zona
comprendida entre la calle de Alfonso XII y el Paseo del Prado; poco después, tras
la revolución de 1868, el resto del parque fue expropiado y cedido por el Gobierno provisional
al Ayuntamiento de Madrid. Desde esa fecha se fueron efectuando sucesivas intervenciones
sin un plan unificado: se abrió un Paseo de Coches, así como varias puertas de entrada (la
Coronela, la Puerta de España y la de la plaza de la Independencia), se instalaron quioscos y
puestos de venta, se instaló un Telégrafo Óptico, y diversas fuentes, como la de la Alcachofa,
la de los Galápagos y la del Ángel Caído.169 También se construyó el Palacio de Velázquez,
construido para la Exposición Nacional de Minería (1883), obra de Ricardo Velázquez Bosco;
del mismo arquitecto fue el Palacio de Cristal, erigido con motivo de la Exposición de Filipinas
de 1887, un invernadero de hierro y cristal, junto al que se situó una gruta de rocalla sobre la
que se erguía un templete neonazarí. En 1885 se trasladaron al parque las ruinas de la ermita
de San Pelayo y San Isidoro de Ávila, de estilo románico. Ya en el siglo XX, el parque se ha
ido decorando con numerosas esculturas —entre las que destaca el Ángel Caído de Ricardo
Bellver— y monumentos conmemorativos, como los dedicados a Ramón y Cajal, Pérez
Galdós o los hermanos Álvarez Quintero, así como el gran monumento dedicado
a Alfonso XII, con una escultura ecuestre de Mariano Benlliure. En 1935 el parque fue
declarado Jardín Histórico Artístico, y con motivo del nombramiento se configuraron unos
nuevos jardines diseñados por Cecilio Rodríguez.170
Otra antigua posesión real que pasó al patrimonio público gracias a la revolución de 1868 fue
el Campo del Moro, donde sí se efectuó un proyecto paisajista unitario e innovador, obra
de Ramón Oliva (1890), que efectuó una repoblación de la zona y creó un parque con paseos
ondulados y zonas de bosquetes alrededor de un parterre central de césped con dos caminos
transversales en cuyas intersecciones se sitúan dos plazoletas con fuentes (de las Conchas y
de los Tritones). También construyó un pabellón rústico revestido de corcho, mientras que el
arquitecto Enrique María Repullés se encargó de construir una entrada para el túnel que
conectaba con la Casa de Campo, así como un chalet «a la suiza», casetas y viviendas de
guardas y jardineros.171
Ramón Oliva fue también el artífice del parque del Campo Grande de Valladolid, situado en la
confluencia entre los ríos Pisuerga y Esgueva. El terreno se remonta al siglo XVI, cuando era
una de las entradas a la ciudad, y en el siglo XVIII empezó a ajardinarse, aunque su actual
trazado se diseñó en 1877 por iniciativa del alcalde Miguel Íscar, quien encargó el proyecto a
Oliva, ayudado por Francisco Sabadell. El parque está dividido en dos grandes jardines con
una plaza central, donde se sitúa la Fuente de la Fama, en forma de mujer alada que toca la
trompeta. En el recinto hay también un estanque con una gruta y una cascada de agua, así
como varias construcciones, como pajareras y palomares. En cuanto a especies vegetales
destacan los cedros, los plátanos, los castaños de Indias, las celindas y los rosales, y habitan
diversos animales como patos, ocas y pavos reales. También hay varios monumentos,
dedicados a Miguel Íscar, Gaspar Núñez de Arce y Rosa Chacel.172
En 1880 se creó en San Sebastián el Parque Alberdi-Eder («lugar hermoso» en euskera),
situado en un antiguo campo de maniobras militares junto a la bahía de La Concha. Su primer
objetivo fue el de lugar de recreo y atracciones, por lo que se situaron en su recinto un circo,
un velódromo y un teatro de guiñoles. Sin embargo, en 1887 se construyó un casino —obra
de Luis Aladrén y Adolfo Morales de los Ríos—, que posteriormente pasó a ser sede
del Ayuntamiento de San Sebastián, por lo que se reformó toda la zona. El jardín fue
proyectado por el jardinero francés Pierre Ducasse, y destaca por la presencia de un centenar
de tamarindos que proporcionan sombra al espacio, además de parterres de flores y setos
verdes, y diversas fuentes y estatuas.173
Cascada del Parque de la Ciudadela, Barcelona
En Barcelona se constituyó el Parque de la Ciudadela en los antiguos terrenos de la fortaleza
de la ciudad, a imagen y semejanza del Jardín del Luxemburgo de París. Con motivo de
la Exposición Universal de 1888, el alcalde Francisco Rius y Taulet encargó la urbanización
del parque a José Fontseré, que proyectó unos amplios jardines para esparcimiento de los
ciudadanos, bajo el lema «los jardines son a las ciudades lo que los pulmones al cuerpo
humano». Junto con la zona verde proyectó una plaza central y un paseo de circunvalación,
así como una fuente monumental y diversos elementos ornamentales, dos lagos y una zona
de bosque, además de diversos edificios auxiliares e infraestructuras, como el Mercado del
Borne, un matadero, un puente de hierro sobre las líneas de ferrocarril y varias casetas de
servicios.174 Fontserè contó con la colaboración del joven Antoni Gaudí, que intervino en el
proyecto de la Cascada Monumental, donde realizó el proyecto hidráulico y diseñó una gruta
artificial bajo la cascada. El monumento destaca por su profusión escultórica, en la que
intervinieron varios de los mejores escultores del momento, como Rossend Nobas, Venancio
Vallmitjana, Francisco Pagés Serratosa, Josep Gamot, Manuel Fuxá, Rafael Atché y Joan
Flotats. Varios de los edificios construidos para la Exposición se han conservado: el
restaurante, conocido como Castillo de los Tres Dragones y actual Museo de Zoología, obra
de Lluís Domènech i Montaner, de estilo neogótico, pero con unas innovadoras soluciones
estructurales que apuntaban ya al modernismo; el Hibernáculo, obra de Josep Amargós,
realizado en hierro y vidrio siguiendo el ejemplo del Crystal Palace de la Exposición de
Londres de 1851; el Museo Martorell de Geología, de Antonio Rovira y Trías; y el Umbráculo,
de Josep Fontserè. Dentro de su recinto se sitúa el Zoo de Barcelona, así como diversas
edificaciones que perviven de la antigua fortaleza: la capilla, el palacio del gobernador y el
arsenal, actual sede del Parlamento de Cataluña. En la antigua plaza de armas hay un
estanque ovalado con la célebre escultura Desconsuelo, obra de Josep Llimona. Uno de los
centros neurálgicos del parque es el lago, con varios islotes y gran profusión de plantas
exóticas y animales acuáticos; se puede navegar en él con barcas de remos. Junto a la
Cascada figura el Jardín Romántico, con una gran variedad de especies vegetales. 175
A finales de siglo se dieron los últimos vestigios de jardín paisajista: en Betanzos se creó
el Parque del Pasatiempo (1893-1914), un jardín de sello excéntrico que presentaba quizá los
últimos coletazos de pintoresquismo decimonónico; en Madrid se instituyó en unos terrenos de
la Montaña del Príncipe Pío el Parque del Oeste (1893-1903), una iniciativa del director de
Paseos, Arbolado y Parques de Madrid, Celedonio Rodrigáñez. El parque presenta un trazado
de tipo inglés, pero sin sus habituales sinuosidades, con paseos amplios, grandes extensiones
arboladas —principalmente de coníferas— y zonas de césped, así como un quiosco, una
cascada, fuentes y esculturas.176
Otros parques públicos de la época que merecerían al menos mencionarse son: el Jardín de
San Carlos (La Coruña), el Parque de la Concordia (Guadalajara), el Parque Genovés (Cádiz),
el Campo de San Francisco (Oviedo), el Parque de Canalejas (Alicante), el Parque Nicolás
Salmerón (Almería), el Parque Ribalta (Castellón), los Jardines de la Agricultura (Córdoba),
el Salón de Isabel II (Palencia), etc.

Parque de Los Campos Elíseos de Lérida.


 

Parque de la Florida, Vitoria.
 

Parque del Campo Grande, Valladolid.


 

Parque Alberdi-Eder, San Sebastián.


 

Parque del Pasatiempo, Betanzos.


 

Parque del Oeste, Madrid.

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