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M a r i n o M o r i k aw a

El guardián del humedal

© 2019 Teleo Producciones S.A.C

Teleo Producciones S.A.C

Colección: LEER PARA EL PERÚ


Dirección y diseño de la colección: Teleo Producciones S.A.C
Coordinación de la colección: Paiche Films
Escritura, corrección y revisión:
Carlos Fuller Maúrtua
Omar Mejía Yóplac
Stefano De Marzo
Portada e Ilustraciones: Dominique Millán
Asistente de Ilustración: Ronaldo Pareja Huamán
Diagramación: Dominique Millán
Asistente de Diagramación: Mayte Cáceres

Editado por: Teleo Producciones S.A.C


Jirón 2 de mayo 237, Barranco
Teléfono: (+51) 01-3057036
RUC: 20545588057

Primera Edición - Abril 2019


Tiraje: 12,000 ejemplares.

Impreso en el mes de abril del 2019 por:


Punto y Grafía S.A.C
Dirección Legal: Cal. Los Rosales Mza. B1 Lote. 5
Urbanizacion: La capitana de Huachipa
Lurigancho, Lima, Perú.
www.puntoygrafía.com.pe
Teléfono: (+51) 01-7174270

Hecho el Depósito Legal en


la Biblioteca Nacional del Perú
N° 2018-05750
ISBN: 978-612-47974-0-8
ÍNDICE

1 Buscando al estudiante héroe........................................ Pag. 8

2 Un humedal llamado El Cascajo................................... Pag. 12

3 El llamado del padre.................................................... Pag. 16

4 Los retos no detienen, impulsan...................................... Pag. 19

5 Todo héroe tiene un plan claro........................................ Pag. 22

6 Creer en uno mismo......................................................... Pag. 25

7 Lo que importa es lo de adentro....................................... Pag. 28

8 Un regreso inesperado..................................................... Pag. 31

9 My Dear.......................................................................... Pag. 34

10 Pasando la voz................................................................. Pag. 38

11 Un héroe nunca está solo................................................. Pag. 41


Estos libros se han hecho en honor a los más de
2 millones de niños y niñas peruanos que aún no
tienen acceso a libros y bibliotecas escolares.

5
Este primer libro cuenta la historia de Marino
Morikawa, un joven científico peruano que amaba
tanto la naturaleza que se propuso limpiar el lugar
favorito de su infancia. Ema estuvo a cargo de
contar su historia.

7
Capítulo Uno

8
Capítulo Uno

Buscando al
e s t u d i a n t e h é ro e

U
nos días atrás, mi profesora llegó a la clase con una gran
noticia:
—Chicos, a pedido de una de nuestras alumnas, vamos
a iniciar un proyecto muy interesante. Les cuento que,
en las próximas semanas, recibiremos varias visitas en el
colegio. Yo los llamo héroes peruanos. Son personas de carne y
hueso como nosotros que han creado emprendimientos que están
transformando al Perú. Ellos les van a contar cómo convir-
tieron sus sueños en realidad y ustedes podrán hacerles todas
las preguntas que quieran. ¿Saben cómo se va a llamar este
proyecto?
La profesora cogió una tiza y escribió lo siguiente en la
pizarra:
“Buscando al estudiante héroe”.
—¿Por qué se llama así, profesora? —preguntó
Pablo, uno de mis compañeros—. ¿Por qué no se llama
‘Buscando héroes’?”.
—Porque este proyecto tiene una segunda parte. Luego de
conocer y escuchar a estas personas, luego de investigar sobre
sus emprendimientos, ustedes mismos van a crear sus propias

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Capítulo Uno

soluciones para los problemas que ellos trabajan.


—Pero, profesora, nosotros somos niños. ¿Quién le va a
hacer caso a la solución de un niño? —dijo Carlos, otro compañero.
—Pues, les cuento un secreto— respondió la profesora—:
la mejor idea del salón será premiada y aplicada en la vida real.
—Es decir, si se nos ocurre alguna buena idea para
salvar al Perú, ¿alguno de ellos la va a desarrollar? — dijo
mi amiga Rocío, un poco incrédula.
—¡Exactamente! —respondió mi profesora—.
Y ese estudiante se convertirá en un héroe, porque ayudará a
mejorar la calidad de vida de cientos de personas. ¿Qué les
parece?
Mis compañeros se quedaron en silencio, nadie parecía tener
muchas ganas de hablar. “Pero ya tenemos bastantes tareas”, se
atrevió a decir alguien, desde las carpetas traseras.
—¿A ti qué te parece, Ema?—, me preguntó la
profesora, de pronto.
Hasta ese momento, yo había estado calladita en mi
sitio. Todos mis compañeros voltearon a mirarme, así que
me tuve que levantar del asiento.
—Yo creo que es una buena idea —dije—. Tendre-
mos la oportunidad de conocer a personas de distintos lugares.
Pablo, ¿tú quieres ir a la universidad, verdad? ¿Acaso ya
sabes qué vas a estudiar? Y tú, Carlos, me dijiste que querías
ser veterinario de tiburones, pero que tu papá no quiere. Quizás
alguna de estas personas sea biólogo o doctor o veterinario.
Podríamos aprender algo de ellos. Y si la profesora los llama
héroes debe ser por algo. ¿No les da curiosidad conocerlos?

10
Capítulo Uno

Algunos de mis amigos se vieron un poco más entusiasmados.


—Además, vamos a perder clases… —dije, en voz
bajita, y todos se rieron.
—Bueno, ¿qué les parece si sometemos a votación el
proyecto? —interrumpió mi profesora—. Que levanten la
mano los que estén a favor.
La primera en hacerlo fue la chica más chancona del salón;
luego, mi amiga Rocío. Poco a poco, todos mis compañeros
se unieron, incluso Pablo y Carlos.
—Entonces está decidido— agregó la profesora.

Poco después, sonó la campana del


recreo. Antes de salir de salón, Car-
los hizo una última pregunta:
—Profesora, ¿y a quién se le ocurrió este
proyecto?
—Ya te enterarás —respondió ella, y
me guiñó un ojo.

11
Capítulo Dos

12
Capítulo Dos

Un humedal llamado
"El Cascajo"

U
n par de días después, durante el curso de Geogra-
fía, mi profesora nos dio una clase sobre el cuidado
del medio ambiente. Nos habló sobre los efectos de
la contaminación en la naturaleza y cómo afecta a
los animales que viven en él. No mucho después de haber
comenzado, alguien tocó la puerta del salón. Era un hom-
bre de gesto amable, vestido con un mandil y un sombrero
de pescador. “Chicos, les presento a Marino Morikawa”,
dijo la profesora. “Es nuestro primer invitado del proyecto
“Buscando al estudiante héroe”. Enseguida, nos explicó que
Marino era un científico que había limpiado con sus pro-
pias manos un humedal llamado El Cascajo.
—¿Qué es un humedal?— preguntó Pablo, desde
su asiento.
La verdad es que yo tampoco sabía lo que era,
aunque me parecía impresionante que alguien limpiara
algo con sus propias manos (¡muchas veces me da pereza
limpiar mi propia habitación!).
—¿Qué les parece si lo miran con sus propios ojos? —
fue la respuesta de Marino.

13
Capítulo Dos

La profesora nos dijo que saliéramos en fila del


salón. En la puerta del colegio, un autobús nos esperaba
para llevarnos a El Cascajo.
El camino fue largo. Tras un par de horas manejan-
do, la trocha de tierra se comenzó a cubrir de vegetación. De
pronto, nos encontramos con una especie de pantano, pero
con el agua limpia, con plantas verdes y pájaros sobrevolan-
do la superficie. Parecía una especie de oasis bellísimo.
Al bajar del bus, Marino nos contó que, cuando era
niño, visitaba este lugar todos los fines de semana con su
papá: para pescar, para hacer picnics familiares, jugar en la
playa y nadar. Nos contó que ambos se metían a una balsa
flotante para observar a las aves migratorias.
“Yo tuve la suerte de tener un papá que amaba la naturaleza”,
dijo, y nos comenzó a hablar sobre él. Nos contó que jun-
tos vivieron muchísimas aventuras. Que juntos les gustaba
viajar en auto a la sierra. Y, cuando llegaban a la cima de
una montaña, su papá siempre les decía lo mismo:
—¿No te olvidas de algo?
—No, papá, no me olvido de nada — respondía él,
mientras escuchaba el suspiro de su papá, desde atrás.
—Pues te olvidas de lo más importante, Marino:
saludar a la naturaleza por darte la bienvenida. ¿Te gustaría
que, cuando te visiten, entren a tu casa sin saludar? No, ¿ver-
dad? A la naturaleza tampoco.
El papá de Marino le enseñó muchas lecciones
como esa. Él todavía se acuerda de aquella vez en que
visitaron unos glaciares en la sierra de Huaral, y tomó el

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Capítulo Dos

agua más pura que ha probado en su vida. Hasta ahora no


se puede olvidar de su sabor.
—¿No te olvidas de algo? —le preguntó entonces
su papá, justo antes de subir al carro para regresar.
—No papá, tengo todas mis cosas.
—Te has olvidado de dar las gracias —dijo, como
si fuera algo muy lógico—. Tienes que darle las gracias a la
Madre Naturaleza por lo que te ha regalado. Y tienes que despe-
dirte de ella antes de irte.

Gracias a su padre, Marino apren-


dió a amar la naturaleza y a defen-
derla. Por ello, cuando El Cascajo
corrió peligro, él no dudó en hacer
algo para salvarlo.

15
Capítulo Tres

16
Capítulo Tres

E l l l a m a d o d e l p a d re

C
uando Marino era más joven, se ganó una beca para
estudiar en una universidad de Japón. Él quería
convertirse en científico para solucionar problemas
ambientales, y ese país era uno de los más avanzados
en ese campo. Allí, trabajó como investigador, haciendo
todo tipo de experimentos.
En 2011, algunos años después de su llegada, Japón
sufrió uno de los terremotos más fuertes de su historia. El
papá de Marino, muy preocupado, fue una de las primeras
personas que lo llamó para asegurarse de que estuviera
bien. En medio de esta catástrofe, con su laboratorio hecho
un desastre, las llamadas de su padre y de otras personas de
su familia (como su hermana, Marian) lo tranquilizaron.
Marino aprovechaba para contarles sobre sus proyectos y
su trabajo como voluntario en zonas de desastre. Durante
una de esas llamadas, su papá le habló sobre El Cascajo, el
humedal de su infancia.
—¿Aún te acuerdas de él? —le preguntó.
—Por supuesto que lo recuerdo —dijo Marino.
—El otro día lo visité después de mucho tiempo. Fui para

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Capítulo Tres

pescar, pero lo que encontré fue pura basura.


Aquellas palabras dejaron muchas preguntas en la
cabeza de Marino. Apenas tuvo la oportunidad, tomó unas
vacaciones, y regresó al Perú. En cuanto se encontró con
su familia, se acercó a su papá y le dijo: “viejo, llévame”.

Marino nos contó que, al


llegar a El Cascajo, que-
dó impactado. El lugar que
encontró era muy distinto al
de los recuerdos de su niñez.
Las plantas cubrían toda el
agua. Estaba repleto de basura
acumulada por años. Muy cerca
del humedal, alguien criaba unos
animales de granja que lo ensuciaban aún más. Ver esto le
dolió profundamente.
Lo primero que hizo, casi como un reflejo, fue ponerse de
rodillas.
Le estaba pidiendo perdón a la Madre Naturaleza, a la
“Pachamama”. Se preguntó a dónde se había ido el lugar
de sus recuerdos. No le parecía justo que los niños no
pudieran disfrutar de las cosas que él hizo cuando tenía
esa edad. “Tengo que hacer algo”, se dijo a sí mismo, y
comenzó a trabajar.

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Capítulo Cuatro

19
Capítulo Cuatro

L o s re t o s n o d e t i e n e n ,
impulsan

E
l objetivo era limpiar El Cascajo, pero Marino iba
a necesitar ayuda. Lo primero que hizo fue buscar
a alguien que pudiera colaborar con algo de dinero
para su proyecto. Todas las mañanas, salía de su
casa para reunirse con todo tipo de gente: empresarios,
banqueros, líderes, instituciones públicas, etcétera. Dice
que tocó más de veinte puertas. Algunos ni siquiera le
respondieron. La mayoría le decía siempre lo mismo:
        “¿Y qué vamos a ganar nosotros con tu proyecto?”.
Marino no se desanimaba cuando le respondían que
no. Creo que esa es una de las cosas que más
admiro de él. Cuando le preguntamos si
es que alguna vez pensó en renunciar,
él puso cara de sorpresa. “¿Renun-
ciar? Hasta ahora no existe esa palabra
en mi vocabulario y no quiero conocer
su significado”, nos dijo, con mucha
seguridad. “¡Pa’lante! ¡Cuando hay
problemas, hay que seguir tirando pa’lante!”
Por suerte, sí hubo unas pocas personas que lo apo-

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Capítulo Cuatro

yaron al principio. Una de ellas fue el alcalde de Chancay,


Juan Andrade, que era su amigo. No le pudo dar dinero,
pero sí le consiguió los permisos para poder limpiar el hu-
medal (porque uno no puede meterse así nomás, te tienen
que dar permiso). Con eso ya podía trabajar.
Como nadie le podía
prestar dinero, Marino decidió
abordar el asunto por su cuen-
ta. Volvió a Japón, fue al ban-
co, y sacó todos sus ahorros.
Después de eso, pidió tres
préstamos bancarios, lo jus-
to y necesario para poder
empezar. Y ya que nadie
quería apoyarlo, Marino
tomó la única decisión po-
sible: aunque se demorara años, limpiaría
El Cascajo con sus propias manos, y con su corazón.

21
Capítulo Cinco

22
Capítulo Cinco

To d o h é ro e , t i e n e u n
p l a n c l a ro

U
na vez en Lima, Marino viajó a El Cascajo. La
primera fase de su plan consistía en dormir tres no-
ches seguidas en el humedal para saber, de primera
mano, en qué estado se encontraba. Quería estudiar
el viento, ver qué tipos de animales y plantas había en el lu-
gar, y cuántas personas pasaban por la zona por la mañana,
por la tarde y por la noche.
“Tenía que convertirme en un Sherlock Holmes”,
nos dijo. “Porque solo así iba a descubrir qué era lo que
ensuciaba tanto”.
Después de esos tres días, comenzó la acción. Antes
de usar cualquier aparato o maquinaria científica, Marino
tuvo que usar sus propias manos. El humedal estaba cu-
bierto por un tipo de planta al que todos llaman
“lechuga de agua”. Su trabajo era simple,
pero agotador: debía retirar todo lo que
cubría la superficie para, luego, emplear
técnicas más sofisticadas.
Un trabajo como ese podría asustar a
cualquiera, pero a Marino no. De he-

23
Capítulo Cinco

cho, a él le gustaba bastante. “Este es mi mundo”, nos ex-


plicó. “Estar aquí afuera, con mi ropa bien chacra”. Pasaba
días enteros al interior del humedal, un lugar al que nadie
visitaba porque estaba muy cochino y olía feo. Como
nadie entendía muy bien lo que estaba haciendo,
Marino trabajaba por su cuenta. No tenía un lu-
gar en dónde comer y, peor aún, ni siquiera tenía
un baño cerca. Según nos contó, al terminar esta
fase de su proyecto bajó casi veinte kilos. ¡Eso
es más de lo que pesa mi hermanito, y solo
tiene 5 años!
—Yo la bauticé como “la dieta de la
lechuga” —nos dijo con una sonrisa.

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Capítulo Seis

25
Capítulo Seis

C re e r e n u n o m i s m o

L
os pobladores de Chancay —la ciudad más cercana
al humedal— no siempre apoyaron la iniciativa de
Marino. Al principio se hicieron de la vista gorda. Él
limpiaba El Cascajo por su cuenta y ellos solo lo veían
desde lejos, sin ayudarlo.
“Chino, sal de ahí, te vas a enfermar, ese lugar no lo
vas a poder recuperar”, le decían.
Pero esos comentarios motivaban aún más a Mari-
no. Cuando le decían esas cosas, él salía del humedal, ves-
tido con su mandil mojado y su sombrero, y se acercaba a
la gente. Les explicaba lo que estaba haciendo y trataba de
demostrarles que estaban equivocados. “Si trabajamos jun-
tos este lugar se convertirá en un paraíso”, les decía. La mayo-
ría le respondía que era casi imposible. Pero Marino nunca
bajó los brazos. Limpiar El Cascajo era complicado, pero
no imposible.
Fueron días de trabajo duro y constante, con el
agua hasta las rodillas y limpiando con las manos. Llegaba a
las seis de la mañana y no se iba hasta las ocho de la noche.
Un día, mientras retiraba las lechugas de agua del humedal,

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Capítulo Seis

se le acercó una señora que andaba con bastón. Caminaba


lento, pero se le veía muy alegre.
“Hijito, sal de ahí, ven a tomar el emoliente que te
preparé", le dijo. “Te veo todos los días. Desde que llegas hasta
que terminas no tomas ni comes nada. Te vas a enfermar”.
Ese gesto lo cambió todo. Gracias a esa señora, Ma-
rino sintió que había gente que valoraba lo que estaba ha-
ciendo y se llenó de esperanza. Los días siguientes, llegaron
más señoras con envases de comida. Dejó de ser el chinito
loco que quería limpiar el humedal contaminado. Se convir-
tió en un amigo más de
la comunidad.
Un día, Marino
estaba muy cansado y se
levantó más tarde de lo
que tenía acostumbrado.
Salió corriendo a El Cas-
cajo y, cuando llegó, se
topó con algo que no es-
peraba: más de cien perso-
nas estaban metidas dentro
del humedal, limpiando. Apenas lo vieron, todos gritaron:
“¡Estamos contigo! ¡Recuperemos el humedal juntos!”
El corazón de Marino casi se detuvo de la alegría. Ya
no estaba solo.

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Capítulo Siete

28
Capítulo Siete

Lo que importa es
l o d e a d e n t ro

P
or la manera en que se viste —con mandil y som-
brero—, Marino parece un explorador antes que un
científico. Parece alguien que está siempre listo para
lanzarse a alguna aventura. Sin embargo, cuando
se pone a hablar sobre ciencia se emociona más que mi
profesor de química. Yo misma, alguna vez, he pensado
en ser científica. Y me dio mucha curiosidad saber qué usó
exactamente para devolverle el color a ese enorme hume-
dal. ¿Algún invento? ¿Alguna sustancia?
    Marino nos explicó que, durante sus años de
estudiante en la Universidad de Tsukuba, en Japón,
conoció técnicas muy avanzadas. Allí aprendió sobre la
nanotecnología. Es decir, tecnología tan pequeña que no
se puede ver con los ojos. Por sus nombres, parecen cosas
muy complicadas, pero en realidad son bastante simples.
Utilizó dos de ellas.
Con la ayuda de su equipo de investigadores
fabricó el sistema del micro nano burbujeo: unas burbujas
que son diez mil veces más pequeñas que las de la gaseosa.
Al ser tan chicas, estas concentran una gran cantidad de
energía y las bacterias se les pegan, como si fueran imanes.

29
Capítulo Siete

Luego, cuando la burbuja explota, las bacterias se mueren


con ellas.
La otra tecnología que utilizó es el biofiltro. Estos
son filtros biológicos para el agua que Marino
construyó con materiales del lugar (como la
arcilla) y que ayudaron a eliminar los de-
sechos restantes. Estos limpian el agua por
muchos años y, cuando dejan de funcionar,
se pueden reciclar.
Marino y su equipo comenzaron a
usar estas tecnologías en pequeñas zonas del
humedal. La diferencia se comenzó a notar en
solo quince días: si antes el agua era marrón oscuro, como
el lodo, ahora era azul y clara, como el cielo. Les tomó tres
años hacer el mismo proceso en todo el enorme humedal.

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Capítulo Ocho

31
Capítulo Ocho

U n re g re s o i n e s p e r a d o

P
ara el año 2013, las aguas de El Cascajo se habían
recuperado casi en su totalidad y toda la comunidad
colaboraba para lograr el objetivo. En aquella época,
Marino viajaba muy seguido; pasaba una temporada
en Perú y otra en el extranjero. Un día, mientras estaba en
Japón, recibió una llamada.
—El humedal está de color blanco, Marino— le dijo
la persona al otro lado de la línea.
Al escuchar esas palabras, él se asustó. Se le ocurrió
que su trabajo estaba en peligro; que, quizás, todo lo avan-
zado no había servido para nada. En ese momento, Marino
compró un pasaje de avión y, al día siguiente, tomó un vuelo
de regreso a Lima
Al llegar a El Cascajo, pudo comprobar lo que le ha-
bían contado por teléfono. Efectivamente: la superficie del
humedal se veía de color blanco.
—Pero eran los plumajes de las aves que habían llega-
do al humedal. —nos dijo Marino con orgullo.
El agua estaba cubierta por miles de aves. Entonces
supo que estaban en el camino correcto: no solo se estaba
recuperando el humedal para la gente, sino también para

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Capítulo Ocho

los animales. Marino nos contó que, ahora, hay casi cien
especies diferentes de aves en el humedal. Que en verano
llegan bandadas con hasta ochenta mil aves migratorias.
Mientras decía esas cosas, apuntaba hacia una bandada que
atravesaba el cielo, justo encima de unos niños que jugaban
alegremente.
—Solo tienen que tener cuidado de que no les caiga una
sorpresita —nos advirtió, con una sonrisa, y se limpió una
mancha blanca que tenía en el hombro.
Para el año 2014, el humedal estaba irreconocible:
su superficie era un espejo azul brillante. Había dejado de
ser un basurero, los peces empezaban a regresar a sus aguas
poco profundas. Ya se parecía en algo al recuerdo que Mari-
no tenía en su cabeza. Uno de esos días, Marino y su padre
alquilaron una chalana (un bote de pesca ar-
tesanal) y se metieron al humedal. Allí,
en medio del agua, ambos se sintieron
como en los viejos tiempos. Su padre lo
miró orgulloso.
"Volverán a nadar y remar los ni-
ños con sus padres", dijo.

33
Capítulo Nueve

34
Capítulo Nueve

My Dear

L
uego de tres años, Marino decidió que su trabajo en
El Cascajo había llegado a su fin. Afortunadamente,
durante ese tiempo, él había logrado contagiar su en-
tusiasmo entre los pobladores de Chancay, quienes le
tomaron la posta. Ellos se organizaron para proteger y con-
servar el humedal y lo siguen haciendo hasta el día de hoy
(bastante bien, hay que decirlo).
Marino, por su parte, tenía otros objetivos en mente.
Él sentía que El Cascajo era solo un peldaño en algo mucho
más grande. Pero antes de dar cualquier paso, él tenía que
hablar con alguien muy importante para él: su hermana.
Marian Morikawa fue una de las pocas personas que
apoyó a Marino desde el primer momento en que decidió
limpiar El Cascajo. Ella era abogada y lo ayudaba dentro de
sus posibilidades: con asuntos de leyes y regulaciones am-
bientales. Marino la quería mucho. Ambos habían ido a El
Cascajo un montón de veces cuando eran niños. Marino la
llamaba My Dear. “Mi querida”, en inglés.
Cuando la limpieza de El Cascajo comenzó a dar
resultados y el agua comenzó a verse más clara, Marian se

35
Capítulo Nueve

puso muy contenta. Entonces, ella le hizo una propuesta a


su hermano.
—Si puedes recuperar un humedal, ¿por qué no aplicas
tus conocimientos en limpiar todo nuestro Perú?
El desafío era enorme y, en un principio, a Marino
lo asustó un poco. ¡Era una locura! Un lindo sueño, pero
uno muy loco: recuperar todos los hábitats naturales del
Perú. ¡Eran muchos!

—Si lo hacemos juntos, lo hago —respondió él.


Marian aceptó. Y, en ese momento, el sueño dejó de
ser una locura y se convirtió en una una promesa y un deber.
Marino nos contó todo esto frente al humedal, sen-
tado sobre una piedra. Cuando llegó a esta parte de la histo-
ria se puso un poco triste. 
—Ella es ahora mi hermosa ángel de la guarda —dijo.
Luego nos contó que, hace algunos años, Marian
contrajo una enfermedad muy grave que, finalmente, no lo-
gró vencer. Sin embargo, hasta el día de hoy, recuerda lo que
pasó la última vez que la vio. Marian estaba
echada en una cama.
—Marino, ven
un momento— dijo ella.
Él se paró a su
lado y acercó su oreja a la
boca de su hermana para
poder escucharla.

36
Capítulo Nueve

—La promesa sigue vigente —dijo ella—. Donde sea


que esté, siempre estaré a tu lado.
Quizás esa es la razón por la que Marino se levanta
todos los días a limpiar las aguas de todo el Perú. Porque
quiere cumplir con su promesa. Porque hay una hermosa
ángel de la guarda que lo cuida y lo acompaña.

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Capítulo Diez

38
Capítulo Diez

Pa s a n d o l a vo z

A
eso de las tres de la tarde, nos despedimos de Ma-
rino. Él dijo que quería quedarse un rato más en El
Cascajo. Nosotros tomamos el bus de regreso al co-
legio. En el camino, me quedé pensando en la enor-
me hazaña de Marino: en cómo había generado un cambio
en su entorno a pesar de tener todo en contra, a pesar de no
tener apoyo ni dinero. ¿Acaso era eso ser un héroe?
Al llegar al colegio, mis amigos cogieron sus
mochilas y se fueron a sus casas; yo, en cambio, me escapé
un rato a la biblioteca. Me puse a investigar sobre Marino.
Descubrí que su historia había dado la vuelta al mundo.
Que, tras su experiencia en El Cascajo, recuperó varios
hábitats naturales en Asia y en África. Que ha sido re-
conocido por diversas organizaciones
nacionales e internacionales muy
importantes como la UNESCO.
También recibió el mayor premio
que la Universidad de Tsukuba brinda a
sus alumnos, y el programa de National Geographic hizo
un reportaje sobre su trabajo. Ahora, su objetivo es limpiar

39
Capítulo Diez

el Lago Titicaca, la Laguna de la Huacachina, entre otros


espacios. También visita a universidades y colegios (como
el mío); su objetivo con ello es que cada vez más personas
sepan lo que ocurrió en El Cascajo. Quiere que
entendamos que todos podemos ha-
cer algo para recuperar nuestros
hábitats naturales.
En YouTube, descubrí que Marino había dado una
charla TED (estas son unas conferencias muy famosas y
prestigiosas a nivel mundial); se llama “Usar la ciencia para
limpiar un humedal”. Allí, Marino relató toda su historia:
su vínculo con El Cascajo y sus esfuerzos
por limpiarlo. Me parece
genial la manera en que
narra su relato: hace bro-
mas, es gracioso, transmite
muchísima energía. ¡Y no
se quita nunca su mandil y
su sombrero!
Al final de esta conferen-
cia, Marino cierra con una
frase que le dijo su hermana
Marian: “Que el color, el corazón de la naturaleza, llegue al
corazón de todos ustedes”.

40
Capítulo Once

41
Capítulo Once

U n h é ro e n u n c a e s t á s o l o

L
legué un poco tarde a casa, ya estaba la cena servida.
Mi papá acababa de llegar del trabajo y mi mamá le
daba de comer a mi hermana pequeña. “¿Dónde te
habías metido?”, me preguntaron. Yo les conté toda
la historia, de principio a fin. Les conté sobre el proyecto
de mi profesora, “Buscando al estudiante héroe”. Les conté
sobre nuestra visita a El Cascajo y la historia de Marino
Morikawa. Les conté cómo había limpiado el humedal él
solo, con sus propias manos.
—Tu profesora tiene razón: este señor Marino es un
verdadero héroe —dijo mi mamá—. Pero no lo hizo solo, cariño.
Yo me quedé mirándola, sin entender muy bien a
qué se refería. Mamá continuó:
—Ese chico no lo hubiera logrado si la gente de la
zona no hubiera decidido apoyarlo. Quizás se habría ren-
dido sin las palabras de su hermana. ¿Y qué pasaba si su
papá nunca le hubiera enseñado a amar la naturaleza?
Un héroe nunca está solo, mi amor, siempre hay más
personas que lo ayudan a seguir adelante.

42
Capítulo Once

Las palabras de mi mamá tenían mucho sentido. Y, por al-


guna razón, me hicieron acordar una historia que nos contó
Marino en El Cascajo. Nos dijo que su padre había fallecido
hacía poco tiempo debido a una enfermedad. Nos contó
lo que ocurrió la última vez que lo vio con vida. Su padre
estaba echado en la cama, Marino estaba a su lado, acompa-
ñándolo.
—¿Estará bien El Cascajo? —le preguntó, de pronto.
Marino no respondió. En vez de eso, cargó a su
padre en brazos, lo subió al auto, y manejó hasta llegar a El
Cascajo. El humedal estaba lleno de vida: los niños juga-
ban en la orilla, las aves descansaban sobre la superficie. Su
padre se veía lleno de orgullo por el logro alcanzado.
—Gracias por lo que hiciste por ellas —dijo su pa-
dre—. Por nuestra Pachamama y nuestra Mamacocha.
Marino no dijo nada más. Pasaron la tarde frente al
humedal abrazados.

Ese instante fue muy importante


para Marino. Quizás uno de los
más importantes de su vida. La
memoria de su padre lo llevó a
buscar nuevas formas de lim-
piar otros ambientes naturales,
a plantearse nuevos retos. Sin
pensar en los obstáculos y sin mirar para
atrás. Siempre “PA’LANTE".

43
44
La conclusión de Ema…

Marino no se parece a ninguno de


los héroes que he encontrado en los
libros de mi biblioteca escolar, pero
definitivamente lo es, real, cercano y muy
gracioso. Ahora hasta pienso que podría
yo también ser científica, aunque tal vez
también veterinaria. La verdad aún no lo
sé, pero lo que sí sé es que quiero conocer
más héroes peruanos. Mi profesora ha
prometido que va a gestionar la forma de
traer más personas como Marino a visitar
nuestro colegio.
¡Ya no puedo esperar para conocerlos!

45
¿Por qué hemos realizado esta campaña?
Porque hace 8 años nacimos con el sueño de generar acceso a la
lectura a un millón de peruanos y, aunque nos dijeron que era
imposible, gracias a la alianza con distintas organizaciones nacio-
nales e internacionales y diversas personas, este
año lo hemos conseguido y queremos celebrarlo contigo.

Estos libros son un regalo para ti y para todas las niñas y niños que
vimos juntando sus propinas para comprarse libros en los quioscos.

Para todos los padres de familia que no tienen dinero para com-
prarle libros a sus hijos.

Para todos los profesores que necesitan libros para su Plan Lector
y para los más de 20 millones de peruanos que compran libros,
porque no tienen acceso a bibliotecas públicas y gratuitas.

UN MILLÓN DE NIÑOS LECTORES es una empresa social


que construye bibliotecas escolares en escuelas de escasos recur-
sos a nivel nacional, para ejercer el derecho a leer de todos los
niños y niñas del Perú.
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libros de la colección LEER PARA EL PERÚ.

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