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9 My Dear.......................................................................... Pag. 34
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Este primer libro cuenta la historia de Marino
Morikawa, un joven científico peruano que amaba
tanto la naturaleza que se propuso limpiar el lugar
favorito de su infancia. Ema estuvo a cargo de
contar su historia.
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Capítulo Uno
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Capítulo Uno
Buscando al
e s t u d i a n t e h é ro e
U
nos días atrás, mi profesora llegó a la clase con una gran
noticia:
—Chicos, a pedido de una de nuestras alumnas, vamos
a iniciar un proyecto muy interesante. Les cuento que,
en las próximas semanas, recibiremos varias visitas en el
colegio. Yo los llamo héroes peruanos. Son personas de carne y
hueso como nosotros que han creado emprendimientos que están
transformando al Perú. Ellos les van a contar cómo convir-
tieron sus sueños en realidad y ustedes podrán hacerles todas
las preguntas que quieran. ¿Saben cómo se va a llamar este
proyecto?
La profesora cogió una tiza y escribió lo siguiente en la
pizarra:
“Buscando al estudiante héroe”.
—¿Por qué se llama así, profesora? —preguntó
Pablo, uno de mis compañeros—. ¿Por qué no se llama
‘Buscando héroes’?”.
—Porque este proyecto tiene una segunda parte. Luego de
conocer y escuchar a estas personas, luego de investigar sobre
sus emprendimientos, ustedes mismos van a crear sus propias
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Capítulo Uno
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Capítulo Uno
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Capítulo Dos
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Capítulo Dos
Un humedal llamado
"El Cascajo"
U
n par de días después, durante el curso de Geogra-
fía, mi profesora nos dio una clase sobre el cuidado
del medio ambiente. Nos habló sobre los efectos de
la contaminación en la naturaleza y cómo afecta a
los animales que viven en él. No mucho después de haber
comenzado, alguien tocó la puerta del salón. Era un hom-
bre de gesto amable, vestido con un mandil y un sombrero
de pescador. “Chicos, les presento a Marino Morikawa”,
dijo la profesora. “Es nuestro primer invitado del proyecto
“Buscando al estudiante héroe”. Enseguida, nos explicó que
Marino era un científico que había limpiado con sus pro-
pias manos un humedal llamado El Cascajo.
—¿Qué es un humedal?— preguntó Pablo, desde
su asiento.
La verdad es que yo tampoco sabía lo que era,
aunque me parecía impresionante que alguien limpiara
algo con sus propias manos (¡muchas veces me da pereza
limpiar mi propia habitación!).
—¿Qué les parece si lo miran con sus propios ojos? —
fue la respuesta de Marino.
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Capítulo Dos
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Capítulo Dos
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Capítulo Tres
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Capítulo Tres
E l l l a m a d o d e l p a d re
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uando Marino era más joven, se ganó una beca para
estudiar en una universidad de Japón. Él quería
convertirse en científico para solucionar problemas
ambientales, y ese país era uno de los más avanzados
en ese campo. Allí, trabajó como investigador, haciendo
todo tipo de experimentos.
En 2011, algunos años después de su llegada, Japón
sufrió uno de los terremotos más fuertes de su historia. El
papá de Marino, muy preocupado, fue una de las primeras
personas que lo llamó para asegurarse de que estuviera
bien. En medio de esta catástrofe, con su laboratorio hecho
un desastre, las llamadas de su padre y de otras personas de
su familia (como su hermana, Marian) lo tranquilizaron.
Marino aprovechaba para contarles sobre sus proyectos y
su trabajo como voluntario en zonas de desastre. Durante
una de esas llamadas, su papá le habló sobre El Cascajo, el
humedal de su infancia.
—¿Aún te acuerdas de él? —le preguntó.
—Por supuesto que lo recuerdo —dijo Marino.
—El otro día lo visité después de mucho tiempo. Fui para
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Capítulo Tres
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Capítulo Cuatro
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Capítulo Cuatro
L o s re t o s n o d e t i e n e n ,
impulsan
E
l objetivo era limpiar El Cascajo, pero Marino iba
a necesitar ayuda. Lo primero que hizo fue buscar
a alguien que pudiera colaborar con algo de dinero
para su proyecto. Todas las mañanas, salía de su
casa para reunirse con todo tipo de gente: empresarios,
banqueros, líderes, instituciones públicas, etcétera. Dice
que tocó más de veinte puertas. Algunos ni siquiera le
respondieron. La mayoría le decía siempre lo mismo:
“¿Y qué vamos a ganar nosotros con tu proyecto?”.
Marino no se desanimaba cuando le respondían que
no. Creo que esa es una de las cosas que más
admiro de él. Cuando le preguntamos si
es que alguna vez pensó en renunciar,
él puso cara de sorpresa. “¿Renun-
ciar? Hasta ahora no existe esa palabra
en mi vocabulario y no quiero conocer
su significado”, nos dijo, con mucha
seguridad. “¡Pa’lante! ¡Cuando hay
problemas, hay que seguir tirando pa’lante!”
Por suerte, sí hubo unas pocas personas que lo apo-
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Capítulo Cuatro
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Capítulo Cinco
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Capítulo Cinco
To d o h é ro e , t i e n e u n
p l a n c l a ro
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na vez en Lima, Marino viajó a El Cascajo. La
primera fase de su plan consistía en dormir tres no-
ches seguidas en el humedal para saber, de primera
mano, en qué estado se encontraba. Quería estudiar
el viento, ver qué tipos de animales y plantas había en el lu-
gar, y cuántas personas pasaban por la zona por la mañana,
por la tarde y por la noche.
“Tenía que convertirme en un Sherlock Holmes”,
nos dijo. “Porque solo así iba a descubrir qué era lo que
ensuciaba tanto”.
Después de esos tres días, comenzó la acción. Antes
de usar cualquier aparato o maquinaria científica, Marino
tuvo que usar sus propias manos. El humedal estaba cu-
bierto por un tipo de planta al que todos llaman
“lechuga de agua”. Su trabajo era simple,
pero agotador: debía retirar todo lo que
cubría la superficie para, luego, emplear
técnicas más sofisticadas.
Un trabajo como ese podría asustar a
cualquiera, pero a Marino no. De he-
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Capítulo Cinco
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Capítulo Seis
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Capítulo Seis
C re e r e n u n o m i s m o
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os pobladores de Chancay —la ciudad más cercana
al humedal— no siempre apoyaron la iniciativa de
Marino. Al principio se hicieron de la vista gorda. Él
limpiaba El Cascajo por su cuenta y ellos solo lo veían
desde lejos, sin ayudarlo.
“Chino, sal de ahí, te vas a enfermar, ese lugar no lo
vas a poder recuperar”, le decían.
Pero esos comentarios motivaban aún más a Mari-
no. Cuando le decían esas cosas, él salía del humedal, ves-
tido con su mandil mojado y su sombrero, y se acercaba a
la gente. Les explicaba lo que estaba haciendo y trataba de
demostrarles que estaban equivocados. “Si trabajamos jun-
tos este lugar se convertirá en un paraíso”, les decía. La mayo-
ría le respondía que era casi imposible. Pero Marino nunca
bajó los brazos. Limpiar El Cascajo era complicado, pero
no imposible.
Fueron días de trabajo duro y constante, con el
agua hasta las rodillas y limpiando con las manos. Llegaba a
las seis de la mañana y no se iba hasta las ocho de la noche.
Un día, mientras retiraba las lechugas de agua del humedal,
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Capítulo Seis
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Capítulo Siete
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Capítulo Siete
Lo que importa es
l o d e a d e n t ro
P
or la manera en que se viste —con mandil y som-
brero—, Marino parece un explorador antes que un
científico. Parece alguien que está siempre listo para
lanzarse a alguna aventura. Sin embargo, cuando
se pone a hablar sobre ciencia se emociona más que mi
profesor de química. Yo misma, alguna vez, he pensado
en ser científica. Y me dio mucha curiosidad saber qué usó
exactamente para devolverle el color a ese enorme hume-
dal. ¿Algún invento? ¿Alguna sustancia?
Marino nos explicó que, durante sus años de
estudiante en la Universidad de Tsukuba, en Japón,
conoció técnicas muy avanzadas. Allí aprendió sobre la
nanotecnología. Es decir, tecnología tan pequeña que no
se puede ver con los ojos. Por sus nombres, parecen cosas
muy complicadas, pero en realidad son bastante simples.
Utilizó dos de ellas.
Con la ayuda de su equipo de investigadores
fabricó el sistema del micro nano burbujeo: unas burbujas
que son diez mil veces más pequeñas que las de la gaseosa.
Al ser tan chicas, estas concentran una gran cantidad de
energía y las bacterias se les pegan, como si fueran imanes.
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Capítulo Siete
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Capítulo Ocho
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Capítulo Ocho
U n re g re s o i n e s p e r a d o
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ara el año 2013, las aguas de El Cascajo se habían
recuperado casi en su totalidad y toda la comunidad
colaboraba para lograr el objetivo. En aquella época,
Marino viajaba muy seguido; pasaba una temporada
en Perú y otra en el extranjero. Un día, mientras estaba en
Japón, recibió una llamada.
—El humedal está de color blanco, Marino— le dijo
la persona al otro lado de la línea.
Al escuchar esas palabras, él se asustó. Se le ocurrió
que su trabajo estaba en peligro; que, quizás, todo lo avan-
zado no había servido para nada. En ese momento, Marino
compró un pasaje de avión y, al día siguiente, tomó un vuelo
de regreso a Lima
Al llegar a El Cascajo, pudo comprobar lo que le ha-
bían contado por teléfono. Efectivamente: la superficie del
humedal se veía de color blanco.
—Pero eran los plumajes de las aves que habían llega-
do al humedal. —nos dijo Marino con orgullo.
El agua estaba cubierta por miles de aves. Entonces
supo que estaban en el camino correcto: no solo se estaba
recuperando el humedal para la gente, sino también para
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Capítulo Ocho
los animales. Marino nos contó que, ahora, hay casi cien
especies diferentes de aves en el humedal. Que en verano
llegan bandadas con hasta ochenta mil aves migratorias.
Mientras decía esas cosas, apuntaba hacia una bandada que
atravesaba el cielo, justo encima de unos niños que jugaban
alegremente.
—Solo tienen que tener cuidado de que no les caiga una
sorpresita —nos advirtió, con una sonrisa, y se limpió una
mancha blanca que tenía en el hombro.
Para el año 2014, el humedal estaba irreconocible:
su superficie era un espejo azul brillante. Había dejado de
ser un basurero, los peces empezaban a regresar a sus aguas
poco profundas. Ya se parecía en algo al recuerdo que Mari-
no tenía en su cabeza. Uno de esos días, Marino y su padre
alquilaron una chalana (un bote de pesca ar-
tesanal) y se metieron al humedal. Allí,
en medio del agua, ambos se sintieron
como en los viejos tiempos. Su padre lo
miró orgulloso.
"Volverán a nadar y remar los ni-
ños con sus padres", dijo.
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Capítulo Nueve
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Capítulo Nueve
My Dear
L
uego de tres años, Marino decidió que su trabajo en
El Cascajo había llegado a su fin. Afortunadamente,
durante ese tiempo, él había logrado contagiar su en-
tusiasmo entre los pobladores de Chancay, quienes le
tomaron la posta. Ellos se organizaron para proteger y con-
servar el humedal y lo siguen haciendo hasta el día de hoy
(bastante bien, hay que decirlo).
Marino, por su parte, tenía otros objetivos en mente.
Él sentía que El Cascajo era solo un peldaño en algo mucho
más grande. Pero antes de dar cualquier paso, él tenía que
hablar con alguien muy importante para él: su hermana.
Marian Morikawa fue una de las pocas personas que
apoyó a Marino desde el primer momento en que decidió
limpiar El Cascajo. Ella era abogada y lo ayudaba dentro de
sus posibilidades: con asuntos de leyes y regulaciones am-
bientales. Marino la quería mucho. Ambos habían ido a El
Cascajo un montón de veces cuando eran niños. Marino la
llamaba My Dear. “Mi querida”, en inglés.
Cuando la limpieza de El Cascajo comenzó a dar
resultados y el agua comenzó a verse más clara, Marian se
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Capítulo Nueve
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Capítulo Diez
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Capítulo Diez
Pa s a n d o l a vo z
A
eso de las tres de la tarde, nos despedimos de Ma-
rino. Él dijo que quería quedarse un rato más en El
Cascajo. Nosotros tomamos el bus de regreso al co-
legio. En el camino, me quedé pensando en la enor-
me hazaña de Marino: en cómo había generado un cambio
en su entorno a pesar de tener todo en contra, a pesar de no
tener apoyo ni dinero. ¿Acaso era eso ser un héroe?
Al llegar al colegio, mis amigos cogieron sus
mochilas y se fueron a sus casas; yo, en cambio, me escapé
un rato a la biblioteca. Me puse a investigar sobre Marino.
Descubrí que su historia había dado la vuelta al mundo.
Que, tras su experiencia en El Cascajo, recuperó varios
hábitats naturales en Asia y en África. Que ha sido re-
conocido por diversas organizaciones
nacionales e internacionales muy
importantes como la UNESCO.
También recibió el mayor premio
que la Universidad de Tsukuba brinda a
sus alumnos, y el programa de National Geographic hizo
un reportaje sobre su trabajo. Ahora, su objetivo es limpiar
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Capítulo Diez
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Capítulo Once
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Capítulo Once
U n h é ro e n u n c a e s t á s o l o
L
legué un poco tarde a casa, ya estaba la cena servida.
Mi papá acababa de llegar del trabajo y mi mamá le
daba de comer a mi hermana pequeña. “¿Dónde te
habías metido?”, me preguntaron. Yo les conté toda
la historia, de principio a fin. Les conté sobre el proyecto
de mi profesora, “Buscando al estudiante héroe”. Les conté
sobre nuestra visita a El Cascajo y la historia de Marino
Morikawa. Les conté cómo había limpiado el humedal él
solo, con sus propias manos.
—Tu profesora tiene razón: este señor Marino es un
verdadero héroe —dijo mi mamá—. Pero no lo hizo solo, cariño.
Yo me quedé mirándola, sin entender muy bien a
qué se refería. Mamá continuó:
—Ese chico no lo hubiera logrado si la gente de la
zona no hubiera decidido apoyarlo. Quizás se habría ren-
dido sin las palabras de su hermana. ¿Y qué pasaba si su
papá nunca le hubiera enseñado a amar la naturaleza?
Un héroe nunca está solo, mi amor, siempre hay más
personas que lo ayudan a seguir adelante.
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Capítulo Once
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La conclusión de Ema…
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¿Por qué hemos realizado esta campaña?
Porque hace 8 años nacimos con el sueño de generar acceso a la
lectura a un millón de peruanos y, aunque nos dijeron que era
imposible, gracias a la alianza con distintas organizaciones nacio-
nales e internacionales y diversas personas, este
año lo hemos conseguido y queremos celebrarlo contigo.
Estos libros son un regalo para ti y para todas las niñas y niños que
vimos juntando sus propinas para comprarse libros en los quioscos.
Para todos los padres de familia que no tienen dinero para com-
prarle libros a sus hijos.
Para todos los profesores que necesitan libros para su Plan Lector
y para los más de 20 millones de peruanos que compran libros,
porque no tienen acceso a bibliotecas públicas y gratuitas.
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