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¿Qué es para mí ser financiero?

Algunas veces he considerado que el gusto por algo se forma por dos vías. La primera

tiene que ver con el contexto y las influencias que de él provienen. Supongo que una idea

esparcida y que forma el juicio existente sobre los financieros es su manejo del dinero, y es

común considerar que este tipo de profesionales tendrán grandes cantidades de él aseguradas,

así como estatus o reconocimiento si destacan.

También sucede que se los percibe como personas susceptibles de comprometer su

moralidad en las ocasiones en que puedan ganar más. Esto, por supuesto, no es absoluto, y

depende de la voluble determinación de alguien a mantener sus valores: en tanto se pueda

elegir cómo actuar –de ahí lo voluble– siempre se puede elegir ser fuerte ante lo incorrecto.

Los juicios generados y percibidos determinaron parte del gusto por la profesión en

un principio, luego de sopesar sus virtudes y defectos, ya que creó curiosidad. La decisión de

estudiar finanzas se tornó una opción atractiva en su momento.

El otro determinante del gusto es el descubrimiento, cuyo carácter es progresivo, y

está envuelto en sorpresa que logra mantener la atención. La fuente del descubrimiento es el

estudio propio, es el conocimiento al cual accedí al elegir la profesión. Pienso que de los

determinantes del gusto que concibo, este es el más importante. Tuve suerte al hallar

correspondencia entre la idea que me había figurado sobre mi dedicación futura en un

principio y, luego de la elección, mantenerme gustoso de conocerla cada vez más,

reivindicando mi decisión.

Ahora, después de haber pasado ya tiempo inmerso en ella, pretendo profundizar en

su importancia, meditando el valor que tiene para mí.

¿Qué es para mí ser financiero? Es una tarea que precisa mucha reflexión para generar

una respuesta significativa, satisfactoria y motivante. Eso no significa que cada aspecto

relacionado con la profesión que elegí sea distorsionado, con el objeto de otorgarle una

valoración positiva que encaje con las tres características que mencioné para la respuesta que
busco, y provocar que forzosamente los considere como puntos a favor, sino que implica

reconocer con reflexión la manera en que cada conocimiento que gradualmente obtenía de su

estudio es, en efecto, beneficioso por las habilidades que otorga y, sobre todo, por cómo ellas

ayudan a enfrentar dificultades en la realidad.

La realidad de la que se ocupa las finanzas resulta de la interacción e interconexión,

en donde debe administrar recursos para que la dinámica de una organización pueda

adecuarse a las fluctuaciones de un sistema y perdurar.

Cada organización persigue propósitos propios y se desenvuelve en una actividad

específica, deviniendo al final en producción. La importancia de la supervivencia de estas

organizaciones es crucial para que varias necesidades sean satisfechas y asegurar cierto nivel

de bienestar.

En una empresa, como en el resto de una economía grande, el dinero posibilita que

esta opere: es un flujo que interconecta cada subárea especializada. Intentando mostrar

similitud con un flujo natural, diría que es como el sanguíneo; sin embargo, requiere que

alguien se ocupe de él constantemente. De hecho, el proceso de obtención de dinero que

permita el funcionamiento, y que además deje ingresos, requiere de alguien que vele por ello,

de alguien que tome decisiones para distribuirlo, de alguien que decida cómo invertirlo.

Las finanzas, en tal sentido, son decisiones para administrar: a fin de cuentas, el

dinero, como cualquier recurso, es escaso y tiene usos alternativos o, en otras palabras, no

ingresa de manera ilimitada y creciente.

La tarea de un financiero en la administración de una unidad productiva u

organización es, en virtud de las concepciones de las finanzas que he expuesto hasta aquí,

procurar que el flujo de dinero corresponda con los requerimientos productivos provenientes

de la demanda, a la vez que genera remanentes para poder fortalecerse y perdurar, y

obviamente retribuir a los implicados en el proceso.


Decidir, con el objeto de generar valor y hacer que algo perdure. Suena como una

fórmula para aplicarse sin mayores complicaciones, y quizás lo sería si la realidad no fuera

inherentemente riesgosa.

El riesgo es uno de los determinantes de las decisiones, cualquiera que sea el campo

en donde estas aparezcan, y preocupa por las pérdidas que conlleva. Para lidiar con riesgos,

se hace uso de la diversificación, o compartimiento de este entre varios individuos o

elementos, de modo que su carga se reduce.

Sobre ese principio se han construido varias herramientas y estrategias que amplían el

rango de acción de las finanzas. Además, junto a otro determinante de las decisiones, como es

la expectativa de beneficio, logran orientarlas a través de la búsqueda de un equilibrio entre

ambos.

Considero que la expresión de tales principios ayuda a generar una idea global de los

problemas de los que se ocupan las finanzas, pero también son importantes para llegar a

inferir lo que ocurriría en su ausencia, sobre todo para mantener el funcionamiento de las

unidades productivas dentro del sistema que conocemos.

Más allá de las imperfecciones de tal sistema, producto de ser una construcción

humana, las finanzas poseen un considerable arsenal para mitigarlas, como el análisis del

comportamiento, la creación de medios de financiamiento accesibles o de mayor difusión, la

generación de flujos de inversión que sustenten un incremento de producción real y la

constante inventiva en la administración del dinero y otros recursos que sirve de apoyo para

tal actividad.

Luego de todas las descripciones, argumentos e ideas que he dado, puedo tratar de

usarlas para responder al cuestionamiento de estos escritos.

La significancia estriba en la decisión, concebida como habilidad que se agudiza en el

tiempo de estudio, por contribuir a mantener dentro de lo humanamente posible un equilibrio


en el funcionamiento de un sistema. La satisfacción proviene del logro de tal propósito, y

también del desarrollo continuo propio que percibo como sustrato de todo buen profesional y

humano. Lo motivante procede de los retos, tratando de incrementar la suspicacia para

enfrentarlos, al tiempo que el descubrimiento en la búsqueda de conocimiento me mantiene

enfocado.

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