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Antenor Escudero

Foro 12

1. La discusión entre estos autores se enmarcaba en una coyuntura peculiar en el


país. 

El gobierno de Leguía simbolizó un esfuerzo desde la misma oligarquía para


desarrollar la industria y permitir un mayor flujo de capital extranjero, a modo de
modernizar el país, entrando con conflictos intermitentes y eventuales con el
gamonalismo. Por otro lado, el desarrollo industrial urbano de finales del s.XIX
trajo consigo la aparición de un contingente de obreros que comenzaron a
organizarse, como los gremios predecesores, pero ahora con un vínculo cada vez
más fuerte con nuevas tendencias políticas; en el campo, los conflictos con
hacendados y la aparición de movimiento milenaristas en el campo fueron igual de
importantes. El ascenso de las clases medias profesionales también cultivó una
capa intelectual importante, que comenzó a confrontar los nuevos problemas del
país, criticar las acciones pasadas de la clase políticas y pensar en soluciones a
los conflictos. La crisis económica de 1929 tuvo un impacto peculiar, en su calidad
de fenómeno internacional, afectando nuestra economía exportadora y trayendo a
colación la búsqueda de alternativas políticas; la oligarquía reconsidero el apoyo a
Leguía y la figura de Sanchez-Cerro apareció como alternativa.  En este contexto,
surgieron los nuevos partidos de masas, el partido aprista y el partido socialistas,
buscando captar y articularse con las nuevas capas sociales que surgían, el
movimiento obrero y la clase profesional intelectual.

2. En un sentido inmediato, Haya de la Torre fue influenciado por la Revolución


Mexicana, mientras que Mariátegui observaba como referente a la experiencia
soviética.  Haya de la Torre fue dirigente estudiantil, Mariátegui fue un periodista
autodidacta. La experiencia mexicana llevó a Haya a proponer un frente popular
impulsado por las clases medias, de la mano de sectores artesanos, obreros y
campesinos, estableciendo la lucha antiimperialista como la principal guía, a fin de
superar el dominio de EE.UU., permitiendo el desarrollo autonomo del Perú.
Mariátegui, a diferencia de este, consideraba que la necesaria conformación de un
partido socialista, dirigido por los obreros y campesinos, con intelectuales, podía
aspirar a metas más ambiciosas con el establecimiento de un sistema socialista
acorde a las estructuras nacionales; el antiimperialismo era programáticamente
insuficiente. Esto también se filtra a la concepción de organización de forma más
específicas, para Haya, el APRA era un frente antiimperialista, con su liderazgo
indiscutible; para Mariátegui, el Partido Socialista tenia caracter proletario.

3. Haya, inspirándose inicialmente del marxismo, toma la crítica al imperialismo y


el desarrollo en fases, distanciándose por la lectura poco adecuada a la realidad
peruana.  Con la vaga referencia de Einstein, plantea el espacio-tiempo-histórico
como forma correcta de asumir el proceso de desarrollo de los países colonizados.
Mariátegui, con una experiencia de marxismo heterodoxo, se aleja de la idea de
fases de desarrollo estrictas y considera que las condiciones particulares del país
permiten un desarrollo más rápido al socialismo; esta interpretación, facilitada por
la influencia gramsciana, permite una mirada alternativa.

4. Siguiendo precisamente esas ideas, la política se plantea como prácticas


diferentes. Para Haya de la Torre, hay una importante necesidad de la toma de
poder, la creación de un partido es secundario en la medida que aglomera fuerzas
con la agenda común antiimperialista. Especificaciones sobre la ruta particular del
proyecto político solo se establecen una vez que se tome el control del estado,
definido por ser antiimperialista y regulador. Mariátegui, por su parte, considera
necesaria la construcción del partido en tanto vehículo político de la clase
trabajadora peruana, para la construcción del socialismo; el proyecto socialista
depende de una agenda determinada y una organización que articule al
movimiento obrero y al campesinado para este propósito.

5. Para Haya, la situación de coloniaje había truncado el desarrollo de las


naciones imperializadas, no solo volviendo sus economías sujetas al espolio del
imperio, sino también creando un sistema político que facilita dicha situación.
Destrabar este proceso, mediante el establecimiento de un estado antiimperialista,
permitiría salir del imperialismo en tanto coloniaje y condición de semifeudalismo,
al desarrollo capitalista de estado y una integración en condición de igualdad en el
sistema internacional. Mariátegui tomaba distancia de esta propuesta en la medida
que obviaba al imperialismo como un proceso del desarrollo de las economías
centrales en la expansión del capital, el antiimperialismo que derive en capitalismo
nacional no solo no era factible, sino contradictorio en la medida que asume
capitalismos paralelos; el socialismo, única meta que cumple tanto el avance del
desarrollo y confronta la amenaza imperialista, era la ruta adecuada.

6. Indudablemente, uno de los puntos importantes que asumen ambos es la lucha


contra el imperialismo y el carácter de vinculación con la situación de
semifeudalismo en el país. En un segundo término, la necesidad de una
organización con explícito político, más allá de las organizaciones de base y una
agenda de transformación se hacen patentes.

7. La crítica de Belaunde al problema del indio no puede sino ser un poco


inconsistente. En primer lugar, es incoherente aludir al peso de los problemas
estructurales (la opresión económica) y considerar que su solución es netamente
pedagógica. Remitiendo la situación al mismo indio, en un mercado laboral
netamente agrario, en una economía agraria y con instituciones serviles, la
sugerencia de educarse para elevarse peca de cruel, sino de maliciosa. En un
segundo término, la resolución del minifundismo en una economía de pobre flujo
de capital, peca de este mismo defecto, al inferir, erróneamente, una integración
fácil, sino conveniente, al mercado nacional; si bien, en efecto, más tarde, la
integración, llevo a esta posibilidad, lo cierto que es las tierras comunales, dentro
de los esquemas deseados por las comunidades, responden mejor a la
problemática. En un tercer término, es inexacta la concatenación de Belaunde
entre reconocer el ineludible mestizaje cultural del país y la armonía social bajo la
estela de la revalorización de los indígena sin problematizar la estructura de poder;
más a fuerza de la intención que de la posibilidad, suspender los conflictos
sociales de obvia raíz económica, asume un cariz netamente cultural a la
problemática, antes que esto su manifestación.

Respecto a su crítica sobre el ensayo de regionalismo y centralismo asoman otros


elementos. Belaunde, acertando al vincular las insuflas gamonalistas detrás de los
llamamientos al federalismo, con el peligro de facilitarles el control de áreas del
territorio así como sostener su dominio, peca de condenar la posibilidad del
federalismo por problemas no inherentes a esta organización, sino a la existencia
de haciendas y reyezuelos locales; paradójicamente no puede calzar su propuesta
de alternativa minifundista con un federalismo libre de gamonales. Belaunde
también obvia el conflicto entre la capital y las regiones, que necesariamente está
vinculado con los problemas del gamonalismo y distribución de la población
indígena en el territorio. Sorprendentemente, los conflictos se suspenden más a
fuerza de querer la unidad nacional que su existencia efectiva, o siquiera lograble
dentro de las limitaciones actuales; no negando la posibilidad de esta, sugiere más
un ánimo malicioso o mal guiado a la crítica a esta idea de unidad nacional que
una mirada más aterrizada de cómo pensar el país fragmentado socialmente más
allá de la imaginación bienintencionada de la intelectualidad reformista. El
anacronismo es también un pecado cometido por Belaunde, al afirmar que el
fenómeno de los pioneers se asemeja a las incursiones de los conquistadores en
la selva nacional; si bien, la plena intención de expandir la frontera económica y
reclamar territorio para la economía nacional para la extracción de recursos, en
detrimento de la población nativa, es un símil ineludible; lo cierto es también que la
dependencia de capital extranjero y predominancia de actividades extractivas con
mano de obra semiesclava generan una diferencia alarmante e ineludible.

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