1. La discusión entre estos autores se enmarcaba en una coyuntura peculiar en el
país.
El gobierno de Leguía simbolizó un esfuerzo desde la misma oligarquía para
desarrollar la industria y permitir un mayor flujo de capital extranjero, a modo de modernizar el país, entrando con conflictos intermitentes y eventuales con el gamonalismo. Por otro lado, el desarrollo industrial urbano de finales del s.XIX trajo consigo la aparición de un contingente de obreros que comenzaron a organizarse, como los gremios predecesores, pero ahora con un vínculo cada vez más fuerte con nuevas tendencias políticas; en el campo, los conflictos con hacendados y la aparición de movimiento milenaristas en el campo fueron igual de importantes. El ascenso de las clases medias profesionales también cultivó una capa intelectual importante, que comenzó a confrontar los nuevos problemas del país, criticar las acciones pasadas de la clase políticas y pensar en soluciones a los conflictos. La crisis económica de 1929 tuvo un impacto peculiar, en su calidad de fenómeno internacional, afectando nuestra economía exportadora y trayendo a colación la búsqueda de alternativas políticas; la oligarquía reconsidero el apoyo a Leguía y la figura de Sanchez-Cerro apareció como alternativa. En este contexto, surgieron los nuevos partidos de masas, el partido aprista y el partido socialistas, buscando captar y articularse con las nuevas capas sociales que surgían, el movimiento obrero y la clase profesional intelectual.
2. En un sentido inmediato, Haya de la Torre fue influenciado por la Revolución
Mexicana, mientras que Mariátegui observaba como referente a la experiencia soviética. Haya de la Torre fue dirigente estudiantil, Mariátegui fue un periodista autodidacta. La experiencia mexicana llevó a Haya a proponer un frente popular impulsado por las clases medias, de la mano de sectores artesanos, obreros y campesinos, estableciendo la lucha antiimperialista como la principal guía, a fin de superar el dominio de EE.UU., permitiendo el desarrollo autonomo del Perú. Mariátegui, a diferencia de este, consideraba que la necesaria conformación de un partido socialista, dirigido por los obreros y campesinos, con intelectuales, podía aspirar a metas más ambiciosas con el establecimiento de un sistema socialista acorde a las estructuras nacionales; el antiimperialismo era programáticamente insuficiente. Esto también se filtra a la concepción de organización de forma más específicas, para Haya, el APRA era un frente antiimperialista, con su liderazgo indiscutible; para Mariátegui, el Partido Socialista tenia caracter proletario.
3. Haya, inspirándose inicialmente del marxismo, toma la crítica al imperialismo y
el desarrollo en fases, distanciándose por la lectura poco adecuada a la realidad peruana. Con la vaga referencia de Einstein, plantea el espacio-tiempo-histórico como forma correcta de asumir el proceso de desarrollo de los países colonizados. Mariátegui, con una experiencia de marxismo heterodoxo, se aleja de la idea de fases de desarrollo estrictas y considera que las condiciones particulares del país permiten un desarrollo más rápido al socialismo; esta interpretación, facilitada por la influencia gramsciana, permite una mirada alternativa.
4. Siguiendo precisamente esas ideas, la política se plantea como prácticas
diferentes. Para Haya de la Torre, hay una importante necesidad de la toma de poder, la creación de un partido es secundario en la medida que aglomera fuerzas con la agenda común antiimperialista. Especificaciones sobre la ruta particular del proyecto político solo se establecen una vez que se tome el control del estado, definido por ser antiimperialista y regulador. Mariátegui, por su parte, considera necesaria la construcción del partido en tanto vehículo político de la clase trabajadora peruana, para la construcción del socialismo; el proyecto socialista depende de una agenda determinada y una organización que articule al movimiento obrero y al campesinado para este propósito.
5. Para Haya, la situación de coloniaje había truncado el desarrollo de las
naciones imperializadas, no solo volviendo sus economías sujetas al espolio del imperio, sino también creando un sistema político que facilita dicha situación. Destrabar este proceso, mediante el establecimiento de un estado antiimperialista, permitiría salir del imperialismo en tanto coloniaje y condición de semifeudalismo, al desarrollo capitalista de estado y una integración en condición de igualdad en el sistema internacional. Mariátegui tomaba distancia de esta propuesta en la medida que obviaba al imperialismo como un proceso del desarrollo de las economías centrales en la expansión del capital, el antiimperialismo que derive en capitalismo nacional no solo no era factible, sino contradictorio en la medida que asume capitalismos paralelos; el socialismo, única meta que cumple tanto el avance del desarrollo y confronta la amenaza imperialista, era la ruta adecuada.
6. Indudablemente, uno de los puntos importantes que asumen ambos es la lucha
contra el imperialismo y el carácter de vinculación con la situación de semifeudalismo en el país. En un segundo término, la necesidad de una organización con explícito político, más allá de las organizaciones de base y una agenda de transformación se hacen patentes.
7. La crítica de Belaunde al problema del indio no puede sino ser un poco
inconsistente. En primer lugar, es incoherente aludir al peso de los problemas estructurales (la opresión económica) y considerar que su solución es netamente pedagógica. Remitiendo la situación al mismo indio, en un mercado laboral netamente agrario, en una economía agraria y con instituciones serviles, la sugerencia de educarse para elevarse peca de cruel, sino de maliciosa. En un segundo término, la resolución del minifundismo en una economía de pobre flujo de capital, peca de este mismo defecto, al inferir, erróneamente, una integración fácil, sino conveniente, al mercado nacional; si bien, en efecto, más tarde, la integración, llevo a esta posibilidad, lo cierto que es las tierras comunales, dentro de los esquemas deseados por las comunidades, responden mejor a la problemática. En un tercer término, es inexacta la concatenación de Belaunde entre reconocer el ineludible mestizaje cultural del país y la armonía social bajo la estela de la revalorización de los indígena sin problematizar la estructura de poder; más a fuerza de la intención que de la posibilidad, suspender los conflictos sociales de obvia raíz económica, asume un cariz netamente cultural a la problemática, antes que esto su manifestación.
Respecto a su crítica sobre el ensayo de regionalismo y centralismo asoman otros
elementos. Belaunde, acertando al vincular las insuflas gamonalistas detrás de los llamamientos al federalismo, con el peligro de facilitarles el control de áreas del territorio así como sostener su dominio, peca de condenar la posibilidad del federalismo por problemas no inherentes a esta organización, sino a la existencia de haciendas y reyezuelos locales; paradójicamente no puede calzar su propuesta de alternativa minifundista con un federalismo libre de gamonales. Belaunde también obvia el conflicto entre la capital y las regiones, que necesariamente está vinculado con los problemas del gamonalismo y distribución de la población indígena en el territorio. Sorprendentemente, los conflictos se suspenden más a fuerza de querer la unidad nacional que su existencia efectiva, o siquiera lograble dentro de las limitaciones actuales; no negando la posibilidad de esta, sugiere más un ánimo malicioso o mal guiado a la crítica a esta idea de unidad nacional que una mirada más aterrizada de cómo pensar el país fragmentado socialmente más allá de la imaginación bienintencionada de la intelectualidad reformista. El anacronismo es también un pecado cometido por Belaunde, al afirmar que el fenómeno de los pioneers se asemeja a las incursiones de los conquistadores en la selva nacional; si bien, la plena intención de expandir la frontera económica y reclamar territorio para la economía nacional para la extracción de recursos, en detrimento de la población nativa, es un símil ineludible; lo cierto es también que la dependencia de capital extranjero y predominancia de actividades extractivas con mano de obra semiesclava generan una diferencia alarmante e ineludible.