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El principio de razonabilidad como un límite sustantivo a las atribuciones del Congreso:

La idea de este trabajo es demostrar que la CN limita la facultad del Congreso de reglamentar los
derechos constitucionales disponiendo que dicha reglamentación debe ejercerse utilizando
medios adecuados y proporcionados para promover el interés público buscado. Esto implica
defender la postura de que las atribuciones que la Constitución le otorga al Congreso para
reglamentar los derechos se encuentran limitadas y deben afectar de la menor manera posible los
derechos constitucionales en juego.

El art. 14 CN establece que los derechos reconocidos a los habitantes serán ejercidos conforme a
las leyes que los reglamenten. Por su parte el art 28 CN dispone que los principios, garantías y
derechos no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio, este articulo tuvo el
propósito de evitar que las declaraciones y derechos de la Constitución terminen siendo limitados
por las leyes que los reglamenten.

Esto plantea una compleja tensión entre autoridad y derechos. por un lado, cual es el alcance de la
autoridad del Congreso en la reglamentación de los derechos y, por el otro lado, cual es el límite
que la Constitución le impone a esa atribución legislativa con fundamento en los derechos
constitucionales objeto de la reglamentación.

La cuestión a dilucidar es la de cuál es el criterio o estándar al que se debe recurrir para


determinar que un derecho constitucional ha sido alterado por su reglamentación, y en
consecuencia, demostrar que el Congreso se ha excedido en sus atribuciones reglamentarias. El
hecho de que el art. 28 CN este dirigido al Congreso determina que le impone un límite sustantivo
al arbitrio legislativo. No es una limitación de la autoridad democrática del Congreso sino que es
un principio regulativo que establece que esa autoridad debe tender a ampliar los derechos
constitucionales y no a restringirlos.

Una manera de abordar esta cuestión es mediante una teoría de la interpretación judicial. El
problema de esto es la cantidad tan variada de diversos criterios de interpretación, que llevan
inevitablemente a diferentes soluciones, sobre la constitucionalidad o no de las leyes, según sea el
criterio que se utilice.

Cuando los jueces o juristas no coinciden acerca de la interpretación de una norma constitucional
generalmente están en desacuerdo acerca del principio interpretativo al que debe recurrirse para
precisar el sentido de la norma en cuestión. Son menos las veces que no coinciden en cuál es la
consecuencia de interpretar una norma en función de un determinado principio. Ello hace
necesario construir principios de interpretación compatibles con los valores constitucionales.

Estas dificultades y complejidades de la interpretación constitucional pueden ser en buena medida


superadas mediante la apelación al principio de razonabilidad, este brinda un estándar más
preciso a legisladores y jueces para determinar el limite a la reglamentación de los derechos
constitucionales establecido en el art. 28.
El principio de razonabilidad constituye una ganancia constitucional que exige que las leyes
guarden una adecuada proporcionalidad entre el medio escogido y el fin que se propone alcanzar.

Esta proporcionalidad determina que la evaluación de la constitucionalidad de una ley incorpore


consideraciones pragmáticas y el análisis de relaciones de causalidad para establecer si el medio
utilizado por el legislador es adecuado para obtener el fin buscado. Los derechos no deben ser
concebidos como títulos o declamaciones puramente normativas sino como bienes que deben
efectivizarse en la realidad de los hechos.

Hay estándares de proporcionalidad que brindan criterios claros a los que puede recurrir el
Congreso a la hora de legislar y los jueces al interpretar la constitucionalidad de las leyes.

Estos estándares consisten en ciertos test o pasos que deberían seguirse para determinar si la ley
viola el principio de proporcionalidad:

El primer paso a evaluar es el de si el interés público comprometido en la norma es genuino y


constitucional. Mediante este test lo que se evalúa es la finalidad de la norma y si esa finalidad se
corresponde con un interés público relevante.

El segundo paso es si la ley que cuya constitucionalidad está siendo cuestionada constituye un
medio adecuado para obtener el objetivo o la finalidad que se propone cumplir. En general se
considera que es adecuada cuando hay una probabilidad cierta de que la ley cumpla con su
objetivo.

El tercer paso que debe evaluarse es si la ley es necesaria, y de existir otras alternativas, debe
elegirse la menos restrictiva y la que menos afecte derechos constitucionales fundamentales.
Muchas veces este paso exige realizar alguna comparación entre los medios disponibles para
determinar cuál es la alternativas más eficiente.

El cuarto paso que debe analizarse es si la ley es proporcional en sentido estricto. Es decir, si los
beneficios que la ley ofrece compensan la disminución del derecho que afecta o limita.

Existe una prioridad de los derechos fundamentales en virtud de que los mismos protegen la
dignidad e inviolabilidad de las personas.

Siguiendo a Dworkin podría sostenerse que cuando el legislador reglamenta derechos


constitucionales con el propósito de promover algún interés público estaría desarrollando
políticas. Para Dworkin las políticas son fundamentalmente agregativas, tienden a no distinguir
entre personas y encuentran un límite cuando afectan derechos constitucionales.

El principio de razonabilidad está inspirado en el principio del debido proceso legal del derecho
constitucional norteamericano cuyo propósito es evitar que le estado sancione normas que limiten
o restrinjan derechos fundamentales.
El debido proceso legal adjetivo consiste en las formas procesales de carácter legislativo,
administrativo y judicial que debe cumplirse para que una ley, resolución o sentencia que limite
derechos constitucionales sea formalmente valida.

El debido proceso legal sustantivo presupone la existencia de una norma formalmente valida y lo
que promueve es que no afecte indebidamente derechos constitucionales. Se trata de un principio
normativo que exige, mediante la aplicación de ciertos estándares, que exista una relación
sustancial y razonable entre los intereses públicos perseguidos por el legislador y los derechos
constitucionales. El propósito es que los derechos fundamentales sean especialmente protegidos
de la intervención estatal.

La Corte Suprema de los Estados Unidos estableció distintos tipos de escrutinio para evaluar la
existencia o no de una relación razonable entre los intereses públicos comprometidos y los
derechos constitucionales afectados.

El primer escrutinio es el estricto que se aplica cuando está en juego un derecho fundamental o
una libertad preferida, como la libertad de prensa o la igualdad. El escrutinio estricto exige que el
estado demuestre que la norma cuestionada se dictó con el propósito de promover un interés
público imperioso o muy importante, que sea necesaria para promover dicho interés y que sea
“confeccionada a medida”, esto significa que la norma sancionada sea menos restrictiva entre las
alternativas posibles para conseguir el fin que se propuso. Es decir que sea eficiente ye efectiva
para alcanzar la finalidad buscada. Si el Estado no logra probar esos requisitos, la ley debería ser
declarada inconstitucional por la Corte Suprema.

El segundo escrutinio es el intermedio. Este se aplica cuando no están en juego libertades


preferidas y el interés público comprometido no sea imperioso sino importante. En este caso el
estado también tiene que probar que existe una relación razonable entre la finalidad buscada y el
medio utilizado, y que este sea eficiente para obtener esa finalidad.

El tercer escrutinio se limita al control de la existencia de una relación razonable entre el medio
utilizado y el fin buscado, generalmente se usa en casos de contenido patrimonial.

La relación entre derechos constitucionales ya autoridad democrática es compleja, los derechos


imponen límites a la autoridad democrática pero a su vez son reglamentados democráticamente.

Concebir al principio de razonabilidad como un límite sustancial al arbitrio del legislador no


constituye ninguna limitación contra mayoritaria.

En primer lugar el art. 28 CN está dirigido al Congreso al prohibirle que en la reglamentación de los
derecho los altere.

EN segundo lugar la práctica democrática es una compleja combinación de voluntad y razón, de


preferencias y principios, que se desarrolla en una atmosfera de libertad y pluralismo donde se da
por sentado que no es posible proveer una justificación suficiente de las decisiones políticas
apelando solamente a la voluntad de alguien, aunque sea a la voluntad de la mayoría. La
democracia se identifica con el gobierno a través de la discusión y las decisiones democráticas
deben ser vistas como el resultado de esos debates públicos en los que se obtiene un consenso
mayoritario a partir de la expresión y discusión de ideas y opiniones encontradas. En esta
concepción el principio de razonabilidad puede ser visto como un esquema de razonamiento que
puede perfectamente formar parte del debate democrático. En este sentido puede considerarse
que los test y escrutinios que lo definen constituyen un principio ordenador del debate legislativo
cuando se discuten cuestiones constitucionales.

Por último el principio de razonabilidad ofrece un método para abordar la reglamentación de los
derechos constitucionales que deja un margen relativamente amplio a la deliberación legislativa.
No estamos frente a un razonamiento algorítmico que deduce una única solución a la cuestión
planteada sino ante un esquema abierto a la ponderación y el intercambio de ideas. Los conceptos
de interés público, adecuación entre medios y fines, necesariedad, eficiencia y proporcionalidad
son abiertos y normativos y por ende interpretativos. Ello no implica vaciarlos de contenido sino
mostrar sus límites y complejidad.

Si bien el art. 28 se dirige al Congreso las discusiones parlamentarias no toman generalmente en


cuenta los test que exige el principio de razonabilidad.

En Argentina el principio de razonabilidad es una creación jurisprudencial utilizada por los jueces
para expedirse sobre la constitucionalidad de las leyes.

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