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Ester 1:1

Comenzamos hoy nuestro estudio del libro de Ester, en el Antiguo Testamento


y tenemos que admitir que es un libro fuera de lo común, en el sentido que no
se menciona el nombre de Dios ni una sola vez en todo el libro. No hay
ninguna mención del nombre de Dios en todas sus páginas. No figura ni
siquiera un título divino o pronombre que se refiera a Dios. Sin embargo el rey
pagano es mencionado como 192 veces. Este libro de Ester tampoco es
mencionado en el Nuevo Testamento; no hay ni siquiera una referencia
ocasional al libro en las páginas del Nuevo Testamento. Pero sí se mencionan
en el Libro de Ester las supersticiones de los paganos y los días de suerte. Se
nos presentará una corte pagana, y un gran monarca que tenía su dominio
sobre todo el mundo conocido de esa época. Esto hace de este Libro, como
hemos dicho, algo fuera de lo común.
Otra de las cosas que hace de este libro un Libro diferente, es que tiene
nombre de mujer. En realidad son sólo dos los libros en la Biblia que tienen
nombre de mujer, los libros de Rut y el de Ester son los libros que tienen
nombre de mujer en la Biblia. Al Libro de Rut se le puede llamar "El Romance
de la Redención", mientras que el Libro de Ester es "El Romance de la
Providencia". La Redención es un romance, es una historia de amor. Porque
nosotros "Le amamos a él, porque él nos amó primero; y se entregó a sí
mismo por nosotros", porque nos amó.
Ahora, el libro de Ester es "El Romance de la Providencia", y ésa es la manera
cómo Dios dirige a este universo material en el cual nosotros vivimos. Vamos
a ver dentro de unos momentos algo acerca de esa palabra "providencia".
En el libro de Deuteronomio, en el capítulo 31, antes de que Dios dejara entrar
al pueblo de Israel a la tierra prometida, Él bosquejó su historia. Él les dijo
acerca de la cautividad en Babilonia, y también habló de la cautividad bajo el
imperio romano. Dijo que el Imperio romano destruiría la ciudad de Jerusalén,
y que el pueblo sería llevado cautivo. Y en realidad ocurrió de esa forma. En
Deuteronomio, capítulo 31, versículo 18, Dios dijo lo siguiente: "Pero
ciertamente yo esconderé mi rostro en aquel día, por todo el mal que ellos
habrán hecho, por haberse vuelto a dioses ajenos".
En el libro de Ester, Él ha escondido Su rostro de Su pueblo. Pero nosotros
podemos decir que "Dios está en las sombras, cuidando a aquellos que le
pertenecen". Por tanto, el libro de Ester nos da un informe sobre un pueblo
que estaba viviendo fuera de la voluntad de Dios.
Cuando el rey Ciro decretó después de setenta años de cautividad en Babilonia
que la gente podría regresar a su propia tierra, no todos ellos regresaron. Sólo
unos sesenta mil lo hicieron. Y tenemos esa información en los libros de
Esdras y Nehemías; y en los libros proféticos de Hageo y Zacarías. Estos
cuatro libros nos dan la información de aquellos que regresaron.
Pero ¿qué podemos decir acerca de aquella gran mayoría que no regresó a la
tierra? Tenemos la misma situación en el día de hoy. Hablamos en la
actualidad de la nación de Israel. Pues bien, hay sólo dos o tres millones que
han regresado a su patria, pero hay como dieciséis millones que están
dispersados por el resto del mundo. Por tanto, la gran mayoría no está de
regreso en su propia tierra. Eso es algo que, pensamos, es muy evidente, y lo

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usamos solamente como un paralelo para ilustrar lo que ocurrió en la
antigüedad. Quiere decir, entonces, que en aquel tiempo varios millones de
israelitas no regresaron a su tierra después del decreto del rey Ciro. Lo
tendrían que haber hecho porque Dios les había ordenado que regresaran. En
consecuencia, ellos estaban fuera de la voluntad de Dios.
Nos hacemos la pregunta: ¿tenemos información en alguna parte, de la gran
cantidad de gente de los judíos que no regresaron a su tierra? Y la respuesta
es sí. La tenemos aquí en este libro de Ester. Está registrada aquí en este
Libro. En otras palabras, nosotros tenemos aquí una página de su historia,
quizá una pequeña cantidad de información sobre aquella experiencia, y un
poco de evidencia de su extensa historia. Por tanto, este pequeño Libro de
Ester adquiere mucha importancia por esa razón.
Pero en esto nosotros vemos a Dios desde una nueva perspectiva. Aunque
ellos no estaban de acuerdo con Su voluntad, vemos cómo Dios los dirigía. Y
¿cómo hizo eso? Por medio de Su providencia.
Ahora, nos hacemos entonces otra pregunta: ¿Qué podemos decir acerca de la
providencia de Dios? ¿Qué es la providencia? Pues bien, todas las doctrinas
que nosotros tenemos en la actualidad, creemos que son enseñadas en ciertos
Libros del Antiguo Testamento.
Tenemos la redención, que fue enseñada en el Libro de Éxodo. Tenemos el
tema del amor en la redención, enseñado en el Libro de Rut. En el Libro de Job
se enseña el arrepentimiento. Y la resurrección fue expuesta en el Libro de
Jonás. Así es que grandes doctrinas de nuestra fe cristiana fueron enseñadas
en algunos libros del Antiguo Testamento.
Ahora, en el libro de Ester se nos ilustra la obra de la providencia. Esto quiere
decir simplemente lo siguiente: Este pueblo estaba en una tierra extraña,
fuera de la voluntad de Dios. Ellos no habían obedecido las órdenes de Dios,
porque las órdenes de Dios eran que regresaran a la tierra de Israel. Pero,
ellos se quedaron, desobedecieron, se olvidaron de Dios, y vivieron alejados
de Él. No tuvieron comunicación con Él, es decir, que no oraron, que no le
invocaron en los momentos de aflicción.
Cuando ellos llegaron cautivos a Babilonia decían: "¿Cómo podemos cantar
canciones a Dios en una tierra extraña?" No lo podían hacer. Se sentaban y
lloraban cuando se acordaban de Sión. Pero más adelante se olvidaron de
Sión; en realidad, su ciudad estaba destruida, en ruinas, y no quisieron
regresar a ese lugar. Ellos habían hecho un pacto al principio incluyendo la
siguiente declaración: "Mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti no me
acordare; si no enalteciere a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría".
Pero ellos se olvidaron de sus promesas y su lengua estuvo silenciosa en este
Libro. No estaban alabando a Dios y tampoco se estaban dirigiendo a Él en
oración. Esta situación convierte a este Libro de Ester en una obra muy
diferente.
Pero, ¿qué podemos decir acerca de Dios? Pues bien, Él no los había olvidado.
Pero ¿cómo los pudo dirigir Dios si ellos le habían rechazado? Pues bien, Dios
lo hizo por medio de Su providencia. Y este libro de Ester nos enseña la
providencia de Dios. Ahora, ¿qué es la providencia? Permítanos estimado
oyente, si somos un poco teológicos por un momento, pero si usted quiere una
definición, aquí tenemos una definición teológica: "La providencia es el medio

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por el cual Dios dirige todas las cosas: las cosas animadas y las inanimadas;
las cosas visibles y las que no se ven; lo bueno y lo malo, hacia un propósito
digno; lo cual significa que Su voluntad finalmente prevalecerá". O como dijo
el Salmista, y Su reino domina sobre todos. Y en el Nuevo Testamento, en la
epístola a los Efesios, capítulo 1, versículo 11, Pablo dijo: "En él asimismo
tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que
hace todas las cosas según el designio de su voluntad". Así es que, estimado
oyente, nuestro Dios está dirigiendo hoy el universo, aunque algunos piensan
que el control del universo se ha deslizado de Sus manos. Emerson se
equivocó al decir: "Los hechos y factores humanos están sobre la silla de
montar y ellas dominan a la humanidad". Pues bien, dichos factores pueden
estar dominando a la humanidad, pero ciertamente no están en la silla de
montar. Dios es el único que está en control.
Hay tres palabras en las que necesitamos concentrar nuestra atención para
entender adecuadamente la providencia de Dios en relación con el universo
material y con el hombre en particular.
La primera palabra es creación. Nosotros entendemos por creación que Dios
por medio de su orden creativa ordenó a este universo que existiera. ¿Tiene
usted una explicación mejor? Si la tiene, nos gustaría escucharla.
A veces nos sentimos incómodos al escuchar a algunos que se consideran
científicos pero que, en realidad, no son expertos en el campo de la ciencia y
hablan con autoridad sobre como la evolución formó al ser humano. Y
quisiéramos saber, ¿de dónde vino la materia primitiva de la cual surgió la
vida hasta evolucionar y llegar al hombre? ¿Cuando comenzó la tierra? ¿Surgió
de la nada? Y no nos diga que siempre existió, entonces, tenemos un universo
infinito. Y si es así, se necesita a alguien que sea infinito para poder controlar
las cosas. Y entonces, nos encontramos ante un dilema. En realidad, sólo
tenemos dos explicaciones para este universo. Una de ellas es la especulación;
en esta opción entraría la evolución, pero antes de que llegara la evolución
había otras teorías sobre la existencia del universo. Todas han sido refutadas y
superadas, y pensamos que igual suerte tendrá la evolución. La segunda
explicación es la revelación. La única forma por la cual usted y yo, estimado
oyente, como creyentes, podemos comprender cómo fue formado este
universo, es por medio de la fe. Nosotros entendemos que Dios creó este
universo en el cual nos toca vivir, y la única manera por la cual podemos
saberlo, es por medio de la revelación: La fe viene del oír, y el oír, por la
palabra de Dios. O uno cree en la creación, o en la especulación. No hay una
tercera explicación sobre el universo.
La segunda palabra es preservación. Ésa es una palabra tremenda. Quiere
decir que es por la preservación de Dios que el universo se mantiene unido. En
la carta a los Hebreos, capítulo 1, versículo 3, se nos dice que Él sustenta
todas las cosas con su palabra poderosa. Y como Pablo dijo en su carta a los
Colosenses, capítulo 1, y versículo 17: "Y él es antes de todas las cosas, y
todas las cosas en él subsisten". ¿Qué es lo que mantiene unido a todo este
universo? ¿Qué es lo que lo hace funcionar como un mecanismo de relojería,
para que el ser humano pueda enviar personas y cápsulas al espacio, a otro
planeta, y determinar exactamente donde se encontrará ese planeta? Uno
puede decir que es fantástico, es extraordinario que el hombre pueda hacer
eso. Lo que es realmente fantástico es que tengamos un universo que
funcione hoy como un mecanismo perfectamente sincronizado. ¿Quién lo está

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controlando? Pues bien, el Señor Jesucristo es quien lo está haciendo. Él es
quien sustenta todas las cosas con su palabra poderosa.
La tercera palabra es providencia, y esa es la palabra que vamos a estudiar en
este pequeño libro de Ester. Ahora, providencia es la manera, la forma en la
cual Dios está dirigiendo este universo. Él lo está dirigiendo hacia el mañana;
Él lo está impulsando hacia el futuro por medio de Su providencia. Ahora,
providencia quiere decir proveer: Dios proveerá. Recordemos de Génesis 22:7
y 8, lo que Abraham dijo en el monte Moriah cuando Isaac su hijo le preguntó:
"Aquí están el fuego y la leña; pero ¿dónde está el cordero para el
holocausto?" Abraham le contestó: "Dios proveerá el cordero para el
holocausto, hijo mío". Pues bien, Dios proveería un Cordero dos mil años más
tarde, en esa misma cresta montañosa que pasaría por Jerusalén. En el monte
Gólgota, el Señor Jesucristo fue crucificado. Él fue el Cordero que Dios
proveyó. Como dijo Juan el Bautista en el relato de Juan 1:29, Él fue el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Así que podemos comprobar
que Dios provee.
Ahora, providencia quiere decir "la mano de Dios está detrás de los eventos
humanos". Quiere decir que Dios, cuando no está, por así decirlo, al volante
del automóvil, está dando instrucciones desde el asiento trasero. Él es como el
entrenador o director de un equipo, que indica lo que se debe hacer desde el
banquillo, al costado del campo de juego. Él es el timón invisible de la nave
del estado. Dios es como el piloto durante la guardia de la noche. Como
alguien ha dicho: "Él hace que las grandes puertas giren sobre pequeños
goznes". Dios unió el llanto de un bebé y el corazón de una mujer en el río
Nilo, cuando la hija de Faraón se fue a bañar a ese lugar. El Señor le dio un
leve pellizco al niño Moisés, y éste comenzó a llorar. Los gritos llegaron hasta
el corazón de la princesa. Esta mujer fue a ver lo que ocurría, tomó a la
criatura en sus brazos, y éste niño fue usado por Dios para cambiar el destino
de su pueblo. Esto fue la providencia. Ésta fue la mano de Dios actuando.
El libro de Ester nos proporcionará las mayores ilustraciones de la providencia
de Dios. Es por ello que aunque su nombre nunca se mencione, veremos Su
providencia en cada página de este pequeño libro.
Hay cierta incertidumbre en cuanto al autor. Del pasaje de 9:29, podría
deducirse que fue Mardoqueo.
El versículo clave, se encuentra en 4:14, que dice lo siguiente: "Porque si
callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna
otra parte para los judíos; pero tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién
sabe si para una ocasión como ésta tu habrás llegado a ser reina?"
A continuación presentaremos un bosquejo que simplemente incluye un título
general para cada capítulo, y que nos ofrece una idea general del movimiento
narrativo y del dramatismo con que se desarrolla la acción.
1. La mujer que rehusó obedecer a su marido, capítulo 1.
2. El concurso de belleza para elegir a una reina, capítulo 2.
3. Amán y el antisemitismo, capítulo 3.
4. Para una ocasión como ésta, capítulo 4.
5. El cetro de la gracia y la nobleza de Ester, capítulo 5.

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6. Cuando el rey no pudo dormir de noche, capítulo 6.
7. El hombre que vino a cenar pero murió en la horca, capítulo 7.
8. El mensaje de esperanza pronunciado por el rey, capítulo 8.
9. La institución de la fiesta de Purim, capítulos 9 y 10.
Nosotros vamos a apreciar algunos detalles significativos. Por ejemplo, cómo
un rey, durante una noche que no podía conciliar el sueño, se puso a leer las
crónicas de su reino. Fue algo muy bueno que él llegara a hacer eso, porque
su conducta cambió el destino de un pueblo. Ésa es la providencia.
En primer lugar tenemos

Ester 1:1
El tema o título asignado a este capítulo es: "La mujer que rehusó obedecer a
su marido". Este capítulo de la historia de una nación pagana fue insertado en
la Biblia con un propósito definido: enseñar la providencia de Dios.
Comprobaremos este tema al ir recorriendo las páginas de este libro.
Comienza la historia con la ley de un reino pagano y una dificultad, que en
este caso fue un problema matrimonial. Fue un asunto personal el que surgió
en este reino, pero tuvo repercusiones internacionales. Así que entraremos en
este primer capítulo, en el versículo 1, del libro de Ester que dice:
"Aconteció en los días de Asuero, el Asuero que reinó desde la India hasta
Etiopía sobre ciento veintisiete provincias"
En primer lugar tenemos que entender que esta palabra Asuero no era en
realidad el nombre de aquel hombre, sino que era un título. Significaba
"altísimo padre" o "venerable rey". Así como la palabra Cesar era un título y
no identificaba a un hombre determinado, así Asuero no identificaba a este rey
Persa en la historia secular. En este sentido hay divergencia de opiniones en
cuanto a su identidad.
¿A quién se hacía referencia aquí? ¿Quién era este rey? Nosotros adoptamos la
posición que este era el rey Jerjes el Grande, de Persia, porque él fue el que
realmente llevó a aquel reino a su apogeo. Jerjes fue el hombre que hizo el
último y gran esfuerzo del Este para vencer al Oeste, lo cual constituyó una
empresa extraordinaria. Un libro publicado por el Museo Británico en 1907
titulado "Las Esculturas e Inscripciones de Darío el Grande en la Roca de
Behistún en Persia", estableció que Asuero y Ester fueron los padres del Ciro
citado en Isaías 44:28 y 45:1. Jerjes reino sobre un gran imperio que se
extendió desde la India hasta Etiopía. Se extendió por la llamada media luna
fértil.
Estimado oyente, debemos finalizar por hoy, Pero no sin antes destacar que
Dios permitió que usted sintonizara esta emisora y escuchara este programa
con el que hemos iniciado este estudio sobre el libro de Ester y de cómo, en
Su providencia, Dios controla los acontecimientos de la historia. Le rogamos
que recuerde que toda vida controlada por Él, tiene una meta, un propósito
bueno, que trasciende esta vida en la tierra y se proyecta, después de esta
vida en la eternidad. Ahora, ¿cómo puede uno iniciar esa relación con Dios?
Pues, confiando en Jesucristo, que es el único camino para llegar a la
presencia de Dios, aceptando por la fe que Jesucristo murió en la cruz por

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nuestros pecados, por mis pecados y los suyos, confiando en que el Señor
Jesucristo puede ser hoy su Salvador. Si usted permite que Él guíe su vida,
por la luz de Su Palabra, y por Su Espíritu, su vida se irá convirtiendo en una
vida de calidad. Dijo el rey David en su Salmo 16:11, "Me mostrarás el camino
de la vida. Hay gran alegría en tu presencia; hay dicha eterna junto a ti".
Estimado oyente, la Palabra de Dios le invita a seguir ese camino y nosotros le
deseamos esa sublime experiencia.

Ester 1:2-2:1
Continuamos hoy, estimado oyente, nuestro estudio del libro de Ester. Y en
nuestro programa anterior, estuvimos hablando del rey Asuero, quien como
dijimos, fue en realidad Jerjes. Y en consecuencia así lo llamaremos de aquí en
adelante. Él había llamado pues, a los gobernadores y príncipes de 127
provincias. Leamos los versículos 2 y 3, de este capítulo 1:
"Que en aquellos días, fue afirmado el rey Asuero sobre el trono de su reino,
el cual estaba en Susa, capital del reino. En el tercer año de su reinado,
ofreció un banquete a todos sus príncipes y cortesanos; invitó también a los
oficiales del ejército de Persia y de Media, gobernadores y príncipes de
provincias"
Es decir, todos los líderes de esas provincias que cubrían una extensión desde
la India, hasta Etiopía. Él era uno de los gobernantes del segundo gran reino
mundial, que Daniel había mencionado, el imperio de los Medos y los Persas. Y
aquí tenemos un gran banquete pagano en el palacio de este rey Jerjes. Éste
fue un gran banquete. Ahora, ¿por qué lo hizo? Bueno, él estaba en los
preparativos para una campaña contra Grecia. Y estaba llamando a todos
estos líderes y gobernadores, con el propósito de convencerlos de la
conveniencia de ir a la guerra contra Grecia. Imaginemos la suntuosidad de
esa fiesta. Había 127 provincias en el reino, y de cada una de ellas el rey
invitó a una delegación, ignoramos de cuántos miembros, así que
probablemente asistieron a este banquete, de mil a dos mil invitados.
Indudablemente, fue un evento de la máxima importancia para aquel período
de la historia. Ahora, ¿cómo podría Dios intervenir en una escena como ésta?
Bueno, lo haría por Su providencia. Fue como si Dios estuviera de manera
invisible para los seres humanos, ocupándose de la protección de los suyos.
Decían los versículos anteriores que el rey había invitado a los cargos de su
reino y el versículo 4, nos dice para qué:
"Para mostrarles durante mucho tiempo, ciento ochenta días, el esplendor de
la gloria de su reino, y el esplendor y la magnificencia de su poder".
Durante 180 días Asuero hospedó a esa gran cantidad de invitados. El padre
de Luis XV de Francia estaba hablando con el preceptor y con el tesorero del
reino sobre este banquete, y dijo que no podía comprender como el rey había
tenido paciencia para tener semejante banquete. Y el tesorero, que estaba a
cargo de las finanzas del reino, dijo que no comprendía como pudo financiarlo.
El banquete reveló la riqueza, el lujo y el carácter regio de esta corte oriental.
El motivo era obvio. Había invitado a los príncipes y gobernadores de todas las
regiones de su reino para obtener su apoyo incondicional para la campaña de
conquista de Grecia, para poder convertirse en el soberano supremo del
mundo de su época. Y, por supuesto, casi tuvo éxito en su intento. Creemos
que habría conseguido su propósito si Dios ya no hubiera predicho que la

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operación resultaría un fracaso y de que el poder se desplazaría del este al
oeste.
Jerjes quería que los príncipes y gobernadores supieran que él era capaz de
pagar los gastos de la guerra que estaba contemplando provocar. Por ello
desplegó las riquezas de su reino ofreciendo esta gran fiesta pagana. Porque
aquel banquete era pagano desde el principio hasta el fin. Dios nos estaba
presentando aquí una corte pagana, en las que se estaban tomando las
decisiones que afectarían al mundo. Parecía que Dios había sido dejado de
lado, pero Él quiere que sepamos que estaba por encima de esas
circunstancias, y que iba a cumplir Su propio propósito. Ahora, en el versículo
5, de este capítulo 1 de Ester, leemos:
"Cumplidos estos días, ofreció el rey otro banquete por siete días en el patio
del jardín del palacio real a todo el pueblo que había en Susa, capital del
reino, desde el mayor hasta el menor".
Jerjes llevó el banquete a su punto culminante en los últimos siete días.
Aparentemente, implicó en la fiesta a una multitud de gente durante los siete
días finales en el patio del jardín. Continuemos con el versículo 6:
"El pabellón era blanco, verde y azul, sostenido por cuerdas de lino y púrpura,
en anillas de plata sujetas a columnas de mármol; los reclinatorios eran de
oro y de plata, sobre un pavimento mosaico de pórfido y de mármol, de
alabastro y de piedras preciosas".
Tenemos ante nosotros una descripción del lugar. La plata, el oro, las joyas y
las hermosas colgaduras nos muestran la riqueza de aquel reino. Fue una
exhibición realmente llamativa. Las ruinas de aquellos palacios aún hablan de
la riqueza de Persia. Hace años se celebraron los 2500 años del imperio Persa,
que es el mismo imperio del que estamos hablando. Tal vez usted ni lo
recuerde; pero en esa ocasión hubo un gran banquete; las revistas y los
programas de televisión mostraron algo del gran despliegue de riqueza que
tuvo lugar allí, y donde se gastó el equivalente a millones de Euros. Ahora,
esto provocó muchas críticas, debido a la pobreza que sufría aquel país. Pero
el banquete que organizó Jerjes, fue tan caro que superó toda imaginación,
para influenciar a los asistentes y predisponerlos favorablemente para le
inminente próxima campaña militar. Y en el versículo 7, leemos:
"Se bebía en vasos de oro, diferentes unos de otros, y el vino real corría en
abundancia, como corresponde a la generosidad de un rey".
Este banquete, que fue una fiesta pagana desde el principio hasta el fin,
terminó en una orgía. Y el versículo 8 dice:
"Pero el mandato era que a nadie se le obligara a beber, porque así lo había
mandado el rey a todos los mayordomos de su casa: que se hiciera según la
voluntad de cada uno".
Incluso estos reyes orientales, que ejercían un poder absoluto, nunca
obligaban a nadie a beber, aunque ellos mismos bebían sin ningún control,
como era el caso de este rey Jerjes, como veremos más tarde. Y en el
versículo 9, se nos dice lo siguiente:
"También la reina Vasti ofreció un banquete para las mujeres en el palacio real
del rey Asuero".

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Ahora, la reina Vasti había hecho un banquete para las mujeres. Usted puede
apreciar que los hombres y las mujeres no tenían banquetes juntos en esos
días. Hubiera sido un incumplimiento de las costumbres sociales el que
hombres y mujeres asistieran juntos a la misma fiesta. Las mujeres eran
mantenidas en salas separadas. El banquete de los hombres era para tratas
asuntos de importancia y, aparentemente, ellos no quisieron mezclar el sexo
con negocios de estado. Jerjes estaba tratando de vender el proyecto de una
guerra y entonces, la reina Vasti agasajó a las mujeres en otro banquete. Así
que veamos lo que sucedió, leyendo el versículo 10:
"El séptimo día, estando el corazón del rey alegre por el vino, mandó a
Mehumán, Bizta, Harbona, Bigta, Abagta, Zetar y Carcas, siete eunucos que
servían delante del rey Asuero"
Eso quiere decir que él estaba borracho. El rey se había excedido con la
bebida. En estos banquetes uno no tenía que beber si no quería, o podía beber
todo lo que quisiera. Aparentemente, este rey no era una de esas personas
abstemias, es decir, que no participaba en las bebidas alcohólicas y por tanto,
se emborrachó. Así que en el séptimo día el rey estaba eufórico. Aquí
encontramos al rey Jerjes bajo la influencia de la bebida, haciendo algo que
quizá no hubiera hecho si hubiera estado sobrio. Les pidió a los jefes de los
camareros que servían en su presencia que trajeran a la reina Vasti al
banquete. Continuemos leyendo el versículo 11, donde pidió a los eunucos
"Que llevaran a la presencia del rey a la reina Vasti, con la corona regia, para
mostrar a los pueblos y a los príncipes su belleza; porque era hermosa".
El rey ya había exhibido sus riquezas y el lujo que le rodeaba, y les había
demostrado a sus invitados su capacidad para llevar a cabo la campaña que
había proyectado. Entonces, bajo la influencia del alcohol, hizo algo contrario a
las reglas de corrección de aquellos tiempos. Y fue intentar exhibir a Vasti, una
mujer hermosa, para que la vieran los hombres asistentes a aquel banquete.
Si no se hubiera encontrado ebrio, nunca hubiera hecho esto. Porque ésta era
una actitud impropia de un caballero, un comportamiento descortés e
indecoroso. Quiso que todos contemplaran a Vasti, como si fuera su tesoro
más preciado, la joya más valiosa de su corona. Lejos estaba de suponer que
iba a provocar un escándalo en la familia real. Veamos lo que ocurrió leyendo
el versículo 12:
"Pero la reina Vasti no quiso comparecer a la orden del rey enviada por medio
de los eunucos. Entonces el rey se enojó mucho. Lleno de ira"
Pensamos que cuando el rey hubo enviado a sus ayudantes a buscar a la
reina, se habrá levantado y dicho a los comensales: "Tengo una gran sorpresa
para ustedes; quiero que ustedes vean a la reina. Ella será traída ante ustedes
con la corona real sobre su cabeza". Pero cuando la orden llegó hasta la reina,
ella se negó a ir. Y a los pocos minutos uno de los camareros susurró en el
oído del rey: "no desea venir". Y así fue como Vasti rechazó el pedido del rey,
que se habrá visto obligado a improvisar una disculpa ante sus invitados.
Imaginamos que en aquel momento aquella gran concurrencia habrá
comenzado a murmurar, preguntándose qué clase de rey sería aquel, que no
había sido capaz de hacer cumplir una orden a la reina.
Aunque la reina Vasti estaba perfectamente justificada en no haber querido
acudir a la orden del rey, pensamos que debería haber reflexionado sobre las

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consecuencias de su actitud. Tendría que haber imaginado que su negativa
podría causar un escándalo que perjudicara la posición de su marido. En
aquellas circunstancias excepcionales, ella tendría que haber obedecido al rey,
acudiendo al banquete. Leamos pues, los versículos 13 al 15, de este primer
capítulo del libro de Ester:
"Consultó a los sabios que conocían los tiempos, ya que los asuntos del rey
eran tratados con todos los que sabían la ley y el derecho. Los más cercanos
al rey eran Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsena y Memucán, siete
príncipes de Persia y de Media, los cuales formaban parte del consejo real, y
ocupaban los primeros puestos en el reino. El rey les preguntó: Según la ley,
¿qué se debe hacer con la reina Vasti, por no haber cumplido la orden del rey
Asuero, enviada por medio de los eunucos?"
En otras palabras, éstos eran los miembros de su gabinete. Ellos eran los
príncipes que se reunían privadamente con el rey, tal como lo hacen los
gabinetes de los presidentes en el día de hoy. Ahora, todo este asunto a
nosotros nos puede parecer intrascendente y anecdótico, pero en aquella
época no era un simple incidente. La reina se había negado a obedecer un
mandato del rey. Y el gabinete tenía que ocuparse de esa crisis. Recordemos
que estaban preparando una gran campaña militar, y en ese momento la reina
había desobedecido una orden del rey. Imaginémonos el asombro producido
por semejante negativa en un país y en una corte donde la autoridad del rey
era absoluta. Los grandes allí reunidos debieron quedar horrorizados ante una
afrenta tan atrevida. ¿Qué tendrían que hacer con ella? Parecía no haber una
ley que pudiera aplicarse. Entonces el rey formuló una pregunta a sus
consejeros. Leamos el versículo 16:
"Entonces dijo Memucán delante del rey y de los príncipes: No solamente
contra el rey ha pecado la reina Vasti, sino contra todos los príncipes, y contra
todos los pueblos que hay en todas las provincias del rey Asuero".
Hoy se dice mucho de que las mujeres de esa época eran simplemente
propiedad del marido, como uno de sus efectos personales. Y eso era verdad
en muchos casos, pero parece que esta mujer tenía mucha libertad y no había
ninguna ley que la pudiera obligar a obedecer el mandato del rey de ir al
banquete. Por tanto, el gabinete tendría que crear una nueva ley, severa y
ejemplar, para hacer frente a la situación.
Continuemos pues, leyendo los versículos 17 y 18, de este capítulo 1 del libro
de Ester:
"Porque esta acción de la reina llegará a oídos de todas las mujeres, y ellas
tendrán en poca estima a sus maridos, diciendo: El rey Asuero mandó que
llevaran ante su presencia a la reina Vasti, y ella no fue. Entonces las señoras
de Persia y de Media que sepan lo que hizo la reina, se lo dirán a todos los
príncipes del rey; y eso traerá mucho desdén y enojo".
Evidentemente, al trascender este incidente, habría sido un mal ejemplo, o
mal precedente, y se alarmaron por las consecuencias que la desobediencia de
la reina podría tener en sus propias casas, alterando las relaciones conyugales
de los príncipes de todo el reino y provocando reacciones de rechazo o de
solidaridad hacia la reina Vasti. Así fue que Memucan, uno de los príncipes,
preocupado por la situación en su propia familia, llegó a la conclusión de que

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había que tomar medidas drásticas. Observemos la propuesta de este
príncipe, leyendo el versículo 19:
"Si parece bien al rey, salga un decreto real de vuestra majestad y se inscriba
entre las leyes de Persia y de Media, para que no sea revocado: Que Vasti no
se presente más delante del rey Asuero; y que el rey dé su título de reina a
otra que sea más digna que ella".
Tenemos que ser conscientes que el escenario del libro de Ester está en una
corte pagana. Se promulgó una ley que no tenía nada que ver con la ley de
Moisés. Era una ley nueva y extrema, pero era una ley de Los medos y los
Persas. Notemos la reacción del rey y de los otros que estaban con él. Leamos
los versículos 20 al 22:
"El decreto que dicte el rey será conocido en todo su reino, aunque es grande,
y todas las mujeres darán honra a sus maridos, desde el mayor hasta el
menor. Agradó esta palabra al rey y a los príncipes, e hizo el rey conforme al
consejo de Memucán, pues envió cartas a todas las provincias del rey, a cada
provincia conforme a su escritura, y a cada pueblo conforme a su lenguaje,
diciendo que todo hombre afirmara su autoridad en su casa; y que se
publicara esto en la lengua de su pueblo".
Analizando el decreto vemos esto: en primer lugar la reina fue puesta a un
lado, ya no sería más reina. Y la razón dada para tomar esa grave medida fue
que ella se negó a obedecer al rey. Por tanto se publicó el decreto en el que se
ordenaba que en el reino la esposa tenía que honrar a su marido y que éste
ejercería la autoridad en la familia. Aparentemente, ésta no había sido la
costumbre antes en el imperio de los Medos y los Persas. Pero ahora era una
ley que no podía ser alterada o cambiada.
Esta ley reveló el carácter del rey Jerjes, tal como lo recuerda la historia
profana. Recordemos que llevó su ejército, el más numeroso que jamás se
había reunido, hasta las Termópilas. También comandó una flota de
trescientos barcos que fueron destruidos en Salamina. Se cuenta que este
hombre en un arranque de locura descendió al mar y ¡golpeó las olas con un
cinturón, para destruir la flota enemiga! Ahora, un hombre capaz de hacer eso
tenía evidentemente una grave perturbación mental. Así les sucedió a otros
destacados líderes de otras épocas, como por ejemplo, Nabucodonosor, Julio
César, Napoleón, etc.
Llegamos así a

Ester 2:1
El tema general es el concurso de belleza para elegir a una nueva reina.
Leamos el versículo 1:
"Después de estas cosas, sosegada ya la ira del rey Asuero, se acordó éste de
Vasti, de lo que ella había hecho, y de la sentencia contra ella".
El versículo comenzó diciendo después de estas cosas. ¿A qué cosas se
refería? Bueno, seguramente se refería a los eventos relatados en el primer
capítulo, y a la campaña contra Grecia, en la que Jerjes fue rotundamente
derrotado. Después de su derrota regresó a su palacio profundamente abatido.
A su desánimo había que añadir la ausencia de la reina y el hecho de que la

10
ley de los Medos y los Persas no podía ser alterada, ni siquiera por el rey. La
reina Vasti ya no podría ser más su reina.
Para saber algo de la campaña de Jerjes contra los griegos, debemos
dirigirnos a la historia secular, pues la Biblia no incluyó ningún relato sobre
esa campaña. Él había comandado un gran ejército contra los Griegos. El
secreto de la fuerza de los Persas consistía en la utilización de grandes
cantidades de soldados. Pero el soldado Persa, a nivel individual, no estaba
tan bien entrenado como el soldado Griego. Los Griegos enfatizaban el valor
del individuo y, como resultado, un soldado Griego podía ocuparse de diez
soldados Persas. En consecuencia, los Griegos obtuvieron una victoria notable
sobre el ejército Persa. Aquella fue una desafortunada derrota para Jerjes,
pero Dios estaba controlando la situación. El poder estaba a punto de
desplazarse de Persia, a Grecia.
Después de su derrota y en su soledad él andaba por el palacio de un lado
para otro. Estaba pensando en Vasti, pero la ley promulgada en relación con la
reina no podía ser cambiada. Él había puesto a un lado a aquella hermosa
mujer y jamás la podría recuperar. Sus siervos sabían lo que pasaba por su
mente, y le observaban, sabiendo que había que hacer algo.
La vida de las personas que no conocen a Dios presenta estas reacciones y
características del rey Jerjes. Su trayectoria fue la de una persona que vivió
fijando su propio rumbo. Cometiendo un error tras otro a nivel personal, en su
vida de relación y en el ejercicio de su cargo. Está claro que el poder humano
y las riquezas no pueden satisfacer la vida interior y, tarde o temprano, el
aburrimiento, la tristeza y la depresión, van controlando el carácter y los actos
de esa persona. Así sucede con todos, con los que han llegado muy arriba en
la vida, con los que luchan por alcanzar una posición respetable en la
sociedad, y con los que se esfuerzan por sobrevivir. Bien dijo el sabio autor del
libro de Proverbios 14:12, Hay camino que al hombre le parece derecho, pero
al final, es camino de muerte. Por lo tanto, estimado oyente, le invitamos a
recibir al Señor Jesucristo como Salvador. Él es el camino que lleva a Dios. Él
se presentó como el camino, la verdad y la vida. Él es el camino que lleva a la
vida eterna. Y como hijo de Dios, al tener que transitar por los caminos de
esta tierra, podrá usted dirigirse a su Padre celestial con las misma actitud y
las mismas palabras con que lo hizo el poeta David en el Salmo 86:11:
"Enséñame, oh SEÑOR, tu camino; andaré en tu verdad; unifica mi corazón
para que tema tu nombre".

Ester 2:2-15
Estimado oyente, en este día regresamos una vez más a este breve, pero
notable Libro de Ester. El título y tema del primer capítulo giró alrededor de la
esposa que se negó a obedecer a su marido.
Se nos presentó el trono de un gran reino, un gran palacio y un salón de
banquetes donde el rey de los medos y los persas, que era uno de los grandes
gobernantes de este imperio mundial, ofreció un banquete para todos los
líderes de las ciento veintisiete provincias que formaban su reino, para
convencerles de la necesidad de una campaña militar contra Grecia.
Luego ocurrió algo que él ni siquiera había soñado. La reina se negó a acatar
su orden cuando él le pidió que se presentara en el banquete para mostrar a
los demás su hermosura. En realidad, él nunca habría dado una orden como

11
ésa si no fuera que, en el momento de hacerlo estaba ebrio. Ella se negó a
hacerlo y esta actitud de la reina provocó una gran conmoción. Algo tenía que
hacerse en cuanto a esto, había que tomar alguna medida, y entonces,
habiéndose promulgado una ley al respecto, ella fue apartada de sus funciones
como reina. El rey entonces, llevó a cabo su campaña militar contra Grecia.
Pero, habiendo sufrido una grave derrota, regresó a su palacio humillado, y en
este estado emocional sintió más su soledad, echando de menos a la reina.
Por tanto, sus siervos quisieron hacer algo para alegrarlo un poco. Leamos lo
que dicen aquí los versículos 2 y 3 de este capítulo 2 de Ester:
"Entonces dijeron los criados del rey, sus cortesanos: Busquen para el rey
jóvenes vírgenes de buen parecer. Nombre el rey personas en todas las
provincias de su reino que lleven a todas las jóvenes vírgenes de buen parecer
a Susa, residencia real, a la casa de las mujeres, al cuidado de Hegai, eunuco
del rey, guardián de las mujeres, y que les den sus cosméticos"
En otras palabras, los ayudantes personales del rey observaron el malhumor y
la soledad del rey y sugirieron que se llevara a cabo un concurso de belleza en
el cual participaran mujeres hermosas de todas las provincias del reino.
Seguramente reunieron a centenares de mujeres. Leamos ahora los versículos
4 y 5, en este capítulo 2, de este libro de Ester para ver qué es lo que ellos
estaban pensando:
"y la joven que agrade al rey, reine en lugar de Vasti. Esto agradó al rey, y así
lo hizo".
En este concurso, el rey sería el juez, el único juez. Leamos también el
versículo 5:
"En Susa, la residencia real, había un judío cuyo nombre era Mardoqueo hijo
de Jair hijo de Simei, hijo de Cis, del linaje de Benjamín"
Ahora, aquí tenemos el comienzo de la verdadera historia. Todo lo que hemos
visto hasta ahora ha sido a modo de introducción. Fue como la preparación de
un escenario, como la decoración de un escaparate. Se nos presentó esta
corte pagana, impía; y se nos mostró lo que estaba ocurriendo para un
propósito bien definido. Nos explica el por qué del concurso de belleza, y cómo
Ester llegó al trono. Al convertirse en reina pudo intervenir e interceder a favor
de su pueblo. Toda una nación podría haber sido exterminada en aquella
época si ella no hubiera ocupado esa posición en el reino. Ahora
comenzaremos a darnos cuenta que la mano de Dios se estaba moviendo en
todo lo que ocurría en este palacio.
Hasta este momento de la historia, no había ocurrido ningún acontecimiento
espiritual en el palacio. Éste era un lugar tan pagano como el que más, con
sus orgías y todo lo que ello implicaba. Pero Dios estaba detrás de todo lo que
sucedía y vamos a ver Su providencia. Él estaba permitiendo ciertos eventos
para que en el momento oportuno, Él tendría a alguien que intercedería a
favor de su pueblo, los judíos.
El poder de Dios para dominar los acontecimientos es una de las lecciones más
importantes de este breve libro de Ester. Y tiene una aplicación práctica para
nuestro tiempo, porque muchos cristianos están viviendo al margen de la
voluntad de Dios. No están siendo realmente dirigidos por la voluntad divina.
No están actuando en la esfera de Su voluntad. Sin embargo, Dios les dirige

12
por Su providencia. Y Ester es un ejemplo de esa situación, en la cual participó
en acontecimientos que Dios permitió que ella se implicase.
Aquí se nos presenta a Mardoqueo, que pertenecía a la tribu de Benjamín.
Aquí surge inmediatamente una pregunta: ¿Qué estaba él haciendo allí?
Pertenecía a la familia real de Israel. Pertenecía a la familia del rey Saúl. Otra
de las evidencias que tenemos se menciona en el versículo 6, de este capítulo
2 de Ester, donde se dice de él lo siguiente:
"El cual había sido deportado de Jerusalén con los cautivos que fueron
llevados con Jeconías, rey de Judá, en la deportación que hizo Nabucodonosor,
rey de Babilonia".
Dios le había permitido a Su pueblo que regresara a su propia tierra, como
había profetizado por medio de Isaías. El rey Ciro había promulgado un
decreto permitiéndoles regresar y aquellos que estaban viviendo de acuerdo
con la Voluntad de Dios regresaron a Palestina. Sin embargo, muy pocos
retornaron a su patria. La mayoría de los judíos se habían adaptado a la tierra
de su cautiverio; habían aprendido de los no judíos a desempeñarse como
comerciantes y optaron por quedarse en un lugar que había llegado a
gustarles. Así fue que cuando fueron libres para regresar, no quisieron volver
a su tierra natal. Por ello hemos dicho que muchos, que vivían al margen de la
voluntad divina, resolvieron no regresar. Y Mardoqueo fue uno de ellos. Él
tendría que haber estado en la tierra de Israel. Pero de todos los lugares
donde habría podido estar, observemos donde se encontraba. En el palacio
real, ocupando un cargo político.
Recordemos que José también ocupó un cargo político en Egipto, sin embargo
él estaba viviendo en una dependencia directa de Dios y de Su voluntad.
Tenemos también otro ejemplo: Daniel, en la corte de Babilonia, también vivía
de acuerdo con la voluntad de Dios. Pero Mardoqueo, no estaba directamente
viviendo en la esfera de la voluntad divina. Ya hemos dicho que el libro de
Ester es el libro de la providencia de Dios. Y Mardoqueo, aun en su situación
espiritual, iba a ser utilizado en los planes de Dios, aunque no había buscado
la ayuda de Dios. Incluso en una época en que uno hubiera pensado que él y
su pueblo se hubieran vuelto a Dios, no lo hicieron. En este libro no hay
ninguna mención a Dios ni a la oración, porque aquella gente permanecía
apartada de Dios.
Y así, Mardoqueo y Ester surgen en las páginas de la Biblia sin mucho brillo,
aunque indudablemente eran personas de un elevado nivel, como veremos
más adelante en nuestra historia. Mardoqueo había sido llevado cautivo siendo
muy joven, probablemente en la segunda deportación de cautivos que salieron
de Jerusalén. Ello ocurrió durante el reino de Joaquím. La primera deportación
que salió de Jerusalén incluyó a los príncipes, a la nobleza, a la clase alta; en
está última se hallaba Daniel. En la segunda deportación fueron llevados por el
rey Nabucodonosor a Babilonia, los que podríamos considerar pertenecientes a
la clase media alta. Mardoqeo estaba incluido en este grupo.
Después de la tercera deportación, cuando Jerusalén fue finalmente destruida,
solo quedó en aquella tierra la clase más pobre. Ahora Mardoqueo tenía una
prima joven cuyos padres posiblemente murieron cuando Nabucodonosor
tomó la ciudad. Porque en aquella ocasión, verdaderas multitudes fueron
muertas por los invasores.

13
Y dice aquí el versículo 7:
"Y había criado a Hadasa, es decir, a Ester, hija de su tío, porque era
huérfana. La joven era de hermosa figura y de buen parecer. Cuando su padre
y su madre murieron, Mardoqueo la adoptó como hija suya".
El nombre hebreo de Ester era Hadasa, que significa estrella. En cierto sentido
era una verdadera estrella y una joven muy hermosa, de acuerdo con el relato
Bíblico. Mardoqueo la había adoptado como hija, y como se destacaba por su
belleza, cuando se hizo el anuncio de que se elegiría otra reina para el rey
Asuero, Mardoqueo se interesó inmediatamente por el asunto. Sin duda, su
posición en el palacio le dio la oportunidad de ver a las diferentes mujeres que
fueron traídas de todas las regiones del reino para participar en el concurso de
belleza. Seguramente las comparó con Ester y llegó a la conclusión de que
ninguna de ellas era tan atractiva como su hija adoptiva. Continuemos leyendo
el versículo 7 de Ester 2:
"Sucedió, pues, que cuando se divulgó el mandamiento y el decreto del rey, y
habían reunido a muchas jóvenes en Susa, residencia real, a cargo de Hegai,
Ester también fue llevada a la casa del rey, al cuidado de Hegai, el guardián
de las mujeres. La joven le agradó y halló favor delante de él, por lo que se
apresuró a proporcionarle cosméticos y alimentos. También le dio siete
doncellas escogidas de la casa del rey, y la llevó con sus doncellas a lo mejor
del harén o casa de las mujeres".
Así es que podemos ver la providencia de Dios actuando en esta situación.
Mardoqueo entonces introdujo a su joven prima Ester en el concurso de
belleza. Debo decir que en esta coyuntura, este hombre no parecía merecer
mucho respeto. Antes de que termine la historia, seguramente le veremos
desde otra perspectiva y modificaremos nuestra opinión. Pero en este
momento concreto le vemos actuar negativamente. En primer lugar, estaba
desobedeciendo a Dios. Dios le había dicho a Su pueblo que no realizaran
casamientos con los paganos. Sin lugar a dudas, Mardoqueo estaba
quebrantando la ley de Moisés, al haberla introducido en un concurso,
permitiendo la posibilidad de que ella se convirtiese en la próxima reina. Las
mujeres que no ganaran el concurso, entraría a formar parte automáticamente
del harén del rey. Si Ester no hubiera resultado ganadora, habría sido obligada
a convertirse en una concubina del rey. Y habría quedado expuesta a una vida
horrible. Pero Mardoqueo estuvo dispuesto a correr el riesgo.
En este punto de la historia podemos ver a Dios tomar el mando de la
situación. Ester fue traída a la casa del rey. Ella le agradó a Hegai, el guardián
de las mujeres. Consiguió que la tratase con amabilidad, y él le proporcionó
todo lo necesario para que se convirtiera incluso, en una mujer más atractiva.
Y dice el versículo 10:
"Ester no declaró cuál era su pueblo ni su parentela, porque Mardoqueo le
había mandado que no lo dijera".
Recordemos que los judíos eran un pueblo cautivo y el antisemitismo siempre
ha estado presente en las naciones del mundo. Y ése era el caso en esta
nación. Uno no puede leer el relato de la destrucción de Jerusalén a cargo de
Nabucodonosor sin percibir su odio por aquel pueblo. Fue ese rey el que les
llevó cautivos a Babilonia. Pero en este momento de nuestra historia él ya no
se encontraba en la escena y otra nación se había hecho cargo de ellos. Sin

14
embargo, los sentimientos antisemíticos persistían. Consciente de ello,
Mardoqueo advirtió a Ester que no revelara su nacionalidad. El silencio
equivalía a negar la religión de ella, porque la religión había sido el elemento
de identificación de ese pueblo a través de los años. En el momento en que
Mardoqueo y Ester negaron su nacionalidad, negaron su religión. Y por otra
parte, ya hemos destacado que permaneciendo en la tierra de su cautiverio,
se encontraban fuera de la esfera de la Voluntad de Dios. Resulta interesante
observar que en la actualidad, cuando hombres y mujeres se encuentran fuera
de la Voluntad de Dios, tienen poco que decir a los demás acerca de su fe en
Dios.
Notemos ahora lo que dice aquí, el versículo 11:
"Y cada día Mardoqueo se paseaba delante del patio de la casa de las mujeres,
para saber cómo le iba y cómo trataban a Ester".
Siempre hemos oído que si uno se encuentra viviendo de acuerdo con la
Voluntad de Dios, puede descansar en el hecho de que, como dijo San Pablo,
Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman. Mardoqueo no
estaba descansando espiritualmente en Dios al estar al margen de la Voluntad
de Dios. Más bien, estaba paseando de un lugar a otro, inquieto,
preguntándose cómo acabaría este asunto. Se preguntaría si no habría
cometido un error de bulto introduciendo a Ester en ese concurso de belleza.
Incluso habrá sentido temor por lo que había hecho y no podía dormir de
noche. Éste era, pues, el estado de ánimo de Mardoqueo. Porque cuando uno
se encuentra fuera de la relación con Dios y apartado de Su Voluntad, no se
siente uno seguro para relajarse y esperar que todo lo que ha planeado le
salga bien. Seguramente no sabía nada sobre la providencia de Dios. Sin
embargo, Dios estaba controlando la situación.
Recordemos una de las definiciones de la providencia de Dios que ya hemos
mencionado: Es la manera en que Dios guía a una persona que no se ha
puesto bajo la dirección de Dios. En este momento especial de esta historia,
vemos con mayor claridad que Dios comenzó a actuar. O sea, que no fue un
accidente que a Ester se le otorgase el lugar más importante, que fuera objeto
de todos los favores, y que se le dieran todas las facilidades. Es que tenemos
que recordar que no hay accidentes en los planes de Dios.
Veamos pues el tratamiento de belleza que se puso en marcha, Leamos el
versículo 12:
"El tratamiento de belleza de las jóvenes duraba doce meses: seis meses se
ungían con aceite de mirra y otros seis meses con perfumes aromáticos y
cosméticos para mujeres. Después de este tiempo, cada una de las jóvenes se
presentaba por turno ante el rey Asuero".
Cualquier tratamiento de belleza que se utilice en la actualidad en los salones
de belleza parecerá insuficiente comparado con éste, que preveía un año
entero de cuidados especiales. Los primeros seis meses incluían métodos para
rebajar el peso y tratamientos para la piel. Y los seis meses restantes, se
dedicaban a la aplicación de cremas y perfumes, probando las mejores formas
de favorecer a cada una de las concursantes en el momento en que se
presentasen ante el rey. Podemos ver aquí el gran énfasis que se ponía en el
aspecto físico, lo cual era típico de una cultura pagana. En realidad esta
costumbre nos resulta familiar, ya que en nuestro tiempo existe un enorme

15
interés por la imagen, el aspecto físico de las personas, que dedican bastante
tiempo en mejorar su condición y aspecto físico, sometiéndose normalmente a
rígidas disciplinas. Por supuesto que se mantiene una buena salud llevando a
la práctica una disciplina de ejercicios regulares. Aunque algunos quizás vayan
al extremo de obsesionarse con su apariencia física. Es interesante que este
énfasis de nuestros días coincida con un alejamiento de los valores
espirituales, y con una creciente secularización y un aumento del interés de la
gente en los valores materiales de la vida.
En el caso de Ester, vemos que Dios permitió este proceso por medio de Su
providencia. Su entrada en el concurso de belleza y la aceptación del hombre
encargado de la supervisión de las concursantes, fueron eventos ordenados y
controlados por Dios. Hegai, el guardia de las mujeres debió pensar que Ester
tenía ya el aspecto de una vencedora, así que la colocó en primera línea,
otorgándole su preferencia hasta el final del proceso de preparación, lo cual
fue un paso adelante en el programa de Dios. Ciertamente, no fue un
accidente. La providencia de Dios estaba controlando la vida de Ester.
Continuemos viendo la culminación de este concurso, leyendo los versículos 13
y 14 de este capítulo 2 de Ester:
"Cuando una joven se presentaba ante el rey, al cumplirse sus doce meses, se
le daba todo cuanto pedía, para que fuera ataviada con ello desde la casa de
las mujeres hasta la casa del rey. Iba por la tarde, y a la mañana siguiente
pasaba a la segunda casa de las mujeres, a cargo de Saasgaz, eunuco del rey,
guardián de las concubinas. No se presentaba más ante el rey, a menos que
este lo deseara y la llamara expresamente".
Después de un año de preparación, llegaba el momento en que cada mujer
debía presentarse en las cámaras privadas del rey. Para esa visita, ella podía
ir vestirse con las ropas que quisiera y llevar las joyas que prefiriese. Pronto
llegaría el día en que Ester tendría que presentarse ante el soberano. Ella se
encontraba ante una grave posibilidad. Si no ganaba, se convertiría en una de
las concubinas del rey de Persia, lo cual habría constituido una tragedia para
esta mujer judía. Por este motivo Mardoqueo se encontraba tan inquieto.
Sabía que su vida se encontraba fuera del ámbito de la voluntad de Dios, y
conocía el tremendo riesgo que aquella joven, a quien él había criado, estaba
corriendo. Pero Dios iba a controlar el desenlace de este proceso. Leamos
ahora el versículo 15:
"Cuando le llegó el turno de presentarse ante el rey, Ester, hija de Abihail, tío
de Mardoqueo, quien la había tomado por hija, ninguna cosa pidió, sino lo que
le indicó Hegai, eunuco del rey y guardián de las mujeres. Ester se ganaba el
favor de todos los que la veían".
Cuando llego el momento de que Ester se presentase ante el rey, se decidió
que la suya era una belleza natural, y que no necesitaba lo que para otras
mujeres era indispensable. Alterar su aspecto natural habría sido como tratar
de embellecer a una flor. Ella ya era atractiva y encantadora, y por ello se
destacaba sobre todas las demás. ¿Estaba Dios actuando? Si. Su mano se
estaba moviendo por medio de Su providencia. Iba a colocarla en el trono que
estaba junto al trono del rey, porque si ella no estuviera allí en esa posición,
toda la nación de Israel resultaría destruida. Y si eso sucediera, Dios estaría
incumpliendo Su Palabra. Y Dios nunca lo hace.

16
Ya hemos dicho que el nuevo personaje de nuestro relato, Mardoqueo, vivía
sin tener una relación con Dios. Tomó decisiones arriesgadas, y quedó inquieto
sobre las consecuencias. Así les sucede a las personas que intentan regir sus
propios destinos sin contar con Dios. Toman sus decisiones confiando
únicamente en su estrategia humana, pero no pueden evitar sentir el temor y
la inseguridad. Estimado oyente, le invitamos a iniciar una relación con Dios,
que se inicia con un paso de fe al confiar en la obra realizada por el Señor
Jesucristo en la cruz por sus pecados. Cuando le entregamos a Dios el control
de nuestra vida, Él por Su Espíritu llena nuestros corazones de paz y de
consuelo, y podemos apoyarnos en Su poder, en Su fuerza, y en su Sabiduría,
para vivir y afrontar las dificultades y tristezas de esta vida, hasta que
lleguemos a la vida eterna.

Ester 2:16 - 3:6


Continuamos, estimado oyente, en nuestro estudio en el capítulo 2 del libro de
Ester. Interrumpimos nuestra lectura en el programa anterior, en el preciso
momento en que esta joven Ester estaba preparada para presentarse ante el
rey. Recordemos que al llegar el día señalado en que Ester se presentaría ante
el rey Asuero, y según leímos en el versículo 15, vimos que ella no pidió llevar
nada especial en ropas o joyas, sino que usó lo que le había indicado Hegai,
que era el hombre de confianza del rey, y guardián o encargado del harén, o
casa de las mujeres del rey. Para entonces, Ester se había ganado la simpatía
de todos los que la trataban.
Nosotros queríamos saber lo que le iba a ocurrir a ella. ¿Sería la ganadora de
este concurso? Y lo interesante de todo esto es que sí, que ella sería la
ganadora. Muy bien, comencemos pues, nuestra lectura de hoy en los
versículos 16 y 17, de este capítulo 2 de Ester:
"Fue, pues, Ester llevada ante el rey Asuero, al palacio real, en el mes décimo,
que es el mes de Tebet, en el séptimo año de su reinado. Y el rey amó a Ester
más que a todas las otras mujeres; halló ella más gracia y benevolencia que
todas las demás vírgenes delante del rey, quien puso la corona real sobre su
cabeza, y la hizo reina en lugar de Vasti".
Cuando el rey vio a Ester, no tuvo que mirar a más mujeres en su búsqueda
de una reina. Por lo que a él se refería, el concurso de belleza había
terminado. Había encontrado a la que ocuparía el lugar de la ex reina Vasti y
Ester fue entonces convertida en reina.
Nos volvemos a preguntar: ¿Cómo llegó a ganar? ¿Fue acaso por casualidad, o
por accidente? No creemos que haya sido así. Creemos que su elección fue el
resultado de la providencia del Dios Todopoderoso. Como veremos en el
próximo capítulo, era esencial que Dios tuviera a alguien en esa posición con
el objeto de realizar gestiones para proteger a Su pueblo, y lo logró
convirtiendo a Ester en reina. Por este motivo fuimos introducidos en un
palacio real pagano, en un banquete multitudinario, y en la orgía que tuvo
lugar. Dios quiso que viéramos su control sobre los asuntos de los seres
humanos y de Satanás. Esta forma de actuar de Dios debiera ser de ánimo y
consuelo para todos los hijos de Dios en esta hora en que vivimos.
Se nos dijo que el rey amó a Ester. Debemos reconocer que ello no nos
sorprende en absoluto. En el libro que el profesor McGee escribió sobre el libro
de Rut, puede verse el énfasis colocado sobre el romance entre Booz y Rut,

17
que fue una hermosa historia de amor. El autor del libro la presentó como una
figura del amor de Cristo por Su iglesia. Pero debemos decir que el profesor
McGee no encontró esa calidad espiritual en la historia de Asuero y Ester.
Porque en este caso, el rey Asuero era un hombre decepcionado que casi
había llegado al final de su vida. Era un rey anciano casado con una joven
encantadora. Se trataba de un rey pagano, que no tenía en absoluto el
conocimiento de lo que el amor real a Dios podía significar para una pareja. El
autor de estos estudios no pudo encontrar en esa relación detalles como para
ponerse elocuente al describirla, o para decir, como algunos han dicho, que
ésta fue una figura de Cristo y Su iglesia.
Sin embargo el evento acerca del hemos leído fue de la máxima importancia.
Resulta emocionante ver a esta joven, perteneciente a un pueblo cautivo,
convertirse repentinamente en reina de uno de los mayores imperios paganos
que el mundo jamás ha conocido. La ola inminente de antisemitismo habría
borrado de la historia a este pueblo y la totalidad del propósito de Dios hacia
Israel se habría frustrado. Pero entonces, cuando el peligro apareciera, Ester
estaba situada en una posición única. Por ello Dios la colocó en ese lugar.
Continuemos leyendo el versículo 18 de este capítulo 2 de Ester:
"Ofreció luego el rey un gran banquete, en honor de Ester, a todos sus
príncipes y siervos. Rebajó los tributos a las provincias, y repartió regalos
conforme a la generosidad real".
Recordemos que este libro comenzó con una fiesta. Y aquí tenemos otro
banquete, el que tuvo lugar en honor de Ester. Ya que el rey estaba tan
encantado con la encantadora reina que ocupaba el lugar de la reina Vasti,
rebajó los impuestos por un año. Ahora leamos el versículo 19:
"Cuando las vírgenes fueron reunidas por segunda vez, Mardoqueo estaba
sentado a la puerta del rey".
Mardoqueo tenía entonces una nueva posición, no un cargo sino una posición.
Se encontraba sentado a la puerta del rey. ¿Qué quiere decir eso? Que él era
un juez, porque en el mundo antiguo el equivalente del Palacio de Justicia se
encontraba a la puerta de la ciudad. La mayoría de las ciudades estaba
amuralladas, y por la puerta pasaban tarde o temprano todos los ciudadanos.
La corte de justicia se reunía en la puerta de la ciudad y no en un edificio
situado en una plaza de la ciudad. Recordemos que en el libro de Rut, fue a la
puerta de la ciudad donde Booz presentó su caso legal. También, en el libro
del Génesis, el patriarca Lot se sentó a la puerta de la ciudad, lo cual
significaba que se había dedicado a la política en Sodoma y había conseguido
que le nombraran juez.
Pensando en Mardoqueo, ¿no resulta interesante ver que cuando Ester se
convirtió en reina, se nos dice que Mardoqueo era un juez, sentado a la puerta
de la ciudad? Eso es nepotismo, o sea, colocar a familiares en cargos. No
sabemos si Mardoqueo, fue nombrado juez a causa de su capacidad, o porque
Ester se lo sugirió al rey. Es que este libro es muy humano, y algunos
aspectos de la política no han cambiado mucho ¿no es cierto? Todos habremos
oído hablar alguna vez sobre el tráfico de influencias. Continuemos leyendo el
versículo 20:

18
"Ester, según le había mandado Mardoqueo, no había revelado su nación ni su
pueblo, pues Ester hacía lo que decía Mardoqueo, como cuando él la
educaba".
Aquella joven era una persona extraordinaria. Aun cuando estaba casada con
el rey, recibía instrucciones del hombre que la había criado. Creo que
Mardoqueo fue uno de los personajes destacados de la Biblia, a quien no se le
ha dedicado mucha atención. Aparentemente, era un hombre de una
capacidad notable.
En este momento sucedió algo que pareció extraño, y sin embargo es de este
incidente que depende todo el libro. Como alguien ha dicho, "Dios hace girar
las grandes puertas sobre pequeños goznes". Una vez más vemos la
providencia de Dios. Él se estaba moviendo aquí detrás de la escena. Leamos
entonces los versículos 21 al 23:
"En aquellos días, estando Mardoqueo sentado a la puerta del rey, Bigtán y
Teres, dos eunucos del rey que vigilaban la puerta, estaban descontentos y
planeaban matar al rey Asuero. Cuando Mardoqueo se enteró de esto, lo
comunicó a la reina Ester, y Ester lo dijo al rey en nombre de Mardoqueo. Se
hizo investigación del asunto, y resultó verdadero; por tanto, los dos eunucos
fueron colgados en una horca. Y el caso se consignó por escrito en el libro de
las crónicas del rey".
Éste fue un incidente interesante. Mardoqueo estaba sentado a la puerta de la
ciudad. Las multitudes entraban y salían por la puerta. Entonces escuchó la
conversación entre dos hombres y cuando oyó mencionar el nombre del rey
escuchó con mayor atención para saber de qué estaban hablando. Y descubrió
que estaban tramando asesinar al rey. Así que Mardoqueo le hizo llegar a
Ester la noticia de este complot.
Ésta era una escena familiar: un potentado oriental, escondido entre
columnas, hablando con otras personas y tramando algo en contra del rey. De
hecho, en la corte oriental eran comunes las intrigas. Parecía haber siempre
alguien que ambicionaba el cargo del rey. La nueva posición de Mardoqueo le
colocó en un punto apropiado para poder escuchar lo que se tramaba.
Después de que Mardoqueo le informó a Ester sobre el plan que había para
matar al rey, ella se lo dijo a su marido. La investigación realizada confirmó
que las noticias eran correctas y los conspiradores fueron arrestados. No
tuvieron que pasar por un largo juicio porque el rey ordenó que fueran
ejecutados en la horca. Éste fue un castigo para disuadir a otros que pudieran
tener las mismas intenciones de conspirar contra el rey. Y todo este incidente
fue debidamente registrado, en presencia del rey, en los registros reales, es
decir, en los libros en los que se escribía la historia del reino de Persia.
Es interesante notar aquí una omisión. Mardoqueo no fue recompensado o
reconocido por su acción. No se dice que hubiera recibido una medalla ni una
condecoración. Supongo que muchas veces le dio vueltas a este asunto,
preguntándose por qué había sido ignorado. Como veremos más adelante, al
llegar al capítulo 6:1-3, hasta el mismo rey se sorprendería muchísimo de que
el gesto de lealtad de Mardoqueo, que le había salvado la vida, no hubiera sido
recompensado debidamente. Por ello nos preguntamos: ¿por qué fue él
pasado por alto en este incidente de tanta importancia? Es que Dios estaba

19
controlando toda la situación y dirigiendo el curso de los acontecimientos.
Llegamos ahora a

Ester 3:1-6
El tema de este capítulo gira alrededor de Amán y el antisemitismo. Éste es un
capítulo que en la vida de un judío se ha duplicado muchas veces en la
historia. Cuando uno lo lee, casi puede sustituir el nombre de Amán por el de
Faraón, o por los de otros líderes que han tenido entre sus prioridades el
promover el antisemitismo. Desde que Israel se convirtió en una nación en la
tierra de Egipto hasta el presente, nunca ha habido un período en el que no ha
existido un movimiento en alguna parte del mundo, para exterminarlos.
Leamos el versículo 1 de este capítulo 3:
"Después de estas cosas, el rey Asuero engrandeció a Amán hijo de
Hamedata, el agagueo. Lo honró y puso su autoridad por encima de la de
todos los príncipes que estaban con él".
Aquí tenemos a un hombre llamado Amán. Él fue uno de una larga lista que
por mucho tiempo han llevado a cabo una campaña de anti-semitismo. Fue
ascendido por el rey a una posición que correspondería al cargo actual de
primer ministro. Era un descendiente de Agag. Si nos dirigimos a Primera de
Samuel 15:8, veremos que Agag era de la familia real de los amalecitas. Saúl
debía haber obedecido a Dios y destruido a los agagueos. Si Saúl hubiera
hecho lo que se le ordenó, su pueblo no se habría encontrado en esta
situación, porque los agagueos habrían desaparecido completamente. Dios
pudo ver el curso de la historia y sabía lo que iba a suceder. El error de Saúl al
no haberlos exterminado, casi condujo al exterminio de su propio pueblo. Y
así, en este pasaje vemos a Dios actuando desde fuera de la escena, y
protegiendo a Su pueblo.
Dios iba a detener a Amán, y ahora comenzamos a ver por qué Él había
colocado a Ester en el trono. Si ella no hubiera estado allí, el antisemita Amán
habría exterminado a los judíos. Ésa era, por supuesto, su intención.
Continuemos leyendo el versículo 2:
"Todos los siervos del rey que estaban a la puerta real se arrodillaban y se
inclinaban ante Amán, porque así lo había mandado el rey; pero Mardoqueo ni
se inclinaba ni se postraba".
Aquí vemos que el rey había informado que tenía un nuevo primer ministro.
Todos tenían que inclinarse ante él y reconocer su posición. Ya hemos visto
que Mardoqueo era un juez en la puerta de la ciudad. Tenía un cargo político,
lo cual significa que era uno de los funcionarios del reino, y que tenía que
inclinarse ante Amán. Pero se nos dice que no lo hacía. Y en esta actitud de no
querer reverenciar a Amán comenzamos a ver el lado positivo de Mardoqueo.
Imaginamos que todos los demás lacayos del servicio real se postraban
cuando Amán pasaba frente a ellos.
Por ello vemos por primera vez a la mano de Dios comenzando a actuar en la
vida de Mardoqueo. Claro que alguien podría decir: "pero él estaba viviendo
fuera de la voluntad de Dios; "¿Cómo podía Dios actuar en un caso como éste?
Él tenía que haber regresado a su tierra". Esta afirmación es correcta. Por

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razones personales no había regresado pero, siendo un judío, su lugar estaba
en Palestina. Está claro que él estaba al margen de la voluntad de Dios, pero
él estaba aún reconociendo a Dios. Aunque en ningún lugar del libro de Ester
le vemos apelando a Dios, el reconocía a Dios. ¿Sabe usted por qué llegamos
a esta conclusión? La ley de Dios dada a los judíos era explícita: No debían
inclinarse ante nada, ni ante nadie. Y así, cuando Amón, después de su
ascenso, se acercaba, todo aquel que tuviera un cargo político se inclinaba
ante él, excepto un hombre, Mardoqueo. Y realmente, su actitud era muy
evidente ya que era el único hombre que permanecía en pie.
Mardoqueo y Ester no habían sido lo suficientemente fieles como para regresar
a Jerusalén, pero estaban dispuestos a poner en peligro sus vidas para salvar
a su pueblo. Continuemos leyendo los versículos 3 y 4:
"Entonces los siervos del rey, que estaban a la puerta real, preguntaron a
Mardoqueo: ¿Por qué desobedeces el mandamiento del rey? Así le hablaban
cada día, pero él no los escuchaba, debido a lo cual lo denunciaron a Amán,
para ver si Mardoqueo se mantendría firme en su dicho, pues él ya les había
manifestado que era judío".
Al ser preguntado porque no se inclinaba ante Amán, Mardoqueo reveló por
primera vez que era judío. Hasta ese momento no se lo había dicho a nadie. Y
recordemos que había pedido a Ester, cuando entró en el concurso de belleza,
que nadie supiera a que raza pertenecía. Incluso, su marido, el rey, no lo
sabía. Pero en este momento Mardoqueo explicó que, por ser judío, no podía
inclinarse ante Amán. Al reconocer su origen racial, les estaba hablando de su
religión. Él solo adoraba al Dios verdadero y vivo; no se inclinaría ante ningún
ídolo, ante ninguna imagen, ni ante ningún hombre. Él había sido enseñado en
los términos que encontramos en Deuteronomio 6:4, que dice: Escucha, oh
Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Él tenía que declarar ante el
mundo, el mundo antiguo, el mundo de la idolatría, la unidad de la divinidad.
En la actualidad, en un mundo donde se ha difundido el ateísmo, tenemos que
proclamar la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Mardoqueo adoptó una
actitud firme y a partir de ese momento, los demás sabrían por qué. En el
mundo de aquella época el judío era conocido como un adorador del único y
verdadero Dios.
Así que, por primera vez, Mardoqueo adoptó una posición firme junto a Dios,
que le iba a costar mucho. No creemos que el pensó que su postura tendría
tanta trascendencia como para conmover a todo su pueblo, pero reconoció que
probablemente le costaría su cargo, e incluso su vida. Y dicen los versículos 5
y 6:
"Cuando Amán vio que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se postraba delante de
él, se llenó de ira. Pero no contentándose con castigar solamente a
Mardoqueo, y como ya le habían informado cuál era el pueblo de Mardoqueo,
procuró Amán destruir a todos los judíos que había en el reino de Asuero, al
pueblo de Mardoqueo".
En este incidente Amán reveló su pequeñez. Tendría que haber ignorado a
Mardoqueo. A medida que Mardoqueo estaba comenzando a destacarse como
un hombre de Dios, este hombre, Amán, comenzó a sobresalir como un
hombre de Satanás. Lo primero que observamos en él es su mezquindad. A
través de toda esta historia vamos a observar su escaso valor como ser
humano. Más tarde en este relato, le veremos lamentarse ante su esposa y

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amigos porque Mardoqueo no se inclinaba ante él. Aquí se revelaba su
verdadera personalidad, al permitir que la actitud de una sola persona le
inquietase tanto como para convertirse en una verdadera obsesión.
Amán iba a intentar hacer algo terrible. Iba a tratar de destruir a todos los
judíos que vivían en el reino de Asuero. Estamos seguros de que ignoraba la
promesa que Dios le hizo a Abraham, de que bendeciría a los que bendijeran a
los judíos, y maldeciría a aquellos que maldijeran a los judíos. Pero Dios ha
cumplido esa promesa. Sólo tenemos que retroceder en las páginas de la
historia para descubrir que los judíos han presenciado el funeral de cada una
de las naciones que trataron de exterminarles. Es que Dios ha prometido
proteger a Su pueblo, a pesar de que ese pueblo ha mostrado su ingratitud
alejándose de Él. El hecho de que aún no hayan sido exterminados es en sí
mismo milagroso. Porque Dios mismo les ha preservado. Y le veremos hacerlo
aquí en este libro de Ester.
En nuestro programa de hoy hemos conocido a otro personaje peculiar. Se
trata de Amán, que fue promovido por el rey a una alta posición en el gobierno
del reino. Su naturaleza, dominada por una gran ambición, le impedía disfrutar
de los honores que recibía, porque había alguien que le ignoraba y su orgullo
no podía soportar ese desaire. Su actitud nos recuerda la insatisfacción
permanente de los seres humanos, que nunca se sienten realizados o
completos con lo que tienen. Su afán desmedido proviene de que ninguna de
esas cosas puede satisfacer a las personas. Su deseo de acumular bienes
constantemente es precisamente una de las características de esta sociedad
de consumo. El espíritu del ser humano no se satisface y, al haber apartado a
Dios de su vida, su búsqueda constante de una satisfacción permanente debe
concentrarse en una constante preocupación por adquirir y acumular los
bienes materiales. Así, el hombre y la mujer sienten en su interior como un
hambre, como una sed que no puede saciarse y ante la imposibilidad de
encontrar saciedad, recurren a prácticas o productos que destruyen su mente
y su cuerpo. El Evangelio de Juan 6, nos mostró al Señor Jesucristo,
predicando ante una multitud que había saciado su hambre física. En aquella
ocasión, Él se ofreció a sí mismo para saciar su hambre y su sed espiritual y
les dijo: "Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que
cree en mí nunca tendrá sed". Estimado oyente, por Su sacrificio en la cruz a
favor suyo, y por su resurrección, el Hijo de Dios es el único que puede
convertir esa satisfacción en su propia experiencia personal, en una vivencia
permanente de plenitud, que por la obra del Espíritu de Dios le permitirá
recibir las bendiciones divinas, afrontar la adversidad, y disfrutar aquí en esta
tierra, de la esperanza y realidades futuras de la vida eterna.

Ester 3:7 - 4:2


En nuestro programa anterior, estimado oyente, en el versículo 6, de este
capítulo 3 del libro de Ester, nos encontramos con el villano de esta historia
que estamos estudiando. Y, ciertamente, este hombre Amán, fue uno de los
que intentaron destruir la nación de Israel. Había sido elevado a una posición
muy alta en este gran imperio mundial, era el primer ministro y todos por
decreto del rey tenían que inclinarse ante él.
Mardoqueo no se quería inclinar ante el primer ministro. Y esto molestó
enormemente a Amán. Lo irritó tanto que él que concibió un plan que pudiera
servir de escarmiento. Pero no quería simplemente poner sus manos sobre

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Mardoqueo, sino también contra todo el pueblo judío. Y, ¿qué es lo que este
hombre estaba tramando hacer? Bueno, veamos lo que dice el versículo 7, de
este capítulo 3, de Ester:
"En el mes primero, que es el mes de Nisán, en el año duodécimo del rey
Asuero, fue echada Pur, esto es, la suerte, delante de Amán, suerte para cada
día y cada mes del año. Salió el mes duodécimo, que es el mes de Adar".
La irritación de Amán crecía a medida que pasaban los días. Cada vez que
pasaba por la puerta de la ciudad todos se inclinaban ante él, excepto aquel
judío llamado Mardoqueo. Y esto le perturbaba y resolvió hacer algo al
respecto. Cuando Amán descubrió que la negativa de Mardoqueo a inclinarse
ante él estaba basada en sus convicciones religiosas, decidió que una masacre
nacional de los judíos resolvería su problema.
Amán hizo que los magos echaran suertes para decidir en qué día del año
serían destruidos los judíos. Ésta era una forma de juego de azar, era una
lotería, y esta lotería se usaba en ese entonces para recolectar impuestos para
el gobierno. Pero los magos y Amán no se dieron cuenta de que Dios era el
que determinaba el resultado de la lotería. Dios controlaba esta situación. La
suerte cayó en el último mes del año, lo cual daría tiempo para que el complot
de Amán fuera descubierto y detenido. Continuemos leyendo los versículos 8 y
9:
"Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los
pueblos de todas las provincias de tu reino, sus leyes son diferentes de las de
todo pueblo, y no guardan las leyes del rey. Al rey nada le beneficia el
dejarlos vivir. Si place al rey, decrete que sean exterminados; y yo entregaré
trescientos treinta mil kilos de plata a los que manejan la hacienda, para que
sean ingresados a los tesoros del rey".
Amán llamó la atención del rey al hecho de que había gente viviendo en el
reino que era diferente al resto de los habitantes. Sus leyes eran diferentes.
Ellos obedecían la ley mosaica. Aunque no habían regresado a su tierra
obedeciendo a Dios, estaban siguiendo la ley de Moisés esparcidos como
estaban a través de todo el reino. Y como resultado, este hombre Amán pidió
al rey que fuesen exterminados. Convenció al rey de que estaban desafiando a
las leyes reales, y de que su destrucción traería mucha riqueza a sus tesoros,
proveniente de las propiedades confiscadas. Las entradas del gobierno no eran
suficientes para cubrir todos los gastos que tenía. Y este rey Jerjes tenía
muchas cuentas que pagar a causa de la guerra. Usted recordará que él llevó
a cabo una campaña contra Grecia y que había necesitado mucho dinero para
afrontar esa guerra. Ahora, Amán, aparentemente en su nueva posición en el
gobierno probablemente tenía acceso a los libros relacionados con los
impuestos del reino y quizá ese aspecto estaba bajo su supervisión. Ellos
tenían que conseguir dinero de alguna otra manera. Ahora, Amán era una
persona muy rica y él vio ahora una oportunidad para lograr su propósito. Él
podía dar cierta cantidad de dinero para los tesoros del rey. Y aparentemente
la cantidad que él mencionaba era lo suficiente como para saldar el déficit
existente. El rey, por supuesto, estaba muy interesado en un plan así. Y esta
solución pareció ser una buena salida para el rey.
Y este rey, como la mayoría de los potentados de su tiempo, no tenía ningún
respeto por la vida humana y ni siquiera se preocupó por preguntar quiénes
eran estas personas a las que se quería exterminar. Amán no sabía que Ester,

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la reina, pertenecía a esa misma nacionalidad. El rey mismo no sabía que su
reina era judía y que con su aprobación del plan de Amán estaba
comprometiendo la vida de ella. Continuemos leyendo el versículo 10:
"Entonces el rey se quitó el anillo de su mano, y lo dio a Amán hijo de
Hamedata, el agagueo, enemigo de los judíos"
Ese anillo que el rey le dio a Amán tenía su sello en él. Estaba allí para ser
presionado sobre una especie de cera blanda que se utilizaba en los tiempos
pasados y se convertía así en la firma del rey. Una orden que incluyera ese
sello se convertía en una ley del reino. Por tanto, él descuidadamente se quitó
el anillo de su mano y se lo entregó a Amán, y le autorizó para que, si él
pensaba que esa gente debía ser exterminada, se hiciera cargo de llevar a
cabo ese plan. Resulta sorprendente comprobar el poco respeto del rey Jerjes
por la vida humana. Había derrochado las riquezas de su reino en la campaña
militar contra Grecia, y esa guerra había ocasionado una gran pérdida de vidas
humanas. Se cree que unos dos millones de hombres murieron en dicha
campaña. Y no pareció preocuparle en absoluto que tantos hubieran dado sus
vidas por un error que él había cometido. Así que, de todos modos, él entregó
su anillo a su primer ministro y Amán lo iba a utilizar. Continuemos leyendo
los versículos 11 al 13 de este capítulo 3 de Ester:
"y le dijo: La plata que ofreces sea para ti, y asimismo el pueblo, para que
hagas de él lo que bien te parezca. Entonces fueron llamados los escribanos
del rey en el mes primero, al día trece del mismo, para que escribieran,
conforme a todo lo que mandó Amán, a los sátrapas del rey, a los capitanes
que estaban sobre cada provincia y a los príncipes de cada pueblo, a cada
provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua. En nombre del
rey Asuero fue escrito, y sellado con el anillo del rey. Y se enviaron las cartas
por medio de correos a todas las provincias del rey, con la orden de destruir,
matar y aniquilar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, y de
apoderarse de sus bienes, en un mismo día, en el día trece del mes
duodécimo, que es el mes de Adar".
El decreto para exterminar a los judíos salió como una ley de los Medos y los
Persas. El llevar este mensaje a través de todo el imperio, fue un esfuerzo
mayúsculo. Recordemos que el imperio de los Medos y los Persas se extendía
desde la India, a través de Asia por la media luna fértil hasta el mar
Mediterráneo. Incluía parte de Europa, a toda Asia Menor y llegaba hasta
África, a través de Egipto y hasta Etiopía. Era un reino muy extenso, con una
población muy numerosa, que hablaba muchos idiomas, por lo menos 127.
Pero también debemos darnos cuenta de que había muchas tribus diferentes
en estas provincias, que hablaban diversos dialectos. Y este decreto, esta ley
del rey, tenía que ser traducida a los idiomas de todos esos pueblos. Éste era
un proyecto del gobierno de gran envergadura. Así los escribas tuvieron a su
cargo la tarea de traducir la ley, y de hacer suficientes copias de la misma,
para su distribución a todas las provincias del imperio, lo cual constituyó un
esfuerzo gigantesco. Una vez preparadas las copias tenían que ser
transportadas en camellos, en burros, y por medio de mensajeros. Todos
estos mensajeros llegaban, tomaban las copias que les correspondían y salían
en dirección a la ciudad que les tocaba. La gente que vivía en la capital, Susa,
podía observar toda esta actividad y pensaba que estaba sucediendo algo que
sería de mucha importancia para la nación. Todo este movimiento en la ciudad
capital les llamaba la atención. En un día determinado los judíos debían ser

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exterminados. Esta ley daba libertad a todos los que tenían prejuicios
antisemitas para obrar de acuerdo con sus propios deseos. En ese día fijado,
el matar judíos sería una acción legal.
Como ya dijimos, esta ley fue promulgada como una ley de los Medos y los
Persas. Se nos ha dicho desde el principio de este libro, una y otra vez, que
una vez promulgadas, estas leyes eran irrevocables. No podían ser
modificadas. Luego veremos que otra ley sería promulgada para contrarrestar
los efectos de ésta, sin embargo esta ley que estaba en ese momento siendo
distribuida, tenía que ser inscripta en los libros del reino. Continuemos leyendo
los versículos 14 y 15, de este capítulo 3 de Ester:
"La copia del escrito que se dio por mandamiento en cada provincia fue dada a
conocer a todos los pueblos, a fin de que estuvieran listos para aquel día. Los
correos salieron con prontitud por mandato del rey, y el edicto fue publicado
también en Susa, capital del reino. Y mientras el rey y Amán se sentaban a
beber, la ciudad de Susa estaba consternada".
La capital del reino, Susa, estaba perpleja. La gente de esa ciudad no podía
comprender lo que estaba sucediendo. Los judíos no eran traidores, no habían
cometido ningún crimen, y ¿por qué se deberían tomar medidas tan extremas
como esta, de tratar de exterminarlos? Aunque puede que no les gustasen los
judíos, por considerarlos extranjeros con costumbres diferentes, no querían
exterminarlos. No podían entender por qué el rey Jerjes había permitido que
un decreto como éste fuera promulgado. Así que un día al atardecer pudieron
ver a los jinetes recibiendo sus órdenes, y saliendo apresuradamente.
Literalmente cientos de hombres debieron ser llamados al servicio activo,
debido a la gran extensión del reino. Los sorprendidos habitantes de la ciudad
pudieron ver a los mensajeros portando las copias de esta nueva ley: una
compañía de ellos salió y se dirigió por un camino hacia el sur, otra hacia el
norte, una en dirección al oeste, y otra hacia el este. Viajaron toda la noche.
Cuando llegaban a un pueblo, colocarían copias de la ley en el lugar reservado
para los anuncios oficiales para que la gente las leyera a la mañana siguiente.
Y entonces los mensajeros continuaban su viaje, Cuando los caballos se
fatigaban, eran reemplazados por otros caballos de refresco. Y así fue como
por todo el reino se difundió el decreto que establecía que los judíos debían
perecer, llevado por hombres que se apresuraban a cumplir la orden del rey.
Pero la conmoción que reinaba en la ciudad no molestó para nada al rey; él y
Amán se sentaron juntos y se pusieron a beber. Allí pasaron unos momentos
muy alegres. Pero el rey no se había dado cuenta que ese decreto, que esa
ley, también tenía un efecto sobre la reina. Ya hemos dicho que él aún no
sabía que ella pertenecía a la nación de Israel. Él se daría cuenta de eso muy
pronto. Pero la ley ya se había publicado para exterminar a todo ese pueblo.
El antisemitismo tuvo su origen en las fábricas de ladrillo de Egipto, bajo la
mano cruel de Faraón, allí donde los judíos se convirtieron en una nación. A
partir de aquel momento, grandes naciones del mundo se han puesto en
contra de ellos. Ésa fue la historia de Asiria, y fue el caso de Babilonia, que les
condujo al cautiverio. En este libro de Ester estamos viendo el caso de Persia.
Roma también adoptó esa actitud y la inquisición española fue principalmente
dirigida contra ellos. Después, bajo el dominio de Hitler, se ha estimado que
murieron unos seis millones de judíos.

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¿A qué se debe la existencia del antisemitismo? Analicémoslo brevemente.
Hay dos razones que lo respaldan. La primera es natural y la segunda,
sobrenatural.
La razón natural tiene que ver simplemente con factores como la personalidad
y el carácter. A algunas personas les consideran un grupo cerrado, con cuyos
miembros no parece fácil establecer relaciones de amistad porque ellos se
vuelcan mayormente en vincularse con la gente de su propio grupo racial.
Otros sienten envidia por su habilidad comercial. Y aun otros les molestan sus
costumbres, relacionadas principalmente con su religión. Estos son, pues,
factores subjetivos, porque otras personan quizás les admiran por la forma en
que preservan su identidad a través de los siglos.
Ahora decimos algo sobre la razón sobrenatural por la que son odiados. Por la
providencia y designio de Dios, los miembros de la raza judía fueron los
custodios de la Palabra escrita de Dios. Nuestra Biblia nos ha llegado a través
de ellos. Y Dios les eligió a ellos con el propósito de que transmitiesen las
Escrituras. Y Satanás les odia por ello y además, porque el Señor Jesucristo, al
venir a esta tierra físicamente, nació en ese pueblo. El apóstol Pablo dijo, en
Romanos 9:5, de quienes son los patriarcas, y de quienes, según la naturaleza
humana, procede el Cristo. Por estos motivos, existe hacia ellos un odio
sobrenatural, lo cual aparece reflejado en la Biblia. Varias naciones del mundo
se han dejado impulsar por este odio en diversas épocas de la historia.
Ahora, esa ley no podía ser revocada. Ya hemos visto una ley que había
apartado a la reina Vasti del trono y que no podía ser cambiada, ni el mismo
rey podía hacerlo. Ahora, esta ley de exterminación de los judíos había sido
promulgada y aprobada con la firma del rey, era la ley de los Medos y los
Persas, y no podía ser cambiada. Ahora, ¿cómo podía Dios salvar a Su pueblo?
Tendría que haber otro decreto escrito por el rey. Alguien iba a tener que
intervenir. Y podemos decir de paso que Dios había estado preparando el
camino para resolver esta situación.
Cuando comenzamos a estudiar este libro, hablamos de la providencia de
Dios. Observamos lo que ocurría en un palacio pagano, donde una gran orgía
estaba teniendo lugar y donde varios miles de personas estaban participando
de un banquete. Se nos reveló un escándalo en la familia del mismo rey
cuando la reina no quiso obedecer la orden del rey y fue puesta a un lado.
Quizá alguien pregunte, ¿qué tenía que ver esto con lo que estaba ocurriendo
en este momento? Pues tenía una gran relación. Dios estaba actuando y
continuaría haciéndolo de una manera poderosa. Él había colocado a una
persona en una posición al lado mismo del trono y ella sería el medio por el
cual los judíos podrían salvarse. Ya hemos dicho que Dios interviene en los
asuntos humanos y lo hace por medio de Su providencia.
La providencia de Dios está ilustrada en la historia del nacimiento de
Jesucristo. Cuando César Augusto firmó una ley de impuestos en la cual se
decía que todos los habitantes deberían ser empadronados, no supo que
estaba cumpliendo una profecía. No sabía que la ley de impuestos haría que
una joven de Nazaret fuese a Belén, donde nacería su primer hijo. El libro de
Miqueas 5:2 predijo el nacimiento de Cristo en Belén. Cesar Augusto firmó el
decreto que hizo que María fuera a Belén, precisamente en el mismo momento
en que nacería el Señor Jesucristo. Es decir, que Dios estaba en el palacio del
César, de la misma manera que en nuestra historia estuvo en el palacio de

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Jerjes. Realmente, Dios ha estado detrás de la escena, oculto en las sombras,
cuidando a los Suyos.
Esto nos lleva entonces, a

Ester 4:1-2
El título que le hemos dado a este capítulo es "Para una ocasión como ésta".
Ahora el terrible decreto ya había salido para todos los rincones del imperio.
Observemos entonces la reacción de Mardoqueo cuando se enteró de lo que
estaba ocurriendo. Veamos lo que dicen los versículos 1 y 2, de este capítulo 4
de Ester:
"Luego que supo Mardoqueo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos,
se vistió de ropa áspera, se cubrió de ceniza, y se fue por la ciudad lanzando
grandes gemidos, hasta llegar ante la puerta real, pues no era lícito atravesar
la puerta real con vestido de ropa áspera".
O sea que él se vistió con ropas ásperas y echó ceniza sobre su cabeza. No
hay ninguna oración de su parte. ¿Por qué? Porque él creyó en la efectividad
de ese decreto. Él sabía que esa ley no podía ser cambiada. En ese tiempo,
habría en el reino aproximadamente 15 millones de judíos. Sería una matanza
terrible, innecesaria y fuera de lugar. Y todo porque un funcionario sin mayor
importancia no se inclinaba ante Amán, toda una raza iba a ser exterminada.
Por supuesto, ésta era una acción Satánica.
Estimado oyente, hay un decreto que ha sido dado por Dios que en realidad, el
mundo no cree. Ese decreto que ha salido de Dios es que toda alma que
pecare, morirá. Y que todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios.
Ahora nosotros no podemos alcanzar la norma establecida por Dios para vivir
una vida que le agrade. Aun el ladrón que moría en la cruz al lado del Señor
Jesús dijo, "Nosotros justamente padecemos". Él quería decir que ese hombre
muriendo a su lado, no merecía morir. Estaba muriendo en lugar de otra
persona. Pero reconoció que él y el otro ladrón merecían esa muerte. De la
misma manera, usted y yo merecemos la muerte porque nosotros
pertenecemos a la raza humana. De esta raza se ha dicho que todos morirán.
Y la muerte alcanza a todos los hombres porque todos han pecado. Hemos
pecado en Adán y la muerte ha pasado a todos nosotros. Se ha decretado que
todos mueran, y después de la muerte vendrá el juicio.
Hay muchas personas que en el día de hoy piensan que eso ha sido alterado;
piensan que de una manera u otra Dios va a llegar a ser flexible y no será
capaz de realizar ese propósito. Después de todo Él ama a todos, ¿verdad?
Pero Dios también es justo. El caso es que todos somos pecadores; cada uno
de nosotros, pertenecemos a esa raza. Y Dios dice que el alma que pecare,
ésa morirá. Estimado oyente, ese decreto divino nunca ha sido cambiado. Pero
tiene que haber otro decreto divino para poder superar ese destino trágico.
Por ello la Biblia, concretamente el apóstol Pablo dijo en Efesios 2, "Por gracia
habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es
don de Dios". Ese decreto, tampoco ha sido cambiado y abre para todos la
puerta de la salvación.
Ésa es la razón por la cual Cristo vino a este mundo. El dijo que vino a este
mundo a salvar a los pecadores. Él dijo: "Yo no vine a buscar a los justos, sino
a buscar a los pecadores". ¿Sabe usted por qué Él dijo que no venía a buscar a

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los justos? Porque no hay ni siquiera uno que sea justo. Jesús vino a buscar a
la familia humana, porque todos somos pecadores. Y Él es el único que le
puede ofrecer salvación en la actualidad. El Señor Jesucristo dijo: "Nadie viene
al Padre, sino por mí". Estimado oyente, acuda usted a Cristo Jesús ahora
mismo, y por la fe en su obra en la cruz a favor suyo, será salvo por Él.

Ester 4:3 - 5:4


Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio del capítulo 4, de este libro
de Ester. En nuestro programa anterior, vimos que un decreto se había
publicado en el reino con la firma del rey Jerjes. Allí se decía que los judíos
deberían ser destruidos.
Ahora, en ese reino tendría que haber varios millones de judíos. Quizá
podríamos estimar y decir que probablemente había unos quince millones en
esa época en el imperio de los Medos y los Persas. De llevarse a cabo, esa
matanza tendría que haber sido algo terrible, también era algo sin necesidad y
sin ninguna justificación. Simplemente porque un hombre en el poder se
ofendió porque un subalterno de menor importancia, Mardoqueo, no se inclinó
ante él. Esto fue algo verdaderamente satánico, por supuesto.
Esta ley pues, fue firmada y publicada. Mardoqueo, dándose cuenta de que
esa ley no podía ser revocada, se vistió con ropas ásperas y puso ceniza sobre
su cabeza. Continuemos hoy nuestro estudio y veamos lo que dice el versículo
3, de este capítulo 4 de Ester:
"En toda provincia y lugar donde el mandamiento del rey y su decreto llegaba,
había entre los judíos gran duelo, ayuno, lloro y lamento, y muchos se
acostaban sobre cilicio y ceniza".
¿Ha observado usted que no hubo ninguna convocatoria para orar? Es que
esta gente estaba viviendo al margen de la voluntad de Dios. El decreto del
rey Ciro, profetizado por Isaías, les había dado permiso para regresar a Israel.
Pero ellos no regresaron. Y al estar fuera de la voluntad de Dios, por
consiguiente, no hubo ningún llamamiento a orar. Pero sí cumplieron el resto
del ritual: ayuno, vestirse con ropas ásperas, y cenizas, y grandes lamentos.
Ellos creyeron en la eficacia del decreto promulgado por el rey Jerjes. Era una
ley de Media y de Persia, inalterable de acuerdo con los libros históricos, y
también de acuerdo con el libro del profeta Daniel. Recordemos que incluso el
mismo rey Jerjes, cuando apartó a la reina Vasti del trono, no la pudo
recuperar porque en el decreto correspondiente se había establecido que ella
no volvería a presentarse ante el rey. Ni siquiera el soberano pudo cambiar su
propia ley después de haber sido ésta promulgada. Así que cuando este
decreto de muerte circuló por todo el imperio, los judíos creyeron que se
cumpliría y se lamentaron expresándolo con el ritual de su religión.
Lo que puede observarse claramente en la actualidad es la falta de convicción
y de sensibilidad en cuanto al pecado, no sólo en los corazones y vidas de los
que no son salvos, sino también en los corazones y vidas de los cristianos. El
cristiano medio, por supuesto, reconoce confiar en Cristo, pero no tiene esa
convicción, esa sensibilidad a la presencia del pecado. ¿Cuándo fue la última
vez que vio usted a un pecador, salvo o perdido, clamar a Dios por Su
misericordia? ¿Y a qué se debe esa condición? Porque muchos piensan que
Dios no toma en serio la cuestión del pecado. No creen que Él tenga la

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intención de cumplir su intención de juzgar el pecado, o de castigar a la
persona que se aferra al pecado y no se vuelve a Cristo confesándolo para
restaurar la relación de compañerismo con Él.
Mardoqueo supo cual era la gravedad y vigencia del decreto. Rasgó sus ropas
y se vistió de ropa áspera con cenizas. Salió dirigiéndose al centro de la ciudad
dando gritos de amargura. Y los judíos de todo el reino se lamentaron y
lloraron. Todos ellos creyeron en la seriedad con que se cumpliría aquella ley.
Continuemos leyendo el versículo 4:
"Las doncellas de Ester y sus eunucos fueron a decírselo. Entonces la reina
sintió un gran dolor, y envió ropa para que Mardoqueo se vistiera y se quitara
la ropa áspera; pero él no los aceptó".
Ahora, Ester, siendo la reina, se sentía perfectamente segura. Pero se sintió
avergonzada por la conducta de su padre adoptivo, que estaba allá afuera en
la ciudad vestido con ropas ásperas y en ceniza, andando de un lado para otro
quejándose, lamentándose, llorando. Entonces, ¿qué fue lo que hizo? Pues le
envió ropas nuevas, elegantes y de hermosos y brillantes colores. Pero
aquellas ropas tan atractivas no cambiarían el edicto del rey. Así que las
rechazó, porque no quitarían la afrenta que estaba sobre ellos.
Aquí hay también una aplicación práctica. El ropaje de la religión no elimina el
hecho de que el hombre es un pecador culpable delante de Dios. La religión
tampoco alterará el hecho de que el pago que da el pecado es la muerte.
La gente trata el problema del pecado de muy diferentes maneras. Algunos
intentan, figurativamente hablando, el método de la ropa con colores
llamativos. Se niegan a creer que el ser humano es un pecador. Y recurren a
cualquier prenda de vestir que oculte de ellos la realidad del pecado. Otros se
ponen la ropa llamativa de las mejoras, las innovaciones, las reformas. Dicen
que el pecado es simplemente un pequeño error, y tratan de cubrirlo, de
ocultarlo. Piensan que el pecado puede ser reformado, enmendado, corregido.
Algunos creen que el púlpito moderno se ha convertido en un lugar en el que
una persona indulgente se pone en pie ante un grupo de personas
indulgentes, para rogarles que sean más indulgentes. Realmente, no puede
haber algo más insípido que esto. No necesitamos mejoras, innovaciones no
reformas. Lo que necesitamos es ser regenerados. Necesitamos pasar por un
nuevo nacimiento espiritual.
Nicodemo, un líder de los judíos, era religioso. Pero en el relato de Juan 3:7
vemos que el Señor le dijo: os es necesario nacer de nuevo. Necesitamos una
nueva naturaleza porque tenemos una naturaleza pecaminosa. Usted tiene
que venir al Señor Jesucristo y confiar en Él. Él murió por usted en la cruz. Él
ocupó su lugar, el suyo, estimado oyente, y ya ha pagado el castigo que
merece su pecado. Todo lo que tiene que hacer es aceptar lo que ha sido
hecho por usted. Si usted va al cielo, será porque usted ha confiado en Aquel
que murió por usted.
Hay otro tipo de ropas atractivas que, también figurativamente hablando,
algunos usan, y tienen que ver con la "educación". Dicen que el pecado es
egoísmo. Y que todo lo que hay que hacer es educar, preparar bien a la gente,
y entonces las personas no serán egoístas. Pero creemos que la experiencia de
todos nos revela que una adecuada preparación podrá a ayudar a progresar en

29
algunos asuntos humanos, pero no ayudará a suprimir el egoísmo del ser
humano.
La verdad, estimado oyente, es que, espiritualmente hablando, usted necesita
unas ropas nuevas, es decir, la justicia de Cristo. Es lo único que le capacitará
a usted para estar ante la presencia de Dios.
Volviendo a nuestra historia, ya vimos que Mardoqeo no estaba dispuesto a
aceptar aquellas hermosas ropas de su hija adoptiva, de la reina. Cuando
volvieron al palacio los que le habían llevado las ropas, para informarle a
Ester, ella se dio cuenta de que algo grave estaba ocurriendo. Algún problema
de poca importancia no habría impulsado a su padre a devolverle las ropas.
Continuemos leyendo el versículo 5 de este capítulo 4 de Ester:
"Entonces Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos que el rey había puesto al
servicio de ella, y lo mandó a Mardoqueo para averiguar qué sucedía y por
qué estaba así".
Ella quería algunas respuestas ¿Cuál había sido la causa para que él se vistiera
de ropas ásperas y de ceniza? ¿Por qué lo estaba haciendo? Leamos el
versículo 6:
"Salió, pues, Hatac a ver a Mardoqueo, a la plaza de la ciudad que estaba
delante de la puerta real".
La reina no habría podido ir, así que envió un mensajero. Y allí estaba pues,
Mardoqueo, delante de la puerta del rey. Y veamos los versículos 7 al 9:
"Y Mardoqueo le comunicó todo lo que le había acontecido, y le informó de la
plata que Amán había dicho que entregaría a los tesoros del rey a cambio de
la destrucción de los judíos. Le dio también la copia del decreto que había sido
publicado en Susa para que fueran exterminados, a fin de que la mostrara a
Ester, se lo informara, y le encargara que fuera ante el rey a suplicarle y a
interceder delante de él por su pueblo. Regresó Hatac y contó a Ester las
palabras de Mardoqueo".
Así es que Mardoqueo le envió a Ester una copia del decreto que había sido
publicado, para que ella pudiera leerlo por sí misma. Este detalle nos recuerda
que desearíamos que aquellos que dicen que la Biblia no enseña que el
hombre es un pecador, leyeran lo que dice la Palabra de Dios. Allí encontrarán
que Dios ha declarado con absoluta claridad que somos pecadores y por lo
tanto, nos encontramos bajo una sentencia de muerte.
Así que el mensajero volvió a reunirse con Ester llevándole el mensaje de
Mardoqueo y una copia del decreto del rey. Dice el versículo 10:
"Entonces Ester ordenó a Hatac que dijera a Mardoqueo"
Así que, apenas Ester leyó el mensaje de Mardoqueo y leyó el decreto, le
envió otro mensaje, que leemos en el versículo 11:
"Todos los siervos del rey y el pueblo de las provincias del rey saben que hay
una ley que condena a muerte a cualquier hombre o mujer que entre, sin
haber sido llamado, al patio interior para ver al rey, salvo aquel a quien el rey,
extendiendo el cetro de oro, le perdone la vida. Y yo no he sido llamada para
ver al rey estos treinta días".

30
Así sucedía en los reinos de aquella época. En otras palabras, a nadie se le
permitía llegar a la presencia del rey sin haber sido previamente convocado,
pues, en ese caso, uno sería automáticamente ejecutado, a menos que el rey
extendiese hacia esa persona ese cetro de oro en señal de clemencia,
perdonándole así la vida. Jerjes era conocido por sus arrebatos de
temperamento; podía haber hecho matar a su reina si ella se hubiera
presentado ante él sin haber sido llamada. Así fue que Ester le envió a
Mardoqueo este mensaje: "Si voy de esta manera, podría significar la muerte
para mí". Escuchemos lo que dicen los versículos 12 al 14:
"Llevó a Mardoqueo las palabras de Ester, y Mardoqueo dijo que le
respondieran a Ester: No pienses que escaparás en la casa del rey más que
cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y
liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu
padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?"
Vemos aquí que Mardoqueo respondió a Ester con este memorable mensaje.
Ahora, recordemos que había otra reina antes y que se había publicado un
decreto contra ella y que se la había quitado de su lugar en el trono. Ester
podía aprender de esto y tomar nota de ello. Pero si llegara a creer que ese
decreto la iba a proteger, estaba equivocada. El decreto decía que todos los
judíos deberían morir y ella también era judía. Más tarde veremos que Jerjes
no sabía que ella era judía.
Mardoqueo continuó diciendo que si ella callaba, la liberación para los judíos
vendría de otra parte. ¿De qué otra parte? Nos hubiera gustado mucho
haberle hecho esa pregunta directamente a Mardoqueo. ¿De dónde podría
venir la liberación, a no ser que viniera de Dios? Él era la única esperanza para
ellos en esas horas críticas, y confío en que Mardoqueo habrá tenido esa
esperanza. Dios se movería en otra dirección. Él debe haber sabido que la
liberación llegaría porque conocía las promesas que Dios había hecho a
Abraham.
Así que Mardoqueo desafió a Ester. Jerjes era un gobernante mundial.
¿Llegaría la liberación del norte? ¿O del este? ¿O del sur ó del oeste? No había
ninguna persona en la tierra que la hubiera podido librar. Por ello le dijo a
Ester: ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino? Creemos que
Mardoqueo aquí detectó que la mano de Dios había estado moviéndose y que
Ester había llegado al trono con un propósito.
Aquí podemos ver más claramente a Dios actuando por Su providencia en los
asuntos de la nación. Era obvio que Ester no había ganado accidentalmente un
concurso de belleza. No fue accidentalmente que se convirtió en reina. Estaba
en el trono para un propósito determinado, y Dios había estado preparando
esta situación durante todo aquel tiempo. Estaba preparado para estos
eventos. Él sabía lo que ocurriría. Es por ello, estimado oyente, que nosotros
podemos confiar en Él. Cuando colocamos nuestra mano en la suya, Él tiene
poder para sostenernos. Él sabe lo que va a suceder mañana, el mes próximo,
y el próximo año, Él nos cuidará. Todo lo que tenemos que hacer es confiar en
Él.
En estos momentos Mardoqueo se estaba revelando como un hombre noble.
Estaba mostrándose dispuesto a adoptar una actitud firme del lado de Dios.

31
Pero ahora observemos a Ester. Ella estaba demostrando ser una reina en
todo el sentido de la palabra. Continuemos leyendo los versículos 15 al 17:
"Entonces Ester dijo que respondieran a Mardoqueo: Ve y reúne a todos los
judíos que se hallan en Susa, ayunad por mí y no comáis ni bebáis durante
tres días y tres noches. También yo y mis doncellas ayunaremos, y entonces
entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que
perezca. Entonces Mardoqueo se fue e hizo conforme a todo lo que le había
mandado Ester".
Éstas fueron las palabras de una mujer noble. Dio instrucciones a Mardoqueo
para que todos los judíos de la ciudad se reunieran para ayunar. Ella y sus
criadas harían lo mismo. Iría a pedirle ayuda al rey y estaba dispuesta a morir
si era necesario. Una vez más podemos observar que aquí no se dijo nada
sobre la oración. ¿Por qué no oró ella? Porque estaba viviendo al margen de la
voluntad de Dios. ¿Por qué no oraron los judíos? Porque ellos también estaban
viviendo fuera de la voluntad de Dios. Recordemos que cuando Jonás estaba
en el barco huyendo de Dios, tampoco se dijo allí nada sobre la oración.
Porque él estaba fuera de la voluntad de Dios. Él no tendría que haber estado
en aquel barco. Es difícil orar cuando uno está viviendo dejando a un lado la
voluntad de Dios. Es posible que algunos de los judíos oraran, pero
ciertamente ese detalle no se ha mencionado.
La decisión de Ester de presentarse ante el rey fue un acto de valor. Pero,
estimado oyente, hubo uno aún más noble. Él saltó desde las almenas del
cielo, descendió a la tierra, asumió nuestra forma humana. Él no dijo: "si
perezco, que perezca". Sino que dijo: "He venido a dar mi vida en rescate por
muchos". (Mateo 20:28)
¿Qué es lo que iba a ocurrir entonces? Bueno, vamos a verlo ahora a

Ester 5:1-4
El tema de este capítulo es el cetro de la gracia. Veamos lo que dice el primer
versículo:
"Aconteció que al tercer día se puso Ester su vestido real, y entró al patio
interior de la casa del rey, frente al aposento del rey; y estaba el rey sentado
en su trono dentro del aposento real, frente a la puerta del aposento".
El rey estaba sentado en el trono real, en el lado opuesto a la entrada al
palacio. Alrededor suyo estaba su corte de asistentes elegantemente vestidos.
Imaginémonos el colorido de la escena. Además estaban los toldos, los
tapices, el oro, la plata, y el mármol de la sala del trono. El rey estaba
probablemente ocupado con asuntos de estado cuando Ester salió de una
alcoba, o quizás detrás de una columna y apareció allí con su atuendo real. Su
apariencia era realmente hermosa. Y notemos lo que ocurre aquí en el
versículo 2:
"Cuando el rey vio a la reina Ester que estaba en el patio, la miró complacido,
y le extendió el cetro de oro que tenía en la mano. Entonces se acercó Ester y
tocó la punta del cetro".
Ester se había preparado para presentarse ante el rey. Recordemos que
cuando se presentó la primera vez ante el rey y ganó el concurso de belleza,
ella no había pedido ninguno de aquellos vestidos elegantes ni accesorios

32
elaborados que las otras jóvenes habían solicitado. Había ganado el concurso
por su belleza natural y el rey se había enamorado de ella. Pero en esta
ocasión seguramente ella dedicó bastante tiempo a su vestido. Se nos dijo
aquí que "Ester se puso su vestido real", lo cual significa que se puso la mejor
ropa que tenía, y que procuró que su apariencia fuera la mejor posible.
Cuando entró en la corte real y esperó, y el rey la miró, fue ciertamente un
momento dramático. La pregunta era: ¿Levantaría el rey el cetro o no? Y en
aquel momento tengo la seguridad de que aquella joven hebrea oró, aunque
ese detalle no quedó registrado. Debe haber reconocido cuan indefensa e
impotente realmente era. Pero entonces, el rey extendió su cetro de oro hacia
ella y probablemente sonrió. Luego, ella avanzó y puso su mano sobre el
cetro, tal como era la costumbre en ese tiempo.
¡Qué imagen tenemos aquí! En este libro hemos estado enfatizando la ley de
los Medos y los Persas y comparándola con la ley de Dios. La ley de Dios dice
"El alma que pecare, esa morirá" Y, estimado oyente, Dios nunca ha cambiado
esa ley divina. Es tan cierta hoy como siempre lo ha sido. Ésa es, pues, la ley
de Dios. Es inmutable. Él no podría cambiarla sin cambiar su carácter.
Hay otro lado para esta historia. Vemos que al extender el cetro a la reina
Ester, el rey le estaba concediendo la vida. Y permítanos decirle que Dios
extiende hoy su cetro a la humanidad. Es cierto que "Todos pecaron y están
destituidos de la gloria de Dios". También es cierto que "el alma que pecare,
esa morirá". Pero hay que destacar que Dios tuvo que vencer esa ley
tremenda, y la única manera en que podía superarla era que Él mismo viniera
a esta tierra, que cargara con nuestros pecados, y que pagara el castigo,
porque esa ley no ha sido abrogada y está en vigor hoy. Estimado oyente,
cuando Dios le salvó, fue porque alguien pagó el castigo por sus pecados. Él
murió una muerte sustitutiva por usted y por mí en la cruz. Como resultado de
ese sacrificio, Dios extiende hacia la tierra su cetro de gracia, y le dice a cada
individuo: "Puedes venir a mí, puedes tocar mi cetro de gracia. Puedes recibir
de mí la salvación".
Volviendo a nuestra historia, vemos que Ester había llegado a la presencia del
rey, y él se dio cuenta inmediatamente que ella nunca habría hecho ese
esfuerzo si no hubiera surgido una emergencia. Dice entonces el versículo 3:
"Dijo el rey: ¿Qué tienes, reina Ester, y cuál es tu petición? Hasta la mitad del
reino se te dará".
Ester no se habría dirigido a la presencia del rey por un asunto de menor
importancia. Él sabía que no venía a pedir dinero para comprarse efectos
personales ni para salir a cenar o a pasear. Y supo que algo tenía que estar
preocupando e inquietando a su reina. Observó que estaba angustiada y
temblando. Y quiso que se sintiera cómoda, y le dijo: Hasta la mitad de mi
reino te daría. Ésta no fue una expresión frívola. Para que ella se sintiera
cómoda le ofreció algo parecido a un cheque en blanco, para que ella pusiera
la cifra. Continuemos leyendo el versículo 4:
"Ester respondió: Si place al rey, vengan hoy el rey y Amán al banquete que
le tengo preparado".
Ester no hizo conocer su pedido en ese mismo momento. Simplemente invitó
al rey a comer y le pidió que también viniese Amán. Quería que Amán

33
estuviese presente cuando ella le informase al rey que lo que había pedido era
no sólo la muerte de los judíos, sino también la muerte de ella.
Lo que Ester hizo fue una acción valiente y audaz. Ella sabía que era la única
esperanza para aquel pueblo. Después de todo, Dios, por Su providencia, la
había colocado en la posición de reina. Estoy seguro de que Ester nunca habría
dicho que estaba en esa posición por la voluntad de Dios. En realidad, ella ni
siquiera mencionó el nombre de Dios. Pero sí fue a presentarse al rey sabiendo
que su actitud podría causar su muerte. La suerte estaba echada.
Estimado oyente, algún día todos vamos a tener que estar ante el Rey de
Reyes. Cada creyente se presentará ante Él para ver si va a recibir una
recompensa. Este juicio tendrá lugar en el tribunal de Cristo. Pero habrá otro
juicio en el cual solo aparecerán los perdidos. Esto ocurrirá ante el Gran Trono
Blanco, donde las personas serán juzgadas por las obras.
Así como el rey extendió el cetro a Ester, y ella se adelantó y lo tocó, Dios
también extiende el cetro de la gracia para nosotros, y nos pide que vengamos
y lo toquemos por la fe, aceptando lo que Él tenga que ofrecer. Él no nos
muestra su gracia y bondad porque seamos maravillosos o atractivos porque
el pecado surge del corazón humano. Oímos hablar mucho sobre el hecho de
que deberíamos preocuparnos de la contaminación, lo cual es muy positivo,
pero queremos comenzar allí donde empiezan todos los problemas, y donde se
encuentra la contaminación espiritual, es decir, en el corazón humano. Dios
está extendiendo el cetro de la gracia hacia todos los que recibirán a Su Hijo,
el Señor Jesucristo.

Ester 5:5 - 6:9


Volvemos hoy estimado oyente, al capítulo 5 del libro de Ester que
comenzamos a estudiar en nuestro programa anterior. Vamos a comenzar
nuestra lectura en el versículo 5, dentro de unos momentos. Usted recordará
que en nuestro programa anterior observamos que esta joven Ester, había
tenido un gesto valiente, heroico. Se había arriesgado a perder su vida. Su
pueblo iba a ser destruido si alguien no se acercaba al rey para interceder por
él. Y ciertamente, ninguna persona de su pueblo podría haber hecho eso, ella
era la única esperanza que ellos tenían desde el punto de vista humano. Y
después de todo, Dios la había colocado a ella en ese palacio por medio de Su
providencia. Aplicando esa situación al terreno espiritual, diremos que todos
nosotros vamos a estar delante del Rey algún día. Cada creyente deberá
presentarse ante Él para ver si recibe una recompensa o no. Ése es el tribunal
de Cristo. También habrá el juicio del gran trono blanco donde los perdidos
tendrán que presentarse.
Notemos aquí en esta historia lo que hizo el rey cuando vio a Ester. Extendió
su cetro hacia Ester. Cuando ella se presentó en ese lugar tuvo que haber sido
algo muy hermoso de contemplar. Ella era también una persona maravillosa. Y
el rey extendió su cetro de gracia hacia Ester.
De la misma manera, en el día de hoy, nuestro Señor está reinando. No aquí
en esta tierra, pero Él está reinando en el sentido que Él está extendiendo a
este mundo perdido Su cetro de gracia. Ya hemos visto cómo Él estaba
obrando en esta historia desde el principio, porque en el momento en que el
rey vio a Ester le extendió su cetro de gracia, y le dio también, por así decirlo,
un cheque en blanco. Es decir, nadie había escrito la cantidad en él, sin

34
embargo ya estaba firmado por el rey por así decirlo. El rey le dijo a la reina,
que la mitad del reino era suyo si ella así lo quería. Y podemos apreciar la
mano invisible de Dios en esto. El rey, al verla angustiada, se dio cuenta que
estaba ocurriendo algo importante y que requería una acción urgente.
Y para nosotros también esto es algo maravilloso. El apóstol Pablo podía decir:
"Mi Dios pues suplirá todo lo que os falte". Y hoy Él nos ha dado también esa
clase de cheque en blanco y Él suplirá todas nuestras necesidades. Esto es
algo maravilloso, ¿no le parece? Tenemos un rey magnífico; pero es mucho
más que eso para nosotros; Él es nuestro Salvador, Él es el Salvador del
mundo. Ahora, en nuestra historia, el rey estaba haciendo todo esto por Ester,
¿por qué? Gracias a la providencia de Dios. Ahora, alguien quizá diga: "¿Cómo
puede usted saber que Dios estaba obrando en su vida?" Pues bien, leamos lo
que dice el libro de Proverbios, capítulo 21, versículo 1; "Como canales de
aguas es el corazón del rey en la mano del Señor; Él lo dirige donde le place".
Y Dios estaba obrando aquí, en el palacio de Susa de una manera muy
notable.
De paso podemos decir que en el versículo 4 tenemos un acróstico con el
nombre de Dios. Personalmente no le damos mucha importancia a ese detalle,
simplemente nos limitamos a destacarlo.
Así es que se le envió un mensaje a Amán y en el versículo 5, de este capítulo
5 de Ester, leemos:
"Dijo el rey: Daos prisa, llamad a Amán, para hacer lo que Ester ha dicho.
Vino, pues, el rey con Amán al banquete que Ester dispuso".
El rey había sido muy generoso con Amán. Le había convertido en su primer
ministro. Le había entregado su anillo permitiéndole emitir y distribuir el
decreto de exterminación de los judíos. Pero cuando se le comparaba con la
reina Ester, Amán debía obedecerla a ella, al ser la reina. Y así fue como el rey
y Amán acudieron al banquete que Ester había preparado. Leamos ahora lo
que el rey dijo en el versículo 6:
"Y dijo el rey a Ester en el banquete, mientras bebían vino: ¿Cuál es tu
petición, y te será otorgada? ¿Cuál es tu deseo? Aunque sea la mitad del
reino, te será concedido".
En el banquete Ester estaba obviamente nerviosa y el rey pudo ver que había
algo que la estaba preocupando profundamente. Le preguntó cuál era su
pedido y le ofreció hasta la mitad de su reino. Esta expresión idiomática
significaba que ella podía pedir cualquier cosa que deseara. Y al verla tan
ansiosa, fue como si hubiera querido ofrecerle algo parecido a un cheque en
blanco.
Aquí tenemos también una lección espiritual. Dios, por medio del Señor
Jesucristo, nos ha entregado un cheque en blanco. El apóstol Pablo pudo decir
en Filipenses 4:19, Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades,
conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Dios, pues, nos ha dado un
cheque en blanco, pero la cifra no ha sido incluida, aun cuando Él ya ha
firmado el talón. ¡Qué maravilloso es tener un rey así! Pero Él es más que un
Rey, Él es nuestro Salvador. Él es el Salvador del mundo. Él está extendiendo
el cetro de gracia a un mundo perdido.

35
¿Por qué estaba este rey cruel siendo tan bondadoso y paciente con Ester?
Proverbios 21:1 dice: Como canales de agua es el corazón del rey en la mano
del SEÑOR; Él lo dirige donde le place. En la historia de Ester, el Señor estaba
moviendo al rey de una manera definitiva. Leamos entonces los versículos 7 y
8:
"Entonces respondió Ester: Mi petición y mi deseo es este: Si he agradado al
rey, y si place al rey otorgar mi petición y conceder mi demanda, que venga el
rey con Amán a otro banquete que les prepararé; y mañana haré conforme a
lo que el rey ha mandado".
Ester aún no tenía el valor de expresar su pedido al rey, así que le dijo que
asistiese también al día siguiente, acompañado de Amán, a otro banquete que
había preparado en su honor, y que entonces haría lo que el rey le pedía.
Podemos ver el temor que había en el corazón de esa joven. Después de estas
palabras, al rey y a Amán no les quedaba nada por hacer sino terminar su
comida y luego retirarse. Continuemos leyendo el versículo 9:
"Salió Amán aquel día contento y alegre de corazón; pero cuando vio a
Mardoqueo a la puerta del palacio del rey, que no se levantaba ni se movía de
su lugar, se llenó de ira contra Mardoqueo".
Amán salió del banquete muy feliz por haber sido invitado del rey y de la
reina. Su ego se había expandido notablemente. Pensó que le había causado
tanto impacto a la reina que ella le había vuelto a invitar para asistir a otro
banquete al día siguiente. Esta sección ilustra las palabras del libro de
Proverbios, capítulo 18, versículo 12, donde dice: Antes del quebranto está la
soberbia, y antes de la caída, la altivez de espíritu. Los griegos también tenían
un proverbio parecido que dice algo así; "A quien los dioses destruirán, antes
hacen enojar".
Al salir Amán del banquete, todos los funcionarios del rey se inclinaron ante él,
excepto uno, Mardoqueo, un juez, que permaneció erguido. Uno podría pensar
que un personaje en la posición de Amán, ignoraría un detalle de menor
importancia como la negativa de Mardoqueo a inclinarse ante él. Pero Amán
no iba a pasar este gesto por alto. Estaba lleno de indignación contra
Mardoqueo, aunque se contuvo por el momento y pensó: "Dentro de unos días
ya me las pagarás". Leamos ahora los versículos 10 y 11 de este capítulo 5 de
Ester:
"Pero se refrenó Amán, y cuando llegó a su casa, mandó a llamar a sus
amigos y a Zeres, su mujer, y les refirió la gloria de sus riquezas, la multitud
de sus hijos, y todas las cosas con que el rey lo había engrandecido, y cómo lo
había honrado elevándolo por encima de los príncipes y siervos del rey".
Ciertamente Amán estaba haciendo el tonto. Quiso presumir. Seguramente
usted habrá observado que cuando alguien comienza a presumir,
generalmente habla sobre tres áreas. En primer lugar, se jacta de sus
riquezas, del dinero que gana. Luego, habla sobre sus hijos y nietos, y
después, normalmente se jacta sobre un ascenso a una posición más elevada.
Amán prácticamente recorrió toda esta lista y se jactó de estas tres áreas. Y
además, dijo en el versículo 12:

36
"Y añadió Amán: También la reina Ester a ninguno hizo venir con el rey al
banquete que ella dispuso, sino a mí; y también para mañana estoy convidado
por ella con el rey".
Ésta era otra cosa de la cual él podía hacer alarde. Él pensaba que era un
verdadero galanteador. Se jactó de las deferencias de la reina hacia él,
invitándole en más de una ocasión a compartir la mesa exclusivamente con la
reina y el rey. Su actitud era muy humana, pero también era una persona vil y
cruel, que no sabía lo que le deparaba el futuro. Le hubiera convenido
rechazar la invitación de la reina, pero este hombre no haría eso. Y continuó
diciendo, en el versículo 13:
"Pero todo esto de nada me sirve cada vez que veo al judío Mardoqueo
sentado a la puerta real".
O sea, que no podía sobreponerse al hecho de que Mardoqueo no se inclinase
ante él. Todas las cosas positivas de las que acababa de jactarse perdían su
significado al considerar el indigno trato que Mardoqueo le dispensaba. Alguien
ha dicho acertadamente que uno siempre puede percibir la medida de la
personalidad de alguien, por las cosas que le irritan. Si las cosas pequeñas,
insignificantes, molestan a alguien, esta persona tiene una personalidad
reducida. Pero si se necesitan cosas grandes para enfadar a alguien, esta
persona es entonces un gran hombre, o una gran mujer.
Estimado oyente, ¿qué le preocupa a usted? ¿Deja usted que las cosas
pequeñas le molesten? No permita que los asuntos insignificantes empañen su
vida. Ésa es una señal de la pequeñez humana.
Amón se reveló entonces como un hombre pequeño, insignificante. Después
de todo Mardoqueo era sólo un juez, un juez sin mayor importancia en el
reino. Y Amán, era el primer ministro. Sin embargo, nada le satisfacía cuando
veía al judío Mardoqueo sentado en la puerta del rey. Y dice el versículo 14:
"Entonces Zeres, su mujer, y todos sus amigos le dijeron: Hagan una horca de
unos veintidós metros de altura, y mañana di al rey que cuelguen a
Mardoqueo en ella; y entra alegre con el rey al banquete. Agradó esto a
Amán, e hizo preparar la horca".
Observemos la sugerencia de Zeres y de sus amigos de construir una horca
para Mardoqueo. Así que ese mismo día, al atardecer, construyeron la horca,
que era una altura considerable. Recordemos que el nombre Mardoqueo,
significa "pequeño", y el era de estatura baja. Erigir una horca de tanta altura
para ahorcar a una persona de esas características revelaba el resentimiento,
el odio y la amargura de su corazón. Sin embargo, con esta solución
aparentemente feliz, Amón se fue a dormir.
Y llegamos ahora a

Ester 6:1-9
Hemos titulado a este capítulo: "Cuando el rey no pudo dormir de noche". Este
rey tuvo una noche muy desvelada y queremos observar lo que pasó. Leamos
el primer versículo de este capítulo 6, de Ester:
"Aquella misma noche se le fue el sueño al rey, y pidió que le trajeran el libro
de las memorias y crónicas y que las leyeran en su presencia".

37
El hecho de que el rey no pudiera dormir parecía ser en esta historia un detalle
menor, una pequeña incidencia, pero Dios utiliza los pequeños detalles.
También, en mi opinión, el rey tuvo muchas horas de insomnio. Tengo la
seguridad de que hubo noches en las que el rey pensó que su vida estaba en
peligro. Pero esta noche en la cual el rey no pudo dormir fue la noche más
agitada en le historia del Imperio porque fue un punto de inflexión en el libro
de Ester.
¿Ha observado usted que Dios utiliza pequeñas cosas para llevar a cabo Su
programa? Años antes, en Egipto, Dios reunió al corazón de una mujer y el
llanto de un niño, cuando la hija de Faraón encontró al niño Moisés en el rio
Nilo. Por esta circunstancia, Él cambió el destino de una nación. Un evento
supuestamente de poca importancia ocurrió en el palacio de Susa: el rey no
podía dormir. Así que mandó a sus siervos que le trajeran las crónicas reales,
la historia de su reino. Éstas fueron leídas ante el rey. Evidentemente la
lectura de estas crónicas era propicia para traer sueño. En esa hora fatal que
había llegado, veremos la mano de Dios comenzando a moverse.
Así fue que un siervo fue llamado para leer este registro de las actas del reino.
En esta noche concreta, los siervos llegaron por casualidad a cierto pasaje de
las actas. ¿Hemos dicho por casualidad? Los pequeños detalles estaban
comenzando a acumularse y a revelar que la mano de Dios estaba
interviniendo en los asuntos humanos. Dios estaba actuando, estaba
controlando. No había sido un accidente que Ester se convirtiera en reina.
Tampoco había sido un accidente que ella se presentara ante el rey sin haber
sido llamada, y había sido recibida bondadosamente. Tampoco había sido un
accidente que él hubiera aceptado una invitación para el banquete. Después,
en este pasaje, vimos que el rey era incapaz de dormir, y ciertamente no
había sido un accidente que un siervo comenzara a leer en cierto pasaje.
Continuemos leyendo los versículos 2 y 3:
"Entonces hallaron escrito que Mardoqueo había denunciado el complot de
Bigtán y de Teres, dos eunucos del rey, de la guardia de la puerta, que habían
planeado matar al rey Asuero. Y el rey preguntó: ¿Qué honra o qué distinción
se concedió a Mardoqueo por esto? Los servidores del rey, sus oficiales,
respondieron: Nada se ha hecho en su favor".
Recordemos el incidente en el cual Mardoqueo había oído, aparentemente por
casualidad, a estos dos hombres conspirando, con esa clase de complot que
asociamos con el Imperio Persa. Mardoqueo entonces hizo llegar el mensaje a
la reina Ester, y ella lo notificó al rey. Aquel incidente fue registrado en las
crónicas del reino. Cuando el funcionario leyó esto, el rey prestó atención por
un momento. Se incorporó extrañado porque Mardoqueo no hubiera recibido
ninguna recompensa y honor.
Mientras esta escena transcurría en el palacio, se oyó un golpe en la puerta
exterior. Veamos que sucedió leyendo los versículos 4 al 6:
"Entonces el rey preguntó: ¿Quién está en el patio? En aquel momento llegaba
Amán al patio exterior de la casa real, para pedirle al rey que ordenara colgar
a Mardoqueo en la horca que él le tenía preparada. Y los servidores del rey le
respondieron: Amán está en el patio. Que entre, dijo el rey. Entró, pues,
Amán, y el rey le preguntó: ¿Qué debe hacerse al hombre a quien el rey
quiere honrar? Amán dijo en su corazón: ¿A quién deseará el rey honrar más
que a mí?"

38
Justo en el momento en que el rey descubría que Mardoqueo nunca había sido
recompensado por salvarle la vida, Amán fue oído cuando llegaba al patio
exterior. Amán tampoco había dormido mucho. Había venido a la casa del rey
para pedir permiso para colgar a Mardoqueo en la horca que había preparado
para él. Aparentemente Amán tenía el privilegio de presentarse ante el rey en
cualquier momento. Cuando Amán entró, el rey le introdujo en la conversación
sin darle los antecedentes, ¡Qué situación paradójica! Amán había venido a
pedirle al rey la vida de Mardoqueo, en el preciso instante en que el rey estaba
preparándose para recompensarlo.
Estas circunstancias revelan la Providencia de Dios. En las sombras, Dios
protege a los suyos. Aunque aquel pueblo estaba al margen de la voluntad de
Dios, en una tierra que se encontraba lejos de aquella en la que Dios quería
que estuvieran, ellos aún no estaban desvinculados de su guía directa. Estos
eventos providenciales no podían haber sido accidentales.
Así que cuando Amán llegó a donde se encontraba el rey, fue saludado con la
pregunta: ¿Qué debe hacerse al hombre a quien el rey quiere honrar? Amón
pensó que el rey estaba hablando de él. Después de todo, él había sido
nombrado primer ministro. Se le había dado el anillo del rey. Es cierto que él
había pagado una cierta cantidad de dinero, pero pudo conseguir permiso para
exterminar al pueblo judío. Y claramente, no había nadie más en el reino de
quien él pudiera pensar que el rey se complacería en honrarle. Pero el rey
estaba pensando en Mardoqueo. Continuemos leyendo los versículos 7 al 9,
que contienen la respuesta de Amán:
"Respondió, pues, Amán al rey: Para el hombre cuya honra desea el rey,
traigan un vestido real que el rey haya usado y un caballo en que el rey haya
cabalgado, y pongan en su cabeza una corona real; den luego el vestido y el
caballo a alguno de los príncipes más nobles del rey, vistan a aquel hombre
que el rey desea honrar, llévenlo en el caballo por la plaza de la ciudad y
pregonen delante de él: Así se hará al hombre que el rey desea honrar".
En esta respuesta se reveló la verdadera naturaleza de Amán y podemos ver
lo que había en su corazón. Amán tenía su mirada puesta en el trono. Su
intención era eliminar al rey cuando llegase el momento apropiado. Ésa era,
de todas formas, la historia de los monarcas Persas. Era muy difícil que un
hombre permaneciera en el trono por mucho tiempo. Incluso en la historia de
Israel, tal como está registrada en 1 y 2 Reyes, si no hubiera sido tan trágico,
tendría cierto sentido humorístico comprobar por cuan breves períodos
gobernaron algunos reyes. Algunos de ellos duraron sólo dos meses en el
trono. Cuando un rey se sentaba en el trono y miraba a su alrededor, no sabía
quién era su amigo, ni quien era su enemigo. No se lo podía siquiera imaginar,
porque el rey era consciente de que cualquier hombre que fuera ascendido a
una posición alta, trataría de matarle para convertirse en rey. Obviamente,
esta idea estaba en la mente de Amán.
Amán, en su fantasía habrá pensado: "¿a quién se complacería el rey en
honrar más que a mí mismo? Dejadme llevar la ropa real, colocad la corona
sobre mi cabeza, permitidme cabalgar en el caballo del rey, y que yo sea
anunciado por un heraldo cuando paso por las calles" ¿Qué intenciones tenía?
Amán estaba preparando a la gente para el día en el que la corana y el
atuendo real le pertenecieran. En mi opinión, creo que el rey sospechaba algo,

39
porque reconoció que al hablar de honrar a alguien, Amán claramente estaba
pensando en sí mismo y no en Mardoqueo.
Nos llama la atención el sentimiento de odio del corazón de Amán. Es un
hecho que estos sentimientos, estas pasiones van aumentando en intensidad,
y el ser humano es incapaz de erradicarlas. No bastan para ello los buenos
consejos, la imposición de una disciplina personal ni la impuesta por una
religión. Ante esta situación no caben las mejoras, ni los intentos de reformar
lo que ya está viciado por naturaleza. Ésta es una de las consecuencias del
alejamiento de Dios. Y lo único que puede transformar progresivamente al ser
humano en una persona liberada de esas obsesiones, de esa inclinación
natural al mal, es el poder de Dios. Pero todas ellas esclavizan al hombre y a
la mujer. Le invitamos, pues, a iniciar una relación con Dios, aceptando por la
fe el sacrificio del Señor Jesucristo en la cruz a favor suyo. Y Él, por Su
Espíritu, le regenerará, vendrá a morar en usted y le irá transformando en una
persona capaz de vivir en paz con Dios, y con sus semejantes.

Ester 6:9 - 7:10


Continuamos hoy estudiando el capítulo 6 de este libro de Ester. Y en nuestro
programa anterior, dejamos nuestro estudio en una situación bastante
estratégica. El rey Jerjes no podía dormir esa noche, y llamó a sus secretarios
para que le leyeran las crónicas del reino. Allí encontraron que Mardoqueo le
había rendido un servicio muy valioso al rey, le había salvado la vida, pero que
nunca había sido recompensado por ese servicio. Como resultado, el rey sintió
que debía hacer algo por Mardoqueo. En ese mismo momento entró Amán a
ver al rey; era muy temprano por la mañana y él iba a solicitarle que se diera
la orden de ahorcar a Mardoqueo. Amán ya había preparado la horca para ese
hombre. Así es que nos encontramos en este momento tan interesante de esta
historia. Nos revela que Dios, por medio de Su providencia estaba obrando. El
rey, pues, le hizo una pregunta a Amán: "¿Qué se hará al hombre cuya honra
desea el rey?" Y Amán se puso a cavilar diciendo: "No puedo pensar en
ninguna otra persona que merezca la honra del rey, que no sea yo mismo". En
su egoísmo y vanidad le presentó un programa espectacular al rey, acerca del
cual leímos en los versículos 7 al 9, y que incluía vestir al homenajeado con
ropas reales, usando la corona real, y hacerle cabalgar por la ciudad precedido
por un heraldo.
¿Qué piensa usted, estimado oyente, sobre lo que tenía en mente Amán en
esta coyuntura? Pues bien, Amán en realidad estaba tramando obtener el
trono del imperio de los Medos y los Persas, y él quería en realidad usurpar el
trono del rey. Pensamos que él estaba tratando de destruir también al rey. Por
tanto, en esta ocasión pensaba que él personalmente sería quien iba a recibir
el honor del rey, y es por eso que sugirió que se le coloque la corona del rey
en su cabeza; que se le vistiera con las ropas reales; que se le proveyera el
caballo sobre el cual cabalgaba el mismo rey. En otras palabras, que la gente
se acostumbrara a ver a este hombre, a quien el rey quería honrar, vestido
como el mismo rey. Estaba mostrando de una manera muy sutil sus
intenciones de derrocar al rey. Y pensamos que el rey Jerjes se dio cuenta de
lo que Amán estaba tramando. Continuemos leyendo ahora, el versículo 10:
"Entonces el rey dijo a Amán: Date prisa, toma el vestido y el caballo, como tú
has dicho, y hazlo así con el judío Mardoqueo, que se sienta a la puerta real;
no omitas nada de todo lo que has dicho".

40
Ahora, uno nunca habría podido pedirle a Amán que hiciera algo que fuera
más desagradable, más vergonzoso ni más degradante que el tener que poner
esas ropas reales a Mardoqueo, colocar la corona del rey sobre su cabeza,
colocarle sobre su caballo y pasearlo por las calles de la ciudad anunciando
que éste era el hombre al cual el rey deseaba honrar. Concederle este honor
significaba una vergüenza y humillación para Amán que no se podía expresar
con palabras, debido a su odio por Mardoqueo. Leamos el versículo 11:
"Amán tomó el vestido y el caballo, vistió a Mardoqueo, lo condujo a caballo
por la plaza de la ciudad e hizo pregonar delante de él: Así se hará al hombre
que el rey desea honrar".
En vez de guiar a Mardoqueo con todos los honores por las calles de la ciudad,
Amán había intentado colgarle en la horca. Su humillación en esos momentos
era absolutamente incalificable. Imaginemos sus sentimientos al guiar el
caballo que llevaba a Mardoqueo, el hombre que no se había inclinado ante él.
¡Y pensar que tenía reservada para él una horca de veintidós metros de altura!
Leamos ahora los versículos 12 al 14:
"Después de esto, Mardoqueo volvió a la puerta real, y Amán se dio prisa para
irse a su casa, apesadumbrado y cubierta su cabeza. Contó luego Amán a
Zeres, su mujer, y a todos sus amigos, cuanto le había acontecido; sus
consejeros y su mujer Zeres le dijeron: Si ese Mardoqueo, ante quien has
comenzado a declinar, pertenece a la descendencia de los judíos, no lo
vencerás, sino que caerás por cierto delante de él. Aún estaban ellos hablando
con él, cuando los eunucos del rey llegaron apresurados, a fin de llevar a
Amán al banquete que Ester había dispuesto".
Cuando esa penosa experiencia llegó a su fin, Mardoqueo regresó a la puerta
del rey. Pero Amán se apresuró a regresar a su casa lamentándose y con su
cabeza cubierta y sintiendo una inmensa vergüenza. Les contó a su esposa y a
sus amigos todo lo que había ocurrido. Su esposa, que primero le había
sugerido construir una horca, en ese momento le anunciaba su próxima caída
en desgracia.
No es exactamente reconfortante tener una esposa y unos amigos que
sugieren que mañana podría ser tu último día de vida. Los acontecimientos se
precipitaban intensa y rápidamente. Apenas acababa Amán de explicar su
situación, cuando llamaron a la puerta. Los siervos del rey venían a buscarle
para asistir al banquete al cual había prometido asistir. Él había estado
esperando ansiosamente esa fiesta. Recordemos que se había jactado de ser
el único a quien la reina había invitado para estar con ella y el rey.
Prácticamente iba a llegar tarde a este esperado encuentro con los reyes, pero
todo estaba sucediendo tan rápidamente que apenas podía seguir el ritmo de
los acontecimientos. Los eventos estaban siendo claramente desventajosos
para él, y no tenía control sobre ellos. ¿Por qué? Porque Dios estaba
controlando todo lo que ocurría, y ocupándose de que el complot de Amán no
tuviera éxito.
Llegamos ahora a

Ester 7:1-10
Y a este capítulo lo hemos titulado "El hombre que vino a cenar pero murió en
la horca". Leamos los versículos 1 y 2 de este capítulo 7:

41
"Fue, pues, el rey con Amán al banquete de la reina Ester. Y en el segundo
día, mientras bebían vino, dijo el rey a Ester: ¿Cuál es tu petición, reina Ester,
y te será concedida? ¿Cuál es tu deseo? Aunque sea la mitad del reino, te será
otorgado".
Amán se dirigió a ese banquete bastante confundido, con sentimientos
contradictorios. Había recibido con gran satisfacción la invitación de la reina,
pero debido a la forma en que se estaban desarrollando las cosas había tenido
que pasar por la gran vergüenza de honrar a Mardoqueo. Y pensamos que en
este momento él no se ha dado cuenta por qué Mardoqueo había sido honrado
y él dejado a un lado. Sin embargo, se dirigió al banquete de la reina
Algo interesante de notar aquí es que esta reina todavía está muy nerviosa.
Pensamos que ella estaba nerviosa y tenía mucha razón para estarlo, por
supuesto. ¿Cómo podría hacer frente a estos dos poderosos hombres que
estaban ante ella? Se había publicado un decreto en contra de su pueblo, y lo
que allí se ordenaba la alcanzaba también a ella. Ahora, ¿cómo iba a presentar
su petición al rey? Porque aparentemente Ester no se había dado cuenta de lo
que había estado ocurriendo, es decir, que Mardoqueo había sido honrado por
el rey. Todo lo que ella sabía era que estos dos hombres han llegado a su
mesa y nos imaginamos que ambos estaban un poco excitados por lo que
había ocurrido ese día, de lo cual, ella no tenía ningún conocimiento. Así que
Ester tuvo que armarse de valor después del segundo día, para sincerarse con
el rey. No lo pudo hacer antes, pero en ese momento estaba preparada
aunque, lógicamente, bastante nerviosa. Entonces el rey, una vez más, le
preguntó cuál era su petición. Y otra vez le ofreció la mitad de su reino. Ésta
era la tercera vez que el rey le preguntaba a la reina sobre lo que deseaba
pedirle. Y leamos entonces los versículos 3 y 4 de este capítulo 7, de Ester:
"Entonces la reina Ester respondió: Oh rey, si he hallado gracia en tus ojos y
si place al rey, que se me conceda la vida: ésa es mi petición; y la vida de mi
pueblo: ése es mi deseo. Pues yo y mi pueblo hemos sido vendidos, para ser
exterminados, para ser muertos y aniquilados. Si hubiéramos sido vendidos
como siervos y siervas, me callaría; pero nuestra muerte sería para el rey un
daño irreparable".
La revelación de Ester era terrible. Ahora, el rey y Amán tuvieron que haberse
sorprendido mucho, porque ninguno de ellos sabía cuál era la nacionalidad de
la reina. Su petición era que su vida y la de su pueblo fueran perdonadas.
Cuando Mardoqueo, su tío, la había introducido en el concurso de belleza, y
también cuando ella se había convertido en reina, le había recomendado que
no le revelara a nadie su nacionalidad, que no dijera que era judía. Tendría
que mantenerlo siempre en secreto.
Recordemos que Amán había obtenido del rey un decreto por el cual todos los
judíos del reino debían ser exterminados. Él no sabía que la reina era judía.
Pero en ese momento ella se estaba identificando con su pueblo. No había
querido que la reconocieran como judía, pero en ese instante ocupaba su lugar
con el pueblo condenado. Para ella darse a conocer de esa forma implicaba
identificarse con su religión y con su Dios, porque ambas realidades existían
juntas.
Le dijo al rey que hubiera callado si ellos fueran a ser vendidos como eslavos,
pero resulta que el problema era que iban a ser muertos en un día

42
determinado. Quiso que el supiera que los judíos habían sido traicionados y,
como pueblo, serían exterminados.
El rey estaba enormemente sorprendido. ¿Quién se atrevería a destruir a la
reina? ¿Y quién se atrevería a destruir al pueblo de ella? Lo que ella había
expresado fue una declaración tan impactante que el rey jamás había
esperado oír. La reina y su pueblo iban a perecer e imaginémonos lo que
habrá pasado por la mente de Amán quien, como ya dijimos, también
ignoraba que la reina pertenecía a ese pueblo. La forma en que se estaban
desarrollando la conversación debió hacerle sentir agitación y temor. Sigamos
los acontecimientos leyendo el versículo 5:
"El rey Asuero preguntó a la reina Ester: ¿Quién es, y dónde está, el que ha
ensoberbecido su corazón para hacer semejante cosa?"
El rey estaba consternado. Jamás habría soñado que tales intrigas estaban
teniendo lugar en su reino. Aparentemente tampoco reconocía incluso cual era
el pueblo que iba a ser eliminado. Francamente, este hombre tenía muy poco
respeto por la vida. Si uno lee los detalles de la campaña que llevó a cabo por
Europa en contra de Grecia, descubrirá que arrojó a sus hombres a situaciones
innecesariamente peligrosas, como si fueran prescindibles. Perdió miles y
miles de hombres en esa campaña, lo cual no le perturbó en absoluto. La vida
humana era muy barata en esa época. Lo que en ese momento le inquietaba
es que en esta ocasión se trataba del pueblo de Ester. Su reina se encontraba
en peligro mortal. Y entonces preguntó: "¿Quién es él y dónde está?" ¿Quién
se tomaría la libertad de hacer semejante cosa?
Creo que Amán aún no se había dado cuenta de lo que estaba realmente
sucediendo. Él no sabía que el decreto para matar a los israelitas afectaría a la
reina. Pues no sabía que era judía. Y ahí estaba él, sentado a la mesa de un
banquete, reclinado sobre una especie de sofá, nada menos que un ministro,
que gozaba de la plena confianza del rey.
El rey Jerjes preguntó entonces quién había tramado esta conjura y Ester, en
ese momento, demostró su valentía. Al responder a esta pregunta estaba
exponiendo su vida. Escuchemos su respuesta leyendo el versículo 6:
"Ester dijo: ¡El enemigo y adversario es este malvado Amán!"
Se turbó Amán entonces delante del rey y de la reina.
Ante esto, Amán no pudo ofrecer una respuesta. Se quedó mudo de asombro
al saber que Ester era judía.
Dios estaba actuando desde fuera de la escena. Estaba protegiendo a Su
pueblo. Ninguna arma concebida en contra de ese pueblo prosperaría. Dios iba
a bendecir a los que bendijesen a los judíos y maldeciría a quienes les
maldijeran. La providencia de Dios iba a proteger a los israelitas.
El rey estaba tan asombrado por este giro inesperado de los acontecimientos,
que salió de la mesa del banquete y se dirigió hacia el jardín. Después de
todo, hasta cierto punto él estaba implicado en este asunto. Así que prefirió
estar solo para considerar el problema. Continuemos leyendo el versículo 7:
"El rey se levantó del banquete, lleno de furor, y se fue al huerto del palacio.
Pero Amán se quedó para suplicarle a la reina Ester por su vida, pues vio el
mal que se le venía encima de parte del rey".

43
El rey necesitaba pensárselo bien. Simplemente no podía creer que Amán
hiciera semejante cosa. Pero la reina había implorado y pedido clemencia por
su vida, a causa de Amán. Él creía a su reina. Pero el rey necesitaba algún
tiempo para calmarse un poco, y así poder pensar con claridad acerca de la
situación de Ester y el caso de Amán, su asesor de confianza y primer
ministro.
Mientras el rey se encontraba en el jardín, Amán se levantó para rogar a Ester
por su vida. Este hombre que con tanta facilidad había pedido que otros fueran
muertos, entonces pareció convertirse en un esclavo. Se arrastró a los pies de
la reina. Se dio cuenta de que el rey no iba a transigir en este grave problema
y que se cernía sobre él un trágico final. Supo que la reina era su única
esperanza. Y como estaba enloquecido de miedo, cayó sobre sus rodillas, para
pedir desesperadamente clemencia por su vida. Pero veamos que sucedió en
ese momento, leyendo el versículo 8:
"Cuando el rey volvió del huerto del palacio al aposento del banquete, Amán
se había dejado caer sobre el lecho en que estaba Ester. Entonces exclamó el
rey: ¿Querrás también violar a la reina en mi propia casa? Al proferir el rey
estas palabras, le cubrieron el rostro a Amán".
Al rogar Amán por su vida, pudo comprobar que no conseguiría nada. Supo
que iba a ser castigado por el mal que había cometido, así que en su locura,
comenzó a subirse al sofá donde estaba la reina. Recordemos que había la
costumbre de reclinarse en una especie de sofás o divanes para comer. Pero
en ese momento, entró el rey y al ver a Amán y a la reina exclamó: "¿Querrás
también violar a la reina en mi propia casa?" Amán, que era un cobarde,
estaba aferrándose aterrorizado al sofá de la reina. En su terror, estaba fuera
de sí. Y el rey se habrá preguntado qué estaba tratando de hacer aquel
hombre manoseando a la reina.
Observemos que el rey Asuero, o Jerjes, no tuvo que dar ninguna orden.
Simplemente regresó del jardín, vio lo que estaba ocurriendo, pronunció su
declaración y aquellos que estaban preparados para intervenir supieron lo que
tenían que hacer. Ellos no se pusieron en acción hasta que el rey habló.
Estaban allí simplemente esperando, observando la escena. Es que la reina
aún no había pedido ninguna ayuda. Estaba demasiado asustada como para
pedir ayuda. Pero cuando el rey habló, aquellos hombres fornidos se acercaron
y sujetaron a Amán. Y no sólo le dejaron custodiado por la guardia del palacio
sino también bajo arresto domiciliario. Pero continuemos con la acción, que
continúa en los versículos 9 y 10:
"Y Harbona, uno de los eunucos que servían al rey, dijo: En la casa de Amán
está la horca de veintidós metros de altura que hizo Amán para Mardoqueo,
quien habló para bien del rey. Dijo el rey: Ahorcadlo en ella. Así colgaron a
Amán en la horca que él había hecho preparar para Mardoqueo. Y se apaciguó
la ira del rey".
El rey no desperdició el tiempo. Él no era solo el oficial que le arrestaba sino
también la Corte Suprema de Justicia. Amán murió en la misma noche y en la
misma horca que él había construido para Mardoqueo. Ésta es la revelación de
una gran verdad que se haya presente por toda la Palabra de Dios. Pablo la
enunció para los cristianos en Gálatas 6:7, donde dice lo siguiente: "No os
engañéis, Dios no puede ser burlado. Pues todo lo que el hombre siembre, eso
también segará". ¿No es interesante que la horca que Amán había preparado

44
para ahorcar a un hombre inocente fuera la misma horca en la que él sería
ahorcado?
En el Antiguo Testamente, hemos visto que el patriarca Jacob pasó por esa
experiencia. Engañó a su padre, se puso las ropas de su hermano Esaú y el
anciano Isaac las olió y dijo: "huele como mi hijo Esaú". Y Jacob se puso en
sus manos una piel de cabritos y el anciano Isaac, que estaba ciego, extendió
su mano tocando las de Jacob y dijo: "éstas son las manos de Esaú". Jacob se
creía muy inteligente. Él era un hombre de Dios, pero Dios no le dejaría salirse
con la suya. Un día, cuando él era anciano y el padre de doce hijos, éstos le
trajeron una túnica de muchos colores, manchada con la sangre de un cabrito
y le dijeron: "¿es ésta la túnica de tu hijo?" y Jacob se derrumbó y lloró. Él
también fue engañado con respecto a José, su hijo favorito.
El apóstol Pablo supo mucho de cómo opera esta ley en su propia experiencia.
Él fue el hombre que aparentemente dio la orden para el apedreamiento o
lapidación del Esteban; significativamente, los que le apedrearon pusieron las
ropas de Esteban a sus pies. Pero no pudo evitar las consecuencias. Alguien
podía decir: "bueno, pero él se convirtió a Cristo y sus pecados fueron
perdonados". Sí, fueron perdonados, pero tendría que sufrir las consecuencias.
Aquello que uno siembra, eso mismo segará. Y Pablo recogería su propia
cosecha. En su primer viaje misionero, fue al país de Galacia y llegó a la
ciudad de Listra, donde fue apedreado y lo dejaron por muerto. Así que Pablo
experimentó en carne propia la verdad de estas palabras: "Todo lo que el
hombre siembre, eso también segará". Es que Dios no puede ser burlado.
El hombre de esta historia, Amán, estaba experimentando ese mismo
principio. Y lo aprendió de la forma más dura. Aquí hemos visto a alguien que
fue a un banquete y que terminó en una horca. El Salmo 37:35 y 36 dice: He
visto al impío, violento, extenderse como frondoso árbol en su propio suelo.
Luego pasó, y he aquí, ya no estaba; lo busqué, pero no se le halló. Prestemos
atención a estas palabras del Salmista. Es interesante. ¡Qué pequeño es el ser
humano! Usted puede ser un villano, si así lo quiere. Puede oponerse al plan y
propósito de Dios para su vida, pero usted no vencerá a Dios, porque tarde o
temprano, pasará y saldrá de la escena de esta vida. Eso fue lo que le ocurrió
a Amán.
Como pecadores, usted y yo somos culpables ante Dios. Merecemos
exactamente la condena que sufrió Amán. Usted puede decir que nunca ha
cometido ninguna acción mala. Pero el caso es que usted y yo tenemos la
misma clase de naturaleza humana que aquel hombre tenía, y esa naturaleza
está en rebelión contra Dios, se opone a Dios. Y estando en esa condición,
cuando usted estaba muerto espiritualmente en su pecado y su maldad,
completamente alejado de Dios, Cristo murió por usted; ocupó su lugar en la
cruz. Estimado oyente, si usted confía en Él, Él será su Salvador, y usted
establecerá una relación con Dios.

Ester 8:1-17
Continuamos hoy nuestro estudio en el libro de Ester y llegamos al capítulo 8.
El título que le hemos dado es: "El mensaje de esperanza pronunciado por el
rey". En nuestro programa anterior vimos que las circunstancias habían
cambiado completamente. Había salido un decreto del rey, que la nación de
Israel tenía que ser destruida, pero Dios por medio de Su providencia, había

45
colocado en el trono, al lado del rey, a una hermosa reina. La voluntad de Dios
para esta gente era que ellos regresaran a su propia tierra. Al no haberlo
hecho, estaban viviendo al margen de la voluntad de Dios. Pero estaban
protegidos por la providencia de Dios, que nos muestra que Dios puede
prevalecer, dominar, cambiar las cosas. Y usted y yo, estimado oyente,
debemos estar agradecidos por eso, porque Él interviene muchas veces a
nuestro favor para que podamos llevar adelante Su propio plan y propósitos,
cuando usted y yo estamos fuera de Su voluntad. De modo que, este hombre
Amán, el que había preparado ese decreto de destruir a los judíos, murió en la
misma horca que había construido para ahorcar a Mardoqueo.
Pero aunque Amán estaba muerto, la amenaza de muerte pendía aún sobre
todos los judíos. El decreto que él había enviado a todas las provincias del
imperio establecía que los judíos debían ser exterminados en una fecha
determinada. Como el decreto era una ley de los medos y los persas, no podía
ser cambiado. Ello presentaba un verdadero problema, ¿cuál sería la solución?
Este capítulo tiene la respuesta. Veamos lo que nos dicen aquí los versículos 1
y 2 del capítulo 8 de Ester:
"Aquel mismo día, el rey Asuero dio a la reina Ester la casa de Amán, enemigo
de los judíos, y Mardoqueo fue presentado al rey, porque ya Ester le había
hecho saber lo que él había sido para ella. Se quitó el rey el anillo que había
recobrado de Amán y lo dio a Mardoqueo. Y Ester encargó a Mardoqueo la
hacienda de Amán".
Entonces, por primera vez Ester dio a conocer que Mardoqueo era su padre
adoptivo, el mismo hombre que no se había querido inclinar ante Amán y por
quien se promulgó ese decreto, al comienzo de este estudio. Este pasaje nos
indica que el rey tenía completa libertad para disponer de la utilización de su
anillo. Ésta era realmente una joya importante. Pudo ser oprimido contra la
cera blanda para promulgar una ley que destruyera a un pueblo. Éste era el
anillo que el rey había entregado a Amán cuando era el primer ministro. Este
anillo pasó a Mardoqueo y quedó entonces en buenas manos, pero al rey no
parecía importarle mucho el autorizar a otros para que lo usaran. Ahora, el
versículo 3, de este capítulo 8 de Ester, dice:
"Volvió luego Ester a suplicar al rey, y se echó a sus pies, llorando y rogándole
que anulara la maldad de Amán, el agagueo, y el plan que había tramado
contra los judíos".
Ester le suplicó al rey pidiéndole su ayuda, pero nada podía hacerse para
cambiar el decreto. No podía ser alterado de ninguna manera. Ni siquiera el
rey podía cambiar la ley. Y así fue que, una vez más, el rey tuvo misericordia y
extendió su cetro. Leamos los versículos 4 al 6:
"Entonces el rey extendió a Ester el cetro de oro, y Ester se levantó, se puso
en pie delante del rey y dijo: Si place al rey, si he hallado gracia en su
presencia, si le parece acertado al rey y soy agradable a sus ojos, que se dé
orden escrita para revocar las cartas que autorizan la trama de Amán hijo de
Hamedata, el agagueo, dictadas para exterminar a los judíos que están en
todas las provincias del rey. Porque ¿cómo podré yo ver el mal cuando caiga
sobre mi pueblo? ¿Cómo podré yo ver la destrucción de mi nación?"

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Ester enfatizó claramente al rey que el juicio ejecutado contra Amán resultaría
inútil, a menos que se hiciera algo para salvar a su pueblo. Algo, pues, debía
hacerse para detener ese exterminio, esa tragedia. Leamos el versículo 7:
"Respondió el rey Asuero a la reina Ester y a Mardoqueo el judío: Yo he dado a
Ester la casa de Amán, y a él lo han colgado en la horca, por cuanto extendió
su mano contra los judíos".
Era un hecho que el rey le había entregado a Mardoqueo y a Ester la casa de
Amán. Pero ello no libraba en absoluto a los judíos. Para ellos la situación no
era mejor que antes de la muerte de Amán. Continuó diciendo el rey en el
versículo 8:
"Escribid, pues, vosotros a los judíos como bien os parezca, en nombre del
rey, y selladlo con el anillo del rey; porque un edicto que se escribe en
nombre del rey y se sella con el anillo del rey, no puede ser revocado".
En esta situación, veremos que Mardoqueo se puso en acción rápidamente.
Continuemos leyendo el versículo 9:
"Entonces fueron llamados los escribanos del rey en el mes tercero, que es
Siván, a los veintitrés días de ese mes; y se escribió conforme a todo lo que
mandó Mardoqueo, a los judíos, a los sátrapas, a los capitanes y a los
príncipes de las provincias, desde la India hasta Etiopía, a las ciento veintisiete
provincias; a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo conforme a
su lengua, y también a los judíos según su escritura y su lengua".
O sea que, nuevamente y bajo la dirección de Mardoqueo, los escribas fueron
convocados para preparar copias del nuevo decreto en cada idioma del reino.
Y dicen los versículos 10 a 12:
"Y escribió en nombre del rey Asuero, lo selló con el anillo del rey, y envió
cartas por medio de correos montados en caballos veloces procedentes de las
caballerizas reales. En ellas el rey daba facultad a los judíos que estaban en
todas las ciudades para que se reunieran a defender sus vidas, prontos a
destruir, matar y aniquilar a toda fuerza armada de pueblo o provincia que
viniera contra ellos, sus niños y mujeres, y a apoderarse de sus bienes; y esto
en un mismo día en todas las provincias del rey Asuero, el día trece del mes
duodécimo, que es el mes de Adar".
Lo que es importante destacar aquí es que el decreto original no fue
cambiado, ni alterado en ninguna manera. No podía ser modificado y
permanecía vigente. Pero entonces se preparó otro decreto y fue enviado y
distribuido de la misma manera que el primero. Y fue firmado por el rey. Y
aquí se destaca nuevamente el poder absoluto del rey, evidenciado en su
ejército y en sus oficiales, que estaban en este momento a favor de los judíos.
Esto cambiaba totalmente la situación. Cuando este nuevo decreto fue
conocido por los judíos, sus corazones se llenaron de alegría y júbilo.
A medida que leemos este relato, podemos con nuestra imaginación visualizar
la escena. Debe haber sido tarde en la noche cuando la reina Ester había ido a
presentarse ante el rey para interceder por su pueblo. Ahora el nuevo decreto
estaba escrito y firmado con el anillo del rey. Aquel era un reino en el que se
hablaban muchos idiomas. Podemos decir que todos los amanuenses o
escribientes fueron convocados para copiar el decreto en los idiomas de las
127 provincias, y probablemente había cientos de copias en cada idioma.

47
El reino empleó todos los medios de comunicaciones disponibles en esa época.
Los heraldos iban a caballo, en mulas, en camellos, en dromedarios, a través
del desierto, por los ríos Éufrates y Tigres o cruzándolos, por la India, y por
parte de África. Así fue que los heraldos se esparcieron en todas direcciones,
distribuyendo el decreto tan rápidamente como fue posible, a todos los
pueblos del reino. El nuevo decreto proveía una vía de salida para los judíos.
Si ellos recibían el mensaje con esta buena noticia a tiempo, y lo creían,
podían salvar sus vidas.
Ésta es probablemente una de las imágenes más hermosas de la salvación
registradas en la Escritura. No se trata de una imagen muy utilizada en la
actualidad, pero es una ilustración que vino directamente de Dios. Bien dijo el
apóstol Pablo en Primera de Corintios 10:11; "11Todas estas cosas les
sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros,
que vivimos en estos tiempos finales". Dios ha enviado un decreto que, en las
palabras de Ezequiel 18:4, dice: el alma que peque, esa morirá. Esto no se
refiere sólo a un cierto tipo de personas que se encuentran en calles y lugares
frecuentados por delincuentes; se refiere a todos los seres humanos. Como
dice Romanos 3:23: "por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de
Dios". Todos tenemos una naturaleza impura, y toda nuestra justicia puede
compararse a trapos irremediablemente sucios. Perdemos el color y nos
marchitamos como una hoja que ha caído del árbol, y todas nuestras
maldades, como el viento, nos arrastran de un lugar a otro (Isaías 64:6) Dios
no nos puede salvar hoy a causa de una perfección que no estamos en
condiciones de ofrecer. Tampoco nos puede salvar a causa de nuestra
imperfección, porque Él no puede bajar su nivel ni devaluar sus normas.
Pertenecemos a una raza caída. Éste es el aprieto, la situación sin salida, en la
que se encuentra la humanidad. Éste es el problema de la familia humana.
Nos agrada pensar que el problema radica en factores externos, en otras
personas, cuando en realidad se encuentra en nuestro propio corazón. Dice la
Biblia que del corazón surgen los malos pensamientos. El mundo está
contaminado; y no solamente el agua de los ríos, del mar, o el aire que
respiramos, sino también el corazón humano, que está corrompido. Y Dios
tiene que juzgar. Porque los hombres están perdidos y necesitan un Salvador.
Por supuesto, éste es un mensaje impopular. A muchos no les agrada que les
califiquen de esa manera. Porque a todos nos gusta que nos halaguen, que
nos adulen. Pero se trata de un decreto de Dios, que como aquella ley de
Media y de Persia, es inalterable y permanece vigente. Es un decreto que, en
caso de ser ignorado, implica para los seres humanos la muerte eterna.
Pero gracias a Dios que hay otro decreto que ha salido del trono de Dios. Y es
el siguiente: "Reconciliaos con Dios". Nosotros somos embajadores en el
mundo actual. Un embajador es el representante de más alto rango nombrado
por un país para representarle ante otro. El embajador representa a un país
amigo y a un soberano amigo. Nuestro Dios es amistoso. Usted no tiene que
hacer nada para reconciliar a Dios. Él ha conseguido la reconciliación para
usted. Cristo murió por usted y por mí. ¿Qué podríamos añadir a lo que Dios
ya ha hecho?
Usted no puede hacer nada para ablandar el corazón de Dios. Su corazón ya
es tierno hacia nosotros porque Jesús ya ha pagado la pena, el castigo por
nuestro pecado. Ahora sí que podemos decir, como el apóstol Pablo: Si Dios
está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Estimado oyente, Dios está

48
de parte nuestra. El decreto ya ha sido publicado: Cree en el Señor Jesucristo,
y serás salvo. (Hechos 16:31) Si usted deposita su confianza en Cristo, será
salvo. Volviendo a nuestra historia, ésta fue la provisión que el rey Jerjes hizo
para los judíos. Todo lo que ellos tenían que hacer era creer en el nuevo
decreto y actuar en consecuencia. Ello les rescataría de una muerte segura.
Dios tiene un camino, una manera de salvar a los pecadores. Usted no es lo
suficientemente bueno como para ir al cielo, y nunca lo será. Dios tiene que
trabajar en usted. Usted y yo tenemos que venir Él y aceptar la salvación que
nos provee un manto de justicia que es perfecto. Cristo nos da Su justicia.
Usted no puede mejorar esa provisión de Dios. Dios no podría llevarnos al
cielo tal como estamos, tenemos que experimentar un nuevo nacimiento
espiritual. Esto es lo que nuestro Señor le dijo a Nicodemo, un dirigente
religioso de los judíos: Os es necesario nacer de nuevo. En Primera de Pedro
1:22 Dios lo explicó de esta manera: Pues habéis nacido de nuevo, no de una
simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la
palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Es a causa de que las
personas oyen y creen en la Palabra de Dios que experimentan un nuevo
nacimiento espiritual y sus vidas comienzan a ser cambiadas.
No les digo a las personas que "comprometan sus vidas a Dios", como si ellas
tuvieran algo que comprometer. ¿Cree usted que Él desea su vieja vida?
Estimado oyente, Él desea darle una nueva vida. Quiere regenerarle. Quiere
salvarle.
En los días de Ester, los judíos tenían que reconocer que se había promulgado
un decreto para exterminarlos. También tenían que creer que el rey estaba de
parte de ellos y había publicado otro decreto para salvarles. Nosotros también
tenemos que creer que el Rey de reyes está de parte nuestra. Yo soy un
embajador de Cristo y en consecuencia, de parte de Dios debo decirle:
"Reconcíliese con Dios". Él ya está reconciliado con usted.
En nuestro relato, el segundo decreto del Rey fue distribuido. Leamos a
continuación los versículos 13 y 14:
"La copia del edicto que había de darse por decreto en cada provincia, para
que fuera conocido por todos los pueblos, decía que los judíos debían estar
preparados aquel día para vengarse de sus enemigos. Los correos, pues,
montados en caballos veloces, salieron a toda prisa, según la orden del rey; y
el edicto también fue promulgado en Susa, capital del reino".
La situación requería actuar con prisa, y la situación actual también requiere
obrar con rapidez. No estamos tratando de alarmarle, pero ésta podría ser la
última vez que usted tenga la oportunidad de aceptar a Cristo como Salvador.
Ahora es el momento apropiado para creer en Cristo. La única ocasión en la
que Dios quiere que usted actúe con rapidez, es para aceptar a Su Hijo.
Continuemos leyendo el versículo 15:
"Salió Mardoqueo de delante del rey con vestido real de azul y blanco, una
gran corona de oro, y un manto de lino fino y púrpura. La ciudad de Susa se
alegró y regocijó entonces"
El atuendo real que estaba usando Mardoqueo era verdaderamente diferente a
aquella ropa áspera y a las cenizas que llevaba hace poco. Su aparición en la
ciudad indudablemente reafirmó la alegría producida por el nuevo decreto del

49
rey. Observemos el contraste entre los dos decretos. El decreto de Amán trajo
aflicción, y el decreto del rey, alegría.
La salvación puede traer alegría s su vida. Usted puede asistir a actividades de
diversión, probar todos los placeres imaginables y pasar un tiempo agradable
o divertido. Si usted no es salvo, puede incluso llegar a participar en todos los
excesos, aprovechando el placer hasta sobrepasar todos los límites. Usted
habrá satisfecho sus necesidades por unos momentos, pero a la mañana
siguiente, se sentirá mal y no habrá experimentado lo que la verdadera alegría
realmente significa. Sólo cuando usted venga a Cristo, experimentará esa
verdadera alegría, que produce paz y satisfacción, como una experiencia
constante e integral. Leamos ahora el versículo 16:
"y los judíos tuvieron luz y alegría, gozo y honra".
Dios le ofrece a usted la luz. Jesús es la luz del mundo. Él también es la
alegría, y el verdadero honor, que el sistema del mundo no puede dar. Lo que
realmente trae honor y dignidad a los pecadores es recibir al Salvador, quien
es Dios manifestado en un cuerpo humano, y que murió por ellos. Ello
levantará los pecadores del lodo, del fango, de la suciedad. Esa experiencia
capacitará a un pecador para caminar por esta tierra con la cabeza alta,
regocijándose. ¡Y cómo necesitamos esa alegría en los tiempos de ansiedad en
que vivimos! Estimado oyente cristiano, ¿está usted alegre, con ese gozo que
surge en lo profundo de su corazón? Si usted no está lleno de esa satisfacción,
venga a Cristo y Él le dará motivos para estar alegre y satisfecho. Finalmente
leamos el último versículo de este capítulo 8, el versículo 17:
"En cada provincia y en cada ciudad adonde llegó el mandato del rey y su
decreto, los judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer. Y
muchos de entre los pueblos de la tierra se hacían judíos, pues el temor de los
judíos se había apoderado de ellos".
Observamos aquí que por temor, muchos se hicieron judíos, es decir, que
aceptaron su religión. La nación de Israel fue un mejor testigo ante el mundo
que el mérito que le hemos reconocido.
El acontecimiento clave de estos últimos programas fue la caída del malvado
Amán en desgracia. Habiendo subido tanto en su posición social y política,
hasta llegar al cargo de primer ministro, su caída fue vertiginosa y
espectacular, en unas pocas horas, terminando su vida ahorcado como el
criminal que realmente era. En contraste, vimos la trayectoria ascendente de
un hombre honrado, fiel a sus convicciones religiosas, leal a su soberano y a
su pueblo, hasta llegar a ocupar el cargo más alto del reino, después de los
reyes, prácticamente la posición de la cual había caído Amán.
Amán murió en la misma noche y en la misma horca que él había construido
para Mardoqueo. Ésta es la revelación de una gran verdad que se haya
presente por toda la Palabra de Dios. Pablo la enunció para los cristianos en
Gálatas 6:7, donde dijo lo siguiente: "No os engañéis, Dios no puede ser
burlado. Pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará". ¿No es
interesante que la horca que Amán había preparado para ahorcar a un hombre
inocente fuera la misma horca en la que él sería ahorcado?
En el Antiguo Testamente, hemos visto que el patriarca Jacob pasó por esa
experiencia. Engañó a su padre, se puso las ropas de su hermano Esaú y el

50
anciano Isaac las olió y dijo: "huele como mi hijo Esaú". Y Jacob se puso en
sus manos una piel de cabritos y el anciano Isaac, que estaba ciego, extendió
su mano tocando las de Jacob y dijo: "éstas son las manos de Esaú". Jacob se
creía muy inteligente. Él era un hombre de Dios, pero Dios no le dejaría salirse
con la suya. Un día, cuando él era anciano y el padre de doce hijos, éstos le
trajeron una túnica de muchos colores, manchada con la sangre de un cabrito
y le dijeron: "¿es esta la túnica de tu hijo?" y Jacob se derrumbó y lloró. Él
también fue engañado con respecto a José, su hijo favorito.
El apóstol Pablo supo mucho de cómo opera esta ley en su propia experiencia.
Él fue el hombre que aparentemente dio la orden para el apedreamiento o
lapidación del Esteban; significativamente, los que le apedrearon pusieron las
ropas de Esteban a sus pies. Pero no pudo evitar las consecuencias. Alguien
podía decir: "bueno, pero el se convirtió a Cristo y sus pecados fueron
perdonados". Sí, fueron perdonados, pero tendría que sufrir las consecuencias.
Aquello que uno siembra, eso mismo segará. Y Pablo recogería su propia
cosecha. En su primer viaje misionero, fue al país de Galacia y llegó a la
ciudad de Listra, donde fue apedreado y lo dejaron por muerto. Así que Pablo
experimentó en carne propia la verdad de estas palabras: "Todo lo que el
hombre siembre, eso también segará". Es que Dios no puede ser burlado. Y
volviendo a nuestra historia, vimos entonces a esta ley cumpliéndose en la
vida y conducta de estos hombres, de carácter opuesto, que cosecharon cada
uno, de acuerdo con la semilla que habían sembrado. Estimado oyente, es
necesario tomar en serio la Palabra de Dios, porque además de describir
acertadamente la realidad humana, hemos visto que lo que esa Palabra
anuncia, se cumple. Por eso le invitamos a dirigirse a Dios por el único camino
que esa Palabra señala, y que es Jesucristo. Su muerte en la cruz por mis
pecados y los suyos, y la victoria de Su resurrección abrieron un acceso
directo a Dios, Si usted confía en él, como Él llevó su pena, su castigo, queda
libre de toda condenación por la gracia de Dios y tiene la vida eterna. De esa
manera, en su paso por este mundo, y bajo el control del Espíritu de Dios
podrá ser usted un sembrador sabio, que reciba la bendición de Dios en la
recolección de una abundante cosecha.

Ester 9:1 - 10:3


Llegamos hoy a nuestro último estudio en este libro de Ester. Refiriéndonos al
Bosquejo que incluimos en nuestro primer programa sobre este libro de Ester,
en la introducción, diremos que los capítulos 9 y 10 tratan el tema de la
institución de la fiesta de Purim.
En nuestro programa anterior, vimos que Dios, por medio de Su providencia
había dominado la situación, cuando un decreto del rey había sido publicado,
en el cual se buscaba la exterminación de Su pueblo. Él estaba controlando las
vidas de una joven, la reina Ester, y su padre adoptivo, Mardoqueo, por medio
de Su providencia. Ellos estaban viviendo fuera de la voluntad de Dios, así
como todo el pueblo, porque los israelitas no habían regresado a su tierra.
Pero Él estaba actuando a favor del pueblo israelita, porque siempre cumpliría
Sus promesas dadas al patriarca Abraham. Ya vimos en el Génesis 12:3, que
Dios le había prometido lo siguiente: "Haré de ti una nación grande, y te
bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que
te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las
familias de la tierra". Dios se encontraba, por así decirlo, oculto en las

51
sombras, como hemos dicho en tantas ocasiones, aparentemente fuera de los
acontecimientos que estaban teniendo lugar, pero cuidando fielmente a
aquellos que le pertenecían. Así es que cuando llegó el momento propicio, Dios
tenía ya a Ester en el trono, de manera que ella pudiera influir directamente
en lo que se tramaba en las altas esferas del poder político. Ahora, al principio
de esta historia no se veía claramente de qué manera esta joven podría ser
utilizada por la providencia de Dios. Ella ganó el primer gran concurso mundial
de belleza. Ella fue la Miss Universo de su tiempo, cuando aún no se
realizaban concursos para elegir a la mujer más hermosa de un imperio. Pero
al avanzar en esta historia vimos que ella llegó a ser la reina de uno de los
más grandes reinos mundiales; en realidad, el segundo gran reino mundial. El
reino de los Medos y los Persas. Así que esta joven estuvo en esa posición de
poder en el momento propicio. Y Mardoqueo había tenido razón cuando, para
animarla ante los momentos difíciles que habría de pasar al interceder ante el
rey Jerjes, le dijo: ¿quién sabe si para esta hora has llegado al reino? Y así
fue. ¿Por qué? Por la providencia de Dios. Dios estaba en control de la
situación.
El acontecimiento clave de estos últimos programas fue la caída del malvado
Amán en desgracia. Habiendo subido tanto en su posición social y política,
hasta llegar al cargo de primer ministro, su caída fue vertiginosa y
espectacular, en unas pocas horas, terminando su vida ahorcado como el
criminal que realmente era. El otro acontecimiento clave fue la ascensión de
Mardoqueo, un hombre honrado, fiel a sus convicciones religiosas, leal a su
soberano y a su pueblo, hasta llegar a ocupar el cargo más alto del reino,
después de los reyes, prácticamente la posición de la cual había caído Amán.
Una vez muerto Amán y encumbrado Mardoqueo, los judíos que estaban bajo
el temor del decreto que por influencia de Amán se había promulgado para
exterminarles, se enteraron con gran alegría de que el rey, por influencia de la
reina Ester, estaba de parte de ellos y había publicado otro decreto para
salvarles. Tuvieron que creer en ese decreto que les traía la salvación y obrar
en consecuencia. Y cuando ellos lo hicieron, fueron salvos de aquel otro
decreto de condenación.
Ahora, estimado oyente, nosotros tenemos un Salvador maravilloso en el día
de hoy, y el trono de Dios no es un trono de juicio, es un trono de gracia. Dios
no quiere su perdición. Él tiene Sus brazos abiertos, extendidos hacia un
mundo perdido. Y Dios no quiere castigar a nadie. Dios está transmitiendo, por
medio del Evangelio, un mensaje de amor y de gracia. Les está diciendo a
todos y a cada uno, a nivel personal: Ven a mí. Tiene usted que creer en Él,
pues no hay salvación si no cree en el Señor Jesucristo como su Salvador,
aceptando el sacrificio realizado en la cruz a favor suyo.
Ahora, nosotros no vamos a entrar en mucho detalle en lo que nos queda por
ver en este libro de Ester. En el momento de comenzar nuestra lectura de hoy,
el día de la ejecución de los judíos estaba cercano. Vamos a comenzar nuestra
lectura en los primeros dos versículos de este capítulo 9:
"En el mes duodécimo, que es el mes de Adar, a los trece días del mismo mes,
cuando debía ser ejecutado el mandamiento del rey y su decreto, el mismo día
en que los enemigos de los judíos esperaban ejercer dominio sobre ellos,
sucedió lo contrario; porque los judíos ejercieron dominio sobre los que los
aborrecían. Los judíos se reunieron en sus ciudades, en todas las provincias

52
del rey Asuero, para descargar su mano sobre los que habían procurado su
mal, sin que nadie les opusiera resistencia, porque el temor de ellos se había
apoderado de todos los pueblos".
Los judíos se prepararon para el ataque. El nuevo decreto del rey les estaba
protegiendo, así que ultimaron todos los preparativos para defenderse.
Herodoto, el gran historiador Griego, registró que el rey Asuero (o Jerjes)
regresó a su país después de su derrota en la campaña contra Grecia, en el
año 480 AC., y que su esposa, llamada Amestris, era una mujer fría y
vengativa. Esta mujer fue Ester, por supuesto. Y para un observador exterior,
era comprensible que ella pareciese vengativa y fría. Después de todo, ella
intervino para poner fin a las malvadas actividades de Amán, y también pudo
salvar a su pueblo de sus enemigos de aquella época.
Leamos ahora los versículos 3 y 4 de este capítulo 9 de Ester:
"Y todos los príncipes de las provincias, los sátrapas, capitanes y oficiales del
rey, apoyaban a los judíos, pues todos temían a Mardoqueo, ya que
Mardoqueo era grande en la casa del rey y su fama se había extendido por
todas las provincias. Así, día a día se engrandecía Mardoqueo".
La situación en el reino había dado un vuelco total. En ese momento Amán, el
que hubiera exterminado a los judíos, había muerto, Y Mardoqueo, uno de los
suyos, estaba encumbrado junto al rey. Así que el mismo trono que había
condenado antes a los judíos, ahora les protegía.
El mismo trono de Dios nos protege hoy a los creyentes en Cristo. En
Romanos 8:33 y 34, el apóstol Pablo dijo: ¿Quién acusará a los escogidos de
Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que
murió, sí, más aun, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el
que también intercede por nosotros. Observemos aquí cómo justifica: (1)
Cristo murió; (2) Resucitó; (3) Además está a la derecha de Dios; (4) Él
también intercede por nosotros. Ésas son las razones por las cuales nadie
puede condenar a los creyentes. ¡Ésta es una hermosa verdad! En la
actualidad hay un Hombre en la gloria celestial, que sabe exactamente cómo
se siente usted, y sabe como me siento yo. Y desde esa alta posición, en el
trono, Jesucristo está intercediendo por nosotros. El tener a alguien allí que
está a favor nuestro, constituye una maravillosa realidad. Las cosas han
cambiado para nosotros, los pecadores. Dice la carta a los Hebreos 4:14 al 16:
Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el
Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un sumo sacerdote
que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido
tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con
confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos
gracia para la ayuda oportuna.
Yo tengo un Salvador que es despreciado por el sistema que predomina en el
mundo. Cosas gravemente injuriosas se dicen de Jesús. Pero, estimado
oyente, Él es el hombre que está en el cielo. Él es el Rey de reyes y el Señor
de Señores. Él es la expresión total del amor de Dios. Por ello el poeta, en el
Cantar de los Cantares, pensando en la estrecha llanura de Sarón, que se
extiende sobre la costa del Mediterráneo, al sur del Monte Carmelo, y
pensando en las hermosas flores que lo adornaban, se refirió a Él como la flor
más hermosa, y como la rosa de los llanos de Sarón y como distinguido entre
diez mil. Y algún día vendrá otra vez. Debiéramos prepararnos para doblar

53
nuestras rodillas ante Él para adorarle y alabarle. Esto es muy importante.
Esta expectativa debiera ser cada vez más ansiosa, con el transcurso del
tiempo. Estimado oyente, si usted ya es cristiano, ¿no se alegra usted más
hoy que hace un tiempo, o que hace mucho tiempo atrás? Yo doy gracias a
Dios que hoy soy un cristiano más alegre que hace unos años.
Supongamos que un israelita viviendo en la época de la reina Ester hubiera
dicho: "Bueno, yo no me fío de ese nuevo decreto que ha sido publicado por el
rey. No me lo creo eso que dicen, de que sea tan bueno. Así que me voy a
proteger de la mejor manera que pueda; me haré un refugio adecuado y me
defenderé yo mismo". Seguramente esa actitud, esa conducta habría
implicado la muerte para aquella persona que no había creído en el decreto del
rey.
Observemos también que los judíos tuvieron que tener fe en el mensaje del
rey. Y así como ellos, nosotros debemos tener fe en el mensaje de Dios, que
es el mensaje del Evangelio. El Evangelio significa buenas noticias. El apóstol
San Pablo, en Primera de Corintios 15:3 y 4 nos comunicó el mensaje de Dios
en pocas palabras. Dijo así el apóstol: Porque yo os entregué en primer lugar
lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras. La verdad es que Dios ha promulgado un decreto y lo ha
comunicado a un mundo perdido. Las mujeres y los hombres son salvos por la
fe y no por las obras. En ese mismo sentido Juan 1:12 dice: Pero a todos los
que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a
los que creen en su nombre. La fuerza vital del sermón de San Pedro en el día
de Pentecostés fue el afirmar que en el nombre de Jesucristo había perdón de
pecados.
O sea que lo que salva a los seres humanos en el día de hoy es el Evangelio. Y
el significado básico del Evangelio es señalar a lo que Alguien ha hecho por
nosotros. No es un pedido de Dios para que usted y yo hagamos algo. Al
contrario, el Evangelio nos informa sobre lo que Él ha hecho por nosotros. Si
no depositamos nuestra confianza en Cristo, no queda ninguna esperanza para
nosotros. Ahora bien, usted puede desprenderse de algunos hábitos
perjudiciales, abandonar el mal, ir a la iglesia, bautizarse, participar de la
Comunión o la Eucaristía, y aún encontrarse en una situación espiritual
miserable ante Dios. La única manera de experimentar una paz verdadera, es
tomar en serio a Dios y a Su Palabra, y creer en el mensaje del Evangelio.
Cuando usted cree en ese mensaje, entonces Dios le salva.
Y así sucedió también en aquellos días. Los judíos que no creyeron en el
mensaje del rey no tuvieron esperanza alguna de salvarse. Pero aquellos que
aceptaron confiadamente el decreto del rey se alegraron. ¿Por qué? Porque su
fe en el decreto del rey les trajo la liberación de la muerte.
Continuemos leyendo el versículo 20:
"Escribió Mardoqueo estas cosas, y envió cartas a todos los judíos que estaban
en todas las provincias del rey Asuero, cercanos y distantes"
Muchos se han preguntado sobre quién escribió el libro de Ester. Creo que
este pasaje podría sugerir que Mardoqueo fue el autor. Continuemos leyendo
los versículos 26 y 27:

54
"Por eso llamaron a estos días Purim, por el nombre Pur".
Asimismo, debido a lo relatado en esta carta, y por lo que ellos mismos vieron
y lo que les llegó a su conocimiento, 27los judíos establecieron y prometieron
que ellos, sus descendientes y todos sus allegados, no dejarían de celebrar
estos dos días, según este escrito y esta fecha, de año en año.
En nuestro tiempo, la fiesta de Purim es conmemorada por los judíos
ortodoxos primero en las sinagogas. Evoca el recuerdo de los acontecimientos
narrados en este libro. Su nombre viene del hecho de que Amán había
determinado por "suertes" (que corresponde a la palabra Purim) el día en que
serían exterminados los judíos de Persia. La fiesta se celebraba el 14 y 15 del
mes Adar, del calendario hebreo. Iba precedida por un día de ayuno. Por la
noche se encendían las lámparas. Se iba a la sinagoga para oír la lectura del
libro de Ester, interrumpida por gritos de maldición contra los enemigos de los
israelitas. Al leerlo, cada vez que se menciona a Amán, escupían. Y usaban
una de dos expresiones: "Que su nombre sea borrado" o "Sea maldito".
También se oían gritos de "Bendito sea Mardoqueo". Entonces, al día
siguiente, se reunían en un servicio religioso alegre, porque en esta fiesta
conmemoran el acontecimiento en que Dios les liberó, y en ella también
recordaban otras liberaciones posteriores, como por ejemplo, la que tuvo lugar
después de las atrocidades cometidas contra ellos en la segunda guerra
mundial. Y todo ello basado en la promesa dada al patriarca Abraham en
Génesis 12: 3, que ya hemos mencionado, y donde Dios le había dicho:
Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. El versículo
28 añade:
"que estos días serían recordados y celebrados por todas las generaciones,
familias, provincias y ciudades; que estos días de Purim no dejarían de ser
guardados por los judíos, y que su descendencia jamás dejaría de
recordarlos".
Llegamos así a

Ester 10:1-3
En este último capítulo comprobaremos que el libro concluye con algunas
aclaraciones interesantes y esclarecedoras. Leamos los versículos 1 al 3:
"El rey Asuero impuso tributo sobre la tierra y a las costas del mar. Todas las
obras de su poder y autoridad, y el relato sobre la grandeza de Mardoqueo, a
quien el rey engrandeció, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los
reyes de Media y de Persia? Pues Mardoqueo, el judío, fue el segundo del rey
Asuero, grande entre los judíos y estimado por la multitud de sus hermanos,
porque procuró el bienestar de su pueblo y la paz para toda su raza".
Es oportuno recordar que, como cristianos, usted y yo tenemos un Salvador
que algún día va a traer una paz real a este mundo.
Resulta interesante observar que hay tres oraciones que pronuncian los judíos
en la fiesta de Purim. En la primera oración le agradecen al Señor por haberlos
considerado dignos de que Él interviniera para liberarles. En la segunda
oración, le agradecen por haber protegido a sus antepasados. Y en la tercera
oración, le agradecen por haber vivido para disfrutar de otra fiesta más.

55
Nosotros, como cristianos, vemos en nuestra fiesta de la Pascua un significado
espiritual. El apóstol Pablo dijo en 1 Corintios 5:7, Nuestra Pascua, que es
Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Él es para nosotros la salvación de
Dios. En la fiesta de Purim vemos el poder protector de Dios, Su Providencia,
Su soberanía. Como bien dijo el autor de Proverbios 16:33, Las suertes se
echan en el regazo, pero la decisión es del Señor. Él guardará a su pueblo
Israel; Él protegerá a Su iglesia; Él cuidará a aquellos que le pertenecen. Él
puede salvar por completo y para siempre a aquellos que vienen a Dios por
medio de Él.
Resulta triste comentar de la generación actual, que la mayoría de los
cristianos conocen sólo una visión distante de Dios, que depende únicamente
de Su providencia. Esa providencia con la que Él guía a aquellos que están
alejados de Él, y que le han dejado de lado como guía, como los israelitas de
aquella época de Ester. No han aprendido a caminar, a vivir con Dios en una
estrecha relación de compañerismo, obedeciendo la Palabra de Dios. Él nos
conoce, nos ama y nos protege y no hay ninguna verdad que pueda apagar el
brillo de esta verdad. Porque Él proporciona lo mejor a aquellos que le dan su
preferencia, su prioridad.
Estimado oyente, Dios quiere guiarle y conducirle bajo Su mirada. En la hora
actual necesitamos acercarnos a Él.
¡Cuántos cristianos hoy están viviendo bajo los dictados de su propia voluntad!
Las cosas, aparentemente, les están yendo bien. El sol está brillando en el
firmamento, y no aparecen piedras ni obstáculos en el camino de su vida. Y
piensan que pueden resolver los problemas que se les presentan por sí
mismos, así que no buscan a Dios para que Él intervenga. Pero un día, el
viento comienza a soplar con violencia, se agitan las olas; el camino se vuelve
oscuro, y entonces, de pronto le suplican a Él: "Señor, sálvame. Estoy
pereciendo. Muéstrame el camino". Y entonces, si superan esa crisis dicen: "El
Señor me guió". Estimado oyente, solamente por Su providencia, Él le ha
guiado. Porque usted no estaba viviendo de acuerdo con la voluntad de Dios.
Nos preguntamos cuántos de los cristianos a los cuales estamos hablando en
este momento, creen estar viviendo en la voluntad de Dios.
Oímos tanto hablar en la actualidad sobre la dedicación de nuestra vida y de
nuestro corazón. Estimado oyente, yo no le estoy pidiendo que haga eso.
Usted podría ponerse de rodillas ahora mismo y dedicar su corazón y su vida;
y luego, mañana mismo usted podría volver a estar una vez más,
completamente fuera de la voluntad de Dios. Y en ese momento usted
comienza a andar otra vez, por la providencia de Dios. Pero tenga en cuenta
que Él quiere guiarle, y desea guiarle directamente. No importa quien sea
usted, donde se encuentra, o qué está haciendo. Dios puede ejercer el control
sobre su vida. Y usted puede conocer la alegría y satisfacción de venir a Él. Y
no se trata de un acto único, aislado, sino una acción continua, de momento a
momento, de día a día, buscando la voluntad de Dios para su vida. Usted
puede comenzar hoy mismo, desde el punto de su vida en que se encuentre, a
vivir bajo la voluntad de Dios.
En nuestro próximo programa continuaremos en el Antiguo Testamento y
comenzaremos nuestro estudio del libro de Job. Le invitamos a acompañarnos
en este interesante libro que penetra en los secretos del sufrimiento desde las
perspectivas divina y humana, pero le recordamos, que todo lo que hemos

56
dicho sobre la necesaria guía de Dios en los asuntos de esta vida, requiere en
primer lugar establecer una relación con Dios, aceptando por la fe lo que
Jesucristo hizo a favor suyo en la cruz, pagando el castigo por nuestros
pecados. Creemos oportuno concluir hoy con el versículo que hemos citado de
Juan 1:12, que dice: Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de
llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre. Estimado
oyente, la invitación queda en pie. Usted puede ser uno de aquellos que le
reciben, que creen en Su nombre y se convierten en hijos de Dios.

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