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La s Otra s Tabl a s de
Sangre
LIBRO
“En pocas palabras dice Ud. mucho más que otros en sendos libros. Lo felicito.”
MANUEL BILBAO
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historia.”
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acusaciones más estridentes contra Rosas: la de crueldad, sus degüellos y sus matanzas.”
SIGFRIDO A. RADAELLI
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estudio que, como el “Rosas en los altares”, publicado por Ezcurra Medrano en Crisol
del 1°de enero de 1935, revela en su autor singular aptitud para la crítica histórica.”
JULIO IRAZUSTA
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CLEMENTINO S. PAREDES
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“El gran acopio de datos históricos ilevantables, la lógica irrebatible de su
exposición y el vacío que vino a llenar ese trabajo le dan un interés excepcional.”
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“Se acusa a Rosas exclusivamente del uso del terror, y no fué él solo, ni, acaso, el
que más usara de esta suerte de apaciguamiento. Y aquí está la prueba, reunida en
apretadas demostraciones.”
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“Sin entrar a discutir la personalidad del hombre que abarca toda una época
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PROLOGO
publican libros y folletos que destruyen la leyenda negra difundida por los
combatieron desde las logias y luego desde el gobierno lo más profundo del ser
conferencias por todo el país, continúa la obra que a fines del siglo pasado inició con
nuestra nacionalidad fué y es negado hasta hoy por los historiadores liberales, que se
copian unos a otros en su deleznable tarea de difundir una historia falsificada. De esta
asignatura, y en todos, salvo alguna rara excepción, no sólo encontramos los absurdos
más grotescos respecto a la época de Rosas, sino que surge enseguida, en volúmenes
reduce a estos textos escolares al período en que gobernó Juan Manuel de Rosas; los
siglos de la dominación española han sido también falseados, como asimismo todo
aquello que de algún modo nos define como nación esencialmente católica e hispánica.
Frente a una enseñanza oficial de la historia argentina que es perniciosa para
libro están demostrando dónde están los verdaderos y los falsos próceres, riñendo una
batalla que ya ha sido ganada, porque el fraude histórico inventados por los
histórica.
Y es con ese espíritu de justicia que revelan los historiadores revisionistas que
Alberto Ezcurra Medrano publica la segunda edición de su libro Las otras Tablas de
insultantes ni comentarios malévolos, sino que expone los hechos para que el lector
juzgue, valiéndose muchas veces de los mismos historiadores liberales para demostrar
Esta obra ha sido completada durante largos años de paciente tarea investigadora,
primera edición. Todo lo que la historia liberal ha callado, aquello que permanecía
bandería.
que, frente a los crímenes que se atribuyen a Rosas, las atrocidades del terror celeste
-a pesar de la destrucción de documentos que hicieron los unitarios- son tan evidentes,
liberales han podido ocultarlas. Y con este sistema de criminal ocultación han
por la soberanía argentina contra Francia e Inglaterra, ocultación que revela el grave
El proceso del terror celeste, desde Rivadavia hasta Sarmiento, está relatado
por órdenes de Lavalle, Lamadrid, Paz, Mitre, Sarmiento y los demás jefes unitarios,
son incontables. Pero la guerra civil, provocada por los unitarios en unión con los
pudo proseguir con sus asesinatos y degollaciones, hasta que el triunfo definitivo de la
estudiado por Ezcurra Medrano, atestiguándolo con hechos concretos. En cuanto a los
procedimientos que utilizaban los unitarios para matar a sus enemigos, nadie ignora
Purguemos a la sociedad de estos monstruos. Muerte, muerte sin piedad.” No hay jefe
unitario que utilice otros procedimientos frente a los federales. Era una lucha sin
cuartel, y nadie lo daba. El culto y civilizado Paz no se quedaba corto en las matanzas
vecino de Pocho, don Rufino Romero, le hacen cavar su propia fosa antes de ultimarlo,
hazaña que se repite con otros. Algunos departamentos de la Sierra son diezmados. Por
personas.” “Los coroneles Lira, Molina y Cáceres rindieron la vida entre suplicios
expuestos insepultos.”
Ezcurra Medrano, que huye de lo farragoso para buscar la síntesis, y, sobre todo, su
ALFREDO TARRUELLA
EL JUICIO HISTORICO SOBRE ROSAS
La causa de esa lentitud se explica. A Rosas le tocó actuar en pleno auge del
ejecuciones y asesinatos una importancia que no les corresponde dentro del cuadro
histórico de la época. Los famosos degüellos de octubre del año 40 y abril del 42
hubiesen reducido a esos dos meses y como si su acción gubernativa no hubiese sido
otra que ordenar o tolerar degüellos. Rosas, para ellos, fué un monstruo, y desde este
punto de vista, que no permiten discutir, juzgan su época, sus hechos y sus intenciones.
Si Rosas fusiló, no fue porque lo creyó necesario, sino para satisfacer su sed de sangre.
Si luchó -aunque sea con el extranjero-, no fue por patriotismo, sino por ambición
al desierto, fue para formarse un ejército. Si efectuó un censo, fue para catalogar
terriblemente en la ciudad, lo hizo para instigar una matanza de unitarios. Y así, mil
cosas más. Naturalmente, de todo esto resultó un Rosas gigantesco por su maldad, “un
Calígula del siglo XIX”, es decir, el Rosas terrible que necesitaban los unitarios para
ese Rosas pasó a la posteridad, y desde entonces todas las generaciones han aprendido a
odiarlo desde la escuela. Sólo así se explica que aun perdure en el pueblo el prejuicio
fruto del manual de Grosso y de las horripilantes escenas de la Mazorca conocidas a
reacción. Los libros nuevos que tratan seriamente el debatido tema lo hacen con un
criterio cada vez más imparcial. Tal es el caso de las interesantes obras publicadas en
“Donde hay un hombre, hay una luz y una sombra”, se ha dicho. Rosas, como
hombre que fue, cometió errores, pero no crímenes, porque “el delito -como él mismo
trata de presentarlo sin mancha a los ojos de la posteridad, como han querido presentarse
sus enemigos, ni tampoco de “disculparlo”, como dicen algunos con cierto retintín cada
vez que oyen hablar de cualquiera de sus innegables aciertos. El perdón supone el
trata es, simplemente, de presentarlo tal cual fué, con sus errores y con sus aciertos, ya
que los primeros no tienen la propiedad de borrar los segundos, tal como los numerosos
partícula de la gloria que les corresponde por el valor legendario de que dieron pruebas
indivisible que se pueda condenar o glorificar en globo. Por eso es absurda en nuestros
días esa fobia oficial antirrosista que, haciéndose cómplice de lo que podríamos llamar
paseos públicos mientras se le concede ese honor a una porción de personajes anodinos,
La “tiranía” no fue un hombre sino una época en que todos emplearon cuando
como se ha dicho con más literatura que acierto. Lo tomó desbordado como estaba, tal
(*) No sólo se excluye el nombre de Rosas, sino que se procura excluir el de todo personaje rosista o
hecho de armas favorable a Rosas. Para citar un ejemplo, ninguna calle de Buenos Aires lleva el nombre
de Costa Brava, combate en que se cubrió de gloria la armada argentina derrotando a la oriental, que
mandaba José Garibaldi. Sin embargo, este aventurero, saqueador e incendiario tiene hoy varias calles y
monumentos, y -parece increíble- lleva su nombre un guardacostas de esa armada nacional contra la cual
luchó pérfida y deslealmente. A ese extremo ha llegado la pasión antirrosista.
dirigiéndolo hacia un buen fin, lo siguió una veces y otras lo contuvo con su
acostumbrada energía.
Es muy cómodo, pero muy injusto, cargar sobre Rosas toda la responsabilidad de
Cuando se habla del terror, de los abusos, de los crímenes, es preciso averiguar,
no sólo lo que hizo Rosas, sino también lo que hicieron sus enemigos, algo de lo cual
que delimitar bien lo que ordenó Rosas, lo que se hizo con su tolerancia y lo que se hizo
es preciso establecer cuándo hubo abuso, cuándo obró justamente -porque al fin y al
cabo, era autoridad legal (*)- y cuándo obró de manera que sería condenable en
circunstancias normales, pero que en las suyas era una legítima defensa contra iguales
métodos de sus contrarios. Sólo así tendremos la base sobre la cual se ha de asentar el
juicio definitivo. Con repetir a priori que Rosas fué el “principal responsable”, nos
criterio con que se juzga esa época. Antes se la juzgaba con criterio romántico y liberal.
Hoy, que el romanticismo está en decadencia, priva un criterio objetivo, pero aún no
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(*) Esta circunstancia parece haber sido olvidada por los severos juzgadores de la “tiranía” Una cosa es
el fusilamiento ordenado por quien ha sido investido por la ley con la suma del poder público y
desempeña el gobierno cumpliendo la misión que se le encomendó, y otra es el fusilamiento por orden
de un general levantado en armas contra la autoridad legítima.
Cuando Rosas, los gobernadores de provincias o los generales gubernistas en campaña daban muerte
a los unitarios sublevados, no hacían más que aplicar los artículos de las ordenanzas españolas, que
establecían lo siguiente:
“Art.26- Los que emprendieren cualquier sedición, conspiración o motín, o indujeron a cometer
estos delitos contra mi real servicio, seguridad de las plazas y países de mis dominios, contra la tropa,
su comandante u oficiales, serán ahorcados, en cualquier número que sean.” (Colón reformado, tomo
III, pág. 278)
“Art.168.- Los que induciendo y determinando a los rebeldes hubieren promovido o sostuvieren la
rebelión, y los caudillos principales de ésta, serán castigados con la pena de muerte.” (Colón reformado,
tomo III, pág. 43.)
Igual pena establecían las ordenanzas para los desertores.
Esas eran las leyes penales que regían entonces. Y Rosas -autoridad legal con la suma del poder
público- las aplicaba. Pero sus detractores parecen creer que en esos tiempos estaba en vigencia el
Código Penal de 1921.
despojado de la influencia liberal. Por eso, al juzgar a Rosas, muchos creen condenarlo, y
juzgar lo que hizo Rosas, sino que le señalan también lo que debió hacer, y como tienen
prejuicios liberales, concluyen: Rosas debió dar al país una constitución liberal y
hubiera podido constituir al país. Y suponiendo que hubiera podido, aún quedaría por
averiguar si hubiese debido hacerlo. Para los liberales, eso no admite dudas. Para los que
creen que era preciso consumar previamente la unidad política y geográfica del país y
aspecto.
juzga que debió haber hecho. Juzguémoslo a través de lo que hizo: consolidar la unión
definitiva. Ésa es su gloria. Cuando se lo juzgue con simple buen sentido y, por
época de Rosas.
Desde la independencia argentina, fué aplicado por casi todos los gobiernos. La
gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata debe poner en
a Mariano Moreno. En este célebre documento se sostiene que con los enemigos
declarados: .”..debe observar el gobierno una conducta, las más cruel y sanguinaria; la
menor especie debe ser castigada. La menor semiprueba de hechos, palabras, etc., contra
la causa, debe castigarse con pena capital, principalmente cuando concurran las
debe escandalizar el sentido de mis voces; de cortar cabezas, verter sangre y sacrificar a
toda costa...Y si no, ¿porqué nos pintan a la libertad ciega y armada de un puñal?.
Moreno, en virtud del siguiente decreto de la Junta, obra del mismo autor del Plan:
“Los sagrados derechos del Rey y de la Patria han armado el brazo de la justicia.
Y esta Junta ha fulminado sentencia contra los conquistadores de Córdoba, acusados por
la notoriedad de sus delitos y condenados por el voto general de todos los buenos. La
Junta manda que sean arcabuceados don Santiago de Liniers, don Juan Gutiérrez de la
real Juan Moreno. En el momento en que todos o cada uno de ellos sea pillado, sean
cuales fueren las circunstancias, se efectuará esta resolución, sin dar lugar a minutos que
orden y honor de V.S. Este escarmiento debe ser la base de la estabilidad del nuevo
sistema y una lección para los jefes del Perú, que se abandonan a mil excesos por la
energía con que llena esa expedición los importantes objetos a que se destina.”(2)
gobernador intendente Francisco de Paula Sanz, fusilados por orden del representante de
la Junta, Juan José Castelli.(3) Mientras tanto, en Buenos Aires, era ejecutado don
Basilio Viola, sin formación de causa, por creérsele en correspondencia con los
españoles de Montevideo.(4)
Pero no es sólo en virtud del Plan de Moreno que se fusila, ni son sólo españoles
los que caen. En 1811 se produce una sublevación del regimiento criollo de Patricios. La
orden de suprimir las trenzas. Como consecuencia del motín fueron condenados a muerte
cuatro sargentos, tres cabos y cuatro soldados, y sus cuerpos se exhibieron al vecindario
ahogada en sangre por Rivadavia. Después del fusilamiento del jefe y los principales
sospechados de monárquicos, en sus casas, para matarlos, sin que autoridad alguna les
detuviera la mano. Bastaba ser godo, apodo dado a los peninsulares, para que el
populacho, formado de gauchos, mulatos, negros, indios y mestizos, capitaneado por
Bogotá, tres años antes. Durante varios días se practicó <la caza de españoles> y la fobia
de los cazadores siguió celebrándose con explosión patriótica justificada por el crimen
mostró más de cuarenta víctimas del fanatismo popular, que los victimarios miraron con
Puso fin a este mes trágico un decreto-proclama del Triunvirato, cuyo texto
patria fija sus esperanzas sobre vuestras virtudes sin ejemplo. Buenos Aires, 24 de julio
pues, una novedad para Buenos Aires. Ni siquiera el decreto del 31 de octubre, con que
Rosas puso fin a las mazorcadas, pudo sorprender a nadie. Rosas no innovaba. Seguía el
diciembre del mismo año ordena lo siguiente: “1° Ninguna reunión de españoles
europeos pasará de tres, y en caso de contravención serán sorteados y pasados por las
patria, nocturna, o en parajes excusados, los que la compongan serán castigados con
recinto, si no tuviere expresa licencia del Intendente de Policía, bajo las penas pecuniarias
que supiere que alguno lo intenta y no lo delatare, probado que sea será castigado con la
misma pena.” Este decreto lleva las firmas de Juan José Passo, Nicolás Rodríguez Peña,
decreto terrorista en que se pena con la muerte a los españoles y americanos que de
palabra o por escrito ataquen el sistema de libertad e independencia; (10) a los que
divulguen especies alarmantes de las cuales acaezca alteración del orden público; a los
Diez días después de este decreto, el 7 de abril, domingo de Pascuas, amanecía colgado
frente a la Catedral el cadáver del capitán Marcos Ubeda. Acusado de conspirar, había
sido juzgado en cinco horas y fusilado dos horas después. Las familias porteñas que
estrepitosa caída de Alvear, que se produjo a los ocho días de la terrorífica exhibición.
Pero el método ya había sido introducido en la vida política argentina y era imposible
detenerlo. Actos como éste traían otros, a título de represalia. Caído Alvear, le sucede
Alvarez Thomas, quien designa una comisión militar y otra civil para juzgar los delitos
cometidos bajo el breve período que en documentos públicos -15 años antes de Rosas-
procesó al coronel Enrique Payllardel por haber presidido el consejo de guerra que
(11)
En 1817 son fusilados Juan Francisco Borges y algunos compañeros, por orden de
Belgrano. (12) En 1819, a raíz de una sublevación de prisioneros españoles en San Luis,
son degollados el brigadier Ordóñez, los coroneles Primo de Rivera y Morgado y todos
los jefes y oficiales. (13) En 1820, Martín Rodríguez ordena el fusilamiento de dos
fusilamiento de Francisco García, Benito Peralta, José María Urien, doctor Gregorio
Tagle y comandante José Hilarión Castro. García fué ejecutado el día 24, al borde del
En este mismo año de 1823 gobernaba en Tucumán don Javier López, el general
unitario que en 1830 solicitaría al gobierno de Buenos Aires la entrega del “famoso
criminal” Juan Facundo Quiroga. El general López ejerció en Tucumán una dictadura
Tucumán que no hubiera sido vejado y oprimido; todas las garantías públicas y privadas
desaparecieron de su suelo desde que este jefe encabezara la guerra civil. He aquí -añade
“Don Pedro Juan Aráoz, comandante Fernando Gordillo, general Martín Bustos,
“Don Agustín Suárez, don Manuel Videla, azotados y, a las dos horas, fusilados.
“Comandante Luis Carrasco, con sus dos asistentes, y muchos otros.” (16)
He aquí cómo, en aquel remoto año de 1823, cuando aún no se había iniciado
menos que el padre del unitarismo, en Buenos Aires, y uno de sus principales generales,
en Tucumán.
II
En 1826 se designó presidente a Rivadavia, se decretó el cese de la provincia de
términos:
“Hay que decir, respecto de la actuación del señor Rivadavia y del Congreso
Constituyente de 1826, que arrastraron a la nación a la más espantosa guerra civil, cuya
consecuencia fué la dictadura sangrienta. ¿Que se equivocaron de buena fe? ¿Que el país
de nuestros antepasados por los acontecimientos o por los hechos que su conducta
del país, debe creerse, con fundamente que no tuvieron conciencia de lo que sus deberes
les exigían. Faltáronles a Rivadavia y al lucido círculo que lo rodeaba esa visión nítida y
exacta que caracteriza a los grandes hombres de Estado y también el necesario dominio
de las condiciones en que debían legislar. Cuando desaparecieron de las elevadas esferas
porque sus cimientos sólo se habían apoyado en el terreno peligroso de las utopías
políticas.” (17)
terreno para su aceptación unitarizando por la fuerza algunas provincias. Tal fué la
el fin que se había propuesto, Lamadrid inició una sangrienta campaña, teniendo por
que a las órdenes del coronel Domingo López Matute se habían puesto a su servicio. La
la derrota invadieron a Santiago del Estero cometiendo allí una larga serie de incendios,
degüellos y atrocidades de toda índole. (18) “La bandera -comenta Bernardo Frías-
cargó con el fruto de la máquina de que se servía, y, ya en aquel año tan atrasado a
Rosas, hemos leído en papeles de la fecha, salidos del rincón lejano de Catamarca,
Terminada la guerra con el Brasil, los unitarios, que no habían aprendido nada
encender la guerra civil. Lavalle asumió la dictadura y fusiló a Dorrego y a todos los
oficiales tomados prisioneros en Navarro y Las Palmitas. (20) Paul Groussac, historiador
siguieron muchas otras, y la sentencia <legal> que precedió a las ejecuciones de Mesa,
Manrique, Cano y otros prisioneros de guerra no borra su iniquidad. Mientras los diarios
las propiedades de Rosas y demás <ricachos del pueblo que lo auxilian>. Y luego añade
número y tamaño-, poco dejaba que innovar al sucesor. Sin comparar, pues, la
inconsciencia del uno a la perversidad del otro, ni una dictadura de seis meses a una
tiranía de veinte años, queda explicado el doble fenómeno del despotismo creciente, por
desarrollo natural, al par que el de su impresión decreciente en las almas pasivas, de muy
antes desmoralizadas por la semejanza de los actos, fuera cual fuera la diferencia de las
personas.” (21)
dictadura y tiranía, según se trate de Lavalle o de Rosas, nos parece ridículo pretender
que en veinte años se hubiesen cometido menos atrocidades que en seis meses. Sería
preciso ver lo que habría hechos Lavalle si hubiera tenido que gobernar veinte años en
los seis meses que gobernó Lavalle con seis meses tomados al azar en el gobierno de
sucesivo el hecho de morir mayor número que el de nacidos.” En efecto, en 1829 mueren
en la ciudad de Buenos Aires 883 personas más de las que nacen; mientras que en 1840 y
coronel Estomba, hombre cuya exaltación concluyó en locura, y que había sido enviado
por Lavalle para unitarizar la provincia, la recorría fusilando federales. Acerca de sus
procedimientos nos ilustra Manuel Bilbao cuando dice que dicho coronel “recorría la
campaña dominado de un furor tal que las ejecuciones las ordenaba a cañón, poniendo a
las víctimas en la boca de las piezas y disparando con ellas.” (23) Así murió Segura,
situación de cierta partida federal.” (24) A otros ciudadanos, por el mismo delito, los
Estomba. He ahí el caso, referido por Arnold y otros, y citado por Gálvez, del coronel
Juan Apóstol Martínez, quien “hace atar a la boca de un cañón a un paisano, que muere
“Las tropas mandadas por Rauch -dice más adelante Gálvez- matan a los
hombres que encuentran en las calles de los pueblitos. Calcúlese que más de mil hombres
aparecen asesinados. Sólo en el caserío llamado <Las Perdices> dejan siete fusilados. En
una oreja humana, dice que es del manco Castro, y que tendrán igual suerte las de otros
federales. A una criatura de siete años la matan porque lleva una divisa” (27).
por el terror. Después del combate de La Tablada, fueron fusilados por orden del coronel
Dehesa, jefe de estado mayor del general Paz, 23 oficiales y 120 soldados de Quiroga
que habían caído en poder de los vencedores. (28) Parece que Dehesa intentó sacrificar a
todos los prisioneros, pero luego, accediendo a un pedido de moderación, optó por
hacer ejecutar su sentencia tan sólo con los oficiales y con soldados quintados mediante
el siguiente procedimiento, que nos describe Calle: “Se hace formar a los prisioneros en
cada quinto hombre, le ordena que dé un paso adelante. De ese modo se apartan ciento
veinte hombres, se les conduce hasta el borde de una zanja y se les fusila.”(29) El general
Paz, en sus Memorias (30), a pesar de su pretendida veracidad, hace extensiva la orden a
Dehesa a sólo dos oficiales; pero se contradice cuatro líneas después al hacer decir al
mismo Dehesa que “algunos de ellos eran de los sargentos que sublevaron el N° 1 de los
Andes”, frase inexplicable si los condenados hubieran sido sólo dos. El mismo día de esta
matanza fueron asesinados otros cuatro prisioneros federales. (31) Paz narra el hecho
que acaba de falsear la verdad acerca del número de oficiales fusilados y de silenciar la
estrategia literaria.
sublevación de Los Barriales, los unitarios se habían apoderado del poder, designando
gobernador al general Alvarado. Éste logra llegar a un entendimiento con los Aldao,
arreglo y, al mando de Soloaga, se sitúan en el campo del Pilar y entablan la lucha. “Los
Aldao -dice Paz- se pusieron al frente de sus fuerzas, pero nuevas negociaciones vinieron
en que menos se esperaba, por disposición de don Félix, rómpese un vivo fuego de cañón
convincente. Acerca de ella, el teniente coronel Carlos A. Aldao hace las siguientes
fusilamiento para salir de él, o ¡ya se había ejecutado el hecho cuando se trabó la
refriega!? Si el ataque fué por sorpresa, ¿cómo dió tiempo al fusilamiento? Un hecho de
trata, en resumen, de un hecho poco claro; pero, sea cual sea la forma en que se
desarrolló la tragedia, es indudable que los unitarios no anduvieron con rodeos para
una campaña en la cual, según sus propias palabras, alternó la dulzura “con algunos actos
pecho y por la espalda...A algunos les arrancan los ojos y les cortan las manos. En San
Romero, le hacen cavar su propia fosa antes de ultimarlo, hazaña que se repite con otros.
Algunos departamentos de la Sierra son diezmados. Por orden, sino del general, de
alguno de sus lugartenientes, ciertos desalmados, como Vázquez Novoa, apodado Corta
Orejas, el Zurdo y el Corta Cabezas Campos Altamirano, lancean a los vecinos de los
“Los coroneles Lira, Molina y Cáceres rindieron la vida entre suplicios atroces.
insepultos.” (36)
Así pudo decir un oficial de Paz, después de explicar cómo habían adoptado la
medida de “no dejar vivo a ninguno de los que pillásemos”, que:... “mata aquí, mata allá,
mata acullá y mata en todas partes, fueron tantos los que pillamos y matamos que, al
combate -por supuesto que con la sana intención de cargarlas todas en la cuenta de
“Montoneras (de Córdoba y San Luis, el año de 1830). Mueren 800 soldados de
Rosas.” (38)
campaña militar es ésta, donde un bando pierde 800 hombres y el otro ninguno? Parece
“En esa persecución murieron sobre tres mil argentinos por la ferocidad de los
brutales, no sobre soldados de Rosas, sino sobre argentinos de Córdoba, San Luis, de La
Rioja.” (39)
Las mismas Memorias dejan translucir algo -aunque muy poco- acerca de otros
“actos de severidad” del general Paz. En noviembre de 1830, a raíz de haberse sublevado
una división unitaria, y luego de sofocada la rebelión, fueron fusilados el mayor San
Martín, el teniente Hervas y otros dos hombres. (40) Por ese mismo tiempo envió Paz a
Lamadrid a sofocar una montonera en El Tío. En esa expedición Lamadrid hizo fusilar al
“se reproducen los fusilamientos de prisioneros.” (42) En ella tomó parte Lamadrid,
quien se encarga, en sus Memorias, de relatarnos cómo hizo lancear soldados vencidos,
Quiroga y me señalaron, al este, una partida de 12 hombres que corrían a escape como a
cuatro cuadras de distancia. ¿En qué caballo va? -les pregunté, y, contestándome que en
un castaño overo-; lanceen a esos hombres- dije a mis sargentos... A seis u ocho cuadras
preguntéle cuál de ellos era Quiroga. “-No viene aquí- me contestó.” -Lancéenlo- dije a
los que venían atrás a escape. A poco instante paróse otro, igualmente con el caballo
cansado, y siendo igual su respuesta de no ir allí Quiroga, repetí la misma orden.” (43)
Asegurada por estos medios la situación en Córdoba, Paz resolvió enviar fuerzas
a las demás provincias, para imponer en ellas, con los mismos métodos, el régimen
unitario.
sin resistencia, se dedicó a aplicar la ley del rigor sobre los partidarios de Quiroga. A don
Ignacio Videla le escribe:... “espero que dé Vd. orden a los oficiales que mandan sus
fuerzas en persecución de esa chusma que quemen en una hoguera, si es posible, a todo
montonero que agarren.”.. “El Pueblo está empeñado en que reclame la persona de
Echegaray, lo cual hago de oficio. A estas cabezas es preciso acabarlas, si queremos que
haya tranquilidad duradera. Espero, pues, que Vd. lo mandará bien asegurado al cargo
doscientos federales que ha capturado en Los Llanos y los hace lancear en su presencia;
y, para lograr éxito en una contribución que impone en la ciudad, fusila a cuatro personas
Ni las mujeres y menores se ven libres de su saña. “Encarcela y pone una pesada
asuntos. “Acabo de saber por uno de los prisioneros de Quiroga -escribe a Juan Pablo
aquél es efectivo el gran tapado de onzas que hay en los tirantes, mas no está como
dijeron al principio, sino metido en una caladura que tienen los tirantes en el centro, por
hacha los cale Vd. en toda su extensión de arriba, para ver si da con la huaca ésa, que es
considerable. Reservado: Si da Vd. con ella, es preciso que no diga el número de onzas
que son, y si lo dice al darme el parte, que sea después de haberme separado unas
trescientas o más onzas. Después de tanto fregarse por la patria, no es regular ser zonzo
cuando se encuentra ocasión de tocar una parte sin perjuicio de tercero, y cuando yo soy
a San Juan, al frente de una división de caballería, asumió el gobierno durante una
semana. Un día de ese breve gobierno “el coronel Quiroga del Carril es condenado a
muerte. Se lo fusila, una mañana, en la Plaza de San Juan, bajo los altos del Histórico
Cabildo.” (49) Ese mismo día por la noche fué asesinado en la cárcel el doctor Francisco
forma de que se valió para eliminarlo. “Le ordené al oficial Coria -dice- que previniera al
centinela que lo relevara al de la puerta del preso, que se prestara a la seducción que le
hiciera, aun se bajara con él, si le invitaba a fugarse; que si tal sucedía, estuviese muy
vigilado, para que al tiempo de ganar la calle le disparase cuatro tiros, gritando a la
guardia, pero que cuidara de que no se trasluciera semejante intriga, pues debería
indagarse al día siguiente por sumario.” (50) El plan falló, porque, según parece, Bustos
menor indicio de que hubiese intentado evadirse, como se hizo creer, fué muerto a
balazos en la misma prisión.” (51) Detalle interesante: “El día anterior de la muerte del
doctor Bustos, el gobernador Lamadrid le exigió 6.000 pesos, que no tenía ni esperaba
En Santiago del Estero, Paz no estuvo mejor representado. Dicha provincia fué
por Javier López, dictador sangriento de Tucumán en 1823. Tales jefes estuvieron en
Santiago a la altura de sus antecesores. Los cargos recaídos sobre Dehesa, que fué quien
asumió el gobierno, son análogos a los que se hicieron a Lamadrid. El mismo Dehesa,
por otra parte, se encarga de corroborarlos con cartas como la siguiente, dirigida al
“Lo primero que debe Vd. hacer es prender, sin ser sentido, a don Sebastián
seguridad. En seguida, hará Vd. que de las haciendas de este bribón y de las del traidor
Ibarra se provea a las necesidades de la tropa, permitiendo que los miserables tomen los
animales que puedan... Caiga Vd. sobre la Rosario Lemus, siempre que ésta tenga
injerencia en estos tumultos, y despáchemela con todos los conocimiento que puedan
tomarse sobre su criminalidad. Si llega a pillar algunos vándalos de los que capitanean,
fusílelos, y escarmiente con el saludable terror de estos delincuentes a los que éstos
seducen. Procure Vd. no dejar a estos ricos perversos los recursos de caballos, tómelos
Vd. todos; y de ellos sólo, si alcanza, llene Vd. el número de los 500 que en mi anterior
“El doctor Eusebio Agüero, diputado del general Paz cerca de los gobierno de
escolta por una de las partidas de Ibarra, fué tomado prisionero, tratado con atención y
dejado ir en libertad, se lamentaba en oficio al general Paz de que la conducta opuesta
del coronel Dehesa y de sus adláteres les hubiese hecho perder la provincia de Santiago,
pues que -decía- <violaban, robaban o asesinaban a toda persona que encontrasen>.”
(54)
“quienes -dice- debieron responder al cargo.” (55) Olvida, sin duda, que él también tenía
campamento de Chacay, cayó en una emboscada y fué asesinado por los indios,
juntamente con don Gabino García, su ministro de gobierno; don José Aldao,
Gregorio Rosas; los tenientes coroneles José Gregorio Sotelo y Felipe Videla; don
Lázaro Aldao, ayudante mayor; don Juan Saavedra, don Domingo Durañona, don José
ministro Godoy Cruz no era ajena al terrible crimen, y cuando volvieron los federales al
Castillo ante los caciques para inducirles a cometer el crimen fué don Jacinto Godoy; que
éste mantuvo correspondencia con los pincheyrinos; que Videla Castillo remitió
que éste, después del crimen, fué agasajado por Videla Castillo, inclusive con un baile; y
que los caciques fueron generosamente recompensados con 500 yeguas, 200 vestuarios y
quien declaró rotundamente al padre Gómez, capellán de los toldos de Pincheyra, que
“fué cometido por los bárbaros a quienes encabeza el perverso y desnaturalizado caudillo
Julián Hermosilla, con previo acuerdo y recomendación de don José Videla Castillo y su
director, don Tomás Godoy Cruz, que por medio del intrigante, tirano, cruel y bajo don
El general don José Benito Villafañe había sido gobernador de La Rioja. Cuando
ésta fué ocupada por Lamadrid, Villafañe emigró a Chile. Lamadrid se hizo elegir
gobernador e hizo dictar de inmediato una ley, de fecha 5 de junio de 1830, por la cual
“eran declarados proscriptos y fuera de la ley los individuos don Juan Facundo Quiroga y
don José Benito Villafañe, autorizando al P.E. para que reclame sus personas e intereses
que se les condenaba, y sujeto a la misma pena a la persona que les prestase asilo.” (57)
Esta ley, que en sí era una enormidad, lo resultó más aún por su ejecución, que se
dispuso a cumplirla matando a Villafañe. Éste fué informado de ello y pidió protección a
con una partida dispuesto a cumplir su propósito. Villafañe intentó defenderse; pero,
muertos o heridos varios de sus compañeros, se rindió, no obstante lo cual fué ultimado
Este asesinato provocó una dura represalia de Quiroga, que era intimo amigo de
IV
abre un paréntesis en el terror celeste. Rosas sigue gobernando en Buenos Aires. ¿Cómo
ha reaccionado frente a la ola de sangre con que los unitarios acaban de barrer el
interior? Con los famosos 10 fusilamientos -y no 16, como dice Rivera Indarte-(60) en
San Nicolás de los Arroyos, de presos por delitos de Estado, seis de los cuales fueron
actores en la campaña de la Sierra. (61) Los demás fusilamientos ordenados por Rosas
en los tres años de su primer gobierno no alcanzan a los que ordenó Lamadrid en un solo
día en La Rioja. Mucha sangre argentina deberá aún ser derramada por los unitarios
parte por la diplomacia inglesa, es comunicado a don José de Ugarteche por Manuel
El plan consiste:.. “en declarar la guerra con cualquier pretexto a Buenos Aires,
suscitando querella por Martín García, o por la conducta del general Lavalleja, etc., o
con cualquier motivo frívolo, lo que lleva la mira por parte del gobierno de Montevideo
de apoderarse del Entre Ríos y de la navegación del Uruguay; y por parte de los unitarios
el que, armándose un ejército por Buenos Aires para resistir esta hostilidad, se le dé el
mando de él a... don Estanislao López, quien se levantará con él y se declarará por la
revolución. Es parte principal y preparatoria de este plan que el señor López, de Santa
Fe, rompa con los señores Rosas y Quiroga, halagándolos con pérfidas sugestiones, pero
adelantado. Este plan todo de sangre y escándalo lo ha ejecutado y convenido don Julián
Agüero en Montevideo, con Rivera, Obes y los españoles y unitarios de uno y otro
lado.” (62)
A este plan se refería Rosas durante la expedición al desierto, cuando daba como
fusión de partidos. Bastó esta modalidad suya para que los unitarios lo rodearan
Lírica, recopilación de composiciones poéticas que le fué dedicada, y que lleva, entre
otras firmas, la de Juan Bautista Alberdi. La acción de sus falsos amigos no tarda en
español Fascio y no reconocida por Rosas. A su vez, Latorre, también “halagado” por
unitarios, apoya las invasiones de los López a Tucumán, destinadas a llevar al gobierno
declara la guerra a Latorre e invade su provincia. Lo mismo hace Fascio desde Jujuy.
Este último triunfa sobre los salteños el 13 de diciembre y toma prisionero a Latorre,
liberarle, y con ese pretexto es muerto a lanzazos en su propio lecho, junto con el
coronel Aguilar, por Mariano Santibáñez. No cabe duda de la inspiración unitaria de este
doble asesinato. (63) Rosas, a quien era difícil engañar, no reconoció el nuevo gobierno
de Salta, resultante del complot, y lo calificó de intruso. Poco tiempo después fué
comenzar el segundo. Quiroga ha sido enviado por Rosas para lograr un entendimiento
entre los dos gobernadores del Norte. Al llegar a Pitambalá, se entera de la muerte de
Latorre. Sigue hasta Santiago del Estero, a donde llega el 3 de enero de 1835, y allí
celebra varias conferencias tendientes a apaciguar los ánimos después de los recientes
años. El ejecutor material fué Santos Pérez al frente de una partida. Los inspiradores
fueron los hermanos Reinafé, Cullen y los unitarios de Montevideo. La carta citada de
Manuel Moreno y su confirmación por las revelaciones que hizo Ruiz Huidobro al
doctor Maza, arrojan mucha luz al respecto; y el proceso de los asesinos, así como las
conclusiones que de él deduce Saldías, no dejan lugar a dudas. Quedaría sólo por
averiguar si hubo o no complicidad de Estanislao López. Saldías cree que sí; Cárcano,
que no. En realidad, será difícil llegar alguna vez a una conclusión definitiva al respecto,
ya que López sufría a la vez la influencia de Rosas y de Cullen. Sin embargo, y dado que
Cullen actuaba muchas veces por su propia cuenta y a espaldas de López, no sería
año Lavalle habla de “haberse frustrado las esperanzas que López había hecho concebir”
(64); y que Rosas, sea por convicción o por razones de conveniencia política, no pareció
Quiroga, “halagado” por los unitarios durante su permanencia en Buenos Aires, había
sido luego “sacrificado”, tal cual estaba previsto. Con él, y a partir de Dorrego, era ya
años. Es de imaginarse el estado de ánimo de Rosas, tanto más cuanto que no ignoraba
capataz Juan José Díaz, fechada en la estancia “San Martín” el 3 marzo de 1835, se
expresa así:
“Política. El señor Dorrego fué fusilado en Navarro por los unitarios. El general
Villafañe, compañero del general Quiroga, lo fué en su tránsito de Chile para Mendoza,
por los mismos. El general Latorre lo ha sido a lanza, después de rendido y preso en la
cárcel de Salta, sin darle un minuto de término para que se dispusiera. El general
Quiroga fué degollado en su tránsito de regreso para ésta, el 16 del pasado último
febrero, 18 leguas antes de llegar a Córdoba. Esta misma suerte corrió el coronel José
Santos Ortiz y toda la comitiva, en número de 16, escapando sólo el correo que venía y
un ordenanza, que fugaron entre la espesura del monte. ¡Que tal! ¿He conocido o no el
verdadero estado de la tierra? Pero ni esto ha de ser bastante para los hombres de las
luces y de los principios. ¡Miserables! Y yo, insensato, que me metí con semejantes
el pueblo de Buenos Aires, que en esos días lo plebiscita para que gobierne con la suma
Latorre y Quiroga aun faltaba el tercer acto; la muerte del general Alejandro Heredia.
secretario Marco Avellaneda. Dos años antes habían respondido a un mensaje suyo en
magistrado que con una mano protegía las instituciones y con la otra, terrible como el
aplastaba la hidra con sus cien cabezas y aumentaba las glorias de los tucumanos.” (67)
campo, fué asaltado en Los Lules por una partida al mando de Gabino Robles compuesta
por Juan de Dios Paliza, Vicente Neyrot, Gregorio Uriarte y José Casas. Heredia, que en
cierta ocasión había abofeteado a Robles, comprendió sus intenciones, y se dice que le
ofreció cuanto pidiese, contestándole Robles que sólo quería su vida y descerrajándole
tres tiros.
La vox populi sindicó como instigador del hecho a Marco Avellaneda. Y aun hoy,
guerra. Los dos incisos del acta de ese consejo referentes al crimen de Los Lules dicen
así:
asesino del finado general Heredia, el día que se perpetró el hecho, dijo: que el día antes
del asesinato le pidió al referido asesino Casas el mencionado caballo al que declara para
“Preguntado: con qué objeto salió el mismo día que se asesinó al general Heredia
y se vió con uno de los asesinos llamado Robles en circunstancia que éstos entraban al
pueblo, dijo: que su hermano político don Lucas Zabaleta lo había invitado para que lo
acompañase a pasar el día en su chacra del Manantial: que en su camino a esta chacra y a
muy poca distancia de la Capital se encontró con los asesinos, que traían una partida de
quince a veinte hombres: que al verlo desde alguna distancia le mandaron hacer alto: que
el declarante obedeció y que al instante se adelantaron tres o cuatro de los asesinos, entre
ellos el mencionado Robles: que este último completamente ebrio, le alargó la mano
gritando “ya sucumbió el tirano”, cuyo grito fué repedido por los otros dos o tres que
lo acompañaban: que el declarante, atemorizado por esta escena, no atinaba con lo que
significaba ella hasta que el mismo Robles le dijo que él con sus propias manos había
declarante replicó Robles: “hoy no es día de pasear, sino de trabajar por la patria: vuelva
usted a la ciudad y reúna la Sala de Representantes para hacer una nueva elección de
gobernante, que nosotros por nuestra parte no queremos nada”: que el declarante no
la Sala: que el declarante se separó entonces a galope largo y que, sin embargo de haber
andado a éste a la ciudad, no consiguió llegar sino tres o cuatro minutos antes que ellos.”
(69)
uno de los asesinos, que se encontró con ellos después del crimen y que les aprobó su
conducta. Las coincidencias y el temor con que pretende explicar esos hechos, a nuestro
Pero hay más. El 5 de febrero de 1839, en una carta dirigida a Pío Tedín,
“Si nos engañamos en la elección de los que han de suceder a los que hoy
(70)
Aunque la palabra robles vaya escrita con minúscula, no es necesario ser muy
lince para adivinar el doble sentido de la frase y todo lo que ella deja traslucir.
quien fué ministro general en 1840 el propio Avellaneda, para sucederle luego en 1841.
gobernador Heredia.
Ante este conjunto de tradiciones, documentos y hechos, nos parece que el juicio
Avellaneda.
V
cuando inició Lavalle su famosa “cruzada libertadora”, con la ayuda y bajo la protección
Sus procedimientos arbitrarios no habían variado en los diez años transcurridos desde su
general Paz se perdió por no haber querido abandonar las vías legales” y que “el pueblo
correntino quiere ser libre, y todos los medios que se adopten para conseguirlo los
considera sagrados.” Y al final añadía esta significativa postdata: “Espero que Ud. estará
tan bueno de salud como yo, para que me ayude a hacer degollar al ejército de Máscara
todo entero.” (71) Poco antes -el 2 de diciembre- le había escrito lo siguiente: “Si el
enemigo se acerca, es bueno que se introduzcan hasta Santa Lucía, porque allí los
degollaremos a todos sin escapar uno solo.” (72) Y en una proclama a los correntinos
repetía: “La hora de la venganza ha sonado; vamos a humillar el orgullo de esos cobardes
muerte sin piedad.”(73) Era evidente que el terrible “libertador” venía poseído de la
obsesión del degüello. Su aliado Ferré, por otra parte, no le iba en zaga. El 28 de
noviembre había lanzado una proclama con esta angelical incitación: “Derramad a
torrentes la inhumana sangre, para que esa raza maldita de Dios y de los hombres no
tenga sucesión.” (74) Que todo esto no quedaba en palabras, la prueba la siguiente carta
hecho recorrer mi memoria para buscar un suceso que referirle, y no encuentro otro que
el de haber tomado Barboza, hace muchos días, en la inmediación del Sauce, un oficial y
cuatro soldados del enemigo, que cruzaban el campo. Mandó aquí uno o dos que eran
¿Qué programa traía Lavalle el año 39? ¿Qué motivo tan grave lo movía a invadir
su patria aliado al extranjero enemigo? ¿Venía a unificar el país? No. Por lo menos, así lo
da a entender su proclama a los habitantes de Entre Ríos, en que les decía: “Olvidados de
nuestras opiniones de otros tiempos; no queriendo más principios que los que profesa
toda la República; dóciles a las voluntades victoriosas de los pueblos, nosotros venimos a
Derrocar la tiranía, se dirá. Pero, entonces, ¿por qué empleó los mismos métodos de que
Providencia. Y sólo esas estrellas podían revelarnos los suspiros de amor que se elevaban
hasta ellas, exhalados por el pecho tierno de aquellos soldados, arrancados por la libertad
a las caricias maternales y a la sonrisas de la mujer amada, en la edad en que la vida del
leguas de ese lugar en que la libertad velaba con su manto de armiño el tranquilo sueño
Hoy, la historia nos dice otra cosa. Los ejércitos de Rosas no serían
distinguidos, como Mansilla, Pacheco, Oribe, Rolón, Corvarán, Granada y tantos otros.
“El dictador Rosas -dice el acérrimo unitario Andrés Lamas- ha verificado un cambio
las tropas regladas y de la guerra regular, y, aunque incapaz de hacerla por sí mismo, ha
tenido el buen sentido de intentarlo por todos los medios que han estado a su alcance.”
(78) En cambio, el “ejercito libertador” era una verdadera montonera. No habían entrado
autoridades recurrieron de ello al gobernador Ferré, que era una sombra de poder. Las
se entregaban a desórdenes que nadie sino el general Lavalle podía reprimir... y ejercía
sobre la propiedad privada graves abusos que desdecían completamente de los principios
no mejoró durante la campaña de Entre Ríos, tenemos el testimonio del general Paz: “En
tiempo de la campaña de Entre Ríos -dice-, y juzgo que lo mismo fué después, no se
necesitaban licencia para ausentarse por ocho o por quince días, y lo peor es que estas
ausencias no eran inocentes, sino que las hacían para ir a merodear y a desvastar el país.”
(80)
“romancesco” como a Mármol, que lo veía desde su escritorio de Montevideo; y así fué
escribe al Dr. Francisco Pico: ... “le agregaré que el ejército libertador va a asolar este
país. Rodeos enteros desaparecen por el desorden con que se carnea. ¡A los Molinas,
padre e hijo, les carnearon 2200 reses en seis días!! Nada se respeta: las manadas de
yeguas, las crías de mulas se destrozan para hacer botas.” (81) Harto al fin, se retira. “He
tenido que abandonar las filas del ejército libertador”, le vuelve a escribir al doctor Pico,
y añade: “El general Lavalle tiene un orgullo infernal y es más déspota que Rosas. Bien
convencido estoy que para Lavalle no hay patria: no habrá sino males, y más espantosos
que los causados por Rosas, porque sus propensiones son peores que las de aquél.” (82)
Y poco a poco se van retirando varios jefes descontentos: Montero, Paz, Elía, Vega,
entusiasmo por esa “libertad” que se le ofrecía en la punta de una lanza teñida en sangre.
La confiesa uno de sus jefes, el coronel Elía, edecán de Lavalle: “En esta oportunidad
-escribe- conoció todo el ejército la obcecación de los hombres que servían al tirano,
pues a pesar de haber sido completamente destruidos los cuerpos que se habían atrevido
a presentársele, no hubo uno solo que buscase su reunión con los libres.” (84) Más aún:
lo confiesa el propio Lavalle, en carta a su esposa: “No he encontrado más allá que
hordas de esclavos, tan envilecidos como cobardes y muy contentos con sus cadenas...
No concibas muchas esperanzas, porque el hecho es que los triunfos de este ejército no
hacen conquistas sino entre la gente que habla; la que no habla y pelea nos es contraria
y nos hostiliza como puede. Este es el secreto origen de tantas y tan engañosas ilusiones
sobre el poder de Rosas, que nadie conoce hoy como yo.” Habla de abrazarla pronto.
“Ya no dudo de que así será, porque en esta tierra de m...no hay quien me mate, gracias
insaciable deseo de venganza contra el pueblo argentino, que había permanecido fiel a
ejército, recibió la siguiente respuesta: “disciplina, dice Ud. ¡Orden y piedad para Rosas y
los suyos! ¿Y sabe cuáles son los suyos? No son solamente Oribe, Pacheco y Lagos; son
todos esos cobardes que se dicen sus enemigos y que, sin embargo, autorizan con su
inmovilidad y silencio las atrocidades del bárbaro que los azota y humilla. ¡Disciplina en
nuestros soldados! ¿quieren matar? ¡Déjelos que maten! ¿Quieren robar? ¡Déjelos que
roben!” (86)
(87) no es extraño que la ciudad de Santa Fe, después de caer en manos de Lavalle,
haya sido saqueada durante mes y medio por más de mil soldados “libertadores”, que “no
trágica retirada. “De las fuerzas libertadoras del general Lavalle -dice Antonio Díaz-
entregarlo a saco, los asaltantes de aquella población indefensa cometieron las tropelías
más inauditas con las mujeres, persiguiendo y lanceando a los vecinos hasta en el interior
de sus casas. Aquella población quedó desierta por muchos días; sus habitantes habían
Verdad es que los hombres degollados, las mujeres violadas, los campos talados,
todos los excesos cometidos por los unitarios entre los pobres paisanos de las provincias,
no han encontrado un Rivera Indarte que los recopilara pacientemente y los publicara
del terror celeste, tanto o más extensas que las del rojo, no se escribirán nunca. Si fué
fácil saber quiénes fueron los veinte o treinta ciudadanos “de copete” -como se decía
entonces- degollados en Buenos Aires en octubre del año 40, era imposible llevar la
cuenta de los centenares de criollos del interior asesinados a mansalva por los soldados
Hay que decir la verdad de una vez por todas. El angelical Lavalle que se nos ha
demostrarlo el terror que sembró a su paso, lo demostrarían los fusilamientos que ordenó
prisioneros al capitular Santa Fe. Se habían rendido con garantía de la vida, lo que no
impidió que Lavalle, ante un pedido de sus oficiales, respondiese: Sí, señores; los
prisioneros serán fusilados, como narra su propio edecán, el coronel Elía. (91) La
sentencia no se cumplió, porqué alguien hizo notar que causaría mala impresión en la
Banda Oriental, dada la nacionalidad uruguaya del general Garzón. pero lo cierto es que
Lavalle dispuso el fusilamiento, y no que rechazó la idea con aquellas beatíficas palabras
que pone en su boca la leyenda unitaria: “¡Aun tengo sobre mi corazón la muerte de
Dorrego!”
que, a su paso por Catamarca, amenazó al gobernador José Luis Cano: “No será el
Poco después había de hacer pasar por las armas al ex-gobernador Villafañe, de la Rioja.
(93)
También lo son Franco, Guerrero y fray Nicolás Aldazor. Este último famoso orador
sagrado y maestro de teología, ha sido enviado por Rosas como emisario de paz; pero
vecino de Córdoba, don José Fermín Soaje -quien logra convencer a Lavalle de que con
la muerte del fraile sólo logrará horrorizar a los religiosos habitantes del interior-,
Aldazor es separado a último momento del grupo de sentenciados. Los otros dos son
ordenándole haga pasar inmediatamente por las armas a los señores Boedo, Pereda y
Chaves, por conspiradores contra el gobierno de esa provincia. Esta carta tiene el objeto
Libertador y del poder del Oriente, que lucha de cerca contra la tiranía, y las traiciones se
repetirían todos los días, alentados sus cómplices con la impunidad. El escarmiento
ejemplar de los malvados Boedo, Pereda y Chaves advertirá a los que quieran imitar su
conducta que sabemos castigar crímenes semejantes; y no dude Ud. que esa provincia
quedará perfectamente asegurada, desde que se castiguen con severidad los atentados
Dionisio Puch no cumple la orden. El crimen está muy lejos de haberse probado,
y, en lo que respecta a Chaves, sólo hay ligeras sospechas. Pero tampoco se anima a
oponerse al iracundo jefe, y opta por quedarse con Chaves y remitirle los otros dos
prisioneros, para que haga con ellos justicia, lavándose él las manos. Lavalle, no bien los
circunstancia que no favorece, por cierto, a quien lo mandó ejecutar. Afírmase que la
madre de dicho coronel, doña Nicolasa Boedo, ofreció un elevado rescate, que Lavalle
aceptó, y para pagarlo hubo de vender cuanto tenía. Cuando Lavalle recibió el dinero,
dió la contraorden, pero demasiado tarde, a pesar de lo cual se quedó con el precio. Así
lo afirma la tradición salteña, y como tradición lo damos. (96) Por otra parte, no nos
sorprendería mucho tal indelicadeza por parte de quien, antes de dejar el gobierno, el año
29, distribuyó entre sus oficiales 275.000 pesos del tesoro público “teniendo en vista la
necesidad de ponerlos a cubierto de los sucesos venideros”, según reza el decreto. (97)
VI
Perros unitarios,
a inmundos franceses
Sabed, argentinos,
Pero, una vez en Tucumán, se unió a los que poco antes consideraba “perros” y
no se ligan nunca
Y cuando su patria
ven amenazada,
olvidan agravios,
corren a salvarla.
Lejos de ello:... “uno de los primeros actos del Gobernador Lamadrid fué (el 4 de
cura de Graneros, a don José María Valladares, a los comandantes Calixto Pérez y
Acosta, a don Pedro Miguel Heredia y al coronel Lucero: el 14 del mismo mes,
Luego partió a castigar el federalismo de los salteños. Llegado que hubo a Salta,
decretó varias penas de muerte. Uno de los sentenciados era el rengo Cabrera, coronel
dolor público, un joven de 18 años. El único crimen de todos era su “rosismo.” De nada
Marcelino López. (100) La sentencia fué ejecutada en la plaza pública, mientras sólo a
media cuadra, el general Lamadrid presidía el gran banquete con que le obsequiaban los
ciudadanos que se habían pronunciado contra la “tiranía” de Rosas. (101) Las descargas
de los ejecutores habrán sin duda proporcionado un digno fondo musical a los brindis
por la “libertad.”
cartas; (103) dos enfermos en Fraile Muerto y otros dos hombres que supuso eran
espías. (104)
Mendoza y en San Luis. La de Mendoza constituye un fracaso; pero la de San Luis, para
la cual había logrado el apoyo de la indiada de Baigorria, logra el poder por dos meses.
“La provincia de San Luis, en particular su pueblo -escribe Pablo Lucero a Bernardino
Vera-, ha sido saqueado por los indios, y asesinado el administrador de correos.” (105)
Ante el fracaso de sus planes, Lamadrid resuelve proceder por sí mismo. En
1841, después de haber tomado en San Juan a la señora e hijos de Benavidez como
A juzgar por Zinny, ese gobierno fué un episodio idílico. Todo es júbilo y
entusiasmo. Señoritas que arrojan flores al grito de vivan los libertadores y mueran los
entonces ella coloca en sus sienes una corona de laureles, a lo que el héroe llora
“copiosamente.” Luego de esta emotiva descripción añade Zinny que el gobierno del
general Lamadrid duró sólo 19 días, de lo que pareciera lamentarse, y nada más. (107)
Veamos ahora qué nos dice la verdadera historia, por boca de otro hijo de
“En el acto dió un bando ordenando la entrega de los bienes de todos los
enemigos políticos, debiendo las personas que tuviesen a su cargo dichos intereses
presentarlos dentro de las 24 horas, so pena de perder a su turno todos sus bienes y ser
castigadas <con una severidad inflexible>, incurriendo en igual pena el que no delatare a
los infractores...
los clasificados, so color de recoger el armamento oculto. La pena a los infractores era la
de la época; confiscación de todos los bienes y servicio militar en los cuerpos de línea.
“En seguida ordena se incorporen al ejército todos los hombres de 15 años a 50,
y estableciendo que el que no concurra será reputado enemigo, y , por ende, se incluirá
“Creó una especie de <consejo de los diez>, bajo el nombre de tribunal militar.
Su jurisdicción fué sencilla: <para que entienda y decida definitivamente en todos los
negocios que por su naturaleza sean incompatibles con las inmensas atenciones que
requiere copia de todo decreto o bando; se adjudica una guardia militar; organiza un
cuadro de ayudantes; y a las pocas horas choca con el E. M., quien se resiste a su
sentencias, condenando a muerte a dos ciudadanos. (108) Al día siguiente prosigue sus
bienes de los que no tuviesen patente limpia de unitarios, y asegura al ministro <que
pondrá todo su conato en hacer que las disposiciones superiores sobre confiscación de
recaer en todo federal. Añade que, <firme a esa resolución de hacer cumplir a todo
trance los decretos y disposiciones del gobierno, precisa ya en el momento poder contar
“El ministro Villafañe señaló el día 12 de septiembre, a las 4, para que los
“Las confiscaciones llovieron como diluvio sobre toda persona rica: ni los curas
escaparon. Así mismo Lamadrid no obtenía el dinero ni los artículos que necesitaba. El
en pago hasta la mitad de la cuota fijada. Como casi todos los vecinos pudientes
estuviesen prófugos, el tribunal militar se arrojó sobre sus señoras, y, sin respetar el sexo,
hizo poner grillos a las damas más respetables de Mendoza, como a la señorita hija de
don Agustín Videla. “¿A qué seguir? Aquel tribunal marcial oía y resolvía sobre el
línea por el tiempo que dura la presente guerra>. Otras veces, cuando eran muchos los
acusados e influyentes los delatores, la sentencia era: <que se sorteen, y uno de ellos
sufra la pena de muerte y los restantes presencien la ejecución, que deberá ser en la plaza
pública el día de mañana, y en seguida sufran 200 azotes>. Las sentencias de palos y
azotes eran moneda corriente, y los sentenciados a muerte eran pasados por las armas en
San Juan, ofrecían el aspecto de un pueblo desolado>. Tal lo ha confesado medio siglo
acercársenos>. (111)
archivo del general Pacheco, quien venció a Lamadrid y capturó toda la documentación
de su efímero gobierno. Ella nos permite revivir instantes trágicos. En ningún momento
de los veinte años de su gobierno Rosas pesó tanto sobre el pueblo de Buenos Aires
No fueron más felices las provincias del Norte durante los gobiernos de la famosa
Coalición. Y aquí viene bien que nos enteremos, por boca de los propios coaligados,
“El fin común y único -escribe Alberdi- es la tiranía de Rosas. Los elementos, los
poderes reaccionarios que los hechos y la libertad han hecho aliados, son: el pueblo
Por desgracia para los coaligados, Alberdi se equivocaba. El pueblo argentino era
el único que no estaba en el asunto: “El descontento y aun el odio contra Lamadrid se
tierra y a estos nuestros pueblos; es preciso que no nos engañemos y partamos de ideas
cada pueblo; los demás, aunque griten y proclamen, piensan de distinto modo a este
respecto, y es tiempo perdido y cálculo errado contar con esfuerzos que el apuro ya
“Desengáñese; para tener patria es menester no contemporizar mucho con los mezquinos
Heredia a cada rato para tener soldados, y aun así apenas he podido reunir 300 hombres,
después de más de un mes que no me ocupo sino de hacer recluta.... Nuestros pueblos
son todavía muy poco ilustrados para hacer que anden el camino por sólo el
convencimiento.” (115)
cuál sería en las provincias invadidas por los ejércitos de la Coalición. Cuando Solá
enemigo este país, de fuerzas que sólo venían a protegerlo; no pasan de 3 hombres los
que, en esta larga distancia a que hemos podido llegar con mil inconvenientes, se hayan
mujer lográbamos ver de distancia en distancia, sin tener de qué valernos para un sólo
bombero, ni entre esas pocas mujeres, ofreciéndoles pagarlas bien, ni baqueanos, etc.,
Coalición recurriera a todos los procedimientos de que acusaba al “tirano”, desde las
“facultades extraordinarias” (117) hasta los embargos. “Me dirijo en el acto de oficio
reclamo, que no deje transportar esas mulas. Los bienes de Ibarra deben servirnos para
reparar los daños que Ibarra les ocasione injustamente a nuestros paisanos.” (118). Esta
carta de Piedrabuena a Solá está fechada el 29 de julio de 1840 y fué confirmada más
tarde por otra en que afirma que “los bienes de Ibarra y de todos aquellos a quienes se
encuentre con las armas en la mano deben servir para indemnizar a esta provincia y a la
de Salta de los gastos hechos en una lucha que no hemos provocado.” (119) El decreto
mismo año. Hubiera podido invocar como antecedente el ejemplo de sus enemigos. Pero
(120)
asesinó como no lo hizo la Mazorca porteña en sus mejores tiempos. Y lo curioso es que
propio jefe de la Coalición. Así ocurrió en Yatasto en casa del doctor José Tomás de
Avellaneda, tenemos la constancia de estos hechos, por boca de uno de los jefes de la
Coalición. No era este jefe más blando de corazón que sus colegas, como lo probó en
julio de 1841 fusilando a un heroico sargento de 16 años y a seis compañeros, por una
provincia lo hizo salir de sus casillas. “Muchos son los conductos -le dice en la nota
citada- por donde el gobierno sabe los excesos de toda clase que cometen los soldados
hechos cuyas consecuencias serán funestas a su país y, más que a éste, a la causa de la
V. E., no son el riego benéfico que harán florecer el árbol de la libertad, tan marchito ya
sus campos, se diezman sus habitantes y se agotan las fuentes de su riqueza y porvenir?”
(123)
Y no se crea que éstos eran hechos aislados, fruto del calor de la lucha,
Esos hechos no hacían más que adaptarse al sistema de terror y de sangre que
envió una nota concebida en tales términos que mereció el siguiente comentario por
parte de otro de los coaligados: “La nota de ese gobierno (Tucumán) dirigida a Ibarra es
degradante a nuestra causa, y sólo puede servir para exaltar los ánimos, y con justicia,
deben presidir en todas las comunicaciones oficiales; ese lenguaje de sangre y exterminio
haber empapado el suelo de la patria con sangre humana. ¿Y es posible proclamar que se
derramará aún más? ¿Y la sangre de los hijos y de los parientes, por delitos que nunca
pudieron cometer? ¿Qué podrán juzgar de nosotros si sentamos tales principios de pura
barbarie?” (124)
Pero llamados a la sensatez como éste eran escasos. Lavalle había entrado
inhumana sangre.” Y Rivera Indarte repetía desde Montevideo: “Será obra santa y
grandiosa matar a Rosas. Se matará sin conmiseración a los rosines. Pedimos una
documentarse en cada una de sus frases. (126) No nos extrañaremos, pues, de los
Ignoramos si esa realización logró superar en número de víctimas al terror federal; pero
Mientras los últimos restos de los ejércitos unitarios eran vencidos en San Juan,
San Calá, Rodeo del Medio y Famaillá, el general Paz, que había fugado de Buenos Aires
Corrientes.
Ferré, corroboradas por su campaña de la Sierra de 1830, es ahora el que menos se vale
del terror. Parece haber en esto una táctica suya, cuyo objeto es -según él mismo-
contrariar los deseos de Rosas “dejando a sus adeptos siempre una puerta abierta a la
conciliación.” Refiriéndose al terror, manifiesta que “estando Rosas desde tan largo
tiempo en posesión exclusiva de esta arma era más difícil de lo que se piensa
arrancársela para servirnos de ella.” Y añade: “Forzoso era, pues, resignarnos a combatir
de otro modo, contentándonos con aquellos actos de severidad, si se quiere, pero que
son reclamados por la justicia y por la conveniencia, para que no se interpretase nuestra
No se crea, sin embargo, que Paz logró independizarse en absoluto de los medios
de la época. Esa excepción de los “actos de severidad” que podían ser reclamados por el
confiscando bienes, (130) azotando soldados (131) y fusilando al coronel José Antonio
otros. (135) Paz se precia, en todos estos casos, de seguir las vías legales; pero la
verdad es que a nadie engañan esos consejos de guerra y que a fin de cuentas y en su
resultado práctico, tanto vale un fusílesele de Rosas o un por mi orden de Lavalle como
hecho de luchar contra Rosas. Así, los aliados de Paz en 1842 eran Juan Pablo López y
los hermanos Madariaga, a quienes el mismo Paz llama “representantes del desorden, del
montonerismo y del vandalismo.” (136) El mismo jefe unitario narra en sus Memorias un
retaguardia del ejército con su escuadrón, en un lugar aparente, para aprehender a los
hizo así con unos cuarenta, según unos, y con más del duplo, según otros, incluso un
oficial, cuyas gorras y prendas de vestuario eran conducidas al ejército, como prenda de
Si esto se hacía con los desertores, ¿qué no se haría con los enemigos? Algo deja
entrever un parte del general Garzón, de fecha 25 de enero de 1844, al anunciar que los
todo género de excesos en él” y que “dos oficiales que fueron tomados prisioneros, de la
división del teniente coronel D. Lucas Moreno, han sido degollados por orden del salvaje
Madariaga.” (138)
IX
Retirado el general Paz, quedó Rivera al frente de las fuerzas unitarias. Cuando,
de guerra al general Melchor Pacheco y Obes, quien desempeñó su cargo con un rigor
1) “Todo oriental o vecino de esta República que sea tomado con las armas en la
2) “Serán irremisiblemente pasados por las armas todos los individuos del ejército
3) “Artículo 1°: todos los individuos que en los pueblos de campaña, que están
hoy o hayan estado en poder de los actuales invasores, pertenezcan o hayan pertenecido
pena ordinaria de muerte designada por las leyes a los delitos mencionados.” (142)
“Por una orden de Pacheco y Obes -dice Saldías- se manda perseguir ciudadanos
que no han querido tomar banderas con Rivera; y si no son aprehendidos en 48 horas,
retirar al pueblo sus familias y luego pegar fuego a sus casas, clavándose en ellas un palo
con un letrero que diga: <Era la casa de un cobarde y la justicia nacional la ha arrasado>.
<Igual conducta se observará -dice la orden- con cualquier otro que deserte en lo
sucesivo>. Otro decreto, de 6 de septiembre del mismo año (1843), manda aplicar
sumaria y verbalmente las penas que establece la ordenanza militar para la tropa que se
halla al frente del enemigo, a los crímenes de traición, infidencia, deserción, cobardía o
Demás está decir que estos decretos se cumplían. “Por orden del Ministerio de la
Guerra de la Defensa de Montevideo, con fecha 21 de febrero de 1843, fué fusilado por
la espalda el prisionero sargento mayor de guardias nacionales Zacarías Díaz. Con la
misma orden se mandó fusilar al prisionero cadete Eulogio Martínez.” (144) El general
Pacheco y Obes, “en un parte de guerra en el que daba cuenta de un pequeño combate
registrado en las inmediaciones del Cerro, agregaba el siguiente párrafo: También cayó
un prisionero que, siendo oriental, será pasado por las armas en este momento.” (145)
El propio Rivera Indarte, si bien tergiversa los hechos y calla algunos decretos, admite
tan insospechable como Martín de Moussy (147) y se halla corroborada por las extensas
Americana. (148) Por una de esas ironías con que la historia se permite a veces
Memorias, ha descrito así sus huestes: “Los equipajes que yo mandaba estaban
compuestos por hombres de todas las naciones. Los extranjeros eran, en su mayor parte,
marinos, y casi todos desertores de barcos de guerra; debo confesar que éstos eran los
menos díscolos. Entre los americanos, la generalidad habían sido expulsados de los
ejércitos de tierra, por varios delitos, muchos por homicidios. De modo que eran
Éstas fueron las hordas que Brown derrotó en Costa Brava. El viejo almirante,
hombre cuya altura moral no permite poner en duda su veracidad, al comunicar a Rosas
la victoria le decía: “La conducta de estos hombres excelentísimo señor, ha sido más bien
de piratas, pues que han saqueado y destruido cuantas casa o criatura caía en su poder,
sin recordar que hay un Poder Supremo que todo lo ve y que tarde o temprano nos
de octubre de dicho año pueden leerse las declaraciones de los damnificados. A tal
extremo llegaron las cosas, que en el propio campo riverista surgieron voces de protesta.
Pero no era sólo Garibaldi el que cometía excesos. En la Ensenada, los franceses
atrocidades, Rosas expidió un decreto por el que ordenaba que los comandantes,
juzgados como reos del orden común. ¡Otra ironía de la historia! ¡La barbarie negaba
beligerancia a la civilización!
X
El 3 de febrero de 1852 fué derrocada la “tiranía.” Si la barbarie hubiese sido
privilegio exclusivo de Rosas, hubiese terminado con su gobierno; pero no fué así.
Urquiza renovó en Caseros los degüellos que tan siniestra fama le habían dado en
Pago Largo, India Muerta y Vences. El doctor Claudio Mamerto Cuenca fué asesinado
mientras curaba enfermos en Santos Lugares, (152) El coronel Martiniano Chilavert fué
ejecutado en forma salvaje. (153) “Los allegados del general vencedor le pedían la vida
(154) de tal o cual jefe vencido y él se las concedía. Uno de ellos sacó al coronel Santa
Coloma de la capilla de Santos Lugares y lo hizo lancear teniéndolo por los cabellos.”
(155) Sarmiento, años más tarde, declarará haber sentido placer al contemplar este
espectáculo. (156)
“Un bando del general en jefe había condenado a muerte al regimiento del
coronel Aquino, y todos los individuos de ese cuerpo que cayeron prisioneros fueron
pasado por las armas. Se ejecutaban todos los días de a diez, de a veinte y más hombres
juntos... Los cuerpos de las víctimas quedaban insepultos, cuando no eran colgados de
algunos de los árboles de la alameda que conducía a Palermo. Las gentes del pueblo que
venían al cuartel general se veían obligadas a cada paso a cerrar los ojos para evitar la
contemplación de los cadáveres desnudos y sangrientos que por todos lados se ofrecían a
espectáculo trocaba en tristes las halagüeñas esperanzas que el triunfo de las armas
aliadas hacía nacer. Se acercaban cautelosamente aun las personas que les inspiraban más
cuando se les aseguraba que en ella no estaban comprendidos sino los autores y
cómplices del asesinato de Aquino. No era ésta, sin embargo, la verdad. Morían otros
aquéllos. Me acuerdo, entro otros, de dos hermanos, oficiales de la división Galán, cuyos
cadáveres vi yo mismo... Hablaba una mañana con una persona que había venido de la
Debe ser ejercicio- respondí yo sencillamente, que tal me había parecido; pero otra
persona, que sobrevino en ese instante y que oyó mis últimas palabras: -¡Qué ejercicio ni
Sarmiento, que también actuó en Caseros y presenció las escenas que siguieron a
“Mientras tanto -dice-, el desconsuelo, la aflicción, ganaban todos los ánimos; los
unos se abatían, maldecían los otros, mil rumores circulaban, nadie justificaba al general,
Palermo, como si se hubiese querido hacer de intento que las masas populares, por las
madres, por las esposas, por las hermanas, tomasen su parte de aversión, de desengaño,
de reminiscencia de lo pasado; para agravar más las semblanzas, las señoras que iban en
sus carruajes a Palermo tenían que cubrirse la vista al entrar en la calle de los sauces por
no ver los cadáveres colgados en ellos, en el paseo público, no para escarmiento de los
soldados, que no transitaban por allí, sino como un cartel puesto a los ciudadanos y a las
señoras. ¿Pero qué es esto?, volvían diciendo las madres, las niñas. ¡Qué indecencia!
Público!” (158)
Caseros, métodos distintos de los del vencido, como no fuese para empeorarlos. Ahí
están, para confirmarlo -entre otros-, los nombres de don Cornelio Bravo, fusilado en
1855; el mayor Saturnino Leyes, el capital Agustín Casco, el alférez Miño y el sargento
Arangue, fusilados en 1858; y los doce soldados fusilados el 18 de abril de 1857 por
XI
los gobiernos que le sucedieron en la provincia y que desde ésta pretendieron subordinar
todo el interior.
1852 tenía mayor influencia que en 1822 y 1830, fué la que más sufrió, no ya la coacción
para el trabajo.
“El poema Martín Fierro puede documentarse en cada uno de sus versos.
“En el interior, los hombres que, como consecuencia del hambre que sufrían y de
la falta de medidas del gobierno para paliar ese mal, buscaron de hecho sus alimentos, y
aquellos que huían de las levas militares, fueron considerados bandoleros y ejecutados.
actas del Senado nacional, año 1875, y en el Archivo Mitre puede verse el desasosiego
que experimentaron las poblaciones del interior al paso de las expediciones militares que
desde 1852 hasta 1863 se mandaron de Buenos Aires para someter las provincias al
El 1852, apenas caído Rosas, era fusilado el gobernador de Jujuy, coronel José
Mariano Iturbe, (162) mientras en Entre Ríos el general Hornos, con sus degüellos,
(163) daba el primer indicio de lo que significarían para el interior las invasiones
mantuviesen la resistencia al gobernador, éste, que lo era don Pastor Obligado, ordenó a
un jefe que hiciera marchar contra ellos una fuerza “ligero, ligero, a ver si los pescan, y,
Tal desembarco formaba parte del plan de una revolución fracasada. El gobernador de
Buenos Aires, Pastor Obligado, envió en su contra, al mando de Mitre, un ejercito muy
superior en número, que hubiese bastado para sofocar la intentona, aprisionar a sus
hombres y luego juzgarlos y aplicarles las correspondientes sanciones legales. Pero los
angelicales unitarios que gobernaban entonces Buenos Aires no daban cuartel. El mismo
capitaneado por el cabecilla Jerónimo Costa, con el criminal objetivo de atentar contra la
autoridad constitucional del mismo, para suplantar a ésta la del terror y barbarie que
caducó con el triunfo de Caseros, y siendo necesario que el castigo de tan famosos
saludable ejemplo para lo sucesivo y satisfecha la vindicta pública que tan enérgicamente
“1° Todos los individuos titulados jefes que hagan parte de los grupos anarquistas
capitaneados por el cabecilla Costa y fuesen capturados en armas serán pasado por las
auxilios espirituales.
“2° Los de capitán inclusive abajo, serán remitidos con la seguridad conveniente a
disposición del gobierno, para que tengan entrada en la cárcel pública, hasta nueva
disposición, salvo aquellos que por circunstancias agravantes deban ser comprendidos en
acuerdo, así como de hacerlo saber a los jefes en campaña.- Pastor Obligado, Valentín
terminantemente. El artículo 145 decía que “nadie puede ser privado de la vida sino con
arreglo a las leyes”; y el 161, que “ningún habitante del estado puede ser penado por
delito sin que proceda juicio o sentencia legal.” Pero la civilización, con el pretexto de
era Bartolomé Mitre. Para exterminar a los llamados anarquistas destacó a Conesa, quien
“Réstame sólo, felicitarlo una y mil veces porque esta soez canalla ha tenido el
Parece ser que de los 140 desembarcados sólo 15 quedaron con vida. “Resultó
-comenta Benjamín Victoria- que el decreto de muerte contra los jefes se hizo extensivo
a los oficiales y tropa. En todos, parece, se encontraron las circunstancias agravantes del
espirituales a que se refiere el acuerdo, no consta que hubiesen sido administrados. Eran
tantas las víctimas y se anduvo tan aprisa que, sin duda, se prescindió de ellos.”
que revela una carta de Esteban García al gobernador Obligado: “Por nuestra parte -le
dice- no creo tener desgracia ninguna.” Esto revela claramente que no hubo lucha. A
Costa, por ejemplo, se lo tomó en una casa donde estaba asilado. Fué una simple
anciano general Nazario Benavídez mientras se encontraba en la cárcel sujeto con una
“El general Benavídez, medio muerto -dice una crónica de entonces-, fué en
seguida arrastrado, con sus grillos, y, casi desnudo, precipitado de los altos del Cabildo a
pisotearlo.
“Este espectáculo de inaudita barbarie duró largo tiempo, hasta que el cadáver
pública y pudieron más tarde rescatarlo los ruegos del provisor y demás miembros del
clero, para que recibiese las lágrimas de sus hijos, y darle sepultura.”
necesidad del crimen y lo aplaudieron después de cometido. “Un álbum fué ofrecido, por
el partido que dominaba en Buenos Aires, a los autores o solidarios del asesinato del
general Benavídez. Entre las firmas que contenía, figura la del general Mitre.” (166)
tomaron armas y rompen el fuego contra los asaltantes. Grupos armados, sin embargo,
asoman por los fondos, escalan murallas y, al pronto, el tiroteo principia en el interior de
la casa: se traba una lucha encarnizada y caen Pedro Virasoro, Tomás Hayes, N. Rolin y
algunos soldados; de repente se presentó en el patio José Virasoro con un hijo suyo,
uno de los cabecillas para sentar las bases del arreglo, uno de los parciales de Virasoro
descargó sus armas sobre los asaltantes que le rodeaban, dando así la señal de una nueva
lucha sin cuartel; ni uno solo pidió cuartel, sino que, hechos pedazos, mutilados sus
miembros, brotando su sangre por veinte y más heridas, lucharon como leones hasta caer
sin dar un solo gemido. El gobernador cayó también, acribillado a balazos, y el niño,
providencialmente preservado, fué sacado de debajo del cadáver de su padre con sólo
una ligera contusión, producida por la caída. La esposa del gobernador, que guardaba
cama, indispuesta, saltó, descalza, por en medio de los forajidos, escapando a las balas,
buscando a su marido y a sus hijos: uno de los asaltantes la arrastró al rincón donde se
hallaba el niño, a quien había sacado de debajo del cadáver de su padre: la desdichada
que aterró a los bárbaros asesinos: preguntados si no tenían más balas para ella, se
retiraron, dejándola arrastrar los despojos de su marido, que, hecho pedazos, se hallaba
“Respecto del asesinato del gobernador Virasoro, dice Pelliza en uno de sus
trabajos históricos: <La prensa de oposición en Buenos Aires lanzó la voz de alarma
provincia de San Juan. El ministro de hacienda, quiso defenderse del cargo, pero se
confundió, dejando subsistente la denuncia, que bien pronto quedó confirmada por una
con una anticipación de seis días la muerte del gobernador Virasoro. De este modo no
XII
Todos estos hechos más o menos aislados hacían presagiar la ola de sangre que
invadió el interior cuando Mitre y sus secuaces lograron imponerse. Tal cosa ocurrió con
mando del general Laprida. Una división de las fuerzas de Buenos Aires, comandada por
Rosario, y los pasa a cuchillo. “El suceso de Cañada de Gómez -decía don Manuel
Ocampo- es uno de esos hechos de armas que, después de conocer sus resultados,
aterrorizan al vencedor. Hay más de 300 muertos y unos 150 prisioneros, mientras que
por nuestra parte sólo hemos tenido 2 muertos y 5 heridos. Entre los muertos se cuentan
defensa del gobierno constitucional de Derqui. No sólo no se hizo, sino que ni siquiera se
le notificó el triunfo. “El general Mitre cometió el error inexplicable de no hacer conocer
a las provincias del Norte, que luchaban aún, la inexistencia del gobierno nacional.”
guerra. Se prefirió conquistarlo, dominarlo, aterrorizarlo. Había que derramar para ello
mucha sangre argentina, pero eso no importaba a los liberales que entonces detentaban el
poder. Sarmiento le escribía a Mitre: “No trate de economizar sangre de gauchos. Éste
es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres
humanos.” (171)
Fueron todos uruguayos, pertenecientes al partido colorado. El ilustre jefe argentino que
“había llegado hasta su casa de Guaja y la había incendiado; había llegado hasta Arauco
con un comandante, Luis Quiroga, a la cabeza, puesto sitio a la casa de Chumbita,
detenido a todas las personas que encontró adentro, mandándolas fusilar sin forma de
juicio e incendiando después todo el lugar; había llegado hasta los llanos paseándose a
son de degüello por la Costa Alta, Baja y del Medio, saqueando, violando,
exterminando.” (172)
capitán don Policarpo Lucero, ayudante mayor don Carmelo Rojas, teniente don
Nemoroso Moliné, don Ignacio Bilbao y don Juan M. Vallejo, y alférez don Ramón
Gutiérrez y don Juan de Dios Videla. Todos ellos han sido pasados por las armas. “
(173)
Puebla. “La guardia de la plaza, durante los tres primeros días del sitio, hacía continuas
salidas hasta las afueras de la ciudad. En una de estas salidas fué capturado un paisano
que vivía en los suburbios de la capital, e inmediatamente fué fusilado por la espalda, y
sofocarlas en San Luis va otro jefe uruguayo, Iseas. “Creía que ningún prisionero tenía
arrancar a los prisioneros la piel de los pies, para que impedidos de moverse, murieran de
sed, de dolor y de hambre bajo la luz del sol. Y entonces decía: Yo cumplo la orden: no
campaña de terror. Paunero lo sugiere; “visto -dice- que el partido de los liberales no
“Los jefes del ejército de Buenos Aires no tenían un solo prisionero para
devolver. Todos habían sido pasado por las armas; degollados, para economizar
balas.” (176)
Luis. Está saltando por llegar a La Rioja y darle una buena tunda al Chacho. ¿Qué regla
seguir en estas emergencias? Si va, déjenlo ir. Si mata gente, cállese la boca. Son
animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos
mejor.” (177)
Agua, y “fusila, después de rendido” (178), al coronel Minuet, que mandaba la infantería.
Blancas. El Chacho queda vencido. “No se dió cuartel a los que caían heridos o
prisioneros.” (179)
Pero el bravo caudillo riojano resurge cada vez más fuerte de sus derrotas.
Sandes desencadena su furia impotente por todos los lugares donde pasa en persecución
de la montonera. Cuando se le cansan los caballos, azota a los postillones. Hace “colgar
de los senos a las mujeres” (180). Todo el mundo huye a su paso; pero huir significa
también sentenciarse a muerte. En San Luis hace perseguir a dos muchachos: Nicolás
Videla, de 17 años, y Francisco Carranza, de 16, por el delito de haber huído. Videla se
“- ¿Tomaron a alguno?
¡cuidado con que los caballos me vayan a aflojar!, porque los postillones la van a pagar...
“Allá en los caminos de Santa Rosa o Merlo hizo lancear a otro niño. El
muchacho andaba buscando unas cabras perdidas. Al ver las partidas de soldados, el niño
quiso huir. Se lo detuvo y lo llevaron a la retaguardia, en donde venía Sandes con sus
“En esa misma cruzada, don Agustín Lucero fué fusilado en Renca, porque se
“A Natalio Tissera, que era un pobre muchacho que decían había acompañado
El combate final, donde la resistencia del Chacho quedó vencida, fué el de Las
perseguía a los derrotados, un episodio dramatizó más el cuadro: se mandó salir ante un
pelotón de tiradores al coronel Avelino Burgoa, jefe de la infantería vencida, y a los jefes
de cuerpo José Asensio Palacios, sargento mayor Moral, Rafael Gigena y Eugenio
Cabrera, y por orden cuyo origen no se documentó, si bien se creyó de Sandes, fueron
“Los muertos llegaron a 300 y los prisioneros a 700, siendo éstos conducidos
en forma despiadada al hoy pueblo General Paz, donde sufrieron el cuidado de Sandes en
“El Chacho, vencido, viejo, cansado, se entrega a su pariente, el coronel Ricardo Vera.
La única arma que tiene es un puñal que le regaló Urquiza y que lució siempre con
mano. <¿ Quién es el bandido del Chacho?>, grita desde el caballo. <Yo soy el Chacho,
pero no soy bandido> contesta el caudillo. Y no se oyeron más palabras ya. Un lanzazo
del bárbaro lo atraviesa de parte a parte, una vez, dos veces, diez veces. Y, caído,
muerto, sobre el cuerpo glorioso del último gran caudillo de la montonera los tiradores
descargan sus carabinas. Y como si no fuese bastante, Irrazábal, con el propio puñal del
Chacho, que nunca fué manchado con sangre, le separó una oreja y ordenó que se le
cortara la cabeza y fuera colocada en una pica.” (184) “Da vergüenza -dice Jofre- repetir
(185)
bandido Peñaloza, el cual fué inmediatamente pasado por las armas, haciéndole también
algunos muertos que despavoridos huían; también tengo prisionera a la mujer y un hijo
Peñaloza y cortándole la cabeza en Olta, extremo norte de los Llanos, donde parece que
precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a ese inveterado pícaro y ponerla a la
Cerremos aquí nuestra triste crónica y dejemos constancia de que para escribirla
nos hemos atenido a datos que ningún historiador serio desconoce, a hechos que en sus
inmensa mayoría constan en libros editados con posterioridad a Caseros o en obras de
los mismos jefes unitarios, como las memorias de Paz, Lamadrid o Ferré. Si hubiésemos
seguido la táctica de los escritores antirrosistas, que se esfuerzan en hacer pasar como
horrorizar a los lectores con muchas acusaciones como las siguientes, que encontramos
“Ni los niños han escapado al furor brutal del degollador Rivera. Ya hemos
demostrado el degüello de los niños Mendoza y otros, en el pueblo de Colla, que mandó
ejecutar; y el suplicio atroz que hizo sufrir al teniente Videla y otros desgraciados
orientales, sacándoles vivos las costillas y haciendo de su piel maneas. Acaba de hacer
degollar el bárbaro Rivera a los 3 hijos del capitán don Camilo Martínez, que sirve a las
órdenes del presidente Oribe. Estos tres niños infelices han sido degollados sin
Estos hechos difícilmente serán superados por los más horrendos de las Tablas
de Sangre; pero a éstos de La Gaceta Mercantil, ¿quién los conoce? Nosotros mismos
no hemos investigado su veracidad y por eso lo citamos como muestra y no como verdad
histórica; pero, ¿han procedido con la misma elemental honestidad los historiadores de
tendencia antirrosista? ¿Merece acaso más crédito Rivera Indarte que Mariño?
Ahora bien: la violencia y el odio existieron antes, durante y después de Rosas; y aun
durante su dictadura hemos visto que sus enemigos no se quedaron cortos en la teoría y
en la práctica del terror. Hemos visto que Rosas no inventó nada nuevo, ni las
unitarios. Naturalmente, no pretendemos que los abusos de los unitarios justifiquen los
abusos de Rosas; pero sí pretendemos que a todos se los juzgue con la misma medida;
que si el terror de que se usó y abusó en nuestras luchas civiles es un baldón, caiga ese
baldón sobre todos o no caiga sobre ninguno. Lo injustificable, lo absurdo, lo ridículo, es
pretender que caiga pura y exclusivamente sobre Rosas. Y si en la historia fabricada para
Pero es fábula y no historia. Y es fábula que ya está agonizando. La verdad sobre Rosas
NOTAS
1 ERNESTO QUESADA, La época de Rosas, págs. 145/7. Se ha discutido -a nuestro juicio, sin mayor
fundamento- la autenticidad de este plan. Puede leerse al respecto el capítulo XV de la nota citada y la
nota 48 de Lamadrid y la Coalición del Norte, del mismo autor. Por otra parte, la cuestión de la
autenticidad del documento pierde interés ante la realidad de los hechos.
2 EMILIO P. CORBIERE, El terrorismo en la Revolución de Mayo, págs. 42 y 43.
3 Ibídem, págs. 55 y sigs.
4 MANUEL BILBAO, Vindicación y memorias de don Antonio Reyes, pág. 33.
5 EMILIO P. CORBIERE, ob. cit., págs. 73 y sigs.
6 Ibídem, pág. 107.
7 Ibídem, págs. 109 y 110.
8 Debemos hacer notar aquí una diferencia, las víctimas de este último no eran argentinos unidos
al enemigo extranjero; eran españoles, fieles a su patria y a su rey. Con todo, mientras a Rivadavia se le
alaba su energía, a Rosas se le reprocha su crueldad . Tal es la lógica sobre la cual se pretende
fundamentar el odio a Rosas, cuando ella misma está falseada por este odio.
9 EMILIO P. CORBIERE, ob. cit., págs. 131/3.
10 Es interesante recordar que Alvear, incurriendo en el delito que castigaba, se dirigió en ese tiempo
al secretario de negocios extranjeros de S. M. británica expresando que “estas Provincias desean
pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo
poderoso.” (LEVENE, Lecciones de Historia Argentina. pág. 83).
11 EMILIO P. CORBIERE, ob. cit., págs. 135/44.
12 JULIO B. LAFONT, Historia Argentina, pág. 279. Academia Nacional de la Historia, Historia
de la Nación, t. VI, pág. 635. DOMINGO MAIDANA, JUAN FRANCISCO BORGES, en Revista de la
Junta de Estudios Históricos de Santiago del Estero, Año III, N° 7-10.
Defendiendo a Monteagudo, de quien ha podido decirse, con justicia, que recorrió la historia
argentina “como un bólido la atmósfera, envuelto en rojo”, RICARDO ROJAS escribe lo siguiente:
“Los fusilamientos que se ejecutaron por orden de Belgrano en Santiago, Tucumán y Jujuy, sin
forma de proceso , y sus bandos terroristas, como el del 23 de agosto, cuando el éxodo jujeño de 1812,
exceden toda la leyenda del Monteagudo sanguinario. Pero la historia tiene sus predilectos, y en
ella
-como en la murmuración contemporánea- se da en la bondad o en el vituperio caprichosamente a
veces. Se habla de la bondad de Belgrano, y sin duda era bueno, a pesar de esas ejecuciones y bandos.
Monteagudo hizo menos, y para él ha sido la leyenda siniestra...”
El razonamiento es exacto. Pero entiéndase también a las luchas civiles posteriores, donde los
hombres han sido clasificados arbitrariamente en ángeles y demonios.
13 CARLOS IBARGUREN, Juan Manuel de Rosas, pág. 58.
14 ANTONIO ZINNY, Historia de los gobernadores, t. II, p. 42.
15 ADOLFO SALDIAS, Historia de la Confederación Argentina, t. I, pág. 161, nota I.
16 ANTONIO ZINNY, ob. cit., t. III, págs. 265 y 266. JUANA MANUELA GORRITI en su Biografía
del General Dionisio de Puch, refiere así la participación de Arenales, gobernador unitario de Salta, en
el fusilamiento del General Bernabé Aráoz: “ El Gobernador de la Provincia de Tucumán, Don Bernabé
Aráoz había sido expulsado del gobierno y de su patria por una revolución triunfante.
En su desgracia, pide a Salta un asilo. El derecho de asilo ha sido respetado en los tiempos más
atrasados y entre las naciones más bárbaras. Arenales no lo reconoció. Entregó a su enemigo, el
huésped que se había refugiado en su hogar, y Don Bernabé Aráoz fué fusilado.” (Cit. por Mons.
JOSUE GORRITI, PACHI GORRITI, págs. 41-2.)
17 JUAN A. GONZALEZ CALDERON, Derecho Constitucional Argentino, t.I, pág. 129. A quien
quiera conocer otros aspectos menos “ideológicos” de la “aventura presidencial” rivadaviana
remitimos a la Defensa y pérdida de nuestra independencia económica, de JOSE MARIA ROSA.
18 CARLOS M.URIEN, Quiroga, págs. 62 y 65.
19 BERNARDO FRIAS, Tradiciones históricas, cuarta tradición, pág. 7.
20 RICARDO FONT EZCURRA, “En homenaje a la verdad histórica” en Revista del Instituto de
Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, N° 2/3, pág. 13.
21 PAUL GROUSSAC, Estudios de Historia Argentina, pág. 204.
22 ELISEO F. LESTRADE, “Rosas. Estudio sobre la demografía de su época”, La Prensa, , 15 de
noviembre de 1919. “No se conoce - añade Lestrade - el número de argentinos que emigraron a
Montevideo huyendo de las persecuciones, pero ese año de gobierno fué sangriento.
“En los hechos militares de las elecciones del 26 de julio de 1829 se produjeron 76 víctimas, entre
los muertos y heridos; las ejecuciones fueron numerosas, y, sobre todo ese cuadro de dolor, una epidemia
de viruela azotó a la población urbana”
23 MANUEL BILBAO, Vindicación y memorias de Antonino Reyes, pág. 65
24 MANUEL GALVEZ, Vida de don Juan Manuel de Rosas, pág. 94
25 Ibídem, pág. 94 y DERMIDIO T. GONZALEZ, El Hombre pág. 199
26 MANUEL GALVEZ, ob. cit. pág. 94
27 ibídem, pag. 95
28 ADOLFO SALDIAS, ob. cit. t.II, págs. 48 y 78 ZINNY, ob. cit. t. III pág. 70 ZINNY habla de
“unos 15 oficiales.” Damos la cifra de SALDIAS por su mayor precisión.
29 JORGE A. CALLE, José Félix Aldao, pág. 117
30 GENERAL PAZ, Memorias, t. II, pág. 91
31 Ibídem, pág. 98
32 Ibídem, pág. 126
33 TTE. CNEL. CARLOS A. ALDAO, El Br. Gral. José Félix Aldao, pág. 89
34 GENERAL PAZ, ob. cit. t. II, pág. 120
35 MANUEL GALVEZ, ob. cit. pág. 130
36 La Gaceta Mercantil, 31 de agosto de 1843
37 SARGENTO MAYOR DOMINGO ARRIETA, Memorias de un soldado, Cit. por GALVEZ, ob. cit.
pág. 130
38 RIVERA INDARTE, Tablas de Sangre, pág. 60
39 Citado por SALDIAS, Historia de la Confederación Argentina, t. IV, pág. 65
40 GENERAL PAZ, Memorias, t.II, pág. 133
41 Ibídem, pág. 134
42 MANUEL GALVEZ. Vida de don Juan Manuel de Rosas, pág. 130
43 GENERAL LAMADRID, Memorias, t. I, pags.475 y sigs.
44 MANUEL GALVEZ, ob. cit. pág. 130
45 ADOLFO SALDIAS, ob. cit. t. II, pág. 80
46 MANUEL GALVEZ, ob. cit. pág. 131
47 MANUEL GALVEZ, ob. cit. Es notable el contraste de esta actitud de Lamadrid con la asumida
posteriormente por Quiroga. ZINNY cuya tendencia unitaria es notoria, lo hace resaltar. “En
contraposición de eso -dice-. a la esposa de aquél la auxilió Quiroga con todo lo necesario para que se
trasladase a Bolivia, al lado de su esposo, después de su derrota de la Ciudadela.” (Historia de los
gobernadores, t. VI, nota pág. 249). El feroz Quiroga supo dar una lección de humanidad y de
caballerosidad a su civilizado contrincante.
48 ADOLFO SALDIAS, Historia de la Confederación Argentina, t.II, págs. 81/1
49 JORGE A. CALLE, José Félix Aldao, pág. 152
50 GENERAL LAMADRID, Memorias, t. I, pág. 492
51 ZINNY, Historia de los gobernadores, t.IV, pág. 147
52 Ibídem.
53 Citado por ZINNY, ob. cit. t. III, pág. 394.
54 Ibídem, pág. 395.
55 GENERAL PAZ, Memorias, t.II, pág. 186, nota I.
56 JORGE A. CALLE, ob. cit. págs. 251 y sigs.
57 ZINNY, ob. cit. t. IV, págs. 249/50
58 JORGE A. CALLE, ob. cit. pág. 237, y EDUARDO GAFFAROT, Comentarios a “Civilización y
Barbarie”, pág. 183/3.
59 RIVERA INDARTE, Rosas y sus opositores, t. I, pág. 129- es indudable que tanto Quiroga como
Rosas fueron llevados al terror poco a poco, como reacción contra un terrorismo anterior al suyo.
Refiere SARMIENTO en su Facundo que “en la primera campaña de Quiroga se nota todavía poca
efusión de sangre, pocas violaciones de la moral” (pág. 183). Y el propio Quiroga escribía en una
Exposición sumaria publicada en 1831: “En los lances más apurados, cuando la propia defensa llega a
ser un derecho que acalla cualquier otro sentimiento, he respetado las leyes de la humanidad y de la
guerra: no he fusilado a mis prisioneros; ni he exterminado a lanzazos a familias enteras, sin ahorrar las
mujeres y los niños; ni he mandado asesinar a los presos y hecho arrastrar sus cadáveres por las calles.
Nadie puede echarme en cara estos crímenes,y desearía, por el honor y el bien de mi país, que mis
antagonistas pudieran decir otro tanto.” Es después del terrorismo de Paz, Lamadrid y Dehesa,
culminado con el asesinato de su segundo, el general Villafañe, cuando Quiroga se convierte en el
“Tigre de los Llanos”; pero lo menos que puede pedirse a la historia es que no nos quiera hacer pasar
por mansos corderitos a quienes le enseñaron el camino.
60 SARMIENTO, en su Facundo, hace ascender los números a 28. Evidentemente se trata de una de
las “inexactitudes a designio” a que se refiere en su dedicatoria el general Paz.
61 Léase “El fusilamiento de los prisioneros en San Nicolás de los Arroyos”, por JUAN MIGUEL
HOGAN, en la Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas, N° I
62 ADOLFO SALDIAS, ob. cit. t. II, pág. 397. La participación de españoles en este plan no
sorprenderá a quien sepa que, apenas dos años antes, era pública y notoria la intención de España de
someter a los americanos, y que Rosas se preocupó de ello. Véase al respecto Inferencias sobre Juan
Manuel de Rosas, por EMILIO RAVIGNANI, págs. 91 a 142.
63 Cfr. JUAN J. BAJARLÍA, Rosas y los asesinatos de su época, cap. II, GALVEZ, Vida de don
Juan Manuel de Rosas, pág. 236. ATILIO CORNEGO, Apuntes históricos sobre Salta, pág. 219.
CARLOS G. ROMERO SOSA, Relaciones políticas entre Salta y Santa Fe durante la administración
del Brigadier General D. Estanislao López, t. II, págs. 563-7.
64 CARLOS IBARGUREN, Juan Manuel de Rosas, pág.121.
65 Véase carta de Rosas a Ibarra en ZINNY, ob. cit. t. II, pág. 298.
66 ADOLFO SALDIAS, Papeles de Rosas, t. I, págs. 134/35.
67 ZINNY, ob. cit. t. III, pág. 288
68 Dice así uno de ellos:
Avellaneda y Lavalle
Manchados de sangre están;
Estos defienden de Rosas
Las tierras de Tucumán
Y otro: