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Síntesis
Piero Calamandrei introduce en su obra una sensibilidad humana de quizás las
profesiones más juzgadas por la sociedad: el juez y el abogado.
Dicha obra comienza con una expresión, habent sua sidera lites [también las litis
tienen sus estrellas] expresión que significa que la justicia es un juego al que no
hay que tomar enserio. Lo cual es una expresión de aquellos que quieren justificar
sus negligencias y cargos de conciencia. Un abogado debe buscar la justicia, pero
¿qué ocurre al llegar al juzgado? El abogado es aquella persona que ejerce
profesionalmente la defensa jurídica de una de las partes en juicio, sus mejores
armas la interpretación y el argumento. El juez con la potestad jurisdiccional que le
otorga el Estado administra justicia, impasible, imponente, pero sobre todo
infalible.
Como conclusión a esta obra se enfatiza que el juez y el abogado deben relucir la
verdad para aplicar la ley, y con ello impartir justicia.
Frases
“Para encontrar la justicia es necesario serle fiel: como todas las divinidades, se
manifiesta solamente a quien cree en ella”.
“Para encontrar la pureza en los Tribunales, es necesario penetra en su recinto
con espíritu puro”.
“Se cree que basta leer y coordinar las reglas escritas en los Códigos de
Procedimiento o en el de Procedimiento Penales para tener una idea fiel del
funcionamiento práctico de justicia”.
“El abogado que, al defender una causa, entra en abierta polémica con el juez,
comete la misma imperdonable imprudencia que el alumno que, durante el
examen, discute con el profesor”.
“Advocati nascuntur, iudices fiunt [los abogados nacen, los jueces se hacen]”.
“Abogado ideal es aquel que consigue hablar en audiencias con la misma sencillez
y la misma franqueza con que hablaría al juez a quien se encuentre en la calle;
aquel, que cuando viste la toga, consiga dar al juez la impresión de que puede
fiarse de él como si estuviera fuera de audiencia”.
“El cliente no sabe que, en muchas ocasiones, después de una victoria, debería ir
a abrazar conmovido, no a su abogado, sino al abogado contrario”.
“En todo proceso hay dos abogados, uno que dice blanco y otro que dice negro; la
verdad no la pueden decir los dos, si sostienen tesis contrarias; por lo tanto, uno
de los dos sostiene una falsedad”.
“Los abogados indagan la verdad de perfil, solo el juez, que se sienta en el centro,
la mira tranquilamente de cara”.
“Ex tacto oritur ius [del hecho surge el Derecho] es un viejo aforismo, cauto y
honesto, que supone en quien desea juzgar bien, determinar, ante todo, con
fidelidad minuciosa, los hechos discutidos”.
“Las sentencias de los jueces deben, dentro de los límites de las posibilidades
humanas, ser sencillamente justas”.
“La amistad personal entre el juez y el abogado no es, al contrario de lo que creen
los profanos, un elemento que pueda favorecer al cliente; pues si el juez es
escrupuloso, tiene tanto temor de que la amistad pueda inducir lo, sin darse
cuenta, a ser parcial a favor del amigo, que naturalmente, se siente impulsado, por
reacción contraria, a ser injusto en contra de él”.
“La interpretación de las leyes deja al juez cierto margen de elección; dentro de
ese margen, quien manda no es la ley inexorable, sino el corazón variable del
juez”.
“Ne misereris divifis in iustifia [no compadezcas al rico cuando hagas justicia]”.
“Es difícil que el juez, al interpretar la ley (lo cual significa volver a pensar en ella y
hacerla revivir en sí) logré separarse de sí mismo al punto de que en su juicio no
entren, aún sin darse cuenta, sus propias opiniones públicas, su fe religiosa, su
condición económica, su clase social, sus tradiciones regionales o familiares y
hasta sus prejuicios y fobias”.
“Los jueces son como los que pertenecen a una orden religiosa. Cada uno de ellos
tiene que ser un ejemplo de virtud, si no quiere que los creyentes pierdan la fe”.
“Los jueces han nacido para juzgar, no para ser juzgados; el abogado demasiado
libre de lengua que pretendiera juzgarlos, podría ser, sin quererlo, la ruina de su
cliente”.
“La primera virtud del juez es saber escuchar las razones de los demás”.
“No conozco otro oficio que más que el juez, exija en quien lo ejerce, el fuerte
sentido de viril dignidad; sentido que obliga a buscar en la propia conciencia, más
que las opiniones ajenas, la justificación del propio obrar, y a asumir de lleno, a
cara descubierta, su responsabilidad”.
“Los jueces más que los abogados, debería agradecer al procedimiento sus
complicados expedientes, que no parecen hechos para retardar su labor, sino para
dejar su conciencia en paz”.
“Se cree comúnmente que la misión específica del abogado consiste en hacerse
escuchar por los jueces; en realidad, la tarea más humana de los abogados es la
de escuchar a los clientes”.
“Entre todas las profesiones que los mortales pueden ejercer, ninguna otra puede
ayudar mejor a mantener la paz entre los hombres que la del juez que sepa
dispensar aquel bálsamo para todas las heridas, que se llama justicia”.
Opinión
Esta obra generó grandes reflexiones, tanto en las descripciones que el autor
muestra de las funciones, acciones de los abogados, así como la relación con sus
clientes, el abogado adversario y el propio juez; como también el generar
comprensión del desempeño y de la función del juez; pero sobre todo de la
deontología de ambas profesiones. La justicia requiere profesionales con
integridad, moralidad y competencia; además de una preparación adecuada.
Es necesario que esta búsqueda de la verdad, para impartir una justicia, sea la
misión y exigencia prioritaria del jurista y de los litigantes. Lamentablemente hoy
en día, tenemos una crisis de ética profesional, las profesiones se ven inmersas
en debates y actos de corrupción, en ocasiones con influencias políticas.