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LAS CULTURAS ESCOLARES DEL SIGLO XX.

ENCUENTROS Y
DESENCUENTROS

AGUSTÍN ESCOLANO BENITO (')

RESUMEN. El siglo que ahora concluye ejemplifica históricamente los


encuentros y desencuentros que son constitutivos del juego interactivo entre las
tres modalidades en que se objetiva la cultura de la escuela, entendida esta como
el conjunto de normas, teorías y prácticas que codifican las formas de regular los
sistemas, lenguajes y acciones en las instituciones educativas.
A través de los tres eielos his[órieos del siglo )c)c que se examinan: regeneracio-
nismo, reformismo tecnocrático> reformismo democrático, este trabajo trata de
moscrar las relaciones de autonom(a, interdependencia y convergencia que se dan
entre la cultura emp(rica de los ensehantes, guiada por la lógica de la razón práctica;
la cultura cient(fica de los académicos, regulada por los logros de los discursos; y la
cultura pol(tica de los gestores, determinada por los registros de la burocracia y el
control social.

LAS CULTURAS DE LA ESCUELA entre los historiadores. Domini que Julia,


uno de los primeros escudiosos del tema,
La cuestión sobre la que versarán nues- avanzó en 1995 una conceptualización
tros aportes y reflexiones ^irará en torno que, por el lugar desde el q ue se hizo pú-
a los ensayos de construcctón de una cul- blica -el Coloquio de la ISCHE-, logró
tura de la escuela en Espafia a lo largo de pronto un notable grado de aceptación.
este extenso ciclo histórico que ahora Segun el conocido historiador francés, la
evaluamos, en relación con los procesos cultura escolar se configurar(a como un
más generales de cambio pol(tico, social conjunto de normas que definen saberes
y educativo. a ensefiar y conductas que se deben in-
La introducción en el lenguaje histo- culcar y como la serie correlativa de prácti-
riográfico del constructo denominado cas, construidas en el seno de las institucio-
«cultura escolar» o«cultura de la escuela» nes educativas, a lo largo del tiempo, que
es relativamente reciente y su definición permiten la transmisibn de las disciplinas y
no está aún suficientemente consensuada la incorporación de los comportarntentos

(') Universidad de Valladolid.

Revistu dt Láucn^ión, núm. cxtraordinario (^000), ^^i. 201-21 R 201


en la formación de los sujetos, en el mar- mas de formación de profesores, también
co de los procesos de socialización'. aludíamos al giro historiográfico que la
Por el mismo año, Marc Depae pe y disciplina deberla adoptar para respon-
Frank Simon habían aludido a la cultura der a las expectativas derivadas de las
de la escuela al referirse a la «ca'a negra» de nuevas sensibilidades culturales y peda-
la historia de la educación, es ^ecir, al des- gógicas, sugiriendo enfoques que apun-
conocido agujero del cotidiano escolarl. taran hacía la genealo^ía de los hechos
Poco después, entre nosotros, Antonio educativvs, de las prácticas pedagógicas y
Viñao, que glosaba estas y otras fuentes a la historia materlal de la enseñanza^.
sobre la cuestión, coíncídía con la pro- Frente a una anal(tica condicionada por
puesta de Julia al considerar la cultura es- las tradiciones idealistas y positivistas,
colar como «el conjunto de teorfas, nor- que reduc(a la historia de la educación al
mas y prácticas que se materializan en los estudio de la evolución del ^ensamíento
modos de pensar y actuar que proporcio- pedagógico y de las instituciones docen-
nan estrategias y pautas para organizar y tes, se deb(a afirmar una nueva historia
llevar la clase, interactuar con los compa- de las prácticas formativas, con temáticas
ñeros y con otros miembros de la comuni- innovadoras que atendieran a formas de
dad educativa e integrarse en la vida coti- curiosidad emergentes, como las que los
diana del centro docente»3. Estas teorfas y enfoques etnográficos y microhistóricos
reglas empEricas se podrían articular, si- empezaban a suscitar, muy en consonan-
guiendo la propuesta de Antonio Nóvoa, cia por lo demás con algunas perspectivas
en torno a cuatro aspectos: los actores, los de la Ilamada cultura posmoderna'.
discursos y lenguajes, las instituciones y Desde los anteriores presupuestos,
sistemas y las prácticas4. cuando hablamos de cultura de la escuela
nos podemos estar refiriendo, al menos, a
En realidad, todas estas formulacio-
tres ámbitos:
nes venfan a dar respuesta a la denuncia
que años antes, en 1992, habfa expresado • Uno estarla constituido por la cul-
Harold Silver al aludir a los «silencios» de tura emptrico-práctica que han
la historia de la educación5. Nosotros construido los enseñantes en el ejer-
mismos, en una propuesta orientada a re- cicio de su profesidn y que se trans-
contextualizar la historia en los progra- mite por diversos mecanismos en

(1) D. JULIA: «La culture scolaire comme objet historique>^, en A. NovoA et al.: The colonial experience in
education. Gent, Paedagogica Historica, Sup1. Series, 1, 1995, p. 356.
(2) M. Dei^AE^e; F. SiMON: «Is there any place for the history of education in the History of Educa-
tion?^^, en Paedagogica Historica, XXX-1 (1995) p. 10.
(3) A. VIÑAO: N Por una historia de la cultura escolar. enfoques, cuestiones, fuentes^, en C. ALMUIÑA et
al.: Culturas y Civili.z^ciones. Valladolid, Publicaciones de la Universidad, 1998, pp. 168-169.
(4) A. NdvoA: «A historia do ensino primario en Portugab^, en Encontro de Hitória da EducuFBo em Por-
rugal. Lisboa, Fundaç^o Gulbenkian, 1988, pp. 45-64.
(5) H. SILVFR: «Knowing and not Knowing in the History of Education>^, en History ofEducution, 21-1
(1992) pp. 97- ] 08.
(6) A. Esc'oLANC): nLa investigación histórico-educativa y la fixmación de profesores^^, en Revrsta de
Ciencias dr la Eduración, 157 (1994) pp. 55-69.
(7) Véase A. EscoLANC): «l.a historia de la educación primaria como disciplina. Una propuesta para su
desarrollo curriculan^, en T. MARItv EcE.n (ed.): Formación de Profesoresy F-ducacidn Social. Cuenca, Edicianes
Universidad Castilla-l.a Mancha, 1996, pp. 1] 7-131.

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las relaciones que se dan dentro de la hermenéutica histórica en los procesos
la vida cotidiana de las institucio- de cambio educativoa.
nes. La escuela es un lu gar de pro- La segunda perspectiva se plasma en
ducción de cultura y el oficio de los textos científicos y en los discursos que
maestro se configura en su identi- ensayan interpretaciones teóricas acerca
dad en torno a la memoria corpora- de la escuela. Esta cultura se construye,
tiva de los docentes. desde finales del siglo pasado, en los cfrcu-
• Otro se organizaría en torno a los sa- los intelectuales y académicos en los que
beres que genera la es peculación y la se cultivan las Ilamadas ciencias de la edu-
invesngación. Esta cultura escolar, li- cación^.
gada al desarrollo del conocimiento La tercera, que da origen a una teoría
experto, sobre todo a partir de la ins- práctica de la escuela como organización,
talación académica en las institu- se configura en los entornos administrati-
ciones de educación superior, desde vos y burocráticos que regulan y gestionan
finales del xnc, del movimiento posi- el funcionamiento de los sistemas e insti-
tivista, sería la cultura propiamente tuciones en interacción con los agentes y
cientffica de la educación. gru^os que intervienen en la gestión de la
• Un tercer sector de la cultura de la reahdad educativa10.
escuela vendría asociado al discurso y Cada una de estas culturas se ha desa-
a las prácticas de orden político- ins- rrollado conforme a su propia lógica y ha
titucional que se configura en torno dado origen a una determinada tradición.
a los sistemas educativos, y se expre- Entre las tres esferas de la cultura escolar
saría en el lenguaje normativo que se dan relaciones de interacción y aun de
sirve de soporte a la or^anización convergencia, pero también se constatan
institucional de la educación. La es- históricamente disociaciones, explicables
cuela como organización instituye en función de los amplios márgenes de au-
en este sentido también una deter- tonomía que cada una dispone. Las rela-
ciones anotadas se pueden visualizar en el
minada cultura.
esquema gráfico que se muestra, donde se
La primera de estas dimensiones de la destacan las zonas de convergencia, inte-
cultura escolar es básicamente etnográfica racción y autonom[a de las culturas que
y se objetiva en los registros que dan con- denominaremos ernpírica, científica y po-
tenido a los museos peda^ógicos y centros 1(tica.
de memoria de la educación, ho y en auge Veamos algunas ejemplificaciones
en todo el mundo, a juzgar por las múlti- históricas de la interacción/disociación
ples iniciativas que emergen a diario en los entre las tres culturas de la escuela en tor-
entornos académicos socioculturales no a las coyunturas cr[ticas de la evolu-
vinculados a proyectos dé introducción de ción del sistema educativo nacional en el

(8) Véast, por ejemplo, M. Loutto FF^<^uF^ttns OMuseo da Escolu Primária na inrercepFdo da rnvenrário,
da conservaf^o e da ronstituifáo de f»nuJ para !a Nistória do Educaç^áo em Portugul. Porto, Documento dei Pro-
yecto ^<Para um museu vivo do Escola Primária^^, s.d. (Cortes(a de autora).
(9) Véase nuestro trabaja ^^Un siglo, dos culturas: pecíagogfa académica y culrura de la escuela^^, en Actas
del Coloquio La educación espafiola u examen, 1^J8-!»8. "Laragoza, Institución Fernando el Carólico-MEC,
2000, voL L, pp. 605-C 14.
(10) ]. BnkRi^so: ^^Génese e evoluçáo da organizaçáo pedagógica e da administraçáo dos liceus^, en Ana-
lise Psicológica. XIV (1996) pp. 487-50C.

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ESQUEMAI

(;E: Cultura empírica • C^mvrrKrncia


CC: Cultura cicntiflca O Intrraccic'm
CP: Culn^ra política O Aut^>n^^mía

último siglo. Estos ciclos, tal como esta- hacia el nivel de modernidad de cada épo-
blece el consenso historiográfico, serían ca, incluido el p royecto de puesta al día de
los siguientes: la cultura escolar del país".
- El período regeneracionista de en-
tresiglos.
- La fase de modernización tecnocrá- LA CUL'1'URA ESCOLAR EN CICI.C)
tica del franquismo. REGENERACI(^NIS'1'A
- La etapa de reformas democráticas.
EI período de entresiglos xix-xx constitu-
hstas son, por lo demás, las tres oca- ye una fase de fundamental significación
siones en las que el siglo que ahora conclu- en la definición de las tres culturas escola-
ye ha tratado de buscar la «altura de los res antes mencionadas y en el estableci-
tiempos» , para decirlo con la conocida ex- micnto de sus relaciones de interdepen-
presión orteguiana que alude al progreso dencia y cohahitacicín.

(I l) A. Gsct>IaNCr ^^^I^rrs jalones en la moderniración educativa dr España^,, rn A. F..u uinNt^/R.


Fr:RNANUF.z ( eclits.): /_or car^rinar huria Gt »wdrrnidad educativa en Fspaitu y Portugal (1800-/I75). % amora,
Fundación Rri Alt^^nso Hcnriyurs, 1997, pp. 13-23.

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De una parte, durante esta época se además del control de su regulación.
consolidó en el orden de la práctica la cultu- Todo ello sin referencia a los crite-
ra de oficio de los maestros. Ello se produjo rios higienistas que la cultura cientí-
al margen en gran medida de las instancias fico-positiva aportaba entonces.
burocráucas y de la cultura cient(fica sobre - La selección del conocirniento esco-
educación, como veremos. lar y la planificacibn curricular. Nó-
EI arte de ensefiar, esto es, el saber tese que hasta 1953 no existieron en
em (rico del maestro artesano, es sobre Espafia cuestionarios nacionales
todó una tradición inventada por los pro- para ordenar los programas de ense-
pios actores que lo crean, lo gestionan y lo ñanza, ^or lo que el contenido de la
representan1z. Este ti^o de saber práctico educación hubo de ser pautado por
puede ser incluso ratificado por la misma la manual(stica y por el mismo arte
sociedad que lo reconoce y legitima a tra- docente.
vés de las imágenes de identidad que otor- - La organización de la marcha de la
^a a los ense6antes. Tales atribuciones se clase según criterios y reglas de dis-
}ustifican ^or la razón ^ráctica de la cultu- ciplina tomados de la experiencia
ra de oficio. La no ctencificidad de esta propia o carporativa. En este caso,
cultura experiencial, que el positivismo de las ra(ces de estas prácticas pueden
la época se encargó de denunciar en parte rastrearse incluso hasta las escuelas
para autoafirmar su estatuto, no invalida del Antiguo Régimen.
sin embargo ni técnica ni moralmente sus - La adopción de métodos y procedi-
competencias, ni tampoco la desacredita mientos espec(ficos, inspirados en
socialmente, toda vez que sus niveles de la tradición y en la inventiva propia
eficiencia y su mismo ethos se traman en la para la enseñanza de la lectura, la es-
realidad y en la necesidad, y se regulan critura, el cálculo y demás saberes
mediante convenciones corporativas y co- elementales.
munitarias, con independencia del juicio - La creación de un utillaje profesio-
de los expertos. nal con objetos e instrumentos que
La cultura emp(tico-práctica de la es- con el tiempo llegar(an a configurar
cuela en el ciclo regeneracionista -tam- el ajuar del maestro.
bién después- estuvo ligada pues al des- - La preparación y uso de materiales,
arrollo de la profesión docente. Han sido incluidos los textos y demás recursos.
los profesores quienes, entre otras cosas,
tuvieron que idear res^uestas para resolver Todo este conjunto de creaciones em-
problemas como los siguientes: p(ricas y conductas práccicas se fue confi-
gurando como una cultura paralela a la que
La disposición y uso de los espacios postulaban las culturas cient(fica y organi-
en que se instalaron las escuelas (no zacional de la educacidn, producidas en los
siempre con arquitectura ad hoc, y a centros de formación normalista y en los
menudo con innumerables preca- gabinetes de la administración. Aquella
riedades). cultura inventada terminó por definir una
La gestión del tiempo, incluidas las tradición acreditada y un sistema compar-
asignaciones horarias a las rúbricas tido de significaciones -ésre es uno de los
curriculares y los ritmos del proceso, componentes de toda cultura, como ha

(12) VEase en el monográfico de la revisra Vela Mayor (Anaya Educarión) dedicado al tema: ^^ EI ntaestro,
hoy.. (I11-9, 19`)6), nuestro trabaio: ^^Maestros de ayer, maestros del futuro^^ (pp. 41-48).

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destacado Clifford Geertz13- que se fue grama con materiales heteróclitos,
transmitiendo como memoria corporativa resuelven sobre la marcha los problemas
o gremial a través de sutiles pautas de prácticos que se le presentan -sin seguir
a^rendizaje social y directo -no bien cono- pautas teóricas predefinidas- y recontex-
cidas- dentro del mismo grupo creador de tualizan saberes empíricos, el oficio de pro-
los saberes y habilidades, que se constituyó fesor o enseñante tendría mucho que ver
a un tiempo en comunidad interpretativa y con el de componedor14. Tampoco estaría
de le^itimación. Poco o nada tiene c^ue ver lejos del de artesano, ya que, en función de
este upo de cultura con la del conocimien- lo observado en los anteriores e^(grafes, sf
to expeno y la normativo-burocrática. parece plausible incluir las prácucas de que
Los maestros de esta época, a pesar de se sirve el maestro para componer y ejercer
ciertas afirmaciones de la retórica regene- su profesión entre las artes que configuran
racionista, no aprendieron la pragmática una cultura empfrica artesana, que ser(a a
de su oficio ^el habitus de la profesión, estos efectos una combinación inteli^ente
como dirfa Bourdieu- en los tratados pe- entre las tradiciones corporativas y la tnno-
dagó^icos cursados en las escuelas norma- vación creadora.
les, ni en los estudios que aportaba la cien- No ha de extenderse necesariamente
cia positiva. Con independencia de que esta metáfora del bricoleur a la imagen del
elevadas cuotas de doeentes no pudieran si- hábil art(fice o menestral que arregla obje-
quiera acreditar las titulaciones a^ropiadas tos o resuelve situaciones stmples, aunque
-a veces ni aún el extendido certificado de históricamente puedan constatarse nume-
aptitud-, los graduados normalistas tam- rosas rutinas de la profesión docente que
poco inspiraron su acción en los rudimen- podrfan sugerir tal conclusión, como la
tos culturales y pedagó^icos que dis pensa- relativa a los métodos de ábaco y catón o a
ron las escuelas de magisterio. Más bien al las disciplinas de dómine y palmeta de
contrario, los análisis genealó gicos que que los maestros tradicionales se sirvieron
trascienden la historia externa de las nor- para gestionar la marcha de la clase. No
males evidencian que las prácticas del ofi- obstante, en estas y en otras acciones prác-
cio de maestro y el ajuar de las escuelas se ticas más complejas y elaboradas, que el
adscribirfan a una tradición inventada y a historiador debe registrar sin otras valora-
la mcmoria del gremio que la archiva y ciones que las que requiere la hermenéuti-
transmite. ca, es postble buscar la lógica de una ratio
En un reciente ensayo sociológico se construida desde la experiencia, fuente
comparaba el oficio de maestro con el de esencial de lo que venimos denominando
bricoleur o persona que práctica el bricola- cultura empfrica de la escuela.
ge, es decir, con quien manipulando diver- El mismo Pablo Montesino, uno de
sos elementos materiales compone un arte- los primeros teóricos de la educación con-
facto o lleva a cabo alguna actividad temporánea, y desde luego el más influyen-
artesanal. Según esta metáfora, que proce- te en su ordenación normativa, alud[a a
de del uso que hizo de ella Levi-Strauss que «el oficio y deber de un maestro públi-
para definir el trabajo de aquéllos que, sin co son el arreglar las ocupaciones de la es-
ser cientfficos o artistas, construyen su pro- cuela»15. Y los tratados pedagógicos de la

(13) C. GRFRrz_: La inttrprttación de las culturas. Barcelona, Gedisa, 1997, p. 1955.


(14) C. Dfnz; B. PR^Fro: nEntre el bricolaje y la ciencia», en l/cla Mayor, II9 (199G) p. 19.
(15) P. MotJrES[NO: «Ctasificación de los niños en las escuelas...„, cn Bo/a!n (^icia! c!e /rutrucción Públira,
V-]0 (1845) p. 314. Citado por A. V^Nqo: Tiempos acofares, tirnrpos sociales. Barcelona, Ariel, 1998, p. 16.

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época hablaban de que debía ser el propio universales y mejor conocidos. Descon-
maestro el que recreara en su escuela, con- textualizados estos modelos de las culturas
forme a sus circunstancias, los métodos, los históricas en que se gestaron, sus sistemas
cuadros horarios y todo el régimen de acti- pedagógicos no sólo sufrieron las defor-
vidades. Asf, aunque muchas de las prácti- maciones asociadas a los diferentes crite-
cas pedagógicas eran recomendadas por los rios de apropiación que cada sociedad,
textos y reglamentos, su invención o apli- cada grupo y cada época utilizaron, sino
cación estuvieron siempre sujetas a las for- que se vieron abocados a su reducción
mas de la cultura de oficio. Estos modos, como formas emplricas aplicadas al mun-
en unos casos, se fueron trasvasando a los do de la acción.
sistemas de pedagogfa y al discurso de las La España del ^x recogió todas estas
normas. En otras ocasiones, fueron las pau- influencias, as( como las que propició el
tas administrativas y las orientaciones téc- positivismo en el último pertodo de entre-
nicas las que interaccionarfan con el mun- siglos, en su proyecto de configurar una
do de la práctica escolar. ciencia de la educación basada en la obser-
Junto a esta cultura práctica, el ciclo vación y en el control experimentaí de los
histórico del regeneracionismo alumbró fenómenos. Es verdad que nuestro pa[s
otras dos culturas pedagógicas: la acadé- casi siempre recibió estos modelos a través
mica o cient(fica y la polftica o adminis- de diferentes vfas de influencia exterior (la
trativa. influencia externa siempre ha sido un fac-
Los saberes sobre educación se consti- tor decisivo de modernización), como
tuyeron en el siglo pasado como discipli- ocurrió con las apropiaciones que Monte-
nas académicas ^ara satisfacer las deman- sino hizo en su exilio de las novedades do-
das metodológicas que suscitaron los minantes en la Europa de comienzos del
primeros centros de formación de maes- xix o con las adaptaciones que la corriente
tros. Sus objetivos fueron dos: fundamen- krausopositivista Ilevó a cabo después. Por
tar los valores y la sistemática de la acción lo demás, la mayor parte de los manuales
educativa y asegurar una ordenación ra- espafioles de pedagog(a utilizados en las
cional de la práctica docente. escuelas normales, según verificó Leoncio
Para atender al ^rimero, la emer gente Vega, están llenos de transcripciones, a
ciencia de la educación se inspiró en la fi- veces literales, de los tratados de la época,
losoffa, en los idearios pol(ticos y en la re- franceses y alemanes sobre todo (Geran-
flexión sobre la misma práctica. En orden do, Paroz, Rendu, Compayré, Schwarz,
a la regularizacián de la instrucción con- Zie ler...). Traducciones plagios suplie-
forme a método, la nueva disci^lina ideó rongen la Es pafia del pasádo si glo, al de-
teor(as y sistematizó prácticas inspiradas bate teórico de legitimación de !a pedago-
en determinados principios, aunque, al li- g(a que tuvo lugar desde Herbart en
berarse dichas técnicas de los supuestos Alemania, o desde la dialéctica positivis-
que las crearon, aquellos modos de forma- mo-idealismo en am plias zonas de Euro-
c^ón llegaron a mecanizarse. Ello ocurrió, pa. La llamada «edad de oro» de nuestra
como ha mostrado la investigación histó- pedagog(a (que cubre el perfodo de finales
rica, con la difusión de los modelos educa- del x^x y primer tercio del xx) se definió
tivos ins^irados en el intuicionismo de sobre todo por una aceptación ecléctica de
Pestalozzi, la teor(a de los grados formales todo tipo de influencias exteriores, así
de Herbart, el mutualismo de los sistemas como por la confi^uración de la pedago-
pedagó^icos de Lancaster/Bell y el simbo- gfa como una disciplina académica supe-
lismo ludico-didáctico de Froebel, por re- nor orientada a cumplir nuevas Funciones
ferirnos a los paradigmas y mérodos más -más allá de la formación de los docentes

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primarios- relacionadas con la moderni- e instituciones de educación su perior,
zación del sistema escolar. adoptando los caracteres de lo que hemos
La constitución de la pedagog[a como dado en Ilamar el conocimiento experto,
disciplina universitaria se lleva a cabo en en ^ran medida escindido del mundo de
Es^afia a lo largo de todo un proceso que la vtda o del cotidiano escolar.
se inicta con la creación de una cátedra de Tanto los nuevos cient(ficos adscritos
Pedagogfa Superior en el Doctorado en a la corriente positivista (sociológos, psi-
Filosofta de la Facultad de Letras de la cólogos, pedagogos), como los intelectua-
Universidad Central ( 1904) y se cierra les que lideraron en el cambio de si glo el
con la ereccián de las Secciones de Peda- renacimiento de las filosof(as de la educa-
gogfa en las Universidades de Madrid y ción de corte neokantiano y neoidealista
Barcelona ( 1932-1933). Como antece- (^edagogfa de los valores, historicismo,
dente de estas secciones, hay c^ue referir la aencias del espfritu...), construyeron dis-
Escuela Superior del Magisteno, instaura- cursos teóricos que en general se alejaron
da en 1909 y reformada en 1914. En estos demasiado del campo de la experiencia.
centros se formaron, en un nivel superior Algunos de estos cientfficos y filósofos se
a las exigencias de las instituciones de for- desclasaron incluso del ámbito docente
mación de maestros, los directores e ins- del que proced(an, erigiéndose a veces,
pectores de escuelas elementales, los pro- desde las nuevas plataformas académicas
fesores de las normales y los estudiosos de superiores, en lfderes sin referentes emp(-
las ciencias de la educación en ^eneral, es ricos.
decir, toda la intelligentsia del sistema. Por otro lado, estos nuevos mediado-
En torno a estas nuevas instituciones, res, detentadores de la cultura de los ex-
los reformadores de la Espafia contempo- pertos, usurparon a los maestros la posibi-
ránea, vinculados al regeneracionismo lidad de construir y legitimar un saber
progresista que trató de situar a Espafia en profesional basado en la propia experien-
el nivel de modernidad de la época, eleva- cia, con lo que, como ha puesto de relieve
ron la pedagog[a al estatus académico uni- Antonio Nóvoa, excluyeron la práctica
versitarto y le atribuyeron una función como fuente constitutiva de las ciencias
nuclear en relación con la reforma de la de la educación^G. Así, con el auge del po-
sociedad y de la cultura, no sólo por su ca- sitivismo, impulsado por las burguesfas
pacidad teórica de innovación en el cam- modernas, la ciencia pedagógica se reclu-
po escolar, sino sobre todo por su poten- yó en las instituciones superiores e incluso
cialidad con respecto a los cambios que se los sectores normalistas -no sólo los ^ro-
pod[an inducir en la cultura y en la misma fesores primarios- quedaron escindidos
vida. de los c(rculos que produc(an el conoci-
Esta nueva cultura de la escuela, la miento socialmente reconocido como sol-
cientffica, se gestó y desarrolló, pues, al vente en relación con la ensehanza.
margen de las instancias del mundo prác- En consecuencia con lo anterior, los
tico> esto es, como una cultura academi- maestros fueron reducidos al mundo de la
cista. En el tránsito de los siglos xix al xx, experiencia ingenua, y la pedagogfa teóri-
el corpus de conocimientos especializados ca se hizo cada vez más abstrusa y esotéri-
acerca de la enseñanza pasó a manos de la ca, configurándose en torno a datos y es-
nueva elite intelectual de las universidades peculaciones alejados de una saludable y

(1C) A. Nbvon: ^^Professionalisation des enseignants et Sciences de PÉducatiom^, en P. DRF:WF:R/CH.


LUrH (eds.): Histary ofEducational Studies. Gent, Paedagogica Historica, Suppl. Series, 1998, pp. 403-43O.

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realista razón práctica. Sólo en determina- En los finales del xYx y comienzos del
dos contextos, como los que ensayaban xx, nuevos registros muestran la interin-
los modelos teóricos en escuelas-laborato- fluencia entre las pedagogtas académicas y
rio (origen de la tradición constructivista) las poltticas. Las orientaciones emanadas
o mantenfan vlnculos institucionales con del Museo Pedagógico Nacional, creado
los movímientos de renovación (germen en 1882, informaron a veces el lenguaje
de las pedagog(as crlticas), se propició una de las normas, aunque las ^rácticas, tanto
real aproximación entre enseñantes y ex- burocráticas como profesionales, siguie-
pertos. Ello ocurrió, como es sabido, en ron operando desde sus ropias lógicas al
ciertas afinidades que se dieron en los margen con frecuencia dé las recomenda-
ctrculos innovadores de la escuela nueva y ciones técnicas. Sólo dos ejem^los para
en algunos medios con tradición pedagó- ilustrar lo anterior. Los nuevos diseños ar-
gica académica. En los demás casos, el ofi- quitectónicos escolares pensados ya a fines
cio de maestro quedó aislado de los circui- del último siglo desde e! higienismo, el ra-
tos de producción del conocimiento 0 cionalismo y la graduación encontraron
abocado a las vtas institucionales margina- fuertes resistencias polfticas y económicas
les. De este modo, el saber experto asumió para su implantación en la realidad, cuya
un papel hegemónico sobre la práctica, fisonomfa no escapó a las descripciones
que quedarfa reducida al mundo de lo arcaizantes que aporta la etnograffa histó-
subalterno. rica. Por otro lado, la reordenación del
En otro orden de cosas, el último ^e- tiem^o educativo que implicaba la intro-
rfodo de entresi^los estructuró tamb^én ducción de las vacaciones caniculares en
una cultura polftica de la escuela, configu- 1887 reflejaba eí impacto de la primera er-
rada en torno a las prácticas normauvas gonomfa y de la presión societaria de los
que codificaron la organización de los sis- docentes en la organización política de la
temas educativos en una coyuntura cr[tica escuela, ^ero el mundo cotidiano de los
de expansión y modernización de los mis- centros siguió por rnucho tiempo aferrado
mos. a los ritmos que impontan las condicíones
Esta cultura polttica utilizó, a veces reales de vida de los niños y los maestros.
retóricamente, y en otras ocasiones con Diversos miembros de la intelligentsia
coherencia pragmática, conce^tos que se pedagógica de la época Ilegaron incluso a
gestaron en el ámbito académico-cienttfi- participar directamente en la conforma-
co, y aun en el de la acción más acreditada. ción de la cultura polftica escolar. Manuel
Por eso, el lenguaje de las normas aparece B. Cossfo, Santiago Alba, Rufino Blanco
a menudo impregnado de terminolog[as o Domingo Barnés, por ejem plo, tuvieron
teóricas. Recuérdese, por ejemplo, cómo res ponsabilidades directas en la definicián
el aludido reglamento de escuelas de de las innovaciones pedagó gicas auspicia-
1838, inspirado en la pedagogfa de Mon- das por la administración. Muchas de las
tesino, recogta numerosos conceptos que propuestas reformistas -la enseñanza gra-
reflejaban las teortas vigentes y algunas duada de 1898, el plan clclico de 1901,
prácticas cotidianas de la educación. Este los modelos de aryuirecrura escolar de
documento, que estuvo en vigor hasta 1904 y 1920, la reordenación de las nor-
bien entrado el siglo xx, definió formal- males de 1914, el estatuto del magisterio
mente las ideas sobre el espacio, los riem- de 1923- fueron formuladas par los inte-
pos, el programa, los métodos y modos de lectuales «orgánicos» del regeneracionis-
enseñanza, el régimen de disciplina y de- mo recogiendo las propuestas del lenguaje
más pautas asociadas a la ordenacíón de (a técnico-científico. I'ero, desde su lógica
marcha de la escuela. interna, el leitmntiv de la cultura pol[tica

209
no estaba en la racionalidad teórica, sino modernizadora de un sistema educativo
en su función de control. En esta perspec- arcaizante en un contexto de reformas sin
tiva, el lenguaje académico puede desem- democracia.
pefiar una misión retórica, de simulacro Como es sabido, el régimen triunfan-
de rnodernidad, y hasta ser demagógico te en la guerra civil procedió de inmediato
con la realidad misma, pero puede asimis- a desmantelar los «aparatos» pedagógicos
mo abocar a la vía de las culturas supraes- atribuidos a la República, lo que al tiempo
tructurales. supuso una ruptura con las tradiciones
Tres culturas, pues, con tres ló gicas que se hab(an venido instalando en la es-
distintas: la de la razón práctica en el ni- cuela desde finales del siglo anterior, esto
vel de lo emp(rico; la del discurso acadé- es, desde los programas y experiencias que
mico en el ámbito de lo cient(fico; la del impulsó el regeneracionismo en sus tres
control social en el registro de la escuela niveles de cultura: la emptrica, la académi-
como organización. Cada uno de estos ti- ca y la organizacional.
pos de cultura posee una esfera propia de EI nuevo poder establecido quiso
autonomta e interacciona en parte con también crear su propia pedagog(a, lo que
las otras dos. También coinciden las tres no resultaba fácil. Hab(a que crear para
en ciertas zonas de convergencia. Pero el ello nuevas estructuras, nuevos marcos
fracaso de buena parte de las reformas teáricos ^ c[rculos de investigación y nue-
educativas históricas y actuales deriva de vas relaciones con el mundo de la práctica
la escisión entre estas tres culturas, y, so- educativa. Era preciso incluso, aun que
bre todo, como señala Zeichner, porque sólo fuera por razones de le gitimación for-
los teóricos ^ los poltticos no tienen en mal, enlazar con alguna tradición pedagó-
cuenta suficientemente el haóitus de los gica que resultara compatible con el nue-
enseñantes que han de aplicarlas, es de- vo orden ideológico.
cir, su cultura. Ah( está igualmente la cla- El modelo autárquico adoptado en la
ve explicativa del fracaso del movimiento posguerra, además de arcaizante en sus
pedagógico regeneracionista de la Espa- planteamientos, ^rogramas y métodos,
ña de entresiglos. condujo al aislamiento del ^a(s y cerró el
camino hac(a la modernizacián. Esta
ruptura con el ritmo de desarrollo re ge-
neracionista anterior no era sostenible
LAS CULTURAS ESCOLARES Y LAS por mucho tiempo, lo que invitaba al sis-
REFORMAS TECNOCRÁTICAS tema a cambiar de estrategia, en parale(o
por lo demás con los cambios que se ope-
Un segundo corte historio^ráfico en el raron en la econom(a y en la vida social
que puede verificarse la coexistencia de las en la coyuntura expansiva de los años se-
tres culturas de la escuela en el último si- senta. As(, aun dentro del esquema auto-
glo es el que se articula en torno al llama- ritario del ordenamiento pol(tico de la
do ciclo tecnocrático del franquismo, en- época, el régimen tuvo que evolucionar
tre los finales de los años cincuenta y la hac(a un proceso de reformas que termi-
crisis terminal de régimen autoritario que nar(a por afectar, en el caso de la escuela,
siguió a la guerra crvil. Este per(odo, de a la tecnoestructura del sistema y a las in-
poco más de quince afios, afectó a todo el novaciones pedagó icas asociadas a sus
tracto desarrollista de los sesenta y princi- marcos de moderni^ad.
pios de los setenta, hasta las contrarrefor- La progresiva incorporación del pa(s a
mas del tardofranquismo. EI ciclo ejern- la dinámica de las sociedades industriales
plifica bien el ensayo de una estrategia era incompatible con la subsistencia de un

210
sistema educativo tan obsoleto como el ríodo y los moderados del xlx'^. Ambos
mantenido a lo largo de casi dos décadas renunciaron a ciertos princi^ios de su dog-
de autarqufa. Las nuevas expectativas so- mática y se abocaron al posibilismo.
ciales generaron no sólo demandas educa- Durante este ciclo de reformas se
tivas, sino también una cultura escolar constata de nuevo la coexistencia de las
más sensible con los cambios científi- tres culturas antes comentadas:
co-técnicos y pedagó^icos de la época, y
en definitiva, propiciaron la incorpora- • La cultura empírica de los maes-
ción a la enseñanza de los mismos criterios tros, muy aferrada a las rutinas de
oficio de la experiencia ingenua y a
de modernidad y eficiencia que se impu-
los condicionamientos dictados
sieron en la sociedad industrial.
por la dogmática de un régimen
Este proceso de innovación, que se autoritario que imponfa asirnisrno
abrió con las tfmidas reformas de los cin- determinadas ráct^cas.
cuenta, desembocó en la conocida ley de • La cultura pedágógica que se cons-
1970, que comportaba una reforma sisté- truye y difunde en los ámbitos aca-
mica de la escuela con orientaciones peda- démicos y de investi gación. Esta
gógicas qu^ e en su conjunto definían una cultura rompe con la tradición
nueva cultura de la polftica escolar, cuya acrisolada durante el regeneracio-
inEluencia ha llegado hasta nosotros'^. L,a nismo, del que sólo adopta en todo
crisis económica subsiguiente a la reforma caso su rictus conservador, y se ads-
y las contradicciones finales del tardofran- cribe decididamente al funcionalis-
quismo dieron al traste con aquel proyecto mo tecnocrático, que por entonces
modernizador de la escuela que algunos se imponta como filosofta educati-
autores, como Manuel de Puelles, han que- va universal en gran parte de los
rido relacionar con el regeneracionismo, en medios occidentales. Esta orienta-
su visión conservadora, de comienzos de si- ción era además compatible con los
glo. Este autor señala que, además de los valores que sostenlan el sistema.
elementos tecnocráticos que comportaba • La cultura ^olítica de la escuela
la reforma de 1970, puede rastrearse en ella como organización, configurada a
una línea política identificable con el «con- partir de la ideologfa del régimen y
servadurismo español más logrado», que él ob'etivada en los discursos, aparatos
ve encarnado en el regeneracionismo de y<'enguajes que, además de le^iti-
Costa, Maura y, en ciertos aspectos, de Pri- mar el orden vigente, dieron origen
mo de Rivera'a. Esta tradición responde al a una tecnoestructura modernizada
reformismo «desde arriba» y excluye la par- sin democracia y a su misma confi-
ticipación democrática. Más aún, el traba- guración como sistema.
jo de Puelles sugiere extender la anterior
conclusión a todo el ciclo 1957-1973, glo- Del tradicionalismo técnico que ca-
sando la asociación que Jiménez Blanco racterizó la cultura emp[rica de la escuela,
estableció entre los tecnócratas de este pe- y de sus interacciones con la polftica y la

(17) Véase nuestro trabajo: ^^Discurso ideolágico, modernización técnica y pedagog(a cr(tica durante el
franquismo^^, cn Historia dt !a Educación, 8(1989) pp. 7-28.
(18) M. PuFt.t.ES: ^^T'ecnocracia y pol(tica en la reforma educativa de 1970^^, en Revista d^ Edu<Qeión,
Núm. Extraordinario (1992), pp. 28-29.
(19) ^. ^IMENEZ BIANCO: ^<Drsarrollo económico-democracia pol(tica,^, en Espafia. Ptrrptttiva 1972.
Madrid, Gudiana, 1972. Citado por pueLl.HS, anr. cit., p. 29.

21 I
pedagogta, dan cuenta las resistencias que de los ordinarios; la que adopta la polttica
ofrece la realidad a las estrategias de cam- educativa del momento, que tratará de
bio que pone en marcha entonces la ad- «atemperarse» a la anterior y de reconocer
ministración. Así, los redactores de los el reaccionarismo de la primera. Esta últi-
primeros cuestionarios nacionales de en- ma será pues una cultura estratégica, posi-
señanza primaria, en 1953, expresaban el bilista y retórica.
temor de chocar con las tradiciones esta- La cultura emp[rica de los maestros
blecidas en la práctica y la necesidad de lo- era en gran medida la tradición recibida,
grar un compromiso estraté^ico entre los unida a las prácticas que impuso el régi-
móviles de la ttmida innovactón y las limi- men. Sólo más adelante, algunas mino-
taciones de la realidad20. rtas> que se hab[an salvado de la represión
o habtan cretdo en el valor de una cierta
«La novedad que supone la existencia de
unos cuestionarios nacionales destinados práctica de la resistencia, pudieron emer-
a orientar la labor de nuestras escuelas ger como movimientos renovadores a fi-
primarias -se lee en la introducción- nos ha nes de los sesenta. Esto ocurrió en sectores
movido a no incroducir en ellos innovacio- mu^ diversos, desde los que aglutinaron
nes que podfan haber contribuido a pertur- las tntctativas del catolicismo más abierto
bar la mareha de !a enseñanza. Ensayos de a los que impulsaron las instituciones liga-
metodolog(a nueva, tales como las globali-
zaciones, la concentración de materias afi-
das a la burguesta y a otros sectores libera-
nes y los proyectos, que tienen su indica- les, únicas «distdenctas» que fueron tolera-
ción ya en los primeros pasos de la das por el franquismo22. Pero la gran masa
ensefianza> ya en las tareas expcrimentales mostrenca de las escuelas del pats vivió
de escuelas de ensayo, sólo en muy poca instalada en la rutina, la resignación y la
medida son acogidos por los cuestionartos> ciega obediencia. EI rostro de esta cultura
respetuosos con una tradtctón escolar que ha era por lo demás un reflejo de la vida coti-
convertido a la asignatura en una realtdad
inesquivable... (Ahora bien), si hemos hui- diana de la mayor parte de los españoles.
do de innovar en exceso, ello no quiere de- No sorprende, pues, que los mentores de
cir que no hayamos procurado atemperar aquellas primeras reformas tuvieran en
los cuestionarios a los postulados actuales de cuenta aquel otro tipo de resistencialismo
la ciencia pedagógica. Es posible, incluso, que opondrta su fuetza y su número al
que los de algunas materias parezcan excesi- cambio.
vamente revolucionarios, si se tiene en cuen-
ta nuestra tradición escolar»Z^. Mas el tecnocraticismo de los años
que siguieron a esta innovación iba a codi-
El fragmento transcrito reconoce, im- ficar una nueva cultura cientffica de la es-
plícita y expresamente, la existencia de las cuela. Las demandas de modernización
tres culturas escolares aludidas: la de la del sistema educativo, para su mejor ade-
tradición, que hay «respetar» para no cuación al desarrollo económico y social,
« perturbar» la inercta de Ia «marcha de la generaron nuevas expectativas pedagógi-
clase»; la que postula la «ciencia pedagógi- cas y la necesidad de formar en la universi-
ca», con sus ensayos innovadores, más dad profesionales que lideraran el cambio
propia de los centros experimentales que desde propuestas técnicas y científicas, y

(20) Ver A. EscotnNO: «Los comienzos de la modernización pedagógica en d franquismo


(1951-1964)^^, en Revista Espafiola dr I'cdagogfa, 192 (1992) pp. 289-310.
(21) Cuestionarios Nacionaks para la Enseñanur Primaria. Madrid, Ministerio de Educación Nacional,
1953, pp. 9-10. la cursiva es nuesua.
(22) Art. cit. en la nota 17, pp. 24-28.

212
no ya sólo desde las instancias de la direc- además bastante extraña a los hábitos que
ción pol[tica opuesta al régimen. conformaban el cotidiano de las institu-
EI fomento de esta nueva cultura se ciones y a los comportamientos de los
llevó a cabo en las universidades que im- docentes, aferrados a las viejas inercias
partfan la carrera de pedagogfa, en el Insti- del oficio y refractarios a las innovaciones
tuto del Consejo Superior de Investiga- que, por lo demás, procedfan de medios
ciones Cient[ficas y en algunos gabinetes intelectuales exóticos para la sensibilidad
técnicos de la administración, como el del común de los maestros españoles de
CEDODEP (creado en 1958). En todos la época.
estos centros se construyó -como hemos La cultura académica sobre la escuela
documentado en otros trabajos23- una tarnbién se configuró en este ciclo históri-
extrafia hibridación epistémica entre las co como un saber escindido del mundo de
corrientes neopositivistas al uso en la épo- la práctica y sin sinton[a con el artc de la
ca y una pedagogfa especulativa que no ensefianza, que siguió adscrito al árnbito
habfa abandonado el sesgo espiritualista de la cxpertencia. Los nuevos expertos o
que adoptó ba jo el nacional-ca.tolicismo. mediadores no sólo se desclasaron de los
EI registro posittvo de esta cultura de la es- sectores socioprofesionales de los ^ue a
cuela tiene una clara fundamentación en menudo procedían, sino que imptdteron
la psicolog(a y sociolog[a de corte funcio- la posibilidad de construir un saber empt-
nalista-conductista en que se inspiraba y rico y éxcluyeron asimismo la práctica
abocó a la construcción de una tecnologfa como referente de racionalidad técnica.
de la enseñanza de intención eficientista y Otra vez el positivisrno condujo a una es-
orientación mecánica. El rictus idealista, pecie de elitismo academicista para afir-
que era más un resabio ideológico que una marse como la única v[a posible hacia un
actitud intelectual, ofrecfa la imagen de saber acreditado cultural y socialmente,
una filosoffa mistificada en la que cabfan esto es, hacia una cultura hegemónica.
todos los discursos asociados tradicional- La cultura polftica de la escuela se fue
mente al catolicismo: humanismo, perso- conformando como una tecnoestructura
nalismo, neoescolástica, existencialismo que mimetizaba el conocimiento experto.
cristiano. Primero fueron los cuestionarios de 1953,
La cultura cientffico-técnica diseña- ya aludidos. Luego, a partir de 1957, los
da en esta fase del franquismo trató en centros de colaboración pedagógica, que
definitiva de elaborar una teorfa y tecno- trataban de animar desde la inspección la
logfa educativas que no fueran incompa- decafda práctica escolar24. Poco después,
tíbles con el sístema de valores de la ideo- la creacidn del CEDODEP en 1958 ex-
logfa dominante. De esta suerte, la presaba la voluntad modernizadora de la
pedagog[a académica se confi^uró a ca- administración educativa en diversos
ballo entre la racionalidad técnica, de cla- campos de las relaciones teorfa-prácticazs.
ra rafz positivo-funcional, y la retórica Como instrumento de mediación entre la
ideológica del orden polttico. Pese a burocracia y la escuela, este centro cons-
todo, la cultura escolar resultante fue truyó toda una cultura técnico-cientffica a

(23) VEase A. Esc:otnNO rt al.: La inuestigación p^dagógica universitaria rn Erpaña (1940-197G). Sala-
manca, Edicioncs Universidad/1CE, 1980.
(24) A. Mnf^.^.a: La Inrpección dr Ensefianza Primuria. Madrid, Escuela Española, 19G7, pp. 187-188.
(2S) Decreto de 25 de abril de 1958 (BOEdeI 1 S de mayo).

213
través de sus actividades de documenta- Esta última singladura reformista esta-
ción, experimentación, investigación y bleció nuevos aparatos pedagógicos para
orientación. La revista Vida Escolar, que vehicular hacia la práctica la cultura escolar
mensualmente se enviaba a todos los esta- que propugnaba. En esta estrategia moder-
blecimientos del país, constituyó segura- nizadora jugó un papel esencial la red
mente uno de los más logrados instrumen- CENIDE-ICE5, que, al igual que todo el
tos de aproximación entre las culturas proyecto de reforma, terminó por quedar
empírica, académica y política de la escue^ apresada en las contradicciones del final de
la2fi. En esta publicación, la simbiosis antes un sistema que no podía eludir los condi-
notada entre tecnocraticismo e ideolo gía cionamientos tecnocráticos y autoritarios
no muestra ya la beligerancia ofensiva del del tardofran^uismo. Por lo demás, la cul-
primer franquismo, aunque su estilo si- tura c^ue ^ropició esta red quedó i gualmen-
guió denotando la comentada escisión en- te escfndida de las necesidades reales de los
tre las lógicas que sobredeterminaban los docentes y de los centros, con lo que otra
tipos de cultura. Esta disaciación también vez volverá a repetirse la amenaza de diso-
está presente en las estrategias de innova- ciación entre las esferas de lo emptrico, lo
ción que se p usieron en marcha en torno a político y lo académico en la organización
la reforma de 1970. de la escuela.
La cultura de la escuela como organi-
zación, y por tanto en clave socio política,
se tecnificó asimismo en este ciclo histó- LAS CULTURAS DE LA ESCUELA EN
rico. A esta época pertenecen las decisio- LAS REFORMAS DEMOCRATICAS
nes normativas que hicieron de la escuela
española una organización moderna. Un tercer ciclo modernizador cierra el si-
Entre 1964 y 1970 se elaboraron los ni- glo que analizamos: el c^ue se gesta en la
veles básicos de adquisicián por cursos, transición a la democracia y concluye con
nuevos cuestionarios nacionales, progra- la reforma en curso de (os afios noventa.
mas para diferentes tipos de centros La España de la transición, sobre todo
y pruebas de evaluación y promoción. a partir de los acuerdos de 1977, conoci-
Estas innovaciones dieron origen a una dos como los Pactos de la Moncloa, inició
nueva generación de manuales escolares un roceso polltico de modernización
que dio al traste con el imperio de las ob- desdé la democracia que impulsó no sólo
soletas cartillas y enciclopedias. La inci- el desarrollo de la escolarización -que en
piente apertura al mundo del audiovisual el nivel básico alcanzará por entonces la
quiso cambiar la imagen de la ecología mftica tasa 100-, sino toda una serie de
tradicional de las aulas, que también se mejoras cualitativas de la ense6anza que
revisó desde los nuevos proyectos arqui- iban a afectar a las infraestructuras, a los
tectónicos. A renglón se guido, la reforma modos de relación de los a gentes sociales y
de 1970 des plegar[a toda una batería de educativos y a la interacción entre las cul-
normas jurídicas y técnicas c^ue expresa- turas de la escuela que han venido a con-
ban una nueva cultura pol(tica de la es- fluir en la coyuntura reformista de los no-
cuela como organización. venta.

(26) No obstante lo anterior, el responsable de la revista en su primera época, Adolfo Mafllo, expresaba
después sus reservas sobre la ^^pedagogfa hodierna y metrificadora^> que se empezaba a imponer en la etapa tec-
nocrática, opuesta a nuestra Ntradición^^, que no era ^mi pragmatista ni disefiadora de currfcula^^ (Entrevista per-
sonal con el autor, 1992).

214
Ahora bien, pese a que la moderniza- luego suficientemente prudentes e inteli-
ción y democratización de la educación gentes como para sospechar que la
han inducido sin duda una mayor per- persistencia en la mernoria y en los com-
meabilidad entre los diferentes registros portamientos de la tradición del arte de en-
de la cultura escolar, el análisis histórico señar iba a desencadenar numerosas for-
de la situación del tiempo presente coinci- mas de resistencialismo profesional que
de en sus conclusiones básicas con los exá- podrían hacer fracasar los programas de
menes relativos a otros ciclos. Cuando ya cambio.
las reformas en curso han cubierto buena Recuérdense, a estos efectos, algunos
parte de su desarrollo, o al menos están conceptos de esta última reforma: cons-
virtualmente desplegadas, el diagnóstico tructivismo, aprendizaje si^nificativo, dise-
histórico vuelve a comprobar la persisten- ño curricular, transversalidad, interdisci-
cia del juego convergencias y disociacio- plinariedad, globalización, diagnóstico
nes entre los tres planos de la cultura de la psicopedagbgico, com^rensividad, o^cio-
escuela: el pragmático, que bajo diferentes nalidad, multiculturahsmo> adaptaciones
formas de resistencialismo y aproxima- curriculares, atención a la diversidad...z^.
ción interacciona con las normas y saberes ç Podta en verdad sintonizar esta jerga del
externos desde su gramática interna; el lenguaje normativo, y también académico,
teórico que si gue manteniendo su estrate- con la cultura práctica de los profesores?
gia de desarrollo cient(fico sin apenas con- Ya la reforma de 1970 incurrió en pa-
tacto con el mundo de la práctica; el po- recido error estratégico al estimar que un
lftico> que adopta, a menudo retdrica y reciclaje convencional dirigido desde la
metafóricamente, el lenguaje de las cons- Administración pod(a operar la metarnor-
trucciones académicas y sociales, y que se fosis deseable en las prácticas de los ense-
aboca sobre todo al control sistémico de la ñantes, pero la evolución histórica de
escuela, más que a su transformacián. aquel proceso mostró con suficiente evi-
La gestión y puesta en marcha de la dencia que el habitus de la ^rofesión ter-
LOGSE ha evidenciado los encuentros y minó por imponer su propta lógica, que
desencuentros generados entre las tres abocó a una peculiar apropiación de los
culturas. conceptos y del lenguaje propuestos desde
De un lado, !a nueva formulación po- la cultura pol(tica. Como se ha dicho en
l(tica de la cultura de la escuela ha tracado ocasiones, los maestros, frente a la presión
de trasladar al mundo de la práctica nume- externalista de las culturas política y aca-
rosos conce^tos, len guajes y normas que démica, terminan a menudo imponiendo
no eran familiares al habitu.s profesional de su propia reforma, ven gando asf en cierto
los docentes, y ello ha generado conflictos modo el olvido que las burocracias tienen
añadidos al llamado «malestar» de los ense- con respecto al ethos y a las competencias
ñantes27. Los reformadores, como en otras técnicas de la corporación.
circunstancias históricas, aunque obvia- Un reciente ensayo de uno de los
mente con distintos proyectos, han olvida- res ponsables de la planiFicación y desa-
do que sus pro ucstas normativas estaban rrollo de la nueva cultura pol(tica de es-
muy alejadas dé la cultura emp(rica de la cuela deriva la interpretación del con-
escuela, y sus estrategias no fueron desde flicto hacia las tensiones que se operan

(27) J. M. Es'rEVr:: E! malestar docentr. Barcelona, laia, 1987.


(28) Véasr Proyecto para reforma de la enseña^rz^s. Madrid, MF.(:, 1987.

215
entre el profesionalismo y los cambios me parece la mejor conclusión invocar a1
sociales, sin efectuar un análisis sincero «valor para educar» o al «coraje y a la «pa_
de los errores estraté^icos en que la inte- sión» como las claves de la regeneración,
lligentsia administrativa y sus cuadros de salvo que se aluda a ellos como reclamos
asesores hayan podido incurrir. El dicta- moralizantes o voluntaristasiz. Si no se
men concluye en reconocer la existencia quiere que los profesores acaben otra vez
de «viejos perfiles» de enseñantes para las por imponer en la práctica su propia cul-
«nuevas funciones», pero nada dice acer- tura, será mejor indagar la gramática y los
ca de la estrategia seguida por la burocra- móviles del arte docente, formular de for-
cia del sistema para hacer compatible la ma menos abstrusa las propuestas de re-
nueva cultura de la escuela como organi- forma y negociar con los actores de la es-
zación con la cultura empCrica de los do- cuela los modos viables del cambio real,
centes, y para haber hecho más viable la además, claro está, de crear las condicio-
reforrna educativa29. nes efectivas que hagan posible las trans-
La presión sobre las tareas del profe- formaciones deseadas.
sor «no procede principalmente de las re- Los anteriores desencuentros, que
formas educativas en curso» y de sus «im- afectan a la interacción entre las tres cul-
plicaciones en el campo educativo» -se lee turas -la p ráctica, la académica y la nor-
en este texto-3Ó. Pocos objetarían desde mativa-, han venido a desembocar en la
luego la asociación del malestar docente a actual cohabitación de las tres vías de ges-
los anteriores condicionamientos, y todos tionar la educación, y a importantes con-
los ense6antes de buena voluntad acepta- tradicciones entre el discurso y las actitu-
rían que lo que Andy Hargreaves llama des de los políticos, los expertos y los
«culturas de la enseñanza», a las que el au- enseñantes. Para descargo de la crítica a
tor del referido estudio alude, habrán de nuestra situación, debe hacerse notar que
responder a los complejos cambios de la muchos de estos conflictos se dan también
era posmoderna y de la sociedad de la in- en otros medios de nuestro entorno. As(,
formación31. Pero también tendría que Nóvoa ha destacado cómo los teóricos y
considerarse que entre las «estructuras y los burócratas de los sistemas europeos
culturas básicas de la escolarización», que pueden llegar a sostener la necesidad de
han de ser «reinventadas» para responder que los docentes posean ciertos conoci-
a las nuevas presiones, debería incluirse la mientos, pero sin que por ello alcancen el
cultura polCtica de la educación, entendi- estatuto de intelectuales. Por eso, conse-
da en los términos con que la hemos defi- cuentemente, sus saberes han de depender
nido al comienzo de este trabajo. siempre de conocimientas superiores que
No creo que sea suficiente, como se han producido otros expertos, aunque és-
sostiene en este estudio, proceder a una tos estén alejados del contexto real de sus
«nueva regulación de la profesión docen- aplicaciones. Además, el ejercicio cotidia-
te» o definir otra «ética profesional», aun- no del trabajo escolar, lejos de ser inde-
que obviamente esto sea aconsejable. Y no pendiente, ha de estar sometido asimismo

(29) A. MARCHESt: Controversias en la educación española. Madrid, Alianza, 2000, pp. 106 y ss.
(30) Ib(dem, p. 112.
(31) La obra de A. H^ttc^nvFS aludida es Profesorado, cultura y postmoderrridad. Madrid, Morata,
1996.
(32) A, MnKCHESi: Op. cir., pp. 248 y 255.

216
al control de las normas, a través de los ricales y filosóficas en su tradición erudita.
aparatos de inspección, con lo que los También atiende, bajo distintas formas de
profesores tendrfan que acomodarse a la colaboracionismo, a prayectos que se re-
cultura polftica de la escuela como organi- fieren al control de las instituciones y a la
zación33. policla social con que los profesores, los
EI peligro de escisión entre las cultu- políticos e incluso los moralistas han que-
ras, con los cambios que la época actual rido diseñar el orden de lo público y lo
comporta, parece que vuelve a repetirse. privado. Estos ^rogramas, casi siem pre
Los nuevos expertos, aun que abordaron expresados en disefios utó icos para for-
en parte la revisión crftica de la tradición, mas alternativas de sociedád, han deter-
han terminado por instalarse en estructu- minado en gran parte la inadecuación de
ras académicas aisladas del mundo de la las teorfas34.
acción desde la perspectiva de su funcio- Para el conocido historiador alemán
nalidad y desde su significado como agen- existe un turning point, situado entre fi-
tes de cambio. Tanto los pedagogos que nes del xtx y los comienzos del xx, en el
han optado por los enfoques tecnológicos que el sabcr sobre educación ^asó de la
dc la ense6anza, como los que se adscri- prehistoria científica a la disct plinariza-
ben a las tendencias crftico-emanci pado- ción. Este cambio vino inducido por Ias
ras, mantienen hoy una precaria relación nuevas expectativas del trabaJ'o pedagági-
con el ámbito de la práctica, o, si se quiere co de los profesionales, y sobre todo por
decir en el lenguaje de Habermas, con el los proyectos de reforma social del Esta-
mundo de la vida, en este caso del cotidia- do. De esta suerte, la pedagogfa se invo-
no escolar. Y los gendarmes de la cultura lucró en la polftica, y muchas veces acabó
política parecen más preocupados por la deformada en propaganda y en instru-
cultura stmulacro y la retórica de la mo- mento de control soctal, aunque cada vez
dernidad que por el cambio efectivo de la se mostró más alejada de la práctica edu-
realidad educativa y social. caciva de las escuelas ordinarias. A1 go pa-
La cultura pedagógica, la del llamado recido ocurrió, como vimos, en Espafia
conocimiento experto, ha seguido, no durante el ciclo re generacionista.
obstante sus pretensiones, un camino Tal vez por todo lo anterior, la «cien-
compleJ'o en su legitimación. El profesar cia de la educación» ha permanecido
Tenorth ha hecho notar -refiriéndose a siempre en una especie de «estado de cri-
toda Europa- cómo, incluso hoy, la peda- sis», no sólo por su imagen académica de
gogla que cultivan los académicos no ha «falsa teor(a» , por la «inseguridad de su es-
logrado un estatuto disciplinario que pue- tatuto teórico» o por la «deformación» a
da considerarse definitivamente asumido, que fue sometida por las ideolo fas, sino
lo que hace que la historia de la construc- también por la percepción que ^e ella se
ción de la «ciencia de la educación» sea en han formado los prácticos. «La práctica de
parte la «historia de un suefio». En nues- la ensefianza ha sido una vtctima de la
tro tiempo, esta pedago^fa cientffica aún cientifización de la educación», y la teorta
conserva formas que derivan de su ori gen, «ha perdido habilidad para asistir a la
^ermaneciendo en una es^ecie de ghetto práctica», concluye Tenorth. Ek conflicto
insutucional, con vetustas mfluencias cle- entre ciencia y profesión, investigación y

(33) A. NOvc^n: art. cit. en la nota 16, pp. 403-430.


(34) H. TH.NOa^rtt: ^^'I'he History of Educational Sciencr^^, en XV// ISCffE, 1'ap^rs. Berlfn, Opening
Adress, 1995.

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política, o teoría y praxis, quedó así insta- Una, la de artesano, que subraya la consi-
lado y abierto al tiem^o35. deración de su papel en la producción de la
En España, los historiadores y teóri- cultura escolar de oficio. Otra, la de inte-
cos discuten los problemas epistemológi- lectual, que pone de relieve su función
cos de la ciencia de la educación y los polí- como agente de cambio cultural. Esta se-
ticos diseñan programas formales para gunda atribución no parece sólo de los mo-
modernizar la tecnoestructura. Mientras vimientos asociados a las llamadas pedago-
tanto, el mundo de la vida continúa res- ^ías criticas, sino también de las que
pondiendo a los patterns que imponen las mter^retan su mediación entre la sociedad
culturas prácticas de lo cotidiano, qu ^ e y los óvenes bajo supuestos funcionalistas.
sálo se apropian del conocimiento y de las )?as reformas impulsadas en los últi-
normas que no entran en colisión con su mos años en España quisieron en princi-
gramática interna y con sus pro^ios meca- pio utilizar el potencial que traían los mo-
nismos de seguridad. En esta dialéctica, la vimientos de renovación pedagógica y
pedagogta queda cada vez más confinada a terminaron neutralizando su poder crfti-
los confortables ghettos académicos y bu- co, al ser éstos absorbidos en ^arte por el
rocráticos, que terminan por eludir el tra- mismo sistema. También se sirvieron los
to grosero con la realidad y el mundo de la administradores de algunos sectores aca-
acción. Sólo cuando pedagogos y estra- démicos que ensayaron dar orientación al
tegas negocian con los actores de la vida lenguaje de las normas. Pero la cultura
escolar proyectos innovadores se crean empírica del colectivo docente no fue
convergencias interculturales. considerada suficientemente de nuevo en
En este orden de cosas, conviene traer la estrategia general del cambio educativo,
aqu( a colacidn el énfasis que la literatura repitiéndose así los desencuentros a que
reciente ha puesto en una doble dimensión históricamente se abocaron las reformas
del perfil de la profesión de enseñante. del sistema de enseñanza.

(35) Ibldem.

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