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LA

GUÍA COMPLETA

DE
LA BIBLIA
Censo de refugiados: Moisés ordena realizar un censo de hombres en edad de librar una batalla en las costas
del mar Rojo, antes de cambiar el rumbo y dirigirse al norte, hacia Canaán.

LA SENTENCIA DE ISRAEL: CUARENTA AÑOS DE CONDENA


Esta debería ser la historia de la marcha de los israelitas de regreso a su tierra, pero es la historia de su
marcha hasta la frontera – y de su espera a que se extinguiera una generación completa.
Acamparon en la falda del monte Sinaí durante casi un año. Finalmente, Moisés les dijo que levantaran campamento.
Caminan penosamente en dirección al norte, hacia Canaán – actual Israel – y se quejan durante todo el camino: no tienen
suficiente agua, no tienen suficiente carne y, después de tantos meses, el maná se convirtió en algo rutinario.
Unos meses más tarde, cuando la multitud de refugiados se acerca a la frontera sur de Canaán, Moisés envía
exploradores para que realicen un reconocimiento del territorio. Regresan con un informe que aterroriza a los israelitas: las
ciudades de Canaán están protegidas por muros, ejércitos y gigantes.
Ese dato detiene el Éxodo; los israelitas se niegan a seguir avanzando.
Por no confiar en Dios a pesar de todos los milagros que lo habían visto hacer por ellos, los israelitas son sentenciados a
pasar cuarenta años en el desierto. Es tiempo suficiente para que muera la mayor parte de la generación de cobardes.
La tierra israelita esperará hasta que haya una generación nueva y mejorada, más valiente y obediente.
Una vez cumplida la sentencia, una nueva generación, liderada por Moisés – a la sazón de ciento veinte años –, levanta
campamento. Moisés los lleva hacia el este, al actual territorio de Jordania. Cerca de las márgenes del río Jordán, los
israelitas finalmente están dispuestos a reclamar la tierra que Dios les prometió y están preparados para ello.

De dónde proviene el Nombre de Números


El libro comienza con un censo y culmina con otro, cuarenta años más tarde.
Cuando los israelitas abandonaron el monte Sinaí para continuar su largo
viaje a casa. Moisés quiso saber con cuántos hombres contaba para luchar
en las batallas que enfrentarían más adelante, y repitió el censo después de
que los israelitas cumplieron su sentencia de cuarenta años en el desierto.
NÚMEROS
PUNTO CENTRAL:
Dios castiga el pecado, eso es indiscutible, y lo ilustra espectacularmente cuando sentencia a los israelitas a
pasar cuarenta años en el desierto como castigo por no confiar en Él y desobedecerle.

AUTOR:
El libro no identifica al autor; las antiguas tradiciones judía y cristiana se inclinan por Moisés. No obstante,
muchos en la Biblia actuales sostienen que los antiguos líderes judíos recopilaron los libros desde el Génesis
hasta Deuteronomio de diversas fuentes. Es posible que Moisés haya aportado material para, al menos,
algunas de esas fuentes. Pero él no habría escrito sobre sí mismo que era “muy humilde, más que cualquier
otra persona en la tierra” (Números 12:3); si lo hizo, no fue muy humilde de su parte.

FECHA:
Alrededor de 1400 a.C., o 200 años más tarde.

UBICACIÓN:
La historia comienza en la accidentada península del Sinaí – actual territorio de Egipto –, al sur de Israel, y
finaliza en un país llamado Moab, en el actual territorio de Jordania.

ADIÓS, Sinaí

CANAÁN
(Israel) MOAB
EDOM
Mar Mediterráneo
Oasis de Cades

MADIÁN

Posible ruta de Moisés


y los israelitas
Ramsés Monte
Pitón Sinaí
Tierra de Gosén Mar Rojo
Golfo de Suez

EGIPTO
Durante el segundo año después que Israel saliera de Egipto, el día veinte del segundo mes, la nube se elevó del
tabernáculo del pacto. Entonces los israelitas salieron del desierto de Sinaí y viajaron de un lugar a otro…
NÚMEROS 10: 11, 12

Después de acampar en la falda del monte Sinaí durante casi un año, es hora de que los israelitas sigan avanzando. Se
organizaron en una nación de doce familias extendidas, denominadas tribus, Dios les dio los diez mandamientos y cientos de
leyes más para guiarlos en cuestiones religiosas y civiles, y ahora cuentan con un elaborado sistema de culto, que incluye una
tienda como centro de culto ambulante: el tabernáculo.
La misteriosa columna que los guió al monte Sinaí y que se detuvo encima de la tienda de culto está otra vez en movimiento;
los israelitas la seguirán donde los guíe.

CALLEJÓN sin salida


¡Todos caerán muertos en este desierto! Ya que se quejaron en contra de mí, cada uno de los registrados que tiene
veinte años o más, morirá. No entrarán a ocupar la tierra que yo juré darles…”
NÚMEROS 14:29 – 30

La península del Sinaí no es un paraíso para los excursionistas; es un sitio abrasador y marrón, un abarrotamiento de rocas
repleto de arena. Más que un desierto, parece Marte o los terrenos áridos de Dakota. Por lo tanto, no debería sorprendernos que
los refugiados israelitas comenzaran a quejarse a Moisés – y que no dejaran de hacerlo nunca.
La distancia desde el monte Sinaí hasta el oasis de Cades-barnea, cerca de la frontera sur de Canaán, es de casi doscientas
millas. Los israelitas deben de haber tardado algunos meses en llegar allí – con una partida desde Sinaí en la primavera y un
arribo a la frontera de Canaán ya avanzado el verano.
Moisés envía una docena de exploradores a Canaán: un hombre por cada tribu. Estos exploran la tierra durante cuarenta días y
regresan con una selección de muestra de cultivos cosechados a finales del verano para degustar: granadas, higos y uvas.
“…En verdad es un país sobreabundante, una tierra donde fluyen la leche y la miel…”, informan los exploradores (Números
13:27).
Pero también traen malas noticias. “…El pueblo que la habita es poderoso y sus ciudades son grandes y fortificadas. ¡Hasta
vimos gigantes allí […]. ¡Al lado de ellos nos sentíamos como saltamontes…! (Números 13:28, 33). Solo dos exploradores
sugieren avanzar: Josué y Caleb.
Los israelitas lloran y se quejan toda la noche. Luego, planean escoger a otro líder y regresar a Egipto, Moisés debe interceder
para evitar que Dios los mate; no obstante, una enfermedad mata a los diez exploradores rebeldes. Más aún, Dios sentencia a
todos los demás a cuarenta años en el páramo del desierto – un año por cada día que los exploradores dedicaron al
reconocimiento de Canaán.
Con la rebeldía que los caracteriza, los israelitas comienzan a dudar si había sido una buena idea abandonar el plan de
invasión y, en contra de la orden de Dios, atacan a los cananeos, que los reciben espada en mano y los devuelven a Moisés a la
carrera.
Los israelitas pasan la mayor parte de los siguientes cuarenta años sin moverse de ese sitio, un oasis que parece contener la
mayor fuente de agua potable de la región. La vegetación de Cades-barnea se nutre de un manantial que bombea 250,000
galones de agua por día.

CÓMO ENCONTRAR AGUA EN LAS ROCAS


Moisés golpeó una roca del desierto con su bastón, “…y el agua brotó a chorros” (Números 20:11).
Los viajeros del desierto astutos pueden hacer lo mismo si saben qué buscar: humedad en las
grietas de las rocas. Muchas de las rocas que se encuentran en el desierto son una especie de
arenisca blanda. El agua de lluvia se filtra a través de la roca y se acumula en huecos interiores.
En ocasiones, es suficiente para un sorbo o dos. Pero en el caso de Moisés, “toda la comunidad y
sus animales bebieron hasta saciarse”.
NÚMEROS
INSURRECCIÓN
Cierto día, Coré […] provocó una rebelión contra Moisés junto con otros doscientos cincuenta jefes de la
comunidad, quienes eran miembros prominentes de la asamblea”.
Números 16:1, 2

Incluso después de que Dios les impusiera una sentencia de cuarenta años, los israelitas siguen haciendo lo que mejor parecen
hacer: refunfuñar, discutir y provocar problemas. Un hombre llamado Coré insiste en que Dios ha escogido a los israelitas como
su pueblo especial y sostiene que la actuación de Moisés como el hijo favorito de Dios ha llegado demasiado lejos.
“…¿Qué derecho tienen ustedes para actuar como si fueran superiores al resto del pueblo del SEÑOR?”, pregunta Coré
(Números 16:3).
Algunos seguidores de Coré agregan: “Es más, no nos has llevado a una tierra donde fluyen la leche y la miel. Ni nos has
dado una nueva patria con campos y viñedos…” (Números 16:14).
Furioso, Moisés le dice al grupo rebelde que regrese al día siguiente y se presente ante Dios. El Señor decidirá quién guiará al
pueblo.
La decisión de Dios se hace evidente cuando se abre la tierra en esta región propensa a los terremotos, que actualmente
conocemos como el Gran valle del Rift. La tierra se traga a todo el grupo rebelde y, a continuación, cierra violentamente su
mandíbula de roca. Todos los posibles líderes desaparecen, junto con sus familias completas.

REBELDES EN LA FAMILIA
Hasta los propios hermanos de Moisés, Aarón y Miriam, se habían vuelto en su contra.
Sus quejas:
 Moisés se casó con una cusita. Su esposa pertenecía a una raza descendiente de Cus, el nieto de Noé, que habitaba en el actual sur
de Egipto, Sudán y Etiopía. Es posible que esta mujer fuera Séfora o una segunda esposa que la Biblia no nombra.
 Moisés era el profeta a cargo. Sus hermanos se quejan: “¿Ha hablado el SEÑOR solamente por medio de Moisés? ¿Acaso no ha
hablado también a través de nosotros?” (Números 12:2).
Dios responde por Moisés, diciendo que les habla a Aarón, a Miriam y a otros profetas solo en sueños y visiones. “Pero no con mi siervo
Moisés. De toda mi casa, él es en quien confío. Yo le hablo a él cara a cara…” (Números 12:7-8).
Dios hizo que Miriam contrajera una enfermedad que le dejó la piel blanca, lo que la obligó a vivir fuera del campamento durante una
semana.
Moisés suplicó piedad, y Dios se la concedió.

Mordidos por serpientes. El veneno de serpiente


de las mordeduras avanza por sus venas, y los
israelitas buscan una cura. Dios había enviado las
serpientes para castigar al pueblo por quejarse,
pero cuando se arrepintieron, les envió una cura. Le
dijo a Moisés que atara una réplica de una
serpiente a un poste. “…Todos los que sean
mordidos vivirán tan sólo con mirar la serpiente”
(Números 21:8).
CAMINO a la tierra prometida
Luego el pueblo de Israel viajó a las llanuras de Moab y acampó al oriente del río Jordán, frente a Jericó.
Números 22:1

Una nueva generación de israelitas se dirige a Canaán. Miriam, la hermana mayor de Moisés, está muerta; murió en el oasis.
Aarón, el hermano mayor, también está muerto. Murió poco después de que el grupo comenzara el viaje.
Moisés tampoco llegará a Canaán. Aarón y él cometieron algún pecado no identificado cuando pidieron que saliera agua de la
roca. Quizá se hayan atribuido el mérito por el milagro o, tal vez, se comportaron de un modo inadecuado – por ejemplo al
golpear la roca en lugar de limitarse a hablarle, como Dios les había indicado. Cualquiera sea el motivo, Dios les dice a ambos:
“Puesto que no confiaron lo suficiente en mí para demostrar mi santidad a los israelitas ustedes no los llevarán a la tierra que les
doy” (Números 20:12).
El Camino más corto hacia Canaán es por el norte, pero Moisés no es conoci-
do por tomar los caminos más cortos. Quizás Dios envía a los israelitas hacia el
este para que no se preocupen por la anterior derrota que sufrieron en el sur
de Canaán.
Moisés planea atravesar el actual territorio de Jordania, cambiar rum-
bo al norte y decirles a los israelitas que crucen el río Jordán para en-
trar en Canaán, pero el pueblo de Edom se rehúsa a permitirles un
pasaje seguro. Dios les advierte a los israelitas que no luchen contra
Edom, porque ambas naciones tienen una relación de parentesco.
Entonces, Moisés conduce a los refugiados hacia el sur, por un
largo camino para circunvalar Edom. Luego, los lleva hacia el
norte, a Moab, otro país de la antigüedad en el actual territorio
de Jordania.
En el camino, varios ejércitos los atacan, pero
los guerreros israelitas liderados por Josué
demuestran ser imparables.

El ascenso de categoría del


viajero. Hace un siglo, este
hombre de Belén viaja en primera
clase montando un burro colina
abajo; después de todo, es mejor
que caminar. Siglos antes, un
hechicero llamado Balaam viajó
cientos de millas a lomo de burro,
en una misión para detener una
invasión israelita. El rey de Moab
lo contrató para que echara una
maldición sobre los invasores.
Pero, en lugar de obedecerle,
Balaam siguió las instrucciones de
un ángel y los bendijo. La burra de
Balaam fue la primera en ver el
ángel – y habló al respecto.
NÚMEROS
Los derechos que Dios les otorgó a las mujeres
Antes de que los israelitas llegaran a Canaán, Moisés estableció un sistema para dividir la tierra entre las doce tribus. Quería que los límites
entre las tribus perduraran, por lo que solicitó a los padres que cedieran las tierras en herencia a sus hijos varones. De ese modo, la tierra
permanecía en familia.
Si el padre cediera la tierra a una hija y esta se casara con un hombre de otra tribu, la tierra se convertiría en propiedad de su esposo ––y,
por ende, de la tribu de él. Según la Biblia, Dios no quería que sucediera esto.
“¿Qué hay de nosotros?”, preguntaron a Moisés las cinco hijas de Zelofehad, quien había muerto sin tener hijos varones. En el mundo de
este hombre, en la época del Antiguo Testamento, no era habitual que las mujeres de Oriente Medio heredaran propiedades. No obstante,
Moisés consultó el problema con Dios.
Dios respondió “…si un hombre muere sin dejar hijo varón, entonces se le dará su herencia a sus hijas” (Números 27:8). Pero existía una
condición: “…Permítanles casarse con quienes deseen, siempre y cuando sea alguien de su propia tribu patriarcal” (Números 36:6).

El monte Sinaí, ––con el


Monasterio de Santa
Catalina debajo de esta
pintura de mediados del
siglo XIX––, donde se
dice que los israelitas
acamparon durante un
año.

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