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Estar en obra.

(25)
Errancias, extravíos y trayectos en la adolescencia.
Me dicen el desaparecido / Fantasma que nunca está /
Me dicen el desagradecido/Pero esa no es la verdad
Llevo en el cuerpo un dolor/Que no me deja respirar
Llevo en el cuerpo una condena/Que siempre me echa a caminar…

Manu Chao

Algunas referencias etimológicas y filosóficas en relación al movimiento.

En el sentido vulgar la palabra “movimiento” (1), quiere decir cambio de lugar de un cuerpo.
Sobre “motilidad” el diccionario (1`), nos dice que es una función que preside la realización de
los movimientos y de las actitudes, pudiendo distinguirse de una motilidad voluntaria, otra
automática que preside la ejecución y la regulación de todos los movimientos automáticos.
Otra acepción de motilidad agrega que es, una de las funciones de relación que refleja mejor,
el fenómeno de la vida.

La acepción filosófica de movimiento dice: “Todo cambio operado por un ser” (1). Los filósofos
anteriores a Aristóteles propusieron (2):

-unos se preocuparon por salvar la identidad del ser en la variedad de sus estados y cambios,
hasta el punto de llegar a negar la realidad de estos y reducirlos a puras apariencias
(Parménides de Elea). Sistema monista del Ser.

-Otros afirmaron la realidad del cambio y el ser se desvanece en su realidad por la falta de
identidad. (Heráclito de Efeso). Sistema monista del devenir.

Aristóteles buscó la solución de la antítesis planteada entre Heráclito y Parménides


distinguiendo en el ser real dos principios: uno permanente e invariable, a través de los
distintos estados o cambios (potencia) y otro que cambia (acto). La potencia es el elemento
que asegura la identidad del ser y el acto, explica los distintos estados que el ser adopta como
consecuencia de los cambios. Entre el ser y el no ser, cabría un tercer término: el ser en
potencia, la capacidad de ser. Los seres de la naturaleza contendrían una mezcla de potencia
(multitud de disposiciones) y de acto (actualidad del ser).

El movimiento, sería el pasaje de la potencia al acto. Aristóteles introdujo en su filosofía los


términos “acto” y “potencia”, como un intento de explicar el movimiento en tanto devenir.
Devenir significa, el ser como proceso, designa todas las formas del llegar a ser, del ir siendo,
cambiar, acontecer.

Aristóteles, después de haber estado veinte años en la Academia de Atenas como discípulo de
Platón, funda la Escuela Peripatética del Liceo. Se llamaban peripatéticos a los seguidores de la
doctrina filosófica aristotélica. Estos tenían como hábito caminar, a lo largo del camino
porticado, perímetro exterior de Atenas y en el transcurso de ese andar, filosofaban y
transmitían la enseñanza. Recordemos la pintura de Rafael “La Escuela de Atenas”, donde
queda inmortalizado ese pasaje de la potencia al acto, en el andar del maestro, junto a su
discípulo: Platón y Aristóteles. Articulación psiquesomática, mente-cuerpo, pensamiento y
acción emplazada en la dimensión intersubjetiva maestro-discípulo, padre-hijo.

En Spinoza, potencia se transforma en potencias. No se realiza en el acto. Potencias en


relación a otras potencias. No se agota en ningún acto. Nunca está en equilibrio. El ser en
Spinoza, es maneras de ser, modos de ser, de ir siendo. Pura inmanencia. Movimiento es
cuerpo. Los encuentros disminuyen o aumentan sus potencias. E l afecto es ese aumento o
disminución de la potencia. Spinoza elimina las esencias aristotélicas, teniendo cada individuo
una esencia particular. Triunfo de la causa inmanente en su filosofía.

Nos introducimos en la problemática del recurso a la acción, del movimiento, la expresión de


los afectos y sus implicancias estructurantes en la constitución subjetiva y sus fracasos.

Que formas toman en la errancia , los movimientos subjetivantes, sus fracasos en los modos
de ser de ir siendo, de ir haciendo , transformar o extraviarse?

Gutton y Slama plantean que en algunos de los encuentros por nosotros denominados
terapéuticos pudiera el errante, construir una filosofía de vida que le resulte satisfactoria.

Quizá unos modos de ser o de ir siendo, que opere la diferencia entre crear derivas y estar a la
deriva.

La acción desubjetivante: Lo errático.

Un adolescente es preciso que trace itinerarios y recorridos en sus tramitaciones de hacer


inadecuados y obsoletos, los objetos de amor de su infancia y generar las distancias adecuadas
con ellos; descubrir mundos, capitalizar agenciamientos que inauguren novedades en el
cuerpo, en los vínculos en los sueños y proyectos.

Estos itinerarios son geográficos, culturales, eróticos, generadores de capacidades que


promueven la exogamia y la renovación y construcción de alianzas.

Encuadraré observaciones y conjeturas en el terreno de fracasos en la construcción de esos


itinerarios.

-Una joven enurética hasta los 18 años, con serios trastornos alimentarios y de relación con el
otro sexo, también padecía de episodios bulímicos. En los primeros tiempos del análisis, había
en su rostro un clima entre esquizoide y paranoide, acompañado de sus baños enuréticos de
orina, una dificultad para pensar que le había hecho ganar entre sus amistades dichos como:
“…vos obedecés a la ley del embudo…la linda con el mas boludo”. Emborracharse en las
fiestas le servía como protección para llevar una falsa vida social. Todas envolturas para su
narcisismo poblado de trastornos. El padre tenía un lavadero automático, entonces todas las
mañanas ésta joven le entregaba también automáticamente sus sábanas y ropas empapada
con su orina, errancias que análisis mediante transmutaron en itinerarios subjetivantes.
Comenzó a irse a dormir a la casa deshabitada dónde habían vivido sus abuelos. En principio a
tratar de estudiar tranquila. Poco a poco, se fue poblando con la presencia de sus amigos y del
amor. Recuperó recuerdos como los del sabroso sabor de las comidas que le hacía su abuelo,
en contraposición con otra serie de recuerdos sentencias que se le imponían en su derrotada
imaginación, como: “…es tan inútil que no sirve ni para pelar papas”, uno de los dichos de su
padre. Sus idas y vueltas, comenzaron a armarle una nueva casa sostenida en algo que a la
comida le dio pretensión de sabor y no de relleno de una tubería extraña.

Su orina se transformó en baños de perfume y en la posibilidad de un erotismo ligado al amor


a un hombre de su generación.

Los movimientos implicados en los trabajos de desinvestimiento de los espacios familiares, que
traen aparejado el investimiento de una espacialidad y una temporalidad vinculada a la
experiencia subjetivante de la exploración, la conquista de “lo propio no familiar”, constituyen
itinerarios, “hacen camino al andar”. Bien diferente es la acción errática que es un estar a la
deriva de la subjetividad.

El “ir siendo” y “haciendo” del itinerario, nos ubica en esa dimensión tan excitante como
angustiosa de la novedad del devenir Aristotélico, entre la potencia, aspecto que representa lo
que es necesario que permanezca y el acto, generador de la diferencia.

Para producir en la subjetividad un efecto “itinerario”, es preciso que el empuje presente en


ese andar, esté sujeto a una ilusión de un punto de llegada para lo cual es imprescindible un
punto de partida.

Recordemos a Robinson Crusoe, famoso adolescente errante de la literatura, siguiendo el


análisis de Marthe Robert. (3) Robinson y Ulises, nos plantean una diferencia entre dos
maneras de movimiento, de emprender un viaje. La orden que imparte Ulises a sus tripulantes,
la de sujetarlo al palo mayor de la nave acompaña la pasión por escuchar el canto de las
sirenas. El entiende que la atracción por lo novedoso y enigmático no debe ser rehusada pero
con un punto de sujeción que no lo deje extraviado, a la deriva.

Ese es el punto dónde el uso del espacio potencial winnicottiano, por Ulises, se torna acción
maníaca, extraviada, que lleva al naufragio y a la confinación a Robinson, obedeciendo a su
voto de no querer ser hijo de nadie.

Ciertas problemáticas que estallan en la adolescencia, presentan un uso del espacio, en la que
el cuerpo parece andar demasiado desasido de su mente. Una joven relata sin demasiado
asombro, como en el baño de un edificio público le dieron un teléfono para hacerse masajes.
Apareció allí y sin oponerse terminó siendo abusada por la supuesta masajista y un hombre
que apareció en la escena. Tampoco sabe muy bien cómo llegó hasta allí. Relata también que
toma alcohol hasta no saber cómo se llama despertando en la cama de hombres desconocidos
que en algunas oportunidades la han dejado luego en ese estado, en la calle.

Otra joven comentaba, ésta otra con mayor convicción, que le encantaba andar por bares, en
los que terminaba alcoholizada hablando con vagabundos y pordioseros. También comentaba
que a veces en el extremo de la borrachera terminaba en la cama con algún hombre sin mucho
recuerdo después, de cómo había llegado allí. Esta joven compartía el lugar dónde vivía con un
amigo homosexual con el cual dormían en la misma cama, lo cual era natural y comentaba que
para ella era como un hermano.

Quedó embarazada nunca sabiendo de quién era hijo el bebé, sin preocuparla demasiado. En
otra oportunidad después de vivir algo molesto, se fue recorriendo kilómetros en tren, a visitar
a alguien sin saber si estaban en la casa, por lo cual se quedó durmiendo en una estación de
tren sin dinero, pues solo llevaba el pasaje de ida.

Funcionamientos psíquicos fácticos, empobrecidos tanto como su expresión verbal en su


aspecto asociativo. Recurso a las actuaciones, se presentan como signos insistentes en éstas
tentativas fracasadas de hacerse un itinerario.

Fracturas de historia.

Las problemáticas descriptas, quedan refieren a la categoría de “fractura de historia” (4),


procesos patológicos que implican la escisión del Yo en la pubertad, que traen como
consecuencia funcionamientos psíquicos escindidos, entre los cuales está lo errático.

Lo errático no va, no viene, anda. No corre, no se detiene. Choca. No descansa, no se agota. Se


desploma.

Gutton y Slama (3), caracterizan psicopatológicamente la compulsión a errar, subrayando tres


aspectos :

a) Queda ubicada como una problemática de la escisión del Yo en la adolescencia, lo que


estos autores nombran como fractura de historia (4). Con esto nos referimos al rechazo de
“lo puberal” como trabajo psíquico, que implica el hundimiento psicótico del yo. Se instala
una escisión, dónde debería advenir una integración. Esta escisión nos habla de la
presencia de elementos de la historia del sujeto, frente a los cuales se le hace imposible
construir un elemento de permanencia que haga puente, que lo ligue a lo nuevo por venir.
Trabajar para la ilusión de lo nuevo, para la constitución psíquica del proyecto
identificatorio (5), lo pone en el brete de tener que interpretar algo que le deviene
traumático. Identificante e identificado se escinden dentro de su Yo, donde se produce la
fractura.
Un joven de 13 años relataba una pesadilla a repetición, donde un vampiro entraba por
una ventana para comérselo a él y a su hermana. Ambos hijos adoptivos de distintos
padres biológicos. Llegó la pubertad. Bajo esa impronta el padre decía en las entrevistas :
“Estoy seguro que éste me va a cagar la vida, me va a mandar a la cárcel”. De la hija decía
que parecía un mono. Sus pensamientos envenenados de odio proyectaban entre otros
aspectos, los de niños robados, situación que se despertó en forma muy persecutoria,
cuando en una entrevista se ahondó sobre cómo había sido el procedimiento por el cual
habían adoptado. Circulaba en el discurso de este padre una posición homosexual
rehusada, que se amurallaba en un odio proyectado, un rechazo fundamental a ser padre,
no por su hipoespermia, sino por su sadismo. Devorarse a los hijos, como el Cronos
predípico de Goya (6). Filiación rehusada, repetición del rechazo al reconocimiento de ser
hijo, de estar filiado y afiliado, por un deseo y un proyecto precedentes.
En el joven la errancia ese punto que hacía fracasar el quedar sujetado, aparecía o bién en
esas alucinosis del vampiro devorador, (figuración paradigmática de lo que vaga, erra,
eternamente sin descanso), o un vacío de pensamiento que lo arrojaba a serios trastornos
del sueño y episodios de violencia.
b) En la fractura de historia, en ese escindido del Yo, se quiebra el espacio de ilusión (7), que
posibilitaría la creación del proyecto identificatorio.
B. Brusset (8), presenta un caso como ejemplo de una hiperactividad adictiva en la
deambulación. La joven “Sonia de 13 años, anoréxica, pasaba mucho tiempo marchando
por las calles. Caminaba hasta el agotamiento, hasta tener los pies sangrados. En éstas
hiperactividades se observa un defecto en la mentalización, evitación del pensamiento, de
los afectos, de los deseos y de las relaciones con otro. Una necesidad imperiosa, de
encontrar satisfacción solitaria, que suele ser siempre insuficiente trayendo la repetición y
reduplicando la dependencia”.
El particular uso del espacio, promueve fractura de historia. Hace al objeto, fetiche
r restitutivo del fracaso de la fabricación de objetos transicionales.
En su falso itinerario, sin efecto de recorrido, la actividad fetiche (9), se instituye como
recurso, en su incapacidad para la ilusión; produce artilugios , en los que la dimensión
temporal del paso del tiempo, en el sentido de registro, de escritura psíquica subjetivante,
queda aplastada. Prevalece lo inmediato, en lugar de conflicto, hay vivencias pasionales. El
tiempo se ocupa sin que se desenvuelva una historia o un hilo narrativo. El adolescente
cree que en su caminata o en su forma de amar puede crear el objeto. Crea un cierto
objeto que está vinculado, no a un espacio de ilusión, sino a sostener un engaño
premeditado que sostendrá una ignorancia de algo, que podría conocer acerca de su
historia. Ignorar como imperativo implica una potencialidad psicótica presente, mucho
antes de la adolescencia.
Desidealizar a los padres se torna un imposible porque la idealización ya estaba constituida
con materiales falsificados.
Esto implicaría un traumatismo negativo, categoría acuñada por A. Green (10), implica que
a la inversa del significado que le otorgó Freud, está relacionado con algo que no sucedió ,
con una espera decepcionada. No habría ningún efecto posterior de realización
alucinatoria de deseo. El objeto muere, dice el autor. Aunque el objeto esté allí presente o
no, quedará como objeto muerto. Esto tiene una estrategia defensiva que Bion, denomina
muerte psíquica, que tiene como ventaja parar las “angustias impensables” (11).
En el establecimiento de contacto con éstos adolescentes suele estar presente un
pensamiento empobrecido. Cuentan los peores horrores de su historia en forma
desafectivizada, monótona, como si no hablaran de ellos sino de otra persona.
Winnicott nos enseñó que no es posible acordarse de algo que no sucedió. El pasado como
temporalidad psíquica no se produjo todavía porque el paciente no estuvo allí para que le
ocurra. En el futuro ese sentimiento original será buscado compulsivamente. La calle
puede tornarse un espacio proyectado, por imposibilidad de representación, de
interpretación. De allí sus marcas erosivas desubjetivantes.
Esta proyección, evita y garantiza, no conocer sobre el desamparo y falta de amor vividos.
El mecanismo proyectivo del campo psíquico, sobre el espacio geográfico, nos habla de
una falla constitutiva en la representación de la diferencia adentro-afuera. Aquí se hace
muy clara la diferencia entre proyección desubjetivante como recurso engañoso y lo que
debería estar operando como proyecto, donde se inaugura una exterioridad ante todo
exogámica que inviste la geografía, el erotismo, el deseo de conocer, pero dónde la
constitución de la representación adentro-afuera tiene un punto de ligadura
(permanencia y cambio) y no la rasgadura de la escición.
“Lo errático”, tiene algo de búsqueda de los orígenes, que en lugar de hacerse en el
tiempo historizado del aparato psíquico, se hace en un espacio afuera fetichizado. El
empuje que los mantiene vivos y en movimiento es la creación de ese objeto falso, fetiche
y la posibilidad de que la búsqueda no se termine nunca.
Retomo por un momento la referencia planteada en la introducción acerca de los
peripatéticos aristotélicos. El sentido del término “patético” (1) nos dice: “…aquello capaz
de mover y agitar el ánimo infundiéndole actos vehementes y con particularidad dolor,
tristeza o melancolía”.
El empuje de lo errático busca evitar la ligadura. Concretar algo o llegar a algún lado, los
amenaza destructivamente, los deprime o los irrita. Suelen abandonar sus cosas, sus
amores, sus emprendimientos.
Thomas Birraux (12), comenta que “…un adolescente se había fugado de su última familia
de hospedaje porque eran super. Propósito paradojal que muestra la angustia del
adolescente que debe admitir que su verdadero grupo familiar no era hiper, lo que nos
permite imaginar hasta que punto podía ser catastrófico para él estar en un buen
ambiente”.
Winnicott (11), nos plantea que para poder afirmar el vínculo primario con el objeto
suficientemente bueno, el objeto libidinal y también subjetivo y narcisístico, base de los
sentimientos de la continuidad del ser, es preciso que haya una coincidencia.
Experimentarse verdadero entre aquello que siento que soy y lo que el otro trata de
hacerme sentir; dimensión intersubjetiva de lo verdadero y lo falso.
Los afectos que empujan al errante hacia la creación del engaño, de lo falso, plantean el
fracaso, la dimensión de lo traumático, de lo que en el experienciar deviene como algo
extraño, ajeno a sí. Mantenerse en un entorno malo, fuente de excitación y desasociego y
el advenimiento del objeto genital perversamente , se instituyen como condiciones de
supervivencia, tentativa de curación que en relación a lo escindido, promueve un
acercamiento, una transición entre lo sensorial y lo motriz por un lado y las significancias
por el otro.

c) El duelo imposible. Tercer elemento encontrable en la compulsión a errar. Imposición


para sobrevivir al derrumbe ya acontecido, de crear algo falso.

Esto impide un trabajo de elaboración, manteniendo una posición de engaño respecto del
dominio del ambiente vivido persecutoriamente y de un experienciarse mas real bajo la forma
artificial de lo que Winnicott describiera como falso-self (13). Estos jóvenes suelen huir hacia
adelante, bajo amenaza de un riesgo depresivo reactivado por los duelos puberales y
fundamentalmente por la imposibilidad de tramitarlos. El recurso maníaco a la acción, lo
desubjetiva, lo vacía por la vía evacuativa. La errancia se aproxima aquí a la categoría descripta
por Fenichel, respecto de ciertas actividades como una Toxicomanía sin Droga (14). El tóxico
aquí sería el movimiento produciendo una sensación de efecto calmante. La huida hacia
adelante evidencia el trabajo del mecanismo renegatorio, propio de la construcción fetichista.
Este es el origen del empuje a echarse a andar y a vagar en errancia.

Creo oportuno plantear la diferencia entre la tendencia antisocial (15), que emite un llamado ,
una apelación al otro, como defensa al sentimiento de estar vivo, apelación a un marco que
haga posible la experiencia y la adicción como intento de desembarazarse por completo, de
toda experiencia, precipitando al sujeto a la pura reacción. Esto lo plantea la Prof. Beatriz
Grego, en su artículo “Toxicomanía y Tendencia Antisocial” (16).

Criptoforías.

El recurso a la acción, puede también expresar mecanismos vinculados a la criptoforía,


categoría desarrollada por María Torok y Nicolás Abraham. (17) Lo impensable transmitido
entre generaciones, se efectiviza en actuaciones. En el elemento errático que intentamos
especificar, observamos la impotencia de ir constituyéndose en acciones que lo subjetiven y
por el contrario las acciones son esterilizantes de todo proyecto o producen proyectos como sí.
El sujeto errático, camina en falso. Sus acciones no hacen marca. Su aparente libertad es una
paradoja de fijación a elementos inelaborables. Algo de éstos mecanismos tienen el estatuto
de tentativa de curación, de construcción de una función intermediaria, ortopédica de los
elementos escindidos del Yo.

Sabemos desde Freud, que la renegación es un modo de defensa por la que el sujeto rehusa
reconocer la modalidad de una percepción traumatizante, mecanismo especialmente
construido para dar cuenta del fetichismo. ¿Qué percepción en nuestros errantes está
rehusada?

Creo pertinente pensar en éste aspecto traumático sobre los orígenes respecto de lo que se
esperaba y no sucedió. La categoría de “traumatismo negativo”, conceptualizado por A. Green
(10), a la inversa del traumatismo presente, en el significado de seducción sexual que Freud
nos legara, parece acompañarnos mejor para precisar los mecanismo psíquicos, que
estructuran estas errancias, tanto en el terreno de la conducta como en el de las
representaciones. Una espera decepcionada demasiado larga en la que el objeto muere. Ese
cadáver, la sombre de ese cadáver habita en el cuerpo de estos errantes. Esa percepción está a
mi parecer, particularmente rehusada. Sospecha melancolía presente en la transferencia. Un
elemento impensable dificulta la filiación. El inscribirse y quedar inscripto en el linaje, en el
territorio de las diferencias generacionales y el lugar en las generaciones. La transmisión del
nombre y ciertos pasajes de la historia, quedan rehusados, la adicción fetichista rehusaría no la
sensación, sino cierto aspecto del uso de la capacidad para tener sexo, que compromete al
factor sexual con la dimensión de ser deseado como hijo y ser reconocido como tal.

El mayor simulacro del espacio fetichizado y simultáneamente del movimiento que lo funda
estaría al servicio de rehusar tener que responder al porque de la muerte de ese objeto
decepcionante.

La renegación puesta en juego afecta tanto al tener o no tener de la castración como al nivel
ontológico del ser o no ser de la continuidad existencial. De ahí quizá la paradójica experiencia
del sexo como sexo-sensación, sexo-calmante, sexo-maquinal.
Todo esto llevaría a que se establezca una relación falsa con el deseo, una falsa
intersubjetividad , donde el encuentro con el otro tiene mucho de artificio.

Birraux (18), nos plantea dos paradojas sobre lo que se constituiría lo inasible de la errancia:

-desear sin ser el sujeto de sus deseos

-crear utilizando el espacio de ilusión con la condición que el objeto sea un engaño. Guttón y
Slama (19), plantean que en ocasión de encuentros terapéuticos, fijar al errante tiene sus
dificultades y riesgos (depresión y despersonalización), lo cual implicaría una gran flexibilidad
en el estilo de intervención.

Lo Mimo-Gestual como otra versión del Movimiento.

En el desarrollo anterior hemos centrado las observaciones sobre el movimiento en su


articulación psicosomática, como protagonista en la constitución subjetiva en un territorio
vinculado a la deambulación. Esta fue pensada tanto en sus aspectos que inscriben la
capacidad para hacer serie, itinerario, trabajo de ligadura, como en los fracasos que ese
deambular psiquesomático, se desarticula y se torna errático, tanto psíquica como
geográficamente. Estos fracasos los ubicaremos en la constitución del espacio transicional.
Continúo ahora dentro de las problemáticas del recurso a la acción con la gama que ofrece
cierto recurso a lo mimo-gestual, como otra versión del movimiento. Antes haremos algunas
precisiones conceptuales vinculadas a la categoría sobre el “Principio de permanencia”
“Principio de Cambio” (20).

El proceso identificatorio, trabajo clave de la transición adolescente está regulado por éstos
principios citados. Construirse un pasado, tal como nombra P. Aulagnier a éstas operaciones,
requiere que en la producción de las modificaciones halla un número mínimo de anclajes,
puntos de permanencia que garantizarán y darán fiabilidad a la memoria de su memoria. En el
“tiempo de infancia”, el sujeto debió seleccionar y apropiarse de los elementos que
constituirán ese “fondo de memoria”, gracias al cual podrá ahora instituirse en su historiador
biógrafo. Este tejido avalará que, en su trayecto identificatorio el que va deviniendo en su
lúdica y cambiante experiencia de sí mismo, no se presente como extraño, a la manera de lo
siniestro. Este fondo de memoria le garantiza al yo en el registro identificatorio:

1) La asignación al sujeto de un lugar, en el sistema de parentesco y en el orden


Genealógico y temporal.
2) Un capital fantasmático que le provee un “lenguaje fundamental”, o sea las palabras
con las que el sujeto comunica los sentimientos que experimenta su amor, su odio, sus
sufrimientos, su alegría.

Así el pasado queda reconocido como fuente de su ser, en ese puente, ligadura, pasaje que se
erige desde el presente. El movimiento y el cambio propios de éstos trabajos, se presentan no
pocas veces en una pura apariencia, como sí, en simulacros adolescentes que quedan lejos de
ese territorio de ensayo transicional, indispensable.
En la primera parte de éste trabajo tomamos algunas formas de vagabundeo psiquesomático,
en cierta franja de formaciones clínicas en adolescentes erráticos, a veces frenéticos, a veces
taciturnos, enclavados en éste proceso identificatorio que mostraban aspectos de importante
fracaso en la constitución de ese pasaje-ligadura, entre el proyecto adolescente y el tiempo
infantil. Decíamos para presentarlas que eran problemáticas en donde el cuerpo andaba por
ahí, demasiado desasido de su mente, presentando empobrecimiento del pensamiento,
recurso a lo fáctico, con apariencia aburrida o eufórica, grandes dificultades para asociar y
fundamentalmente recurso a las actuaciones.

Retomaremos aquí la connotación de “RECURSO”, considerando que aunque de gran pobreza


y costo, es el que el sujeto produce como recurso de emergencia. La acción desujetada del
pensamiento delata un abismo que se está produciendo entre el tiempo de infancia y el
tiempo del proyecto. El recurso a la actuación tendió un puente sobre algunos escombros o
ruinas. Algo sujeta.

En el centro mismo de éstas actuaciones se nos presenta el rechazo por la elaboración, por la
digestión mental necesaria del tiempo de infancia, que ante todo impone la clausura de la
“zona de juego” (21), la cual se caracteriza porque en sus experiencias el tiempo se hace
ligadura y sentimiento de mismidad; continuidad existencial. En éste territorio de actuación el
sentimiento es de una extrañeza a veces eufórica y otras del vacío que nadifica. No hay
construirse un pasado posible, si esto no está inmerso en la “dimensión lúdica” (23), de la zona
de juego. El trabajo restitutivo de un historiar en ruinas, posible basamento de la dimensión
de lo vincular en estos casos, podría producirse capitalizando el potencial que habita en las
actuaciones, como formas de lenguajes expresivos que portan los restos de naufragios,
materiales fragmentarios de su “lenguaje fundamental” y su “fondo de memoria” hecho trizas.

Freud (1915) nos plantea en “Lo Inconsciente” que: “…la afectividad se manifiesta
esencialmente en descargas motoras (secretoras y vasoreguladoras) destinadas a transformar
(de manera interna) el propio cuerpo, sin relación con el mundo exterior; la motilidad en
acciones destinadas a transformar el mundo exterior”(24). Nos plantea en el mismo texto, que
un camino del afecto es la mímica.

Recordemos que también nos plantea dos formas de hacer retornar el pasado en el presente:
el poner en acto y el recordar. Estimamos que en éstos pacientes, esta tarea de construirse un
pasado a la que son convocados por la encrucijada del acontecimiento puberal produce una
respuesta que podríamos enunciar como construirse un pasado denegado, denegación
vehiculizada por un movimiento mental exoactuado que vacíe el pensamiento y como plantea
Bion (22), nos encontramos con un defecto en el aparato para pensar pensamientos, utilizando
en su lugar la evacuación permanente vía la identificación proyectiva. Esto se presenta tanto
en formaciones de hiperactividad o bajo la forma de la inhibición, versión si se quiere paradojal
del recurso a la actuación.

Fenichel (14), planteaba, por otra parte que la actuación anula la capacidad de dominio,
convirtiéndola en un acto de evitación. En el dominio hay una referencia a la capacidad del
jugar como hacer transformador, que encontramos profundamente perturbado y fracasado en
estos otros recursos, quedando más vinculado a un régimen primitivo de control y
excorporación evacuativa.
Centraré ahora éste desarrollo en algunas precisiones sobre ciertas precisiones clínicas
peculiares, en éste campo extensísimo de los recursos a la actuación, a partir en especial de
algunos trabajos de Claude Nachin (17), comprometido en las investigaciones sobre la
transmisión de la vida psíquica entre las generaciones.

Estas estarían encuadradas en una interacción de la motricidad al servicio de lo mimético y lo


gestual, actos o mimificaciones siniestras de un pasado no historizado.

Estas observaciones de Nachín, encuentran, un antecedente entre otros, en Ferenczi (23),


quién con gran lucidez decía: “consiste en la realización como por arte de magia de un deseo a
partir del material corporal que tiene a su disposición y aunque de forma primitiva por medio
de una representación plástica. Se trataría de una regresión más profunda que la que tiene
lugar en el sueño, puesto que el deseo inconsciente se encarna no en una imagen visual sino en
estados o actos del cuerpo.”

Nachín relata que en una familia se instituye un secreto sobre un infanticidio cometido por una
mujer sobre un primer hijo que había tenido fuera del matrimonio. La paciente es la hermana
del homicida quien fallece de cáncer en las vías genitales. Un niño de la familia nacido después
del drama, va a los diez años a nadar al río dónde había sido arrojado el bebé asesinado que el
no había conocido; se zambulle, llega hasta el fondo del agua y permanece allí hasta el límite
máximo de sus posibilidades. Solo décadas después cuando la paciente de Nachín le revela el
antiguo drama obviamente a través de lo elaborado en su trabajo de análisis, él le revelará que
podía entender entonces ese comportamiento por el cual se ponía en peligro. Este autor
plantea que cuando no hay representación verbal del acontecimiento, las representaciones
sensorio-afectivo-motrices (categoría trabajado por Wallon), juegan un papel esencial en
forma de modos en el comportamiento. Estos objetos psíquicos del niño parcialmente
simbolizados, se transmiten mimogestualmente y se deniegan en otras modalidades del
símbolo. Nachín basándose en las investigaciones de Wallon sobre la modalidad de
pensamiento sensorio-afectivo-motor, ha precisado éste abordaje por la consideración de las
“formas no verbales” de simbolización. Plantea que el símbolo psíquico comprende cuatro
aspectos:

1-imágenes; 2-afectos ; 3-una participación del lado motor, que consiste en las
potencialidades de acción, es decir, en los actos que el sujeto se siente llevado a realizar, ya
sea que lo haga o no. Esto incluye lo mímico-gestual; 4-el lenguaje verbal

Estas cuatro series de particularidades constituyen un conjunto indisociable, dónde cada una
participa en la apropiación psíquica de su historia. Teorizaciones que aportan elementos
fundamentales al trabajo de “construirse un pasado”, puesto que el proceso de transmisión
psíquica, encuentra en la encrucijada adolescente, la cita que no se puede ignorar.

La serie 3 de elementos nos aporta los materiales dónde se aposenta el recurso a la actuación
en su condición de desligado por desmentido, por otra de las series de la simbolización. Por
ejemplo cuando lo gestual desmiente lo verbal.

Una paciente de unos 20 años, consultaba por no encontrarle sentido a la vida. Su sufrimiento
psíquico era tan intenso como su fragilidad. Su madre con un primer brote esquizofrénico
cuando ella nacía, materializó su muerte, luego de varias internaciones y varios intentos de
suicidio. La joven paciente solía traer a las sesiones, con cierto espanto en su relato, el impacto
que le producía mirar una foto dónde ella aparece en los brazos de su madre y dónde el rostro
de ésta, dice, “era el de un cadáver”.

En una oportunidad relata que estando con su esposo en un comercio, éste le dijo que
comprara las flores que tanto quería para adornar la ventana de su nueva y flamante casa de
recién casados y que en el momento en que se da vuelta para mirarla, la ve en una actitud
extraña caminando encorvada y pálida, sintiéndose inexplicablemente mal. Pasado un tiempo
considerable, ingresa al consultorio y algo en su forma de andar me impresiona extraño. Le
dirijo una pregunta: ¿a quién trae en el cuerpo?

Esto abrió una larga serie de sesiones en dónde una de las cuestiones que comenzó a pensar
era cuanto odiaba a su madre, recordando e historiando lo incomprensible que era ,cuando de
pequeña la llevaban de visita a ver a su madre internada y le hablaba inútilmente. Nombró eso
vivido diciendo que era su cuerpo pero que no estaba allí.

Comenzó bajo una forma mímica que vio en su madre, el espectro de la esquizofrenia y
comenzó a pensar que su madre se había muerto como tal mucho antes del fatal episodio.
Pero también se percató de la soledad que experimentó en su infancia respecto de lo
inexplicable de lo que sucedía. Su padre murió tiempo después alcohólico y depresivo de un
cancer de hígado. Luego de un tiempo trae a sesión un recuerdo. Pequeña con un vestido que
le agradaba mucho, llegaba del colegio y su madre dulcemente le daba la merienda, cuando
no estaba tomada por la locura, era una buena madre, “creo que estoy mejorando la relación
con mi madre”. Es entonces en el seno de la transferencia que se reabre la oportunidad del
tiempo psíquico de construirse un pasado, en dónde la instancia del análisis encarnada en el
analista como soporte, formará parte de la historia por construir. La dimensión vivencial de lo
vincular en el seno del trabajo de análisis, restituye la historia en ese tiempo que se habita solo
en el presente y en presencia, con el paciente.

La foto que trae la paciente se me figura como una foto a la que el análisis fue modificando.
Era una imagen de recién nacida al mundo. Una foto familiar dónde el análisis queda incluido,
en la posibilidad abierta a construir un pasado denegado, escindido y escindente. Dar lugar a u
ligaduras que le permitiesen vivir y confrontar las angustias, antes impensables, del deseo de
hijo, amenazado de muerte por un espectro. Transformación de lo espectral errante a los
soñable de un proyecto- itinirario. Hacer lugar a lo vivo y a al vivir.

En lo errático, el movimiento es ante todo un falso movimiento. Birraux nos señala que el
término errar condensa la raíz latina iterare con su connotación de marcha, viaje e itinerario
pero también la de error como creación de lo falso.

Lila Grandal.

Notas Bibliográficas

(1) (1’)Gran diccionario Salvat. Salvat Editores. Barcelona. 1992.


Larousse de la Medicine. Librairie Larousse. París. 1971.

(2) Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora. Ed. Espasa Calpe. Madrid 1982.

(3) Citado por sus autores en el artículo “Ensayo de Psicopatología de la


Errancia”.P.Gutton y L. Slama. Rev. de Psca. n/A. nro. 11. n/A. Bs.As. 1998.

(4) Temática trabajada específicamente en, Lo Puberal parte V, Fractura de Historia.


P.Gutton. Ed. Paidós. Bs. As. 1993.

(5) Problemática desarrollada por P. Aulagnier en El Aprendiz de Historiador y el Maestro


Brujo. Segunda Parte. Punto III. El concepto de potencialidad y el efecto de encuentro.
Amorrortu editores. Bs. As. 1986.

(6) Refiero a la pintura “Saturno devorándose a sus hijos”, cuyo original se encuentra en el
Museo del Prado.

(7) Sobre “Espacio de ilusión”, remito a Winnicott. Realidad y Juego. Cap. I. Ed. Gedisa.
Bs.As. 1985.

(8) Refiere al artículo de Brusset, Rev. Op. cit. en nota (3).

(9) Gutton y Slama, en el artículo op. Cit. de nota( 3) dicen “…pensamos que el espacio
(disociado del tiempo historizado) es el objeto “fetichique”, su itinerario sin recorrido
objetivo, la actividad “fetichique...”

(10)En A. Green. Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Punto 6. La madre muerta.


Amorrortu editores. Bs. As. 1990.

(11) D. Winnicott. “El temor al Derrumbe”. IRPA VI parts. 1 y2 págs. 103 – 107. 1974.

(12) T. Birraux. “ Errare humanum est…”. Rev. de psic. n/A op. cit. en nota (3).

(13)D. Winnicott. Escritos de pediatría y psicoanálisis. Cap. XIII. Ed. Laia. Barcelona. 1979.

(14) O. Fenichel, plantea que “… la acción misma es el tóxico…” en Teoría Psicoanalítica de


las Neurosis. Apartados : Neurosis impulsivas en general, fuga impulsiva, adicciones sin
droga. Ed. Paidós . México. 1999.

(15)D. Winnicott. Deprivación y delincuencia. Ed. Paidós. Bs. As. 1990.

(16) B. Grego. Artículo “Toxicomanía y tendencia antisocial” en Rev. “Psicología”.


Publicacion año 9, nro. 80. Fac. Psic. U.B.A. Octubre 1999.

(17)S. Tisseron, M. Torok, N. Rand, C. Nachín, P. Hachet, J. C. Rouchy. El Psiquismo ante la


prueba de las generaciones. Pag. 16. Amorrortu editores. Bs. As. 1997.

(17’)A. Eiguer. Lo generacional. Cap. “La parte maldita de la herencia”.Amorrortu editores.

Bs. As. 1998.

(17’’)A.Ciccone. Lo generacional.Cap. “Intrusión imagoica y fantasía de transmisión.

Amorrortu editores. Bs. As. 1998.

(18) Op. cit. en nota (14). El autor desarrolla ésta idea mas específicamente en pág. 199 y
200.
(19)Op. cit. en nota (3) pág. 190.

(20)P. Aulagnier . Artículo “Construir(se) un pasado”. Rev. APdeBA. Vol XIII, nro.3
Adolescencia. Editada por ABdeBA. 1991.

(21)D. Winnicott. Realidad y Juego. Cap. 1, 3 y 4. Editorial Gedisa. Bs. As. 1985.

(22) L. Grinberg y otros. Introducción a las ideas de Bion. Cap. 3, pág. 65. Ed. Nueva Visión.
Bs. As. 1992.

(23)S. Ferenczi. Obras Completas, París, Payot. 1982.

(24) S. Freud. Metapsychologie. L’inconscient. Cap. 3 “Sentiments inconscients. Ed.


Gallimard. Paris. 1976. Traducción de L’Allemand. Laplance y Pontalis.

(25) Nombre del artículo co-pensado con el Lic. Jorge Rodriguez a quién agradezco tan
delicada escucha y compromiso.

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