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LOS 5 ASPECTOS SOBRE LA MORALIDAD

COMO FENÓMENO SOCIAL


1. Descubrimiento de la moral a través del lenguaje
El lenguaje constituye el mejor medio para descubrir la importancia social de cualquier realidad.
Analizándolo, descubrimos las preocupaciones religiosas, políticas, económicas, o de cualquier otra
índole en una sociedad. Pues bien, la moral está presente en la vida de todos nosotros y colorea todas
las relaciones sociales Desde muy niños aprendemos que hay cosas buenas y cosas malas, que unas
actividades son simplemente toleradas, otras premiadas y otras castigadas. La familia, el colegio, la
televisión, las lecturas, etc. Van habituándonos paulatinamente a diferenciar los comportamientos
positivos o buenos de los negativos o malos. “Esto es bueno “, “aquello es malo”, “no debes hacer eso”,
“debes portarte bien”, “tenemos que ser buenos”, “a los niños malos Dios los castiga”, etc. Son
expresiones que el niño va grabando en su mente y operan en ella inconscientemente como
condicionadores de la conducta.
2. Utilidad social de la moral
La actitud común de la gente frente a la moral es simultáneamente de aceptación y de rechazo. Aunque
resulte paradójico, tan pronto echamos mano de la moral y la defendemos como la hacemos a un lado
para escaparnos a sus requerimientos. Ejemplos de esta situación los tenemos a cada instante: Cuando
los políticos saquean descaradamente el erario, denunciamos a gritos la inmoralidad pública y pedimos
moralización, pero, simultáneamente, quienes los criticamos no tenemos inconveniente en hacer
pequeñas trampas en los impuestos o en los negocios, el uso de las palancas y otras cosas similares.
Todo mundo está de acuerdo en que el colegio debe dar a los jóvenes una buena orientación sexual:
respeto a la mujer y al matrimonio, rechazo del aborto, del adulterio, del amor libre, etc.; pero poco
importa que los adultos no cumplan esas normas, el estudiante está de acuerdo con que el copiar es
deshonesto; pero si se encuentra en apuros y tiene la ocasión, copia sin remordimiento alguno. Esta
doble actitud revela un hecho elemental: la vida en sociedad necesita una serie de normas que
aseguren la paz y el orden entre los individuos, de forma que los intereses particulares no atenten
contra los intereses comunes. Acordes con la racionalidad surgen elevados ideales de perfección, que
la sociedad difunde e impone como principios de comportamiento que todos deben obedecer: respeto a
la vida, a los bienes, a la fama de los demás, amor a los semejantes, cumplimiento de la apalabra dada,
respeto a las instituciones, veracidad, educación, etc.
3. Conductas morales contradictorias: la “doble moral”
La doble moral es un criterio aplicado cuando a un individuo o institución se le acusa de ejercer una
doble norma en el tratamiento dado a diferentes grupos de personas, es decir, que injustamente
permiten más libertad de conducta a un sujeto que a otro. La doble moral es injusta porque viola el
principio de justicia conocido como imparcialidad, el principio según el cual los mismos criterios se
aplican a todas las personas sin parcialidad ni favoritismo. La doble moral viola este principio pues toma
en cuenta a las personas según diferentes criterios.
Aunque la doble moral, por lo general, es una práctica que se condena, en la práctica es muy común su
empleo. Los esfuerzos para defender una situación en la que se alegue la existencia de una doble moral
terminan negando que se esté aplicando, o bien se intenta acabar con la discusión dando una buena
razón para el trato diferente. Por ejemplo, un hombre que condena el adulterio mientras mantiene a una
amante y, además, juzga negativamente que su esposa llegue a tener también un amante o condena
públicamente la infidelidad de otros.
Esta forma de tratamiento diferenciador podría catalogarse como una doble moral porque dos grupos
sociales son sometidos a criterios morales diferentes.
Por lo tanto, ante la acusación de un trato desigual, lo que se da es una justificación "adecuada" para el
tratamiento diferente y no un empeño en eliminar el trato desigual propiamente dicho. Este mecanismo
es muy común en los centros de poder, como las religiones y los gobiernos.
Un ejemplo tradicional en muchas sociedades es el caso del adulterio, cuando este es aceptado para un
esposo y negado a una esposa que desee tener un amante, habiendo una discriminación sexista de por
medio. Del mismo modo, un hombre que tiene relaciones sexuales con muchas mujeres puede ser
llamado "galán" o "don Juan" y ser calificado positivamente en un entorno machista, mientras que una
mujer que tiene sexo con muchos hombres puede ser llamada prostituta", "perra", "puta", etc., y es
calificada negativamente. Lo mismo sucede con políticos que promueven y difunden una ideología
política, pero actúan en base a otra totalmente opuesta, llamándose en ese caso también como «doble
discurso».
Sin embargo, y aquí viene el problema, el individuo se siente limitado en sus intereses por las normas
morales. Entonces, o bien renuncia a sus intereses para observar una conducta recta, O bien adopta
conductas condenadas por la moral pero que a él le satisfacen. Más aún, se da el caso de que algunos
individuos rechazan como equivocadas determinadas normas establecidas y adoptan conductas
opuestas con lo cual entran en abierta crisis los valores morales tradicionales. Contra este peligro, la
sociedad se vale de diferentes instituciones para mantener y reproducir sus patrones morales: la familia,
la escuela, el gobierno, la religión, los medios masivos de comunicación.

4. Universalidad del hecho moral


El fenómeno que venimos describiendo posee un carácter universal. Debido a que es algo arraigado en
el ser mismo del hombre, como lo es su sociabilidad, la moralidad de lo cualificado desde sus orígenes.
Veremos luego que el sentido de la moralidad brota de la conciencia de la responsabilidad y la libertad.
De ahí que no resulte atrevido afirmar que el hombre en cuanto hombre es un ser moral. De ahí también
el hecho de que, en todos los pueblos, incluso en los más primitivos, aparezca siempre la estructura de
lo moral. Las diferencias entre los pueblos y los mismos individuos residen no en el hecho de ser
morales, sino en los contenidos de su vida moral. No siempre lo que es bueno para unos resulta bueno
para otros, ni lo que es considerado bueno hoy lo ha sido siempre. El desarrollo del hombre, tanto a
nivel colectivo como individual, abre ante él nuevas posibilidades, nuevos horizontes de realización, que
transforman sus cánones de valoración moral. El hombre antiguo pudo encontrar buenos la esclavitud,
la poligamia, el asesinato de los vencidos, el sometimiento de la mujer al varón, la tiranía. Sin embargo,
a medida que se ha desarrollado en la humanidad la conciencia de la dignidad e igualdad de todos,
estas prácticas han sido abandonadas y prohibidas. En ambas situaciones hay algo en común; el
sentido moral, que justifica o reprueba.
5. Moral y Ética
La ética está relacionada con el estudio fundamentado de los valores morales que guían el
comportamiento humano en la sociedad, mientras que la moral son las costumbres, normas, tabúes y
convenios establecidos por cada sociedad.
La relación entre ética y moral estriba en que ambas son responsables de la construcción de la base
que guiará la conducta del hombre, determinando su carácter, su altruismo y sus virtudes, y de enseñar
la mejor manera de actuar y comportarse en sociedad.
La verdad es que las palabras “ética” y “moral”, en su respectivo origen griego (ethos) y latino (mos),
significan prácticamente lo mismo: carácter, costumbres. Por eso está sobradamente justificado que la
gente normal y corriente las utilicemos como sinónimos. Ambas expresiones se refieren, a fin de
cuentas, a un tipo de saber que nos permita enfrentar la vida con altura humana. Porque se puede ser
un auténtico experto en diferentes campos, y, sin embargo, resultar poco aceptable como persona. De
ahí que tanto la ética como la moral nos ayuden a labrarnos un buen carácter para ser personas en el
pleno sentido de la palabra; es decir, para acondicionar la realidad de tal modo que podamos vivir en
ella de forma humana. Y lo que decimos de las personas podemos decirlo también de las instituciones,
los sistemas y las sociedades.

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