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VIALE, Oscar. - El Grito Pelado
VIALE, Oscar. - El Grito Pelado
EL GRITO PELADO
En este punto fue fundamental –casi diría decisivo- el subsido conferido por el Fondo
Nacional de las Artes.
Pese a lo dicho, “El grito pelado” fue pensada y escrita teniendo en cuenta el factor
económico, proponiendo un mínimo de dificultades en su montaje. Hoy es posible asegurar que
la obra puede representarse en cualquier tipo de escenario, y así ha ocurrido: pues en distintas
partes del país fue ofrecida en lugares tan heterogéneos como boites, plazas, rústicos altillos y
barracones, a los que sólo con una gran dosis de ingenuidad puede rotulárselos de teatros.
Esa facilidad es algo que me honra y satisface, pues implica un acercamiento decisivo
al epicentro de toda manifestación teatral: el pueblo. A él está dirigido mi humilde aporte
autoral y la simplificación ha hecho de “El grito pelado” una obra “de valija”, si entendemos
por ello que sólo hace falta uno de esos implementos para transportarla.
La versión ofrecida en Buenos Aires –con el éxito que es notorio- asimiló esas
posibilidades, a las que Héctor Gióvine, su director, incorporó un singular buen gusto en la
utilización del sencillo y vistoso dispositivo escénico creado por Jorge Lacarra. Cuatro cubos,
una cámara negra, la utilería indispensable: un ingenioso y trayente “uniforme” sobre el que
los intérpretes incorporaban accesorios circunstanciales y la divertida y pegadiza música de
Panceta, fueron suficientes para crear el clima adecuado que cada sketch necesitaba.
OSCAR VIALE
ELENCO
ELSA BERENGUER
ULISES DUMONT
JULIO LOPEZ
AMPARO LOPEZ BAEZA
Escenografía: JORGE LACARRA
Música: RUBEN RODRIGUEZ PONCETA
Dirección general: HECTOR GIOVINE
“El grito pelado” fue estrenado en el Teatro del Bajo el 8 de setiembre de 1967. su sketch
“Reportaje” se estructuró en base a un poema de Mario Benedetti.
LA PIEZA DEL FONDO
(Don Andrés está sentado chupando unmate, mientras Doña Carola espera que termine de pie
a su lado.)
APAGÓN
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(Doroteo Bastionas entra seguido por el Antropólogo, quién –en una mano- carga un grabador
y en la otra el micrófono que trata de mantener siempre cerca de la boca del primero. Bastidas
tiene la voz gastada y suena casi como quejido. No obstante, procede con destreza y
naturalidad, como si estuviera habituado a desenvolverse frente a situaciones parecidas.)
BASTIDAS.- Ve, ésta viene a ser la zona residencial… Fíjese que no es porque las
casillas sean mejores ni algo por el estilo. Le decimos así porque es la zona que está más cerca
de la canilla. Con el uso, la napa se fue muy abajo y ahora el pozo tiene ochenta metros; el
cilindro está colocado a cincuenta y hay que bombear cinco veces para sacar un litro de agua.
Ese que está ahí es el inspector de consumo: él vigila que no haya excesos. Cada familia, por
ejemplo, tiene un día fijo para el aseo personal, y este hombre vigila que las fechas se cumplan,
porque hay gente que se abusa… La estadística no miente: un cuarenta y seis coma tres hace uso
correcto de la disposición; un veintidós coma cinco fracciona el aseo; un quince coma uno
adultera las fechas buscando repetir la operación y el treinta y uno coma dos restante omite el
baño por completo. Este es un ejemplo de lo que vengo diciendo desde que empezó con la
encuesta: esta Villa es un modelo de organización… (El Antropólogo asiente. Bastidas sigue
recitando la lección sin buscar su aprobación.) Ustedes los sociólogos, los antropólogos, los
políticos, los periodistas, todos, tienen que aceptar de una vez por todas que nuestra fórmula de
vida es, no sólo aceptable, sino insuperable. Aquellos de “Villa Miseria” ya quedó atrás… Es
cosa de otro tiempo. (Pasa una mujer con un tacho de aceite, cantando una ininteligible aria de
ópera. El Antropólogo la observa absorto, pero Bastidas ni la tiene en cuenta.) Aquí, por
ejemplo, en Villa Paradigma, vivimos módicamente felices; nos sentimos seguros y un
veintisiete coma tres tiene propensión a la alegría. Eso ya lo comprobaron los que vinieron antes
que usted, yo se lo repito para ahorrarle traajo. Sin contar la alegría temporaria conseguida por
medios extraños, como ser alcohol, milongas y otras yerbas, porque esos van en casillero aparte.
Somos gente de paz, tranquila, como nuestros padres supieron serlo. Generación en generación
nos fuimos perfeccionando, expandiendo, y hoy somos esta magnífica realidad que usted ve…
(Pasa otra mujer llevando un extremo de una soga donde cuelgan pañales, babitas, escarpines,
ositos, etc. Sale por el otro costado y la soga queda extendida, cubriendo todo el largo del
escenario.) Claro que el mundo es malo y siempre busca excusas para negarnos. Dicen, por
ejemplo, que nos procreamos fácilmente… ¡Como si eso fuera un delito! Hablan de “industria
del coito” y otras macanas, mientras la boca se les llena de anticonceptivos. ¡No señor! Los
hijos son la consecuencia natural de la felicidad, del estatus alcanzado, del afán de poblar,
engrandecer, mejorar la raza… Además, para qué decirle cómo exageran la nota esos
comentarios. Aquí, en Villa Paradigma, sin ir más lejos, el año pasado, sobre setecientas quince
posibilidades, o vientres, si le parece, sólo hubo cuatrocientos ochenta y dos nacimientos…
Dígame si eso le parece una exageración, como dicen. El porcentaje dio ventajas a las
mujercitas, que son las más necesarias, sobre los muchachitos. Nacieron un cincuenta y ocho
por ciento de chancletas y un cuarenta y dos por ciento de machitos. El censo natal, que está a
su disposición, indica que de los cuatrocientos ochenta y dos nacimientos hay cincuenta hijos
legítimos, ciento veinte naturales, doscientos nueve reconocidos y cuarenta y tres malparidos.
Todo escrito y controlado. Por otra parte, déjeme de macanas, o a ver si tenemos que entrar a
justificar el coito ahora… ¿Estamos? (Pausa.) Es lo que menos cuesta y lo que más divierte. No
sé si hay estadísticas sobre esto, pero debería haberla. Además, la gente habla siempre de este
asunto como dando a entender que aquí hay relajo. ¡Y mienten, señor! Acá está todo escrito,
controlado, ¡tabulado!... No se nos escapa nada. Sus colegas se cansaron de dar versiones
antojadizas sobre este asunto. En Villa Paradigma no existe relajamiento de las estructuras
familiares; usté ya lo ha visto. Aquí el matrimonio es un hecho, ya sea producto civil, religioso
o de simple rejunte. Toda infidelidad de hecho, y aún el mero escarceo entre futuros amantes,
así como los casos de corrupción, incesto y esas cosas, son asentadas metódicamente en un
índice tabulado que se lleva exclusivamente para que todo esté en claro… (Entra nuevamente
una de las mujeres con un mate en la mano, que entrega a Bastidas.) Esta, por ejemplo… ¿Se
conocen? (Los presenta y los otros se estrechan las manos.) Mi hija… el señor es antropólogo
que va a hacer un libro con la encuesta que me está haciendo. Esta, por ejemplo, es hija mía y de
mi cuñada y ahora está esperando un hijo de mi hijo Modesto que vive con su madre, mi
segunda mujer, allí, en esa casilla verde. (Termina de chupar el mate.) Muy rico, hija. (Música.
La mujer se va. El Antropólogo la sigue con la mirada.) Y todo eso, como le digo, está escrito
en el índice. Todo perfectamente documentado. Esto también tiene que ponerlo en el libro. Usté
me dijo que se va a poner todo lo que yo diga… (El Antropólogo asiente.) Y ponga también que
acá la gente vive sin preocupaciones, como usté puede ver. (Una pareja sale y baila un tango.)
El trabajo, las obligaciones, son la preocupación y la alegría de todos. La estadística no miente.
Fíjese: un doce por ciento son mensualizados, un diez por ciento trabaja por horas, un
diecinueve coma siete vie de changas; un quince coma seis por ciento de la manga; hay un
veinticuatro coma ocho de desocupados transitorios y un cuarenta y cinco coma siete de
vagonetas crónicos. (La pareja termina de bailar y se va.) La vida acá es macanuda y todavía va
a ser mejor. Cuando salga el préstamo comunitario que hemos pedido al Banco Hipotecario
vamos a dar el último toque que necesita la villa: cambiaremos todos los techos. En vez de lata,
madera y cartón pondremos unas planchas de plástico que ahora vienen bárbaras. Imagíneselo:
cada casilla con un techo de distinto color… Va a ser algo fantástico, ¿no le parece?... (El
Antropólogo asiente.) Bueno, y ahora vámonos para el lado de los baños que usté todavía no ha
visto. Y me parece que con eso terminamos… Creo que ya le he dicho todo. Si no, le va a salir
un libro muy grande, che. Ah, a propósito: no se olvide de mandarme un ejemplar cuando el
libro aparezca. Yo guardo todos los libros en los que he colaborado… los tengo todos. Vea,
tengo treinta y tres encuestas, siete novelas realistas, cuarenta y cinco informes ministeriales,
setenta y ocho discursos políticos reunidos en cinco tomos; veintitrés reportajes (nueve de
revistas de noticias, siete de diarios, cuatro radiales y tres de televisión, con presencia física) y
además, treinta y cinco sumarios policiales y municipales. Como ve, una colaboración amplia y
fecunda… También, son una ponchada de años… Veintipico, me parece. A ver… yo vine acá
en el sesenta… y estamos en 1984… Sí, veinticuatro años justos. De 1960 a 1984…
Veinticuatro años justos. (Pausa.) Bueno, venga por acá que le muestro el excusado público.
Venga. (Salen. Vuevle a pasar la mujer del tacho cantando su extraña aria de ópera.)
APAGÓN
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LA PAREJA
(Jorge y Marta a un costado del escenario y Ricardo y Claudia en el otro. Escena simultánea.)
APAGÓN
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UN VELORIO OUT
(El patio de la casa de Doña Camila. Se oyen unos ladridos lastimeros. Por el costado de done
se supone el velatorio, asoma Doña Camila.)
CAMILA.- (Con leve acento italiano.) ¡Callate, Capitán! ¡Callate! (enjuga una
lágrima.) ¡Escúchelo, Cholito! Si parece que él también llorara… (Aparece el Cholo.
Somnoliento, demacrado y un tanto achispado.)
CHOLO.- (sentimental.) Déjelo, doña Camila… El también tiene su corazoncito…
CAMILA.- ¡Dígamelo a mí! ¡Lo quería tanto al finadito este bicho! Le venía como una
desesperación cuando él llegaba… Se le tiraba encima y jugaban como dos chicos… Claro que
últimamente estaban un poco distanciados… Federico no quería saber nama más con el Capitan.
CHOLO.- No me diga.
CAMILA.- Sí; ¡como perro y gato!... Resulta que el Capitán se había agarrado la
costumbre de apoyarle las patas al pecho… Entonces Federico, que estaba tan flaquito , se caía
al suelo y el cane aprovechaba para chupetearlo todo… (Llora.)
CHOLO.- Buen, buen… no llore doña Camila. Resignación, no se gana nada con
llorar… (La conduce suavemente.) Vaya, vaya, recuéstese un rato…
CAMILA.- (Moqueando.) ¿Por qué no vino nadie al velorio de Federico, Cholito?...
¡Este no es un velorio, es una catástrofe! (Llora.)
CHOLO.- Vaya a dormir un ratito, señora… Ya van a venir. Federico tenía muchos
amigos… Pero acuéstese, hágame caso.
CAMILA.- Está bien, está bien… (Antes de irse.) Cuidamelo al Federico, ¿eh?...
(Sale. El Cholo siente el frío de la larga noche. Toma una botella de anís que tiene en
un bolsillo del saco y bebe unos sorbos. Se encamina hacia la habitación en donde se supone
está la capilla ardiente. Va a entrar pero da un giro violento como si hubiese rebotado contra
el tufo que emana de ese lugar, a pesar del frío empieza a abanicarse frenéticamente.)
CHOLO.- (Gesto de asco.) ¡Uuummm!... ¡Qué barando, Dios me perdone!... (Se
levanta las solapas del saco y pese al frío decide quedarse en el patio. Se mueve para no
entumecerse, da pataditas en el suelo, etc. Consulta la hora maldiciendo.) Las tres recién.
(Busca un lugar donde sentarse.) Ni silla, ni gente… (Pausa.) También, como para que haya
gente. Si a vos no te querían ni los perros… Bueno, bah, sacando al Capitán que también es
perro; pero como perro es bastante capitán… (Bebe otro sorbo.) Vos le hiciste mal a todo el
mundo… ¡Federico! ¡Má qué Federico! A vos tendrían que haberte puesto como a ése que por
donde él pasaba el paso ya no crecía más, cómo era que se llamaba, ah sí ¡Atilia! ¡Atilia eras
vos! (Pausa.)La gente te escapaba como a las enemas, que entre parientes, a lo mejor las
inventaste vos… El único tarado que encontraste en tu vida con ganas de aguantarte fui yo. ¡El
ñorse! (Se señala.) ¡El puntito! (Se pasea refunfuñando, muerto de frío.) Como la otra vez…
cuando jugamos una cena al truco. Por parejas. El ruso García y el lungo Rivadavia contra
nosotros dos. Veníamos ganando fácil. Por ái, yo ligo nada más que para el tanto y hago la seña.
Federico se larga a hacer pata ancha y canta una falta envido y truco sin avisarme ni medio.
Después supe que fue una fanfarronada, porque él no tenía nada más que veintidós. ¡El lungo
agarró viaje y se cantó una TREINTA Y TRES que se escuchó hasta en la Antártica! (Pausota.)
¡Perdimo! (Pausa.) Se levantó, tiró las cartas en la mesa y me dijo: (Imitándolo.) “Por salame y
por miedoso, pagás vos”. ¿Y quién tuvo que ponerse? (Se señala.) ¡El ñorse! ¡El puntito!
(Pausa. Enumerando.)Bayonesa de ave. Pollito al limón. Pescado a la garconier. Gató para tres
y café para cuatro. Yo al dulce pasé. (Bebe otro traguito.) Después claro, el tipo venía a casa y:
“Pero Cholito, ¡qué te pasa mi viejo! ¿No me vas a decir que te engranaste? ¡Me extraña, vos
que sos mi amigo!...” (Pausa.) ¡Amigo! ¡Ma qué amigo! ¡Amigo las pelotas!... “¡Vamos,
Cholito, rompé el silencio!” Vamos, vamos, que en la milonga hay ricos bomboncitos para el
amigo de Federico… (Pausa.) Y bueno, íbamos a la milonga y todo andaba fenómeno hasta que
el tipo enganchaba a “su” bomboncito… Entonces, ¡chau amigo de Federico! (Corte de manga.)
Cazaba su bomboncito y se las picaba con rumbo desconocido… (Pausa.) ¿Y a quién largaban
solo?... ¿Y quién se ponía con la consumisión?... (Se señala.) ¡El ñorse!... ¡El puntito!... (Toma
otra vez la botella y profundamente.) ¡Hasta esto tuve que traer para acompañarlo esta noche y
no morirme de frío!... (Bebe con rabia un largo sorbo. Ya está casi borracho.) ¡No, si al pedo
no terminaste chiquito y verde!... ¡Reventaste en tu ley! ¡Consumido por la maldas y la yel
desparramada!... (Eleva la botella como haciendo un brindis.) ¡A tu salú! ¡Y que Mefistófle te
reciba con todos los honore! ¡No sabe la joyita que se lleva!... (Bebe nuevamente. Se acerca a la
habitación y empieza a hablar hacia ella.) ¡Porque hasta la alegría de colgarte la gayeta me
sacaste! ¡Porque yo, después de ésta, te bajaba la cortina! Definitivamente. Por que esta que me
hiciste… (Se interrumpe. Mira hacia arriba y llama.) ¡Eh che, Mefistófle!... ¡Che, Cuertnito!
¿A que no sabés cual es la última que me hizo…(Intenta reírse.) ¿A que no sabés quien mandó
la corona? (Sonríe.) ¿A que no te imaginás quien puso el café y el ocho hermanos?... (Sonríe.)
¿A que no adivinás quién pagó todo este festejo?... (Con una sonrisa trágica se señala como las
veces anteriores.) ¡El amigo de Federico! (Pausa.) ¡Pero no importa viejo, tenémelo ahí, que
cuando yo llegue a tu spiedo, le vamos a hacer pagar una por una!... (Se oye un gran estrépito
que viene de adentro mezclado con la voz de doña Camila.)
CAMILA.- (Afuera.) ¡Resucitó! ¡Federico resucitó! ¡El nene se despertó!... ¡Federico!...
¡Adónde te metiste, nene!...
CHOLO.- ¡A la mierda! (Cholo se lleva tremendo susto y empieza a buscar un lugar
donde esconderse. Aparece doña Camila despavorida. Entrando.)
CAMILA.- ¡Federí!... (Lo ve al Cholo.) Cholito, ¿no lo viste al nene?...
CHOLO.- (Muerto de miedo.) Y si, doña Camila. (Señalando.) Estaba allí… en el
jonca…
CAMILA.- ¡Ma no! ¡No está allí!... ¡Se despertó e se fue!... ¡No está allí!
(Desesperada.) ¿Vos no lo viste? (Sale buscándolo.) ¡Federí! ¡Federí!... Nene, ¿adónde te
pusiste?... (El Cholo queda como petrificado. Un inmenso pánico ha hecho presa de él.)
CHOLO.- (Un hilo de voz. Moviendo únicamente los ojos.) ¡Federico, Federico!...
¿Estás ahí?... ¿¿Qué hacés? Te… te estaba esperando. ¿Vamos a la milonga?... ¡O a dónde vos
quieras!... Dale, cambiate y vámonos… ¡Pago yo, eh! ¡Pago yo! (Pausa. Intenta sonreír.) ¿Viste
qué festejo te hice?... (Pausa.) ¿Te gustó el ataúd de roble con las puntillita? ¿Los cuatro
candelero? (Oye un ruido y se vuelve espantado. Es doña Camila que vuelve arrastrando un
bultoque se parece extrañamente a un despojo humano. La mujer entra a la capilla con el
bulto. El Cholo reacciona lentamente y cuando lo ha conseguido intenta acercarse a la puerta
en el preciso momento en que sale doña Camila. Sin voz.) ¿Qué… qué pasó doña Camila? ¿Lo
encontró al Federico?...
CAMILA.- (Con pena y rabia.) Lo encontré, sí… Estaba al fondo.
CHOLO.- ¿Estaba…? (No puede terminar la frase.)
CAMILA.- (Triste.) No resucitó nada… Fue el Capitán, que se lo había llevado a la
cucha… ¡de puro juguetón que es! (El rostro del Cholo se deshace en muecas. No sabe qué
hacer: si reír o llorar. Finalmente se decide y empieza a zapatear alegremente.) ¿Qué te pasa,
Cholito?
CHOLO.- (Sin dejar de zapatear.) Tengo frío, doña Camila… ¡Mucho frío!
APAGÓN
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EL SATÉLITE
(Un joven de aspecto intelectual espera en una calle cualquiera. De pronto pone como al
descuido su vista en lo alto y da muestras de interesarse por algo. Mantiene su vista fija un
instante. Mira su reloj y sonríe asintiendo. Entra Pío Heredia. Sigue la mirada del otro y como
no encuentra nada que le llame la atención, se queda a su lado observándolo fijamente. El
joven se siente observado y se vuelve hacia Pío.)
APAGÓN
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REPORTAJE
(En un costado del escenario el poeta. En el otro, la novelista. El primero adopta poses
estatuarias. La novelista –en cambio- es más vivaz y movediza.)
APAGÓN
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LA MUSA ROTONDA
(A oscuras óyense los gritos de una múltiple discusión. Cuando las luces se encienden vemos
que se trata de los integrantes de una mesa redonda que discuten entre sí.)
APAGÓN
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EL COSITO
MAMÁ.- ¡Nena! (Pausa.) ¡Nena! (Mamá entra desde un costado restregándose las
manos en su delantal.) ¡Nena! (Reacciona como si hubiera recordado algo. Se encamina hacia
el otro costado de donde vino y como si hablara hacia fuera.) ¡Nena!... Hola, ¿cómo está
Roberto?... Perdone, pero ya está por llegar papá, ¿sabe? Tenés que poner la mesa, nena. (Seca.)
Perdona, Roberto, pero usted comprende, ¿no? (Marcando.) Hasta mañana, hijo. (Se queda un
tiempo en la posición, como vigilando la que debe ser casta despedida de los novios. Enseguida
entra la hija pasando al lado suyo.)
HIJA.- Ufa, mamá… ¿No podíamos un ratito más?...
MAMÁ.- Son las ocho y está por llegar tu padre. Ya sabés que no le gusta encontrar a
ese chico en la puerta.
HIJA.- Si no hacemos nada.
MAMÁ.- Aunque tejieran; no importa. A tu padre no le gusta y ya está. El pobre viene
cansado y encima…
HIJA.- ¡Cansado! Lo decís como si fuera el único que se cansa en esta casa.
MAMÁ.- Pero sos una desalmada. ¡Ya ni el cansancio de tu padre respetás!
HIJA.- Pero mamá, por favor… Qué va a estar cansado. Si un tipo cuando llega a jefe
ya no se cansa más…
MAMÁ.- ¿No te da vergüenza decirle tipo a tu padre?
HIJA.- Me da vergüenza decirle jefe.
MAMÁ.- ¿Jefe de familia?
HIJA.- Jefe de Personal. Como me decía Roberto recién: “vos sos una máquina para tu
viejo. La máquina-hija: por ahora producís novios-problemas. Y él quiere que factures maridos-
solución y nietos-esperanzas”.
MAMÁ.- ¿Eso dijo?
HIJA.- Y dijo también qué le va a decir el día que nos pesque en la puerta.
MAMÁ.- ¿Qué le va a decir?
HIJA.- Que el zaguán es una zona neutral y que no tiene ningún derecho adquirido
sobre ella.
MAMÁ.- (Horrorizada.) ¡Ese chico es comunista! (Entra papá. Rostro desencajado.)
Hola viejo, ¿cómo estás?
PAPÁ.- Bien, bien. (Se besan mecánicamente. Lo propio con la hija.)
MAMÁ.- En un minuto está la comida.
PAPÁ.- (Sin voz casi.) Bueno. (Mamá e hija salen hacia la cocina. Papá se
restriega la frente como si la tuviera dolorida. Se encuentra algo. Se acerca a un espejo
a observarse. Mamá entra nuevamente.)
MAMÁ.- ¿Mucho trabajo, querido?
PAPÁ.- (Sin abandonar el espejo.) Como siempre.
MAMÁ.- (Observándolo.) ¿Te pasa algo?
PAPÁ.- (Dejando el espejo.) Me estaba mirando. Me salió como un cosito acá.
MAMÁ.- ¿Un cosito?
PAPÁ.- Sí, acá. (Se señala la frente.)
MAMÁ.- (Restándole importancia.) Ah, será del estómago.
PAPÁ.- (Malhumorado.) La mala sangre que me hago.
MAMÁ.- Es que vos te tomás el trabajo muy a pecho.
PAPÁ.- Hay veces que no tengo más remedio… Como hoy, por ejemplo.
MAMÁ.- ¿Qué pasó?
PAPÁ.- Explotó lo de Gutiérrez. Ya se veía venir.
MAMÁ.- ¿Gutiérrez? ¿Cuál, el de los trillizos?
PAPÁ.- Sí, ese.
MAMÁ.- ¿Qué le pasó?
PAPÁ.- Lo echaron. El viejo Farutti me mandó ponerle el telegrama.
MAMÁ.- Pobre hombre. Con tanta familia…
PAPÁ.- Yo no pude hacer nada por él… Cuando el Viejo se pone así… (Entra
la hija.)
HIJA.- Ya está puesta la mesa, mamá.
MAMÁ.- (Sin moverse.) Bueno, ya vamos.
PAPÁ.- (En lo suyo.) Imaginate la mala sangre que me hice. Toda la mañana
dando vueltas con ese asunto. Y de golpe, sentí como un pinchazo y me salió lechosito
este.
HIJA.- ¿Qué cosito?
MAMÁ.- Un cosito que dice que le salió.
HIJA.- A ver ¿Adónde?
PAPÁ.- (Obvio.) Acá, ¿no lo ves? (La hija se acerca y lo observa.)Y el tarado
ese de Gutiérrez todavía me echa la culpa a mí.
HIJA.- Ahí no tenés ningún cosito.
PAPÁ.- Cómo que no. Fijate bien.
HIJA.- En la frente decís vos.
PAPÁ.- Claro.
MAMÁ.- ¿Y por qué te echa la culpa a vos?
PAPÁ.- Por los partes.
HIJA.- ¿Qué partes?
PAPÁ.- Los partes diarios, las novedades, las llegadas tarde, los faltazos y esas
cosas… ¿Qué culpa tengo yo que él llegara tarde todos los días? Dice que yo se la tenía
jurada. ¡Pero fijate un poco!
HIJA.- Disculpame pero acá no tenés nada.
PAPÁ.- (Embalado.) Pero hija, si yo me lo toco. Mirá.
MAMÁ.- ¿Donde está ese coloradito, decís?
PAPÁ.- (Asustado.) Ah, ¿ya se me puso colorado? (Intenta correrse hacia el
espejo.)
HIJA.- Quedate quieto, ¿querés?
PAPÁ.- No, dejame que me lo quiero ver…
MAMÁ.- Pero dejá que te lo veamos nosotras primero.
HIJA.- ¿Tuviste que echarlo?
PAPÁ.- (Ofendido.) Yo no. El que lo echó fue el viejo Farutti.
MAMÁ.- De tanto rascarse.
PAPÁ.- No, trabajar, trabajaba…
MAMÁ.- No, digo que esto está colorado de tanto rascarse…
PAPÁ.- Las llegadas tarde lo mataron.
HIJA.- Acá no hay ningún cosito, papá.
MAMÁ.- La nena tiene razón, Benigno. A vos te parece.
PAPÁ.- ¡Qué me parece ni qué ocho cuartos! ¡Si yo lo siento! (Le revisan la
cabeza como si lo estuvieran expulgando.) ¡Eh, che, despacito que me duele!
(Masticando su rabia.) Todo por culpa de ese maldito!...
HIJA.- Pero al final no dijiste por qué lo echaron…
PAPÁ.- ¿Cómo que no? ¡Por las llegadas tarde! Desde que la mujer tuvo familia,
el tipo se me descarrió… (El colmo.) ¡Tres mesesq eu no fichó un solo día a horario!
MAMÁ.- Le habrán salido llorones los trillizos.
PAPÁ.- Eso es lo que él dice. ¡Le echa el fardo a los hijos! Dice que tienen el
sueño cambiado. ¡Que él no duerme por los hijos que tienen el sueño cambiado y lloran
toda la noche!...
HIJA.- Al menos entre el pelo no tenés ningún cosito.
PAPÁ.- (Enojado.) ¡Pero hija, por favor! ¡Acá te dije! ¡Ac-á! (Se señala la
frente.)
MAMÁ.- Hay gente que no tiene vergüenza. ¡Mirá que echarle la culpa a los hijos!
PAPÁ.- Mirá, hay tipos que necesitan el látigo, la guillotina… Tres meses
aguantándolo, tapándolo… Hasta que al final me dije: estás haciendo el papel de
estúpido, Benigno. Gutiérrez te está trabajando para chorizo. No sos el padre, sos el
Jefe… Entonces, agarré y le pasé el informe al Viejo Farutti…
MAMÁ.- Hiciste bien.
PAPÁ.- ¡Es mi obligación! ¡Para eso me paga!
MAMÁ.- Por supuesto, Benigno. No podías hacer otra cosa. La culpa es de él que no
supo cuidar su trabajo.
PAPÁ.- ¡Yo no me voy a comprometer por ningún inconciente!
MAMÁ.- ¡Claro! (Pausa.) La pena que ahora se las va a ver negras con tanto chico…
PAPÁ.- (En un arrebato.) ¡Que se joda! ¡Así aprende! K(La hija da un respingo
y dice triunfante.)
HIJA.- ¡Aquí está, papá! ¡Acá tenés el cosito!
APAGÓN
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VACACIONES
APAGÓN
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VOLATINEROS
(Un hombre avanza haciendo equilibrio sobre una línea imaginaria tendida largo a largo por
el escenario.)
UNO.- Cuando era chico, papá me dijo: “Ojo, usté, ya sabe: ni chorro, ni vigilante, ni
marica!” Un libro abierto el viejo. Tipo de pocas palabras, esa fue la única vez en que me dio un
consejo. Pero me sacó un hombre hecho y derecho, y eso es importante. Estoy de socio en su
fábrica; vivimos en un chalet que tiene en Martínez y aunque a mí me gusta el mar, pasamos
unos veraneosbárbaros en la estancia. En el campo me divierto como un loco; ando con el coche
todo el día, porque allí es el único lugar dónde me deja manejar... (Cundo llega al centro hay
una flecha de tránsito que indica el sentido contrario al que viene. Se detiene. Duda. No sabe
que hacer. Se pone a llorar.)
APAGÓN
APAGÓN
APAGÓN
UNO.- ¡No sé qué hacer! Si dirigir una sinfonía, pintar un cuadro, escribir un poema o
sacar una fotografía...
OTRO.- ¿Por qué no organizás un happening?
UNO.- Lo estuve pensando; pero están tan fuera de onda ¡Son tan aburridos!
OTRO.- ¿Por qué no inventás algo?
UNO.- Ya me liberé de esa ansiedad, inventé una máquina que sopla viento, vomita
agua coloreada, guiña luces, esparce humo, eructa delicadamente y tiene un piquito
lanzaperfume que orina destrabalenguas en francés.
OTRO.- ¡Qué bueno!
UNO.- Pero fue una experiencia alienante.
OTRO.- ¿Por qué, oye, dí?
UNO.- Era un aparato amorfo. Cuando lo terminé no pude descifrar a qué sexo
pertenecía... ¡Me frustró tanto!
OTRO.- ¡Qué horror!
APAGÓN
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EL INCONTENIBLE ASCENSO DE
BIENVENIDO CUI
DOS.- (Hablando.)
... y supo llegar arriba
trampeando sin estatuto.
UNO.- (Hablando.)
Esto ocurrió ayer
y mañana
si la historia no me falla
y la vista no me engaña
UNO.-
DOS.- (Cantando.)
Hombres así hay montañas;
son plaga o acaso endemia...
¿Cómo aprenderás las mañas?
¿Dónde estará la academia?
DOS.- (Hablando.)
En fin.
concéntrense.
UNO.-
Quédate quieto.
DOS.-
¡Calladito!
UNO.-
Y prepárese a ver
algo macanudo.
DOS.-
Pero si tiene ganas
qué le va a hacer:
¡largue ahora ese estornudo!
(Bienvenido Cui entra estornudando. Se detiene al lado de Lasciate.)
CUI.- (Gritando.) ¡Taxi! ¡Taxi! (Se le escapa. Vuelve a estornudar
LASCIATE.- Salud.
CUI.- Gracias.
LASCIATE.- (Tímidamente.) Perdón, vos no sos... Digo, usted no es...
CUI.- (Lo mide.) ¿Nos conocemos?
LASCIATE.- ¡Claro! ¿No te acordás? Vos sos Bienvenido Cui, ¿no es cierto?...
CUI.- (No lo tiene.) Sí, pero...
LASCIATE.- Viajábamos juntos en el Roca. Yo subía en Lomas. En el de las ocho y
veintitrés...
CUI.- Ahora que lo decís...
LASCIATE.- Vos venías desde más lejos. Nos veíamos todos los días... y charlábamos
hasta Constitución...
CUI.- ¡Ah, ahora caigo!
LASCIATE.- (Estirando la diestra.) ¿Cómo estás?
CUI.- (Estrechándole de lástima.) Aquí andamos, che. A la pesca de un taxi...
LASCIATE.- No vivís más por aquel lado, ¿no?
CUI.- No. Cuando me casé, chau...
LASCIATE.- Ah, ¿te casaste?
CUI.- (Cantando.)
Estoy casado
tengo hijos
automóvil
y una casa con jardín.
Tengo amantes
la chequera
y un perrito saltarín.
A mis padres
pobres viejos
siempre atento
una casa compraré; los papeles
ya se sabe
por supuesto
a mi nombre dejaré.
Es fantástica la vida
cuando la suerte se da;
antes yo era un tirado
ahora quién me va a parar.
LASCIATE.- ¿Así que está parado?
CUI.- Tanto como parado... Se vive, nomás. Ahora, eso si; tengo unos negocitos que si
se me hacen...
LASCIATE.- ¡Mirá qué bien! Ah, escuchame, siempre me quedó la intriga: a aquella
mina, ¿no la viste más?
CUI.- ¿Qué mina?
LASCIATE.- Aquella... ¿Cómo era? La mujer del Gerente...
CUI.- (Resistiéndose a recordar.) ¿Cuál?
LASCIATE.- ¡La mujer del gerente de donde vos trabajabas... La que te laburaste por
ese asunto del ascenso...
CUI.- ¿Y a vos quién te contó eso?
LASCIATE.- ¡Vos!... ¡La tenías enloquecida! ¿Te acordás cómo nos reíamos con las
macanas que hacía la vieja por tu culpa?...
CUI.- (Mintiendo.) La verdad que no la tengo presente...
LASCIATE.- ¿Cómo no te vas a acordar si anduviste en el asunto como seis meses?...
¿Conseguiste el ascenso al final?...
CUI.- ¡Y qué sé yo! ¡Eso ya es historia antigua!... (Se oye un aire de pavana o minué
que los dos personajes bailan mientras siguen hablando.)
CUI.- ¿Pero qué pasa con los taxis?
LASCIATE.- Esta hora es maldita.
CUI.- Voy a llegar tarde.
LASCIATE.- ¿A dónde vas tan apurado? (La música cesa. Ellos recobran su actitud
normal.)
UNO.- (Cantando.)
Cuando voy a buscar agua
me gusta quedarme un rato
haciendo cantar las ranas
para que bailen los sapos.
CUI.- (Cantando.)
Unos trámites,
sabés,
rapidito, rapidito,
porque tengo un asuntito
que liquidar.
En Montevideo
Sabés,
Me tiro unos tiritos
Con un regio fatito
Que me supe trabajar.
LASCIATE.- ¿En Montevideo? ¡Vos sí que te das tus ricos gustos!
CUI.- Pero ando tan ocupado que no sé si voy a poder ir.
LASCIATE.- ¡Cómo no vas a ir! ¿Y te vas a perder una papa semejante?
CUI.- Por esos líos que te ponen para viajar...
LASCIATE.- ¿Líos? Para viajar a Montevideo, ¿líos?
CUI.- ¿Pero cómo? ¿No sabés que hay que vacunarse?
LASCIATE.- ¿Y con eso qué hay?
CUI.- ¡Pero querido! ¿A vos te parece justo que para tirarse una canita al aire, tengas
que vacunarte? ¡Yo voy a un hotel, no a una escuela!... Después de tres días de caluroso
romanticismo, no le voy a salir a la fulana conque tiene que vacunarse... ¡A ver si se me enfría!
LASCIATE.- Bueno, por ese lado tenés razón.
CUI.- Por eso ando buscando la manera de conseguir la papeleta sin pasar por el tajito...
LASCIATE.- (Servicial.) bueno, a lo mejor eso yo te lo puedo arreglar... (Bienvenido se
vuelve a mirarlo con atención.
CUI.- (Cantando.)
La rana le dijo al sapo
andate de aquí, cargoso
y va el sapo y le contesta:
cargoso pero buen mozo.
CUI.- Así que vos...
LASCIATE.- A lo mejor te lo puedo arreglar...
CUI.- ¿De qué manera?
LASCIATE.- Y... yo todavía sigo en el Ministerio, sabés...
CUI.- (Casi con asco.) Ah, ¿vos todavía estás allá?
LASCIATE.- (Orgulloso.) Ya soy segundo Jefe de sección. ¡En solo 17 años!
CUI.- (Adulón.) Ah, zorrito; te la tenías guardada, eh ¡Flor de carrerón!
LASCIATE.- (Halagado.) Es que soy muy cabeza dura. Cuando yo me propongo sigo...
UNO.- (Cantando.)
Yo vide un sapo volar
arriba de una laguna.
Vino el pato y se asombró
de verlo volar sin plumas.
CUI.- (Abrazándolo.) Muy bien, viejito, ¡así me gusta! Ahora escuchame: ¿Cómo era
que te llamabas?
LASCIATE.- Próspero. Próspero Lasciate.
CUI.- ¡Lasciate! ¡Pero claro, hombre! Lasciate. Bueno, escuchame: ¿entonces vos me
podés solucionar este asuntito?
LASCIATE.- (Cantando.)
Como si fueras mi hermano
andá y velo a Reboredo
que si no te da una mano
seguro que te da un dedo.
Reboredo tiene banca
y si ahora no se manca
te consigue la vacuna.
Y al tirarte los tiritos
acordate de Lasciate,
que aunque no le importa un pito
te cebó este lindo mate.
Reboredo tiene banca
y si no se manca
te consigue la vacuna.
(Bienvenido y Lasciate salen de escena.)
DOS.- (Cantando.)
De las aves que vuelan
me gusta el sapo
porque es petiso y gordo
panzón y ñato.
(Reboredo entra con la escalera en cuyo último peldaño se sentará como si se tratara de su
oficina.)
UNO.-
DOS.- (Cantando.)
Aquí abajito está Reboredo
apenas un subalterno
del Director General.
Y Bienvenido ya le ha pedido
que se le otorgue
un favor muy especial
y espera que el hombrecito
entregue
de la vacuna la credencial
¡Craso error el suyo!
Credencial no habrá
pero sí chanchullo
como se verá.
Con Bienvenido no hay caso
porque aunque no lo parece
cuando la garra le crece
está listo para el zarpazo.
Por la mañanas
de enero a enero
le amanecen la uñas
sobre los dedos.
(Entra Bienvenido y se encara con Reboredo.)
REBOREDO.- Ah, sí; ya me habló Lasciate. Vea, yo se lo podría hacer... ¡Es una
pavada! Pero usted sabe, no deja de ser un compromiso. No es que me falte la voluntad...
CUI.- No es cuestión de voluntad; es un problema de mecanismo. Usted piense que
vengo solamente por un certificado de vacuna internacional... que no es nada. Pero pongamos
por caso que viniese a presentar un ante-proyecto de racionalización, democratización y
perfeccionamiento de la superestructura de los Entes burocráticos regenteados a través de las
células impositivas embargables... (Lo deja caer.) Eh; ¿qué pasaría?
REBOREDO.- (De una pieza.) En ese caso... Claro, ya sería... Bueno, ve, eso ya es un
asunto que escapa a mis posibilidades y funciones. Mire, yo... yo le aconsejo que por ese
proyecto lo vea directamente al Director General...
CUI.- Y claro, mijo, ¡esto es lo que estoy viendo!... (Haciéndose dueño de la situación.)
Vea, hagamos una cosita: llámelo al Director General y dígale que quiero verlo... Pero, ¡ya!
¡Inmediatamente!; que no tengo tiempo que perder. Usted consígame la audiencia y va a ver
cómo arreglamos este asunto...
UNO.- (Cantando.)
Para subir al cielo
se necesita
una escalera larga
y otra chiquita.
DOS.- (Cantando.)
Quisiera pasar el río
encimita de un tomate
y decirle a mi changuita
ya está el agua, dame mate.
(El Director General está subido unos peldaños más arriba en la escalera. Reingresa
Bienvenido.)
DIRECTOR.- No crea que su posición acerca de este tema me es extraña: casualmente,
hace unos días, hablábamos con el Ministro. El doctor me llamó y me dijo ¿Usted qué piensa
doctor, de esta necesidad? Entonces yo le dije: doctor, creo que tengo la solución. ¡Y se la
conté! El doctor se entusiasmó y exclamó: doctor, ¡ponga manos al asunto!... (Pausa.) Ahora,
claro; lo mío era nada más que una intención... una idea que habrá que madurar, trabajarla... Y
en eso estaba, pero...
DOS.- (Cantando.)
Y al cuerpo dale de todo
Decía doña Rosario
Pero si pide trabajo
Dale todo lo contrario.
DIRECTOR.- Claro... Pero si estamos de acuerdo, mi amigo. Déjeme que yo lo hable
con el Ministro... (Bienvenido se aleja dando a entender su disconformidad.) Bueno, quiero
decir... (Corrigiéndose.)... que lo “hablemos con el Ministro. Yo me siento un poco el padre de
la criatura, pero a veces hay que pasar por sobre los mezquinos intereses personales... si se trata
de que el país reciba a corto plazo el fruto de nuestra cruzada...
CUI.- Lo admiro, doctor. Le garanto que admiro su espíritu de sacrificio. En la
conversación que tendré con el Ministro me ocuparé de volcar luz sobre su tarea, para gratificar
su perspicacia y su sentido del renunciamiento...
DIRECTOR.- Déjese de macanas, che...
CUI.- Ahora por favor, llámelo al Ministro y dígale que quiero verlos.
DOS.- (Cantando.)
En el medio de la mar
Suspiraba un elefante
Y en el suspiro decía:
P’adelante, p’adelante.
(El ministro está sentado en los peldaños más altos de a escalera. Bienvenido trepa por el otro
lado.)
CUI.- Es excesivo el mérito que usted me adjudica... No es para tanto, Ministro.
MINISTRO.- (Cordobés.) ¿Cómo que no? ¡Eso y mucho más! Ahora, que, cómo le
diría... Usted, doctor, tiene la obligación de capitalizar esa inteligencia en beneficio de más altos
fines... La política está necesitada de personalidades jóvenes y avasallantes como la suya...
UNO.- (Cantando.)
Si en tu puerta se para
un perro flaco
trátalo con cariño
que es tu retrato.
MINISTRO.- En fin, puede que usted no sea un político en el sentido tradicional de la
palabra... (Busca.) Diría más bien, que usted tiene la pasta de los estadistas, doctor...
CUI.- Favor que usted me hace.
MINISTRO.- Una personalidad químicamente pura, nacida al margen de los pactos
malolientes de comité. (Entusiasmado.) Si usted me permite, me encantaría oficiar de
introductor suyo en el mundo de la política... Nuestro presidente está necesitando de laderos
impetuosos como usted, para perpetuar la imagen pacífica y bienhechora de nuestro partido
sobre el gobierno...
UNO.-
DOS.- (Cantando.)
En la punta de aquel carro
tengo una sillita de oro
pa que se siente el perro
y la cague el loro.
CUI.- (Haciéndose el humilde.)¿Y qué quiere que haga; sino someterme a su voluntad?
MINISTRO.- ¡Eso es lo que quería oirle decir, doctor! A este proyecto que nace,
concédame que sea yo quien le ponga la firma... (Bienvenido se escarama sobre la cúspide de
la escalera. Y es provisto de banda, galera y bastón. Alguien reparte volantes. Hay cartelones:)
CORO.-
Viva nuestro Presidente
y que sea por muchos años
Bienvenido para siempre
Es mejor que los de antaño.
Bienvenido Cui es el hombre
que esperábamos ansiosos
desde enero hasta diciembre
nos mantiene victoriosos.
¡Cui, Cui, Cui!
¡No hay nadie como tí!
Cui, Cui, Cui,
¡Dejamos de sufrir!
APAGÓN
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EL GRITO PELADO
CANCIÓN FINAL