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Lactancia y Menstruación en Perspectiva Cultural, un artículo de Barbara B.

Harrell (1981)

17 junio, 2014 de Tania

Hoy voy a hablar de un artículo publicado en American Anthropology en 1981 por Bárbara B.
Harrell, en ese momento médico residente del departamento de Obstetricia y Ginecología de
la Universidad de Washington. A pesar de que algunas explicaciones sobre fenómenos físicos
de la lactancia y la menstruación hayan podido evolucionar en estos treinta años este texto me
parece muy interesante para reconciliar lo cultural y lo biológico y entender cómo ha afectado
la industrialización a nuestras vidas. Todavía mucho de lo que explica Bárbara B. Harrell no es
comprendido ni ha llegado al gran público. También me gusta el tono del artículo: respetuoso y
riguroso, sin moralinas, porque no busca convencer sino comprender. La autora simplemente
presenta la información y nos muestra cómo eran las cosas en el mundo preindustrial y cómo
son ahora, las posibles causas de cómo hemos llegado hasta aquí y algunas reflexiones e
interrogantes. Con esa información podemos seguir dándole vueltas, aprender, ver qué
camino queremos escoger y cómo los diferentes comportamientos culturales provocan
determinados efectos en nuestros cuerpos y nuestras relaciones de lactancia con nuestros
bebés.

He intentado dejar claro qué parte es del artículo de Harrell y cuáles son mis aportaciones y
reflexiones. En cualquier caso el artículo original se puede leer aquí (hay que subir otro
documento a cambio pero es un servicio gratuito):
http://es.scribd.com/doc/184969547/Lactation-and-Menstruation-in-Cultural-Perspective

¿Cómo son la lactancia y la menstruación desde una perspectiva cultural? La autora comienza
afirmando, como el biólogo Roger Short o más recientemente la antropóloga Beverly
Strassmann, que en las sociedades preindustriales la lactancia es prolongada e intensiva, como
norma, mientras que la menstruación es poco común. Estos dos hechos están relacionados ya
que existen factores culturales que reducen o aumentan la frecuencia en la succión de los
bebés, entre otros aspectos, y esto a su vez afecta a la duración de la amenorrea de la
lactancia (la ausencia de regla).

Harrell constata que la industrialización ha sido asociada a un declive mundial en la lactancia


materna. Antes de seguir hago un inciso, porque yo me enteré de que existía la “amenorrea de
la lactancia”, es decir, la falta de regla durante un tiempo de la lactancia, al vivirlo en primera
persona con 31-32 años. Nunca antes había oído hablar de ello, lo que también dice mucho del
ínfimo papel que tiene la lactancia materna dentro de los conocimientos comunes que
tenemos sobre sexualidad humana.

La autora pasa después a invitar a los antropólogos a repensar la condición de la mujer desde
un punto de vista fisiológico y simbólico, ya que al vivir en una sociedad (sobre todo en los
años 70 y aún hoy) en la que la lactancia materna casi desapareció del mapa muchos estudios
de antropología olvidaron y obviaron la lactancia y la consiguiente amenorrea que la
acompaña. Es decir, viene a decir que no se puede estudiar una sociedad tradicional desde el
ciclo reproductivo moderno, hay que entender el fenómeno desde un punto de vista evolutivo
para evitar sesgos. Como hoy en día se amamanta muy poco y se usan anticonceptivos, lo
habitual es que las mujeres menstrúen cada mes, pero esto no siempre fue así.

Barbara Harrell hace un repaso sobre lo que se conocía en su época sobre la amenorrea de la
lactancia y la ausencia de fertilidad, antes del famoso consenso de Bellagio, apoyado por la
Fundación Rockefeller y la OMS (hay información actualizada sobre el método anticonceptivo
MELA aquí). Un autor de los años ’60 llamado Christopher Tietze, por ejemplo, estudio la
Normandía rural entre 1674-1742 llegando a la conclusión de que el amamantamiento era un
anticonceptivo fiable en esa época durante los 10 primeros meses y se dio cuenta de que las
mujeres que no amamantaban tenían dos ciclos anovulatorios después antes de volver a
quedar embarazadas.

En “Lactancia Prolongada e intervalos entre hijos en Ruanda”, un estudio de Bonte y van Balen,
se dieron cuenta de que el 5.4% de las mujeres lactantes se quedaban embarazadas sin
menstruar y que las mujeres que amamantaban concebían de media 15 meses después que las
que no daban el pecho. En otro estudio de estos mismos autores quisieron comparar las
lactancias en la Ruanda urbana y la rural. En el campo se porteaba a los niños a la espalda y se
les ofrecía el pecho a demanda. Las mujeres urbanas ofrecían el pecho con horarios. En los
resultados se observó una gran diferencia entre la duración de las amenorreas (6.9 las urbanas
y 18.6 meses las rurales). Las mujeres de campo concebían 21 meses postparto de media.
Entre las no lactantes no había diferencia en si vivían en el campo o la ciudad.

Otro estudio de Boston en los años 60 observó que la amenorrea de las mujeres lactantes fue
de media 68 días, solamente 10 días más que las no lactantes. Según los datos de otro
investigador, Potter (1965), en Punjabi había una media de amenorrea postparto de 11 meses.
Estimaron que las mujeres Punjabi pasaban el 40% de sus vidas reproductivas en estados
amenorreicos (embarazos y lactancias). En Alaska, Berman (1972) constató una media de 10
meses de amenorrea de lactancia de media frente a los 52 días en las que no amamantan. En
Guatemala (Delgado, 1979) vieron que la media era de 14 meses de amenorrea de la lactancia.

En EEUU Kippley (1969) hizo un estudio entre las lectoras de su libro “Breastfeeding and
natural child spacing” y la media fue de 10 meses de amenorrea, con un rango entre 1 y 30
meses. ¡30 meses son 2 años y medio sin menstruación! La mayor media de amenorrea, 14.6
meses, se consiguió en 29 casos: nada de biberones ni chupetes, nada de sólidos ni líquidos los
primeros 5 meses, nada de horarios, con tomas nocturnas y tomas tumbadas o reclinadas. Este
estudio demuestra que en mujeres canadienses y estadounidenses bien nutridas también es
posible que se produzcan amenorreas de la lactancia prolongadas, al menos bajo algunas
circunstancias. Es decir, en el mundo industrializado si se siguen pautas culturales de lactancia
preindustriales también se alarga la amenorrea.

El ciclo reproductivo preindustrial


La autora pasa a describir en el siguiente apartado de forma idealizada cómo sería el ciclo
reproductivo preindustrial, para después matizarlo y aclarar que había también otros modelos
que no se ajustaban a él (célibes voluntarias e involuntarias, las separaciones del compañero
sexual…Yo añadiría también a las mujeres que tenían hijos amamantados por nodrizas). Es
bastante similar a la realidad que describe Roger Short en el post anterior:

“Una mujer joven se casa un año o dos después de la pubertad y se queda embarazada un año
después de la boda. Después de 10 meses lunares de amenorrea del embarazo, da a luz a su
primer hijo, que comparte su cama hasta que es destetado. El destete no se completa hasta
que el niño puede masticar y es pospuesto probablemente hasta que un segundo embarazo
parece obvio. El intervalo de retorno de la menstruación es 13 meses, llegando a 16 meses en
muchas sociedades (Tietze 1961). Cuando la ovulación y la menstruación vuelven, el ciclo se
repite, generando un intervalo fisiológico de 2 años, 2,5 años”

“Se podría concluir que los meses de menstruación ocupan menos de 1/4 de la vida
reproductiva de una mujer”.

Hay tres factores que modifican o matizan la validez del paradigma reproductivo preindustrial:
1) el 50% de las concepciones no resultan en niños vivos y son percibidos como una
menstruación retrasada, 2) mortalidad infantil antes del año tiende a reducir la amenorrea, 3)
anticoncepción (abstinencia, coitus interruptus, pesarios vaginales…).

Otros factores interesantes que interactúan con el ciclo reproductivo (de los que también
habla Roger Short en su artículo) son el estrés, la malnutrición y el ejercicio físico:

“El ejercicio vigoroso y sostenido puede promocionar la amenorrea, alterando la masa corporal
o por otros mecanismos. Es interesante que tanto el estrés y el ejercicio pueden incrementar la
prolactina en humanos de ambos sexos. Los dispositivos que ahorran esfuerzos, incluyendo el
automovil, pueden reducir el nivel de ejercicio de una población. El grado de fuerza física y
estamina que se requiere para las actividades de subsistencia de las mujeres en la mayor parte
de sociedades preindustriales podría sorprender al moderno occidental. La inactividad podría
ser un factor del declive de la amenorrea de la lactancia observada en las sociedades
modernas”.

El periodo de transición y cómo es silenciado en la sociedad industrial

Nunca había oído hablar del concepto antropológico de “transición” en el ámbito de la relación
materno-filial, creo que ahora se habla más de “exogestación”, es decir, la gestación que se
hace fuera del útero materno. Por ejemplo, se suele decir que el bebé está 9 meses dentro de
nuestro vientre y otros tantos meses fuera (o más). Esta idea de la transición fue expuesta por
Margaret Mead y Niles Newton por primera vez para describir el periodo en el que los niños
son completamente dependientes para su sustento, cuando se sustituye el cordón umbilical
por el amamantamiento.

Afirma Harrell: “En las sociedades modernas este periodo de transición está silenciado y puede
ser abolido por completo; en las sociedades preindustriales no se puede permitir que ocurra”.

Y aquí es cuando comienza lo interesante de este artículo, ya que comienza a relacionar la


silenciación del periodo de transición con la industrialización y la consiguiente reducción del
tiempo de amenorrea de la lactancia debida a una menor frecuencia de succión. ¿Y por qué se
da este fenómeno? Harrell enumera unos cuantos correlatos culturales en relación al periodo
de transición silenciado a los que yo aporto mi interpretación y añado elementos de reflexión
basados en mi propia experiencia. Este listado no entra en juicios sobre las diferentes formas
de crianza sino que analiza las posibles causas de que el periodo de transición haya sido
silenciado con la llegada de la modernidad:

1. El pecho de la mujer es conceptualizado principalmente como algo enfocado hacia los


hombres. Se considera que las mujeres no deberían enseñar sus pezones. ¿No nos suena de
algo a la censura contra el pezón femenino en facebook?

2. El pecho femenino se ve secundariamente como un órgano que produce leche.

3. Las tomas se ven como deberes que deberían ser espaciados, y se trata de eliminar la toma
nocturna lo antes posible. Cuando hay demanda frecuente se cree que es porque se tiene poca
leche. Se sustituyen las necesidades de estimulación oral de los bebés por objetos diseñados
ad hoc, como los chupetes. Es decir, en la cultura popular industrializada se desconoce
totalmente cómo funciona la lactancia materna. Relacionándolo con el tema de la amenorrea y
la anovulación, la frecuencia de las succiones y que no pasen demasiadas horas es
fundamenteal para mantenerla. Es sencillamente la forma en la que la Naturaleza o la
evolución favoreció que las crías humanas sobrevivieran con un intervalo suficiente entre
nacimientos. Pero, claro, en el mundo industrializado todo esto deja de tener sentido, de
forma aparente, ya que los niños pueden tomar biberón y las madres pueden usar métodos
anticonceptivos. Pero no es oro todo lo que reluce… Ni el biberón es igual a la teta para el
bebé, ni el cuerpo femenino ha mutado para adaptarse a los nuevos tiempos, como lo
corrobora el alto índice de casos de cáncer de mama.

4. El llanto se considera que es algo sano, con ciertos límites. Mi interpretación de lo que dice
Harrell aquí es que el llanto del bebé en el mundo industrializado está trivializado, no se
entiende que tiene un sentido y se tapa con chupetes, es decir, tetas de látex o silicona
fabricadas en serie y en cadenas de montaje. Por no hablar de métodos Ferber o Estivill…
5. Se cree que los adultos necesitan tiempo separados de los niños, tanto con cunas o
habitaciones separadas (lo que obliga a que los padres tengan que abandonar la cama para las
tomas nocturnas) como en la separación entre el mundo de los adultos y el mundo de los
niños. Tiene más importancia el vínculo matrimonial que el materno-filial.

6. Se considera necesario y deseable organizar las actividades en base a un estímulo externo


como un reloj o un calendario. Se hacen las cosas porque “es la hora”. Por ejemplo, la gente
normalmente come porque es la hora de comer, no porque tengan hambre. La cultura
reconoce los conceptos de “hora de bañarse” o “hora de la siesta” como distintos de suciedad
o somnolencia. Similarmente, la gente inspecciona sus relojes para decidir si un niño está
llorando y chupando su dedo está preparado para comer.

Además de los elementos culturales, Harrell añade otro listado de objetos o factores que
proliferan cuando aumenta el dinero y que se asocian con un periodo de transición silenciado:

1. Todo tipo de gadjets, juguetes, carritos y andadores que distraen y separan al niño del
pecho.

2. El ocio adulto que fomenta la separación madre-niño, lo que puede influir en los niveles de
prolactina.

3. A casas más grandes, se tiende a dormir en habitaciones separadas y a tener mayor


acumulación de juguetes infantiles.

4. El periodo de transición también se ve reducido con el mayor acceso a diferentes tipos de


alimentación suplementaria y la leche de vaca, que reducen la frecuencia del
amamantamiento y la prolactina.

5. Algunos tipos de ropa impiden el amamantamiento frecuente.

6. Los relojes, la televisión, la iluminación artificial no respetan los ritmos circadianos y los
estímulos intrínsecos como el hambre, la saciedad, la fatiga y el comfort.

7. Algunas prácticas médicas anticuadas pero no obstante “modernas” como el aislamiento de


los niños y el uso y abuso de la analgesia obstétrica pueden tener efectos negativos en la
interacción madre-niño.
8. El sistema económico anima la separación madre-hijo desde una edad temprana para que
las mujeres trabajen fuera del ámbito doméstico. Incluso cuando las madres no están
separadas de sus niños, el periodo de transición puede ser difícil de mantener.

Después Harrell toca un tema que me toca de cerca ya que habla del colecho y del
mantenimiento del contacto físico nocturno, las tomas nocturnas y sus oleadas de prolactina.
¿Por qué nos molestan tanto las tomas nocturnas a las mujeres occidentales incluso aunque
durmamos con el bebé al lado? ¿Quizás porque no somos capaces de dormir y dar de mamar a
la vez y por eso no descansamos bien? Para muchas mujeres el colecho no ha evitado los
despertares nocturnos ni el sueño interrumpido. Muchas añoramos “dormir del tirón”, sin
embargo, después de leer un libro de entrevistas a mujeres cazadoras-recolectoras Kung del
desierto de Kalahari (Nisa: The Life and Words of a !Kung Woman), veo que en su cultura los
niños maman también con la madre dormida. Entiendo que para intentarlo en nuestra
sociedad tendríamos que mantener las precauciones habituales del colecho. Seguiremos
investigando…

Cambio socioeconómico y el periodo de transición: el caso taiwanés.

“Un asunto de particular importancia en el periodo de transición en las sociedades modernas


es el del cuidado infantil en el lugar de trabajo. Jimenez y Newton estudiaron 195 sociedades
en relación con la reincorporación al trabajo en el postparto; observaron que la mayor parte
de las sociedades tradicionales con lactancias prolongadas permiten a las madres quedarse
cerca físicamente de sus hijos mientras hacen su carga de trabajo completa”.

En este apartado de su artículo, Barbara Harrell habla de su experiencia en los años 70 en una
ciudad minera del Taiwan rural como madre lactante. Se fijó en varias cosas:

1. Las mujeres lactantes podían amamantar en público en cualquier ocasion. Los hombres ni
miraban.

2. La experiencia empírica en los pueblos probaba que los niños de pecho estaban más sanos y
grandes que los de leche artificial, porque la leche de fórmula se diluía demasiado y no se
esterilizaban bien los biberones. La gente del pueblo pensaba que no había que suplementar
antes de los 9-12 meses y la comida que se ofrecía eran gachas de arroz. Recuerdo que la
recomendación actual de la OMS es de empezar a ofrecer alimentación suplementaria a partir
de los 6 meses para evitar anemia en el bebé.

3. No había horarios para el pecho, se amamantaba a demanda. Se utilizaban algunos


chupetes.
4. La tolerancia hacia el llanto de los bebés era variada. Ninguno podía pensar que llorar era
bueno para los bebés. Se solía ofrecer el pecho para callar al bebé. A medida que el bebé
crecía los oídos de los cuidadores se hacían más sordos al llanto.

5. Todos los bebés compartían la cama con sus padres por la noche; la gente rural no concebía
otra posibilidad. La gente no puede imaginar excluir a los niños de bodas, funerales u otro tipo
de actividades de ocio. Los niños eran discretos en esos actos, que no eran solemnes ni
silenciosos.

6. Los horarios eran muy flexibles para los mineros, los de las fábricas y los colegios sí que
funcionaban siguiendo el reloj.

Después, enumera una serie de cambios que comenzaban a darse a raíz de la


“modernización”:

1. Los cochecitos se estaba empezando a notar en el campo, con la pavimentación. Algunos


niños de la comunidad eran confinados al carrito casi todo el día.

2. No había ningún pasatiempo para las mujeres que dejaban a los niños en casa.

3. En las casas se estaba muy apretado, los padres y los niños compartían cama. La abuela
tenía su cama, algunas veces compartida con algún niño en proceso de destete.

4. La nutrición taiwanesa era adecuada. La gente del pueblo seguía la costumbre de


alimentar a la puérpara con pollo, aceite de sésamo y arroz.

5. La ropa estaba cambiando desde los tiempos de las abuelas. La mayor parte de las
mujeres estaban utilizando sujetadores y vestidos occidentales. A pesar de lapresencia ubicua
de las mini faldasque temporada, las mujeres jóvenes seguían prefiriendo la posición en
cuclillas durante la mayor parte de las actividades. Como sabemos las mujeres lactantes, del
siglo que sea, con un vestido que no sea de lactancia no se puede amamantar porque te
tendrías que subir el vestido hasta el pecho. Respecto a las cuclillas es un tema interesante del
que Casilda Rodrigáñez habla también en sus libros.

6. Los relojes y las luces eléctricas estaban presentes pero no eran destacables.
Aproximadamente dos tercios de las familias tenían su propia televisión.

7. El nacimiento de los niños estaba pasando del pueblo a las clínicas de matronas, aunque
algunas mujeres preferían parir en casa atendidas por su suegra. El parto se hacía sin
analgesia. La madre y el niño se quedaban en casa un mes después del parto. Se les
consideraba contaminados durante ese tiempo. A las mujeres jóvenes les parecía una práctica
sofocante.

8. Algunas mujeres se estaban dedicando a tejer jerseys para la exportación.

En base a todo esto la autora hizo una investigación. Quiso probar la hipótesis de que la
presencia de la suegra estaba relacionada con el declive de la duración del periodo de
transición, porque parecía que las mujeres que vivían con sus suegras ofrecían biberones y
destetaban más tempranamente que las mujeres que no vivían con sus suegras. “Era obvio
que las mujeres jóvenes que trabajaban en la industria del tricotado tenían suegras que
cuidaban de sus hijos, pero como muchas de ellas trabajaban en casa, cerca de sus niños,
parecía poco probable que el trabajo en sí interfiriera con el amamantamiento a tal grado”.
Después de hacer entrevistas vio que la duración de la lactancia materna era de 12-13 meses
pero que había decrecido desde la estimación de 2 años de otros estudios nacionales
realizados en los años 50 y de 17,7 en el Taiwan rural de los años 60. Se dio cuenta que su
hipótesis sobre las suegras no era cierta y que no había correlación alguna entre la presencia
de la suegra y duración de la lactancia. Sin embargo, sí la había con el trabajo. Entre los bebés
de madres trabajadoras, el 56% había suplementado antes de los 5 meses, comparado con el
24% de los bebés de las madres no trabajadoras. La única correlación que existía con las
suegras era que las mujeres que trabajaban en casa necesitaban su ayuda para cuidar a los
bebés, pero no eran causa de nada sino una consecuencia más asociada al trabajo
monetarizado.

Había 3 razones aportadas por las mujeres para el fin de su lactancia: 1) no tener suficiente
leche. 2) que el bebé había aprendido a andar, lo que significaba que era edad de destetar, 3)
un nuevo embarazo. Barbara Harrell concluyó que el empleo (se entiende que trabajo
remunerado) en el hogar podía asociarse con un periodo de transición reducido y que la
explicación más probable era el acceso reducido al amamantamiento, una menor frecuencia
de succión y, por tanto, de prolactina.

La autora reflexiona de forma muy acertada: “Todas las mujeres entrevistadas querían
amamantar. Según los estándares americanos modernos lo hicieron con éxito, según los
estándares preindustriales taiwaneses, no. Este declive empezó en un entorno que apoyaba
mucho el amamantamiento, pero es predecible que las actitudes cambiarán para ir acordes
con el acceso a la vida moderna”.

“Arrastradas por la fiebre del desarrollo tecnológico, las mujeres del Taiwan actual, no pueden
distanciarse facilmente de las demandas del progreso para evaluar sus efectos en sus vidas.

(…) Tendrán que ser quizás los antropólogos los que tendrán que proveer al mundo con un
marco cognitivo de apoyo a la lactancia contra el empuje de la modernización, así permitiendo
a las mujeres elegir o rechazar el amamantamiento sobre una base distinta del ratio de
fracaso”.

Las conclusiones de su estudio no son ninguna tontería: el trabajo remunerado está asociado a
una menor succión del pecho, incluso aunque se haga en el hogar y el bebé esté cerca cuidado
por la abuela. Podemos decir que no tendría que ser necesariamente así, podemos usar
sacaleches, podemos intentar trabajar con un portabebé para que el bebé pueda succionar
mientras trabajamos, etcétera, pero que es un efecto constatado de la modernidad, es un
hecho. ¿Debería respetar el trabajo asalariado que algunas mujeres no queramos renunciar a
la succión frecuente por todos los beneficios que conlleva para bebé y madre, incluida la
amenorrea de la lactancia? Yo creo que sí. ¿Se soluciona con guarderías en las empresas o con
que nos acerquen al niño para mamar? Quizás. ¿Podría hacerse con trabajos que admitieran a
nuestros hijos, como en aquel cuadro de Bilbao de “las cigarreras”? A lo mejor. La lactancia
materna y la fisiología femenina tiene sus propias lógicas internas que no entienden de
ideologías, sistemas económicos, políticos o laborales. Por ejemplo, la leche materna tiene
defensas que pasan de la madre al hijo a través del pecho, pero poca gente sabe que la madre
produce defensas en referencia al ambiente en el que se encuentra, no defensas para las
posibles bacterias y virus de la guardería con los que no ha tenido contacto. De hecho, muchas
guarderías no permiten entrar a las madres a las aulas. Todavía nos queda un largo camino de
reflexión, pero para que cada cual escoja su camino en el siglo XXI se necesita observar el
paisaje a vista de pájaro y reconocer las limitaciones materiales, para luchar contra ellas o
adaptarse a las mismas.

Conclusiones

La autora finaliza su artículo con unas conclusiones muy profundas. Constata que en
antropología se ha escrito mucho sobre todo tipo de símbolos y ritos menstruales, pero no hay
casi nada sobre lactancia. ¿Y cuál es la posible causa? Según ella porque en las sociedades
occidentales modernas los ciclos menstruales se repiten a sí mismos “ad infinitum” mientras
que la lactancia es algo inusual. Sería una especie de sesgo en la visión de la antropología
actual, que no es capaz de abstraerse de la realidad actual del todo.

Mientras Margaret Mead y Newton consideran la lactancia como un periodo de transición para
el bebé, la autora se interesa por el fenómeno desde el punto de vista de la mujer en sí misma.
La lactancia prolongada se asocia con una ausencia de menstruación prolongada y esto se ve
influido por factores culturales que influyen en la frecuencia de amamantamiento. La
amenorrea es la norma para las mujeres preindustriales. La menstruación en ese mundo es un
estado “liminal” entre dos hijos (un concepto antropológico que se podría traducir por
“transitorio”) y poco común. Si no está entre niños está en la pubertad o en la menopausia,
cuando se suelen tener ciclos anovulatorios. Ese estado de estar como entre “dos tierras” es,
según Harrell, lo que podría relacionarse con las ideas de magia, contaminación o aislamiento
que han sido estudiados por la antropología.

¿Y qué del ciclo menstrual recurrente actual?

“En la sociedad occidental moderna, funcionamos continuamente en este estado sexual


aumentado, este surgimiento cíclico de potentes hormonas femeninas. Pensamos que es
nuestro derecho natural de nacimiento, y como mujeres nos ponemos a la defensiva ante la
sugestión de que la “naturaleza” pueda afectar nuestro temperamento o juicio. Tendemos a
favorecer la aceptación pública de la menstruación como una función normal y natural,
aunque lo hacemos con un cierto grado de ambivalencia. Por ejemplo, en “The Curse”, un
exhaustivo esfuerzo para desmitificar la menstruación, en última instancia se recomienda
ratificar”el más elemental y obvio aspecto de la condición de mujer” a nuestras hijas como “la
bendición de Eva”, promoviendo al mismo tiempo y con entusiasmo la extracción menstrual, el
“periodo de 60 segundos” (Delaney, Lupton y Toch). (…)”

La menstruación de 60 segundos de la que habla el libro de “The Curse” es una aspiración del
líquido menstrual similar a un aborto temprano y que un grupo feminista difundió en los años
setenta.
Pero aquí viene el párrafo más impactante y enigmático de todo el artículo de Barbara B.
Harrell con el que me despido:

“El ciclo reproductivo preindustrial con su periodo de transición intensivo sugiere otra visión,
que el ciclo menstrual continuo no es un atributo natural de las hembras humanas. Quizas “la
maldición” (“the curse” en inglés quiere decir maldición y es un nombre coloquial de “la regla”)
puede ser explicada como un artefacto de la Edad de la Tecnología, algo impuesto a las
mujeres por una sociedad de la abundancia que no necesita más niños“.

Recuerdo el acceso al artículo completo en inglés:


http://es.scribd.com/doc/184969547/Lactation-and-Menstruation-in-Cultural-Perspective

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