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SAÚL

LECTURA COMPLEMENTARIA
 El personaje. 1Sam 9 - 11

Israel, después de haber estado siempre dirigido por Jueces –


Caudillos, ahora quiere tener un rey. El nacimiento de la monarquía
está representado en 1Sam de acuerdo con dos registros opuestos y
discordantes. El primero, antimonárquico, es conservador y
nostálgico ‒anclado en el hecho histórico de la antigua estructura
tribal‒, y ve la monarquía como imitación idolátrica de los otros
pueblos, gobernados justamente por regímenes monárquicos.
Samuel, también opuesto a la elección de un rey, insiste en que Dios
es el único rey de Israel, y su único intermediario visible es el
profeta. Renunciar a esta estructura significa quitarle la confianza a
Dios para atribuírsela a un hombre, y por tanto, confiar la garantía
de la justicia a un individuo despótico y prepotente.

Por otra parte, los partidarios del régimen monárquico (1Sam 9,16)
consideran que la iniciativa es del propio Yahvéh, pues el inminente
peligro de los filisteos argumenta a favor de la urgencia de una
unidad nacional, bajo un gobierno centralizado, que hiciera más
sólido al Estado, sólo posible a través de la existencia de un rey.

La petición de tener un rey triunfa y Saúl es ungido por Samuel


como primer rey de Israel. ¿Y quién es este Saúl?1 Es un joven de
la tribu de Benjamín, es hijo de Quis, asentado en Gibeá;2 el texto le
describe como guapo y muy alto (1Sam 9,2); aparece en una escena

1
«Saúl era agricultor (1Sam 11) y era de gente rica (1Sam 9,1), tenía bienes y animales, pero
probablemente durante su reinado ha de haber aumentado ambas cosas». R. DUARTE. «Saúl,
grandeza y limitación». 85.
2
«Este Gibeá era un rancho de campesinos. Saúl es designado también como un campesino. Estaba
en su trabajo cuando le vino el espíritu. Dice el texto: “Llegaba Saúl del campo tras los bueyes”:
1Sam 11,5. Otra narración lo describe como un joven hijo de campesinos que va por mandato
paterno a buscar unas burras, que se habían perdido (1 Sam 9); aquí mismo aparece que, con todo

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Saúl, primer rey de Israel

de sabor campirano, cuando su padre le pide que le ayude a buscar unas asnas que se
le han extraviado, circunstancia que propicia que llegue a la presencia de Samuel, que
en este texto es presentado como un hombre de Dios, un vidente, para que le ayude a
encontrar las asnas de su padre (1Sam 9,1-14).

Pero los planes de Yahvéh son muy diferentes; el día anterior a que Saúl llegara a
buscar a Samuel, le comunica a éste que al día siguiente le enviará al hombre que ha
de ungir como rey de Israel, pues ha escuchado el clamor de su pueblo, y Saúl los
liberará del yugo de los filisteos. Así, cuando el joven benjaminita se presenta ante el
anciano juez, para sorpresa de aquél, éste le invita a participar en el banquete que va
a celebrarse en el alto,3 haciéndole ver que no se preocupe por las asnas de su padre,
pues ya han sido encontradas; pero lo que añade, le causó a Saúl aún mayor sorpresa:
le dice que para qué preocuparse por unas asnas, si lo mejor de Israel será para él y
para la casa de su padre. Saúl le responde: «¿No soy yo de Benjamín, la menor de las
tribus de Israel? ¿No es mi familia la más pequeña de todas las de la tribu de
Benjamín? ¿Cómo me dices estas cosas?» (1Sam 9,21). Pero lo enigmático de la
situación crece durante el banquete, en el cual es colocado en el lugar principal, a la
cabecera de los invitados, que seguramente también estaban asombrados de lo que
veían; además, le sirvieron una porción especial que Samuel le había reservado.
Habiendo comido, bajaron del alto, y pernoctaron en casa del vidente (1Sam 9,15-25).

Al día siguiente, Samuel acompaña a Saúl hacia la salida de la ciudad y le indica que
le diga al mozo que se adelante; cuando estuvieron solos, aquél tomó aceite y, sin
mayor preámbulo, sin boato alguno, lo derramó sobre éste diciéndole: «¿No es
Yahvéh quien te ha ungido como jefe de su pueblo Israel? Tú regirás al pueblo de
Yahvéh y le librarás de la mano de los enemigos que le rodean» (1Sam 10,1). Saúl ha
quedado ungido por el profeta4 y, en adelante, ha de ser intocable, pues es el ungido
de Yahvéh,5 cuyo espíritu estará con él (1Sam 10,10).

lo campesino que era, tenía cierta distinción en su rancho. Los burros eran caros en esta época, se
tenían también como animales reales. Es acompañado por un siervo y se le pone una genealogía
con cinco antepasados (9,1)». R. DUARTE. «Saúl, grandeza y limitación». 77-78.
3
El alto se refiere al altar que Samuel había construido a Yahvéh en las inmediaciones de Ramá,
donde él vivía. Estos altares sustituían los que en otro tiempo eran usados por los cananeos –
cuando no eran destruidos, como lo hizo Josías (2 Re 5.8)–, que adoraban a sus dioses en los
montes, lo cual había contaminado a los israelitas (1Re 3,3-4), aún cuando ellos, supuestamente,
ponían a Yahvéh en lugar de Baal. Finalmente fueron prohibidos en función de la unicidad del
santuario en Jerusalén. 16
4
Los reyes de Israel serán ungidos o por un profeta o un sacerdote; 1Sam 10,1; 1Re 1,39; 2Re 9,6;
11,12.
5
1Sam 24,7-11; 26,9.11.16.23; quien atente contra él, merece la muerte: 2Sam 1,14.

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Saúl era un hombre que tenía las cualidades requeridas para estas circunstancias.
Los demás pudieron fijarse en él. Dice el texto que era “un mozo bien plantado”
(9,2), lo cual es simplemente una forma cortesana de hablar. La otra cualidad,
su gran estatura, no parece que provenga de una fórmula urbana: era el israelita
más alto, sobresalía por encima de todos, de los hombros arriba (9,2; cf. 10,23).
Así aparece Saúl como fuerte, duro, entrón, peleonero, algo, pues, que exigían
las circunstancias y los tiempos. Los filisteos le temían más que a los otros
israelitas. 6

Como signo de que la unción recibida viene de Yahvéh, Samuel7 le da tres señales,
que se cumplen cabalmente; en la tercera de ellas, la más reveladora, le dice que
llegando a Guibeá de Dios8 se encontrará con un grupo de profetas y que impulsado
por el espíritu de Yahvéh, se unirá a ellos. Esta clase de profetas extáticos bailan
enardecidos, delirantes, acompañados de diversos instrumentos, hasta caer en una
especie de trance o enajenación que, además, resulta contagioso;9 tan es así, que el
recién ungido rey se une a ellos, lo que causa la extrañeza de quienes lo conocían y se
preguntaban qué hacía Saúl entre los profetas (1Sam 10.2-12).

Cuando hubo salido del trance, regresó a su casa y, al ser inquirido por uno de sus tíos
acerca de Samuel, no le dijo absolutamente nada acerca del asunto de la unción
de que fue objeto; como si nada hubiera ocurrido, el joven Saúl volvió a su vida
ordinaria, dedicado a trabajar en el campo, con sus bueyes (1Sam 11,5), como vemos
que hacían los jueces, pues no existe una estructura socio – militar que haga de soporte
para estos líderes.

Hay una segunda versión de la unción de Saúl. Como ya se había anotado


anteriormente, había una corriente antimonárquica que no veía en la elección de un
rey un designio de Yahvéh, sino un capricho del pueblo que le rechaza como su único

6
R. DUARTE. «Saúl, grandeza y limitación». 78.
7
«El nagid –líder, en esta caso Saúl– está supeditado al profeta –Samuel–. En el fondo significa
que la suprema autoridad sobre Israel no está en el nagid, sino en el profeta, mensajero de Dios
para comunicar su palabra. Es la Palabra del Señor, a la que está sometido el pueblo, incluyendo
su líder político, la que ha de gobernar a su pueblo […]. Estos elementos, vistos en su conjunto,
matizan el juicio totalmente favorable a la monarquía que, según algunos, se encuentra en este
relato». C. JUNCO. «Inicio de la monarquía, ¿opresión humana o liberación divina?» 55.
8
Antes se llamaba Guibeá de Benjamín (Jc 19,14); más tarde, Guibeá de Saúl (1Sam 11,4; 15,34).
9
Más delante, en 1Sam 19,20-21 vemos que estos profetas danzan con Samuel a la cabeza –tal vez 17
él fundó este grupo para contrarrestar a los grupos de profetas cananeos– y es tan contagioso que
diversos grupos de emisarios de Saúl acabaron también en trance, hasta incluir finalmente al
propio Saúl. En 1Re 18,25-29 vemos que los profetas cananeos incluso se causan heridas. En 2 Re
2,3.5.7.15; 4,38, en tiempo de Elías y Eliseo, se habla frecuentemente de estos grupos de profetas.

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rey porque quiere ser como los pueblos vecinos. A esta corriente corresponde la
siguiente narración (1Sam 10,17-27) –que ignora absolutamente la ya consumada
elección y unción del benjaminita–, donde Samuel convoca al pueblo y, después de
un preámbulo recriminatorio por su deseo de tener un rey, echa las suertes entre todas
las tribus de Israel, que sucesivamente van recayendo sobre la tribu de Benjamín,
sobre la familia de Hammatri y, finalmente, sobre Saúl, que en ese momento no se
encuentra ahí; consultan a Yahvéh, quien les hace saber dónde está, lo traen ante la
presencia de la asamblea y Samuel lo presenta como el elegido de Yahvéh, ante las
aclamaciones entusiastas del pueblo (1Sam 10,22-26); no de todo el pueblo, pues el
mismo texto nos habla de los que dudaban de que él pudiera salvarlos del poder de
los filisteos y que decían: ¡Qué va a salvarnos ése! (1Sam 10,27). Esta expresión
corresponde a un enfoque nacionalista, que ve en la monarquía la opción ideal para
ser liberados de las reiteradas amenazas y enfrentamientos con los pueblos vecinos.

Regresó Saúl a su casa y, cosa de un mes después, tuvo oportunidad de comenzar a


servir a su pueblo, pues los amonitas sitiaron Yabés de Galaad, cuyos habitantes
mandaron pedir ayuda a sus hermanos israelitas; enterado Saúl, se apoderó de él el
espíritu de Yahvéh, requirió a todos los hijos de Israel –expresión con la que se
quiere enfatizar la función unificadora y nacionalista de la institución
monárquica–, organizó un gran ejército y marchó contra los amonitas, siguiendo una
bien diseñada estrategia que le llevó a obtener la victoria y que consolidó su ascensión
al trono.

Ante este triunfo, los seguidores de Saúl pretendían exterminar a los escépticos que
no lo habían aceptado como rey –el ejercicio del poder siempre implica la formación
de partidos–, pero el recién exitoso rey no lo permite, argumentando que si Yahvéh
les ha dado la victoria, ningún israelita debe morir (1Sam 11,1-13). Regresaron a
Guilgal y ahí fue Saúl proclamado rey10 delante de Yahvéh (1Sam 11,15). Por lo

10
Esta es la tercera versión de la elección de Saúl, a raíz de la batalla de Yabés y la proclamación en
Guilgal (1Sam 11,1-15). Aquí descubrimos al caudillo militar, suficientemente conocido ya desde
antes para que lo llamen de bastante lejos. Esta versión establece la realeza de Saúl por sus obras:
es el jefe que puede imponerse a los enemigos y garantizar las fronteras de un territorio. Esta
versión prescinde de Samuel para hacer de Saúl un rey. Estas tres versiones independientes, que
no proceden necesariamente de los mismos ambientes ni de las mismas épocas, fueron reunidas
en un relato seguido. Se imponía esta operación para hacer de Saúl un rey auténtico, ya que las
tres versiones son complementarias. No basta sólo la unción, que ni siquiera es una unción real en
el caso de Saúl. Tampoco basta la aclamación pública. El valor militar no cualifica más que a un
libertador ocasional. Era preciso reunir estos tres elementos y responder así a la cuestión tan 18
espinosa: ¿quién le da al rey su legitimidad? Esta respuesta necesitaba una larga reflexión para
llegar a un compromiso entre las diferentes corrientes religiosas y políticas que animan a una
sociedad, incluida la oposición cuya voz se hace oír continuamente en estos relatos. Cfr. D. NOEL
en AA.VV. Biblia y realeza. 21.

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pronto, partidarios y adversarios de Saúl entran en calma. La misión del admirable


Samuel, finalmente, había concluido.

 Rasgos del perfil de Saúl


La figura de Saúl11 es descrita magníficamente en el siguiente texto de Raúl Duarte
Castillo:

Saúl fue un gran hombre. Todo aquel que inaugura, empieza o abre caminos
nuevos, no es un hombre común y corriente. Es un ser fuera de lo normal, un
hombre extraordinario. Pone algo que le falta a la mayoría de los humanos: la
creatividad. De acuerdo al grado de creatividad, se parece uno más o menos a
Dios, quien se nos ha hecho cognoscible fundamentalmente como creador. Es el
que hizo de la nada. Sólo él puede crear, hacer. No necesita nada para ello. Al
decir esto, estamos diciendo que tampoco necesita de alguien. El hombre que
crea posibilidades y que al bajarlas de su mente las convierte en realidades,
es el hombre grande, el hombre necesario en todos los tiempos. Saúl abrió
futuros. Creó un estado, hizo de muchas gentes reunidas en esporádicos
encuentros, una sociedad estable, un reino. Es muy difícil conseguir que nuestras
voluntades aspiren a un objetivo común. Y Saúl lo consiguió.12

¿Y qué podemos decir sobre algunos rasgos concretos del perfil del joven13 Saúl?

 Indudablemente se percibe su disponibilidad a la voluntad de Yahvéh, que le


elige rey de Israel; 9,17-10,1
 Ante lo que guarda la discreción que el asunto amerita; 10,14-16
 A pesar de lo cual él conservó su forma de vida sencilla y ordinaria; 10,26
 Supo ejercer un liderazgo inicial capaz de aglutinar al pueblo para ir en ayuda
de sus hermanos de Yabés de Galaad; 11,1-11
 Al principio de su reinado se le percibe inteligente y dócil a las indicaciones de
Yahvéh, recibidas a través de Samuel; 9-11
 Actúa con sabiduría al impedir que sus partidarios mataran a sus adversarios,
que se habían opuesto a su elección como rey; 11,12-13

11
El resto del reinado de Saúl ya no se comenta aquí por no corresponder a la etapa etaria de su
juventud.
12
R. DUARTE. «Saúl, grandeza y limitación». 92.
13
Insistimos en lo de joven porque también sabemos que fue un monarca ciego de celos y obsesionado
con eliminar a su presunto adversario, su yerno David, temiendo que le quitara el trono y cayendo
en conductas del todo anti‒ejemplares. Esto constituirá un elemento decisivo en su trágico destino. 19

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