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La relación entre Dios y el hombre

¿Existe una relación real entre Dios y el hombre? Si existe, ¿en qué consiste? ¿Posee una ob -
jetividad propia? ¿Pueden Dios y el hombre comunicarse y comprenderse en verdad? ¿Qué len-
guaje usan Dios y el hombre en su comunicación: unívoco, analógico, dialéctico? ¿Dios manda y
el hombre se limita a obedecer y ejecutar? ¿O más bien el hombre piensa qué complace más a
Dios a partir de los mandamientos y lo realiza? ¿Exis te un espacio de autonomía para el hombre
dentro del gran plan de Dios?
Los maestros de la vida espiritual no estarían de acuerdo con la forma de formular la cuestión
que está por debajo de estos interrogantes. Para ellos, estas dos realidades no se pueden tratar
como si estuvieran divididas. La relación entre Dios y el hombre se cumple en el Espíritu San to,
la Persona divina que hace al hombre partícipe del amor del Padre en el Hijo1 . Esta participación, es
decir, la presencia del amor divino en el hombre, hace posible el acceso a Dios y al hombre,
creado en este amor. Es más: tal inhabitación divina en nosotros hace que Dios no sea ya externo
a nuestra realidad humana, sino que llegue a ser -como dice Pavel Evdokimov- un factor interno
de nuestra naturaleza 2 .
Entre la persona humana y su Señor existe por tanto una comunicación verdadera que, para
tener la garantía de la libertad, se sirve de los pensa mientos y sentimientos del hombre. Los
Padres han optado normalmente por el lenguaje simbó lico, considerando que el símbolo es el
lenguaje en el que la comunicación humano-divina se realiza más auténticamente 3 . Para ellos el
discernimiento es oración, un arte propio y verdadero de la vida en el Espíritu. El discernimiento
forma parte de la relación vital entre el hombre y Dios; es más: es precisamente un espacio en el
cual el hombre experimenta la relación con Dios como experien cia de libertad, incluso como
posibilidad de crearse a sí mismo. En el discernimiento, el hombre experimenta su identidad como
creador de la propia persona. En este sentido, es el arte en el cual el hombre se abre a sí mismo en la
creatividad de la historia y crea la historia creándose a sí mismo.
El discernimiento es, por tanto, una realidad relacional, como lo es la fe misma. La fe cristia na
es, en efecto, una realidad relacional, porque el Dios que se revela se comunica como amor y el
amor presupone el reconocimiento de un «tú» 4 . Dios es amor porque es comunicación absoluta,
eterna relacionalidad, sea en el acto primordial del amor recíproco de las tres Personas divinas o
en la creación. Por eso la experiencia de la libre relación que el hombre experimenta en el discer -
nimiento no es nunca sólo la relación hombre- Dios, sino que incluye la relación hombre-hom bre
y, además, la relación hombre-creación, des de el momento en que entrar en una relación auténtica
con Dios significa entrar en aquella óptica de amor que es una relación vivificante con todo lo
que existe. Hacer propia esta visión significa captar la infraestructura de hilos que conectan y
unen entre sí a todos los elementos de la creación y hacen emerger la comunión de todo lo que
existe en el Ser. Desde el momento en que estos hilos indican la misma realidad de lo divino, su
presencia en las cosas, los objetos y los productos hu manos les dotan de un nuevo significado, a
través del cual cada cosa y cada acción pueden asumir un significado más profundo. Así, se nos
ofrece una visión esencialmente sacramental del mundo, en la que, a través de las cosas, se puede
acceder a su verdad 5 . El discernimiento es, entonces, el arte de autocomprenderse teniendo en
cuenta esta estructura coherente, de lo global, verse a uno mismo en la unidad porque se ve con
los ojos de Dios, que ven la unidad de la vida.

1' Cfr. Spidlík, T., La spiritualitá dell'Oriente cristiano. I: Manuale sistemático, Roma 1985, 25-30. Véase también Florenskij, P., Colorína e fondamento deüaveritá, Milán
1974, 153-188 y Tenace, M., Diré l'uomo. II: Dall'im- magine di Dio alia sommiglianza, Roma 1997' I7~44-
2 Evdokimov, P., «L'Esprit-Saint et l'Eglise d'aprés la tradition li- turgique», en L'Esprit-Saint et l'Eglise. Actes du symposium..., París 1969. 9§.
3 Véase por ejemplo, Brock, S., «I tre modi dell'autorívelazione di Dio», en id., L'occhio luminoso. La visione spirituale di sant'Ejrem, Roma I999- 43"46-
4 Cfr. Ivanov, V., «Ty esi», en Sobr. Soc., III, Bruselas 1979, 263-268 e id., «Anima», en ibíd., 27°~293.

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