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Hora Roy “De la Gran depresión al ascenso del peronismo”

Para fines de la década de 1920, se había extendido la creencia de que el orden


productivo basado en la gran estancia ya no resultaba aceptable ni justificable. Incluso
los propios empresarios industriales se sumaron a las voces que censuraban a los
terratenientes. Señalándolos como los responsables de los males que aquejan al país
Durante la década de 1930, la situación económica empeoro y la denuncia del gran
terrateniente alcanzo una nueva cota. Puesto que la crisis hizo que la situación de los
agricultores arrendatarios se volviera más difícil e incierta en cualquier momento del
pasado. Ello contribuyo fragmentar las relaciones entre estancieros y chacareros. Al
mismo tiempo el sector de exportación perdió dinamismo, en tanto que la industria
doméstica se fue convirtiendo en el motor del capitalismo argentino. Para la mayoría
de los terratenientes, el tiempo de las grandes ganancias con poco esfuerzo había
terminado.
Pero si bien es cierto que la depresión puso de manifiesto que la economía rural había
perdido mucho de su dinamismo anterior, también puso en marcha una serie de
procesos que contribuyeron a reforzar la posición de los grandes terratenientes. En
1930 el gobierno radical fue derrocado y desde entonces hasta 1943 administraciones
más sensibles a las demandas de los grandes propietarios se hicieron con el control del
gobierno. Tras la crisis, no fueron poco los estancieros que respondieron a la baja de su
ingreso rural probando suerte en la economía urbana. Ello contribuyó a redefinir los
contornos de la clase propietaria. Dentro de esta elite, los empresarios con intereses
predominante urbanos desplazaron a los terratenientes.
Una Elite acosada
Para fines de la década del 1920, cuando la posición de agricultores de la pampa se
deterioró como consecuencia de las transformaciones que afectaban al mercado
mundial de granos, el clima de hostilidad hacia los terratenientes alcanzo una nueva
marca.
Por otro lado, tras el final de la Gran Guerra, los precios del ganado se derrumbaron y
muchos terratenientes se dieron cuenta de que las empresas frigoríficas no eran las
principales responsables. Como el joven R. Prebisch ya había señalado en su perspicaz
estudio del mercado de carnes que escribió en 1922, argumentando que las empresas
frigoríficas no determinan unilateralmente el nivel de precios, dado que en realidad el
bajo de los precios era consecuencia de las fuerzas del mercado, que aun cuando los
frigoríficos siempre podían manipular a su favor, en verdad estaban lejos de poder
dominar los precios.
Lo que en realidad sucedida era que como ya sabemos el 90% de las carnes iban al
mercado británico, el cual después de la guerra no creció y por tanto la colocación en
ese mercado de una cantidad de carnes por encima de un determinado punto provoco
la baja de los precios. Por lo tanto, el problema que los exportadores argentinos
debían enfrentar no era la existencia de acuerdos entre empresas frigoríficas para
lograr el control del mercado, sino más bien, el lento crecimiento de la demanda
británica. Así en búsqueda de nuevos mercados, los terratenientes se volvieron hacia
Estados Unidos.
La apertura de este mercado no era una tarea sencilla, dado que existían un fuerte
desequilibrio entre las importaciones de EE. UU y las exportaciones de Argentina. En la
Argentina, la presencia económica estadounidense vino a satisfacer una fuerte
demanda de bienes manufacturados que Gran Bretaña resultaba incapaz de suplir.
Pero por su parte los productos agrícolas argentinos, no podían encontrar un mercado
en EE. UU. Así en la década del 20, la argentina se convirtió en el sexto mercado
exterior en importancia para la empresa manufactureras estadounidenses, pero solo
lograba colocar allí una parte muy reducida de ventas al exterior, en tanto que el mejor
mercando de Argentina seguía siendo Gran Bretaña. Esto indicaba al largo plazo, que la
triangularidad del comercio internacional solo podía funcionar en un sistema
multilateral de pagos, con monedas convertibles. Pero este sistema está en la década
del 1920 en plena decadencia.
La primera reacción organizada de los ganaderos argentinos al debilitamiento del
sistema triangular fue presionar a la diplomacia y a los fabricantes norteamericanos
para equilibrar el intercambio. Sin embargo, a fines de la década de 1920, se dieron
cuenta que una apertura al mercado norteamericano, era casi imposible. Es por esto
que la campaña lanzada en 1929, con el lema “comprar a quien nos compra”,
inicialmente lanzada con la intención de favorecer al mercado americano, ya indicaba
con claridad el deseo de los exportadores de carne de acordar un tratado bilateral con
Gran Bretaña. Esto parecía hacerse tangible con el convenio D´Abernon, pero este fue
rechazado por las cámaras. No obstante, la campaña bilateral de los terratenientes a
favor del comercio bilateral continuo.
En la década de 1920 los pequeños y medianos productores de ganado comenzaron a
percibir que sus intereses divergían de los grandes propietarios a quienes
repetidamente acusaron de colaborar con las empresas frigoríficas. Para la década del
30, ya estaban dadas las condiciones para que los ganaderos que no pertenecían a la
elite propietaria rompieran con la hegemonía de los grandes terratenientes, y en ese
momento aparecieron nuevas asociaciones rurales que tomaron distancia de la
sociedad Rural, a más activa de todas ella fue la Confederación de Asociaciones Rurales
de la Provincia de Bs. As y el Territorio de la Pampa CARBA.
En esos años, los empresariados industriales también lanzaron fuertes críticas contra
los grandes propietarios. Desde el cambio de siglo hasta el inicio de la Primera Guerra
Mundial, el proceso de crecimiento industrial continuo líneas de desarrollo
bosquejadas en la etapa iniciada hacia la década de 1880. La reciente importancia de
las industrias, se reflejó en el cambio de conducción de la Unión Industrial, que para la
década del 20 paso a estar mejor controlada por grandes empresarios.
Tras el armisticio, la industria se recuperó a gran velocidad. Al igual que en décadas
anteriores, el aumento de la demanda agregada que resultaba de la expansión agraria
y el retorno de la inversión externa impulsaron el crecimiento de la producción
manufacturera concentrada en sectores livianos y tradicionales (comestibles y
bebidas). Pero en la posguerra apareció también una industria más moderna y
compleja (química y metalurgia). Se ha estimado que la importación de maquinaria
industrial durante la década del 20 fue la más alta, hasta 1970.
Durante la década de 1920, la inversión de origen estadounidense, duplico la
proveniente del Reino Unido. Los capitalistas americanos aumentaron su presencia en
la Argentina en especial como prestamistas del gobierno, pero también como
inversores en la industria. Los avances en la sustitución de importaciones fueron
modestos, por lo que el sector manufacturero mantuvo una fuerte dependencia de
capital, insumos, equipo y combustibles importados. Durante el periodo de
recuperación económica de 1922-28, cuando la inversión estadounidense fluía a un
buen ritmo, los industriales permanecieron poco menos que indiferente frente al
problema de la balanza de pagos. Pero la situación de los terratenientes era otro,
porque ya desde 1828, comenzaron a presionar a favor de intercambio anglo-
argentino, lo cual comenzó a generar temor entre los empresarios
Durante gran parte del periodo de administración radical, los empresarios rurales y los
fabricantes no encontraron mayores motivos para disentir. Pero para fines de la
década del 20, la unidad de las clases empresarias, que el gobierno radical, había
involuntariamente, contribuido a aumentar, se fracturo. Temerosos de que el
bilaterismo les diese un tratado preferencial a las importaciones procedentes de Gran
Bretaña, dificultando así el acceso a otras fuentes de capital, los voceros industriales se
embarcaron en una fuerte campaña de denuncia contra la Sociedad Rural. La Unión
Industrial Argentina bajo la dirección de Luis Colombo, fue la que expreso más
abiertamente su oposición al bilaterismo.
Para fines de la década de 1920, entonces los empresarios industriales se habían unido
a los chacareros y a amplios sectores de la opinión urbana en la condena de la figura
del gran propietario rural
Respuestas a la gran depresión: bilaterismo, crecimiento industrial y desarrollo de
una elite empresarial más unificada
Cuando la crisis mundial se desencadeno sobre argentina, el gobierno tomo
determinadas medidas para proteger las reservas, así en 1929 se decreto, la salida del
Patrón Oro y la suspensión de la convertibilidad. Mientras tanto la imagen del
Gobierno de Yrigoyen iba decayendo y perdiendo apoyo. En 1930 Uriburu se alzó en
armas y puso fin al gobierno de Yrigoyen.
El golpe de 6 de septiembre de 1930 no era una respuesta a la agitación del mundo del
trabajo urbano o rural, sino a la supuesta demagogia e incompetencia de los radicales.
Es por este motivo que el proyecto autoritario y antiliberal que impulsaba Uriburu
encontró una fría recepción entre las clases medias y propietarias. Para 1931, ya se
había hecho claro que el Partido Radical seguía siendo una politica mayoritaria. Por lo
cual el gobierno entonces bajo la influencia de Justo, preparo el terreno para una
elección donde los partidarios de Yrigoyen no pudieran participar.
Gracias a la abstención radical, las elecciones fueron ganadas fácilmente por el Gral.
Justo y Julio A. Roca, que fueron nominados por la “concordancia”, la cual era
básicamente un frente de las fuerzas de centra y derecha. Para permanecer en el
gobierno, la Concordancia recurrió al fraude electoral o también llamado fraude
patriótico, el cual permitió que la concordancia se mantuviera en el gobierno por más
de una década.
Durante el gobierno de Uriburu, no se hizo demasiado para frenar las consecuencias
de la Gran depresión, pues pensando que la crisis seria pasajero, el gobierno solo puso
en acción una serie de medidas ortodoxas. Para equilibrar el presupuesto, redujo los
salarios del sector público y elevo los aranceles aduaneros en un 10%
Las esperanzas de retornar a la normalidad se disiparon en 1932, cuando llegaron a Bs.
As noticias de lo que sucedía en la conferencia imperial celebrada en Ottawa, lo cual
significaba el encierro del comercio británico en el área del libra. Apenas conocido lo
resuelto en Ottawa, la Sociedad Rural urgió al gobierno a actuar, para concertar un
acuerdo comercial bilateral con las autoridades británicas.
El gobierno de Justo, que había asumido en 1932, decidió priorizar este problema de
los terratenientes y ganaderos, por lo cual envió una misión a Reino Unido, presidida
por Roca, quien, en 1933 firmó el acuerdo de Londres, conocido como Pacto Roca
Runciman.
Los industriales argentinos recibieron con gran disgusto la noticia de la firma del pacto.
El acuerdo permitía que Gran Bretaña recuperase parte del terreno perdido luego de la
Primera Guerra, y asesto un duro golpe al comercio con el resto de Europa y con los
EE. UU. A cambio de la cuota de carne, la Argentina se comprometía a utilizar todas las
libras obtenidas de ventas a Gran Bretaña para pagar importaciones y servicios
financieros del Reino Unido. Asimismo, se comprometía a no incrementar las tarifas
aduaneras, y a rebajar los derechos a una gran cantidad de bienes manufacturados
británicos. Estas concesiones eran especialmente resistidas por los industriales
argentinos en particular por aquellos vinculados a capital extranjero no británico.
Pero ese pacto no se cerró con la firma del pacto en Londres. Existía una segunda parte
de la negociación referida a cuestiones aduaneras y arancelarias, que tuvo lugar en Bs.
As en 1933. Para manifestar su firme desacuerdo a ese Pacto, los industriales
convocaron a una gran manifestación en el Luna Park, destinada especialmente a
colocar a los negociadores bajo presión
La convocatoria fue un éxito, el Luna Park, se llenó con cientos de obreros y obreras.
Durante la reunión el presidente de la UIA, se opuso a las concesiones a Gran Bretaña,
argumentando que la industria estaba en condiciones de sacar al país de la presión. así
el acto de Luna Park demostró que los industriales poseían capacidad para organizarse
y para movilizar a su fuerza de trabajo. Por lo cual sus reclamos no podían ser
ignorados por el gobierno.
En 1933, tras varios meses de trabajo, la comisión tarifaria, termino su cometido, el
resultado final resulto favorable para los industriales. El alza de tarifas de 1931, al que
los británicos se oponían, no fue eliminada. Además, a fines de 1933, los industriales
dieron la bienvenida a una devaluación de la moneda, que volvía más competitiva la
producción doméstica frente a la importada. Los temores que los industriales habían
venido abrigando desde fines de la década de 1920 no se hicieron realidad. Ello se
debió a que el establecimiento de una relación más estrecha con la economía británica
se dio en un contexto nuevo, que inevitablemente iba a favorecer al sector industrial
doméstico.
En 1933, la economía argentina pareció mostrar signos de recuperación, y para 1934
se percibía una caída en la tasa de desocupación resultado en gran parte de la
expansión de la industria. También la inversión directa extranjera comenzó a
renovarse. Pero en rigor, lo sucedido en esta década no marca una ruptura abrupta
con el pasado, sin embargo, lo que resulta novedoso del periodo es que el dinamismo
dentro del sector industrial se trasladó a nuevos rubros que sustituían importaciones,
tales como el metalúrgico y el textil, que hasta entonces había permanecido poco
desarrollado. Durante la década, se evidencio un avance muy marcado en la
sustitución de importaciones, puesto que las importaciones como porcentaje del
consumo industrial se redujeron del 34 al 22 %
El nuevo contexto económico y politica favorables a la expansión del sector industrial
mitigaron los conflictos entre terratenientes e industriales. Es indudable, empero, que
la concordancia ofrecía un trato preferencial a los grupos que se beneficiaban del
comercio de carnes con Gran Bretaña. Además de los acuerdos bilaterales que
aseguraron la compra de carnes argentina, otras medidas favorecieron a los grandes
ganaderos, por ejemplo, a fines de 1933, se creó una organización llamada Junta
Nacional de la Carne, el cual tenía como objetivo intervenir en el mercado para ayudar
a mantener las cotizaciones de carne. Otra medida favorable a los terratenientes fue la
ley de moratoria hipotecaria de 1933, la cual modifico los contratos hipotecarios, la
moratorio cancelo los contratos y forzó a los acreedores a aceptar una tasa de interés
máxima que resultaba más baja que la tasa de mercado. Medidas como estas permiten
entender porque los grandes ganaderos siguieron siendo los grandes aliados de la
concordancia durante toda la década.
De esta manera se puede afirmar que los grandes ganaderos lograron sobreponerse,
no solo gracias al tratado bilateral con Gran Bretaña, pues a pesar de dicho tratado, las
ganancias de los ganaderos cayeron de un 9% en 1920 a un 2% en 1934.
En la década de 1930, la crisis del sector rural quito incentivos a la inversión en la
tierra, mientras que la economía urbana se volvía más atractiva que en cualquier
momento del pasado medio siglo. Los terratenientes comenzaron a invertir así en la
construcción de hoteles, en la radiofonía, construcción de carreteras, industria
química, industria de calzado, etc. Así ya para finales de la década del 30, la tierra no
resultaba la principal fuente de ingreso de la gran burguesía argentina.
Las principales novedades económicas de la década de 1930- el bilaterismo, el
estancamiento del sector agrario y el crecimiento industrial- contribuyeron a la
emergencia de una clase empresarial más cohesionada, en la que el conflicto urbano.
Rural no tenía sentido.
Una campaña silenciosa
la cuestión de los agricultores y de los chacareros fue poco tenida en cuenta por el
gobierno, recién en 1933, el gobierno tomo medidas para este sector afectado por las
caídas de las exportaciones, una de las medidas ofrecidas por el gobierno fue pagar un
precio mínimo garantizando para el cereal y el lino, pero se aplicarían cuando las
cotizaciones de estos productos cayesen por debajo de su nivel.
A lo largo de la década del 30, la producción mantuvo su volumen, a pesar de que los
precios nunca recuperaron los niveles previos a la depresión. De hecho, en 1936-37 la
agricultura pampeana registro el mayor volumen de exportación de toda su historia,
que por otra parte no sería superado por más de veinte años. En la década de 1930, la
Argentina siguió siendo el segundo exportador mundial de trigo y producía la mitad de
lino exportado. Estos datos indican que la Concordancia se mostró más preocupada
por la agricultura que por los agricultores
Para 1933, tras varios años de precios bajos, la situación de muchos chacareros era
angustiante. Dicha situación fue advertida tanto por el director del Banco, como por
los comerciantes rurales. Pero la situación de miseria de los chacareros no tardaría en
ser en el primer signo de malestar social. En 1933, la federación, respondiendo al
malestar chacarero, se decidió actuar. Representantes de los agricultores se reunieron
en la localidad de las Rosas, en Santa Fe y convinieron negarse a pagar sus
arrendamientos, a menos que se alcanzara un acuerdo con los dueños del suelo que
contemplase una reducción del canon de arrendamiento. Pero esta huelga no logro
tomar forma.
El hecho de que la huelga lanzada en Las Rosas nunca lograra ponerse en marcha habla
de las limitaciones que afectaba el poder de negociación de los chacareros, que se
habían esbozado en la década de 1910 y que la depresión termino de definir. Es decir,
el fracaso de la huelga no se debía a que los chacareros pobres se hubieran resignado a
aceptar sin más su situación. Era el propio contexto que los empobrecía el que
contribuyo a minar su capacidad de protesta. El cierre de la frontera y la creciente
abundancia de fuerza de trabajo debilito irremediablemente a los chacareros, que
desde entonces nunca lograron fundar sus reclamos sobre bases igualmente sólidas.
La federación Agraria no logro dotar al mundo chacarero de una sólida organización.
Por otro lado, para esa década el avance de la mecanización y la baja de los precios del
grano habían dado origen a altas tasas de desempleo en la pampa. Ello no se tradujo
en un aumento de la conflictividad social, sino que más bien produjo una migración de
los peones rurales a la ciudad
La moderación fue la marca distintiva de las políticas agrarias tanto de la concordancia
como de la principal fuerza de oposición, que en los distritos que gobernaba hizo gala
de la misma timidez que le reprochaba a sus rivales.
El fin del viejo orden rural: la reforma desde arriba
Para la década de 1930, el movimiento de los arrendatarios ya había superado su
etapa f ormativa, por lo que las dificultades de los chacareros para desafiar el sistema
del que eran víctimas no podía achacarse simplemente a su inmadurez o al
conservadurismo social del gobierno. El problema fundamental residía, en definitiva,
en las clases subalternas. Enrique Dickmann, uno de los principales líderes del partido
socialista, sostenía esta postura. De hecho, afirmaba que la reforma agraria debía
tener por sujetos no a las clases subalternas sino al Estado
En junio de 1943, el gobierno de Castillo, huérfano de apoyo civiles, carente de aliados
en el mundo político, fue derrocado por un golpe militar. Por varios meses la actitud de
las clases propietarias hacia el nuevo régimen, que carecía de rumbos claros, no fue
necesariamente hostil. Sin embargo, cuando en octubre de 1943 el coronel J.D. Perón
y un grupo de oficiales tomaron el control del gobierno y se propusieron dotarlo de
una base popular, las clases propietarias comenzaron a manifestar su desagrado. El
régimen nacido en 1943, cuya preocupación central se refería al desarrollo industrial y
al mercado doméstico, y que colocaba en un lugar secundario los intereses del sector
agroexportador, y que, por otra parte, aspiraba a dotarse de una amplia clientela
popular, estaba dispuesta a juzgar los asuntos rurales de manera muy distinta. En
noviembre de 1943 el ministro de agricultura, Gral. Mason, impulso la sancion de una
nueva norma legal sobre los contratos arrendamientos, favorable a los arrendatarios.
La propuesta de Mason imponía una reducción compulsiva de las rentas agrícolas de
un 20%, que difícilmente podía ser evadida por los terratenientes. Además, las
expulsiones fueron prohibidas y los arrendatarios también fueron beneficiados con el
derecho a renovar sus contratos, aun contra la oposición de los propietarios
La legislación sancionada a fines de 1943 fue lo más parecido a una reforma agraria
que tuvo la Argentina en toda su historia. Provocando un cambio profundo en las
relaciones entre propietario y arrendatario. Sin embargo, también el gobierno militar
opto por no librar una batalla frontal contra los grandes terratenientes, pero las
medidas destinadas a incrementar la seguridad y el ingreso de los productores
agrícolas más débiles, si bien no produjeron una división inmediata de las grandes
propiedades, si fueron suficientes para poner en marcha una transformación gradual
en la estructura de la propiedad. Estas medidas afectaron especialmente a los
propietarios rentistas. Ello dificulto la articulación de una respuesta unificada de parte
de todos los grandes propietarios, que podría haber puesto en cuestión el programa
del gobierno.
La reforma de 1943, contribuyo a fragmentar una parte significativa de las grandes
propiedades y a consolidar una nueva clase de propietarios rurales medios, surgidas en
su mayoría de las filas de los antiguos arrendatarios, lo que permitió que las tensiones
sociales del campo se neutralizaran. De hecho, los antiguos chacareros se volvieron
cada vez más conservadores y se fueron solidarizando con los grandes propietarios. En
este sentido, el periodo que sucedió a la Segunda Guerra Mundial estuvo caracterizado
por el fin, lento y discreto, del viejo conflicto entre los arrendatarios y los grandes
señores de la tierra.
En 1944, como parte de su proyecto para ganarse el apoyo del sector rural, el General
Perón, entonces a cargo de la Secretaria de Trabajo y Previsión, impulso la sanción del
Estatuto del peón, que está destinada a mejorar las condiciones laborales y salariales
de los trabajadores rurales. El estatuto del Peón, así como también el apoyo que Perón
le prestaba a los sindicatos rurales también irrito a la Federación Agraria y a los
cultivadores de grano, que comparativa se perjudicaban mas que los grandes
ganaderos con esta medida, puesto que utilizaban trabajo asalariado en mayor
intensidad
La Argentina de segunda mitad del siglo XX nunca logro liberarse de su dependencia de
las exportaciones pampeanas, que siempre constituyeron su principal fuente de
divisas, por lo que recurrentes crisis de balanza de pagos le recordaron, tanto al
gobierno peronista como a los que la sucedieron, que el sector seguía revistiendo una
importancia que no convenía desconocer.

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