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DEL BICENTENARIO
Inclusión y Diversidad en Educación
Post – Congreso de Educación
Certificación bajo Auspicio Universitario
MÓDULO 2
MATERIAL TEÓRICO
TEMAS
La heterogeneidad de los sujetos de la Educación
Universidad
Nacional de San Luis
Consulado General
de Chile
República Argentina
La idea de igualdad fue uno de los pilares de la expansión de los sistemas educativos
modernos. Por ejemplo, las instituciones de enseñanza que diseñó la Revolución
Francesa se llamaban ―casas de igualdad‖, y en ellas los niños debían acceder al mismo
vestuario, la misma alimentación, la misma instrucción y el mismo cuidado. En la
Argentina, la propuesta de Sarmiento y de otros miembros de su generación implicó
algo similar: la imagen de ricos y pobres que ocupaban el mismo banco de escuela y
recibían idéntica educación fue motivo de orgullo para muchas generaciones. Todos
debían ser socializados según un patrón único, sin importar su nacionalidad de origen, la
clase social, su condición masculina o femenina o su religión, y esta forma de
escolaridad fue considerada un terreno ―neutro‖, ―universal‖, que abrazaría por igual a
todos los habitantes.
En el curso de este proceso, la igualdad se volvió equivalente a la homogeneidad, a la
inclusión indiscriminada e indistinta en una identidad común, que garantizaría la
libertad y la prosperidad general. Si esta identidad igualitaria se definía no sólo por la
abstracción legal de nivelar y equiparar a todos los ciudadanos sino también porque
todos se condujeran de la misma manera, hablaran el mismo lenguaje, celebraran a los
mismos héroes y aprendieran las mismas cosas, entonces quienes persistieran en afirmar
su diversidad serían percibidos como un peligro para esta identidad colectiva, o como
sujetos inferiores que aún no habían alcanzado el mismo grado de civilización. Creemos
que éste fue el patrón básico con el que se procesaron las diferencias en nuestras
escuelas. Así se establecieron jerarquías, clasificaciones y descalificaciones de los
1
Coordinadora del Área Educación de FLACSO/Argentina. Ph.D. de la Universidad de
Wisconsin-Madison. Profesora de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés
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sujetos, y la diferencia se cristalizó como inferioridad, discapacidad o incapacidad,
ignorancia, incorregibilidad. El currículum que se diseñó a fines del siglo XIX estuvo
centrado en conceptos como homogeneidad cultural y neutralización de la diferencia.
No era posible pensar en subculturas o culturas alternativas al patrón común, o aun en
―identidades compuestas‖ (hyphenated identities), como fue el caso estadounidense. La
inclusión propuso una homogeneidad con diferenciaciones, hasta con expulsiones, y
sobre todo con bases muy limitadas para el disenso. Quienes fuimos a la escuela pública
tenemos anécdotas que ilustran esta dualidad: por un lado, la convivencia con otros
sujetos diferentes a los habituales en el entorno familiar, pero también la presencia de
una pedagogía que sospechaba de la originalidad, que se sentía amenazada por la
libertad, y que escasamente preparaba para algún debate o discusión plural.
Este consenso comenzó a quebrarse en la posdictadura, cuando se hicieron visibles las
marcas más autoritarias de esta modalidad escolar. Los discursos democratizadores y
participativos de los años ochenta lograron articular otras formas de convivencia y
replantear, con el apoyo de las psicologías constructivistas, al sujeto de aprendizaje
como protagonista activo de la enseñanza, aunque fueron menos efectivos a la hora de
cuestionar la estructura básica del sistema. Pero es sobre todo en la década del noventa
que se abrió paso una impugnación más fuerte de la tradición sarmientina, esta vez
combinando proclamas participativas y anti-burocráticas con el eficientismo del
discurso managerial. Como ha señalado Beatriz Sarlo (Tiempo presente. Notas sobre el
cambio de una cultura, 2001), la ruptura de un imaginario que se pensaba republicano e
igualador es quizás uno de los legados más fuertes que dejó la década del menemato en
la Argentina. La aceptación de la diferencia y de los caminos sinuosos y originales del
aprendizaje empezó a traducirse, para algunos, como resignación frente a la
desigualdad. ―Nos acostumbramos a que la sociedad sea impiadosa‖, afirma la
ensayista, es decir, tomamos como parte de un paisaje estático e inmodificable lo que en
realidad fue resultado de políticas concretas, de la acción humana.
En esta coyuntura la ―atención a la diversidad‖ asume un lugar privilegiado en las
políticas educativas, que desde mediados de los noventa se ejecutan con la premisa de
atender a la pluralidad, combinando la focalización de las prestaciones con ecos del
discurso multicultural que proclama la celebración de las diferencias. Lo llamativo es
que, al contrario de algunas medidas de acción afirmativa o discriminación positiva
realizadas en países centrales en relación con sectores tradicionalmente excluidos –por
ejemplo, la integración de las minorías étnicas al sistema de educación superior en los
Estados Unidos a partir de los años sesenta–, estas políticas focalizadas no interrogaron
las condiciones institucionales y sociales que producen la exclusión ni se propusieron
exceder la forma de la caridad pre-política o del clientelismo. La ―atención a la
diversidad‖ se volvió muchas veces un eufemismo de la educación para los pobres, de la
distribución compensatoria de recursos en un contexto de desigualdad que se dio por
sentado.
Ello se evidencia en los sentidos sobre la diversidad que hoy circulan entre los docentes.
Ésta es leída, por muchos de ellos, como un indicador de extrema pobreza o de
discapacidad manifiesta; no engloba a la diferencia inscripta en cada uno de los seres
humanos, sino que remite a la desigualdad total sobre la que hay poco por hacer. ―Yo sí
que trabajo con alumnos diversos‖, se escucha en los cursos de capacitación cuando se
comienza a trabajar el tema, y allí inevitablemente surgen relatos terribles y dolorosos
sobre la miseria y la exclusión. ¿Qué significa la apelación a la ―diversidad‖ cuando se
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trata de desigualdades e injusticias? ¿Es sólo una cuestión de nombres? ¿Qué está
faltando cuando se aborda la diversidad en las escuelas argentinas?
1. Introducción.
Para cumplir estos objetivos de forma coherente y satisfactoria para todos los colectivos
implicados en la educación y en la escuela, se hace imprescindible, ante la realidad actual,
modificar los principios y las estrategias que dominan la educación, para posibilitar nuevos
planteamientos didácticos y perspectivas distintas en la práctica cotidiana de la escuela para
poder alcanzar los objetivos deseados de igualdad y formación. Para ello deben romperse las
inercias inamovibles de la institución y desvelarse las antiguas falacias que han dominado y
dominan la educación.
Este artículo pretende ofrecerles pistas, ideas, alternativas para la reflexión que les
conduzca al cambio y a la innovación, desde el análisis de la realidad y con una visión amplia y
positiva de esta realidad, a la que deben adaptarse desde el convencimiento de que los
antiguos y valores de la educación ha caducado y deben implantarse nuevas formas de actuar y de
interpretar la educación, más acordes con los nuevos tiempos que nos ha tocado vivir.
La escuela es el lugar donde los alumnos acuden a trabajar juntos para aprender,
colaborando mutuamente y para disfrutar de las experiencias que se ofrecen, como si de una
aventura productiva se tratara en la que todos pueden aprender: ―un lugar de encuentro donde se
establece la base de la comunidad, donde todos los alumnos pueden ser excelentes sin la
necesidad de triunfar sobre los otros‖.
Esta última idea nos introduce en la segunda dicotomía básica de la educación: debemos
categorizar a los alumnos en la escuela para educar sólo a unos pocos en detrimento de la
mayoría; o bien, debemos establecer estrategias para promocionar una escuela para todos,
desde la igualdad y el respeto, donde cada uno aprende de manera significativa todo cuanto
puede. La categorización divide a la gente en grupos que establecen expectativas no naturales,
que crea fronteras entre la gente, que fomenta el elitismo entre unos cuantos y la falta de
confianza y autoestima en los demás. La educación debe tener capacidad para educar a todos y no
debe ni puede dirigirse sólo a unos pocos. La igualdad de oportunidades en la educación no
significa que todos deban aprender lo mismo a la vez, significa que todos tienen las mismas
oportunidades para aprender y no se clasifica ni a los alumnos ni a los curriculum por categorías.
La consecución de una educación de calidad tiene, pues, como objetivo central para la escuela:
promover y conseguir el aprendizaje de todos sus alumnos. Esta educación de calidad sólo será
posible si se mantiene una relación de equilibrio entre los extremos de las dicotomías planteadas y
se entiende la diversidad no como un problema, sino como una solución, que nos conduce a una
educación más de calidad cuánto más comprensiva, integral y promocionadora sea.
b) La heterogeneidad de los alumnos y de las respuestas educativas que se les ofrecen para
alcanzar los niveles óptimos en el proceso de enseñanza-aprendizaje de cada uno de los alumnos.
Este concepto actual de diversidad es polivalente en una doble perspectiva educativa y social:
2.- La diversidad se fundamenta en cuatro razones (Muñoz, Rué y Gómez, 1993; 52):
B) Una filosofía humanista de la educación que enfatiza el valor de los individuos, de sus
singularidades, el proceso idiosincrático de desarrollo y su peculiar proyecto vital.
— Afirma López Melero (1993; 40): ―reivindicar una escuela con este talante igualitario y
comprensivo no debe entenderse como que proclamamos la uniformidad de todos los alumnos,
sino todo lo contrario: supone educar en el respeto a las diversidades‖. Esta afirmación aporta dos
significados controvertidos y complementarios, que merecen ser explicados: por una parte, la
sociedad presenta desigualdades y diferencias en sus orígenes que provoca puntos de partida
muy diversos entre los alumnos, por lo que proporcionarles a todos en la escuela lo mismo no
significa promover la equidad, sino mantener y potenciar estas diferencias. Es preciso
adecuar el proceso a las demandas reales de cada alumno para potenciar al máximo sus
capacidades. Por otro lado, la atención a la diversidad se fundamenta en la cooperación entre
todos los participantes en la escuela, pues todos pueden hacer aportaciones a los otros y todos
necesitan las ayudas de los demás, no desde la competición sino desde la colaboración.
Esta escuela comprensiva, que tiene en la atención a la diversidad un puntal básico, es una
escuela en la que todos los alumnos caben en igualdad de condiciones, que ofrece una mayor
calidad en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Para ello, precisa, de una serie de cambios en
su organización e intervención didáctica con el fin de dar respuesta adaptada a las exigencias de
sus alumnos. Sin la intención de ser exhaustivos, queremos señalar algunos elementos a tener
en cuenta para proporcionar una educación adaptada (Gimeno, 1993; 43):
• Las condiciones de trabajo de los profesores, junto a la falta de una preparación de
éstos para trabajar con la diversidad de alumnos, llevan a una estereotipación de los
contenidos y de las tareas.
Este modelo de escuela representa una opción y una toma de decisiones coherente con los
valores que la sustentan en su puesta en práctica. El objetivo es conseguir mejorar la escuela
y para ello debemos aprender a resolver los problemas y dificultades que en ella se plantean.
En cualquier acción de la vida reconocemos a los buenos profesionales cuando las dificultades
obligan a buscar alternativas distintas a las generalmente utilizadas para resolver cada situación
concreta. De forma similar, en el proceso de enseñanza-aprendizaje, las escuelas más
efectivas serán aquellas que cuando nos encontramos ante alumnos de procedencias
culturales distintas, con dificultades de aprendizaje y/o de lenguaje para comunicarse, que
no aprenden al ritmo o de la misma forma que la mayoría, debemos recurrir a formas distintas que
nos permitan alcanzar las metas señaladas.
El elemento capital que se precisa para promover una escuela comprensiva, está en
desarrollar un currículum capaz de tender puentes entre las diferencias de las personas y sus
posibilidades para adquirir una cultura. Se trata de lograr el equilibrio necesario —escriben
Antúnez y Gairín (1996; 194)— entre la comprensión del currículum y la innegable diversidad
de los alumnos. Para ello debemos fomentar un currículum flexible, que pueda adaptarse a las
diferentes necesidades de los alumnos, que han de percibirse no como el resultado de un
déficit, sino como la consecuencia de una determinada interacción entre las características
propias de éste y las características del proceso de enseñanza aplicado.
5. De la compensación a la inclusión.
Esta nueva situación creada en los centros escolares obliga a promover un proceso de
adaptación, pues la integración exige romper muchas de las barreras y de las creencias
dominantes durante demasiado tiempo en la mente de los profesores y en las teorías
psicológicas y pedagógicas. Este proceso de cambio será duro y complejo, lleno de conflictos y
confusiones, que se traducen en interpretaciones erróneas de los principios teóricos básicos, lo cual
conduce a actuaciones e intervenciones educativas contradictorias con el verdadero espíritu
y significado de la integración de los alumnos en la escuela. En este sentido, la Educación
ofrecida a estos alumnos se entiende, de manera equivocada e insuficiente, como un conjunto
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de técnicas reparadoras y compensadoras, donde se deben solucionar los problemas
individuales de estos alumnos diferentes para poder incorporarlos de pleno derecho al flujo
general del curriculum ordinario. En este contexto, se plantea una doble actuación didáctica:
una para los alumnos normales y otra distinta o paralela para los alumnos diversos; no se
contempla la diversidad como un valor común de todos los alumnos; así la escuela exige que sean
los alumnos quienes se adapten a sus exigencias y no a la inversa.
Este modelo didáctico se fundamenta en el hecho de que los niños con distintivo de
interculturales y/o problemáticos, por definición, necesitan alguna cosa diferente para realizar
sus aprendizajes y cubrir sus limitaciones de aprendizaje y/o habilidades sociales, para ello se
plantea la aplicación de un programa paralelo que se desarrolla fuera del aula ordinaria, desde la
falaz idea de que una vez restaurada la problemática e igualada podrá reintegrarse al flujo
ordinario de la enseñanza. Esta actuación sólo consigue alejar cada vez más al alumno de los
intereses y de la participación con sus compañeros, cada vez es más difícil la conexión entre lo que
hacen unos y lo que se propone a los demás.
El proceso integrador necesita, pues, una importante revisión, que le permita ir más allá de
la realidad actual y haga posible la participación activa de todos los alumnos en el proceso de
enseñanza-aprendizaje. La práctica educativa, que ha quedado estancada en las
características antes señaladas, precisa un impulso de cambio e innovación para adaptarse a las
diferentes necesidades de los alumnos para ofrecer una educación más eficaz y escuelas mejores
para cada uno de los estudiantes que acuden a ellas.
La escuela inclusiva pretende que todos los alumnos aprendan eficazmente en las aulas
ordinarias, esto exige a los profesores un cambio para reestructurar su forma de actuar para
acomodar las demandas de la enseñanza a las necesidades de los alumnos, pero no como un hecho
extraordinario, sino como un síntoma de normalidad y de aceptación de la diversidad y la
pluralidad. Esta nueva forma de enfocar y entender la realidad se plantea desde la necesidad de
un cambio de mentalidad, que provocará un cambio en la práctica educativa, el cual se plantea
a partir de cuatro aspectos antagónicos con los dominantes en el proceso de integración
tradicional (Muntaner, 1999):
Un modelo basado en dos aspectos puntuales: por una parte, se centra en el contexto de
las situaciones de aprendizaje que se presentan a los alumnos para que puedan aprovechar todas las
oportunidades de cada actividad y/o experiencia; por otra parte, la aplicación de una estrategia
didáctica dirigida no a un grupo elegido de alumnos, sino pensada para el conjunto del grupo-
clase en el que todos están incluidos.
Estas condiciones son necesarias, pero no suficientes para hacer efectiva la atención a la
diversidad, pues se requiere también la conjugación de toda una serie de elementos
significativos:
El punto de referencia será siempre el curriculum común, que deberá adaptarse a las
demandas educativas de los alumnos con la finalidad de satisfacer su aprendizaje, lo cual
provoca que surja una pregunta clave que plantea García Pastor (1993): ¿Qué debe ser común y
qué individual en el curriculum?.
Una escuela para todos debe no sólo reconocer, sino respetar las diferencias y ello
exige un alto grado de individualidad, que no puede significar un recorte en la parte común del
curriculum, pues no debemos restringir las posibilidades de adquirir unos conocimientos y
habilidades que podrían ser útiles en un futuro. A tal efecto, cabe buscar el equilibrio -escribe
Gairín (1994; 99) entre las finalidades individuales (fomentar el desarrollo de las
potencialidades y facilitar la formación de una escuela de valores propia) y sociales (favorecer la
socialización) que se asigna a la educación‖. En esta disyuntiva debe potenciarse el respeto a la
individualidad desde lo común, con el fin de desmitificar la respuesta a las necesidades
educativas de los alumnos como una respuesta específica a diferenciar necesariamente de la
dinámica común de la enseñanza. Se trata de potenciar que la actividad permita el aprender
juntos con el fin de que todos los alumnos estén expuestos a las mismas experiencias de
aprendizaje, pues no existe un único camino para alcanzarlo, sino que deben ofrecerse
diferentes oportunidades para conseguir los objetivos previstos (García Pastor, 1993).
A. Por una parte, las decisiones relativas al proceso dinámico y abierto del currículo, ya
sea en relación a los problemas básicos de la enseñanza (qué, cuándo y para qué enseñar) o sobre
cómo hacerlo (cómo enseñar), incluso en relación al proceso de evaluación, que se repiten en
cada uno de las etapas siguientes.
Este modelo de apoyo se hace posible desde una doble posición: por una parte, la
reflexión profesional conjunta a partir de la ansiedad que se produce con la práctica educativa
segregadora y marginal aplicada tanto a los alumnos con N.E.E. como a los procedentes de
otras culturas o con problemas sociales y/o comunicativos, que en lugar de ofrecer una real
igualdad de oportunidades, ofrece una significativa falta de experiencias y de expectativas, que
provocan una inferior -tanto cualitativa como cuantitativamente- posibilidad de aprendizaje para
estos alumnos catalogados, diagnosticados y valorados siempre de forma peyorativa y
negativa. En segundo lugar, desde la decisión firme de probar de realizar el cambio y las
modificaciones tanto en nuestra propia práctica como en relación al rol que los apoyos
desempeñan en la escuela: esta reflexión tiene una aplicación inmediata sobre la realidad
práctica de la intervención docente.
Esta necesidad de apoyos se manifiesta ante la realidad intercultural actual de nuestras
escuelas, pero estos apoyos deberán incorporarse a un proyecto educativo sensato, razonable y
pensado para integrar personas y culturas y no para segregarlos, pues debemos
preguntarnos: los apoyos ¿para qué?, ¿para más de lo mismo?; No, ya basta. Los apoyos
deben ser para adaptar la escuela al alumno y no el alumno al sistema‖.
Los distintos apoyos que se plantean en la escuela comprensiva participan de dos ideas
básicas:
1.- Reconocer, admitir y aceptar la diversidad existente entre los alumnos, tanto en
referencia a su procedencia y a sus capacidades, como en referencia a las características del
proceso de aprendizaje a desarrollar en las aulas. Esta diversidad abarca la totalidad de los
alumnos de cada grupo-clase, porque no hay alumnos normales y alumnos diversos, todos son
2.- El profesor tutor, para poder llevar a la práctica esta diversificación del proceso de
enseñanza-aprendizaje en el aula ordinaria, precisa de un servicio de apoyo generalizado para el
conjunto de la escuela, que responda eficazmente con las ayudas precisas a la dinámica creada
en cualquiera de las aulas en las que participan desde la igualdad todos los alumnos, sin
excepciones. Estos servicios de apoyo plantean una ayuda práctica y útil desde la
coordinación y la colaboración con los profesores para planificar su actuación en el aula a partir de
dos características generales: por una parte, el punto de partida no son las limitaciones de los
alumnos, sino sus competencias y sus capacidades, porque todos aprendemos a partir de aquello
que ya sabemos, nunca desde lo que no sabemos. Por otra parte, se trata de proponer situaciones
de aprendizaje suficientemente abiertas que permitan la participación y el aprendizaje de
cualquier alumno, adaptando el proceso a sus competencias y los objetivos a sus capacidades. La
labor del servicio de apoyo es colaborar desde la confianza con el profesor y participar en los
planteamientos didácticos realizados en las aulas, con el fin de facilitar el aprendizaje del
conjunto de los alumnos del grupo-clase, donde todos están incluidos.
Sólo desde la colaboración puede entenderse el trabajo de los servicios de apoyo como
verdaderos servicios de ayuda a los profesores, a los alumnos y al centro en su conjunto, pues
escribe Zabalza (1996; 72): ―cualquier apoyo ha de contar con la postura positiva de quienes
vayan a recibirlo. Postura que implica dos condiciones escribe que se perciba que la situación en
cuestión requiere de un apoyo y que se aprecie positivamente el apoyo ofrecido‖.
Estos apoyos en una escuela que pretenda dar una respuesta a la diversidad de los
alumnos desde lo común y lo ordinario a través de las adaptaciones del currículum, precisa de una
organización que contemple un modelo curricular de apoyo. Esto implica una definición
concreta de los roles y de las funciones a desempeñar por los diferentes profesionales que
actúan en la escuela, según los criterios expuestos con anterioridad.
Un modelo de apoyo coherente con una escuela que atiende a la diversidad de sus
alumnos tiene en el centro escolar su base neurálgica de actuaciones con el objetivo de
promover las condiciones necesarias para que todos los alumnos puedan alcanzar el máximo
desarrollo académico y personal a lo largo de su escolaridad.
a) Refuerza el punto de vista de que la respuesta a los alumnos con N.E.E. se plantea
como algo propio del funcionamiento normal del centro escolar y dentro de un marco curricular
único y diverso del que pueden emanar programas flexibles.
b) A su vez, se favorece la percepción del profesor de apoyo como un miembro más del
centro y su vinculación con el resto de los profesores. Al familiarizar a todos los alumnos con su
trabajo, les proporciona una visión realista e integrada de su función, que no está únicamente
dirigida a uno o a unos alumnos en concreto, sino que se hace extensible al conjunto de los
componentes de los grupos en los que interviene.
c) Los alumnos mejoran en su autoestima, pues no salen del aula en repetidas
ocasiones, ni reciben la visita de un profesor especial para ellos. Paralelamente, los demás
alumnos valoran el trabajo y las aportaciones de sus compañeros y se facilita la socialización y la
relación entre todos.
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Los seres humanos nos concebimos como esencialmente iguales y nos adherimos,
esencialmente, a los mismos valores. Por eso queremos ser considera- dos como iguales y
aspiramos a serlo, eliminando las causas de la desigualdad. Para vivir en sociedad es
preciso tener algunas semejanzas. Esto no es obstáculo para entender que cada uno nos
manifestamos como seres singulares, sin que por eso quede disuelta la condición humana
común ni los vínculos socia- les, pues esa variedad es riqueza. Los centros escolares han
de hacer posible una forma de vida que tenga en cuenta ambos aspectos, aparentemente
contradictorios, y profundizar en ellos. Para evitar que colisionen la igualdad básica y la
heterogeneidad en una educación justa es necesario preciar lo que entendemos por
igualdad y diversidad.
Dos fenómenos, dos cosas o dos personas son iguales cuando son de la misma
naturaleza o cuando resultan idénticos en cantidad o calidad, tienen el mismo valor y se
les aprecia por igual, o cuando su forma coincide. Es decir, que un elemento puede ser
igual a otro y coincidir o no con él en cualidades, medida o forma. Desde esta
perspectiva, es obvio que los seres humanos son diversos entre sí, pues no son
―coincidentes‖, ni son superponibles en cuanto a sus facciones, rasgos, por la ―cantidad‖ y
cualidad de sus capacidades para hacer algo, en sus creencias, hábitos y valores que
asumen, sin perder por eso la igual- dad en cuanto a su naturaleza y en cuanto a los
derechos que les asisten.
Pueden tener parecidos, los mismos derechos o naturaleza, pero aparentan, son,
piensan, actúan y sienten de formas distintas. También difieren en sus proyectos, en las
ilusiones que sostienen y en los valores que aprecian. No obstante, esa idiosincrasia
personal no impide la vida en sociedad ni la colaboración recíproca. Para eso separamos
la vida pública de la privada y hacemos compatibles las libertades individuales con las
obligaciones hacia los demás. Sabemos que hay consensos básicos y disensos sobre los
que discutir. Siendo seres sociales, la diversidad se aprecia también en los papeles y
posiciones que tenemos, en los climas de los que participamos, en nuestras historias
personales o por nuestro poder de intervención y de participación en la sociedad.
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José Gimeno Sacristán es profesor en la Universitat de València.
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biográficos), pero queremos que vivan en un mundo compartido. Esta heterogeneidad
no es óbice para pensar que debemos ser iguales en rasgos no naturales. Tanto en la
familia como en las organizaciones, hemos inventado fórmulas para convivir con la
variedad.
Nuestra capacidad básica para entender y situarnos ante toda esa heterogeneidad fáctica
reside en el lenguaje. Comenzamos a comprender la variedad por el nombre que damos a
las cosas, a los seres vivos, a sus rasgos diferenciales, a las acciones que emprenden, etc.
para ordenar la dispersión de lo perceptible. Lo mismo hacemos con las personas. A
unos les llamamos varones y a otras mujeres; a unos niños, a otros adultos; a algunos los
tenemos por inteligentes y a otros no (les llamamos subdotados, necesitados de
atención especial o, simplemente, tontos); a unos los consideramos tercos y a otros
flexibles; de algunos decimos que son obedientes y a otros los reconocemos como
rebeldes. Son o nos parecen distintos y les asignamos nombres que los agrupan en
familias. De ese modo el mundo es más manejable.
Aunque seamos conscientes de que esas categorías continua con grados que corresponden a
modalidades, capacitaciones o estados intermedios, generalmente las utilizamos como si
en ellas cupiese toda la variedad humana respecto de la cualidad o aspecto de que se trate.
Cuando denominamos a un objeto como ―piedra‖, hemos de desconsiderar que ―las piedras‖
son de desiguales tamaños, colores, densidades y formas.
La enseñanza pública es un tipo de oferta educativa que es muy variada internamente,
como ocurre con la privada, pero con ambos conceptos hemos clasificado una extensa
variedad de casos particulares. Al decir que un alumno es torpe agrupamos en dicha
calificación peculiaridades de su inteligencia, de su carácter, de su dedicación, etc. La
percepción de la diversidad la expresamos acudiendo a conceptos y a metáforas ya
existentes (estudiante, despierto, indisciplinado, sus- pendido, cumplidor…) o bien
inventamos otros. A pesar de la riqueza del vocabulario, generalmente, el lenguaje
común no da cuenta de toda la diversidad fáctica, que de ese modo se escapa a nuestro
pensamiento. Si no tenemos capacidad de nombrar la peculiaridad de cada situación
individual, entonces su especificidad no cuenta en nuestro discurso.
En el bagaje lingüístico (la diversidad nombrada) queda atrapada la parte de la
diversidad que normalmente percibimos en la realidad, la que tomamos en
consideración para pensar y actuar sobre ella. Muchas de las categorías de
clasificación tienen significados ampliamente compartidos (la de varón, por ejemplo);
otras sólo lo tienen para grupos más restringidos —los profesores o los médicos—,
como es el concepto introvertido. Algunas se generan en la vida cotidiana, otras las crean
la ciencia, el derecho, los medios de comunicación, etc. En última instancia, cada uno
disponemos de un repertorio particular para manejarnos en esa tarea de ordenar lo que
Necesitamos instituciones con el expreso fin de hacer posible el vivir juntos, para lo
cual es necesario compartir ideas y valores, fomentar actitudes de apego y solidaridad
hacia los otros, así como desarrollar la tolerancia ante lo que nos diferencia de ellos.
Es preciso mantener ambos fines sin ahogar la diversidad compatible con ellos, al
tiempo que se combaten las desigualdades entre los individuos para participar en la
vida y en el aprovechamiento de los bienes que nos hacen mejores. Hemos de buscar
igualdad en lo que es esencial para el ser humano, al tiempo que se estimula su
individualidad expresiva y creadora.
Es una propuesta para insuflar viento a una nave demasiado inmersa en la lógica de la
competencia de los mercados, de la utilidad para el trabajo, que trata de disciplinar a
jóvenes que, como dice Beck, son hijos de la libertad; una nave en la que el aprendizaje
más valorado no es la cultura relevante que dicen representar los currículos, que
tampoco responde a los intereses de los aprendices; en la que se muestra más interés
por diagnosticar las deficiencias y los fracasos que por prevenirlos y superarlos; en la
que se dificulta la expresión de los sujetos conminados a aprender todos lo mismo, a
la misma hora y en el mismo tiempo; en la que la política educativa segrega en vez de
profundizar en la comprensividad; en la que los profesores rechazan la diversidad
que molesta a la buena marcha de sus sistemas de trabajo inflexibles; en la que tener
dificultades para lograr los estándares establecidos en la Educación Obligatoria es motivo
de exclusión, en vez de apreciar en ellas motivo para ser compensado y ayudado; en la
que los recursos públicos, obtenidos, principalmente, de las rentas del trabajo, se
conceden a centros de elite…
La cultura sustantiva (muchos contenidos no lo son) tiene valor igualador si todos
pueden aprovecharse de ella. Si las condiciones y los modos de impartirla desalojan,
precisamente, a quienes más necesidades tienen de ese beneficio, algo falla. Y, sin
embargo, hemos de defender la vida de los niños y niñas y de los jóvenes en las
escuelas, porque son de los pocos espacios sociales públicos que quedan para ensayar los
proyectos de vida digna en común, en mejores condiciones de igualdad que si no
existieran.
Cecilia Lipszyc 3
3
Coordinadora Nacional de Políticas Educativas y de Igualdad del Instituto Nacional contra
la Discriminación.
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¿Diferente de qué?
Este modelo fue el varón blanco, instruido, pudiente, heterosexual, cristiano y sin
discapacidad visible. La naciente democracia moderna excluyó así a las mujeres, los
pobres, los analfabetos y los extranjeros entre otros. El sólo ejemplo de lo que
implicó la lucha en todo el mundo por la igualdad de los derechos políticos, por
ejemplo el sufragio femenino, así lo demuestra.
La existencia de un ―paradigma‖ al que deben asimilarse todos los ―otros‖, implica
que aquellos que no tienen esos atributos son los diferentes, los inferiores, porque
la existencia de un modelo hegemónico implica la imposición de las jerarquías basadas
en la dominación y la desigualdad inherente a la hegemonía.
Según Kiper, una de las definiciones más aceptadas de la discriminación racial es la que
la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en el Artículo 1º de la Convención
Internacional sobre la eliminación de todas las formas de Discriminación Racial:
“En la presente Convención, la expresión discriminación racial denotará toda
distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color,
linaje u origen nacional o étnico, que tenga por objeto o por resultado anular o
menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de
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los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica,
social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública.”
El racismo sostiene que todas las diferencias entre el grupo no dominante y el grupo
dominante se consideran ejemplos de inferioridad de parte de los miembros del
grupo no dominante y que las diferencias entre los grupos se explican todas por la
biología y la herencia y son inmutables.
Discurso violento
La Xenofobia, actualmente en América Latina, se refiere principalmente al rechazo
y al abuso de los y las emigrantes laborales, que además de su condición de
extranjeros, detentan, además, su raza, su etnia, y su clase social. De esta manera,
la xenofobia desarrolla un discurso violento que excluye y daña al afectado en forma
integral.
El discurso xenófobo sostiene que los inmigrantes vienen a "quitarnos los puestos
de trabajo". (Incluso un sindicato empapeló la Ciudad contra los paraguayos) Pero
si observamos los datos del INDEC, por ejemplo en provincia de Buenos Aires, sólo
un 11.9% de la PEA (Población Económicamente Activa): está ocupado por
extranjeros y generalmente en trabajos y condiciones laborales que los argentinos no
aceptarían ( basta leer las muertes de bolivianos en la construcción) .
Según técnicos del INDEC, hay indicio s de que a partir de 1996 comienza un descenso
en lo que se refiere a la llegada de emigrantes de otros países. Los datos aún no están
procesados.
En el mundo, de los 121 millones de chicos que no van a clases, 65 millones son nenas y
56 millones, varones. En América Latina y el Caribe, en tanto, "se está produciendo un
incremento de las niñas que abandonan la escuela, en especial en las zonas rurales",
advierte el informe.
"El ideal de la educación universal sigue sin alcanzarse, y se mantiene la distancia que
separa a niños y niñas", advierte el trabajo de UNICEF, en el que se insta a tomar
"medidas urgentes para aumentar la matriculación de las niñas en la escuela".
En ese sentido, se sugiere "que el aula esté más centrada en torno del alumno, y que
sea más sensible en materia de género". Y se brega por "una enseñanza y un
aprendizaje participativos, en el que juego y estudio se combinen de manera
creativa". UNICEF propone que los docentes reciban capacitación en materia de
igualdad de género en el aula, "pues está verificado que algunos maestros valoran y
alientan la participación de los varones en la clase más que la de las niñas, y
distribuyen tareas siguiendo un criterio de género".
Por otra parte, aconseja revisar "los libros de texto y los materiales de aprendizaje,
con un enfoque específico en materia de género; y organizar los horarios de manera
más flexible", considerando las responsabilidades familiares, "en las que a menudo se
ocupan más las niñas".
Alejandro Bonasso
Ariel Gustavo Forselledo
Blanca Pérez Morgan
I. Introducción
He pensado esta conferencia para comenzar y terminar con dos reflexiones que aparecen
en dos libros y que han constituido para mí una motivación para pensar. La primera, y
comencemos entonces, está presente en un libro editado y armado por el IIN,
denominado ―Violencia y explotación sexual contra niños, niñas y adolescentes en
América Latina y el Caribe‖, en donde en el prólogo, escrito por el actual Director del
Instituto, Lic. Bonasso, se señala: ―Este libro ilumina el lado oscuro de la infancia en
América Latina y el Caribe. Lugar del que poco se habla, y que se elude muchas veces en
el debate público. Pero la realidad está ahí ...‖
Ciudadanía social: se afirma en el siglo XX, y está referida a tener un nivel adecuado de
salud, educación, habitación y seguridad social, según los estándares prevalecientes de
la comunidad política de referencia.
Las tres formas se encuentran asociadas al principio de libertad y tienen similar tensión
frente a la igualdad.
Observemos, que Marshall no tuvo en cuenta a la mujer ni a los niños.
Evolución de la discapacidad
Veremos acá la evolución que presenta Norberto Buttler, discapacitado motriz y visual,
Licenciado en Letras, quien actualmente trabaja en la Central General de Trabajadores.
Hasta la década de los años 50, considera que todo discapacitado era recluido en la casa
para que no fuera visto y no perturbara a los demás.
En esa década se produce también una gran epidemia de poliomelitis, lo que provoca
que emerja una conciencia social. Tanto el Estado como la sociedad, comienzan a
preguntarse qué hacer.
Se crea también el Servicio Nacional de Rehabilitación con sede en París.
Década de los 70 y 80: comienza un proceso de integración social de los
discapacitados:
el discapacitado se torna más visible
aparece en lugares públicos
se lo comienza a ver como sujeto de derecho
En el año 1981, se declara el Año Internacional del Discapacitado, promulgándose
distintos tipos de leyes.
En el año 2000: se produce una regresión en las reivindicaciones y logros
alcanzados. Se producen carencia de políticas de empleo y de estadísticas, los planes
que se realizan tienen corto alcance y continúa el trato dentro del área de salud.
No sólo interesa la concepción actual que se tiene sobre la Discapacidad, asunto que
plantearemos como elemento para el conocimiento y la reflexión, sino que también
interesa el concepto que los demás tienen sobre la situación.
Para la siguiente evolución tomaremos el trabajo del Instituto, que aparece en Docbra
974.
Se desarrolla a fines del siglo XIX y gran parte del siglo XX, continuándose hasta
mediados de la década del 80.
4
Docbra 97, diskette PANDA,
documentos.
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El niño y sus situaciones constituyen objeto de derecho en base a criterios
científicos o doctrinarios ajenos a la propia decisión o participación del mismo y su
familia. El niño es protegido o reprimido. De una visión medicalizada de los asuntos del
niño se pasa a una visión más jurídico-social.
La discapacidad se caracteriza por una visión que en lo asistencial es de cuño caritativo
y de beneficencia, que resulta también en institucionalización y segregación
permanente o transitoria. El enfoque continúa siendo médico- hegemónico,
destinado a subsanar el problema de salud y carencias de estas personas a las que
se denominaba y consideraba enfermas, incapaces o impedidas. Aparece la primera
distinción entre la deficiencia y la discapacidad.
Década de los años 60: el IIN comienza a diseñar un rol de liderazgo, en América Latina
y el Caribe, el desarrollo de servicios y recursos humanos, en principio focalizados
hacia la atención del retardo mental. Se impulsa el enfoque interdisciplinario del
tema y una lucha importante hacia la desinstitucionalización y el fortalecimiento de la
educación especial como sistema y también en continuo, que supone la educación en
todas las etapas de la vida.
VISIÓN ACTUAL
c. MARCOS REFERENCIALES
5
El presente trabajo fue realizado por José Pedro Puig para el IIN.
6
José H. Figueira, figura de muy señalado relieve en la Historia de la Escuela Nacional, realizó tres versiones
que conceptualmente muestran el avance de las ciencias. Cuando las escribió, el autor tenía 50, 67 y 79 años de
edad. Detalle que no es de tono menor puesto que pone de manifiesto su espíritu estudioso, actualizado, atento
y abierto hacia el porvenir.
7
Se trata de una pieza magistral, avanzada para su época. Forma parte del discurso pronunciado como Ministro
de Instrucción Pública del Uruguay en el acto inaugural del Instituto Internacional Americano de Protección a la
Infancia, actual IIN, OEA.
8
Proyecto presentado en forma de decálogo sobre ―La Escuela vocacional primaria‖, elevado a
la consideración del consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal.
9
La Exposición de Motivos fue firmada por Luis Morquio, Roberto Berro, Melitón Romero, Julio A. Bauzá,
Sofía Alvarez Vignoli de Demicheli, Emilio Fournié, Víxtor Escardó y Anaya, José Infantozzi.
10
Aprobada en el VIII Congreso Panamericano del Niño.
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1948 Declaración de los Derechos del
Niño.Venezuela11.
1948 Declaración de los Derechos del Niño12.
1950 Declaración de los Derechos del Niño.
Proyecto elaborado por la Comisión de
Cuestiones Sociales de las Naciones
Unidas.
1959 Declaración de los Derechos del Niño.
Aprobada y proclamada por
unanimidad por la Asamblea General de
las Naciones Unidas.
1964 Conclusiones del Coloquio
Latinoamericano sobre el conoci-
miento del Niño, organizado por la
Secretaría de Educación Pública de
México, y el Centro Internacional de la
Infancia, París.
1971 Declaración de Derechos del retardado
Mental. Proclamada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas.
1980 Diez principios sobre la Educación
Relativa al Desarme. París13.
1984 Convención Interamericana sobre
Adopción de Menores, La Paz,
Bolivia14.
Observemos ahora, lo que sucede en las últimas dos décadas trascendentes desde el punto
de vista del Niño y desde la Discapacidad:
11
Aprobada en el IX congreso Panamericano del Niño.
12
Carta de la Unión Internacional de Protección a la Infancia, versión revisada de la Declaración de Ginebra.
13
Aprobada por el Congreso Mundial sobre Educación para el Desarme.
14
Convención interamericana sobre Adopción de Menores. La Paz, Bolivia.
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1994 Declaración de Salamanca
1994 Seminario Iberoamericano sobre discapacidad e
Información, Montevideo.
1996 IIN, comienza trabajo en el área de Discapacidad. Conferencia
Mundial de Educación para Todos, Jomtien.
1999 II Cumbre de las Américas, Santiago de Chile15
15
Esta Cumbre es suscrita por los Presidentes y Jefes de Estado en Santiago de Chile, se expresa el
objetivo de reducir de manera apreciable los efectos que se derivan de la discapacidad y el compromiso
de examinar legislaciones nacionales a efectos de eliminar o modificar disposiciones que conduzcan a
cualquier tipo de discriminación por alguna razó n. Se le solicita a la Secretaría General, coordinar con el
IIN estrategias y programas a favor de las personas con discapacidad.
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En América Latina se hizo especial hincapié en lo relativo a la pobreza crítica en que
vivían gran número de niños. Los procesos de fortalecimiento de la sociedad civil, ante
los embates del autoritarismo y la exclusión, sirvieron de estímulo y retroalimentación
para los análisis que acompañaron la discusión del entonces proyecto de Convención.
Esta elaboración tuvo lugar durante la denominada ―década perdida‖, decenio
caracterizado por la crisis de la deuda externa y las políticas de ajuste, las que tuvieron
por resultado un aumento de la pobreza en la región, con efectos especialmente negativos
para niños y jóvenes.
a. INCLUSIÓN
Este concepto fue ideado en base al trabajo llevado en América conjuntamente por el IIN
y la Confederación Interamericana de Asociación de Padres y personas Discapacitadas
y organizaciones gubernamentales y profesionales que acordaron:
INCLUSIÓN INTEGRACIÓN
Supone una cultura que no discrimina sino Supone acercar a alguien que está fuera
que encuentra en todos sus miembros o que eventualmente no estuvo integrado
posibilidades de estar en la sociedad. desde el punto de vista físico o social.
Supone eliminar una cultura que discrimina y excluye por acción u omisión.
Paralelamente, implica aceptar el derecho que tiene cada uno de ser diferente. No hay
ninguna razón inherente al discapacitado por la cual la persona deba quedar fuera del
sistema educativo, del trabajo, relacionamiento social o del ejercicio de sus derechos
ciudadanos en general; la no inclusión supone una estigmatización o limitación impuesta
por otros.
Supone y demanda, como señalan García Méndez y Pilotti, considerar a la niñez como
―una construcción social, cuyas especificidades históricas sólo pueden entenderse
haciendo referencia al cambio social y cultural‖. Esto parte de la base de la continua
interacción del niño dentro de una estructura de la sociedad de clase, raza y género.
Artículo 23
1. Los Estados Partes reconocen que el niño mental o físicamente impedido deberá
disfrutar de una vida plena y decente en condiciones que aseguren su dignidad, le permitan
llegar a bastarse a sí mismo y faciliten la participación activa del niño en la comunidad.
2. Los Estados Partes reconocen el derecho del niño impedido a recibir cuidados
especiales y alentarán y asegurarán, con sujeción a los recursos disponibles, la
prestación al niño que reúna las condiciones requeridas y a los responsables de su cuidado
de la asistencia que se solicite y que sea adecuada al estado del niño y a las circunstancias
de sus padres o de otras personas que cuiden de él.
3. En atención a las necesidades especiales del niño impedido, la asistencia que se preste
conforme al párrafo 2 del presente artículo será gratuita siempre que sea posible, habida
cuenta de la situación económica de los padres o de las otras personas que cuiden del
niño, y estará destinada a asegurar que el niño impedido tenga un acceso efectivo a la
educación, la capacitación, los servicios sanitarios, los servicios de rehabilitación, la
V. Educación
Los canadienses, que han sido los países pioneros en la práctica de este tema, consideran
las siguientes lecciones que aprendieron a partir de la puesta en marcha de este
paradigma:
Para ser efectiva debe examinar las necesidades de los niños (los que viven en pobreza, de
diferentes culturas y que hablan lenguas distintas).
No es posible permitir la exclusión de algún niño de la comunidad educativa.
Todos los niños alcanzan mejores resultados cuando hay diversidad en el espacio áulico.
plena participación
igualdad de oportunidades
vida independiente
autosuficiencia económica
Este planteo supone aspectos a considerar y que deben ser tenidos en cuenta en cualquier
propuesta de INCLUSIÓN EDUCATIVA:
Los maestros deben ser entrenados para la diversidad de necesidades del grupo.
Necesitan no sólo apoyo técnico en cuanto a su capacitación, sino apoyo
psicológico que le permita enfrentar determinadas circunstancias que pueden
resultar, ya sean del propio grupo como de las relaciones con padres, niños,
etc.
Desarrollo de currícula inclusiva, que supone que la repetición no es el
instrumento adecuado para el manejo de situaciones especiales, en tanto provoca
falta de estima, frustración y en última instancia, abandono del sistema.
Adecuación de locales para el correcto desplazamiento de los niños.
En el sistema, incorporación de innovaciones y adecuaciones curriculares.
Cuando sea necesario, incorporación de enseñanza complementaria para
asegurar su permanencia y progreso.
Cuando se imparte la enseñanza desde distintas instituciones, la conexión o
intercambio entre las mismas, debe ser estrecha.
Cuando la naturaleza y/o grado de la discapacidad no posibilita la
integración es establecimientos comunes, podrá impartirse sólo en escuelas
especiales.
Creación de área específica dedicada a la sensibilización de la escuela
regular, con programa específico para cumplir función con docentes de
educación común, padres de familia y sociedad en general.
Presencia cercana de los hacedores y programadores de políticas con quienes
la llevan adelante en el diario vivir.
Como les había anunciado al comienzo, mi charla comenzaría y culminaría con dos
reflexiones que vienen al caso. La primera, Uds. ya la oyeron, se refería a cuando se
pretende iluminar un lado oscuro de un asunto, de un tema. La segunda se refiere a
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otro aspecto que lo complementa. Veamos. En el libro La Segunda Reforma, escrito
por el Dr. Pablo Da Silveira, quien hace la presentación es el Sr. Luciano Alvarez del
Banco de Boston. De esa presentación, denominada ―El Arte de Argumentar‖ extraigo el
siguiente párrafo:
Judith Butler
16
Véase Carol Smart (ed.). Regulating Womanhood: Historical Essays on Marriage, Motherbood and
Sexuality. Routledge, Londres, 1992.
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más amplia del poder. Contra esta inclusión del género en el poder regulatorio yo
argumentaría que el aparato regulatorio que gobierna el género es específico de éste. No
intento sugerir que la regulación del género es paradigmática del poder regulatorio como
tal, sino más bien que el género requiere e instituye su propio y distinto régimen
regulatorio y disciplinario. La sugerencia de que el género es una norma requiere una
mayor explicación. Una norma no es lo mismo que una regla, y tampoco es lo mismo que
una ley17. Una norma opera dentro de las prácticas sociales como el estándar implícito de
normalización. Aunque una norma pueda ser separable analíticamente de las prácticas en
las que está incrustada, puede también resultar resistente a cualquier esfuerzo por
descontextualizar su operación. Las normas pueden o no ser explícitas, y cuando operan
como el principio normalizador en la práctica social es común que permanezcan
implícitas, difíciles de leer y discernibles de una manera más clara y dramática en los
efectos que producen.
El que el género sea una norma sugiere que siempre y sólo tenuemente toma forma en
algún actor social en particular. La norma gobierna la inteligibilidad social de la acción,
pero no es lo mismo que la acción que gobierna. La norma parece ser indiferente a las
acciones que gobierna, con lo cual quiero decir sólo que la norma parece tener un estatus y
efecto independientes de las acciones gobernadas por ella. La norma gobierna la
inteligibilidad, permite que ciertos tipos de prácticas y acción sean reconocibles como
tales, imponiendo una cuadrícula de legibilidad sobre lo social y definiendo los parámetros
de lo que aparecerá y lo que no aparecerá dentro del dominio de lo social. La pregunta
―¿qué es estar fuera de la norma?‖ plantea una paradoja para el pensamiento, pues si la
norma hace el campo social inteligible y normaliza ese campo para nosotros, entonces estar
fuera de la norma es en cierto sentido seguir siendo definido en relación con ella. Ser no
del todo masculino o no del todo femenina es seguir siendo entendido exclusivamente en
términos de la relación que uno tenga con lo ―del todo masculino‖ o lo ―del todo
femenino‖.
Afirmar que el género es una norma no es lo mismo que decir que hay visiones
normativas de la feminidad y la masculinidad, aunque resulta claro que tales visiones
normativas existen. El género no es exactamente lo que uno ―es‖ ni precisamente lo que
uno ―tiene‖. El género es el aparato mediante el cual tienen lugar la producción y la
normalización de lo masculino y lo femenino, junto con las formas intersticiales
hormonal, cromosómica, psíquica y performativa que el género asume. Asumir que el
género siempre y exclusivamente significa la matriz de lo ―masculino‖ y ―femenino‖ es
precisamente no darse cuenta del punto crítico de que la producción de ese binario
coherente es contingente, de que tiene un costo y de que aquellas permutaciones del
género que no se adaptan al binario son tan parte del binario como su instancia más
normativa. Fusionar la definición de género con su expresión normativa es reconsolidar
inadvertidamente el poder de la norma para restringir la definición del género. El género es
el mecanismo mediante el cual se producen y naturalizan las nociones de masculino y
17
Véase François Ewald. “Norms, Discipline and the Law”, en Robert Post (ed.). Law and the Order of
Culture. University of California Press, Berkeley, 1991. “A Concept of Social Law”, en Gunter Teubner (ed.).
Dilemmas of Law in the Welfare State. Walter de Gruyter, Berlín, 1986. “A Power without an Outside”, en
Timothy Armstrong (ed.). Michel Foucault, Philosopher. Routledge, Nueva York, 1992; y Charles Taylor. “To
Follow a Rule...”, Craig Calhon et al. (eds.). Bourdieu: Critical Perspectives. University of Chicago Press,
Chicago, 1993.
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femenino, pero podría muy bien ser el aparato mediante el cual tales términos son
deconstruidos y desnaturalizados. De hecho, puede ser que el mismo aparato que busca
instalar la norma funcione también para socavar esa misma instalación, que la instalación
estuviese, por así decirlo, incompleta por definición. Mantener el término ―género‖
separado tanto de la masculinidad como de la feminidad es salvaguardar una perspectiva
teórica mediante la cual se puede plantear una explicación de cómo el binario de
masculino y femenino llega a agotar el campo semántico del género. Si nos referimos a
―problemas de género‖, ―mezcla de género‖, ―transgénero‖ o ―intergénero‖, estamos
sugiriendo que el género tiene una manera de moverse más allá de ese binario naturalizado.
La fusión de género con masculino-femenino, hombre-mujer, macho-hembra efectúa así
la misma naturalización que la noción de género está tratando de evitar.
Así, un discurso restrictivo acerca del género que insista en el binario de hombre y mujer
como la única forma de entender el campo del género lleva a cabo una operación
regulatoria del poder que naturaliza la instancia hegemónica y excluye la posibilidad de
pensar en alterarla. Una tendencia dentro de los estudios de género ha sido asumir que la
alternativa al sistema binario de género es una multiplicación de los géneros. Esa
aproximación provoca invariablemente la pregunta de cuántos géneros puede haber y cómo
se les puede llamar18. Pero la alteración del sistema binario no tiene porqué llevarnos a
una cuantificación del género igualmente problemática.
Luce Irigaray, siguiendo una idea lacaniana, pregunta si el sexo masculino es el sexo
―uno‖, con lo cual no quiere decir ―el único‖, sino el que inaugura un acercamiento cuanti
tativo al sexo. En su opinión, ―sexo‖ no es una categoría biológica ni social (y por lo tanto
es distinta de ―género‖), sino una categoría lingüística que existe, por así decirlo, sobre la
línea divisoria entre lo social y lo biológico. ―El sexo que no es uno‖ es por lo tanto la
feminidad, entendida precisamente como lo que no puede ser capturado por el número19.
Otros acercamientos insisten en que ―transgénero‖ no es exactamente un tercer género,
sino una modalidad de paso entre géneros, una figura intersticial y transicional del género
que no puede ser reducida a la insistencia normativa en uno o dos20.
Aunque algunos teóricos mantienen que las normas son siempre normas sociales, los
teóricos lacanianos, que están en deuda con el estructuralismo de Claude Lévi-Strauss,
insisten en que las normas simbólicas no son lo mismo que las sociales, y que una cierta
―regulación‖ del género tiene lugar a través de la demanda simbólica que se coloca en las
psiquis desde su inicio.
Lo ―simbólico‖ se volvió un término técnico para Jacques Lacan en 1953, y se convirtió en
su propia manera de combinar los usos matemático (formal) y antropológico del término.
En un diccionario de la terminología lacaniana, lo simbólico está vinculado explícitamente
a los problemas de la regulación: ―Lo simbólico es el dominio de la Ley que regula el
18
Véanse, por ejemplo, los estudios de Randolph Trumbach y Anne Fausto-Sterling. “The Five Sexes: Why
Male and Female Are Not Enough”, en The Sciences, vol. 33, núm. 2, julio, 2000, pp. 20-25. Sexing the Body:
Gender Politics and the Construction of Sexuality. Basic, Nueva York, 2000.
19
Véase Luce Irigaray. This Sex Which is Not One. Catherine Porter y Carolyn Burke (trads.). Cornell
University Press, Ithaca 1985.
20
Véase Kate Bornstein. Gender Outlaw. Routledge, Nueva York, 1994.
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deseo en el complejo de Edipo‖21. Se entiende que ese complejo se deriva de una
prohibición primaria o simbólica contra el incesto, una prohibición que tiene sentido sólo
en términos de relaciones de parentesco en las que se establecen varias ―posiciones‖
dentro de la familia de acuerdo con un mandato exogámico. En otras palabras, una madre
es alguien con quien un hijo o hija no tiene relaciones sexuales, un padre es alguien con
quien un hijo o hija no tiene relaciones sexuales, una madre es alguien que sólo tiene
relaciones sexuales con el padre, etc. Estas relaciones de prohibición están codificadas
en la ―posición‖ que ocupa cada uno de los miembros de esta familia. Estar en tal posición
es por lo tanto estar en esa relación sexual cruzada, por lo menos de acuerdo con la
concepción simbólica o normativa de lo que esa ―posición‖ es.
Las consecuencias de esta visión son claramente enormes. De muchas maneras, el legado
estructuralista dentro del pensamiento psicoanalítico ejerció un efecto monumental sobre la
cinematografía y la teoría literaria feministas, así como sobre los acercamientos feministas
al psicoanálisis a través de las disciplinas, y también abrió el camino para una crítica queer
del feminismo que ha tenido —y sigue teniendo— inevitables efectos divisivos y
consecuenciales dentro de los estudios de la sexualidad y del género. A continuación,
espero mostrar cómo la noción de cultura que se transforma en lo ―simbólico‖ para el
psicoanálisis lacaniano es muy diferente de la noción de cultura que sigue siendo vigente
dentro del campo contemporáneo de los estudios culturales, tanto que las dos líneas de
pensamiento son a menudo entendidas como irremediablemente opuestas. También
pienso sostener que cualquier reclamo por establecer las reglas que ―regulan el deseo‖ en
un dominio inalterable y eterno de ley tiene un uso limitado para una teoría que busque
entender las condiciones bajo las cuales la transformación social del género es posible.
Otra preocupación acerca de lo simbólico es que la prohibición del incesto puede ser una
de las motivaciones para su propia transgresión, lo que sugiere que las posiciones
simbólicas del parentesco son de muchas maneras derrotadas por la misma sexualidad que
producen a través de la regulación22. Finalmente, espero mostrar que la distinción entre
ley simbólica y social no se puede sostener al final, que lo simbólico es la sedimentación
de las prácticas socia les y que las alteraciones radicales del parentesco demandan una
rearticulación de las presuposiciones estructuralistas del psicoanálisis, llevándonos, por así
decirlo, hacia un posestructuralismo queer de la psique.
Para regresar al tabú del incesto, surge la pregunta: ¿cuál es el estatus de estas
prohibiciones y estas posiciones?
En Las estructuras elementales del parentesco, Lévi-Strauss deja claro que nada en la
biología hace necesario el tabú del incesto, que es un fenómeno puramente cultural.
Por ―cultural‖, Lévi-Strauss no quiere decir ―culturalmente variable‖ o ―contingente‖,
sino más bien de acuerdo con leyes ―universales‖ de la cultura. Así, para Lévi-Strauss las
reglas culturales no son reglas alterables (como después argumentaría Gayle Rubin), sino
inalterables y universales. El dominio de una regla universal y eterna de la cultura —lo
que Juliet Mitchell llama ―la ley universal y primordial‖23— se convierte en la base para la
noción lacaniana de lo simbólico y los esfuerzos posteriores por separar lo simbólico tanto
21
Dylan Evans. An Introductory Dictionary of Lacanian Psychoanalysis. Routledge, Londres, 1996, p. 202, las
cursivas son mías.
22
Véase Vikki Bell. Interrogating Incest: Feminism, Foucault, and the Law. Routledge, Londres, 1993.
23
Juliet Mitchell. Psychoanalysis and Feminism: A Radical Reassessment of Freudian Psychoanalysis. Vintage,
Nueva York, 1975, p. 370.
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del dominio biológico como del social. En Lacan, se entiende que lo que es universal en la
cultura son sus reglas simbólicas o lingüísticas y se entiende que éstas soportan las
relaciones de parentesco. La misma posibilidad de la referencia pronominal, de un ―yo‖,
un ―tú‖, un ―nosotros‖ y un ―ellos‖ parece apoyarse en esta modalidad del parentesco que
opera en y como lenguaje. Éste es un deslizamiento de lo cultural a lo lingüístico, hacia
el cual apunta el mismo Lévi-Strauss cerca del final de Las estructuras elementales del
parentesco. En Lacan, lo simbólico es definido en términos de una concepción de
estructuras lingüísticas que no son reducibles a las formas sociales que el lenguaje adopta,
y de acuerdo con los términos estructuralistas, establece las condiciones universales bajo
las cuales la sociabilidad, esto es, la comunicabilidad de todo uso del lenguaje, se hace
posible. Este paso abre el camino para la consecuente distinción entre las explicaciones
simbólicas y sociales del parentesco.
Por lo tanto, una norma no es exactamente lo mismo que una ―posición simbólica‖ en el
sentido lacaniano, que parece disfrutar un carácter casi fuera del tiempo, a pesar de las
aclaraciones ofrecidas en las notas finales a varios seminarios de Lacan. Los lacanianos
casi siempre insisten en que una posición simbólica no es lo mismo que una posición
social, que sería un error tomar la posición simbólica del padre, por ejemplo, que es
después de todo la posición paradigmáticamente simbólica, y confundirla con una posición
socialmente constituida y alterable que los padres han asumido a lo largo del tiempo. La
visión lacaniana insiste en que existe una demanda ideal e inconsciente sobre la vida
social, que sigue siendo irreducible a causas y efectos socialmente legibles. El lugar
simbólico del padre no cede a las demandas de una reorganización social de la paternidad,
sino que lo simbólico es precisamente lo que establece límites a cualquier y todo esfuerzo
utópico por reconfigurar y re-vivir las relaciones de parentesco a alguna distancia de la
escena edípica24.
Uno de los problemas que emergieron cuando se combinó el estudio del parentesco con el
estudio de la lingüística estructural es que las posiciones de parentesco fueron elevadas al
estatus de estructuras lingüísticas fundamentales. Éstas son posiciones que hacen posible
la entrada en el lenguaje y que, por lo tanto, mantienen un estatus esencial con respecto al
lenguaje. En otras palabras, no hay posiciones sin las cuales ninguna significación podría
proceder o, dicho de otra manera, no se puede asegurar ninguna inteligibilidad cultural.
¿Cuáles eran las consecuencias de colocar ciertas concepciones del parentesco fuera del
tiempo y luego elevarlas al estatus de estructuras elementales de inteligibilidad?
Aunque Lévi-Strauss dice que toma en cuenta una variedad de sistemas de parentesco, lo
hace con el objetivo de delimitar aquellos principios de parentesco que asumen un estatus
transcultural. Lo que ofrece el estructuralismo como una ―posición‖ dentro del lenguaje o
del parentesco no es lo mismo que una ―norma‖, porque esta última es un marco
socialmente producido y variable. Una norma no es lo mismo que una posición simbólica.
Más aún, si una posición simbólica es vista más adecuadamente como una norma,
entonces una posición simbólica no equivale a sí misma, sino que es más bien una norma
24
Acerca de la relación entre lo social y lo simbólico en relación con el parentesco, véase
Michel Tort, ―Artifices du père‖, en Dialogue-recherches cliniques et sociologiques sur la
couple et la familla, núm. 104, 1989, pp. 46-59. ―Le Diffèrend‖ (en archivo con el autor); y
Le nom du père incertain: La question de la transmission du nom et la psychanalyse.
Trabajo realizado para el Service of Coordination of Research, Ministerio de Justicia, París,
1983.
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contingente cuya contingencia ha sido recubierta por una reificación teórica que
encierra consecuencias potencialmente terribles para la vida genérica. Se puede responder
dentro de la arrogancia estructuralista con la afirmación: ―¡Pero ésta es la ley!‖, pero,
¿cuál es el estatus de tal afirmación? ―¡Es la ley!‖ se convierte en la afirmación que
performativamente atribuye a la ley la misma fuerza que se dice que la propia ley ejerce.
―Es la ley‖ es entonces un signo de adhesión a la ley, un signo del deseo de que la ley sea
la ley indisputable, un impulso teológico dentro de la teoría del psicoanálisis que busca
dejar fuera de juego cualquier crítica del padre simbólico, la ley del psicoanálisis mismo.
Así, el estatus dado a la ley es —y esto no es ninguna sorpresa— precisa mente el estatus
dado al falo, en el que el falo no es simplemente un ―significante‖ privilegiado dentro del
esquema lacaniano, sino que se convierte en el rasgo característico del aparato teórico en
el cual se introduce el significante. En otras palabras, la fuerza de autoridad que apuntala
la incuestionabilidad de la ley simbólica es en sí misma un ejercicio de esa ley simbólica,
una instancia más del lugar del padre, por así decirlo, indisputable e incuestionable. Aun
que hay, como nos recuerdan los lacanianos, sólo y siempre cuestionamientos de lo
simbólico, no pueden ejercer ninguna fuerza final para socavar lo simbólico o forzar una
reconfiguración radical de sus términos.
La autoridad de la teoría expone su propia defensa tautológica dentro del hecho de que lo
simbólico sobrevive todo y cualquier cuestionamiento de su autoridad. Es decir, no es
sólo una teoría que insiste en lo masculino y lo femenino como posiciones simbólicas que
están finalmente más allá de todo cuestionamiento y que establecen los límites al
cuestionamiento como tal, sino una teoría que se apoya en la misma autoridad que
describe para apuntalar la autoridad de sus propias aseveraciones descriptivas.
Separar lo simbólico de la esfera social facilita la distinción entre la Ley y las leyes
variables. En lugar de una práctica crítica que no anticipa ninguna autoridad final y que
abre un preocupante campo de posibilidades genéricas, lo simbólico emerge para poner fin
a tal preocupación. Si existe una ley que no podemos desplazar, pero que mediante medios
imaginarios buscamos desplazar una y otra vez, entonces sabemos por anticipado que
nuestros esfuerzos por cambiarla serán controlados, que nuestra lucha contra la explicación
autoritaria del género será derrotada y nos someteremos a una autoridad incuestionable.
Hay quienes creen que pensar que lo simbólico puede ser cambiado por la práctica
humana es puro voluntarismo. Pero, ¿lo es? Podemos ciertamente conceder que el deseo
está radicalmente condicionado sin afirmar que está radicalmente determinado, y
podemos reconocer que hay estructuras que hacen posible el deseo sin afirmar que esas
estructuras están fuera del tiempo y son resistentes, impermeables a una repetición y un
desplazamiento reiterativos. Cuestionar la autoridad simbólica no es necesariamente un
retorno al ―ego‖ o a nociones liberales clásicas de libertad; es más bien insistir en que la
norma en su necesaria temporalidad está abierta al desplazamiento y la subversión desde
el interior.
Lo simbólico se entiende como la esfera que regula la suposición del sexo, en donde el
sexo es entendido como un conjunto diferencial de posiciones, masculinas y femeninas.
Por lo tanto, el concepto del género, derivado como lo está del discurso sociológico, es
ajeno al discurso acerca de la diferencia sexual que emerge del marco lacaniano y
poslacaniano. Resulta claro que Lacan estuvo bajo la influencia de Las estructuras
25
Jean Laplanche y J.-B. Pontalis escriben en la entrada de “Simbolique”, en Donald Nicholson Smith, (trad.).
The Vocabulary of Psicoanalisis. Norton, Nueva York, 1973, pp. 439-441, que “La idea de un orden simbólico
que estructura la realidad intersubjetiva fue introducida en las ciencias sociales de manera más notable por
Claude Lévi-Strauss, que basó su visión en el modelo de lingüística estructural presentado por Ferdinand de
Saussure. La tesis del Curso de lingüística general de Saussure (1955) es que el significado lingüístico no
tiene lugar al interior del significante, sino que produce una significación porque es parte de un sistema de
significados caracteri zado por oposiciones diferenciales”. Ellos citan a Lévi-Strauss: “*T+oda cultura puede
ser considerada como un ensamble de sistemas simbólicos que en primera instancia regulan la ocurrencia
del lenguaje, las reglas matrimoniales, las relaciones económicas, el arte, la ciencia y la religión”. Lacan hace
uso de lo simbólico, según los autores, para establecer que el inconsciente está estructurado como un
lenguaje y para mostrar la fecundidad lingüística
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lugar y no el padre), lleva a la psicosis. ¿Qué restricción social es impuesta de esa manera
sobre la inteligibilidad de cualquier orden social?
Si el género es una norma, no es lo mismo que un modelo al que los individuos buscan
aproximarse. Por el contrario, es una forma de poder social que produce el campo
inteligible de los sujetos y un aparato mediante el cual se instituye el binario del género.
Como una norma que parece independiente de las prácticas que gobierna, su idealidad es el
efecto reinstituido de esas mismas prácticas. Esto sugiere no sólo que la relación entre las
prácticas y las idealizaciones bajo las que funcionan es contingente, sino también que la
idealización misma puede ponerse en cuestión y en crisis, potencialmente sometiéndose a
una des-idealización y una des-investidura.
La distancia entre el género y sus instancias naturalizadas es precisamente la distancia
entre una norma y sus incorporaciones. Sugerí anteriormente que la norma es
analíticamente independiente de sus incorporaciones, pero quiero enfatizar que ésta es
sólo una heurística intelectual, que ayuda a garantizar la perpetuación de la norma misma
como un ideal inalterable y fuera del tiempo. De hecho, la norma sólo persiste como norma
hasta el punto en que se realiza en la práctica social y se re-idealiza y re-instituye en y por
medio de los rituales sociales diarios de la vida del cuerpo. La norma no tiene un estatus
ontológico independiente, pero no se le puede reducir con facilidad a sus instancias; se
(re)produce cuando toma forma, a través de los actos que buscan aproximarse a ella, a
través de las idealizaciones reproducidas en y mediante esos actos.
Foucault puso a circular el discurso de la norma al argumentar en la Historia de la
sexualidad (vol. I) que el siglo diecinueve vio emerger la norma como un medio de
regulación social que no es idéntico a las operaciones de la ley. Bajo la influencia de
Foucault, el sociólogo François Ewald ha expandido esta observación en varios ensayos 26.
Ewald sostiene que la acción de la norma es a expensas del sistema jurídico de la ley, y que
aunque la normalización conlleva un incremento en la legislación, no necesariamente se
opone a ella, sino que permanece independiente de ella de varias formas significativas
(―Norms‖: 138). Foucault hace notar que la norma aparece con frecuencia en forma
legal, que lo normativo aparece en escena más típicamente en constituciones, códigos
legales y la constante y clamorosa actividad de la legislatura (Foucault, ―Derecho a la
muerte y poder sobre la vida‖). Foucault afirma también que una norma pertenece a las
artes de juzgar, y que aunque una norma está claramente relacionada con el poder, se
caracteriza menos por el uso de la fuerza o la violencia que por, en palabras de Ewald,
―una lógica implícita que permite al poder reflexionar sobre sus propias estrategias y
definir claramente sus objetos. Esta lógica es al mismo tiempo la fuerza que nos permite
imaginar la vida y los que viven como objetos de poder y el poder que puede tomar la
‗vida‘ en sus manos, creando la esfera de lo bio-político‖ (―Norms‖: 138).
Para Ewald, esto plantea por lo menos dos preguntas: si la modernidad participa en la
lógica de la norma y cuál sería la relación entre las normas y la ley27. Aunque la norma es
26
Véase la nota 2.
27
Es tal vez útil hacer notar el importante trabajo histórico que Georges Canguilhem ha
realizado sobre la historia de lo normal en Carolyn Fawcett y Robert S. Cohen (trads.). Lo
normal y lo patológico. Zone Books, Nueva York, 1989. Ewald afirma que la etimología
vincula a la norma con prototipos matemáticos y arquitectónicos. Norma es, literalmente, la
palabra latina para la regla T, y normalis significa perpendicular. Vitruvio utilizó la palabra
para indicar el instrumento usado para dibujar ángulos rectos, y Cicerón usó el término para
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a veces utilizada como sinónimo de ―la regla‖, resulta claro que las normas son también lo
que les da una cierta coherencia local a las reglas. Ewald afirma que el inicio del siglo
diecinueve inaugura un cambio radical en la relación entre la regla y la norma
(―Norms‖: 140), y que la norma emerge conceptualmente no sólo como una variedad
particular de reglas, sino también como una manera de producirlas y un principio de
valorización.
En francés, el término normalité aparece en 1834, normatif en 1868, y en la Alemania de
fines del siglo diecinueve encontramos las ciencias normativas (que, según entiendo,
continúan en el nombre de la división de las reuniones de la American Political Science
Organization llamadas ―teoría política normativa‖); el término ―normalización‖ aparece en
1920. Tanto para Foucault como para Ewald, corresponde a la operación normalizante de
los poderes burocráticos y disciplinarios.
Según Ewald, la norma transforma las restricciones en un mecanismo, marcando así el
movimiento mediante el cual, en términos foucaultianos, el poder jurídico se vuelve
productivo; transforma las restricciones negativas de lo jurídico en los controles más
positivos de la normalización. Así, la norma lleva a cabo esta función transformadora. La
norma marca y efectúa de esta manera el cambio de poder de pensamiento como
restricción jurídica a poder de pensamiento como (a) una serie organizada de restricciones
y (b) un mecanismo regulatorio.
Esto nos hace volver entonces a la pregunta no sólo de cómo se puede decir que el discurso
produce un sujeto (algo siempre asumido en los estudios culturales, pero rara vez
investigado en sí mismo), sino, más precisamente, qué en el discurso efectúa esa
producción. Cuando Foucault afirma que la disciplina ―produce‖ individuos, quiere decir
no sólo que el discurso disciplinario los maneja y hace uso de ellos, sino también que los
constituye activamente.
La norma es una medición y un medio para producir un estándar común. Convertirse en
una instancia de la norma no es agotar por completo la norma, sino más bien ser el objeto
de una abstracción de comunidad. Aunque Foucault y Ewald tienden a concentrar sus
análisis de este proceso en los siglos diecinueve y veinte, en Making a Social Body, Mary
Poovey ubica la historia de la abstracción en la esfera social en la segunda mitad del siglo
dieciocho. Sostiene que en Gran Bretaña ―las últimas décadas del siglo dieciocho
contemplaron los primeros esfuerzos modernos por representar toda o partes significativas
de la población del país como conglomerados, y delinear una esfera social diferenciada
de los dominios político y económico‖ (p. 8). Lo que caracteriza a este dominio social, en
su opinión, es la entrada de la medición cuantitativa: ―Tales comparaciones y mediciones,
por supuesto, producen algunos fenómenos como normativos, aparentemente porque
representan un promedio o porque constituyen un ideal hacia el que todos los otros
fenómenos se mueven‖ (p. 9).
Ewald busca una definición más limitada de la norma para poder entender su capacidad de
regular todos los fenómenos sociales, así como los límites internos que enfrenta en
cualquier regulación (―Power‖: 170-71). Escribe:
Normas de género
28
Véase Cheryl Chase. “Hermaphrodites with Attitude: Mapping the Emergence of Inter-Sex Political
Activism”, en A Journal of Gay and Lesbian Studes, vol. 4, núm. 2, GLQ, primavera, 1998, pp. 189-211.
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ciertas normas tácitas de género. En cierto sentido, la regulación implícita del género
tiene lugar a través de la regulación explícita de la sexualidad.
Para MacKinnon, la estructura jerárquica de la heterosexualidad en la que se entiende que
los hombres subordinan a las mujeres es lo que produce el género: ―Detenida como el
atributo de una persona, la desigualdad sexual toma la forma del género; moviéndose como
una relación entre personas, toma la forma de la sexualidad. El género emerge como la
forma solidificada de la sexualización de la desigualdad entre los hombres y las mujeres‖
(Feminism Unmodified: 6-7).
Si el género es la forma solidificada que la sexualización de la desigualdad adopta,
entonces la sexualización de la desigualdad precede al género y el género es su efecto.
Pero, ¿podemos siquiera conceptualizar la sexualización de la desigualdad sin una
concepción previa del género? ¿Tiene sentido afirmar que los hombres subordinan a las
mujeres sexualmente si no tenemos primero una idea de lo que son los hombres y las
mujeres? MacKinnon sostiene, sin embargo, que no hay una constitución del género fuera
de esta forma de sexualidad y, por implicación, fuera de esta forma subordinadora y
explotadora de la sexualidad.
Al proponer la regulación del acoso sexual recurriendo a este tipo de análisis del carácter
sistemático de la subordinación sexual, MacKinnon instituye una regulación de otro tipo:
tener un género significa haber entrado en una relación heterosexual de subordinación;
parece que no hay personas con género que estén fuera de tales relaciones, parece que no
hay relaciones heterosexuales que no sean subordinantes, parece que no hay relaciones
que no sean heterosexuales, parece que no hay acoso sexual del mismo sexo.
Esta forma de reducir el género a la sexualidad ha cedido así el paso a dos preocupaciones
distintas, pero que se traslapan dentro de la teoría queer contemporánea. El primer paso es
separar la sexualidad del género, de manera que tener un género no presuponga que uno
practique el sexo de ninguna manera en particular y que el que uno tenga una práctica
sexual determina da, por ejemplo anal, no presuponga que uno sea de un género
determinado29. El segundo paso —relacionado con el primero— en la teoría queer es
sostener que el género no se puede reducir a la heterosexualidad jerárquica, que adopta
diferentes formas cuando es contextualizado por las sexualidades queer, que su binariedad
no se puede dar por un hecho fuera del marco heterosexual, que el género mismo es
internamente inestable y que las vidas transgenéricas son la evidencia del colapso de
cualquier línea de determinismo causal entre la sexualidad y el género. La disonancia entre
género y sexualidad se reafirma entonces desde dos perspectivas diferentes: la primera
busca mostrar posibilidades para la sexualidad que no estén restringidas por el género con
el propósito de romper la reductividad causal de los argumentos que los unen, y la
segunda busca mostrar posibilidades para el género que no estén predeterminadas por
formas de heterosexualidad hegemónica y la aparición de la teoría del transgénero.
El problema de basar los códigos acerca del acoso sexual en una visión de la sexualidad en
la que el género es el efecto oculto de la subordinación sexual dentro de la
heterosexualidad, es que ciertas visiones del género y ciertas visiones de la sexualidad son
29
Ésta es una posición presentada por Gayle Rubin en su ensayo “Thinking Sex: Towards a Political
Economy of ‘Sex’”, en Carol Vance (ed.). Pleasure and Danger. Routledge, Nueva York, 1984, que es
reelaborada por Eve Kosofsky Sedgwick en Epistemology of the Closet. University of California Press,
Berkeley, 1991.
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reforzadas a través del razonamiento. En la teoría de MacKinnon, el género es producido
en la escena de la subordinación sexual y el acoso sexual es el momento explícito en el que
se instituye la subordinación heterosexual. Lo que esto significa, efectivamente, es que el
acoso sexual se convierte en la alegoría de la producción del género. En mi opinión, los
códigos acerca del acoso sexual se convierten ellos mismos en el instrumento mediante el
cual el género es reproducido.
Es la regulación del género, según la especialista legal Katherine Franke, la que sigue no
sólo sin ser interrogada en esta visión, sino involuntariamente apoyada. Según Franke: El
problema con el mundo que MacKinnon describe en su trabajo no se agota con la
observación de que los hombres dominan a las mujeres, aunque eso sea descriptivamente
cierto en la mayoría de los casos. El problema es mucho más sistemático. Al reducir el
sexismo sólo a lo que los hombres hacen a las mujeres, perdemos de vista la ideología
subyacente que hace que el sexismo sea tan poderoso... La subordinación de las mujeres
por los hombres es parte de una práctica social mayor que crea cuerpos genéricos,
mujeres femeninas y hombres masculinos (―What‘s Wrong With Sexual Harassment?‖:
761-62).
Los castigos sociales que siguen a las transgresiones de género incluyen la corrección
quirúrgica de personas con hermafroditismo, la patologización médica y psiquiátrica y la
criminalización en varios países incluyendo los Estados Unidos de personas con ―disforia
de género‖, el acoso a personas con problemas de género en la calle o en el lugar de
trabajo, la discriminación en los empleos y la violencia. La prohibición del acoso sexual
de los hombres hacia las mujeres, basada en un razonamiento que supone que la
subordinación heterosexual es la escena exclusiva de la sexualidad y el género, se
convierte entonces en un medio regulatorio para la producción y el mantenimiento de
normas de género dentro de la heterosexualidad30.
Al inicio de este ensayo sugerí varias maneras de entender el problema de la ―regulación‖.
Una regulación es la que hace regular, pero también es, siguiendo a Foucault, una
modalidad de disciplina y supervisión dentro de las formas modernas recientes del poder;
no sólo restringe y niega y no es, por lo tanto, sólo una forma jurídica del poder. En la
medida en que las regulaciones operan mediante las normas, se convierten en momentos
clave en los cuales la idealidad de la norma es reconstituida, y su historicidad y
vulnerabilidad quedan temporalmente fuera de juego. Como una operación del poder, la
regulación puede adoptar una forma legal, pero su dimensión legal no agota la esfera de su
eficacia. Como algo que depende de categorías para hacer que los individuos sean
socialmente intercambiables entre sí, la regulación está vinculada al proceso de
normalización. Los estatutos que gobiernan quiénes serán los beneficiarios de los derechos
a pensiones por desempleo están involucrados activamente en producir la norma del
recipiente de la pensión por desempleo; los que regulan el habla gay en el ejército están
involucrados activamente en producir y mantener la norma de lo que será un hombre o lo
que será una mujer, lo que será el habla, lo que será y no será la sexualidad. Las
regulaciones del Estado sobre la adopción por parte de lesbianas y gays, así como por
padres solteros no sólo restringen esa actividad, sino que se refieren a y refuerzan un ideal
de lo que los padres deben ser, por ejemplo, que deben ser una pareja y lo que cuenta
como una pareja legítima. Por lo tanto, las regulaciones que buscan sólo limitar ciertas
actividades específicas (el acoso sexual, el fraude de pensión por desempleo, el habla
30
Véase el importante ensayo de Jacqui Alexander.
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sexual) llevan a cabo otra actividad que, por lo general, se mantiene sin ser marcada: la
producción de los parámetros de persona; esto es, hacer personas de acuerdo con normas
abstractas que al mismo tiempo condicionan y sobrepasan las vidas que hacen —y que
deshacen—.
31
Este trabajo surge como resultado de las discusiones planteadas en el seminario de investigación
―Multiculturalismo, migraciones internacionales y desigualdades sociales‖ del Centro de
Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba.
32
En general se reconoce que el multiculturalismo se extiende a distintos tipos de diversidad, es decir, diferencias
de raz a o etnia, clase socioeconómica, género, cultura, lenguaje, preferencia sexual o discapacidad,
pero los análisis sociales suelen concentrarse en categorías como clase social, género y raza/etnia (Kincheloe
y Steinberg, 1999) o abarcar focos de atención como la etnicidad, la nacionalidad y la religión
(Bauman, 2001). En este trabajo sólo nos ocuparemos de la dimensión étnica del multiculturalismo,
siempre considerada en su relación con la clase social. Esto no debe leerse como desconocimiento de nuestra
part e de la importancia de las relaciones de género en los procesos de producción, reproducción y resistencia
de la desigualdad social y cultural.
33
Hopenhayn y Bello (2001) señalan acertadamente que ―(e)s el Estado el que ha promovido no pocas veces una
―xenofobia funcional‖ destinada a asegurar, ante un conflicto o una guerra, la adhesión y fidelidad de los
ciudadanos a los valores de la patria‖. En la actualidad, de manera complementaria, pueden observarse en la
Argentina manifestaciones elocuentes de un revival del nacionalismo, una ―endopatía funcional‖: en la
ciudad de Córdoba, por ejemplo, desde el año 2002 se organizan eventos oficiales de gran envergadura
en ocasión de las fechas patrias (el mayor despliegue acontece en el mes de mayo con el Festival de
Bandas -militares y juveniles - en conmemoración del 190° aniversario del Himno Nacional Argentino).
34
Kymlicka (1996) distingue entre las minorías nacionales, que resultan de un proceso de conquista o incorporación
cuya demanda es la autonomía político -administrativa y la autodeterminación, y los grupos étnicos,
que se originan de un proceso de inmigración cuyo reclamo se basa en el reconocimiento cultural e
identitario.
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sociales y políticos (a pesar de algunos tímidos y rentables intentos35). En nuestra
opinión, se trata de una discusión emergente, reducida por ahora a algunos ámbitos de la
academia y la opinión pública (desvinculada una de la otra). En el campo de la
investigación, específicamente, si bien se constata un creciente interés por la temática36,
a juzgar por la bibliografía hallada, se destaca la escasa atención que ha recibido hasta
ahora el multiculturalismo (bajo diferentes etiquetas y desde diferentes enfoques) en
comparación con la abundante elaboración teórica y experiencias prácticas desarrolladas
en Estados Unidos, Canadá y Europa, donde los nuevos contactos y conflictos
culturales dieron origen a numerosas reivindicaciones y controversias. En América Latina
la problemática multicultural difiere también notablemente según la realidad étnica de
cada país. Por ejemplo, en México, ligada a la cuestión indígena, ―la temática
multicultural, por distintas razones, ha pasado a ocupar un lugar central en la actual
agenda política del país‖ (Sermeño, 2001). En Brasil, el asunto de la negritud, relegado
durante tantos años, ahora se ha incorporado de manera significativa en los espacios
educativos de los diferentes niveles y ha generado la creación y desarrollo de
programas específicos desde organismos estatales y no gubernamentales. Según
Oliveira y Gonçalves (1998:96-97), ―la diversidad en el interior del propio movimiento
negro, a partir de los años 80, coloca la cuestión del multiculturalismo en la agenda de
los militantes‖. En Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Chile, desde hace más de una
década, se realizan esfuerzos encaminados a ―(r)eflexionar a partir de las comunidades
indígenas y de los pueblos andinos y amazónicos‖, ya que esto es considerado como un
acto imprescindible ―para romper las estructuras verticales con las que los Estados y
sociedades nacionales desde hace quinientos años tratan de extinguir o asimilar‖
(Schmidt, 1990:7-8). Seguramente la tendencia a trabajar temas ligados a las
identidades étnica y nacional seguirá creciendo en la región latinoamericana, ya que las
tensiones interculturales son consideradas hoy en día como ―uno de los objetos más
fecundos de investigación y una oportunidad para construir sujetos colectivos, políticas
abiertas y democráticas‖ (García Canclini, 1999:18).
35
Actualmente, algunos medios de comunicación se han hecho eco de la actual ―crisis de identidad nacional‖
(también económica, política, institucional) y están dedicando cierto espacio a la (auto)definición de la
―argentinidad‖: ¿quiénes somos los argentinos? ¿qué es ser argentino? se han vuelto una vez más
preguntas ―relevantes‖. Asimismo, periodistas, historiadores y escritores (con la participación de la
industria editorial) han encontrado un nuevo mercado para sus producciones.
36
El creciente interés que se constata en Argentina por el tema en el ámbito académico se visualiza, por ejemplo,
en las reuniones científicas desarrolladas en los últimos años. Entre las primeras se destacan las Jornadas
sobre Colectividades del IDES, las Jornadas de Reflexión sobre Bolivianos en la Argentina de 1996 y
las periódicas Jornadas de Investigadores de la Cultura auspiciadas ambas por el Instituto Gino Germani
de la UBA. También el Seminario Internacional sobre Migraciones Internacionales organizado en Buenos
Aires en el año 2000 por la Comisión de Migraciones de la Asociación Internacional de Sociología (ISA) da
cuenta del interés suscitado. La creciente preocupación académica por temas vinculados al
multiculturalismo también se refleja en la cantidad de simposios específicos dedicados a este hecho social
en las VII Jornadas Regionales de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales desarrolladas en el año
2002 por la FHyCS de la Universidad Nacional de Jujuy y el Congreso Internacional ―¿Cómo construir el
diálogo intercultural?‖ coordinado por la Asociación de Estudios Interculturales en el IRICE -CONICET
durante el presente año en Rosario. Por otra parte, aunque la mayor producción se concentra en Buenos
Aires, hay varios equipos de investigación dedicados a temáticas afines en distintos puntos del país
(Córdoba, Jujuy, Rosario, Tucumán, Neuquén y Men doza, entre otros), cuya difusión de los trabajos es
generalmente menor. En Córdoba, por ejemplo, se desarrolla actualmente una significativa cantidad de
investigaciones que centran su atención en distintos aspectos socioculturales o sociodemográficos de las
migraciones (es el caso de los trabajos de S. Begala, E. Bologna, D. Celton, E. Domenech, A. Dujovne, C.
Ortiz, L. Misetich, A. Oliva, O. Páez, A. Pescio, B. Ribotta, R. Rufino, entre otros).
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Ausencias fatales. El multiculturalismo suele ser pensado y tratado solamente
en términos de ―diversidad‖, aludiendo de esta manera a una coexistencia armónica y
horizontal, por lo tanto no conflictiva y no jerárquica, de una variedad de formas o
grupos culturales. Ésta es una de las trampas del multiculturalismo, ya que ―pasa por
alto muy concretas (y actuales) relaciones de poder y violencia intercultural, en las que
la diferencia o la hibridez es la coartada perfecta de la más brutal desigualdad y
dominación‖ (Grüner, 2002:22). McLaren, por su parte, indica que el multiculturalismo
conservador utiliza el término ―diversidad‖ para (en)cubrir ―la ideología de asimilación
que fundamenta su postura‖ (McLaren, 1997:150). En el terreno de la educación, la
perspectiva de la diversidad resulta particularmente problemática, dado que es difícil
que si ―se limita a proclamar la existencia de la diversidad pueda servir de base para
una pedagogía que coloque en el centro la crítica política de la identidad y de la
diferencia. En la perspectiva de la diversidad, la diferencia y la identidad tienden a ser
naturalizadas, cristalizadas, esencializadas‖ (Silva, 2000:73). Relacionar, entonces, la
diversidad y la diferencia con la desigualdad es la única manera de no quedar atrapado
por el ―encanto multicultural‖. En este sentido, entendemos que el abordaje del
multiculturalismo como fenómeno problemático se justifica sólo en la medida que
permite visualizar -con una intencionalidad transformativa- nuevos (y viejos)
mecanismos, procesos y formas de desigualdad y dominación, discriminación y exclusión,
opresión y resistencia. No se puede obviar que las desigualdades étnicas, junto a las de
clase y género, constituyen una de las fracturas sociales más significativas (Enguita,
1995). Desde la perspectiva de Žižek, ―(l)as ´excepciones´ actuales –los sin techo, los
que viven en guetos, los desocupados permanentes– son el síntoma del sistema universal
del capitalismo tardío‖ (Žižek, 1997:177). Por otro lado, nos oponemos a ridiculizar las
posturas multiculturalistas como si todas formaran parte de un gran engaño (o de uno de
los grandes engaños del ―movimiento posmoderno‖). Lo que pasan por alto buena parte
de los teóricos enemigos del ―proyecto político multicultural‖ es que las condiciones de
vida de muchas ―minorías‖ (étnicas, en nuestro caso) han mejorado y sus derechos han
sido reconocidos gracias a los llamados movimientos multiculturalistas.
Ausencias presentes. La problemática multicultural en Argentina debe ser rastreada en
las aproximaciones que contemplan categorías como identidad, etnicidad, nacionalidad,
diversidad y diferencia, ya que no es frecuente encontrar referencias explícitas al término
multiculturalismo o derivados. A diferencia de Estados Unidos, Canadá y Europa, donde
la cuestión multicultural es pensada mayormente en términos de etnicidad o identidad
étnica, en muchos países de América Latina, como en la Argentina, prevalece el análisis
de la construcción de la nación o identidad nacional, a tal punto que constituye parte de
una tradición académica. No obstante, hay que tener presente que la misma constitución
de los Estados-nación en América Latina se distingue del resto de occidente debido a que
las elites se enfrentaron a la doble tarea de ―dar una nación a la etnia y al mismo tiempo
dar una etnia a la nación‖ (Bauman, 2001:47), lo cual refuerza la importancia de
reconocer la relación entre estas dos categorías también en nuestro contexto. Según
Étienne Balibar, ―ninguna nación posee naturalmente una base étnica, pero a medida que
las formaciones sociales se nacionalizan, las poblaciones que contienen, se reparten o
dominan dichas formaciones son ´etnicizadas´, es decir, representadas en el pasado o en el
futuro como si constituyeran una comunidad natural, dotada por si misma de una
40
En los países anglosajones, otra de las discusiones privilegiadas gira alrededor de la acción afirmativa o
discriminación positiva.
41
Véase Taylor, 1993.
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Ambigüedades heterogéneas. En muchas ocasiones se pierde de vista la construcción
social de la imagen del inmigrante que se produce en el ámbito académico. Es común
encontrar trabajos sobre el discurso y las prácticas de la sociedad receptora, del Estado,
de los medios de comunicación, pero rara vez se plantea algún análisis sistemático
sobre las representaciones de los académicos acerca de los inmigrantes (a su vez,
merecerían más que algunas líneas las motivaciones y el origen social de los
investigadores que nos dedicamos a este tipo de estudios). Algo se ha dicho ya sobre
las representaciones de los inmigrantes sobre los investigadores, análisis colateral que ha
surgido de investigaciones etnográficas. En el ámbito académico, fundamentalmente en
los países capitalistas avanzados, se visualiza una imagen homogénea del migrante,
además de ―romántica‖, asociada a una ―ciudadanía global‖, expresada en la noción
―ciudadano del mundo‖. Esto lo encarna muy bien la teoría de frontera norteamericana.
Pablo Vila plantea que en ella la metáfora del ―cruzador de fronteras‖ se privilegia a la
del ―reforzador de fronteras‖ y afirma que ―es proclive a construir al ´cruzador de
fronteras´ o ´híbrido´ algo así como el nuevo ´sujeto privilegiado de la historia´ (...)
Pareciera que para el ´cruzador de fronteras´ o el ´híbrido´ la experiencia de moverse
entre diferentes disciplinas, etnicidades, culturas y países no es esencialmente muy
distinta. Así, este tipo de experiencias tiende no sólo a homogeneizar experiencias que
pueden ser muy diferentes, sino que también tiende a homogeneizar las fronteras‖ (Vila,
2000: 101-102). En esta misma línea, Boaventura de Sousa Santos retoma la crítica de
Bharucha (2000) y señala que el concepto de multiculturalismo tiende a ser abordado en
el ámbito de los estudios culturales y de los estudios poscoloniales y de las ciencias
sociales por una asociación privilegiada a la movilidad y a la migración, con énfasis en la
de los intelectuales y con el silenciamiento de las situaciones de movilidad forzada u
subordinada (refugiados, trabajadores migrantes, migrantes regresados) o de los que, sin
moverse, son sujetos a los efectos y consecuencias de las dinámicas culturales,
económicas y políticas translocales. ―La tendencial esencialización y universalización de
la condición migrante niega las historias diferenciadas de las migraciones y más allá de
eso ignora a los individuos y comunidades que resisten a la migración en base a otras
lealtades y lazos como la familia, tradición, comunidad, lengua y religión que no
siempre son traducibles a las normas del individualismo liberal‖, dice Santos (2003:30).
Afortunadamente, en el ámbito académico argentino, a diferencia de lo que puede
ocurrir en los países desarrollados del hemisferio norte, no aparece una representación
idealizada de los inmigrantes que soslaye o subestime sus precarias condiciones
materiales y consecuentes padecimientos, propio del contexto de exclusión social donde
transcurre la vida de muchos ellos. Sin embargo, una visión del inmigrante teñida de
cierta homogeneidad parece predominar actualmente en el imaginario académico:
suelen ser vistos como un grupo unido de hombres trabajadores manuales urbanos (no
rurales) de baja calificación y de origen latinoamericano, muchos de ellos ilegales, que
se desempeñan en la construcción o en el sector agropecuario. Sin lugar a dudas, esta
imagen atenta contra la heterogeneidad al interior de las mismas colectividades de
inmigrantes, y no sólo limítrofes, cuestión que nunca se deja de especificar en las
investigaciones más sólidas sobre el tema, y sugiere cuál es la mirada que se deriva
sobre el fenómeno migratorio.
42
McLaren (1997) propone distinguir diferentes tipos de multiculturalismo según su afiliación ideológica:
conservador, liberal, liberal de izquierdas, crítico y de resistencia. Posteriormente, plantea un
―multiculturalismo revolucionario‖ (McLaren, 1998). Es interesante destacar que Bharucha (2000)
cuestiona la multiplicación de adjetivaciones del multiculturalismo, ya que considera que el concepto
se vacía de un contenido preciso (Santos, 2003:30).
43
Véase Žižek, 1998; Sartori, 2001; Grüner, 2002.
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virtudes occidentales en la base de la estética nacional sobre la civilización y la
ciudadanía, no extensible a las demás formas que puede adquirir (McLaren, 1997:152).
Una de las principales acusaciones formuladas por la crítica liberal se relaciona con la
―balcanización cultural‖ que promovería el multiculturalismo en detrimento de la
cohesión social. Muy cerca de este planteamiento se encuentra la ofensiva
conservadora, la cual culpa al multiculturalismo de la destrucción de la unidad cultural, al
atacar aquél el canon cultural euronorteamericano. La siguiente explicación de Sartori
ilustra bien estas ideas: el multiculturalismo es ―un creador de diversidades que,
precisamente, fabrica la diversidad, porque se dedica a hacer visibles las diferencias y a
intensificarlas, y de ese modo llega incluso a multiplicarlas‖ (Sartori, 2001:123). Así
las cosas, la ―política de la diferencia‖ es vista como una verdadera amenaza a la
identidad y unidad nacionales y a los valores tradicionales. Por estos motivos, se lo
acusa al multiculturalismo de ―separatismo‖, atribuyéndole a su vez falta de
―universalidad‖. Desde sectores progresistas se le reprocha el ―perspectivismo‖ y
―esencialismo‖ que adopta el multiculturalismo, o una de sus expresiones, la política de
identidad, al basarse en características específicas más que universales –―(a)nte la negación
fundamentalista de la Particularidad, tenemos ahora la negación multiculturalista de la
Universalidad‖ afirma Grüner (2003:130 )– y al sostener una creencia en diferencias
esenciales entre los grupos culturales, lo cual implica la asociación de ―la diferencia con
un pasado histórico de autenticidad cultural en el que se desarrolló la esencia de una
determinada identidad; una esencia que supera las fuerzas de la historia, del contexto
social y del poder (Kincheloe y Steinberg, 1999:45)44.
Pero la acusación más contundente es aquella, proveniente del marxismo, que
atribuye al multiculturalismo insuficiente capacidad para desafiar el orden social existente,
esto es, la organización de la sociedad capitalista, o más aún, formar parte de la
ideología del capitalismo global. Obras de la corriente crítica norteamericana como las
de McCarthy (1993) y Ladson- Billings y Tate (1995) coinciden en señalar que el
multiculturalismo, o mejor dicho algunas de sus facciones, se han visto absorbidas por
el ―sistema‖, dirigiendo sus críticas a los fundamentos liberales del multiculturalismo.
Además de no ofrecer soluciones radicales a los problemas sociales, económicos y
políticos relacionados con la discriminación, la desigualdad y la explotación, reducen la
problemática multicultural a la promoción del respeto y la tolerancia, propiciando en
todo caso la proliferación de las diferencias en términos de ―unidad‖, entendida toda
diferencia en tanto análoga como equivalente, pero reconciliando las tensiones entre
ellas (Torres, 2001:252). Jacoby, por su parte, destaca la relación entre la diversidad
cultural y la sociedad de consumo y afirma que ―esas culturas diversas no ofrecen
opción ni al consumismo ni al capitalismo‖ (Torres, 2001:264). Desde esta perspectiva,
la preocupación multiculturalista estaría instalada en la incorporación de los distintos
grupos étnicos a la sociedad de consumo en vez de estar focalizada en su superación.
Žižek, asimismo, concluye que ―la problemática del multiculturalismo que se impone
hoy es el modo en que se manifiesta la problemática opuesta: la presencia masiva del
capitalismo como sistema mundial universal‖ (Žižek, 1998:177).
44
Es interesante observar, en el caso de los Estados Unidos, cómo las mismas políticas sociales promueven este
―esencialismo‖ al hacer efectivos ciertos derechos u otorgar ciertas ―ventajas‖ en base a la adscripción étnica
de los individuos.
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Acusaciones convergentes. Las investigaciones sociales dedicadas al análisis de
la ―cosa multicultural‖ –como por ejemplo aquellas relacionadas a colectividades
de inmigrantes– son cada vez más crecientes; sin embargo, la mayoría no tendrá
repercusión favorable alguna en las vidas de los actores sociales que de alguna
manera forman parte de la población en estudio (esto mismo ocurre con la
impresionante cantidad de estudios sobre la pobreza). No hay miras de que la brecha
existente entre la producción académica y la responsabilidad social se reduzca. En el
mejor de los casos, la elaboración teórica y empírica ha servido para visibilizar las
desigualdades, actuando a su vez como mecanismo de denuncia social. Esto no es en
absoluto algo insignificante, sin lugar a dudas ésta es una de las funciones de la
investigación, pero cabe preguntarse si es suficiente. Convencidos que a la
investigación social no sólo le cabe interpretar sino también cambiar el mundo,
tampoco sostenemos que ella deba considerar siempre su aplicación práctica (esta
sería otra discusión), pero sí sostenemos que parte de la obligación de intelectuales y
académicos es cuestionar y suprimir la perpetuación de la cosificación de los sujetos
sociales en los procesos de investigación, quienes pueden resultar muy útiles para
mantenerse y crecer en el sistema académico. Quienes realizan regularmente algún
tipo de trabajo de campo seguramente recordarán algún episodio donde los actores
sociales les hayan planteado que no quieren volver a ser utilizados. No deberíamos
dejar de preguntarnos acerca de los intereses y las necesidades que atienden nuestras
investigaciones.
Finalmente, no podemos pasar por alto la relación que puede llegar a establecer en
un futuro la academia argentina con el multiculturalismo. En nuestra opinión, el actual
discurso políticamente correcto que se declara a favor del multiculturalismo, sufrirá
un desplazamiento que lo llevará a pronunciarse en contra de todo proyecto
multicultural o multiculturalista. Se trata, a nuestra manera de ver, de la adopción
rápida y entusiasta de discursos críticos de manera acrítica. En este paso, por
ejemplo, se soslayan la precisión conceptual necesaria y las controversias teórico-
prácticas básicas para comprender y tomar partido respecto a las cuestiones
apremiantes que plantean los ya de por sí difusos contornos del fenómeno
multicultural. Pero dada la velocidad de este probable cambio, habría que pensar si
realmente existirá tal paso, ya que por momentos pareciera que hay un punto de
llegada pero no de partida: nos enteramos de la discusión del multiculturalismo
cuando ya se ha instalado como políticamente correcto un discurso en contra de él45.
A MANERA DE CIERRE
Las consideraciones realizadas en torno a las ausencias, ambigüedades y acusaciones
del multiculturalismo en la Argentina quizás sirvan para advertir los riesgos que
pueden correr las buenas intenciones si quedamos atrapados por el ―encanto
multicultural‖. Además, posiblemente sean útiles para preguntarse por la pertinencia
que tiene el uso del término ―multiculturalismo‖ como hecho social, categoría
45
Esto no responsabiliza a aquellos teóricos que, como Eduardo Grüner, buscan desmontar desde una
perspectiva crítica nociones como el multiculturalismo, sino a aquellos que adoptan una postura frente a
la cuestión multicultural a partir de una lectura simplificadora y reduccionista que no es cotejada, al
menos, con la realidad cotidiana de inmigrantes o indígenas.
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Recuperado el 4 de Abril de 2012 de http://www.iin.oea.org/Ninez_Discapacidad.pdf