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Itinerario} forn--.

div o s 610 Etapa pastoral

Ministerios laicales / Tercer encuentro comunitai-ló.l:


El ministerio de acólito
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Meta. El candidato comparte su experiencia en el ejercicio del ministerio de lector,


cor11prende I nejor la finalidad del ministerio de acólito y se dispone para recibirlo.
Comunkación. Se entiende que los seminaristas ya han ejercido, aunque sea
mínimamente el ministerio del lector después de haberlo recibido. En esta comunica-
ción se recogen las resonancias del contenido del encuentro anterior en su vida diaria.
Conviene dar el tiempo suficiente para que la comunicadón sea profunda. Según las
circunstancias puede convenir un breve recordatorio, sobre todo del sentido .espiritual
de la proclamaci"n d~ la Palabra.
Oración. Se han seleccionado las siguientes lecturas: He~ 4, 14-16. Muestra la obra
de Cristo, el nuevo sumo sacerdote que mediante la entrega de su vida, ha abierto
para todos lo s creyentes un camino libre de acceso al Padre, por ello podemos acer-
carnos con co nfianza a qios a través de la oración, de la liturgia y de la reunión comu-
nitaria. El salmo 43 centrado en la expresión del v. 4: Me acercaré al altar de Dios, al
Dios de mi alegría. Jn 4, 13-22. Se trata de un texto que es parte de la misma sección
del segundo signo, utilizada en el encuentro anterior. La novedad de Jesús se expresa
por la sustitución del templo; aquel templo nuevo, lleno de magnificencia, será susti-
tuido por el templo deJ cuerpo de Cristo, en el que se realizará el culto en espíritu y
en verdad. Co n este gesto '. Jesús rompe las fronteras entre el acto de culto y la vida
toda de la pt~rsona, que se entiende toda ella como culto agradable al Señor. Los
ministerios en la Iglesia, y en especial el acolitado debe_n ser comprendidos desde esta
perspectiva arnplia, rio como meras funciones litúrgicas, sino como verdadera consa-
gración de un;1 vida que es toda ella signo de la presencia salvadora de· Dios .
.
Contenido . Los seminaristas están acqstumbrados a hacer funciones litúrgicas, espe-
cialmente en l.::i función de acólitos . En general los seminarios diocesanos en.señan bien
a los muchach1Js a realizar estos roles. Se les ha enseñado a lo largo del proceso forma-
tivo la participación activa en la liturgia y un respeto profundo a lo sagrado. Han
desarrollado una serie de hábitos en esta dimensión. Han aprendido a utilizar los uten-
silios propios ele la liturgia, a seleccionar las plegarias en los libros litúrgicos y a ejercer
funciones men,Jres ºen la liturgia. Así como la recepción del ministerio de lector implica
para ellos un ~ aso adelante en , la unión con la Palabra, así la _recepción del ministerio
de acólito les e xige hacer una síntesis de todo lo aprendido en torno a la participación
sacramental y Iitúrgica .
El acólito queda instituido para ayudar al diácono y prestar su servicio al sacerdo-
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te. Es propio e fe él... distribuir como ministro extraordinario la sagrada Comunión
cuando faltan los ministros de lque habla el canon 845 del Código, o están imposi-
bilitados por enfermedad, ava~zada edad o ministerio pastoral, o también cuando el
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número de fieles que se acerca a la sagrada mesa es tan elevado que se alargaría dema-
siado la Misa. 1.n las mismas drd;unstancias especiales se le podrá encargar que exponga
públicamente a la adoración .d~ los fieles el sacramento de la Sagrada Eucaristía y ha-
cer después la reserva, pero que no bendiga al pueblo. Todas estas funciones las
Itinerario s formativos 611 Elapa pastoral

ejercerá más dignamente participando, con piedad cada día más ardiente, en la Sagra-
da Eucaristía, alimentándose de ella y adquiriendo un más pr9fundo conocimiento de
ella (Ministeria quedam, VI). El ministerio del acólito se sitúa en el contexto del don
de Cristo, que ha dado a la Iglesia ·el Pan de vida. Es así participación de esta misma
_entrega. La palabra "Cuerpo" tiene tres significados en los ritps litúrgicos. Se trata del
cuerpo de Cristo que es entregado, del cuerpo sacramental ' que está presente Y del
cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Así, el acólito, está ll~mado a vivir esta
triple dimensión:
• La de la entrega de sí mismo, de su cuerpo, que sigí;lifica toda su persona, a
ejemplo de Cristo. El servicio asiduo del altar no sólo se realiza en un altar
material, sino en el altar de la vida diaria y del trabajq c0tidiano.
. .
• La de una participación especial, más profunda y corhtemplativa, del misterio
de Cristo presente en las especies eucarísticas. Esta participación le hace minis-
tro idóneo de la Eucaristía en las celebraciones litúrgicas, pero de un modo
especial para llevarla a los enfermos. Se describe este modo de participación
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por el término "asiduidad", significa constante amor servicialidad ante Jesús
y ante el prójimo. 1'
·
• La de una contribución cualificada para la edificación del Cuerpo místico de
Cristo que es la Iglesia. Así como se propone un amor a la Palabra ele Dios y
·;; . . un amor a Jesús en la Eucaristía, se propone un amor'. profundo y fect1ndo a la
}¡: comunidad ·e n la cual la Palabr_a y _el Sacramento se ha·cE:n presentes.
Si se pone atención al ritual de la institución de acólitos. se descubrirá que esfe
ministerio se presenta como una p9 rticipación especial del misterio Cristo y específica-
mente de la Eucari~tía. Exige una profundización en el amor. Así dicen las oradones de
consagración y de los ritos complementarios:
• Padre misericordioso, que por medio de tu Hijo único, ha~ dado a la Iglesia el
pan de vida, bendice a estos hermanos nuestros, elegidos para el ministerio de
acólitos; que tu gracia, Señor, los haga asiduos en el servicio del altar, para que
distribuyendo con fidelidad el pan de vida a sus hermanos y creciendo siempre
en la fe y en la caridad, contribuyan a la edificación de tu Iglesia. Por Cristo
nuestro Señor, Amén.
• Recibe esta patena con el pan para la celebración de la Eucaristía, y vive de tal
forma que puedas ser.vir dignamente a la mesa del Señor.
Según la homilía del ritual , el ministerio del acólito implica una serie de actitudes
espirituales:
• Van a participar de una manera especial en las celebraciones litúrgicas de la
Iglesia ... van a vivir más intensamente el sacrificio del Señor y procurarán iden-
tificarse cada vez,más plenamente con él. Esfuércense por ir captando el senti-
do más profundo y espiritual de las acciones que realizan. Es todo el sentido
espiritual de · la participación de los misterios, de la veneración de las cosas
sagradas y del cuidado diligente -de las mismas.
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• Van a distribuir, como ministros extraordinarios, el Cuerpo . de/ Señor en la


comunidad de los fieles y especialmente a los más nec~sitados y·enfermos. El
sentido de llevar el Cuerpo de Cristo a los demás, con las actitudes de consue-
lo. aliento. estímulo .
.
• Amen con amor sincero al Cuerpo místico de Cristo, es decir, al Pueblo de
Dios. El amor al Pueblo de Dios se expresa en acdones que lo edifican. Desde
el modo de proceder en el liturgia hasta las acciones organizativas. Se trata de
mostrar el amor con actitudes concretas que vayan más allá de la subjetividad
para edificar objetivamente un cuerpo com_ún, respetando a los creyentes tal
como se respeta a Cristo.
Interpretando el ministerio de acólito en orden al presbiterado, con todo el senti-
do que se ha e:{plicado es parte integral del ministerio presbiteral. Las actitudes que
corresponden SE' continuarán expresando a lo largo de la vida sacerdotal en el acto de
comulgar el celE' brante antes que todos los demás. Lo hace así para mostrar que él es
el primero que I iecesita alimentarse con el Cuerpo de Cristo. Algo similar ocurre con el
hecho de distribuir fa Eucaristta personalmente. Se quiere expresar el afán por alimen-
tar al Pueblo de Dios con los dones recibidos de Cristo.
El ministerio del acolitado se ejercita también a través de una serie de actitudes
prácticas.
• La adecuada· preparación de las celebraciones litúrgicas. El ministerio del acoli-
tado se ejerce en la coherente preparación de las celebraciones litúrgicas que
sólo se puede hacer si quien las prepara comprende su ·orden y su orientación
específica . Aquí se puede .hablar de una mezcla de sentido común y de cono-
cimiento del valor. litúrgico, antropológico y sacramental de los ritos. Este
aprendizaje se puede dar en un sentido muy ampli~ cuando los seminaristas de
la etapa pastoral están insertos en una parroquia, por la multiplicidad de cele-
braciones y ocasiones que en ella se dan. Saber preparar, por · ejemplo, una
liturgia sacramental. jl!venil, popula_r o infantil.
• La enseñanza a los monaguillos. Una función típica del acólito instituido es la
enseñan1-a a los monaguillos. Al ser seminarista tiene un especial relieve esta
función por constituir p~ra los niños y jóvenes una referencia de aproximación
a la vocación sacerdotall. Además ·de los monagu_illos está la iniciación de los
jóvenes en la liturgia d~ la Iglesia, ·y muy especialmente de aquellos jóvenes
que ejercen el ministerio extraordinario de la Eucaristía en las misiones o en
otras circunstancias. 1 .

• Una verdadera actitud d~ servicio. Dice el ritual que el acólito sirve al diácono
y al presbítero. La fun_ci0n del acólito en torno al altar es un verdadero servi-
cio que debe ser realiza~o con diligencia, sentido común y humildad. Por su
parte los diáconos y presbíteros han de agradecer el servicio que se les presta.
Para tocios· es fundanie~tal que guarden el comportamiento adecuado en el
altar. Penosamente exist~n sacerdotes que se comportan inadecuadamente en
las funciones litúrgicas, P,o r ejemplo, ofendiendo a los a~ólitos y monaguillos o
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incluso utilizando malas palabras. Estas costumbres hay que desterrarlas de una
vez para siempre de 1~ vida de los seminaristas de 1~ etapa pastoral. Advertirles
con severidad que estén muy en guardia para no repetir esquemas de compor-
tamiento que lamentablemente se han hecho comunes.
'

El cuidado de los pobres y los enfermos. Subrayar el sentido social del ministe-
rio del acólito, que suele ser vivido tan profundamente por los ministros extra-
ordinarios de la Eucaristía; ellos se acercan a los enfermos no sólo para leerles
la Palabra de Dios y darles la Comunión, sino también para atender sus necesi-
dades corporales, cuidando muchísimas veces de su alimentación, de su aten-
ción médica, de la limpieza de sus casas, etc. Ellos son un vivo re(ordatorio de
lo que hacía Jesús· con los enfermos y con los p~bres, a quienes dio un lugar
especial en su ministerio y atendió con toda solicitud. Es un rasgo precioso
para la vida sacerdotal que configura al seminarista con Cristo sen,idor.

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