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Grupo Eucarístico “Hagan esto en memoria mía” (Lucas 22, 19)

ADORACION EUCARISTICA

LA ADORACION

La adoración es el culto de Latría (griego λατρεια (latría) – y significa “adorar”) que está reservado única y
exclusivamente a Dios. Rendimos Latría a la Santísima Trinidad: a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu
Santo. El culto de latría también incluye a la hostia consagrada, porque es el mismo Cristo, bajo las especies
de pan y vino en la Sagrada Eucaristía. Todo lo que hizo en el curso de los treinta y tres años, desde que nació
hasta que murió, lo continúa en el sacramento del altar. El verdadero espíritu de adoración consiste en esto:
Que la criatura se pierda a sí misma y se encuentre en el ambiente divino, y adore todo lo que Dios obra, y
que se una con Él.1

El Culto de Latría se debe solamente a Dios porque solamente Dios es el principio y fin de todo lo que existe.
Adorar significa reconocer a alguien como ser supremo y por tanto amarle sobre todas las cosas. Y esto es
posible solamente con Dios.

Mateo 4, 8-10:
"Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su
gloria, y le dice: “Todo esto te daré si postrándote me adoras.” Dícele entonces Jesús: “Apártate,
Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto." La Biblia de Jerusalén.

Lucas 4, 6-8:
"y le dijo el diablo: “Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido
entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya.” Jesús le respondió: “Esta
escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto.”

La Iglesia Católica en el Catecismo enseña lo mismo: 

No. 2096: La adoración es el primer acto de la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerle como Dios,
como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso.
‘Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto’ (Lc 4, 8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13). 

No. 2097:  Adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la ‘nada de la criatura’, que sólo
existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magníficat,
confesando con gratitud que El ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (cf Lc 1, 46-49). La adoración
del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del
mundo. 

1
Cuando la Virgen María se encontró con Jesús con la cruz sobre la espalda, en este encuentro dolorosísimo ella hizo un acto de
adoración profundísimo y simplísimo, y como el acto por cuanto más simple, tanto más fácil para unirse con Dios, Espíritu
simplísimo, por eso en este acto se fundió en El y continuó lo que obraba El mismo en su interior; y esto le fue sumamente más grato
que si me hubiese hecho cualquier otra cosa más grande, porque el verdadero espíritu de adoración consiste en esto, que la criatura
se pierda a sí misma y se encuentre en el ambiente divino, y adore todo lo que obra Dios y con el se una. Cf. Luisa Piccarreta,
Volumen 06, pag.454. Animo, fidelidad y suma atención, así como el silencio son necesarios para que “todo el interior, afectos,
latidos, deseos, respiros, se convertían en profundas adoraciones a la Majestad Suprema.” Luisa Piccarreta. Libro de Cielo, 17 de
diciembre 1903. Volumen 06, pág. 477.
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¿La adoración de la cruz supone caer en idolatría? Si bien en cuanto a la materialidad la cruz no merece culto
alguno, en cambio, considerada como símbolo por antonomasia de la pasión de Jesucristo, representa al
mismo Jesucristo en el acto de su inmolación. Por eso debe ser adorada con un acto de adoración de latría
“relativa”, en cuanto imagen de Cristo y por razón del contacto que con Él tuvo. Así lo explica la doctrina
teológica de Santo Tomás.2

El concepto clave es aquí la distinción entre adoración o culto de latría absoluta y latría relativa: latría
absoluta es la que se da a una cosa en sí misma (por ejemplo, a Dios, a Jesucristo, etc.); latría relativa es la que
se da a una cosa no por sí misma sino por la relación que guarda con la persona divina adorada (la cruz, por
ejemplo). Es por eso que portar una cruz o crucifijo no es algo antibíblico, como dicen algunos, sino todo lo
contrario.

ABSOLUTA La que se da a una cosa en si misma;


Ej: Dios, Jesucristo.
LATRIA

RELATIVA La que se da a una cosa no por sí misma sino por la relación que guarda
con la persona divina adorada (la cruz, por ejemplo).

Ahora bien, la adoración más que un culto externo se trata de una actitud interna. La verdadera adoración
consiste en el acuerdo de la voluntad humana con la Divina. El verdadero modelo de la adoración es la
Santísima Trinidad. “Mis verdaderos adoradores me adoraran en espíritu y verdad.” (Juan 4, 23).

¿Crees tú que sea verdadera adoración aquella en que la boca adora mientras la mente está en otra parte, o
sea, la mente adora y la voluntad está lejos de Dios? O bien, ¿que una potencia del alma (inteligencia,
memoria y voluntad) le adora y las otras están todas desordenadas? No, Dios quiere todo para El, y todo lo
que le ha dado en El, y éste es el acto de culto y de adoración más grande que la criatura puede hacerle.

El Papa Benedicto XVI ha dicho en su primera encíclica “Deus Caritas est” (n. 17): “El sí de nuestra voluntad a
la Voluntad de Dios une inteligencia, voluntad y sentimiento en el acto total del amor. (…) Querer la misma
cosa y rechazar la misma cosa, es lo que los antiguos han reconocido como auténtico contenido del amor: es el
hacerse uno semejante al otro, es lo que lleva a la comunión del querer y del pensar. La historia de amor entre
Dios y el hombre consiste precisamente en que esta comunión de voluntad crece en comunión de
pensamiento y de sentimiento, y así, nuestro querer y la Voluntad de Dios coinciden cada vez más: la
Voluntad de Dios ya no es para mí una voluntad extraña, que los mandamientos me imponen desde fuera,
sino que es mi misma voluntad, según la experiencia que, de hecho, Dios es para mí más íntimo que yo mismo.
Entonces crece el abandono en Dios y Dios se vuelve nuestra alegría”.

2
Suma Teológica, Tercera Parte, cuestión 25, artículo 4.
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Es decir, la verdadera y perfecta adoración está en el acuerdo completo de la unión de la Voluntad de Dios
con el alma. Por cuanto más el alma hace una su voluntad con la de su Creador, tanto más es completa y
perfecta su adoración, y si la voluntad humana no es una con la Divina, y mucho más si está de Dios lejana, no
se puede decir que es adoración, sino sombra, o bien como una tinta sin color, que no deja ni siquiera el
rastro; y si la voluntad humana no está dispuesta a recibir el beso de la unión de la Voluntad Suprema, en vez
de adoración puede ser insulto y desprecio. El primer acto de adoración es el de reconocer la Voluntad de su
Creador para cumplirla; si esto no está, con las palabras se adora pero con los hechos se insulta y se ofende. Si
quieres conocer el verdadero y perfecto modelo de la adoración, ve con Jesús en medio de las Tres Divinas
Personas.

¿Y cómo se adora a si misma la Santísima Trinidad? El primer acto de las Divinas Personas es el acuerdo
perfecto de la Voluntad de las tres divinas personas; y está tan unificada Su Voluntad que no se puede
discernir cuál sea la Voluntad de Uno o del Otro, tanto que si bien las tres Personas son distintas, son Tres,
pero la Voluntad es Una, y esta Voluntad Una produce un acto continuado de perfecta adoración entre las
Divinas Personas; la Una adora a la Otra. Este acuerdo de Voluntad produce igualdad de Santidad, de Luz, de
Bondad, de Belleza, de Potencia, de Amor, y establece entre ellos el verdadero reino del orden y de la paz,
dándoles alegrías y felicidades inmensas y bienaventuranzas infinitas.

Así que el acuerdo de la voluntad humana con la Divina es el primer anillo de conjunción entre el Creador y la
criatura, y de éste descienden en ella, como por un canal, las virtudes divinas y producen en ella la verdadera
adoración, el perfecto amor hacia su Creador, que elevándose desde dentro del mismo canal de conjunción
llegan a Él las varias tintas de las cualidades divinas. Y cada vez que el alma se eleva para sumergirse en esta
Voluntad eterna, tantas variedades de más de Belleza divina la embellecen y adquiere. Por eso, el alma que
hace la Voluntad de Dios es su entretenimiento y su contento, y le va dando de su Belleza, Amor, Santidad y de
todas sus cualidades; así que el alma que hace Su Voluntad, se puede decir que es el todo para El, y El es el
todo para ella.3

ACTO DE ADORACION

Póstrate ante la Divina Majestad Suprema y ofrece tus adoraciones, tus homenajes, tus
alabanzas, a nombre de todos con la Potencia de la Voluntad de Dios, con la Sabiduría y con
la Voluntad de Su mismo Amor Supremo.

EFECTOS: Dios sentirá en cada uno de nosotros la Potencia de Su Voluntad que se adora, la Sabiduría de Su
Voluntad que le glorifica, el Amor de Su Voluntad que le ama y le alaba. Y como la Potencia, la Sabiduría y el
Amor de las Tres Divinas Personas están en comunicación con la inteligencia, memoria y voluntad de todas las
criaturas, Dios sentirá correr nuestras adoraciones, homenajes y alabanzas en todas las inteligencias de las
criaturas, que elevándose entre el Cielo y la tierra serán el eco de Su misma Potencia, Sabiduría y Amor que le
adoran, que le alaban y le aman. Adoraciones más grandes, homenajes más nobles, amor y alabanzas más
divinas no podemos darle a Dios. Ningún otro acto puede igualar a estos actos, ni darle tanta gloria y tanto
amor, porque Dios ve aletear en el acto de la criatura la Potencia, la Sabiduría y el recíproco Amor de las Tres
Divinas Personas; Dios encuentra Sus actos en el acto de la criatura. ¿Cómo Dios no va a estimarlos y no darles
la supremacía sobre todos los demás actos?

3
San Alfonso Maria de Ligorio sobre como aceptar y amar la voluntad de Dios.
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Pero, hay personas soberbias, con un ego que se cree superior a los demás, incluso, superiores a Dios. L a
soberbia no hace más que hacer de sí mismo un ídolo, así que el alma soberbia no tiene a su Dios consigo; con
el pecado ha buscado destruirlo en su corazón, y levantando un altar en él se pone encima y se adora a sí
mismo.” Esta idolatría es muy común en nuestros días. En 1 Reyes 15, 22 a 23 se menciona la idolatría
cuando el hombre en vez de adorar la voluntad divina hace su propia voluntad.

A continuación vamos a diferenciar las diferentes formas de latría y las idolatrías.

LATRIA E IDOLATRIA (ADORACION A LOS IDOLOS)

En los primeros tiempos de la historia del mundo, hasta Noé, las generaciones no tuvieron necesidad de leyes,
ni hubo idolatrías (no diversidad de lenguas), sino que todos reconocían un solo Dios (un solo lenguaje),
porque tenían un alto concepto de mi Voluntad; en cambio, por cuanto más se alejaron de Ella surgieron las
idolatrías y empeoraron en males, y por eso Dios vio la necesidad de dar sus leyes como preservativo a las
humanas generaciones. Y por esto, quien hace mi Voluntad no tiene necesidad de leyes, porque Ella es vida, es
ley y es todo para el hombre.

Dios ha dado todo lo creado y las riquezas para que se sirvan de ellas para su santificación, pero se han servido
de ellas para ofenderle y formar un ídolo para su corazón, ¿Quieres saber entonces por qué las criaturas
carecen de los medios naturales y muchas veces les son quitados y se reducen a la más escuálida miseria?
Primero porque no poseen la plenitud de la Voluntad de Dios, segundo porque cambian las cosas naturales y
ponen en el lugar de Dios a la naturaleza, no ven en las cosas naturales al Supremo Querer, sino que
codiciosos se apegan para formarse una gloria vana, una estima que los ciega, un ídolo para el propio
corazón.

Pasa lo mismo, con los deseos y los afectos. El amor es todo para Dios y para el hombre, si cesa el amor
cesaría la vida, sin embargo hay dos especies de amor, uno espiritual y divino, y el otro corporal y
desordenado, y entre estos amores hay gran diferencia entre ellos por la intensidad, multiplicidad, diversidad,
se puede casi decir que es la diferencia que hay entre el pensar de la mente y el obrar de las manos, la mente
en brevísimo tiempo puede pensar en cientos de cosas, donde las manos apenas pueden hacer una sola obra.
Dios Creador, si crea a las criaturas, es el amor lo que hace que las cree; si tiene en continua actitud sus
atributos hacia las criaturas, es el amor el que a esto lo empuja, y sus mismos atributos del amor reciben la
vida. El mismo amor desordenado, como a las riquezas, a los placeres y a tantas otras cosas, no son éstas las
que forman la vida del hombre, pero si siente amor a estas cosas, no sólo forman la vida, sino que llega a
hacer de ellas un ídolo propio. Así que si el amor es santo forma la vida de la santificación, si es perverso forma
la vida de la condenación.

El apego de las criaturas al propio gusto, el hombre en lugar de apegarse al Donador se apegan a los dones de
Dios, idolatrando sus dones con ofensa al Donador, así que si encuentran su propio gusto hacen algo, más
bien, no hacen, sino que satisfacen el propio gusto; si no hay gusto no hacen nada, así que el propio gusto
forma una segunda vida en las criaturas. Miserables, no saben que donde está el propio gusto, difícilmente
puede estar el gusto divino, aun en las cosas santas. Así que recibiendo mis dones, las gracias, los favores, no
deben apropiárselos como cosas suyas, formando de ellos un gusto propio, sino tenerlos como gustos divinos,
sirviéndose de ellos para amar mayormente al Señor y prontos a sacrificarlos al mismo amor.

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DULIA, HIPERDULIA Y PROTODULIA

Hay que distinguir entre la Latría que se debe a una cosa entitativamente divina, en contraposición con la
adoración o veneración de dulía, que es debida a las cosas creadas pero sobrenaturalizadas, como los santos.

Entonces, la Latría se refiere al culto dado a Dios solamente, mientras que la Dulía es el término teológico que
designa el honor tributado a los santos- que también llamamos veneración. La Hiperdulía es la veneración
ofrecida a la Santa Virgen María.4  Y finalmente, la Protodulía o veneración al patriarca san José, padre
putativo de Jesús.5

Los protestantes dicen que solo debemos dar culto a Dios y que el culto dado a los santos y a la Virgen es
idolatría y citan a Mateo 4, 8-10. Nosotros los católicos diferenciamos el culto de Latría dado a Dios del culto
dado a los santos que es la Dulía. Los protestantes, por el contrario, argumentan que no existe tal diferencia
en las escrituras y que la Dulía se usa en las escrituras en un sentido negativo, como una esclavitud, y no en el
mismo sentido que el culto católico le da.

4
El término hiperdulía fue mencionado por primera vez en el Concilio Vaticano II, según la Constitución Dogmática Lumen Gentium,
en el capítulo 66 del año 1963, no existiendo referencia al término exacto desde antes del concilio a cargo del Papa Pío XI. La
constitución dogmática Lumen gentium distingue: “Este culto […] aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de
adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo [considerados en el cristianismo los tres como
personificaciones o prosopones del Uno y Único Dios, es decir la Santísima Trinidad], pero lo favorece muy poderosamente” (LG 66).
Este mismo texto es recogido por el Catecismo católico (cf. n. 971). Citado de : https://matergloriosa.wordpress.com/2016/10/09/la-
latria-la-dulia-y-la-hiperdulia/
5
Idem.
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Hay diferencias tanto de naturaleza como de grado. Los teólogos católicos insisten en que la diferencia es de
naturaleza y no solamente de grado; estando la dulía y la latría tan distantes entre sí como lo está la creatura
del Creador.

San Agustín (Ciudad de Dios) distingue dos clases de servitus: "uno que es debido a los hombres. . . que en
griego se llama Dulía; el otro, Latría, que es el servicio concerniente al culto a Dios". Por su parte, Santo
Tomás de Aquino (II-II:103:3), basa la distinción en la diferencia entre el supremo dominio de Dios y el que el
hombre puede ejercer sobre otro.

LATRIA DULIA HIPERDULIA-PROTODULIA


Solo a Dios. A los santos (hombres). Virgen María y San José
Culto. Honor. Veneración.
Supremo Dominio de Dios. Dominio que el hombre
puede ejercer sobre otro.

Leibniz, pese a ser protestante, reconoce que "discrimen infinitum ataque immensum" entre el honor que se
debe a Dios y el que se demuestra a los santos, y más adelante señala que esta diferencia "no sólo debe ser
inculcada en las mentes de oyentes y educandos, también debería manifestarse lo más lejos posible mediante
signos externos" (Syst. theol., p. 184).

Una mayor distinción es hecha entre dulía en sentido absoluto, el honor rendido a personas; y dulía en
sentido relativo, el honor rendido a objetos inanimados, tales como imágenes y reliquias.

En lo que respecta a los santos, la dulía incluye veneración e invocación; siendo la primera el honor rendido
directamente a ellos y la segunda teniendo en mente primeramente la ventaja del peticionario.

El culto de Dulía (Absoluta) está reservado a los ángeles y a los santos, es decir, rendimos culto de Dulía a los
ángeles, arcángeles, querubines, serafines, etc., a los santos canonizados por la Iglesia, entre ellos los
Apóstoles, Papas, Reyes, a los beatos, beatificados oficialmente por la Iglesia.

Si bien existe un culto de Dulía privado (a personas que conocimos y que nos fueron muy queridas), el culto
oficial es el público, a todos los que la Iglesia reconoce formalmente como santos y beatos, en ambos géneros,
mientras que la Dulía (Relativa) es rendir honor a sus imágenes o a objetos como sacramentales, etc.

Dicha Veneración conceptualmente incluye:

1. – Respeto profundo.
2. – Considerar al santo como una persona de grandes cualidades humanas.
3. – Considerar al santo como buen seguidor y amigo de Dios.
4. – Amarlos, (obviamente sin confrontar el primer mandamiento).
5. – Pedirles intercedan ante Dios por nosotros.
6. – Creer en la buena disposición de los santos hacia nosotros, y hacia las almas del santo purgatorio
(comunión de los santos).

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7. – Deseo de seguir el ejemplo del santo, imitar sus cualidades y procurar hacernos santos como
él/ella.
8. – Festejar en una fecha determinada a un santo o santa, como expresión de honor y honra hacia
ellos por ser héroes de la fe.
9. – Saludar las imágenes de los santos, como signo de devoción y para vivificar la comunión de los
santos.

El culto a los santos siempre ha estado presente en la Iglesia he aquí un claro ejemplo: El testimonio más
antiguo lo tenemos en el Martyrium Polycarpi (hacia el 156) «A éste [a Cristo] le adoramos por ser el Hijo de
Dios; y a los mártires los amamos con razón como discípulos e imitadores del Señor, por su adhesión eximia a
su rey y maestro» (17, 3).

ANEXO

Según el catecismo de la Iglesia Católica, el PRIMER MANDAMIENTO es:

«Yo, el Señor, soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti
otros dioses delante de mí. No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo
que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les
darás culto» (Ex 20, 2-5).

«Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, sólo a él darás culto» (Mt 4, 10).

I “Adorarás al señor tu Dios, y le servirás”

No. 2084: Dios se da a conocer recordando su acción todopoderosa, bondadosa y liberadora en la historia de
aquel a quien se dirige: “Yo te saqué del país de Egipto, de la casa de servidumbre”. La primera palabra
contiene el primer mandamiento de la ley: “Adorarás al Señor tu Dios y le servirás [...] no vayáis en pos de
otros dioses” (Dt 6, 13-14). La primera llamada y la justa exigencia de Dios consiste en que el hombre lo acoja
y lo adore.

No. 2085: El Dios único y verdadero revela ante todo su gloria a Israel (cf Ex 19, 16-25; 24, 15-18). La
revelación de la vocación y de la verdad del hombre está ligada a la revelación de Dios. El hombre tiene la
vocación de hacer manifiesto a Dios mediante sus obras humanas, en conformidad con su condición de
criatura hecha “a imagen y semejanza de Dios” (Gn 1, 26):

«No habrá jamás otro Dios, Trifón, y no ha habido otro desde los siglos [...] sino el que ha hecho y ordenado el
universo. Nosotros no pensamos que nuestro Dios es distinto del vuestro. Es el mismo que sacó a vuestros
padres de Egipto “con su mano poderosa y su brazo extendido”. Nosotros no ponemos nuestras esperanzas en
otro, (que no existe), sino en el mismo que vosotros: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob» (San Justino,
Dialogus cum Tryphone Iudaeo, 11, 1).

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No. 2086: «El primero de los preceptos abarca la fe, la esperanza y la caridad. En efecto, quien dice Dios, dice
un ser constante, inmutable, siempre el mismo, fiel, perfectamente justo. De ahí se sigue que nosotros
debemos necesariamente aceptar sus Palabras y tener en Él una fe y una confianza completas. Él es
todopoderoso, clemente, infinitamente inclinado a hacer el bien. ¿Quién podría no poner en él todas sus
esperanzas? ¿Y quién podrá no amarlo contemplando todos los tesoros de bondad y de ternura que ha
derramado en nosotros? De ahí esa fórmula que Dios emplea en la Sagrada Escritura tanto al comienzo como
al final de sus preceptos: “Yo soy el Señor”» (Catecismo Romano, 3, 2, 4).

La fe

2087 Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su amor. San Pablo habla de la
“obediencia de la fe” (Rm 1, 5; 16, 26) como de la primera obligación. Hace ver en el “desconocimiento de
Dios” el principio y la explicación de todas las desviaciones morales (cf Rm 1, 18-32). Nuestro deber para con
Dios es creer en Él y dar testimonio de Él.

2088 El primer mandamiento nos pide que alimentemos y guardemos con prudencia y vigilancia nuestra fe y
que rechacemos todo lo que se opone a ella. Hay diversas maneras de pecar contra la fe:

La duda voluntaria respecto a la fe descuida o rechaza tener por verdadero lo que Dios ha revelado y la Iglesia
propone creer. La duda involuntaria designa la vacilación en creer, la dificultad de superar las objeciones con
respecto a la fe o también la ansiedad suscitada por la oscuridad de esta. Si la duda se fomenta
deliberadamente, puede conducir a la ceguera del espíritu.

2089 La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle


asentimiento. “Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha
de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe
cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a
él sometidos” (CIC can. 751).

La esperanza

2090 Cuando Dios se revela y llama al hombre, éste no puede responder plenamente al amor divino por sus
propias fuerzas. Debe esperar que Dios le dé la capacidad de devolverle el amor y de obrar conforme a los
mandamientos de la caridad. La esperanza es aguardar confiadamente la bendición divina y la bienaventurada
visión de Dios; es también el temor de ofender el amor de Dios y de provocar su castigo.

2091 El primer mandamiento se refiere también a los pecados contra la esperanza, que son la desesperación y
la presunción:

Por la desesperación, el hombre deja de esperar de Dios su salvación personal, el auxilio para llegar a ella o el
perdón de sus pecados. Se opone a la Bondad de Dios, a su Justicia —porque el Señor es fiel a sus promesas—
y a su misericordia.

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2092 Hay dos clases de presunción. O bien el hombre presume de sus capacidades (esperando poder salvarse
sin la ayuda de lo alto), o bien presume de la omnipotencia o de la misericordia divinas (esperando obtener su
perdón sin conversión y la gloria sin mérito).

La caridad

2093 La fe en el amor de Dios encierra la llamada y la obligación de responder a la caridad divina mediante un
amor sincero. El primer mandamiento nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas y a las criaturas por Él y a
causa de Él (cf Dt 6, 4-5).

2094 Se puede pecar de diversas maneras contra el amor de Dios. La indiferencia descuida o rechaza la
consideración de la caridad divina; desprecia su acción preveniente y niega su fuerza. La ingratitud omite o se
niega a reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor. La tibieza es una vacilación o negligencia en
responder al amor divino; puede implicar la negación a entregarse al movimiento de la caridad. La acedía o
pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino. El odio a Dios
tiene su origen en el orgullo; se opone al amor de Dios cuya bondad niega y lo maldice porque condena el
pecado e inflige penas.

II “A Él sólo darás culto”

2095 “Las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad, informan y vivifican las virtudes morales. Así,
la caridad nos lleva a dar a Dios lo que en toda justicia le debemos en cuanto criaturas. La virtud de la religión
nos dispone a esta actitud.

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