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Resumen Lacan Completo
Resumen Lacan Completo
El elemento determinante en una neurosis es el Otro de la palabra, en tanto el sujeto se reconoce en él y en él se hace
reconocer. Se trata de una pregunta que se le plantea al sujeto en el plano del significante, en el plano de su ser (to be
or not to be).
Para ejemplificar esto, Lacan toma el caso del guarda del tranvía: Un día baja de su vehículo y tropieza, cae al suelo, es
arrastrado. Lo llevan al hospital donde no le encuentran nada, le hacen exámenes de punta a punta, le toman muchas
radiografías. Luego, aparece un dolor a la altura de la primera costilla, ante lo cual se echa, se acuesta sobre el lado izquierdo
y toma una almohada que lo bloquea. Va a un analista (Hasler) y este interpreta tendencias homosexuales. Lacan critica esta
visión de la teoría freudiana e indica que lo decisivo es lo que acontece cuando se hace los exámenes radiológicos. El sujeto
desencadena sus crisis durante los exámenes, y esta crisis (su sentido, sus modos, su periocidad, etc) se presenta muy
evidentemente como un fantasma de procreación. La pregunta que se hace ¿Soy o no capaz de procrear?, pregunta que se
sitúa en el nivel del Otro, en tanto la interrogación por la sexualidad está ligada a lo simbólico. El sujeto se pregunta ¿Qué
soy? ¿Soy?, está en relación al ser. La pregunta fue despertada, se desencadeno la descompensación de su neurosis y se
organizaron sus síntomas.
La realización de la posición sexual en Freud, está vinculada al atravesamiento del complejo de Edipo, que le hace al
sujeto desear el objeto de otro y poseerlo por procuración de otro. En tanto la función del hombre y la mujer está
simbolizada, dado que se arranca del dominio imaginario, es que se realiza toda posición sexual acabada. Inversamente,
la relación de identificación a partir de la cual el objeto se realiza como objeto de rivalidad está situada en el orden
imaginario. En este entrecruzamiento entre simbólico e imaginario subyace la fuente de la función esencial que cumple
el yo en la estructuración de la neurosis. La forma neurótica de la pregunta es, como tal, la pregunta no desplegada. La
tópica freudiana del yo muestra como una o un histérico, o un obsesivo, usa su yo para hacer la pregunta, es decir, para
no hacerla. También afirma Lacan que la neurosis supone además una respuesta anticipada, para no llegar al lugar en el
que la pregunta no tiene respuesta. Dado que falta material simbólico para decir de la mujer y de la muerte, es en S(A) el
punto en que el Otro no responde.
Sin llegar al lugar donde la pregunta no se responde, el neurótico desvía el recorrido tomando por el cortocircuito del
fantasma y respondiendo así la pregunta anticipadamente, preguntándose pero sin hacerlo. La respuesta por el
fantasma ($<>A) es la manera neurótica de regular el deseo. Lacan indica que es la característica dela gente normal,
norme mâle, norma macho.
Contingencias diversas empujan al neurótico al borde del agujero que por todos los medios
pretende evitar, esto hace conmover, tambalear la respuesta anticipada que el neurótico
sostiene a nivel del fantasma: se sitúa allí la vacilación del fantasma, que se sigue del golpe
que se sufre por algún encuentro con lo real. Es esto lo que permite la entrada en análisis, con
el despliegue de la pregunta.
B. La identificación: Lectura de Lacan de las identificaciones del capítulo VII de “Psicología de las masas y análisis del yo”.
Identificación histérica, relación con el deseo insatisfecho. Identificación viril en la histeria, respuesta anticipada a la
pregunta por la mujer: hacer de hombre. Identificación con el padre muerto en la neurosis obsesiva, relación con el deseo
como imposible. El yo en la histeria y la obsesión: fragmentación funcional histérica, fortaleza obsesiva.
La histérica en el modo hombre de abordar al Otro sexo, hace de hombre, se identifica con el hombre, ya que sólo desde ese
lugar podrá responderse anticipadamente la pregunta por la mujer. En “El psicoanálisis y su enseñanza”, Lacan afirma que la
histérica captura a la otra mujer, sustituto del otro imaginario en el que se ha quedado detenida (demora sufriente). Así, la
histérica se pone a prueba en los homenajes dirigidos a otra, y ofrece la mujer (en la que adora su propio misterio, la Otra),
al hombre (al que se identifica) sin poder gozarlo.
¿Por qué sin poder gozarlo? Porque el deseo histérico, el deseo insatisfecho es un modo de gozar. Ella se sostiene como una
deseante insatisfecha, nada de lo que a ella le toca en suerte puede colmarla, dado que seguramente Otro tiene lo que a ella
le falta y se trata de que no se lo quiere dar. Este insistente resaltar la falta de su lado no tiene otro fin que sostener otro
completo, garantizar la consistencia del Otro -S(A) No barrado. Si se consideran a las histéricas como castradoras, es porque
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para castrar al Otro se lo debe suponer como completo. Haciéndose ella el supuesto agente de la castración del Otro,
desconoce que el Otro no la precisa para estar castrado. La cusa de la castración del otro deviene una refinada manera de
mantenerlo completo.
En la neurosis obsesiva, la forma de no saber de la falta del Otro, de su castración, se manifiesta en que el mundo entero se
vuelve imposible al hacerse esclavo de otro al que eleva al lugar de amo para no saber de sus deseos (ni de los propios, ni de
los del otro, que encarna en el obsesivo el lugar del Otro, como la otra mujer en la histeria). El obsesivo solo se pone en
relación con lo que el otro le demanda, degrada el deseo del Otro a su demanda.
“Sus deseos son órdenes” dice el genio, “en lugar del deseo del Otro: sus órdenes, sus demandas” dice el obsesivo.
En la obsesión, se resalta la unidad del Yo que es comparada con una fábrica fortificada. El sujeto queda atrapado en la
rigidez de la ilusoria unidad de su fortaleza yoica. Se refiere a los “laberintos de la neurosis obsesiva” dado que estos son una
construcción enredada y confusa, con múltiples caminos que no llevan a ninguna parte, permanecen aislados de la salida.
Unidad del Yo – Fortificación - Laberinto
En efecto, la fortaleza no deja nunca de ser un encierro, prima la sensación subjetiva de estar inmovilizado. Se ubica el Yo en
su resistencia esencial al proceso de hacerse a las variaciones del deseo. Resulta una clara tensión entre el Yo y el deseo,
mientras que el Yo, en su ilusión de unidad y autodominio implica fijeza y encierro, el deseo implica variaciones y
movimientos que lo sacan de su “fortaleza”.
C. El fantasma, el deseo y el goce: El deseo neurótico fijado al fantasma. Interferencia del fantasma en la formación de
síntomas neuróticos. Fantasma y pulsión. Pantomimas en la histeria y la obsesión. La relación de la histérica con la otra
mujer: suposición del goce de la otra. Espectáculo, hazaña y riesgo en la obsesión. Fórmulas del fantasma histérico y
obsesivo. Deseo insatisfecho, deseo imposible. Degradación del deseo en demanda en la neurosis obsesiva: prevalencia de la
analidad. Fantasma de oblatividad. (177). La procrastinación. (167-169) El obsesivo y la mirada. (138-139, 177). La
insatisfacción histérica como un modo de goce: goce de la privación.
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La segunda vertiente se relaciona con la evitación del desdoblamiento, lo cual torna la meta radicalmente inaccesible. EJ: o pierdo el
interés por esta mujer cuando la coquisto, o bien mantengo un encendido deseo por aquellas que no puedo tener.
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de la misma, permaneciendo mortificado en lo imaginario: Si el obsesivo se mortifica es porque se apega a su yo. Esta
objetalización de sí mismo no se debe a una inclinación o a un don introspectivo. En la medida en que evita su propio deseo,
presentará todo deseo en el cual se embarque (así fuera en apariencia), como deseo de ese otro él mismo que es su yo.
Si bien ambos fantasmas (Hy y OBS) son modos de no saber de la castración del otro, presentan diferencias:
En la histeria, el Otro está sin barrar, y el sujeto ubicado como un objeto que se sustrae, el que introduciría su falta. El
falo está escrito bajo la barra, esta reprimido, y es negativizado para destacar su valor de falta. A su vez, losange se lee
como “deseo de”, ya que la histérica desea hacer desear al Otro, hacerle “falta” al Otro que supone completo.
Fantasma histérico: a◊A “Sujeto desea un Otro completo para hacerle falta”
-φ
El obsesivo supone una falta en el Otro, por lo que éste esa barrado, lo cual resultaría colmada a través de una serie de
objetos cesibles otorgados como dones, con los que respondería a la demanda del Otro. Se trata aquí de la reducción del
deseo a la demanda, lo que le asegura su valor fálico para el Otro. Es por eso que el falo esta positivizado y no bajo la
barra, permaneciendo en el plano de la consciencia. Este falo imaginario es equivalente a la imagen idealizada que
sostiene en la hazaña, aquella que le brinda una satisfacción narcisista.
Fantasma obsesivo: A ◊ φ (a, a, a’’, a’’’…) “El Otro barrado con deseo degradado a la demanda, se completa con
objetos cesibles que lo colman”
Lacan, en el Seminario 6, se centra en la estructura misma del deseo: insatisfacción e imposibilidad son dos
características estructurales del deseo, que aparecen acentuadas de modo diferente en las dos posiciones neuróticas:
En la estructura histérica, para sostener el deseo, el sujeto cultiva la insatisfacción, especialmente en el deseo del Otro.
La posición histérica acentúa el lugar del Otro como lugar del deseo. El sujeto se acerca, busca, produce situaciones en
que su deseo se pone en juego, siempre en relación con Otro, porque el deseo es siempre el deseo del Otro. El deseo
humano es desear el deseo del Otro. La histeria acentúa la vertiente del deseo.
En la estructura obsesiva, se apoya en la imposibilidad misma del deseo. El obsesivo promueve la relación con el objeto
como condición absoluta de deseo. La imposibilidad implica como consecuencia el alejamiento de los lugares,
momentos y situaciones en que el deseo está en juego. Se acentúa una vertiente diferente (que la de la histeria) del
deseo, la vertiente del objeto, del fantasma: en el obsesivo queda puesto en primer plano la oposición del deseo del
sujeto con el deseo del Otro. El obsesivo acentúa el objeto como causa de deseo. La manera más radical de acentuar la
imposibilidad del deseo es la de cultivar la indeterminación del sujeto, y esto es lo que hace el obsesivo bajo distintas
formas más o menos disimuladas: no estar nunca en el lugar que tiene que estar, o estar en varios lugares para no estar
en ninguno.
Hay otra perspectiva, a partir de la dialéctica Hegeliana, donde se plantea la imposibilidad del deseo. Se plantea una
lucha por el reconocimiento que tiene como límite la muerte: aquel capaz de arriesgar la vida pasará a ser el Amo y
quien, atemorizado frente a ese borde, procure mantener su ser vivo, queda en la posición del Esclavo. El sujeto
obsesivo presentaría una variante, aceptando la posición de Esclavo y quedando a la espera de su libertad, una vez
muerto el Amo: en efecto, la defensa obsesiva por excelencia frente al ser-para-la-muerte, es la posición de espera. Él
es, por lo tanto, un esclavo que espera la muerte del Amo para comenzar a vivir. El obsesivo no está allí, porque su
defensa lo sustrae del acto (no está implicado a nivel del deseo), solo está allí porque debe cumplir con la demanda del
amo de turno que erige en su fantasma. El deseo se torna imposible porque el sujeto sabe arreglárselas para instituir
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algún Otro que lo prohíba. Espera la muerte del amo para empezar a vivir, pero al escapar de la asunción del “ser-para-
la-muerte” (la cual comporta el verdadero riesgo), el obsesivo queda detenido en una muerte imaginaria que se instala
en su vida, coagulándola.
Desde esta perspectiva se introduce y analiza la dialéctica de la necesidad, la demanda y el deseo. El registro simbólico
impone al sujeto, para satisfacer sus necesidades, dirigirse al otro con un pedido que no se puede formular sino con
significantes. En esto consiste la demanda. De allí que el sujeto dependa del Otro tanto para satisfacer la necesidad
misma como para disponer de los stes con los cuales demandar. El Otro queda como omnipotente, en el lugar del amo
que puede aceptar o rechazar la demanda del sujeto, es por esto que se “duplica”: más allá de la demanda particular y
en cada una de ellas, el sujeto demanda la “buena disposición de la voluntad del Otro”, esto es, la demanda de amor. A
su vez, los stes de la demanda nunca coinciden exactamente con la singularidad de una necesidad, por lo que la
frustración de la necesidad se impone por estructura, así, el Otro como omnipotencia supuesta originariamente, queda
como el que rehúsa a dar la satisfacción. Surge así el deseo, que representa el intento de recuperar la singularidad de la
perdida de la necesidad, en su pasaje a través del ste de la demanda. El deseo no coincide con el ste, siempre lo
desborda, se ubica más allá de cada demanda particular y más acá de la demanda de amor. A partir de esto, Lacan
conceptualiza la estructura obsesiva en términos de la demanda y del deseo en la relación del sujeto con el otro y con el
Otro.
Ahora bien, si el deseo es lo que se produce en la hiancia que la palabra abre en la demanda, y por lo tanto está más allá
de toda demanda concreta, queda claro que toda tentativa de reducir el deseo a algo cuya satisfacción se demanda
tropieza con una contradicción interna. La demanda de muerte, que está en el horizonte de toda demanda del obsesivo,
constituye para el sujeto un callejón sin salida, porque su realización implicaría la destrucción del Otro que, como es el
lugar necesario para articular cualquier demanda, resulta imperioso mantener. Esto da origen a una de las formas del la
ambivalencia, que consiste en un movimiento de oscilación entre un extremo y el otro. Entre ambos se encuentra el
deseo, anulado, pero cuyo lugar se sostiene. Esta oscilación en la demanda se reproduce también en el deseo: cada vez
que el sujeto obsesivo se acerca al objeto de su deseo, este se esfuma. Aquí el deseo demuestra llevar la marca del
hecho de que el obsesivo ha abordado de entrada el deseo como algo que se destruye, porque se le presento como el
de su rival; el acceso por parte del obsesivo a su deseo queda afectado por esta marca que hace que todo acercamiento
lo haga desvanecerse. Hay otros dos recursos para sostener al Otro de la demanda: el regalo, un don del sujeto al Otro,
que se ubica en el centro de las conductas oblativas del obsesivo; y el desafío, relacionado con la hazaña, quiere hacer
algo fuera de lo común que quede registrado, requiere de un rival, un semejante, pero no es suficiente, ya que para
ganar un desafío hace falta alguien que registre y aporte la garantía del testimonio: hay que localizar al Otro, al tercero,
aquel para quien el sujeto actúa y al que como espectador invisible le ha adjudicado el papel de registrar.
Para cubrir el deseo del Otro, el obsesivo tiene una vía, es el recurso a su demanda. Estas vías están siempre marcadas
por una condena original, le es preciso hacérselas autorizar: es preciso que el Otro le demande eso. En tanto que la
evitación del obsesivo es la cobertura del deseo del Otro por la demanda del Otro, a (el objeto de su causa) se sitúa allí
donde la demanda domina, o sea, en el estadio anal, donde “a” no es puramente el excremento, sino que es el
excremento en tanto demandado.
La constitución del sujeto requiere la presencia del Otro (A) que, como lugar de los significantes, lo precede. El Otro es
anterior al sujeto tanto lógica como temporalmente. En el proceso de constitución del sujeto en el Otro queda un resto,
Hay algo del viviente que no queda apresado por el significante y ésto es el objeto a. El objeto a, en tanto resto de la
operación significante, es también un efecto del lenguaje. El sujeto y el objeto son los dos efectos mayores de la
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estructura significante. El sujeto es efecto y el objeto a es producto. El objeto a carece de representación, tanto en el
nivel significante como en el registro de lo imaginario. La angustia es la única manifestación o indicador de presencia del
objeto a. Lacan ya no piensa al objeto a como objeto del deseo, sino como causa de deseo, plus de gozar.
En este Seminario, Lacan comienza a delinear el objeto en su dimensión Real: el objeto a. Lacan plantea un esquema de
5 pisos en la constitución del objeto a, a partir de la relación del Sujeto con el Otro. Esto vale para todo ser hablante
PRIMER PISO: NIVEL ORAL, La primera operación se trata de barrar al Otro; el objeto a agujerea al Otro. El (a) es el seno,
está entre medio porque ninguno de los dos lo tiene, es algo que separa al sujeto del campo del Otro, que no pertenece
a ninguno pero es de los dos. En el plano de la relación con el objeto oral no hay necesidad del otro sino necesidad en el
Otro, en el nivel del Otro. Es en función de la dependencia respecto del ser materno que se produce la disyunción entre
el sujeto y a, el seno. El seno forma parte del mundo interior del sujeto y no del cuerpo de la madre. El niño no entiende
que el seno es el límite respecto del Otro, cree que cuando tiene la teta tiene al Otro.
SEGUNDO PISO: NIVEL ANAL tiene por primera vez la posibilidad de reconocerse en un objeto, donde a es el
excremento*
TERCER PISO: NIVEL FÁLICO, donde el objeto a es el falo negativizado. Acá aparece la función del “menos phi” (-ϕ). La
función del objeto a es que, en tanto falta este objeto, permite cierto orden de encuentro sexual entre dos cuerpos. En
este piso lo que se encuentra en la función del objeto a es, para Lacan, Goce en el Otro.
CUARTO PISO: NIVEL ESCÓPICO, donde el objeto a es la mirada. Acá el sujeto se enfrenta con la Potencia en el Otro.
Esta potencia es algo que el sujeto supone, es un espejismo. Se supone al Otro completo, que no le falta nada, que es
potente. Hay una importancia en el obsesivo de la mirada del Otro invisible pero omnipresente que lo observa desde el
palco y registra y convalida sus hazañas. Otro en cuyo lugar se ubica y se contempla a sí mismo como otro. Lo que ofrece
el obsesivo a la mirada del Otro es su propia imagen como su don. Se trata de una proyección del sujeto en el campo del
ideal, desdoblado entre por un lado el alter ego especular, el yo ideal, y por otro el ideal del yo. Allí donde se trata de
recubrir la angustia el ideal del yo, adquiere la forma de todo poderoso. El obsesivo cree que lo que se ama de él es su
imagen, que la da al otro. Se la da al otro al punto de que se imagina que el otro ya no sabía de que agarrarse si esta
imagen llegara a faltarle.
QUINTO PISO: NIVEL INVOCANTE donde el objeto a es la voz. Acá es donde debería emerger el Deseo en el Otro (lo que
implica comprender que el Otro está barrado; pues si desea, es porque algo le falta
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El objeto anal es el primer soporte de la subjetivación porque es aquello por lo cual el sujeto es requerido a manifestarse
como sujeto, tiene que entregar un resto irreductible a lo simbólico. En el nivel anterior, en el oral, cree que (a) es Otro.
En el nivel anal, en cambio por primera vez se reconocen en un objeto que lo representa en tanto viviente.
Se trata siempre de la constitución del sujeto en relación con el Otro. El excremento entra en la subjetivación por vía del
Otro, porque el Otro, representado por la madre, lo demanda. Es un objeto especial pedido por la madre. Entonces, el
objeto anal es una forma de objeto a no por su materia o su función corporal sino porque es demandada por el Otro.
La demanda aquí tiene un papel determinante y es en dos tiempos. Lacan se pregunta cómo puede ser que un
excremento tenga valor para una persona en el desarrollo de su subjetividad. Lacan responde: es gracias a la demanda
del Otro (en este caso, de la madre) que el excremento adquiere valor libidinal. El niño ve que el excremento es
importante para el Otro (que pide que retenga y que expulse). Es elevada a un valor muy especial porque aporta a la
demanda del Otro su satisfacción. No sólo el Otro la aprueba y le muestra atención sino que añade todas esas
dimensiones suplementarias como la limpieza dotada de efectos erógenos indiscutibles. El objeto excremencial
entonces, tiene un valor libidinal porque aporta placer al Otro. Así, el niño eleva al excremento a un valor especial,
valorizado, ya que aporta a satisfacer la Demanda del Otro. Luego se le pide, se le demanda, que lo suelte, que lo
expulse. El niño no entiende aquí la inconsistencia de su pedido. En ésta primera relación con la demanda del Otro nos
encontramos con un reconocimiento ambiguo. Y la oposición, funda dos puntos extremos entontrándose en el origen de
la ambivalencia que caracteriza al obsesivo.
La importancia del primer tiempo de la demanda del Otro, por el hecho de que, para dar lo que el otro pide en las
condiciones adecuadas tiene que comenzar por reternerlo, cobra importancia también porque se ejerce contra la
tendencia natural de la función biológica, contra la acción de la necesidad y el goce de expulsar las heces. De aquí la
forma plena del deseo en el nivel anal, surge como deseo de retener y está ligada inicialmente a la inhibición de la
función corporal y el goce que ésta implica. Lo podemos reconocer en los deseos del obsesivo que se manifiestan
siempre en alguna forma de inhibición, cómo defensa en relación con el goce. La inhibición es un rasgo esencial en el
deseo obsesivo, encuentra su otra cara en la compulsión, donde se trata de que el sujeto no puede inhibir, “no puede
retener”.
El excremento toma un valor de “agalma” (valor agalmático, interesante, precioso). Pero es necesario conectar este
objeto a excremencial con otro faceta del objeto a para comprender completamente el “por qué” del valor agalmático
del excremento: este valor solo se comprende si se lo relaciona con el falo (con la angustia por su ausencia, la angustia
fálica del Complejo de castración). El objeto a excrementicio simboliza la castración; toma esta significación de manera
retroactiva (una vez que fue alcanzada la etapa fálica, el excremento logra esta significación fálica). Simboliza a la
castración ya que al pedir que expulse, se le pide que pierda una parte del propio cuerpo. El deseo del obsesivo, dice
Lacan, se sitúa como una suplencia: cuando accede al estadio fálico, como todo neurótico, ve imposible su satisfacción
allí; por ello vuelve a tomar el objeto a excremencial (en el deseo de retener; hace del objeto a excremencial un
tapón). El obsesivo pone un tapón de excremento en el lugar del Deseo del Otro, y lo transforma en Demanda del Otro
(lleva al Otro a la lógica anal).
¿Cómo es que la insatisfacción podría inscribirse como un goce, si lo suponemos a este como un exceso?
Si el goce se ubica siempre del lado de un demasiado, eso deja espacio aún para gozar del “demasiado poco”.
Encontramos aquí la para histérica el goce del poco gozar. La insatisfacción supone ya para la histeria una recuperación
del goce. Paradojicamente el “menos” del goce se vuelve aquí un “plus de gozar”.
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Si no hay un “goce-todo”, si hay falta de goce en el Otro, el deseo insatisfecho (como modo de goce) suple este defecto
estructural que presenta el campo del goce constituyendo ya una respuesta al impasse de gozar, dándole consistencia.
La posición histérica como “goce de la insatisfacción” no se sustenta más que ubicando en su meta la suposición de un
todo de goce, de un lugar de goce absoluto respecto del cual, aquel que a ella le toca en suerte puede ser planteado
como exiguo (insuficiente/escaso).
En el Seminario 16, Lacan plantea que se dice que lo que la histérica rechaza es el goce sexual, pero en realidad ella
promueve el punto al infinito del goce como absoluto. Y es porque este goce no puede ser alcanzado por lo que ella
rechaza cualquier otro, que respecto a esa relación absoluta que procura plantear, tendría un carácter de disminución.
El goce de la histérica no puede plantearse como exiguo más que en relación con el que efectivamente le supone a otra
mujer. Hay que aclarar que este goce absoluto supuesto a la otra en realidad no existe, pero eso no impide a la histérica
darle alguna consistencia en el horizonte de su insatisfacción, y que ello tenga eficacia. Con su fantasma, ella sostiene el
pretendido goce de la otra, es la otra la que goza en su lugar. De modo que hay siempre la otra para una histérica. Hay
que destacar que el goce de la otra al que la histérica da consistencia por su deseo insatisfecho, no es el goce femenino.
La histérica no supone otra cosa, que la otra goza “como una mujer”. La histérica dice desde el lugar del “mal-decir”,
desde el lado del hombre, que la otra goza como una mujer: confunde el goce femenino con el pretendido goce de la
Otra.
Dora encuentra en el plus de goce dejarle a la Otra aquello que el hombre está dispuesto a ofrecerle. El tercer hombre
(Sr.K), su valor reside en el órgano para que la Otra la prive de él. Goce de ser privada de goce, que queda del lado fálico
pero no alcanza.
D. La angustia: Algunas formulaciones de Lacan acerca de la angustia. La angustia no es sin objeto. La angustia se produce
ante la falta de la falta. La angustia frente al deseo del Otro. Diferencia con el terror ante el goce del Otro. El fantasma,
defensa frente a la angustia. De la angustia al miedo: la fobia, respuesta frente a la angustia.
LA ANGUSTIA NO ES SIN OBJETO: es decir que tiene un objeto, es ante ALGO, pero no se puede nombrar, no hay un ste, el
sujeto no puede decir qué es. A la angustia, el inconsciente intenta ligarla, tratar de nombrar lo real, es decir, darle una
tramitación simbólica.
LA ANGUSTIA SE PRODUCE ANTE LA FALTA DE LA FALTA: es decir, se da cuando el sujeto se encuentra con que el otro esta
castrado: S(A/) (ste del Otro barrado.
LA ANGUSTIA FRENTE AL DESEO DEL OTRO: Cada estructura tiene una "tipo" de FANTASMA, que es una construcción
Simbólica e Imaginaria frente a ese encuentro con lo Real. El fantasma es un modo de desconocer que la falta es estructural
(el A esta barrado), y entonces, cuando el fantasma vacila, el sujeto se encuentra con la angustia. El deseo es el deseo del
otro, y en cada estructura (N.O - histeria - fobia) el sujeto con su fantasma busca formas de anular ese deseo.
Neurosis Obsesiva.: d0 (deseo sub cero). Intenta matar el deseo, lo posterga, procrastinación, inventa trabas para no
arriesgarse demasiado. Es el "deseo imposible"
Histeria: dx. (deseo como incógnita) Promueve la impotencia del A y la insatisfacción. Goza de la privación. Siempre cree que
hay "la otra" que goza más que ella. Es el "deseo insatisfecho".
DE LA ANGUSTIA AL MIEDO, LA FOBIA COMO RESPUESTA A LA ANGUSTIA: La angustia es frente a un objeto que no se
puede nombrar. Luego, se le asigna un objeto, por lo que la angustia se transforma en MIEDO (por ej, caballo en Juanito). Y
finalmente, se arman los "parapetos", ese objeto se anuda a otras cosas. Así se constituye la FOBIA. Es una respuesta a la
angustia porque le asigna un objeto, la hace nombrable, permite una tramitación simbólica de esa angustia real.
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E. Neurosis, discursos y sexuación: Fórmulas lacanianas de la sexuación. Goce fálico y Otro goce. Histeria y feminidad.
Oposición entre histeria y feminidad. La histeria del “lado hombre”. Goce femenino y goce en la histeria. Una histérica, no-
toda histérica.
Fórmulas de la sexuación:
Lado Hombre Lado Mujer
Lacan plantea que hay un goce otro para el lado femenino, otro goce. Si hay un goce que se regula por la ley del padre, el
goce fálico, hay además un goce propiamente femenino que resiste al encuadramiento que proviene de la ley. De esta
manera si puede considerarse al Complejo de Edipo como la maquinaria que regula al goce falicizandolo, puede indicarse
que una mujer es no-toda tomada por aquel. No es que a la mujer no la alcance la castración, si lo hace y el goce entonces se
regula por el falo pero no-todo. Sólo con el sepultamiento completo del Edipo, como ocurre en el varón, el goce se inscribe
“todo” del lado del falo. En el Edipo de la mujer falta el motor de su sepultamiento que sí presenta y es la angustia de
castración. Alli donde la mujer no disuelve su complejo, no está toda tomada por este.
El hombre solo dispone del goce fálico, su propio órgano le hace obstáculo: solo goza del órgano y no del cuerpo del Otro
como tal. Es mediante el fantasma que el hombre consigue el goce sexual. Consigue el goce sexual fálico, que viene en lugar
del goce Otro que no hay, en eso común que encuentra en la serie de mujeres o en la serie de pasos en la persecución de
una misma mujer. Eso común que se repite es su condición erótica, ese elemento, esa que es el objeto de su fantasma. Es la
estrategia masculina para alcanzar la infinitud. Solo tiene que conformarse con gozar, no del Otro como tal, o del cuerpo del
otro, sino de ese elemento común que encuentra en cada mujer con la que puede, porque no puede con todas.
Lacan va hablar sobre las fórmulas de la sexuación para diferenciar el goce fálico de Otro goce. Dice que aquel (hombre o
mujer) que se ubica del lado del hombre en las fórmulas queda sometido a la función fálica, a la regulación fálica del goce,
queda inscripto y articulado a la castración. Para que ocurra esto tiene que haber uno que dice que no a la función fálica,
porque no hay regla sin excepción. Así, con la excepción queda formalizado el mito freudiano en donde para todo hombre
opera la función fálica porque hubo una excepción, el padre de la horda. Con la excepción, la función del padre limita el
goce, lo introduce en la carretera principal, pone límites. Si en cambio, nos situamos en el lado femenino de la fórmula, lo
que aparecerá es la negación de la excepción. No existe excepción, por lo tanto no podrá armarse un conjunto. Lacan habla
así del “no todo” del lado de la mujer. Como no hay la excepción para las mujeres, cada una se torna excepcional. El no todo
no se refiere a una dimensión de incompletud, sino a la inconsistencia lógica de la serie infinita que impide cerrar el
conjunto. Es por esto que por eso para una mujer puede haber algo del goce que vaya más allá de aquel regulado
fálicamente, es lo que Lacan va a llamar goce femenino no suplementario. Entonces, la mujer, al ser no toda, tiene un goce
adicional, suplementario respecto a lo que designa como goce la función fálica. Hay del lado mujer un goce más allá del falo,
hay algo que las sacude, que las socorre. Hay un goce de ella, de esa ella que no existe y nada significa. Hay un goce suyo del
cual quizá nada sabe ella misma, a no ser que lo siente, eso sí lo sabe. Las fórmulas de la sexuación implican una disimetría:
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todos los seres hablantes se ubican del lado masculino y utilizan el fantasma como goce fálico, es un goce necesario, ya que
es la consecuencia en el ser vivo de la presencia del lenguaje; por otro lado, no todos los seres hablantes se ubican del lado
femenino, y no todos los del lado femenino prueban el Otro goce.
Histeria y feminidad / Oposición entre histeria y feminidad/ Goce femenino y goce en la histeria:
Lacan indica que volverse mujer y preguntarse qué es una mujer son dos cosas esencialmente diferentes, se pregunta
porque no se llega a ser, preguntarse es lo contrario de llegar a serlo.
Si la histérica se pregunta qué es ser una mujer, esta pregunta no es más que un modo neurótico de preguntarse. El
preguntar neurótico se soporta enteramente de una respuesta anticipada que puede ser abordada en términos de
identificación o de fantasma.
Del lado de la identificación: la histérica se sitúa preguntando por lo femenino desde la perspectiva que aporta la
identificación viril. La histérica formula su pregunta identificada con un hombre, al tiempo que cede la posición femenina a
alguna otra mujer que pueda encarnar para ella el misterio de la feminidad.
Del lado del fantasma: queda definido como una respuesta anticipada pero singular del sujeto, que previene de encontrarse
con el punto de la estructura en que lo simbólico no responde. De esta manera, cada histérica responde qué es ser una
mujer, identificada o detenida ante el testaferro que media en su relación con la Otra, mientras que deja a su cargo la
encarnación de lo femenino.
En las fórmulas de la sexuación, del “Otro lado” se ubicaría la feminidad, y en relación con un goce Otro (que el fálico)
propiamente femenino. Mientras que, desde el lado hombre, la histérica goza fálicamente.
En el Seminario 20, luego de plantear que a la histérica como homosexuada, Lacan continua diciendo que de allí que les sea
difícil no sentir el impasse que consiste en que se mismen en el otro, porque no hay necesidad de saberse Otro para serlo. El
impasse del que se habla radica en las histéricas (no en la histeria), a la vez que homosexuadas son además mujeres, lo que
las condice a mismarse en el Otro (En ese mismarse hay cierto ensimismamiento que, hasta cierto punto, aleja de la
posibilidad de volverse Otro)
Lacan, a pesar de su oposición tajante entre histeria y feminidad, asegura que una histeria no podría serlo “del todo”: por
mucho que se empecine en su histeria, siempre será “no-toda histérica”, por ser mujer, por tener cuerpo de mujer, lo real
del sexo femenino introduciría aquello que conduce a una histérica…más allá de la histeria.
GOCES:
Histeria: goce de la privación. Busca un falo omnipotente, a "EL Hombre" (el padre ideal, el que daría respuesta por lo
femenino, por la pregunta sobre la que no hay respuesta), pero encuentra "hombres", y piensa 'no sirve'.
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Neurosis Obsesiva: Goce del espectáculo. Goce en ponerse en escena, dar un espectáculo para un otro que supone que lo
mira. Y también el mismo se desdobla y se pone en el palco para ver cómo es mirado. Goza más del espectáculo que de la
escena misma. La IMAGEN que da, remite a la que daban sus heces: el 1° regalo, respuesta a la demanda del otro. [Acá se
juega la dimensión ANAL-ESCOPICA]
FREUD:
Describe la trayectoria típica de la neurosis obsesiva ubica una etapa de estabilidad entre el desarrollo de la neurosis infantil
y la irrupción de la neurosis adulta llamado “periodo de salud aparente”. Entonces, se logra un acallamiento de una
situación de tensión y de conflicto que afectaba al sujeto infantil. Sin embargo, la solución al conflicto tiene su precio y es la
puesta en marcha del mecanismo de defensa que se opone a la moción pulsional inconciliable que generó la tensión
conflictiva. La defensa deja sus cicatrices, llamadas formaciones reactivas o rasgos de carácter, que no son más que modos
de restringir la movilidad del sujeto, sus expansiones, enmudecer el deseo y encubrirlo con contrainvestidura. También son
identificaciones con ciertos rasgos del Otro. En fin: modos de evitarle al sujeto enterarse de su verdad en tanto sujeto
deseante. La defensa no puede hacer desaparecer la amenaza intolerable que resulta la sexualidad desencadenada, pero la
frena un poco o la desvía.
El ocacionamiento de la enfermedad es por algo contingente. Depende de que se produzca alguna “perturbación sexual
actual”. Algo de la sexualidad no ligado a la serie de representaciones que la regulan sino apareciendo de manera directa, en
circunstancias no previsibles, que genera una perturbación. El desencadenamiento se plantea entonces como una
articulación, el abrochamiento entre las representaciones que estructuran al sujeto, las exigencias pulsionales y lo que
aparece por fuera y desde afuera. O sea, los distintos modos en que el sujeto es interpelado y queda obligado a dar una
respuesta.
Para Freud la neurosis se desencadena cuando se le plantea un conflicto al sujeto. Se trata de la aparición de
una dificultad, siempre relativa a la economía libidinal, que el sujeto no puede resolver (es insoportable) y que
éste intenta “solucionar” a través de la formación de síntomas, de inhibición o de angustia.
Supone de la emergencia de un síntoma, una inhibición o un episodio de angustia, son ya una respuesta en el intento de
solución de un problema que se le plantea al sujeto a partir de que se confronta con algo ineludible y a la vez insoportable. O
sea, que el síntoma no es algo que este provocado por la disfunción de un sector de su aparato psíquico ni por un agente
exterior sino que es la manera en la que se plantea un conflicto que el sujeto mismo ha engendrado, aunque no tenga la
menor idea de ello.
LACAN:
Durante toda su obra Lacan intenta un movimiento de retorno a Freud que en el campo de la clínica implica recuperar las
“estructuras freudianas”. Llama así a los modos de constitución de la subjetividad. Una estructura está definida por la
posición del sujeto, la relación con el Otro, las modalidades del deseo, la función del fantasma y la relación con el goce.
Plantea el desencadenamiento como una particular manera en la que el sujeto queda expuesto al significante en su forma
más desnuda, más insensata, más loca (Locura=locus: “perder el lugar”). Es el punto en el que el sujeto, sostenido hasta allí
se enfrenta con una pregunta que no tiene respuesta.
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Para Lacan en la neurosis hay desencadenamiento, o sea, irrupción, corte, tropiezo, desconcierto. Algo que parecía firme y
fijo en algún momento muestra que puede desengancharse y efectivamente se mueve, se suelta, se pierde, es suplantado
por otra cosa. Allí donde “eso” era, adviene un extraño dolor que evoca en el rostro del sujeto la mueca de un placer
ignorado. Esa ignorancia es decisiva a la hora de formular la pregunta porque es allí donde la “salud aparente” se revela ser
en verdad bastante insalubre y el síntoma surge como un intento de curación.
Lacan, en el Seminario 3, propone que la neurosis tiene estructura de pregunta. Porque se trata de la
pregunta del sujeto por su ser “Qué me quieres?” Es una pregunta por el deseo del Otro. El momento en el
que la pregunta se despliega, es el momento del desencadenamiento en la neurosis.
Locura “Perder el lugar”: es efecto del estallido del anudamiento, coincide clínica y conceptualmente con el momento del
desencadenamiento, con la irrupción de lo diferente y la disolución de lo previo. Esto vale para la psicosis como para la
neurosis. Locura y desencadenamiento no son idénticos. Hay locuras que van más allá del desencadenamiento y
desencadenamientos que no toman esa forma clínica. La locura no es solo estallido sino rigidez. Las dos modalidades de la
locura son el estallido y la rigidez. Son un modo en que se muestra el punto débil del sujeto que, es una debilidad de
estructuras y no contingente.
El caso Dora leído a partir de las inversiones dialécticas y los desarrollos de verdad / El misterio de la feminidad / La
pregunta por la mujer.
Lacan remarca la primacía de la relación de sujeto a sujeto en todas las reacciones del individuo en cuanto que son
humanas, y la dominación de esta relación en toda puesta a prueba de las disposiciones individuales. Por esto es que
comprende a la experiencia psicoanalítica dentro de esa relación de sujeto a sujeto, donde se produce un discurso que
introduce la dimensión de la verdad. En un psicoanálisis el sujeto se constituye por un discurso donde la mera presencia
del analista aporta la dimensión del diálogo. El que se constituya por un discurso significa que es efecto, que depende de
su posición en el discurso. Las incoherencias que el paciente diga, al hablar lo que quiera facilitado por la asociación
libre, responden a una ley de gravitación propia, esa es su verdad. El psicoanálisis es una experiencia dialéctica, lo que
significa que a través de movimientos sucesivos se desplaza la verdad del sujeto. Hay algo que hace de dique y la
intervención del analista, este diálogo, es un artificio para asegurar el paso de dichos diques hacia la verdad. Es una
verdad que el yo elude por formar parte de los significantes que constituyen el síntoma. Siguiendo con esto toma el caso
Dora para analizarlo a partir de los momentos y movimientos de la transferencia en relación con la verdad. Las
intervenciones de Freud apuntan a conmover la posición del sujeto; el sujeto para él es un efecto, por lo tanto si su
posición cambia, ceden los síntomas. Así el análisis de Dora se despliega a partir de una serie de inversiones dialécticas.
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Se trata de una escansión de las estructuras en que se transmuta para el sujeto la verdad, y que no tocan solamente a su
comprensión de las cosas, sino a su posición misma en cuanto sujeto del que los objetos son función.
- Primer desarrollo de verdad: La afirmación de la verdad. Dora dice que la Sra.K y su padre son amantes desde hace
muchos años y que ella queda entregada al Sr.K, ante lo cual su padre hace la vista gorda. El analista aparece como
garante de la verdad, no solo le cree sino que la afirma. Pero luego Dora dice que esos hechos están en la realidad y que
ella no tiene nada que ver. Aquí aparece la primera inversión dialéctica: ¿Cuál es tu en este mal del que te quejas? El
objetivo de esto es conmover la posición de alma bella. Esta posición ilustra al individuo muy centrado en sí mismo, sin
conciencia social. Freud frena a Dora luego de constituir su versión como verdad, lo que la hace escucharse y relanza un
nuevo movimiento dialéctico: del reproche al auto-reproche, rectifica su posición de alma bella.
- Segundo desarrollo de verdad: No es solo por el silencio sino gracias a la complicidad de Dora misma que pudo durar
la relación de los dos amantes. Por otra parte Freud ve la identificación de Dora al padre, al síntoma del padre
(impotencia). Esta identificación se transparenta en todos los síntomas de conversión presentados por Dora, y su
descubrimiento inicia el levantamiento de muchos de estos. La pregunta entonces se dirige a saber qué significan los
celos súbitamente manifestados por Dora ante la relación amorosa de su padre. Aquí se sitúa la segunda inversión
dialéctica: no es el objeto pretendido de los celos el que da su verdadero motivo sino que enmascara un interés hacia la
persona del sujeto-rival.
- Tercer desarrollo de verdad: Freud descubre la atracción fascinada de Dora hacia la Sra.K, las confidencias que recibe
hasta un punto que quedará sin sondear sobre el estado de sus relaciones con su marido, el hecho de sus intercambios
como mutuas embajadoras de sus deseos respectivos ante el padre de Dora. Y de esto podría haber surgido una nueva
pregunta, una nueva inversión que Freud percibió pero no realizó. La tercera inversión dialéctica(no realizada) daría el
valor real del objeto que es la Sra.K para Dora: Si esta es la mujer cuya desposesión experimenta tan amargamente,
¿Cómo no le tiene rencor por la traición? ¿Cuál es el motivo de esa lealtad? La Sra.K era para Dora un enigma, el misterio
de su propia femineidad.
La matriz imaginaria que da la medida de lo que significan, para Dora, la mujer y el hombre / Identificación viril:
Aquella imagen, la más lejana que alcanza Dora en su primera infancia: Dora, probablemente todavía infans,
chupándose el pulgar izquierdo, al tiempo que con la mano derecha tironea de la oreja de su hermano, un año y medio
mayor que ella. Esta es la matriz imaginaria en la que han venido a vaciarse todas las situaciones que Dora ha
desarrollado en su vida. Esto nos da la medida de lo que significan, para Dora, la mujer y el hombre:
La mujer es el objeto imposible de desprender de un primitivo deseo oral y en que le sin embargo es preciso que
aprenda a reconocer su propia naturaleza genital. Para tener acceso al reconocimiento de su feminidad, le sería
necesario realizar esa asunción de su propio cuerpo, a falta de la cual permanece abierta a la fragmentación funcional
que constituyen sus síntomas de conversión. Pero para realizar la condición de acceso, no ha contado sino con el único
expediente que nos muestra el imago original: le ofrece una apertura hacia el objeto: el compañero masculino al cual la
diferencia de edades le permite identificarse en esa enajenación primordial en la que el sujeto se reconoce como yo. Así,
Dora se ha identificado al Sr.K, como a Freud. Y todas sus relaciones con los dos hombres manifiestan esa agresividad en
la que vemos la dimensión propia de la enajenación narcisista.
La bella carnicera estaba casada con un tipo que la colmaba en todo aspecto (el follador, dice Lacan). Pero lo que ella no ve
es que dejándole ese marido a otra encontraría el “plus de goce”. El sueño le intenta mostrar esto, pero la bella carnicera no
logra verlo. La bella carnicera no rechaza su feminidad corporal; su posición es bien femenina pues mantiene la herida de la
privación (penisneid; envidia del pene). Podríamos decir que no es tan histérica como Dora.
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Dora, en cambio, sí logro ver que hay un goce en la insatisfacción (un plus de goce). La adoración que tiene por la figura de la
Sra.K obtura su reivindicación peniana. Teniendo en cuenta que Lacan dice que “no hay más felicidad que la del falo”,
podemos decir que la Bella Carnicera no ve que al fin de cuentas sería feliz como Dora si le dejara ese objeto a Otra. Se está
refiriendo al plus de gozar que encuentra Dora, y que la bella carnicera no llega a obtener.
El padre de la histeria es agente de su pregunta por la femineidad, la histérica cree encontrar en él, que encarna al
hombre, un rodeo posible de contestarla, le asigna al padre un elemento simbólico de poder contestarle esa pregunta,
es Otro que sabe. Lo hace hablar, trabajar, pero él falla, porque no hay respuesta para el goce. El padre de la histeria es
un padre impotente. Lo eleva y lo barra: ¿Pero esto es lo que tenías para darme? (muestra su insatisfacción).
Desencadenamiento y locura: En Dora el desencadenamiento se inicia con un pasaje al acto que Lacan sitúa
en la cachetada con la que Dora responde a lo dicho por el Sr. K. Esa cachetada, en alguna medida un arrebato
de locura, es signo de un juego que llegó a su fin, o sea, que una certidumbre estalla. La cuadrilla o “ballet de a
cuatro” que Dora contribuía en sostener con sus movimientos enigmáticos, no puede seguir adelante. En Dora,
el desencadenamiento a partir de la cachetada y el consiguiente final de juego, toma la forma de una locura
que lacan describe como “un pequeño síndrome de persecución simplemente vinculado con su padre”. Esta
locura es la que poco a poco irá desanudando cuando comienza el análisis con Freud a partir de las inversiones
dialécticas que éste le ayuda a producir.
Eje simbólico: se localiza la relación del sujeto con la palabra del Otro. Aquí encontramos la cadena de palabras, cadena que
no es de puros acontecimientos sino que remite a la fallas del padre. La auténtica interpretación se encuentra en la cadena
de palabras que por hacerse oír en la neurosis como en el destino del sujeto, se extiende mucho más allá que su individuo.
Ubicamos a la falta de fe que presidió el matrimonio de su padre que hace resonancia en el plan marital desencadenante de
la neurosis del HDR. Y también el abuso de confianza con el camarada militar con quien el padre quedo en deuda por el
dinero prestado y no devuelto, que hace eco en las vicisitudes de la imposibilidad de pago de los quevedos. Esta cadena está
constituida por un faltar a la verdad de la palabra, que da el sentido en que se comprende el simulacro de rendición que el
sujeto fomenta hasta el delirio en el proceso del gran trance obsesivo.
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Eje imaginario: se ubican las relaciones narcisistas del yo y del ideal del yo. Encontramos las figuras idealizadas del padre y de
la mujer, amados y odiados. Aquella cadena se cruza con la trama de los fantasmas donde se conjugan en una pareja de
imágenes narcisistas la sombra de su padre muerto y el ideal de la dama de sus pensamientos. En el mito individual del
neurótico se entrecruza con la trama fantasmática. El mito tiene que ver con dar forma discursiva a aquello que no puede
ser transmitido de la verdad del sujeto. La verdad puede expresarse de un modo mítico. Es una construcción propia hecha de
retazos que vienen del Otro. Los fantasmas que sostienen el caso son contingentes. El fantasma de las ratas es un
argumento imaginario de solución frente a la angustia desencadenada con el capitán cruel.
Reconociendo la subjetivación forzada de la deuda obsesiva cuya presión es actuada por el paciente hasta el delirio,
demasiado perfecto en la expresión de sus términos imaginarios para que el sujeto intente ni siquiera realización, es como
Freud llega a su meta: hacerle recuperar en la historia de la indelicadeza de su padre, de su matrimonio con su madre, de la
hija “pobre pero bonita”, de sus amores heridos, que presidió su nacimiento mismo, la hiancia imposible de colmar de la
deuda simbólica de la cual su neurosis constituye su protesto. Se trata de confrontar al paciente con lo que él subjetiva
como deudas del padre, no las historietas, sino cómo se inscriben simbólicamente las escenas: a través de los stes
“Heiraten” (Casarse) y “Spielratte” (Rata de juego)
Culpa y superyó: De la disolución del Edipo encontramos su heredero, el superyó. El Edipo es la maquinaria mediante la cual
se recorta el goce del cuerpo. El superyó hereda lo que de goce no se civiliza por la maquinaria del Edipo. Entonces hay un
resto de goce que la castración misma engendra. Hay un padre y hay sus-obras. El padre es no-todo asesinado y no-todo se
lo come. Se trata de un resto real que conforma el carozo del padre, el núcleo duro del síntoma, el superyó, que precipita al
sujeto más allá del principio de placer. El inconsciente trabaja para tramitar lo real del goce que a nivel del superyó se
resiste. Hay lo que del padre no se puede matar: su mirada o su voz. El objeto a puede estar dentro del fantasma o fuera de
este, en su cara real. Es el objeto a despojado de la escena fantasmática el que causa la angustia, exige gozar. En esa
exigencia a gozar, el superyó testimonia la deuda del padre con su función ya que no todo el goce se domestica con su ley.
En el superyó se articula el mandato, se produce una atenuación de lo real del goce de la voz que hace que en la culpa y
hasta en el perdón, halle la angustia su resolución.
Lectura del superyó en el hombre de las ratas: “Tú debes devolver al teniente primero A. las 3,80 coronas”. El mandato se
articula justamente en los lugares donde el padre del Hombre de las Ratas ha quedado endeudado: deudas de juego y
deudas de amor. Desde allí la voz del superyó se hace oír incomodando al sujeto, arrojándolo fuera del confort fantasmático,
en el lugar justo de la falta del padre. El superyó sólo dice “Goza” pero no dice cómo lograrlo. No es más que un insensato
“tú debes” y ya es función del padre agregar lo que se debe, 3,80 coronas al teniente primero A. Así troca lo imposible del
empuje al goce superyoico en la impotencia del sujeto. El superyó tiene relación con la ley pero es una ley insensata. Tú
debes, como S1, palabra privada de todo sentido, un significante en lo real. Este se modifica por la respuesta del padre que
elevándose desde su incompetencia reencadena el superyó al Otro, encarnándolo (al superyó) en una figura obscena y feroz.
Este papel es el del capitán cruel, produciendo un efecto de sentido que hace de la pura voz un mandato. Ya no es el sin
sentido tú debes sino que este es encarnado por el capitán cruel en un mandato “devolver las 3, 80 coronas” es un S2. Así se
encausa el S1 descarriado en los límites de la carretera principal.
La interpretación freudiana: inexacta pero verdadera: Freud percibe el papel determinante que desempeño la propuesta
marital presentada por su madre al sujeto en el origen de la fase actual de su neurosis. No vacila en interpretar su efecto
para el sujeto como el de una prohibición impuesta por su padre difunto contra su relación con la dama de sus
pensamientos. Esto es materialmente y psicológicamente inexacto, pues la acción castradora del padre desempeño aquí un
papel de segundo plano. De todas formas la percepción de la relación dialéctica es tan justa que la interpretación
desencadena el levantamiento de los símbolos mortíferos que ligan narcisísticamente al sujeto a la vez con su padre muerto
y la dama idealizada. Mortíferos dado que sus dos imágenes se sostienen en una equivalencia característica del obsesivo:
La agresividad fantasiosa que la perpetua, del lado del padre, que aparece como muerto, es decir, no deseante, y
manteniendo la agresividad.
El culto mortificante que la transforma en ídolo, del lado de la dama, dado que si esta idealizada no hay forma de
acceder a ella sexualmente, y por estar idealizada se ubica como no deseante.
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El análisis levanta cierta sintomatología, pero hay algo que persiste en relación a la muerte, la estrategia del obsesivo de
reducir el deseo del Otro a la demanda: la muerte se presenta en los ojos del sueño trasferencial: “Elige a su hija, no por sus
bellos ojos, sino por su dinero” (interpretación de Freud). Lacan ubica que es en este sueño el que le revela su verdadero
rostro: el de la muerte que le mira con sus ojos de betún.
En desencadenamiento tiene dos momentos ambos entrelazados con la pregunta que lo anima ¿Ser o no ser? La pregunta
por la vida y la muerte, se centra en lo que le ocurre al sujeto a partir de la muerte de su padre y de un duelo que se vuelve
patológico, según Freud, ya que el sujeto no puede dejar de invocar a ese padre. Desde el lugar del más allá, el padre sigue
presente y viviente, gozando, dado que podría sufrir el tormento de las ratas y otros tormentos bajos los que su hijo está
gustosamente dispuesto a someterlo. Lo que sostiene y soporta la trama novelesca es una cadena de significantes que el
análisis va ir desgranando. Lo que funciona como encadenante es del orden de la inhibición: el sujeto queda detenido, no
puede avanzar en nada de su vida. Lo que viene a romper ese equilibrio es una cadena de accidentes durante las maniobras
militares en las que las identificaciones con su padre se reaniman y lo traen a un presente fantasma que es cuando se vuelve
más creíble y terrible. Inhibición y luego desencadenamiento con la forma clínica de delirios obsesivos.
Diferencias entre desencadenamiento de la neurosis, ocasión reciente del estallido de la enfermedad y crisis que lo conduce
a la consulta:
Desde la muerte de su padre, Paul se había reprochado no haber estado presente para acompañarlo en el momento último.
Este reproche se profundiza tres años después, en el desencadenamiento de la neurosis adulta
Ocasionamiento para Freud: El sujeto se reprocha ser un criminal. Freud articula este reproche con el contenido del principal
temor obsesivo que lo atormenta desde su infancia, este es la posibilidad de la muerte del padre. De esta manera eleva el
temor al estatuto del deseo y propone que puede considerarse efectivamente un criminal por haber deseado la muerte de
manera inconsciente a su padre. Hay en estos reproches de criminal una satisfacción como autocastigo. Todos los síntomas
son interpretados por Freud en el mismo sentido: expresión de una hostilidad inconsciente hacia toda persona que perturbe
su satisfacción sexual. Para Freud es el padre quien ha encarnado esa función. Con respecto al ocasionamiento de la
enfermedad adulta, este debe ubicarse en el acontecimiento de la propuesta marital. Dicha propuesta adquiere su poder
traumático sólo porque el paciente la interpreta como portavoz de la voluntad del padre (ya difunto) y se encuentra
entonces ante la encrucijada que le impone elegir entre su satisfacción y la voluntad de aquel. El padre como perturbador
reaparece teniendo como resultado despertar el infantil e inconsciente deseo de muerte hacia él, y la situación de su
represión no dejaría otra vía posible para la tramitación de ese deseo más que el despliegue de su neurosis. Paul enferma
por el odio inconsciente hacia el padre. La neurosis es la manera de ahorrarse una decisión. Freud destaca en el enfermo la
presencia de una satisfacción masoquista en relación a la fantasía de un padre potente.
Desencadenamiento: La irrupción como síntoma del significante criminal sanciona el verdadero desencadenamiento de la
neurosis, antes de la propuesta marital. La emergencia compulsiva de este significante sintomático que sanciona el
desencadenamiento de la neurosis y la acompañara de manera constante. El tío del paciente, marido de la reciente difunta
habría dicho en medio del velorio “Otros maridos se lo permiten todo y yo he vivido sólo para esta mujer”. Se trata de una
declaración de amor lo que desencadena la neurosis del paciente, de un hombre que declara su amor a una mujer que ha
perdido para siempre. El hombre de las ratas interpreto allí la puesta en duda del amor de su padre hacia su madre. En la
declaración de su tío, Paul choca de frente con una falta en el padre que le resulta inaceptable. Lo más insoportable del
padre es su inconsistencia, su debilidad. Las palabras del tío son desencadenantes porque evocan en el sujeto cierto aspecto
real de su vida. Lo que el sujeto se ahorra enfermando es enfrentarse con la debilidad del padre, sus deudas de amor, se
trata de la debilidad viril. Es una inconsistencia radical en su posición de hombre en el mundo. La enfermedad como
respuesta al encuentro con la inconsistencia del padre. El significante criminal se presenta en la superficie del síntoma
literalmente como pregunta (se la pasa preguntándole a su amigo si es o no un criminal). Cuando el padre en aquella escena
dice “Este niño será un gran hombre o un gran criminal” debe haber sido de gran eficacia para ambos ya que el padre nunca
más le pegó. Por angustia ante la magnitud de su propia ira se volvió cobarde desde entonces. Lo traumático no reside en
que el padre golpee sino en que deja de hacerlo para siempre. Sólo se detiene en el sujeto pero no en sus hermanos. No es
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la potencia castradora del padre sino su inconsistencia. Antes de renunciar a su función deja caer las palabras que quedan
allí como el último resto de la función que ejerció durante cuatro años. Ya no hay más golpes del padre porque no hay padre,
pero es el niño el que se golpeara cuando vuelva a pasar por ese punto crucial a partir de la frase del tío. Es el propio sujeto
quien se golpea a sí mismo con el significante que el padre le ha dejado “criminal”. Hay allí un goce, que nace reprimido, que
tiene una estructura inconsciente (angustia ante los golpes que lo constriñe en la cobardía está en el lugar de este goce).
Nada indica que ese goce preexistiera a la golpiza traumática. Goce se gesta de manera retroactiva e inconsciente. Lo que
gana mediante este goce es distraerse de la inconsistencia del padre. Se trata de un significante caído del Otro (S1) que
inscribe la inconsistencia del padre. El sujeto monta en ese significante un goce, ocultándolo.
Desencadenamiento: El desencadenamiento tiene dos momentos, ambos entrelazados con la pregunta: “¿ser o no
ser?” La pregunta por la muerte que el sujeto se hace a partir de la muerte de su padre y de un duelo que se vuelve
patológico (en tanto que el sujeto no puede dejar de invocar a ese padre)
Página 286 del libro rojo. Revisar.
0. Paraíso de la dicha: El “paraíso de la dicha”: antes de los cuatro años y medio Juanito es feliz. Cuenta con las
atenciones de su padre y de su madre tan tierna que todo se lo permite. El padre no solo muestra una tolerancia muy
peculiar sino que esta fuera de juego de toda situación, pues diga lo que diga las cosas siguen su curso mientras la
madre en cuestión no tiene en cuenta lo más mínimo las observaciones del padre. Es decir, no hace lugar a la palabra del
padre. Lacan agrega el tiempo 0 ya que se pregunta qué pasaba antes de la angustia en el caso de Juanito.
La relación del niño con la madre es una relación de amor. La primera etapa se trata de que el niño se incluya en sí
mismo como objeto de amor de la madre. Se trata de que se dé cuenta de que aporta placer a esta madre. Ser amado es
fundamental para el niño. El niño capta que no está solo con ella, en algún momento se percata de que hay un objeto
que puede satisfacerla en su deseo. El niño siente que la madre tiene como centro de deseo el falo y el mismo se sitúa
entonces en distintas posiciones por las cuales se ve llevado a mantener este deseo, camelándola. Se entrega a un juego
de engaño propio de lo imaginario. Se presenta como si el mismo le ofreciera el falo. Puede identificarse con la madre,
con el falo, con la madre fálica y como portador de falo el también. Le asegura que puede colmarla no solo como niño
sino también en cuanto al deseo, en cuanto a lo que le falta. (Esta disposición a satisfacer el deseo materno conlleva sus
riesgos, sobre todo la posibilidad de una regresión oral en la que la madre insaciable en su deseo se traduce en
fantasmas de devoración. Como se ve en la fobia de Juanito y su miedo entre otras cosas de ser mordido por un caballo.)
Se trata de la relación imaginaria que Lacan llama tramposa, mediante la cual el niño le asegura a la madre que puede
colmarla, no solo como niño, sino también en cuanto al deseo, en cuanto a lo que le falta.
puede caer, de su función de metonimia del falo. El niño se siente disminuido y no puede por sí solo encontrar la salida
de su situación. (La solución requiere de la intervención del padre y la aceptación de la castración que en un Edipo
normal asegura al niño en su posición de saber que, aunque insuficientes en la actualidad dispondrá de esos medios
reales en el futuro, proceso estabilizado además, por la identificación con el padre formadora del ideal del yo.). La
masturbación de Juanito en este periodo es un intento de domesticar este goce que se presenta como ajeno e irruptivo.
¿A qué se enfrenta Juanito? Está metido entre el punto de encuentro entre la pulsión real y el juego imaginario del señuelo,
y esto en relación a su madre.
¿Qué se produce entonces, dado que hay una neurosis? Una regresión. Ante la falta de la madre, el niño se hundía en la
satisfacción de la crianza, en este caso donde el niño es el centro, la regresión se produce cuando ya no alcanza a dar lo que
hay que dar, y su insuficiencia le produce el más profundo desosiego.
2. Primer ropaje de la fobia: Fantasma de devoración. Temor de ser devorado por la madre: Este es el primer aspecto
que adquiere la fobia. Todo caballo objeto de la fobia es sin duda también un caballo que muerde. Esto que muerde, que
devora, no es cualquier cosa. Si algo es cierto es que los objetos de la fobia son pertenecientes en su esencial al orden
simbólico, y tienen una función muy especial: la de suplir al significante del padre simbólico.
3. Fobia: Cuando el padre real es deficiente para cumplir su función, como el padre de Juanito (que es poco apto para
sostener el imago propio del segundo tiempo del Edipo, un padre a quien temer, sobre todo porque su palabra carece
de valor para la madre), la fobia viene a suplirla aunque sea parcialmente. Juanito se inventa un síntoma que viene al
lugar del padre. Falla el padre real, aquel que se folla a la madre. La toma como objeto de deseo, trabaja en su lazo
libidinal con ella, atrae el deseo de la madre hacia sí. Constituye un remedio para la angustia al transformarla en miedo.
El objeto fobígeno tiene un valor simbólico. La fobia es el dispositivo por el cual un objeto es elevado a la función de un
significante que da miedo. Cumple la función de suplencia de la metáfora paterna que no es inexistente, pero si
deficiente. Una vez constituida dura el tiempo necesario hasta que el niño en un trabajo de simbolización de lo
imaginario represente la aceptación de la castración. Juanito lo hace por medio del desarrollo de una variada trama de
fantasías que Lacan considera equivalentes a los mitos.
Desencadenamiento y encadenamiento: Juanito se pregunta por el origen de los niños y la función de su “hace-
pipí” y el de su padre. Lo que se desencadena también tiene que ver con la irrupción de goce del pene real, lo cual
adviene en forma de angustia siendo ésta la primera respuesta a una pregunta “¿Qué me quieres?” Por otro lado,
que el caballo sea sustituto del padre nos muestra qué es lo que puede producir un encadenamiento efectivo que
además permite a Juanito pasar a otra posición. La formación de la fobia responde en tanto suple las carencias del
padre.