Está en la página 1de 2

La experiencia del espacio sagrado en el Barroco

Desde el momento en que lo sagrado se manifiesta en una hierofanía se da una ruptura en la


homogeneidad del espacio revelándose una realidad absoluta que se opone a la no realidad de la
inmensa extensión circundante. La manifestación de lo sagrado fundamenta ontológicamente el
mundo. Es dicha ruptura lo que descubre el «punto fijo», el eje central de toda orientación futura.
Por esta razón el hombre religioso se ha esforzado por establecerse en el «Centro del mundo».
Para vivir en el mundo hay que fundarlo, y ningún mundo puede nacer en el «caos» de la
homogeneidad y de la relatividad del espacio profano.

El papel del Barroco con respecto a la definición del espacio sagrado, puede comprenderse a la luz
del movimiento Contrarreformista y el Concilio de Trento. Una nueva versión del pontifical
acompañado de un ciclo iconográfico, destaca la dimensión descriptiva de las imágenes clave para
conocer cuáles son los ritos y gestos que confieren la dimensión sagrada a un espacio construido
por la mano humana. Es decir, la consagración o sacralización de dicho espacio. Los valores
artísticos quedan supeditados al servicio de la piedad, del culto y la liturgia dando forma a un
nuevo Templo en donde se resalta la Eucaristía y la Virgen. Las iglesias deben ser la imagen del
Cielo en la Tierra y, por tanto, deben estar ornamentadas con los más ricos materiales (Molanus).
Todo ello orientado a la experiencia total. Catherine Perret asocia a esta experiencia el aura, la
presencia, la “envoltura” de la imagen y aquello que la anima, en la que ha quedado impresa la
huella de una situación dada y que, por su naturaleza ritual, pasa al marco de la tradición. Es la
experiencia en tanto que Erfahrung. Diferente a Erleibnis, la vivencia a golpes de efecto. Didi-
Huberman dice que “es el valor de ‘culto’ lo que daría al aura su verdadero poder de experiencia”.

Lo sagrado se manifiesta tanto en el interior del Templo como en el exterior en su dimensión más
amplia. Los paisajes sagrados se construyen a través de la existencia de una neta división espacial
compuesta por el juego dialéctico entre el centro y la periferia, esto es, lo habitacional (centro) y el
ritual (periferia). Esta constante tensión entre el centro y la periferia, obliga a plantear la
existencia de estos “espacios intermedios” de contornos en ocasiones pocos definidos, que
contrarrestan las tensiones generadas entre el ager y el saltus.

Este espacio intermedio es el umbral. Puerta, pórtico, lugar de paso que conecta y separa al
mismo tiempo. Para pasar de lo impuro a lo puro, se realizan ritos preliminares de purificación
(lavarse, etc.) que permiten separarse del mundo anterior. En el umbral se realizan ritos liminares
de margen o preparación para la alianza. Posteriormente se realizan ritos postliminares de
agregación al nuevo mundo (presentación de la sal, comida en común, etc.). De esta manera se
pasa de lo profano a lo sagrado.

María José Escudero

Buenos Aires, Argentina

También podría gustarte