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Reconocimientos de los Estados

El reconocimiento de un Estado es un acto discrecional que realiza un Estado


frente a una realidad externa preexistente, es decir, el reconocimiento por parte de
otros Estados no es una condición necesaria para la existencia de un Estado,
siendo únicamente una declaración de voluntad de mantener unas relaciones de
cooperación.

El reconocimiento implica que entre el Estado reconocido y el que reconoce se


establece un mínimo de cooperación activa. El reconocimiento se desarrolla
dentro de los límites implícitos de su naturaleza discrecional, voluntaria y relativa;
produciendo efectos exclusivamente entre los Estados que reconocen y el
reconocido, ya que como se ha dicho, el reconocimiento es a discreción de cada
Estado, no influyendo en las relaciones con terceros Estados.

La relatividad del reconocimiento sirve como protección ante la utilización con


fines políticos del reconocimiento, como por ejemplo el reconocimiento en casos
de guerra civil o de movimientos de liberación colonial. La utilización del
reconocimiento con fines políticos es una práctica muy extendida y en ningún caso
determina la existencia o inexistencia de un Estado, que produce por sí misma
efectos jurídicos.

Aunque el reconocimiento no determina la existencia de un Estado, las relaciones


de cooperación plenas sí que requieren de un reconocimiento mutuo, además, el
reconocimiento de un Estado refuerza su personalidad jurídica internacional,
incluso respecto de aquellos Estados que no le reconozcan.

Con el desarrollo de las relaciones internacionales y su paulatina


institucionalización, surgen nuevas cuestiones en torno al reconocimiento de
Estados, surge la cuestión de si la admisión de un país en organizaciones
internacionales como la ONU implica un reconocimiento por parte del resto de
miembros; la realidad indica que la inclusión de Estados en organizaciones
internacionales no implica su reconocimiento, dado que de lo contrario se estaría
vulnerando el principio de discrecionalidad, no siendo viable por tanto una
institucionalización del reconocimiento a través de organizaciones internacionales.

Otra cuestión es el reconocimiento interesado realizado por únicamente un país,


normalmente, con objeto de influenciar en la realidad política exterior, ejemplo de
ello es el «Estado chipriota turco», reconocido únicamente por Turquía o
los Bantustanes creados artificialmente por Sudáfrica para sustentar el apartheid.

En algunos casos la discrecionalidad para reconocer no existe, en ocasiones en


las que órganos internacionales desaconsejan reconocer determinadas
situaciones de hecho, como por ejemplo la invasión de Kuwait por Iraq,
considerada nula por el consejo de seguridad de la ONU (resolución 662 de 9 de
agosto de 1990). Por tanto, el reconocimiento y su discrecionalidad puede estar
condicionada por la concurrencia de situaciones anti jurídicas como el uso ilícito
de la fuerza armada.

Formas
Por reconocimiento debe entenderse la presencia de una formación política o de
un gobierno nuevos, creados por medios de hechos, siendo su objeto dar entrada
en el orden jurídico internacional a esa formación o gobierno.

El reconocimiento del Estado es el acto por el que otros declaran que tratarán a


esa agrupación como a un Estado otorgándole la categoría de sujeto del Derecho
Internacional, investido de plena capacidad jurídica.

El acto de reconocimiento ha sido considerado por la doctrina bien como acto


político, bien como jurídico.

Entendiéndose como acto político se caracteriza por ser individual, discrecional y


atributivo o creador, posibilitándose el reconocimiento al término y el condicional.
Entendiéndose como acto jurídico presenta los caracteres de ser
acto colectivo, obligatorio, puro y declarativo.

El reconocimiento de Estado puede realizarse de forma expresa o tácita, que a su


vez lo puede ser de modo individual o colectivo.
El problema del reconocimiento de gobierno se plantea con la aparición de
un gobierno formado mediante procedimientos extrajurídicos, que constituyen
sistemas basados en la fuerza, siendo el efecto de
dicho reconocimiento puramente declarativo.

De igual manera que el reconocimiento de estado. Puede realizarse de forma


expresa o tácita y, a su vez, de modo individual o colectivo.

Derechos sucesivos de los Estados


La sucesión de Estados es una situación propia del Derecho Internacional en la
cual un Estado es reemplazado por otro en sus derechos sobre
la administración y gobierno de un territorio, pero sobre todo cuando el estado
"sucesor" asume las responsabilidades propias del estado "predecesor" en cuanto
a sus relaciones internacionales y sus obligaciones con otros estados.

La sucesión de estados enfatiza la transferencia de derechos y obligaciones de un


estado a otro, pudiendo incluir dentro de estos conceptos a diversos elementos
como propiedades muebles e inmuebles, participación en tratados, pertenencia a
organizaciones internacionales, o la condición de acreedor (o deudor)
de préstamos financieros de otros estados.

Las situaciones en las cuales un Estado sucedía a otro en


la administración y gobierno de un territorio han sido frecuentes a lo largo de
la historia, por causa de anexiones y guerras, pero el desarrollo de las relaciones
interestatales en el siglo XIX con su correspondiente abundancia de tratados
internacionales multilaterales (convenciones
sobre comercio, cultura, comunicaciones, alianzas militares, etc.), así como su
relevante influencia sobre la economía mundial y sus manifestaciones (comercio,
industria, banca, etc.) han causado que la sucesión de estados debe ser
reglamentada con un detalle superior a lo ocurrido en el pasado, en tanto la
sucesión de un Estado por otro es un evento que puede causar graves
consecuencias a las expectativas de otros estados dentro del Derecho
Internacional.
Para reglamentar los casos de sucesión de estados se ha celebrado
en 1978 la Convención de Viena sobre la sucesión de Estados en materia de
tratados, que entró en vigor el 6 de noviembre de 1996, regulando las
responsabilidades asumidas por los estados sucesores frente al resto del mundo
en cuanto a tratados internacionales celebrados por su estado predecesor.

Los procesos de independización de las antiguas colonias americanas del Imperio


español fueron una inicial preocupación de la sucesión de estados, pues se hacía
necesario establecer cómo las nuevas repúblicas de América Latina asumían la
sucesión en los derechos territoriales de España sobre territorios americanos, así
como en las obligaciones comerciales de la Corona española hacia otros países
europeos. Situaciones similares ocurrieron tras la disolución del Imperio
Austrohúngaro en 1918, cuando las nuevas naciones surgidas de dicho estado
debieron establecer los derechos y obligaciones en las cuales eran sucesoras del
fenecido imperio.

Los procesos de descolonización ocurridos en África y Asia desde 1945 trajeron el


renovado interés sobre la sucesión de estados, respecto no sólo a derechos
territoriales sino además a los derechos de las poblaciones de los territorios
involucrados, su situación jurídica, y la transmisión a los nuevos estados de los
derechos ganados por la metrópoli frente a terceros estados.

Un reciente ejemplo de sucesión de estados en forma masiva ocurrió


en 1991 cuando se disolvió la Unión Soviética, siendo que de inmediato se hizo
urgente determinar cuáles de las quince nuevas repúblicas surgidas de la antigua
URSS serían sucesoras de esta en cuanto a sus derechos y deberes (por ejemplo,
la deuda externa soviética con terceros países, o las deudas que países
extranjeros tenían con la URSS).

Responsabilidad de los sujetos de derecho internacional


Los sujetos de derecho internacional son los Estados, las organizaciones
internacionales, la comunidad beligerante, los movimientos de liberación nacional
y el individuo -persona física - como sujeto pasivo del derecho internacional, es
decir que recibe de él derechos y obligaciones. Además, pueden agregarse ciertos
casos especiales, como el de la Santa Sede, la Orden de Malta y el Patriarcado de
Constantinopla.

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