Estructuras inconcebiblemente grandes, galaxias que no deberían estar donde están,
estrellas de brillo exagerado, emisiones de radiación inclasificables... Son muchas aún las piezas que se resisten a encajar en el puzle de los astrónomos, y aquí te presentamos ocho de las más desconcertantes. Miguel Ángel Sabadell Las fusiones de estrellas de neutrones se cuentan entre los sucesos más violentos del universo y son una posible fuente de estallidos de rayos gamma. El universo ha resultado ser perverso: no nos va a dar respuestas sencillas”. De esta manera tan irónica se expresaba el astrofísico norteamericano John Huchra, que falleció hace ocho años. Y efectivamente, el cosmos ha demostrado, y sigue demostrando, tener una casi infinita capacidad para asombrar a todos aquellos que se dedican a estudiarlo. Nuestra percepción del espacio exterior ha cambiado radicalmente en poco más de medio siglo. Hemos descubierto que todo surgió de una gran explosión y que el universo tiene forma de esponja, con grandes acumulaciones de estrellas y grandes vacíos. Ahí afuera existen galaxias en las que cabrían, holgadamente, cien Vías Lácteas, donde colosales dinamos cósmicas generan tanta energía como un billón de soles. Un cosmos del que, en definitiva, sabemos muy poco: incluso desconocemos de qué está hecho –el 90 % es materia oscura– y no comprendemos cómo es posible que haya estructuras o fenómenos que no deberían existir, como las que exploramos a continuación. Descubierto en 2014, Laniakea es un super cúmulo –agrupación de cúmulos galácticos– en el que se encuentra nuestro hogar espacial–izquierda–. Este tipo de estructuras gigantescas, muy intrigantes para los científicos, parecen conectarse a su vez en una especie de malla que se extiende por todo el universo –abajo, simulación informática– 1. SUPERCÚMULOS DEMASIADO GRANDES Desde mediados del siglo XX, los astrónomos han estado descubriendo agrupaciones de estrellas con el inconcebible tamaño de supercúmulos, es decir, un cúmulo de cúmulos de galaxias. Su existencia habría pasado totalmente desapercibida si, en la década de los ochenta, un grupo de siete jóvenes astrónomos no se hubiera tomado la molestia de estudiar cómo se mueve la Vía Láctea por el espacio. Según sus cálculos, algo en dirección hacia las constelaciones de Hidra y Centauro hace que nuestra galaxia –y todas sus vecinas– viaje hacia allí a 600 km/s, o sea, a más de dos millones de kilómetros por hora. Es el Gran Atractor, una masa de 10.000 billones de soles cuyo centro se encuentra a entre 150 y 250 millones de años luz de la Tierra.Para acabar de complicar las cosas, otro grupo de científicos estadounidenses comprobó en 2014 que el Gran Atractor no es otra cosa que el centro de un supercúmulo gigantesco: Laniakea. Y, encima, este no es el más grande: un año antes fue descubierta la Gran Muralla de HérculesCorona Boreal, verdadera bestia con 10.000 millones de años luz de largo, 7.200 millones de ancho y 700 millones de grosor. Los astrónomos se quedaron con la boca abierta: ¿cómo puede existir una estructura que ocupe, por su lado más extenso, la novena parte del universo visible? Hasta su hallazgo, los científicos estaban convencidos de que las superestructuras cósmicas desaparecían cuando se alcanzaban distancias de mil millones de años luz; nadie esperaba ningún tipo de organización cósmica por encima de esa distancia. Pues bien, la Gran Muralla de Hércules-Corona Boreal supera ocho veces ese límite: es tan grande, compleja y alberga tanta masa que no hay forma de explicar qué hace ahí o cómo pudo formarse tan solo 3.000 millones de años después del big bang. Es, sin duda, la mayor anomalía del universo. 2. DESCONCERTADOS POR LA SEÑAL DE PERSEO La astrónoma que descubrió este fenómeno, Esra Bulbul, del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, lo ha dejado bien claro: “A primera vista, lo que hemos encontrado no se puede explicar con la física conocida”. Junto con un equipo de varios colegas, Bulbul usó el telescopio espacial de rayos X Chandra para explorar el cúmulo de Perseo, un enjambre de galaxias a unos 250 millones de años luz de nosotros, uno de los más masivos del universo. Lo que lo hace especialmente atractivo es que está inmerso en una enorme atmósfera de plasma sobrecalentado, lleno de iones de hierro, azufre, silicio... Sabemos que están ahí por las líneas que dejan en el espectro de luz: cada átomo, cada ion, emite energía en una serie de lugares definidos del espectro que reciben el nombre de líneas espectrales; son como las huellas dactilares de los elementos químicos. Para sorpresa de Bulbul, su equipo descubrió en 2014, tras analizar diecisiete días de datos recolectados por Chandra, “una línea a 3,56 keV –millones de electronvoltios– que no corresponde a ninguna transición atómica conocida”. Al principio, Bulbul no se creyó lo que estaba viendo: “Me llevó mucho tiempo convencerme de que no se trataba de un error”. La existencia de la señal de Perseo se confirmó más tarde, cuando Bulbul encontró la misma firma espectral en otros 73 cúmulos de galaxias gracias al satélite XMM- Newton. Poco más de una semana después, un grupo de astrónomos dirigido por Alexey Boyarsky, de la Universidad de Leiden (Holanda), la cazó en nuestra vecina galaxia de Andrómeda. Los teóricos se estaban frotando las manos: ¿estaremos ante una emisión de la hasta ahora invisible materia oscura? La Gran Muralla de Hércules-Corona Boreal supera ocho veces el límite teórico al tamaño de las superestructuras espaciales Los datos reunidos por la sonda japonesa Hitomi hace pensar que una misteriosa emisión de rayos X localizada en el cúmulo de Perseo podría provenir de materia oscura. Continue reading your story in the magazine