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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS HUMANAS


ESTUDIOS GENERALES
DEPARTAMENTO ACADÉMICO DE FILOSOFÍA

LA DIMENSIÓN DEL UNIVERSO

LECTURA

James Trefil

DAF
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Serie: Vida Filosófica

* La lectura «La dimensión del universo» («Prólogo», pp. 7-11,


Titulado por Aníbal Campos Rodrigo) para la práctica del curso
INTRODUCCIÓN A LA CIENCIA, ha sido extraída de:

TREFIL, James. La cara oculta del universo, un científico explora


los misterios del cosmos. (Prólogo). Editorial Planeta, S. A.,
Barcelona, 1990, PP. 218.
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LA DIMENSIÓN DEL UNIVERSO*

James Trefil

T OMEMOS en consideración, si les parece, los pensamientos de


Arquitas de Tarento, filósofo, soldado, músico, amigo de Platón y
seguidor de Pitágoras.
—¿Es el universo finito o infinito? —le preguntaron.
—Supón que es finito, que tiene límite —respondió—. Entonces
podrías caminar hasta el borde del universo con la espada en la
mano. Si te detuvieras en el borde y la lanzaras hacia delante tanto
como pudieras ¿qué sucedería?

No hay nada en el vacío que pueda desviar la espada, así que


avanzaría hasta caer. Pero el lugar en que cayese estaría más allá del
punto en el que dices que está el límite. Podrías andar hasta ese
punto más allá y arrojar la espada de nuevo, caminando después
hasta el nuevo punto en que cayera a tierra. No importa donde digas
que está el borde, siempre hay un lugar más allá al que podrías
arrojar la espada. Con cada lanzamiento tu universo se hace más
grande. Concluimos, pues, que el universo no puede tener un borde y
debe ser, por tanto infinito.

Arquitas y su espada nos proporcionan una imagen muy viva de


uno de los esfuerzos más grandes jamás realizados por la mente
humana, el intento de conocer el verdadero tamaño y estructura del
universo. A diferencia de otras muchas investigaciones similares en
las ciencias, esta búsqueda está motivada exclusivamente por una
profunda curiosidad, el anhelo de conocimientos que caracteriza la
mente humana. No es probable que la exploración de los límites del
universo, a millones de años-luz de la Tierra, produzca ningún
beneficio material para el investigador. No alimentará al hambriento
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ni proporcionará combustible a las máquinas de guerra. No obstante,
en toda la historia que se registra, muchos de los mejores pensadores
que ha producido nuestra raza se han inclinado sobre esta cuestión, y
nosotros, que hemos heredado los frutos de su trabajo, les estamos
agradecidos, aunque a veces sus contemporáneos no lo estuvieran.

Obtuvimos nuestros conocimientos actuales del universo un


poco como lo hubiera hecho el imaginario espadachín de Arquitas,
paso a paso. Durante gran parte de nuestra historia, el universo que
existía en la mente humana no se extendía mucho más allá del cielo
azul, y todo el mundo sabía que el cielo estaba sostenido por un
gigante (o un dragón, o lo que fuera). Los argumentos de hombres
como Arquitas fueron ignorados, porque era más reconfortante creer
que ya sabíamos la mayor parte de lo que había que saber sobre el
universo. Pero entonces el espadachín, con el disfraz de un clérigo
polaco llamado Nicolás Copérnico, lanzó su espada y el universo fue
mucho más grande y mucho más vacío de lo que sus predecesores
hubieran podido creer. En nuestro siglo [xx], el espadachín tomó la
forma del astrónomo norteamericano Edwin Hubble, que nos enseñó
que las estrellas que vemos por la noche sólo pertenecen a una de
entre muchos billones de galaxias, galaxias que habitan un universo
que Copérnico nunca imaginó.

Hoy la espada de Arquitas ya no es un objeto fabricado por el


hombre, sino un cuasar situado en el mismo borde de lo detectable,
que se aleja de nosotros a una velocidad próxima a la de la luz. Ya
no podemos creer en la idea simple de que nuestra «espada»
aterrizara en alguna parte. Aunque supusiéramos que pudiera
hacerlo, ese hecho no nos sería de ninguna utilidad, porque tendrían
que pasar billones de años antes de que cayera «a tierra». En lugar
de ello, estudiamos la forma en que se mueve la espada, observamos

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las formas en que están colocadas las espadas en el cielo y tratamos
de reconstruir la forma en que está organizado el universo.

¡Y menudo universo! Poderosas corrientes de galaxias se


precipitan por el espacio vacío. Blondas de burbujas y abismo
aparecen por todas partes, burlándose de los que intentan encontrar
uniformidad sencilla en la naturaleza. Ni siquiera la fábrica del
universo es lo que pensábamos. Por lo menos el noventa por ciento
de lo que hay ahí fuera está compuesto por materiales cuya forma y
composición nos son desconocidas. Apenas pasa un mes sin que
salga a la luz alguna nueva e inesperada faceta del universo. A
mediad que nos acercamos a las preguntas finales parece
incrementarse el ritmo con el que el universo nos entrega sus
secretos.

Resulta que la mayor parte del universo es invisible para


nosotros, al no desprender luz ni ondas de radio que nos hablen de su
presencia. Puede ser que la enorme cúpula estrellada de los cielos
tenga tan poco que ver con cómo funcionan realmente las cosas
como una ramita arrastrada por la corriente tiene que ver con la
forma en que fluye el agua. En otras palabras, puede que vivamos en
un universo en el que el comportamiento de las formas familiares de
la materia, tales como el Sol o la Vía Láctea, esté absolutamente
determinado por los materiales que no podemos ver, pero que
llamamos «materia oscura».

Y sucede con frecuencia que, cuando surgen ideas nuevas en


una ciencia, aparecen relaciones entre las nuevas ideas y los viejos
problemas. A los astrónomos siempre les ha sido difícil explicar por
qué las estrellas están agrupadas en galaxias en lugar de esparcirse
por el espacio de una manera más uniforme. Parece que cuanto más
aprendemos sobre las leyes básicas —los objetos que podemos ver—
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no debería estar organizada como está. No debería haber galaxias
por ahí, si las hubiera, no deberían estar agrupadas del modo que lo
están.

Los astrónomos que se asoman al universo con instrumentos


cada vez más potentes han visto cómo tomaban forma ante sus ojos
extraños diseños. Primero vieron otras galaxias como la Vía Láctea,
luego vieron que esas galaxias estaban agrupadas en cúmulos.
Recientemente se ha descubierto que esos cúmulos están a su vez
agrupados en largas estructuras en forma de cuerda llamadas
supercúmulos. El más asombroso (y el más reciente) descubrimiento
es que entre esos supercúmulos hay cosas llamadas vacíos, inmensas
regiones donde no arde ninguna estrella ni se forma ninguna galaxia.

Por encima y por debajo de esta gran cadena de estructuras,


desde los objetos de la Vía Láctea hasta el mayor supercúmulo
conocido, encontramos el rastro de la materia oscura, como huellas
de pies sobre la arena. En los últimos años hemos llegado a
comprender que estos dos problemas —el problema de la estructura
y el problema de la materia oscura— están relacionados. También
empezamos a ver indicios y sugerencias de que están a su vez rela-
cionados con un tercer problema importante: el problema del origen
y la evolución del universo. En otras palabras, parece que nos hemos
colocado en una situación tal que nuestro fracaso en resolver una
serie de problemas nos ha obligado a reconocer que todos esos
problemas tienen que ser resueltos a la vez. Una solución parcial no
serviría de nada.

Lo que me gustaría hacer en este libro es presentarles el extraño


rincón del mundo científico en el que se piensa en soluciones para
ese tipo de problemas. Es un lugar en el que los teóricos juegan con
galaxias de su millón de soles del mismo modo que un niño juega
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con canicas, donde un descubrimiento apenas tiene tiempo de
aparecer en los titulares antes de ser respaldado por otro todavía más
asombroso. Es un mundo que ensancha los límites de la mente
humana, un mundo en el que las pepitas de los quarks, los universos
en sombra y las cuerdas cósmicas pueblan el paisaje teórico. Es un
lugar violento y en ebullición donde el fermento donde las nuevas
ideas es todo lo excitante y vital que puede ser una ciencia.

Tenemos suerte, porque lo que estamos viendo hoy día es una


fotografía instantánea de una nueva ciencia en el acto de su
nacimiento. Como todavía no están disponibles todas las respuestas,
podemos concentrarnos en el proceso mediante el cual los científicos
se encaminan hacia la certeza, en lugar de en las certezas mismas.
Vamos a aprender bastante acerca de cómo se eliminan en la ciencia
las ideas malas y así no sentirme culpable por hablarles de mis
propias favoritas sentimentales en los hipódromos de la materia os-
cura: las cuerdas cósmicas. Como su nombre indica, se supone que
son largos cordones unidimensionales de materia oscura.
Inimaginablemente densos, se formaron cuando el universo sólo
tenía una fracción de segundo de edad. Más tarde sirvieron como
núcleos alrededor de los cuales se agrupaba la materia visible y hoy
día algunos teóricos sugieren que pueden encontrarse en
supercúmulos que atraviesan el cielo. Si esto es así, entonces el
universo es más extraño que cualquiera de las cosas que hayamos
sido capaces de imaginar hasta ahora. Sería posible, en principio,
conducir una nave espacial hasta una parte de una cuerda cósmica,
salir y caminar por ella durante un billón de años-luz,
aproximadamente la décima parte del camino que atraviesa el
universo.

Hoy, dos milenios después de que Arquitas propusiera el primer


argumento sobre la naturaleza del universo, estamos a punto de ser
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capaces de dar una respuesta a sus preguntas sobre el tamaño y la
estructura del mismo. En los laboratorios de aceleración de
partículas, en distantes observatorios astronómicos y en las
instalaciones de ordenadores numéricos gigantes, los científicos
están comenzando a acercarse al espadachín, para limitar sus
opciones y constreñir su movimiento. De hecho, puede que sea
nuestra generación la que tenga el privilegio de proporcionar la
respuesta final a cuestiones que han irritado la mente humana desde
el alba de la historia.

Así que me gustaría que se imaginasen abandonando su


confortable sillón viajando conmigo hasta los límites exteriores del
conocimiento y la imaginación humanos. Nuestro objetivo: nada
menos que una comprensión del origen, la estructura y el destino del
universo.

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