Está en la página 1de 4

Actividad N° 6

Cuento sobre experiencia personal

Karen Melissa Restrepo Bernal

Administración De Empresa
Proyecto de vida

TUTOR:
Blanca Hernández

Mitú 12 de mayo
Año 2021
Hace muchos años cuando residíamos en la ciudad de Girardot Cundinamarca, mi papá tuvo la
idea de regalarnos un perro a mis hermanos y a mí ya que era la celebración del día del niño en el
colegio en el cual estudiábamos, estábamos acostumbrados a que papá siempre nos recogiera ya
que por los horarios de trabajo de mamá y lo lejos que quedaba su sitio de trabajo para ella era
imposible tratar de recogernos a tiempo; mas sin embargo nos llevamos un sorpresa tremenda al
verla ese día en el portón de nuestro colegio esperando por nosotros, nos recibió con una sonrisa
enorme recuerdo que mis hermanos y yo soltamos nuestros morrales en el piso, y como si fuera
una competencia de quien llegara primero a los brazos de mamá, emprendimos una carrera con
gran emoción hacia ella, nuestros compañeros y demás personas que allí esperaban por sus
familiares nos quedaban viendo con una extraña cara de no entender el motivo de tanta emoción
al ver la forma en que abrazábamos a mamá, y como no sentir tanta alegría y sentimientos
encontrados si por primera vez en cuatro de los cinco años que llevábamos estudiando en aquel
colegio, por primera vez era mamá quien esperaba por nosotros.

Sin saber que era apenas el comienzo de un gran día, comenzamos a caminar de la mano de
mamá hacia nuestra casa ya que eran solo dos cuadras las que nos separaban de nuestro colegio,
en medio de una adivinanza mi hermano mayor pregunta por mi papá y el motivo por el cual no
pudo recogernos a lo que mamá responde que está en casa esperándonos, al entrar papá nos dice
que tiene algo para nosotros en la sala, corrimos y encontramos en medio de la casa una caja
mediana con un moño de tres colores, al abrirlo salió un pequeño y peludo perrito de color café
claro con cola blanca que se abalanzó hacia mi hermano Oscar, mientras mi hermano y yo
gozábamos de los lengüeteos de aquel peludo amigo, mi hermano mayor corrió con lágrimas en
sus mejillas hacia mamá y papá para abrazarlos y darles las gracias por aquel lindo e inesperado
regalo, para mí fue muy emotivo ver a mamá y papá llorar al ver la reacción de mi hermano
Sergio, ya que era el menos expresivo con sus sentimientos fue un muy bonito día, llevábamos
mucho tiempo pidiéndola a “santa” un perrito, el problema era que las casas en las que vivíamos
en arriendo nunca nos permitieron tener perros ya que eran las políticas impuestas por los
arrendatarios las cuales son muy comunes en la ciudad.
Luego en la tarde después de tanta emoción, papás no llevaron al veterinario para comprar los
collares y ponernos al día con las vacunas que le faltaban, de nombre le pusimos Bruno ya que en
el circo que más frecuentábamos había un perro con este nombre el cual hacía acrobacias y
demás trucos, toda la tarde nos la pasamos jugando y según nosotros “entrenando” nuestro perro
para poderlo presumir con nuestros amigos, recuerdo que no solo nosotros como niños sino mis
papás también estaban asombrados de ver lo inteligente y astuto que era Bruno, muy rápido
empezó a comprender las reglas de la casa puestas por mamá, como lo era dormir en su cobijita
de carritos puesta encima de una almohada en el piso, y hacer sus necesidades en el patio, mamá
siempre nos decía que lo tratáramos como un niño más, y eso hicimos mis hermanos y yo; nos
encariñamos demasiado con nuestro perro, pasaron hermosos cuatro años hasta que un día
nuestra tía Diana fue a recogernos al colegio; y al regresar a casa encontramos a papá y mamá
llorando con las manos en la cabeza, pensamos cualquier cosa menos que el motivo de tanta
tristeza fuera nuestro perrito Bruno, fuimos a buscarlo y lo encontramos en su camita sin aliento y
temblando, estábamos acostumbrados a verlo correr por toda la casa y robarse los zapatos y dañar
cuanta cosa entraba a su boca, pero esta vez eso no sucedería, el verlo en ese estado apenas era el
comienzo de un muy triste final, nosotros también estallamos en llanto al escuchar que el
veterinario que había venido horas antes a nuestra casa a revisarlo, dictamino que no había nada
que hacer, que era algo irreversible, y que si en caso tal el tratamiento funcionaba el quedaría con
parálisis y no volvería ser el mismo perro, teníamos que como familia tomar una decisión, y con
el corazón partido y una profunda tristeza decidimos que lo mejor era sacrificarlo, ese día en la
tarde papá se encargó de llevarlo al veterinario para que muriera con dignidad, fue una
experiencia muy dura para todos, aún después de muchos años lo recordamos con mucho amor,
pero fue tan traumático, que nunca más nos volvimos a encariñar con ningún otro perro de la
misma manera que lo llegamos a amar a él, su existencia en nuestras vidas nos trajo muchos
momentos lindos en familia aún en los momentos más tristes el con sus locuras y travesuras,
alegraba nuestro día, esta experiencia también nos demostró la importancia del vivir y valorar
nuestros momentos en familia ya que él fue un integrante más.

También podría gustarte