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ANTES DE MI LLEGADA

Para empezar con el libro de mi vida una persona muy especial


para mí, va a contarles como vivía antes de que yo naciera.

Mi nombre es Clara, soy madre de dos niñas hermosas, Maryorie


y Angely, si tuviera que hablar de mi persona empezaría así: Soy
la cuarta de seis hermanos (Laura, Pedro, Ada, yo, Julio y
Lisbeth) que crecimos muy unidos gracias a mi madre, estudié
en el colegio Nuestra Señora se Lourdes (CIRCA) el nivel
primaria y secundaria, estudié en la facultad de Educación de la
UNSA la especialidad de Físico- matemática, recuerdo que
cuando ingresé a primer grado de primaria ya sabía leer, escribir,
sumar, restar gracias a mi hermana mayor, Laura, ella es como
mi segunda madre pues como éramos seis el tiempo era
dedicado quizá más a los dos menores, pero Laura volcaba todo
el suyo en mí.

Tuve una niñez en la que viví de todo, en primer lugar, la


ausencia de mis padres por mucho tiempo ya que ellos
trabajaban en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones y
hacían campamentos en diferentes lugares del Perú por lo que
tenían que viajar continuamente incluso meses enteros.

A cargo quedaban mis dos hermanos mayores, ellos hacían la


labor de nuestros padres en su tiempo de ausencia y sí que lo
hacían con mucha responsabilidad.

Recuerdo que mis padres nos dejaban a cargo de muchos


animalitos en casa, teníamos gallinas, pavos, patos y hasta
cerditos, en aquellos tiempos la casa era muy humilde y estaba
en construcción, poco a poco mis padres nos fueron dando
mayores comodidades de acuerdo a su economía claro está.

A medida que iba creciendo iba adquiriendo mayor


responsabilidad en casa, limpiar, aprender a cocinar, lavar…
Como mis padres se ausentaban meses completos, muchas
veces el dinero que dejaban no alcanzaba, recuerdo que mi
hermana Laura iba a su colegio donde había unas hermanitas y
les preparaba queques, ella los hace muy muy deliciosos, a
cambio de ello le daban alimentos como harina, soya, algunas
lentejas; así podíamos subsistir hasta la llegada de mis padres.

En los tiempos de lluvia no era novedad que se nos entrara el


agua a la casa, recuerdo que ayudaba a mis hermanos
colocándome unas botas de mi padre, un casco y un abrigo que
parecía ser de plástico y así barría el agua que se depositaba en
el techo, eran horas de barrido, sí, pero eso me divertía, pocas
veces nos dejaban juguetear en el agua.

Cuando enfermábamos muchas veces veía llorar a mis


hermanos de impotencia pues eran adolescentes haciendo el
trabajo de adultos y no siempre a esa edad se sabe qué hacer,
en ocasiones venía en nuestro auxilio una vecina y su esposo
que vivían al lado de nuestra casa, ellos se convirtieron en
nuestros ángeles, yo los quiero mucho, años más tarde llegaron
a ser mis padrinos de Primera Comunión.

Todos los sábados mi hermano Pedro nos sentaba alrededor de


la mesa a todos los menores y nos hacía colocar una pila de
libros y cuadernos para poder revisar nuestro avance, eso nos
daba un poco de miedo porque se enojaba mucho si algo estaba
mal y nos castigaba sin ver televisión, los cuadernos eran
impecables, forrados, todo con carátula, dibujos coloreados,
títulos y subtítulos subrayados… personalmente, agradezco
todo a mi hermanito ya que lo que él hacía formaba en nosotros
un hábito que se me quedó hasta en mi etapa universitaria.

Si tendría que hablar de mi padre, diría que en su momento fue


un padre cariñoso, no conozco golpe de él, pero por causas del
destino equivocó su camino y bueno… se separó de mi madre,
recuerdo que sufrí mucho cuando esto pasó, es doloroso ver a
una madre llorar y hacer malabares para que sus hijos coman y
no sientan la ausencia de quien decidió dejar de formar parte de
una familia.

Mi madre, se llama María Santa Clara, siempre me gustó su


nombre, pero lo que más me llena de orgullo es por lo menos
tener uno de sus nombres, Clara.

Tiempo después papá regresó a casa, pero ya nada era igual,


ya no estaba con nosotros pese a vivir en la misma casa, él
habitaba en el segundo piso y nosotros en el primero, mi mamá
ni lo miraba, era horrible ver y sentir esa tensión cuando se
cruzaban en algún lado de la casa. Pero hay algo bueno saqué
de ello, EL EJEMPLO DE MI MADRE, se preguntarán por qué,
pues yo sabía que algunas de mis compañeras de colegio
habían pasado por lo mismo que yo y que sus padres en algunos
casos se habían vuelto a casar, mi madre siempre decía “Si Dios
pone en tu camino a una persona para formar una familia, pone
UNA y a esa debes respetar y honrar hasta la muerte” y ella lo
hizo así, por un tiempo se hizo cargo sola de nosotros seis pero
nunca la vimos derrotada, no dejaba notar su cansancio ni su
preocupación, tenía un carácter muy fuerte, en todo sentido. Fue
una mujer admirable.

Durante mi niñez, fui muy traviesa, demasiado diría, pese a todo


lo que veíamos pasar con nuestros padres, mis hermanos y yo
tratábamos de ignorar aquellos feos momentos y divertirnos,
tantos juegos de aquellos tiempos, incluso inventábamos
algunos, viene a mi memoria el pisar dos latas vacías de leche y
simular que eran zapatos haciendo una competencia de quién
caminaba mayor distancia con semejante calzado, no había
dinero para las cometas pero arrancando hojas de cuadernos
que ya no usábamos hacíamos un par de dobleces y teníamos
el famoso “cambucho” que alcanzaba volar al igual que cualquier
cometa, así que no teníamos nada que envidiar a aquellos niños
del barrio que aparecían con sus cometas con forma de estrella,
águila…

En aquellos años el patio de mi casa aún era de tierra, esto nos


invitaba a jugar en él haciendo una carretera y colocábamos
unas piedras como dificultad para el tránsito de nuestros carritos
de metal a los que colocábamos unas pitas para poder jalarlos y
sea aún más difícil el avance, siempre ganaba mi hermano
Pedro, nos hacía trampa claro, lindos momentos que se
extrañan, hoy no se ven ya juegos como esos.

Algunas veces mamá nos dejaba salir a la calle, bueno frente a


casa, a jugar vóley con las hijas de mis padrinos que tenían casi
nuestra edad, esos partidos interminables de vóley, diez, once,
doce de la noche y queríamos continuar.

Como mencioné antes durante mi niñez fui demasiado traviesa,


no había pared donde no estuviera colgada o pollito que se
salvara de mis travesuras, como habían muchas gallinas, a
veces encubaban al mismo tiempo y como me daba pena oír piar
tristemente a algún pollito extraviado los amarraba de una patita
uno tras de otro para que no se separen de su mamá, cuando mi
mamá veía esto, uy, a escapar porque ya sabía lo que me
esperaba, pero eso sí en el colegio me iba muy bien, era la mejor
alumna de mi clase aunque la travesura me perseguía allí
también, creo que desfogaba todas las tristezas que llevaba
dentro.

Mi madre dejó de trabajar cuando tenía doce años, ella decidió


jubilarse y estar más tiempo con nosotros, mis hermanos
mayores estaban ya terminando sus estudios secundarios, yo
iniciaba la secundaria y la menor iniciaba la etapa escolar, mi
padre hizo lo mismo así que los veríamos más seguido en casa.

Al parecer suena bonito pero cuando eres adolescente a veces


eso te incomoda pues ya nos habíamos acostumbrado a
sobrevivir solos y eso se nos haría muy raro, las obligaciones en
casa eran mayores, Laura tuvo que trabajar desde los 17 años
pues no había dinero para enviarla a estudiar a la universidad o
algún instituto, pero tuvo la suerte de ingresar a la empresa
Incalpaca en la que ya lleva trabajando 38 años, mi hermano
Pedro tuvo que ir al cuartel a hacer su servicio militar, para mí el
no ver a mis hermanos mayores era perder a mis padres, así que
ahora las mayores éramos mi hermana Ada y yo.

A menudo discutíamos sobre quién cocinaría pues a ambas no


nos agradaba la cocina, entonces mi mamá fue muy salomónica
y dividió las actividades por semanas, una hacía el desayuno
toda la semana, la otra el almuerzo, una limpiaba la sala una
semana, la otra la cocina y así íbamos cambiando los roles por
semana de tal manera que no había quejas, los dos menores
hacían otras obligaciones por ejemplo el encargado de barrer el
patio era Julio y Lisbeth se encargaba de dar de comer a los
animalitos que para suerte de ella ya solo teníamos algunas
gallinas y cuyes. Así aprendí que las obligaciones son
compartidas y todo sale mejor y a su debido tiempo.

En ese entonces yo estudiaba en secundaria y lo realizaba en el


turno tarde, era un alivio ir al colegio ya que allí podía disfrutar
de amenos momentos con mis compañeras de clase, tuve una
mejor amiga, su nombre es Ruth Muñoz, era callada y tranquila
pero como yo no estaba quieta cuántas veces la hice hacer una
que otra travesura, durante los cuatro primeros años fui policía
escolar y eso me obligaba a comportarme bien y las travesuras
de Clarita pasaron a segundo plano pues una policía escolar era
modelo de sus compañeras en todos los aspectos, me
encantaban las horas de matemática, era el curso que me
apasionaba y me parecía muy sencillo, algunas compañeras
decían que era de otro planeta para que me guste tal curso, pero
a mí me fascinaba, recuerdo mucho a mi maestra Patricia
Fernández, que fue mi inspiración para abrazar la especialidad
de Físico- matemática, sí , soy maestra.

No puedo dejar de mencionar que me gustaba también hacer


Educación Física, a pesar de ser gordita era muy ágil, me
encantaba jugar vóley, pero sobre todo fútbol ya que tenía cierto
dominio gracias a mi hermano mayor que nos hacía jugar con él,
¡Qué penales nos tapábamos!

Las manualidades eran también de mi agrado, hice flores de tela


engomada, flores de plástico, peluches… pero lo que no me
gustaba era tejer; en cierta ocasión teníamos que tejer una
chompa, mamá me había comprado lana naranja (no me
gustaba el color) empecé emocionada pero avancé parte de la
pretina y unos cinco centímetros de la espalda, la lana naranja
pasó a ser gris y hasta negra, me sudaban las manos y destejía
y destejía y destejía, me di por vencida y tres días antes de la
entrega final recién le dije a mi madre que no podría terminar,
luego de una mirada penetrante y llena de cólera, un grito y un
jalón de orejas mi madre me ayudó y terminó de tejer mi chompa
y pude presentarla a tiempo, pero eso sí mamá me castigó y me
compró más lana para tejer esta vez una chalina que
inicialmente sería para ella , bueno sus palabras fueron “Ahora
de castigo vas a tejer una chalina para mí y te doy de plazo una
semana”, no recuerdo la medida que me dio pero uf terminé a
tiempo, el día que se la entregué ella me dijo: “Nunca dejes sin
terminar algo que empezaste, si decides hacer algo termínalo
por más difícil que sea, nada es imposible” y me dijo que la
chalina era para mí, con orgullo me la ponía y la llevaba al
colegio pues había sido hecha por mí y no me quedó mal.

Cuando tenía unos 14 años, mi hermana Laura traía a casa


trabajo que le daban en la fábrica donde trabajaba, había que
hacer bordados, armar chompas, hacer uno que otro acabado,
pegar etiquetas, entre otros, todo en lana de alpaca, eso era muy
bonito y todos, absolutamente todos trabajábamos en ello
incluso mi padre, porque al ser cesantes ya no tenían los mismos
beneficios que un trabajador activo.

Puedo decir que gracias a estos trabajos la relación entre mis


padres fue mejorando, claro que no volvieron a ser pareja pero
por lo menos se veía trabajo en equipo y se les veía conversar
de muchas cosas, del ministerio, de sus compañeros con los que
trabajaron, de las cosas que faltaban en la casa…era raro verlos
conversar pero por lo menos la tensión había disminuido, había
ocasiones en que teníamos que entregar el trabajo y nos faltaba
tiempo, en esas circunstancias, todos nos amanecíamos desde
la más pequeña Lisbeth que contaba los hilos, Mamá, papá, Ada
y yo bordábamos, Julio iba empaquetando lote a lote de
chompas y así íbamos trabajando hasta lograr el objetivo.

Llegamos a tener una especie de taller en casa, incluso algunas


vecinas trabajaban con nosotros, la paga era muy buena, pero,
se preguntarán ¿Y dónde está su dinero?, ¡oh!, trece, catorce
años y ya tienen dinero en sus bolsillos, pues no, cuando llegaba
el día de pago, mamá era quien recibía lo que habíamos logrado
ganar, mi padre recibía su parte y el resto de nosotros
escuchábamos decir a mamá, “Este dinero se los voy a guardar
y se los daré cuando lo necesiten”, anotaba los montos
obtenidos por cada uno de nosotros en un cuaderno, era bien
organizada, nosotros nos molestábamos un poco pero ahora
que lo pienso ¿En qué gastaría mi dinero? Si no sería en
golosinas u otros, ella hizo bien.

Fueron años los que trabajamos de esa forma, lo que se podía


ganar mejoraba mucho nuestra economía en todos los aspectos,
nunca habíamos ido a un paseo familiar, fue gracias a Laura que
fuimos un domingo al parque Selva Alegre, hicimos pollo al
horno, compramos gaseosa y fuimos con la ropa nueva que ella
nos había comprado a todos.
El día del paseo nos ubicamos debajo de un árbol como era de
costumbre mis padres no sé por qué comenzaron con sus
diferencias pero ya éramos grandes y lo asimilábamos, Laura
nos llevó a todos los juegos que allí había, nos compró dulces y
todo lo que nos podíamos antojar, nos tomamos fotos en todas
las posiciones graciosas que pudieran existir, no podría olvidar
nuestro único paseo en familia, pues después de esa fecha no
recuerdo otro.

Un año después, se acercaba el día de mi cumpleaños, cumpliría


15 y como mis amigas soñaba con repartir mis tarjetas de
invitación a mis compañeras para que me acompañen en la
soñada fiesta de quinceañero pero no se pudo dar, mis padres
no podrían costear tal evento, debo decir que no tenía más
amigas que las compañeras de mi salón de clase pues mi
colegio era de mujeres y mis padres no me permitían salir a
fiestas ni otras reuniones, amigos varones, ni pensarlo, en mis
interiores me preguntaba ¿Cómo podría tener una fiesta si no
tengo un solo amigo varón de mi edad? ¿sería acaso una fiesta
de chicas? ¿Quién podría ser mi chambelán? Así que la fiesta
de quince años quedó solo en el deseo, además sería egoísta
de mi parte pedir una fiesta sabiendo que dinero era lo que
muchas veces faltaba en casa y quizá también el motivo de
muchas discusiones de mis padres. Me hubiera conformado con
asistir a las fiestas de mis compañeras, pero no podía hacerlo,
no me daban permiso para salir, lo más lejos que salía sin
compañía era a la tienda que quedaba a dos casas de la mía.

Cuando estuve en quinto grado de secundaria, empecé a sentir


miedo de dejar el colegio, se preguntarán por qué, simple, había
visto a mis dos hermanos mayores salir del colegio y no poder
estudiar, Laura quería ser enfermera y Pedro ingeniero pero no
tuvieron la suerte de realizar sus sueños, Ada que ya había
terminado la secundaria dos años antes por ,o menos estudiaba
secretariado en Cesca, mi papá en ese entonces empezó a
tomar más conciencia de nuestros requerimientos y hacía el
esfuerzo de pagar la pensión de mi hermana, yo veía que cada
vez el dinero se hacía más escaso en casa, ya no teníamos el
trabajo que traía mi hermana mayor, y sentía que de terminar la
secundaria tendría que buscar un trabajo para poder ayudar a
mi familia a pesar que mi madre me decía que no me preocupe,
no podía dejar de hacerlo, yo sabía que iba a obtener una beca
para la universidad pues logré el primer puesto en los cinco años
de secundaria pero aun así pensaba ¿Cómo voy a estudiar? Si
los gastos aumentarían.

Terminada mi secundaria, habiendo obtenido una beca para


estudiar en la universidad como ya lo había mencionado antes
decidí postular a la Universidad Nacional de San Agustín para
obtener una vacante en la escuela de enfermería, nos indicaron
que todos los becarios deberíamos asistir durante un mes a
clases donde nos prepararían para poder rendir bien el examen
de admisión, llegada la fecha del examen, recuerdo que fui sola,
otros iban con sus padres, pero a mí no me pudo acompañar
nadie, creo que fue mejor sino me hubiera puesto más nerviosa
de lo que estaba.

Por la tarde, tenía que estar pendiente de los resultados, para la


escuela de enfermería solo había 10 vacantes y muchos
postulantes, llegó el momento, encendimos la radio y escuché
desde el puesto 1 al 10 y no, no oí mi nombre, solo atiné a llorar,
tenía dos opciones: “Elegir otra carrera de las vacantes
sobrantes o renunciar a mi beca y pasar automáticamente a la
relación de inscritos para rendir el examen ordinario”,
obviamente la primera opción no estaba en mi cabeza.

Al día siguiente asistí al auditorio asignado en la universidad


para ver el orden de mérito según el puntaje obtenido y así poder
elegir otra carrera, quizá es cierto lo que mi madre me dijo “Dios
tiene algo bueno para ti, a lo mejor ser enfermera no es la
opción”, yo tenía pensado además de ser enfermera ser también
profesora, es así que logré conseguir una vacante en la escuela
de educación.

Recuerdo ese primer día de clases, llegué temerosa pues no


conocía absolutamente a nadie, en clase me habló una chica de
nombre Verushka, ella era muy graciosa y bueno me sentí más
tranquila y poco a poco fui haciendo más amigos porque todo
resultaba ser “Trabajo grupal”, me gustaba mucho el curso
denominado “Didáctico- tecnológico I” bueno en el primer
semestre comprendía un poco de lenguaje, ortografía y algo de
poesía , para poder manejar el diafragma en lugar de la
garganta, también me gustaba mucho el curso de Arte, sobre
todo cuando teníamos que tocar diferentes melodías con la
flauta dulce, fueron dos años de mucha alegría entre todos los
chicos de mi salón y digo dos años porque al pasar al tercero
teníamos que elegir una especialidad, inicial, primaria,
secundaria (sociales, literatura, físico matemática, Bioquímica) ,
idiomas eran las opciones, sin dudar elegí ser Físico-
matemática; en aquel entonces éramos tres chicas inseparables
Verushka, Sandy y yo, las tres elegimos la misma especialidad
pero al pasar a cuarto año, Verushka cambió su especialidad y
fue a la de primaria, al inicio del año me sentí triste pero después
pasó, ya que aún nos veíamos en nuestras horas libres o en
fechas importantes.

Inicialmente se me hacía muy difícil el curso de Física, juro que


no me gustaba, siendo sincera creo que era el profesor,
ingresaba todo parco y siempre molesto, la clase que debería
durar dos horas se nos hacían tan pero tan largas que no era
raro ver a algunos de los compañeros dormidos. Pero me
encantaba hacer los laboratorios porque todo lo que no le
entendía al profesor en clase lo entendía en el laboratorio ya que
todo allí era práctico y demostrativo.
Mis notas eran regularmente buenas, pero ¡Uy! Al pasar a cuarto
año hice amistad con una compañera llamada Anabela, puedo
decir que ella era muy inquieta, en aquel entonces se iniciaba el
bum de los chats en las cabinas de internet y bueno quizá como
todo joven, la curiosidad hizo que en muchas ocasiones vaya
con ella a alquilar una máquina y perder mi tiempo chateando
con gente que ni conocía, ¿Cómo es no?, una hasta se llega a
ilusionar con personas que ni sabemos si son jóvenes o mayores
o quizá hasta gente peligrosa, recuerdo que en determinado
momento junté todos los recibitos de pago de la hora de internet
diaria pues ya se hizo una costumbre creo y llegué a sumar como
trescientos soles sin contar los recibos que había perdido, creo
que ese fue el momento que me hizo reflexionar y dejar de lado
eso que se me quería ya volver un vicio creo, y pensé qué me
hubiera podido comprar con aquel dinero, ropa, una mochila
nueva, los libros que a veces compraba en copias y reducidas
para que me salieran más baratas, entonces dejé de hacer tal
cosa que solo me ocasionó pérdida de tiempo, de dinero y hasta
clases en algunas ocasiones, eso no estaba bien y gracias a
Dios me di cuenta a tiempo.

En aquel entonces pasaba más tiempo en la universidad que en


mi casa, me gustaba mucho estudiar sentada en el pasto
apoyada en mi árbol amigo, sí, así lo denominé, un ´árbol que se
encuentra justo a la entrada a mi facultad, si ese árbol hablara
contaría las veces que estuvimos con mis compañeros sentados
tocando la flauta sin importar que nos vieran con rareza todos
los que por allí pasaban, no faltaban algunos graciosos que nos
lanzaban una que otra monedita, eso era gracioso o las veces
que nos poníamos a cantar como locos, como las veces que fui
con mis mejores amigas, Verushka y Sandy, a contar algunas
cosas que ocurrían en casa y ellas siempre me arrancaban
sonrisas, ese árbol fue testigo de muchos acontecimientos en
mis cinco años de estudios, aún está allí, cada vez que voy por
mi facultad lo veo y vienen a mi cabeza lindos recuerdos.

Llegó el quinto año, teníamos que hacer nuestras prácticas pre


profesionales y bueno para ello elegir un colegio, en mi caso
elegí hacerlas en el colegio Andrea Valdivieso de Melgar, un
colegio de señoritas, al inicio me dieron un tutor, pero el profesor
enfermó y llegó una maestra nueva, yo no entendía por qué la
profesora inicialmente me trataba mal, recuerdo que nada la
complacía, hacía material, hacía juegos u otros pero nada le
agradaba, así que decidí hablar con ella, le dije que me sentía
mal, que no sabía qué más hacer para que me pusiera una nota
mayo a los 15 ó 16 que recibía, ella me dijo que estudió en un
instituto y que cuando hizo sus prácticas su tutora era una
maestra que había estudiado en la universidad y que en varias
ocasiones le mencionaba que los institutos pedagógicos
deberían desaparecer y eso a ella no le gustaba, que quizá por
ello sin querer lo que hacía era desquitarse conmigo pero se
había dado cuenta que no estaba en lo correcto, después de esa
conversación el trato hacia mi persona cambió, llegamos a ser
muy buenas amigas, me contaba cosas de su vida y yo cosas
de la mía, debo decir que la admiro bastante porque ella sola se
hacía cargo de su única hija, era una excelente profesora y un
excelente madre.

Era el año 2 001, me dijeron que debía ir armando un currículo


con cursos, diplomados, talleres… porque al egresar de la
universidad sería difícil encontrar trabajo, así que me inscribí en
un grupo de danza de aquellos muchos que había en mi facultad,
yo no sabía bailar nada de nada, a mis 20 años no había ido a
fiestas no discotecas ni nada parecido, otra vez el destino actuó
creo y me llevó a inscribirme en algo que no me llamaba la
atención, la danza.
Digo que fue el destino porque en el grupo de danza conocí a un
joven de nombre Orlando, tengo que decir que a mis 20 años
tampoco había tenido enamorado, hubieron si pretendientes
pero en mi cabeza estaba primero tener un título profesional,
conseguir un trabajo, ayudar a mi mamá y a mis hermanos
menores o por lo menos a la menor de todos ya que mi hermano
menor había también ingresado a Educación en la UNSA, mi
alma mater, además había visto muchas chicas que tenían
pareja y que en muchas ocasiones tuvieron a sus hijitos siendo
estudiantes, dejaron de estudiar un tiempo, llevaban a sus bebés
y así recibían clases y otras simplemente dejaron de estudiar, yo
no quería eso para mí, tenía claro mi objetivo. Pero hablando de
Orlando tendría que decir que me parecía un chico bueno,
atento, cariñoso y sincero, recuerdo que primero formé parte del
taller y luego me invitaron a formar parte del Ballet de la Facultad
de Educación de la UNSA, Orlando formaba parte del ballet
también, pero él era ya antiguo, fue allí donde lo iba conociendo
más y más. Por primera, me enamoré.

Fue así que entre atenciones, poemas, letras de canciones y


rosas llegamos a ser enamorados, en aquel entonces yo tenía
mucho miedo que de ello se enterara mi madre porque sentía
que la iba a decepcionar y que no le gustaría la idea a nadie en
casa, trataba de esconderme sobre todo de mi hermano que era
muy celoso y bueno como era de esperarse al enterarse se lo
contó a mi mamá, ella se molestó mucho conmigo, luego pasó
algo que me resultó quizá hasta injusto, mamá me dijo que
aceptaba que tuviera enamorado pero me dijo que ya no tenía
permiso de ir a danzar, era durante los ensayos el mayor tiempo
que podía pasar con Orlando y mi madre me lo prohibía,
entonces cómo podría verlo, no había forma ya que de lunes a
viernes hacía mis prácticas por las tardes y por las mañana
estaba en casa, sentía que era injusto pero creo que Dios
actuaba a mi favor ya que tenía que seguir un curso de idiomas
y era los sábados así que saliendo de mi curso iba a danzar, lo
que en casa no gustó pero a mí me gustaba mucho la danza,
descubrí que tenía talento para ello y me gustaba también pasar
momentos con mi ya enamorado.

En aquel entonces hacía todo lo posible por no faltar a los


ensayos por dos motivos, la danza y el amor de mi vida, él no
sabía nada de las retadas que me ganaba en casa, de los
impedimentos de mi mamá y hasta de los castigos que recibía si
llegaba tarde a casa.

De repente los castigos se hicieron más severos, yo seguía


sintiendo que era injusto ya que era buena estudiante, siempre
me he esmerado por ser buena hija, pero no podía hacer más
que aceptar los castigos, hasta mis hermanos me dejaron de
hablar, mi mamá escondía mis ojotas y mi pollera con las que
ensayaba con tal de que no pudiera salir. Eso me dolía mucho,
creo que fue el tiempo que sentí injusticia, incomprensión o quizá
era la forma de protección de mi madre hacia mí, es lo que quise
pensar, ella me protege tal vez para que no cometa errores, pero
en mi cabeza no estaba ser madre u otro, solo quería vivir esa
experiencia del primer amor con la cabeza fría pero creo que mi
mamita no lo entendía así, por otro lado quería danzar, pues
sentía que cuando danzaba, simplemente volaba y era otra
Clara, me encantaban las presentaciones con mis trajes típicos
y los aplausos del público…pero no me entendían.

Hubo una ocasión en la que ya no pude soportar tantos castigos


que me dolían quizá más que un golpe, la indiferencia, la
soledad, estar con todos mis hermanos y no poder hablar con
ellos, de ser el ejemplo de casa pasé a ser el patito feo y no
entendía qué estaba mal, así que fui a la tienda, cogí el teléfono
público, inserté una moneda y llamé a Orlando, le dije que no iba
a ir más al grupo de danza y que ya no quería ser su enamorada,
no le di mayor explicación, había decidido poner fin a todo y
retroceder hasta donde empezó todo lo malo según yo, le diría a
mi madre que todo está bien, cambiaría mis horas de llegada, ya
no saldría los sábados, todo para que las cosas vuelvan a ser
como antes, pensé que haciendo ello todo se iba arreglar, mi
mamá sería mi amiga otra vez, mis hermanos me volverían a
hablar y Orlando conseguiría otra chica que no tenga tantos
impedimentos para estar con él, una chica más liberal quizá, me
dolió mucho lo que hice aquel día pero, creo que todo estaría
mejor después, pero fui egoísta ya que solo pensé solo en estar
bien yo.

Luego de esta acción no pasaron veinte minutos y sentí que


alguien llamaba a la puerta, felizmente la que atendió fui yo y
¡Oh sorpresa!, era Orlando, estaba allí en la calle, en mi puerta
y me dijo que no se iría sin hablar con mis padres o hermanos,
entonces lo convencí para que se fuera y me esperara en la
universidad para contarle el por qué había decidido alejarme de
él y ¡uf! lo logré, pero no contaba con que al cerrar la puerta
llegaba mi hermana Ada y al verlo en la puerta le había
preguntado a quién buscaba, él le dijo que a mí y ella le había
contado todo lo que me pasaba en casa pidiéndole que me
dejara en paz y se alejara para que me levanten todo castigo.

Al llegar a la universidad, Orlando me contó todo lo que se había


enterado por mi hermana y me preguntó por qué no le había
contado y ¿qué creen? No terminamos, esta actitud suya quizá
hizo que me enamorara aún más de él, así que buscó la manera
de vernos sin afectar mis horarios de llegada a casa para
ganarse un poquito la confianza de mi madre, me recogía del
colegio y me llevaba a casa, me esperaba en las salidas de mis
clases y bueno como él vivía a unas cuadras de mi casa,
tomábamos la misma combi, se dedicó a darme más tiempo y
hacer coincidir sus horarios de estudio y trabajo con los míos
para no salir en otras horas y molestar más a mi mamá.

Pero no contábamos con que en ese año ocurriera el último


terremoto registrado en Arequipa, el 23 de junio del año 2 001,
el colegio donde hacía mis prácticas resultó dañado y la
universidad también, suspensión de clase por más de un mes y
no había pretexto para salir así que la única forma de por lo
menos oír nuestras voces era por teléfono, pero yo no tenía uno,
él sí, entonces iba a la verdulería, allí había un teléfono público
y la señora que allí atendía me quería mucho y se volvió mi
cómplice, él llamaba allí y ella iba a mi casa y me decía que me
llamaba mi tutora del colegio o alguna compañera, así podía
hablar con él por lo menos unos minutos.

Por fin el año terminó, obtuve mi título de bachiller en educación


y realicé un curso de titulación para obtener mi licenciatura, otra
vez el destino me regresó a clases desde las siete de la mañana
hasta las ocho de la noche durante dos meses, tiempo en que
Orlando se esmeraba en esperar en el paradero la combi donde
yo pasara para ir conmigo a la universidad y dejarme en clase y
del mismo modo esperar en la puerta de mi clase a la hora de
salida.

Lo logré, obtuve mi anhelado título, para esto ya las cosas


mejoraron en casa, mamá no dejó de apoyarme nunca, aún
recuerdo cuando recibía el diploma, mi familia toda a mi lado y
el amor de mi vida viendo desde lejos, me sentía feliz en todos
los sentidos.

Conseguí mi primer trabajo en el colegio María Reina, realmente


todo un reto, exigencia al máximo, para entonces mi mamá había
cedido un poco, ya podía ir a mis ensayos y podía estar con mi
amor, pero nuevamente problemas, esta vez no era conmigo,
era algo peor, la mamá de Orlando tenía cáncer y en fase
terminal, ahora me tocaba apoyarlo a él, fueron meses muy
tristes, ver cómo la señora iba poniéndose cada vez peor y no
poder hacer nada. Ella era muy joven, tenía 44 años, algunas
veces yo la recogía de sus quimioterapias, eso era muy doloroso
tanto para ella como para mí, la veía tan frágil y a la vez con
tantas ganas de vivir, no olvidaré nunca cuando nos dijo a
Orlando y a mí, ¡Es hora de hablar con tu mamá!, ambos nos
sorprendimos un poco per estábamos seguros que queríamos
estar juntos, así que una tarde quedamos en encontrarnos
Orlando, sus padres y yo y así ir a mi casa y hablar con mis
padres, yo estaba muy asustada y él muy nervioso, llegando a
casa, la actitud de mi madre me sorprendió, pensé que se
molestaría y quizá hasta ni los atendería pero no, todo lo
contrario y dijo que había notado que Orlando era un buen chico,
así que aceptó que él y yo lleváramos una relación como pareja
y pudiéramos casarnos, acontecimiento que tuvo que esperar
porque la mamá de Orlando se puso muy muy malita, fui a vivir
a su casa y tiempo después la señora falleció, no pensé que
sería tan pronto, entonces vinieron muchos problemas, deudas
de su negocio, los bancos, los estudios de Orlando, entre otros,
el dinero no alcanzaba y empecé a sentir la carencia de muchas
cosas, allí entendí que mi mamá no se equivocaba, quería que
por lo menos tuviera algo con qué defenderme en la vida, pero
bueno juntos poco a poco fuimos tratando de salir adelante.

Debo decir que pasamos siete años viajando con el grupo de


danza, presentaciones, corsos, viajes… y por supuesto el trabajo
de maestra empezaba a rendir frutos.

El año 2 005 quedé embrazada, íbamos a ser padres de una


nenita linda, pero a los seis meses sentí unos fuertes dolores
una mañana y así fui a trabajar, por la tarde daba clases
particulares, con los dolores cumplí pues hacía falta el dinero
para poder subsistir, por la noche ya los dolores eran
insoportables, no tenía seguro, solo SIS (Seguro Integral de
Salud) y me dirigí a la posta, llamé a Orlando y me llevó al
hospital Goyeneche ya casi sin poder soportar el dolor, siete de
la noche, se me reventó la fuente, había perdido a mi bebé, un
parto inducido, mi bebé en una riñonera y una operación.

Por lo menos pude ver a mi hijita, la habían puesto en una mesa


que estaba cerca del baño, se parecía a mi esposo, la vi y no
pude contener mi llanto, había perdido a mi hija, en ese momento
atiné a echar un poquito de agua en su cuerpecito y la llamé
Gema, siempre oí que hay que bautizarla para que vaya al cielo,
Gema, de Genara como la mamá de mi esposo y de María como
mi madre.

En enero del año 2 007 nuevamente quedé embarazada, esta


vez tenía miedo de volver a perder a mi bebé, pero el amor de
mi esposo, el apoyo de mi madre, mis hermanos y un psicólogo
claro, me ayudaron a llevar un embarazo tranquilo, recuerdo que
el médico me dijo que era un embarazo de riesgo, entonces puse
a mi bebé en las manos de la Virgen de Chapi y del Señor de
los Milagros, el 23 de septiembre de ese año tuve en mis brazos
a mi amada hija , Maryorie Camila, el primer nombre o escogió
mi esposo porque le gustaba mucho la película Harry Potter y
una niña se llama Hermayori o algo así y el segundo nombre se
lo puse yo porque significa “cerca de Dios”.

Empezamos nuestra vida de padres pero la casa no era


apropiada, un pequeño cuarto, en la ventana un par de
calaminas y en la puerta una tela que protegía un poco del frío,
sin televisor ni radio, una vieja cama, techo de calamina y
nuestra ropa, era lo que teníamos, mi esposo que aún no tenía
el título de profesor trabajó enseñando danzas por la mañana,
por la noche de vigilante en un centro comercial y yo trabajaba
en el colegio Thales de Mileto, tenía que llevar a mi hijita al
trabajo, gracias a Dios mi directora me lo permitía ya que en el
colegio tenía también su casa y su empleada me ayudaba con
la nena, debo decir que Dios no me abandonó nunca.
Tuve que buscar un colegio cerca de casa porque mi trabajo
quedaba en Socabaya y yo vivía en Mariano Melgar, Dios me dio
una manito otra vez, conseguí trabajo en el colegio Ana Frank, a
cinco minutos de mi casa, buen sueldo, gratificaciones, seguro…
beneficios que antes no tenía, así que cuando mi pequeña
cumplió dos años y medio la llevé a estudiar en el nivel inicial de
ni colegio, sufrí mucho al ver a mi hijita esperar las tres de la
tarde para ir a casa, a veces dormida otras de hambre, quizá se
pregunten por qué mi mamá no me apoyaba, pues ella estaba
enferma, vasculitis le dijeron y no podía darle más trabajo, ella
necesitaba cuidarse.

El papá de mi esposo era muy gruñón, a veces yo no salía de mi


cuarto para no cruzármelo en el camino, pero fue Maryorie con
sus ocurrencias que lo había sonreír, él era duro con sus hijos,
pero con mi pequeña era el hombre más tierno del mundo,
cuando mi nena tenía tres añitos, él falleció, otra vez nos visitaba
el cáncer.

Mi pequeña Maryorie iba creciendo, poco a poco junto a mi


esposo íbamos tratando de construir y arreglar la casa para que
ella pueda jugar y desarrollarse en un mejor ambiente, ella es
testigo de nuestras carencias y de nuestro progreso, Maryorie
llegó a bendecir mi hogar y a llenar de amor mi vida y la de mi
esposo, cuando ella tenía cinco años, Dios me volvió a bendecir,
esta vez me enviaba otra nena a la que llamamos Angely Marian.

Íbamos seguido a ver a mi mamá, la abuelita querendona que


no dejaba que se les rete si hacían alguna travesura, Maryorie
la quería mucho, la llenaba de besos, pero cuando tenía siete
años, sin pensarlo siquiera el cáncer volvió a tocar nuestras
puertas, esta vez venía por mi madre, la mujer más valiente y
fuerte que conozco, mi amiga, mi protectora, mi mamuchi como
le decía, tenía leucemia, tres meses en el hospital, sin saber lo
que tenía pues en eso quedamos con mis hermanos, en no
decirle nada y darle siempre esperanzas de que saldría del
hospital para volver a casa, pero no fue así, falleció en mayo del
2014. Había perdido parte de mi vida.

Poco a poco nuestra situación económica fue mejorando, junto


a mi esposo hemos llegado a construir una casa algo pequeña
pero llena de ese calorcito que nos acurruca y nos permite
cobijarnos juntos los cuatro, comodidades, cuartos propios,
sofás… pero lo más importante, lo que hizo que logremos todo
lo material es sobre todo la unión, el amor, la confianza, el trabajo
en equipo y sobre todo el confiar en Dios ya que sé que en todo
momento nos ha bendecido, nos puso pruebas y nos ayudó a
superarlas siempre.

Lo más bonito es que ahora trabajamos los cuatro en equipo bajo


nuestro lema, “NO SOMOS CUATRO, SOMOS UNO” y confío
que así será siempre…

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