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José Carlos Chiaramonte “Usos políticos de la historia” acerca de La

antigua constitución luego de las independencias, 1808-1852. Unidad 1.


En el río de la plata a partir del proceso de la independencia, la atención estuvo
dada por los intentos fracasados de imponer una dictadura revolucionaria en 1810 y
1813, y luego un sistema político representativo constitucional, en especial después del
1820. La realidad mostró en cambio, la persistencia de la antigua constitución con
modificaciones de diversa magnitud, pero acordes con la constitución antigua, como las
facultades extraordinarias (consideradas tradicionalmente una de las principales
muestras de ausencia de legalidad).

La visión de la historia de la crisis de la Independencia y el proceso abierto por


ella, si bien no estás ya ceñida a la dicotomía de civilización y barbarie, persiste en
priorizar la atención a las innovaciones modernizadoras, y a deformar la imagen de las
prácticas y concepciones políticas mediante conceptos como “caudillismo” y otros
similares que ocultan la existencia de un universo político intelectual coherente.

La historia intelectual y política hispanoamericana se ha visto limitada por la


preferente atención concedida a las influencias de las grandes figuras del pensamiento
político occidental. Jugaban un papel fundamental las concepciones propias de lo que
podríamos llamar las ciencias sociales de la época, transmitida por los estudios
superiores de derecho canónico, derecho civil y derecho natural. Por consiguiente, se
han interpretado mal las prácticas políticas de aquellos sectores que resistían las
reformas políticas derivadas de las independencias, al no advertir que esas resistencias
no eran manifestaciones de anarquía, sino que provenían de un universo conceptual
coherente, si bien no uniforme, en el que primaban las normas derivadas de los que el
lenguaje de la época se denominaba la antigua constitución.

El término constitucionalismo puede padecer un mal entendido vinculado a la


distinción entre constituciones escritas y no escritas. Una forma de entender el concepto
es, en la que el término constitucionalismo designa al proceso que durante los siglos
XVII y XVIII tendió a poner límites al poder mediante un conjunto de normas de
diverso origen y distinta datación. Esa limitación comprendía también la del poder
derivado del principio de la soberanía del pueblo cuando ésta era ejercida sin
restricciones.
El uso del concepto de antigua constitución convendría distinguir. Por una parte,
la referencia a un conjunto preciso de normas constitucionales vigentes en un momento
dado y por otra, la innovación de, un supuesto o real, derecho antiguo utilizado como
arma discursiva por quienes oponían a innovaciones consideradas ilegítimas.

El derecho natural y la antigua constitución

En Hispanoamérica, la enseñanza del derecho natural como disciplina central de


los estudios de jurisprudencia continuó luego de la independencia. La universidad de
Buenos Aires y también la de Córdoba siguieron manteniendo los estudios de derecho
canónico a través de sus varias reformas de planes hasta fines del siglo.

La persistencia el derecho hispano indiano era inseparable de la del derecho


natural el criterio que se había convertido en predominante a lo largo del siglo XVIII y
que aún regía en tiempos de la independencia, colocado por encima de toda legislación
positiva.

Las normas constitucionales vigentes en la primera mitad del siglo XIX

Los estudios jurídicos que hemos reseñado están en correspondencia con las
normas constitucionales que continuaron rigiendo luego del 1810 en la provincia
rioplatenses, en las que seguía en vigor la real ordenanza de intendentes de 1782, con
las modificaciones de 1783. Ella perduraría en la primera mitad del siglo junto al
reglamento provisorio de diciembre del 1817.

Las gobernaciones de intendencia existentes en el actual territorio argentino no


habían desaparecido y subsistieron hasta el 1820.

El reglamento provisorio de 1817 fijo una pauta que se habría demostrar mucho
más adelante de lo previsto "hasta que la Constitución determine lo conveniente,
subsistirán todos los códigos legislativos, cédulas reglamentos, y demás disposiciones
generales y particulares del antiguo gobierno español que no estén en oposición, directa
o indirecta, con la libertad e independencia de estas provincias ni con este reglamento y
demás disposiciones que no sean contrarias a él, liberadas desde el 25 de mayo del
1810”. Este texto requiere dos observaciones. Una que las leyes "nacionales" son las
españolas y otra, que esa disposición no es mera consecuencia de la todavía sujeción a
la corona de Castilla.
Luego en 1820 comenzaron ensayos de regímenes representativos en las
provincias. Las intendencias no subsistieron luego de esa crisis y asimismo todos los
cabildos existentes en el territorio del ex virreinato serían suprimidos entre el 1822 y
1834, y sustituidos por las legislaturas. La constitución antigua sería sólo parcialmente
modificada por las medidas de carácter constitucional adoptadas en las distintas
entidades soberanas que, con el nombre de "provincias", reemplazaron la soberanía de
la corona de Castilla. Luego de los fracasados intentos de imponer un texto
constitucional a las provincias unidas del Río de la Plata -1813 1819 1826 1828- hasta
el logro de la Constitución de 1853 la realidad en materia constitucional fue la de la
vigencia de sistemas informales en cada uno de los Estados provinciales

Los Estados rioplatenses que comenzaban ya a considerarse “argentinos”


reconocieron en el Pacto Federal de 1831 otros de los elementos integrantes de esa
constitución informal. Casi todos vivieron un proceso en que los intentos de
instauración del régimen representativo dieron lugar a variadas combinaciones de la
antigua constitución con innovaciones posteriores a 1810. Las legislaturas no llegarían a
afirmarse como tales y persistían, en algunos casos, como meros órganos destinados a
refrendar las disposiciones gubernamentales y en otros, limitadas por las facultades
extraordinarias concedidas a los gobernadores

En el caso de Buenos Aires, en lugar de adoptarse un texto constitucional se


modificó la antigua constitución con un conjunto de leyes que disponían innovaciones
tendientes a establecer un régimen representativo cuya vigencia comenzaría a ser
prontamente falseada partir del primer gobierno de Juan Manuel de rosas (1830-1832)
y, en especial, en su segundo gobierno luego de 1835.

Inconsistencia del concepto de caudillismo

La clásica dicotomía forjada por Sarmiento en el Facundo “civilización y


barbarie” había ofrecido una imagen distorsionada de la realidad social y política de su
época por efecto de las influencias conjugadas del romanticismo y de la literatura de
viajeros europeos, con cuya descripción de paisaje y de tipos humanos constituye su
desconocimiento personal de esas realidades.

El “caudillismo” aparece entonces como la otra cara del proceso histórico, ajeno a
la obra civilizadora y enfrentado al reino de la legalidad: “la paz perpetua las estructuras
de la guerra y condujo a la aparición de un proceso dual en Hispanoamérica: por un
lado, se dio el constitucionalismo y por otro, el caudillismo".

Tulio Halperín señaló hace un tiempo que el término “caudillismo”, fue “un
calificativo de migratorio aplicado muy liberalmente por ciertos políticos a sus rivales…
la expresión cubre un conjunto de significaciones semejantes al que un siglo antes
cubría la del tirano”

Formación intelectual de 2 de los principales protagonistas de la época: clero


y jefes militares

La imagen según la cual ante el constitucionalismo que las élites modernizadoras


habían tratado de imponer se había alzado la arbitrariedad del “caudillismo” desconoce
o desatiende en los líderes, rurales o urbanos de la época, la existencia de normas de
conducta política apoyada en criterios constitucionales de otra naturaleza.

El enfoque de la conducta de los llamados “caudillos”, que omite conocer su


formación intelectual, afecta también de manera similar a la forma en que es
considerada la actuación política del clero.

Sucede que al registrarse los datos concernientes al clero que participó en los
acontecimientos de la época, la interpretación habitual es la de ver los hombres de
iglesia sólo como representantes de un culto religioso.

Es por eso que, para el propósito de comprender los móviles de los actores
políticos carece de relevancia el hecho de que muchos de estos hombres de iglesia lo
fueran sin vocación religiosa, al haber sido destinados a la carrera eclesiástica por
cálculos de conveniencia según normas familiares propias de la época.

De los llamados “caudillos” se han detectado los rasgos militares y políticos


gubernamentales sin reparar en las características de su formación intelectual o la de los
asesores que los acompañaba.

Algunos de estos jefes políticos-militares tenían estudios superiores o medios los


qué significa que en su transcurso habían recibido, como los hombres de iglesia, las
nociones básicas de lo que solían llamarse las ciencias de la moral y de las costumbres,
las que se correspondían con las pautas de vida social y política de su tiempo
Por ejemplo, Alejandro Heredia tucumano y Pascual Echagüe santafesino, pero de
actuación política también en la vecina provincia de Entre Ríos, eran doctores en
teología y habían realizado tareas docentes

Las facultades extraordinarias en la historia rioplatense

Las facultades extraordinarias serán en realidad de la expresión de un recurso


dictatorial legítimo universalmente difundido en la época para enfrentar situaciones de
emergencia política.

Las facultades extraordinarias consideradas tradicionalmente una de las


principales muestras de la ausencia de legalidad, eran por el contrario una forma de la
antigua institución de la dictadura establecida mediante consentimiento de quienes lo
otorgan y con limitaciones de tiempo y atribuciones. No sería ocioso recordar al
respecto, que la dictadura era desde tiempos de la antigüedad clásica una institución
legal, mientras que, en cambio, el abuso del poder por los gobernantes recibía el nombre
de tiranía.

Las facultades extraordinarias no era una institución que cancelase “las leyes
fundamentales” que regían cada provincia. Esas facultades no eran usurpadas
unilateralmente por el gobernador sino que, las concedía el organismo legislativo
cumpliendo con las formalidades requeridas por el principio del consentimiento: la
institución representativa de la soberanía popular consentía en desprenderse de manera
transitoria de ciertas facultades suyas por motivos atribuidos por lo general a
circunstancia de gravedad, internas o externas, que no podían ser afrontadas en forma
adecuada mediante los procedimientos propios de la división de poderes. Incluso la
última formalidad rigió la concesión de la suma del poder público a Juan Manuel de
rosas en 1835.

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