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III.

EL CONFLICTO: ALTERNATIVAS EN EL EQUILIBRIO POLITICO

En marzo de 1856, con la denuncia de los tratados que aseguraban el statu quo entre la
Confederación y Buenos Aires, ambas partes iniciaron una compleja red de maniobras que
ahondaron la división y prepararon el terreno para un enfrentamiento bélico. A las medidas
hostiles en el campo económico se unió un febril movimiento diplomático ante las grandes
potencias con el fin de lograr el reconocimiento, lucha está en que Buenos Aires, favorecida por
su situación económica, invalido en parte los esfuerzos del Gobierno Nacional por cerrarle el
camino del reconocimiento de su personalidad internacional. Los muchos intereses comerciales
extranjeros allí radicados influyeron para que a fines de 1857 Francia estableciera relaciones
con los porteños y para que Inglaterra y los Estados Unidos mantuvieran una actitud ambigua
que, sin llegar al reconocimiento, perjudicaban las aspiraciones de Paraná.
La existencia de grupos extremos, partidarios en Buenos Aires de la secesión total y en
la Confederación del uso de la fuerza para incorporar a la provincia rebelde, encarecía el
ambiente con ataques virulentos: Urquiza buscaba a principios de 1859 la alianza brasileña y
paraguaya para aplastar el movimiento separatista y el doctor Valentín Alsina, gobernador de
Buenos Aires desde 1857 y su enemigo personal, dictaba en febrero de 1859 el decreto de
represalias contra la ley de derechos diferenciales. La guerra era un hecho inevitable y se
apresuró más aun con el problema de la sucesión presidencial en la Confederación, que desato
en Paraná y las provincias una sorda lucha entre los dos candidatos principales, el
vicepresidente Del Carril y el ministro del interior Derqui y sus respectivos partidarios.
La situación entre los candidatos se definió al estallar una crisis en San Juan,
disolviéndose allí también las tenues posibilidades de entendimiento entre Buenos Aires y la
Confederación. El episodio se inició con un enfrentamiento entre el gobernador Manuel José
Gomes y su ministro Saturino Laspiur, ambos de tendencia liberal y simpatizantes con la
candidatura de Del Carril, y el comandante militar de la zona, general Benavides y culmino con
el encarcelamiento de este último en septiembre de 1858 bajo la acusación de conspirar contra
el gobierno .De inmediato se decretó la intervención , pero ante la renuncia de los comisionados
designados por Urquiza y dada la urgencia de la situación Del Carril, nombro ministro de
Guerra a José M. Galán y a Baldomero García con expresas instrucciones de sacar a Benavides
de San Juan bajo la protección del Gobierno Nacional. Desafortunadamente la comisión llego
tarde junto con el asesinato de Benavidez se desvaneció también la candidatura del
vicepresidente, al hacerse sospechoso ante Urquiza de complicidad con el núcleo liberal.
Derqui y el general Pedernera intervinieron la provincia, encarcelaron a sus autoridades
e impusieron como nuevo gobernador a José A Virasoro, oficial del ejército correntino. El orden
quedo así restablecido aunque el suceso tendría más tarde funestas consecuencias, Derqui fue
electo presidente con el aval de Urquiza y pareció consolidarse la posición de los grupos
extremos. Solo Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán y Jujuy levantaron su voto de protesta
ante el procedimiento empleado en la provincia sanjuanina e igual suerte que Del Carril corrió
el candidato a la vicepresidencia Marcos Paz, vencido ampliamente por Pedernera con el apoyo
del general Urquiza.
A la situación financiera crítica de la Confederación se agregó entonces la incidencia de
los acontecimientos políticos para apresurar el estallido del conflicto armado y el 23 de octubre
de 1859 los adversarios se enfrentaron en Cepeda.
En la batalla las fuerzas de Buenos Aires, al mando de Mitre fueron derrotadas aunque
no destruidas por completo. Urquiza avanzo hasta San José de Flores donde se firmó el
armisticio el 11 de noviembre. La renuncia previa del gobernador Alsina y las condiciones
establecidas en el pacto permitían esperar un arreglo definitivo: Buenos Aires se declaraba parte
de la Confederación obligándose a verificar su incorporación mediante la aceptación y jura
solemne de la Constitución Nacional: para ello y dentro de los 20 días siguientes a la firma del
convenio, convocaría a una Convención Provincial que examinaría la Constitución de 1853
En los meses que consiguieron y luego de un primer momento de desacuerdos, se
observó una política favorable a la unión, a la que no fue ajena la figura de Mitre; el recién
electo gobernador de Buenos Aires declaro en el mes de mayo de 1860 su decisión de
incorporar la provincia a la nación y comisiono a Vélez Sarfierld para discutir con el gobierno
de Paraná las modificaciones a la Constitución de 1853 propuestas por los convencionales
porteños.
De estas gestiones resulto el Convenio firmado el 6 de junio en el que se aceptaba la
obligación de residencia mínima de tres años pedida por Buenos Aires para los convencionales
que representaban a las provincias, y se establecía que la aduana seguiría en manos del
gobierno provincial hasta que la provincia se uniese oficialmente al Congreso y el cuerpo
promulgase nuevas disposiciones.
Buenos Aires saco partido de la desconfianza que hábiles intrigas crearon entre Derqui
y Urquiza y consolido en las negociaciones la autonomía que pareció haber perdido luego de
Cepeda.
El episodio y la rivalidad creciente de los grupos políticos que respondían
respectivamente al presidente Derqui, a Urquiza y al gobierno de Buenos Aires, encubrían otra
vez una situación explosiva que alcanzo dimensión nacional durante el periodo previo a las
elecciones para convencionales en que cada grupo trato de imponer sus candidatos: San Luis y
San Juan respondían al presidente Derqui, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe , La Rioja,
Catamarca y Mendoza estaban bajo la influencia de Urquiza y los porteños contaban con el
apoyo de Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy y Córdoba.
La lucha asumió diversas formas: desde el desconocimiento de la autoridad nacional
como en Corrientes (apoyada por Urquiza) hasta rebeliones internas, cuyo caso más dramático
ocurrió en la provincia de San Juan y culmino en el asesinato del gobernador Visasoro en
noviembre de 1860.
La complicidad porteña en el sangriento episodio no ha sido demostrado de modo
fehaciente, aunque la muerte de Virasoro despertó una ola de entusiasmo entre los elementos
“duros” de Buenos Aires y la toma del poder consiguiente por el grupo liberal sanjuanino no
podía más que beneficiar a la provincia en el juego político que se avecinaba en el Congreso.
Sin embargo, el llevar la noticia del asesinato, la intervención a la provincia fue
apoyada por Mitre, que se encontraba en Entre Ríos, designándose para el cargo a Juan Saa
gobernador de San Luis y como auxiliares a los coroneles Paunero y Conesa, hombres de la
confianza de Mitre.
El recién electo gobernador de San Juan , doctor Antonino Aberastain , se mostró
dispuesto a aceptar la intervención siempre que esta fuera pacifica como había sido convenido
entre el presidente y el gobernador de Buenos Aires: pero el 25 de noviembre la renuncia de los
comisionados porteños por desacuerdos de último momento cambio por completo el panorama
y la intervención pacifica dio lugar al empleo de la fuerza; los liberales resistieron y el 11 de
enero se libró la batalla en la Rinconada del Pocito donde pereció la mayoría de los sanjuaninos
y fue ejecutado Aberastain.
Las instrucciones de Derqui, autorizando el empleo de la fuerza, y las intimaciones de
Urquiza precipitaron este desenlace, pese a las seguridades que el mismo Derqui había dado a
Buenos Aires sobre la protección que se prestaría al grupo liberal. Los ánimos volvieron a
caldearse y con la renuncia de la Riestra y Pico llego a su fin la participación porteña en el
Gobierno Nacional. Poco después las respuestas a la nota cursada por Mitre a las provincias con
fecha el 6 de febrero solicitando se condenara la actitud de la intervención, dieron la medida del
estado de las fuerzas: Córdoba se mantuvo neutral; Santiago del Estero, Tucumán , Salta ,Jujuy
enjuiciaron al gobierno de Derqui, mientras que las restantes no se adhirieron a la censura.
En este clima de tensión creciente se aproxima la fecha de incorporación porteña a la
nación y la provincia eligió sus representantes al Congreso conforme con la ley local: Derqui
había garantizado la aceptación de tal temperamento.
El Cuerpo debía resolver una serie de cuestiones espinosas: la situación de San Juan,
admisión de representantes correntinos que no contaban con los años mínimos de residencia,
problemas de aranceles relacionados con la garantía asegurada a Buenos Aires por los pactos
del 11 de noviembre y 6 de junio, y admisión de los diputados porteños: se comprende
fácilmente que las tres últimas estaban estrechamente conectadas, ya que la mayoría del
Congreso determinaría la línea política y económica del país. La lucha se entablo por lo tanto en
torno de las bancas de la Cámara de Diputados.
Ante la mayoría liberal era previsible la expulsión de algunos delegados urquicistas que
no llenaban el requisito de residencia, situación tanto más grave para este grupo si era seguida
por una alianza porteña con el presidente Derqui; era preciso evitar la incorporación
neutralizando a Buenos Aires antes de la reunión oficial del Congreso y se hizo en las sesiones
preliminares.
Entre mayo y septiembre febriles preparativos tuvieron lugar en la Confederación y
Buenos Aires, Derqui intervino Córdoba ante un conflicto entre el gobernador, apoyado por los
porteños con armas y dinero, y la provincia de San Luis. Por otra parte ordeno movilizar a las
milicias del Interior y Urquiza hizo lo propio con las fuerzas entrerrianas. Todo en medio de un
estado de casi tal bancarrota financiera.
Con mayor entusiasmo y sin problemas económicos se armaba Buenos Aires y los
intentos de conciliación de los ministros de Francia y Gran Bretaña caían en el fracaso.
El 17 de septiembre de 1861 chocaron los ejércitos cerca del arroyo del Medo, sobre los
campos de Pavon.El desarrollo del combate fue confuso y su resultado sorpresivo al retirarse
Urquiza del campo de batalla sin haber sido vencido por el ejército de Mitre. Las razones de esa
actitud nunca fueron conocidas y han motivado innumerables conjeturas, pero cualquiera que
fuese el motivo que movió al general Urquiza al abandono de la lucha, ello permitió poner
punto final al viejo pleito.
Entre septiembre de 1861 y fines de enero de 1862 tuvieron lugar las últimas fases del largo
conflicto. El 6 de octubre las tropas porteñas invadieron Santa Fe y marcharon sobre Rosario; a
principios de noviembre el presidente Derqui renunció al cargo y marcho al exilio una vez que
comprendió la inutilidad de toda resistencia, Mitre negociaba directamente con Urquiza y el
poder nacional entro en receso.
El movimiento liberal se afianzó con rapidez en el Interior y el gobierno del general
Mitre asumió el mando del país con carácter provisional: hacia finales de enero de 1862 Urquiza
había aceptado esta situación y solo restaba obtener la colaboración de los elementos
autonomistas de la propia Buenos Aires.
La tarea no fue fácil y el nudo del problema lo constituyo la federalización de Buenos
Aires, sede implícita del gobierno nacional desempañado provisionalmente por el gobernador de
la provincia; de los fuertes intereses que se movían en torno de la cuestión es buena muestra la
solución de compromiso finalmente alcanzado.
Pero si bien la solemne apertura del nuevo Congreso Nacional, el 25 de mayo de 1862, consagra
el triunfo final de Buenos Aires, es también , el aval a un programa nacionalista liberal que
liquidaría las aspiraciones hegemónicas de aquella en beneficio de una fuerte autoridad
centralizada , que terminara por escapar al control de la provincia

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