En el que se declara que no hay que juzgar del papado
Sobre la quinta cuestión afirmo que de ningún modo hay que juzgar del papado según los profetas modernos, ni tampoco según los milagros aparentes, ni por las visiones. Esto se evidencia por tres razones: Primera. Porque estas tres cosas son muy ajenas para juzgar del caso. Desde el principio, el pueblo cristiano fue establecido y organizado según la Providencia divina, que dio ciertas y determinadas leyes, que han de observarse siempre indefectiblemente en la Iglesia militante, y contra las cuales no se puede admitir ninguna profecía, milagro o visión. Pues si los ángeles de Dios hablaran contra la determinación de la Iglesia romana, no habría que creerlos, según dice San Pablo: Si un ángel de Dios os anunciara un evangelio distinto del que hemos predicado, sea anatema (Gal. I, 8). Sobre lo cual dice la Glosa: "Tan cierto está de la verdad de su evangelio, que si un ángel predicara otro evangelio, no lo creería, sino que lo anatematizaría". Es más, si el mismo Cristo se apareciera a alguien diciéndole que creyera u obrara contra los estatutos generales de la Iglesia romana, que han de ser indefectiblemente observados, según su Providencia, habría que creer con seguridad que el aparecido no era Cristo. Por eso se dice en los Proverbios: Escucha, hijo mío, las amonestaciones de tu padre, y no desdeñes las enseñanzas de tu madre, porque serán corona de gloria en tu cabeza y collar en tu cuello (Prov, I, 8, 9). Sobre lo cual dice la Glosa interlineal: "Debemos amar a Dios y obedecerle, guardando la unidad de la Iglesia con caridad fraterna". Por tanto, habiendo determinado la Iglesia romana, es decir, el colegio cardenalicio, que Clemente es el verdadero papa, es evidente que no se ha de creer en ningún milagro o visión en contra. Segunda. Porque estas tres cosas son muy falibles e inciertas, ya que no siempre vienen de Dios, sino que muchas veces las hacen los demonios. Sobre las profecías, está claro en Jeremías: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan y os engañan. Lo que os dicen son visiones suyas, no procede de la boca de Dios (Ier. XXIII, 16). Sobre los falsos milagros, está claro en el Génesis (VII, 8), en donde se dice, hablando de los magos del Faraón, que hicieron muchos milagros contra el siervo de Dios, Moisés. Y sobre las falsas visiones, narra Casiano en las Colaciones de los Padres que muchos y grandes varones que se fiaron de las visiones, fueron torpemente decepcionados. Por lo cual dice el apóstol: "Satanás se transforma en ángel de luz", para engañar a los hombres, según la Glosa. Debiendo, pues, creer firmemente que es verdadero papa aquel que está defendido y afianzado por la perseverancia del colegio cardenalicio, es claro que no debe darse crédito a la infalibilidad o certeza de la profecía contraria, ni al milagro ni a la visión. Tercera. Y porque estas tres cosas deben sernos muy sospechosas, ya que en tiempo del anticristo abundarán en el mundo para engañar a los hombres. Se lee en San Mateo: Surgirán muchos falsos cristos y falsos profetas y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error, si posible fuera, aun a los mismos elegidos" (Mt XXIV, 25). Y otro tanto en San Pablo: En los últimos tiempos apostatarán algunos de la fe, dando oídos al espíritu del error y a las enseñanzas de los demonios, que hipócritamente hablan la mentira (1 Tim. IV, 1-2) Por cuanto nosotros estamos más cerca del tiempo del anticristo, tanto más hemos de tomar como sospechosas todas las nuevas profecías, milagros aparentes y visiones. Y, por ende, no hemos de tomar de aquí argumento en lo que toca a la fe o a la Iglesia. Con todo, algunos, demasiado fáciles en creer y pronunciarse por estas nuevas profecías, que a veces se cumplen, se atreven a contradecir la determinación del colegio cardenalicio, en el que se funda la Iglesia romana. Hay que advertir que, permitiéndolo Dios, los demonios anuncian a los hombres, mediante sus profetas, verdades futuras, a fin de engañarles con más facilidad (Cf. 2-2, q. 172, a. G. Colación del abad Moimu). Y así, después de anunciar las verdades, entremezclan lo falso y logran adeptos. A este propósito se lee en las Colaciones de los Padres que el demonio, disfrazado de ángel bueno, se le apareció a cierto individuo y le reveló muchas verdades. Y cuando le vio bien dispuesto a creerle en todo, le persuadió que se circuncidara, ya que de no hacerlo no podría salvarse Por tanto, por más que algunas profecías anuncien muchas verdades futuras, si dicen algo en contra de Dios o de la Iglesia romana, deben recusarse como falsas y demoniacas. Se dice en el Deuteronomio: Si se alzare en medio de ti un profeta o un soñador que te anuncia una señal o prodigio, y se cumpliere la señal o el prodigio de que te habló, y te dijere: Vamos tras los dioses extranjeros —dioses que tú desconoces—, no escuches las palabras de este profeta o soñador (Deut XIII, 1-3). También se dice que algunos enfermos o que se encontraban en peligro, invocaron a Dios, pidiendo su auxilio, condicionándolo a la legitimidad papal de Bartolomé, y que inmediatamente han encontrado el remedio. Por eso defienden la causa de Bartolomé, refrendada por milagros. A pesar de ello, hay que notar que, aun siendo verdad lo que dicen, se trata de tentaciones e ilusiones del diablo, como se lee en las actas de San Bartolomé, que relatan la presencia de un demonio en el templo de Astaroth, el cual se burlaba de tal modo de los que adoraban al verdadero Dios, que les causaba dolores y enfermedades, dañes y peligros. E invitándolos a que le ofrecieran sacrificio, cesaba en sus tormentos, y así creían que les curaba. Otros dicen que manteniendo y defendiendo a Bartolomé han sido recreados en sus oraciones con gran dulzura de espíritu y devoción de corazón, y creen por ello que el Espíritu Santo inclina su corazón y su mente hacia Bartolomé para que lo crean verdadero papa. Hay que señalar que esta dulzura o fervor de corazón no siempre proviene del Espíritu Santo, sino que, con frecuencia, nace del afecto y complacencia hacia la cosa pensada, como sucede a veces a 1os buenos profetas. Y así, San Gregorio dice en la homilía primera, comentando a Ezequiel: "A veces los profetas santos, cuando son consultados, hablan llevados de su espíritu, debido al hábito de profetizar, aunque creen que lo hacen llevados del espíritu profético. Pero como son santos porque el Espíritu Santo habita en ellos, corregidos inmediatamente por el Espíritu de Dios, escuchan lo verdadero y se reprenden a sí mismos por haber dicho cosas falsas". Por eso nos dice San Juan en su primera epístola: Carísimos, no creáis a cualquier espíritu, sino examinad los espíritus, si son de Dios (IV, 1). La mejor prueba que puede darse en este caso es la conformidad con la determinación de la Iglesia, esto es, ha de aceptarse lo que concuerda con ella y ha de ser recusado como falsísimo lo que de ella disiente. Porque los estatutos y determinaciones de la Iglesia remana son regla infalible de nuestra vida, por lo cual, a los que piden profecías, milagros o visiones para determinarse a creer en el verdadero papa, hay que recordarles la respuesta al rico epulón, que estaba en el infierno y pedía a Abraham: Te ruego, padre Abraham, que envíes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que , advierta, y no vengan también ellos a este lugar de tormentos Y Abraham le respondió: Tienen a Moisés y a los profeta que los escuchen. Esto es: ya tienen las Escrituras sagrada y los estatutos del sumo pontífice y de los cardenales; que le escuchen. Sobre lo cual dice San Crisóstomo: "Todo lo que dicen las Escrituras lo dice el Señor; por tanto, si resucitar un muerto y si descendiera un ángel del cielo, más dignas de fe son las Escrituras sagradas, porque las compuso el Señor di los ángeles, de los vivos y de los muertos".