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“Qué puede llegar a ser la edición en nuestro aquí y ahora” (Basso, 2019, p.

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La nube da cuenta de todavía pensamos la edición parcialmente (como un trabajo enfocado al


diseño, o a la corrección, o a la difusión), sin considerar todas sus dimensiones o la completud de
su universo de acción, con lo que podríamos decir que tenemos una comprensión prácticamente
técnica, empírica, y no teórica o conceptual del oficio.

Si no empezamos a considerar los conceptos expuestos por Basso (2019) en su Introducción al


libro y a la edición II, no podremos enfrentar los desafíos de la actividad editorial en América
Latina. No podremos comprender, por ejemplo, que la desmaterialización del libro no implica un
desvanecimiento del oficio, sino por el contrario, un gran desafío que debe dar respuestas desde
ejercicio mismo del trabajo, pero con base teórica, con argumentos ideológicos, conceptuales, que
ahora deberán volcarse a un objeto, el libro, que a veces podría tomar la forma de soportes
intangibles.

Entonces es concebir la edición en términos de Chartier (2008), tomar conciencia de nuestra


posición: “entre los discursos y su materialidad”, como espacio político e histórico. Somos esa
tarea que da “lugar a la palabra” (este lugar puede ser impreso o digital). Nuestro deber entonces
es pensar el oficio en términos también sociológicos: de aquí la obligación de posicionarnos
también éticamente.

El material leído me lleva a cuestionarme sobre mi propia actividad editorial ¿Cómo quiero
mostrar la palabra, en qué soporte, por qué y en qué ámbito aparece mi trabajo, bajo qué
conceptos y cómo garantizo el acceso a la palabra?

¿Será el cambio tecnológico un lugar incomprensible para siempre para lxs editorxs o nos
apropiaremos de las circunstancias, estudiándolas, incidiendo sobre ellas, contestando,
proponiendo paradigmas?

Necesitamos poner en circunstancias nuestro oficio, con conciencia histórica. Como vimos con
Darnton (2008) desde la invención del códice hasta la comunicación electrónica, la palabra
encontró forma de tomar presencia escrita en este mundo, y el editor también descubrió las
formas de mediar su emergencia, inscribiéndola en la historia.

Encontremos nuestras propias respuestas para el presente, a pesar de la lógica del capitalismo, sus
deseos programáticos, que imponen las maneras de presentar y con qué propósitos usar la
información (los discursos), nos queda entender nuestro campo, en términos bordieuanos, dentro
de una macro estructura, leer las relaciones de poder y generar tensiones que tiendan a aportar
sentidos discutidos al interior del capital simbólico de nuestro tiempo; y, siguiendo con Darnton,
accionar acentuando la continuidad como sucesión de transformaciones y no entregarse al
cambio, arbitrario y tajante de la era digital, como condición establecida, inapelable, que coloca al
editor en un lugar pasivo, de espectador.
En este sentido coincido con Lloyd (2008) “(…) Pero, aun así, más les vale a los editores que sean
ellos quienes definan cuál ha de ser la forma de un libro en red, porque si no lo hacen pueden
estar bien seguros de que otros lo harán”.

Por último, es importante destacar que lxs editorxs, al igual que nos preocupamos por los soportes
del libro (su reproducción o diseminación), debemos empezar a discutir nuestro lugar, nuestra
función como mediadores, de lecturas significativas: más que entre el texto y el libro, accionar en
el intersticio que nace entre la escritura y la lectura.

Es menester que pensemos en nuestros conceptos de libro, que siempre serán verdades relativas:

El mundo digital tiene a primera vista posibilidades extraordinarias y emancipadoras.


El viejo sueño de la biblioteca universal sería posible, así como la construcción
colectiva del conocimiento y de la información, etcétera, etcétera. ¿Pero qué sucede
en una región como la nuestra, donde la brecha digital aún es enorme, de la mano de
otras desigualdades económicas y simbólicas más generales? ¿Deberíamos
olvidarnos tan pronto del papel?

Al mismo tiempo, el libro de papel se enfrenta a situaciones adversas en cuanto a falta de políticas
públicas efectivas e inclusivas en muchos de nuestros países, por lo que, salvo que exista el
respaldo de una institución pública o sin fines de lucro con solvencia económica, el libro se
convierte habitualmente en un bien de lujo. ¿Qué es entonces lo que nos conviene tomar de las
nuevas tecnologías? ¿De qué debemos estar prevenidos como profesionales del libro en
Latinoamérica? (Basso, 2019, p. 11)

“[El/la editor/a] se encarga de reunir el conjunto de las selecciones que deben


hacerse para publicar un libro: elección del texto, elección del formato, elección en
cierto sentido de un mercado a través de la publicidad y de la difusión, lo que
significa que el editor desempeña un papel central para unificar todos los procesos
que hacen de un texto un libro”. (Chartier, 1999: 67-68)

Inscribimos las palabras en el mundo, damos entidad a los discursos, los textos, en letra impresa o
digital, estamos en todos los procesos de esa puesta en realidad. Tomando un concepto Genette
¿cómo queremos que se dé hoy en Latinoamérica este “rito de pasaje? nuestros propios
conceptos de edición en tensión con la propuesta capitalista, de producto informativo.
BIBLIOGRAFÍA

BASSO, S. (2019) Introducción al libro y a la edición I. Buenos Aires: Facultad de


Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires / Sholem Buenos Aires.

BASSO, S. (2019) Introducción al libro y a la edición II. Buenos Aires: Facultad de


Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires / Sholem Buenos Aires.

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