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DIRIGIDA POR ÁNGEL

SEGUNDA EDlCIÓN

FILOSOFÍA
© Éditorial Gredos, Madrid, 1956, p ar a la versión castellan a.
Título origin al : Épist émologie, deuxieme édition revue et co n igée ,
Louvain, Éditions de l'Instit ut Supérieur de Philosophie, 1947.
Versión castellana de E DUARDO P OVEDA.

:N.O dé Registro : 5926-56 . -'- Depósit6 Legal : M. 16371-1962


Gráficas Cóndor, S. A. - Aviador Lindbergh, 5. - Madrid-2
PRÓLOGO

Todos los filósofos recon.ocen hoy la importancia capital del


problema del conoci11iÍento. Pero cuando se tra ta de elaborar
una teo ría del co.n ocimiento, de detenninar su obje to, su lugar
en el conjunto de las disciplinas filosóficas, su método y sus
resultados, se tropieza con divergencias -innumerables y v erdade-
ramente desconcertantes . La situación no es 11tenOS confusa si
limitamos nuestra estudio a los filósofos vinculados a una misma
tradición histórica o que se proclaman abiertamente de una mis-
ma escuela: los tomistas contemporáneos, por ejemp lo, a pesar
de su acuerdo sustancial sobre algunas ppsiciones generales, están,
sin em bargo, muy lejos de haber llegado a un acuerdo sobre
la manera de plantear y de resolver los problemas relativos al
conocimiento 1 .
N o debe sor,p rendernos esta situación. S e debe a la vez a
la naturaleza de las cosas y a las circunstancias históricas. A
la naturaleza de las cosas, porque, como ya tendremos ocasión
de mostrarlo en el curso de esta obra, el conocimiento hztma-

1 Cf. G. VAN RIET, L'épistémologie thomiste. Recherches sur le


problJme de la connaissance dans l'école thomiste contemporaine. Lo-
vaina, 1946.
8 Prólogo

no es una realidad extrañamente a


A las
la razón
m más que en el estudio
nacimiento.
Por otra s~ bien existe ,{m la hora actual una co-
piosa literatura de sobre los diversos
aspectos de la teoría si muchos pensa-
dores de inspiración tomista han aportado su contribución a
estas investigaciones, es preciso, sin que
estamos todavía bastante atrasados en el plano de la alta
divulgación. Los profesores de seminarios y escolasticados~ cuya
misión es formar una multitud de jóvenes filósofos, se quejan
amargamente de la falta de buenos manuales y, en particular,
de buenos tratados de epistemología; con el fin de ver llena
esta laguna, se dirigen, con todo a los maestros de
la enseiíanza superior, porque la irradiación de una escuela
universitaria de ftlosofía estaría incompleta, y faltaría en par-
te a su misión, si su esfuerzo no llegase regularmente a
reju'Z'enecer y mejorar la enseñanza que se da por 'todo el
mundo en centenares de escuelas filosóficas de un nivel me-
nos elevado. Es ,para responder a esta llamada, repetidas veces
oída, por lo que ,publicamos este tratado de epistemología. Se
encontrará en él un ensayo de organización lógica de todos
los problemas que se plantean sobre el conocimiento en el
umbral di una filosofía sistemática. Por nuestra parte, no
subestimamos las dificultades de semejante empresa y nos da-
mos Cltenta mejor que cualquiem de las lagunas y los defectos
de este ensayo. Sin embargo, nos ha parecido razonable no dife-
rir indefinidamente su publicación sin esperar que haya ad.
quirido una perfección quimérica; las sugerencias y las crí-
Prólogo

de nuestros lectores nos


tímida y
¿Cuál es su ~) cuáles son sus
hemos tener
en su confunto y no descuidar ninguna de las aportaciones
que los filósofos han presentado a la solución de
los epistemológicos. Sin ej'te esquema
es, ante todo) el fruto de una meditación asidua del pensa-
miento de Santo Tomás de Aquino; si nos helnos
en este maestro antes que en otros
no es por razones de orden extrínseco, SinO
con su pensamiento nos ha re-
velado su maravillosa seguridad y su inagotable.
Por 10 la fidelidad a los principios de Santo Tomás
exclwy'e por sí misma todo servilismo ante ellos) puesto que
el misma Doctor común recomienda a sus discípulos la su-
misión absoluta a la verdad y la independencia de toda auto-
ridad humana: "Studium philosophiae non est ad hoc quoc1
sciatur quid homines senserint, sed qualiter se habeat veri-
tas rerum" (De caelo, T, Ieet. Así) pues, se encontro-
rá en este volumen no la reproducción literal de los temas me-
dievales sobre el sino el resultado de un esfuer20
leal de reflexión personal, nutrido sin duda por la lectura
de Santo Tomás, pero guiado ante todo por la naturale:Jo
de los problemas planteados y por las exigencias de la
crítica filosófica. Entre los pensadores contemporáneos cuya
inspiración hemos preferido, nos es grato citar a M onse-
ñor L. N oel, nuestro antiguo maestro, cuyos trabajos serán
frecuentemente citados }' utilizados. Otras referencias .permitirán
al lector descubrir un buen nútnero de fuentes secundarias
a las cuales debemos tal o cual idea. Nuestra gratitud se
10
todos nuestros y dis-
que con sus intercambios de vista nos
han los delicados que de-
beremos tratar; nuestros colegas F .. Renoirte y Dopp,
que han tenido la delicadeza de encargarse de reV¡.wr este tra-
bajo sobre las tienen un a nuestro
reconocimiento.
Ante el desarrollo sm al mundo con-
en el d01ninio del
renacim'iento tomista han St! contribución al

saneamiento de intelectual medio de la res-


{aura ció n y el de la filosofía tradicional. En
el sector de la el trabajo de la escuela t.amista
continúa siendo considerable. Gracias a un conocimiento pro-
del realismo de Santo a una inteligencia
de históricas poste-
riores, esta escuela trabajar en provecho
de un nuevo florecimiento del realismo presentado en
formas No nunca bas-
tante la de este trabajo: no solamente toda la filo-
sofía, sino también la especulación teológica, presupone la solu-
ción clara, equilibrada y verdaderamente humana del problema
del conocimiento 2,
Antes de reeditar este volumen hemos procedido a un nuevo
examen de los problemas epistemológicos y hemos intentado
sacar provecho de las críticas y sugerencias que se nos han
dirigido a propósito de la primem edición. Todo ello se en-
cuentra traducido en numerosas modificaciones de detalle que,

21 Cf. L. N oEL, Notes d' épistémologie thomiste, pá¡ginas 1 a 18


(= L'actualité h¡ thomisme).: Le réalismeim'médiat. páginas a 20;
É. GILSON, Réalisme thomiste ... , passim.
II

C01UO esperamos, y
dc relieve las tesis esenciales de la obra. Éstas no han sido
edición este tratado no

en el curso de esta obra,


situada al final del

Con el fin de evitar aquí las discusiones que entorpecen la expo-


sición, hemos examinado algunas dificultades de valor genera! en un
artículo titulado; Problemes épistémolorriques fondamentaux. (Revue phi-
losophique de Louvain, noviembre, 1946, págs. 473-496.)
CAPÍTULO PRIMERO

INTRODUCCIÓN A LA EPISTEMOLOGíA

Como todo esfuerzo científico, la reflexión filosófica se in-


serta dentro de la actividad integral del hombre y está diri-
gida por una intención humana, precientífica. Constituyendo la
epistemología, como veremos, la primerísima etapa del itine-
rario filosófico, es indispensable en el umbral de esta disciplina
indicar dónde se sitúa en el conjunto de las preocupaciones
humanas, determinar al menos sumariamente su objeto y dar
una primera justificación, aunque provisional y extrínseca, del
modo como son tratados los problemas que van a ser abor-
dados.
El objetivo, pues, de este primer capítulo es el de intro-
ducir al lector en la epistemología. Y puesto que se trata toda-
vía de consideraciones precientíficas, no se debe esperar de ellas
el rigor científico y el vocabulario técnico que se podría exigir
en el curso de la exposición. Una introducción de este género
tiene un papel psicológico o pedagógico: su fin es el de orientar
la atención del lector hacia los problemas. que se van a estudiar
y ambientarle en el trabajo. Las "razones" aportadas en se-
14

son sentido
sm que
les por
tanto, en nada el curso de la
Sin no convendría
mer carece de
esencial desde el
transición desde el conocimiento
fico, consiguiendo situar al filósofo
en las condiciones para abordar los problemas epIs-
temológicos y procurando así a la un de
partida satisfactorio.
Dentro de esta perspectiva, las cuestiones a examinar pueden
agruparse alrededor de los temas siguientes. Después de haber
determinado el de la epistemología dentro de una filosofía
sistemática intentaremos agrupar algunas indicaciones sobre
el método o la marcha a en la elaboración de esta
ciencia (Ir). Estas sugerencias nos conducirán a exponer y dis-
cutir las convicciones del sentido de manera que se pueda
sacar de ellas el punto ele partida de la epistemología (HI). Una
visión general histórica sobre la evolución el el problema del co-
nocimiento finalizará la preparación del lector al estudio de la
epistemología (IV).
La episte:mología sistemática !5

ARTÍCULO PRIMERO

LA EPISTEMOLOGÍA DENTRO DE UNA FILOSOFÍA SISTEMÁTICA

La del saber

El desarrollo de la personalidad humana y, en el plano de


lo social, el desarrollo de las civilizaciones llevan consigo, como
elemento esencial, el progreso del saber. El hombre culto se
no sólo a extender sus conocimientos, sino a organizar
y criticar los datos del conocimiento vulgar: este esfuerzo da
origen a la vida científica 1, En su deseo de saber, el hombre
persigue, pues, un ideal de unidad,' incapaz de una intuición
que agote de un solo golpe su apetito de conocer, admite que la
unidad del saber humano no puede ser más que una unidad
de síntesis.
Pero ¿ cómo concebir esta síntesis? ¿ Qué orden estable-
cer en nuestros conocimientos? ¿ Qué principio de orden
elegir?
El acuerdo aquí ya no es el mismo, sobre todo cuando se
trata del saber "filos,ófico" por oposición al saber "científico"
o "positivo". Se encuentran, en primer lugar, algunos pen-
sadores con tendencias irracionalistas, cuyo origen puede ser,
o bien una desconfianza más o menos acentuada respecto
a la razón, o bien una preferencia positiva por algún valor
distinto de la misma; en ambos casos veremos predominar
en la organización de los conocimientos un' orden distinto

1 eL, por ejemplo, L. DE RAEYMAEKER, INtroducción a la filosofía.


Traducción española publicada por Editorial Gredas, 2. a edición, 1962.
Ct't1 ocimiento científico. Las ciencias y la filosofía, pá-
16 Introducción

del de la razón; por un orden inspirado en la evo-


lución espontánea de la experiencia (así en ciertas formas
de empirismo), o en las leyes de la intuición (en la filosofía
bergsoniana), o en las del amor (en <;iertas. formas de agus-
tinismo) 2, etc. Por otra parte, en muchos casos la organi-
zación del saber se inspira en preocupaciones de orden pe-
dagógico: algunos maestros se preguntan en qué orden de
dificultad creciente conven-dría enseñar tal o cual rama del
saber, para obtener el mayor rendimiento en el espíritu de
sus alumnos. Otras veces también se descubren en algunos
pensadores unas preocupaciones que se podrían llamar esté-
ticas: en el medioevo, por ejemplo, las clasificaciones de
las ciencias se inspiraban preferentemente en la dignidad de
sus obj etos respectivos o en el grado de certeza a que llega~
ban. Sin embargo, 10 más frecuente es que el esfuerzo de
síntesis científica se realice según unos "principios de orden"
de carácter intelectual o, en otras palabras, según métodos pro-
piamente 1·acionales. Pero esto pide una explicación aunque sea
provisional.
Tomemos como ejemplo una ciencia que recibió muy
pronto su constitución: la geometría formulada por Eucli-
des. Esta ciencia es una síntesis de conocimientos relativos
a un o bj eto determinado: el espacio definido según los pos-
tulados de Euclides. Estos conocimientos se expresan en jui-
cios; éstos, a su vez, toman cuerpo bajo la forma de pro-
posiciones. ¿ Qué espíritu es el que dirige la agrupación de
estas proposiciones? En cuanto es posible, el orden de deri-

2 eL É. GILSON, Introdllcti01! a l'étude de Saínt Augllst;n (Études


de philosophie médiévale, XI), París, 1929, págs. 294 a 297, segunda
edición, 1943, págs. 312 a 314; La philosophie de Saint B oJ/aventul:e
(Études de philosophie médiévale, IV), París, 1924, págs. 452 a 473;
segunda edición, 1943, págs. 379 a 396.
La epistemología dentro de una filosofía sistemát_ic_a_ _ _ __ 17

que las une entre sí: se


fundamentales, después se
y sus propiedades según un orden de creCIen-
te; este orden se impone en virtud de las exigencias del co-
nocimiento mismo, puesto que las proposiciones relativas a
las figuras más complejas se deducen de las proposiciones
relativas a las figuras más simples. Puede observar-
se, sin embargo, que, incluso en geometría, ciertos teoremas
pueden ser desplazados o cambiados sin que la deducción sufra
nada por ello.
Estos caracteres de la ciencia geométrica se encuentran
también, en cierta medida, en todo saber humano: toda
ciencia relativa a un objeto determinado puede expresarse
e11 una serie de proposiciones, y éstas tienen siempre ciertas
relaciones lógicas entre si, ya sea inmediatamente (por ejem-
plo, cuando una proposición se deduce de otra), ya sea por
medio del objeto estudiado (clasificaciones naturales, rela-
ciones de secuencia, etc.); toda ciencia distingue, en las
proposiciones que la constituyen, unos princ1plOs y unas
conclusiones, conclusiones generales y conclusiones particu-
lares, y así sucesivamente. Se puede, ¡pues, siempre, en
cierta medida, sintetizar un saber según principios racio-
nales.
Estos "principios de orden" racionales son de tipos diver~
sos y no se imponen todos con el mismo rigor. En ciertos
casos son absolutamente indispensables; por ejemplo, los pos-
tulados son necesariamente anteriores a los teoremas que
los utilizan; el estu~io del triángulo precede necesariamente
al de la pirámide. En otros casos, el "principio de orden"
es un principio de economía: entre dos modos de proceder
igualmente legítimos. desde el punto de vista de estricta cohe-
rencia lógica, se elegirá aquel que evite repeticiones, aquel
EPISTEMOLOGíA - 2
18 [ntrod~¡cciÓII

que va de lo más simple a 10 más complejo, de lo ge-


neml a 10 el "principio de orden" es ya menos
estrictamente racional. Frecuentemente aparecerán incluso di-
ferentes vías igualmente recomendables, ya porque cada una
presente sus ventajas y sus inconvenientes propios, ya porque
todas ofrezcan las mismas garantías; algunas clasificaciones
científicas pueden, en consecuen~~a, ser arbitrarias o conven-
cionales.
Todo 10 que acabamos de decir de cualquier ciencia con-
siderada aisladamente podemos decirlo también del
de ,las ciencias humanas; de l~ idea de una síntesis gene-
ral del saber, dentro de la cual se organizarían todos los
conocimientos, siguiendo un orden 10 más racional posible.
En el curso de la historia el esfuerzo científico y filosófico
se ha visto incrementado por un esfuerzo de sistematización
racional: el intento ha sido de establecer una concatenación
de conocimientos que haga derivar 10 mejor posible unos de
otros, que se vinculen siempre entre sí, a partir de conoci-
mientos fundamentales, es decir, a partir de elementos in-
mediatamente dados cuyo valor se imponga de por si y que
puedan servir de base a la construcción científica. Se creyó
durante mucho tiempo que la Edad Media apenas había co-
nocido esta preocupación, pero hoy se sabe que no fue así:
los problemas de clasificación y subordinación de las ciencias,
las cuestiones relativas a los puntos de partida del saber (pri-
meras evidencias, primeros principios., leyes generales del dis-
curso, formación de los conceptos) son temas constantes de la
filosofía medieval 3.

3 Respecto al prohlema de la sistematización del saber, j}odrá enCClll-


trarse un resumen histórico e indicaciones bihliográficas elementales en
nuestro estudio Réfle:rions sur la systématisation philosoPhique (Revue
La epistemología dentro de una filosofía sistemática 19

El orden racional, que se nos como el ideal ha-


cual tiende la sistematización científica, es un orden
rl1e<tódica, por oposición a los tanteos de la
y de la invención espóntánea. El proceso es-
constituye, en efecto, un orden de invención, es de-
sucesión de "descubrimientos", un enriquecllniento
del campo del conocimiento a partir de los cono-
cimientos fundamentales. Pero la elaboración de un sistema
no puede seguir los innumerables meandros que
el espíritu humano en sus avances espontáneos: la
de la investigación científica, tanto colectiva como
individual, está hecha de una infinidad de tanteos y ensayos
frecuentemente desgraciados, que nos es posible evitar to-
mando la experiencia de las generaciones anteriores. El or-
den de invención que intenta realizar la construcción científi-
ca no es, pues, tampoco el orden de invención .psicológica
(sería. mejor decir: el desorden de la invención psicológica),
sino el orden de invención metódica. Es decir, que 10 que
se intenta es organizar los problemas y las soluciones según
el encadenamiento natural que se impone (de una manera
más o menos imperiosa, como hemos dicho), cuando el es-
píritu se da a un trabajo metódico, o sea, cuando tiene en
cuenta las reglas que naturalmente favorecen la simplicidad,
la coherencia y la armonía del sistema. Está claro que en la
expresión "invención metódica" el término "invención" no
implica completamente la idea corriente de "descubrimiento",
puesto que la organización "metódica" del saber presupone

Néoscolastique de Philosophie, mayo, 1938, págs. 185 a 216), en las


páginas 191 a 199. Sobre la sistematización científica durante el me-
dioevo puede verse también nuestra obra Siger de Brabant d'apres ses
oe'uvres inédites (Les Philosophes Belges, XII y XIII), t. II, 1942,
págs. 568 a 575.
20 Introducción
la y el descubrimiento del
La palabra "invención" no designa aquí otra cosa que el
proceso, el enriquecimiento progresivo del conocimiento, el
paso de 10 conocido a lo desconocido, a partir de elementos
inmediatamente dados y conocidos por sí mismos. Se trata
más que nada de una "investigqción", no como pueda efec-
tuarla aquel que no ha encontrado, sino de una "exposición"
sistemática, realizable solamente por aquel que conoce el cami-
no por haberlo explorado ya.

Primado de la teoría del conocimiento

Tales son los Ji,echos que registra la historia del pensa-


miento humano. Desde el momento en que nos interroga-
mos sobre el valor de todo este esfuerzo de unificación del
saber o sobre las posibilidades de una sistematización de los
conocimientos humanos, nos damos cuenta de que estas
cuestiones hacen surgir inmediatamente graves problemas,
que recaen sobre la misma naturaleza del saber en general
y del saber filosófico en particular. ¿ PuedO' conocer yo al-
guna cosa ,con certeza? ¿ Puedo verdaderamente expresar
Jo que conozco por medio del lenguaje, o al menos expresár-
-mela a mí mismo en un "discurso" interior, mental? ¿ Ten-
ego conocimientos que merezcan llamarse "filosóficos"? ¿ En
'qué sentido? Si se concede que tengo conocimientos filosó-
ficos múltiples, ¿ será posible unificarlos, hacer una síntesis
de ellos, un sistema? Si es posible, ¿ es deseable o necesa-
rio? ¿ Qué es una filosofía sistemática? ¿ Puede una filoso-
fía ser sistemática? ¿ Debe serlo? ¿ En qué condiciones
lo es?
Todas estas cuestiones tienen su origen en una cuestión
más fundamental: ¿ qué es conocer? El sentido y el valor
La epistem~ología dentro de una filosofía sistemática 21

de todas las otras cuestiones de la solución que


se dé a ésta. por poco que reflexionemos sobre la
más elemental de la construcción científica "sín-
tesis de los conocimientos humanos", llegaremos a descubrir
que en la base de toda síntesis de este género debe encon-
trarse una cierta doctrina que defina, al menos en cierta me-
dida, lo que se entiende por "conocimiento humano", su na-
turaleza 4, su valor general, y cuáles son sus posibilidades. Todo
sistema quedaría suspendido en el vado, tributario de una cues-
tión dejada sin respuesta, si antes no hubiésemos resuelto estos
problemas.
También en eso la historia confirma este modo de ver.
Desde que el saber salió de las sombras de sus primeros pa-
sos y tomó cuerpo en ensayos de síntesis, se encuentra en
la base de estos sistemas una cierta teoría elel conocimiento:
éste es el caso 10 mismo en Platón que en Aristóteles, en Plo-
tino y en San Agustín, en el agustinismo medieval y en el aris-
totelismo medieval, en el nominalismo y en todos los sistemas
modernos.
Sin embargo, la idea ele una teoría del conocimiento como
base de partida de la filosofía tiene en ciertos medios tomistas
extrañas, oposiciones. ¿ Cómo se explican? ¿ Reposan sobre ar-
gumentos sólidos?
El examen de la literatura neo escolástica conduce a las ob-
servaciones siguientes:
1. Muchos autores confunden el problema filosófico de las

4 Este término, lo mIsmo que todos los que emplea la epistemología,


. debe tomarse en un sentido psicológico, y designa, en este caso, un dato
inmediato de la conciencia. No se trata de la naturaleza en el sentido
. metafísico de la palabra, sino 10 que en un sentido muy general "carac-
teriza un obj eto" y, por consiguiente, lo distingue de los otros. Cf. P1'O-
b/emes épistémologiques fondamentaux, págs. 477-478.
22 Introduccw1"

bases críticas del saber con el del orden


a seguir en la enseñanza elemental de la filosofía. La mayor
parte de los manuales de filosofía están hechos según preocu-
paciones de esta segutida : rehusan el comenzar por el
estudio del conocimiento porque este estudio les parece inaccesi-
ble a los principiantes.
En realidad, el del punto de partida de una
filosofía sistemática no coincide de ningún modo con este
problema práctico del orden escolar, y el primero no
ser de ningún modo tributario del segundo. Al
cabe preguntar si el problema pedagógico no deberá resol-
verse con dependencia del otro: nuestro pensamiento es que
se debe, en la medida de 10 posible, respetar el orden siste-
mático de la filosofía, incluso en la enseñanza, y que el pro-
blema pedagógico de la iniciación gradual a la filosofía no
debe resolverse invirtiendo el orden natural de las cues-
tiones 5.
2. Otros autores rechazan la idea de una crítica del cono-
cimiento en el umbral de la filosofía, por creer que la crítica
no puede ser otra cosa que una vuelta reflexiva sobre la misma
filosofía y sobre las ciencias una vez ya constituidas 6.
Esta actitud parece a muchas confusiones. En
primer lugar, la confusión entre el orden lógico de los pro-
blemas y las condiciones psicológicas del que los aborda,
entre el orden de invención metódica y las condiciones ps}-
cológicas <:le la investigación. "Fabricando fit faber": el
aprendiz-filósofo comlenza siempre por "dar palos de cie-

5 eL nuestro artículo ya citado, R"éfle.rions sur la systématisatioli


philosophique, págs. 212 a 216.
" Cf., por ejemplo, ]. MARlTAlN, Distinguer pour un'ir, págs. 153
a 155.
de una filosofía sistemática

filosofía sin darse cuenta de 10 que hace; él cree


pero se paga de palabras; no está todavía aclima-
el final de esta primera llllClaClOn es
la verdadera labor filosófica, que debe ser en todo
momento una investigación metódica y crítica, y que desde
comienza necesariamente por una reflexión crítica so-
bre conocimiento. Pero aquí son posibles nuevas confu-
siones: confusión entre la crítica más general, única posible
comienzo de la filosofía, y el trabajo crítico cada vez más
que debe perseguirse a través de toda la filosofía y
de todo el esfuerzo científico; o también, confusión entre
un primer estudio del conocer, según los dat.os inmediatos
de conciencia y la interpretación posterior del conocimien-
to (1 la luz de una metafísica ya constituida. N o está, pues, pro-
bado que todo estudio crítico del conocimiento sea imposible en
el de partida de la filosofía; si fuese así sería preciso
renunciar a justificar críticamente el saber científico y no
reconocerle otro fundamento que las evidencias del sentido
común.
3. Con cierta frecuencia las resistencias que encuentran los
partidarios de una epistemología fundamental no tienen en cuen-
ta la idea misma de un estudio crítico del conocimiento en el
umbral de la filosofía, sino una cierta manera de concebir y
de emprendeT este estudio. Éste es el caso de Gilson, quien re-
conoce que la epistemología tiene un cierto papel en la entrada
del tomismo, pero declara que todo "realismo crítico" es con-
tradictorio, puesto que este realismo adopta una actitud inicial
que implica idealismo 1.
Sobre esto discutiremos más adelante. N o es ahora el mo-

7 Cf. É. GILSON, Réalisme thomiste ... , passim.


24 Introducción

mento de opinión no discute la

En suma, ha habido una razón seria que se opon-


ga a la idea de una epistemología entendida como el estudio
primordial del conocimiento tal como se nos da en el punto
de partida de la sistematización '. científica. ComO' la ciencia
viene a ser, por definición, un sIstema de conocimientos, el
punto de partida de este sistema no puede encontrarse más
que en los datos inmediatos de la conciencia)' desde luego,
sólo un análisis atento y una crítica reflexiva de estos datos
inmediatos es capaz de revelar la eventual posibilidad y las
condiciones primordiales del saber y de la construcción cien-
tífica. La primera investigación del espíritu en el umbral de
la filosofía tendrá, pues, por objeto el conocimiento mismo,
tal como se presenta a la conciencia en primer término, y las
condiciones generales de la ciencia en la medida en que éstas
puedan determinarse en este momento. Esta búsqueda primor-
dial es lo que con todo derecho llamamos epistemología) es decir,
teoría de la ciencia (en el sentido más general de la palabra),
ciencia de la ciencia,Wissenschaftslehre 8.
Tratemos de entrever cómo podría organizarse un estudio
de este género.

8 ef. L. N OEL, Le réalisme immédiat, págs. 114 a 117; 162 a 167;


259 a 266. Los artífices del actual renacimiento tomista carecen muchas
veces de toda preocupación por mostrar que el tomismo comporta una
verdadera filosofía, un sistema filosófico. Ahora bien, mientras no se
establezca la existencia, al menos virtual, de un organismo de este género
en el tomismo, no se habrá opuesto nada bastante serio a las poderosas
síntes'¡s de la filosofía moderna, y el tomismo continuará' siendo, a los
ojos de nuestros contemporáneos, un mosaico de fragmentos filosóficos
más o menos coordinados entre sí, bajo la influencia extrínseca de la
teología,
]I¡f étodo general 25

ARTÍCULO n

MÉTODO GENERAL DE LA EPISTEMOLOGÍA

Examen de algunos modelos


¿ Cómo organizar de un modo metódico los de
la epistemología? Muchos "modelos" podrían ser estudiados y
discutidos. Si nos limitamos a la tradición tomis.ta (dado que
nuestro propósito es presentar una epistemología de
tomista), nos encontraremos en presencia de muchas obras
de gran mérito, de las. cuales, tres, van a ser el
de un somero examen: la Criteriología, del cardenal Mercier;
la Crítica, del P. Gény, y la Critica) del P. de Vrles.
Estas obras son bastante representativas de los diferentes medios
neo escolásticos.
La Critériologie générale ou Théorie générale de la certi~
tude será siempre la obra capital del ilustre fundador de la
escuela tomista de Lovaina. Aparecida en manuscrito ya en 1884,
impresa por primera vez en 1899 y frecuentemente reeditada
después, la Criteriología del cardenal MercÍer reveló la orien-
tación moderna de toda su filosofía. La teoría de la certeza
se presenta en ella como una rama desgajada de la psicolo-
gía. Su objeto es "el análisis de nuestros conocimientos cier-
tos y la investigación filosófica del fundamento sobre el que
reposa su certeza" 9. Esta obra debía incluir una criteriología

" Octava edición, 1923, pág. 1.


Esta obra fue traducida al español por F. GALLACH PALÉs, profesor
en el Instituto "Luis Vives", de Valencia, tomando como texto la misma
octava edición que cita nuestro autor y publicada en la colección "Nueva
Biblioteca Filosófica", con el título Criteriología general o Tratado de /a
certeza. Madrid, 1936. (N. del T.)
26 Introducción

pero esta última apa-


reció impresas.
Después de un capítulo preliminar sobre la certeza como
hecho psicológico, la criteriología gener<il está dividida en cua-
tro libros: posición del problema de la certeza (verdad, eVI-
dencia, certeza); estado inicial de" la 'inteliqencia ante el pro··
blema de la certeza (duda universal, dogmatismo
dogmatismo racional); objiJtividad de las proposiciones de orden
ideal O solución del primer problema epistemológico (ensayos
infructuosos de solución, el motivo supremo de la certeza,
discusión con el criticismo y el positivismo); realidad de
los términos del juicio o solución del segundo problema epis-
temológico.
La criteriología general, del cardenal Mercier, es rica en
sugerencias de todo género, de las que procuraremos sacar
partido; pero, no obstante, se presta a críticas bastante fun-
damentales. En primer lugar, el acento se carga sobre la cer-
teza; ahora bien: ésta no es sino un estado psicológico que
deriva de un cierto estado, de una cierta perfección del acto
mismo. de conocer; el objeto principal de la epistemología,
concebido como ciencia y, desde luego, como investigación
desinteresada, debe ser el de determinar la np.turaleza y el
valor del conocimiento; la cuestión de la certeza no puede ser
sino un corolario. En segundo lugar, toda la Criterio.logía está
concebida en estrecha dependencia de la problemática moderna,
desde el cartesianismo al positivismo; pero, si bien es indis-
pensable tener en cuenta esta problemática y si la discusión
directa de las soluciones modernas es a la vez muy opor-
tuna y muy fecunda, es preciso, sin embargo, evitar el de-
jarse aprisionar por una cierta manera de enfocar los pro-
blemas y por sus consiguientes prejuicios. La epi'stemología,
antes de ser una refutación de los eventuales errores de la
moderna, debe plantear sus propias tesis, afirmar sus
H"_'jJ'V~ y establecer sus conclusiones positivas. En tercer
medida se justifica la distinción de los dos pro-
fundamentales (obietimidad de las proposiciones de
orden ideal y realidad de los términos) y, sobre todo,
la prioridad otorgada al problema de la objetividad? La
del cardenal Mercier parece implicar la indepen-
ideal con respecto a 10 real y de lo abstracto
con respecto a lo concreto: da pie, por esto mismo, a
graves objeciones. Y, por fin, una última dificultad: puesto
que la lógica ocupa un lugar capital en la epistemología aris-
totélica, la criteriología del cardenal Mercier, dependiente de
su psicología, se construye de una manera totalmente inde-
pendiente de la lógica; más adelante ya nos preguntaremos
nosotros qué relación debe establecerse entre la epistemología
y la lógica.
La Crit1;ca de cognitionis humanae valore dúqwisitío, del
P. Paul Gény, S. J., impresa en 1914 para uso privado
de sus alumnos, se publicó en 1927 como obra póstuma si-
guiendo a un ejemplar de 1914 anotado por el autor. Éste
sitúa en el punto de partida de toda filosofía sistemática
una lógica, que comporta dos secciones: la dialéctica y la
crítica "0.
La primera de estas dos disciplinas enseña el método
correcto de la ciencia (rectum modum sciendi docet); la se-
gunda establece el valor del saber (valorem scÍentiae in tuto
poenit). La crítica se origina por el hecho del error, que ha
engendrado el deseo de poseer un criterio para distinguir

iO La tercera sección de la Logica, la Logica scientia'rUl11 es, en


suma, una crítica de las ciencias. Evidentemente no está situada en el
umbral del sistema.
28

10 verdadero de 10 falso y, más la necesidad


de una crítica del conocimiento. La critica comporta una
parte general y una parte especiaL La critica trata
primero de la certeza contra el escepticismo. certe-
za), después del valor objetivo del conocimiento contra el idea-
lismo (valor de la experiencia, valor de los conceptos univer-
sales). La critica specialis determina el valor del razonamiento
(deducción, inducción, recurso al testimonio), y luego la "me-
todología" de las ciencias (físicas, matemáticas, filosóficas e his-
tóricas).
La comparación de esta obra con la precedente nos per-
mite notar en seguida algunos progresos interesantes. La crí-
tica especial que en el cardenal Mercier era sólo una promesa,
se realiza aquí. La distinción de los "dos problemas funda-
mentales" ya no tiene tanto relieve: el problema de la objetividad
queda absorbido en el de la certeza en general y en la refuta-
ción del escepticismo, mientras que el problema de la realidad
torna una amplitud considerable y se convierte en el verdadero
problema del "valor objetivo" del conocimiento. Se hace un
esfuerzo por determinar las relaciones entre la lógica y la' crítica ..
Finalmente, el autor está menos condicionado por la proble-
mática moderna y tiene más en cuenta la tradición aristotélica
y tomista.
Por otra parte, pueden hacerse a la Critica, del P. Gény,
las observaciones siguientes. El acento carga todavía sobre la
certeza, sobre la seguridad del conocimiento, y la crítica viene
a ser presentada como una disciplina accidental nacida del hecho
del error, como si el problema de la naturaleza y del valor del
conocimiento 110 debiera ser examinado en toda hipótesis en el
punto de partida de una sistematización de los conocimientos.
Esta manera de entender la crítica parece que impide al autor
el darse cuenta de las verdaderas relaciones entre la "dialéc-
" crítica", como también de la distinción entre la
de las ciencias" y la "crítica de las ciencias".
P. Gény no se preocupa bastante de vincular los
a los datos inmediatos de la conciencia ni de em-
una terminología estrictamente epistemológica sin hacer
referencia a nociones de ontología o de psicología filosófica que
utilizarse legítimamente en este estadio de la il1ves-

La Critica in usum scholarum, del P. J. de Vries, S.


data de 1937. Es presentada por el mismo autor "ut Meta-
physica quaedam fundamentalis", en el sentido de que apun-
ta por encima de todo a legitimar una respuesta afirmativa
al problema kantiano: ¿ es posible una metafísica como cien-
cia? Continúa sielldo el problema más general "de la posi-
bilidad y de los límites del conocimiento humano verdadero
y cierto" 10 que constituye el objetivo de la Critica. El autor
declara haber abandonado los cuadros recibidos en los di-
versos manuales, con el fin de asegurar la progresión lógica
de la exposición a partir de los datos verdaderamente inme-
diatos. De aquí tres partes: posibilidad de un conocimiento
verdadero y cierto en general, posibilidad de un conocimien-
to trascendente (con relación a la conciencia), posibilidad
de un conocimiento científico. La primera parte trata de las
,certezas inmediatas de la conciencia, de los conceptos que
expresan la experiencia inmediata, de los primeros princi-
pios, y, finalmente, de los sistemas filosóficos ya superados
gracias a la solución de estos primeros problemas. La se-
gunda parte presenta el realismo, primero como postulado,
4espués como verdad demostrada, por fin precisa el valor
,de los conceptos como expresión de esta realidad trascen-
d,~nte. La tercera parte establece la posibilidad de las cien-
30 Introducción

de la naturaleza, de la CIenCIa histórica y de la ciencia


metafísica.
Comparada con las dos obras precedentes, la Critica, del
P. de Vries, las evoca a una y otra sucesivamente. Como el
cardenal Mercier, el P. de Vries depende en gran manera de
la problemática moderna, sobre todo., de Kant; como Mercier,
da preferencia al problema de los principios antes que al pro-
blema de lo real. Por otra parte, el sitio que asigna a la crítica
en filosofía recuerda más bien las. ideas del P. Gény; asimismo,
la tercera parte de su Crihca está también en la misma pen-
diente de la crítica especial del P. Gény.
La obra del P. de Vries es notable por el orden, la clari-
dad y la precisión con que expone, como también por las exi-
gencias críticas más rigurosas. Pero ¿ no resultará de cuando en
cuando demasiado hipercrítico? El autor padece tal vez un ex-
ceso de influencia kantiana; y nos será imposible seguirle en
todo caso en su concepto del re<ilismo indirecto; y esta diver-
gencia sobre el fondo se verá traducida por una divergencia en
el orden de las cuestiones.
En fin, las tres obras que hemos analizado adolecen de un
defecto común. Una epistemología bien concebida no puede em-
pezar sin más por la crítica del conocimiento, porque, antes
de criticar, es preciso poseer el objeto sobre el que se pueda
ejercer la crítica; la epistemología debe comenzar con un
estudio psicológico preciso de los elementos que nos son
dados en todo acto consciente, esto es, por una descripción
exacta de las condiciones constitutivas del conocimiento hu-
mano. Por haber olvidado este trabajo previo es por lo que
muchos pensadores de renombre han comprometido la crí-
tica del conocimiento, poniéndola en vía muerta. C).1ando se
estudian los grandes. sistemas históriCos que han intentado
resolver el problema general del conocimiento, choca el ver
JM étodo general
que las divergencias más radicales y las más desastrosas se
menos en la o en la crítica de los
inmediatos de la conciencia que en la descrih;{~n. pri-
de estos datos 11. Ahora bien, ninguna de la;--tres
obras citadas concede un lugar suficiente a este estudio pre-

general de la eJ¡istemología

Las observaciones que acabamos de hacer a propósito de


las obras del cardenal Mercier, del P. Gény y del' P. Uf'
junto a otras reflexiones análogas sobre distintos .tren
epistemológicos, nos han llevado a distinguir ; lu
e~!~esarrol10 _~t~~:~er~-.:t~onocill(:nt~) .
. que debe .constituir
.
d punto de partida de una
.. --.----.____._____________
fifosorra"~~~--"' .
. ----I-.---3,.a

;~iC~~i:~t;11IOh).~~a llllalí¡·ica ".~. descriptiva. ~ '~i;~nlQ::_


. ~a._esFhli.a- erconÓciíÚre!lfo~-- §1-o1)]etü--se- lo proporc!9!!iI: "
'necesariamente el conocimiento -Vulgar ü,...J?reeicntífico, mpucs:'
'toque¡a~~i)iste·n;¿}(;i¡;- ~~~i--p-;h~er--p;~~ de-==l~"-~~~ión-
---------_.~--- ~.. . _.-----=======--:-=---- -~------.
~ ./

11 No todos admiten este juicio. Por ejemplo, uno de los que me


· escriben, me dice: "'Es bastante evidente que todos estos filósofos (Kant,
,Brullschvicg, etc.), están de acuerdo con usted en la descripción psi-
,coligica de nuestro conocimiento. Por esto es por 10 que no. hablan
de ella ".
Distingamos: los filósofos están de acuerdo en la descripción de las
(OIwicciolles del smtido común, pero de ningún modo en la descripción
· de los datos inmedia/os de la cOllciencia, que son una cosa muy distinta.
· Hay un abismo entre el filósofo que, como Kant, no admite de ningÚn
'modo otro dato espontlUlco que los "fe/ló11lellos" (abstracción hecha de
. Iodo valor ontológico) y aquel que reconoce en el "ser" o en el valor
'~l1Itológico, el dato primero e irrecusable de la conciencia. Cí. Problcmes
épistémologiques fOlldaHlClltallx, págs. 480-485.
32
~.~~ El filósofo, puesto en la
~e se ofrece a su r~ikx~. va a procurar capt~O\,
en toda su complejidad, va. a someterlo <i"uri' atent<? an,álisw".
\" ~emprender-su-descripciÓn con toda la precisión posi~
hle. Este prliñenl'abaj"ó-'se-exptesárrpor-iiieC11o de ulla-~'
ri'e' de;firmaciones de hecho, <1:, las qu.~ llamár'eíUOs-7U'i~ios
~:~(. 'Je:¡;ésencia: '~~~i~~c¡~"-~ ;¡1ti~ne t~les --y--tal~s -~le-
.r\i~~Z,'" ,:mentos", - - $O

,;):''l "", L,Z. Epistemología, c~~~terpJ?logÉ:~it~~~.-:~~~J~


- ~ '\ ,.- _
, .""c\':_,:~':\, . :~, ce tina sifuaclónde11e-cho; ha deternlinado cuáles son, en rea-
--' _" .. ..-.- ---'"--"' __"~-- '~---~'~-,.,-" -~_.-
"

,") .~,I (üVdad, los datos cOl~I.!!iY.ºL4i!~ mLconci~~~.i<l:_ hU11.~~. ~í es


',:,:Ú :~o' se lleg~aplantear de, un modo exacto sobre datos pre-!
:\ ~~~;S:~:~;,A~;~"~- el probl~a.,:<!.eGl~r _dcl~~~~ilñiento:-:Ca e~i¿te~ología­
,t~"'f~:":~:,i.iteiié¡~a se dedIcara a resol~~~~~..--N.9blem~l Volviendo sobre
': !'~'''::~<''i!i?;;;''H;;,''' elementos constitutivos del conocimiento "'6umano, procurará
1¡¡1;;~ '</ juz~arlos y determinar su papel o finalidad.4I,:a epistem(.
,! ~ f';)" crítIca expresa esta apreciación de los datos inmediatos
!L~,Y , 'medio de juicios de valor;;Su misión es discernir dent!
\ la actividad cognoscitiva las diversas posibilidades, los
'tes modos de conocimiento en cuanto a su valor o a s'.
portan da.
3. Epistemología lógica.-Ya antes nO's hemos pregun:
~llugar que correspondía a la lógica dentro de una
sistemática y cuáles eran las relaciones de esta disciplina
,) la. epistemología. N ucstro pensamien~o es que la ~c:.:.:rí:.:t:.:ic:;:a:.J;:=':':;'=:
J.... define el objet~L,d.e.Ja lógica~t;sde el mom~~to en que
'viene a revalorizar la actividad discursiva del pensamientO'.)
vida del espíritu es movimiento y progreso, y si este ~"'''''N'~O~
eS,tá condicionado .en parte por la alupliación del campo
.la experiencia, también es cierto que se amplía no poco,
,el, trabajo discursivO' de la inteligencia, es decir, por el
denamiento de los actos del pensar. Ahora bien:' la
111 étodo general
enseña que esta actividad discursiva no
modo arbitrario, sino que está sometida a
tiene por objeto el determinar cuáles son las
del progreso del pensamiento. Esta disciplina se
detrás de la crítica. Por otra parte, si se considera
lógica estudia, lo mismo que la analítica y la crítica, las con-
diciones totalmente generales del conocimiento se ve
que 10 racional es considerar la lógica como la tercera
de la epistemología, es decir, de la teoría general del conoci-
miento.
Esta tercera etapa se constituyó desde ya largos siglos en
una disciplina distinta, cuando todavía no era problema la
organización de la analítica o la crítica del conocimiento.
Todavía hoy la lógica guarda su autonomía y nadie intenta
integrarla en los cuadros de la epistemología propiamente
dicha. ASÍ, pues, por razones de orden práctico, nos confor-
',,;¡,~mos nosotros con esta tradición y nos limitaremos aquí
exposición de las dos primeras etapas de la teoría del cono-

:;:'71 embargo, esta disposición práctica de las. materias


.0 puede hacernos perder de vista la unidad de las discipH-
las fundamentales que agrupamos. aquí bajo la denomina-
ción general de e¡/Jistemología. La mayor parte de los esco-
lásticos modernos, autores de múltiples ensayos de "Lógica
mayor", "CriterioIogía", "Crítica", no se han dado cuenta
de las verdaderas relaciones que existen entre estas disci-
plinas. El empleo del término epistemología no está toda-
vía suficientemente fijado 12 para que se pueda, sin ningún

12 LALANDE. entiende por epistemología la filosofía o crítica de las


cien.cias. Para los ingleses, por el contrario, epistemología significa teoría
del conocimiento (ef. A. LALANDE, Vovabulaire technique et critique

EPISTEMOLOGíA - 3
34 Introducción

proponer su utilización término que,


por otra parte, está plenamente de acuerdo con la etimología
y es muy propio para poner de relieve la unidad orgánica
de ~los problemas que suscitan, la analítica, la crítica y la
lógica.
Una epistemología concebida de '. este modo posee los
caracteres de objetividad y de unidad que requiere una cien-
CIa auténtica; es esencialmente positiva, esto es, cons-
tructiva.
l. La epistemología es una investigación objetiva y desinte-
resada: estudia la naturaleza, las condiciones y el valor del co-
nocimiento, sin prejuzgar nada de los resultados o de las con-
secuencias de su estudio; no está al servicio de un pensamiento
inquieto, preocupado antes que nada de encontrar la tranquilidad
en la certeza.
2. La epistemología posee una verdadera unidad: todos sus
pasos tienen un mismo objeto, el conocimiento humano tal como
se da en el umbral de la filosofía, Y, un mismo fin, el de deter-
minar la naturaleza, y, en consecu~ncia, las posibilidades o el
valor de la ciencia.
3. La epistemología debe ser positiva o constructiva: su ob-
jetivo principal no es el de combatir el error, ni d de refutar
los prejuicios o las desviaciones del pensamiento moderno en
materia de conocimiento; debe resolver de un modo positivo
el problema del conocimiento.

de la philosophie, cuarta edición, 3 vals. París, 1932); algl11los !ilósofos


neoescolástícos entienden por epistemología la crítica gencyal del cono-
cimiento.
Método 35

y Jnodos de

Otra cuestión general de método debe retener nuestra aten-


ción: la cuestión de la terminología y de los procedimientos de
exposición.
N ada es más fácil en filosofía que parecer profundo. Es
suficiente ser oscuro, y la oscuridad se obtiene fácilmente por
medio de una serie de recetas, ya clásicas desde hace mucho
tiempo, y de las que muchos filósofos usan de un modo muy
espontáneo bajo el impulso de un pensamiento mal discipli-
nado: emplear un vocabulario inédito, sin definir los neologis-
mos que se forjen; saltarse las leyes del discurso, omitiendo
eslabones esenciales en el progreso del pensamiento, o utili-
zando nociones complejas o derivadas para explicar las no-
ciones primeras; anegar el pensamiento en la imaginación por
el abuso de las metáforas; desconcertar por medio de fórmu-
las radicalmente inexactas, incapaces de resistir el análisis

Pero esta clase de profundidad desacredita la filosofía en


el espíritu de las personas reflexivas, sobre todo desde que el
trabajo científico ha puesto de relieve las exigencias de una
investigación precisa, metódica y rigurosa. Cuando algunas de
estas personas llegan a leer u oir las lucubraciones de ciertos
pensadores tenebrosos, fatalmente les da la sensaci,ón de que
la filosofía es una especie de gnosis. impenetrable, una logoma-
fluia situada en los confines de la poesía y la mística, un saber
inexpresable e incomunicable.
La claridad, la precisión, el método, no se obtienen S1110
por medio de una ascesis intelectual incesante. Cuanto más
complejo, delicado y de más matices sea el objeto que se
estudia -y éste es el caso en el misterio del conocimiento
36
humano-, tanto más es necesano el abordarlo de un modo
metódico.
¿ Qué género de vocabulario conviene en
logía? ¿ Un vocabulario de sentido comúr:? ¿ Un vocabulario
técnico? ¿ Tomaremos el vocabulario de cualquier filosofía eXIS-
tente? ¿ Lo forjaremos totalmente de nuevo?
La dificultad que tenemos que s~}erar es clara. En efec-
to, las palabras tienen un significado convencional, que fre-
cuentemente es fluctuante; incluso alguna vez tienen varios
sentidos. ¿ Cómo revelar a los otros el sentido que
yo vinculo a tal palabra en tal exposición? Si yo. forjó un
término nuevo para designar una experiencia original que
creo haber hecho o un elemento que yo descubro entre los
datos inmediatos de mi conciencia, deberé recurrir a tér-
minos antiguos, ya conocidos, para definir mi neologismo, so
pena de no dejarme entender. Pero si uso un término reci-
bido, mí lector corre el riesgo de entenderlo en un sentido
diferente del que yo le atribuyo. ¿ Qué hacer entonces? Los
neologismos son a veces útiles, si verdaderamente designan
un nuevo objeto de conocimiento, un matiz "inédito", un as-
pecto inexplorado de las cosas. Pero la multiplicación de los
neologismos complica y oscurece inútilmente el pensamiento.
Será preferible de ordinario emplear un vocabulario usual, ya
sea del lenguaje corriente, ya del vocabulario técnico de una
filosofía determinada. En este último caso convendrá evitar la
modificación del sentido de las palabras, para no crear equí-
vocos. En toda hipótesis es indispensable el definir en cuanto
sea posible el sentido de los términos que se usen, descartando
las acepciones que no interesan, con el fin de evitar toda am-
bigüedad.
Por ser la epistemología un estudio completamente inicial
del conocimiento, anterior lógicamente a toda construcción cien-
Jl1 étodo ,general 37

tHica o filosófica, es claro todos 108 términos técnicos de


epistemología deberán designar los elementos inmediatamente
presentes a la conciencia. El vocabulario epistemológico
en consecuencia, un vocabulario de psicología descriptiva; s6lo
se podrá introducir un vocabulario meta empírico en la medida
en que la existencia de valores metaempíricos sido esta-
blecida.
En cuanto a los métodos de exposición de la epistemolo-
gía, 10 esencial es respetar el progreso natural de la reflexión,
yendo siempre de lo más conocido a lo menos conocido, de
10 que es evidente de sÍ, "principio del conocimiento", a 10
que no es evidente, sino que debe ser demostrado o al menos;
mostrado y explicado. Nada se dará por bueno sin que haya
sido previamente dado O' establecido; se procurará evitar laSí
anticipaciones y las confirmaciones sacadas de construcciones;
metafísicas muy posteriores, cuyo valor científico repose ente-
ramente sobre las conclusiones de la misma epistemología; si
alguna vez se recurre a una anticipación con el fin de disipar
algún malentendido, se tendrá el cuidado de decir que se trata
de un paréntesis cuyo papel es exclusivamente psicológico y
pedagógico.
La ambigüedad y la oscuridad, que de un modo demasia-
do frecuente reinan en la terminología y en el desenvolvimien-
to de los trabajos epistemológicos, obedecen más a una falta
de método que a la dificultad del objeto. Si se consintiese el1l
estudiar el conocimiento hU111,ano tal como nos es dado en la¡
reflexión antes de toda elaboración metafísz'ca, en lugar de com-
plicar la cuestión desde el principio con otros problemas mucho
más complejos y menos inmediatos (condiciones ontológicas de
nuestro conocimiento, comparación de nuestro pensamiento hu-
mano con el pensamiento divino o angélico, esencia de todo
pensamiento, sea el que fuere, etc.), se evitarían, no solamente
38 Introducción

el equivoco y la SIllO también otros defectos

cos más graves, incluso el círculo vicioso y la petición de prin-


cipio.

NI étodos de investigación

¿ Es realizable el programa que acabamos de esbozar? ¿ Se


adivina algún método que permita abordar con alguna esperanza
de éxitO' el estudio de mi conocimiento?
La cosa puede parecer fácil a primera vista; pero de cerca
el camino está erizado de obstáculos ..
En primer lugar, ¿ es posible el estudio de mi conoci-
miento? ¿ Puedo observar mi conocimiento en condiciones
que permitan des.cribirlo exactamente, de un modo preciso,
del mismo modo que el botánico observa una célula viva,
o como el astrónomo observa los movimientos del cielo?
Supuesto que yo pueda analizar mi conocimiento, ¿ tendrán los
juicios por los cuales yo exprese este análisis una significa-
ción cualquiera apta para la descripción de otro conocimiento
que no sea el mío? Pero si mi descripción no va más allá
de los límites de mi conocimientO' personal, si no tiene valor
más que en mi caso particular, ¿ cómo puede pretender este
a.nálisis un verdadero carácter científico? ¿ N o se supone que
la "ciencia" del conocer, para ser verdaderamente "ciencia",
tiene la obligación de estudiar las condiciones de todo acto de
conocimiento humano y no solamente las de mis actos? Otra
dificultad. En el momento en que yo emprendo el estudio de
mi conocimiento no soy ya un mno cuya conciencia se
despierta por primera vez y que por un privilegio tal vez
envidiable, asiste en plena luz a los progresos de su conoci-
miento. Una epistemología de esta conciencia nueva no está
ya a mi alcance. Durante el curso de una existencia ya larga,
M étodo general 39

mi experiencia humana no ha cesado de crecer; yo he sufri~


do mil influencias, ante las cuales he reaccionado; mis maestros
me han formado y deformado; he adquirido una visi6n del
universo de la que me es imposible deshacerme por un
decreto de mi voluntad. En estas condiciones, ¿ será po-
sible que encuentre bajo la lujuriosa vegetación de ideas,
princlplOs, pre]U1ClOS, teorías en las que me encuentro, el
suelo virgen de mi conciencia? ¿ Puede el adulto cultiva-
do encontrar en el fondo de sí mismo la conciencia del
niño en su primer despertar? Y si no puede hacerlo, ¿ con-
serva algún sentido del análisis de los datos primitivos?
¿ Cómo se distinguirá lo que es primitivo de lo que es
construido?
Para responder, al menos provisionalmente, a estas dificul-
tades, veamos c:ómo la epistemología parece tener la facultad y
el deber de construirse siguiendo un método reflexivo, personal
y dubitativo.
l. Método ref.lexivo.-Para que la epistemología sea posi-
ble es preciso, ante todo, "que yo pueda conocer al mismo co-
nacimiento" .
¿ Trataremos de observar el conocimiento dentro de una
conciencia distinta de la mía? Puestos a observar, el conoci-
miento de "un suj eto de experiencia" ¿ podemos hacerlo del
modo como se observan, por ejemplo, los reflejos de una rana
o el comportamiento de una araña? Evidentemente esto es im-
posible, porque el conocimiento se me presenta de buenas a
primeras como un misterio oculto, una vida interior y secreta;
podemos, sin duda, manifestarlo de alguna manera, con gritos
o con gestos o por un lenguaje que atribuya a ciertos soni-
dos una significación determinada y convencional; pero todas
estas manifestaciones de la conciencia no son más que una pe-
queñísima transposición de ella misma en el mundo espacio-
40 1nfroduCC'ión

ser que ello nos baste para revelarnos la pre-


sencia de otras conciencias a nuestro alrededor, pero siempre
será con la condición de que seamos capaces de
este comportamiento como expresión de una conciencia, lo
que ya supone el conocimiento previo de nuestra propia
conciencia.
pues, yo me encuentro reduCido a conocer m~
pia c.ondencia. N o hay medio de observarla del mismo modo
que observo un "objeto"· puesto "frente" a mí. No hay, pues,
probablemente, otra posibilidad que la de un retorno sobre
mí mismo, una "reflexión" de mi conciencia sobre sí misma.
¿ Es esto posible? Es posible, puesto que así es. Yo tengo
conciencia de ello; yo sé que conozco; yo me conozco cono-
ciendo, y esto, al mismo tiempo que conozco; mi conciencia
es, en cierta manera, "transparente" a sí misma. En conse-
cuencia, hay para mí una derfa posibilidad de describirla y
de analizarla, puesto que tengo el poder de observarla desde
dentro, en el mismo momento en que ella se realiza. Breve-
mente yo puedo "reflexionar" sobre mis propios actos de con-
ciencia.
Este poder de reflexión proporciona al análisis epistemoló-
gico un instrumento eficaz, instrumento que es puesto en marcha
por el método reflexivo, es decir, por el examen atento que la
conciencia emprende con el fin de ver claramente lo que en
ella pasa y sacar de este examen todas las consecuencias útiles
sobre la naturaleza, las condiciones, la finalidad y el valor del
conocimiento.
¿ En qué consiste exactamente esta "reflexión"? ¿ CuáJ es
su valor? Las respuestas a estas cuestiones no pueden ser for-
muladas más que por la epistemología misma. Por el momento
me basta saber que la epistemología es posible al menos en
cierta medida, y que 10 es por vía de reflexión. Tengo abierto
Método 41

acceso a la epistemología: ya veré ulteriormente hasta dónde


esta vía puede conducirme.
2. 1Vlétodo ,personal.-La ciencia tiene univer-
sales. El químico pretende formular leyes que valen, no
solamente para todos los espíritus (para todos los químicos),
sino que expresa el comportamiento de todos los cU;flr-pos de
tal o cual especie, y no únicamente el de aqu~llá; pequeñas
¡nuestras que ha observado en su laboratorio. Llamemos a esta
doble universalidad de la ciencia, universalidad subjetiva (la
ciencia es común a todos los sujetos, a todos los sabios) y uni-
versalidad objetiva (la ciencia formula leyes generales, valede-
ras para todos los objetos de una misma categoría). ¿ Puede
acaso el filósofo que analiza su conciencia tener semejantes pre-
tensiones?
Distingamos en primer lugar con todo cuidado la universa-
lidad subjetiva de la universalidad objetiva de la ciencia, por-
que se trata de dos problemas. diferentes.
En lo que concierne a la universalidad subjetiva, la situa-
ción del filósofo es, a primera vista, muy inferior a la del cien-
tífico, por el hecho de que la partícula material -tal gota de
mercurio- puede ser observada por todos los químicos del
mundo, mie~tras que mr conocimiento, como acabamos de no-
tarIo, no es propiamente cognoscible más que por mi solo. Por
un lado, la ciencia puede ser universal, común a todos los cien-
tíficos, porque el objeto estudiado está al alcance de todos, mien-
tras que, por otro lado, el saber parece obligado a ser algo es-
trictamente individual.
En realidad, esta diferencia de situación es accesoria. Todo
verdadero saber es, a la vez, individual y universal, personal e
impersonal. Para comprenderlo anticipemos un poco lo que más
tarde será establecido: no hay inconveniente en hacerlo, puesto
que se trata simplemente de responder a una objeción previa,
42

de disipar una posible confusión y no de construir todavía la


epistemología.
Todo saber es esencialmente personal, y, en consecuencia,
incomunicable. La "ciencia" química está dentro del espíritu
del químico; no se encuentra en los libros de química más
que en estado simbólico, en estado de potencia, y solamente
un espíritu puede reconstruirla en ~: mismo, si es capaz de
interpretar estos símbolos. 'Por lo mismo, y con mayor razón,
la reflexión filosófica está en la conciencia del filósofo y no
en otra parte; la obra filosófica es eminentemente personal e
incomunicable; cada uno la hace para sí, la vive en sí. "Con
mayor razón" hemos dicho, porque el conocimientO' del cien-
tífico recae generalmente sobre aspectos controlables de las cosas,
sobre obj etos que todos pueden fácilmente observar; mientras
el conocimiento del fiolósofo recae esencialmente sobre su
propia conciencia y sobre los caracteres de realidad que es-
capan a la percepción sensible como tal o a los instru-
mentos. La "comunicación" entre científicos es pues, rela-
tivamente fácil, mientras que el lenguaje ofrece al filósofo
un instrumento muy imperfecto para la expresión de su visión
interior.
Pero, por otra parte, todo saber es universal, puesto que
se expresa en juicios verdaderos, y un juicio verdadero es
verdadero para todo el mundo, para toda conciencia. ASÍ, pues,
supuesto que el análisis de mi conocimiento me permite con-
trolar este juicio verdadero "una conciencia humana (la mía)
conoce una realidad corporal", este juicio será verdadero para
todo el mundo, aunque de hecho jamás persona alguna, fuera
de mí, sueñe en formularlo, ni siquiera esté en estado de ha-
ceilo. Exactamente como el juicio del "químico es verdadero
para todo el mundo: "el agua (la que he observado) hierve
en tales condiciones". Claro que para admitir esta' universali-
1VI étodo 43
dad del saber necesitamos suponer resuelto el de
la comunicación del pensamiento, es decir, el del len-
guaje.
Pasemos a la universalidad objetiva. ¿ Tiene el saber un
valor universal por el lado del objeto conocido? ¿ Puede el
químico decir: "toda agua hierve en tales condiciones"?
¿ Puede decir el epistemólogo: ",toda conciencia humana
conoce una realidad corporal"? O también: "¿ todos mis
actos de conocimiento tienen (o tendrán en el porvenir) los
caracteres del acto que yo analizo en este momento?" Todas
estas cuestiones plantean el problema de la inducción y no
pueden ser resueltas aquí. Sin embargo, ello no es indis-
pensable: en el punto de partida de la epistemología pode-
mos contentarnos con una universalidad puramente hipoté-
tica. Toda la epistemología se reduce, como veremos, a la
descripción y a la crítica de un acto integral del conocimien-
to humano, reducido a sus elementos esenciales o constitu-
tivos. Las conclusiones de la epistemología tienen el siguien-
te valor hipotético: en la medida en que mis actos de conoci-
miento estén constituidos como éste y en la medida en que
otras conciencias estén constituidas como la mía, las con-
clusiones de la epistemología valen para todos estos ac-
tos y para todas estas conciencias. La verificación de esta
hipótesis plantea nuevos problemas, que son fáciles de re-
solver cuando se trata de mis propios actos, pero que son
más difíciles cuando se trata de otras conciencias. Si por
ventura mi vida consciente ulterior me revelase algunos ac-
tos de conciencia que no respondieran a la estructura del
que ha servido para edificar mi epistemología, debería en-
tonces volver a comenzar en beneficio de estos actos origi-
nales. Lo mismo pasaría si alguno de mis lectores no en-
contrara, en el análisis de su propia conciencia, los ele-
44 Introducción
mentas característicos que describo apoyándome sobre mi ex-
personal, no tendría otro remedio que el de elabo-
rar por su cuenta una epistemología que respondiese a su
condición.
En resumen, el estudio de mi conocimiento es un trabajo
personaL No tienea~priori pretensiones de universalidad. Los
resultados del estudio me dirán en medida semejantes pre-
tensiones vienen a ser legítimas.
3. Método dubitativo.- Mi conciencia ha acumulado todos
los conocimientos que he adquirido hasta aquí, todas las opi-
niones y convicciones que constituyen la "visión del mundo"
de un adulto cultivado. ¿ Cómo desenredar esta intrincada ma-
deja? ¿ Cómo discernir en ella los elementos construidos de los
elementos primitivos, los datos primeros de las elaboraciones
ulteriores, lo estable de lo fluctuante, 10 sólido de lo frágil, 10
esencial de lo accesorio?
¿ Intentaré remontar la corriente de mi vida consciente
hasta encontrar su origen en el pasado y revivir la génesis
histórica de mis conocimientos? Este método no ofrece evi-
dentemente ninguna garantía. Los recuerdos de mi infancia
son, en su mayor parte, confusos e inciertos; me encuentro
muy incapaz de escribir la historia de mi vida consciente
desde sus orígenes, con alguna posibilidad de ser exacto y
completo.
¿ Intentaré acaso vivir en plena conciencia la génesis actual
de un acto de conocimiento, de observar la manera como paso
del inconsciente a 10 consciente, cuando, por ej emplo, salgo
del sueño? Esto sería una nueva ilusión, porque la ausencia
del conocimiento no puede evidentemente ser conocida como tal;
en el momento en que comienzo a conocer, el conocimiento
está ya constituido, el "paso" de la inconsciencia a la con-
Método general 45
CIenCIa se ha cumplido ya. Todo lo más que es
asistir al descubrimiento de un nuevo objeto, al progreso
de un conocimiento que se precisa y se aclara cada vez más.
Pero la génesis actual en mí de nuevos conocimientos y el pro-
greso de mi conocer, no son más que episodios que vienen a
enriquecer la corriente de mi vida consciente y que se mez-
clan en seguida con todo 10 que ella ya comporta. Así pues,
SIempre me encuentro ante la misma situación compleja que
desenredar.
Si tuviera alguna intuición directa de la esencia del conocer,
0, al menos, del conocimiento realizado en toda su perfección,

esta intuición podría servir de norma, de hilo conductor en el


curso de los análisis de mi conocimiento humano. Pero, daro,
nada de esto me es accesible.
Sólo un camino queda abierto a mi pregunta: aquel que
parte de mi conocimiento actual, con todo lo que presenta de
complejo e, incluso, de sospechoso, con todas mis convicciones
y hábitos de pensamiento, todo 10 que constituye el dominio
del sentido común. Para asegurar un punto de partida sólido
a la teoría del conocimiento, hay que encontrar un método de
análisis o de discernimiento que permita disociar en este cono-
cimiento actual lo que es sólido de lo que es frágil, 10 construido
de 10 dado, lo que se da facultativamente de lo que se da ne-
cesariamente, en cuanto constitutivo del conocimiento, sean cua-
lesquiera sus modalidades.
El método de análisis que buscamos es el ya practicado
desde sus orígenes parla reflexión filosófica. Implicado ya
en la ironía socrática se encuentra explícitamente aplicado
en los trabajos de Platón y de Aristóteles, y a partir de en-
tonces se convierte en un ]3tocedimiento clásico de la inves-
46 Introducción

científica: éste es el método dubitativo o la duda


metódica 13.
Ante un problema a resoíver, o una ciencia a cons-
truir, Aristóteles comienza por examinar las opiniones co-
rrientes o recibidas, bien las del vulgo, bien las de los filó-
sofos que le precedieron; las sujeta" a discusión, a la duda.
y al juicio; plantea las cuestiones que esta discusión su-
giere y recoge los elementos sólidos que habrán de servir
de materiales a la solución; en un pasaje célebre de la Me-
tafísica observa Aristóteles que es necesario, en el umbral
de la más universal de las ciencias, proceder a una crítica
profunda de todas las dificultades que sugiere el estudio del
ser en cuanto ser.
Los escolásticos usaron constantemente el método de la duda.
Se concretó en el célebre método del "sic et non", oposición
del "pro y del contra", por el cual los pensadores del medioevo
inauguraban todas sus discusiones y casi todas sus exposicio-
nes. En su Comentario a la Metafísica, de Aristóteles, expone
Santo Tomás el papel de la duda como preámbulo de la ciencia,
y requiere en el umbral ele la ciencia del ser una "universalís
dubitatio de veritate".
Descartes dramatizó la duda científica. En realidad la
duda científica es una duda metódica, que puede, desde lue-
go, sin inconveniente, ser verdaderamente universal, pues-
to que no implica ningún abandono, ni siquiera provisional,
de las convicciones morales o religiosas. La duda científica po-
drá, por otra parte, ser real en muchos casos, puesto que

13 En la p[¡mera edición de este tratado, llamábamos a este método


método crítico. Hemos abandonado ahora esta expresión para evitar todo
peligro de confusión con el método pro¡:;io de la epistemología .crítica y
con la crítica, tal como se le entiende de ordinario desde Kant (estudio
del valor del conocimiento).
Método general 47
muchos problemas son discutibles e incluso insolubles 14,
En el dominio epistemológico el método dubitativo con-
sistirá, pues, en poner en duda las afirmaciones del sentido
común o las convicciones espontáneas de mi conciencia. Al·
gunas de estas convicciones no resistirán nada a la crítica;
otras aparecerán como más o menos inciertas; otras puede
ser que resistan a toda tentativa de destrucción. Con ello un
cierto discernimiento, una cierta clasificación se verá reali-
zada en los elementos de mi conciencia, clasificación que tal
vez permita determinar las condiciones constitutivas de esta con-
ClenCla.
Por "condiciones constitutivas" no hay que entender el es-
tado de mi conciencia en su primer despertar de la infancia.
Lo que me interesa en este momento no es el saber con qué
elementos contaba yo a la edad de seis meses para hacer una
epistemología. Podría ser que mi conciencia se hubiese cons-
tituido imperfectamente en esta época, ya sea en razón de un
desenvolvimiento fisiológico insuficiente, ya por defecto de ejer-
cicio y experiencia, ya por defecto de reflexión. Lo que yo
deseo saber es lo que act~talmente es constitutivo de mi con-
ciencia, cuáles son los elementos esenciales indispensables sin
los cuales mi conciencia dejaría de existir o cambiaría de na-
turaleza 15.

14 Se comprenderá que esta duda no puede ser universalmente real,


puesto que la duda tropieza con evidencias pr'¡meras a las que la concien-
cia no es libre de contradecir. eL J. MARITAIN, Distinguer pour unir.
págs. 150-153.
15 Sobre el método de la eluda véase D. MERCIER, Criteriología ge-
neral, págs. 64 a 85 y 118 a 126 (traduc. española); ROLAND-GOSSELIN,
Essai ... , págs. 14 a 18; L NOEL, Le réalisme immédiat, págs. 97 a 103
y 134 a 146; É. GILSON, Réalisme thomiste ... , págs. 50 a 68; L NOEL,
Le "réalisme critiqt~~" et le "bon désac,cord", Revue Néoscolastique de
Philosophie, 1940, págs. 47 a 54.
48 1ntroduccióti

no se trata de sobre
las posibilidades que ofrece el método de la duda o la duda me-
tódica. Es el mismo uso de este método deberá revelar
su fecundidad.

ARTÍCULO nI

DISCUSIÓN DE LAS PRETENSIONES DEL SENTIDO COMÚN

Para encontrar el punto de partida de la epistemología, cada


cual debe proceder al examen reflexivo de su propia concien-
cia, en el estado en que ella se encuentre antes de todo estu~
dio científico del conocimiento. Pero claro es que esta situación
"precientífica" varía de un sujeto a otro, según sus disposi-
ciones naturales, su formación y sus experiencias anteriores.
Lo que nosotros exponemos aquí, siendo nuestro fin el de ayu-
dar al lector a realizar por su propia cuenta el examen perso-
nal de que se trata, será un ejemplo, tomado de una con-
ciencia humana 10 más alejada posible de toda formación científica
y filosófica: la conciencia del "hombre medio" o del "hombre
de la calle".

Las pretensiones del sentido común


¿ Cuál es aproximadamente la concepción del universo en
un hombre de este nivel cultural? Es fácil darnos cuenta obser-
vando la manera de hablar de la gente simple.
1. El "hombre de la calle" tiene conciencia de su indi-
vidualidad; su propia persona ocupa el primer lugar en sus
preocupaciones. El "yo" para él es, ante todo, su cuerpo,
con sus necesidades, sus apetitos y sus repugnancias. Le
del sentido común

ridículo que se le SI es
cierto que tiene un cuerpo dotado de órganos para ver, para
para tocar, etc. Sin embargo, él no dice jamás soy
un cuerpo", sino tengo un cuerpo", lo que parece im-
plicar una distinción, 311 menos confusamente percibida, en-
tre el "yo" y el "cuerpo". Pero tampoco si el mismo "hom-
bre de la calle" cree en la existencia del alma dice soy
un alma", sino "yo tengo un alma". Parece, pues, que el
hombre se considera como un yo que "posee" un cuerpo y
un alma. Todo esto implica evidentemente que pretende
tener un cierto conociJ1úento de sí lnismo) de su naturaleza,
de sus capacidades, de sus tendencias, etc.; este conocimien-
to se extiende por la l1iel1wria a su pasado: guarda el re-
cuerdo de su propia historia, de una evolución a través de
la cual está convencido de haber continuado siendo él
mismo.
2. El "hombre de la calle" conoce muchas cosas además
de sí mismo. Por sus "cinco" sentidos está en relación con
el mundo exterior, constituido por una multitud de personas,
de animales, de plantas y de cosas inanimadas. Por sus sen-
tidos percibe todos estos seres, con sus propiedades caracte-
rísticas: sus formas, sus colores, sus movimientos, sus
su sonoridad, etc. En todo esto no se cree superior
a los animales, que al parecer están dotados del mismo gé-
nero de conocimiento más o menos desarrollado (frecuente-
mente todavía más desarrollado que en los hombres). Cier-
tos animales. tienen incluso un instinto notable, una destreza
maravillosa; algunos parecen pasablemente "inteligentes". Sin
aun con todo esto, los hombres 10 son todavía más
que los animales: la fecundidad de la inteligencia humana se
manifiesta en todos. los productos de la civilización: los edifi-
cios y las obras de arte, las máquinas, los libros, la vida ar-
EPISTEMOLOGÍA - 4
50 1ntroducción
etc. El "hombre de la calle" se cree
esto significa para él que es capaz de un cierto número
de cosas: leer, escribir, contar, resolver problemas, compren-
der un mecanismo; explicarse "por qué" hay un eclipse
de sol, "cómo" se forman las nubes, "cómo" se fabrica el
papel; investigar "por qué" el mundo existe, y así sucesiva-
mente. También el "hombre de la calle" cree conocer la "na-
turaleza" o las propiedades características de bastantes cosa's:
él puede discernir el hierro y el cobre, el mármol y el gra-
nito, la madera y el marfil, el haya y el roble, el gato y el
perro, el motor de un automóvil y el mecanismo del reloj, los
planetas y las estrellas, el trapecio y el cilindro, etc. Por otra
parte, posee diccionarios que le proporcionan la "definición"
de todas las palabras y de todas las cosas que estas palabras
significan.
3. El "hombre de la calle" sabe que su experiencia per-
sonal está muy limitada y admite, sin embargo, la existen-
cia de un montón de cosas que jamás ha percibido por sí
mismo. Se aprovecha, en primer lugar, de la experiencia
del otro: cree a los historiadores, a los geógrafos, a los as-
trónomos, a los físicos, que Je revelan la existencia de una
infinidad de objetos y de sucesos; incluso cree fácilmente
a las gentes que se atribuyen otras experiencias más o menos
banales: los hechiceros, los videntes, los médiums, los profe-
tas, los místicos. Él recurre también al razonW11iento para
convencerse de la existencia de ciertas cosas: admite que
ciertos vestigios geológicos demuestran la existencia de una
humanidad prehistórica; que la semejanza de las Jenguas pue-
de establecer el parentesco u origen común; que se puede
probar la existencia de Dios a partir del orden maravilloso
de la naturaleza; que un milagro manifiesta una intervención
divina.
Discusión de las pretensiones del sentido común 51
El "hombre de la calle" tiene . La expe-
riencia de la vida le ha enseñado a distinguir los hombres y
las cosas. Sabe discernir lo que es bueno y Io que es malo,
lo útil y lo nocivo, lo oportuno y 10 inoportuno, lo correcto y
lo incorrecto. Así, por ejemplo, suele condenar el capitalismo,
aprueba o rechaza el sufragio universal y el régimen democrá-
tico; se inclina hacia el libre intercambio y el desarme univer-
sal; piensa que el homicidio es un mal y que la compasión es
nna virtud; admite que el todo es más grande que la y
que 6 X 8 = siempre 48.
5. Sucede, a veces, que el "hombre de la calle" llega a
engafíarse y él tiene conciencia de ello. Ha creído en tal amistad
y ha sufrido una decepción. Ha esperado de tales gobernantes:
el orden y la paz y se ha equivocado. Ha confundido duran~
te mucho tiempo Oceanía con Australia. Su miopía Je ha ju~
gado algunas malas pasadas. A veces tiene sueños trágicos
y sueños encantadores, que se han evaporado todos después
ante la realidad banal. Su memoria no siempre le ha sido fiel,
y hasta se ha engañado a veces sobre la misma fecha de su
nacimiento. Sin embargo, estas experiencias no le han conver-
tido en un escéptico, solamente le han hecho más circuns-
pecto, menos seguro de sí mismo y menos categórico en sus'
afirmaciones.
En resumen, el "hombre de la calle" suscribiría fácilmente
"las fórmulas siguientes, que intentan expresar su epistemología¡
elemental:
l. El hombre es un sujeto cognoscente.-Existe de um
modo permanente, pero no siempre conoce (duerme, tiene
sus síncopes). Conoce con la ayuda de unos órganos senso-
riales, de una imaginación, de una memoria y de una inte-
ligencia.
2. Frente al su)eto hay objetos conocidos.-El sujeto cog-
52 Introducción

noscente conoce directamente el mundo que le rodea o

Se conoce a sí mismo. Conoce indirectamente otras cosas cor-


porales y ciertas realidades que se dicen "no corporales"
alma, Dios, los espíritus) y ciertas "verdad€s generales" o cier-
tos "principios".
3. Un desacuerdo es posible entre el conocimiento y su
objeto: se le llama error.

Las objeciones del sentido común

Vamos a ver ahora, con la ayuda de la duda metódica, en


qué medida la visión del mundo que posee el "hombre de la
calle" puede ser removida.
l. Él mismo proporciona la primera indicación de una grie-
ta en el edificio de sus conocimientos, cuando confiesa enga-
ñarse a veces. ¿ Qué es el error y cómo el error es posible?
¿ Qué es la verdad respecto a la cual el error parece ser la
privación? Yo tengo conciencia de haberme engañado a veces,
pero pudiera ser que me engañase con más frecuencia de lo que
creo. Incluso puede ser que me engañe siempre, al menos en
cierta medida. ¿ Cómo saber si me engaño, cómo discernir la
verdad dd error? ¿ N o será el conocimiento siempre una ilusión,
al menos parcial?
El problema del error tal vez no sea el problema episte-
mológico fundamental; esto lo precisaremos más tarde; por
ahora importa poco. Pero el hecho del error ha desempeñado
un papel capital en la historia de la teoría del conocimiento
porque ha despertado en el espíritu de los hombres el
sentido crítico. Es un hecho que a la vez turba y tranqui-
liza: si tengo conciencia de haberme, a veces, equivocado,
será cosa de preguntarme si no me equivocaré siempre;
pero, por otra parte, si a veces me doy cuenta de mi error, es
Discusión de las del sentido común 53
sin duda porque existe un medio de discernir lo verdadero de
lo falso.
Sea lo que fuere, entremos en cuestiones más precisas y me-
nos generales y vamos a examinar más de cerca los diversos
dominios del conocimiento indicados por "el hombre de la
calle", comenzando por aquellos que están más alejados de la
experiencia y que parecen presentar un flanco más débil
la duda.
2. Está, en primer lugar, el dominio de los
. Nada hay más fácil ordinariamente que el hacer dudar
de un principio, bien oponiéndole algún principio contrario,
bien presentándole algunos insidiosos "por qué". Al partidario
de la dictadura, por ej emplo, es fácil presentarle los méritos de
la democracia y las excelencias de la libertad; Ü' bien se
le hace dudar directamente de sus convicciones haciéndole al-
gunas preguntas inocentes. ¿ Por qué la dictadura es mejor
que el gobierno liberaJ? ¿ Hay en la historia muchos "buenos"
dictadores? ¿ Qué se puede hacer si el dictador abusa de su
poder? ¿ Suprime la dictadura el favoritismo? ¿ Suprimi-
rá acaso el atropello? ¿ La delación? ¿ La injusticia? ¿ La
guerra ? ..
Hay, sin embargo, ciertos principios que parecen más
sólidos: "el homicidio es un mal". Al parecer, resulta bas-
tante paradójico el afirmar que el homicidio sea un bien;
también los hombres están más de acuerdo sO'bre este prin-
cipio que sobre la superioridad de la dictadura. Sin embar-
go, será necesario que tal principio sea precisado y demos-
trado. Debe ser precisado. ¿ El homicidio es siempre y en
todas las circunstancias un mal? ¿ N o es acaso lícito el
matar al injusto agresor, al enemigo en una guerra justa,
al criminal condenadO' a muerte por un tribunal legítimo?
Debe ser demostrado. ¿ Por qué el acto de matar a un hom-
54 Introducción

bre es habitualmente malo? ¿ Por qué debo respetar la vida


de mi vecino? ¿ Por la vida es un bien ¿ es un
bien? ¿ Por qué debo yo respetar el bien? ¿ Por debo
hacer esto más bien que aquello? ¿ Estoy acaso obligado?
Total, los principios, incluso cuando parecen más irrefuta-
bles, derivan ordinariamente de principios mucho más fun-
,damentales, por medio de una serie" más o menos larga de
proposiciones o de principios intermedios. Cabe, pues, pregun-
tarse qué vale cada intermediario y 10 que vale el vínculo que
los une, 10 que garantiza la operación por la que se pasa de
uno a otro.
Finalmente, ciertos prinCIpIOs parecen totalmente funda-
mentales o primeros. Apenas se les puede reducir a prin-
cipios más simples. Parecen imponerse por sí mismos: "el todo
es más grande que la parte"; "6 X 8 = 48"; "dos puntos
del espacio determinan una sola línea recta". ¿ Qué significan
semej antes principios? ¿ De dónde vienen? ¿ Qué valen? ¿ Son
verdaderamente primeros y en qué sentido 10 son? ¿ Se apoyan
sobre la experiencia o son independientes de ella? Ya veremos
cómo la historia nos ofrece el espectáculo de un conflicto
permanente entre la tendencia idealista platónica, que afirma
la independencia del mundo trascendente' de las ideas, y la
tendencia empirista aristotélica, que funda los principios en la
expenenCIa.
3. Pasemos a las realidades conocidas indirectamente. Si
las conocemos por razonamiento (Dios, el hombre prehistóri-
-eo, etc.), se recae en los problemas que antes hemos encon-
trado: ¿ qué valen los principios de los que nos servimos en
el curso de los razonamientos, y qué vale el razonamiento
mismo, es decir, la operación por la que 'yo encadeno los jui-
cios? Si estas realidades se conocen por recurso a la e::cperien-
cía de otro, se plantea un nuevo problema: ¿ Qué vale el tes-
del sentido común 55
tiene valor y cómo medir su valor
L,os hombres se engañan a veces consciente o inconscientemen-
te. ¿ N o se engañarán siempre? El problema del error
una doble incógnita: el conocimiento del que da el testi-
monio y el conocimiento de aquel que acepta e interpreta el
testimonio.
4. Vayamos ahora a los conocimientos inmediatos. ¿ Esca-
éstos a la duda?
El "hombre de la calle" percibe el mundo exterior gra-
óas a sus "cinco sentidos". ¿ Son éstos infalibles en su testi-
monio? Ciertas experiencias desconcertantes permiten dudarlo
y son tan viejas como la Humanidad: un enfernJO encuentra
insípidos algunos bocados sabrosos; otro enfermo, que tiene
fiebre, estima que la temperatura es insuficiente aun cuando
en realidad esté a más de vi ente grados; tal otro oye un silbido
continuo que nadie a su alrededor percibe; una regla rígida
parcialmente inmersa en el agua me parece quebrada, siendo
así que está recta; este disco gris me da la sensación de ro-
sado cuando le rodea un fondo verde; tal cuerpo pequeño me
parece mucho más pesado que tal otro grande cuyo peso es,
sin embargo, idéntico; y así sucesivamente. Las "visiones noc-
turnas", llamadas sueños, nos conmueven hasta provocar la an-
gustia y hacernos transpirar. Los estados morbosos de alucina-
ción, delirio, histeria, transforman la conciencia hasta el punto
de hacerla escapar casi enteramente de la empresa de buscar
"la realidad".
El "hombre de la calle" se cree inteligente y pretende
estar en esto por encima del animal. Cree" comprender" lo
que percibe, encontrar las "relacionc:s" que Jos objetos per-
cibidos mantienen entre sí (en esto consiste "resolver pro-
blemas", explicar el "por qué"), y de este modo llegar a co-
nocer la "naturaleza" de las cosas. ¿ Qué pensar de seme-
56 1nt1~oducción

pretensiones? Si se trata de cosas que él mismo ha


construido, pase; si construye un reloj, puede desmontarlo
porque conoce el porqué, el cómo, la naturaleza, la "quid-
ditas". Pero, ¿ y lo demás? Conoce, sin eluda, las propieda-
des aparentes, "senstbles", del hierro y del cobre, del gato
y del perro; pero ¿ en qué medida ¡,nanifiestan estas propie-
dades la "naturaleza", el verdadero "cómo" y el verdadero
"por qué" de estos objetos.? Podríamos "desmontar" un
gato como si fuera un reloj; pero si pretendo, después de
eso, "montar,lo" de nuevo, constataré que las partes ya no
forman un conjunto y que el gato ha dejado de "vivir". En
cuanto a la partícula de cobre es algo más difícil de "des-
montar"; solamente los hombres de ciencia pueden llegar
a conseguirlo en cierta medida, como veremos pronto; el
"hombre de la calle" puede, todo 10 más, reducirlo a polvo
o fundirlo, sin que por esto conozca mejor el secreto de su
"naturaleza" .
5. Veamos, en fin, aJ "hombre de la calle" ante su pro-
pio misterio. Pretende "conocerse a sí mismo" y conservar
sus experiencias en el tesoro de su memoria. Pero, antes que
nada, ¿ qué vale esta memoria que tantas veces nos es infiel?
¿ En qué medida podemos contar con ella como fuente de
conocimiento, como testimonio del pasado? En cuanto al
presente, ¿ cómo conseguir desenredar el contuso lío de pc:r-
cepciones, imágenes, senhmlentos, pasiones, JUICIOS, volun-
tades, que llenan la conciencia del "hombre de la calle"?
¿ Puede éste, acaso, estar seguro de que todo esto está claro
para él mismo? ¿ Cómo aclarar esta nebulosa que viene a
ser la "vida interior"? ¿ De qué "naturaleza" es el origen
común, profundo, de todos estos estados de conciencia?
¿ Será acaso el cuerpo, o un órgano escondido de este cuer-
po: cerebro, corazón, sistema nerviO'so? ¿ N o será algo di s-
Discusión de las del sentido común 57
tinto del cuerpo, algo más sutil, el "espíritu", o el "alma "p
el ? ¿ Está el vivo" formado a la de
po y alma? ¿ Qué vale la construcción mental "hombre"?
¿ Me revela en realidad una "naturaleza", un "cómo", un
qué" ?

Las objeciones del científico

N uestra discusión con el "hombre de la calle" se ha man-


tenido hasta ahora en el nivel del sentido común, es decir, en
su propio nivel. Concedamos audiencia por unos momentos a
un cientIfico portador de las últimas revelaciones de la física
y de la psicología de laboratorio.
l. En el dominio de la psicología nos cuenta cosas bas-
tante desconcertantes a primera vista, sobre la manera como
reaccionan los "sujetos" de su laboratorio. Los órganos de
percepción son mucho más numerosos, más variados e infini-
tamente más comPlejos de lo que el "hombre de la calle" supone.
Ciertas percepciones, al parecer elementales, como las de es-
pacio, de relieve, de profundidad, es decir, las de la tercera
dimensión, parecen ser no muy primitivas. Las percepciones
obedecen a numerosas leyes, como las leyes de estructura, es
decir, que el sujeto manifiesta en sus percepciones ciertas ten-
dencias constantes, por ej emplo: la tendencia a sintetizar los
elementos que ocupan al mismo tiempo el campo de su per-
cepción; a prestar más atención al conjunto que a las partes;
su percepción actual recibe la influencia de las percepciones
anteriores de espera, de deseo o de temor, etc. En otros sec-
tores de la psicología las leyes de la asociación, de la reten-
ción y del aprendizaje abren también unos horizontes muy
nuevos sobre el comportamiento biológico y psíquico de ese
sujeto cognoscente que es el hombre y, desde luego, sobre las
58 1n.troducción

condiciones complejas según las que se realiza el conocimiento


humano.
2. Pasando al dominio de la física, nuestro hombre de
ciencia nos revela de nuevo un mundo insospechado. Sus
procedimientos de observación le permiten, no solamente
medir, es decir, reducir a diferencias de grandor o de nú-
mero los fenómenos que los sentidos" sino también
de captar estos fenómenos en una escala de "infinitamente
pequeños" y de "infinitamente grandes", es decir, mucho
más allá de los límites de la percepción ordinaria. Bajo esta
nueva luz el mundo corporal toma un aspecto profundamen-
te diferente del que presenta a nuestras percepciones natu-
rales: es una especie de torbellino fantástico de partículas
cuyas propiédades "físicas" están descritas en unos concep-
tos cada vez más alejados de nuestras representaciones ima-
ginativas. Ahora bien: la revelación de un mundo físico
"diferente" del mundo de nuestras percepciones vulgares
hace surgir inmediatamente muchos problemas. ¿ Qué rela-
ción hay que establecer entre estos dos mundos? ¿ Qué va-
lor tiene mi conocimiento "natural", y qué vale mi conoci-
miento "científico" del mundo corporal? ¿ En qué medida
mi visión "natural" del mundo está condicionada por los
factores biológicos o psicológicos? d Escapa el conocimiento
"científico" a estas condiciones? E inversamente, ¿ en qué
medida podemos decir que las leyes físicas condicionan e
incluso turban, o al menos complican, el ejercicio de mis per-
cepciones? Así, por ejemplo, ¿ cuál es la influencia de las leyes
de la propagación de la luz en el campo de la percepción
visual?
Fácilmente se ve el modo como las' ciencias positivas,
gracias a un estudio más atento y profundo del ml1ndo de
los fenómenos, ponen de relieve un gran número ele dificul-
D¡:SCusión de las lel' sentido C01nún 59
tades relativas al conocimiento; dificultades que escapan casi
por al sentido común. Estas dificultades recaen,
ante todo, sobre el conocimiento del mundo corporal y so-
bre las condiciones biológicas implicadas por parte del su-
jeto cognoscente. Y fácil sería ampliar la encuesta en otras
muchas direcciones: la fisiología, la química, la astronomía,
{;tcétera.

Las objeciones del filósofo

Pero aquí temenos al filósofo. Por "filósofo" se entiende


al hombre que pretende buscar el fondo de las cosas,
y, en cuanto es posible, no omitir ninguno de los "por qué"
que puedan plantearse. Su crítica va a dar el golpe de gracia
a todo el edificio construido por el "hombre de la calle". Va
a reducir a la unidad todas las dificultades encontradas hasta
aquí y llevar la duda hasta el mismo corazón del misterio del
-conocimiento.
La crítica del filósofo recoge, en primer lugar, todas las
dudas anteriores. ¿ Qué valor tiene el discurso? ¿ Qué va-
len los principios.? ¿Qué vale el testimonio de otro? ¿ Qué
valen mis percepciones? ¿ Qué valen mis ideas? Todas es·
tas cuestiones no son en el fondo más que modalidades de una
cuestión todavía más fundamental: ¿ qué valor tiene mi co-
nocimiento? Y todavía esta cuestión se apoya, a su vez, so-
bre otra cuestión aun más fundamental: ¿qué es exactamente
"conocen" ?
y he aquí que la duda se introduce hasta el fondo m1smo
de todos los conocimientos: el "conocer" como tal. Con ello
llega hasta la pretensión fundamental del sentido común:
la pretensión de ser un " suj eto" que (salvo alguna excep-
ción) es capaz de "conocer", es decir, de poseer, de penetrar,
60
de comprender los distintos de s1 mIsmo; capaz al
mismo tiempo de "conocerse" a sí mismo; brevemente, la pre-
tensión de realizar un conocimiento "verdadero", es decir, con-
forme con los obd etos conocidos y de saber que eo¡ así. Esta
pretensión fundamental da lugar a dos objeciones igualmente
fundamentales:
1. ¿Conocer es "obrar" o es "padecer", es "producir" o
"asimilar", "dar" o "recibir"? ¿ O es acaso algo distinto de
todo esto? ¿ Hay alguna diferencia entre "conocer" y "cono-
cerse"? ¿ Conocer es algo más que" sentirse vivir y cambiar"?
¿ Es algo más que un estado biológico o un factor del compor-
tamiento de un ser viviente?
¿ Hasta qué punto "obj eto conocido" y "sujeto cognos-
cente" son distintos? ¿ Cómo podré yo "poseer en mí" un ob-
jeto "distinto de mí", "otro que no sea yo"? ¿No será
una contradicción en los términos la pretensión de "conocer
un objeto exterior al sujeto"? Y siendo esto así, ¿ no se ten-
drá que admitir que no hay objeto "exterior", sino solamente
un obj eto "interior" al suj eto, un "contenido de conciencia",
o bien que se trata de dos objetos: el objeto en sí (exterior)
y el objeto conocido (interior), simple "representación" del
primero? Pero ¿ cómo pasar del uno al otro en esta hipótesis?
¿ Cómo asegurarme de la existencia del obj eto en sí? ¿ N o será
una equivocación llamarle "objeto", si, en :fin de cuentas, re-
sulta incognoscible? Más todavía. ¿ N o hago mal hablando sim-
plemente del "objeto" ? ..
2. Si hago mal hablando de un incognoscible, he aquí que
veo reducido el objeto conocido a algo "interior" a la con-
ciencia. En este caso, ¿ no podría concebirse que los objetos
no tuviesen consistencia más que dentro d~l suj eto y para el
sujeto? ¿ N o ocultan en el fondo una dependencia fundamental
esas "cosas" aparentemente independientes? Puede ser que esa
Discusión de las pretensiones lel sentido común

dependencia no sea respecto a este "sujeto" frágil y mortal


que soy yo, yo y mi cuerpo, "débil caña pero ¿ no
serlo respecto a un sujeto más profundo, común a todos
los "suj etos" aparentes? En este caso el conocimiento sería (o
al menos implicaría) "acción", "producción", "posición" del ob-
jeto por el sujeto.
3. ¿ No habrá, sm embargo, algo de ingenuidad cuan-
do se proclama a este sujeto, al cual se pretende reducirlo
todo, sin más ni más, foco de luz y centro de inteligi-
bilidad? Y, ante todo, ¿ el sujeto puede verdaderamente "co-
nocerse"? "N e1no judex in propria causa", dice la sabi-
duría de los pueblos. ¿ Qué habrá de más oscuro que una
conciencia replegada sobre sí misma y aislada de las cosas?
"iN ada sabría de mí mismo, ni sabría que conozco, ni siquie-
ra sabría que existo si la evidencia de algo de fuera no me
despertara a la conciencia de mí y de mis actos" 16. Más
aún, ¿ el "sujeto" cognoscente se impone de por sí como
algo distinto de los "objetos"? ¿No será un objeto entre
los objetos? ¿ O acaso el conocimiento no será un "epifenóme-
no", es decir, un fenómeno accesorio, un estado superficial
del sistema nervioso, algo así como la presencia de un cam-
po magnético? ¿ Son algo más los cerebros humanos que sim-
ples células que segregan imágenes, o antenas que captan las
ondas?
4. ¿ En qué queda el valor del conocer bajo esta avalan-
cha de dudas? ¿ En qué queda la oposición de lo verdadero
y 10 falso, de la verdad y del error? ¿ Guardará acaso toda-
vía algún sentido? Sin embargo, cuando yo cOJO el sombrero

16 A.-D. SERTILLANGES, Les grandes theses de la Philosophie tho-


miste (Bibliotheque catholique des sciences religieuses, 52), París, 1928,
pág. 13.
62 Introducción

de mI amlgo por el mío, cuando sueño que caigo al agua,


bebo lechada de cal en vez de leche comestible, si doy un billete
de 500 pesetas por otro de 100, la expresión "me he engañado"
no deja de tener su sentido.
Sin duda; pero la oposición verdad-error ¿ continúa tenien-
do el mismo sentido que se le atribuye '.vulgarmente: confor-
midad o no conformidad del sujeto con el objeto, del cognoscente
con lo conocido? ¿ O será preciso definir la verdad como un
valor social (lo que es aceptado en tal medio social, lo que se
declara "verdadero" por el ministro de propaganda, 10 que es
útil a tal sociedad o a tal nación), o como un valor biológico
(lo que es útil al sujeto, 10 que le es agradable)? Porque si.
se conserva alguna cosa de la concepción vulgar de verdad, ¿ en
qué haremos consistir esta "conformidad" del cognoscente con
lo conocido? ¿ Será una identidad o un parecido o una apro-
ximación? ¿ Podremos apreciarla, medirla o controlarla? ¿ Es-
tará en el objeto o en el sujeto? ¿ Cuál será la norma de la
verdad?
Henos ya con todo por tierra. Ni una sola piedra del edi-
ficio ha quedado sin remover, todas han sido desplazadas, pues-
tas provisionalmente fuera de uso para los fines de nuestro
examen. Pero un primer resultado de la duda metódica univer-
sal aparece inmediatamente: por un lado nos ha proporcionado
preciosas indicaciones sobre el método a seguir en el estudio
del conocimiento, y por otro, ha interceptado ya desde ahora
ciertos caminos que no tendrían salida:
a) Parece, en primer lugar, que la cuestión del valoy-
de mi conocimiento está condicionada por otras cuestiones
más fundamentales: las de la naturaleza ,y la finalidad de
este conocimiento. La duda tocante a estas últimas cuestio-
nes es 10 que provoca la duda en cuanto al valor del cono-
cimiento; del mismo modo, para resolver el problema de valor
Discusión de las pretensiones del sentido común 63
que plantea el conocer, es preciso saber de antemano cómo
el conocimiento está constituido y qué es lo que
obtener.
b) La discusión de las convicciones del sentido común
permite inmediatamente discernir el conocimiento actual de
un objeto inmediata711,ente dado de todos los conocimient.os in-
directos en los que intervienen otros factores distintos de la
presencia inmediata del objeto: la memoria, el testimonio de
otro, el razonamiento, los principios. El análisis epistemoló-
gico deberá, en primer lugar, recaer sobre el conocimiento
actual y directo, es decir, sobre el caso más simple y más
fundamental. Constantemente estamos hablando de objetos que
no nos son inmediatamente dados: el "oxígeno", por ejem-
plo, es un objeto conocido solamente por una serie de expe-
riencias y de trabajos laboriosos que permiten a los químicos
distinguir y definir este gas por una serie de propiedades; los
"planetas", en tanto que son distintos de las estrellas, tampoco
son datos inmediatos, sino el resultado de una elaboración cien-
tífica. Todo esto debe ignorarlo la epistemología en su punto
de partida.
c) Entre los elementos inmediatamente presentes a mi
conciencia la mayor parte son facultativos, en el sentido de
que su desaparición no suprime la conciencia misma: cierto
paisaje determinado puede desaparecer enteramente del cam-
po de mi conciencia sin que ella dej e de existir. Otros
elementos, al contrario, son indispensables para la constitución
de mi conciencia, los cuales se desprenden con suficiente ni-
tidez en sus grandes líneas al término de esta discusión:
la realidad fundamental, libre de toda duda, es evidentemen-
te la misma conciencia, puesto que ella es la condición in-
dispensable de toda discusión; dentro de ella dos polos irre-
ductibles se nos revelan, el sujeto y el objeto, que presentan
64 In traducción

uno y otro caracteres y al mismo tiempo una com-


que habrá que aclarar para poner de relieve la estruc-
t ¡¡¡ya original de la conciencia; y de esta estructura se despren-
derá naturalmente la finalidad propia del conocimiento, y
con ello el problema crítico quedará planteado en términos
preC1SOS.
Empieza ya a verse cuál será, pues, la marcha general
de la epistemología en su parte descriptiva, y cómo el pro-
blema crítico quedará apuntado por las conclusiones de la des-
cripción.

ARTÍCULO IV

RESUMEN HISTÓRICO

Antes de cerrar este capítulo de introducción se nos plantea


una última cuestión, que también es, en suma, una cuestión
de método general: ¿ hasta qué punto convendrá interrogar a la
historia y tener en cuenta los problemas planteados y las solu-
ciones propuestas en el curso de los siglos con respecto al pro-
blema del conocimiento?
El buen sentido más elemental nos indica cuán ventajo-
so puede sernas el sacar provecho de los tanteos y de las
experiencias del pasado: se gana con ello una gran cantidad
de tiempo. Se evitan de este modo muchos rodeos y atolla-
deros. Se atrae así la atención sobre múltiples aspectos de
los problemas que se tiene el propósito de examinar. Por
otra parte, la variedad infinita de soluciones históricas nos
pone al abrigo de una información unilateral que nos haría
correr el riesgo de producir una "deformación" del juicio
y otros sutiles prejuicios. Es muy oportuno el preparar los
espíritus al trabajo epistemológico por medio de una ojeada
Resv!men hístórico

histórica sobre la teoría del conocimiento a través de las


edades: oj eada, por otra y
no puesto que la crítica implicaría ya una solución
ele los problemas. Muchas exposiciones de este género pue-
den encontrarse en buenos manuales de historia de la filo-
sofía. Para los lectores mejor formados será de gran pro-
vecho la obra tan conocida del P. J. Maréchal: El
ta de partida de la metafísica. Lecciones sobre el desarro-
llo histórico y teórico del rjJroblewta del conocimiento 17. En
las páginas que siguen adelantaremos una somera
histórica que evoque los problemas capitales y las solucio-
nes más características que señalan el progreso del
humano.

Primer periodo

El primer ciclo de reflexiones sobre el conocimiento humano


va desde los orígenes de la filosofía hasta Aristóteles.
Los primeros pensadores de Grecia, los "fisiólogos", no se
interesaron por el conocimiento como tal, ni por el sujeto cog-
noscente, su atención se dedicaba preferentemente al objeto,
es decir, a la naturaleza, cuyo secreto intentaban penetrar. Pron-

17 Cuaderno 1. Desde la antigüedad hasta gl fin de la Edad Media. La


crítica antigua del conocimiento. Cuaderno n. El conflicto entre el racio-
nalismo y el empirismo en la filosofía moderna anterior a Kant. Cuader-
no III. La crítica de Kant. Cuaderno IV. El sistema id.Jalisla en Kant y
los postkantianos. El cuaderno V (El tomismo ante la filosofía crítica)
es un ensayo de superación del kantismo con la ayuda de los principios
tomistas. A consecuencia de la muerte del P. Maréchal, acaecida en Lo-
vaina el 11 de diciembre de 1944, el cuaderno VI, que debía estar consa-
grado a las epistemologías contemporáneas, no pudo aparecer. Los cinco
volúmenes han sido publicados en esta misma colección.

EPISTEMOLOGÍA - 5
66 Introducción

to, sin embargo, las antinomias que presentaba la naturaleza


dieron lugar a que se originasen interpretaciones radicalmente
opuestas sobre la constitución íntima del universo: Heráclito
no vio en la realidad más que multiplicidad y~ovimiento.
Parménides y Zenón sacrificaron el movimiento y la diversi-
dad en provecho de lo idéntico e inmutable. Por un lado y otro
-.
se tenía que renunciar a ciertas afirmaciones espontáneas del
sentido común, y así el dogm,atismo sereno de los primeros
cosmólogos tuvo que dejar paso a una actitud más reflexiva y
más crítica lB.
Una reacción más radical no tardó en aparecer contra el
dogmatismo: el escepticismo de los sofistas. Esta primera cri-
sis de la certeza parece haber tenido lugar por la multipli-
cación de los sistemas cosmológicos, y más que nada por las
divergencias irreductibles que presentaban los primeros ensayos
de solución aportados a la antinomia de lo uno y 10 múltiple.
El evolucionismo absoluto de Heráclito implicaba ya un ver-
dadero empirismo muy próximo al fenomenismo 19, puesto que
venía a suprimir toda unidad y toda estabilidad objetiva, para
nO' ver en la realidad más que un flujo inconsciente de datos
sensibles, concretos y fugitivos. Los sofistas van más lejos en
la negación de la inteligencia: profesan un relativismo univer-
sal que desemboca en un escepticismo completo: el hombre no
es capaz de verdad absoluta ni de certeza, ninguna afirmación
puede ser formulada de un modO' categórico,' ni siquiera el

18 Dogmatismo: actitud del que descuida someter a un examen crítico


las afirmaciones espontáneas de su razón.
19 Empirismo: doctrina que limita el conocimiento humano a la ex-
periencia concreta y desconoce el papel y el valor, de los principios gene-
rales y de los conceptos universales. Fenomenismo: doctrina que no reco-
noce otros objetos del conocer que los "fenómenos", es decir, los objetos
de experiencia tal como aparecen a nuestra sensibilidad.
Resumen histórico 67
prinCIpIO primero o de no contradicción; el hombre
es la medida de todas las cosas; lo verdadero, lo bueno, 10
helIo, nO' tiene más que un valor relativo a la apreciación de
cada cual.
Sócrates instaura la reacción contra el empirismo de He-
ráclito y el escepticismo de los sofistas., que llega a su má-
xima intensidad en Platón, quien profesa un intelectualis111,o
radical y funda el idealismo antiguo 20. Se le debe, en gene-
ral, el descubrimiento de la inteligencia, por ser él quien
puso en pleno relieve los caracteres propios del pensamiento
por oposición a los de la sensación. Pero Platón extrema la
disyunción de 10 sensible y 10 inteligible; lejos de apoyar
la intelección en la experiencia sensible, ve en ella una
contemplación autónoma del mundo de los inteligibles, O' de
las "ideas", que son eternas, necesarias e inmutables; mun-
do eminentemente real y perfecto, respecto al cual el mundo
corporal y cambiante no es más que una sombra fugaz. La
antigua antinomia de [o uno y 10 múltiple, de 10 estable
y de lo que se mueve, es resuelta por la yuxtaposición de dos
mundos: el de las Ideas que recuerda el universo inmóvil de
Parménides, y el de la materia que evoca el universo fluyente
de Heráclito.
Aristóteles llega a una concepción equilibrada que res-
peta mejor los datos de la conciencia e intenta armonizar
las verdades parciales del empirismo y del idealismo. Es él
quien construye por pnmera vez en la historia una verda-

20 De un modo muy general, se llama idealismo a la tendencIa filo-


sófica que reduce todo conocimiento auténtico al pensamiento, a las
ideas, a la actividad intelectual, con detrimento de la experiencia sen-
sible. El idealismo antiguo o platónico reduce la cienc'la a una contem-
plación intelectual de las ideas, objetivamente presentes al espíritu
humano.
Introducción

dera teoría del cuya y


su gran éxito: recordemos sobre todo los análi-
SIS del Tratado del arma sobre la la
y el pensamiento, el monumental edificio intelectual que re-
presenta el Organon y los numerosos pasajes que afectan a
la teoría del conocimiento en sus 1ibro,~ de la
mera. Aristóteles profesa un realismo infeledualista y
dentro del cual todas las tendencias anteriores del pensamien-
to griego se juntan en una armoniosa y que forma la
base de una síntesis filosófica sólidamente apoyada sobre la
más acogedora experiencia, a la que encuadra dentro de la al'·
mazón de la inteligencia. Debemos notar, sobre todo, en la
epistemología aristotélica la refutación del escepticismo) la crí-
tica del idealismo platónico y una vuelta acentuada a la expe-
1'iencia) en reacción contra el platonismo; la doctrina de la abs-
tracción) que asegura el contacto del pensamiento con la realidad,
respetando la trascendencia del intelecto inmaterial respecto a
la sensación, actividad orgánica; el realismo que
afirma la aprehensión objetiva de lo reconoce el carác-
ter inadecuado del conocimiento conceptual y se cuida de no
identificar el orden lógico con el orden real; la doctrina de la
analogía) que permite superar el monismo de Parménides y
ofrece la posibilidad de conocer las realidades trascendentes:
finalmente, las páginas penetrantes del sobre la activi-
dad discursiva de la inteligencia humana.
N o vamos a insistir más sobre la epistemología aristotéli-
ca, puesto que vamos a encontrar lo más esencial de ella en el-
tomismo.
Resumen histórico 69

La escuela peripatética declina de la


muerte de Aristóteles; en conjunto, tiende hacia una interpre-
tación materialista de su filosofía. Por otro lado, las escuelas
que le son contemporáneas atraviesan una época de decadencia
en la que los problemas. fundamentales de la filosofía se olvidan
en provecho de otras cuestiones secundarias, de un interés más
inmediato y de más fácil acceso.
Este eclipse relativo de la reflexión filosófica le
tirá más tarde renacer con un nuevo impulso juvenil y re-
plantearse con nuevo espíritu los eternos problemas. En el
dominio del conocimiento las antinomias antiguas reapare·
cerán con nuevos matices (materialismo-espiritualismo, em-
pirismo-idealismo, escepticismo-dogmatismo) preparando los ca--
minos a una nueva expresión .más rica y profunda del realismo
intelectualista.
Del lado de los filósofos que rebajaban el conocimiento hu-
mano, conviene recordar las tendencias 111~aterialistas de algunos
discípulos de Aristóteles, el materialismo de los epicúreos y de
los estoicos, y, sobre todo, finalmente, la renovacíón del escep-
ticismo, manifestada a partir del siglo nI antes de nuestra era
(Pirrón), y que continúa su acción disolvente hasta el fin de la
antigüedad: el mismo San Agustín hubo de sufrir durante su
juventud una violenta crisis de escepticismo baj o la influencia
de la nueva Academia.
Pero no tarda en manifestarse la reacción de la inteli-
gencia y como toda reacción, va a ser excesiva. J!:l estoicis-
mo inicia una renovación del intelectualismo, tanto en su
metafísica como en su moral; el movimiento estoico recuer~
da, en ciertas líneas, la obra de Sócrates en el periodo pre-
70 Introducción

cedente. Pronto el intelectualismo radical renace baj o el signo


de Platón en ese vasto movimiento de ideas conocidD el
nombre de neoplatonismo, y cuyos más célebres representan-
tes son: Filón, Plotino, Porfirio, San Agu,stín y el Seudo-
areopagita.
Se notan las tendencias generales dI'¡: la epistemología neo-
platónica: vuelta al idealismo platónico, desconfianza y despre-
cio de lo sensible, tendencia a la especulación mística. Es muy
sugestivo el estudio de esta doctrina, lo mismo que la com-
paración de este idealismo antiguo con las diversas formas del
idealismo moderno. La literatura suscitada alrededor de 1930
con ocasión del XV centenario de la muerte de San Agus-
tín (430), puso de relieve los rasgos dominantes del neoplato-
nismo agustiniano: su crítica del escepticismo, resumida en la
célebre frase "Si enún fallar, sum", anticipación sorprendente
del "Cogito, ergo sum", de Descartes; sus análisis de la con-
ciencia y su sentido agudo de la fragilidad del espíritu huma-
no; su crítica de las ideas y de los juicios, que intenta poner
de relieve la presencia de un objeto trascendente, que se ma-
nifiesta con los caracteres de eternidad, inmutabilidad, necesidad
y universalidad que posee el juicio verdadero (doctrina de las
Ideas divinas y de la iluminación). El agustinismo es un inte-
'zectualis111o rci'dical o idealismo: yuxtapone la experiencia sen-
sible al pensamiento, esforzándose por asegurar a este último
'el máximo de autonomía con relación a los datos de los sen-
1tidos.
El neoplatonismo atraviesa todo el primer periodo medie-
val, lo mismo en los judíos que en los árabes y cristianos.
En el occidente latino reaparece con el sistema de Juan Es-
coto Erígena (neoplatonismo a través del· falso Dionisio), con
San Anselmo, con la escuela de Chartres, con la escuela teo-
lógica agustiniana y, en general, con todos los partidarios del
Resumen histórico 7
realismo que conceden a lo~ géneros y a las espe-
cies, es decir, a los conceptos universales, una mayor o menor
autonomía respecto a las realidades individuales que~l? dan en
la experiencia sensible. Pero pronto las filosofías neoplatóni-
cas reciben la influencia del aristotelismo, y esta influencia
aumenta sin cesar: ya existe en Porfirio, es muy importante
en los judíos (Avicebrón) y en los árabes (Avicena); se acen-
túa poco a poco en los latinos (los Victorinos, Guillermo de
Auvernia, Roberto Grosseteste, Alejandro de Hales, San Bue-
naventura y toda la escuela franciscana hasta Juan Duns Es-
coto, Enrique de Gante). Las teorías del conocimiento de los
agustinianos de fines del siglo XIII están frecuentemente muy
matizadas y revelan muchas veces un notable sentido críti-
co, pero este movimiento de ideas es todavía muy poco co-
nocido.
El renacimiento del realismo aristotélico sigue de cerca
a la reacción idealiSita. Los comienzos de la era cristiana cuen-
tan con numerosos comentadores de Aristóteles (Alejandro de
Afrodisia, Porfirio, Themistius, Simplicius, Juan Filopón). El
aristotelismo inspira la teoría de San Juan Damasceno en
Oriente, y penetra en Occidente a través de Boecio. En los
judíos llega a su apogeo con Moisés Maimónides y en los árabes
con A verroes. En el mundo latino la obra de Pedro Abelardo
señala el triunfo del realismo aristotélico en el siglo XII,
pero sólo en el siglo XIII el aristotelismo llega a su apogeo
con Alberto Magno, Siger de Brabante y, sobre todo, Tomás
de Aquino.
El realismo tomista es el frutó más maduro y más per-
fecto del realismo moderado de Aristóteles; una teoría casi
completa del conocimiento se incorpora a la obra del Doctor
común, dentro de la cual un contacto asiduo permite descu-
brir un pensamiento profundo bajo el escorzo de la expre-
72 1ntrod'Ucció~l

sión a veces y desconcertante otras muchas; una


lectura superficial de Santo Tomás ha engañado a muchos
en cuanto al valor exacto de ciertas doctrinas, como
la abstracción, la aprehensión inmediata e infaiible de las esen-
cias, la infalibilidad de los sentidos 21, Expongamos bremen-
te los principales puntos de Santo T on1'ás en el campo L.' la
epistemología.
Santo Tomás no nos dejó ninguna exposición sistemáti-
ca de su filosofía, ni tampoco de su teoría del conocimien-
to; hace falta reconstruir su sistema con apoyo de exposicio-
nes fragmentarias, dispersas en sus obras filosóficas, y sobre
todo en su obras teológicas. Por otra parte, cuando trata
del conocimiento, deja casi siempre en la sombra los proble-
mas epistemológicos en provecho de los problemas ontológicos.
Finalmente, conforme a los usos de su tiempo, no distingue
con bastante nitidez el orden conceptual del orden real, yes
frecuentemente necesaria una transposición si se quiere deter-
minar exactamente el valor de ciertos giros, en los que parece
hablar de lo real, cuando lo que expresa de hecho son relacio-
nes conceptuales 22.

21 Se ha llegado incluso a confundir la doctrina tom'!sta del cono-


cimiento con la epistemología del sentido común o "realismo vulgar".
La doctrina de la abstracción (sp,~cies sensibilis, phantasma, intellectus
agens, species intelligibilis, verbum mentis) y del juicio, la doctrina de
la reflexión y la teoría de la verdad, la crítica de los primeros principios
y de los universales, la doctrina de las .zsencias y toda la lógica tomista
están muy lej os de ser doctrinas del sentido común.
22 Ej emplo: "Forma indiv'!duatur et multíplicatur per materiam".
Esta fórmula se refiere evidentemente a la forma y a la materia reales.
Para expresar Santo Tomás la relación real de materia y forma en el ,
compuesto, parece decir que la materia interviene para "multiplicar" e
"individualizar" una forma previamente "única" y, "universal". En rea-
hdad, sólo el concepto específicwtiene una universalidad que es participada
Resumen histórico
Esta situación convierte en tarea muy delicada toda tenta-
de reconstrucción de la epistemología tomista. '
Pero no es totalmente a las de los
escolásticos medievales la idea misma de una epistemología
y, en particular, la idea de una crítica del conocimiento?
Son muchos los filósofos de nuestro tiempo que piensan
buena fe que la Edad Media ignoró toda preocupación crÍ-
tica, por lo menos antes de que apareciera el nominalismo
con Guillermo de Ockam. Sería en realidad muy sorpren-
dente esta total ausencia de preocupación por 10 epistemo-
lógico en gente que estaba llena de las ideas de Aristóte-
les y del pensamiento de San Agustín. Habían recibido en
herencia del Estagirita, además del "instrumento" del saber
que es el Organon, una crítica del escepticismo antiguo, una
teoría de la verdad y el arte de dudar y de someter a
discusión las opiniones recibidas, los comentadores de Aristó-
teles se habían planteado el problema de los universales, es
decir, el problema del conocimiento conceptual, y ya toda
la alta Edad Media se había dedicado a buscar su solución.
Por su parte, San Agustín, liberado de los lazos del escep-
ticismo y del materialismo, había legado al medioevo la
afirmación del primado de la conciencia, una nueva refuta-
ción de la duda absoluta, una crítica de la sensación y una
notable transposición del idealismo platónico. Examinando
los escritos filosóficos de la Edad Media, se confirma clara-
mente la presunción que acabamos de formular: limitándo-
nos a Santo Tomás, se encuentran en su obra diversos ele-
mentos que pueden servir para la elaboración de una epis-

por las múltiples individualidades, numéricamente distintas. Sin embargo


es exacto que el fundamento real de estas relaciones conceptuales se halla
en el hecho de que los individuos están compuestos de materia y de forma
y no son formas subsistentes.
74 Introducción

temología. En primer lugar, Santo Tomás la lógica es


la disciplina filosófica primordial. Es conocida su opinión
en este punto: "oportet in addiscendo incipere a logica, non
quia ipsa 8it facilior scientiis ceteris: habet enim maximam
difficultatem, cum sit de secundo inteUectis; sed quia aliae
scientiae ab ipsa dependent, in quantum ipsa docet modum
procedendi in omnibus scientiis. Oportet enim primum sci-
re modum scientiae quam scientiam ipsam, ut dicitm 11'0 M e-
taphysicae" 23. Así, pues, incluso en la enseñanza, y a pe-
sar de la extrema dificultad del objeto que estudia, la l?-
gica es lo primero, por ser la ciencia de la ciencia; la teoría
de la ciencia, es decir, la epistemología. Ahora bien: esta
lógica escolástica desborda ampliamente los cuadros de una
simple lógica formal: comprende notablemente la domrina
de los universales) esto es, la crítica de los conceptos, la
cual es una parte capital de la crítica. Bastaría agrupar
alrededor de esta lógica tradicional asumida por Santo To-
más un cierto número de ,tesis que le están vinculadas,
aunque dispersas en la totalidad de su obra, para realizar una
epistemología tomista bastante completa. Entre estos temas
complementarios citemos: diversos elementos de análúis psi-
cológico (aprehensión, perfección sensible, nociones abstractas,
juicio, reflexión, etc.); la duda universal sobre la noción
de verdad y, en consecuencia, sobre la ciencia en general;
la teoría de la verdad,' la crítica de los ¡primeros princi-
pios y de las esencias. La epistemología que se constituyese de
este modo sería, en suma, el resultado de una ampliación

23 Sup'er Boethium de Trinitate, Q. 6, arto 1, ad 3m. Cf. In Meta-


!óhysicam, II, lect. 5:a (EdlC. Cathala, núm. 335).
Resu'inen histórz'co 75
de la lógica, tal como ésta era entendida en la de Santo
Tomás 24.
¿ Cuáles son los rasgos dominantes del realismo moderado,
0, mejor dicho, del realismo crítico) tal como 10 profesa Santo
Tomás?
Es, ante todo, un realismo) más todavía, un realismo
inmediato. Para Santo Tomás, la conciencia humana es una
conciencia abierta sobre un mundo material que subsiste in-
dependientemente de esta misma conciencia; por la sensación,
el sujeto cognoscente está en contacto inmediato con la reali-
dad misma, sin ningún intermediario consciente; la actividad
intelectual se ejerce en estrecha conexión con la s.ensación, los
conceptos abstraídos del dato sensible son representaciones au-
ténticas, aunque no adecuadas, de la realidad concreta; y el
juicio, que los restituye a la realidad, completa la constitución
ele un conocimiento verdadero y cierto de esta realidad. Los
sentidos son infalibles en la aprehensión de su objeto propio,
la inteligencia 10 es igualmente en la aprehensión de las esen-
cias y en la afirmación de los primeros principios, en particular
del principio de no contradicción, que es la ley suprema del
pensamiento.
Sin embargo, el realismo tomista es un realismo crítico.
El conocimiento es una actividad humana; más todavía, es
una operación inmanente: nacida del sujeto, esta operación
se queda en el mismo sujeto, es para él y lleva inevitable-
mente su sello: "cognitum est in cognoscente ad modum
cognoscentis". Esta huella subj etiva se encontrará en todos
los grados del conocer: en la sensación, en la imagen, en

24 Se puede, a modo de ej erClClO, examinar y discutir las tesis del


Padre L. M. RÉGIS, O. P., en su estudio La critique néothomiste est-elle
thomiste? (1938).
76 IntroducciÓlt

el el en toda la actividad discursiva.


La sensaClOn implica ya una cierta presencia inmaterial
objeto en el sujeto; la imagen (o fantasma) está todavía más
libre de las condiciones materiales del objeto; el concepto
no tiene ya nada de material, es abstracto y universal; en-
cerrando en los límites del mundo de '. los universales toda
actividad intelectual; el juicio es por excelencia el acto del
sujeto, por el cual éste toma posición ante el objeto y, por
esto, el error será posible a este nivel; finalmente, todo el
discurso lógico es obra del pensamiento: desde luego, no
algo arbitrario, sino trabajo propio y original, regido por
leyes sui generis, y que conducen a la constitución de un
orden lógico muy diferente del orden real. No es difícil dar-
se cuenta de que esta doctrina implica ya toda una crítica del
conocimiento.

Tercer periodo

El corto pero brillante periodo que va de la muerte de


Santo Tomas de Aquino (1274) a la de Juan Duns Escoto
(1308) presenta el espectáculo de una actividad filosófica in-
tensa, todavía muy poco conocida. El conflicto entre el pla-
tonismo agustiniano y el aristotelismo se agudiza en el dominio
del conocimiento. Numerosos pensadores de alta calidad toman
parte en estas luchas de ideas; algunos acentúan más la opo-
sición entre estas dos doctrinas, mientras que hay otros que
buscan una conciliación.
El advenimiento del nominalismo pronto marca el comien-
zo de una decadencia profunda de la especulación filosófica
y una nueva ruptura del equilibrio conseguido por segunda vez
en el curso de la historia, en el realismo intelectualista. La
rápidá desaparición del tomismo y del escotismo ante el no-
Resumen histórico
minalismo triunfante, que se implanta en la mayor de
las universidades durante el siglo XIV, está muy todavía
de ser plenamente explicada, a causa de que los siglos XIV y XV
son los siglos más ignorados de la historia de la filosofía. Tal
vez esta catástrofe intelectual sea debida a la decadencia reli-
giosa y social de la época, más que a causas de orden filosó-
fico; en una sociedad relajada y revuelta, una filosofía fácil
y nega1tiva debía, naturalmente, triunfar; el hálito de indepen-
dencia y de reforma que comienza a conmover a toda
favorece igualmente al criticismo nominalista. Entre las causas
intelectuales de la decadencia de la escolástica se suele men-
cionar ordinariamente el abuso de la dialéctica, que degene-
raba en estéril verbalismo, y la ruina progresiva de la antigua
física, de la que la filosofía de Aristóteles parecía solida-
ria. Sea lo que fuere, esta decadencia debía tener como re-
sultado feliz el preparar una vez más la renovación y pro-
vocar especialmente un nuevo examen de los problemas episte-
mológicos.
Un cierto nomii:talismo había sido ya profesado desde el
siglo XII en la época de la disputa de los universales, en
reacción contra el realismo exagerado; pero no había tarda-
do mucho en dar lugar a una doctrina más equilibrada: el
realismo moderado de Pedro Abelardo. El verdadero nomi-
nalismo data del siglo XIV y debe su fortuna al francis-
cano Guiliermo de Ockam, el "V enerabilis Inceptor" que intro-
duce la escolástica en la "via moderna" 25. Este nominalismo
es el corolario natural del empirismo, hacia el que los maes-

25 Nominalismo: "Doctrina según la cual Tia existen ideas generales,


sino sólo signos generales" (A. LALANDE, Vocabulaire ... ). El nominalismo
desconoce el valor objetivo de los conceptos de la inteligencia y los reduce
<lo nomina, es decir, a símbolos o signos cuyo papel es análogo al de las

palabras en el lenguaj e.
78 I ntroducción'

tros de Oxford se orientaban desde ya hacía tiempo- : la ex-


petiencia es la única fuente auténtica del conocimiento ; ella
es, a la vez , el fruto de la intuición sensible y de una intui-
ción intelectual ; en cuanto a los conceptos abstractos y uni-
versales, no son más que meros símbolos, signos o- etique-
tas por medio de las cuales la intelig~ncia agrupa y clasi-
fica los obj etos individuales; sin embargo, estos símbolos
no son arbitrarios ni convencionales (como lo son las pala-
bras en el lenguaj e) : son signos naturales, " del mismo'
modo que el humo significa naturalmente el fuego " . ~n re-
sumen, lo que Ockam rechaza es la semej anza real . . u onto-
ló~ica de las cosas como fundamento del significado univer-
sal de los conceptos, o al menos el poder de la inteligencia
humana de alcanzar esta semejanza; pero esta posición an-
tiintelectualista entraña las consecuencias más desastrosas en
todos los ámbito s de la metafísica, porque desemboca en un
agnosticismo total cuando se trata de conocer algo más allá de
la experiencia.
El nominalismo rompe de un modo irremediable la uni-
dad del conocimiento humano, puesto que el concepto Ulllver-
sal de la inteligencia dej a de ser la transposición fiel de una
fo rma obj etiva ofrecida por la sensibilidad ; la experiencia y el
pensamiento conceptual no tendrán ya más que un vínculo muy
frágil. Toda la filosofía l110qerna se va a desarrollar desde esta
per~p~stiva, porque una vez roto el equilibrio del realismo será
completamente inevitable la reaparición de las antiguas antino-
mias, con matices y modalidades diversas. Se verá aparecer
una vez más toda una explosión de sistemas unilaterales, ten-
diendo a consecuencias. extremadas, a puntos de vista parcia-
les sobre la naturaleza del conocimiento- ·humano, hasta que
este exceso de doctrinas provoque por tercera vez el retorno al
equilibrio.
R esUlnen histórico 79
Durante los últimos siglos de la Edad M edia domina la
corriente antiin telectualista, que se traduce en un conjunto
de :-'~ndencias parecidas, escep t1C1sm o, cnt1c1sm o, emp1Y'lS11W,
cuya tendencia común tiende a disminuir el alcance del co -
nocirL ento intelectual y a poner en tela de . juicio la posibi-
lidad de un conocimiento metaempírico. Este agn osticismo
qüe ya apuntaba en el escotismo, se acentúa fuertemente en
el nominali smo de Ockam y llega a ser casi un agnosticismo
radical en el fenomenis111o de Nicolás d' Autrecourt y en el
fid eísmo de Nicolás de Cusa 2G . P or otra parte, los progre-
sos del estudio de las ciencias tienen como consecuencia, no
solamente el descrédito paulatino de la física antigua y el
despertar de un cierto escepticismo en cuanto al valor ob-
jetivo de las sensaciones, sino todavía más, y, sobre todo ,
la intensificación de la curiosidad de los espíritus ante los
misterios de la naturaleza y el refuerzo de las tendencias
empiristas o positivistas, que ya estaban presentes, en el si-
glo XIII en Roberto Grosseteste, Rogerio Bacon, Alberto
Magno, etc. 21 .
En el siglo XVI se prolongan las. mismas corrientes de
id~as :- -el moviniiento científico llega a su plenitud (Copér-
nico, Kepler, Galileo) ;~l escep ticismo se presenta en la
obra de Montaigne y en la de Charron; el empirismo recibe
de - Francisco Bacon su carta fundamental y atravesará,_ bajo
formas diversas., todo el periodo moderno : se le encuentra
en el nominalism o m aterialista de Hobbes, en el n ominalis-

26 F enomenismo: Cf. más arriba, pág. 66, nota 19; fid eísmo : ten-
dencia a subordinar indebidamente la razón a la fe. De un modo más
general, tendencia a confiarse a las ' inclinaclones ciegas de la naturaleza
en vez de buscar la verdad en la evidencia objetiva.
21 Positivismo: Doctrina que reduce todo conocimiento científico al
conocimiento de los hechos. E s una forma de empirismo.
80 Introducción

mo un poco más matizado de en el idealismo


de en el de Hume; en la fi10-
del XVIII aparecen distintas tendencias
consecuencia natural del empirismo; pronto em-
pirismo y escepticismo pasarán a Francia, en la que el si-
glo XVIII lleva la marca del 28 de Condillac y
de los ideólogos, y del materialismo cada vez más grosero de
los enciclopedistas.
El empirismo se prolonga todavía durante el siglo XIX
en numerosos sistemas-: y materialis-
mo) utilitarismo y pragmatismo, agnosticisn~oJ intuicionis-
mo y neopositivismo son las principales formas de este vasto
movimiento empirista. Lo característico del empirismo y 10
que da un aire común a todas estas doctrinas tan diversas,
\ por otro lado, es el apetito del hecho concreto y a la vez la
desconfianza ante construcciones abstractas de la inteli-
gencia o, más generalmente, ante todas las pretensiones del
espíritu que no estuvieren controladas por la experiencia.
Con frecuencia, reaccionando contra el idealismo y el racio-
nalismo, el empirismo subraya 10 que le parece constituir
una de las notas más esenciales de nuestro conocimiento:
éste es o asimilad.or y no puede, desde luego, el
pensamiento humano entretenerse en un "espléndido aisla-
miento"; ante todo debe estar sometido a lo real, que es 10
que domina totalmente su acto, bien en la experiencia ob-
jetiva, bien en la experiencia íntima. Pero el empirismo
desconoce la profundidad propia del pensamiento, otro as-
pecto del conocimiento humano, y es por esto por lo que
toda afirmación empirista, toda actitud agnóstica o escéptica,

28 Sensualismo: Doctrina con tendenc'la a reducir todo el conoci-


miento a la sensación. Es otra forma de ern¡'¡rismo.
Res~tmen histórico 81

provoca en seguida la reaCClOn de la


cia. Esta nueva reacción es la que nos por considerar
ahora.
El platonismo no dejó jamás de atraer a los espíritus fas-
cin~Cl(j" "Jr los atractivos del "mundO' inteligible" . Ya 10 en-
contramos. en Occidente en el agustinismo, en el sistema neo-
de Escoto Erígena y en los de la
escuela de Chartres. Precisamente cuando el realismo aristo-
télico triunfó por segunda vez, en la obra de Tomás de Aquino,
el neoplatonismo entraba en un nuevo auge: a despecho de sus
afinidades con Aristóteles y su gusto por las ciencias positivas,
Alberto Magno está también en el punto de arranque de un
verdadero movimiento neoplatónico, desarrollado sobre todo en
la provincia alemana de los Dominicos; por su parte, Enrique
Bate lleva consigo una fuerte influencia neoplatónica. Ésta atra-
viesa el renacimiento con Nicolás de Cusa y un gran númen
de pensadores de esta época, Ficino, Bruno, Boehme y otros.
Sin embargo, esta corriente neoplatónica carece de originali-
dad y potencia; es completamente incapaz de afrontar victo-
riosamente las tendencias antiintelectualistas de estos siglos agi-
tados.
Es a Descartes a quien corresponde el mérito de haber
inaugurado el movimiento ínfelecfualista moderno y de haber
restaurado los derechos del pensamiento. Su filosofía repre-
senta una vigorosa reacción contra el escepticismo, eclecticismo
y empirismo. Pero realiza este esfuerzo en tales condiciones
que va a comprometer todo el intelectualismo moderno, diri-
giéndolo por las vías del racionalismo y del idealismo. En pri-
mer lugar, su información histórica es muy limitada; ignora
el realismo aristotélico y tomista; confunde sumariamente, bajo
el epíteto de "escolásticos", a los agustinianos y a los aristo-
télicos, a los escotistas y a los nominalistas; de toda esta es-
EPISTEMOLOGÍA - 6
(21
( '-~ 1iltraducción

colástica, indiferenciada para él, no conoció más que los pro-


ductos decadentes, y parece atribuir a los " un
grosero empirismo muy cercano al sensualismo, segundo
lugar, Descartes está impresionado fuertemente por los des-
cubrimientos de las ciencias; pero en vez de recurrir a las
nuevas precisiones de la física sobre la naturaleza de los
cuerpos, matizando las ideas tradicion;~es sobre la percepción
sensible, Descartes se inclina hacia un escepticismo radical
en el problema de las sensaciones; renunciando a ver en la
sensación un contacto inmediato de la conciencia con el mundo
exterior, considera a la conciencia humana como una con-
CIenCIa cerrada, privada de toda relación directa con la,
realidades extrañas al yo, sin otros contenidos que repre-
sentaciones o imágenes de las cosas; introduce con ello
en el pensamiento moderno la concepción "representacionis-
ta" del conocimiento y el "principio de inmanencia" 29, que
vendrán a ser los dogmas fundamentales del idealismo, Fi-
nalmente, cree Descartes poder trasponer a la filosofía el mé-
todo deductivo de la geometría, e inaugura con esto el reinado
del racionalismo dogmático que dominará el pensamiento europeo
hasta Kant 3D.
Aunque el sistema cartesiano llevaba en sí el germen del
idealismo, la intención ele Descartes continuaba siendo realis-

29 Se le puede formular de la siguiente manera: "Todo objeto de


pensamiento es inmanente al mismo pensamiento", o también, según la
fórmula de E. LE Roy: "Un más allá del pensamiento es impensable".
Más adelante veremos cuán equívocas son estas fórmulas.
30 El racionalismo designa aquí una concepción :filosófica que concede
un papel predom'll1ante a la razón discursiva" que obra por deducción a
partir de principios racionales plenamente inteligibles. Al racionalismo
prekantiano se le tiene como dogmático por conceder una confianza ciega
a las afirmaciones de 1a razón.
Resumen histórico 83
ta 31, Inconscientemente, sm restaura vanas doctrinas tra-·
clicionales: su "cogito)J es agustiniano, su duda metódica, de
origen 'l~.. :ico (al menos en aquello que tiene de científica);
su prueba ele la existencia de Dios se inspira en San Anselmo,
y otros muchos elementos de su sistema recuerdan al plato-
nismo agustiniano o al nominalismo, La originalidad de Descartes
ha sido supervalorada por todos aquellos que, como él, ignoraban
el pensamiento medieval.
En epis,temología las tesis más características de Descar-.
tes tienen como origen la concepción representacionista del co-
nocimiento: Descartes niega la experiencia del mundo corporal,
resucita la teoría platónica de las ideas innatas que no son ya
conceptos abstractos, sino los principios de un conocimiento in-
tuitivo de las esencias.
El platonismo cartesiano aboca pronto, con Malebranche,
a un platonismo todavía más radical : el ontologismo, que re-
cuerda muy de cerca la doctrina agustiniana de la iluminación
divina 32.
Spinoza acentúa todavía más la oposición entre 10 sensi.b1e
y 10 inteligible, y profesa un racionalismo metafísico, en suma
bastante dogmático, porque la identidad del orden ideal y del
orden real s.e afirma sin haberla críticamente formulado. Por
otro lado, el gran mérito de Spinoza es el de haber restaurado
los valores propiamente metafísicos.
La epistemología de Leibniz es fundamentalmente idealista
y su concepción del conocimiento humano evoca la doctrina to-
mista del conocimiento angélico (per species infusas). Este" au-

31 Sobre el "realismo" cartesiano, d. L N OEL, Le réalisme immé-


diat, págs. 39 a 46.
32 Ontologismo: doctrina que admite una cierta intuición del Ser
divino o de las ideas en Dios.
84 Introducción

con el racionalismo cartesiano, encuentran aquí


su e,'\:preSlOn más completa.
Finalmente, W olff aplica los conocimientos del raciona-
lismo cartesiano a la construcción de una metafísica de los
posibles o de las esencias, inspirado parcialmente en la tra-
dición escolástica. En ninguna parte, !,3in ningún género de
dudas, la pérdida del "sentido de 10 real es más evidente
que en esta construcción a priori, sin ningún asidero en la ex-
periencia.
Kant puso al servicio de la filosofía una inteligencia pene-
trante y metódica y una labor tenaz y de excelentes intenciones,
pero su información histórica es estrecha y su pensamiento está
todavía frecuentemente encerrado en los cuadros impuestos por
los sistemas del siglo XVIII. La crítica de Kant es una obra
paciente, pero complicada y frecuentemente oscura, que ha dado
lugar a interpretaciones muy divergentes.
La ambición de Kant es de acabar, de una vez para siem-
pre, con el "sueño dogmático" de la razón, demasiado confiada
en su propio valer, e instaurar una verdadera crítica del co-
nocimiento. Esta crítica tendrá por objeto el determinar las con-
diciones de posibilidad del conocimiento científico y fijar de este
modo los límites del saber humano.
A primera vista aparece el kantismo como una tentativa
de conciliación entre el empirismo y el idealismo, una empre-
sa paciente de reconstrucción, tendiendo a restaurar la unidad
del edificio del conocimiento. Pero, en realidad, el valor y el
papel que reconoce al dato son tan reducidos, que todo el tra-
bajo de la reconstrucción viene a ser soportado casi exclusiva-
mente por la actividad del sujeto cognoscente, con 10 que Kant
llega a poner los principios de un idealisnio mucho más radical
que el idealismo de Descartes: su idealismo crítico es, en reali-
dad, un subjetivismo, que contiene en germen el idealismo tras-
Resumen histórico 85

cendenta1 de sus I~uc/"sores H3. El kantisn10 pues, en la


línea del intelectualismu radical y está en el ckl idealis-
mo
la influencia del fenomenismo de Hume, minimiza
Kant el dato objetivo: ve en él sólo una "pura diversidad"
incapaz de ser raíz fecunda de conocimientos determinadoso
Con esto, la idea de una inteligencia abstractiva, se le escapa
totalmente y ya no ve ningún intermediario posible entre
una inteligencia intuitiva, que crearía su obj eto, y una inte-
ligencia que Impone sus formas inteligibles a
la materia que proporciona la sensibilidad: esto último es
el caso de la inteligencia humana. Kant llega de este modo
a su célebre "revolución copernicana", introductora de una
inversión total de la noción de conocimiento; del mismo
modo que la concepción heliocéntrica de Copérnico eliminó
la concepción geocéntrica de los Antiguos, así Kant des-
plaza el centro de gravedad del conocimiento humano: ya
no es 10 real 10 que es, ,de por sí, cognoscible; es, al contra-
rio, la actividad del sujeto la que constituye al objeto y lo
hace cognoscible; ya no es la realidad la que informa el
pensamiento: es el pensamiento quien informa el dato. El
sujeto cognoscente ve atribuírsele nuevas prerrogativas: for-
mas a de la sensibilidad, categorías a .priori elel enten-
dimiento, juicios sintéticos a priori, etc. Conocer un dato es
convertirlo en objeto imponiéndole formas a priori; concebir
un objeto es representarlo en un concepto que viene de la es-
pontaneidad de la inteligencia y que se le atribuye al dato por
la síntesis judicativa.

33 Subjetivismo: doctrina que ignora la norma objetiva de la verdad


y tiende a convertir al suj eto cognoscente en la medida y el árbitro del
conocimiento,
86 Introducción

Conocidas son las consecuencias de esta doctrina' la ruina


de la metafísica y el triunfo del agnosticismo 34.
Como conjunto de piezas disparatadas, debía el kantis-
mo dislocarse bien pronto. Con su fenomenismo y agnosti-
·cismo ejercerá Kant una enorme influencia sobre las corrien-
tes positivis1tas del siglo XIX. Con su., crítica de la razón
práctica viene a. ser el origen del voluntarismo y del prag-
matismo 35. Finalmente, su idealismo crítico suscitará bien
pronto el idealismo trascendental (Fichte, Schelling, Hegel).
A través de estos sistemas, la "revolución copernicana" al-
canza sus últimas consecuencias: el primado del sujeto aca-
ba siendo absoluto, el objeto derivará totalmente del sujeto,
la realidad se subordinará totalmente al pensamiento. Pero
el "suj eto" en cuestión de estas filosofías no es ya solamente,
'ni siquiera principalmente, el sujeto humano: es un Yo ab-
soluto o Espíritu absoluto. De un solo golpe el idealismo
trascendental reúne el realismo metafísico con el panteísmo ema-
nantista.
El movimiento idealista, originado en Descartes, refor-
zado ahora por el kantismo y por el idealismo trascendental,
siguió su carrera durante todo el siglo XIX y bajo formas di-
versas. Frecuentemente, bajo la influencia de Hegel, ha to-

B4 Sobre Kant, d. L. ~OiiL, Le réalisme immédiat, págs. 49 a 96,


así como los trabajos del P. Charles y del P. Maréchal, citados en la
página 79 del Réalisme immédiat.
Bó V olzmlarismo,' doctrina que afirma de cualquier modo la supe-
rioridad ele la voluntad sobre la intehgencia, de la acción voluntaria
sobre el pensamiento. De un modo especial, doctrina que acentúa el
papel de la voluntad en la adquisición del saber o la certeza. Pragma-
tismo,' doctrina que acentúa el papel de la acción, de la vida práctica en
el descubrimiento de la verdad, o incluso en la constitución de la verdad;
el pragmatIsmo tiende a confundir "verdad" con "utilidad ", "éxito" y
eficacia".
Jl4
r' esumen histórico 81

mado un aire metafísico; por otro


p~)r ejemplo, el "formalismo" kantiano es hasta
el fin.
Mientras que el mundo universitario del siglo XIV se de-
arrastrar por la fácil pendiente del nominalismo, el
realismo de Santo Tomás continuaba teniendo sus fieles dis-
Desde fines del siglo XIII, en efecto, notables pensa-
dores -Pedro de Auvernia, Godofredo de Fontaines, Egidio
Romano, por no hablar de la escuela dominicana- habían
abordado las doctrinas de Santo Tomás volviendo su pensa-
miento sobre ellas. Esta primera escuela tomista ha sido to-
davía poco estudiada y es prematuro el decir en qué medida
lnfluyó en la valoración de los principios de la epistemología
de Santo Tomás. La escuela tomista vuelve a tomar nuevo
aliento hacia fines del siglo xv con J ua11 Capréolo, y llega
a un brillante renacimiento tomista en el siglo XVI con nom-
bres tan ilustres como los de Cayetano y Suárez, y más tarde,
en el siglo posterior, con Juan de Santo Tomás. Sin em-
bargo, la enseñanza del tomismo apenas va más allá de los
medios teológicos; privada de un verdadero contacto con el
pensamiento seglar, deja de adaptarse a las preocupaciones
científicas de la época y, en consecuencia, queda sin ninguna
influencia notable sobre el pensamiento moderno. Produce es-
tupefacción el constatar, cuando se abren los grandes tratados
de los escolásticos posteriores al siglo XV, hasta qué punto la
ignorancia de la ciencia contemporánea es enorme en unas obras
por otra parte tan sólidas y penetrantes. Después de un nuevo
eclipse a comienzos del siglo XVIII, el pensamiento tomista
recobra nuevo vigor desde los comienzos del siglo XIX. La
encíclica Aeterni Patris (1879) le confía una misión oficial y
señala el comienzo de una renovación universal de los estudios
tomistas.
88 1ntroducáón

Pero el retorno a Santo Tomás es, ante una vuelta


al realismo Un esfuerzo considerable se ha hecho du-
rante sesenta años por aclarar las tesis fundamentales de este
realismo tradicional, que ofrece, sin duda, una solución a las
antinomias seculares del sensualismo y del idealismo, del empi-
rismo y del racionalismo 36. Aun fuera del tomismo se
hoy en el pensamiento contemporáneo distintos síntomas de una
vuelta al equilibrio realista.
Este somero resumen que acabamos de leer habrá alcanza-
do su objeto si consigue atraer la atención del lector sobre la
complejidad del problema del conocimiento y si le da una pri-
mera idea de las principales orientaciones que puede tomar la
solución de este problema.
hecho dominante de la historia de la epistemología
es, al parecer, la presencia, casi universalmente reconocida, de
dos aspectos fundamentales del conocimiento humano: recepti-
vidad y espontaneidad, pasividad y actividad, experiencia y a
El empirismo, bajo todas sus formas, subraya el pri-
mero de estos aspectos; el idealismo y el racionalismo acen-
túan el segundo; el realismo tiende a conciliar estos dos ele-
mentos.
Sobre este primer punto de divergencia se incorporan otros
muchos, de valor más o menos profundo, que explican la ex-
trema variedad de las fórmulas concretas en las que la filosofía
ha expresado su concepción del conocimiento.

Conclusión

Recapitulemos los resultados obtenidos al final de este ca-


pítulo.

3ü Cf. G. VAN RIET, L'épistémologie thomiste (1946).


Reswrnen histór1~co 89
En el punto de de una filosofía
crítica se impone una cierta encuesta sobre el
so pena de construir un edificio carente de sólidos fundamen-
tos. Debe esta encuesta determinar, al menos en cierta medida,
la naturaleza y el valor del conocimiento, la naturaleza y el
valor de la ciencia. A este estudio inicial del saber le llamaremos

2. La epistemología debe comportar ante todo un aná-


lisis de los datos inmediatos del conocimiento, una
cIón de los elementos constitutivos de la conciencia
temología analítica o descriptiva). Sobre la base de esta des-
cripción, se podrá intentar una crítica del conocimiento que
apunte a establecer el valor y las posibilidades del saber hu-
mano (epistemología crítica). Este análisis y esta crítica
señalan el objeto de una tercera disciplina, cuyo fin será
determinar las leyes generales de la actividad discursiva del
espíritu (epistemología lógica). La elección del 'vocabulario
epistemológico debe realizarse con el mayor cuidado, y el
desarrollo de las tesis epistemológicas deberá respetar rigu-
rosamente el progreso natural del pensamiento. Según pa-
rece, el estudio del conocimiento puede y debe ser abordado
según un método reflexivo, personal y dubitativo. Recu-
rriendo a este triple método, se pondrán de manifiesto sus po-
sibilidades a medida que se levante el edificio de la episte-
mología.
3. La discusión de las pretensiones del sentido común en
materia del conocimiento permite deducir con bastante claridad
los elementos constitutivos de la conciencia y el punto de par-
tida de la epistemología propiamente dicha.
La historia de la teoría del conocimiento pone de ma-
nifiesto la complejidad de los problemas a estudiar y aporta sus
útiles sugerencias sobre la solución de estos problemas.
90 Introducción

Estas reflexiones preliminares nos han abierto perspectivas


suficientes sobre el trabajo que vamos a realizar. Es ahora
el momento de abordar el dominio propio de la epistemología.
CAPÍTULO II

ANALíTICA O DESCRIPTIVA

ARTÍCULO PRIMERO

OBJETO y MÉTODO

"Ninguna ciencia demuestra su propio objeto", decían los


Antiguos. Se trata de un Si!l-p,JjA'~rincipio de sentido común:
si emprendo el estudio de un objeto determinado, esto implica
que dicho objeto me es ya "dado" en cierto modo_ ASÍ, pues,
el objeto de la epistemología analítica me es dado ya en mi
conciencia precientífica: ciertamente, puesto que esta ciencia es
la primera de todas en el sistema que me propongo construir.
Sin embargo, no deberá concluirse de esto que la epistemología
depende irremediablemente, en su valor, del conocimiento vulgar:
como pronto lo veremos, la epistemología dispone de un método
de trabajo que le permite definir científicamente y valorar su
propio objeto.
Este objeto es mi conocimiento actual, o sea, mI conoen-
cia actual, liberada de todo contenido dudoso, incluso de
92 Epistemología analítica

todo contenido facultativo, y reducida a sus elementos cons-


titutivos o esenciales. En esta primera de mi
epistemología descriptiva), mi propósito es solamente el ob-
servar, describir este conocimiento o esta con-
CIenCIa.
En el lenguaje tradicional se dirá que el objeto material
de la epistemología analítica es mi conocmüento, y que el ob-
jeto for11wl es la descripción, el análisis de este conocimiento;
o mejor, si se prefiere, este conocimiento en cuanto objeto de
descripción y de análisis. La distinción clásica de objeto ma-
terial y objeto formal proviene del hecho de que un objeto
cualquiera de conocimiento humano se presta casi siempre a
ser estudiado en órdenes diversos: es necesario, pues, precisar
el punto de partida, la "forma" bajo la cual se pretende estudiar
el objeto.
N o hay mucho que decir, al comienzo de la epistemolo-
gía analítica, tocante al método a seguir en este trabajo.
nuestras reflexiones precientíficas nos han hecho vislum-
brar la dirección según la cual nuestro trabajo debía orien-
tarse: como el conocimiento ,'10 puede ser observado desde
fuera, no hay más que una salida posible a la epistemología,
el examen de su propia conciencia (método refle%ivo y, por
tanto, personal) " y como sólo la conciencia actual del adulto
con toda su complejidad puede servirnos de punto de parti-
da, un método de análisis, de discernimiento, se nos impone
con el fin de sacar en limpio los elementos invulnerables
del conocimiento, y entre éstos los elementos constitutivos
o esenciales de la conciencia (duda metódica). Poniendo en
marcha este método, nos ha quedado, como residuo de la
duda metódica, la conciencia misma, síntesis irreductible
del sujeto y del objeto. Tal será, en consecuencia, el punto
de partida de nuestra descripción. Será preciso concederle
Objeto y método 93

toda la atención y todo el rigor posible, especialmente en la


Para satisfacer las de un mé~
todo riguroso distinguiremos en cada etapa de la descripción
de la conciencia el enunciado sucinto y preciso de las pro-
posiciones que expresan los elementos constitutivos de mi
conciencia, añadiendo después los comentarios o explicacio-
nes de este enunciado; en el comentario haremos uso de al-
gunas nociones extrañas al desenvolvimiento de nuestro tra-
bajo, pero únicamente con un fin pedagógico, es decir, para
que se comprenda mejor el sentido y el alcance de las proposi-
ciones formuladas.
Para evitar todo equívoco, insistimos desde ahora sobre el
alcance exacto de la descripción que vamos a emprender. Se
trata de registrar, con todas las garantías de exactitud que
puede darnos la previa duda metódica, una situación de hecho.
Esta situación de hecho es indiscutible como tal situación y
nadie sería capaz de ponerla en duda. Sin embargo, deja in-
tacto un problema ulterior, el del valor del conocimiento que
acabamos de describir. Ahora bien: las soluciones de este nuevo
problema no dejarán de afectar al valor de la misma descripción,
puesto que ésta es una actuación de la misma actividad cognos.-
citiva (reflexión, juicio, etc.). Los resultados de la epistemología
analítica no llegarán a adquirir, pues, todo su alcance sino des-
pués que la epistemología crítica haya establecido el valor del
conocimiento \

1 Esta situación no implica ningún círculo vicioso, porque, como vamos


a ver, la norma absoluta que asegura a la conciencia su valor, se
impone por sí y se justifica por sí misma. La epistemología crítica
no se apoya, pues, lógicamente sobre la analítica; la prioridad de la
descripción sobre la crítica se impone sólo desde el punto de vista psi-
9-+ ErPistemología analítica

ARTÍCULO TI

REALIDAD CONSCIENTE o CONCIENCIA REAL

En el punto de partida de la de~cripción de mi conoci-


miento actual, una doble afirmación de presencia se lmpone
de un modO' necesario; los dos elementos de esta afirmación
son indisolubles: afirmación de una realidad y afirmación
ele una conciencia; o también: afirmación de una realidad
consciente o afirmación de una conciencia real. Esta con-
CIenCIa es a la vez "devenir" 2 y duración. Es una realidad muy
compleja.

COMENTARIO. - 1. Estado de la cuestión. - Heme aquí


ante mi escritorio en mi cuarto de trabajo. Acabo de poner
en duda todas mis convicciones de sentido común. ¿ Qué
es 10 que me queda? Me queda la conciencia de que soy con
todo lo que la constituye actualmente. Precisemos más to-
davía, puesto que es importante evitar con cuidado todo pre-
juicio del sentido común sobre 10 que "constituye" esta con-
ciencía. Sin duda comporta una "actitud del yo", un "acto"
(más todavía, un acto complejo, dentro del cual tendremos
que discernir diversos elementos: percepción, atención, afir-
mación, etc.); pero comporta también unas "paredes gn-
ses", un "techo blanco", un "escritorio", "caj ones" y otros
muchos "objetos"; si yo tomo todos estos términos en un

eológico, con el fin de estudiar el problema crítico dentro del espír'ltu


de la filosofía.
2 He respetado el término francés "devenir" por la dificultad de su
traducción exacta y por ser un término universalmente reconocido en los
medios filosóficos.-( Nota ¡MI tradu.ctor,)
Realidad consciente 95

sentido purClmente descriptivo, sin pronunciarme en 10 más


mínimo sobre la naturaleza profunda, el la
dencia o independencia de estos objetos, no hay duda que
todo esto constituye en este momento la conCIenCIa que
soy yo.
La conciencia que yo soy lleva consigo, pues, indisoluble-
mente unidos un "polo subjetivo" y un "polo objetivo", breve-
mente, el "objeto" y el "sujeto". Pero antes de abordar la
descripción distinta de estos dos polos debo llevar mi atención
sobre un dato más simple y más fundamental todavía: la uni-
dad de la conciencia. Porque, notémoslo bien, 10 primero que
hay es la unidad, el sujeto y el objeto no son más que dos
aspectos de la misma conciencia; esta misma no resulta de la
síntesis de un sujeto y de un objeto que fuesen dados antes
en estado de separación.
Precisada la situación de este modo, afirmo que todo es-
fuerzo de duda o de negación choca con esta afirmación evi-
dente: "una conczenctO existe". Si contra toda evidencia
tratase de negar que una conciencia existe, inmediatamente
me daría cuenta de que la epistemología se evapora y con
ella todo saber desaparece para mí, incluso la conciencia de
mi propia existencia: me rebajaría al nivel de los vegetales.
La existencia de la conciencia es, pues, "necesariamente
el punto de partida de la descripción de mi conOCImIento
actual" a doble título: primero, porque esta existencia es
innegable o ineluctable, hasta el punto que no puedo dudar
de ella sinceramente; y después, porque la afirmación de
esta existencia es la condición ind·i$pensable de toda afirmación
ulterior.
Ahora bien: esta afirmación es todavía analizable. Lle-
va consigo dos afirmaciones simples: "algo existe", "lo que
existe es una conciencia". La una y la otra son, 10 mismo
96 Epistemología analítica

que la tan indispensables como evidentes, por-


que VIenen a condicionar toda descripción ulterior, en efec-
to, rechazar la primera, esto es, negar que algo existe,
vale a suprimirlo todo, incluso la segundíl, porque si nada
existe, ninguna conciencia existe; rechazar la segunda, es
decir, negar la conciencia, equivale ,a suprimir la primera
como afirmación, porque SI no conciencia, 51 nadie
"sabe" que "algo existe" nadie puede afirmarlo; afirmación
implica conciencia. Las dos afirmaciones SOI1, pues, indiso-
lubles; una implica la otra; expresan una doble evidencia fun-
damental.
Consideremos con más atención esta doble evidencia funda-
mental, la de la realidad y la de la conciencia que se afirma
como real. Lo corriente es comenzar por la conciencia, puesto
que lo real no es afirJnable más que por la conciencia.
2. Conciencia.-Yo soy "consciente". Y o soy una "con-
ciencia". Yo "pienso", decía Descartes. Tal es, sin duda,
el hecho primero, inmediato, irrecusable, punto de partida
de todo "saber", de toda "ciencia", de toda sistematización
científica.
La "conciencia" es un dato original, irreductible a todo
otro; es un dato primero, imposible de explicar propiamen-
te, incapaz de ser definido o descrito en' términos más claros
o más conocidos. Para saber 10 que es la "conciencia" hay
que vivirla, es preciso que seamos nosotros mismos "cons-
cientes". De todos modos puede llamarse la atención sobre
este dato indefinible evocando otros modos de ser análogos.
Así decimos que "consciente" equivale a ser "conocido por
sí", "transparente a sí", "que aparece a sí", "presente a
sí", "poseído por sí", "afirmado por sí". Son otras tantas fór-
mulas que tratan de sugerir lo que e~ una "conciencia", un ser
"conscien te".
Realidad consciente 97
----~----

N atemos que cuando yo soy una conciencia", estas


significan toda la realidad concreta dada
como "transparente a ella misma", con todo lo que contiene
y anteriormente a toda oposición o división introducida en esta
unidad primitiva, anteriormente incluso a la misma oposición de
y designa el ser consciente con todos
los contenidos de esta conciencia.
La conciencia es, pues, un dato primitivo e irreductible,
; no sería posible, en epistemología, cons-
truir, ni deducir, ni reducir la ''tisencia'' o "naturaleza" de
la conciencia a partir de otra cosa; toda tentativa en esta di-
rección sería ilusoria y ocultaría un vicio fundamental de mé-
todo. La conciencia se impone como un hecho: yo constato
que una conciencia existe (mi conciencia), aunque no sepa por
qué existe.
Esta conciencia, tal como se presenta a mi análisis, ofrece
distintos aspectos, que es importante describir:
- La conciencia es, ante todo, experiencia, intuición o cons-
tatación. Llamo "experiencia" a todo conocimiento directo y si.n
intermediario. La conciencia comporta una experiencia, porque
implica conocimiento inmediato de sí, presencia original e inex-
presable de sí mismo ante sí mismo, intimidad consigo mismo,
captación inmediata de sí mismo 3.
- La conciencia comporta también una afirmación. Afir-
mar es tomar posición la conciencia, es un acto complejo por
el cual un cierto elemento de la conciencia (el predicado) es
referido a otro (el sujeto). La afirmación aparece como el fruto
o expresión de la experiencia; así, teniendo la experiencia de

B Puede leerse provechosamente el estudio finísimo de F. GRÉGOlRE,


Note sur les termes "intuition" et "expérience", Revlle philosophique de
Louvain, 1946, págs. 401-415.

EPISTEMOLOGÍA - 7
98 Epistemología analítica
mI propIa "conciencia", afirmo que "una conciencia existe".
¿ Por qué este acto complejo? ¿ Por qué contentarnos con la
experiencia? ¿ Qué significa el término "existe" añadido a "una
conciencia"? Todas estas. cuestiones plantean" el problema de la
naturaleza del juicio. Ya llegaremos a, ello. Por el momento
nos basta registrar este hecho: la corrc1encia expresa sus ex-
periencias en juicios, en afirmaciones, Toda la epistemología ana-
lítica se reduce a una serie de afirmaciones que expresan la
experiencia que yo tengo de mi propia conciencia y de 10 que
la constituye.
- La conciencia comporta, finalmente, evidencia, es decir,
claridad, luz para ella misma. Hemos dicho que la concien-
cia es una realidad transparente a sí misma, que se aparece
a sí misma. Se impone, pues, a sí misma como un valor
que domina y constriñe, ineluctable, innegable. Esta claridad,
esencial' a la conciencia, penetra a la vez a la experiencia y
a la afirmación: afecta, en primer lugar, a la presencia inme-
diata e irrecusable que define la experiencia, y por el mismo
hecho se traspone en el juicio bajo la forma de necesidad de
consentir, de admitir, de reconocer, de someterse, en total, de
afirmar lo que se impone por evidencia. La evidencia es,
pues, la claridad con la que el ser se revela á si mismo en la
conC1 enCla.
3, Realidad.-" Conciencia" implica, con toda evidencia,
"realidad", Descartes 10 reconocía en su "cagito, ergo sum",
pero no supo explotar esta experiencia fundamental de la rea-
lidad. La experiencia de la "conciencia" implica la experiencia
del "ser", y ésta se expresa espontáneamente en la afir·inación:
"alguna cosa existe", "aliquid est". "Alguna cosa", "realidad",
"existente", son todos términos que expresan, desde luego con
matices que tal vez tengamos que precisar ulteriormente, la
misma experiencia primitiva, la experiencia más simple. la más
Realidad consciente 99
la más de todas: la del "ser" o de
lo "real" ".
Imposible sería explicar y. definir el obj eto de esta expe-
riencia. El ser es el dato más primitivo de todos; es, por
excelencia, el "primU'1n notum"; imposible analizarlo o redu-
cirlo a algo más elemental. El ser es, con todo rigor, se
notuyn", principio de conocimiento, y no conocido de ningún
modo por otra cosa. Nada es más claro, ni más simple, ni más
evidente que el ser, captado en la primerísima experiencia o en
el primer darse cuenta. He aquí por qué es una cuestión des-
provista de sentido el preguntar cuál es la "esencia" o la "na-
turaleza" del ser: "esencia" y "naturaleza" son ya "modos de
ser". La esencia del ser consiste en no tenerla, en superar, in-
cluyéndolas, todas las esencias. Es, por consiguiente, imposible
el construir, deducir, reducir o definir el ser a partir de otra
cosa distinta que no sea él mismo.
En fin, el ser se impone como un hecho misterioso, bru-
tal, con el mismo título que la misma conciencia. Yo cons-
tato que algo existe, del mismo modo que constato que una
conciencia existe; en cuanto a saber por qué algo existe,
me es imposible decirlo, al menos por ahora. Las evidencias
primeras del conocimiento humano son evidencias de hecho,'
sería desconocer nuestra condición humana el exigir de bue-
nas a primeras una evidencia de derecho, es decir, la eviden-

<1 Empl~amos los términos "real", "realidad" como sinónimos de


"existente", "ser" o "alguna cosa". Este es el sentidO' fundamental de
estos términos en la tradición tomista: ens, res, aliquid son nociones
equivalentes en ella. "Real" no significa, pues, primitivamente, "inde-
pendiente de la conciencia" y no se opone a "ideal" o a "mental", puesto
que 10 "ideal" o lO' "mental" es también un modo de ser, estO' es, una
modalidad de 10 real.
100 Epistemología anal~~~
---------------------------------~---

cia de una necesidad que, por otra sería


sible satisfacer.
Como vemos, ya desde la primera afirmación de la
temología el fenomenismo queda superado en la medida en que
no quiere ver en los contenidos de conciencia o en la con-
ciencia como tal más que puros "fenómenos", es decir, objetos
desprovistos de toda propiedad ontológica. Un objeto despro-
visto de todo valor ontológico es una contradicción en los tér-
minos y coincide con la nada pura y simple. El primer paso
de la epistemología me introduce de golpe en el dominio de
la ontología 5.
4. Realidad y conciencia.-En este punto de partida de la
epistemología, realidad y conciencia no son dos cosas distintas
o yuxtapuestas. Todo lo que se da como "realidad" se da tam-
bién como elemento de "conciencia", sin la cual esta "realidad"
no podría ser "afirmada". Inversamente, todo 10 que se da
como "conciencia" se da también como "real" o como "ser",
sin lo cual esta "conciencia" no sería nada y no podría afirmar-
se. Es por esto por 10 que nuestra primera proposición puede
expresarse también: "afirmación de una realidad consciente" o
"afirmación de una conciencia real".
Esta identidad primitiva de lo real y de la conciencia en
el punto de partida del análisis epistemológico es de una
importancia enorme. Ella implica que "real" no se opone, ni
esencial ni primitivamente, a "conciencia" (o a "pensamien-
to" o a "ideal"). Primitivamente no hay yuxtaposición, di-
sociación, oposición, dualidad de lo real y de la conciencia,

5 Cf. Problemes épistémologiques fondamentaux, págs. 480-485. CL tam-


bién ROLAND-GOSSELIN, Essai... (1932), págs. 52-55, en las que el autor
demuestra que la noción de "ser" es más fundamental incluso que la
noción de "obj eto" en general.
Realidad consciente IOl
al contrario, unidad, identidad 6. Del mIsmo modo la
crítica del conocimiento no deberá establecer que un
elemento cualquiera de la conciencia es real: esto es evi-
dente, está ya anteriormente dado; lo "no real", el "no-ser"
no podría ser un elemento de la conciencia. Ya tendremos
lugar más adelante de precisar la especie de realidad o el
de realidad que es preciso reconocer a tal o cual ele-
mento de la conciencia. Un ejemplo: entre los contenidos
actuales de mi conciencia se encuentra tal objeto extenso y
(10 que llamo vulgarmente "una pared"). Hay aquí dos
evidencias inmediatas en este hecho: este objeto extenso y
gris existe y es conocido; es real y es elemento de conciencia.
Lo que no es inmediatamente evidente es el "cómo" y el
"porqué" de este objeto. ¿ Cómo existe? ¿ Por qué existe?
¿ Existe solamente como conocido, como contenido de con-
ciencia? ¿ Existe independientemente de la conciencia? ¿ De toda
conciencia?
Una dificultad se presenta aquí espontáneamente: si en el
punto de partida del análisis epistemológico hay identidad en-
tre "ser" y "conciencia", ¿ por qué distinguir estos dos tér-
minos? ¿ N o es prematura al menos esta distinción? Cierta-
mente en la experiencia inicial de nuestro análisis hay unidad,
y desde este punto de vista no habría por qué introducir nin-
guna distinción entre "ser" y "conciencia": en este punto de
la reflexión, no sé todavía si habrá algún modo de ser sin
ser consciente, ni siquiera si existe otra cosa distinta de mi
conciencia. Pero,de todos, modos, me es imposible expresm'
esta experiencia primera con un término único: ni "ser" ni
"conciencia" son suficientes para expresar por sí solos toda su

6 CL A. DE CONINCK, L'unité de la connaissance humaine ... , segunda


edición, págs.. 26-31.
lO2 analítica,

nqueza, Es algo debido a la naturaleza del lenguaje: para


traducir mi experiencia fundamental, debo emplear los térmi-
nos usuales, so pena de no dejarme entender 7; ahora bien:
resulta que en el lenguaje usual el términ(j "ser" designa el
objeto de cualquier experiencia, el valor fundamental común
a todo, mientras el término "conciencia,:' designa un modo par-
ticular de ser, un modo de ser que se opone a otros modos
de ser (siendo como es que el sentido común con más o menos
fundamento estima que hay seres no conscientes); en estas con-
diciones, lJinguno de estos dos términos basta para explicar
la experiencia inicial de la que se trata aquí: el término "ser"
dejaría en la oscuridad lo que hay de original en la expe-
riencia de la "conciencia" y el término "conciencia" olvida-
ría la experiencia capital del "ser". Total, que es indispen-
sable recurrir a los dos vocablos sin dejar de afirmar que
ambos designan, al menos por el momento, una sola e idéntica
realidad.
5. Devenir y duración.-La "realidad consciente" o "con-
ClenCla real" es, a la vez, devenir y duración. Son dos
nuevos caracteres completamente primitivos de la con-
ciencia:
- evidentemente es devenir,' no es una realidad fija e inmó-
vil, la conciencia evoluciona, cambia, es un perpetuo fluir, una su-
cesión de estados o de "modos de ser".
- pero también es duración, es decir, unidad, continuidad,
permanencia, identidad, a pesar del devenir y a través del de-
venir; la conciencia tiene una "historia", un "pasado", que con-
tinúa siendo en el "presente"; el presente no es un momento
aislado, inconsciente, un relámpago que se desvanece al instante,

7 eL págs. 35-36.
Realidad consciente 103
sino una duración, una permanencia que domina en cierta me-
dida al deveniL
La supervivencia relativa del pasado en el presente es 10
que llamamos la "memoria", y los elementos del pasado, con-
servados de este modo en la conciencia, constituyen los "re-
cuerdos". Éstos pueden ser más O menos "claros" y "precisos" ;
las garantías que presentan suelen disminuir ordinariamente a
medida que los recuerdos se alejan de la conciencia actual. En
epistemología es el pasado inmediato de la conciencia el que
ofrece mayor interés: gracias a la continuidad del pasado in-
mediato y del presente, posee este último la duración y la con-
sistencia indispensables para que la reflexión y el análisis epis-
temológico sean posibles.
La identidad del yo se nos revela en la experiencia cons-
ciente como un hecho tan irrecusable como inexplicado: cuan c
do me levanto por la mañana no me es posible dejar de reducir
a la identidad de mi yo los "recuerdos" que quedan de mis
conocimientos anteriores, o sea de mi "pasado"; esta identidad
se me presenta como la condición de esa síntesis que hago
del pasado y del presente; pero, en sí misma, continúa siendo
un hecho inexplicado, un simple dato de experiencia Íntima.
Por otra parte, esta identidad no ha existido siempre, porque
yo mismo no existía hace cincuenta años; respecto al porvenir,
nada me garantiza, al menos por el momento, que esta identi-
dad se mantenga 8.
6. eomplejidad de la conciencia.-La conciencia se ofrece
al análisis con una complejidad y una riqueza inagotables. In-
cluso dejando a un lado el "pasado" o "memoria" y no con-
siderando más que la conciencia actual o presente; más aún,

8 En otras palabras, la inmortalidad de la conciencia no es una evi-


dencia inmediata.
104 Epistemología analítica
--------------------------------~-----

desatendiendo las reglOnes oscuras (subconsciencia, semicons-


para no más que en las
plenamente iluminadas por la atención, mI conciencia es un
mundo.
Pero no se trata de un caos. Puede ser que lo haya sido
o

en su primer despertar, en los comienzos de mi infancia; pero


hoy, cualquiera que sea la novedad" de los elementos que
constituyen mi conciencia en un momento dado, siempre dis-
tingo en ellos espontáneamente diversas estructuras, percibo
ciertos grupos de elementos. Entre estas estructuras o diferen-
ciaciones hay una que aparece como totalmente fundamental,
ineluctable, constitutiva de mi "conciencia real": es la estruc-
tura "objeto-sujeto", la presencia de dos "polos" en esta COll-
ciencia real: el polo objetivO' y el polo subjetivo. Éste es el
hecho que va a constituir el objeto de la segunda etapa de nues-
tra descripción.

ARTÍCULO nI

POLO SUBJETIVO Y POLO OBJETIVO

En la unidad de mI conciencia real hay una dualidad real


e inevitable de sujeto y objeto, del cognoscente y de lo cono-
cido, del yo y del no-yo. Esta dualidad me revela el conocer
como una modalidad del ser.

COMENTARIO.--l. Por haber tomado el término "concien-


cia" en un sentido lo suficientemente amplio, hemos podido re-
conocer la equivalencia primitiva de 10 "real" y de la "con-
ciencia": todo 10 que se nos da como "real" es un elemento
Polo 105
de conciencia, objeto de experiencia y afirmación. Pero en
esta conciencia real manifiestamente que no son
intercambiables: el polo objetivo y el polo subjetivo, 10 "co-
nocido" y el "cognoscente". Yo no puedo, es pre-
tender que esta dualidad sea esencial a toda . no
puedo hablar de ello, puesto que en este momento yo no co-
nozco ninguna otra conciencia más que la mía; ignoro incluso
si otra conciencia existe o es posible 9. Pero 10 que sí constato
es que esta dualidad es esencial a mi conciencia, constitutiva de
/In: conciencia 10.
2. ¿ De qué modo se manifiesta esta dualidad de sujeto
y objeto? No se trata aquí de ver el origen o la génesis psi-
cológica de esta dualidad en el comienzo de la conciencia en
el niño. En la conciencia que yo soy, se presenta como un
hecho nuevo e irreductible, un dato primero: hay en mi con-
ciencia un "sentido único", una dirección, una orientación irre-
versible, que va del polo "sujeto" al polo "objeto", de un
"cognoscente" a 10 "conocido". El "yo" se revela como ten-
dencia real, como apetito real de conocer (y de gozar por el
conocimiento), como foco real de conocimiento orientado hacia
los objetos, hacia 10 conocido. Por su parte, los "objetos" están
presentes como un dato que se impone y que se opone al "yo",
como contenidos de conciencia a los que el "yo" no domina,

9 En metafísica es en donde se podrá demostrar la existencia de una


conciencia infinita y creadora, de la que se excluye toda dualidad de sujeto
y objeto.
10 Fácilmente se dice hoy en día que la conciencia humana es siempre
"un yo en el mundo", jamás un yo aislado de todo no-yo. Sin embargo,
esta expresión no cabe todavía en ef comienzo de la epistemología, porque
al hablar de "mundo", lleva implicada ya una interpretación realista del
conocimiento.
Epistemología analítica

contra los que choca, que se le resisten, que no


a su 11

El que conoce los objetos se conoce también a sí


mismo y es, en consecuencia, también él algo "conocido"; los
objetos, al contrario, no son otra cosa más" que lo "conocido"
y no pueden convertirse a su vez en "cognoscentes" (al menos
en tanto que son contenidos de mi cOl~ciencia).
También aquí el análisis atento de la conciencia supera la
posición fenomenista} que no ve en el "suj eto" o en el "yo"
cognoscente más que la unidad del "flujo fenomenal", una sín-
tesis fenomenal de objetos fenomenales. El yo es, en consecuen-
cia, centro real de unidad y de permanencia, tendencia real orien-
tada hacia los objetos.
3. ¿ De qué naturaleza es esta dualidad? ¿ En qué medida
es real!
Como dato inmediato, la distinción de sujeto y objeto
en mi conciencia es bien misteriosa. Es preciso tener cuidado
de no avanzar afirmaciones temerarias o prematuras sobre
este punto. La dualidad es real en el sentido de que realmen-
te hay dos elementos "en mi conciencia": una "realidad
cognoscente" y una "realidad conocida", y estas dos reali-
dades se oponen verdaderamente en la realidad de mi con-
ciencia. En cuanto a decir si esas dos realidades son diso-
ciales y en qué medida 10 sean, es otra cuestión a la que
que no podemos responder tan fácilmente. En efecto, mi con-
ciencia actual está precisamente constituida por la unión del
objeto y del sujeto; imaginar que se suprime el uno o el
otro de estos dos polos de mi conciencia, o simplemente que
se los separa, equivale a suprimir la conciencia, porque ja-
más en mi conciencia hay un "objeto" S111 "sujeto", ni una

11 eL L. NOEL} Le réalisme immédiat} págs. 31 a 33.


Polo subjetivo y polo objetivo 107
pura "conciencia" sin un "contenido objetivo". En este mo-
mento, cuando me dedico al análisis de rru
conciencia, sólo me es lícito conjeturar que los no
dejan de existir cuando dejan de estar presentes, o que el
sujeto no deja de ser cuando cesa su conocer (por ejemplo,
durante el sueño o en un síncope). Sin embargo, no deja de
ser verdad que en estas hipótesis la conciencia en cuanto tal
desaparece. Así, pues, todos los objetos de mi conciencia
actual son reales (tal vez en grados diversos), y realmente dis-
tintos del yo, sujeto cognoscente, pero yo no puedo decir si
esta distinción real implica una "independencia" más o menos
completa de los objetos y del sujeto. Esta cuestión la dejamos
"intacta.
Sin duda me doy fácilmente cuenta de que la mayor par-
te de los objetos son "facultativos", en el sentido de que pue-
den desaparecer de mi conciencia sin que ésta se desvanezca
y deje de ser la misma, y está a mi alcance el conjeturar sobre
una existencia de estos obj etos independientemente de mi can-
dencia. Pero esto no es más que una conjetura, porque en el
fondo ignoro qué es lo que les pasa a los objetos en cuanto dejo
de conocerlos.
Brevemente, sujeto y objeto son dos elementos esencial-
mente correlativos de la conciencia humana: sea cual fuere el
valor propio de los. objetos (problema que examinaremos más
adelante), no llegan a interesar al sujeto más que en la medida
en que están presentes en la conciencia a título de objetos
conocidos, de contenidos de conciencia; inversamente, cualquiera
que sea el valor propio del sujeto, y cualquiera que sean sus
posibilidades nativas en el orden del conocer, no intere?an si
no pueden desarrollarse por falta de presencia de un dato ob-
jetivo.
4. La dualidad de sujeto y objeto en mi conciencia me
108 Epistemología analítica

permite captar el "conocer" como una modalidad del "ser".


En este de partida del análisis epistemológico la "con-
ciencia real" se nos da en una unidad concreta y con una
indistinción tal que la conciencia y lo real, el ser y el cono-
cer forman una identidad 12. Pero el haber discernido en el
seno de la conciencia un elemento objetivo y un elemento
subj etivo, me permite vislumbrar una cierta
disociación entre la conciencia y 10 real. polo obje-
tivo de mi conciencia actual está constituido por "paredes",
"muebles", "cuadros", etc.; todos estos objetos son, sin duda
"contenidos de conciencia", no nos son dados como "suje-
tos conscientes"; del mismo modo los puedo captar perfec-
tamente como "reales" sin tenerlos como "conscientes" o "cog-
noscentes"; más todavía, no es evidente, ni mucho menos,
que estos objetos dejaran de ser si yo dejase de conocerlos.
Esto ya es suficiente para que pueda distinguir el sentido de
"ser" y el sentido de "conocer" y ver en el "conocer" un
modo de ser, una manera de ser que se opone, al menos apa-
rentemente, a otros modos de ser; es suficiente además, para
que, incluso en la misma conciencia como tal, pueda distinguir
la "realidad" o el "ser" de la conciencia y el "conocimiento"
o "conciencia" de esta realidad. En resumen, sin que afirme
que se pueda ser sin ser consciente, es decir, sujeto de cono-
cimiento, o que se pueda ser sin ser actualmente contenido de
conciencia, es decir, objeto de conocimiento, puedo, sin embar-
go, disociar en mi conciencia real el aspecto "ser" y el aspecto
"conocer" .
Si se comparan entre sí el ser y el conocer, la prioridad
psicológica del ser se manifiesta inmediatamente. En efecto,
"conocer" implica evidentemente «ser", mientras que « ser"

12 Cf. págs. 100-102.


Presencia objetiva !OQ

no evidentemente "conocer": no difi-


facultad para que yo conciba que alguna cosa existe sm que
sea una conciencia, mientras que no puedo concebir que
sea conciencia sin que exista. De lo que resulta que el
ser es necesariamente el prúnum notu7n, el objeto de la PrI-
mera experiencia y de la primera afirmación, puesto que
está implicado y presupuesto en toda otra experiencia y en
toda otra afirmación. La conciencia es también un
notu111, en cuanto que es un dato irreductible a cualquier
otro; pero no es un notmn bajo todos los aspectos,
porque la captación de la conciencia supone una captación
mú,s simple y más fundamental, la elel ser, apareciéndoseme
inmediatamente la conciencia como un modo de ser, una ma-
nera de ser 13. Este reconocimiento del ser como prúnu111 notu111
es una de las intuiciones más profundas y más olvidadas de
la doctrina aristotélica y tomista: "aliquid est" es lógicamente
anterior a "cogita", puesto que el "cagito", tomado incluso
en su sentido más estricto (conciencia de sí), supone tres veces
el "aliquid": "ego (= aliquid), {agito (= aliquid) , 111eipsum
(= aliquid)".

ARTÍCULO IV

PRESENCIA OBJETIVA

La conciencia comporta siempre un cierto contenido obje-


rivo. El objeto conocido está presente a la conciencia como

~3 Es por esto por 10 que en metafísica especial, cuando se trata de


determinar la naturaleza profunda del conocer y de elaborar una "ontolo-
gía del conocimiento", se intentará reducir el "conocer" al "ser", es decir,
de situar el "conocer" entre los modos de ser.
110 Epistemología analítica
un dato que se que le domina y
su conocimiento. Este hecho revela el primado del ser sobre
el conocer.

COMENTARIO.-l. La presencia de un polo objetivo en la


conciencia es un nuevo dato inmediat~. Ya sabemos que no
hay total soledad en el "yo" consciente; un cierto "no-yo"
contribuye siempre a constituir el "yo" como cognos-
cente", y una cierta captación de objetos se me aparece
como una condición inevitable de la "conciencia"; en otras
palabras, y()~eboconocer objetos para darme cuenta de que
conozco, para conocerme a mí mismo como sujeto cognos-
cente 14.
2. El carácter dominador del objeto constituye otro he-
cho innegable de -la conciencia. No es que el objeto sea so-
lamente condiCión indispensable del despertar de la concien-
cia, sino que también orienta y especifica la atención, esto
es, la mirada del sujeto. Lejos de tener el sentimiento de
constituir el objeto como objeto o de especificarlo cuando
conocemos, es, al contrario, mi conciencia la que se siente
dominada por su presencia objetiva. Yo puedo, sin duda,
apartar mi atención del objeto: puedo cerrar los ojos para
no ver; pero si abro los ojos ya no depende de mí el
que vea esto o aquello. En la conciencia hay, pues, una 8ubor-

14 Algunos autores llaman "objeto", no al término objetivo cons-


ciente del acto de conocer, sino al término último hacia el que tiende
el dinamismo intelectual, es decir, al Ser absoluto: el término obj etivo
consciente es denominado "representación". N o hay, sin duda, ningún
modo más apto para desorientar al lector, que el sacar de este modo la
palabra "obj eto" de su sentido natural y habitual. Obj eto de conocimiento
es aquello que se "lanza delante" del suj eto (ob-jectum), el término de
su intuición, "10 que conoce" (id quod cognoscitur).
Presencia objeti'va
---- ----------------------------
dinacÍón evidente del de la realidad cognos-
cente a la realidad conocida, tal es lo que me manifiesta
un análisis atento: en el plan de los datos inmediatos de la
conciencia no es el sujeto consciente como tal
o quien "determina" al objeto, sino que es el o~jetoquien
esto es, determina el conocimiento del sujeto. Del
no depende el que tal objeto esté o no esté pre-
sen te: su presencia constriñe, incluso es a veces violenta y hasta
dolorosa para el sujeto, y puede llegar hasta destruir su misma
capacidad de conocer (quemadura, ensordecimiento, ceguera, et-
15

y no solamente el objeto domina al sujeto, sino que tam-


bién le mensura, el no-yo limita el acto de conocer: más allá
del dato objetivo no hay más que 10 incognoscible. Hablar de
un verdadero más allá del dato objetivo no tiene ningún sentido
para mi conciencia: el progreso eventual de esta conciencia con-
sistirá, o bien en la ampliación del dato objetivo, o bien en la
explicación de todo 10 que implique, ya el dato objetivo, ya la
función subjetiva.
N' o es del todo inútil, con el fin de evitar todo mal enten-
el precisar el sentido de este primado del objeto. Como
hemos dicho, no se trata aquí de afirmar la independencia on-
tológica de la realidad-objeto con relación a la realidad-sujeto;
tal vez el objeto sea creado por el sujeto en un estado incons-
ciente del mismo sujeto (en este caso no existiría más que en

15 Como veremos más adelante, puede el suj eto "representarse" a


su gusto los objetos que anteriormente ha percibido, y hasta "fabricar"
obj etos imaginarios con la ayuda de imágenes ya adquiridas; es evidente
que en estos casos la presencia del obj eto no es ya forzosa. Por el con-
trario, los actos pasados del sujeto y el mismo sujeto en tanto que es
contenido de la memor'ia, forman parte del "dato objetivo" y, por tanto,
se imponen al suj eto cuando actualmente conoce.
1¡Z Epistelnología analítica
--------------------------------
dependencia del sujeto, su causa eficiente); tal vez
objeto son dos realidades correlativas, salidas de una raíz co-
mún, de un principio real común, de la misma manera que
los modos de la Sustancia única en el panteísmo de Spinoza
(tampoco en este caso habría independencia ontológica entre el
sujeto y el objeto). Lo que por afirmamos es que, e~l
el plano de mi conciencia actual, el objeto domina y especifica
al sujeto.
3. El primado psicológico del objeto sobre el sujeto en
mi conciencia me revela una característica muy importante
del conocimiento: la subordinación del conocer al ser o el
primado del ser sobre el conocer. Esta subordinación es un
resultado de la naturaleza íntima del conocer tal como se
me da en mi conciencia. El conocer se me presenta inmedia-
tamente como un cierto m()dá original de "captar" o de "po-
seer" el ser, como una "presencia" original del ser en la
conciencia, como una "revelación" o una "aparición" del
1Ser a la conciencia; el conocimiento tiene como propiedad
característica la "evi<!<:l1_c!a", es decir, una cierta "claridad"
resultante del hecho de que el ser, al revelarse a la con-
ciencia, se le impone de un modo imperioso: también la con-
ciencia debe someterse, consentir al ser, brevemente, afirmar
lo real 16. Basta reflexionar sobre cada uno de estos caracte-
res para darnos cuenta de que la conciencia, tal como nos
es dada, es esencialmente sumisión a la realidad, que el co-
nocer es esencialmente subordinación al ser. N o es la con-
ciencia quien pone el ser, quien lo constituye conociéndolo,
sino que es el ser quien se impone a la conciencia y quien
la determina 17. La independencia respecto al conocimient.o

16 Cf. más arriba, págs. 97-98.


17 N atemos ya ahora que esto es verdadero para toda conciencia,
Presencia objetiva 113
como tal es, en consecuencia, una propiedad esencial de todo
conocimiento: se le conoce porque es, y no es porque se le
conoce.
Ya nos preguntaremos más adelante, en crítica, si esta
sumisión a la realidad, que se nos aparece como ideal del
conocimiento, es posible y en qué medida 10 es. Basta por
ahora que pongamos de relieve este carácter esencial del co-
nocimiento tal como aparece entre los datos inmediatos de la
conClenCla.
Gilson se ha dado cuenta de este primado de lo real so-
bre el pensamiento, y, a nuestro juicio, tiene toda la razón
cuando sitúa la evidencia de lo real en el punto de partida
de la epistemología. Pero no acierta tanto cuando entiende
por "real" lo que es ontológica11iente independiente de la con-
ciencia, y lo opone por esto al cogito. Todo es real, incluso
el "cogito". La distinción entre una realidad "objetiva" y una
realidad "subj etiva" es un dato inmediato también, del mismo
modo que 10 es el carácter dominante del objeto; pero la inde-
pendencia ontológica de lo real objetivo respecto al sujeto no
es ninguna evidencia 18.
También Maritain reconoce el primado del ser y expresa
el primer peldaño de la crítica con la proposición: "scio aH-
quid esse", pero tal vez se equivoca cuando interpreta esta afir-

incluso para la Conciencia divina: el pensamiento divino no "pone"


a la realidad divina; la "posee", la goza tal como es; y si el pensa-
miento creador "pone" las criaturas, no es en cuanto pensamiento, sino
en cuanto causa: como pensamiento es aún sumisión a la realidad,
puesto que conoce las criaturas tal como son; por otra parte, las
conoce en sí mismo: omnia cognoscit DeHs in seipso. Posesión per-
fecta de sí comprendiendo su potencio. creadora; tal es el conocimiento
divino.
l8 eL É. GILSON, Réalisme thomiste ... , passim.

EP1STEMOLOGÍA - 8
14
maóón como la afirmación del sé
al menos una cosa, que lo que es, es"; e inmediatamente deduce
la necesaria del ser. Todo esto no es sin duda tan
inmediato. Lo que es sin duda primero es 1? experiencia de lo
real: "alguna cosa existe" 19.

ARTÍCULO V

FUNCIÓN o ACTIVIDAD SUBJETIVA

El sujeto cognoscente está presente a la conciencia como


tendencia o apetito real de conocer, esto es, de convertirse
lo más posible en los objetos, "poseerlos", "ser" ellos (de
este modo original e indefinible al que llamo precisamente
"conocer"); el sujeto es, pues "función" o "capacidad" de
objetos. Al mismo tiempo es también conocimiento de sí o
conciencia. Este doble conocimiento (de los objetos y de
sí) constituye un "acto" del sujeto, una "actividad imna-
nente" .

COMENTARIO.-La presencia de un polo subjetivo en mi con-


ciencia la hemos ya señalado y caracterizado sumariamente. De-
bemos proceder ahora al análisis metódico de los caracteres del
sujeto cognoscente como tal.
1. El "sujeto" o el "yo", según hemos dicho, se revela
como un elemento de mi conciencia irreductible al "objeto",

ll> Cf. J. MARITAIN, DistingHer pour unir, págs. 137 a 158. Sin duda
lo que ha engañado a Maritain es su preocupación por poner en la
base de la crítica una necesidad de derecho mej or que una verdad de
hecho. Y esto es lo que, a nuestro juicio, es un error: nuestras primeras
evidencias son evidencias de hecho. Cf. más arriba, pág. 99.
Función o actividad ! 15'

('ue
1 se revela como una tendencia
un una necesidad que que satisfacer;
tendencia que imprime a la conciencia una una
orientación irreversible del "sujeto" hacia el es
decir, hacia aquello que es solamente contenido de cono en-
término de conocimiento. La experiencia de una "tenden o

cia" es también un dato primero, original, irreductible, y, por


tanto, indefinible: "tender" 'O "desear" es un cierto "modo
de ser" que descubro en mí; ello implica una cierta
de ser" y una cierta "capacidad" de "ser más" que llene esta,
privación.
El suj eto cognoscente es una tendencia consciente hacia los
objetos. Es, pues, privación (ignorancia) y capacidad de "con-
vertirse" en los objetos, de "poseerlos", de "ser" los 'Objetos;
en cuanto sea posible. Esta capacidad se manifiesta como realio-
zándose en mi conciencia actual; su .término o "fin" es unai.
cierta "posesión" original de los objetos por el sujeto, y esta
posesión aparece como la realización, al menos parcial, de un
apetito. El sujeto, en cuanto tal, se revela, pues, como pura,
"capacidad", pura "función" de conocer 20.
Ya hemos visto más arriba que la presencia del objeto
provoca el despertar del sujeto, que el objeto se impone al
sujeto, que limita y mensura su conocimiento actual 21. To-
dos estos hechos no excluyen de ningún modo la esponta-
neidad del suj eto tal y como la acabamos de describir: I;n
"curiosidad" del suj eto tiende constantemente hacia un más allii~

20 Aristóteles decía: "Como un encerado liso sobre el que nada fu¡;yr


escrito"; y también: U na "potencia de conocer"; y los aristotélicos aeE
medioevo deCÍan: "Tabula rasa in qua nihil est scriptum, potent¡a cognosá-
tiva", pero todas estas fórmulas tienen en estos filósofos mencionados t!X!:
alcance metaempírico.
21 Cf. págs. 110-111.
16 Epistemología analítica

del poseído; no busca solamente


todos sus. aspectos, sino que, además, la experiencia que tiene
de la aparición frecuente de nuevos objetos le da el "presen-
timiento" de un más allá de su conocimiento actual. Claro es
que el presentimiento no se realiza más que en la medida en
que este presunto más allá se convierta "en objeto o contenido de
conClenCla.
La originalidad del "suj eto cognoscente" en relación con
los "objetos conocidos" es ya un tema clásico en filosofía.
En el aristotelismo, por ejemplo, el sujeto ejerce una fun-
ción totalmente propia en el acto de conocer. Sin embargo,
son los modernos, sobre todo desde Descartes, quienes han
acentuado más aún el papel del sujeto y las consecuencias
que de ello resultan desde el punto de vista de la crítica del
conocimiento. Fue sobre todo Kant quien quis~ apoyarse en
los caracteres del sujeto cognoscente para vencer al fenome-
nismo: el sujeto es función activa, espontaneidad, condición
a priori 22 del conocimiento, principio idéntico a través de la
evolución del conocimiento, función de síntesis o de unidad.
Pero todo esto es algo que está muy de acuerdo con las ideas
tradicionales y sería contradecir a los datos históricos atribuir
a Kant el descubrimiento del yo como "sujeto" o "función"
,de conocer.
2. En mi conciencia actual la "capacidad de conocer",
característica del "sujeto", está siempre llena en cierta me-
dida por la presencia de un "objeto". Ahora bien: basta
que el sujeto conozca un objeto cualquiera para que se co-
nozca a sí mismo. En otras palabras, el sujeto se constituye
como conciencia actual de sí al mismo tiempo y por la misma

22 Condición a priori: condición propuesta por la experiencia obje-


tiva, independiente de la experiencia, no constituida por ella.
Función o actividad 17
razón que se constituye como conocimiento actual del objeto.
Éste es un hecho de como se verá más
adelante.
Señalemos en prinClplO que este hecho no es un elemen-
to totalmente nuevo en nuestro análisis epistemológico, pues-
to que la existencia de una "conciencia real" o de una "reali-
dad consciente" ya se nos presentó como el punto de partida
forzoso de este análisis 23, Pero en aquel primer análisis, an-
terior al discernimiento explícito de los dos polos de la con-
ciencia, el término "conciencia" lo tomábamos en un sentido
más amplio, dentro del cual la distinción entre la "ciencia"
(o conocimiento del objeto) y la "conciencia" (o conocimiento
de sí) no aparecía todavía. Se trata, pues, de una precisión
nueva: dentro de la "conciencia" en el sentido amplio, se re-
veI8. la "conciencia" en sentido estricto, o sea el conocimiento
de si mismo por el sujeto cognoscente, o el conocimiento del
yo por el yo.
N otemos también hasta qué punto "ciencia" y "conciencia"
son indisociables. en mi conocimiento humano. Para mí no hay
"conciencia" más que en tanto en cuanto hay "ciencia" o per-
cepción de objeto, Pero, por otra parte, una "ciencia" de ob-
jeto que excluyese toda "conciencia" de mí mismo no tendría
ninguna significación para mí: "conocer" sin saber que co-
nozco, sin "conocerme conociendo" es algo que no tiene sentido
para mí. Brevemente, mi conocimiento es total y enteramente
"consciente" 24.

23 Cf. págs. 92-93


24 DE CONINCK pone muy bien en relieve este hecho capital y llega
incluso a identificar sin más "conciencia" y "conocimiento": "tener
conciencia de alguna cosa es estar consciente de ella, y conocerla es
idénticamente 10 mismo", Y como consecuencia lógica de la afirma-
ción precedente, añade: "Nuestro conocimiento inicial es exactamente
118 'lS¡;WnUII.{) (J'U¡· analítica

Cómo se presenta la "conciencia de sí"? OrcJjnariamen-


te se la describe como una "reflexión", una "vuelta sobre si",
una "reditio completa in seipsum". Todas estas expresiones
encierran evidentemente una imagen espa<:ial bastante gro-
sera: la de un movimiento centrífugo que va del sujeto al
objeto, seguido de un movimiento centrípeto que describe una
"curva envolvente" que vuelve al La "conciencia de
sí" es, en realidad, una cosa muy distinta. Si fuese pre-
ciso absolutamente dar una imagen, se podría describir el pro-
ceso de "caer en la conciencia de sí" con ocasión del cono-
cimiento de un objeto, como una zona luminosa que del objeto
se dilataría progresivamente hasta el sujeto sin que por otra
parte abandonase el objeto. La conciencia de sí no es, al menos
primitivamente, un acto distinto, yuxtapuesto, con relación al
conocimiento del objeto: es el mismo acto en tanto que "trans-
parente" a sí mismo. Además, por la "conciencia" de sí
el sujeto no se convierte propiamente en "objeto" de cono-
cimiento, del mismo modo que los" objetos": se conoce como
.:Sujeto, desde dentro, en el interior del acto del conocimiento
directo u "objetivo"; es por esto por lo que la "conciencia
de sí" no suspende de ningún modo el conocimiento del ob-
jeto o del no-yo, por más que la atención del sujeto se

la conciencia que tenemos de nosotros-mismos-relativos" (CL A. DE


CONINCK, L'unité de la connaissance ... , segunda edición, págs. 18-23 y
105-122, especialmente pág. 121). En el fondo de la cuestión estamos
enteramente de acuerdo con el autor, pero la última fórmula cita-
da (nosotros-mismas-relativos) muestra que continúa siendo legítimo el
distinguir, dentro de la "conciencia" en sentido amplio, la "concien-
cia" en el sentido estricto (o conocimiento del suj eto por el suj eto)
y la "ciencia" (o conocimiento de los obj etos, es decir, de aquello a lo
que el sujeto es relativo), pero a condición de subrayar bien que estos
dos aspectos de la "conciencia" no están yuxtapuestos, como exteriores,
,el uno al otro.
Función o actividad

o bien sobre el bien


mismo.
Se ve claro cómo la "conciencia" o la "reflexión" hace
posible un análisis epistemológico riguroso, puesto que este
conOCimiento reflejo no reemplaza al conocimiento directo,
sino que 10 acompaña y 10 perfecciona como conocimiento.
En resumen, la conciencia de sí y el conocimiento de los ob-
jetos no son primitivamente más que dos aspectos del m1S-
mo acto.
Sin embargo, ulteriormente, la conciencia de sí
disociarse del conocimiento objetivo, cuando el sujeto, en
actos propiamente "reflejos", toma como objeto de su cono-
cimiento los actos anteriores de conocimiento directo u ob-
jetivo. El conocimiento explícito y distinto del yo y todos
sus aspectos se realiza por medio de actos reflejos de este
género 25 •.
3. Este doble conocimiento (objetivo y reflejo) constituye
un acto del sujeto. Normalmente se habla del "acto" de cono-
cer, y nosotros mismos hemos empleado varias veces este tér-
mino en las páginas precedentes. Pero ahora ha llegado el mo-
mento de que examinemos en qué medida y en qué sentido
preciso puede este término figurar en la descripción de las datos
inmediatos de la conciencia.
En la tradición aristotélica y tomista, acto se opone antes
que nada a potencia: acto y potencia son dos modos fun-
damentales de lo real: "actus et potentia dividunt ens"; la
"poten~ia" es una realidad determinable, capaz de llegar a
ser otra cosa; el "acto" es una realidad determinada. En un

25 A propósito de estos actos reflej os, escribe SANTO TOMÁs: "Alius


est actus quo intellectus intelligit lapidem, et alius est actus qua intellígit
se intelligere lapidem" (Sum. Theol., 1.", q. 87, a. 3 ad 2m).
120 E piste111,olo(]ía analítica
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -------------------.
sentido más especial, acto se opone a en-
tendiendo por "sujeto" una realidad ya constituida, ya deter-
minada, pero todavía "capaz", todavía "en potencia" de una
realidad, de un acto complementario; en este último caso, acto
significa con más precisión actp segundo, puesto que el "su-
jeto" se presupone ya como sujeto '. existente y determina-
do, es decir, como acto (entendiéndose la existencia
como "acto" con relación a la posibilidad o capacidad de
existir).
Ahora bien: si dej amos a un lado la significación me-
taempírica que los Antiguos atribuían casi siempre a los
vocablos que acabamos de definir, puedo decir que mi co-
nocimiento actual se revela inmediatamente como acto en
los dos sentidos indicados. En efecto, por una parte, el yo
cognoscente se presenta como una tendencia, una capacidad,
una función, esto es, como una potencia de conocer 26; el
conocimiento mismo es, pues, "realización" de esta tenden-
cia, es decir, acto de esta potencia. Por otra parte, el yo
consciente o la conciencia se presenta a la vez como devenir
y como duración, como realidad idéntica y permanente a
través de una evolución incesante, de un crecimiento conti-
nuo 27; identidad que consigue incluso superar las interrup-
ciones de la conciencia (por el sueño, el síncope, etc.): todo
esto equivale a decir que el yo está constituido de una ma-
nera estable y determinada como realidad, como existente,
como sujeto, como acto primero, con relación al cual el acto
de conocer debe ser considerado como acto segundo o comple-
rqentario.
Observemos aquí que el carácter de duración o de permc(-

26 eL págs. 114-115_
27 eL págs. 102-103_
Función o acti'lIidacl 121
-------------------------------
nencia que reconocimos en la conciencia desde los comienzos
de este análisis epistemológico le viene de la función
del yo y no de la presencia objetiva, dentro de la eua! la diver-
sidad y el devenir (o sea la diversidad sucesiva) dominan la
unidad y la permanencia.
Se ve así en qué sentido el conocimiento no se identifica
sin más con el ser o la realidad del yo consciente o del
sino que constituye un acto del sujeto.
4. El conocimiento es una actividad inmanente. El cono-
cimiento es actuación, realización del yo o del sujeto. Llamo
"actividad" al devenir, al movimiento por el que se realiza
esta actuación de un suj eto constituido y permanente; en otras
palabras, la evolución secundaria de un sujeto ya constituido
y permanente. Mi conocimiento es, pues, "actividad". Pero es
también actividad "inmanente", es decir, movimiento que se
realiza y se termina en mí; que procede de mí (de mi capa-
cidad, de mi tendencia, de mi potencia) y que se queda en
mí (me constituye, me realiza a mí mismo). Éste es un nuevo
carácter capital de mi conocimiento. Importa mucho precisar su
naturaleza.
A primera vista no hay una verdadera inmanencia en
mi conocimiento. el Acaso no lo hemos descrito como un
"movimiento", como una "tendencia" que va del sujeto al
objeto, del yo al no-yo? ¿ No es éste el tipo propio de la
acción "transitiva"? Pero si miramos más de cerca, nos
daremos cuenta de que hay "movimiento" y "tendencia" so-
lamente en la medida en que el conocimiento no está plena-
mente constituido, cuando hay curiosidad, deseo de conocer
más. Al contrario, en la medida en que el conocimiento está
constituido, hay "unión" del objeto y del sujeto, "posesión"
del objeto por el sujeto; Santo Tomás no duda en decir "uni-
dad" e "identidad" del cognoscente y de 10 conocido; el
122 analítica

sujeto "vive" el objeto, lo abraza misteriosamente. El cono-


es, pues, "inmanencia" estricta: esto es 10 que per-
mite a mI conocimiento ser al mismo tiempo "conciencia"
de sí.
La inmanencia estricta del acto de conocer es un tema
fundamental de la doctrina tomista. Es, ésta una noción bas-
tante alejada del sentido común, que sobre todo, el
aspecto trascendente del conocimiento, es decir, la aprehen-
sión de un mundo "exterior" e "independiente" del yo. Sería
totalmente injusto atribuir a Descartes el descubrimiento de
la inmanencia del pensamiento. Lo que se le debe a Des-
cartes es una concepción imaginativa de la inmanencia, con-
cepción que, en suma, viene a estar al mismo nivel que el
realismo ingenuo del sentido común: del mismo modo que
el sentido común se imagina, sin ningún género de matices,
que percibe de buenas a primeras el mundo como indepen-
diente del yo, así Descartes se representa la conciencia como
un santuario cerrado, sin comunicación directa con el mun-
do; tal concepción implica un doble prejuicio: el postulado de la
existencia de un mundo real más allá de la conciencia y el pos-
tulado de una conciencia cerrada y aislada del mundo.
En nuestro análisis epistemológico realidad objetiva, objeto,
no-yo, designa siempre al término inmanente del acto de cono-
cer. Tal vez este término inmanente aparezca luego como tras-
cendente al mismo tiempo. Pero esto es un problema que viene
después.
Al comienzo de esta descripción de la conciencia notamos
que ésta poseía esencialmente un triple carácter: experiencia,
afirmación y evidencia 28. Ahora es fácil ver que la inmanen-
Cia del acto de conocer es la condición de este triple carácter:

2.8 Cf. págs. 97-98.


Estructura de la conneneza

en efecto, esta inmanencia hace posible un acto que sea a la


vez de y conciencia de sin que la dua-
lidad "obj eto-suj eto" o la dualidad "conocimientv-conciencia"
introduzca ninguna distancia entre estos elementos del acto;
sin que esta dualidad perjudique a la presencia inmediata del
objeto ante el sujeto, ni a la identidad consciente del sujeto
como cognoscente y C01110 conociéndose a sí. Precisemos, pues,
nuestros anteriores análisis notando que el acto de conocer
implica:
- una doble DeéV'Zenr'.!iI: objetiva y subjetiva; la experien-

,cia subjetiva o conciencia de sí es una experiencia "vivida",


una experiencia "desde dentro", más "íntima", siempre en re-
lación con la experiencia de una presencia objetiva que es tan
inmediata, inmanente y evidente, como la experiencia vivida: la
experiencia objetiva es incluso psicológicamente anterior a la ex-
periencia vivida;
-- una doble afirmación necesaria, independiente de todo ca-
pricho del sujeto cognoscente: afirmación necesaria, inevitable
del objeto y afirmación del yo;
- una doble evidencia: del objeto y del sujeto; evidencia
de una doble presencia, constitutiva tanto la una como la
otra del acto de conocer: presencia objetiva, inmediata e in-
negable; presencia del yo cognoscente, también innegable e irre-
cusable.

ARTÍCULO VI

ESTRUCTURA DE LA CONCIENCIA

Mi acto de conocer presenta, tanto del lado objetivo como


del subjetivo, una comPlejidad que revela una estructura
deternlinada: a la objetividad decreciente del objeto en el
124 Epistemología analítíca

dato, la y el concepto corresponde una creciente ac-


tividad asimiladora del sujeto en la percepción, la
ción y la concepción. El acto de conocimiento se acaba en el
juicio. Toda esta estructura compleja no compromete la unidad
de mi acto.

COMENTARIO.-L Conozco ya la estructura fundamental de


1111 conciencia: lleva consigo un polo objetivo y un polo sub-

jetivo. Un examen más atento de estos dos polos permite des-


cubrir, por un lado y por otro, una estructura mucho más. com-
pleja. ¿ Cómo vamos a proceder en el análisis de esta doble
estructura? Ya Aristóteles observaba que, en la conciencia hu-
mana, los objetos revelaban la naturaleza de los actos por los
que los, aprehendíamos, y los actos, a su vez, revelaban la na-
turaieza de las potencias (facultades, capacidades) de las que
procedían. En términos estrictamente descriptivos, diremos nos-
otros que, en mi conciencia, el polo objetivo aclara y especifica
la actitud subj etiva, como ya 10 hemos. notado más arriba 29.
Así, pues, el análisis de la complejidad objetiva es quien va
a guiarnos.
El polo objetivo de mi conciencia comporta una evidente
complejidad, y podríamos describir indefinidamente la mul-
titud de los objetos que ocupan el campo de mi concien-
Cla si los tomáramos al azar, uno detrás. de otro, siguiendo
los caprichos de mi atención. Un análisis de este género ape-
nas tendría ninguna utilidad para nuestra intención, que es la
de encontrar los elementos constitutivos de mi conocimiento,
es decir, los elementos sin los cuales este conocimiento deja-
ría de ser un conocimiento, o al menos un conocimiento
plenamente constituido. Es preciso, pues, proceder a un

29 Cf. págs. 110-111.


Estructura de la conciencia

~'lnálisismetódico intentando discernir las


las diferentes clases de objetos que se distln-
como elementos diferentes de mi acto de conocimiento,
como constituyentes suyos con diversos titulas o con di-
'versos.
Equivale esto a decir que es preciso preguntarse si no ha-
lJrá varios modos de ser "obj eto de conocimiento", "conte-
nido de conciencia", "no yo" o "realidad objetiva". Ciertos
hechos elementales nos sugieren una respuesta afirmativa. He
aquí, por ejemplo, una "hoja de papel blanco": yo la percibo
actualmente, ella es, pues, un "contenido" de mi conciencia.
Si cierro los ojos, continúo poseyendo esta hoja en mi con-
ciencia, pero manifiestamente está de un modo distinto de como
estaba antes. ¿ Cuál es la diferencia? Y no es esto todo: re-
flexionando sobre la experiencia que acabo de hacer, formulo
espontáneamente esta afirmación: "este papel es blanco", o esta
otra: "este objeto es papel". En estos juicios los atributos
"blanco" y "papel" parecen poseer un estatuto nuevo, porque
estos mismos atributos pueden intervenir también en otros jui-
cios y designar una cantidad de .objetos distintos del que yo
considero en este momento. ¿ Cómo hay que comprender estos
contenidos de conciencia atribuibles a varios objetos, esto es,
"universales" ?
Intentemos poner en claro los diferentes modos de presen-
cia objetiva, partiendo de aquel que aparece como el más fun-
damental y más primitivo: el dato corporal.
2. El dato corporal.-El término "dato" está tomado aquí
en un sentido amplio: designa a todo objeto que está Slm-
plemente "presente" al sujeto, que "se le impone", que se
le aparece como "constitutivo" del yo en acto de conocer, y
no "constituido" por el yo cognoscente en cuanto tal, que
es, pues, anterior a toda elaboración consciente por parte
126 analítica

del Pero no se que éste" dato"


sea dado una
te del yo.
Los caracteres inmediatos de este dato son los siguientes:
- El dato es real como todos los demás actos de mi con-
ciencia: evidentemente no es la nada la que se me da como
"colorado", "cuadrado", "perfumado", "picante", y así sucesi-
vamente.
- El dato es corporal) es decir, extenso o espacial. To-
dos sus elementos están "situados", podemos "designarlos" los
unos respecto a los otros en el "espacio": aparecen ya como
" coincidiendo" (el color y la superficie de este vaso), ya como
"contiguos" o "yuxtapuestos", ya como "distantes" los unos
de los otros. El espacio (lo extenso, la extensión o la exterio~
ridad espacial) es de nuevo un dato primitivo de mi experiencia,
un "modo de ser" original e irreductible que conozco por in-
tuición inmediata.
Todo dato considerado aisladamente no está inmediatamen-
te situado en un lugar determinado del espacio: así, la loca-
lización precisa de un sonido o de un olor supone un trabajo
de comparación entre diversos datos, la percepción de ciertas
coincidencias repetidas y la interpretación de estas coinciden-
cias; yo consigo situar el "tic-tac" del reloj percibiendo la
coincidencia perfecta entre el ritmo de los "sonidos" y el qu~
realiza el "vaivén" del péndulo. Pero la localización precisa
de estos datos no nos importa aquí: 10 que aparece como
carácter inmediato y común a todos los "datos" obj etivos de
mi conciencia, es el que están en "alguna parte", que ocu-
pan un "lugar" en el conjunto de los objetos corporales o ex-
tensos.
N o solamente los datos corporales están situados los unos
respecto a los otros, sino que están situados con relación al
Estructura de la conciencia 127

de mI concIencIa. Y es que éste está "situado"


en el de los objetos
una fórmula que está de moda) un
corporaL También esto es una evidencia inmediata e indu-
dable: el cómo de esta" situación" tal vez me parezca mis-
terioso y hasta lo ignore, tal vez también la localización
exacta de los con relación al puede tener
grandes dificultades, pero todo esto en nada cambia al hecho
que acabamos de poner de relieve. Pronto volveremos a tra-
tarlo.
- El dato es temporal. Todos sus elementos están "situa-
dos" en una sucesión; están actualmente "presentes" en mi
conciencia, pero "suceden" a otros datos que han desaparecido;
constituyen un "después" respecto a un "antes"; forman parte
de una evolución sucesiva de' la extensión, o sea de la exterio-
ridad temporal. El "tiempo" es también un dato primitivo de
mi experiencia.
Situado espacialmente con relación a los objetos corporales,
el sujeto o polo subjetivo de mi conciencia está también so-
metido a la sucesión temporal, al menos en gran parte: sus
actos se suceden, sus actitudes se modifican, su atención y su
curiosidad evolucionan al mismo tiempo que evoluciona el polo
objetivo de mi conciencia.
- El dato es diferencial. Se presenta como algo "diverso";
ofrece una multitud de "aspectos", de "determinaciones", de
"cualidades", multiplicidad que es posible por la doble multi-
plicidad fundamental del espacio y del tiempo. Otra condición
de esta multiplicidad aparecerá muy pronto.
- El dato es estructurado. N o se presenta solamente como
una "pura diversidad" o un "caos", En primer lugar, posee la
doble estructura del espacio y del tiempo, sin que yo tenga
ninguna conciencia de imponer esta estructura al dato; tal vez
28 Epistemología analít'ica

las "formas a de la sensibilidad" en el sentido kantiano


tengan algún papel cuando se trate de la del me-
canismo de la conciencia, pero en un análisis de datos cons-
cientes no tienen lugar, Además, el dato tiene una multitud
de otras diferentes estr'UctttJ'aS: muchas "relaciones" de todo
género se manifiestan entre los. elemer:¡tos del dato: relaciones
de grandor, de distancia, de semejanza y de contraste, de cohe-
sión, de secuencia, etc,
Así, pues, el dato corporal, diferenciado y estructurado es
un objeto comPlejo) un conjunto de objetos: luces, colores,
formas, olores, sonidos, resistencias, etc,; prácticamente me
es completamente imposible el situarme en unas condiciones
en las que no perciba más que un objeto simple e inanaliza-
ble; incluso si fijo mi atención sobre un objeto simple, un
punto luminoso, por ejemplo, no puedo jamás aisTarlo de
su contexto. Por otra parte, conviene no confundir un obje-
to sí11iple en el sentido aquí indicado, con una cosa) tal como
10 entiende el sentido común: una " cosa" (un pedazo de
tiza, una esponja, un rosal, una caja) es un objeto complejo;
es un grupo de objetos que se me aparecen vinculados y
que se desplazan juntos en el campo de mi conciencia;
pero la cohesión o unidad fenomenal que posee esta "cosa"
no permite pronunciarme todavía sobre la naturaleza de esta
unidad.
Sin abandonar el terreno de la descripción de los datos in-
mediatos de la conciencia, tratemos de precisar la relación que I

existe en mi conciencia, entre los "objetos corporales" y el


"sujeto". Para ello se puede introducir aquí la descripción de
'w¡í propio cuerpo como instrumento de conocimiento.
Algunos filósofos creen que el conocimiento del cuerpo como
instrumento de percepción es la conclusión del "sistema" cons-
truido por el sentido común o por las ciencias fisiológicas
Estructura de la conciencia
--------------------
sm que se trate modo de un
inmediato, Pero esta oculta sin duda un
equívoc~,,; Puede ser que en el origen de mi vida consciente
sido necesaria una experiencia bastante larga para que
yo me diese cuenta de los lazos tan Íntimos que unen al
cognoscente" y ese cuerpo al que yo llamo corrientemente "mi
. Pero lo cierto es que ahora estos vínculos me son
conocidos por unas experiencias tan repetidas que me es ya
completamente imposible el desconocerlas. Un análisis episte-
mológico que pretendiese ignorar esta evidencia sería irreal y
artificial.
Veamos cómo se revela y se impone esta evidencia en mi
conciencia actual. El descubrimiento de mi cuerpo como instru-
mento de mi conciencia comporta las siguientes etapas:
- Mi conciencia posee siempre una zona objetiva extensa
o corporal, un dato corporal cuyos caracteres acabamos de
describir.
- Entre estos objetos corporales, descubro un grupo de
objetos. que tienen la propiedad de acompañar siempre y en
todos los sitios a mi conciencia. Este grupo de objetos
vilegiados (se trata de mi cuerpo) se encuentra de ordina-·
rio en el campo de mi conciencia actual; en todo caso, basta
un acto de atención para hacerlos surgir en mi conciencia
actual.
- Yo capto una relación regular o constante entre cier-
tas categorías de objetos y ciertas partes de "mi, cuerpo";
todos los objetos "luminosos" o "colorados" que percibo es-
tán en relación con las partes de mi cuerpo, o sea los "órga-
nos", a los que llamo "mis ojos"; bastará' colocar un obs-
táculo cualquiera entre estos objetos y mis ojos para suprimir
con ello todas las "luces" y todos los "colores" del campo de
mi conciencia. Bastarían estos hechos para llevarme a pensar
EPISTEMOLOGíA - 9
130 Epistemología analitica
--------------------------------------------
que "mi cuerpo" está dotado de diferenciados, fal-
tando los cuales talo cual grupo de objetos de mi
conciencia. Pero esta hipótesis encuentra una plena confirma-
ción en un último hecho:
-- Finalmente, me doy cuenta de que mI cuerpo es
verdaderamente instrumento de conocimiento. N o solamente
porque acompaña siempre a mi a títu.lo de
o de contenido) ni tampoco porque sea una condición sme
qua non de la presencia de los objetos corporales en mi con-
ciencia, sino porque es también un elemento del sujeto cog-
noscente como tal. Yo tengo perfecta conciencia de estar
presente como un "yo cognoscente" en mis órganos senso-
riales. Tengo conciencia de "percibir" las luces y colores,
no en cualquier sitio, sino según una dirección determinada
que va de "mis ojos" o los "objetos luminosos o colorados";
"yo" estoy presente en "mis ojos"; yo veo en ellos y por
ellos; mando en ellos como dueño de cerrarlos y de volver-
los a derecha o izquierda o de fijarlos en tal objeto. Tam-
bién tengo conciencia de oir los sonidos, no en cualquier sitio,
smo en mis "orejas". Los sabores los gusto en la "boca".
Los olores los percibo por la "nariz". Noto un pinchazo o
una quemadura en tal punto sensible de la superficie de mi
cuerpo. Brevemente, el yo cognoscente se revela a sí mismo
como un sujeto que, al menos en cierto modo, es corporal
en cuanto sujeto de conocimiento; un sujeto dotado de ins-
trumentos corporales de percepción; un sujeto abierto, gra~
cías a estos instrumentos, a un mundo de objetos corpora-
les 30. Estos instrumentos se me aparecen como vitalmente uni-

30 Recordemos una vez más que no se trata de afirmar todavía la


independencia de este "mundo de obj etos" con relación al suj eto.
Estructura de la connenC7a 131
dos a mi conciencia o como prolongaciones VIvas de 1111 con-
CIenCIa.
y ahora es cuando po'demos precisar en qué sentido el
dato objetivo está localizado con relación al polo subjetivo:
su situación está determinada con relación al órgano ,per-
reptor.
El dato está, pues, presente a mI conCIenCIa por
medio de los órganos sensoriales de mi cuerpo. Todo dato cor-
poral es algo que "sucede" o que afecta a uno u otro de estos
órganos.
Vista así la situación, suscita nuevos problemas, siempre en
el plano de la descripción. Examinémoslos brevemente.
a} ¿ Es distinto de mi propio cuerpo este dato? -N o 10
es necesariamente. La cosa debe ser objeto de un examen en
cada caso particular. Deberemos examinar la situación respec-
tiva del objeto percibido y del órgano perceptor; el control
mutuo de las diferentes percepciones tendrá un papel impor-
tante en este examen. He aquí algunos ejemplos: yo tengo
los ojos abiertos y percibo la hoja de papel sobre la que corre
mi pluma: es evidente que percibo un objeto corporal distinto
de mi cuerpo, exterior y, por lo mismo, distante respecto a mi
propio cuerpo 31,
También puedo percibir este mismo obj eto, al menos par-
cialmente (sin los colores), tocándolo: en este caso la situación
es menos clara y más discutible: las sensaciones, de "resistencia",
de "frío" y de "liso" afectan evidentemente a una parte de
mi cuerpo, a un órgano del tacto; estas sensaciones me reve-
lan la presenC1a de un cuerpo percibido por este órgano como

31 N otémoslo con cuidado, "exterior a mi propio cuerpo" no implica


"exterior a mi conciencia". Todo aquello que "percibo" está evidentemente
"en" mi conciencia.
132 analítica

fria y pero no es evidente que este cuerpo


no sea una parte del mio. Sería la la per-
cepción visual para asegurarme de la un cuerpo
distinto y revelarme que un contacto, una
entre este cuerpo y el mío.
Pongamos ahora que tengo los ojQ,s cerrados y que per-
cibo, durante un breve instante, un 10 mismo
que si una centella hubiese resplandecido en el fondo de mi
ojo. Esta vez tengo derecho a pensar que ningún cuerpo exte-
rior ha intervenido; la percepción deberá explicarse por un su-
ceso interior a mi proJ1lio cuerpo psicología se dirá que se
trata de una excitación del nerv10 óptico, provocada por un
excitante interno).
Del mismo modo noto un dolor agudo en la articulación
del codo: en este "dolor" no tengo ninguna razón para pensar
que se trate de un cuerpo distinto del mío.
En resumen, son las percepciones combinadas de la vista y
del tacto las que permiten discernir mi cuerpo de aquellos otros
que le son exteriores.
b) ¿Es el órgano perceptor distinto del dato?-Cuando el
dato es netamente distinto de mi cuerpo, está claro que es
también distinto del órgano perceptor, parte integrante de mi
cuerpo. En el caso contrario la cosa no es tan clara: el dato
aparece entonces como una modificación del órgano perceptor
más que como un cuerpo distinto de este órgano. Así, un dolor
me es dado simplemente como una modificación o un estado
nuevo del órgano al que afecta.
c) En el caso en que una percepción revele la presen-
cia de un cuerpo distinto del mío, i hasta dónde llega esta dis-
tinción? -Guardémonos de dar una respuesta prematura. Yo
puedo percibir que tal cuerpo distinto del mío está contiguo
o yuxtapuesto al mío; que es separable del mío; que está
<"I:'''-'UFI.U/VII de la conciencia 133

o menos distante del , esta distancia


que me resienta de nada. todavía es interesan-
te el constatar que un cuerpo por distintos sentidos
no de estar presente cuando de percibirlo por uno
de éstos: yo veo, oigo y toco mi "reloj"; si cierro los ojos
continúo, sin embargo, tocándolo y oyéndolo; si dejo de
no por esto dejo de verlo y de oírlo, Todavía más:
con mucha frecuencia "vuelvo a encontrar" y a "reconocer"
los objetos que habían desaparecido del campo de mi concien-
cia y que vuelven a aparecer de nuevo con caracteres idén--
ticos. Brevemente, en el plano de mi conciencia, los cuerpos
distintos del mío se revelan como independientes del mío; en
el sentido de que su comportamiento parece ajeno al de mi
cuerpo. A pesar de esto, todavía no me puedo pronunciar
sobre la naturaleza precisa de esta independencia. ¿ Habrá acaso
algún vínculo profundo entre mi "yo" (comprendiendo en él
a mi "cuerpo") y las realidades corporales contenidas ahora
o antes en mi conciencia? ¿ Cuál sería la naturaleza eventual
de este vínculo? Todas estas cuestiones ya no pertenecen
a la epistemología, sino a la metafísica, puesto que suponen
resueltos los problemas más generales relativos a las condi-
ciones de lo real, principalmente el dilema del monismo
y del pluralismo, el problema de la sustancia, el proble-
ma de la individualidad, el dilema entre el panteísmo y el
creacionismo 32_
Previniendo toda posible incomprensión y respondiendo al
eventuales dificultades, no será del todo inútil el cerrar
la descripción del "dato corporal" con las siguientes adver-
tencias:
1) Como todavía no estamos en la crítica, no nos propo-

32 eL L N OEL, Le réalisme i11'1médiat, pág. 38.


34 Epistemología analítica

nemos aún la cuestión del valor del dato corporal como elemento
del conocimiento: tan sólo hemos expuesto una situación de he-
cho, sólo he dicho cómo se presenta en realidad el dato corporal
en mi conciencia.
2) Basta esta breve descripción, y especialmente nues-
tro rápido examen de las cuestiones planteadas por el papel
de los órganos s.ensoriales, para mostrar que el mundo de
los objetos corporales es singularmente comPlejo. Sin em-
bargo, no hace falta explorar todos sus rincones en episte-
mología, porque, para construir una teoría general del co-
nocimiento es suficiente el discernir los rasgos fundamentales
e indiscutibles .de mi conciencia, aquellos que escapan a
todas las sacudidas de la duda metódica, a todas las dificul-
tades que pudiera plantear el físico o el psicólogo. Estos
rasgos fundamentales podemos reducirlos a los siguientes:
el "polo objetivo" de mi conciencia está constituido por un
conjunto de "datos corporales" presentes al "sujeto", o sea
al "yo", por una serie de "órganos sensoriales" pertenecien-
tes al "propio cuerpo", al cual está vinculado el sujeto; estos
órganos son principalmente los de la "vista" y los del "tac-
to", cuya acción combinada permite al sujeto discernir con bas-
tante claridad su situación como un "yo inserto en un mundo
.corporal" .
La presencia de zonas oscuras dentro de mi conClenCla
en nada compromete a esta s.ituación perfectamente clara.
Al contrario, lejos de hacer cuestión de estos hechos de con-
ciencia, la física y la psicología empírica los presupone ma-
nifiestamente, y todas las "ilusiones" que estas ciencias de-
nuncian no hacen más que confirmarlos; poner en duda
estos hechos, como hechos de conciencia, es condenarse sin
ninguna razón a un escepticismo y a un agnosticismo defi-
nitivos en el conocimiento del mundo corporal. Una actitud
Estructura de la conciencia 135
no tiene nada que ver con un verdadero
crítico 33 o
La "presencia" del dato corporal en mi conciencia, esto
es, la "experiencia objetiva", no se reduce de ningún modo
a un simple contacto, a un choque entre dos cuerpos (el dato
y el órgano) o a una modificación cualquiera de1órgano sen-
sorial. "Presente" a la conciencia, "contenido" en la concien-
cia, revelan la evidencia de que el dato es el término inma-
nente de un acto del sujeto cognoscenteo El simple accidente
corporal se encuentra superado por un acto de conocimiento y
de conciencia o Este primer elemento de mi acto cognoscitivo
en su integridad, el elemento correlativo al "dato corporal"
que es su término objetivo, es a 10 que llamamos percepción
sensorial (sensación, aprehensión sensible). La percepción sen-
sorial es el acto cognoscitivo que se realiza con la ayuda de
un órgano corporal capaz de captar un dato corporal. Por sus
órganos sensoriales y en ellos, el sujeto cognoscente se encuen-
tra, como sujeto cognoscente, en el plano espacio-temporal pro-
piamente dicho; también en las percepciones es donde la "dis-
persión" y la "multiplicidad" del acto de conocer son máximos,
mientras que su "inmanencia" y su "unidad" son mínimas.
Tanto más es así cuanto que la multiplicidad de los órganos
sensO'ria1es diferenciados introduce en la conciencia una gran
diversidad de percepciones: no es difícil percibir que hay un
cierto paralelismO' entre la diversidad del dato obj etivo y la
diversidad de los órganos sensoriales; de notar, por ejemplo,
que loso "colores" y las "luces" son percibidos siempre por
los órganos visuales, los "olores" por Jos órganos olfativos, et-
cétera.

33 Cí. Probif!mes épistémologiques fondam,~ntMI%, págs. 488-490 0


136 analítica
------------- ------------~----~----------

Como acabamos de observar, la en el estadio


de la percepción, se encuentra vigilante: conClenCIa
de percibir, sé que percibo, "sdo me sentire". La percepción
es un acto consciente. Este hecho revela la trascendencia del
sujeto cognoscente que soy yo con respecto al datO' corporaL
Para captar plenamente esta es preciso
darnos cuenta exacta de las condiciones de existencia de una
realidad puramente corporal. Una realidad corporal se carac-
teriza por la multiplicidad y la exterioridad de sus partes y,
en consecuencia, por la "dispersión" de sus elementos consti-
tutivos; las "cualidades" que afectan al cuerpo 10 afectan en
sus partes extensas y, en consecuencia, están ellas mismas so-
metidas a la dispersión espacial; los "movimientos" de un
cuerpo están sometidos del mismo modo a las condiciones es-
paciales, ya porque el movimientO' tenga un carácter espacial
por su misma naturaleza (desplazamiento, dilatación, conden-
sación, etc.), ya porque afecte a las partes extensas del cuerpo
(alteración cualitativa); finalmente, la "actividad" de la que un
cuerpo fuera principio no podría concebirse sino como una
"acción transitiva", es decir, como una "influencia" ejercida
por este cuerpO' sobre los cuerpos que le rodean, influencia
cuya comunicación es posible gracias al contacto espacial y a
la pasividad que este contacto supone. Un ser que escapase de
un modo cualquiera a estas condiciones corporales no sería un
"cuerpo" .
Ahora bien: mi conciencia manifiesta, en su actividad cog-
noscitiva, un modo de ser absolutamente irreductible a las
condiciones de la corporeidad. Ya en la percepci('m scnsibk.
que indudablemente es un acto consciente, el sujeto cognos-
cente acusa su superioridad sobre la materia: un acto entera-
mente sometido a la dispersión espacial no s~ría capaz de
Estructura de la conciencia 137
poseer ese carácter de autoconocimiento o de lo
que implica unidad recogimiento, inmanencia, En efec-
to, en una realidad corporal la tendencia del
hacia el objeto no podría concebirse más que C011:lO
local y como una acción haciendo totalmente impo-
sibles la inmanencia y la conciencia; además, la exterioridad
espacio-temporal o dispersión de los elementos constitutivos del
cuerpo es incompatible con la unidad y la "concentración" que
caracterizan la inmanertcia del acto del conocer, La percep-
ción aparece, pues, como un acto que, al mismo tiempo que
está vinculado a un mundO' corporal, trasciende 10 corporal en
cierto modo; en cierto modo es "incorporal", "inmaterial" o
"espiritual" ,
El carácter "consciente" de mIS percepciones me permite
en todas ellas oponer el objeto percibido al acto perceptor,
el dato a la a:prehensión: yo "veo" una "luz"; yo "oigo" un
"ruido"; yo "gusto" un "sabor"; yo "encuentro" una "re-
sistencia"; yO' "siento" un "pinchazo", una "quemadura", el
"frío", Claro es que el problema de la naturaleza de esta dis-
tinción no queda resuelto con esto, Sin embargo, tengo con-
ciencia de que toda percepción implica para mí una doble "ex-
(J eriencia " :
- Una experiencia "objetiva", es decir, la experiencia de
un "objeto", de un "término" que define, especifica y men-
sura mi acto, la "presencia" percibida de un objeto, "fenó-
meno" o "aparecer" que modifica mi conciencia; de un "he-
cho" que se impone y que es "recibido" por el órgano senso-
rial, a veces llegando hasta provocar un dolor o incluso h~sta
destruir el instrumento de percepción (ceguera, ensordecimien-
to, etc.),
- Una e~perienda subjetiva, una experiencia vivida, "con-
138 Epistemología analítica

ciencia" de un acto del yo que capta, aprehende, posee, asimila


este dato 34.
Más adelante veremos cómo esta doble experiencia de lo
real, implicada en la percepción sensorial, asegura al conoci-
miento humano su valor esencial. Los procesos ulteriores de la
actividad cognoscitiva no hacen otra cdsa más que explotar 10
que en la percepción hemos adquirido.
La percepción sensorial es el punto de part-ida cronológico
de un conocimiento completo; de un modo más general dire-
mos que es esta percepción sensible la que determina el primer
paso de la conciencia. Y es a la tradición aristotélica a la que
corresponde el mérito de haber puesto de relieve este hecho tan
característico de la conciencia humana: "omnis cognitio nostra
a sensu incipit" 35.
Podemos resumir los resultados de nuestro estudio con estas
palabras: el dato corporal está constituido por el conjunto de
los objetos de mis percepciones sensibles actuales; en la apre-
hensión de este dato los órganos de la vista y del tacto juegan
un papel preponderante: entre otras cosas nos permiten dis-
cerl11r mi propio cuerpo del conjunto de los cuerpos circun-
dantes contiguos o distantes.
3. El dato representado o las imágenes.-Cuando una per-
cepción sensible desaparece, cuando cierro los ojos, por ejem-
plo, los objetos de esta percepción no desaparecen del todo
para mí. Conservo la "memoria", el "recuerdo", la "imagen",
la "representación". Mi conciencia está poblada de una multi·
tud innumerable de imágenes, residuos de mis percepciones an-

34 Sobre las nociones de "presencia" y de "contacto vivido", véase


L NOEL, Le réalisme immédiat, págs. 197 a 223.
35 La fórmula tradicional "nihil est in intellectlt quod non prius fuerit
in sensu" es tamhién susceptihle de una interpretación satisfactoria, como
pronto 10 veremos.
Estructura de la connenna 139
teriores. En diversos de claridad o de actualidad
,están presentes en mí y puedo, hasta cierto punto, por
medio de un esfuerzo de la atención, acentuar esta pre-
situando tal imagen o tal otra en el primer plano de
mI conciencia.
Los caracteres más salientes de estas imágenes, si las com-
paramos con el dato que representan, son los siguientes:
- La imágenes son un elemento real de mi conciencia; se
me presentan como un residuo misterioso de los objetos de
percepción o del dato corporal anteriormente percibido; son, en
óerto modo, sus representantes o sustitutos; quedan en ml COTI-
,ciencia cuando el dato sensible ha desaparecido.
- Las imágenes son corporales en el sentido de que re-
presentan al dato corporal con sus caracteres espacio-tempo-
Tales.
- La conservación de las imágenes es independiente del fun-
cionamiento de los órganos sensoriales de donde provienen: por
-ejemplo, las imágenes visuales persisten cuando cierro los ojos
y aun si pierdo la vista.
- Finalmente, sobre todo las imágenes, tienen una re-
ferencia esencial al dato: cuando con los ojos cerrados evoco
la imagen de mi "escritorio", lo que me "represento" no es
:un "doble", una "copia", una "reducción" al formato de mI
cerebro; es el escritorio mismo 10 que me represento, tal
como lo veo cuando abro los ojos. En otras palabras, la ima-
gen se presenta no tanto como un "objeto" conocido cuanto
como un "medio" misterioso de suscitar el objeto en mi
conciencia, sin recurrir a una percepción de los sentidos ex-
ternos.
Las imágenes ponen de manifiesto un segundo elemento
de la actividad subjetiva: la imaginacwn. Con estas pala-
bras designamos aquí, ya el acto de conocer determinado
JetO Epistemología analítica

por la de una en la
de conocer con la de imágenes 36. La mIsma

imaginativa toma el nombre de "memoria" sensible o ima-


ginativa, en tanto que la tomamos como 11n poder de con-
servar y de suscitar nuevamente en la conciencia las imá-
genes anteriormente adquiridas. Pero la actividad de la imagi-
nación no se limita a esto: ye: tengo conciencia de poder, con
la ayuda de las imágenes adquiridas, construir objetos nuevos
por medio de la asociación de imágenes; puedo, por ejem-
plo, representarme un "caballo alado", un "hombre que vue-
la", una "montaña de oro"; puedo incluso construir toda
una vida, individual o social, crear una tragedia, una epo-
peya, una novela. Estas "obras de imaginación" o productos
de la imaginación "fabuladora", en tanto que van más allá
de las imágenes obtenidas a partir de las percepciones sen-
sibles, no tienen ya evidentemente una significación "repre-
sentativa" como la de las imágenes "adquiridas"; estos pro-
ductos espontáneos de la imaginación no se presentan a
mi conciencia como "'medios de conocer" un objeto ausente;
ellos mismos son objetos o términos de conocimiento, ob-
jetos imaginarios desde luego, frutos de una construcción cons-
ciente del sujeto, y su "modo de realidad" es propio de tal
construcción 37.
Corresponde a la psicología descriptiva el exponer las pro-
piedades de la imaginación y las leyes que manifiesta este ele-
mento de la actividad subjetiva en la producción, la conser-

36 No se trata ahora de la entidad metafísica a la que los antiguos


llamaban virtus imaginativa o virtus phantastica, sino simplemente de la
"capacidad" de conocer por medio de imágenes, tal y corno esta capacidad
se revela a la conciencia en sus actos.
37 Es a la crítica a quien corresponde definir este modo de rea-
l¡dad.
Estructura de la conczenC1a

la """,H'üU'VH y la asociación de imágenes. El detalle


a nuestro fin. sin em-
lo mucho que el de la imaginación, en
la función fabuladora que le caracteriza, es capaz de
pero también de complicar e incluso enredar la actividad de la
conClenCI3 .
¿ Se puede fácilmente discemir una de un dato de

Es sabido que la moderna crítica del conocimiento ha ex-


demasiado ciertas situaciones en las cuales el sujeto
cognoscente es incapaz de un control efectivo de sus actos, para
convertir el discernimiento entre el mundo de las imágenes y
el mundo de la percepción en uno de los problemas más es-
pinosos de la filosofía. De hecho, ciertos estados de conciencia
son singularmente oscuros: turbación provocada por el miedo
o por otras emociones, estados morbosos de exaltación, delirio
o alucinación, semiconciencia durante el sueño, etc. El SU] eto
cognoscente, cuando se encuentra en una de estas situaciones,
es incapaz de discernir y de analizar los elementos constitutivos
de su conciencia actual. d N o tendrán acaso estos hechos el
poder de hacernos sospechar de todos los demás estados de
conciencia? ¿ Cómo saber que en este momento no sueño o no
estoy alucinado?
La respuesta es muy fácil: con un atento examen de rm
conciencia. Si fuera capaz de realizar tal examen en el mo-
mento en que sueño o que sufro una alucinación, me daría
inmediatamente cuenta de lo que pasa, y por ello mismo de-
jaría de soñar o de estar alucinado.· Pero estos estados psi-
cológicos se caracterizan precisamente como estados de con-
ciencia turbia o disminuida, hasta el punto de que es impo-
142 Epistemología analítica'
sible en ellos el hacer una reflexión atenta 38. Por el contrario,
en estos momentos me siento perfectamente capaz de exa-
minar lo que pasa en de controlar el ejercicio de mis sen-
tidos y discernir entre mis percepciones y mis i1!laginaciones:
brevemente, tengo la conciencia de no soñar y de no estar
alucinado.
Este modo de abordar estos tan frecuentes en
la crítica moderna lleva consigo evidentemente un vicio de
método fundamental. En virtud de las exigencias de la duda
metódica, y con el fin de asegurar el máximo de garantías
en su investigación, debe el filósofo tomar como punto de
apoyo el análisis atento, sereno y reflexivo de su propia con-
ciencia y adherirse a los elementos claros e indiscutibles que
ella nos presente; deberá dejar de ladO' provisionalmente los es-
tados semiconscientes y de turbación que excluyen precisamen--
te la reflexión y la atención indispensables para un examen
serio; no se ocupará, por tanto, en sus primeros pasos, de la
conciencia del que sueña ni del que está amodorrado o dis-
traído, ni del alucinado; el estudio de estos estados de con-
ciencia no tiene ningún interés en la elaboración de la epis-
temología, que es obra de reflexión y crítica. Es a la psico-
logía positiva, normal o patológica a quien corresponde estu-
diarlos.
Ahora bien: el discernimiento entre el dato corporal y
las imágenes es fácil casi siempre para la conciencia atenta
y reflexiva. Entre el mundo percibido y el mundo imagina-
do hay algo máS' que una diferencia de grado de claridad,
de percepción de los contornos, de coherencia de los elemen-
tos o de otros caracteres análogos: hay una diferencia ra-
dical, perfectamente discernible, en el modo de presencia

38 eL É. GILSON, Réalisme thomiste ... , págs. 197 a 199.


Estructura de ],0 conctencta l43

a la conciencia. Percibir el objeto es poseerlo como


de como contenido actual de mi conciencia; lm~-
el mismo objeto es suscitar misterio-
samente su imagen en el campo objetivo de mi conciencia,
sabiendo perfectamente que el obj eto "representado" no está
"presente": en el estado de conciencia despierta no vemos
dificultad en discernir entre un amigo a per-
cibimos y la imagen de este mismo amigo ausente, los ca-
lambres percibidos en el estómago y el recuerdo de los que
sentí el día anterior, la comida que se me sirve en este mo-
mento y la que me represento en mi imaginación. En suma,
el acto de la percepción es un acto psicológico real que se
termina en un contenido de conciencia también real, mien-
tras que en el caso de la imagen tengo la conciencia de un
act.o psicológico real de imaginar, pero sin un contenidoob-
jetivo actualmente presente, dándome cuenta muy bien de
que la imagen es el "sustituto" de un objeto ausente, el
"resto" o la "huella" de las percepciones anteriores en mi
;'conciencia" 39.
El discernimiento del dato corporal y de la imagen, de la
"presencia real" y la "representación" está vinculado, por otra
parte, al ejercicio de los órganos sensoriales. Cuando un
corporal se me presenta sin que el correspondiente ór-
gano sensorial sea excitado, evidentemente es que se trata de
un objeto "representado" por la imaginación. Por el contra-
siempre que la presencia de un objeto en mi conciencia
esté condicionada por el ejercicio de un órgano sensorial de-
terminado, tal como el ojo o el oído, se trata de una percep-
ción actual. Ahora bien: en la mayor parte de los casos es

.9 Cf. Problemes' épistémologiqu'Js fondamentaux, págs. 488-490.


144

bastante fácil el darnos cuenta de que tal


ciona o no funciona.
N otemos también que los estados anormales de
que enumerábamos hace poco, pueden ser controlados
riormente.' cuando el sujeto vuelve al estado de conciencia nor-
mal puede él mismo realizar este control, y para ello dispone
ele una multitud de criterios. el caso más cornen-
te: el del sueño. He aquí un niño que duerme. Se cree en
estos momentos estar a la orilla de un riachuelo y que un
huracán irresistible le echa al agua. Si tuviera la conciencia
10 suficientemente despierta para realizar una reflexión, aun-
que somera, sobre las condiciones de su conciencia actual, cons-
tataría fácilmente que sus ojos están cerrados, que el viento
no s.opla y que está echado en su cama, etc. Pero, si hiciera
esto, habría dejado de dormir y soñar para volver al estado
de conciencia normal. Ahora bien, esto es precisamente 10 que
va a ocurrIr; en el momento en que el niño está a punto de
caer al agua, la angustia que siente le arranca del sueño y
se encuentra en su cama. Inmediatamente el discernimiento'
entre el dato y las imágenes se realiza: "si hubiese caído en
el agua, estaría mojado, me hubiera ahogado y no estaría en
la cama. Sin embargo, d110 habré sido sacado del agua por
una mano caritativa y puesto después en mi cama? No, por-
que es precisamente cuando estaba cayendo en el agua, in-
cluso antes de tocar el líquido, cuando me he encontrado
en la cama. Además, mis padres, que velan sobre mí, me
aseguran que yo no he dejado ni mi cama, ni mi habi-
tación, que 110 he abierto los ojos, que el viento no ha soplado".
Ya tiene su convicción: ha soñado. Es decir, que toda esta
"visión" era imaginaria; era un producto de la asociación de
imágenes.
La trascendencia de la conciencia respecto a las realida-
Estructura de la conciencia 145
des puramente corporales, que ya estaba patente en el
de las percepciones, se manifiesta todavía mejor en el plano
de la imaginación. Ésta no es solamente una actividad cons-
ciente (como la percepción), sino que, además, el discernimiento
que opera entre el "dato" y las "imágenes" pone de manifiesto
que una actividad irreductible a la de los cuerpos como tales;
es esto lo que revela el conocimiento de lo ausente, de 10 pasado
y de 10 futuro como tales.
Conozco 10 ausente como ausente, es decir, precisamente
como espacialmente inaccesible: puedo pensar en el Papa Pío XII
en la ciudad de Roma; estos objetos son, sin duda, "repre-
sentados" o "vueltos a presentar" en mí por medio de las imá-
genes; pero si todo se redujera a esto, yo los reconocería
como presentes (esto es lo que puede ocurrir en el estado de
sueño o en otros análogos: distracción acentuada, sueño, alu-
cinación); pero el conocerlos. como no presentes, como ausentes,
comprender lo que significa esta negación de una presencia
espacial, esto revela un poder de conocimiento superior a las
condiciones espaciales.
Análogas consideraciones podríamos hacer sobre el cono-
cimiento que tengo del pasado como pasado (la vida de Platón)
y del futuro como futuro (el año 2000 de nuestra era): las
imágenes corporales pueden ayudarme a que me "represente",
a que me "vuelva a presentar" los sucesos pasados o futuros;
no serian, s,in embargo, capaces de explicar el que yo conozca
estos sucesos como no presentes.
4. El dato abstracto o los conceptos.-Los elementos del
polo objetivo que hemos descrito hasta aquí se caracterizan
por las condiciones espacio-temporales o corporales que las
afectan: la sensación y la imaginación tienen por término
un objeto corporal. Sin embargo, ya en el nivel de estos
actos el dato está "asimilado" en cierta medida por el
EPISTEMOLOGÍA - ID
146 E fJiste¡nolo{;ía analítica
--------------------------------------~

puesto que estos actos son el obj eto


y todavía más su imagen, son "vida" en mí. En la
percepción, la posesión del obj eto es todavía y
caria, por estar condicionada por su "presencia" en el campo
de acción de mis órganos sensoriales. En la imaginación la
posesión del objeto es más, íntirna ya, y más estable, puesto
que conservo las imágenes en la inmanencia del yo cons-·
ciente y ej erzo un cierto dominio sobre ellas: puedo -en
cierta medida evocarlos en mi conciencia actual, combinarlos
entre sí y transformarlos a mi gusto. El término de este
proceso de as.imilación es lo que se consigue por la "abstrac-
ción", en la "idea" o el "concepto": el dato ilquí se tras-
pone plenamente al plano de la inmanencia del yo consciente;
el dato se hace aquí plenamente mI vida; y puesto que
yo en cierto modo soy "espíritu", el dato se hace "espíri-
tu" en mí 40.
En un sentido muy general, abstracto significa separado,
aislado (abstractun't, puesto aparte): en este sentido el obj eto
de una percepción sensorial es también abstracto, puesto que
el "color", por ejemplo, es un obj eto "aislado" de otros
objetos que constituyen con él un cuerpo y son una misma
"cosa": el color de este terrón de azúcar está aislado por
la visión de su peso, de su resistencia, de su rugosidad, de
su sabor; incluso en el interior de un mismo dominio sensi-
ble, la atención del sujeto puede fijarse sobre un detalle más
que sobre otro, ocuparse, por ejemplo de la forma más
bien que del color. En un sentido menos amplio y más co-
rriente, abstracto significa separado, aislado de lo corporal, es

40 El término "espíritu" lo empleamos aquí en un sentido !Jsicoló-


gico: mí conciencia presenta ciertos caracteres que trascienden a los
los "cuerpos", realidades puramente materiales.
Estruclura de la conciencia 147
decir, ele lo espacio-temporal, libre de las condiciones corpo-
y de et ¿ Existen en mi con~
CIenCIa "contenidos" que sean abstractos en este sentido

Algunas escuelas filosóficas han discutido la existencia en


nosotros de representaciones abstractas y no han querido ver
en: las ideas más que "imágenes esquemáticas". Es la tesis
profesada principalmente en los medios materialistas y posi-
tivistas del siglo XIX. La idea de hombre, por ejemplo, sería
una imagen lo suficientemente vaga, turbia, imprecisa y em-
pobrecida para que pueda representar cualquier hombre, ya:
sea grande, ya pequeño, grueso o flaco, blanco o negro, y
::1.5í sucesivamente. La idea de triángulo vendría a ser una vaga
representación, un dibujo lo bastante impreciso para no ser ni
rectángulo ni isósceles, ni grande ni pequeño, ni colorado ni
azul. Pero, en realidad, el concepto nada tiene que ver con la
imagen esquemática, si no es en que, en cierto modo, viene
a ser, 10 mismo que ella, el medio de "representarme" un dato
de experiencia.
Para comprender exactamente lo que es un concepto y en
qué difiere de la imagen, comencemos por definir el concepto
fundamental que ordena la vida del espíritu y después las dos
grandes categorías de conceptos que derivan de él.
a) Concepto del ser o de realidad.-Sabemos ya que el
ser es el primurrt notum: la realidad es el objeto primero de
toda experiencia, de la primerísima evidencia y de la pri.·
merísima afirmación: "alguna cosa existe". Ahora bien: est:az
afirmación implica la presencia de un concepto, como vamos;
a verlo. Supongamos una experiencia cualquiera de 10 real:
la ],resencia de un dato azul; puedo dejar de percibirlo;
S111 que este dato dej e de estarme presente bajo la forma

de una imagen, al menos imagen vaga e imprecisa de un


148

"objeto no por ello de ser una


imagen individual, en un determinado lugar dentro
del campo objetivo de mi conciencia y ocupando una de-
terminada fracción de tiempo que envuelve, todos los conteni-
dos concretos de mi conciencia. Pero he aquí que espontánea-
mente reaccionO' en presencia de este "dato y de esta imagen:
me doy cuenta de que, gracias a este objeto, consigo la ex-
periencia fundamental misma que podría tener en presencia
de cualquier otro: encuentro en él el valor fundamental que
había encontrado anteriormente en todo objeto, y me anun-
óo a mí mismo este descubrimiento formulando el "juicio":
"este-objeto-azul es real", "este objetoe:riste". En el atributo
o predicado de este juicio, el objeto se representa de una forma
nueva (" real", "existe"), que no es ya una representación
individual, situada hic et nunc, puesto que esta misma repre-
sentación podrá servirme para expresar cualquier otro objeto
,de experiencia; el objeto individual y concreto 10 he traspuesto
,en una representación "universaZ", es decir, aplicable a una
serie indefinida de objetos, y "abstracta" de las condiciones
jndividuantes, precisamente para cons.eguir esta universalidad;
en resumen, que he transformado este objeto en "idea" o "con-
cepto" .
b) Los conceptos empíricos.-La realidad que se nos da
en la experiencia (poco importa que sea objetiva o subjetiva)
es "diversa", o sea "diferenciada". Si conociéramos la reali-
dad únicamente como "unidad", nuestro conocimiento sería,
pues, incompleto. En consecuencia, no puedo contentarme con
asimilar el dato trasponiéndolo en el concepto general de ser,
sino que mi esfuerzo conceptivo tenderá a asimilar de un
modo semejante todos los modos de ser que se me dan
en la experiencia (objetiva o vivida). Este esfuerzo da origen
a una multitud de conceptos a los que llamaremos conceptos
Estructura de la conciencia 149

, Todos los elementos de la de


este modo trasponerse en conceptos; esta operación proce-
de siempre esencialmente de aquella otra que ha elaborado
el concepto fundamental de ser y no hace más que precisar
esta primera "abstracción": en el concepto de ser un dato
determinado de experiencia es "concebido" o "representa-
do" como "real", como "ser"; en el concepto empírico este
dato mismo es "concebido" y "representado" como una "de-
terminación", una "limitación" del ser, como un cierto "modo
de ser", una "manera de ser", una "esencia", una "totalidad",
una "naturaleza", una "quidditas". El único elemento "con-
ceptual" que· añade el concepto empírico es la referencia o
relación de tal dato de experiencia al concepto fundamental
de ser; así, el concepto "azul" no significa otra cosa, al me-
nos de un modo inmediato, que "realidad, modo de ser espe-
cificado por el objeto de una determinada intuición sensi-
ble"; construir el concepto "azul" es "representarse" un dato
"azul" como modo de ser de un valor universal, es reco-
nocer que la existencia de un obj eto azul es la experiencia
de un modo de ser participable por una serie indefinida de
objetos concretos, entre los que este objeto azul es un caso
particular.
Existe una enorme variedad de conceptos empíricos. In-
diquemos sumariamente los grupO's principales. en que po-
demos clasificarlos. Unos se forman a partir de la expe-
riencia objetiva o sensible (por ejemplo, los conceptos de
"cuerpo", de "círculo", de "rojo"); otros son sacados de la
'experiencia vivida (por ejemplo, los conceptos de , ele
"tendencia", de "deseo", de "hambre", de "angustia"). Unos
son simples, si se les obtiene por la asimilación de un obje-
to simple (por ejemplo, los conceptos de "encarnado", de
"pinchazo", de "frío"); otros son complejos, si resultan de
50 Epistemología analítica
--------------------------------~--
1a asimilación de un con-
"es-
(:oba", "triángulo"): un grupo ele se me
como un todo caracterizado, que tiene un8c cierta
desapareciendo y reapareciendo como un todo en el campo de
mi conciencia, y le reconozco por esto una cierta unidad y
10 trato como un cierto "modo de ser", una cierta "esencia",
una "cosa", a la que designo con una palabra y que me "re-
-presento" por medio de un concepto. Finalmente, ciertos con-
ceptos empíricos representan un objeto considerado aisladamen-
te ("azul", "triángulo", "gato"), mientras que otros represen-
tan una relación empírica entre varios objetos (por ejemplo, los
conceptos "distante", "más grande que", "sucesivo", "seme-
jante").
Pero, en fin de cuentas, los conceptos emplncos son siem-
pre de la misma naturaleza: son el fruto de la asimilación de
un dato de experiencia en el concepto fundamental de ser, con-
siderando el dato como un "modo de ser".
c) Los conceptos construido s.-Una vez que el sujeto esta
ya en posesión de los conceptos directamente formados a
partir de la experiencia, este mismo sujeto cognoscente per-
cibe una multitud de relaciones entre ellos y prosigue su
esfuerzo conceptualizante por medio de un trabajo de asocia-
ción de conceptos, análogo al proceso asociativo de la ima-
ginación en el plano de las representaciones concretas. Esta
combinación de conceptos ode ideas nos conduce a otras
ideas cada vez más complejas, a otras construcciones con-
ceptuales cada vez más extensas. ¿ De qué modo se realiza
este proceso? Un ejemplo va a mostrárnoslo. Hace un mo-
mento hablábamos de la idea de "triángulo" como ejemplo
de idea compleja obtenida por medio de la asimilación di-
recta de un objeto complejo: la percepción de la fachada
Fstructura de la conciencia 51
de un edificio suscitamos directamente
idea del es decir de un ((modo de ser" caracte-
rizado por la forma geométrica de esta fachada, Pero si yo
por otro lado las ideas simples de cuerpo, superficie,
recta y punto (todas de origen empírico), podré "com-
truir", combinando estas ideas simples, la idea de triángulo,
~s la idea de una "superficie plana limitada por tres
rectas que se cortan en tres puntos"; esta idea no será di-
l'erente de la primera, pero será más clara y más explícita,
manifestará mejor la "manera de ser" o la "esencia" del
triángulo, reduciéndolo expresamente a sus elementos cons-
titutivos. Toda idea compleja, primitivamente abstraída de un
objeto complejo, podrá ser reducida a una idea construida que
obtendremos por la combinación de otras ideas simples, en
la medida en que el objeto complejo se preste a un análisis
de sus elementos constitutivos: la razón es que estos objetos
complejos se prestan a ser expresados por medio de ideas
3imples con las que podremos luego intentar la reconstrucción
wnceptual.
En este trabajo de construcción conceptual el sujeto no
está orientado solamente por la naturaleza de los objetos que
se le dan: hay algo de arbitrario en la elección de los elemen-
tos combinados, porque la "definición" de una cosa puede ha-
cerse desde diferentes puntos de vista, sobre todo cuando se
trata de un objeto artificial; el sujeto puede, según su centro
de interés, poner de relieve tales características de las cosas
mejor que tales otras.
De este somero análisis de la actividad conceptiva del co-
nocimiento se desprenden fácilmente los principales caracteres
del concepto o idea:
- La idea es un elemento real de mi conciencia; es la re-
presentación real de un "cierto aspecto", de UI1 cierto "va-
152 Epistemología analítica
--------------------~

lor" descubierto en el dato de experiencia y que se me apa-


rece como "aislable" de lo individual, lo 10 con-
creto.
-- La idea es un contenido de conciencia irreductible al
dato corporal del que es expresión y 'a la 'imagen sobre la que
se apoya, puesto que la idea es una r,epresentación universal,
Todo dato de experiencia es distinto de todo otro
dato y situado entre los otros datos a los que se opone. Toda
imagen representa un cierto dato particular, distinto y situado
en el tiempo y el espacio; por más vaga e imprecisa que sea
una imagen, siempre es posible imaginar otras idénticas, ex-
teriores a la primera y opuestas a ella en el tiempo o el espacio;
la imagen podrá simplificarse y esquematizarse, no hará con
ello otra cosa más que empobrecerse sin llegar jamás a ser
algo distinto de una representación particular. El concepto, por
el contrario, es una representación universal capaz de signi-
ficar una infinidad de objetos; sin que sea multiplicable en
sí misma, es, 110 obstante, particiPable por una serie indefinida
de objetos.
El carácter universal de nuestras ideas es un elemento irre-
cusable de la conciencia humana tal y como se ofrece a nuestro
análisis. En efecto, es evidente que la idea de "encarnado"
o la de "triángulo" se me presenta, no solamente como la re-
presentación de tal obj eto particular, sino también como la ex-
presión o trasposición en mí de cualquier obj eto encarnado o
triangular que ha sido, es, será o podrá ser un objeto presente
en el campo de mi conciencia.
¿ De dónde me viene esa evidencia? ¿ Qué es ]0 que me
revela esta capacidad que tiene la idea de representar una
multitud de objetos particulares? La simple experiencia de
una pluralidad de objetos "encarnados" o "triangulares" no
me bastaría: esta experiencia me permite, sin duda, descu-
Estructura de la COnC1enC¡a 153

brir una sem,ejanza real entre estos encarnados o


; todos ellos de esta "manera ser"
a la que llamo "encarnada" o "triangular", y que
en mí por medio de los conceptos de "encarnado" o de "trián-
gula"; pero, para descubrir el carácter universal de estos
conceptos en sí mismos, debo atender a la naturaleza
del concepto. Por otra parte, tampoco consideración del
concepto en su misma naturaleza sería suficiente para que
se me revelara su universalidad: el examen del contenido
del concepto de "encarnado" o de "triángulo" no me
que el "encarnado" o el "triángulo" sean algo más, que ob-
jetos "únicos" y no reproductibles; el examen de los con-
ceptos aislados en sí mismos nada me dice sobre la
dad de qne existan varios objetos "encarnados" o "trian-
gulares" .
El carácter universal de nuestras ideas se manifiesta cuan-
do las relacz:onamos con la idea y la experiencia espacio-temporal.
La percepción del espacio y el tiempo me sugiere la idea de
la multiplicidad puramente numérica, porque la esencial di-
visibilidad del espacio y del tiempo revela la posibilidad de
una repetición, esto es, de una reproducción indefinida del
mismo objeto en sitios distintos o en momentos, diferentes;
por lo demás, una multitud de experiencias realizan esta po-
sibilidad, pues yo percibo toda suerte de "series de unida-
des" (una avenida de álamos, un rebaño de corderos, una
hilera de vag-ones, una caja de cerillas, etc.); total, que todo
objeto percibido se me aparece como distinto de cualquier
otro, o sea 'individual, pero al mismo tiempo como reproduc~
tibie en otros ejemplares numéricamente distintos 41. La

41 N o tratamos ahora de examinar si la "multiplicidad puramente nu-


mérica" se realiza en el plano de las "sustancias" y en qué medida:
154
por el contrario, aparece como esencialmente una, pero con
una unidad comunicable a vanos individuos; apa-
rece como la representación la , es decir, la ex-
presión constante o invariable de una sene de ca-
sos particulares; o también, como la "tendencia evocadora"
de una serie indefinida de obj etos c!;lncretos que representa
en cierta manera: la idea es un una
sintética.
De este modo se manifiesta una primera función de la
idea: la de en la inmanencia de la una
multitud indefinida de datos particulares. Esta función per-
tenece eminentemente al concepto fundamental de ser, puesto
que él sintetiza todas las experiencias posibles: no es que im-
ponga a priori una unidad a un dato que sería "puramente
diverso", sino que reconoce la unidad fundamental que revela
el dato, a pesar de su diversidad. En una interpretación
ontológica del conocimiento podríamos preguntarnos si la
unidad que posee el dato en cuanto ser no le viene de una
actividad inconsciente del sujeto que imponga a una
"forma" unificadora a lo "diverso"; pero en la descripción
de los datos conscientes es imposible el plantearse esta cues-
tión 42,

esto es ya un problema propio de la metafísica, que sería a todas luces


prematuro abordarlo en este'" momento y que presenta por su parte cues-
tiones muy espinosas, como, por ej empIo, la de la individuación de las
realidades corporales.
42 Sobre el carácter universal de estos conceptos, d. J. DE VRIES,
eTílica, págs. 29 a 3.3. Por otro lado, cree el P. DE VRIES poder hablar
de conceptos singulares" (págs. 42-43). Nuestra opinión es que el Po DE
VRIES ha llegado a esto como consecuencia de Ulla :yuxtaposición inacep-
table de la intelección y de la percepción: si nosotros podernos j uzga_r
de los obj etos concretos y singulares, no es gracias a "conceptos singu-
lares", sino porque el acto de la percepción es ya un acto propiamente
Estructura de la conciencia
---------_._------~------------- -----

La idea es de
ClOnes concretas características de todo
Este nuevo carácter esencial de la idea 'llene
su mismo carácter que acabamos de
analizar: si la idea fuera un contenido de conciencia con-
creto, determinado hic et mmc, no podría ser es
en una sene indefinida de objetos. La
consiste en aprehender en un dato
el valor de "ser" o de "realidad", sea un
de este un "modo de ser", una
"esencia"; en otras palabras, abstraer con-
siste en "aislar" en esta realidad presente a la ya
el valor fundamental (idea de ser), ya una forma particular
·Je este valor (idea La abstracción sensible) o abs-
tracción propiamente dicha, aisla un elenlento corporal de
los otros elementos corporales: es un empobrecimiento del dato;
la abstracción propiamente dicha también aísla, sin duda, una
determinación del contexto espacio-temporal en que se mani-
fiesta, pero no es sino para trasponerla desde el dominio de
los hechos particulares y fugaces, hasta el plano más íntimo
de la conciencia, confiriéndole así un modo de existencia in-

humano y no una simple sensación tal como podríamos suponerla en el


animal (cL págs. 136-.37).
Sobre la naturaleza y el papel de los conceptos, d. también L. NOEL,
Le réalisme immMiat. págs. 17 a 19, 181, 292.
43 Con el fin de e vitar todo equívoco, conviene recordar que aquí
hablamos exclusivamente de los datos inmediatos de la conciencia: la
"operación abstractiva" debe, pues, entenderse únicamente en cuanto que
esta operación es consciente, 'Esta significación puramente psicológica 110
fue desconocida de los escolásticos (austrahere est seiJaratim considerare);
esta es la única que reconoce A. LALANDE en su V ocabulaire: "Abstrac-
ción, acción del espíritu que considera aparte un elemento de una repre-
sentación ... "
156 Epistemología analítica

estable y así, pues, principalmente es una


revalorización del dato y un enriquecimiento del acto de co-
nocer. Convirtiéndose en idea", adquiriendo una existencia
l(

"ideal", todo elemento de la experiencia adquiere un modo de


ser superior.
Subrayemos bien lo que significa el hecho de la abstrac-
ción tan característico de nuestro conocimiento humano. Por
el lado de la exp'eriencia, implica que el dato posee en reali-
dad los valores que el sujeto descubre en él: las "ideas"
(de múltiples modalidades del ser) están encarnadas en la
materia. Por el lado ele1 suJeto mismo, el hecho de la abstrac-
ción revela un "poder" ele aprehender el valor de ser, una "ca-
pacidad" de descubrir el ser y los modos de ser ocultos en el
mundo espacio-temporal o en el mundo de la experiencia vivida.
N otemos que incluso los conceptos que representan objetos
espacio-temporales son abstractos, es decir, desvinculados de un
espacio y de un tiempo determinados. El concepto empírico
de "gato", por ejemplo, representa a mi gato como un modo
de ser corporal; 10 representa necesariamente como debiendo
estar, en virtud de su "naturaleza", en un lugar preciso del
espacio y en un momento preciso del tiempo, pero en un lugar
y en un momento que, desde el punto de vista del concepto,
no importa cuál sea.
- Toda idea es, directa o indirectamente, la expresión de
una experiencia, objetiva ° vivida. A Platón corresponde el
mérito de haber revalorizado los caracteres propios de nues-
tras ideas y su trascendencia respecto a la percepción sensi-
ble, pero dedujo de esto una independencia total de las ideas
con respecto a la experiencia: las "Ideas" tienen para él una
subsistencia propia, constituyen un mundo incorporal de enti-
dades inteligibles; esta concepción la volvemos a encontrar,
Bstructura de la connencza 57
con diversas modalidades, en toda la tradición
otro el nominalismo desconoce la verdadera naturaleza
de los conceptos reduciéndolos a meros símbolos, es
"signos", "etiquetas", simples representaciones de una deter-
minada categoría de objetos; no ve en los conceptos más
que palabras universales, palabras ligadas por asociación a
una serie indefinida de .ímágenes semej antes y evocadoras de
esta serie de imágenes; total, que pierde de vista el sentido
de las palabras. Los idealistas modernos, baj o la inspiración
de Kant, que distinguía los conceptos empíricos de los con-
ceptos. a priori, convierten la actividad conceptiva en una
actividad espontánea "a priori", independiente de la expe-
riencia. Pero todas estas teorías son incompatibles con los
datos auténticos de la conciencia, y es precisamente la tra-
dición aristotélica quien tiene el mérito de haber reconocido
el origen emPírico de todos nuestros conceptos. Dentro de mi
conciencia no hay ni una sola idea que no sea, inmediata o
mediatamente, expresión de una experiencia. El sujeto cog-
noscente no "pone" nada que previamente no se le haya im-
puesto; nada "produce" sin la ayuda de un dato; no tengo
ninguna idea "innata", todas son "adquiridas" gracias a la ex-
periencia.
Ahora vemos el sentido preciso que se debe dar al prin-
cipio escolástico: "nihil est in intellectu quod non Prius fue-
rit in sensu". La conciencia humana comienza en el plano de
la experiencia sensible. La experiencia vivida o subjetiva depende
psicológicamente de la experiencia sensible, puesto que la con-
ciencia de sí no se realiza más que con ocasión del conocimiento
de un objeto; además, la experiencia vivida es. también ella, pri-
mordialmente, la experiencia de una actividad orgánica constitui-
da a base de percepciones y de emociones; mi actividad jamás es
puramente espiritual. Por 10 demás, todos mis conceptos sin ex-
158 Epistemología anaZíticlY
--------------------------------~----

es decir, todas m15 representaciones


'menen de la concreta. El único
puede hacer a la fórmula tradicional es el de haber
en la sombra la experiencia vivida empleand~ el término "sen-
sus", que no parece ser capaz de abarcar toda la experiencia
concreta 44.
La idea, como expresión de una experiencia, se
esencíaltnente a la al dato percibido o vivido que
representa y valoriza. Sea el que fuere el esfuerzo de abs-
tracción por aislar la idea (ia "blancura", la "sonoridad", la
"irritabilidad", la "existencia"), toda consistencia y toda sig-
nificación de la idea desaparece si se pretende conocerla inde-
pendientemente del dato del que procede o de la imagen con-
creta que prolonga la experiencia. La razón es que la idea
es esencialmente incompleta, es "búsquecb" de su objeto;

44 No será del todo inútil que recordemos hasta qué punto las crí-
ticas que Descartes, Leibniz u otros modernos dirigieron a los escolás-
ticos a propósito de la fórmula "nihil est in intellectu quod non prius fuerit
in sensu", revelan una ignorancia profunda del pensamiento aristotélic0.
Si por la palabra "abstraer" entendiéramos un modo grosero de "extraer",
sería verdad el que ningún concepto se puede abstraer de lo sensible.
Pero jamás un aristotélico supuso que las ideas "salieran" ya hechas de
la experiencia sensible, puesto que el aristotelismo proclama la trascen-
dencia de la inteligencia con respecto a los sentidos y ve en el entendi-
miento agente el principio activo e inmaterial de las ideas. Tampoco los
escolásticos tenían ninguna necesidad de explicar que al menos la inteli-
gencia misma no "sale" del sentido, ni que las ideas del alma y de
Dios no "pasan" previamente por los sentidos: nadie en el medioevo
pudo imaginar semej antes enormidades. Estas cosas eran tan elementales
para los escolásticos, que por suponerlas no temieron el emplear ciertas
metáforas audaces cuando expresaban la relación entre el obj eto sensible
y la especificación de las ideas. Tal vez sea esto lo que excuse las inter-
pretaciones pueriles de ciertos filósofos modernos. eL É. GILSON, Réalisme
thomiste ... , págs. 200 a 203.
E:;tructura de la conciencia 159

por esto la idea posee un dinamismo interno evocador


los individuos múltiples a los que sintetiza 45, Por otro
la idea primitivamente no es objeto de conocimiento, sino acto
¡l¡Qr medio del cual y en el cual el sujeto posee, de un modo
abstracto, el objeto percibido: acto por el cual (medium qua),
puesto que mi idea está naturalmente orientada hacia el ob-
presente a la conciencia y que es el término del cono-
cimiento; acto en el cual in qua), porque este acto
es, en cierto grado, consciente desde el momento en que 10
ejercemos, puesto que es vivido en la conciencia, En la me-
dida en que la conciencia de la idea se hace perfecta, la idea
va ella misma convirtiéndose en objeto (reflejo o indirecto)
de la intelección,
- La idea tiene un contenido estable y preciso. La es-
tabilidad de la idea es una consecuencia de su carácter abs-
tracto: apartada del flujo de la experiencia concreta, la idea
posee un valor independiente de las circunstancias de espacio
y tiempo, También es la abstracción quien asegura a la
idea un contenido preciso, puesto que la abstracción consis-
te en aislar y poner de relieve un aspecto determinado del
dato. Sin embargo, la precisión de la idea no tiene un al-
cance idéntico en todos los casos: para el concepto de ser
y para los conceptos empíricos simples, la prec1slOn va go-
bernada por el objeto; al contrario, para los, conceptos em-
píricos comPlefos y para los conceptos construidos, su COI1-
tenido está en parte determinado, C01110 hemos visto, por
la elección del sujeto cuya atención e interés recaen sucesi-
vamente sohre este o aquel de los múltiples aspectos del dato,
con· el fin de descubrir en ellos, de un modo cada vez más
complejo, la "estructura" o "naturaleza" que posee; la activi·

45 Cf. págs, 153-154.


160 Epistemología analítica

dad conceptiva del está, pues, en perpetua evolución y


se expresa en conceptos cada vez más adecuados, y en cada
etapa este esfuerzo se traduce en un concepto preciso, anali~·
zable en una "definición" 46.
La presencia de los conceptos o representaciones abstrac-
tas en mi conciencia, me revela un', nuevo elemento de la
actividad cognoscitiva, distinto de la percepción y de la ima-
ginación: la intelección, el pensamiento o actividad intelectual.
La capacidad o poder de pensar es 10 que se llama inteli-
genna.
Ordinariamente se caracteriza la intelección, oponiéndo-
la a la sensación, concebida como una actividad puramente
corporal, y se define la intelección por su objeto formal, que
sería el ser, mientras que el objeto de la sensación sería
el fenómeno, el aparecer. Este modo de presentar las cosas
no parece responder a los datos de la conciencia: la sensa-
ción en mí es ya experiencia de realidad, int~tición del ser.
Mi conciencia humana toda entera es la que debe ser defini-
da como capacidad del ser, poder de captar el ser CO<rlO tal,
de reconocer el valor de existencia en cualquier dato de ex-
periencia. La intelección se caracteriza por la naturaleza abs-
tracta de sus contenidos: la inteligencia es la capacidad de
concebir ideas abstractas, la intelección humana es esencial-

46 Por ej emplo: después de observar una "silla", podré definirla


como "una realidad corporal rígida destinada a facilitar la postura de
sentarse un hombre"; esta definición es precisa pero incompleta, porque
no permite discernir la silla de la butaca, del sofá, del banco, etc.; la
experiencia de estos nuevos obj etos me llevará a completar m] primera
noción que era en realidad la noción general de "silla" y mi concepto
enriquecido se traducirá en una nueva definición precisa, más rica que la
primera y que será la verdadera definición de "silla" (aquella que convendrá
a todo lo definido y solamente a lo definido).
Estntctura de la conczenCla

mente una actividad o


sÍón es la de explicitar y sintetizar el conocimiento inicial
de 10 real que se halla bosquejado en el de la expe-
riencia ~7.
La actividad intelectual es ella misma muy compleja: la
intelección propiamente dicha, o sea la concepción intelectual
que acabamos de describir, es el punto de partida de un pro-
ceso extremadamente rico; su papel, que poco a poco iremos
describiendo, es muy capital en el conocimiento.
Al final de este estudio, la actividad conceptiva y su tras-
cendencia respecto a las realidades puramente corporales) co-
mienza a verse claramente. U na actividad puramente orgáni-
ca estaría limitada a 10 concreto) a 10 individual, al hic et
. no podría dar cuenta de mis representaciones universa-
les y abstmctas. Tampoco sería capaz de explicar mi capaci-
dad de concebir objetos incorpóreos, aunque éstos sean mera
hipótesis.
5. La afirmación o Ju.icio.-La tradición aristotélica sub-
braya e! papel de! juicio en el conocimiento humano. El
JUlClO (" afirmación", "dicción interior", "palabra interior",
"verbo mental") se nos aparece como el acabamiento de1
acto de conocer: con el juicio, la asimilación del objeto
por el sujeto y la conciencia llegan a un máximo de intensi~

47 En otras palabras, la intelección humana es una actividad abstrac-


tiva enraizada en una actividad fundamental de carácter intuitivo: la
percepción consciente que comporta a la vez la intuición o experiencia
del no-yo y del yo, aprehende al uno y al otro como reales. En un
espíritu puro, por el contrario, la intelección es necesariamente intuitIva,
por estar llamada a llenar de un modo eminente el doble papel que en
nosotros se reparten la percepción y la concepción, la intuición de lo
concreto y el conocimiento sintético o universal por medio de conceptos
abstractos.

EPISTEMOLOGÍA - 1I
162 Epistemología analítica
-----'

dad; el sujeto "se da cuenta" de esta nueva del


objeto", se dice a sí mismo cuál es la nueva realidad que acaba
de adquirir. Veamos cómo el juicio se manifiesta a nuestra re-
flexión.
Todo juicio aparece como la síntesis de los términos" que
en el juicio expresado (hablado o escrito) son llamados sujeto
y predicado, ¿ Cuál es el papel de estos dos términos? Tome-
mos comO' ej emplo el siguiente juicio: "esto es blanco". EJ
sujeto representa un dato de experiencia si1nple111ente
a la conciencia, mientras que el predicado representa un as-
pecto de este dato ya asimilado por la actividad conceptual. El
juicio tiene, pues, por efecto el señalar la presencia de un
dato (el sujeto.' "estü") y de oponer a este dato el conct¡?to
que lo asimila todavía más (el predicado: "blanco"), y a la vez
el expresar la identidad fundamental del uno y el otro (por la
cópula: "es").
Sin embargo, la identidad del sujeto y el predicado no
podría ser concebida como una identidad completa, absoluta,
Ciertamente se puede formular un juicio de pura .identidad
como "A= A"; pero este juicio no es sino un artiricio del
pensamiento, una pura tautología; el "principio de identidad"
no es un juicio propiamente dicho; todo 10 más servirá para
mostrar el término ideal hacia el que tiende el conocimiento
humano: la identidad del acto conceptivo y del obj eto; pero
manifiesta al mismo tiempo que si este ideal llegara a ser rea-
lidad, este acto complejo que es el juicio dejaría ya ele tener
sentido alguno 48. La síntesis judicativa supone una no-iden-

48 También el aristotelismo ignora el "principio ele identidad": el


"primer principio" para Aristóteles es el principio de no-contradicción.
Sobre el principio de identidad, véase A. MANSION, Su.r la correspondance
Estructura de la conciencia 163
tidad entre el y el concepto que tengo de
inadecuación que el sujeto pretende superar por medio de la
afirmación.
¿ En qué consiste esta inadecuación? Como ya hemos di-
cho, consiste en un grado diferente de asimilación del dato
por la conciencia. Así, en un inmediato, es en
IIn juicio cuyo sujeto designe un dato de experiencia (per-

cibida o vivida), el sujeto expresa la asimilación en el plano


de las percepciones o de las imágenes, mientras que el pre-
dicado expresa la asimilación en el plano de los conceptos:
"este-gato corre", "esta:-pared es blanca". En los juicios me-
diatos o derivados. se manifiesta un progreso análogo de asi-
milación: "la blancura es un color", "un color es una cua-
lidad", "una cualidad es un modo de ser", en estos juicios el
progreso de asimilación ya no consiste en pasar a un grado
superior de inmanencia: es un progreso en el análisis del dato,
en la explicitación de su contenido y de sus relaciones, un
progreso que tiende a "comprender" siempre mejor el dato
situándolo ·con relación a su contexto, y, en definitiva, con re-
lación a 1a unidad suprema del inteligible fundamental que es
el ser.
Si la afirmación es una sintesis, una identificación del pre-
rlicado y del sujeto, es precisamente por realizar el proceso
r

contrario de la ab'stracción, que es un análisis: el juicio


restituye al obj eto aquello que la abstracción había aislado en
él, corrige la imperfección del conocimiento humano redu-
ciendo a la unidad, en cuanto esto es posible, el objeto con-
creto y la actividad conceptiva del suj cto. Es decir, que todo
juicio afirmativo debe ser "analítico" si quiere ser coheren-

du logique et du réel, Revue Néoscolastique de Philosophie, agosto, 1932,


págs. 311 a 314.
164 analítica

te, que si el estuvier8. en el


sujeto ser{a imposible restituirlo al sujeto por un
atribución 49.
El juicio aparece como el término, el acabamiento de
un acto elemental de conocimiento, no siendo los actos ulte-
riores más que combinaciones de juicios. El proceso de un
;acto de conocimiento humano se puede, pues, resumir así: el
sujeto, dominado primero por un objeto concreto cuya pre-
senCIa en el campo de su percepción solicita o provoca su
;atención, se da a sí mismo, baj o la forma ele ideas (o
conceptos), unas representaciones abstractas del objeto,
que su atención se dirija preferentemente hacia uno u otro
elemento de este dato; toda suerte de factores, objetivos o
subjetivos, intervienen para determinar esta orientación de

49 ASÍ, pues, está fuera de lugar el hablar, como hace Kant, de los
"j uidos sintéticos" y más todavía de "j uidos sintéticos a priori", Los
juicios a los que Kant llama "sintéticos a posteriori" proceden también
ellos de un análisis del suj eto, pero el suj eto es aquí una realidad con-
i:reta en vez de ser un concepto abstracto como en los juicios "an;:dí-
ticos" en el sentido kantiano de la palabra: para poder afirmar que
"el gato duerme ", es preciso que hayamos descubierto antes que el
atributo "duerme" está contenido en el sujeto "gato", es decir, qlle
es preciso haber visto dormir al gato. En cuanto a 105 "juicios sinté-
ticos a priori", hay que condenar los precisamente porque pretenden no
tener ningún fundamento en el análisis del suj eto.
Los antiguos estaban mej or inspirados cuando distinguían entre los
juicios "en materia necesaria" y los juicios "en materia contingen-
te"; los que son "per se nota simpliciter" y los que son "per se nota
quoad nos". V éanse en lógica estas clasificaciones, 'Estas distinciones.
no nos dan la solución de los problemas planteados por Kant, pero per-
miten al menos el formularlos de un modo correcto y no enredarnos en
falsos problemas. Para la crítica de los "juicios sintéticos a priori" de
Kant, véase MERCIER, Criteriología, vol. II, págs. 60a 80 de la tra-
ducción española.
Estructura de la conciencia

!a atención consciente; cuando se


na claridad sobre la nueva situación creada en la conciencia,
el pone de relieve el resultado del proceso realizado;
por la afirmación o el realiza una síntesis activa con la
que restituye al obj eto talo cual aspecto valorizado por la idea
30

60 del acto de no
51;¿ errores filosóficos y muchos falsos pro-
hlemas proceden de que se pierde de vista la unidad del acto
ele conocimiento, ya porque se yuxtaponen los elementos, ya
porque se les trata como actos complejos, ya porque se dejan)
en la sombra ciertos aspectos del acto "integra1. Por ejemplo?
el e711,piris111o olvida la actividad conceptual en de
la experiencia; al contrario, en la corriente idealista es la
experiencia la que queda sacrificada por reivindicar la auto-
nomía y la espontaneidad del "pensamiento" con relación
al "dato". Tratemos ahora, al terminar este análisis del acto
de conocimiento, de captar mejor la estructura y la unidad
de este acto. Esta estructura lleva consigo un doble aspectú
general: por un lado, una cierta multiplicidad de elementos
complementarios (percepción, imaginación, concepción, afirma-
ción); por otro lado, lleva un cierto progreso, un cierto
devenir en la realización del acto completo. En el plano de la
percepción es donde el acto participa más de la dispersión
espacio-temporal; en el juicio llega al máximo de unidad"
característica de la inmanencia espiritual. Pero esta uni-
dad no es perfecta jamás, puesto que continúa siendo un31
unidad de composición que se revela en la estructura deE
mlsmo sujeto: dualidad del objeto (dato objetivo, actual (!

50 Sobre la naturaleza del juicio, véase también L. NOEL, Le réalis-


me immédiat, págs. 147 a 158.
166 Epistemología analítica

representado por una imagen) y del suieto (actividad subje-


tiva), es decir, dualidad del término presente en el
acto y del acto . por consiguiente, dualidad de la cien-
cza y de la conciencia; por otra parte, en el .mismo acto
existe la dualidad de la experiencia y de la concepción, es
decir, de la intuición de lo concreto y de la represenfación
abstracta. Mi conciencia no es jamás experiencia" sin
concepción o pensamiento, porque, desde que la experiencia
es consciente, ya se traduce en conceptos; pero tampoco mi
conciencia es jamás "pura concepción" o "pensamiento puro",
porque la idea se refiere es.encialmente a una experiencia a la
que expresa y significa; aislada de toda experiencia, pierde
todo sentido para mí.
Observemos más precisamente aún estas oposiciones dis-
tintas. ¿ Qué es 10 que en el fondo las explica todas? El que
mt conocimiento sea esencialmente asimilador. N o tratamos aquí
de las condiciones ontológicas profundas del conocimiento;
ya hemos dicho que no es cos.a: que deba ser estudiada en
epistemología. Hablamos del conocimiento tal como se revela
inmediatamente a sí mismo en la conciencia. En este plano, el
conocimiento es un acto dominado por el ob/eto, una actividad
especificada por '"!na receptividad, incluso por una pasividad,
y una conciencia espiritual abierta sobre un mundo corporal,
gracias a los órganos corporales 51. Sin este carácter asimila-
dor, mi conocimiento sería simplemente conciencia de mí mis-
mo, acto perfectamente inmanente, experiencia pura e idea
pura a la vez, puesto que esta experiencia se identificaría con
la conciencia de mi acto espiritual; mientras que en mi con-
dición actual mi experiencia vivida o mi conciencia es siempre

51 N o olvidemos que las relaciones ontológicas con el yo no están


todavía elucidadas.
Estructura de la connencw 167
la conciencia de una actividad a la vez orgánica y tmscendente
la materiao
En consecuencia, mi acto cognoscitivo completo debe ser
descrito en estos términos: en el plano del organismo senso-
rial el sujeto cognoscente está dominado por el "dato", es
decir, por los objetos que se le imponen: los "recibe" pasiva-
mente en su inmanencia, pero ya esto mismo implica que reac-
o

°cione inmediatamente al contacto de los objetos por un acto


cognoscitivo comPlejo: se origina éste en el plano del orga-
nismo sensorial (percepción e imaginación) y se desarrolla en
la inmanencia perfecta (concepción y juicio). El progreso que
se realiza en la evolución de este acto cognoscitivo aparece
como un ,proceso de asimilación creciente, de interiorizaci6n
creciente del dato; inversamente la "objetividad" es decreciente
del dato a la imagen y de la imagen a la idea, es decir, opo-
sición decreciente del dato al sujeto que se lo asimila para po-
seerlo mej or.
Una conciencia abierta sobre un mundo corporal y• un acto
inmanente que integra misteriosmnente la reacción de un ór-
gano corporal a la pasión que recibe: tal es la fisonomía de
mi conocimiento. Nunca insistiremos demasiado en ello, dados
los prejuicios con que los idealistas han oscurecido estos datos
esenciales. El que este carácter sea sorprendente y misterioso
no suprime su evidencia: quien no comprenda cómo la con-
ciencia puede servirse de un órgano como instrumento de co-
nocimiento, no está por ello autorizado a negar los datos in-
mediatos y a declarar que la conciencia humana es una
"conciencia cerrada", replegada sobre sí misma sin más hori-
zonte que sus representaciones: ésta es, sin embargo, la imagen
que nos legó Descartes. Por 10 mismo, tampoco la nostalgia
de una "intuición intelectual" y de un "pensamiento puro"
es suficiente para legitimar todas esas maneras de hablar que
168 Epistemologia analít'ica

o desconocen la unidad y los caracteres


del conocimiento humano; por consiguiente, para nosotros el
toco más luminoso del universo no es el en acto",
sino el "conocimiento en acto", es el acto i~tegral de
conocimiento, síntesis de experiencia y de . tam-
poco 10 es "la experiencia vivida", op~1esta a la experiencia
objetiva, porque la conciencia humana, eSéllcialmente "abierta"
y "asimiladora", está naturalmente orientada hacia el dato sen-'
sorial; es el dato objetivo quien aclara el acto cognoscitivo
y, a través del acto, la actividad o dinamismo del suj eío cog-
noscente. Fijar la atención sobre nuestras actividades vividas
es algo tan poco "natural" que exige un penoso esfuerzo; y
más aún cuando nos dedicamos a "concebir" nuestros actos
y sus principios ocultos en 10 que tienen de trascendentes a
la materia, estos conceptos se nos presentan acompañados de
imágenes espaciales. Es, pues, por respeto a las condiciones
reales del conocimiento humano, por 10 que el aristotelismo
formula preferentemente su teoría del conocimiento en térmi-
nos de experiencia objetiva: en una conciencia asimiladora, lo
primero y lo dominante es el objeto. El idealismo, por el con-
trario, adopta una actitud artificial e inhumana; quiere poner
en práctica un "angelismo" que no está a nuestro alcance 52.

52 Se puede meditar COI1 mucho provecho el ensoyo de análisis del


conocimiento humano que propone A. DE CONINCK en su valioso estu-
dio L'llnité de la connaúsance humaine et le fonclement de sa valeul',
segunda edición (1947), págs. 17 a 46. A este trabajo muy personal y,
si no nos engañamos, muy penetrante, debemos muchas precisiones im-
portantes.
4ctividad integral del cognoscente 169

ARTÍCULO VII

ACTIVIDAD INTEGRAL DEL SUJETO COGNOSCENTE

El como acto elemental de nuestro conocimiento se


inserta en la actividad integral del sujeto cognoscente como uno
de los factores de esta actividad multiforme, en la que se pue-
den discernir tres aspectos predominantes: la acfú;idad cognos-
el apetito y la actividad biológica.

CONrENT ARIO.-l. Ya hemos visto que el acto de conocer


es el acto de un sujeto viviente: mi acto de conocimiento es
una operación inmanente, que contribuye a la expansión o per-
fección de este viviente que soy yo. Tampoco este acto está
de ningún modo aislado, sin ningún vínculo con el conjunto
de mis actos, sin ligazón vital con mi actividad integral: es
un elemento, un factor de esta actividad, es decir, de la evo-
lución constante de la que yo soy a la vez origen y beneficiario.
Pronto nos tendremos que preguntar cuál es el papel preciso
que tiene el acto de conocimiento en la vida del sujeto, cuál
es, en otras palabras, la finalidad de este acto. Previamente
debemos proseguir la descripción de la conciencia por un aná-.
lisis al menos sumario de los principales aspectos que presenta
la actividad integral del sujeto cognoscente tal y como se pre·
senta a la conciencia.
2. Actividad cognoscitiva.-El elemento más "aparente"
de mi actividad es, sin duda, mi actividad cognoscitiva,
puesto que es ésta la que define la conciencia identificándose
con ella. El acto de conocimiento que hemos analizado hasta
ahora no es más que un eslabón dentro de una sucesión
70
caSI ininterrumpida de 1111 S actos de conocimiento; por otra
parte, tampoco éstos están yuxtapuestos como si
fueran una serie de llnágenes heterogéneas que desfilasen
una detrás de otra sobre la receptora de. una linter-
na de proyecciones: en mi vida consciente existe una con-
tinuidad, mis actos de conocimiento van, encadenados los unos
a los otros, fundiéndose poco a poco en la unidad de mi con-
'CIenCia.
Examinando atentamente esta evolución, podemos darnos
cuenta de que es debida a dos factores opuestos: las modi-
ficaciones que se producen en el campo objetivo de mi con-
ciencia (aparición de nuevos objetos, desaparición de los anti-
guos, transformación) y de la actividad autónoma del mismo
sujeto. El primero de estos factores no es, en fin de cuentas,
más que un nuevo aspecto de la complejidad del dato cor-
poral : este dato se presenta no sólo con una infinidad de ca-
racteres, sino también en un fluir. El segundo factor
el el devenir de la conciencia es el mismo sujeto, que no se
limita a ser un espectador inerte o pasivo de este devenir:
unas veces porque orienta su curiosidad y su atención en un
sentido determinado, otras porque recurre a sus conocimientos
anteriores para precisar mejor su conocimiento actual, otras
porque asocia sus imágenes, sus ideas o sus juicios; pero en
·todos estos casos contribuye de un modo eficaz al progreso
ele su actividad cognoscitiva. Vamos a indicar los principales
momentos que podemos distinguir en esta actividad del sujeto
cognoscente.
- La atención es la orientación de la actividad consciente
hacia un objeto determinado. Corresponde a la psicología el
estudiar las leyes y los efectos de la atención. En epistemologla
110S basta señalar el papel tan importante que juega la atención
Actividad cognoscente 17
en la evolución del conocimiento y subrayar la necesidad del
examen crítico de la atención 53.
- La memoria sensible.-Ya antes hemos hablado del po-
der que la imaginación posee de conservar y de volver a la
conciencia las imágenes de los objetos percibidos 54. También
es a la psicología a quien corresponde determinar las leyes de
la memoria sensible y la influencia de las imágenes anteriores
sobre las percepciones actuales. Esto último habrá que tenerlo
en cuenta cuando se trate de precisar en crítica el valor de la
percepción.
- La asociación de imágenes.-De esto solamente tratamos
.aquí en cuanto es controlable por la conciencia. Ciertamente
está en mi mano el poder de construir nuevas imágenes con
la ayuda de otras imágenes elementales, restos de las percep-
ciones sensibles: yo puedo representarme una "casa de oro",
un "hombre alado", un "dragón", etc. Ya antes hemos seña-
lado las consecuencias epistemológicas de esta función fabula-
dora de la imaginación 55.
- La memoria intelectual.-Las ideas, una vez adquiri-
das, pueden "quedarse" en la conciencia; incluso cuando
desaparecen de la conciencia actual, puede el sujeto, al
menos en cierta medida, suscitarlas de nuevo. La psicología se
esforzará por descubrir las condiciones o leyes de esta me-
moria intelectual, conservadora y re-presentadora de los con-
ceptos.
La asociación de ideas o construcción conceptual.-Ya
vimos que el esfuerzo conceptualizador de la inteligencia hu-

53 En crítica veremos que la falta de atención es una de las prin-


cipales causas del error.
54 Cf. págs. 139-140.
".5 eL pág. 140.
l72 Epistemología analítica
- - - - - - ----------------

mana no se detiene en la elaboración de los


tos empíricos", sino que tiende a agruparlos, clasificarlos y
organizarlos, descubriendo las relaciones que tienen entre sí.
Este trabajo de asociación tiende a elaborar cons-
truidos" más ricos cada vez y que son la expresión de unos
objetos cada vez más complejos; luego., construye sus siste-
mas, o sea sus clasificaciones de de los que Aris-
tóteles nos da los primeros ejemplos. La expresión típica de
este trabajo de construcción conceptual es la es decir,
un enunciado que enumera los elementos constitutivos de un
concepto construido, situándolo dentro de un sistema de con-
ceptos: así, cuando defino al hombre como "una sustancia cor-
poral viviente sensible racional", le caracterizo por una sene
de conceptos más elementales subordinados los unos a los otros
y le sitúo dentro de la clasificación tradicional de los
y las especies.
- El raciocinio.-Del mismo modo que el sujeto procede
indefinidamente combinando conceptos y construyendo así "de-
finiciones" cada vez más complejas, así también trabaja aso-
ciando diversos juicios. Si llamamos juicio inmediato a toda
;:firmación que se refiere inmediatamente a un objeto concreto
presente a la conciencia (o "representado" por la memoria sen-
sible), es evidente que a partir de estos juicios inmediatos
construye la inteligencia otros juicios mediatos o derivados, rea-
lizando distintos sistemas de juicios cada vez más complejos.
Una "ciencia" no es otra cosa más que un sistema de juicios
relativos a un mismo objeto.
La inteligencia, en cuanto poder de combinar sus juicios,
se llama "razón" o "inteligencia discursiva", es decir, capa-
cidad de "razonar" o de "discurrir". N O' es difícil el darnos
cuenta de la importancia primordial de la razón en el cono-
cimiento humano y de la importancia que, por consiguiente,
Actividad del

tendrá la crítica del discurso en la corrOC1-


ser tratado en
1a este modo una cri-
tica más profunda del discurso en la crítica. Pero
desde hace ya siglos el estudio analítico y crítico del discurso
constituye el objeto de una ciencia distinta, la lógica; las pro-
considerables, que necesariamente toma este estudio,
nos mueven a respetar esta clasificación tradicional de los pro-
blemas y, en consecuencia, dejamos el análisis y la crítica de
los procedimientos de la razón discursiva a la tercera
de la epistemología general, En las dos primeras partes nos
limitaremos a señalar el hecho de la actividad discursiva y a
formular los problemas críticos que este m1sr110 hecho nos pre-
sente.
3. El apetito o actividad afectiva.-Mi actividad cognosci-
tiva se me aparece como un elemento vinculado a una acti-
vidad más amplia, dentro de una evolución más completa de mi
"yo" ; viene a ser como un "momento" del dinamismo profundo
que me lleva hacia una perfección cada vez más plena. En mi
conciencia no es todo puro "conocer". Desde el comienzo de nues-
tro análisis se ha manifestado el como una un
apetito, un deseo 56; este mismo apetito es el que bajo la fo"rma
de apetito de conocer nos ha revelado el "polo subjetivo" de
la conciencia. ¿ Por qué este deseo de "conocer", de "poseer"
y de "poseerse", sino porque este "poseer" y "poseerse" no
es sino "realizarse plenamente", "perfeccionarse", llegar al
"máximo de ser" de que se es "capaz"? ¿ Y por qué querer
perfeccionarse, sino porque esta "perfección" entraña una "sa-
un" goce", una "felicidad", mientras que la "im-
perfección" implica "insatisfacción" "sufrimiento", "desgra-
J

56 Cf. pág. 105 y págs. 114-116.


174 Epistemología analítica
"- --~-------- -------~-~-"~~~~

? Ell fesumen, la reflexión sobre mi actividad,


permite descubrir en mí un dinamismo fundamental, una ten-
dencia a "ser más", que se realiza por un "movimiento", por
una "actividad" que procede del yo; el conocimiento no es
más que un elemento de esta "actividad" integral o de este
"movimiento" que debe realizarme plenamente: el conocimien-
to está rodeado de un "contexto" afectivo con el que no se
identifica.
¿ Cómo caracterizar o "definir" el apetito por oposición
al conocimiento? Con frecuencia se distingue a estos dos ele-
mentos de la actividad consciente, presentándolos como dos
"movimientos" en dirección opuesta: movimiento centrípe-
to (asimilación de obj etos) y movimiento centrífugo (ten-
dencia hacia los obj etos); de hecho, podemos discernir estos
dos "movimientos" en mi conciencia humana. Sin embargo,
mirando más d.e cerca, no son ellos lo constitutivo del acto
cognoscitivo y del acto afectivo; no son sino condiciones
previas debidas sin duda a la imperfección del sujeto que yo
soy. Es mejor considerar estos dos movimientos en su tér-
mino o acabamiento para darnos cuenta de 10 que constitu-
ye la verdadera originalidad del acto de conocer y del acto
de apetecer: son dos "maneras de ser" irreductibles que po-
demos caracterizar, la una como "posesión" o "presencia"
(conocimiento) y la otra como "goce" o eventualmente "su-
frimiento", resultante de la misma posesión (apetito). Bre-
vemente, la función de conocer está subordinad;:c a una fun-
ción más profunda y más plena: la función de g'ozar (y de
sufrir). Este nuevo elemento de la vida consciente es tan
original y tan irreductible como 10 es el elemento de cono-
cimiento: es un dato psicológico primero y, por tanto, inde-
finible. Es preciso que 10 vivamos para darnos cuenta de 10
que es.
Actividad del 175
El mundo interior del o del amor una
todavía más nca que la del mundo del conOCl-
miento. Dejando que la descriptiva haga su análi-
sis detallado, señalamos aquí los dos aspectos de esta comple-
jidad que .interesan inmediatamente desde el punto de vista del
conocimiento:
a) La complejidad del apetito es paralela a la compleji-
dad del conocimientO'. En el plano de las percepciones y de
la imaginación aparecen "tendencias" y "goces" del mismo or-
den: "placer sensible" y "sufrimiento sensible", "emociones",
"pasiones". En el plano del pensamiento aparecen también
"tendencias" y "goces" de orden intelectual, cuyo principio
se llama "apetito intelectual" o "voluntad": "voliciones" o actos
de voluntad (bajo la forma de deseo o de repulsión, de gozo
o disgusto, de aceptación Ü' de rechazo, de amor o de odio,
etcétera). Finalmente, al conocimiento completo corresponden
actos completos del apetito, "estados afectivos" completos a
los que designaremos con el nombre de "sentimientos" y que
comportan a la vez un elemento de orden sensible y un elemento
de orden intelectual.
b) Un nuevo factor de complejidad procede del hecho de
que el apetito puede ejercerse, ya sobre el dato, ya sobre el
acto de conocimiento mismo. Ciertas reacciones afectivas acom-
pañan al conocimiento en cuanto tal y responden a la perfec-
ción mayor o menor del acto de conocer: el conocimiento
perfecto (o al menos estimado como tal por el sujeto), la
clara evidencia del objeto, la firme adhesión del sujeto (la cer-
teza) provocan una reacción de gozo, de contento de conocer,
de satisfacción en el sujeto; un conocimiento menos perfecto,
menos claro o menos cierto va acompañado de otras reacciones
proporcionadas: deseo, esperanza, impaciencia)' en una palabra:
curiosidad; finalmente, un conocimiento confuso, oscuro y du-
176

en la medida en que nos


estados afectivos dolorosos:
etc. Otras por el recaen
manifiestamente sobre el conocido yno sobre el cono-
cimiento que se tiene de él: el conocimiento perfectamente claro
de un "agresor" no impide el que a SiU vista tenga reacciones
de miedo, aversión, cólera, descontento; mientras que
amable provoca reacciones de gozo, de deseo o de
en las que el. conOCImIento del objeto no es más que
una condición que permite al sujeto el poseer el objeto y go-
zar de él.
4. La actividad biológica.-La actividad del yo todavía
desborda los dominios del conocimiento y del amor. Ya sa-
bemos que el "yo" posee un "cuerpo .propio" que V1ene a
ser su instrumento de conocimie:nto, y, como acabamos de
decir, también instrumento de goce (o de sufrimiento); estas
relaciones manifiestan una íntima unión entre mi concienCia
y mi cuerrjJo; .este cuerpo es verdaderamente mío, participa
de mi unidad y de mi permanencia; los cambios continuos
que se realizan en él y que son condiciones de su equilibrio
y de su evolución biológica, deben ser considerados como
elementos de mi actividad integral, o sea de mi tendencia
a ser más. Inver,samente, mis actividades de conocimiento
y de apetito, en tanto que afectan a mi organismo, deben
considerarse como funciones biológicas que ayudan al man-
tenimiento y desenvolvimiento de este cuerpo diferenciado
y orgánico.
Las actividades "orgánicas" o "biológicas", incluso aque-
llas que afectan al sistema nervioso y a los senso-
riales o emocionales, no aparecen más que parcialmente a
la conciencia en la medida en que acompañan a las "percep-
ciones" y "afecciones" (actos del apetito, de la vida afecti-
Finalidad del coJ'lOcúniento

la respiración, la circulación de la sangre, la nu-


no son sino conscientes; no es
explicar los procedimientos por los que la
10gía llega a conocerlas en sus elementos no conscientes. Bás-
tenos señalar que el conocimiento no deja de tener muchas
relaciones con estas actividades biológicas y que podemos ob-
servar distintas influencias recíprocas: por un el cono-
CImIento está parcialmente condicionado por el
tado de los órganos sensoriales y del sistema nervioso; 111-
fluencia de los otros órganos sobre éstos: por ejemplo, un
desarreglo del estómago podrá provocar percepciones de dolor,
de calor, pinchazos, un estado de inatención o de somnolencia
y hasta "afecciones" como angustia y tristeza); por otro lado,
el conocimiento condiciona parcialmente las actividades del or-
ganismo (la atención. y la tensión nerviosa que la acompaña,
detienen la marcha de las funciones orgánicas; las percepcio-
nes· orientan los movimientos biológicos: por ellas sabemos
la comida que tenemos que tomar, los movimientos de pro-
tección o de fuga que hay que hacer ante un peligro, el ejer-
cicio muscular destinado a estimular ciertas funciones como la
respiración o la circulación sanguínea que habrá que practi-
car, etc}

ARTÍCULO VIII

FJNALIDAD DEL CONOCIMIENTO

El análisis de mi conocimiento me enseña que yo cono-


ciendo persigo un fin, un objeto, un bien, un valor; es decir:
la "posesión" 10 más adecuada posible del ser. Esta finalidad
EPISTEMOLOGÍA - 12
178 Epistemología analitic,lt

definir la verdad y el error. Permite también estable-


cer el de la crítica.

COMENTARIO.-l. Llamamos "fin", "objeto" o "bien" al


término de una tendencia. Cuando esta tendencia pertenece a
un sujeto consciente, se puede también, llamar a este término
"valor": para el sujeto representa un valor", esto es,
que se busca, que tiene precio, que Ahora bien:
conocer es para mí, sujeto consciente, un bien, un una
fuente de satisfacciones; yo deseo espontáneamente conocer y
conocer cada vez mejor, en la medida en que esto sea posible;
mi curiosidad, siempre despierta, no tiene límites. El conoci-
miento es, pues, en sí mismo, el término de una tendencia, y
es precisamente, gracias a este "apetito" de conocer, a esta
"inclinación" del sujeto hacia el objeto, a esta "curiosidad",
por lo que hemos podido caracterizar al sujeto por oposición
al objeto en la unidad de la conciencia.
Pero ¿ en qué sentido el conocimiento es un bien? ¿ En
condiciones me produce una satisfacción? ¿ Hacia qué fin está
orientado? También aquí el análisis del conocimiento nos aporta
una respuesta muy clara: deseo conocer porque conocer es a
mis ojos "poseer" los objetos y al mismo tiempo "poseerme";
conocer es enriquecerme de un modo muy original (recorde-
mos que "conocer" y "conciencia" son datos primeros e irre-
ductibles), pero muy real, apropiándome todo aquello que puede
ser asimilado por una conciencia.
La finalidad de mi conocimiento es, pues, un hecho, un
dato de conciencia: con más o menos razón, yo tiendo hacia
un fin esforzándome por conocer. Este fin es una cierta "po-
sesión" del ser, de la realidad, de todo aquello que existe, el
yo o el no-yo. Mi deseo es poseer el ser o la realidad tal
como es, darme cuenta de la naturaleza de las cosas y de mi
hnalidad del conocimiento 179

para
para determinar actitud o mi
conocidoso
Ahora bien: la naturaleza mIsma del acto de cono~
cer suscita graves objeciones contra esta finalidad espontá q

nea del conocimiento o En efecto, si el acto de conocimiento


(o la conciencia en acto) resulta de la unión del dato objetivü
y de la función la aportación obj etiva en este acto
irá unida a una aportación Los Antiguos expre-
saban esto con una fórmula bastante conocida o
est in ad , y en ella veían
la aplicación de un principio más general: "Receptum est
m ad modum o En estas condiciones,-
¿ podremos saber vez, por nuestra reflexión sobre este
acto que parece ser un "compromiso" entre dos elementosr
lo que pertenece al objeto y lo que pertenece al sujeto? ¿ Será
posible analizar este acto, disociando el elemento "dado" y
el elemento "función de conocimiento"? ¿ Qué es lo que,
por ejemplo, manifiesta una "percepción de verde" a la con-
ciencia sobre la naturaleza del objeto percibido y sobre 13:
naturaleza del sujeto que percibe? En otras palabras, ¿ en qué
medida el conocimiento ilumina al suj eto sobre la naturaleza,
esto es, sobre la presencia de los objetos? ¿ Son éstos para el
sujeto algo distinto de simples contenidos de conciencia, de~
terminados en su misma naturaleza por su calidad de "conte~
nidos de conciencia"?
Pero he aquí un hecho que a la vez confirma la finalidad!
del conocimiento y refuerza las dudas que acabamos de opo-
nerk Este hecho es el error.
El sujeto debe a veces reformar su conocimiento, porque
estima que el que anteriormente poseía era defectuoso o que'
en algo fallaba: a este fallo el sujeto le llama "error"; de-
180 E pútemología ci1!a/{tú:a

dara que se ha "engañado", y a este defecto que es para


él el error opone una cualidad a la que llama "verdad"; U11
cono.cimiento. plenamente realizado.,o un co.nocimiento. que co.n-
sigue su fin es para él un co.nocimiento "verdadero", Así,
el suj eto que descubre una pieza de moneda "falsa" des-
pués de haberla tomado por buena, cree que ha pasado del
error a la verdad; 10 mismo le ocurr~ a aquel que abandona
sus antiguas convicciones políticas, religiosas o científicas,
a las que ahora juzga erróneas. La verdad y el error expre-
san, pues, el valor positivo y el valor negativo (o defecto
de valor) que el sujeto atribuye a un determinado acto de
conocimiento: declaramos "verdadero" un conocimiento cuan-
do creemos que ha conseguido su triunfo, que consiste en
la "posesión" de tal objeto; en el caso contrar.io, 10 de-
claramos "erróneo", y puesto que el acto de conocimiento se
acaba en la afirmación, por la que la actitud del sujeto en
presencia del objeto se fija y se expresa, es en el juicio don-
de las ideas de verdad y de error llegan a tener toda su sig-
nificación. Desde luego, la cuestión de la verdad se plantea-
rá de la forma siguiente: ¿ tal afirmación me da la "posesión"
cognoscitiva del obj eto afirmado y en qué medida? Declara-
mos verdadero un juicio cuando a nuestros ojos es fiel y con-
forme a los obj etos; y 10 declaramos erróneo cuando nos pa-
rece infiel, no conforme al dato, es decir, cuando no consigue
,su fin.
3. A la luz de estos hechos, el objeto precis.o delproble-
ma crítico se vislumbra claramente y puede formularse en es-
tos términos: ¿ Qué debemos pensar de las pretensiones es-
pontáneas del sujeto cognoscente, o sea, de la finalidad que él
atribuye a su conocimiento? ¿ En qué medida esta finalidad
puede conseguirse? ¿ Cuáles son, en otras palabras, las posi-
bilidades de un conocimiento constituido como el mío, y hasta
Finalidad del conocúniento 81

dónde " de los v de lnl mlsmo yo


J

por el conocimiento? O también: ¿soy yo capaz de la


y hasta ? Fe
..1.-,'V el error y cómo y en
medida? Si el acto de conocer es una síntesis de un
y de un sujeto, si está constituido a la vez por sujeto y objeto,
¿ en qué medida puede tener pretensiones de ?
precisiones o restricciones deberemos hacer?
Por consiguiente, el problema crítico es el problema del
valor del conocimiento puesto en de la que el
mismo conocimiento manifiesta.
Conviene recordar que, planteando de un modo radical la
cuestión del valor del conocimiento, ponemos por 10 mismo en
tela de juicio el valor del análisis que acabamos de hacer sobre
la conciencia, puesto que este análisis es el resultado de una
actividad de conocüniento y va expresado por medio de juicios:
si es posible una solución favorable al problema su
primer resultado será el de confirmar el sentido y el valor de
las afirmaciones formuladas en el curso de la epistemología des-
criptiva. Sin embargo, estas afirmaciones tienen ya desde ahor:::.
una cierta significación y un cierto alcance: vienen a ser la
expresión de los juicios que el consciente formula de un
modo inevitable, cuando quiere describir los datos inmediatos
de su conciencia tal como se le aparecen. Podré preguntarme
es 10 que valen mis juicios o qué es lo que valen los datos
de mi conciencia, pero no puedo rechazar de buena fe que
estos datos están en mi conciencia y que yo los capto y los
expreso por medio de juicios. La epis.temologÍa descriptiva no
tiene otro obj eto sino el de registrar esta situación de hecho 57.

57 Cf. págs. 92-93.


CAPÍTULO III

ARTÍCULO PRIMERO

OBJETO y MÉTODO

Al finalizar la epistemología descriptiva, hemos ya indica-


do el objeto de la crítica. Continuamos tratando de mi cono-
cimiento tal como se presenta a mi conciencia; el objeto ma-
terial es, pues, el mismo que en la primera parte. Pero en
este estudio queremos algo más que simplemente describir o
analizar los elementos constitutivos de mi conciencia, los sim-
ples "juicios de presencia". Nuestro propósito es ahora de-
terminar el valor del conocimiento, su alcance exacto; preten-
demos formular" juicios de valor". Ya no se trata de "describir"
mi conciencia, sino de "criticarla", de apreciarla. Esto cons-
tituye un nuevo punto de vista, esto es, un nuevo objeto

¿ En qué difiere un "juicio de valor" de un juicio de sim-


ple pr~sencia o descriptivo? Plantear esta cuestión es plantear-
nos el problema del método de la crítica.
184 E pistemoZog ia crítica
-------------------"---- --------

Este método no es del todo distinto del que definimos al


comienzo de la analítica 1: continúa siendo un método re-
flexivo y . continuaremos recurriendo a la me-
tódica, no ya para discernir los elementos constitutivos de mi
conciencia, sino para suscitar todas las cuestiones que puedan
plantearse tocantes al valor de mi cond'rimiento. Un elemento
nuevo, sin embargo, debe introducirse en el método de la
temología crítica, y esto precisamente porque se trata de de-
terminar el valor del conocimiento. Esto es 10 que debemos
explicar.
Ya antes hemos definido lo que entendemos por un valor:
un "valor" es algo que se aprecia, algo que buscamos, que
consideramos como un bien, como un fin deseable 2. Un "valor
absoluto" es un bien que se busca por él mismo, un fin úl-
timo; un "valor relativo" es un bien ordenado a otra cosa a
título de medio. El valor absoluto buscado por él mismo se
impone de por sí y no debe ser juzgado por algo distinto de
él mismo; al contrario, él es la "norma" que permite apreciar
los valores relativos que de él dependen. Determinar el valor
de un objeto es, pues, o bien reconocerle un valor absoluto, o
bien determinar su valor respecto a un valor absoluto tomado
como norma.
En el caso de mi conocimiento, que se me revela como
una "actividad", como una "tendencia" en vía de realiza-
ción, deberemos, en primer lug"ar, fijar el fin último de mi
apetito de conocer, fin último que constituirá el valor ab-
soluto en el orden de mi conocimiento y será, por consi-
guiente, la "norma" o la "medida" de todos los valores
relativos; luego deberemos tratar de apreciar mi acto de co-

1 O. pág. 92.
2 Cf. pág. 178.
" I
Y meroao 85

todos sus a la luz dE" esta con


el fin de ver en medida realiza efectivamente el fin que
se propone. La norma que busco debe ser encontrada dentro
de m~ de lo contrario sería para
que un más allá de mI concIencIa por el momento carece

El nuevo elemento que caracteriza el método de la crítica


es, por consiguiente, el recurso a una norma de valor 3,
La norma a seguir en crítica se ve, pues, claramente. En
la etapa trataremos de descubrir y definir la norma
absoluta que permite juzgar mi conocimiento, A la luz de esta
norma podremos a continuación, en el curso de una
etapa, determinar el valor de las diferentes modalidades de mi
conocimiento.
Podemos ya entrever en qué va a consistir este estudio
crítico de mi actividad cognoscitiva elemental. Volveremos a
tomar los datos que el análisis descriptivo de la conciencia nos
ha proporcionado, pero con la nueva preocupación de situarlos
y apreciarlos con respecto a una norma, que también nos ha
proporcionado el mismo análisis de la conciencia. Será una in-
de los datos del análisis según el ideal de conoci-
miento perfecto al que apuntamos: a la luz de este ideal se
tratará de determinar, a propósito de cada uno de los aspectos
de la actividad cognoscitiva, en qué medida puede asegurarse
la finalidad del conocimiento, teniendo en cuenta las condicio-
nes en las que esta actividad se ejerce y los factores que la
constituyen.

3 Cuando se dice que la crítica es una ciencia normativa, no 10 es


porque ella juzgue del valor del conocimiento según una norma, un
criterio de valor, sino porque se'ñala 10 que la conciencia debe ser y lo
que debe evitar para responder a su finalidad: por ej emplo, indicará
cómo el suj eto cognoscente debe vencer el error o la ilusión.
186 Epistemología
formulado este programa, ya la duda se
en el espíritu, y cabe preguntar si la empresa crítica así
cebida no es una utopía. El análisis de mi conciencia me ha
revelado que, como suj eto cognoscente, persigo un fin últi-
mo o un valor absoluto: poseer por el conocimiento todo lo
real tal como es en sí 1nis1110. Ideal de un conocimiento ilimi~
tado y plenamente objetivo. Pero, al parecer, estas
siones deben ser juzgadas como excesivas, como radicalmen-
te irrealizables y en todo caso incontrolables. En primer
lugar, ¿ cómo asegurarme la posesión de todo lo que existe?
Luego y sobre todo, ¿ cómo conocer 10 real de otro modo que
no sea como está en es decir, como contenido de con-
ciencia? Supuesto que la realidad exista en sí independien-
temente del conocimiento que tengo de ella, ¿ no quedará
necesariamente "deformada" por el hecho de convertirse en
objeto de conocimiento ° contenido de mi conciencia? En
efecto, si el acto de conocimiento resulta de la unión del su-
jeto y del objeto, ¿no puede asegurarse a priori que este acto
es siempre un "compromiso" entre los dos, es decir, que
siempre es parcialmente conforme al objeto, en la medida
en que éste concurre a su realiz"ción y parcialmente no con-
forme en la medida en que el sujeto pone algo de su parte?
Todo acto de conocimiento sería, pues, parcialmente "ver-
dadero" y parcialmente "erróneo". Y puestos a determinar
la parte de verdad y de error que hay en él, d con qué méto-
do podríamos hacerlo? ¿ Intentaremos disociar el elemento
objetivo del elemento subjetivo, siendo que ambos constitu-
yen un mismo acto de conocer ? Ya sabemos que la con-
ciencia desaparece si se intenta hacer esta disociación 4. ¿ Tra-
taremos de medir la distancia que hay entre el objeto rfl''III.nN(Jtn

4 Cf. págs. 106-107.


Objeto y método 187

en cuanto no conocido
también evidente que una
conocido y el obj eto no conocido no tiene
ningún sentido: no es posible comparar más que lo conocido
con 10 conocido. ¿ Recurriremos a un criterio indirecto de ver-
dad, a un medio indirecto de medir, de controlar el valor
objetivo del conocimiento? ¿ Es concebible un criterio se-
mejante? 5.
Vamos a mostrar que, en efecto, hay un valor absoluto
en mi conciencia y que este valor puede servir de norma
en las apreciaciones de los otros elementos de esta con-
CJencJa.
Lo mismo que hemos hecho en el análisis de la concien-
cia, formularemos en primer lugar las soluciones propuestas
en enunciados concisos y rigurosos, que tomarán aquí la forma
de "tesis". Estas tesis serán a continuación explicadas y jus-
tificadas por medio de "comentarios". N o se tratará de "de-
mostraciones" propiamente dichas, utilizando las operaciones
discursivas de la razón, puesto que estas operaciones no han
sido todavía criticadas. Todas las afirmaciones de la crítica son
juicios inmediatos que sólo necesitan que caigamos en la cuen-
ta de ellos, y los comentarios que daremos a continuación no
tendrán otro fin que el de ayudar al lector a tomarlos en con·
sideración 6.

5 Cf. págs. 59-62 y 179-180.


6 Sobre el método de la crítica, cf. Problemes épistémologiqum fon-
damentaux, págs. 485-487.
188 Epistemología crítica

ARTÍCULO n

LA NORMA ABSOLUTA DEL CONOCIMIENTO

Henos ya en la cúspide de la epistemología y en la en,


crucijada de sus caminos. La orientación que tomemos ahora
será decisiva para toda la filosofía.
La norma absoluta que buscamos, y cuyas condiciones
indispensables hemos determinado, me es accesible: es la
afirmación del ser, afirmación que puede formularse de di-
ferentes maneras equivalentes: "aliquid est", "alguna cosa
existe", "el ser existe". Notemos en seguida que esta afir-
mación coincide con la que se nos ha impuesto en el punto
de partida del análisis de mi conciencia 7. Se trata ahora de
mostrar que la afirmación del ser es un acto gracias al cual
consigo plenamente el fin último que me propongo como
cognoscente: la posesión plenamente objetiva de todo aquello
que es.
Como todo acto de conocimiento humano, la afirmación del
ser presenta un doble aspecto o doble polo: el acto como tal,
o sea la actitud del sujeto, y el objeto del acto. Será preciso,.
pues, mostrar que bajo estos dos aspectos esta afirmación po-
see el valor absoluto que le atribuimos, y que realiza, de este
modo, el ideal de conocimiento perfecto. Ésta es la tesis que
vamos a establecer en tres etapas.

Crítica de la afirmación como tal.

TESIS.-La afirmación en cuanto tal, expresión consciente


de un objeto presente a mi conciencia, tiene un valor objetivo,

7 ef. pág. 94.


Norma absoluta del conocimiento 189

es decir, relativo al valor del obj eto que expresa. por


de verdad de de de evidencia
y de certeza fundada.

COMENTARIO.-l. Valor objetiv'o de la afirmación.-El he~


cho de la afirmación es innegable: yo no podría dudar since-
ramente de que formulo mis juicios, es decir, que afir-
mo; nadie intentaría hacerlo, ni siquiera el escéptico. La afir-
mación, como hemos visto en epistemología analítica, señala el
acabamiento de mi acto de conocer: por ella el suj eto toma
posición ante el objeto con plena claridad y autonomía; sin
ella no hay conocimiento perfecto ni plena conciencia. El valor
de mi conocimiento está, pues, pendiente siempre del valor del
juicio o afirmación: si el juicio no tiene sentido ni valor, la
epistemología debe cerrarse con una confesión de impotencia
y de quiebra.
Ahora bien: yo puedo preguntarme qué es 10 que vale
la afirmación y si tiene algún sentido o fundamento. El es-
cepticismo y el relativismo absoluto lo rechazan: la afirma-
sión sería una actitud sin sentido, fruto de una tendencia
instintiva, la expresión de un estado biológico sin valor ob-
jetivo.
N atemos en primer lugar (y este argumento ad hominem
es una excelente entrada en materia) que la actitud del escép-
tico es estrictamente inexpresable e indefendible para aquel que
la adopta, porque el escéptico sería incapaz de expresar o de-
fender su postura sin afirmar y sin dar un sentido objetivo
a sus afirmaciones; si lo hiciera, por ello mismo se refutaría
a sí mismo. La sola actitud que el escéptico puede "mantener"
es la de imitar el mutismo absoluto de las plantas, como ya
señalaba Aristóteles.
¿ Qué es 10 que en realidad ocurre en mí cuando formulo
190 Epistemología critica
----------------------------------~

un
"esto es blanco n. en 1111
situación muy clara: por presencia
hoja de papel, por ejemplo) en el campo ob1etivo de mi con-
ciencia; por otro, un acto, una reacción, una toma de posición
plenamente consciente del yo que la síntesis del "esto"
y del carácter de "blanco" que descubl0 en él. Brevemente-
toda la situación analizada puede resumirse en los siguientes
términos: un acto consciente que expresa un objeto presente a
la conCIenCIa.
Esta situación no deja ningún lugar a la duda, al menos
en tanto que no pretenda ir más allá de la simple aceptación.
¿ De qué podría dudar? ¿ De la presencia del "esto"? ¿ De
la presencia de mi acto? ¿ Del hecho de que mi acto sea la
expresión del "esto"? Nada de todo ello presenta la menor os-
curidad, ni la más pequeña ambigüedad. Todo pasa en la plena
luz de mi conciencia; de todo 10 que hago me doy perfecta
cnenta, veo claramente que mi síntesis se opera bajo la in-
fluencia del objeto presente, y que por este motivo tiene un
valor "objetivo": la afirmación expresa el objeto, es conforme
al objeto. Si yo dijera "esto no es blanco" o "esto es negro",
me daría cuenta en seguida de la no conformidad de mi acto
con el objeto conocido.
Para evitar toda falta de comprenSlOn explicitemos un poco
más el alcance exacto de esta tesis relativa al valor objetivo de
la afirmación. Cuando digo "esto es blanco", el sujeto de esta
afirmación es un contenido de mi conciencia actual y precisa-
mente de este contenido es de quien afirmo que es blanco: yo
no pretendo, pues, que sea blanco "en sí", si la expresión
"en sí" significa algo "independiente de mi conciencia"; es
blanco "para mí", es decir, como término objetivo de mi cono-
cimiento, tal como se me da en la conciencia. Pero, por otra
N orrna absoluta del conoe ¡miento 19

sostengo que, como contenido de mI es


se da verdaderamente como blanco: mI afirmación
no hace otra cosa más que señalar una situación que se me
. algo significa mi afirmación en la determinación de este
obj eto blanco.
La afirmación, entendida como expresión consciente de
un dato presente a la conciencia, tiene siempre un sentido,
una significación, un valor objetivo. Como elemento de mi
conocimiento, vale 10 que vale el objeto a que se refiere, tie-
ne un valor "relativo al objeto" expresado, supuesto que la
expresión sea fiel. Pronto volveremos sobre este último
punto.
El valor objetivo de la afirmación entraña diversas conse-
cuencias capitales, porque nos permite definir de un modo crítico
una serie de propiedades funda111entales de mi acto de conocer,
sobre las que nos vamos a detener ahora.
2. Verdad y error.-Al finalizar la epistemología descrip-
tiva hemos ya entrevisto el sentido que el sujeto cognoscente
atribuye, de un modo espontáneo, a las nociones de verdad y
de error 8. La crítica de la afirmación nos permitirá fijar de
un modo definitivo el sentido de estas nociones: la "verdad"
es la conformidad del juicio con el objeto que expresa; el
"error" es la no conformidad del juicio con el objeto que pre-
tende expresar. La verdad, pues, asegura al conocimiento su
valor objetivo, mientras que el error 10 arruina.
Quien dice "conformidad" supone dos términos de compa-
ración; y para que la conformidad sea cognoscible, es preciso
que los dos términos sean conocidos. Estas dos condiciones
-dualidad y comparabilidad- las vemos realizadas en nuestra
conciencia cuando formulamos un juicio: hay en él la dualidad

8 Cf. págs. 179-180.


192 crítica

del en ml conCIenCIa
el que expreso el objeto; y hay también una
del objeto y del acto, puesto que el uno y el otro son conte-
nidos de mi conciencia. El juicio es "verdadero" si atribuye
al objeto un carácter que éste realmente posee, si expresa el
objeto tal como nos es dado. El juicio¡;;s "erróneo" o "no ver-
dadero" en el caso contrario.
La verdad se encuentra ya en cierto modo, incoativamente,
en la idea o concepto; más todavía, se encuentra
porque el concepto es necesariamente la representación de un
objeto de experiencia: un concepto que no representara nada,
sería una contradicción en los términos; el concepto es, pues,
verdadero siempre, es decir, conforme a la realidad que ex- j'
presa. Pero esta conformidad es algo todavía estático e inaper-
cibido.
Desde el punto en que esta conformidad se hace consciente,
se expresa en el j~¡ic·io, que es donde esencialmente se hace
dinámica o activa, porque implica una decisión, un tomar po-
sición en espíritu hacia la realidad: el espíritu Se conforma
activamente con el objeto conocido. El juicio es, en efecto, un
acto por el que el sujeto inteligente toma %na actitud ante el
objeto conocido; el sujeto, después de expresar en una idea
tal o cual nota que capta en el objeto presente a la concien-
cia, se dice a sí mismo lo que ha descubierto, afirmando que
la idea es realmente una nota del obj eto, es decir, que éste
posee realmente dicha nota 9. La verdad, pues, es por exce-
lencia una cualidad del juicio, puesto que es el j uieio quien
restituye la idea al obj eto, expresando así la conformidad del

9 El juicio negativo no es esencialmente distinto: afirma que tal


nota, representada por tal idea, no puede atribuirse a tal obj eto, es decir,
que este obj eto no la posee.
N arma absoluta del

uno con el otro. El es verdaderamente el pro-


del suj eto cognoscente, de 10 que
pasa en él y con la plena de la actitud que

También el juicio implica un riesgo: el riesgo del errpr.


¿ Cómo es posible el error si la actitud del espíritu que
va determinada, impuesta, dictada por el objeto presen-
te a la conciencia? ¿ Puedo expresar algo distinto de lo que
es, si mi visión se reduce a expresar 10 real tal como me es
dado? ¿ De qué modo mi juicio no e$tar conforme con
la realidad conocida? Si la verdad no es otra cosa más que
la conformidad del juicio con el objeto a que se refiere y
que está presente en la conciencia, podemos pensar que la po-
sesión de la verdad es fácil y que el error debe ser un raro
caSI una anomalía.
Sin embargo, ¡a realidad de cada día me enseria que cons-
tantemente estoy expuesto al error, porque diversos factores
extraños. al objeto de mi conocimiento me arrastran a en
rms algo más de lo que hay en el data real que debería
ser la norma exclusiva de mis afirmaciones. Frecuentemente
sucede que, formulando juicios precipitados bajo la influencia
de estos móviles, atribuyo a un sujeto predicados que no le
convienen de ningún modo: en consecuencia, estos juicios son
es no conformes con la realidad. Observando
atentamente la puedo reconocer mi desvío y endere-
zar mI juicio.
La complejidad, la oscuridad o el alejamiento del objeto
de nuestro conocimiento pueden ser, sin duda, la ocasión de un
error en el juicio: el conocimiento presenta tanto menos. de
garantías, tanto más riesgos de error cuanto más se alej e de la
experiencia actual de un objeto simple, netamente distinto de
EPISTEY'¡¡OLOGÍA - 13
194 Epistemología crítica

otro. Pero las verdaderas causas del error se encuen-


tran en el sujeto mis1110. Citemos 10.

- La y la de atención del : el su-


jeto se olvida de observar atentamente el objeto y de discernir
los caracteres propios antes de juzgarlos: es por esto por 10 que
confunde a un religioso servita con un '. conventual, una liebre
con un conejo, un peral con un manzano, etc.
- La temeridad del sujeto: pretende formular
que van más, allá de su percepción actual; así, por ej emplo,
juzga del pasado, fiándose imprudentemente de su
en vez de controlar si le es fiel (por ejemplo, consultando
una obra para recordar una fecha); juzga de la naturaleza
física de un obj eto, apoyándose en sus percepciones sin so-
meterlas a una crítica indispensable (afirma que tal regla
"está" rota, porque le "parece" rota en virtud de la ley de
refracción; que tal línea "es" más larga que tal otra, por-
que le "parece" más' larga en virtud de la influencia de la
percepción global, en la ilusión de Müller; que tal sustancia
química "no es" azúcar, porque n.o nota la "sensación de
dulce" a causa del mal estado de su paladar; que la tempe-
ratura de un local es insuficiente, porque la fiebre le hace tiri-
tar, etc.).
- La turbación del sujeto: su juicio está contrarrestado por
la influencia de sus sentimientos y de sus pasiones: amor (" el
amor es ciego", se dice; sobre todo es parcial), odio, deseo,
miedo, cólera, etc.
- Los ¡prejuicios del sujeto: convicciones anteriormente ad-
quiridas y frecuentemente sin ningún control, ya por tradición,

:lO Los ejemplos concretos que damos están tomados de la vida co-
rriente: son simples ilustraciones, destinadas a entender mejor la doctrina
general sobre el error.
N arma absoluta del conocinz¡enfo

la presión del medio influyen en la evolución


introduciendo en él "ideas falsas" 11 o "falsos

Las incorrecciones del sujeto en el encadenamiento ló-


gico de sus juicios: de estos múltiples defectos del razona-
miento se ocupará la lógica para desenmascararlos.
Como vemos, el problema del discernimiento entre
la verdad y el error es un problema de ascesis intelectual y
de dominio de nosotros mismos. N o es sino por un esfuerzo
de purificación, de desprendimiento y de desinterés ante todo
10 que no sea el por 10 que el sujeto podrá llegar a la
posesión serena y segura de su bien que es la verdad: siendo
la verdad la conformidad de mi juicio con la realidad conocida,
la medida de la verdad, la norma dominante no puede ser otra
cosa más que el objeto que se revela al sujeto, o sea, la eviden-
cia obj etiva 22.

11 En esta expresión corriente, el término "ideas" designa en reali-


dad a los juicios.
l2 Por analogía con la verdad y el error del juido propiamente dicho,
se puede hablar de verdad y de error a propósito del j~ticio
mente dicho, implicado en el comportamiento o a,ctitud práctica del ani-
mal. Diremos que el animal "se engaña" o que "cae ,en el error"
cuando la percepción parcial ° insuficiente de un excitante determina
un comportamiento inadaptado a la naturaleza real de este excitante.
Es el caso del perro que se lanza sobre un hueso de madera, del gato
que se pusiera a perseguir a un ratón mecánico, de la gallina que incuba
huevos de escayola, del pájaro ahuyentado por un espantajo. En todos
estos ej emplos, las reacciones motrices del animal están provocadas por
una percepción visual no controlada. Notemos que las "causas de error"
son análogas aquí a las reveladas en el conocimiento humano: precipi-
tación, temeridad, influencia de las pasiones (glotonería, miedo, etc.).
A veces el animal consigue superar, al menos después de cierto tlempo,
su "error" gracias al control que las nuevas percepciones aportan a su
facultad estimativa.
196

3, Necesidad,--Llamamos "necesario"
no ser, El valor del
de que afecta a toda afirmación verdadera: esta
afirmación se impone, no ser otra cosa que lo
que es, no es ni facultativa ni alterable a 'gusto del
Es en el j uido donde la necesidad aparece por
a mi condenda: el hecho 1111smo que el su-
jeto); nada hay que afirmar que el
necesario, que exista necesariamente; pero, dado que el he-
cho exista y que yo me dé cuenta de a
afirmar su existencia; me es negar esta existen-
cia, La necesidad de la afirmación está fundada, pues, en el
dato cuyo carácter dominante pone de manifiesto, Se trata
de una necesidad hipotétiw, al menos por ahora: si tal ob-
jeto me es dado, el juicio se impone, la aftrmación es ne-
cesaria,
La necesidad del juicio entraña su también
por lo menos hipotética. Puesto que mi afirmación reposa sobre
la naturaleza misma del con-
ciencia que fuese capaz de conocerlo tal como a mí me es
debería aceptar como verdadera mi afirmación: ésta posee, pues,
una univer~alidad subjetiva en el sentido de que se a
todos los suj etos eventuales 13,
4. Evidencia objetiva y certeza desde el
comienzo del análisis de la conciencia observamos que todo
conocimiento de la realidad implica "evidencia" ,
del ser que se impone a la conciencia y que se traduce

13 La cuestión de la nniversalidad es algo distinto: el juicio


es universal si el suj eto del juicio es un concepto universal, sintet¡'zador
de un número indefinido de casos particulares; el problema será el saber
cómo se puede pasar de la experiencia de uno o varios casos particularclI
a un juicio universal o a una "ley". Pronto llegaremos a· esto.
197
el necesidad eviden-
te , Esta de hecho halla su su con~
en el carácter de la afirmación y en la 11a-
turaleza de la verdad: la afirmación está dominada, dirigida
por el a la conciencia; es la" claridad" con la
se revela a la conciencia lo que determina el contenido
del
La evidencia de la afirmación entraña, para el
el estado afectivo de "certeza", es decir, la
ción (parcial), el reposo, la de su apetito de cono-
cer 15. Este sentimiento no es ni vago ni ilusorio, sino que
está plenamente fustificado, precisamente porque se funda
en la evidencia objetiva: yo tengo conciencia de que, cuan-
do afirmo, 10 hago bajo el imperio del objeto que se me im-
pone, de que nle someto en mi juicio al objeto tal y como
se me da; mi seguridad, mi certeza de que no me engaño se
apoya sobre una situación perfectamente clara: una pre-
senCIa obj etlva innegable, que impone la actitud que adopto al
afirmar.
5. Examen de algunas objeciones.-Exponiendo y solucio-
nando algunas, objeciones, finalizaremos de un modo útil este
estudio crítico de la afirmación.
¿ El reconocimiento del valor objetivo del juicio no presu-
pondrá la aceptación de un postulado inicial: mi aptitud de
conocer la verdad? El problema de nuestra aptitud para cono-
cer la verdad hizo correr mucha tinta en el siglo XIX. Sin
embargo, es un ejemplo típico de falso problema. De mi aptitud
de conocer me doy perfecta cuenta conociendo, de mi aptitud

14 Cfr. pág. 98~


15 Por el contrario, la inevidencÍa producirá insatisfa,cción e inquietud.
198 Epistemología crítica
de juzgar objetivamente, (del mismo
modo que me doy cuenta de mi aptitud para andar andando,
de mi capacidad de cantar cantando). Para esto no hace falta
ningún postulado.
Otra dificultad. La afirmación es i'Y!,consistente, dice el es-
céptico, porque no tiene estable sobre el que
apoyar la afirmación; -la verdad no es, sino que evoluciona sin
cesar, 10 mismo que 10 real. Admitamos que, en efecto, no existe
ninguna estabilidad en los objetos que conocemos; imaginemos
un obj eto lo más fugaz y efímero que podamos; una es.pecie
de centella que apenas ocupe un instante el campo de mi con-
ciencia: basta esto para formar varios juicios verdaderos, eter-
namente verdaderos; por ejemplo, éstos: "he percibido una
centella", " esto (que he percibido) es una centella", "una cen-
tella que es. luminosa", etc.
¿ Podría (esistir el valor objetivo de la afirmación a una
crítica que tuviese en cuenta las condiciones no empíricas de
mi actividad judicativa, es decir, los factores ¡-¡conscientes que
a 10 mejor intervienen en la constitución de la afirmación y
de su objeto? Sin duda. En efecto, tomemos la afirmación:
"esto es blanco"; cualesquiera que fuesen las condiciones de
posibilidad de mi conocimiento actual y de mi juicio, sean los
que fueren los factores que explican o la presencia del "esto"
en mi conciencia, o mi capacidad de afirmar, todo esto no caq1-
bia en nada la situación que más arriba he descrito. Podré
imaginar o sospechar cualquier influencia oculta, cualquier "ge-
nio maligno", cualquier impulso instintivo, todos ellos tendien-
do a deformar el objeto o el acto del sujeto, siempre el re-
sultado será igualmente claro en todas estas hipótesis: en mi
conciencia actual hay un "obj eto blanco" C" esto") y un acto
judicativo que 10 expresa; este acto tiene un sentido, un valor
lJbjetivo; posee un carácter de verdad, es decir, de confor-
IV orma absoluta del conocimiento 199

midad con el objeto, su apoyo es la evidencia y


posee, por tanto, una firmeza legítima, esto es, una certeza

Fácilmente se adivina el valor inmenso de estas ideas: el


escepticismo, el relativismo, el subjetivismo, el pragmatismo ab-
solutos son rechazados en su raíz más profunda, puesto que
todos estos sistemas pasan por alto los caracteres más esenciales
y más evidentes del juicio.

Crítica del ser, objeto primero de la afirmación

TESIS.-E1 ser o lo real, objeto primero de la afirmación,


se impone comO' valor objetivo de mi conocimiento y como fin
último de mi apetito de conocer.

COMENTARIO.-La afirmación en cuanto tal tiene un valor


"objetivo", un valor relativo al objeto. Pero el objeto mismo
¿ qué valor tie_ne r y antes que nada, ¿ qué vale el obj eto cuando
este objeto es el ser en c~tanto tal, la realidad como taZ? En
efecto, éste es el caso que se nos plantea en la afirmación aliquid
est, "alguna cosa existe", afirmación que se impone como la
primera de todas, el punto de partida inevitable de toda la
actividad judicativa: porque si yo no afirmo, al menos de un
modo implícito, que alguna cosa existe, vengo a excluir la po-
sibilidad de toda afirmación ulterior, incluso la de mi propia
existencia. El suj eto de esta primera afirmación representa un
objeto cualquiera como objeto de experiencia; el predicado lo
representa bajo la forma de concepto o de idea. ¿ Cuál es
el valor de esta experiencia? ¿ Cuál es el valor de este con-
cepto?
1. Crítica del ser como objeto de experiencía.-El hecho
de nuestra experiencia del ser es tan irrecusable como el he-
200 Epistel11010qía

afirmación. conocin'tiento
inmediata de 10 conocido ante el cog-
noscente; la experiencia es la forma primitiva y primordial
del conocimiento; el conocimiento indirecto' o 111ediato su-
pone, por definición, un previo conocimiento directo. Esta-
blecidos así los términos, es evidente
de 10 real, porque el carácter de "realidad" es esencial a todo
obj eta de experiencia: una experiencia que no fuese expe-
riencia de 10 real sería experiencia de la nada. Todas mis
eX'periencias son, pues, experiencias de lo real, es decir, co-
nocimientos inmediatos de 10 real, conocimientos realizados
por la presencia de 10 conocido en el cognoscente, sin ningún
intermediario; todo "intermediario" imaginado para expli-
car mi conocimiento de lo real sería también reaL Por consi-
guiente, es imposible dudar de la experiencia o del conoci-
miento inmediato de lo reaL Esta experiencia tiene el mismo
valor, sean los que fueren los factores inconscientes que pu-
diesen condicionarlos, cualquiera que fuese el Grigen, la na-
turaleza profunda o el estatuto ontológico de 10 real presente
en mi conciencia: en efecto, lo que aquí subrayo es precisa-
mente el resultado c.onsciente de todas las condiciones que
determinan la existencia de esta realidad y su presencia en
mi conciencia. A esta experiencia de 10 real podemos llamar·-
la "intuición", es decir, aprehensión de la realidad individual
o concreta 16.
Insistamos un poco más sobre este hecho tan importante
de que lo real se nos da en una experiencia: constato que al-
guna cosa existe y que yo existo, aunque no comprenda

16 La palabra intuición está tomada aquí en el sentido B del V oca-


bulaire de Lalande. Es "el sentido más original de esta palabra, aquel
que no podría ser reemplazado por ningún otro".
absoluta del conocil1úenfo 201
cosa existe 17 Recordemos también que lo real se
nos da en ob] etiva o vivida: no tiene
sentido °el hablar de una
del ser a propósito de la vivida o conciencia de
como si el dato objetivo no fuese tan real y tan inmedia-
tamente como el yo, el ; como tiene
sentido el obj etar que el dato obj etivo podría no ser
más que "fenomenal", como SI un "fenómeno" no fuese ya
algo real 18.
Como experiencia, mi conocimiento de lo real y
realiza la unión la unidad feal del dato y del sujeto
cognoscente. Como acabamos de recordar, "experiencia" sig-
nifica "conocimiento inmediato", "presencia inmediata" de lo
conocido en el cognoscente. Así, pues, toda experiencia com-
porta, al menos en cierto modo, la identidad feal tí ontológica
de lo conocido con el cognoscente, porque esta experiencia
inmediata no puede ser razón de conocimiento si no es bajo
algún título constitutivo del acto mismo de conocer. N o sería
bastante una simple yuxtaposición espacial. Mi experiencia
de 10 real es, pues, la posesión, POf identidad, de un dato
real 19.

17 Respecto al papel esencial de la experiencia, véase L. NOEL, Le


réalisme i111médiat, págs. 38-39, 167-170, 184-185, 192-196, 238-251;
É. GILSON, Réalisme thomiste ... , págs. 184-239.
18 CL la crítica de Monseñor Zamboni por L. NOEL, Le réalis11le
immédiat, págs. 186 a 196. No es aquí el lugar de distinguir entre el
"ser fenomenal" y el "ser ontológico", entre "noción pobre" y "noció1]
rica" del ser. Todas estas distinciones son prematuras y faltas de
crítica, porque el ser trasciende todas estas categorías.-Cf. también
F. VAN STEENBERGHEN, Problcmes épistémologiq1les fondamentau%, pá-
ginas 480-485.
19 CL A. DE CONINCK, L'unité de la connaissance ... , 2. a edic. (1947),
págs. 103-122.
202 Epistemología crítica

del ser está evidentemente al abrigo de


toda confusión o deformación, por la sim-
ple razón de que el ser no se opone a nada: nada sería capaz
de darme la "ilusión" del ser, prestarse ao "confusión" con
el ser o causar una "deformación" del ser; el ser deformado
también sería ser. Total, que la exp€lrienda del ser es un
conocimiento infalible, c~iya obJetividad está absolutamente ga-
fantizada.
Sin embargo, esta expenencIa tiene algunas imperfec-
ciones:
-La identidad realizada entre el cognoscente yo 10 conOCl-
do es superficial: en la experiencia objetiva se opera gracias
a una relación espacial entre el objeto y el órgano sensorial 20 ;
en la experiencia vivida la identidad es más íntima, pero se
opera únicamente en el plano de los actos segundos, sin llegar
a la realidad fundamental del yo.
- La identidad realizada es transitoria, porque toda expe-
riencia es fugaz; deja pronto el sitio a otras experiencias.
La identidad realizada es limitada: no se ~xtiende más
que a un grupo de datos; ahora bien: mis experiencias reno-
vadas sin cesar me revelan que podría tener otras muchas expe-
riencias además de la que ahora tengo, y que desde luego, estoy
muy lejos de poseer todo lo que existe.
Es aquí donde el conocimiento conceptual viene a enrique-
cer infinitamente la experiencia dándole su pleno valor.

20 Esta relación espacial lleva siempre consigo un "contacto": en


la mayor parte de las percepciones sensibles, la cosa es evidente; en
el caso de la visión no hay contacto consciente más que con el "medio
iluminado" y es por este intermediario por 10 que el órgano se encuentra
en "relación espacial" con el obj eto "distante", pero también aquí, como
en las otras percepciones, la experiencia es "superficial", precisamente
porque es de orden espacial.
lJ orma absoluta del conocimiento 203

Crítica del de seT.-EI de ser o


realidad se presenta, según hemos visto, como el concepto fun-
damental, no siendo todos los otros más que modalidades de
este concepto primordial. Este concepto define a la inteligencia:
ésta es esencialmente "facultad de concebir el ser", "capaci-
dad de aprehender la idea de ser en una experiencia cual-
; su "objeto formal" es el ser o la realidad en cuanto
JC concebible" 21.
Ya sabemos que todo concepto es la trasposición de un
dato de experiencia al dominio de la inmanencia intelectual,
~y que esta trasposición es una revalorización. Pero la relación
de ser con las experiencias que constituyen su principio es su-
111,amente original. La idea de ser representa o expresa tal dato
simple de mi experiencia: esta luz, este color; también ex-
presa otros muchos datos simples o complejos: esta encina, este
hombre; en el caso de un dato complejo expresa adecuada-
mente todos los elementos simples que lo constituyen. Estos
hechos revelan la naturaleza especial de la abstracdón de la idea
de ser.
La idea de ser es abstracta, lo mismo que todas las ideas,
en el sentido de que está "separada de 10 corporal, de 10 con-
creto, de 10 individual"; es una trasposición del dato al plano
De las representaciones universales.
A primera vista también es abstracta de otro modo, e in-
cluso la más absi;racta de todas las ideas, en el sentido de ,que
'''aísla'' la nota "ser" de todas las otras, "hace abstracción"
de todos los elementos que caracterizan un dato de experien-
cia con respecto a los oÚos: en su significación explícita la
idea de ser expresa los diversos elementos de la realidad en
10 que constituye su unidad, su indistinción,' hace abstracción,

21 Cf. págs. 147-148 y 160-161.


crítica

lo que
real a otro; en este sentido expresa el
determinación que se puede expresar y por tanto, en
la cúspide de la abstracción 22. Sin embargo, el de
vista de la significación explícita es incompleto y además
porque claramente ve nota "ser"
está disocia,da de las otras más que por un puro artificio de
la razón: en el dato se con todos los elementos
que constituyen este dato y con cada uno de ellos:
aisla nada, de nada hace abstracción; por consiguiente, en su
implícita la idea de ser expresa adecuadamente
la realidad concreta con todas sus diferencias y con todos sus
modos: desde este punto de vista, la idea de ser no es de
ningún modo el fruto de una abstracción, si por "abstrac-
ción" entendemos la consideración de un aspecto parcial de
10 concreto (separatim considerare); es la "representación",
la "conceptualiza ción" , la "trasposición conceptual" confusa,
pero adecuada, de lo concreto; expresa formal y actualmente
(y no de un modo virtual o potencial) todos los elementos de
10 real.
Estos dos caracteres esenciales de la idea de ser son 10 que
justifica aquello que comúnmente llamamos analogía : unidad
en la diversidad, unidad proporcional. Y me revelan al mis-
mo tiempo el papel esencial de esta idea dentro de mi activi-
dacL cognoscitiva. Aprehender un dato cualquiera como
como ser o como real) es descubrir en él un carácter, en virtud
del cual este dato no se opone a nada, no es totalmente extra-
ño a cualquier otro dato, sino que se encuentra emparentado

22 Fácilmente se ve que el concepto de ser es el fruto de una e%pe-


~iencia cualquiera y que es imposible que haya alguna experiencia "pri-
vilegiada" para el conocimiento del ser.
N orma absoluta del conocimiento

todos los sean las que fueren las diferencias las


discernir al uno del
cuando
"real" o corno "ser", no apre-
hender un color, un sonido, una otro
dato como "ser", "real", pues,
todas mlS como esta corll,unidad
ser, por esta semejanza real a pesar de toda su
C01110 no oponiéndose en verdad más que al "no-

sintetizar mis experiencias trasponiéndolas en un


el concepto de ser, cuya extensión es verda-
deramente universal con relación a los diversos datos de ml

Una nueva reflexión sobre la unidad de mi experiencia,


esta unidad que se expresa por el único concepto de ser, va
a permitirnos valorar plenamente este concepto originaL Si
un dato cualquiera, en cuanto ser o real no se opone a
inmediatamente evidente que la sola condición re-
que algo con la idea de ser
es la de que nada, Por otra parte, la perpetua
renovación de mis es decir, la aparición cons-
télnte de nuevos datos en n11 conciencia me sugiere la posi-
bilidad de que mi (pasada, presente y
se identifique con toda la experiencia posible; puede, in-
etmar que la realidad cognoscible por mi en una
ser que no se identificase con la realidad
toda, Por el momento esto no es más que una pura hipótesis,
elJ,1bargo, mi conocimiento del ser dado en mi experien-
me permite afirmar que, si
de 1112 este más allá
sarse el concepto de ser, so
y simple,
206 E ¡'Jistem,ología crítica
-----------------------------------
De este modo se nos revela un nuevo carácter esencial
del ser: su e,rtensión trascendental. En el len~
guaje trascendental se llama toda noción univer-
sal cuya extensión (o universalidad) supera o "trasciende" todas
las otras nociones: "trascendit species et ; su univer-
salidad es ilimitada, sintetiza todo lo reaL La idea de ser ex-
presa adecuadamente de un rondo confuso) todo 10
que existe, la totalidad de 10 real, todo 10 que no es la pura
nada. Concebir un dato como real es ya conoce1'
todo lo reserva o excepción alguna,
puesto que es percibir que este dato entra en el orden uni--
versal y que está ligado a todo 10 que existe por tma seme-
janza real; es poseer conf~¡Sa111ente todo el universo, más allá
de los lím,ites de mi actual experiencia. El idealista dice que
"un más allá del pensamiento es impensable" y pretende con
ello encerrar el pensamiento dentro del círculo de sus repre-
sentaciones; en realidad, un más allá del pensamiento es im-
pensable, porque el objeto del pensamiento es todo lo que existe
y porque más allá del ser no hay más que la nada, imposil~le
e i111,pensable.
Como vemos, la extensión trascendental de la idea del ser
resulta de un modo inmediato de la crítica de su compren-
sión: como ésta nO' lleva consigo ninguna determinación par--
ticular que se oponga a ninguna otra determinación, la idea
de ser nO' tiene ningún contenido finito o limitado y repre-
senta, por tanto, todo aquello que no es pura y simplemente
nada.
La capacidad trascendental de la idea de ser condena en
sus mismos principios al empirismo kantiano, pa~a quien el le-
gítimo ejercicio. del pensamiento debería detenerse en las fron-
teras del mundo "fenomenal", es decir, en las fronteras de la
experiencia.
N orma absoluta del 207
veamos cómo la extensión trascendental de la
idea de ser nos afirmar la de realidad
absoluta o incondicionada, Llamamos "relativo" o "condicio-
nado" a aquello que depende, de,
cosa; llamamos "absoluto"
diente de) o "incondicionado" a aquello que no depende de
nada, Gracias a la idea de ser, de
modo confuso todo 10 que existe y puedo además conside-
rar los caracteres necesarios de este "todo" en cuanto tal:
puesto que este todo no se opone a nada, debo afirmar que
no está condicionado por nada, que es imposible que sea re-
lativo a algo; por tanto, es absoluto o incondicionado, Bre-
vemente mi idea de ser, que representa la totalidad de 10
representa un objeto absoluto, incondicionado o incausado,
Ahora bien: una "realidad incausada" es una realidad que
posee todo 10 necesario para que sea (puesto que es una reali-
dad) sin que lo reciba de fuera (puesto que es
pues, ,idéntiéamente una realidad que existe "por sí misma",
que es su propia razón de ser, que se impone por sí misma, que
es necesaria, que debe ser, que no puede no ser, La necesidad
que antes se nos había revelado como un carácter de la afir-
mación o juicio, se nos revela ahora por primera vez en el
objeto conocido.
Observemos que esta necesidad de lo real es una necesi-
dad de hecho, sin que por esto deje de ser verdaderamente
absoluta para mí, en el sentido de que la conozco a través
de un hecho y como un hecho: puesto que algo existe, algo
existe por sí mismo, porque la proposición "el todo existe
por otra cosa" es evidentemente contradictoria, es decir, que
se destruye a sí misma. Por consiguiente, sé que un objeto
absoluto existe, que alguna cosa es necesaria, pero todavía no
sé el porqué.
208
Ya estamos en de todos los elementos necesa-
nos para el valor del conocimiento
que es,
Vinculado este a la de lo
supera, sin de un modo infinito. Y esto no por cua1-
"a priori" o de un valor sobre el
valor que el dato no
Cl:ón del dato 1niSJno. En e~ia
el dato en cuanto ser, no está
(puesto que no se trata de una acción
corporal) ; es
suj eto, independiente de la experiencia (puesto que 10 inteli-
está dado en la experiencia); es algo y asimilado
activamente pOi' el sujeto inteligente: yo tengo conciencia de
ser el principio activo de mi concepto inmanente, en el cual y
por el cual expreso un aspecto del dato; porque no nada
dentro del contenido de este concepto que no provenga del
dato; "universale mdterialiter est in est in
intellectu") como decían muy los aristotélicos del
medioevo.
El valor eminente de la de ser se debe a los caracteres
siguientes:
1) La idea de ser es una ob-
No sólo
idea y su objeto (puesto que el uno y el otro son
de mi sino que el análisis de esta idea me revela
que es además una representación de cua1-
dato; está claro que la idea de ser no podría
comportar m porque representa
un valor que supera todas las confusiones y todas las
laridades,
En primer lugar, el contenido de la idea de ser
N orma absoluta del 209
de sujeto y obieto, porque tanto el uno como el otro
S011 seres. hay aquí una homogeneidad perfecta entre cognos-
cente y conocido; ninguna deformación de un objeto es posible
por el hecho de que sea recibido en el sujeto, puesto que el
uno y el otro tienen, en cuanto seres, la misma naturaleza y
no se oponen más que a la nada. El contenido de la idea de
ser constituye, pues, un valor perfectamente objetivo con res-
pecto a la función de conocer.
Pero también el contenido de la idea de ser supera cHalqHier
otra posición, cualquier diversidad, porque ser no se opone más
que a no ser, real no se opone más que a no real, o sea a
nada. Así es claro que no es posible ninguna confusión entre
10 que es y 10 que no es. Cuando aprehendo un obj eto particu-
lar e intento descubrir sus caracteres propios o su naturaleza,
es cuando me expongo a confusiones o ilusiones, cuando mi
discernimiento entre un objeto u otro puede ser imperfecto.
Pero este peligro no existe cuando aprehendo algo como
ser, porque la pura nada no puede producir ni ilusión ni con-
fusión.
2) La idea de ser es la representación adec%ada de SH
objeto, puesto que no representa. uno de sus aspectos p'ar-
ciales, sino toda la realidad completa sin que haya excepción
posible.
3) La idea de ser es la representación adecu'ada de
todo lo qHe existe. Su extensión es trascendental. Discutir este
carácter de la idea de ser es contradecirse, porque es suponer
que alguna cosa podría "existir" sin que pudiera ser expre-
sable por la representación de "ID que existe". N atemos a
propósito de esto que la idea trascendental de ser no me per-
mite ir más allá de mi experiencia afirl1wndo q%e existe algo
más de lo que capto en esta experiencia, pero que me da
el poder de legislar hipotéticamente sobre todO' 10 que even-
EPISTEMOLOGÍA - 14
10 E Pist em olo gía crítica

tualmente pueda existir más allá del dominio de 10 que me


es actuafmente accesible por la vía empírica. Este
miento no es exclusivo de la idea de ser: la comprehensión de
una idea permite que afirmemos siempre a> pr·iori la exten-
sión a todos los objetos que realicen esta comprehensión; por
ejemplo, una vez determinada la compr{;hensión de la idea de
"animal", sabré a priori que si en la realidad existe algo a
quien le convenga, estará comprendido en la extensión de esta
idea. El privilegio de la idea de ser consiste en que la natura-
leza de su comprehensión (que excluye todo límite u oposición,
salvo la nada) me permite concluir que su extensión es ilimi-
tada, esto es, trascendental.
4) La idea de ser es la representación de un objeto ab-
soluto o incondicionado. Simple consecuencia de su carácter
trascendental. Tanto si existe alguna cosa más allá de mi
experiencia comO' si nada existiera fuera de su dominio, siem-
pre en toda hipótesis, mi idea de ser expresará la totalidad de
10 real, la cual, por definición, no podrá depender de otra
cosa.
En resumen, mi conocimiento conceptual del ser realiza una
verdadera posesíón del uni'verso entero por medio de una re"
presentación confusa, p:ero adecuada y perfectamente obfetiva:
el concepto trascendental de ser. Esta pO'sesión tiene caracte-
res muy opuestos a los de la simple experiencia de 10 real.
Era ésta intuitiva, comportaba una identidad real con el objeto
conocido; el concepto de ser, por el contrario, es abstracto, y
excluye, por tanto, toda identidad real con el obj eto, del que
no es sino una representación adecuada pero confusa. Por el
contrario, mientras que la posesión de un dato Z,imitado es
superficial y transitoria, el concepto trascendental es una. po-
sesión adecuada y permanente (por la duración propla de la
1\[ orma absoluta del r:O:rln,C2~J'rze'n 21 ¡

inmanencia intelectual) de todo 10 que es, es


ilimitado e incondicionado.

El ideal del conocilnienfo perfecto

TESIS.-La afirmación del ser realiza el ideal del


miento perfecto, el valor absoluto o fin último de mi conocer.
Posee una verdad absolutamente evidente y absolutamente cier-
bao Sin embargo, este ideal se realiza de un modo muy
fecto en mi conciencia; con ello resulta que, al paso que me
ofrece una norma que me permitirá juzgar los otros elementos
de mi conocimiento, deja sin embargo parcialmente insatisfecho
mI apetitO' de conocer.

COMENTARIO.~I. Al comenzar el estudio crítico de nues-


tro conocimiento, hemos dicho que el fin último perseguido por
el sujeto cognoscente es la posesión de todo lo real tal como
es en sí. Este ideal de conocimiento ilimitado y plenamente ob-
jetivo se realiza en la afirmación del' ser.
En efecto, en mi conciencia he descubierto un acto de co-
nocimiento que se me revela como poseyendo un valor abso-
luto: este acto es la afirmación del ser en cuanto tal, punto de
partida ,al menos implícito de toda mi actividad .iudicativa. ¿ Por
qué tiene un valor absoluto? Porque consiste en poseer un objeto
ilimitado y absoluto por medio de un acto infalible. Este acto
implica una experiencia o intuición en la que toda ilusión
es imposible, una concepción sin deformaciones y una afir-
mación sin error posible. En todos sus aspectos posee una
evidencia perfectamente objetiva y una certeza perfectamente
fundada.
Poseer todo lo real, es decir, un objeto ilimitado e incon-
dicionado, por medio de un acto infalible, que sea capaz de
212 Epistemología crítica

resistir a la crítica más exigente, éste es el ideal del cOl1oci~


miento perfecto. Nada hay posible más allá de este ideal, 10
mismo de parte del objeto que del acto.
2. Este conocimiento del ser se expresa por medio de jui~
cios cuya verdad es absolutamente evidente y absolutamente
cierta. Después de lo que hemos dicho, "esta última proposición
no pide más que un breve comentario.
Juicios de existencia.-El conocimiento del ser se expresa
por medio de un juicio, de una afirmación de ser o de exis-
tencia. Esta afirmación puede presentarse con diversas moda~
lidades: "esto es, esto existe, esto es real, alguna cosa existe";
"todo 10 que se me da existe"; "todo existe, el conjunto de
10 real existe"; "10 real como un todo existe necesariamente,
absolutamente" .
En todas estas fórmulas se pasa de un juicio singular a
otros juicios universales que se refieren al conjunto de mi
experiencia, y después a la totalidad de todo lo que existe.
El paso desde el juicio singular "esto existe" al principio ab-
solutamente universal "el ser existe", se hace por trascenden-
talización: una reflexión sobre el contenido del concepto de
ser revela, como hemos visto, su extensión trascendental y me
permite realizar esta universalización absoluta que significa el
"ser" como suj eto (todo ser, no importa cuál, todo aquello que
no sea la nada).
Verdad.-Los juicios de existencia que acabamos de for~
mular son ·adecuadamente verdaderos, es decir, adecuada-
mente conformes con el objeto conocido, puesto que la
idea de ser que constituye su predicado es la expresión ade- .
cuada, aunque confusa, de la realidad misma designada por el
sujeto.
Claro es que, como hemos visto en el análisis del júi-
N arma absoluta del 213

cio 23 , esta conformidad que


la idea es una obj eto que le con-
fiere un nuevo modo de presencIa en el sujeto cognoscen-
te, una presencia "ad 11lOdum recipientis". Sin embargo, esta
falta de identidad y esta conformidad imperfecta no signi-
fican de ning":m modo una imperfección de mi conocimien-
to. La razón es que mi finalidad como sujeto cognoscente no
es la de poseer todo 10 que existe identificándonze realmente
con todo, sino asimilando todo lo que existe en un acto in-
manente de mi conciencia, capaz de aprehender el orden
universal con toda la perfección de que es capaz una con-
ciencia C0111,O la mía; ahora bien: esto requiere la tras-
bosición del dato concreto al plano de mi inmanencia concep-
iual 24 .
Yo conozco la verdad de mis juicios de existencia, porque
el conocimiento reflejo o conciencia me permite comparar
mi concepto de ser con las experiencias que éste representa
y que el juicio expresa: esta comparación, que en fin de

23 eL págs. 161-163.
24 Conviene anticipar aquí que sólo el conocimiento de sí-mismo
puede hacerse por identidad perfecta de suj eto y obj eto; todo conoci-
miento de un no-yo se hace necesariamente por "representación" puesto
([U e el no-yo no puede constituir el acto inmanente de esta concien-

cia. Cuando el no-yo es un mLtndo corporal, la necesidad de una re-


presentación es más fuerte todavía: ninguna conciencia puede conocer
la materia "identificándose" o "conformándose" con ella bajO' pretexto
de una mayor intimidado de una unión más perfecta, puesto que la
dispersión espacio-temporal excluye la conciencia; la misma Conciencia
creadora no conoce la materia por "identidad"; la imperfección de
nuestro conocimiento de la materia estriba precisamente en el modo
pasivO' y de contacto espacial por el que conocemos al mundo material,
es decir, porque para conocerlo nos hemos de rebajar hasta él lo más
posible.
214 E.Pistemol0f!~~~~~ifl!
---------------------------------------~--

cuentas a ser 10 mIsmo el juicio, me revela la


adecuación del predicado con el sujeto, del concepto con el
objeto de la experiencia; también me permite el discernir,
dentro de mi conocimiento, el papel del objeto del papel del
sujeto, el valor estrictamente objetivo de mi conocimiento del
"modus cognoscentís" o modo subjetivQ que le afecta inevita-
blemente.
Todos estos juicios tienen el carácter de necesidad hipo-
tética o relativa que es común a todas las afirmaciones fun-
dadas en la presencia del objeto que afirmamos. En cuanto
al juicio que expresa el carácter absoluto de 10 real conside-
rado en su totalidad, posee, no solamente el carácter de ne-
cesidad r~lativa que es común a todos los juicios verdade-
ros, sino que enuncia también una necesidad absoluta: la
existencia necesaria, esto es, incondicionada del objeto
mismo.
Evidencia objetiva absoluta.--Los ]UlClOS de existencia, que
son expresión de mi conocimiento inmediato y actual de lo
real, poseen la mayor evidencia; evidencia perfectamente objeti-
va) es decir, provocada e impuesta por el objeto, que, por otra
parte, es un objeto libre de toda sospecha de "ilusión", de
"confusión" o de "deformación".
Certeza absoluta.-Esta evidencia objetiva perfecta implica,
por parte del sujeto, un sentimiento absoluto de certeza, es
decir, una satisfacción plena de su apetito de conocer, de poseer
el ser. Sin embargo, esta posesión adecuada, pero confusa, no
agota el apetito de conocer que continúa despierto bajo la forma
de curiosidad, de deseo de aclarar esta confusión inicial expli-
citando toda su riqueza.
3. El ideal del conocimiento perfecto se realiza en mí
de un modo 11'LUY imperfecto. En efecto, mi" representación
del universo a través del concepto de ser es sumamente COll-
N or11'ta absoluta del rnén.n,'-·/1i'".1P"H 5
y no se disipa esta confusión más de un modo no
muy por medio de mi expenenCla superficial,

La afirmación del ser en cierto modo, el valor ab-


soIuto de mi conocimiento, y es por esto parlo que podrá ser-
virme de norma o criterio en la de todas las moda-
lidades de mi conocimiento: ante cada una de ellas deberemos
preguntarnos en qué medida tal o cual acto realiza el ideal que
habíamos entrevisto, esto es, la finalidad espontánea del sujeto
cognoscente, es decir, la posesión lo más perfecta posible de todo
lo que existe.
Pero este valor absoluto no lo poseo más que de un modo
demasiado imperfecto para que quede satisfecho mi apetito de
conocer, y es por esto por 10 que la afirmación del ser será el
punto de partida y el estimulante de un nuevo esfuerzo en pro
de la asimilación de todo lo reaL
Estas últimas observaciones implican un 'hecho que, a
primera vista, puede parecernos paradójico: la crítica de la
misma norma del conocimiento, es decir, que esta norma
resulta imperfecta a la luz del ideal que ella misma nos pro-
pone. ¿ Cómo es posible que se critique a sí misma y, en
consecuencia, vaya más allá de si misma? La cosa es posi-
ble gracias a los caracteres opuestos y a la vez complemen-
tarías que poseen la e:r:periencia y la concepción del ser. En
efecto, comparando estos caracteres divergentes, puedoper-
cibir las imperfecciones de los unos apoyándome en los otros
y adivinar un modo de conocimiento del ser que excluiría,
estas imperfecciones: en él la experiencia no sería limitada,
superficial ni transitoria; en él la concepción no sería m
abstracta ni confusa, es decir, un conocimiento perfecto del
26 Epistemología critica

ser realizado un 1110do mejor que en mí 1nisl1W 25.


Esta comparaóón entre los caracteres de la experiencia y
los de la concepción me permite precisar en qué consiste el
"modus cognoscwntis", o sea la aportación del sujeto en mi
conocimiento de lo real en cuanto tal. Ya hemos observado
que esta aportación del sujeto no impl~~a necesariamente una
imperfección del conocimiento ni esto constituye un obstáculo
a su objetividad: el ideal del conocimiento no es que el sujeto
se pierda convirt1éndose en el objeto, con el pretexto de co-
nocerlo tal como es, sino de poseer el objeto tal como es, en
la inmanencia del sujeto. En otras palabras, el conocimiento es
esencialmente un acto del suj eto, lleva necesariamente su marca
y puedo suponer todavía que en un sujeto más perfecto que
yo el acto de conocer sería todavía más su acto. Siendo las cosas
así, puedo preguntarme en qué consiste el "modus cognoscentis"
de mi conciencia de 10 real como tal y 51 ello implica alguna
imperfección.
La respuesta a estas cuestiones ya está dada en la
descripción que hemos hecho de las características de m1
conocimiento del ser, sea como experiencia, sea como con-
cepóón. Tanto unas características como otras provienen de
la naturaleza del sujeto y nos permiten apreciar su gran-
deza y su miseria al mismo tiempo: su "experiencia" de
10 real es intuitiva y vari'ada, pero es al mismo tiempo
superficial, limitada y fugaz; su "concepción" es trascen-
dental y le confiere un poder sobre 10 absoluto, pero su re-
presentación del universo es abstracta y confusa; el sujeto

25 En un conocimiento de este género, la dualidad de· la experi-encia


y de la concepción se fundiría en la unidad de una intuición intelectwal
que sería a la vez experiencia pura y con,cepción pura: éste es el ideal
realizado en el conocimiento angélico y también, de un modo infinita-
mente más perfecto, en el conocimiento divino.
Crítrica de las modalidades del conocimiento 7
es capaz de una "afirmación" adecuadamente per-
fectamente evidente y absolutamente pero esta afir-
mación no es más que la expresión confusa de la realidad. En
resumen, las imperfecciones propias de un conocimiento así·
mirador, empírico y conceptual a la vez, no perjudican a la
objetividad perfecta de mi conocimiento de 10 real en cuan-
to tal 26.

ARTÍCULO In

CRÍTICA DE LAS MODALIDADES DEL CONOCIMIENTO

Mi actividad cognoscitiva no se reduce a la afirmación


de 10 real en cuanto tal. Aunque perfecto bajo ciertos as-
pectos, es imposible que este conocimiento soberanamente
confuso satisfaga completamente mI curiosidad. Mi expe-
riencia me s.eñala muchas formas de ser y muy variadas, y
mi apetito se extiende con el deseo de penetrar su secreto
situándolas. dentro de la unidad trascendental. En efecto, el
acto fundamental d'e mi inteligencia consiste en captar y
concebir el ser en una experiencia cualquiera y, desde lue-
go, en aprehender toda experiencia particular como un
modo de seTo Equivale esto a decir que, por medio de la in-
teligencia, capto yo lo real como siendo a la vez fundamen-
talmente uno y diversificado. El progreso de mi conocimien-
to, el objetivo de mi curiosidad será el de "comprender" 10
real, es decir, el "tomarlo en conjunto" (c~wn-prehendere) J

unificar o sintetizar 10 diverso; descubrir las relaciones por


las que lo diverso constituye verdaderamente una unidad,

26 Sobre la crítica del conocimiento del ser puede verse también


L. NOEL, Le réalisme ilmnédiat, págs. 167 a 170, 239 a 255.
218 Epistemología
-----------------~--~-------

captar" cómo" y "por qué" los elementos de lo real


una unidad o un "orden",
¿ Puede llevarse a cabo esta empresa? ¿ Ofrece mI cono-
cimiento alguna posibilidad en este sentido? ¿ Qué valor tie-
nen mis espontáneas tentativas de llegar, a -conocer el orden
universal?
Para resolver estas cuestiones exa;,linemos sucesivamente
las condiciones en que se presentan el conocimiento del yo) el
conocimiento del mundo corporal y el progreso del conoci,
miento por el discurso; al final haremos algunas reflexiones
críticas sobre el papel de la memoria en la actividad cog-
noscitiva.

Crítica del conocimiento del yo

TESIS.-EI conocimiento confuso de 10 real puede explicitarse


por el conocimiento del yo. Este conocimiento, emPírico y con,
ceptual a la vez, se expresa por medio de juicioS' verdaderos,
evidentes y ciertos.

COMENTARIO.-I. El análisis de la conciencia nos puso en


presencia de una doble experiencia: la experiencia objetiva y
la experiencia subjetiva. Desde el punto de vista dd conoci-
miento de 10 real como ser, estas experiencias son equivalentes ;
no hay razón para conceder ningún privilegio a la experiencia
subjetiva como si ella fuera especialmente reveladora del ser.
Pero desde el punto de vista de una explicitación de las mo-
dalidades del ser, la experiencia subjetiva presenta una clara
superioridad sobre la experiencia objetiva: en primer lugar,
porque la experiencia subjetiva, o sea la conciencia que ten-
go de mí mismo, es una experiencia íntima de mis acti-
vidades conscientes, las cuales aprehendo en sí mismas como
Crítica de las modalidades conocimiento 219

frutos del dinamismo del yo que es su principio 27; Y lue-


go, porque esta tiene por una actividad
que trasciende en parte a la nwteria y que me
por tanto, una modalidad del ser superior al mundo de
los cueTpos. La experiencia subjetiva 110S conducirá también
más lejos, en cieTtos aspectos, que la experiencia objetiva,
éste es el motivo por el que la estudiaremos aquí en
'primer lugar. Sin embargo, el conocimiento del yo presenta,
por otra parte, algunas dificultades y algunas oscuridades
que le son propias y que convendrá no de vista:
mi conocimiento humano es una conClenCla abierta sobre el
mundo corporal, su orientación espontánea se dirige hacia
los objetos y el retorno sobre sí exige un esfuerzo tanto
más penoso cuanto la complejidad del "mundo interior" sea más
grande.
Ya sabemos que la expeTiencia subjetiva da lugar al con-
cepto del y a otros conceptos empí1'icos cuyo contenido
lo proporciona esta experiencia 28, Todos estos conceptos po-
demos restituirlos al dato por el juicio, como expresión del co-
nocimiento que tengo de tal o cual dato. He aquí algunos
ejemplos: "la realidad que se manifiesta en mi experiencia
íntima es un sujeto u n ; "el yo es principio
de tendencia, de apetito"; "el yo es principio de sentimientos,
tristeza, cólera, miedo, deseo, .. "; "el yo es principio de activi-
dad"; "el yo es principio de percepciones, imaginaciones, con-
cepciones"; ({ el yo posee un cuerpo, dotado de órganos de
percepción": todas estas afirmaciones expresan, bajo la for-
ma de concepto, distintos elementos de la experiencia sub-
jetiva.

27 Cf. págs. 116-123.


28 Cf. págs. 148-150.
220 Epistemología

2. ¿ Qué valor tiene este conocimiento a la vez


del yo?
Como experiencia el conocimiento del yo coincide con la "con-
ciencia" de mis actividades. Ahora bien: la "conciencia de sí"
no solamente es un conocimiento intuitivo, "sino también un co-
nocimiento por identidad real del cognoscente y de lo conocido,
y, en consecuencia, un conocimiento sin deformación posible del.
objeto por el sujeto.
Conviene recordar, S111 embargo, que la conCIenCia de mIS
actos 110 110S da más que una experiencia superficial, transi-
toria y limitada de nuestro yo. Menos superficial, sin embargo,
que la experiencia objetiva, puesto que penetramos en las ope-
raciones del yo en su realidad Íntima, por más que no po-
damos penetrar en toda su realidad dentro del yo. Menos tran-
sitoria también, porque la conciencia escapa al devenir pura-
mente sucesivo, propio de la materia, y posee, por tanto, una
duración que domina en cierto modo la dispersión temporal.
Por el contrario, la experiencia vivida es más limitada que la
experiencia obj etiva, porque no se extiende más allá ele mi
"ida interior estrictamente personal, mientras que la experien-
cia objetiva se abre ante un universo material cuya riqueza
es inagotable. Además, la extrema complejidad de la vida
psíquica, la dificultad que comprobamos cuando queremos de-
dicarnos a observaciones introspectivas y la ausencia -de
control, hacen de la experiencia vivida un campO' muy de-
licado de la investigación científica: si bien la claridad es
perfecta en el acto que acaba el proceso de conocimiento,
esto es, en el juicio, sin embargo, la oscuridad reina fre-
cuentemente en las otras reglOnes de la conCIenCia: per-
cepclOnes, imaginaciones, sentimientos, instintos, pasiones, et-
cétera :2-9.
29 Ésta es la explicación de por qué es tan difícil elevar las ciencias
Crítica de las modalidades del conocimiento 221

Respecto a la de la
conviene recordar que el papel de los conceptos empíncos
es el mismo que el del concepto de ser: su objeto es tras-
poner los datos empíricos al plano de una inrnanencia su-
perior en la que mi conocimientO' posee una estabilidad y
una unidad mayor que en el plano de la experiencia. En
efecto, la experiencia está siempre comprometida dentro de
lo espacio-temporal) tanto percibido como vivido; incluso la
experiencia vivida es simple experiencia de una actividad
que, si bien en cierto modo trasciende a la materia, es no
obstante corporal y conaeta. El concepto constituye un nue-
vo modo de conocer libre de todas las condiciones indivi-
duales: por mi experiencia vivida capto los modos de ser
que en ella se han concretado, pero que tienen un v310r
para mi conciencia que supera infinitamente tal o cual rea-
lización, puesto que los vuelvo a encontrar en otras muchas
experiencias particulares. Brevemente, la conceptualización de
la experiencia pone de relieve los valores universales que se
encuentran realizados en ella, encontrando, por consiguiente, los
principios de orden y de unidad que corrigen la diversidad dt:
10 real.
Pero también aparecen aquí las diferencias capitales que exis-
ten entre el concepto de ser y los conceptos empíricos:
a) El concepto de ser sintetiza todo lo real; su universa-
lidad es trascendental. El concepto empírico, por 10 mismo que
representa un modo de ser particular, no puede tener sino una
univer salidad restringida: no hace sino sintetizar un grupo de
elementos, una categoría de datos 30.

psicológicas a un nivel de perfección comparable al de las ciencias de la


Naturaleza.
30 Esto mismo nos plantea el problema de la extensión efectiva de
estos conceptos empíricos y del valor real de los juicios universales a los
222 Epistemología crítica
---------------------------------
El concepto de ser sintetiza toda la realidad por
:ron de la unidad profunda que revela dentro de la diversi-
dad; sintetiza lo diverso, a de su e incluso
hasta en su díver sidad; por esto su unidad, que por un lado
es perfecta si se considera su contenido explícito, es imper-
fecta por otro si se tiene en cuenta su contenido implícito,
pero formal y actual; brevemente, su unidad es proporcio-
nal o analógica. Por el contrario, el concepto empírico de-
signa un elemento particular aislado de los otros por una
verdadera "abstracción", una verdadera "separación"; el con-
cepto empírico posee una unidad estricta y, por tanto, cuan·
do lo utilizo para designar otros elementos de mi expe-
riencia, es únicamente porque este mismo modo de ser se
encuentra idénticamente en estas nuevas experiencias; por con-
siguiente, la unidad del concepto empírico es perfecta o uní-
voca.
c) Pero, por 10 mismo, este concepto no podrá ser ya
la expresión adec~tada de 10 real, que es siempre individual
y concreto; 110 podrá representar adecuadamente, como lo
hace el concepto de ser, un elemento cualquiera de lo real.
En efecto, un elemento de lo real no es nunca "intercambia-
ble" con otro, "idéntico" a todos los otros; si no, estos dos
elementos coincidirían; al menos se distinguen como reales.
El concepto empírico unívoco no es, pues, más que la ex-
presión parcial de una experiencia o de un grupo de expe-
riencias.
3. Sin embargo, dado que yo me hago cargo exactamente

que -dan lugar. ¿ Hasta qué punto pueden estos juicios superar la expe-
riencia? 'En esto consiste el problema de la inducción, o sea, de la
generalización de la experiencia. Pero este problema pertenece a la
lógica y a la crítica de las ciencias.
Crítiw de las modalidades del conoez·rnzento 223
de la naturaleza y del valor de este esfuerzo los
por los que expreso este conocimiento intelectual o con-
ceptual de los datos de mi experiencia vivida serán juicios ver-
necesarios, evidentes y ciert.Ds.
N o se trata aquí ya de una verdad adecuada, de una neceSI-
dad absoluta, de una evidencia que excluya toda posibilidad de
error o de duda, como era el caso en los juicios de existencia
formulados sobre lo real en cuanto tal, sino de una verdad in-
adecuada, de una necesidad hipotética y de una evidencia y una
certeza relativas.
VeTdad inadecttada, porque estos juicios no expresan ade-
cuadamente el objeto: cuando digo "yo estoy sufriendo", el pre-
dicado expresa el sujeto bajo un aspecto parcial.
Necesidad hipotética, porque el yo no es un valor abso-
luto, lo mismo que el ser; el yo es siempre un hecho, un
simple objeto de constatación; por consiguiente, los juicios
que sobre él formulemos no tendrán más que una necesidad
hipotética.
Evidencia y certeza relativas a las condiciones concretas
dentro de las cuales se realiza el juicio; aquÍ, en efecto, el error
es posible por razón de la complejidad del dato; la evidencia
objetiva y la certeza fundada serán poseídas en la medida en
que el juicio se realice en sus mejores condiciones (presencia
actual, claridad y simplicidad del dato; atención y prudencia
del sujeto), de manera que queden eliminadas las causas del
error.
4. Ya podemos terminar. El conocimiento trascendental,
pero confuso, de 10 real puede e:rplicitarse parcialmente en la
línea del conocimiento del yo, gracias a la experiencia vivida
o a la conciencia que tengo de mi actividad. Esta experiencia
puede traducirse en conceptos unívocos, expresiones parciales,
224 Epistemología crítica

pero objetivas de 10 real, dando lugar a verdaderos y


ciertos.
La i111,perfeccián característica de esta modalidad de cono-
cimiento que acabamos de criticar es la "fragmentación con-
ceptual", el desmenuzamiento conceptual: cada concepto unívoco
representa sólo un aspecto parcial de 161 realidad consciente, y
me encuentro forzado a detallar mi conocimiento por medio de
una multitud de conceptos de este género; así es como llego a
representarme la riqueza de 10 real con la ayuda de una tras-
posición conceptual que continuará siendo siempre inadecuada.
Este procedimiento no entraña, sin embargo, ningún error en
mi conocimiento, siempre que me dé cuenta del va lor exacto
de 10 que hago.

Crítica del conocimiento de la materia

TESIS.-El conocImIento confuso de 10 real puede también


explicitarse por el conocimiento de la materia o del dato cor-
poral. La experiencia objetiva, origen de este ccinocimíento¡ debe
ser previamente criticada. Una vez debidamente criticado, el co-
nocimiento de la materia, empírico y conceptual a la vez, da
lugar a juicios verdaderos, evidentes y ciertos cuando eXjJt'esan
los caracteres más inmediatos del dato corporal; a medida que
nos alejamos más de los datos inmediatos, adentrándonos en
la interpretación de la naturaleza del mundo corporal, los juicios
son cada vez más aproximados, imperfectamente evidentes y
probables.

COMENTARIO.-l. La experiencia objetiva, es decir, la ex-


periencia del dato que constituye el obj eto de mis percepcio-
nes sensoriales, me revela ciertas modalidades de lo real, y
por tanto, me permite una cierta explicitación de mi cono-
Crítica de las modalidades del co~ocimiento 225
cimiento confuso de 10 real, en la tesis
no ofrece dificultad. N o se discute sobre una
inmediata". Si una de "verde"
o de "frío" o de "ruido", esto es un dato inmediato e irre-
cusable; y puesto que la (( nada" no sería capaz de presen-
társeme como "verde" ni como "fría" ni como "ruidosa", es
pues evidente que el "verde", el "frío" y el "ruido" son en
cierta manera modos de lo real, modos reales del yo o del
no-yo.
Ya hemos visto que esta se
en cuanto experiencia vivida, en conceptos empíricos: los con-
ceptos de "cuerpo", de (( distancia", de "verde", de (( sonido",
etcétera. A s~ vez, estos conceptos dan lugar a juicios que los
restituyen al dato: "esto es verde". En tanto que estos con-
ceptos y estos juicios no expresen otra cosa más que la expe-
riencia inmediata, tienen todos el mismo valor y el mismo al-
cance que los conceptos y los juicios relativos a la experiencia
vivida: estos conceptos, en efecto, son representaciones abstrac-
tas, parciales, pero fieles, del dato corporal concreto en tanto
que éste está presente en mi conciencia; yo puedo darme cuenta
de la conformidad que existe entre estos conceptos y su objeto,
restituir el contenido del concepto al objeto por el juicio y darme
cuenta también del valor objetivo, o sea de la verdad de este
juicio.
2. Pero surge un nuevo problema cuando nos planteamos
la cuestión del valor objetivo del mismo dato sensorial, porque
aquí ya hay lugar a preguntarnos sobre las condiciones propias
de la experiencia objetiva o sobre el papel de los 6rganos sen-
soriales como instrumentos de esta experiencia, puesto que este
nuevo factor modifica profundamente los datos del problema crÍ-
tico en este dominio.
Todavía es conveniente puntualizar más el problema. No
EPISTEMOLOGíA - 15
226 crítica

tendría sentido el a
cia sensorial, ni de la realidad de los objetos percibidos ni de
la realidad de los perceptores. En está fue-
ra de toda duda que yo percibo luces, colores, figuras, mo-
vimiento local, sonidos, olores, resistencia, frío, calor, sa-
bores, pinchazos, etc.; estos objetos n9 son la "nada"; la
"nada" o 10 "irreal" no sería capaz de aparecérseme bajo la
forma de color o de sonido; por tanto, estos objetos tienen
una cierta "realidad", son contenidos reales de mi conciencia
real. También es cierto que percibimos estos objetos con la
ayuda de árganos corporales, que nos sirven de instrumen-
tos de conocer; ya hemos visto de qué modo los descubri-
mos, primero como objetos entre los objetos y luego como
instrumentos de percepción 31, Finalmente, sea la que fuere
la intimidad de relaciones entre el dato y el órgano percep-
tor, el, suj eto cognoscente establece siempre una distinció11
entre su acto y el objeto, entre la percepción y el término
percibido 32, La crítica no podría tener como fin el rechazar
estos datos inmediatos de la conciencia, tal como se presen-
tan: nadie podría hacerlo sinceramente y quien 10 hiciese a
pesar de todo, se com,prometería en un empeño inútil y sin
resultado,
El problema crítico que se plantea a propósito de mis per-
cepciones consIste en preguntar cuál es el modo de realidad pro-
pio de 10Sl objetos percibidos y de los órganos perceptores, y
cuáles son los vínculos existentes entre estas dos realidades.
Este problema implica varias cuestiones que podemos precisar
del siguiente modo:
a) ¿ Hasta qué punto podemos hablar, en epistemología, de
la "realidad en sí" del dato corporal?

31 Cf. págs. 128-131.


82 Cí. pág. 137.
Crítica de las modalidades del conoámiento 227
que ¿ en medida mis
percepciones me revelan las o sea la n-aturaleza de
este dato tal como es en independientemente del hecho de ser
percibido por tal o cual órgano sensorial?
Con esto abordamos uno de los puntos más discutidos de
la crítica. uno de sus dominios más llenos de y de
equívocos. La solución que a nue~tró parecer se impone COl1
evidencia repudia todas 13:'s formas de idealismo, desde el so-
lipsismo 33 hasta el realismo indirectó; podemos denominarla
realismo directo o con tal de que distingamos este
realismo moderado o crítico de todas las formas del realismo
dogmático.
3. Antes de enfrentarnos con la crítica de la sensación
será oportt~no el disipar algunos prejuicios e incomprensioneso
Esta precaución nos viene dictada por las lecciones que nos da
la historiao
a) La desconfianza de los filósofos ante la eXperIenCIa
sensible ha tenido origen, con frecuencia, en la observación
de los diversos estados de conciencia bien conocidos, en 'los
que el sujeto cognoscente confunde los contenidos ¡le su iJna-
ginación con los datos de sus percepciones, 10 real "repre-
sentado" con 10 real "presente" : esto es lo que ocurre en
el sueño, la alucinación, la histeria, etc. Impresionados por
estos hechos, mucho's críticos se sienten inclinados hacia el
escepticismo en este dominio: les parece imposible discer-
nir con certeza entre una "imagen" y un "dato" o Otros caen
en la tentación de atribuir a los obj etos percibidos el carác-
ter "subjetivo" de los objetos imaginados: ¿por qué los ob-

33 Doctrina según la cual el yo individual sería la única realidad


auténtica, sin que el resto sea otra cosa más que una representación o
un sueñoo
228 Epistemología

no serán también de la
del m1smo modo que las imágenes son producto de la ima-
ginación?
El discernimiento entre el objeto percibido yel objeto Ima-
ginado no es un problema que corresponda a la crítica, sino
más bien a la descripción: 110 se tr3,ta aquí, al menos de un
modo directo, de determinar el valor de mi conocimiento, sino
·de saber cuál es su constitución. Rástenos, por tanto, remitir
al lector a 10 que dijimos sobre este tema en la epistemología
descriptiva 34. N os limitaremos aquí a recQrdar que, para una
conciencia atenta y reflexiva, no es dificil discernir entre el
dato sensorial y las imágenes, y que no es cosa que per-
tenezca a la epistemología al ocuparse expresamente de los es-
tados inferiores de conciencia. Observemos a continuación que;
contrariamente a lo que supone la objeción que más arriba
hemos evocado, las imágenes no se presentan a la conciencia
como "productos" de la imaginación, sino como "contenidos"
de la imaginación, "restos" de percepciones anteriores; la ac-
tividad de la imaginación se limita a combinar estos residuos
y a crear .de este modo nuevas imágenes complejas, pero este
trabajo es inconsciente; en el plano de la conciencia veo
surgir nuevas. "representaciones", evocadoras de situaciones
en las que jamás me he visto, y me doy cuenta, al me-
nos en dertos casos, de que oriento en cierto modo el flujo
de estas imágenes, fijando mi atención en una dirección ya ter-
minada.
La cuestión del discernimiento entre el dato de percepción
y las imágenes no interesa al crítico más que indirectamente,
para mostrar que el valor del conocimiento depende siempre
del grado de atención, de reflexión y de serenidad del sujeto

34 eL págs. 141-144.
Crítica de las modalidades del conocú'fziento 229
Pero todo esto no es sino el de las COll-
diciones del conocimiento: cuan-
do ellas faltan y, sobre cuando el sujeto se encuentra
en un estado de desequilibrio netamente morboso, todos los da-
tos inmediatos de la conciencia pueden igualmente ser falseados:
é;ltonces no será cuestión solamente de "confusiones entre real
percibido y real imaginado o representado", sino también
de "ausencias de la memoria", de "pérdida de la sensibi-
lidad" e incluso de "pérdida" o "desdoblamiento de la per-
sonalidad", Todo esto equivale a decir que la epistemología de
una conciencia humana es la ciencia de una realidad precaria
e inestable 35,
b) La reacción idealista contra el realismo tradicional ha
hecho objeto de sus críticas con bastante frecuencia a un rea-
lismo exagerado, según el cual es posible, por medio de mis
sensaciones, la captación inmediata de un mundo de sustancias
distintas de mí: contra semejante realismo, puede fácilmente
la crítica mostrar cuán grandes son las dificultades que tiene
que vencer la interpretación metafísica del dato corporal, cuán
difícil es resolver el problema de la individualidad en el mundo
luatedal y, por consiguiente, el discernimiento entre las sus-
tancias, Pero el realismo que nosotros proponemos tiene unas
pretensiones mucho más modestas y no se presta, por tanto, a
estas críticas,

35 El P, Rousselot escribía a propósito del realismo de Santo Tomás;


"La resolutio in sensíbilia no es más que la constatación del estado
normal del sujeto cognoscente, necesaria para la legitimidad del juicio.
El conjunto de los sentidos adquiere de este modo un valor criteriológico,
El sueño se distingue de la vigilia por la imposibilidad de realizar esta,
operación; el que duerme no puede verificar la correspondencia de sus
pensamientos con lo real". CÍo L'infellectttalis111e de Saínt Thomas, 2," edic
(1924), pág, 65, nota L
232. Ef)istemología critKa

i acto un :sentido " del mundo COf-

se reduce, en 10 más esencial, a la s.íntesis de estos dos


grupos de objetos.
4. Entremos ya en materia y tomemos como ejemplo la
"situación" en que me encuentro en estos momentos. Según
el lenguaje del sentido común, "me encuentro sentado en mi
despacho ante mi escritorio; recorro con la mirada la super-
ficie de roble de este escritorio, mientras que con mi mano de-
recha sigo las aristas de esta misma superficie, dibujando así
un gran rectángulo en el espacio". Traduzcamos en términos
dé epistemología la percepción que tengo de la superficie de
mi escritorio: "mi conciencia está abierta sobre un dato que
presenta los siguientes caracteres: es real, corporal (espacial y
temporal), rectangular, pardo, liso, resistente y frío; para per-
cibir estos caracteres, tengo necesidad de mis ojos, y al menos
para los tres últimos; también de mi mano (o de cualquier otro
órgano del tacto)". Así analizada, la situación comporta tres
elementos constitutivos: mi conciencia dotada ele órganos sen-
soriales (el sujeto cognoscente), la "cosa" percibida, síntesis de
los diferentes caracteres enumerados (el objeto conocido) y la
percepción consciente por la que captamos esta cosa (el acto
del sujeto).
Con esto nos es posible plantear de un modo preciso el
problema crítico relativo a la sensación. El conocimiento de
una "cosa corporal" 39 ¿ me dice que esta cosa sea una reali-
dad en. sU' Si así fuera, ¿ en qué medida me hablaría de la
nafttraleza propia, o sea de las propiedades de esta cosa tal como
es en sí? En resumen: ¿ cuál es el alcance objetivo o el valor

39 Llamo "cosa" a un grupo de ohj etos simples que se comportan


de un modo solidario en el campo de mi conciencia: mi "escritorio",
este "sillón", este "gato". Cf. pág. 128.
Crítica de las modalidades del conocimiento 233

de la percepción? al decir que


"conciencia sensible" puede conocer de un modo verdaderamente
? 40
A la cuestión podemos responder así: la per-
cepción visual y táctil de una cosa corporal (por ejemplo,
mi escritorio) me revela la presencia en el campo objetivo de
mi conciencia de una "realidad en sí", si con esta expresión
entendemos una realidad distinta del sujeto (la conciencia y
su propio cuerpo) y no producida de un modo consciente por
el sufeto; la percepción no me revela la existencia de una
"realidad en sí", si con ello se quiere entender una realidad
qu~ subsista independientemente de la realidad del sujeto. En
efecto:
- La cosa percibida existe, es real, puesto que la percibo:
aquello que no existiera, 10 que no tuviese ninguna realidad
no podría ser percibido, no podría afectar mis órganos senso-
riales ni ocupar el campo objetivo ·de mi conciencia. Podré
preguntarme de dónde viene esta realidad y si es dependiente
o no de mí mismo, pero no tendrá ningún sentido el dudar de
su existencia.
- La cosa percibida es distinta de mí, que soy una con-
ciencia dotada de un cuerpo: gracias a la vista la percibo como
distante de mi cuerpo; por el tacto combinado con la vista, la
capto como contigua a mi cuerpo.

40 Llamo "conciencia sensible" a la conciencia (mi conciencia hu-


mana) en tanto que está dotada de percepciones sensibles. Como ya he-
mos visto, "conciencia" implica inmanencia espiritual. Si llego a tener
razones suficientes pata pensar que d animal no posee esta inmanencia
espiritual, deberé concluir que no posee ningttna ".conciencia". Debería,
por tanto, definirlo como un Itsujeto dotado exclusivamente de percep-
ciones orgánicas centralizadas por un sistema nervioso, pero sin con-
ciencia.
234 Epistemología crítica

Finalmente, la cosa percibida no es producida de un


modo consciente el . no la menor
de haber producidO' mi "escritorio" por el hecho de que Jo co-
nozca, ni tampoco por ninguna otra activi~ad consciente; al
contrario, en el plano de mi conciencia la cosa se me impone
de un modo imperioso e inevitable, ell~ me resiste y yo recibo
su presencia. Por consiguiente, no se puede deducir que la
cosa deje de ser por el simple hecho de que yo deje de cono-
cerla) puesto que mi conocimiento como taZ (como actividad
consciente) no pone su existencia, sino que, al contrario, la pre-
supone.
- Por otro lado, sin embargo, mis percepciones solas no
son suficientes para garantizarme críticamente que la cosa
tenga una existencia independiente de la mía. Esto es lo
que parece más probable, puesto que el "comportamiento"
de esta cosa parece ser totalmente independiente del mío:
yO' podré moverme, dar. vueltas en mi despacho, acercarme
o alejarme, pero todo esto no hará mover a mi "escritorio",
éste continuará impasible y yo lo encontraré "en su lugar"
cuando vuelva a mi despacho, y no dará ninguna señal de
resentirse de mis enfermedades; 10 mismo puedo decir de mi
"gato", que va y viene, come y duerme sin que ello me afec-
te en nada si no es en el conocimiento que tengo de é1. Pero
esta gran probabilidad no equivale a una certeza críticamente
fundada, y debo reconocer que las relaciones "ontológicas" de
las cosas entre sí y conmigo no se me dan en la experiencia de
un modo inmediato.
En resumen, que mis percepciones, principalmente mis per-
cepciones. visuales y táctiles combinadas, me dan la seguridad
de la existencia alrededor de mí (co~ciencia dotada de un cuer-
po que le es propio) de un conj unto de cosas distintas de mí,
no producidas por mí de un modo consciente, pero con las
Critica de las modalidades del conocimiento 235
cuales estoy en relación por medio de mis órganos sensoriales.
que Sea el origen de estas cosas, que sea
su estatuto ontológic·o (es decir, sus relaciones con el conjunto
de 10 real), no se puede negar que son una cierta "realidad en
sí" distinta de la mía.
Podemos pasar ahora a la segunda cuestión y proceder
al examei1 crítico de las diferentes propiedades a través de las
cuales las "cosas" se presentan a mi conciencia. Ya conoce-
mos estas propiedades gracias a la epistemología descripti-
va: el dato corporal es extenso, temporal, cualitativamente
diferenciado y estructurado. El último de estos caracteres po-
demos dej arlo aqllÍ de lado, puesto que no es sino el resulta-
do de los precedentes. ¿ Hasta qué punto estas propiedades
pertenecen a las cosas tal como ellas son en· sí mismas? En
otras palabras: ¿ en qué medida son verdaderamente obje-
tivas?
a) La extensión) o sea la dispersión espacial) es un dato
estrictamente obj etivo; pone de manifiesto algo que perte-
nece a la naturaleza íntima del objeto. En efecto, en el
plano de los datos conscientes no hay ninguna duda de que
las cosas percibidas (mi "escritorio", por ej emplo) son efecti-
vamente "extensas" y que comportan un conjunto de "partes
exteriores las unas a las otras"; 10 mismo podemos decir de
los órganos perceptores, puesto que percibo mi cuerpo como
extenso; por tanto, siempre en el plano de la conciencia, la
percepción se me aparece como una forma de conocimiento
que imPlica esenciall1iente una relación espacial entre dos
realidades extensas) el órgano sensorial y el objetivo 41. ¿ De

41 En otras palabras, la naturaleza espacial o corporal del objeto


aparece como una condición de posibilidad de la sensación: para que
algo sea perceptible debe ser extenso o espacial.
236 Epistemología

dónde procederá el carácter espacial que afecta a las cosas y


a los órganos sensoriales en el momento~ percibo? Está
claro que no procede de una consciente del sujeto,
porque yo no tengo ninguna conciencia de "conferir" a mis
órganos sensoriales, ni a las cosas su carácter espacial. Pero
¡ no resultará de una influencia 'inco1l(sciente del sujeto, bien
que el sujeto las produjera inconscientemente 10 n1ismo en
su propio "cuerpo" que en las "cosas corporales" (al menos
la "extensión" de su propio cuerpo y de las cosas corpo-
rales), o bien que el sujeto, dotado por naturaleza de un
cuerpo extenso, produjera los otros cuerpoS: (o al menos su
extensión)? Estas hipótesis metafísicas, que por añadidura son
puramente gratuitas, no podrían ser refutadas en epistemo-
logía a la luz de los datos inmediatos de la conciencia. Pero
desde el punto de vista crítico 110 tienen ningún interés,
porque no comprometen de ningún 111,odo la perfecta objeti-
vidad de la extensión: si en mis órganos sensoriales, o en las
cosas, la forma del espacio es el efecto de una influencia in-
consciente del yo, el resultado será que estos órganos y estas
cosas poseen verdaderamente en sí mism,as (puesto que 10
han recibido) la forma del espacio) independientemente del
acto consciente por el que las petc'ibo. Por consiguiente,
en toda hipótesis, sea el que fuere el origen de la extensión,
tenemos que decir que ésta pertenece a la misma naturaleza
de los actos y de las cosas independientemente del conoci-
miento 42.
De aquí se deduce una consecuencia interesante desde el
punto de vista crítico: el objeto percibido y el órgano son ho-
mogéneos, esto es, tienen la misma naturaleza bajo el aspecto

42 Vemos con esto que la teoría kantiana de las formas a PI'ion'


de la sensibilidad no es de ningún modo un problema epistemológico.
eL Problhnes épistémologiques fondamentau%, págs, 491-493,
Crítica de las modalidades del conocimiento

El "modus coincide en esto con el


, Con ello se excluye en este punto la hipótesis de una
"desnaturalización" del por el En la medida en
que la sensación es de orden espacial, no hace otra cosa que
captar un objeto espacial por medio de un órgano espacial: nada
más simple ni más fácil ni más controlable: tanto más cuanto que
la extensión espacial es un sensible es decir, un carác-
ter común a los objetos de los diferentes sentidos, lo que per-
mite una mayor seguridad gracias a un mayor control. Breve-
mente, la cuestión de discernir entre la aportación del
y la del órgano no se plantea aquí; U11 conociJ11f,iento del mun-
do . corporal que se realiza por medio de
les, es necesariamente objetivo (amo conocimiento del carácter
.corporal.
Así,' pues, mi "escritorio" es e:r:tenso, extenso en es ex-
tenso por naturaleza, su arista de delante está "a distancia"
-de su arista de detrás, y esto independientemente del conoci-
miento que yo tenga de ello. Todo 10 cual es verdad para mí
que los percibo con la ayuda de órganos sensoriales, y también
10 sería para cualquier otra conciencia, lo mismo si es humana
que si no, con tal de que se disponga a conocer: sería verdad
para esta última conciencia porque esto es, porque es así el
"modo de ser" propio de este escritorio. Y notemos bien que'
esto continuaría siendo verdad aun en la hipótesis de que este
escritorio no tuviera una subsistencia independiente de mi con-
ciencia, o de una Conciencia absoluta, como ocurriría, por ejem-
plo, en la hipótesis del monismo : no por esto sería menos "real"
y realmente "extenso" 43,

43 Un escritorio es, pues, "extenso" lo mismo para Dios o para los


espíritus puros que para mí, aunque Dios y los espíritus puros no lo
conozcan por medio de percepciones orgánicas. Del mismo modo, entre
Bruselas y Lovain?, existe una "distancia" incluso para Dios, que no
238 Epistemología crítica

La extensión (o carácter sucesivo de los he-


chos percibidos). ¿ Pertenece este carácter a las cosas corpo-·
rales a las que afecta
miento?
Observemos en primer lugar que la percepClOn de la ex-
tensión espacial de las cosas no lleva '. inmediatamente impli-
cada la percepCión de su carácter . la visión de un
pedazo de hierro o de una pieza de madera no me revela en nada
el carácter" sucesivo" de estos ob] etos. Inversamente, puedo per-
cibir el carácter "sucesivo" de mis actos Íntimos sin que des-
cubra en ellos nada de ." espacial" 44.
Situados en el plano d.e los hechos conscientes, es innega-
ble que el polo objetivo de mi conciencia (particularmente el
"dato corporal") evoluciona 10 mismo que el polo subjetivo:
los "objetos" percibidos se suceden en el campo de mi concien-
cia, unas veces cambiando bruscamente (por ej emplo, cuando
apagamos una "lámpara eléctrica"), otras veces a través de una
lenta evolución (por ejemplo, cuando al "día" sucede la "no-
che"); del mismo modo se suceden los "actos" del su] eto (per-
cepciones, imaginaciones, sentimientos, juicios, etc.). Incluso al
parecer el cambio afecta más profundamente al polo objetivo,
. puesto que la "duración", la "permanencia" o la "continuidad"
son rasgos característicos del "yo" consciente 45.

tiene ninguna necesidad de "recorrerla". N o hace falta que insistamos


más sobre estas evidencias: ningún hombre inteligente se ha atrevido 3.
ponerlas en duda.
44 N o hay ninguna necesidad de trasponer ni a la epistemología ni
a la psicología 10 que vale en física, en virtud de su propio método: el
hecho de que sea imposible separar el espacio y el tiempo en un sistema
físico, no da como resultado el que estos caracteres no sean jamás diso-
ciables en nuestro conocimiento.
45 Cf. pág. 120.
Crítica de las modalidades del conocimiento 239
Sin embargo, y en el de los hechos cons~
hay casos en los que un cambio en el campo
va se debe manifiestamente a una modificación en la actitud
del sujeto: así, "cerrar los ojos" entraña para mi la supre-
sión de todo el dato visual; "apartar mi mano" del escritorio
equivale a suspender todas las percepciones táctiles que ex-
perimentaba por este órgano. En los otros casos, por el con-
trario, tengo el sentimiento muy vivo de asistir "sin mo-
verme" al devenir de las cosas percibidas: cuando, por
ejemplo, sigo con la mirada el volar de una mosca en el m-
terior de mi habitación o cuando percibo un fragmento de
música.
El principio crítico que se desprende de estos hechos es
el siguiente: pam poder atribuir al dato percibido los cambios
que parecen afectarle, debo antes estar seguro de que las con-
diciones del sujeto y de sus órganos perceptores no han roa-
riada; en la medida en que este hecho pueda establecerse, el
carácter sucesivo percibido no podrá provenir más que del mis-
mo dato.
Pero ¿ cómo podremos establecer que el sujeto no ha variado
y, en consecuencia, que tal cambio aparente del dato objetivo
no es debido a una modificación del suj eto?
Hace falta aquí una crítica detallada y comparada de las
percepciones, especialmente el recurso al método de compa-
ración entre las percepciones de diferentes especie: así, cuan-
do las variaciones son paralelas en diferentes dominios sen-
soriales, normalmente es que ha variado la cosa percibida
(el tic-tac oído, el movimiento del péndulo en el reloj perci-
bido visualmente y el contacto regular que se establece en-
tre mi dedo inmóvil y el disco del péndulo son estrictamente
paralelos: esta convergencia me empuja a interpretar los tres
fenómenos como efecto de una causa objetiva única que
o
240 Epistemología

obra sobre nus diferentes Todo esto com-


porta una crítica especial que no es propia ya de la
temología y que no puede hacerse sino a la luz de los datos
que nos proporciona la psicología y tener en cuenta
las "leyes" que esta ciencia descubre referentes al comporta-
miento biológico y psicológico del suieto cognoscente 46. La
certeza a la que se llega al término de esta crítica no será,
sin duda, absolut3J: será más bien una certeza "práctica" y
frecuentemente sólo una simple "probabilidad", a la que se
llega por medio de una repetición frecuente de las mismas ex-
periencias y gracias al control incesante de aquellas que salen
bien.
La naturaleza de la percepción, tal como se revela a mI
conciencia, me permite entrever en qué dirección se desarro~
Hará la crítica de la percepción del cambio y de la sucesión
temporal. Sabemos, en efecto, que toda percepción sensorial
pone en juego un dato corporal y un órgano corporal unidos
por una relación espacial 47, Y que este "encuentro" en el
espacio se traduce en mí en un "acto" nuevo y consciente,
la percepción. Esta situación nos sugiere inmediatamente la
idea de una "interacción" entre los dos cuerpos presentes el
uno al otro, es decir, de una doble "acción transitiva" o "in-
fluencia mutua" de estos dos agentes. Pero la acción tran-
sitiva implica movimiento y sucesión. Por tanto, si la percep-
Clan resulta de la interacción del dato y del órgano sensorial,
toda percepción comporta esencialmente un cambio temporal lo

46 Como ejemplo citemos los fenómenos de acomodación, las modi-


:ficaciones en la estructura del dato bajo la influencia de las leyes de la
"Gestalt", y el papel de las actividades biológicas regulares (respiración,
VUlso), en la percepción del tiempo.
47 Cf. pág. 235.
Crítica de las modalidades del conocimiento

mismo en el dato que en el 48 Desde este


de vista no podremos hablar más que de una "inmovilidad"
10 mismo en el sujeto que en el objeto. Sin embar-
go, la crítica de las percepciones permitirá establecer que, si
se considera el conjunto del campo de percepciones de un su-
la 111ayor parte de las modificaciones que se producen
en él se deben a la evolución del mundo de los "datos" o
"cosas"; los cambios más importantes debidos a la interven-
ción del sujeto son el resultado de una interrupción en el uso
de tal o cual órgano (ceguera, sordera, insensibilidad olfativa,
táctil, g'ustativa, interposición de un obstáculo ante mis ojos, et-
cétera).
c) Dentro del plano de los hechos conscientes, las "co-
sas corporales" poseen indudablemente deter111,inaciones dife-
renciadas que permiten distinguir las unas de las otras. El
"mundo corporal", obj eto global de mis percepciones, no se
reduce simplemente a una masa extensa, homogénea o indi-
ferenciada. Al contrario, nos presenta una infinita variedad
de "aspectos", de "cualidades" o de "determinaciones"; cada
elemento del universo extenso posee sus propiedades y sus
caracteres distintivos; cada uno de estos elementos tiene el
poder de jJrovocar en mí percepciones cualitatíva111,ente dife-
renciadas.
¿ Pertenecen estas "cualidades" al dato inde]'Jendiente-
11,¿ente del conocimiento que yo tenga de él? ¿ Le afectan en
sí es decir, en aquello que 10 constituye como "reali-

48 Esta interpretación del fenómeno de percepción usando la idea


de interacción entre el dato y el órgano es un resultado de la metafísica
esj',"cial del hombre. o sea de la psicología filosófica. Si la señalamos aquí
es C011 el jil de 111~eT ver la co:nplejidad del problema de la percepción
del cambio v por hacer comprender por qué la crítica general de la
rercepció'l 11J sería capaz de resolverla adecuadamente.

EP¡STE~"OLOGÍA - 16
dad distinta de mí" e independiente de 1111 actividad cons-
ciente ¿ Son realmente y en
son?
Aquí se impone una respuesta que tenga en cuenta
todas las distinciones necesarias.
- Yo 110 tengo conciencia estas cuali-
dades por una acción cualquiera sobre el dato. En el de
la conciencia las cualidades me son "dadas", "se me imponen",
son "objetivas", 10 mismo que lo es la "realidad" del
o su "extensión espacial".
- ¿ No serán, sin embargo, producidas por "mí" de un
m.odo inconsciente? La respuesta que aquí se impone es la
que ya antes hemos fonnulado a propósito de la extensión
espacial; si las cualidades las ha producido un "yo" del
que no tengo conciencia, el objeto las posee verdaderamen-
te en el momento en que las conozco) y esto es lo único
que nos interesa en crítica, porque la hipótesis de la produc-
ción incons.ciente de estas cualidades es una hipótesis de
orden metafísico, imposible de confirmar o rechazar en episte-
mología.
- El único problema que la epistemología puede plantearse
a propósito de las cualidades sensibles es el de saber hasta qué
punto su "objetividad" puede estar comprometida por el hecho
de que las percibimos por medio de órganos sensoriales, instru-
mentos corporales de la conciencia. Pero aquí se impone dis-
tinguir nuevamente:
L'Ü Todas las determinaciones o cualidades por las que dis-
tingo los obj etos pertenecen virtualmente al dato obj etivo. En
efecto, si estas cualidades diferenciales no se debieran a la na-
turaleza del dato, cualquier objeto podría provocar la percep-

'9 ef. págs. 233-234.


Crítica de las modalidades del conocimiento 243

ción de una cualidad lo que evidentemente no


en el caso de mi conciencia: esta hoja de papel tiene en sí
en mí una percepción
"blanco" y no una de " ; el azúcar tiene en sí
mismo una determinación que me permite distinguirlo de tU ob~
jeto o . En resumen, que el dato sensorial
posee "virtualmente" las cualidades percibidas, es decir, que
las posee "en su potencia" virtute tiene el poder de
provocar en dentro de determinadas circunstancias, una per-
más bien que otra.
2.° Las determinaciones espaciales pertenecen formal y ab~
solutamente al objeto percibido.
Podemos, por tanto, distinguir dos categorías de cualidades
sensibles. Las unas son determinaciones de la extensión en
cuanto tal: vienen a ser "limitaciones" de lo extenso, al que
imprimen "formas" diversas; estas determinaciones no son otra
cosa que las figuras geométricas de los objetos, líneas, su-
perficies, volúmenes. Las otras son irreductibles a las de-
terminaciones propias de la extensión; el sonido, la luz, el
color, el calor, el frío, los sabores, los olores, etc. 50. A las
primeras las llamaremos determinaciones espaciales,' a las se-
gundas, detenninaciones no espaciales o cualidades propiamente
dichas.
Las determinaciones espaciales son condiciones de posibili-
dad de la percepción; algo extenso, pero ilimitado o indeter-

50 Ciertas cualidades presentan un aspecto complej o: por ej emplov


en la "rugosidad" podemos discernir un elemento "geométrico" (super~
ficie desigual, aspereza) y un elemento estrictamente cualitativo (impresión
desagradable producida por el objeto rugoso). La misma distinción podrÍ::I
hacerse respecto a otras cualidades: 10 "muelle", lo "líquido", lo "só1i~
do", 10 "pesado", lo "punzante", etc.
244 E pistemologia critica

minado no sería perceptible, lo extenso no se percibe más <}ue


por sus límites; toda percepción implica una relación espacial
entre dos cuerpos espacialmente deterl11,inados: el obj eto per-
cibido y el órgano perceptor. Además, las dekrminaciones es-
paciales del obj eto son homogéneas con respecto a las determina-
ciones espaciales de mis órganos sensoriaTes. En suma, éstas no
tienen más que el papel de instrumentos de medida respecto a los
objetos percibidos; así, cuando me sirvo de la mano para
medir la longitud de mi mesa-escritorio, mi percepción, en
10 esencial, se reduce a constatar la coincidencia espacial
de mi mano con cada una de las partes de esta longitud; se-
mej ante percepción excluye toda "deformación" del objeto por
el órgano.
En muchos casos, sin embargo, la percepción de las de-
terminaciones espaciales sufre la influencia e incluso la de-
formación que .imponen las condiciones orgánicas del sujeto
cognoscente. Esta deformación es posible cuando la percep-
ción 110 se reduce a una coincidencia espacial entre el objeto
y el órgano. Esto es 10 que ocurre principalmente en las per-
cepciones visuales: el control de estas percepciones puede rea-
1izarse por medio de las percepciones táctiles sobre los mismos
objetos, y esto permite descubrir diversas "ilusiones de óp-
tica" debidas a las condiciones fisiológicas y psicológicas que
concurren en la actividad visual. Pronto volveremos sobre
.esto.
Eliminada esta influencia subjetiva, las determinaciones
,espaciales percibidas pertenecen formal y absolutamente al
dato. Le pertenecen formalmente, es decir, en su propia for-
ma: mi escritorio es verdaderamente "rectangular". Y le per-
tenecen absolutal11,ente, es decir, independientemente de toda
referencia al órgano sensorial: mi escritorio es rectangular en
Crítica de las modalidades del conoci111,lento

sí y no porque lo 10 'l/ea porque es rectan-


guIar 01
Las determinaciones no o cualidades
te dichas se a la conClenCIa en condiciones muy di-
ferentes: aquí ya no existe entre el objeto y el
sino adap'tación del uno al otro; tal eto es
para determinar en ,ni una percepción de "verde" y mI oj o
es para percibir tal objeto como "verde"; otro
es para provocar en mí la sensación de "frío" y mI
mano es "apta" para sentir este objeto como "frío" . ¿De
modo podría yo discernir el papel del objeto y el del
en estas diversas "impresiones cualitativas"? Estas cualidades
sensibles' no son otra cosa más que la en
mí por tal o cual objeto cuando se pone en contacto con tal o
cual . pero nada hay entre los datos inmedia-
tos de mI conc¡enCla que me autorice a afirmar que estas cuali-
dades pertenecen formal y absolu'tamente a los
es deCIr, que el dato sea "verde", "frío", "amargo", "dulce",
, etc., de un modo independiente de toda relación
a mIs órganos sensoriales 52.
Para mej or definir la posición que hemos adoptado
en la critica de las cualidades sensibles, la opondremos a las
diferentes concepciones examinadas por el P. Gény en su
Critica 53.

51 También sería rectangular para toda conciencia que 10 conociera


tal como es en sí; por ej emplo, Dios o un espíritu puro.
52 ef. Problihnes épistémologiques fondam.?ntaztx, págs. 493-494.
Como se puede ver, hoy día no escribiría ya "las cualidades son jJlcna-
mente obj etivas, pertenecen formalmente al obj eto" (pág. 494), sin añadir
"en tanto que el obj eto obra sobre mí y yo reacciono sobre él".
53 P. GÉNY, S. J., Critica de cognitionis humanae valore disquisitio,
págs. 210 a 235.
246 crítica

tenecen al obj eto, smo su


único término inmediato de
corolario del realismo indirecto, el cual
de un prejuicio, de la creencia en la "conciencia amurallada":
disocia arbitrariamente el objeto o sea "la cosa
en sí" y su representación Ya antes hemos de-
nunciado este prejuicio 54, y pronto volveremos a ocuparnos
del realismo indirecto. Debemos afirmar que las cualida-
des son propiedades del mismo obj eto, pero del objeto
tal como se a una conciencia dotada ele determinados
órganos.
El pe1'cepcionismo está en los antípodas del "con-
cepcionisl11o". Al parecer lo admitieron muchos escolásticos me-
dievales y todavía 10 defendía el mismo P. Según esta
doctrina las cualidades sensibles son perfectamente o bj etivas ;
pertenecen formalmente a los objetos independientemente de
toda sensación: un cuerpo es, en verde, dulce, caliente, et-
cétera; la inmutación del órgano sensorial no tiene otro resul-
tado que el de hacerle participar de las cualidades del exci-
tante. Esta posición está, a nuestro falta de crítica: las
cualidades sensibles revelan al objeto tal como éste aparece
dentro de una conciencia dotada de órganos concretos, pero
nada me permite afirmar que pertenezcan formalmente al obje-
to en si.
Dado que el P. Gény rechaza las dos teorías precedentes,
se ve obligado a buscar una tercera posición, a la que llama
concepcionisnzo moderado, percejJcionismo moderado o interp1'e-
tacionismo. Según este interpretacionismo, los obj etos los per-
cibimos inmediatamente (lo mismo que en el perfeccionismo

54 eL págs. 229-230.
CríNca de las modalidades del conocimiento 247

pero las cualidades son el fruto de una


cierta elaboración psicológica
de una cierta
de ver está bastante cerca del que hemos
Pero los términos empleados para expresarlo no son muy fe-
puesto que introE!ucen una cierta disociación entre las
cualidades y la interpretación, por la y a través de la
el nostrl qualitates sen-
sibiles
ex hac interpretatione resultat
formalem" 55,
En realidad, no hay por qué hacer disociación: la
cualidad "rojo", por ejemplo, es la modalidad bajo la que tal
objeto aparece a un sujeto dotado de tal órgano visual; la per-
cepción de esta cualidad no supone
por parte del SU] eto,
La crítica de la la única que es posible en epis-
temología, es decir, en el umbral de la filosofía y de las Clen-
das debe detenerse y limitarse a las afirmaciones siguien-
tes, muy sumarias todavía, pero extremadamente preciosas· por
mis órganos sensoriales, la conciencia que soy yo está en re-
lación con un de u ex-
tensos; estos cuerpos son reales en sí extensos, tem-
porales y cualitativamente diferenciados, independientemente del
conocimiento que tengo de ellos; estos objetos tienen en sí mismos
unas determinaciones espaciales (o formas geométricas) que coin-
ciden a veces con las dete~minaciones espaciales percibidas,
pero que frecuentemente sufren deformaciones más o menos
graves por la percepción; finalmente, las cualidades propiamen-
te dichas, a pesar de pertenecer virtualmente a los objetos cor-

55 P. GÉNY, Critica. pág, 216.


248

son, S111 relativas a los eta y


es imposible determinar directamente 10 que estas cualidades
son en sí mismas por la simple reflexión sobre los datos in-
mediatos 56.
Al término de esta crítica de la percepClon sensible vemos
que el carácter d0111,inante de la sensad6n es su carácter coro
poral. La sensación es un modo de conocimiento condicionado
por la extensión, tributario de un órgano corporal y condi-
cionado por el encuentro espacio-temporal de un excitante con
el órg-ano sensorial. De este carácter fundamental derivan todos
los otros: pasividad (el órgano recibe la inmutación,' el
del excitante); relatividad parcial de las cualidades senS8-
ció n depende de la naturaleza y de las propiedades
lógicas del órgano); individualidad del obj eto
de un cuerpo situado en el espacio y el tiempo, "hic et
primado del dato espacial (elemento común a todos los exci-
tantes y al órgano, condición de posibilidad de la
carácter intttitivo de la sensación (es una "visión inmediata
10 concreto", gracias al contacto espacial que se establece entre
el objeto y el sujeto) 57.
Para llevar más lejos esta crítica de la sensación, seria
preciso llamar en nuestra ayuda a las diferentes ciencias po-
sitivas que se ocupan de estas cosas: física y química, ti.sio-
logía, psicología experimental, etc.; en efecto, está claro que
el estudio fisicoquímico, anatómico, fisiológico y psicológico de
las condiciones que intervienen en mis diversas percepciones
puede y debe contribuir a establecer el valor noético de estas

56 Volvamos a recordar que la epistemología sería incapaz ele so·-


lucionar la cuestión de las relaciones ontológicas entre el yo consciente,
su propio cuerpo y los otros cuerpos.
57 Respecto a la crítica de las seusaciones, d. L N OEL, Le réalisme
immédiat, págs. 5 a 7, 171 a 178.
Crítica de las 1110dalidades del conocimiento

actividades; por ej respecto a las percepciones visu3.-


les se tratará de mostrar cuál es el mecanismo misterioso por
medio del cual entro en relación con un v
la impresión de captar las "cualidades" que pertenecen
exclusivamente a este objeto (no tengo ninguna de
que el color rojo que percibo sea una afección de mis
sino un" cualidad del "" obj eto" situado a cierta distancia
mis ojos); también será cuestión de ver cuál es el
medio y de la lu~ que en él se propaga la
de una "estrella", mientras que la física astral revela
que los rayos luminosos que la estrella emite Jardan muchos
años en llegar a mí); finalmente, tendremos que ocuparnos de
las "psicológicas de la percepción visual y explicar cier-
tos hechos más o menos excepcionales que a veces ocurren
(por ejemplo, la presencia de "imágenes eidéticas" en el cam-
po visual). Después de conocidas las conclusiones de estas
disciplinas habrá que hacer una critica sobre ellas
mismas para apreciar el valor de sus métodos y de sus resul-
tados, Éste 110 es el momento de emprender semejante (] :
solamente indicaremos, por medio de algunos ejemplos fá-
ciles, en qué sentido deberá orientarse esta crítica especial
y por qué métodos se aplicará a determinar el
de subjetividad de las sensaciones, en especial la aportación
del "1110dus recipientis" en la percepción de las cualidades sen-
sibles 58.
Ya hemos visto que, a excepción del caso en el que una
determinación espacial es percibida por coincidencia espacial

58 Nos parece conveniente anticipar algo de esto para ayudar al


lector a distinguir las etapas sucesivas del trabajo crítico, Muchas equi-
vocaciones podrían evitarse si se tuvieran en cuenta estas distinciones
indispensables.
con el , las cualidades sensibles son
el resultado de un compromiso entre el sujeto y el y
que es, por tanto, imposible discernir, un análisis direc-
to, la parte de influencia que la per-
cepción de estas Cl1alidades. Sin embargo, ,indirectamente un
cierto esfuerzo crítico es posible, con el 'cual podremos precisar
el coeficiente de subj etividad de una sensación. Ya en la vida
corriente el hombre trata, por diversos métodos, de librarse del
índice de subjetividad que afecta a sus sensaciones. Pero las
tentativas que vamos a señalar son de un alcance muy diverso
v es conveniente 110 perderlo de vista:
a} Cierto número de experiencias tienen por objeto el
determinar de qué modo reaccionan varios sujetos ante el
mismo excitante. Con ello se consigue catalogar cierto nú-
mero de debidas, 10 más frecuente, a un defecto
en la constitución de tal o cual órgano sensorial; se conse-
por ei emplo, precisar los casos de daltonismo, mio-
sordera, de parálisis del olfato o del gusto, o de atrofia
táctil; 10 que equivale a decir que tal sujeto no percibe, o
percibe difícilmente, tal categoría de excitantes. También se
constatan algunas divergencias en la percepción de los ex-
citantes respecto a la conveniencia o no conveniencia, o al
carácter agradable o desagradable de los sabores, olores, co-
lores, figuras, etc. Pero estas experiencias no pueden tener la
pretensión de determinar cuál es la percepción más objetiva.
A 10 más que puede llegar es a dividir los sujetos en "nor-
males" y "anormales", apoyándose primero sobre el criterio
de número y después sobre los datos anatómicos y fisioló-
gICOS.
¿ Cuál es el valor exacto de este "consentimiento de la
mayoría" o de casi la totalidad de los sujetos humanos que
se pronuncian sobre las propiedades de un determinado ex-
Crítica de las modalidades del conocimiento

citante? Este consentimiento no


(lad de las percepciones. por el hecho
estén de acuerdo en declarar que tal
se saca la conclusión de que todos sienten mismas sensa-
ciones cualitativas ante el obj eto; pero todos este
excitante de otros ext,:itantes diferentemente cualificados por
ellos, y, en virtud de convenciones establecidas a causa de
las relaciones sociales, han tomado el acuerdo de
con la palabra ."verde" los excitantes de esta categoría. N o
obstante, el parecido de los órganos sensoriales con~
jeturar que las impresiones de los diversos sujetos deben ser
parecidas.
El interés verdadero del consentimiento casi unánime de los
sujetos en la designación de las propiedades cualitativas de los
objetos, es, pues, de orden : este acuerdo que
en la definición de los objetos, o para intervengan
estas. propiedades. Desde el punto de vista este primer
grupo de experiencias no tiene importancia.
b) En otras experiencias, las percepciones de un
completan y precisan el conocimiento obtenido por medio del
otro. Por ej emplo, el gusto permite que identifiquemos cual-
quier polvo blanco, que la vista es incapaz de de
otros polvos que tienen la misma apariencia visual; el olfato
discierne la naturaleza de un líquido verdoso, que a prime-
ra vista podría parecer un licor, una loción o l1npro-
dueto insecticida; el oído ayuda a determinar el metal que
constituye una pieza de moneda; el tacto distingue el relieve
real del relieve aparente. En todos estos casos se trata de ob-
tener un complemento de información por el recurso a nuevas
percepciones.
Otras situaciones, diferentes a primera vista, se reducen,
de hecho, a lo que acabamos de decir. Una regla rígida par-
252 E pistemologia critica
----
en el agua parece rota en la
del líquido; 5111 embargo, al tacto le parece rectilínea. ¿ Se
tratará de una ilusión o error visual? ¿ El tacto la
visión? De ningún modo, Pero la divergencia, entre estas dos
percepciones permite determinar una física, de la que re-
sulta que las dos percepciones no tienen e,strictamente el mismo
obj eto: el órgano del tacto entra en contacto directo con la
regla, mientras que el órgano visual la percibe por medio de
los rayos luminosos, realmente desviados en virtud de la ley de
refracción 59.
c) Pero aquí tenemos otras experiencias más significati-
vas desde el punto de vista critico. Son conocidas las ilusio-
nes sobre el peso; dos objetos que tienen el mismo peso, pero
volúmenes diferentes, parece que no pesan lo mismo; la ilu-
sión desaparece si el suj eto tiene los oj os vendados; otro
ejemplo: el mismo objeto parece más pesado o menos según
que lo levantemos después de un obj eto más o menos ligero.
Todo el mundo conoce también la ilusión óptica de Müller-Lyer,
lo mismo que las ilusiones debidas al contraste de los colores
o de las luces, y otras muchas más. Un enfermo que tiene
fiebre tirita de "frío" en una habitación caldeada, y los platos
más finos le parecen "insípidos". En todos estos ej emplos se
trata de leyes psicofisiológicas que se ponen de relieve: 1n'-
fluencias de la espera, de las percepciones anteriores) del obj eto
global, del medio, etc. Estas leyes indican en cierta medida el
coeficiente subjetivo, es decir, los factores que determinan el
modus recipientis de la sensación y, por consiguiente, las va-
riaciones en la percepción que no se deben a una modificación

59 El error o la ilusión estarían en que yo imprudentemente juzgara


apoyándome en datos incompletos y afirmara que la regla está realmente-
rota. ef. pág. 194.
Crítica de las modalidades del conocimiento 253
SlDO a una modificación de las condiciones
vas u orgánicas. Estos factores se pueden discernir sometien-
do las percepciones de un órgano determinado al control
de percepciones de otro orden en las que estos factores están
eliminados.
d) La superaclOnde estas leyes psicológicas se obtiene,
en su mayor pureza, gracias a los procediJnientos de medida.
Ya antes hemos señalado el carácter privilegiado de las pro-
piedades espaciales, en las que la percepción sensible atañe a
un elemento perfectamente objetivo. Para liberar el conocimien-
to de las ilusiones o deformaciones de orden subjetivo, se inten-
tará, pues, identificar y caracterizar los objetos solamente por
sus propiedades mensurables o traducibles a un grandor espa-
cial, fácil de reconocer y de controlar por todo el mundo. Tal
es el papel de los instrumentos de medida: el metro, la balanza,
el termómetro, etc.
Las principales características de los procedimientos de me-
dida son las siguientes:
- Su intento es el de reducir al mínimo la intervención de
los sentidos en el conocimiento de los objetos: esta intervención
se limita a constatar una coincidencia espacial.
- Como más arriba hemos visto, este mínimo está fuera
de toda sospecha de deforrnación psicológica: es un dato
plenamente objetivo. Con ello resulta fácil el acuerdo entre
los sujetos: todos están de acuerdo en reconocer que el ter-
mómetro señala 15 grados, que tal objeto mide 30 centíme-
tros y pesa 200 gramos, etc. Reduc:iendo el conocimiento de
todas las "diversidades" en el mundo de los cuerpos a la
constatación de una mayor o menor altura espacio-temporal,
n os apartamos de todo el~mento subj etivo en el conocimien-
to elel mundo material, del mismo modo que eliminamos todo
254 Epistemología crít'ica:
-----------------------
elemento de orden o
mente fisiológico 60,

- Las lo 1111smo que la cantidad·


continua (columna de mercurio, formado por la
aguja de una balanza, etc.) pueden medirse y expresarse por
medio de una cantidad discreta, esto es, por medio de números.-
grados, centímetros, gramos, etc. Gracias a esta trasposición,
las medidas pueden ser tanto más precisas cuanto más se divida
la escala del instrumento; además, las magnitudes transforma-
das en números se prestan a todas las posibilidades que ofrecen
la:s operaciones matemáticas.
- Gradas a los instrumentos de medida, podemos poco
a poco ir construyendo un Inundo físico, cuyos elementos y
propiedades se definen con la ayuda de procedimientos de
medida cualitativamente diferenciados, pero que no son más
que relaciones puramente cuantitativas. Este mundo físico es
estrictamente obj etivo, pero 110 agota toda la realidad del mun-
do corporal. Por consiguiente, la ·física nos proporciona un co-.
nocimiento verdadero del mundo corporal, pero parcial y es-
quemático.
Vemos cómo la crítica de la sensación nos conduce a dis-
tinguir el objeto psicológico del objeto en sí y del objeto físi-
co. El objeto psicológico es el objeto inmediatamente perci-
bido. El objeto en sí es el objeto tal como es, independiente-
mente de la percepción. El obj eto físico es el aspecto del
objeto en sí del que se ocupa la física; esta ciencia estudia
el objeto a partir de los elementos estrictamente objetivos

60 Para todo esto, d. F. RENOIRTE, Éléments de critique des sciences


et de cosmologie, 2. a edic., Lovaina, 1947, págs. 107-127. Traducción espa-
ñola, Editorial Gredas, Madrid, 1956. Es el número 6 de esta colección.
Critica de las 'modalidades conocimiento 255

que el obj eto psicológico, es de las


determinaciones
psicológico y
por tanto un obj eto el punto de vista crÍ-
tico 61.
5. Teniendo en cuenta todo 10 que acabamos de decir
en la crítica de las percepciones sensibles, el conocimiento
del mundo corporal puede ser fundamento de juicios verda-
necesarios, evidentes y ciertos, 10 mismo que el cono-
cimiento de la experiencia al menos en tanto en cuanto
estos juicios expresan los caracteres inmediatamente dados en
la experiencia obj etiva. N o obstante, habrá que repetir aquí
lo que más arriba dijimos tocante a los juicios que expresa-
ban el conocimiento del yo: verdad inadecuada, necesidad hi-
potética, evidencia y certeza relativas a las condiciones con-
cretas del conocimiento. Todas estas características se encuen-
tran también en los juicios que expresan los datos de la
experiencia objetiva 62.
Pero a medida que me alejo más de los datos inmediatos
de la experiencia y pretendo expresar 10 que las cosas corpo-
rales son en sí mismas, independientemente de las percepcio-
nes que de ellas tengo, mi conocimiento se hace cada vez más

61 Como ya hemos observado (P. 243, nota 50), algunas cualidades


implican un elemento espacial y pueden, por este lado, ser obj eto de
medidas. Así, 10 "blando" y 10 "duro" implican, respectivamente, una
cierta facilidad o dificultad de modificar las relaciones espaciales en las
diversas partes del obj eto blando o del ooj eto duro; estas relaciones, estas
modificaciones y la fuerza de cohesión de las partes pueden medirse.
Lo mismo diremos de las cualidades "liso", "rugoso", "punzante", et-
cétera; todas ellas comportan un elemento espacial mensurable de orden
físico.
62 Cf. págs. 222-223.
256

inadecuado y más sujeto al error: más


el conocimiento del mundo "físico" es un conocimiento parcial
y esquemático del mundo corporal, que se desarrolla única-
mente en la línea de las determinaciones espacio-temporales 63 ;
más sujeto a error, no solamente por la complejidad del mundo
corporal, sino también por mi inclinación a atribuir a las cosas
corporales en sí mismas, los caracteres de los obj etos psicológicos,
es decir, de las cosas tal como las percibo. La crítica especial
de las sensaciones y la crítica de las ciencias son las que de-
berán determinar el valor exacto de los juicios no inmedia-
tos, por los cuales pretenden expresar mi conocimiento de los
cuerpos 64.
Es conveniente notar aquí que la cuestión de la "verdad"
no se plantea en el plano mismo de la percepción. En efecto,
la verdad o conformidad del sujeto cognoscente con el objeto
conocido, supone la distinción entre dos contenidos de concien-
cia capaces de ser comparados entre sí. Ahora bien: en el plano
de la percepción, no tenemos más que un solo contenido de
conciencia, el objeto percibido u objeto psicológico. No hay,
por tanto, lugar a que nos preguntemos por la verdad (ni por
el error) en la percepción en cuanto tal.
¿ N o podré, sin embargo, hablar de verdad y de error
cuando comparo mis percepciones entre sí, controlando una
peraepClO11 con la ayuda de otra? ¿ N o pretendemos acaso
con este central distinguir el obj eto en sí del obj eto psicológico,

63 Sabemos que el mundo físico está cualitativamente diferenciado,


pero no conocemos estas cualidades más que a través de prOCedimientos
cualitativamente diferentes a los que recurro para medirlas.
64 Un gran número de errores corrientes se deben a la confusión
entre el objeto en sí y el objeto psicológico y físico.
Crítica de las modalidades del conocimiento 257
a través de la mayor o menor conformidad del
(On el otro?
Sin de las sensaciones conduce a discernir
entre ,el en sí y el objeto psicológico, relativamente
objetivo, condicionado por influencias subjetivas. Pero esta
crítica no concluye rEspecto a la mayor o menor
del psicológico con el objeto en sí: no llega más que
a la: identidad entre ambos, en los casos de las determinaciones
espaciales aprehendidas por la coincidencia del órgano y el dato,
a divergencias más o menos acentuadas en todos los demás
casos. Esta divergencia no es un "error" en el sentido propio
de la palabra, porque error es un defecto, un fallo del conoci-
miento con respecto a su finalidad natural; ahora bien: la
finalidad de la percepción, finalidad determinada por su mis-
ma naturaleza, consiste en aprehender los objetos tal como
ellos aparecen ante una conciencia dotada de determinados ór-
ganos,
La cuestión de la verdad se plantea sólo en el plano del
JUlClO, en el que una comparación directa entre el acto de afir-
mar y el objeto percibido que este acto expresa es posible:
es entonces cuando tenemos dos contenidos de conciencia entre
los cuales podemos percibir una relación de conformidad. La
sensación ocasiona con frecuencia diversos errores en el juicio,
porque el sujeto se siente inclinado a olvidar el coeficiente de
subjetividad de sus percepciones y a atribuir al objeto en si
las propiedades que percibe en el objeto psicológico. Obrando
así, va más allá en su afirmación de lo que el dato presente
a su conCIenCIa le permite, y se hace de ese modo víctima de
su temeridad

65' eL págs. 223-224.

EPISTEMOLOGÍA - 17
258 crítica

6. Al terminar este estudio los re-


sultados de nuestro estudio.
Lo mismo que en el conocimiento del yo, el conocimiento
empírico y conceptual del mundo corporal enriquece indudable-
mente, explicitándolo) mi conocimiento trascendental, pero con-
fuso, de 10 reaL
A la imperfección de la común
a la expresión conceptual del yo y de los cuerpos, se añade
aquí la imperfección propia de una experiencia que se reali-
za con la ayuda de los órganos corporales, instrumentos vivos
de la conciencia. Pero ninguna de estas imperfecciones excluye
un cierto conocimiento verdadero de 10 que son los cuerpos,
ya en cuanto percibidos, ya independientemente de mis percep-
ciones. Este conocimiento, aunque parcial y superficial en sus
elementos espacio-temporales estrictamente objetivos, aunque
esencialmente relativo en los elementos cualitativos, es suficien-
te, sin embargo, para ponerme en relación con las cosas cor-
porales que me rodean, permitiéndome así alcanzar un doble
objetivo:
- elaborar un sistema de conocimientos clasificando primero
y luego midiendo los datos o fenómenos, ya sea en el orden
psicológico, ya en la línea del conocimiento físico: ésta es la
finalidad teórica del conocimiento de la materia, la que nos inte-
resa antes que nada en epistemología;
- dirigir mi comportamiento práctico en el mundo corpo-
ral: discernir los objetos, reconocerlos, cogerlos o rechazarlos,
desplazarlos, desplazarme yo mismo con relación a ellos, gozar
de los obj etos, etc.: ésta es la finalidad práctica o biológica -del
conocimiento sensible.
U na sana crítica de la sensación se mantendrá a la misma
distancia del realismo ingenuo que del escepticismo. Debe tener
en cuenta la relatividad esencial de la sensación en el campo
Crítica de las del conocimiento 259

de las cualidades. También debe tener en cuenta las


diferencias que existen entre las distintas de sensa-
ClOnes auditivas, etc.) y la ayuda que las unas
a las otras gracias a la unidad del sistema sensorial: gracias a
la colaboración constante de mis diversas percepciones, consigo
un conocimiento bastante rico y suficientemente garantizado del
mundo : es frecuente que una percepción 110 me
aporte más que referencias bastante imperfectas sobre el objeto
percibido 06.

Critica del discurso

TESIS.-Mi conocimiento inmediato de lo real y de sus mo-


dalidades, tal C01110 se me dan en la experiencia, tiende a ex-
plicitarse por medio de la actividad discursiva de la inteligencia.
El valor de esta actividad discursiva está sometido a la misma
norma que el conocimiento inmediato. En la actividad discur-
siva hay que distinguir el orden Teal que expresa, del orden
lógico por el cual lo expresa. El conocimiento mediato se puede
expresar por mcdio de juicios verdaderos, necesarios, evidentes
y cicrtos.

CO~'¡ENTARIO.-L El análisis de mi conciencia ha


ele relieve el hecho de la actividad discursiva: asociación de con-
ceptos y asociación de Este hecho hubiera podido dar
lugar a largas descripciones sobre los múltiples procedimientos
a los que la razón discursiva recurre para asociar los elementos

G6 La concurrencia de la vista con el tacto me permite ver en un


determinado olor percibido, no sólo una alteración de mi órgano olfativo,
sino una propiedad del líquido contenido en un frasco determinado: ce-
_ rrado el frasco dejo de percibir el olor; con el frasco abierto 10 percibo,
tanto mejor, cuanto más 10 acerco a mi nariz.
260 E ¡'Jistemolog'Ía crítica

del conocimiento sobre la base de este estudio ana-


lítico del discurso hubiéramos realizar una
detallada de los procesos discursivos y una elaboración de
del discurso, esto es, de las Pero como ya
10 hemos dicho, este estudio (primero analítico y luego críti-
. del discurso constituye desde hace mucho tiempo el
de una disciplina epistemológica la 61, Por esto

vamos a limitarnos aquí a plantear en términos generales el pro-


blema crítico relativo al discurso y a indicar el
de solución que ofrece la lógica como ciencia crítica y nor-
mativa.
2. Podemos formular en términos muy simples el pro-
blema crítico que suscita el discurso: ¿ valor tiEne la ac-
tividad discursiva de mi inteligencia? Precisemos más: ¿ de
modo, por qué, en qué condiciones y en qué medida la acti-
vidad discursiva puede contribuir al progreso de mi conocimiento
inicial?
Para resolver este problema es preciso que de nuevo ha-
gamos referencia a la norma absoluta del conocimiento: la afir-
mación del ser. ¿ En qué condiciones puede contribuir el dis-
curso a hacer más perfecto mi conocimiento del ser, ya enrique-
cido por la experiencia del yo y del mundo corporal?
La finalidad propia de la actividad discursiva no es la
de aprehender la complejidad o la diversidad de lo real (10
cual es propio de la experiencia), sino, al contrario, la de
corregir la dispersión de la experiencia reduciéndola 10 más
que podamos a la unidad del ser, esto es, al orden universal.
Puesto que la inteligencia es un apetito de realidad, su in-
tención es la de aprehenderla tal como es, es decir, en su
diversidad real, pero también con las relaciones reales que

67 ef. págs. 172-173.


CrihcLl de las modalidades del conocúnien,o 26
un.en
es la
,iones dentro de la realidad. La actividad discursiva es
correcta) capaz de hacer progresar COnOCllYllen-'

to en la medida en que se esfuerza por el conocimien-


to inmediato de lo real, poniendo de relieve el nudo de rela-
ciones que unen a los distintos elementos de lo real: en una
el orden real. Será ilegítima, si introduce arbitra-
riamente en el 'pensamiento elemento extraño a la rea-
lidad dada por la experiencia, En otras palabras, la activi-
dad discursiva debe respetar el conocimiento inicial de donde
ha partido.
3. Pero aquí es donde las cosas se complican. El orden:
de la actividad discursiva no coincide rigurosamente con eí
orden rea!; no es sino su trasposición conceptual. En efec-
to, el elemento simple que se halla a la base de toda la acti~
vidad discursiva es el concepto. Ahora bien: el concepto no'
es un "doble" del dato de experiencia, sino una representa-
ción sintética y abstracta. La actividad discursiva nos lleva c
pues, a construir un sistema de conceptos, un orden concep-
tual que no es ya sino una trasposición del orden real al
plano de la inmanencia intelectual, centro de estabilidad y de
unidad.
¿ Qué valor tiene esta trasposición y el consiguiente en-
cadenamiento de los conceptos en el supuesto de que sea'.
correcto? Tendrá las mismas t:mperfectiones y los mísmos
méritos que el propio concepto. Sacrificará la originalidad'
de lo concreto, de 10 individual, de todo aquello que en l0'
espacio-temporal se encuentra de inefable o inexpresable por
medio de conceptos abstractos y universales. Pero reducirá
a la unidad y a la estabilidad de una síntesis inmanente a mI
conciencia, la diversidad y el flujo continuo del mundo de
262 E pistclnología aítica
----------------------------------~--

mi experiencia; tenderá a asegurarme la posesión del orden


real por medio de un acto sintético final, sucedáneo del acto
sintético inicial al que no puedo pretender por razón de mi
naturaleza.
Esto nos lleva a distinguir en la actividad discursiv;1 un doble
sistema de relaciones. '
Las relaciones existentes entre los conceptos como tales
constituyen el orden formal de los conceptos 'Vt orden lógico:
la búsqueda y definición de las propiedades de los conceptos
y de las relaciones que mantienen entre sí como conceptos,
es uno de los fines primordiales de la lógica, porque sólo así
es posible la determinación de los procedimientos correctos de
la razón discursiva por un método de análisis que se llama
"resolución": se trata de mostrar que un determinado pro-
ceso racional puede "resolverse" en conocimientos inmediatos
y que, por tanto, no constituye sino una "explicitación" de
estos conocimientos. Así, la conclusión de un silogismo correcta
puede "resolverse" en sus premisas, puesto que en ellas está
enteramente precontenido de un modo implícito; en un silo-
gismo incorrecto la "conclusión" 110 es verdadera: es una con-
dusión puramente aparente, puramente verbal, que reposa en
un juego de palabras, por ejemplo, en el sentido equívoco del
término medio.
Una vez establecidas las leyes del discurso podremos utili-
zarlas para expresar el orden real, o sea las relaciones existentes
entre los elementos del orden universal, es decir, para elaborar
esta trasposición conceptual del orden universal que es el ideal a
que tendemos. Esta síntesis conceptual formará el o·rden material
de los conceptos, es decir, el orden dictado principalmente por la
materia o contenido objetivo de los conceptos, expresión de la
expenenCla.
En fin de cuentas, que habrá que distinguir tres órdenes en
Critica de las modalidades del conocimiento 263
el : en el plano de la
en el plano de la inmanencia conceptual, el orden
y en el seno de este último, el orden lógico u orden formal de
los conceptos 68.
Conviene notar con mucho cuidado que; cuando opone-
mos "lógico" a "real", la palabra' "real" no se toma ya en
su sentido primero y trascendental, porque 10 "lógico" es
también "real" en este sentido. "Real" significa aquí "real
independiente de nuestras trasposiciones conceptuales"; "ló-
. .
gico" significa "real traspuesto a la mmanenCla concep-
tual" .
4. El conocimiento mediato que obtenemos al término del
discurso puede expresarse por medio de juicios verdaderos con
el mismo derecho que el conocimiento inmediato, puesto que no
es más que su explicitación, siempre que 10 hayamos obtenido
por procedimientos que respeten las leyes de evolución dd pen-
samiento discursivo. En esta hipótesis, en efecto, el valor ob-
jetivo de las conclusiones a las que llega la razón es exacta-
mente el mismo que el de los conocimientos inmediatos que
explicita. Pero no conviene perder nunca de vista que la
construcción conceptual es una trasposición del dato y
que posee por ello unos caracteres que no pertenecen al dato en
61. Además, los conocimientos mediatos obtenidos gracias a la
actividad discursiva de la razón, llevan consigo una nueva
,imperfección: la distancia que separa al pensamiento de la
realidad a causa de los intermediarios que introduce el dis-
curso.

68 Sobre las relaciones entre lo "real" y lo "lógico", véase A. MAN-


SION, Sur la correspondance d1t logiq1te el du réel, Revue néoscolastique
de phiIosophie, agosto 1932, págs. 305-340.
264

Crítica de la memoria

TESIS.-La memoria, entendida como cO!locimiento del pa-


sado en cuanto tal, tiene un papel importante en la vida cons-
ciente: su función y esencia! es la de asegurar b
unidad y b permanencia de la conciencia a pesar de su evo-
lución incesante y hacer posible de este modo la percepción
de la sucesión temporal: su acceSOrIa es la de conser-
var las experiencias anteriores en provecho del eto. En
función primordial, la memoria ofrece las mismas de
objetividad que la experiencia. En su {unción accesoria, no
.se puede aceptar su testimonio con toda seguridad sin un
control.

COMENTARIO.-l. Si mi conciencia se limitara al presente,


es decir, a mis percepciones actuales y a la conciencia de mi
actividad actual, resultaría que mi vida consciente sería sin-
gularmente reducida. Pero resulta que tengo el interesante
poder de conservar las imágenes y las ideas, residuos de mis
conocimientos anteriores y de representarme además estas .imá-
genes y estas ideas, conociendo el pasado como pasado. Esta
persistencia del pasado en el presente tiene como resultado
más evidente, el asegurar la unidad y la continuirlad de
la duración consciente: gracias a esta persistencia, mi pasado
consciente continúa viviendo en mí y yo me doy cuenta de
ello por el hecho de que el yo consciente se libra en cierto
modo de la sucesión temporal, puesto que yo continúo siendo
el mismo a través de las vicisitudes del tiempo.
a esto mismo, yo soy capaz de aprehender la sucesión tem-
poral, es decir, de hacer la síntesis de las fases, sucesivas, de
un devenir del que soy testimonio, y al que domino gracias
Crítica de las modalidades del conocimiento

a la del pa-
sado me conserva la l11nume-
hechas en todo el. curso de 1111 pasa-
do: gracias a ella me libro de tener que volver exammar
una multitud de cosas que ya he aprehendido de una vez para
siempre.
¿ valor tiene este conocimiento del como
garantías de objetividad nos presenta?
El conocimiento del pasado en cuanto es cie-
el conocimiento que tengo de la duración permanente y
sucesiva a la vez en la que me encuentro, ofrece las mismas
garantías de objetividad que la experiencia. En efecto, este
conocImIento general se reduce a una doble
la experiencia íntima, o sea la conciencia que tengo de la
unidad y permanencia del yo activo, y la experiencia, ob-
jetiva y subjetiva a la vez, que tengo d~ la sucesión de los
objetos y de la sucesión de mis actos. Por otra parte, se
trata aquí de datos inmediatos e irrecusables que no pueden
ponerse en duda: la conciencia del yo activo no es con toda
evidencia el conocimiento de una existencia "instantánea",
sino de una duración, de una ,permanencia, y no habría nada
capaz, fuera de la misma conciencia, de responder de este
hecho; la sucesión de mis actos no es menos evidente; final-
mente, el carácter sucesivo del dato corporal es un hecho que
no se explica de modo suficiente por el carácter sucesivo
de mis actos: si, en algunos casos, la evolución del dato
está motivada por un cambio subj etivo (cuando abro y cie-
rro sucesivamente los ojos, por ejemplo), en otros muchos
casos el suj eto consciente como tal no tiene nada qlle ver
en el devenir que percibe.
Por el contrario, el conocimiento especial o detallado del pa-
sado está sujeto a frecuentes ilusiones. La memoria frecuente-
Epistemología crítica
mente nos es infiel, mis recuerdos se difuminan y se transfol:"~"
man; se asocian con otros recuerdos y se confunden con ellos;
reciben la influencia de mis percepciones actuales, de mi actitud
de espera y de mis sentimientos. Aceptar sin ningún control los
datos de la memoria significaría exponernos a errar. Este con-
trol es posible cuando el hecho ha dejado "huellas seguras y au-
ténticas: yo creo, por ejemplo, acordarme del título de una obra,
pero para estar más seguro de la fidelidad de mi memoria, puedo
consultar la misma obra en mi biblioteca. La crítica detallada de
la memoria revela evidentemente la necesidad de la crítica espe-
cial a que antes nos hemos referido, porque esta crítica detallada
presupone la elaboración de las ciencias psicológicas, que, entre
otras cosas, estudian las condiciones del funcionamiento de la
memo na.
CAPÍTULO IV

CONCLUSIONES DE LA EPISTEMOLOGÍA

El estudio de mI conoCImIento, dentro de las posibilidades


que ofrece en el punto de partida de la filosofía, es decir, apo-
yándonos solamente en los datos inmediatos, de mi conciencia,
tiene, en suma, unas pretensiones muy modestas: se limita so-
lamente a la descripción: y luego a la crítica de un acto cual-
quiera de conocimiento ; acto elemental, pero integral que lleva
en su origen una doble experiencia (percepción de un dato cor-
poral objetivo y conciencia de mí mismo) y que se acaba en
la afirmación, expresión conceptual de la experiencia; finalmen-
te, al término del análisis y de la crítica de este acto inicial,
hemos ya adivinado la posibilidad de una explicitación del co-
nocimiento inmediato, mediante los procesos de la razón discur-
siva, estudiados y criticados en la lógica, tercera etapa de la
epistemología.
Estas conclusiones, bastante pobres en apariencia, tienen, sin
embargo, un alcance muy considerable y comportan unos resul-
tados muy apreciables. Por tanto, sólo nos resta el agruparlas
y sacar de ellas los corolarios más importantes.
268 Conc¿/isiones

ARTÍCULO PRIMERO

EL REALISMO CRÍTICO

Naturaleza y valor del cm·¡n{:~11'i:U'1U

Al término de la epistemología podemos. describir nues-


tro conocimiento de la siguiente manera: una actividad imnanen-
te por la que 11'!e perfecciono a 111í mismo gracias a la
consciente de la realidad objetiva y subjetiva. En este enunciado
es posible distinguir:
el suj eto cognoscente: yo;
el acto de conocimiento: actividad inmanente;
el objeto conocido: lo real, objetivo y subjetivo;
la finalidad remota: me perfecciono a mí
la finalidad propia y próxima: posesión consciente de la
real.
Z. Determinar el valor o alcance de este conocimiento, es
señalar en qué medida podemos alcanzar su finalidad propia.
Esto supone que se tiene una noción precisa de esta finali-
dad y, además, una visión exacta de las posibili~ades que
ofrece el acto de conocimiento para la realización del fin pro-
puesto.
El fin o: ideal que persigo en el conocer es la
perfectamente objetiva de fado lo que es. Ya hemos visto que
este ideal se halla realizado de un modo auténtico en la afir-
mación de 10 real, verdadera posesión del universo entero en
un acto infalible y adecuadamente verdadero; este conocimien-
to confuso se completa por el conocimiento detallado de las
modalidades de 10 real que nos ofrecen la ~~xperiencia del yo
Realismo crítico 269
y la de la materia; esta se el dis-

Sin esta "posesión consciente de 10 real" a la que


se llega ya desde el primer acto integral de mi conocimiento
y que puedo perfeccionar indefinidamente, gracias nuevas ex-
periencias y gracias al razonamiento, tiene sus lírnites y sus
las cuales le son esenciales.
En primer lugar, mi conocimiento explícito de lo real está
limitado rm y, aunque atisbo la posibilidad de
1m progreso indefinido en el enriquecimiento de esta experien-
nada me autoriza a suponer que llegará el día en que ha-
bré adquirido el conocimiento explícito de todo 10 que existe.
Por el contrario, mi experiencia se me presenta como superficial
por naturaleza: la aprehensión de los cuerpos que me rodean
se hace por contactos de orden espacial, por tanto esencialmente
"superficiales"; a mí mismo me aprehendo en el plano de mis
11 actividades" sin que posea la intuición de la realidad profun-
da de mi yo; estos hechos me inducen a pensar que mi expe-
riencia de lo real será siempre inadecuada con respecto a la
misma realidad.
En segundo lugar, la objetividad de mi conocimiento, es
decir, la posesión consciente de lo real tal como es en sí mis-
ma no es per.fecta en todos los aspectos. En efecto, esta po-
y

sesión se realiza en y por un acto inmanente al sujeto y, desde


1uego, según el "modo" de la capacidad propia del sujeto
(cognitum est in cognoscente ad modum cognoscentis); ahora
bien, el sujeto que soy yo tiene algunas particularidades que.
en ciertos aspectos mediatizan la objetividad perfecta de mi
conocimiento. Estas particularidades son la necesidad de re-
·currir a los ór.ganos corporales como instrumentos de conoci-
miento y el carácter abstracto de mis representaciones sintéticas;
d primero de estos caracteres revela la relatividad esencial
270 e ondusiones
de las "cualidades" que el segundo in-
troduce una cierta con una
inadecuación irremediable en mI con-
creto.
Mi conocimiento es perfectamente objeti",'o en estos tres
casos:
- la experiencia y la afirmación de rea.!: se trata
de un valor trascendental que supera, por consiguiente, la opo-
sición de suj eto y obj eto, excluyendo toda deformación;
- la experiencia y la afirmación de mis actividades
se trata aquí de un objeto aprehendido por la conciencia, en el
que se da identidad de sujeto y objeto;
- la experiencia y la afirmación de la extensión de
la sucesión tempora.l y de las determinaciones espaciales que
afectan a los objetos corporales.: son éstas unas condiciones
reconocidas como independientes del acto de percepción que les
atañe.
Mi conocimiento es imperfectamente objetivo en estos tres
puntos: la reflexión crítica sobre el acto de conocer me per-
mite discernir tres "momentos" en los que se manifiesta la
influencia de la función subj etiva en la constitución del acto de
conocer:
- en el plano de las percepciones> en el que las diferencias
cualitativas que percibimos están en función de la naturaleza
del órgano perceptor y de las tendencias psicofisiológicas del
sujeto;
- en el plano de la im,aginación) en el que los datos se
reproducen conservados y asociados segÍln las leyes propias de
esta facultad orgánica;
- en el plano de la concepción intelectual, en el que los
datos se trasponen bajo la forma de conceptos abstractos y
en el que se realiza una reconstrucción conceptual del universo
Realismo crítico 27
las (lógicas) del pensamiento concep-
tual",
En resumen, la imperfección fundamental de mi conocimien-
to reside en la dualidad irreductible de la y del con-
cepto, cuyo destino es el de completarse mutuamente sin llegar
a identificarse nunca 2.
En el plano de la la posesión de 10 real se
obtiene por una cierta identidad del sujeto y del objeto den-
tro del acto: en la experiencia objetiva, contacto vivo con
realidades corporales, la identidad es solamente " en
la experiencia o conciencia de mis actividades la
identidad es íntima. En los dos C:lSOS, la identidad tiene lugar
en el plano de los actos y no en el pbno de mi
realidad profunda, esto es, en el plano de mi yo permanente 3.
Pero también esta posesión por identidad implica numerosas
imperfecciones.
Las imperfecciones de mi experiencia (limitada, dispersa y
sucesiva, contingente) se corrigen en el Plano de la imnanencia
conceptual, que viene a ser una trasposición o revalorización
de la experiencia: en este plano soy capaz de un conocimiento
trascendental (ilimitado), sintético (unificado) y expresable por
medio de juicios necesarios} de necesidad absoluta (conocimiento
del ser) o de necesidad relativa o hipotética (conocimiento em-
pírico de las modalidades del ser).
En resumen, yo soy capaz de poseer todo 10 que existe gra-

1 CL Problhnes épistémologiques foncla11l.:ntGll.o:, págs. 493-496.


2 El P. ROUSSELOT lo notaba ya: "La razón última de la imperfec-
ción de todo conocimiento humano es la dualidad de nuestros medios de
conocimiento, mientras que la realidad es única". L'intdlccfllaZisme de
Saint Thomas, 2. a edic. (1924), págs. 147-148.
3 Como en metafísica se verá, la identidad que se realiza en el acto
de conocer es "accidental" y 110 "sustancial".
272 e oncltlsiones
Clas a del ser, pero este conocimiento
trascendental y sintético es sumamente Lo
de dos maneras: por la
es decir, por aprehensiones y sucesivas de las moda-
lidades del ser.
No todos los elementos de mI conocimiento ofrecen las mis-
mas garantías. El científico se debe apoyar sobre los
elementos purificados por la crítica. En la conciencia humana
existen zonas oscuras, hechos. indefinidos y situaciones confu-
sas cuya claridad habremos de resignarnos a no poseer, pero
nada de todo esto compromete en manera alguna el valor del
conocimiento claro y distinto.
3. Hemos tratado hasta aquí del valor del conocimiento
en función de su finalidad y próxima, a la que podría-
mas llamar finalidad teórica: puesto que todo acto de conocer
se completa en una "afirmación" relativa al objeto conocido, el
conocimiento tiene en todo caso una finalidad "teórica" o "espe-
culativa", la cual consiste en la contemplación desinteresada
de lo real. Desde este punto de vista el conocimiento tiene una
finalidad en sí, no es ningún medio.
Pero ya en la descripción de mi conciencia he encontrado
que mi actividad cognoscitiva se inserta en un conjunto de
actividades, mucho más complejas por otra parte, que defi-
nen al suj eto integral, entre las que he discernido las activi-
dades afectivas y biológicas. Esta descripción me ha hecho
entrever que mi conocimiento no es más que un elemento del
dinamismo integral que me empuja a realizarme plenamente
y que, desde este punto de vista,el conocimiento debe ser
considerado como un medio respecto a la perfección inte-
gral del yo, esto es, respecto a su fin último. Esto nos ofrece,
pues, la ocasión de plantear la cuestión de la finalidad iJrác-
tica o vital de mi conocimiento y la de determinar en
Realismo crítico 273
medida esta finalidad remota
es el abordar este en en
efecto, para tratarlo con alguna utilidad, sería en
pnmer lugar, determinar, por una parte, cuál es la natura-
leza y cuál es el fin del hombre, y, por otra, cuáles son las
posibilidades teóricas del conocimiento humano, con el fin
de que podamos ver cuál es el papel que el conocimiento
puede y debe tener en la vida humana integral; ahora bien:
la epistemología no' tiene absolutamente ni la misión ni los
medios de resolver estas cuestiones previas; a ella le bas-
ta asegurar al saber una base sólida para sus futuras con-
quistas 4,

Diversos aspectos del realismo crítico

Con el análisis de la crítica de mi conocimiento, hemos


puesto de relieve que la realidad es el objeto de este conoci-
miento, 10 mismo que el término de la finalidad que manifiesta,
Lo real es el contenido primero y, en cierto sentido, único, de
toda experiencia>' 10 real es el objeto significado por el concepto
fundamental, implicado en todos los otros conceptos; se halla

4 El desarrollo que alcanzará la filosofía nos permitirá distinguir


diversos aspectos en la finalidad práctica o vital del conocimiento,
ASÍ, mis percepciones, a pesar de sus imperfecciones naturales, son su-
ficientes para asegurar la finalidad biológica de mi conocimiento, es
decir, su papel como factor de mi evolución biológica; ellas me ponen
en contacto con el mundo corporal que me rodea y con mi propio
cuerpo; ellas constituyen, para el organismo viviente, que yo soy, un
medio de orientación, de discernimiento y de defensa respecto al medio
dentro del cual me desenvuelvo; la experiencia cotidiana enseña que la
finalidad biológica de mi conocimiento se realiza en un gran número
de casos; pero enseña también que la "clarividencia" del suj eto biológico
falla algunas veces: por ej emplo, cuando tomamos el almidón por el

E?ISTEMOLOGÍA - 18
274 e oncl'Vísiones
también de todas las
"alguna cosa existe" Lo real constituye un 'valor
o no
sólo respecto a la conciencia que 10 aprehende (lo aprehendo
porque es y 110 es porque 10 aprehendo; cuando 10 aprehendo,
no lo "pongo"), sino también respecto a cualquiera. También
lo real es la norma suprema de mi cono,cimiento y el último
fundamento de su valor.
Una epistemología que conduce a tales. conclusiones sobre
el papel de 10 "real" en mi conciencia, tiene perfecto derecho
a llamarse realista. Ninguna otra expresión podría caracterizar
mejor esta doctrina que la de realismo.
Pero es necesario que precisemos el alcance exacto de este
realismo, so pena de engendrar o mantener algunos equívocos
lamentables. Porque el realismo que aquí profesamos comporta,
además de una actitud fundamentalmente realista, otras actitu-
des también realistas pero de un alcance más limitado, las
cuales tienen mucha importancia por sus consecuencias. Es, pues,
preciso definir con mucho cuidado estas diferentes actitudes mos-
trando a qué se oponen.
l. La afirmación fundamental del 1'ealismo es la afirma-
ción de 10 real. Ser realista equivale antes que nada a reco-
nocer que existe alguna cosa, que este hecho me es conocido!
que tiene una significación para mi pensamiento y que cons-
tituye un valor objetivo y dominante para espíritu. Bre-

azúcar o la tiza. También mis percepciones aseguran la puesta en


marcha de la finalidad estética o artística de mi conocimiento, jHOpOr-
donándole los elementos materiales sobre los que se constituyen las
bellas artes y se desarrolla el sentimiento estético. Respecto a la finalidad
ética o moral del conocimiento, hemos de decir que su punto de apoyo
lo encuentra en el valor absoluto del obj eto del pensamiento, único que
es capaz de fijar las normas absolutas en función del fin último de la
persona humana.
Realismo critico 275
que se hecho
diremos que ser a "consentir al ser". El rea-
lismo reconoce, pues, del ser, esto es, de lo real
cuanto sobre el sin admitir que éste
sea otra cosa más que una "función", un "poder", una "po-
tencia", cuya ley esencial es la de someterse a 10 real y que
posee además la capacidad de hacerlo '. Lo real o ser posee
un valor propio independientemente de la función o actividad
cognoscitiva; la conciencia humana se nutre de lo real que se le
y no de su propia actividad en cuanto tal. Lo real es la
medida del conocimiento; la función del sujeto activo es sólo
la d,e revalorizar plenamente todo aquello que está implicado
en el dato que se le ofrece.
Pero ¿ y si 10 real, que se me impone, hubiese sido antes
producido por mí en un estado de inconsciencia? ¿ Y si
hubiese ,sido producido por un Yo profundo e inconsciente
que fuera a la vez el origen de mi conciencia? A pesar de
esto la afirmación realista continuaría intacta: 10 real, aun
producido por un suj eto inconsciente (o no l1npor-
ta), sería también real, aunque fuera desde otra perspec-
tiva metafísica. La afirmación realista es de orden epistemolá-
g1CO y, por tanto, independiente de todas las interpretacio-
nes metafísicas ulteriores: sostiene que, en el plano de
mi conciencia, lo real se impone al sujeto cognoscente; co-

¡¡ Esta es la única ley del pensamiento humano de que podemos


tratar aquí. Pero es también la ley de toda "inteligencia", es decir, de
toda "facultad dd ser". En Dios, ser y pensamiento se identifican; pero,
en aquella medida en que recurramos a diferentes nociones para expresar
la perfección divina, será preciso afirmar el primado lógico del ser divino
sobre el pensamiento divino: Dios se conoce porque es, no es porque
se conoce.
276
nocer no es producir un
"contemplarlo" .
La afirmación realista fundamental no ha sido rechazada
brutalmente por ningún filósofo: nadie pretende que "nada
exista" o que la proposición "alguna cosa existe" carezca de
sentido. Pero desde el punto en que se ·'trata de precisar 10
que imPlica esta afirmación, 10 que significa con exactitud, son
muchos los filósofos que dan de ella una interpretación defec-
tuosa.
El escéptico, para mantener su escepticismo, está obligado
a dudar de la misma afirmación realista, puesto que estima
que ninguna afirmación es consistente, que ninguna verdad es
estable.
El relativista no puede aceptar que la afirmación del ser tenga
un valor absoluto; el sttbjetivista rehusa el reconocer el valor
objetivo del conocimiento del ser.
Finalmente y sobre todo, hay una categoría importante de
'idealistas modernos, víctimas de la "revolución copernicana" de
Kant, que rechazan el primado del ser sobre el pensamiento
y desnaturalizan la noción misma de conocimiento: para ellos,
"conocer" consistiría esencialmente en "poner el ser". Con
,esto tocamos uno de los errores más perniciosos del pensamien-
10 moderno.
La afirmación realista fundamental, por el contrario, es
aceptada por un gran número de doctrinas que rechazan sin
embargo el realismo integral: podemos citar al idealismo pla-
tónico, al empirismo, al nominalismo y al idealismo carte-
siano.
Creemos haber mostrado ya suficientemente que la afirma-
ción realista fundamental está al abrigo de todo relativismo y
de todo escepticismo. La negación de esta actitud realista es
Realismo crítico 177
contradictoria y entraña la de la mIsma
conciencia.
2. El realismo Aquí tenemos una y
capital precisión de la actitud realista fundamental: el ser po-
see un valor objetivo trascendente al pensamiento que le afir-
ma, pero es también un valor ' este valor absoluto
lo gracias a mi concepto de ser, que es
y que, por tanto, representa de un modo adecuado todo lo
que existe. A esta nueva actitud la llamamos "realismo meta-
físico", porque reconoce el valor metaempírico y metafísico fun-
damental y plantea con ello el problema de la metafísica y su
objeto.
Todo el que profese este realismo superará evidentemente
muchas actitudes equivocadas: al empirismo bajo todas sus for-
mas (nominalismo, fenomenismo, positivismo), puesto que el
empirismo rechaza toda superación de la experiencia; al ag-
nosticismo kantiano, que declara imposible toda ciencia no u-
mena!; al en la medida en que renuncia a un más
allá del pensamiento puramente formal o lógico (L. Brunsch-
por Por el contrario, un idealismo trascen-
dental como el de Fichte o Hegel no es incompatible con
el realismo metafísico, ni mucho menos 10 es el idealismo
platónico.
3. El realismo psicológico. Pasemos a una nueva forma
de la actitud realista. Lo real se me da Slempre a través
de una, experiencia: al constatar que existe alguna cosa, com-
prendo y afirmo 10 real como valor absoluto. Ahora bien: re-
sulta que tengo una doble experiencia: la experiencia obje-
que me pone en contacto con el mundo corporal, y la
experiencia subj etiva, experiencia de mis actividades conscien-
tes. El realismo metafísico se puede, pues, apoyar, ya so-
278 Conclusiones

bre la ya sobre
tiva.
Llamaremos realism.o o psicológico a la fi-
losófica del que reconoce la realidad de sus actividades conscien-
tes y la posibilidad de conocerlas científicamente. Esta forma
de realismo tiene muy pocos bus-
carlos en las escuelas materialista desde elmo-
mento en que estos sistemas rechazan la realidad de la
vida consciente; tal vez los encontraremos también entre los
partidarios del fenomenismo absoluto, que tratan de reducir el
yo a un "epifenómeno" desprovisto de valor propio. Claro es
que todos los pensadores que rechazan la afirmación realista
fundamental rechazan por lo mismo todas las formas particu-
lares de realismo.
4. El realismo cósmico o cosmológico. Esta última actitud
realista consiste en reconocer la realidad del cosmos o mun-
do corporal, objeto de mis percepciones sensibles. Este rea-
lismo concede un cierto valor obj etivo a la sensación y a
los conceptos empíricos que a ella se vinculan; profesa que la
conciencia humana capta en cierta medida el en sí del mundo
corporal y que puede tener de él un cierto conocimiento cien-
tífico.
El realismo cósmico supera evidentemente al empirismo
cósmico rudimentario, común sin duda a todos los filósofos:
nadie, a menos que sea un desequilibrado mental, afirmará que
los datos inmediatos de la experiencia sensible s.ean totalmente
inconsistentes o inexistentes. Pero para merecer el nombre de
"realista" es preciso reconocer un valor en sí a los objetos de
la experiencia sensible.
Dado que este valor sea admitido, el realismo cósmico es
compatible con todos los grados y matices que se quiera COll-
Realismo crítico 279
ceder al conocimiento de la realidad del mundo
su extensión y significado.
Si consideramos que los filosóficos
el la vida cuestión en
la discusión sobre el realismo cósmico, se tendrá que conce-
der que esta cuestión no tiene una importancia primordial: no
plantea en el fondo más que un solo problema: el de la po-
sibilidad de una cosmología o metafísica de la naturaleza;
ahora bien: las ciencias de la naturaleza y el conocimiento del
mundo material no pueden reivindicar más que un lugar se-
cundario dentro de las perspectivas de un verdadero huma-
nismo para el que la primacía corresponde a los valores
propiamente humanos. Pero, por otra parte, el realismo cós-
mico es sin duda una de las doctrinas características del to-
mismo, al mismo tiempo que una verdad cuyo desconocimien-
to falsearía gravemente la fisonomía de la conciencia hu-
mana.
La crítica que hemos hecho del conocimiento del mundo
'Corporal nos permite precisar los rasgos del realismo cósmico
de la siguiente manera. Este realismo es:
- empirista o dualista: la conciencia capta al mundo cor-
poral como un dato de experiencia, como un objeto distinto del
sujeto o función subjetiva; la experiencia objetiva es incluso
anterior a la conciencia propiamente dicha, esto es, al conoci-
miento del sujeto por el sujeto:
- intelectualista o espiritualista: la inteligencia, que es ac-
tividad y trascendencia respecto a la materia, reacciona ante este
dato, 10 aprehende y lo afirma como valor en sÍ, con la ayuda
de los conceptos y los juicios;
- inmediato o intuicionista: la intuición sensible pone en
relación al sujeto con el objeto real y la conciencia está
activamente presente en la percepción sensible; por 10 de-
280 eondusiones
la conciencia está en disposición de afirmar, como
objeto de evidencia inmediata, la presencia de una realidad (ex-
citante real), corporal (situada en el espacio y en el tiempo ),
capaz de producir en mí percepciones cualitativamente
ciadas,'
- moderado o crítico: este realismtl deja, sin embargo,
lugar a la "subj etividad" del conocimiento y a todas las im-
perfecciones que la subjetividad implica: relatividad de las
cualidades sensibles; posibles defectos de los órganos senso-
riales y del sistema nervioso; imperfección del conocimiento
conceptual; limitación de la experiencia (ésta alcanza sola-
mente los caracteres superficiales de una mínima parte del
mundo corporal y de mis actividades conscientes; con la ayuda
de estos datos reducidos es como se construye toda la ciencia
humana); el realismo cósmico, prolongando la crítica general
del conocimiento, exige una crítica detallada de las sensacio-
nes y de la imaginación (memoria, sueños, estados morbosos,
imaginación fabuladora, etc.), 10 mismo que de los concep-
tos empíricos y de las ciencias positivas; claro es que en todo
esto, una cíerta dosis de escepticismo, de agnosticísmo, de
idealismo y de pragmatismo, será la marca de un sentido crí-
tico despierto, hostil a todo dogmatismo y a todo realismo
ingenuo 6.
El principal adversario del realismo cósmico es el idealismo
en todas sus formas: todo idealismo alberga una desconfianza
profunda con respecto a la experiencia sensible, y quisiera po-
der librar al pensamiento de toda dependencia del dato objeti-
vo; declara a éste inconsistente (idealismo platónico), inaccesible

6 Sobre el realismo cósmico y sus diferentes aspectos, pueden leerse


con mucho provecho los estudios que L. N OEL ha agrupado en su obra:
Le réalisme immédiat.
Realismo crítico 28
de la conciencia
puramente fenomenal (Hume, desprovisto de verdadera
(Kant y muchos idealistas modernos), ininteligible
o irracional (los mismos). El realismo inmediato se opone tam-
bién al realismo mediato o realismo indirecto, para quien el
término inmediato de la percepción no es más que una repre-
sentación del objeto. Por otra parte, el realismo moderado o
crítico se opone del mismo modo al realismo ingenuo o
tico, que no se da bastante cuenta del carácter subjetivo del
conocimiento.
El realismo integral, al que hemos llegado con nuestro
estudio, es decir, el realismo que adopta a la vez todas
las actitudes realistas que acabamos de examinar, se encuentra
equidistante del empzrlsmo y del idealismo. El empirismo
reduce el valor de nuestro conocimiento, olvidando el papel
de la actividad conceptual y de la capacidad trascendental
de la inteligencia; el idealismo, por el contrario, mutila el
conocimiento, sacrificando la experiencia. El realismo, por el
contrario, conserva los dos elementos característicos de la con-
ciencia humana, la cual no es ni experiencia pura ni pensa-
miento puro; el realismo hace la síntesis de todo lO' que hay
de viable y aceptable tanto en el empirismo como en el idea-
lismo: con el empirismo reconoce que el conocimiento humano
es esencialmente tributario de una experiencia, de un hecho,
de un dato; con el idealismo proclama la trascendencia del
pensamiento respecto a la sensación junto con la inmanencia
del acto de conocer. El realismo tomista no es, sin embargo,
el fruto de la yu,:ctaposición de estas dos tesis opuestas, sino
que es su síntesis, puesto que subraya la necesaria unidad
de todo acto cognoscitivo: por el lado del objeto hay una
identidad real entre el objeto percibido y el objeto concebido;
por el lado del sujeto existe una unidad real de un acto com-
282 e onc lusiones
a la de la concIencIa en todos
los planos de la actividad (percepción,
ción, concepción, afirmación): toda esta actividad está entera-
mente "informada" y además unificada por lae de la
conciencia 7.

El método del realismo

La mayor parte de los pensauores de tomista


suscribirían fácilmente 10 esencial de nuestras conclusiones,
profesando, como nosotros . un realismo integral. Pero el acuer-
do no es tan completo cuando se trata de determinar la
marcha a seguir en la construcción de una epistemología rea-
lista, y, por tanto, nos parece que será conveniente, para pre-
cisar las actitudes que hemos adoptado aquÍ, subrayar los
principales elementos del método que hemos seguido en este
ensayo.
L El problema epistemológico es el problema filosófico
fundamental: una filosofía sistemática debe empezar por el exa-
men de este problema, puesto que en él están condicionados
todos los otros.
2. Una descripción metódica de la conciencia es de todo
punto indispensable si se quiere plantear de un modo claro y
adecuado el problema crítico: la epistemología descriptiva o
analítica debe ir delante de la epistemología crítica 8.

7 Un" realismo crítico" del tipo que hemos, definido aquí está libre
de todos 105 ataques que Gilson dirige contra esta fórmula. Cí. É. GILSON,
Réalisme thomiste ... , págs. 36 a 40; L. NOEL. Le "réalis1l1e critique" ei
le "bol! désaccord", en Revtle néoscolastique de philosophie, febrero 1940,
págs. 41-66.
s Ciertamente podríamos, sin grave inconveniente, en lugar de
describir primero todos los elementos de conocer antes de empezar sU
Realismo crítico 283
------------------------
del análi si" y de
crítica correspondiente debe ser el conoán-liento de lo real del
ser, o mejor, la afirmación del ser. En efecto:
- N o se puede SITIO de la del conocimiento
y, más precisamente, de la porque toda la realidad
para mí depende del conocimiemo cuya naturaleza y alcance es
10 que se trata de establecer. Yo 110 puedo hablar de realidad
sino en la medida en que la conozco: en esto podemos y debe-
mos aceptar el método del cartesiano, Y nada hay más
claro en la conciencia que la afirmación con la que se
y se expresa todo conocimiento,
- Pero es necesario partir también de la afirmación de
](1 real, porque ningún es más inmediato ni más fun-
damental que lo real: 10 real se impone y se justifica por sí
mismo, dándose en toda experiencia; nada presupone y nada
hay presupuesto en él; constituye un valor incondicionado,
~lbso]uto,

Es decir, que, a nuestro juicio, es inadmisible toda episte-


mología que pretendiera partir de las evidencias de los "prime-
ros principios", o de la crítica de los "juicios de orden ideal",
'o del valor de las "verdades eternas". El orden abstracto no
tiene ninguna consistencia en sí mismo: debe apoyarse en 10
concreto, cuya expresión es. Antes de aprehender las reIacio-
:nes necesarias, o sea las evidencias de derecho, la conciencia hu-

crítica, describir y criticar al mismo ticmpo cada uno de estos elemen-


tos partiendo de los más fundamentales: podríamos comenzar, por
ejemplo, por la descripción y la crítica de la afirmación en cuanto tal;
pasaríamos después a la descripción y a la crítica de la experiencia
y de la afirmación de lo real, y así sucesivamente, N os parece, sin em-
bargo, mucho más conveniente describir primero el acto de conocer en
toda su complej ¡dad, con el fin de situar bien cada uno de los aspectos
del problema crítico.
284 e onclttsiones
mana debe inclinarse ante una evidencia de la existencia
de alguna cosa D.
4. No existe
al ser, porque toda experiencia, sea la que
subjetiva, me revela 10 real de un modo infalible y, dentro de
lo real, el valor absoluto del "existir". Una epistemología que
no quiera admitir el valor de la experiencia sensible como ex-
periencia de la realidad o que quiera subordinarla a la expe-
riencia íntima del yo, no respetaría los datos de la conciencia
humana.
5. El término real en su significación fundamental y esen-
cial, es sinónimo de "existente" o "ser". Tomado en este
sentido, no hay modo de definirlo, porque nada hay más
simple ni más claro que el ser. Por el contrario, todo otro
objeto de conocimiento deberá definirse con relación al "ser,
a 10 real, como una determinación del mismo ser: así es como
la imagen, la idea, 10 abstracto, 10 universal, lo conceptual,
lo lógico, no pueden ser definidos por oposición al ser, sino
como modalidad del ser. Por tanto, no se puede definir lo
real a partir de lo ideal, por oposición entre el pensamiento
o conciencia y la cosa; al contrario, es preciso definir 10 ideal
y el pensamiento a partir de 10 real y como uno de los modos

9 En este punto es donde nos apartamos del cardenal Mercier y de


otros muchos críticos tomistas contemporáneos, que han olvidado la doc-
trina capital del ens primum notum. Algunas señales de retorno al primado
del ser pueden encontrarse en J. MARITAIN, Distinguer pour unir, págs. 137
a 263; L. NOEL, Le réalisme immédiat, págs. 239 a 245; É. GIL SON,
Réalisme thomiste ... , passim. Cf. también P. ROUSSELOT, L'intellectualisme
de Saint Thomas, 2." edic., págs. 24-25, donde el autor se esfuerza por
demostrar que el conocimiento de ciertos hechos puede ser más importante
que el conocimiento de los principios.
Realismo crítico 285

particulares de la realidad que se opone a otros modos de rea-


1idad.
M uchos filósofos parecen olvidar esta
mera y trascendental del término "real". Para ellos 10 "real"
se opone a 10 "ideal", a lo "imaginado" o "pensado", y 10
real se define de un modo puramente negativo: "aquello que
no es puesto por la conciencia", "lo que es independiente de
la actividad consciente", "lo que no es producto de la ima-
ginación ni del pensamiento". Creemos que este modo de
proceder engendra grandes dificultades, y sería incluso pro-
bable, que hiciera casi imposible la justificación crítica del rea-
lismo.
6. La discusión sobre el reaíismo cósmico se ha visto
agudizada durante siglos por el ,problema de los sueños y de
10s otros estados psicológicos, en los que el sujeto confunde
los objetos de la imaginación con los objetos de la percep-
ción. Nuestro pensamiento es que estos estados de concien-
cia amortiguada no son suficientes para inquietar al filósofo
que se dedica a un examen reflexivo de su conocimiento,
porque esta reflexión crítica tiene el suficiente poder para
disipar la ilusión de que es víctima el sujeto, precisamente
cuando su estado psicológico excluye semejante reflexión;
para una conciencia refleja, el discernimiento entre los datos
de la percepción y los productos de la imaginación es ordi-
nariamente fácrl; como hemos visto, presupone el conocimien-
to del propio cuerpo como instrumento de percepciones va-
riadas; entre el dato sensorial y la imagen no hay sólo una
diferencia de claridad o de cohesión: hay una diferencia ra-
dical en el modo de estar ,presente, y esta diferencia es fácil-
'mente observable para una conciencia que reflexiona. El dis-
cernimiento entre el dato sensorial y las imágenes salta a la
286 Conclusiones

vista con sólo analizar la conciencia; m es un verda-


dero problema crítico,
7. Recordemos, finalmente, que el de la indc-
ontológica del mundO' corporal, objeto de mis pel"-
cepciones, con respecto al sujeto que yo soy, no es un problema
de epistemología. Al terminar la crítica, sé que existe a mi
alrededor un mundo corporal, el cual -formalmente no existe
porque 10 conozco; es él el que se impone a mi conocimiento
y yo no puedo hacer otra cosa más que aceptar su inelucta-
ble presencia, Pero todo esto no soluciona todavía el proble-
ma de las relaciones ontológicas que existen entre la realidad
del cosmos y la realidad del yo: éste es un problema que deberá
resolver la metafísica.
El problema de la independencia ontológica del dato cor-
poral no es el único problema cuya solución se exige sin ra-
zón alguna a la epistemología. Para superar las dificultades
que ofrece el estudio del conocimiento humano, es preciso saber
distinguir las cuestiones y tratarlas en el sitio que les corres-
ponde, dentro de la elaboración de una filosofía sistemática.
Será, pues, conveniente que completemos 10 que acabamos de
decir sobre el método del realismo por medio de una rápida
ojeada sobre los problemas que quedan abiertos al término de
la epistemología.

Problemas ulteriores

Algunos filósofos quedarán decepcionados ante las conclu-


siones de una epistemología, concebida tal como nosotros la
hemos desarrollado aquí; por no encontrar una respuesta ade-
cuada a los problemas que les preocupan, dirán que son incom-
pletas y superficiales las soluciones que la epistemología aporta
al problema del conocimiento.
Realismo critico 287

Estas críticas se deben a una confusión. En virtud del


que se la no tener la
sión de resolver todas las cuestiones que interesar
naturaleza y al valor del conocimiento: debe limitarse a
análisis y a una crítica de los datos inmediatos de la conciencia,
es decir, al estudio del conocimiento tal como es posible ha-
cerlo y tal como se en el de de una filo-
sofía . tampoco aporta al problema del conocimiento
más que una solución de princiPios, una solución
Y' que luego deberá desarrollarse y precisarse por el
progreso de la reflexión filosófica.
Para mejor disipar esta confusión, enumeremos rápidamen-
te los principales problemas que quedan abiertos al término de
la crítica general.
l. La cuestión de los primeros principios, que frecuente-
mente ha sido considerada como una cuestión perteneciente a
la crítica y otras veces como una cuestión de metafísica gene-
ral, es, en realidad, una cuestión de lógica. Los principios de
identidad, de no contradicción y de "tertio excluso" son leyes
fundamentales del pensamiento, primeros principios de orden
lógico lO. Es cuestión de la lógica el precisar su origen, su
naturaleza y su valor.
Si se admite bajo el título. de "primeros principios", a
otros principios distintos de las leyes fundamentales del pen-
samiento como tal, _se pasa del dominio de la lógica al de la
ontología, de los primeros principios de orden lógico a los
primeros prinClplOs de orden metafísico: por ej emplo, el
principio de inteligibilidad ("todo ser es inteligible") o el
pnnClplO de causalidad ("todo ser contingente es causado")'

10 Cf. A. MANSION, Sur la correspondance du logique el du réel, en


Revue néoscolastique de philosophie, agosto 1932, págs. 311-318.
288 eone lusiones
son leyes metafísicas y pertenecen al dominio de esta ciencia.
2. Todos los problemas relativos a la naturaleza y al va-
lor de los discursVvos de la razón, como son el
silogismo, la deducción, la inducción, son todos problemas de
lógica.
3. El problema general de la susta:,tcia (¿ existen sustan-
cias?, ¿ podemos conocerlas?) y el problerlla general de la cau-
salidad son problemas de general.
4.> Lo mismo ocurre con el problema del conocimiento de
Dios o del método a seguir en la deducción de los atributos
de la Causa primera: la solución de este problema capital forma
parte de la ontología.
5. El problema tan importante del discernimiento de los
individuos, junto con el problema que le sigue del conocimien-
to de las naturalezas o esencias, reciben en metafísica general
una solución progresiva, que se continúa en la metafísica es-
pecial. Para la crítica del monismo absoluto, la ontología nos
da los principios. de solución, dejando lugar dentro del orden
real a 10 "múltiple" y a 10 "finito"; la doctrina general sobre
la actividad añade más precisiones a las condiciones de exis-
tencia de todo ser finito; la prueba de la existencia de Dios,
j unto con la crítica del panteísmo (o monismo relativo), si-
túan definitivamente al ser finito dentro del orden universaL
Apoyándose, pues, en estos puntos generales, la metafísica es-
rjJecial trata de discernir, en el mundo de la expf'riencia, los
individuos finitos y las naturalezas específicas; determinará en
primer lugar el carácter personal y la naturaleza del yo, pa-
sará a continuación a descubrir las otras perSOllas humanas
y, por analogía con el hombre, definirá la individualidad animal
y la individualidad vegetal. Sin duda la metafísica especial no
podrá ampliar más sus conclusiones: no será capaz, al pare-
cer, ni de discernir las "especies." en el mundo biológico, ni
Realismo crítico 289
de solucionar
ralezas en el mundo inorgánico. Las ciencias
SIn elementos de solución a tan difíciles
problemas.
Se tendrá también el cuidado de hacer notar que estas
conclusiones de la metafísica (general o
nan finalmente la solución a· un problema que la epistemo.
logía había dejado en el aire: ¿ mis percepciones
a realidades de mí? 11. Entonces es cuando po-
dremos dar legítimamente una respuesta afirmativa: al término
de la metafísica, ya sé que yo no soy más que una persona
finita, un elemento dentro del orden de los seres finitos crea-
dos; mis percepciones me ponen en relación con otros seres
finitos (hombres, animales, vegetales, materia inorgánica) que
subsisten independientemente de pero bajo la dependencia
de Dios.
6. El problema de la interpretación ontológica del conoci-
miento pertenece a la metafísica. especial del h0111bre (an-
tropología metafísica, psicología racional). ¿ De qué se trata?
Una vez ya elaborada la doctrina metafísica de la actividad
del ser finito (sustancia, potencia de operación, complemento
a esta potencia que proporcionan los seres finitos que la ro-
dean, influencia indispensable de la Causa creadora en el
principio mismo de la actividad, finalidad ontológica de la
actividad), se hace posible la interpretación de la actividad
cognoscitiva en función de esta doctrina y la detenninación
de cuáles sean las implicaciones ontológicas del hecho del
conocimiento. La cuestión se debe plantear en estos térmi-
nos: dada la doctrina general sobre la actividad, y dado, por

11 Cf. págs. 106-107, 112-113, 125, 130 (nota), 130-134, 166-167, 233-
234, 248 (nota 56).
EPISTEMOLOGÍA - 19
290 Conclusiones

otra que el conocimiento se como una acti-


vidad del yo, con unos caracteres que la epistemología ha
precisado, ¿cómo habrá que la nat-uralezaontológi-
ca y el funcionamiento del conocimiento hU111,ano? O también:
¿ qué principios ontológicos son indispensables para explicar
la actividad cognoscitiva tal como ella" se revela a la con-
ciencia?
Para resolver este problema la psicología debe apoyarse, en
primer lugar, en las aportaciones de las ciencias positivas, con
el fin de determinar las condiciones psíquicas y psicológicas en
que se realizan las percepciones sensibles: naturaleza fisicoquí-
mica de los excitantes, anatomía y fisiología de los órganos sen-
soriales y'del sistema nervioso, leyes empíricas de la percepción;
la física, la química, la anatomía, la fisiología y la psicología
experimental aportan cada una sus, descubrimientos al trabajo
de la psicología metafísica. Ésta, por su parte, trata en seguida
de determinar cuáles son los principios constitutivos de la ac-
tividad cognoscitiva, cómo se explican el origen y la evolu-
ción del conocimiento y qué causas entran en juego en este
proceso.
Como puede verse fácilmente, la cuestión de la interpre-
tación ontológica del conocimiento no tiene sentido ni encon-
traría solución sin una ontología ya constituida; a fortiori, su-
(Jone resuelto el problema crítico fundamental, puesto que la
posibilidad de la metafísica depende de la solución de este pro-
blema. Por esto los pensadores más cautos en problemas me-
tafísicos han subrayado la importancia capital de la distinción
entre el problema crític'o y el problema ontológico del conoci-
miento 12. Otros muchos autores, sin embargo, olvidan casi de
un modo sistemático el distinguir estos dos problemas. Ésta

12 eL L. NOEL, Le réalisme immédiat, págs. 162 a 167.


Realismo crítico 291
es una de las causas más frecuentes de la oscuridad y de la
falta de rigor que caracterizan a tantos trabajos que se dicen
epistemológicos. Es frecuente encontrar en ellos mezclados los
análisis propiamente críticos con consideraciones sobre la Con-
ciencia absoluta y sobre la esencia de todo pensamiento, sobre
el entendimiento agente y sobre la sustancia del alma. Todas
estas irregularidades de método dan como resultado una "as-
fixia" de la epistemología, tienen la pretensión de darle una
profundidad prestada, pero no hacen sino destruir su rigor
lógico.
A veces se comprende mal la distinción de los dos pro-
blemas. Algunos parecen pensar que el problema crítico se
desarrolla exclusivamente sobre el plano "fenomenal" y que
excluye toda consideración de valor "metafísico". Esta con-
cepción es inaceptable: primero porque implica una yuxtapo-
sición de 10 "fenomenal" y de 10 "metafísico", lo cual es ar-
bitrario: teniendo el ser un valor trascendental, como 10 tiene,
el fenómeno no puede salir de su jurisdicción ni carecer de
todo valor metafísico; también y sobre todo, porque, lejos de
excluir toda afirmación metafísica, la crítica debe plantear y
reconocer el valor del objeto de la metafísica y de los juicios
fundamentales que expresan el conocimiento del ser. Si el pro-
blema ontológico es lógicamente posterior al problema crítico,
la razón es porgue va más allá de las afirmaciones metafísicas
inmediatas, buscando las implicaciones o condiciones ontológi-
cas de la actividad cognoscitiva, cuyo estudio presupone todo
lo que la epistemología y la ontología habrán previamente
hecho.
En todo caso, la ontología del conocimiento no podrá de-
bilitar las conclusiones de la crítica. Por ejemplo, carece de
todo sentid'Ü el declarar que la ontología del conocimiento ex-
cluye toda intuición de la realidad corporal, o toda presencia
292 Conclusiones

de la conciencia intelectual o toda influencia


de los objetos corporales en la génesis de nuestros
El papel de la ontología del conocimiento no es el dé
estos hechos, debidamente constat<\dos y criticados en
10gb, sino el de interpretarlos; si fracasa en su propósito de
aclarar plenamente el proceso misterioso del conocimiento hu-
mano, las oscuridades de su explicación no pueden comprome-
ter de ningún modo el hecho inicial que se impone y que trata-
mos de comprendeL
Por el contrario, en la medida en que la teoría ontológica
proporciona una explicación suficiente del proceso cognoscitivo,
aporta a las conclusiones de la crítica un complemento) una
mayor prof1;tndidad y unos refuerzos preciosos. La razón está
en que, al revelar los resortes secretos de esta actividad tan
original, la sitúa de una manera mucho más perfecta y clara
dentro de la actividad integral del hombre y dentro del orden·
universal; de este modo descubre el sentido profundo de los
hechos epistemológicos, aquellos que esta ciencia se limita a
constatar primero y a confirmar luego en la crítica.
7. Finalmente, todos los problel11GS especiales de crítica y
metodología pertenecen a la filosofía de las ciencias. ¿ Qué valor
tienen las leyes físicas, las teorías físicas y la inducción en
física? ¿ Qué alcance tienen las clasificaciones químicas, botá-
nicas y zoológicas? ¿ Cuál es el significado preciso de las cons-
trucciones matemáticas, el alcance "real" de los números irracio-
nales, o de las geometrías no euclidianas? ¿ Qué leyes rigen el
método histórico y cuál es su valor? ¿ La historia es una cien-
cia? ¿ Qué alcance tienen las leyes filológicas, económicas y so-
ciales? Todas estas cuestiones quedan abiertas al término de la
epistemología general y deben ser estudiadas por la filosofía de
las ciencias.
de smaciones 293

n
LAS PRINCIPALES DESVIACIONES EPISTEMOLÓGICAS

Para 110 interrumpir constantemente la marcha de nues-


tra exposición con frecuentes digresiones, hemos pasado por
alto voluntariamente la crítica de los innumerables errores que
en el curso de la historia se han cometido en materi~ de epis-
temología analítica o crítica. Por otra parte, es difícil y pe-
ligroso el condenar tesis aisladas del contexto que les da su
significación exacta, cuando se trata de pensadores ajenos él
las concepciones que se defienden: existe siempre el riesgo de
equivocarse y de ser injusto. Sin embargo, para evitar este es-
collo, ¿ se tendrá que renunciar a toda confrontación de ideas
y a toda crítica? ¿ O se tendrá que adoptar la actitud negativa
del relativismo, declarando que todos los sistemas tienen su
valor y que todos son verdaderos desde su punto de vista?
¿ O se tendrá que buscar un concordismo desdichado, afir-
mando que todas las divergencias entre los filósofos son
sólo superfIciales y que sus desacuerdos son sólo cuestión de
palabras?
In medio mrt'Us. La actitud que se impone está en el justo
medio, entre una crítica sin discernimiento y una indulgencia
universal ante el error. El punto de vista del adversario no
puede silenciar se, incluso en un tratado general como éste, y
nuestra exposición tendría una laguna esencial si no indicára-
mos, al menos de un modo somero, en qué puntos de nuestra
postura se separa de la de los principales filósofos que han tra-
tado el problema del conocimiento. Este bosquejo que presen-
tamos se limita solamente a marcar los jalones, con el objeto
de servir de guía al principiante en sus lecturas y estimular
sus reflexiones.
294 Conclusiones

l. Desviadones tocantes a los caracteres esenciales del co-


errores son, sin duda, los más
l-ie aquí los principales:
El escepticismo desconoce la naturaleza y el valor de la afir-
mación: no se da cuenta de que todo conocimiento implica
un objeto que se revela (evidencia objeti,ya), que se impone al
sujeto, que impone una afirmación estable, necesaria, verdadera
y cierta. En un plano más profundo, el escepticismo desconoce
el valor absoluto del ser, su oposición absoluta al no ser y la
capacidad que tiene el espíritu humano de captar este valor
absoluto en todo objeto de conocimiento, por más fugaz que
pueda parecer 13.
El relativismo, el subjetivismo y el pragmatismo son for-
mas atenuadas de escepticismo, puesto que estos sistemas recha-
zan el valor obj etivo de la afirmación y el papel exclusivo de
la evidencia objetiva en determinación del juicio verdadero y
cierto.
El idealis11!f,o kantiano, lo mismo que todas las formas de
idealismo fundamentadas en la "revolución copernicana", fal-
sea la esencia misma del conocer, convirtiéndolo en una ac-
tividad que "pone", que "produce" o que "construye" su ob-
jeto. Recordemos que el "conocer" es un dato original que
se revela a nuestra propia conciencia: es aquí, y solamente
aquí, en la conciencia, donde se nos hace accesible. Ahora
bien: dentro de nuestra conciencia conocer es siempre un
modo misterioso de "poseer" 10 real, de "contemplarlo", de
someternos a él "reconociéndolo" o "afirmándolo" tal como
es; el acto de conocimiento es un "acto segundo", una "for-
ma" nueva del yo, una "cualidad"; todo esto no tiene nada
de común con la categoría de "acción". Mi acto de conocer

13 eL págs. 112, 197-199.


desviaciones 295
debe ser sin duda "producido" o , pero esto no es
más que una condición previa debida a ml imperfección, es
decir, al hecho de que yo no estoy "en acto de conocer". En
una interpretación ontológica de mi conocimiento, se deberá
explicar cómo, al mismo tiempo que produzco mi acto, me
someto plenamente a la realidad que trato de conocer. Breve-
mente, "conocer" no es nunca "producir"; sería peligroso y
equívoco el llamar "conocimiento" a cualquier actividad "pro-
ductora" 14.
Z. Desviaciones procedentes de la falta de atención so-
bre el pensar.-Debemos catalogar aquí todas las variantes
del empirismo.' nominalismo (el pensamiento conceptual no
tiene un alcance verdaderamente real), 11wterialismo y sen-
sualismo (no hay más que materia; el conocimiento se reduce
a la sensación), agnosticismo (imposibilidad de conocer más
allá de la experiencia), fenomenismo (no existen más que
fenómenos, apariencias sensibles), positivismo (el único ob-
jeto de la ciencia es el hecho positivo), intuicionismo bergso~
niano (el pensamiento conceptual no llega a la realidad más
profunda). Todos estos sistemas desconocen la actividad pro-
pia de la inteligencia, capaz de revalorizar el dato empírico
descubriendo en él no sólo las relaciones regulares, que cons-
tituyen el objeto de las leyes científicas, sino también el valor
absoluto de ser' y sus leyes absolutas, objeto del saber meta-
físico.

14 La misma conciencia divina no es tampoco una "producción". El

pensamiento divino no es creador como tal pensamiento, sino en cuanto


es idéntico a la voluntad creadora; incluso esta misma 110 es esen-
tÍa/mente una "producción", puesto que la creación es libre. En cuanto
a la generación del Verbo, la teología no la presenta como idéntica
al oonocimiento del Padre, sino como el fruto o expresión de este co-
nocimiento.
296 Conclltsiones

3.Desviaciones debidas al
éste un error totalmente opuesto al anterior: sacri-
fica la experiencia en aras del Este error es el
rasgo común de todas las formas desde Platón
hasta Brunschvicg, bastante para justificar este apelativo único
del que nos servimos para designar a un, conjunto de sistemas
tan diferentes por otra parte: todos los idealistas tratan de
liberar el pensamiento de cualquier dependencia respecto al dato
empírico. Tomado en su conjunto, el idealismo es "más una
orientación que una doctrina"; es "la tendencia filosófica que
intenta reducir toda existencia al pensamiento, tomando la pa-
labra pensamiento en su sentido más amplio", mientras que el
realismo ontológico" admite una existencia independiente del pen-
samiento" 15.
El idealismo nació de una desconfianza excesiva ante Iaex-
periencia sensible (Platón, San Agustín en cierto modo y Des-
cartes). Esta desconfianza sedujo a un gran número de filó-
sofos a partir del siglo XIV: el descrédito de la física antigua
y el advenimiento de la ciencia moderna contribuyeron a su
desarrollo en muchos espíritus; los filósofos no supieron dis-
tinguir a tiempo en el realismo tradicional los valores perdu-
rables de los elementos caducos; y mientras que un buen nú-
mero de pensadores atraídos por el ideal de la nueva ciencia
se dejaban deslizar por la pendiente fácil del empirismo, otros
trataron de salvar la metafísica sacrificando lo sensible: se llega
entonces a la aparición del racionalismo, que hizo una brillante
carrera desde Descartes hasta W olff. El racionalismo es pa-
riente próximo del idealismo en la medida en que pretende
deducir todo conocimiento cierto de los principios evidentes a

15 A. LALANDE, Vocabulaire ... , en la palabra Idéalis111e, pág. 318.


297
de los datos de
sensible,
A de la "revolución
idealismo una orientación nueva, el conVIr~
tiéndase cada vez más en la norma suprema de la al
mismo tiempo que en el origen de toda realidad, pero a me-
dida que el idealismo aumenta sus pretensiones, tiene que ir
sustituyendo el pensamiento individual del hombre por el Pen-
samiento absoluto, respecto al cual el pensamiento humano no
sería sino una simple manifestación (Fichte, Schelling, Hegel,
Gentile, etc} Esto nos obliga a distinguir en el idealismo
moderno dos formas muy diferentes de idealismo: por un lado,
el idealisJ1l.o subjetivista 16, "que tiende a reducir la exis-
tencia al pensamiento individual" (Lalande): idealismo ra-
dical, cuya forma exagerada es el solipsismo 17; por otro lado,
el idealismo trascendental, que pretende descubrir en el ori-
gen de la conciencia individual una Conciencia trascendental
(Pensamiento, Espíritu, Yo absoluto) y que trata de inter-
pretar el universo partiendo de este principio; ciertas for-
mas de este idealismo pueden estar cerca del realismo meta-
físico, pero queda siempre una divergencia esencial sobre la
noción misma del conocimiento, sobre la naturaleza del pen-
samiento,
El idealis~o es hoy una actitud filosófica muy extendi~
da; en ciertos medios filosóficos se ha convertido en una es-

16 '''Personal idealism", como dicen los ingleses,


l7 El idealismo subj etivista puede, por otra parte, tomar formas
más atenuadas: así ocurre cuando se reconoce la existencia de un
mundo exterior y de un cierto "dato" sensible independiente de la acti-
vidad del sujeto, pero que se declara "irracional", incapaz de ser apre-
hendido por la inteligencia, y, por tanto, carente de todo interés filo-
sófico.
298 Conclusiones
---------- -----
peCle de "postulado", de "prejuicio", algo así como un
ma" filosófico cuyo fundamento no se discute. Este
al parecer, se debe a varias causas convergentes. En primer
lugar, la preocupación por la autonomía del pensamiento que
tanto inquieta a numerosas 'tendencias de la civilización occi-
dental desde el Renacimiento: humanism"o, libre examen, na-
turalismo, liberalismo, individualismo, etc. Por otra parte, el
prejuicio "representacionista" o principio de inmanencia domi-
na todavía en muchas inteligencias desde Descartes: la con-
ciencia encerrada dentro de un mundo de representaciones; la
ciencia no puede ser otra cosa más que un sistema de repre-
sentaciones; más allá sólo está 10 desconocido, la "cosa en sí";
no es que se pretenda necesariamente reducir toda existencia
a la conciencia, pero sí al menos toda existencia conocida; les
parece inconcebible que el término objetivo del acto de cono-
cer pueda ser inmanente y trascendente al mismo tiempo con
relación a la conciencia, que es 10 que, sin embargo, ocurre
cuando conocemos. Incluso para aquellos que admiten una
cierta presencia objetiva en la percepción sensible, la mo-
derna crítica de la sensación les crea un prejuicio desfavo-
rable respecto al valor crítico de la percepción, y la lite-
ratura idealista insiste, complacida, en la "inconsistencia" del
objeto percibido o del "choque" sensible: ya a Descartes
le turbaban vivamente los "errores" y las "ilusiones" de los
sentidos; todavía hoy, para justificar su actitud agnóstica,
se afana el idealista en minimizar el valor de la expe-
riencia sensible: con ella cree que sería imposible superar
los límites del "suceso-sensación" de la impresión fugaz y sub-
jetiva y llegar a un conocimiento que trascendiera la "subjeti-
vidad" individual; sería imposible, por consiguiente, fundar los
valores intelectuales, y sobre todo las afirmaciones metafísicas
sobre un base tan frágil. Finalmente, la revolución copernicana,
299
ideada por Kant, no ha de fascinar muchos es~
durante todo el siglo XIX; ahora bien: la tendencia
de esta revolución es el establecimiento de una idea de
'conocimiento incompatible con el realismo en su más esencial
afirmación.
Para poder escapar a las seducciones del idealismo, es pre-
,óso ante todo que consintamos en continuar siendo hombres con
todas las servidumbres que esto implica; el mérito de todo inte-
lectualismo radical, racionalismo o idealismo, es el de señalar el
valor de la actividad propia de la inteligencia y la trascendencia
de 10 espiritual, pero su equivocación estriba en olvidar la con-
dición humana del pensamiento y pretender una autonomía es-
piritual que no nos es accesible.
También tenemos que deshacernos del prejuicio inmanentista
y aceptar los. datos inmediatos de la conciencia humana, que es
una conciencia abierta sobre un mundo corporal.
En cuanto a los recursos que ofrece la percepción sen-
sible, conviene tener en cuenta que la crítica idealista se
apoya en una división artificial de la experiencia objetiva: lo
puramente sensible no existe para nosotros, como tampoco
existe la pura sensación. Lo que se me da es una reali-
dad sensible. Ahora bien: la más pequeña realidad, por más
fugaz y superficial que se la imagine, basta para revelarme
el valor absoluto del ser y el carácter necesarz1a de toda afir-
mación fu~dada sobre el objeto conocido; la más pequeña
realidad que se imponga a mí se impone también a toda
otra conciencia capaz de percibir; captar una realidad cualquie-
ra equivale siempre a salirme de los límites de mi sensibilidad,
sin que sea preciso, en 10 más mínimo, recurrir a un "a
priori" cualquiera ni a ningún "gran Yo" profundo, para fun-
damentar las afirmaciones necesarias y universales. Cuando se
considera el grandioso edificio de las ciencias de la natura-
300

sus codiciosos resultados y sus


cuando nos sentimos anonadados ante
verso material y arrebatados de admiración ante el espec-
táculo del orden y de la estabilidad que ¡·eina en a
pesar de su incesante evolución; cuando se piensa, final-
mente, que la revelación de estas mar~villas es totalmente
tributaria de nuestras percepciones nos sentimos
llevados a pensar que la experiencia sensible no tiene nada de
inconsistente, como pretendía el idealismo, y se comprende con
un poco de pena cómo una filosofía tan poco humana, tan ca-
rente del "sentido de la realidad", pudo dominar a tantos es-
píritus.
Pero la vuelta al realismo encuentra su mayor obstáculo en
el concepto kantiano de pensamiento, y es por esto por 10 que
el idealismo no podrá ser superado más que por un retorno a
la auténtica noción de conocimiento 18.
El realís11'W indirecto, en cuyo origen podemos situar a Des-
cartes, y que todavía tiene sus. adeptos, especialmente entre
los neoescolásticos 19, no es más que una forma tímida de idea-
lismo. En cierto modo admite el prejuicio de la conciencia amu-
rallada, puesto que admite la disociación del objeto (trascen-
dente) y de su representación (inmanente), único término
inmediato de la percepción. Una discusión a fondo del realismo
indirecto se saldría de los cuadros de este tratado. Por tanto,
nos limitaremos a señalar someramente los defec'tos de método
que, al parecer, vician la posición del realismo indirecto, y, para

.~8 Sobre el idealismo, véase A. LALANDE, Vocabulaire ... , III, pá-


ginas 64 a 67; J. MARITAIN, Distinguer pour unir, págs. 208 a 215
É. GILSON, Réalisme thomiste ... , passim.
19 ef., por ejemplo, J. DE VRIES, Critica, págs. 99 a 108, donde se
encontrará una exposición interesante y con muchos matices del realismo
indirecto, así como una crítica del realismo inmediato.
desviaciones 301

ser más. concretos, tomaremos como base


la postura del P. de Vrieso
El principal argumento del autor es el de la ilusión de
.que somos víctimas durante los sueños: en ellos percibimos ob-
jetos extensos, exteriores a nosotros, distantes de nosotros, y,
estos no existen fuera de nuestra ima-
: este hecho muestra que la percepción de la talidad
de los objetos (magnitud, localización, cualidades, no ¡m-
la percepción de su existencia en sÍ, Ahora bien: desde
el punto de vista crítico no más que una diferencia de
:grado entre los obj etos de la sensación y las imágenes: los
-objetos de sensación son más vivos, más claros, más estables
y más coherentes que las imágenes. Por tanto, debemos con-
cluir que los datos sensibles no se manifiestan de un modo in-
mediato como realidades existentes en sí, sino como contenidos
de conciencia o representaciones. Esta conclusión la confirma el
hecho de que las cosas aparecen frecuentemente de un modo
distinto a como ellas son.
La argumentación del Po de Vries presenta, a nuestro
vanas inexactitudes y graves defectos. de método:
a) Sería imposible percibir la talidad de un objeto sin per-
óbir al mismo tiempo su realidad, por la sencilla razón de
que una y otra se identifican: es la talidad la que existe, la que
es real. También, cuando sueño, estoy convencido de que per-
óbo talidades reales, y mi ilusión recae lo mismo sobre las ta-
1idades que sobre las realidades; esta ilusión se debe a que con-
fundo la representación de un objeto con la percepción de este
-objeto, y esta confusión es posible porque duermo: el amodo-
rramiento de mi conciencia me impide realizar una reflexión
crítica elemental que me permitiría constatar que mis órganos
de percepción están inactivos, es decir, que no hago sino "re-
302
presentarme" una determinada situación si11 que la vea "con mis
propios ojos".
b) Entre el objeto de percepción y la imagen hay algo más
que una simple diferencia de grado; para la conciencia des-
pierta, capaz de reflexionar, el objeto imaginado se distingue
radicalmente del objeto percibido por su modo de presenc1:a: el
objeto está por sí mismo presen:te en el término de mi percep-
ción, mientras que en la imagen está simplemente representado'
o evocado y' ninguna confusión es posible, para una conciencia
despierta, entre la visión de una persona o de un paisaje o la
evocación imaginativa de estos objetos cuando no están presen-
tes. Y si la más pequeña duda existiera, siempre es posible y
fácil realizar un control (excepción hecha tal vez de ciertos casos
límites, sin ninguna importancia desde el punto de vista de la
crítica fundamental): nos basta examinar si la presencia del
objeto está o no condicionada por el ejercicio de los órganos
sensoriales 20.
e) Si las cosas a veces se presentan de un modo distinto
de como son, se debe esto a la influencia del factor subjetivo
en la percepción, pero esta dosis de relatividad no excluye, de
ningún modo, la presencia inmediata del objeto como término
de la percepción 21.
ASÍ, pues, ningún argumento decisivo se opone al realis-
mo inmediato. Al contrario, éste se presenta como la expre-
sión adecuada de los datos inmediatos de la conciencia: por
medio del conjunto de mis órganos sensoriales mi conciencia
está abierta sobre un mundo de objetos reales, extensos, dis-
tintos de mi propio cuerpo y capaces de producir impresiones
cualitativamente diferenciadas. Nada puede justificar la di-

20 Cf. págs. 141-144, 227-229.


21 Cf. págs. 242-247.
Principales desviaciones 303
sociación que se y que convertiría estos
tos percibidos en representaciones de otros objetos no per-
cibidos u objetos en sí. Todo el que se aventura por este
camino se mete en un callejón sin salida: así es como se
plantea el famoso problema del "puente" entre el objeto en
mí y el objeto en sí, entre la representación y la cosa; pero
este problema es insoluble por dos razones: primero, porque
no se establecerá jamás, de un modo riguroso, que el mundo
de mis. representaciones pueda implicar, más allá de mis re-
presentaciones) la existencia de un mundo corporal más o
menos semejante al que yo percibo (mis representaciones las
podría producir un "Genio maligno" o algo más simple, una
proyección inconsciente del yo: con ello se abre la puerta
al idealismo más radical, el solipsismo); y segundo, aunque
se demostrara que la existencia de un mundo corporal "en
sí" puede ser probada a partir de mis "representaciones",
sería imposible determinar en qué medida las representa-
ciones son fieles al objeto que representan, puesto que la
comparación entre el modelo y la imagen es imposible por hi-
pótesis.
Pero, en realidad, no existe absolutaJ1ltente) para nos-
otros, un más allá de los objetos percibidos. Solamente en
los objetos percibidos es donde aprehendemos ciertos carac-
teres independjentes de la percepción en cuanto tal: su rea-
lidad, su extensión espacio-temporal, su capacidad de pro-
ducir percepciones cualitativamente diferentes. N osotros vi-
vimos, pues, en relación inmediata con un mundo corporal
real y es preciso aceptar este hecho, tal vez misterioso, pero
evidente, del encuentro con la realidad en la percepción; es
un verdadero cuerpo real el que se me opone, el que me
"resiste"; es una pared verdadera, real, la que yo "veo";
mis órganos sensoriales son como antenas, gracias a los cua-
304 Concl1JlsioneJ
-~---~~~~----~-_._-------------

les me comunico inmediatamente


me no lo
este mundo y el de sus relaciones con
mi propio cuerpo y con mi conciencia, continúa intacto:
metafísica (general y especial) será la que deba darle una so-
lución. .,
4. El kantismo.-El intento de KanL fue la de
la antinomia empirismo-racionalismo: situado el kantismo en la
confluencia de estas dos corrientes del pensamiento en que se
dividía la :filosofía moderna desde Bacon y Descartes, representa
una tentativa por restaurar la unidad del conocimiento. Kant, en
efecto, llega a una solución mucho más cercana del racionalismo
que del empirismo.
La "crítica", tal como Kant la concibió, 110 coincide to-
talmente con aquello que nosotros hemos llamado episte-
mología crítica. Kant quiere determinar las condiciones de
posibilidad del conocimien'to . quiere encontrar de
qué modo la conciencia humana debe estar constituida para
que un conocimiento científico sea posible. Se trata, pues, de
una "ontología" del conocimiento 10 que atrae su atención,
a pesar del aire "crítico" que quiere dar a su obra. Esta in-
vestigación sobre las implicaciones ontológicas del conocimien-
to presupone un análisis y una crítica epistemológica, pero Kant
no parece haberse dado cuenta de la necesidad de establecer
de un modo explícito estos preliminares epistemológicos. Hay,
en suma, mucho dogmatismo inconsciente en el fundador del
"criticismo" y adversario declarado de todo dogmatismo: no
sólo se olvida de construir una epistemología fundamental, sino
que admite sin discusión alguna la posibilidad de la ciencia y
el valor de sus leyes: su desconfianza ante la "cosa en si"
sería muy provechosa aplicada a las "formas", a las "catego-
rías" y a otras. entidades de este género que no tienen nada
desviaciones

ciertamente de observable en el mundo "fenomenal"; final cc

mente y sobre todo, la epistemología implicada en el


de partida de la "crítica" se edifica sobre un grave pre-
juicio. Este último hecho debe retener unos instantes nuestra
atención.
Kant reconoce la presencia de un "dato" en la concien-
cia humana. Como "fenómeno" consciente este dato es eviden-
temente espacio-temporal y real. ¿ Por qué Kant no ve en
estos caracteres propiedades pertenecientes al dato mismo?
¿ Por qué hace del "tiempo" y del "espacio" formas a
de la sensibilidad y de la "realidad" una categoría a
del entendimiento? Kant está baj o la influencia de un
juicio fenomenista: considera, extraviado por el fenomenis-
mo de Hume, que el dato se ofrece a la conciencia humana
como una "pura diversidad" desprovista de una estructura
interna y de toda inteligibilidad; por eso se ve incapaz de
concebir la conciencia humana como una conciencia asimila-
dora de ob,ietos, y, no queriendo admitir que sea una ce n-
ciencia creadora (ésta será la actitud de sus sucesores), ima-
gina que es una conciencia que produce su ob,ieto "infornwn-
do" los datos que de sí son informes: las "formas a priori
de la sensibilidad" y las "categorías a priori del entendimiento"
convierten la "pura diversidad" en un "objeto" de conocimien-
to, es decir, en un objeto de intuición sensible y de concepción
intelectual. La "revolución copernicana" se ha realizado, ya no
es lo real lo que informa a la conciencia, sino que es la con-
ciencia la que informa a lo real; el conocimiento intelectual no
es el fruto de un análisis (la abstracción), sino de una síntesis
(unión de las formas a priori y del dato) 22. Así, pues, es un
prejuicio fenomenista 10 que conduce a Kant a un error capital

'22 Se dice a veces que Kant concibe la abstracción como una síu-
EPISTEMOLOGÍA - 20
306 Conclusiones

sobre la misma naturaleza del conocimiento: ve una "acción" r


una de objeto", una "construcción" en un acto
que es esencialmente "contemplación", "posesión", "sumisión a
lo real" 23.
Así vemos cómo un prejuicio que falsea el análisis y la cri-
tica de la conciencia en el terreno epi~temológico entraña en
lo ontológico una interpretación que minüniza el papel del dato
atribuyendo a la función subjetiva un papel exorbitante; inter-
pretación que será, sin duda, ingeniosa, rica en sugerencias que
convendrá aprovechar, pero edificada sobre presupuestos radi-
calmente falsos. La "crítica" de Kant acarrea consecuencias
desastrosas para el pensamiento, particularmente la nega-
ción de la metafísica como CIenCIa y el agnosticismo en
teodicea.
5. El aristotelismo y el tomismo.-El realismo crítico, cuyo
valor y recursos hemos tratado de presentar, tiene su origen en
la filosofía de Aristóteles, brillantemente renacida y al mismo
tiempo profundizada en la obra de Tomás de Aquino. Sin
embargo, la epistemología implicada en el aristotelismo, y la que
se puede entresacar del tomismo, no son del todo perfectas;
será, por tanto, conveniente que revelemos aquí las deficiencias
que en ella se encuentran.
En lo que concierne a Aristóteles, las principales lagunas
de su epistemología se encuentran en el dominio del conoci-
miento del ser, cuyos recursos no explota suficientemente: de
aquí una metafísica deficiente que no llega hasta la Causa crea-
dora y hasta la Providencia suprema del universo. Por otra

tesis, mientras que Aristóteles la concibe como un análisis. Pero una


"abstracción-síntesis" equivale a una "contradictio in terminis"; sería
mej al" decir que Kant suprime la abstracción y la reemplaza por una
conceptualización a priori, seguida de una información del dato.
23 Cí. Problemes épistémologiqlteS fondamentaux, págs. 481-483.
Principales desv'iaciones 307
el conocimiento sensible no está bastante criticado y eX
sistema físico de Aristóteles construido con ayuda de una
experiencia somera, comporta en gran muchas no
verificadas,
En cuanto a la epistemología tomista, debemos mencio-
nar, sobre todo, las imperfecciones siguientes: la ,percepción
sensible carece de una crítica suficiente; los caracteres pro-
pios de concepto de ser no están puestos suficientemente de
relieve por más que el tomismo haya llegado infinitamente
más lejos que el aristotelismo en el dominio de la metafí~
sica; el desarrollo de la doctrina de la abstracción está lleno;'
de muchas imágenes; el orden conceptual no está netamen-
te distinguido del orden real; finalmente, la unidad del cono-
cimiento parece estar amenazada frecuentemente por algu-
nas fórmulas que yuxtaponen la sensación y la intelección?
el objeto sensible (individual) y el objeto inteligible (uni-
versal).
Esta exposición sumaria de las principales desviaciones his-
tóricas en materia de epistemología hará que muchos lectores
sufran una decepción: los jóvenes sobre todo se turban fá-
cilmente por el "escándalo de una historia de la filosofía", que
ofrecería el espectáculo de una cadena incesante de aberra-
ciones del pensamiento humano. Por reacción contra esta
consideración pesimista, hay autores que han caído en la
tentación de reducir al mínimo los errores de los filósofos y
proponen interpretaciones más conciliadoras, sin preocupar~
se gran cosa de la objetividad histórica; se les ha{:e difíciK
el admitir que un número tan elevado de grandes pensadores
hayan trabajado durante siglos inútilmente, y están conven-
cidos a priori de que la historia de la filosofía debe tambiél]
dar testimonio en favor del continuo progreso del pensa-
miento.
308

También en este la verdad encuentra


te de estas dos concepciones extremas. Un cierto progreso se
realiza durante el curso de los siglos y no de los
grandes filósofos que ilustran la historia del pensamiento que
haya trabajado en vano; esto es evidentísimo. Pero nada prue-
ba que el progreso del pensamiento siga. necesariamente un ca-
mino rectilíneo: al contrario, la historia señala una oscilación
pendular entre sistemas radicalmente opuestos que acaban por
encontrar una posición de equilibrio, una solución media; tam-
bién se encuentran en la historia algunos periodos de decadencia,
en los que el pensamiento se desintegra, y otros periodos de
renovación, en los que recobra vigor; finalmente se constata
también el renacer periódico de ciertas corrientes doctrinales.
Por tanto, no se puede afirmar a priori que el advenimiento
de una nueva filosofía signifique necesariamente un progreso,
y hasta es posible que un pensador brillante, pero unilateral al
mismo tiempo, extravíe a numerosas generaciones de discípu-
los por caminos sin salida. Es, pues, necesario ser precavidos
para no confundir "pensamiento original", e incluso "pensa-
miento genial", con "pensamiento verídico": es posible que un
filósofo de primera línea construya un sistema fundamental-
mente falso, genialmente falso; la influencia del medio histó-
rico, prejuicios inconscientes, la falta de perspectiva o de equi-
librio, una información insuficiente, un mal punto de partida, la
,confianza excesiva otorgada a una intuición personal poco cri-
ticada: he aquí bastantes f8:ctores para explicar la caída en el
error de un gran número de empresas filosóficas.
del saber 309

LA DIVERSIFICACIÓN DEL SABER

Los problemas clasificación de las


especialmente de la distinción entre
el saber y han sido frecuentemente
tratados de un modo ReaI~
mente, la diversificación del saber es un problema que toca
de cerca a la naturaleza de nuestro conocimiento y se en-
cuentra ya en germen en las conclusiones de la epistemolo-
gía. Intentaremos, anticipando un poco los desarrollos ulte-
riores de nuestros conocimientos, mostrar aquÍ cuáles son los
fundamentos epistemológicos de la clasificación general de las
ciencias.
l. Ya hemos visto que la epistemología general utiliza
como complemento de la analítica y de la crítica a una
tercera disciplina epistemológica: la La lógica tiene
como misión el determinar las generales del discurso.
Por esta razón la lógica tiene una función primordial y
propedéutica con respecto a todas las ciencias ulteriores, que
tendrán que recurrir los de la razón dis-
cursiva; constituye, por tanto, una especie de metodología
general de la demostración y es por esto por lo que
viene a ser el instrumento de todas las como decía
Santo Tomás 24, Por tanto, no es posible aceptar, en este
punto, las sugerencias de que hacer de la
lógica especulativa la última etapa de la sistematización cien-
tífica: las leyes lógicas serían consecuencia de la observación

24 J¡~ B oethium de TrinitaM, q. 5, a. 1, ad 2m ; q. 6, a. 1, ad 3m.


310 Conclusiones
sobre las cienelas ya constituidas; y, mientras tanto, las
tendríamos que aceptar "a 2;; Esta opinión del car-
denal Mercier nos revela la tendencia que caracterizó
su filosofía. En realidad, la es una disciplina norma-
tiva; no hace objeto de su estudio el orden que de hecho
realizan las ciencias, sino que determina las reglas que se im-
ponen a la razón discursiva y que dirigen el desarrollo de las
ciencias.
2. La más grave laguna que padecen las clasificaciones
científicas antiguas y medievales se debe, sin duda, a la
ignorancia de la distinción entre la filosofía y las ciencias.
Ahora bien: la crítica nos ofrece los datos necesarios para
distinguir el origen de las diferencias entre estas dos formas
de saber, puesto que abre los caminos a dos distintos órde-
nes de trabajo especulativo: al saber metafísico y al saber po-
sitivo.
Como ya hemos visto, 10 real se nos revela como fun-
damentalmente uno (lo que hemos expresado con el concepto
trascendental de ser) y a la vez sumamente diversificado (lo
que hemos traducido por nuestros múltiples conceptos em-
píricos). Incapaces como somos de captar por una simple
intuición la enorme complejidad del orden real, es la
unidad de esta diversidad,. nos hemos visto obligados a re-
construir este orden real por medio de un esfuerzo lento y
paciente, intentando desentrañar las múltiples relaciones que
constituyen el universo y que explican el "cómo" y el "por-
qué" de su unidad confusamente percibida desde el primer m~­
mento.

25 Cf. MERcIER, Logique. Traducida por F. Gallach, sobre la g,a edi-


dón, en "Nueva Biblioteca Filosófica". Madrid, 1942, págs. 32 a 35.
311

dos
ras opuestas:
- o bien de la por el con-
fundamental de ser, y en este caso trataremos de dar
cuenta de la diversidad a partir de la unidad trascendental: este
es lo propio de la metafísica o ciencia de las condiciones
del ser como tal;
o bien partiendo de la diversidad del dato y de los con-
ceptos empíricos que la expresan, tratando de descubrir las
que, siendo cada vez más generales, reducirán esta diversidad
a una unidad cada vez mayor, más envolvente: en esto consiste
el estudio origen de la inmensa variedad de las ciencias
pDsitivas.
Veamos, por ejemplo, cómo el conocimiento del
desarrollarse en dos direcciones opuestas.
El conocimiento del yo y de mis actividades vividas o cons-
cientes puede desarrollarse, en primer lugar, en el
terreno de los y de la experiencia de
donde proceden: observación de la experiencia vivida, con-
y definición de estos conceptos, clasificación
empírica de los mismos, búsqueda de las leyes empíricas que
manifiesta la actividad consciente. Este esfuerzo de interpre-
tación de la experiencia psicológica es 10 que constituye el
objeto de la psicología positiva. Esfuerzo delicado y bastante
decepcionador, porque la observación interna no ofrece nin-
gún control y los datos de la experiencia vivida no se pres-
tan fácilmente a los métodos rigurosos e impersonales de una
ciencia del tipo de la física. Bajo este aspecto, como ya 10 he-
mos observado, la experiencia vivida es muy inferior a la expe-
rienda objetiva.
Sin embargo, podemos realizar un esfuerzo distinto. Yo
puedo considerar la experiencia vivida en su realidad
Conclusiones

C01110 realidad y de mi conocimiento del ser como


determinar modo de ser,
es la que constituye mi yo con todas sus actividades, Ahora
bien: el conocimiento íntimo que tengo de mi unidad,
de mi duración, de mi actividad y de mi autonomía (al
menos parcial) me permite definir cuál "es mi "naturaleza" o
"esencia" con una precisión y una ceneza que difícilmente
podría esperar en cualquier otro dominio, Hasta tal punto
ocurre así, que este conocimiento de mi propia naturaleza
será indispensable cuando tratemos de definir otras natura-
lezas distintas de la mía. Este segundo modo de estudiar el
yo constituye la psicología filosófica o metafísica especial del
hombre.
Lo mismo que el conocimiento del yo, el conocimiento del
mundo corporal puede desarrollarse en dos direcciones: sín-
tesis emPírica de los datos empíricos o ensayo de determina-
ción de la esencia del mundo corporal) a partir del conoci-
miento del ser en cuanto ser. El primer esfuerzo es el realizado
por las ciencias positivas del mundo material; el segundo es
el objeto de la cosmología o metafísica especial del mundo cor~
poral.
Indiquemos de un modo sumario cómo se puede conce-
bir la organización o clasificación general del saber positivo.
Se pueden utilizar diversos principios de clasificación, pero el
más racional es el que se apeya en los objetos formales, y,
por consiguiente, en los métodos característicos de las diferentes
ciencias. La dualidad de nuestra experiencia ofrece un primer
principio natural de división en ciencias de la naturaleza (en el
sentido amplio de la expresión, N aturwissenschaften) y ciencias
humanas (Geisteswissenschaften).
Dentro de la primera categoría, es posible distinguir dos
grupos fundamentales: las ciencias matemáticas y las ciencias
ciencias maternáticas grupo
razón de los caracteres de sus metodos:
se apoyan en un "dato" sumamente y elaboran
bre él construcciones conceptuales infinitamente
Experiencia mínima y actividad máxima la razón dis~
cursIva.
--
Las ciencias ht1111an~~_ºml}ortan igualmente dos grupos
-'--.~...
principales:_ las ciencias psicológica! __
rienda psíquica en sí y las
esttldian!a _. expe-

estudian las innÍlmerables


humana-en costumbres del hombre solo o
d~~hu-manas-:--crencí3.s~fi1sfóriCas, - fi10ló gicas,

un modo paralelo al saber positivo se desarrolla el saber


metafísico. El saber empírico comprende una multitud de cien~
cias positivas, porque los aspectos empíricos de lo real son m~
numerables, y porque, si hay alguna posibilidad de
a grupos homogéneos de fenómenos (fenómenos "físicos"
micos", "biológicos", etc.), cada uno de estos grupos posee unaS
características formalmente diferentes, dando lugar métodos
también diferentes de la investigación científica: es por esto
por lo que el ideal de la reducción de todas las ciencias po~
sitivas a una ciencia {mica parece ser una utopía, El
fundamental, al contrario, representado por el concepto trascen-
dental de ser, es rigurosamente único; la metafísica, que tiene
por objeto formal al ser, es, pues, una ciencia única e
sible; por eso Aristóteles la llamaba con todo derecho la "filo-
sofía por excelencia", "filosofía primera", filosofía en sentido
estricto,
Sin embargo, a pesar de su unidad fundamental, meta-
física llega, por su esfuerzo de interpretación de 10 real, a una
cierta multiplicidad debida, otra vez, a la complejidad del co-
314

humano. Para verlo un poco las


interiores de la investigación filosófica.
Partiendo del análisis crítico de su la
metafísica se esfuerza por establecer en lugar las con-
diciones necesarias de toda realidad en cuanto realidad; pero
encontrándose inmediatamente con 10 diverso, con lo múltiple,
con la limitación, descubre, etapa tras etapa, la constitución
ontológica de lo finito (composición, actividad y orden) y su
esencial contingencia; la autonomía absoluta del ser, puesta
en relación con la relatividad fundamental del mundo de
los seres finitos, hace centellear en el espíritu el supremo des-
cubrimiento: el de la causa creadora) necesaria por sí misma,
trascendente al mundo de 10 finito y origen de toda realidad.
Esta primera síntesis constituye la metafísica general u onto-
logía.
Pero el espíritu humano tiende a la unidad. La pura y
simple yuxtaposición de 10 inteligible y del dato empírico
no puede satisfacerle: se esforzará, por tanto, en interpretar
la experiencia partiendo de las leyes del ser. Desde el mo-
mento en que empieza esta empresa, la dualidad ya frecuente-
mente observada se le impone: dualidad de la experiencia
obj etiva y de la experiencia vivida, la percepción del
exterior y la percepción del mundo interior, específicamente hu-
mano. Ofreciendo estas dos formas de experiencia unas posi-
bilidades de investigación irreductibles, la dualidad introduci-
da por ellas en el conocimiento volverá a aparecer en todos
los datos de la clasificación científica. Aparecerá de un modo
especial en metafísica, en la constitución de una doble mela-
física especial: la del mundo corporal físico y la del mundo
humano 0' psíquico: metafísica de la naturaleza y metafísica
de la conciencia, cosmología y antropología metafísica o psi-
cología metafísica. Estas metafísicas especiales, que se ela-
315
boran la metafísica
por objeto la interpretación ontológica
y del mundo tal como se nos en nuestra expe-
Tiencia 26
0

N o hace falta que precisemos más aquí tll


ni los métodos, ni las posibilidades de estas
que presentan, sin duda, graves He
bargo, algunas notas anticipadas sobre la estructura de la filo-
sofía.
En primer la ndtural es una esencial
de la metafísica general, cuyo coronamiento indispensable cons-
tituye; hacer de ella una disciplina distinta situada al término
de la filosofía, equivale a cortar por su base la de-
ducción de los atributos que éstos no son
más que una exp1icitación de la la a su
vez, no es sino la última del estudio metafísico del ser
finito.
Del mismo modo, la
grante de la cosmología o metafísica de la
que los seres vivos son elementos del
periencia sensible.
Dentro de una estricta clasificación la

26 Tiene ventajas muy importantes el colocar la metafísica de la


naturaleza detrás de la metafísica humanao El orden tradicional resul-
tante de la concepción aristotélica, tan exacta en muchos aspectos, ve
en el hombre un caso partiwlar entre los seres de la naturaleza (yen
la psicología, una sección de la física). Pero si se considera el carácter
privilegiado de nuestro conocimiento del hombre, fruto de la conciencia
que tenemos de nuestra actividad y de nuestra personalidad, nos daremos
cuenta de que el estudio filosófico del mundo corporal se hará útil-
mente a la luz de la metafísica humana: muchos problemas, el de indi-
vidualidad notablemente, no pueden resolverse sino por analogía con el
caso del hombre.
316 Conclusiones

o metafísica del hombre el estucHo filo~


sófico de la naturaleza humana y de todas las Íormas de acti~
vidad que son del hombre. En
no solamente los problemas clásicos de la
(metafísica del conocimiento, del apetito, de la sustancia hu-
mana), sino también la de las o del obrar
moral (filosofía moral o y la de .la
ducción, utilitaria o estética (filosofía de las artes y de las bellas
artes). La metafísica humana, en su desarrollo continuo, ha
dado origen a nuevas disciplinas cada vez más especiales: filo-
sofía del lenguaje, de la educación, del derecho, de la religión,
de la historia (no de las ciencias sino de la evolu-
ción histórica misma), de la civilización, etc. Como se pue-
de notar, se trata siempre de distintas manifestaciones de
la actividad humana, individual o colectiva, sobre las que se
intenta realizar una interpretación metafísica; todas estas
investigaciones están, pues, vinculadas con la metafísica del
hombre 21.
Finalmente, la distinción entre filosofía especulativa y filo-
sofía práctica carece de fundamento y de interés científico; toda
ciencia es especulativa, inclus.o cuando su objeto es lo "práctico" ~
es decir, la actividad humana.

27 N o tenemos aquí por qué pronunciarnos sobre las posibiEdadeo'


de estas disciplinas filosóficas de más o menos reciente introducción.
¿ Hasta qué punto poseen los caracteres del saber filosófico y, hasta.
incluso, los de un saber científico cualquiera? En todo caso, tenemos
la impresión de que sería muy conveniente que, en la medida de lo
posible, desprendiéramos de la metafísica do? la naturaleza y de la me-
tafísica humana todos los elementos no comprendidos en su obj elo formal:
los principios de la metamoral, por ei emplo, han sido frecuentemente
confundidos con reglas de conducta de un carácter relativo y en parte
empíricas.
l'I.r,r¡nnn del saber 317
3. La establece los
de una cTítica y de una del
este doble estudio debe
'esfuerzo científico: toda ciencia que se
una crítica especial y una lógica especial, dentro de las cua-
les las leyes generales de la crítica y de la lógica son
aplicadas y precisadas teniendo en cuenta el objeto propio de
esta ciencia. Es por esto por lo que el trabajo de la me-
tafísica debe ir siempre acompañado de una crítica y de
una metodología del conocimiento metafísico; la biología, la
aritmética, la historia tienen todas, a su vez, una crítica y
1ma metodología especial que conviene precisar. La filosofía
de las matemáticas, por ejemplo, comporta dos partes: una
cTítica del conocimiento matemático, que estudia la natura-
leza de los conceptos, de los principios y de las demostra-
ciones matemáticas, lo mismo que el alcance y valor de las
conclusiones de esta ciencia; una lógica o metodología de
las matemáticas que, prolongando la lógica formal, deter-
mine los procedimientos legítimos de la investigación mate-
mática 28.
En el dominio de la metafísica, cuyo objeto de estudio es,
en suma, muy simple, pero donde toda la dificultad estriba
en el modo de explotarlo, la consideración del objeto está
inmediatamente vinculada con la reflexión crítica y meto-
dológica que valora y dirige la investigación. En el domi-
nio de las ciencias positivas, por el contrario, la atención del
científico se halla absorbida por el obj eto de su estudio;
sus métodos están, en cierto modo, dictados por el objeto que

28 No se trata aquÍ, es evidente, de una metodología de la enseíianza


de las matemáticas, sino de una metodología de la misma investigación
:científica.
318 Conclusiones

, el valor de sus procedimientos


el éxito y por los controlables
conducen; brevemente, el científico es de
"pragmatista". También ocurre que deja a otros -a los
filósofos- el cuidado de poner de relieve la naturaleza de
sus investigaciones, de sus métodos y de sus resultados. En
otras palabras, la filosofía de las y
metodología de las ciencias) queda casi siempre al cuidado de
los filósofos o de ciertos hombres de ciencia que se interesan
por los problemas epistemológicos que sus investigaciones
plantean.
La filosofía de las ciencias constituye un apartado conside~
rabIe de la investigación científica, distinto de las ciencias posi-
tivas y de las ciencias metafísicas al mismo tiempo.
4. ¿ Hasta qué punto puede llevarse a cabo la unidad del
humano saber? ¿ En qué medida. el esfuerzo metafísico y el tra-
bajo positivo pueden encontrarse?
Esta pregunta equivale a plantear la cuestión de si los
tipos de conocimiento, de explicitación o de inteligibilidad
realizados en las diversas ciencias, en particular en las cien-
cias filosóficas y en las ciencias positivas, tienen suficiente
analogía entre sí para que sea posible reducirlos a una
explicación única del orden real. Ahora bien, si se tiene en
cuenta que todo conocimiento es conocimiento del ser, de
las modalidades del ser y de las relaciones que estas mo-
dalidades comportan, se puede concebir que los tipos de
explicación realizados en las diversas disciplinas humanas no
pueden ser totalmente heterogéneos y que, desde luego, el
ideal de la unidad del saber podría realizarse un día. Este
ideal de unidad ha sido, más de una vez, el ideal acariciado
por filósofos y por sabios y de modos bastante diversos. De
hecho ciertos indicios nos invitan a creer que el esfuerzo
nr,rlf'1nM del saber

esfuerzo metafísico están destinados a


fundiéndose en un solo porque examinando el
que unos y otros se adivina un cierto acer-
camiento. Las ciencias, en efecto, tienden claramente hacia la
simplicidad: clasificaciones, leyes, teorías, búsqueda de analo-
gías; todo este esfuerzo científico está orientado por el ideal
de una simple, de una unificación del orden
rico. La wletafísica, por su parte, construida a partir de la inte-
ligibilidad fundamental, se desarrolla hoy día en contacto con
la experiencia, a la que se esfuerza en asimilar respetando su
riqueza y variedad. Total, que son dos movimientos opuestos,
de los cuales el uno va de lo complejo a lo simple y el otro de
10 simple a lo complejo.
N o obstante, cabe preguntarse si este acercamiento pro-
gresivo de los dos sistemas conducirá alguna vez a una verdadera
unión. Para resolver esta cuestión sería preciso examinar las
diferentes ciencias, criticándolas a la luz de sus métodos res-
pectivos. Pero de todos modos, la filosofía de las ciencias realiza
hasta cierto punto el ideal de unidad, tratando de compren-
der el trabajo de las ciencias positivas a la luz de la epistemo-
logía.
Tratando de reunir las diversas sugerencias que hasta aquí
hemos hecho, y dejando aparte las ciencias teológicas, que for-
man un cuerpo de saber completamente distinto, salido de la
revelación, se puede obtener una sínte_sis general de las cien-
cias humanas puramente racionales, según el siguiente esquema:
320 Conclusiones

Analítica.
Crítica.
Lógica.

C::li:::s ..d~ ..l.~ ..~~.~~~:~ ¡ Ciencias matemáticas.


Ciencias físicas.

Ciencias humanas ..... ¡ Ciencias psicológicas.


Ciencias morales.

U!. l\!ETAFÍSICA (Filosofía en sentido estricto):


Metafísica general (ontología).
Metafísicas especiales:
M etafísica de la naturaleza (cosmología).
M etafísica humana (antropología).
Antropología general (psicología).

i Metafísica de las costumbres (moral), de las


artes, del derecho, etc.

IV. FILOSOFÍA DE LAS CIENCIAS (crítica y metodología):


Fi! osofía de las ciencias de la naturaleza:
\ Filosofía de las ciencias matemáticas.
( Filosofía de las ciencias físicas.

Filosofía de las ciencias humanas:


\ Filosofía de las ciencias psicológicas.
( Filosofía de las ciencias morales.

Como se ve, las mismas realidades (mundo corporal y mun-


do de la conciencia) pueden ser objeto de un triple estudio:
positivo, metafísico y noético (este último en filosofía de las
ciencias ).
Dejando a un lado en este esquema las ciencias positivas,
del saber 32
se obtiene la síntesis de las o filosofía en
sentido la la metafísica y
la filosofía de las ciencias 29,

29 Ya antes explicamos que, desde el punto de vista de un pensa-


dor cristiano, la síntesis suprema del saber humano pertenece a la teo-
logía, a la que, por ser una sabiduría de orden superior, corresponde el
derecho de realizar la unificación final de todos los conocimientos accesi-
bles al hombre. Cf. Revue N éoscolastiquÍ! de Philosophie, noviembre 1933,
págs. 549-550.

EPISTEMOLOGíA - 21
Esta bibliografía selecta ofrece a los principiantes un programa de
lecturas para estimular su pensamiento y completar la sucinta
cién de nuestra obra. Se limita a los textos de Santo Tomás y a las
obras de inspiración tomista, ya que 'la primera úzicia.ción filosófica no
puede estar orientada eclécticamente. Por lo demás, el lector encontrará
en las obras citadas todos los datos precisos para ampliar su información
bibliográfica,

PRINCIPALES TEXTOS DE SANTO TOMAS

Quaestiones disputatae de veritate (1256-1259). Las 20 primeras cuestiones


constituyen un copioso tratado sobre el conocimiento (humano, divino
y angélico), incluidos problemas especiales, como la comunicación del
saber (de magisterio), la profecía, el éxtasis, la fe, el conocimiento
de Adán y el de las almas separadas.
Sttmma contra Gentiles (1259-1264). Liber primus, cap,. 44-71 (conoci-
miento divino); líber secundns, caps. 58-78 (conocimiento humano);
caps. 96-101 (conocimiento angélico); liber tertius, caps. 33-63 (visión
beatífica; deseo natural de ver a Dios; fin del conocimiento humano
o angélico) . Véase también el tratado sobre la providencia, capítu-
los 64-110.
Sum1na Theologica (1266-1273). Prima pars, q. 14-17 (conocimiento divi-
no); qu. 34-35 (el Verbo); qu. 54-58 (conocimiento angélico); qu, 78-79
y 84-89 (conocimiento humano); q. 94 (conocimiento de Adán); q. 106-107
(conocimiento angélico).
J. DE VRIES, S. J., Do? cognitione veritatis textus selecti S. Thomae
Aquillatis, Münster, 1933, 66 págs.

EPISTEMOLOGíA - 2,*
324

PRINCIPALES OBRAS DE EPISTEMOLOGíA TOMISTA

MERCIER, D., Critériologie générale, 8. a ed., Lovaina, 1923, 448 págs.


(compárese arriba, págs. 25-27 y nota 9 a la pág. 25).
PICARD, G., Le probleme critique fondamental, París, 1923, 94 págs.
(supera el idealismo por la intuición del "yo" concreto).
RoussELOT, P., L'intellectualisme de saín! Thomas, 2. a ed., París, 1924
[XLIV] -XVIII-262 págs. (análisis penetrantes sobre la naturaleza
del conocimiento humano; estudia sobre todo la metafísica del cono-
cimiento).
NOEL, L., Notes d'épistémologie thomiste, Lovaina, 1925, 244 págs. (co-
lección de artículos).
MARÉCHAL, ]., Le thomisme devant la philosoph~J critique (= Le p'oiut
de départ de la métaphysique, cuaderno V), Lovaina, 1926, 482 págs.
(comparación del tomismo y el kantismo; se refiere a la ontología del
conocimiento más que a la epistemología).
GÉNY, P., Critica de cognitionis humanae valore disquisitio, Roma, 1927,
416 págs. (d. arriba, págs. 27-29).
DE TONQUÉDEC, J., La critique de la connaissance, París, 1929, 565 págs.
(descripción y crítica del conocimiento, así como análisis de los funda-
mentos psicológicos de la lógica).
ROLAND-GOSSELlN, M.-D., Essai d'une étude critique de la connaissance.
París, 1932, 165 págs. (trabajo muy metódico y crítico, interrumpido
por la muerte del autor; además de la introducción, la primera parte,
única publicada, investiga "el conocimiento intelectual y las condiciones
generales del juicio"; quizá concede excesiva importancia a los pre-
juicios idealistas).
MARITAl N, J., Distinguer pour unir MI les d,zgrés du savo!r, París, 1932,
920 págs. (verdadera "summa" relativa a los problemas del conoci-
miento; véase especialmente el cap. III, Le réalisme critique, págs. 137-
263). Hay traducción espa'ñola: Los grados del saber, 2 volúmenes,
Buenos Aires, 1947.
BOYER, c., De cognitionis humanae valore generaliter vindicando, en el
Cursus philosophiae, t. 1, París, sin fecha [1935], págs. 167-213 (intere-
sante por su teoría del juicio; atiende sobre todo al escepticismo).
Bibliografía 325
.~--------------------------------------------------

Le réalisme París, sin fecha [1936], 104 págs.


(colección de cinco estudios sobre la actitud realista). Traducción es-
pañola: El realismo metódi,co, 2,a edic" Madrid, 1952,
DE VRIES, L Critica in usum scholarum, Friburgo de Brisgovia, 1937,
176 págs. (d. arriba, págs. 29-30).
NOEL, L., Le 1'éalisme immédiat, Lovaina, 1938, 300 págs. (nueva colec-
ción de artículos refundidos y completados con varios estudios inéditos;
exposición clara y penetrante de los problemas epistemológicos funda-
mentales).
RÉGIS, L.-M., La crzt~que néothomiste est-elle thmniste t, en PhilosoPhii,
cuaderno II (Études et recherches publiées par le College Dominicain
d'Ottawa, lIT), Ottawa, 1938, págs. 95-199 (intento de fijar cuáles son
las posturas" neotomistas" que pueden invocar al mismo Santo Tomás;
estima el autor que la posición de Noel, en conjunto, no es tomista).
MAQUART, F.-X., Metaphysica defensiva seu Critica (= Elementa Philo-
sophiae, t. III), París, 1938, 346 págs. (estudio minucioso; numerosas
citas de autores contemporáneos).
GILSON, É., Réalisme tho11liste ,gt critique de la connaissance, París, 1939,
242 págs. (señala diversas componendas entre el realismo tomista y
el idealismo cartesiano o kantiano; posición muy cercana a la de
N oel, a pesar de las apariencias polémicas, más bien de tipo verbal;
reflexiones preciosas sobre la prioridad de lo real, aunque aquí "real"
significa "real extramental ").
BRUNNER, A., La .connaissance humaine, París, 1943, 430 págs. (estUdio
original, de amplias miras, sobre problemas críticos, incluida la crítica
de las ciencias).
VAN RIET, G., L' épisté11lo1ogie thomiste. Recherches sur le Probleme de
la connoissance dans l'éco[.g thomiste contemporaine, Lovaina, 1946,
VIII-672 págs. (extensa investigación histórica, desde Balmes a
Brunner).
DE CONINCK, A., L'unité de la connaissance humaine et le fondement de
sa valeur, 2.e ed., Lovaina, 1947, 186 págs. (análisis nuevos y pene-
trantes).
Véase también la bibliografía que cita el P. De Vries, en su Critica (pá-
ginas XI-XIII).
s
íNDICE DE NOMBRES PROPIOS

Agustín (San), 16, 21, 69-70, 73, De Coninck, A., 101, 168,
296. 201.
Alberto Magno, 79, 81. De Raeymaeker, L., 15.
Alejandro de Afrodisía, 71. Descartes, R., 46, 70, 81-83, 84,
Alejandro de Hales, 71. 86, 96, 98, 116, 122, 158, 167,
Anselmo (San), 70, 83. 280, 283, 296-300, 304.
Aristóteles, 21, 45-46, 65-73, 77. De V ries, J., 25, 29-30, 154,
116, 162, 172, 189, 306-7, 313. 300-3.
Averroes, 71. Dionisio (Seudo), 70.
A vicebrón, 7lo
Avicena, 71. Egidio Romano, 87.
Enrique Bate, 81.
Bacon, F., 79, 304. Enrique de Gante, 71.
Bergson, H., 295. Euclides, 16.
Berkeley, G., 80.
Boedo, 7lo Fichte, J., 86, 277, 297.
Boehme, 8I. Ficino, M., 81.
Bruno, G., 81. Filón, 70.
B¡'unschvicg, L., 31, 87, 277, 296.
Buenaventura (San), 16, 71. Gal:ileo, G., 79.
Gentile, G., 297.
Cathala, M.-R., 74. Gény, P., 25, 27-29, 245-7.
Cayetano, 87. Gilson, É., 10, 16, 23, 47, 113,
CondilIac, É., 80. 142, 158, 201, 282, 284, 300.
Copérnico, N., 79, SS. Godofredo de Fontaines, 87.
Grégoire, F., 97.
Charles, P., 86. Guillermo de Auvernia, 71.
Charron, P., 79. Guillermo de Ockam, 73, 77-9.
330 Jndice de nombres

Hegel, G., 86, 106, 133, 138, 155, 165, 201,


Heráclito, 66-7, 217, 230, 281-2, 284, 290.
Hobbes, 80,
Parménides, 66-68.
Pedro Abelardo, 77.
Juan Capréolo, 87.
Pedro de Auvernia, 87.
Juan Damasceno, 71.
Pirrón, 69.
Juan Duns Escoto, 76.
Platón, ':21, 67, 70-1, 156, 277.
Juan Escoto Erígena, 81.
280, 296.
Juan Filopón, 71.
Plotino, 21, 70.
Juan de Santo Tomás" 87.
Porfirio, 70-1.

Kant, K, 30-31, 46, 65, 82-6, 116, Régis, L.-M., 75.


128, 157, 164, 206, 236, 276-7, Renoirte, F., 254.
280, 294-5, 297, 299-300, 304-6. Roberto Grosseteste, 71, 79.
Kepler, J., 79. Rogerio Bacon, 79.
Roland-Gosselin, M.-D., 47, 100.
Lalande, A, 33, 77, 155, 200, Rousselot, P., 229, 271, 284.
296-7, 300.
Leibniz, G., 83-4, 158. Schelling, F., 86, 297.
Le Roy, K, 82. Sertillanges, A-D., 61.
Locke, J., 80. Siger de Brabante, 19, 71.
Simplicius, 71.
Maimónides, M., 71. Sócrates, 45, 67, 69
Malebranche, N., 83. Spinoza, 83, 112.
Mansion, A., 162, 263, 287. Suárez, F., 87.
Maréchal, J., 65, 86.
Maritain, J., 22, 47, 113-4, 284, Themistius, 71.
300. Tomás de Aquino, 9, 46, 71-76,
Mercier, D., 25-28, 47, 164, 284, 81, 87-88, 119, 121-2, 229. 271,
310. 284, 306-307, 309.
Montaigne, M., 79.
Van Riet, G., 7, 88.
Müller-Lyer, 194, 252.
W olff, c., 84, 296.
Nicolás d'Autrecourt, 79.
Nicolás de Cusa, 79, 81. Zamboni, G., 201.
Noel, Lo, 9-10, 24, 47, 83, 86, Zenón, 66.
INDICE DE MATERIAS

Absoluto, 207, 210, 277. Apetito, 105-6, 115, 173-7.


Abstracción, 145-8, 155-8, 160, 163, Aptitud de conocer, 197-8.
203-4, 210, 222, 305. Aristotelismo, 67-8, 306-7.
Abstracción sensible, 145-7, 156. Asociación de las imágenes, 139-
Acción transitiva, 121, 136-7. 141, 171.
Actividad, 121-3, 230. Asociación de los conceptos, 150-
Actividad afectiva, 173-6. 151, 171-2, 259-63.
Actividad biológica, 176-7, 272-3. Atención, 170-1, 228.
Actividad discursiva, 172-3, 259-
263.
Cartesianismo, véase Descartes en
Actividad inmanente, 121-3, 230.
el Indice de nombres propios.
Actividad integral, 169-77,
Certeza, 26, 28, 189, 196-7, 214,
Actividad intelectual, 160-1, 171-
223, 240, 255.
173, 259-63,
Actividad orgánica, 176-7, 272-3. Ciencia, 15-24, 117-8, 172, 309-20.
Actividad subj etiva, 114-23. Ciencia normativa, 185, 310.
Acto, 119-21, 135. Ciencia positiva, 248-9, 310-2, 318-
Afirmación, 97-8, 122-3, 161-5, 320.
188-99, 211-7. Cientifismo, 80.
Agnosticismo, 79-80, 85-6, 277, Clasificación de las ciencias, 309-
295, 306. 320.
Alma, 49. Cogito, 83, 96, 98, 109, 113, 283.
Alucinación, 145, 227. Coincidencia espacial, 244.
Amor, 175. Complej idad de la conciencia, 103-
Análisis, 31, 45-6, 163-4, 262. 104, 123-5.
Analogía, 204-5, 222. Concepción, 161, 215, 270-1.
Animal, 154-5, 195, 233. Ccmcepcionismo, 245-7.
lndice de materias
Concepto, 78, 145-61. Crítica del '-UllU'-UW
Conce{}to construido, 171- 183-266.
172. Crítica del discurso, 259-63,
Concepto del ser, 147-8, 203-11. Criticismo, 77, 97, 304,
Concepto empírico, 148-50, 220-2, Cualidades sensibles, 270.
225, 310-1. Cuerpo (propio), 48-9, "128-33.
Curiosidad, 115-6, 178, 214.
Concepto singular, 154.
Conciencia, 48-9, 56-7, 94-104,
107-9, 116-9, 136-7, 144-5, 159, Dato abstracto, 145-61.
161-2, 213. Dato corporal, 125-38,
Conciencia cerrada, 167-8, 298, Datb inmediato, 24, 63, 155.
300. Dato primero, 96-8, lOS, 109, 115,
126-7, 147, 174.
Conciencia divina, 105, 112-3, 213,
Dato representado, 138-45.
237, 245, 275, 295.
Definición, 50, 151, 160, 172.
Conciencia sensible, 233. Deformación, 202, 208, 244.
Condición a priori, 116. Descripción de la conciencia, 31-
Condiciones constitutivas, 47. 32, 91-182, 282.
Conocer, 59-61, 108-9, 112-3, 275- Desviaciones epistemológicas, 293-
276. 308.
Conocimiento angélico, 216, 237, Det~rminaciones espaciales, 242-5,
245. 270.
Conocimiento asimilador, 165-8, Devenir, 102-3, 169-70, 238-41.
215-6, 271. Diferencial, 127, 130, 241-55.
Conocimiento de las naturalezas, Discernimiento de los individuos,
288. 152-3, 229, 288-9.
Constatación, véase experiencia. Discurso, 172-3, 259-63.
Contacto, contiguo, 126, 131-2, Distancia, distante, 126, 131-2,
135, 137-8, 202, 233, 271. 233.
Corporal, 125-39, 247-9. Distinto, 131-2, 233.
Cosa, 128, 232, 235-6. Diversificación del saber, 309-20.
Cosa en sí, 60, 226-7, 255-6, 298, Dogmatismo, 66.
300, 302-5. Duda, 44-8, 83, 134, 184.
Cosmología, 278-81, 312, 314, 320. Duración, 102-3, 238, 264-6.
Crítica de las ciencias, 221-2, 231,
239-40, 248-57, 266, 291-2, 317- Empirismo, 66, 79-81, 84, 88, 206,
318. 276-8, 281, 295, 304.
333
Epifenómeno, 278. Filosofía de las 311~
Epistemología, 25, 34, 89. 320.
Error, 51-2, 179-80, 186, 191-5, Filosofía sistemática, 15-20, 24,
224, 252, 255-7. 287.
Escepticismo, 66-1, 69, 19, 189, Finalidad del conocimiento, 115-
198-9, 276, 294. 116, 177-82,259-61, 272-3.
Esencia del conocimiento, 45, 108- Física, 58, 134, 238, 252-6, 311.
109, 112-3, 275-6. Formas a priori, 85, 128, 154,
Esencia del ser, 99. 236, 305-6.
Espacial, véase espacio. Fragmentación conceptual, 224,
Espacio, 126-7, 235-8, 269-10. 258, 270.
Espíritu, 146.
Espiritual, véase incorpóreo. Génesis del conocimiento, 44-5.
Estabi:idad del concepto, 159-60, Genio maligno, 198, 303.
261. Geometría, 16-7.
Estructura de la conciencia, 123. Goce, 173-6.
168.
Evidencia, 98, 122-3, 189, 196-7,
Historia del problema del cono-
214, 223, 255.
cimiento, 64-88, 293-308.
Evidencia de derecho, 114, 283.
Evidencia de hecho, 99, 114, 284.
Idea, véase concepto.
Evolucionismo, 66.
Ideal, 26-7, 99, 100, 156, 283-5.
Existencia, véase realidad, real.
Idealismo, 67, 70-1, 80, 81-8, 156-
Experiencia, 97, 122-3, 135, 137-
157, 168, 206, 227, 229-30, 276-
138, 199-202, 215-6.
277, 280, 294-300.
Experiencia objetiva, 123, 224-5,
Idealismo trascendental, 86-7, 2'77,
278-81, 312.
297.
EXj,eriencia subj etiva ° vivida,
Ideas (platónicas), 67, 156-7.
123, 218-20, 277-8, 311-2.
Identidad del "yo ", 103.
Extenso, véase corporal y espa-
Ilusión, 202, 208, 231, 252.
fÍo.
Imagen, 111, 138-45, 147-8.
Imagen eidética, 249.
Fcnomenismo, 66, 79, 85-6, 100, Imagen esquemática, 147, 152.
106. 116, 278, 295, 305. Imaginación, 139-41, 145-6, 277-
Fenómeno, 66, 291. 229, 270.
Fideísmo, 79. Incondicionado, 207.
Filosofía, 310-6, 320. Incorpóreo, 136-7, 145, 161.
lndice de nwterias
----------------------
Independencia 106-7, Metafísica, 133, 286-92, 304,
111-2, 129-30, 133, 166, 234, 306, 310-5, 318-9.
286, 289. Método de la crítica, 183-7.
Inducción, 43, 221-2, 288. Método de la epistemología, 25-
Infalible, 202, 208, 211. 48, 92-3, 282-6.
Inmanencia, 121-3, 135, 213, 216, Método dubitativo, 44-8.
263. Método personal, 41-4.
Inmortalidad del alma, 103. Método reflexivo, 39-41.
Intelección, 160-1. Metodología de las ciencias, 317-
Intelectualismo, 67, 69-70, 81, 279, 318.
299. Métodos de exposición, 37.
Inteligencia, 49-50, 55-6, 160. Modo de ser, 108, 148, 155, 284-5.
Interacción, 240. IV! odus cognoscentis, 179, 214, 216-
Interpretacionismo, 246-7. 217, 237, 252, 269.
Intuición, 97, 161, 200, 210, 216. Monismo, 133.
IntuicioniSl1lO, 80, 295. Mundo exterior, 49-50.
Invención metódica, 19-20.
Naturaleza, 21, 55, 227, 232.
Juicio, 161-5, 188-99, 222-3, Naturaleza del conocimiento, 20-
263. 21, 268, 306.
J uido de existencia, 212-4. Necesidad, 189, 196, 207, 214, 223,
J uido de presencia, 32, 183. 255.
Juicio de valor, 32, 183. Neologismos, 36.
Juicio inmediato, 163, 172. N eoplatonismo, 70-1, 81.
Juicio mediato ° derivado, 163, N eopositivismo, 80.
172. Nominalismo, 76-80, 157, 276.
Juicio sintético, 85, 165. 295.
N orma del conocimiento, 184-5,
Kantismo, 84-6, 304-6. 188-217, 259.
No-"yo", 104, 122, 213, 230.
Lógica, 27-8, 32-3, 58-9, 173, 221-
222, 260, 262-3, 287-8, 309-10. Objetividad, 123-4, 166-7, 178-82,
186-99, 208-82.
Materia, 224-259. Objeto conocido, 51-2, 60, 99, 104-
Materialismo, 69, 80, 278, 295. 114.
Memoria, 49, 103, 111, 138-9, 171, Obj eto físico, 254-6.
264-6. Obj eto psicológico, 254-6.
de mate1"ias

Ontologismo, 83. Problema ontológico,


Orden conceptual, 261-3. Procedimientos de medida, 253-5.
Organo sensorial, 130-9, 143-4, Psicología, 57-8, 134, 170-
202, 225-59, 269-70, 303-4. 220-1, 311-12.
Origen de las ideas . 156-8.

Participable, 154. "Quidditas", 155.


Pensamiento, véase ·inteligencia.
Pensamiento divino, véase con-
Raciocinio, 50, 172-3.
cien da divina.
Racionalismo, 81-4, 88, 304.
Percepción, 49, 135-8,
270, 298-300. Razón, 172.
Percepción táctil, 232-4. Realidad, real, 94-104, 112-4, 126,
Percepción visual, 232-4, 249. 139, 151-2, 199-211, 262-3, 268-
Percepcionismo, 246-7. 270, 283-5.
Permanencia del "yo", 102-3, 238- Realismo, 68, 71, 87-9, 273-86.
239, 264-6. Realismo cartesiano, 82-3.
Pluralismo, 133. Realismo cósmico, 278-81.
Polos de la conciencia, 95, 104-9. Realismo crítico, 88, 227,
Positivismo, 79-80, 86, 277, 295. 273-282.
Potencia, 119-20.
Realismo directo o inmediato, 7S,
Pragmatismo, 80, 86, 199, 294.
227, 279-81, 300, 302-3.
Presencia, 135, 137, 142-4, 201.
Realismo exagerado, 70-1, 229.
Primado de la epistemología. 20-
Realismo indirecto, 227, 246, 281
24, 282, 289-92.
300-4.
Primado de la sensación, 138,
157-8, 299-300. Realismo metafísico, 277, 297.
Primado elel objeto, no, 168. Realismo psicológico, 277-8.
Primado del ser, 99-100, 108-9, Realismo vulgar, ingenuo, 72, 122,
112-4, 274-5, 284. 230-1, 280.
Principio ele identidad, 114, 162- Reflexión, 39-41, 118-9, 142, 222
163. 229.
Principio de inmanencia, 82, 230, Relación, 128, 150-1, 261.
298. Relativismo, 66, 189, 199,
Principios, 51, 53-4, 283-4, 287-8. 294.
Probabilidad, 240. Relativo, 207, 231.
Problema crítico, 180-1, 290-1. Representación, 60, 138-9, 143, 201',
336 Indice de materias
210, 213, 227-8, 245-6, 298-304. Tiempo, temporal, 127, 238-41,
Representación 221- 264-6, 270.
222, 261. Tomismo, 306-7.
Representacionismo, 82-3, 298-300. Trascendental, 206-7, 210-1, 221.
Resolución lógica, 262. 277, 285,
Revolución copernkana, 85-6, 276, Tra~cendentalización, 212.
294, 297-299, 305.
" Unidad de la conciencia.. 165-8.
Sensación, sentido, véase percep- Unidad de lo real, 203-11, 259-
ción. 263, 310-5, 318-9.
Sensible común, 237. Unidad del saber, 318-20.
Sensualismo, 80, 295. Universal, 148-50, 152-5, 205, 208,
Sentido común, 237. 221.
Sentimiento, 175. Universalidad de la ciencia, 41-4"
Ser, véase realidad, real. Unívoco, 222.
Silogismo, 262. Utilitarismo, 80.
Sistematización, 15-24.
Sofistas, 66-7. Valor, 178, 184-5.
Solipsismo, 227, 297, 303. Valor absoluto, 184-7, 199-217,
268-70, 277.
Subjetividad del conocimiento, véa-
Valor del conocimiento, 20-1, 32,
se objetividad.
34, 61, 93, 134, 138, 177-272.
Subjetivismo, 85, 199, 276, 294.
Valor relativo, 184-7.
Sueño, 141-4. 227-9, 285-6, 301-2.
Verdad, 180, 186-7, 191-5, 212-23,
Sujeto cognoscente, 51-2, 61-2,
255-7.
104-9, 114-23.
Virtual, 242-3.
Sustancia, 229, 288.
Vocabulario, 35-8.
Voluntad, 175.
Talídad, 301. Voluntarismo, 86.
Tautología, 162.
Tendencia, 105, 115-6, 173-6. "Yo", 105, 114-5, 133-4, 218-24,.
Terminología, 35-8. 311-2.
íNDICE GENERAL

TULO L-Illtrodur;ción a la epistemología .............................. 13


,rtículo primero. La epistemología dentro de una filosofía si5-
temática ............ . 15
La sistematización del saber ....................................... .. 15
Primado de la teoría del conocimiento ........ . 20
xL n. Método general de la epistemología 25
Examen de algunos modelos .................. .. 25
Plan general de la epistemología ............ . 31
Terminología y modos de exposición ...... .. 3:
Métodos de investigación ............................................... . 3i
Art. IIl. Discusión de las pretensiones del sentido común ........ . 48
Las pretensiones del sentido común ................................ . 48
Las objeciones del sentido común .................................. .. 52
Las obj eeiones de! científico ......................................... . 57
Las obj edones del filósofo ................... .. 59
Art: IV. Resumen histórico ....................... . 64
Primer período ... """ '''''''''' "'''''''''''' ........................ . 65
Segundo período .................................... : ................. . 69
Tercer período ......................................................... . 76
Conclusión .............................................................. . 88
338 indice:

CAPiTULO H.-Epistemología analítica o descriptiva ..................... 91


Artículo primero. Objeto y método ................ ;...................... 91
Art. 11. Realidad consciente o conciencia 'real ........ ,......... 94
Art. IIL Polo subjetivo y polo objetivo ........................... 104
Art IV. Presencia objetiva ...........,.................................. 109
Art. V. Función o actividad subjetiva ............................. .
Art. VI. Estructura de la conciencia ................................. 123
Art. VII. Actividad integral del suj eto cognoscente............... 169
Art. VIII. Finalidad del conocimiento ................................. 177

CAPiTULO rII.---,Epistemología crítica .......................... ,............ 183


Artículo primero. Obj eto y método ....................................... 183
Art. n. La norma absoluta del conocimiento.............. ............. 188
Crítica de la afirmación como tal .................................... 188
Crítica del ser, objeto primero de la afirmación.................. 199
El ideal del conocimiento perfecto .................................... 211
Art. IIl. Crítica de las modalidades del conocimiento............... 217
Crítica del conocimiento del yo ....................................... 218
Crítica del conocimiento de la materia ........... ............... 224
Crítica del discurso ........... .................................... ...... 259
Crítica de la memoria ................................................... 264

CAPÍTULO IV.-Conclusiones de la epistemología ......... ............... 267


Artículo primero. El realismo crítico ................................ . 268
Naturaleza y valor del conocimiento ............................... .. 268
Diversos aspectos del realismo crítico ............................. . 273
El método del realismo ................................................. . 282
Problemas ulteriores ..................................................... . 286
Art. n. Las principales desviaciones epistemológicas ............ .. 293
Art. III. La diversificación del saber ............. . 309

BIBLIOGRAFÍA ........................ . 323


íNDICE DE NOMBRES PROPIOS .. 327
íNDICE DE MATERIAS 329
íNDICE GENERAL ................ . 335

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