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Ps-Saber Delegar Compressed
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Por otra parte, nada parece cuestionable si la empresa prospera. Pero, cuando
deja de funcionar, entonces resulta preferible no divulgarlo y, lo que es peor y
subyace en el razonamiento: «Si yo y mi sistema hemos fracasado, nadie
podrá tener éxito. Además, no soportaría que alguien triunfara donde yo he
fracasado.» El fracaso es un absceso, un cáncer para algunos; pero puede
llegar a ser un desafío, un estímulo y una fuente de aprendizaje para otros. A
menudo las crisis tienen un aspecto estimulante. En la búsqueda de una salida
que desbloquee la situación, las soluciones innovadoras consiguen relegar los
principios establecidos y abren camino a una gestión empresarial más
participativa.
Tampoco hay que generalizar demasiado; no todos claman: sólo una parte
de ellos. Para los otros, en cambio, constatar que la empresa no funciona es
una magnífica excusa. Es también una manera de tener razón. Triste
razonamiento y tristes consecuencias...
Todo arte tiene unas reglas que se definen a partir de una práctica de la que
nacen los conceptos y las palabras.
Para definir las reglas se requiere igualmente anular las ambigüedades que
pesan sobre la delegación.
En esta operación hemos tenido que trabajar no sólo con las constantes que
aparecen en todo sistema de delegación, sino también con las divergencias y
los elementos variables. La historia de la gestión empresarial moderna sigue
un amplio ritmo pendular que tarde o temprano genera, en el ejecutivo
reflexivo que se concede un alejamiento para adquirir perspectiva, una
disyuntiva entre dos tipos de motivación:
¡Visto así es una elección desgarradora o bien una constante disyuntiva! Una
representación en dos dimensiones permite una visión menos maniquea:
En fin, la «disección» del concepto de delegación permitirá disipar la
incertidumbre generada por las diversas prácticas que se designan con la
misma palabra. Una incertidumbre malsana, nefasta y que alimenta una
legítima desconfianza.
Tal vez se pueda utilizar este sistema como herramienta personal, pero, a
modo de ejercicio, ¿qué nos inspira la palabra «delegar»? Dejemos volar la
imaginación y apuntemos todo cuanto se nos pase por la cabeza en relación
con el término durante cinco minutos. Se puede llegar a asociaciones
partiendo del sentido, pero también -¿por qué no?- a partir del sonido de esa
palabra. Ofrecemos toda una página en blanco para el ejercicio...
Partiendo del sonido se habrá escrito: legar, ligar, largar, deleitar, desligar,
aligerar (¡se admiten todas las posibilidades!). Dele y garra. Evidentemente
estas nociones no tienen nada que ver con cualquier origen o etimología de la
palabra delegar, pero nos parece importante no excluirlas. A lo largo del
texto nos encontraremos con el azar y la fatalidad; pero figuran en él de
manera totalmente coherente.
Para que cada uno pueda situarse por sí mismo, proponemos el siguiente
cuestionario.
C Insistir en leer personalmente todos los «curriculum vitae» y ver a todos los
candidatos que hemos seleccionado.
Este test indica nuestra posición en relación a los cinco ejes posibles:
1. eje incitador: se basa en la idea de que se hace mejor lo que uno desea
hacer. Esta forma se apoya en la motivación que intenta despertar o
crear en el subordinado el superior jerárquico.
Esta forma, que necesita una capacidad impulsora por parte del superior, es la
más corriente. A menudo consiste en «vender» el proyecto al colaborador. El
principal riesgo estriba en que el otro quede seducido por la idea, que la
«compre», pero que luego se dé cuenta de que no es lo que le hacía falta.
1. eje participativo: la clave de este eje se centra en la noción de objetivo.
Tal como veremos, se efectúa la delegación de uno o varios objetivos.
Para el superior jerárquico se trata, en definitiva, de provocar en su
colaborador la máxima concentración posible. Esta forma de delegación
es la más comúnmente admitida y también la menos practicada. A nivel
intelectual, es fácil comprender que el objetivo es el motor de la
reflexión, del mismo modo que la acción y todo cuanto turba la visión
de este objetivo dificultan su consecución.
Las respuestas:
Situar en la tabla las formas de delegación que se han previsto para cada uno
de los colaboradores.
Una misma función puede ser atribuida a varios colaboradores y bajo formas
idénticas o distintas.
Sin embargo, este acto necesita, en relación con la mayoría de los que se
esperan de un cuadro, la autoridad -es decir, la capacidad de traspasar el
mensaje-.
Si bien ha quedado claro que se trata de un acto de mando que sólo puede
producirse entre un superior jerárquico y sus colaboradores, los límites son
menos evidentes. ¿Podemos delegar la totalidad de nuestras funciones? En
este caso, se trata de un traspaso de poder que implica, pura y simplemente,
un reemplazo. Deja de ser una delegación que, en cualquier caso, implica la
noción de control. Se puede delegar únicamente una parte de las funciones,
pero, ¿cuál?
¿Aquella de la que estamos bien seguros y podremos controlar fácilmente, o
la que conocemos poco y confiamos a un colaborador más especializado?
Los límites de la delegación son muy precisos. No toleran ningún desvío sin
arriesgar la autonomía del superior jerárquico o, en el otro sentido, sin
provocar una desmitificación del subordinado unida a una reducción en la
capacidad de decisión relativa al cómo.
2 Sensibilizar
Primera parte:
Puntuar del 1 al 10 las distintas actividades, empezando por las que parecen
esenciales y terminando por las accesorias o secundarias. Inscribir la
puntuación en la columna A de la tabla siguiente:
Segunda parte:
¡Se coloca uno dentro de lo normal, por desgracia! Podemos contarnos entre
las víctimas de la ley de Pareto: 20% de las causas determinan el 80% de los
efectos; es decir, en términos generales se dedica un 80% del tiempo a lo
accesorio y únicamente el 20% (en el mejor de los casos), a lo esencial.
Para ser convincente, esta prueba exige una gran precisión; existe, en efecto,
una gran diferencia entre nuestra evaluación subjetiva del tiempo y su
duración real.
Primera parte:
1. Se puede contestar la prueba de manera aproximada: en este caso,
hacer una lista de las actividades sucesivas a lo largo de una jornada
normal de trabajo; puede ayudarse con las anotaciones de la agenda,
pero no olvidar los múltiples «imprevistos» que no se anotan: llamadas
de teléfono, visitas inesperadas, etc.
· 15-6-85
Segunda parte:
1. Nuestro consejo:
1. Nuestro consejo:
Nuestro consejo:
Las dos pruebas anteriores nos permiten sacar algunas conclusiones. Cuanto
mayor es el nivel jerárquico de un responsable, mayor es el número de tareas
que se ve obligado a dejar hacer a otros por no poder realizarlas él
personalmente (sea o no capaz). La proporción de tiempo dedicado a la
gestión empresarial (supervisión, administración), es inversamente
proporcional al tiempo de trabajo denominado «productivo» (puramente
técnico). Este proceso podría esquematizarse como sigue:
Al faltarle tiempo para sí mismo, tampoco está disponible para los demás,
bien sean subordinados o superiores; que llegan a la conclusión de que se
encuentra «bien dónde está» y puede que se olviden de su existencia.
Primera parte:
Hacer una lista con las tareas que realiza alguno de los subordinados; tener
en cuenta las actuaciones concretas y precisas, no las funciones generales;
anotar, por ejemplo, que Durand «pasa los pedidos de material para el
abastecimiento de los puestos de los operarios» y no «aprovisionamiento de
material».
Segunda parte:
Podemos ilustrar esta afirmación con una anécdota casi increíble; en una
fábrica de componentes electrónicos se encargó el control de los paneles de
circuitos impresos a una operaría modélica según las exigencias del
taylorismo: cumplía las instrucciones al pie de la letra sin plantear ninguna
duda; tal como se le había pedido, verificó uno por uno todos los circuitos.
Sin embargo, un vez controlados, dejaba en la misma bandeja tanto los
circuitos correctos como los incorrectos: ¡nadie le había explicado cuál era la
función del control! A pesar de ser caricaturesco, este ejemplo muestra el
grado de condicionamiento que la gestión empresarial tradicional acaba por
crear. Exige que el responsable no olvide absolutamente nada porque el
operario no dispone de los medios adecuados para poder corregir por sí
mismo sus propios errores. Lo máximo que se puede esperar de él es la
estricta observación de las consignas... en el mejor de los casos. Pero
normalmente asistimos más bien a «la deriva». ¿Cómo respetar unas reglas
que parecen absurdas? El operario intentará minimizar las obligaciones,
procurará incluso eludirlas si le es posible. El responsable se encuentra, de
este modo, en la necesidad de reconducir constantemente una situación que
tiende a degradarse por propia inercia: en la gestión empresarial tradicional,
tanto la vigilancia como los correctivos son obligatoriamente permanentes.
Tomar iniciativas implica poder decidir; pero decidir supone disponer una
jerarquía de criterios que permitan optar entre varias posibilidades[2].
Primera parte:
Rememorar los hechos más destacados de nuestra vida profesional desde sus
principios. ¿Qué puesto de trabajo, qué momentos de la carrera nos han
dejado mejor recuerdo? (¿Acaso el empleo actual?) ¿A qué atribuimos esta
sensación?
Segunda parte:
«No hay humo sin fuego.» Vamos a ver enseguida en base a qué realidades
organizativas fundamos las percepciones.
Primera parte:
· Cómo se evalúan:
Segunda parte:
Calcular ahora los tantos obtenidos en cada una de las cuatro columnas y
pasar a la interpretación de los resultados.
Los individuos saben tanto lo que se espera de ellos como los medios de que
pueden disponer y cuál será la contrapartida a su éxito. Una vez que tiene
claramente asignada su zona de autonomía, cada cual sabe que, en primer
lugar, debe contar consigo mismo. La valoración y el dinamismo que se
desprenden, compensan ampliamente las inquietudes y preocupaciones
inherentes a la responsabilidad. La delegación es una incitación concreta para
aumentar los propios conocimientos y competencias; se trata, en definitiva,
de una formación-acción, ya que todo lo que se aprende es directamente por
y para su aplicación práctica. La sensación de progreso y la perspectiva de
un siempre posible desarrollo son, como se ha visto, importantes factores de
motivación.
3 Situar
-¡Nunca ocurre nada exactamente como estaba previsto! Pero me doy cuenta
enseguida porque voy verificando paso a paso los resultados. Si había
apuntado demasiado alto, o demasiado bajo, puedo rectificar el tiro
enseguida: si no he vendido tantas pastas como tenía previsto, ¡intento vender
más patatas fritas! Si verdaderamente he sido demasiado optimista, hago
una revisión de los objetivos o de los medios. En cualquier caso, habré
aprendido alguna cosa que me permitirá mejorar la precisión de los objetivos
futuros... A diferencia del pequeño comerciante, este gerente dispone de
objetivos coherentes y detallados. El tendero se marca como objetivo «hacer
el mejor beneficio posible, dando la mayor satisfacción posible a su
clientela»; por su parte, el gerente, se asigna como objetivo «conseguir un
beneficio tal a partir de tal volumen de negocio, repartido de tal forma a lo
largo del año».
Una joven secretaria, que acababa de ingresar en una sociedad con una gran
sobrecualificación en relación con el puesto de trabajo (graduación en
filosofía, y además estudios de secretariado), nos planteaba, últimamente, la
siguiente cuestión que todos los empresarios razonables deberían plantearse:
¿qué es más conveniente hoy en día, dedicarse a las generalidades o a una
especialidad? Incluso si partimos de los conceptos que se dan en las empresas
-el especialista es quien conoce «todo sobre pocas cosas» y el universalista
conoce «pocas cosas de todo»- la opinión de cada uno respecto del otro va
impregnada muchas veces de desprecio más que de estima o interés.
Para esta secretaria que había escuchado todo tipo de opiniones, forjarse una
opinión propia se había convertido en un verdadero rompecabezas; la
filosofía, ciertamente, le había preparado, pero la empresa, por su parte, tiene
más necesidad de respuestas que de preguntas.
Puesto que estos hombres universalistas son más bien escasos, la solución
clásicamente adoptada es la de repartir las competencias; pero entonces los
conflictos de intereses o de competencias ralentizan o bloquean el sistema.
Cada uno tiene sus razones para merecer la elección de la solución que
propone. Es bien sabido que las querellas entre expertos son inextricables.
A lo largo de nuestros cursos, proponemos este enigma para hacer que los
participantes reflexionen sobre la cuestión:
A este respecto, podemos citar una experiencia vivida. Uno de nosotros era el
animador de un curso de gestión de personal. Estaba destinado a los
responsables operativos de una empresa civil que fabrica equipos destinados
al ejército.
Este ejemplo es el caso tipo de una situación donde todo esfuerzo por delegar
se enfrentaría a una oposición en masa. El personal de esa empresa,
cualquiera que fuera su nivel de competencia, hubiera sido incapaz de tomar
iniciativas en relación con los objetivos.
Una vez fijados los límites del territorio hay que recordar que la delegación
no es más que un instrumento de la gestión empresarial destinado a servir a
los objetivos de una política definida y estructurada. Existe una relación de
proporcionalidad directa entre la precisión de los objetivos (pO) y la posible
autonomía del delegado o la amplitud de la delegación (aD).
aD = f (pO)
Cuanto más precisos sean los objetivos, más posible será delegar. Pero
fijémonos bien, no estamos afirmando que unos objetivos precisos impliquen
la delegación. En tiempo de guerra, un ejército puede tener un objetivo muy
preciso, como «volar un puente», pero esto no significa que un soldado raso
pueda organizarse sólo o que pase a la acción con la ayuda de sus colegas.
Será necesario hacer uso de la estrategia y de la táctica para que la acción se
realice en el lugar y el momento decididos.
Al permitir que los hombres y mujeres que trabajan en su empresa tengan una
actuación, una influencia sobre su propio trabajo, sobre los productos o
departamentos, sobre las relaciones internas y externas, el dirigente habrá
liberado la creatividad de todos. No le quedará más que recoger los frutos.
Pero entre estos frutos de la acción y lo que, sin jugar con las palabras,
podemos llamar «frutos de la pasión», la distancia es la misma que la que va
desde el dirigente, cuya motivación fundamental es, muchas veces, un desafío
a alguien o contra sí mismo, hasta los colaboradores que pueden llegar a
«apasionarse» por objetivos a los cuales se adhieren o, al contrario,
rechazarlos porque no han sido consultados o porque creen que les han sido
arrebatadas sus propias ideas sin contrapartida ni agradecimientos.
Los ejecutivos, los mandos intermedios e incluso los empleados de base que
tengan la sensación de haber influido en el momento de señalar los objetivos,
serán, a partir de entonces, parte interesada en todo el proceso hasta la
realización de los objetivos. Es la fase de apropiación del objetivo y, de una u
otra manera, resulta necesaria en el proceso de la delegación.
Pero hay que vigilar la peligrosa tentación que un asistente a uno de nuestros
cursos denominó «el caso del escéptico» que para satisfacer la curiosidad del
grupo asistente, se explicó enfatizando: -¡Sí!, es cuando uno "cree" estar
delegando, sin hacerlo en absoluto...
En un tono desenfadado, este cursillista constata lo que nosotros hemos
observado en muchas empresas, que unas decisiones tomadas antes de las
negociaciones las hacen vacías de significado real y abundan en las
conversaciones o la reunión destinada a la negociación, lo que resulta una
tensión inútil y nefasta. Decididamente recomendamos en este caso la nota
interna o la reunión informativa; pero entonces es preferible no hablar de
delegación, porque esto irritaría a los interlocutores de la empresa.
Una vez más insistimos que no se trata tanto de llegar a una reunión de
negociación de los objetivos abierta a toda propuesta, cualquiera que sea su
naturaleza, sino de escuchar los argumentos de los interesados para que ellos,
a su vez, también escuchen los que se defienden.
Lo primero que intenta hacer una rata en el laboratorio es, como dice Laborit,
evitar el castigo. Cuando reconoce uno o varios signos precursores de un
posible castigo, intenta escapar. En cambio, con la recompensa o sanción
positiva, el condicionamiento se apoya en la búsqueda de la recompensa al
menor precio y con el mínimo esfuerzo.
En las páginas anteriores hemos visto que la dinámica del proceso, lo que
hace funcionar el motor de la delegación, es la confianza. Pero la confianza
tiene la particular característica de no ser ni innata ni adquirida.
Tampoco será mucho más relajada la actitud del colaborador que recuerda la
del automovilista detenido en un semáforo en rojo cerca de un agente de
tráfico, o delante del agente de aduana en la frontera. Evidentemente, estamos
hablando de gente honesta cuya nota de gastos es real y fundamentada, pero
que en particular adoptan un comportamiento de culpabilidad (infantil, según
la definición del análisis transaccional).
Sin embargo, podría ser una respuesta recortada al referirse sobre todo a los
medios de que dispone el delegado actualmente. Para verificar su validez
puede ser muy útil explicarlo. La revisión del proyecto de actuación del
delegado permite determinar anticipadamente su paso por los distintos
puntos de control. En la sucesión de etapas que tiene previstas, el delegado
podrá descubrir una serie de momentos críticos en los que puede llegar a serle
muy necesaria la ayuda del superior. Los dos interlocutores podrán convenir
que el control de la misión se realice precisamente en esos momentos.
Este índice describe las actitudes del personal en su conjunto (los distintos
«retratos» o «caracteres» se aplican tanto a los grupos como a los individuos
aislados). Pueden, además, aplicarse a toda situación de cambio en la
empresa.
Se les considera, en principio, los casos más favorables: en efecto, tal como
hemos señalado, es necesario que el colaborador «requiera» la delegación.
El «revolucionario»
Hagamos lo que hagamos, nunca será suficiente. Por más ambiciosa que
parezca la gestión que se emprende, ¡nunca llega lo suficientemente lejos!
A menudo sus críticas son la ampliación de las del grupo, pero sus excesos
hacen perder la solidaridad del resto («¡es peor que el amo!»).
Por tanto: escucharle, porque aunque exagera, rara vez se sitúa muy lejos
del problema;
Por tanto: evitar con él cualquier tipo de alianza pública sin estar seguro de
que el grupo le dará soporte;
3.4.1.5 La «locomotora»
Es un colaborador fiel, pero también un líder. Por muy poco podría llegar a
ser el modelo ideal de delegado: una vez él mismo esté convencido, arrastrará
la gran masa de los otros. Es un punto de apoyo y de descanso privilegiado de
la gestión que se realiza. Hay un error que no debe cometerse: considerarlo
como si fuera cualquier otro «demandante anónimo»; en las reuniones no se
pone en primer plano, pero todas las miradas se vuelven hacia él cuando en el
grupo existe incertidumbre: ¿qué responder? ¿qué decidir? Es él
implícitamente quien determina el ambiente de trabajo, los ritmos de
«sobreesfuerzo y descanso» y las normas informales del grupo. Una
«locomotora» puede perfectamente estar oculta tras un falso
«resistente».
1. probarlo a título personal (pero sobre todo, no hay que obligarle a tomar
demasiado rápido una posición definitiva ante el resto del grupo,
porque tiene que preservar su propia posición);
2. pedir su opinión, sus consejos, sus sugerencias y su ayuda en
relación con el proyecto que tenemos.
3. encargarle la misión de sensibilizar y estimular a los demás. Para el
conjunto de los «requerientes»: en el fondo, controlarlos sin
desalentarlos ni vejarlos. Muchas veces el desafío estimula a este tipo de
colaboradores, y el desafío es recíproco: se les podrá lanzar retos
difíciles, pero ¡pobres de nosotros si no estamos a la misma altura!
1. Los «negociadores»
No quieren «nada por nada»; ponen sus condiciones: medios, ayuda, salario...
De hecho temen caer en una trampa. Se protegen de la incertidumbre que
genera en ellos el cambio anunciado. Necesitan un contrato muy claro para
sentirse seguros.
1. Los «seguidores»
1. Los «escépticos»
Tienen los mismos problemas de base que los que esperan a ver, pero
muestran una abierta hostilidad al cambio. Es importante conocer su
porcentaje: si son más del 20 % constituyen una amenaza cierta.
1. Los «vacunados»
Son los que «saben» (lo han visto todo, «no les volverá a ocurrir»). Sin
intención de generalizar, se encuentran normalmente entre los «antiguos».
1. Los «anti»
El interés de un encuentro de este tipo es evidente para todos los que han
intervenido en alguna empresa. Constatar en vivo el tipo de relación existente
entre los miembros del equipo de dirección, permite acelerar el diagnóstico,
encontrar las soluciones a aportar e identificar los puntos favorables y los de
resistencia. Pero por encima de la importancia de una jornada como aquélla
destaca un recuerdo: en un descanso, el presidente nos confió, no su política o
su estrategia, sino lo que sustentaba su actuación con las dos mil personas de
su empresa: - Enséñenles a divertirse -nos dijo simplemente.
Los dirigentes tienen que tratar numerosos problemas que, según el estilo de
la gestión empresarial, pueden consistir en inversiones a largo plazo en países
extranjeros con riesgos político-económicos, o en el color de las tazas de café
del restaurante de la empresa. El abanico es muy amplio. Por ello se puede
entender que el sueño del director general sea conseguir un piloto automático:
la empresa vende, produce, crea, se desarrolla y gana dinero sin tener que
tocar los mandos. Excepto cuando se trata de cambiar de rumbo, los
instrumentos de a bordo habrán suministrado las informaciones precisas para
asegurar el mantenimiento de la buena dirección. Entonces el director general
toma una decisión, su gloria y su poder se verán reforzados y el
agradecimiento de sus ejecutivos crecerá bajo los «hurras» del conjunto del
personal cuando, una vez al año, visite la fábrica. Todo ejecutivo, al nivel que
sea, ha tenido alguna vez este sueño, generalmente cuando todo le va mal o
cuando se le han acumulado los problemas. Es un sueño inconfesado: «Mis
colaboradores me aprecian tanto que llegarían a adivinar no sólo lo que
quiero y lo pondrían en práctica inmediatamente, sino que también sabrían
estimularme para que tuviera siempre algo nuevo que desear...» Queremos
destacar que, en este sueño, no estamos diciendo que el colaborador deba
desear en lugar del empresario. Esto sería algo así como atravesar una etapa
que podría hacer que todo el sistema se tambaleara. Es necesario que el
agradecimiento parta del empresario, si no dejaría de ser un sueño. Y hasta
podría convertirse en una pesadilla. «Desear lo que me han dicho que
conviene hacer, ¿sigue siendo verdaderamente un deseo?»
No hay que esperar que digamos: «¡Ya está, tenemos la solución!». No, y sin
embargo... funcionan. Sí, las empresas que se apoyan en una gestión
empresarial participativa siguen funcionando, vendiendo y produciendo
porque los recursos imaginativos son más numerosos y, sobre todo, se tienen
más en cuenta. Se observará que no hacemos proselitismo:
Hemos decidido resumir sólo aquellos aspectos de sus obras que afectan al
tema de este libro. La disposición utilizada no es totalmente histórica, si bien
hemos intentado demostrar cómo, con el transcurso del tiempo, las ideas
fundamentales evolucionan y se armonizan entre ellas.
Es cierto que algunas necesidades que jamás podrán ser satisfechas llegan a
debilitarse y desaparecer: la necesidad de realizarse, por ejemplo. También se
observa cómo algunos individuos privados de ciertas satisfacciones
fundamentales (seguridad, afecto), de manera precoz y duradera, se
convierten luego en «mendigos» incurables de esas necesidades.
En este libro hemos intentado destacar que muchos hombres sólo consiguen
satisfacer, en su trabajo, la parte «básica» de sus aspiraciones; esencialmente
el salario, que adquiere así el valor de instrumento de las necesidades de
supervivencia y seguridad. Por ello es frecuente ver cómo esas personas
intentan encontrar en su vida exterior (familiar y social) la satisfacción de las
otras necesidades. Cuanto más se elevan en la pirámide estas personas, más
difícil será satisfacerlas; es mucho más fácil conseguir la seguridad material
que la estima o la consideración; es más sencillo ser reconocido socialmente
que tener el sentimiento de haber alcanzado la propia realización.
Estas ideas han sido desarrolladas más detalladamente por Mac Gregor, de
quien pasamos a hablar inmediatamente.
Para Mac Gregor esta doctrina no es absolutamente falsa. Como toda teoría,
puede encontrar elementos de confirmación en los hechos. Pero, en tanto que
teoría general, peca de insuficiencias; no da cuenta de todos los hechos
observables y, además, hay algunos que la contradicen.
En la organización del tipo X, es muy raro que nadie acepte un riesgo. Como
mucho, esto es patrimonio de los niveles más altos de la jerarquía. En efecto,
en caso de error, la sanción es inmediata (cuando llega a darse); y, en cambio,
en caso de éxito, la recompensa es remota e hipotética. Por ello, el repliegue
prudente y el disimulo son las políticas más seguras.
Esta gestión favorece sobre todo los valores de apoyo y de facilitación que
tienden a transformar al empresario en consejero. Muchos responsables
temen que una vez iniciado, el proceso llegue a ser incontrolable: ¿no será la
participación intensiva sinónimo de laxismo? ¿No estará abdicando el
responsable de su autoridad? La teoría Y no induce la debilidad de la
administración. Mac Gregor dice claramente que no se puede dirigir a gusto
de todos; según él, las buenas relaciones «nacen de la fuerza y no de la
debilidad». El empresario Y no renuncia a su autoridad, pero intenta suscitar
la adhesión del personal a los objetivos de la organización. A menudo se
confunde la gestión empresarial X con el autoritarismo feroz. Y sin embargo,
se traduce a menudo por la debilidad y la demagogia. Porque, incluso en este
último caso, la concepción del hombre es negativa y reductora: los
asalariados son niños «traviesos» que hay que saber manipular cuando no se
les puede gobernar. Naturalmente, una gestión tan radical como la de Mac
Gregor puede parecer utópica: la actitud del empresario no lo puede todo. El
entorno material condiciona los comportamientos del personal y del
empresario. Una organización tipo X -una cadena de montaje, por ejemplo-
no permite otra dirección que la del tipo X. Y sin embargo, la «herencia
espiritual» de Mac Gregor, desaparecido prematuramente, impide que siga
siendo posible quitar importancia a la profunda incidencia que tienen los
valores y «creencias» íntimas de los dirigentes sobre la organización y los
hombres. La importancia de la comunicación y de las relaciones ha dejado de
relegarse, por lo menos en el discurso oficial. En nuestra opinión, la teoría Y
y la dirección participativa son una aportación indispensable en la gestión de
la delegación.
Este primer estudio fue el origen de una serie de otras encuestas, tendentes a
verificar o invalidar las conclusiones obtenidas. Se entrevistaron 1.685
personas, tanto empleados u obreros como cuadros superiores, hombres y
mujeres, norteamericanos y naturales de la Europa del Este. Aunque han
permitido afinar el método y añadir algunos factores nuevos a los diez
primeros', según Herzberg, estas encuestas no han hecho más que confirmar
sus propias hipótesis. Sin embargo, se han formulado algunas críticas en su
contra. Dejaremos de lado las que se refieren al método del cuestionario,
porque sólo interesan a los expertos. La más consecuente, a nuestro entender,
es el cuestionamiento de la distorsión involuntariamente introducida por los
sujetos interrogados: se tiende, espontáneamente, a considerar los éxitos
(realización, responsabilidad) como atribuibles en exclusiva a uno mismo, y a
imputar al entorno las propias deficiencias.
De hecho, no se trata de trastornar por gusto una serie de preceptos que -en
un cierto contexto-han probado su validez. Esto nos conduce a una cuestión
importante, estudiada y debatida desde hace mucho tiempo: ¿qué es lo que,
en definitiva, condiciona la autoridad de un jefe?
¿De qué manera consigue que hagan lo que él desea? ¿Cómo lo hace? ¿Por
qué le obedecen?
Mac Gregor, sin embargo, no nos indica cómo ejercer, por ejemplo, una de
estas dos últimas formas de autoridad. Muchos estudios hacen del liderazgo
no una característica personal, sino un comportamiento.
Por ejemplo, del líder 9,1 se dirá, en términos positivos, que «sabe lo que
quiere y proporciona los medios para alcanzarlo». En términos negativos se
dirá que «no confía en nadie y que sólo le interesan los resultados».
El líder 1,1, que puede parecer, en los casos desfavorables, «ausente, pasivo y
totalmente desinteresado», podrá ser considerado, en cambio, en los casos
favorables como «la persona que permite a la gente que decida por sí misma,
interviniendo lo menos posible». Por ello Hersey y Blanchard plantean la
hipótesis de que cualquier estilo puede ser eficaz o ineficaz según el grado
de madurez profesional de los colaboradores.
Los dos sistemas más extremos presentan características que pueden ser
oponentes término a término:
El modelo de Likert traza paralelas entre elementos heterogéneos, por
ejemplo: la comunicación y los resultados.
En el sistema 1 se observa una subida inicial muy fuerte en los tres tipos de
variables, y luego una rápida degradación (incluida la variable de la
«firmeza» dictatorial).
Hagamos notar, también, que no hay que confundir las fases de control y de
corrección con la de apreciación. Proceder a la apreciación individual en el
momento en que se están buscando las soluciones a los desvíos, induciría en
el colaborador unas actitudes de defensa y justificación incompatibles con la
cooperación deseada.
En efecto, muchos dirigentes no han visto en ella más que una «receta
milagrosa» capaz de resolver mágicamente sus problemas. Algunos han
intentado aplicarla sin cambiar nada en su sistema habitual de control y de
centralización de las informaciones. En un contexto así, la D.P.O. no es más
que un procedimiento suplementario de limitación.
Puede llegar a resultar incluso una estafa cuando es utilizada como coartada
por la jerarquía y transfiere sus responsabilidades sin conceder además los
medios adecuados; le dicen al responsable: «Espabílese para alcanzar los
objetivos. ¡Es su problema!» Pero sin apoyo y recursos apropiados, no
conseguirá otra cosa sino fracasar. Otro peligro se esconde en la excesiva
«compartimentación» de los objetivos. Muchos responsables dependen de
sectores ajenos al suyo propio para conseguir sus objetivos. Si estos últimos
no se preocupan sino de sus propios resultados, sin tener en cuenta las
exigencias de los demás, el resultado será una falta de cooperación que
perjudicará los objetivos globales.
Con más detalle, se puede representar como sigue la comparación entre estos
dos tipos de unidad:
Las modalidades X e Y de la gestión empresarial no son respectivamente el
infierno y el paraíso. Pueden llegar a ser más o menos adaptadas y eficaces en
función del tipo de organización. «Subsisten situaciones -afirma Jay
Lorsch[15]- que justifican una organización más controlada y formalizada.»
No existe una fórmula universal, salvo la de crear un entorno en el que se
pueda desarrollar el sentido de la competencia. Este sentimiento se
manifiesta tanto entre los obreros de Akron como entre los investigadores de
Stockton; en cambio falta entre el personal de las otras dos unidades. Este
sentido de la competencia es la traducción del sentimiento de dominio del
entorno personal.
Esta conclusión nos parece susceptible de poner fin a ciertos «debates entre
escuelas», y sugerimos al dirigente actual un pragmatismo iluminado que ha
de ser su única «creencia».
4.8 MICHEL CROZIER Y LOS FENÓMENOS DEL PODER
Adizes observa que si bien un empresario puede cumplir una o dos de esas
funciones, no podrá jamás ser excelente en todas. Además corre el riesgo de
ejercer una influencia perniciosa en la empresa -practicar la gestión
«antiempresarial»- si se encierra en una función exclusiva.
El final del «ejercicio solitario del poder» y la entrada en «la era del trabajo
en equipo» nos parecen una justificación suplementaria de la necesidad de
delegar.
4.10 LAS OCHO LLAVES DE LA EXCELENCIA: PETERS Y
WATERMAN
4.11 BIBLIOGRAFÍA
4.11.1 Autores citados en este capítulo
4.11.1.1 Obras
· en francés
1. en inglés
4.11.1.2 Artículos
1. en francés
1. en inglés
Obras complementarias
Cada uno de los ocho pares de fórmulas que se detallan a continuación son
objetivos profesionales. Uno de ellos está formulado correctamente, el otro
no.
5.2.1 Respuestas
5.3.1. Respuestas
(Escala de respuestas para cada situación, desde la que parece más adecuada
hasta la menos eficaz.)
1 (a, c, b)
2 (b, c, a)
3 (c, b, a)
4 (c, a, b)
5 (c, a, b)
6 (c, a, b)
7 (c, a, b)
8 (b, c, a)
Hacer una negociación firme con el grupo, ofreciéndose para ayudarles (b),
parece la solución más segura. Si se es jugador (en función de la evaluación
que se haga de la dificultad) se puede abandonar el equipo a sí mismo (c).
Pero, ¡pobres de nosotros si cometemos algún desliz! La solución autocrática-
directiva (a) podría parecer una retirada de confianza, sobre todo en un grupo
que se ha demostrado hasta ese momento capaz de autonomía.
Si estas respuestas sorprenden o chocan, releer de nuevo el apartado 4.4 y
el capítulo «situar».
9. Los objetivos generales han de ser definidos antes que cualquier otra
acción.
Un curso formativo para la delegación puede ser muy diferente de otro sobre
el mismo tema; uno y otro pueden corresponder de hecho a situaciones,
problemas, individuos y necesidades muy diversos. Por otra parte, un curso
en el que no se pronuncie ni una sola vez la palabra «delegación» puede estar,
en la práctica, completamente centrado en el tema.
1. los que acuden por decisión de sus superiores; a veces ignoran incluso el
título del curso. La mayoría, sin embargo, tiene una vaga idea del tema y
la actitud que muestran oscila entre la curiosidad, la sumisión aplicada,
el escepticismo o la desconfianza a priori;
2. los que acuden por propia iniciativa; buscan ideas o consejos prácticos;
3. los que ya están comprometidos en una acción de cambios efectivos;
desean clarificar sus gestiones y confrontar sus ideas con las de otras
personas; a veces dudan sobre la necesidad y la oportunidad de ir más
lejos o no;
4. los que acuden con la intención más o menos confusa de demostrarse a
sí mismos que, en su situación, no es posible ningún cambio.
Por ello es claramente preferible una actitud más prudente por parte del
formador («Quisiera saber a qué me comprometo al iniciar este tipo de
formación»). Esta actitud hace posible una clarificación del contrato y un
compromiso recíproco. El formador puede formular algunas hipótesis y
algunas exigencias que permitirán a su cliente una preparación constructiva.
Un curso sobre gestión empresarial suscita generalmente una mirada crítica
sobre el funcionamiento y la organización de la empresa. Pueden llegar a
plantearse muchas propuestas positivas y no saber escucharlas sería
desalentador para la buena voluntad del cursillista.
Esto nos conduce al caso que consideramos como el más favorable: cuando la
dirección -o bien un interlocutor suficientemente cualificado-explica lo que
quiere conseguir y pide nuestra aportación técnica como consejeros y
formadores.
Por este motivo, a nuestro entender, el estilo «no directivo» o «de dejar estar»
es incongruente con el curso: cuando no se dan informaciones ni
indicaciones, ni se propone o sugiere nada y uno se contenta con dar una
nueva versión a los tanteos que hace el grupo, no se está dando la imagen que
se corresponde a una concepción eficaz de la delegación.
Pero a menos que quiera caer en contradicción con el contenido del curso, el
animador no puede dirigirlo tampoco de manera autocrática; sería la paradoja
del «¡haga usted lo que digo, pero no lo que hago!» -doble lenguaje que
suscita numerosas dificultades en las relaciones jerárquicas-[18].
De aquí parte la ineficacia de todo aquello que evoca la crítica directa de los
conceptos o las maneras de hacer; si se siente atacado, el cursillista entrará en
el bien conocido ciclo de la frustración-oposición (o sumisión excesiva, que
viene a ser equivalente). Esto dificulta, evidentemente, su cooperación.
También puede utilizar los «feed back» llamados específicos; con ello se
entiende que son los que resaltan elementos de observación objetivos y no la
valoración o los sentimientos que suscitan. No se dirá, por ejemplo: «¡Es
usted demasiado dirigente! No deja ninguna iniciativa...» sino, más bien:
«En el momento en que usted le interrumpió, él iba a hacerle una
sugerencia...» A lo que el animador podrá añadir elementos que permitan
resolver mejor el problema, por ejemplo: «¿Por qué no le pide usted que se
acabe de explicar?»
Al mismo tiempo se procurará que los participantes utilicen entre ellos los
mismos principios; el animador podrá conducirlos a ser más específicos
mediante preguntas exploratorias del tipo: «¿Qué quiere usted decir? ¿Qué
entiende usted por ser "demasiado dirigente"? ¿Qué es lo que ha observado?»
Vamos a examinar de qué manera se puede desarrollar cada uno de los temas.
Destacaremos los puntos esenciales que el trabajo pondrá en evidencia.
Luego sugeriremos ejercicios e instrumentos pedagógicos que puedan
colaborar en la obtención del resultado.
Las relaciones entre delegación y gestión empresarial tradicional
El interés aparece con la pregunta: «¿Si tuviera que usar un marcapasos, ¿de
qué departamento preferiría que procediera?» El grupo que se ponía de
acuerdo hasta ese momento se divide en dos: unos siguen siendo partidarios
de la delegación que permite que cada cual se implique en su trabajo y se
responsabilice de él, los otros se retrotraen diciendo: «Prefiero que verifique
mi aparato un hombre riguroso y serio...»
1. motivarlos al cambio
6.3.3. La confianza
6.3.7 El control
Saber devolver este tipo de «feed back» implica también ser capaz de
recibirlo uno mismo. Todo el mundo tiene tendencia a reaccionar
desfavorablemente ante las subidas negativas de información (problemas,
reclamaciones, etc.), sintiéndose agredido o minimizándolas cuando uno se
siente incriminado demasiado directamente. El control así entendido contiene
aspectos psicológicos y aspectos técnicos. En el plano estrictamente
psicológico, supone la capacidad de afirmarse y de intervenir sin agredir al
otro, pero sin censurarse tampoco uno mismo. Es un problema de
asertividad'. En el plano técnico, exige ser específico y constructivo en las
afirmaciones: no contentarse con alegaciones vagas y generales tales como
«esto no funciona», «no está usted haciendo un buen trabajo», etc.
6.3.9. La motivación
El interés de esta prueba resalta sobre todo al hacer las comparaciones de las
respuestas de unos y otros.
En todos los casos, se recomienda dejar que los interesados contesten antes
de iniciar la aportación didáctica: de otro modo, los resultados estarían
demasiado influidos por el deseo, consciente o no, de dar una respuesta
«correcta». En el momento de interpretar los resultados es cuando las
clarificaciones teóricas (como las indicadas en el apartado 4.4.) podrán ser
aprovechadas, b) experimentar la propia implicación Los ejercicios de
trabajo en grupo hacen surgir los problemas del liderazgo. Por ejemplo,
durante la construcción de la pasarela[34], no se suministra más que un solo
destornillador por equipo, esto plantea la cuestión de quién lo utilizará.
Todo ejercicio que apunte hacia una mayor flexibilidad (o menor rigidez) de
los comportamientos, puede ser oportuno en esta fase. Hacer simplemente
una cosa distinta de lo que se hace normalmente tiene muchas veces efectos
mágicos.
6.3.13 El cambio
Los ejercicios propuestos para esta fase tendrán como objetivo ayudar a los
participantes a:
Una experiencia muy rica en enseñanzas podría llamarse de «las mesas y las
sillas». Un poco antes de una pausa de descanso, el animador inicia la
discusión sobre el cambio y la manera de promoverlo: en particular, sobre las
dificultades que hayan podido encontrar los cursillistas presentes al intentar
introducir algunos cambios entre su personal. Durante la pausa de descanso,
los cursillistas abandonan la sala pero el animador permanece en su lugar.
Aprovecha el cuarto de hora de que dispone para modificar totalmente la
posición de todas las mesas y las sillas. A continuación, sólo tendrá que
esperar el regreso de los participantes, hacer que entren todos juntos y
observar sus reacciones (sorpresa, desorientación) ante esa mínima
modificación del entorno.
Esta fase del curso es igualmente propicia para tomar resoluciones concretas
o, por lo menos, para puntualizar las recomendaciones que hacer a la
dirección.
El lector dispone ahora de muchos elementos del contenido del curso. Pero
no es obligatorio seguir escrupulosamente el orden cronológico para
conseguir un trabajo válido.
6.4.1 La introducción
Las modalidades prácticas, en cambio, darán lugar a todas las precisiones que
se deseen: horarios, calendario, etc. Por lo que se refiere a la presentación de
los participantes, además de formular su estado convencional (nombre, edad,
función, etc.), puede dar lugar también a la explicación de aspectos más
personalizados como aspiraciones, ambiciones, deseos o sueños de los
interesados. Todo esto facilitará una posición mejor de cada cual en relación
a los demás.
6.4.2 La conclusión
6.5 LA EVALUACIÓN
7Intervención
(Cómo establecer un sistema de delegación en la empresa)
Hace poco, un cuadro de una gran banca nacionalizada nos relataba las
observaciones que había hecho durante la puesta en marcha de una política de
descentralización en su empresa. El objetivo consistía en devolver a cada
agencia local la información y la posibilidad de gestionar los datos. Los
instrumentos informáticos (redes, microordenadores) debían permitir y
facilitar esta gestión. A pesar del esfuerzo formativo emprendido, desde un
principio se constataron reticencias, errores y numerosos obstáculos para la
buena marcha del sistema. Se atribuyeron esas dificultades a «la adaptación a
la informática».
En el primer caso, el sistema se instala poco a poco a partir del estilo que
inicia la dirección. En buena lógica empresarial, el sistema va descendiendo
por el escalafón. Pueden darse algunas excepciones, pero aisladas y rara vez
duraderas, porque la estructura no puede soportar, en una línea jerárquica,
que coexistan sistemas opuestos de gestión empresarial. La confrontación a
cada problema conduce a respuestas distantes que provocan la explosión de la
estructura. Por ello, si la delegación es bien comprendida y está bien aplicada
en la cumbre, lo estará también en la base de la pirámide. En el segundo caso,
la dirección no está convencida espontáneamente del interés de este enfoque.
En ese momento debe mediar la labor del consejero interno o externo para
conseguir implicar al director. La partida se juega a varios niveles, pero son
necesarios dos aspectos complementarios para que esa implicación sea eficaz.
Un aspecto racional basado en cifras, argumentos o resultados y un aspecto
relacional que permite sentar la intervención en una base de confianza
indispensable. Según el tipo de dirección, será necesario dosificar
cuidadosamente esta proporción. De todos modos, el primer tiempo consiste
en hacer aceptar la idea del diagnóstico. Para el dirigente esto supone a la vez
una ayuda y una fuente preciosa de información, pero también es una forma
de descubrir su empresa, de exponer los problemas, tensiones y debilidades,
por lo que el diagnóstico puede ser un obstáculo redhibitorio.
Otras ideas no pudieron ser tenidas en cuenta, pero los mandos intermedios
estaban formados para poder responder a esas sugerencias sin desanimar a los
que las habían hecho.
1. la pertinencia del ojo que observa, el oído que escucha y el cerebro que
interpreta;
2. la metodología en la recogida de información. Esta metodología necesita
un procedimiento de filtros que aseguren la fíabilidad, utilidad y
representatividad. Se apoya en unos instrumentos que:
1. quién la ha decidido,
2. cuáles son las razones,
3. cómo se desarrollará,
4. quién será consultado-
Cada criterio puede cobrar un valor más o menos propicio para una
intervención de la delegación. Esto permite definir una especie de «guía para
el diagnóstico» y en consecuencia, un perfil de la empresa dispuesta a iniciar
la práctica de la delegación.
Cada empresa sufre sus crisis de crecimiento; algunas las superan, otras se
quedan bloqueadas en una fase.
Sin intentar ilustrar una a una todas esas fases, la que hoy en día se destaca es
la información, y muchas empresas, como se sabe, se «estrellan» en ella.
Pero se puede constatar que ciertas fases son más propicias que otras para
engendrar las tentativas o los sistemas de delegación.
El orden bastante tradicional aunque indicativo, puede variar en función del
tipo de empresa.
El eje «apertura-cierre»
Se apreciará la apertura del personaje. Esta apertura puede tomar dos formas,
una forma intelectual que juega con los conceptos y a veces de manera
demasiado exclusiva, y una forma concreta, centrada en la aplicación y los
resultados. En este caso, la acción supera al discurso. A partir de las primera
entrevistas se deciden los objetivos, los medios y los obstáculos que habrá
que superar. Estos dos tipos de apertura, aunque no den lugar al mismo
enfoque por parte del consejero, permiten ambos trabajar en la empresa una
dimensión de la gestión empresarial.
Es raro que un solicitante sea totalmente cerrado, puesto que el solo hecho de
formular una solicitud ya es en sí una apertura, pero muchas veces no tiene
más que una lejana relación con el desarrollo de la empresa. Es el ejemplo de
aquellos dos hermanos que compartían las funciones de dirección de un
pequeño grupo de empresas y que eran opuestos en su forma de gestionarlas,
de tal manera que escindían cada empresa en dos. El uno funcionaba de
manera autocrática, el otro en cambio era proclive al sistema participativo. La
mitad de la empresa seguía regularmente cursos de formación, la otra mitad
no. La primera mitad participaba en las reuniones, la otra no. De hecho se
hubiera podido decir que cohabitaban dos empresas, pero por razones de
sucesión y de indivisibilidad, el testamento paterno solucionaba mejor el
problema de los notarios y sin duda las conciencias de los dos hermanos que
no la gestión de la empresa. La apertura del solicitante será más o menos
amplia. En términos de diagnóstico, no deberá confundirse con una actitud
laxa. La solicitud ha de ser la expresión de un deseo de cambio según unas
expectativas precisas. En los otros casos, el consejero, deberá utilizar su
mayéutica personal para conseguir que su interlocutor vea las cosas claras.
Esta noción de apertura es importante porque será el punto de apoyo para la
aplicación de la delegación en la empresa. La instalación del dispositivo
necesitará un consumo de energía, confianza y convicción que deberá ser
extraído de alguna parte. Aunque el solicitante consiga encontrar algún
relevo, deberá llevar el estandarte.
La conflictividad social
El sistema relaciona!
El sistema de motivación
Las perspectivas
1. la dirección;
2. los mandos intermedios;
3. el personal operario (empleados, obreros);
4. el comité de coordinación: el coordinador;
5. los ayudantes;
6. los animadores de grupo;
7. los miembros de los grupos.
Sólo los que son capaces de pasar de esta fase consiguen llegar a considerar
que le delegación es algo más que una utopía. El límite de lo que es aceptable
o utópico se relaciona directamente con la noción intrínseca de delegación, es
decir, de confianza. En la intervención, deberemos tener en cuenta lo que es
tolerable, porque una solución impuesta o mal planteada no tiene mayores
posibilidades de éxito que de coherencia con las necesidades de la empresa.
Ocho días más tarde tuvo lugar un nuevo encuentro. Muy curiosamente, la
historia se nos contó casi palabra por palabra de la misma manera. Los
nuevos elementos confirmamos que éramos varios consultores en liza y que
había tenido lugar una primera tentativa en la cual se había implicado
personalmente el director de personal. Su deseo era evitar los métodos duros
y radicales. Describió su objetivo en términos sencillos: «Ésta es la sociedad
que somos hoy en día y esta otra la que deseamos llegar a ser dentro de cinco
años.» Y apoyaba su discurso con planes y previsiones de la empresa. Al
acabar su exposición, se inició un intercambio de preguntas y la más
importante por su parte fue: «¿Estarían ustedes en condiciones de ayudarnos
a realizar este cambio técnico, comercial y humano en la empresa?»
Miraron los vídeos y los documentos con interés, luego nos explicaron que
todo aquello estaba bien, pero que era totalmente imposible teniendo en
cuenta el episodio americano de la historia de Kone cuyas huellas no habían
acabado de cicatrizar. Ningún presupuesto americano, ni siquiera traducido,
podía ser aceptado. Si con esta base podíamos montar un sistema de
formación, ellos estaban interesados. Una vez aportados los detalles que
completaban el cuadro, pudimos proponer un sistema muy preciso para los
niveles prioritarios.
Fue en ese momento cuando Kone lanzó, entre otros, los nuevos conceptos de
responsabilización de los binomios técnicos-comerciales como soporte de la
multiplicación de la fuerza comercial. Los comerciales recibieron por lo tanto
una formación que trataba del cambio con el objetivo de adquirir los mismos
conceptos que sus «colegas» técnicos y también para facilitar o reanudar la
comunicación. Esta formación se completaba con una apertura en la
negociación comercial. A partir de grupos de reflexión y de concepción, se
instalaron nuevos métodos adaptados a los nuevos clientes y a la venta de
servicios.
5.a fase: en realidad esta fase empieza al mismo tiempo que la 4.a, pero la
situamos en este nivel porque se trata en realidad de una recuperación de la
gestión informativa y de la dinámica de comunicación en la empresa.
Esta fase, con un interés evidente, era particularmente bien recibida para
volver a centrar los espíritus y las motivaciones. En efecto, los tres años
precedentes se habían consagrado a buscar en todas direcciones productos,
servicios y mercados susceptibles de configurarse en líneas de desarrollo de
Kone. En el transcurso de esta fase, las divisiones habían tenido una gran
libertad de acción. Luego, en 1984, la diversificación y las orientaciones
habían sido determinadas abandonando -como en toda elección-otras
opciones y creando muchas frustraciones. Era necesario dar una explicación,
y la dirección comprendió que no podía librarse con una nota de servicio,
sino que era necesario hacer un particular esfuerzo de argumentación y
escuchar las reacciones para medir y aumentar las posibilidades de éxito. Las
etapas siguientes consistieron, por una parte, en hacer que todos se
concentraran en solucionar los problemas que subsistían y en conseguir el
relevo de las jubilaciones en algunos lugares clave. La operación continuó su
curso.
Por otra parte, el estudio realizado dos años después de la aparición del libro
«Premio de Excelencia», mostraba un buen número de las sociedades citadas
a título de «ejemplo» y de «modelos» que estaban en dificultades. Por ello,
con humildad, pero también con confianza y esperanza respecto a lo que
hemos procurado, pensamos que la cuestión más importante es haber
permitido que todos los distintos actores de la empresa, a todos los niveles,
tensaran un poco más las riendas de su devenir. Quedan muchas cosas por
hacer, y no nos olvidamos de los ecos de las reivindicaciones escuchadas a lo
largo de las sesiones, pero el sonido de la frase «A ustedes se les paga para
hacer funcionar a sus patrones» que cada uno pudo escuchar varias veces,
resuena todavía, lo sabemos bien, en muchos oídos. A lo largo del tiempo, se
han puesto en marcha nuevas acciones y el proceso
sigue su curso.
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[25] Aznar, Botton & Mariot, «56 fiches d'animation créative» (Éditions
d'Organisation).
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