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FUNDAMENTACION:

Como todos sabemos en junio comienza el mundial de fútbol Rusia 2018 y


durante este mes captará la atención de millones y millones de personas. Es un
acontecimiento que también se vivirá en la escuela como una realidad
significativa para los niños y puede ser aprovechado para abordar contenidos
de diferentes áreas a través de un proyecto de trabajo.

Propósitos:

 Vivenciar el valor de la tarea colectiva.


 Apreciar las distintas manifestaciones culturales.
 Interpretar la información que brindan los diferentes medios de
comunicación.
 Usar la práctica deportiva para la adquisición de valores tales como la
solidaridad, la colaboración, el diálogo, la tolerancia, la igualdad de
género, la deportividad y el juego limpio.

Actividades:

-Preguntar para conocer las ideas previas de los niños … ¿qué es el fútbol?
(¿Ustedes juegan al fútbol, lo ven en la tele, de qué equipo son, ¿qué otros
equipos conocen? ¿Qué se necesita para que exista un partido de fútbol?
¿Cómo se puede improvisar?
 ¿Qué es el mundial? ¿Dónde se juega? (intentar tomar la idea de que muchos
países juegan en un país que los recibe y se eligió en el mundial anterior) ¿de
dónde son los países que juegan? Notar si los países le suenan por algo (la tele,
un viaje, de donde vinieron abuelos, un libro…)

-Marcamos en un mapa planisferio cada país (acercarnos a la idea continentes,


país, ubicación en mapas)
 Incorporar un globo terráqueo en la sala, ubicar nuestro país y otros conocidos
por los niños (porque allí nació alguno de los niños, o un abuelo, o porque han
escuchado hablar acerca de él..., etc.) Descubrir distancias relativas (que para
llegar hay que atravesar el océano, por ejemplo, o pasar por otros países), y
vinculado con el mundial, ubicar en el globo a los países participantes.
- Observar y comparar las distintas banderas de los países participantes
(clasificarlas según diferentes criterios: las que tienen escudos, estrellas,
soles, etc.).

Mapa de los 32 países participantes

País anfitrión: Rusia.

África: Nigeria, Egipto, Senegal, Marruecos y Tunez.

Sudamérica: Brasil, Uruguay, Argentina, Colombia y Perú. 

Asia: Irán, Japón, Corea del Sur, Arabia Saudita y Australia. 

Concacaf: México, Costa Rica y Panamá.

Europa: Alemania, Inglaterra, Bélgica, España, Polonia, Islandia, Serbia,


Francia, Portugal, Croacia, Suiza, Suecia y Dinamarca.

-Para elegir que animal representaría el mundial, se llevo a cabo una votación
entre estos tres tipos de animales,
-La docente les pedirá a los alumnos, que clasifiquen estos tipos de animales,
según el grupo que correspondan en el reino animal.

-Conocer a Zabivaka, la mascota del mundial, describirla, utilizando todas las


características trabajadas sobre los animales vertebrados e invertebrados en
las Ciencias Naturales.
-Deducir a qué animal representa (es un lobo) comparándola con fotos de
animales semejantes.
-Investigar características de ese animal. 

- Averiguamos mas sobre los lobos, y que tipos de lobos existen.

- Coloreamos la mascota.
- Inventar una historia a partir de este personaje.

- Conocer, observar y comparar las mascotas utilizadas en otros mundiales de


fútbol. Asociar cada mascota a la bandera del país que representa.
- Investigar características, costumbres, comida, bailes, música del país
anfitrión (se puede ver un fragmento de la película Río). Armar un afiche con
imágenes representativas.

- Inventar historietas a partir de fotografías sacadas de revistas o bajadas de


Internet con escenas de partidos de fútbol sugerentes.

ACTIVIDADES PARA EL ÁREA DE LENGUA Y LITERATURA

Para trabajar, entre otros temas, contenidos de geometría desde la literatura


pueden utilizar el vídeo cuento "A rodar que todo rueda"
Por esta época mi papá toma actitudes extrañas, pero en casa ya nos
hemos acostumbrado.
Papá va al mercado y trae una bolsa llena de uvas, limones, manzanas,
papas, cebollas… Mamá dice:
– ¡No trajiste nada de lo que te pedí! ¿Y las bananas, la lechuga, el
perejil, las zanahorias…?
– No sé -dice papá mientras da cabezazos a los limones y los acomoda en
la frutera o emboca de taquito las cebollas en el canasto de las verduras.
Lo bueno es que mamá no tiene que pensar qué comida preparar, porque
papá almuerza todos los días albóndigas con papas noiset y los mates los
acompaña con unos buñuelos riquísimos que prepara la abuela o compra
berlinesas en la panadería. Cuando vamos al kiosco pide caramelos media
hora, ¡y más vale que tengan, porque si no nos tenemos que recorrer la
ciudad buscando caramelos redonditos!
A mamá con el correr de los días se le empieza a inflar la cara como un
globo que está a punto de reventar y papá no se da cuenta que es porque
está cansada con esta historia de que todo en su vida tiene que tener
forma de pelota.
Hasta los mimos de papá cambian.
– Ay qué lindos cachetitos redonditos, parecen una…
– ¡Ya sé una pelota! –dice enfadada mami.
– ¿Cómo te diste cuenta que iba a decir eso? -pregunta papi poniendo cara
de sorpresa.
Mamá se muerde los labios y dice “aaammm”. Papá la abraza:
– ¡Venga para acá mi media pelota!
– ¡Tu media naranja! –lo corrige mamá.
Él acepta gustoso la corrección porque las naranjas también ruedan.
Lo que se pone complicado por esta época es que papá nos ayude -a mí y a
mi hermanito- a hacer los deberes. A Martín le enseña las letras así:
– La P es un palito con pelota, la Q es una pelota con palito, la D es
media pelota y la reina de las letras es la O ¡porque es una pelota
perfecta!-dice entusiasmado papá.
El resto del abecedario no se lo enseñó y con los números pasó lo mismo,
le mostró el 6, el 8, el 9 y por supuesto el 0.
Todo esto sucedía con cierta naturalidad en casa, hasta la tarde que
llegué de la escuela preocupada porque no había entendido nada de un
tema que la seño nos dio. Dejé la mochila y dije:
– ¡Hoy tengo que saber cuáles son los parientes de las palabras!
– ¿Qué? –dijo mamá con gesto de entender menos que yo, y eso que ella
es grande.
Después de mirar el cuaderno y llamar por teléfono a un compañerito,
mamá entendió qué tenía que hacer y se lo explicó a papá para que me lo
enseñara a mí, porque ella se iba a gimnasia acuática. Cuando nos
quedamos solos con papi hicimos tranquilos la tarea.
– Vamos a escribir la familia de la palabra pelota: pelotita, pelotero,
pelotazo…
Y así seguimos con flechitas pintadas con fibras de colores que unían a los
familiares entre sí. La tarea estaba terminada pero papá se inspiró en la
palabra gol y emocionado decía “gol, goleada, golazo, goleador, Ma…
Maradona…” ¡Y una lista de goleadores que ocupó como diez renglones!
Yo guardé el cuaderno en la mochila, pero cuando vino mamá antes de
cenar quiso ver lo que habíamos hecho.
– ¡Qué es esto!, ¡qué es esto! –gritaba.
– ¿Qué pasa querida?, ni que hubiéramos hecho un gol en contra –dijo
chistoso papá.
Intenté explicarle a mami:
– Escribimos sobre la familia de …
– ¿Familia? ¡Qué familia tengo yo! -decía mamá mientras borraba con
tanta fuerza que desintegró la goma e hizo un agujero en la hoja.
– Con lo lindo que había quedado -se lamentó papá espiando por el
agujero- lo único bueno que el orificio es redondo como si lo hubiera
traspasado…
– ¡Una pelota! –dijimos a coro con mi hermanito.
Mamá después de este episodio hizo una reunión familiar (de humanos no
de palabras) y dijo:
– Si esto sigue así, hasta que pase el mundial me voy a vivir a una casilla
rodante.
Terminó de decir la frase y al ver la cara de felicidad de papi se dio
cuenta del error.
– ¡Magnífica idea! –gritaba papá mientras daba vueltas carnero y como un
bicho bolita recorría el comedor- ¡toda la familia nos vamos a vivir a una
casita que rueda!
Y así lo hicimos. Hasta que termine el mundial de fútbol en casa todos
vivimos sobre ruedas redondas que ruedan como una pelota y, por lo que
veo por la ventanilla durante los entretiempos, todo el mundo anda sobre
pelotas que ruedan redondas como ruedas de una casilla rodante.
 Para trabajar valores sobre la deportividad y la tolerancia, vamos a leer
este cuento de Pedro Pablo Sacristan

Furmiga, el fútbol de las hormigas

Por aquellos días, el gran árbol hueco estaba rebosante de actividad. Se


celebraba el campeonato del mundo de furmiga, el fútbol de las hormigas, y
habían llegado hormigas de todos los tipos desde todos los rincones del mundo.
Allí estaban los equipos de las hormigas rojas, las negras, las hormigas aladas,
las termitas... e incluso unas extrañas y variopintas hormigas locas; y a cada
equipo le seguía fielmente su afición. Según fueron pasando los partidos, el
campeonato ganó en emoción, y las aficiones de los equipos se fueron
entregando más y más, hasta que pasó lo que tenía que pasar: en la grada, una
hormiga negra llamó "enanas" a unas hormigas rojas, éstas contestaron el
insulto con empujones, y en un momento, se armó una gran trifulca de antenas,
patas y mandíbulas, que acabó con miles de hormigas en la enfermería y el
campeonato suspendido.

Aunque casi siempre había algún problema entre unas hormigas y otras, aquella
vez las cosas habían llegado demasiado lejos, así que se organizó una reunión
de hormigas sabias. Estas debatieron durante días cómo resolver el problema
de una vez para siempre, hasta que finalmente hicieron un comunicado oficial:

"Creemos que el que todas las hormigas de un equipo sean iguales, hace que las
demás actúen como si se estuvieran comparando los tipos de hormigas para ver
cuál es mejor. Y como sabemos que todas las hormigas son excelentes y no
deben compararse, a partir de ahora cada equipo de furmiga estará formado
por hormigas de distintos tipos"

Aquella decisión levantó un revuelo formidable, pero rápidamente aparecieron


nuevos equipos de hormigas mezcladas, y cada hormiga pudo elegir libremente
su equipo favorito. Las tensiones, a pesar de lo emocionante, casi
desaparecieron, y todas las hormigas comprendieron que se podía disfrutar del
deporte sin tensiones ni discusiones.

 Y para recrearnos con un hermoso relato de fútbol para "grandes" en


donde se resaltan los buenos valores de este deporte, vamos a leer Como
en el barrio

COMO EN EL BARRIO

En los octavos de final...un cuento de fútbol

Con Agripino somos amigos hace muchos años, de pibes, de la época que
mamá nos hacía la pelota de trapo y salíamos a jugar al baldío. Después
de mucho pedir a los Reyes, a su Ángel de la Guarda y a cuanta persona
le preguntara ¿qué querés para tu cumpleaños?, finalmente le llegó a mi
amigo el esperado regalo de manos de su tío: una número 5 de cuero
impecable.
Los primeros días Agripino no la quería prestar, ni él la usaba, la limpiaba
con un trapito y la tenía guardada debajo de su cama. Para mí que dormía
con ella, pero nunca lo confesó porque lo íbamos a cargar toda la vida. Yo
estaba desesperado por jugar con una pelota de verdad, como la de los
jugadores profesionales, así que tenía que convencerlo de que la sacara
que no se iba a engripar.
– Dale che, traé la pelota, dale…Sabés la de amigos que vas a tener,
hasta el Roberto va a querer jugar con vos y vas a poder decidir todo,
pero todo eh, hasta cuánto dura el partido, porque si vas perdiendo te
llevás la pelota y se acabó.
Esas y otras cosas le decía todos los días mientras nos aburríamos
sentados en el cordón y la pelota seguía debajo de la cama. Él también
tenía muchas ganas de jugar con la de cuero, hacía más de siete años que
la pedía, mientras tanto los bollitos de papel, piedritas, cascotes, las
frutas caídas de los árboles…cualquier cosa que encontráramos en el suelo
era una bendición del cielo que nos permitía armar un partido.
Finalmente, después de una de las largas peroratas que le hacía sobre las
bondades de ser el dueño de la pelota, la sacó. Qué tesoro hasta
entonces inalcanzable, brillaba más que el sol del verano, ese que te
enceguece y tenés que cerrar los ojos. Pero nosotros, y no es por
agrandarme eh, podíamos jugar con los ojos cerrados, hasta sonámbulos.
A la pelota no la veíamos, la olfateábamos, la presentíamos. Eso que dicen
que tienen las mujeres, el sexto sentido, eso teníamos nosotros cuando
jugábamos. Del Agripino y de mí les hablo, el resto del grupo era bueno
pero necesitaba ver, nosotros de espaldas al arco sabíamos de qué lado
estaba el arquero, y preveíamos para dónde se iba a tirar. Agripino me
hacía un guiño como si estuviéramos jugando al truco y yo sin mirarlo
-para despistar a los del otro equipo- sabía con absoluta certeza que me
estaba por dar el pase y llegaba a mis pies mansita la pelota, como un
caballo que si lo sube otro corcovea, pero con Agripino y conmigo estaba a
gusto, y no era para menos, después de cada partido la limpiábamos y
quedaba como recién comprada.
Agripino la llevaba siempre debajo del brazo y la acariciaba, como hacen
algunas señoras con esos perritos chiquitos con olor a perfume, que los
llevan a la peluquería, igual, la escena era la misma, si hasta en invierno
mi abuela le tejió una bolsa de lana donde la metíamos. Nosotros
andábamos sin medias, nos tenían que obligar a bañarnos con el agua
helada de la bomba, pero a la Gordi -así la llamábamos- la cuidábamos
como si se fuera a enfermar.
Ni les cuento en un mes la cantidad de amigos que hizo Agripino, incluido
el nariz parada de Roberto y otros que vivían sobre la avenida, que ni
sabíamos sus nombres, pero también venían a jugar. Estaban de incógnito
porque si sus padres los veían jugando con nosotros se les armaba.
Agripino pasó de ser “el piojoso” a “el dueño de la Gordi”, porque todos le
llamaron así a la pelota de cuero.
Armábamos dos equipos bien definidos: los que vivían sobre la avenida y
los de la calle de tierra. Ahora pienso que ganar era más que ganar un
partido, era ganar el asfalto. Los botines y las alpargatas se unían en el
partido y acortaban las distancias.
Mamá estaba extrañada, cada vez que iba a jugar al fútbol me mojaba la
cabeza tratando de dominar mis pelos duros y preguntaba una y otra vez:
– ¿Y también juega con ustedes el hijo del dotor Mamfredi? ¿Y el nene de
la maestra, de la señorita Salvatierra?
– Sí, mamá. Sí mamá -contestaba a desgano sin tener idea de quiénes me
hablaba, mientras ella me peinaba como si fuera mi casamiento.
Lo peor era escuchar las recomendaciones:
– Por favor comportate, no vas a pegar patadas y dejar a alguno de esos
chicos rengo, y ojo con la boca que ya te conozco como sos cuando te
enojás, y si se arma lío te venís para las casas.
– Sí mamá. Sí mamá -repetía suavecito porque si la vieja se enojaba me
quedaba sin jugar.
Las madres de antes y las de ahora se parecen en eso, si se enojan lo
primero que te sacan es el fútbol.
Mamá decía "¿cómo esos chicos que tienen plata para tener muchas
pelotas como esa vienen a jugar con ustedes...?" Ella no entendía que en
un baldío donde le andábamos esquivando a los cardos, los charcos y los
perros era más emocionante el juego.
Fue por esas tardes de siesta y pelota que pasó un episodio por lo que
terminé tomando la Comunión.
El Patas Largas de la Avenida (así los identificábamos: el Rubio, el Pelo
Parado, el Sin Diente…y siempre el agregado “de la Avenida”), propuso que
fuéramos a jugar a la canchita de la escuela que él iba, quedaba como a
veinte cuadras, dijo que no había problema porque los curas a esa hora
dormían la siesta. Y fuimos. Lo que no sabíamos es que teníamos que
saltar un tapial altísimo y era imposible, eso que con Agripino estábamos
más acostumbrados a trepar árboles que a caminar por el piso. El Patas
Largas de la Avenida conocía a la perfección el colegio, nosotros éramos
visitantes.
– Vengan por acá que hay una puertita que a esta hora está abierta
porque traen la mercadería.
– ¿Y por qué entran por acá? –preguntó Agripino
– Porque está el comedor, así que hagan silencio porque nos pueden ver.
Entramos. Sudé más que en los partidos, teníamos que contener la
respiración y hasta era peligroso el ruido de las alpargatas cuando rozan
el suelo.
Valió la pena el terror. La canchita parecía un estadio monumental, de
esos en los que juegan los equipos profesionales, hasta gradas había
alrededor porque -según nos contó el Sin Diente de la Avenida- “acá se
juegan intercolegiales y viene gente de todo el país”. Nosotros se lo
creímos porque in-ter-co-le-gia-les sonó importante, pero no quise
preguntar qué quería decir para no pasar por burro. Con Agripino
estábamos tan asombrados con lo que veíamos que los otros cada vez se
agrandaban más con las explicaciones y ni unos ni otros vimos ni
escuchamos nada, porque la percepción que teníamos con mi amigo solo
funcionaba cuando jugábamos al fútbol. Cuando vi que el Patas Largas se
achicó varios centímetros como para desaparecer entendí que algo pasaba.
– El padre Carlos, estoy muerto –dijo el Patas Largas, que en ese momento
quedó petisito.
Un sacerdote se acercaba haciendo volar la sotana. Cruzó la cancha y se
detuvo en el centro. Nos hizo una seña con el dedo para que fuéramos
hacia donde él estaba. Obedecimos. Me temblaba la panza, sí, sola latía,
como si el corazón hubiera bajado a los intestinos. El cura tenía la espalda
ancha y ojos oscuros. Nos devoró con la mirada y caminó alrededor de
nosotros inspeccionándonos. Cuando pasó al lado del Patas, dijo:
– Mamfredi, Mamfredi.
Así me enteré el apellido y que era el hijo del doctor del que tanto
hablaba mamá.
Después con otro gesto le pidió la pelota a Agripino. Ese momento fue
tremendo, era la despedida de la Gordi, presentíamos que no la íbamos a
ver más. Yo tenía ganas de llorar y a Agripino se le cayeron las lágrimas
cuando la entregó. Él me jura que no, hasta hoy dice que no, pero lo vi,
hasta le temblaba el labio inferior por aguantarse de no llorar a los gritos
como hacen las mujeres, de no suplicar “déjeme a mi Gordi, por favor “.
El cura puso la pelota en el piso y nos miraba desafiante, “y ahora quién
me la saca, quién se atreve” –decía el pie firme sobre la de cuero.
¡Quién se la iba a sacar!, lo que queríamos era irnos por la puerta,
saltando el tapial o volando desde el campanario, pero irnos. Entonces el
Padre Carlos habló:
– Mamfredi, ¿usted fue el de la idea?
– Sí, Padre.
– ¿Y el resto estuvo de acuerdo?
– Sí…sí…-casi inaudible la confesión sin confesionario.
Pensé en todas las oraciones que me iba a tener que aprender, en las
horas que iba a tener que pasar arrodillado en el maíz y todo eso era
mejor a que mi madre se enterara, y el doctor que era el padre del Patas
y la señorita Salvatierra y…todos pasaron por mi cabeza, entonces sentí
un arrepentimiento feroz, una debilidad que me decía “echale las culpas a
los de la Avenida”. Pero la voz del Padre me salvó de ser un traidor.
– ¡Y si han venido a jugar juguemos entonces –gritó el cura- vos Mamfredi
al arco y el que pueda que me saque la pelota!
Un espectáculo celestial se desarrollaba ante mí. El Padre se arremangó la
sotana que volvió a flamear como las banderas en la cancha mientras
gambeteaba como solo en mi barrio sabíamos hacerlo

ACTIVIDADES PARA EL ÁREA DE PLÁSTICA


Actividad de cierre:

Este metegol es una excelente idea que encontré, está construido con una caja
de frutillas y envases de yogur bebible. Los niños podrán ayudar a su armado
pintando la cancha y los jugadores.

Trofeos para los ganadores

Estos trofeos están armados con material reciclable: botellas plásticas y potes
de mermelada, dulce de leche o similar. Podrán ver los detalles de su
confección en: http://latartuaraverde.blogspot.com.ar
primero tanteo un poco, visualizo como pueden quedar, y manos a la obra, corto
trozos de plástico duro para ponerle asas a algunas, una vez que me gusta lo
que veo, lo pego con silicona, y le fijo las asas con encuadernadores.

aquí están los futuros trofeos, así que están preparados para una mano de
empapelado, y listos para pintar!!!

y aquí están secándose para los últimos retoques.

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