Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2.3. El pueblo: el nuevo crucificado
Ante esto, la pregunta que surge es: ¿Cuáles son hoy los medios
adecuados para que nuestra Iglesia, fiel a sí misma y a su tradición, sea para
los hombres sacramento de salvación? Para nuestro teólogo, estos medios
no tienen que ser algo novedoso; basta con que la Iglesia recupere la
totalidad del Evangelio y del Jesús histórico; que anuncie la totalidad del
mensaje a las personas a quienes quiere salvar, y al mundo en el que esas
personas deben salvarse; y que profundice desde el Evangelio en los signos
de los tiempos, para descubrir cuáles son las formas concretas que debe
adoptar para que sea creíble y eficaz el mensaje de salvación (60). En este
sentido hay que decir que no todo en la Iglesia es de hecho salvífico. De
todos es conocido que muchas de las acciones de la Iglesia han conducido y
conducen a la condenación (61).
Por tanto, para nuestro propósito no basta con afirmar que la Iglesia es
el lugar histórico de la salvación. Aunque aceptemos que, por voluntad de
Jesucristo y por asistencia del Espíritu, la Iglesia visible e histórica sigue
manteniendo ese carácter excepcional de lugar de la salvación, hay que
preguntarse qué de esa Iglesia histórica está en capacidad de serlo,o bien,
qué de esa Iglesia histórica lo está contradiciendo (62).
Podemos finalizar con dos textos de nuestro autor, en los que eleva un
verdadero canto a la Iglesia de los pobres como depositaria de la salvación:
NOTAS:
(5) Ibid., 8. Sobre esto mismo, cf. L. BOFF, o.c., 91-95; 113-123.
(6) Ibid., 13-14.
(9) Cf. ibid., 206. Resulta imposible detenerse para analizar las
inmensas connotaciones que el concepto teológico "pobre" provoca en el
pensamiento de nuestro autor. Me limito a ofrecer alguna bibliografía en
donde aborda el tema de forma específica: I. ELLACURÍA, La Iglesia de
los pobres, sacramento histórico de liberación, en I. ELLACURÍA - J.
SOBRINO (eds), ML, II, 127-154; id., La teología como momento
ideológico de la praxis eclesial: EstEcl 207 (1978) 457-476; id., La Iglesia
y las organizaciones populares en el Salvador: ECA 359 (1978)692-702;
id., Las bienaventuranzas como carta fundacional de la Iglesia de los
pobres: Diak 19 (1981) 56-69; id., Los pobres: lugar teológico en América
Latina: MisAb 4/5 (1981) 225-240; id., El auténtico lugar social de la
Iglesia: MisAb 1 (1982) 98- 106; id., Las Iglesias latinoamericanas
interpelan a la Iglesia de España: ST 826 (1982) 219-230; id., Pobres, en
C. FLORISTÁN - J.J. TAMAYO (eds), Conceptos Fundamentales del
Cristianismo (CFCr), Madrid 1993, 1043-1057; id., Luces y sombras de la
Iglesia en Centroamérica: RazFe 208 (1983) 16-26; id., La teología de la
liberación frente al cambio socio-histórico de América Latina: RLT 12
(1987) 241-264; id., Jesús, la Iglesia y los pobres, en I.
ELLACURÍA, Teólogo mártir por la liberación del pueblo, Madrid 1990,
157-167; id., El pueblo crucificado, signo de los tiempos: SelTeo 29 (1990)
243-246.
(14) No hay que decir que el concepto de "Pueblo de Dios" tiene una
inmensa riqueza, tanto bíblica como teológica. Ambas dimensiones han
sido reflexionada ampliamente por nuestro autor: Cf. I. ELLACURÍA, La
Iglesia que nace del pueblo por el Espíritu: MisAb 1 (1978) 150-158;
id., Una buena noticia: la Iglesia que nace del pueblo latinoamericano:
ECA 353 (1978) 161-173; id., El verdadero Pueblo de Dios, según
Monseñor Romero: SelTeo 84 (1982) 350-359; id., Aporte de la Teología
de la Liberación a las religiones abrahámicas en la superación del
individualismo y del positivismo: RLT 10 (1987) 3-27.
(19) Uno de los motivos por los que aún no se ha podido eludir
satisfactoriamente esta amenaza estaría en la negación del espíritu y de la
libertad en el marco institucional. Cf. Conversión...,12.
(22) Cf. ibid., 414. Para nuestro autor existe un signo que es más
perceptibles que otros, y a cuya luz deben iluminarse los demás. Ese signo
es siempre el "pueblo históricamente crucificado". (Cf. id., El pueblo
crucificado signo de los tiempos: SelTeo 29 (1990) 243-246; id., Discernir
el signo de los tiempos: Diak 17 (1981) 57-59). A propósito del primer
artículo J. Sobrino afirma: En mi opinión Ellacuría está usando el concepto
"signo" (de los tiempos) no sólo en su acepción histórico-pastoral como
aquello que caracteriza una época (cf. GS 4), sino también en su acepción
histórico-teologal como lugar de presencia de Dios o de sus planes (cf. GS
11). Con esto se quiere afirmar, teológicamente, que el mismo Dios está
presente en el pueblo crucificado, y al hacer uso de esa radical
teologización se afirma también la ultimidad de la tragedia histórica ( J.
SOBRINO, Ignacio Ellacuría, el hombre y el cristiano, en Ignacio
Ellacuría el hombre, el pensador, el cristiano, 21). Sobre el concepto de
«signos de los tiempos» y su uso casi inflacionístico en la teología actual,
puede verse el amplio trabajo de X. QUINZÁ LLEÓ, Signos de los
tiempos. Panorama bibliográfico: MisCom 49 (1991) 253-283.
(25) Cf. ibid., 415-417. Dice J. Sobrino que el pecado del mundo es lo
que da muerte, lo que dio muerte a Jesús y lo que sigue dando muerte al
pueblo crucificado. (Cf. El pueblo crucificado, en J. A. GIMBERNAT- C.
GÓMEZ (eds), La pasión por la libertad. Homenaje a Ignacio Ellacuría,
Estella 1994, 165; también en Jesucristo liberador, Madrid 1991, 321-342).
Ellacuría denuncia el carácter pecaminoso de la situación latinoamericana
en estos términos: Una situación que no permite a la mayoría ser personas
y vivir como personas por estar sojuzgada y aplastada por necesidades
vitales fundamentales; una situación de injusticia institucionalizada que
impide positivamente la fraternidad entre los hombres; una situación
configurada por modelos de la sociedad capitalista y de la sociedad de
consumo, que impiden la solidaridad y la trascendencia cristiana; una
situación en la que el mundo y la sociedad son la negación de la esencia
amorosa de Dios como realidad última fundante de toda realidad; una
situación en la que no aparece la imagen encarnada de Cristo sino más
bien la negación permanente de esa imagen; una situación de tales
características, desde el punto de vista cristiano, no tiene más que un
nombre: pecado. (Liberación: misión y carisma..,73).
(26) Ibid.
(32) Cf. id., La Iglesia que nace del pueblo por el Espíritu,
en Conversión de la Iglesia..., 68- 76. Estas páginas fueron publicadas
anteriormente con el mismo título en MisAb 1 (1978) 150-158; y en Serv
83/84 (1978) 551-564.
(72) Cf. id., La Iglesia que nace del pueblo por el Espíritu: MisAb 1
(1978) 150-158.