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ALUMNO: Amoz Hidalgo Acosta

GRUPO: Lic. En Teología en Línea

MATERIA: Teología Contemporánea

DOCENTE: Dr. Pedro Arcos

ACTIVIDAD: Elabora un ensayo en donde esgrimas argumentos bíblicos-


teológicos y prácticos sobre la pertinencia del ecumenismo como una vía
conducente para el cumplimiento efectivo de la Missio Dei.

HERMOSILLO, SONORA, A 19 DE MAYO DEL 2021.


UNA TEOLOGÍA ECUMÉNICA DESDE UNA PERSPECTIVA PAULINA

Introducción:
A manera de plataforma, sobre la cual habremos de argumentar en los
siguientes párrafos, primeramente, debemos explicar lo que se entiende por
“Ecumenismo” puesto que la desinformación al respecto, por mucho tiempo, dentro
de nuestras comunidades de fe de corte pentecostal, a menudo se tomaba como
equivalente a “una religión universal”, por lo tanto, es necesario, redefinir nuestro
concepto y hacer una relectura de nuestra praxis misional. Aunado a lo comentado
anteriormente, también debemos aclarar que “Ecumenismo” no es la validación de
todas las religiones del mundo conviviendo en fraternidad como si fuera lo mismo el
budismo, el islam o el cristianismo, por supuesto que no. Sino más bien, es entender
que todas aquellas denominaciones o instituciones religiosas, que comparten un
núcleo doctrinal común (Catolicismo Romano, Anglicanismo, Luteranismo,
Calvinismo, Arminianismo, Bautistas, Pentecostales, etc) pese a las divergencias
secundarias, juntos podemos hacer frente a las problemáticas sociales de nuestro
tiempo, pero sobre todo desde nuestro punto de convergencia; Cristo Jesús.
Desarrollo:
Gibellini, en su obra; “La Teología del siglo XX”, en el capítulo referente a la
Teología Ecuménica, al hacer mención de Yves Congar menciona lo siguiente:
“Congar muestra el múltiple valor de esta categoría; valor histórico, en cuanto que
subraya la continuidad de la iglesia con Israel e introduce un elemento dinámico en
la comprensión de la Iglesia, que es vista como un pueblo que tiene una vida y está
en camino hacia un término fijado por Dios” (Gibellini.1998.222). Aquí hay mucho
que comentar, primero que Congar ubica a la iglesia dentro de un marco histórico,
y segundo, dicho marco histórico está vinculado con Israel. Tercero, Congar no
coloca una primacía sobre Israel o sobre la Iglesia, sino que ambos están vinculados
dentro del propósito de Dios. De tal forma que la misión de Israel es cumplida de
forma universal en Cristo Jesús a través de su Iglesia. Por lo tanto, estamos
hablando ya de términos ecuménicos, cuando la expresión “pueblo de Dios” ya no
solo es aplicado a un linaje hebreo sino a toda persona de toda lengua, tribu y nación
que ha venido a los pies de Cristo.
Hablemos ahora de Pablo, en la carta a los Romanos abre el capítulo 11 con
la siguiente pregunta; “Digo pues, ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna
manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la
tribu de Benjamín” (Romanos 11:1 RV60). Cuando analizamos el contexto histórico
y cultural del primer siglo, Pablo entiende que ahora en Cristo, la expresión “pueblo
de Dios” que antes era atribuida al pueblo del pacto (la nación de Israel) ahora, en
Cristo Jesús podría ser aplicado a los gentiles. Por eso enfatiza, “En ninguna
manera, porque también yo soy israelita”, es decir, que antes de Cristo, y dentro de
los parámetros interpretativos de la Tanaj, solo el pueblo hebreo se sobreentendía
así mismo como un pueblo especial por encima de los otros pueblos, porque ellos
eran el pueblo de la alianza, el pueblo Santo, el pueblo que había recibido la ley por
medio de su profeta Moisés, sin embargo, Pablo también advierte, que aunque
ahora (en Cristo) hasta los gentiles son llamados “pueblo de Dios”, eso no quiere
decir que Dios haya desechado a la nación de Israel, tampoco quiere decir que
ahora Dios tiene un nuevo pueblo, y eso es precisamente lo que Congar también
puntualiza de la iglesia y su relación con el pueblo de Israel.
Muchas veces se ha mal interpretado la posición que tiene la iglesia para con
el pueblo judío, sobre todo cuando se interpreta Las Escrituras desde una lente
dispensacionalista, que dicho sea de paso, por eso por mucho tiempo dentro de
nuestras congregaciones se predicó que Dios tiene dos pueblos (la iglesia e Israel)
y que por lo tanto tiene dos planes (uno para la Iglesia y otro para Israel)
subsecuentemente, dos venidas una en secreto y otra visible (una para la iglesia y
otra para Israel). Sin embargo, cuando vamos a la referencia Paulina encontramos
lo siguiente: “Si las primicias son santas, también lo es la masa restante y si la raíz
es santa, también lo son las ramas. Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas
y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas y has sido hecho
participe de la raíz y de la rica savia del olivo” (Romanos 11:16-17 RV60). Pablo es
claro y directo, si hay un pueblo santo es el pueblo de Israel, no porque ellos lo sean
por méritos propios sino porque Dios por medio de la alianza del pacto, los consagró
como pueblo suyo. Además, si la iglesia (en Cristo) es llamada “Santa” o “pueblo de
Dios” es precisamente porque antes, dichos adjetivos fueron atribuidos por Dios a
Israel, y para clarificar más el asunto, Pablo a manera de metáfora, explica que los
gentiles son ramas de olivo silvestre injertados en la raíz y la rica savia del olivo (el
pueblo de Israel). De tal forma, que no son dos olivos ni tampoco se trata de la
sustitución de un olivo por otro, sino más bien del mismo olivo, pero con ramas
injertadas de olivo silvestre. Por lo tanto, la dignificación de la Iglesia se encuentra
en la piedra angular, la cual nos ha injertado en el pueblo santo de Dios.
Recordemos que este ensayo, tiene como propósito, presentar argumentos
bíblicos, teológicos y prácticos sobre la pertinencia del ecumenismo como una vía
conducente para el cumplimiento efectivo de la Missio Dei. Por lo tanto, he partido
desde el abordaje de Congar, respecto al entendimiento de la Iglesia como una
continuidad de Israel, pero sobre todo porque Congar hace énfasis en el valor
histórico de la Iglesia y su vínculo inherente con el pueblo de la alianza. Entendiendo
que la Missio Dei de la nación de Israel, como pueblo Santo alcanzó su punto
culmen con la iglesia de Cristo. Es por eso, que después, hemos hecho un breve
recorrido por algunos pasajes paulinos (Romano y Efesios) como referencias
bíblicas para entender mejor lo que Congar ya antes nos había mencionado, y que
habíamos puesto como punto introductorio en nuestro desarrollo. Es por eso, que
hasta este punto ya hemos clarificado algo, la iglesia y el pueblo de Israel no tienen
un plan por separado en la Missio Dei, y por lo tanto, ni Israel ni la Iglesia tiene una
supremacía por encima del otro.
Conclusión:
Finalmente podemos decir que argumentos populares que se oyen entre las
voces de ciertas comunidades de fe, como; “esta es la iglesia verdadera”
(adventistas), “esta es la iglesia que fundó Cristo” (católicos), “en esta iglesia si está
el Espíritu Santo” (pentecostales), etc. Caen por su propio peso. No se trata de una
verdad que esté sujeta a una doctrina o una determina institución religiosa, no se
trata de una verdad que tenga derechos de propiedad en determinada
congregación, no se trata de cual es una iglesia viva o muerta desde parámetros
carismáticos, se trata de una iglesia que está formada por personas de todo linaje y
de todo color, se trata de miles de personas lavadas y compradas a precio de
sangre, se trata de un iglesia universal (católica) y por lo tanto (ecuménica). Católica
porque no está sujeta a un lugar y ecuménica porque está abierta a todo aquel que
cree en el evangelio y en la obra de Cristo Jesús. Por lo tanto, el ecumenismo como
teológica practica es pertinente a nuestros días para recuperar el amor de Dios
hacia el prójimo, sin importar que sea de otra denominación, sin importar que no
sea incluso de la iglesia de Dios, siempre y cuando nuestro punto de convergencia
sea Cristo. Recordemos, que el ejemplo para esto lo tenemos en el vínculo que se
da entre la Iglesia e Israel, aunque la iglesia no guarda el Sabath ni es circuncidada,
la piedra angular y el punto de convergencia es cristo, y, por lo tanto, aunque no
esté sujeta a la ley de Moisés si está sujeta a la ley de Cristo, por eso es llamada
“pueblo santo”. De esta forma, el ecumenismo se debe basar en el núcleo central
de fe que es Cristo y no en las periferias divergentes entre un grupo y otro.

Referencia Bibliográfica:

• Gibellini, Rosino. (1998) Teología del Siglo XX. España. Sal Terrae.
• RV60

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