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NOMBRE: MARÍA JOSÉ MONTOYA MARÍN.

EUTANASIA Y HOMICIDIO POR PIEDAD: UN MISMO OBJETIVO,


DIFERENTES ACEPTACIONES.

Inicialmente, el término eutanasia, hace referencia a las "acciones realizadas por


otras personas, a petición expresa y reiterada de un paciente que padece un
sufrimiento físico o psíquico como consecuencia de una enfermedad incurable y
que él vive como inaceptable, indigna y como un mal, para causarle la muerte de
manera rápida, eficaz e indolora". De ahí se desprenden dos tipos de eutanasia.

Del tipo de acciones que se tomen para que se produzca la muerte surge la
diferencia entre eutanasia activa y eutanasia pasiva.

La primera de ellas hace referencia a las acciones que producen "una muerte que
no hubiera ocurrido sin las mismas", explica Enrique Sánchez Jiménez, profesor
de Filosofía del Derecho de la Universidad de Sevilla, en su libro "La eutanasia
ante la moral y el derecho".
La eutanasia pasiva, en cambio, se refiere a la supresión o no aplicación de
medidas que mantienen o pueden mantener a una persona con vida, la cual
fallece como consecuencia de estas decisiones.

El 20 de abril del 2015 se reglamentó la eutanasia en Colombia, hay que tener en


cuenta que desde 1997 la Corte Constitucional había declarado que “podrá
derivarse responsabilidad penal para el médico que ayude a un enfermo terminal a
morir dignamente”.

Sin embargo, una cosa es la reglamentación y otra que esta se cumpla, las cifras
indican que desde el 2015 cerca de 40 personas habrían accedido al
procedimiento, pero al menos otras 40 estarían a la espera de encontrar un
médico dispuesto a llevarlo a cabo.
La reglamentación ordena que las EPS cuenten con un grupo interdisciplinario de
expertos preparados para atender la solicitud de un paciente que desea ejercer el
derecho a morir dignamente, sin embargo, ante la actual crisis en la salud que se
presenta y las cuestiones morales de algunos doctores, impiden que los
colombianos accedan con facilidad a este derecho.

Por su parte, el homicidio asistido se encuentra definido en la sentencia c-


239/1997 como “El homicidio por piedad, según los elementos que el tipo
describe, es la acción de quien obra por la motivación específica de poner fin a los
intensos sufrimientos de otro. Doctrinariamente se le ha denominado homicidio
pietístico o eutanásico. Por tanto, quien mata con un interés distinto, como el
económico, no puede ser sancionado conforme a este tipo. Se confunde los
conceptos de homicidio eutanásico y homicidio eugenésico; en el primero la
motivación consiste en ayudar a otro a morir dignamente, en tanto que en el
segundo se persigue como fin, con fundamento en hipótesis seudocientíficas, la
preservación y el mejoramiento de la raza o de la especie humana.

Y también se encuentra en el código penal colombiano en el art. 326, el cual dice


“"Homicidio

por piedad. El que matare a otro por piedad, para poner fin a intensos sufrimientos
provenientes de lesión corporal o enfermedad grave o incurable, incurrirá en
prisión de seis meses a tres años". De su simple lectura, resulta que este precepto
no requiere expresamente del pedido ni del consentimiento del sujeto pasivo para
que se tipifique tal delito, contemplando dos hipótesis propias (la solicitud y
anuencia de la víctima y su falta de expresión de voluntad), e implícitamente, una
tercera: su oposición a ser asesinado.

Contraria a la eutanasia que siempre es voluntaria, siendo además que dicho


artículo 326 comprende claramente otros casos (p.ej., si por causa de un
accidente de tránsito un conductor quedase aprisionado en su automóvil, entre
fragmentos metálicos, inconsciente, mutilado y calcinado, pero vivo, y alguien, por
compasión, lo matase con algunos disparos de un arma de fuego, la tipificación
del HP se encuentra fuera de duda), es también aquí clara la diferencia entre la
eutanasia.

Ahora bien, en su sentencia C-239/1997 (20/5/1997), la Corte Constitucional de


Colombia, además de declarar la exequibilidad de dicho artículo 326, por mayoría
y mucho más allá de tal cuestión justiciable, otorgando una especial relevancia a
la voluntariedad y al consentimiento informado dado por un enfermo lúcido, en
estado terminal y acosado por dolores y sufrimientos insoportables, para proceder
a una práctica eutanásica por él requerida, estableció que, conforme a la
reinterpretación de la normativa penal que la Constitución de 1991 obligaba a
efectuar, no puede haber oposición a la decisión y solicitud expresa de ayuda para
morir formulada por dicho paciente, elevándola a causal de atipicidad si el sujeto
activo es un médico. Por lo cual en tales circunstancias no existe responsabilidad
para el médico que acoja tal petición, ya que su conducta resulta justificada y
queda excluida del artículo 326, no siendo punible.

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