Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Salakaná
El Canto del Río
Salakaná, El Canto del Río.
1a edición. Buenos Aires, 2020
Autor:
Juan Francisco Soulas
www.juanfransoulas.wixsite.com/salakana
Ilustraciones:
Mariela Bianchi
www.maryelabianchi.com
Diseño:
Margarita de Forteza
www.margaritadeforteza.com
Impreso en la Argentina
ISBN 978-987-86-5641-0
Juan Chenlo
La Tormenta
Desesperados los aldeanos en plena huida vieron algo que les llamó la
atención. En medio de la tormenta vieron salir de entre las copas de
los árboles un hilo de humo que se fundía con las nubes en lo alto. De
pronto, alguno gritó: “El viejo…!”
10
Los que fueron en busca del viejo no tardaron en llegar al misterioso
lugar, gritando desesperados. Allí encontraron al viejo sentado, muy
tranquilo, bajo un alero hecho de cañas y hojas de palmera. En el suelo
ardía un fuego que calentaba una olla de barro donde preparaba un
aromático té con hierbas del lugar.
11
El Regalo del Río
12
13
El viejo les contó antiguas historias que anticipaban lo que en ese día
estaba sucediendo con la Tormenta. Les explicó que él había escuchado
el viento que inició esa Tormenta y que había tomado los recaudos
necesarios. Los Saraguanas acamparon en lo del viejo y efectivamente
al tercer día las aguas bajaron y la tormenta se disipó.
14
Una Cosecha Inesperada
15
16
A muchos les pareció ridículo lo que el viejo decía, pero no se
animaron a contradecirlo y continuaron quejándose alegando que la
tormenta había arrasado con todo lo que tenían. El viejo respondió
con otra pregunta: si ellos habían buscado el antiguo arcón en donde
los antepasados guardaban sus semillas. A lo que le respondieron que
eso era inútil, que nunca habían visto tal Arcón y que sólo lo conocían
de los cuentos y relatos que él les contaba. Y que en todo caso, si fuera
real, la inundación seguramente lo habría destruido.
Con muy mala gana los Saraguanas se pusieron a buscar el arcón por
todo el territorio. A las pocas horas estaban convencidos de que jamás
lo encontrarían y a los pocos días, resignados, todos desistieron en la
busca, o casi todos. Había un joven aldeano, el más silencioso y solitario
de la aldea, que aun con el cansancio que tenía continuó buscando
confiando en lo que el viejo había dicho. Buscó días y noches algún
indicio que le mostrara dónde estaba el Arcón.
17
El Antiguo Arcón
Una vez que estuvo bajo la sombra de ese árbol y justo antes de terminar
de comer el primer fruto naranja, se levantó súbitamente y abriendo
grandes los ojos miró nuevamente al árbol. Recordó que hacía mucho
tiempo no había visto un árbol así, que supuestamente esos frutos ya
no crecían en la zona… entonces comprendió.
18
De pronto sintieron algo duro… ¡era la tapa del arcón! Lo desenterraron
y todas las semillas que sus antepasados habían recolectado hacía años
estaban ahí, intactas. Con inmensa alegría fueron a lo del viejo a
contarle la buena noticia.
19
La Siembra I
E l viejo felicitó a Zolí, les ordenó a todos que cada uno tome un
puñado de las semillas y les dio algunas instrucciones especiales.
Mientras el viejo explicaba Zolí se dio cuenta de que las semillas eran
diferentes. Tenían formas normales, pero eran casi transparentes, eso
le llamó la atención.
Continuando con su explicación el viejo les dijo que el secreto era que
esta vez tendrían que decirles claramente a las semillas lo que cada
uno deseaba que crezca en su huerto. Que las semillas los escucharían
atentamente y que tengan cuidado en las palabras que utilizaran.
Tantos frutos cosecharon esa temporada que se quedaron sin lugar para
almacenar tanta cantidad. Tal es así que muchos de ellos comenzaron
a dejar pudrir kilos y kilos de los frutos que no comían.
20
Casi todos se jactaban de tener plena abundancia en sus huertos y no
vieron problema en tirar lo que sobraba. Pero Zolí, consciente de lo
que le había costado encontrar el Arcón de los Antepasados realizaba
exquisitos platos, dulces y comidas que se podían almacenar por largo
tiempo y no desperdició nada de su cosecha.
21
La Siembra II
Pero esta vez no eran nubes de agua sino nubes de pájaros negros que en
bandadas gigantes se aproximaron rápidamente y se asentaron en todo
el territorio. Estaban hambrientos porque venían migrando desde muy
lejos y empezaron a devorar los frutos de los árboles de los Saraguanas.
Los aldeanos corrieron aterrorizados a sus casas. Intentaron espantar
a los grandes pájaros, pero eran demasiados. Una hora más tarde, así
como habían llegado, remontaron vuelo nuevamente y se perdieron
en lo alto, volando hacia el horizonte. Los Saraguanas no podían creer
lo que veían… No quedaban ni frutos en los árboles, ni animales que
cazar porque habían huido ante la invasión.
22
23
Buscaron vanamente al viejo en busca de una explicación, pero no lo
encontraron. Lloraron, angustiados y pasaron varios días sin comer.
Esas aves desconocidas habían arrasado con todo. Sabían que sólo
Zolí había preparado alimentos y se acercaron en grandes grupos a su
cabaña. Avergonzados tres hombres tocaron su puerta y le pidieron algo
de comer. Zolí generosamente repartió varias porciones a los aldeanos.
En ese momento apareció de pronto el viejo, muy serio.
24
Los Cántaros
Eso quería decir que estaba pensando en cosas que quería para su vida
y no solamente para su huerto. ¿Acaso de esas semillas crecería algo
más que simples frutos…?
25
26
Por un instante miró su choza, su jardín, el Gran Río a lo lejos. Sintió
confianza en él mismo porque se dio cuenta que estaba logrando cosas
nuevas gracias a haber encontrado el arcón, a haber escuchado al
anciano, gracias a Salakaná.
27
Día de Festejo
Faltaba algo para completar el momento del festejo, ¡y ese algo era
música! Golpearon los troncos y sintieron que eran muy duros, entonces
algunos tomaron cueros de animales y los tensaron y clavaron a la
madera. ¡Crearon así sus primeros tambores! Se dieron cuenta que con
28
la luz y el calor del sol los tambores sonaban mejor. Tocaron y danzaron
toda la tarde, hasta adentrada la noche, cantando en agradecimiento
a Salakaná. Zolí aprovechó y también hizo su canto mientras tañía su
nuevo tambor.
29
Visitas
D ías después del Festejo, llamados por el fuerte sonido de los tambores
que viajó reverberando varias leguas a la redonda se acercaron,
intrigadas, personas de otras tribus hasta la aldea de los Saraguanas.
Éstos los recibieron con cierta desconfianza y temor, también Zolí
temió que fueran enemigos. Los Saraguanas hicieron señas como para
echar a los intrusos, inclusive fueron a tomar sus lanzas y sus arcos y
flechas para amenazarlos. Mientras Zolí corría hacia su choza a buscar
un arma recibió un fuerte golpe en la cabeza. Se había chocado contra
una rama de un robusto árbol que, en el apuro, no había visto. Sintió
que el mismísimo árbol lo había golpeado a propósito.
30
31
Entones se acercó a ellos haciendo un ademán de bienvenida y como
pidiendo disculpas por el exabrupto llamó al resto de los Saraguanas
y les mostró que no había peligro, que los visitantes eran inofensivos.
32
El Encuentro
33
34
Mezclados los Saraguanas con la gente de la llanura danzaron y como si
representaran una obra de teatro, las parejas fueron formando grupos
de a 4, luego 8, 16 y así sucesivamente.
35
La Construcción
36
Desde ese momento cada semana realizaron allí los encuentros donde
compartían sus historias, música y alimentos a cambio de piezas de
plata, cacharros y tejidos hermosos que traían los pobladores de esas
otras culturas.
37
El Viaje
38
Rescataron a quien conducía pero la carreta se hundió totalmente en
el guadal y no la pudieron sacar.
Así, con el correr de los días crearon un largo camino que unió por
primera vez el Río con la Montaña.
Armaron una especie de red que los conectaba con muchos otros
pueblos que fueron visitando y conociendo a lo largo de su travesía.
Zolí y Tayla recopilaron los relatos de cada lugar y fueron armando
un cuento para hacerlo llegar a cada lugar que visitaban. También
consiguieron nuevos alimentos que eran producidos en esos lugares
como semillas, aceites, miel.
39
40
Una vez que regresaron a la Aldea, contándole al anciano todo lo que
habían vivido, mandaron hacer más carretas para comerciar con todos
esos pueblos. Así inició un ciclo que nunca más frenó: viajaban, volvían
a la aldea con todo lo que habían conseguido, realizaban encuentros en
el Aty y volvían a viajar a otras tierras.
41
Glosario