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a) Principio general
Como lo recuerda Krotoschin, la convención colectiva crea normas objetivas obligatorias
para una cantidad indeterminada de relaciones individuales de trabajo. En lo que hace al
ámbito en que se proyecta o repercute, una convención posterior reemplaza a la anterior
debiéndose respetar los derechos adquiridos, con excepción del convenio colectivo de
empresa que sólo sustituye lo previsto en el convenio de actividad si es más favorable (ley
25.877, y art. 19, ley 14.250).
Con respecto a la vigencia del convenio colectivo y a la relación entre convenios sucesivos
el Estatuto de los trabajadores de España, art. 86, inc. 4, según la redacción que le dio la ley
11/1994 precisó “que el convenio que suceda a uno anterior deroga en su totalidad a este
último salvo los aspectos que expresamente se mantengan”.
b) Irrazonabilidad de la ley
Aquel cuadro, presentado por el Tribunal con vigorosos trazos y el remedio arbitrado por el
legislador para mitigar los males que aquejaban a la sociedad en su economía, si se lo
compara con la situación en esta causa, permite advertir que la respuesta dada a las
dificultades coyunturales que se invocaron mediante la ley 21.476, carece de la razonable
proporción de medio a fin ya que esta última, a diferencia de la ley 11.741, no impuso una
limitación de derechos, sino que, lisa y llanamente, suprimió los que enumeraba la cláusula
cuestionada en el “sub lite” (art. 2º, inc. a), privando así de los correspondientes beneficios
a trabajadores del Estado o de empresas que le pertenecen, mencionadas en la misma
cláusula.
El efecto producido por dicha norma excede el ejercicio válido de los poderes de
emergencia del Estado, ya que aun en estas situaciones, como se recordó más arriba,
Con el voto del doctor Ramírez Gronda se dejó establecido que: ... el acuerdo entre una
empresa y su personal, por el cual la primera se obligó a pagar un premio... tiene el carácter
de convención colectiva, bien que irregular y alejada del ordenamiento establecido por la
ley 14.250...
En definitiva se estableció que la bonificación sobre los salarios pactada por la empresa y
representantes gremiales pudo ser derogada por una convención colectiva celebrada de
acuerdo al régimen de la ley 14.250.
En nuestro propio ordenamiento estatal, hay una muy expresa y clara regulación (y, por lo
tanto, “reconocimiento”) del convenio colectivo propiamente dicho como tal, es decir,
como eficaz erga omnes (art. 3º de la ley 14.250).
Aquí no se plantea la posibilidad del otorgamiento por vía judicial, a los convenios
colectivos, de un reconocimiento que la ley no les da, puesto que la ley lo otorga y lo
reglamenta. Al reglamentarlo, implícitamente priva de eficacia general (y no sólo no la
reconoce) a los convenios que no cumplen las condiciones de la reglamentación legal.
Quiere decir que sólo queda para ellos —si han de adquirir a la postre alguna relevancia
para el ordenamiento estatal— el camino del contrato en sentido estricto, es decir, de la
incorporación de sus cláusulas a las relaciones individuales del trabajo. Si no, la
jurisprudencia vendría a reconocer contra la ley eficacia de convenios colectivos en sentido
estricto a regulaciones a las cuales la ley expresamente no considera dotada de esa eficacia,
puesto que no satisfacen las exigencias a las que ella la condiciona.
Si las cláusulas de un convenio colectivo de los denominados “de derecho común” han
regido una relación individual de trabajo, en nuestro ordenamiento estatal eso sólo puede
significar que se han incorporado al respectivo contrato individual. Consecuentemente, no
pueden ser derogadas por las cláusulas menos favorables de un convenio colectivo
propiamente dicho, regido por la ley 14.250. Resolver lo contrario sería resolver en contra
de lo que dispone el art. 7º de la ley (del voto del doctor Justo López, en el fallo plenario
157 del 15/7/71, LT, vol. XIX-B, pág. 934).
Hay muchos otros ejemplos de normativas especiales. Bastaría señalar el estatuto del peón
rural, que rigió durante cuarenta y seis años desde 1934 y fue reemplazado por la ley
22.248 de 1980. Parece claro que la diferenciación que justificó en su momento un
tratamiento legislativo especial no ha desaparecido con el curso del tiempo. Puede decirse
que la tecnología ha superado algunas actividades como la de los
radio¬ca¬ble¬te¬legrafistas y de lo que se trata es de actualizar las normas para atender a
las nuevas situaciones ocurrentes. Esta es una obligación del Estado, que está por encima de
los intereses sectoriales.
Pero nada justifica que esta normativa pueda ser derogada por acuerdos privados entre el
empresario y el sindicato.