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Espacios de formación del analista1

Pedro Pablo Arévalo

Buenas noches. Voy a exponer algunas ideas que he adelantado en otros Foros,
acerca de la formación de los analistas. Y otras que vengo pensando desde hace
tiempo, compartidas con algunos colegas en privado, pero que por primera vez
expongo en público, en la esperanza de que entre la viscosa transferencia
encuentre un intersticio para acercarme a lo más íntimo y autónomo de su ser.

Nunca he hablado de formación analítica,


he hablado de formaciones del inconsciente.
No hay formación del analista,
pero del análisis se deduce una experiencia,
a la cual es un error calificar como didáctica. […]
Esto no impide que el psicoanálisis sea didáctico
pero el didactismo de La Cosa,
esta es la mejor manera como podemos situarlo.
Lacan, 1975, p. 185.

Así pues, hay que ver la formación del analista como una formación del
inconsciente. O, mejor, como una articulada historia de formaciones del
inconsciente, absolutamente singular a cada analista. En otras palabras, no hay
una formación estándar, como tampoco existe un análisis estándar.

Antes de entrar en materia, adelanto un pensamiento que está detrás de todas mis
ideas en esta materia: Es imposible enseñar nada. Pero alguien puede aprender.
Cualquier intento por formar, termina en deformar. Esto es especialmente cierto en
cuanto a la formación del analista: nadie le puede formar, pero él (o ella) puede
formarse.

La idea de este trabajo es hacer algunas precisiones con base en el trípode


freudiano de la formación: teoría, análisis personal y supervisión o control, como
queramos llamarlo, y ver además qué puede haber fuera de este esquema
conceptual.

En mi caso personal, mis antecedentes profesionales tenían poca vinculación con


el psicoanálisis: Ing. de sistemas, profesor universitario, desde matemáticas puras

1
Trabajo para la puesta a cielo abierto de productos del cartel “Formación del analista”, en Pereira,
31/05/18.
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y matemáticas aplicadas hasta estrategias gerenciales. Maestrías en


administración y en gerencia, y ejercicio profesional como gerente y consultor
gerencial por más de veinte años. Como se ve, nada relacionado directamente con
el psicoanálisis. Claro que uno tiene que preguntarse realmente qué vinculación
tienen con este la psicología y la psiquiatría, disciplinas con las que comúnmente
se le asocia. Y no es una pregunta ociosa.

Cabe entonces la pregunta: ¿Cómo surgió un analista, con estos antecedentes?...


Pues lo produjo un análisis de veinte años, en consonancia con el estudio por
similar período, aunque en principio no era con la idea de hacerme psicoanalista,
sino solo por el gusto de saber. Pues bien, es el caso que, sin haberlo previsto ni
proponérselo, comenzó a ejercer como psicoanalista, prácticamente de un instante
al otro, a partir de una inesperada autorización desde el no pienso.

A partir de esa autorización, también de manera inesperada, comenzó a


precipitarse el final conclusivo de un análisis que pensaba que jamás terminaría:
atravesamiento del fantasma, emergencia del deseo del analista, constitución del
sinthome, destitución subjetiva y caída de la transferencia, del Otro, del SsS y del
objeto.

Luego de los primeros eventos, empujado por los tremendos efectos subjetivos,
solicitó el dispositivo del pase, lo que a su vez resultó crucial para alcanzar el final
de análisis, cosa que tampoco previó. Adicionalmente, habiendo sido nominado
AE un año después, inició un período de transmisión que significó un intenso
intercambio epistémico con colegas de múltiples foros y países.

Así pues, final de análisis, pase y transmisión jugaron un papel clave en la


formación de este analista.

Con relación a la teoría, con el atravesamiento del fantasma y el pasaje de


analizante a analista los conceptos teóricos cobraron vida, cuando por así decirlo
comenzó a morder los conceptos del psicoanálisis con los dientes de lo real. Antes
eran conceptos vacíos, con poca referencia a lo vivido.

Claro, el estudio se hace ahora sobre elementos experimentados hasta la


saciedad: el goce, el fantasma, su atravesamiento, el síntoma, el tratamiento de lo
real por lo simbólico, el dar vueltas indefinidamente en torno del objeto, etc., etc.
Por supuesto, esto tiene sus límites. Por ejemplo, no hay manera de experimentar
directamente lo que es el lenguaje para una estructura psicótica, si la de uno es
una estructura neurótica. Aunque quizás pueda aproximarse por esos saberes
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enciclopédicos o eruditos sin puntos de capitón, no solo de psicoanálisis sino de


cualquier disciplina con vertientes teóricas.

De mi práctica profesional previa me quedó la inclinación a articular teoría y praxis.


Y a querer ver resultados. No concibo esos análisis que duran 5, 10, 15, 20 o más
años y no producen cambios subjetivos sustanciales.

Claro, la transferencia esclaviza y ciega. Yo mismo estuve diez años en un análisis


que era puro girar indefinidamente en un inútil goce en el dispositivo, sin avanzar
en la rectificación subjetiva, sin visos de solución. Y despegarme de aquello fue
extremadamente difícil. La transferencia es un lazo que esclaviza. El paciente se
pone por completo en manos del analista, o la analista. Y hay que ver entonces lo
que este o esta hace con ese poder, si lo pone al servicio de la dirección de la
cura, o si lo pone en función de sus propios intereses de poder y adulación. Solo
se me ocurren los seminarios religiosos como lejano parangón.

Ahora, así como la teoría sin clínica es vacía, la clínica sin teoría no es
psicoanálisis. Hay un deber ético de hacerse con la teoría, pero siempre
articulándola con lo experimentado como analizante y como clínico, o incluso con
la vida cotidiana.

Bueno, todo esto lo digo sin ánimo ni ganas de polémica. No voy a ir contra el
amo, ni contra el magister, mientras me dejen mi pequeño espacio de praxis y
reflexión. Porque donde impera el amo, es porque hay esclavos, y donde se
impone el magister, es porque hay vocación de aprendices acríticos.

Por otra parte, cierto que en el propio análisis no se puede “aprender” a


psicoanalizar, en el sentido en que se aprende cualquier práctica profesional, de
adquirir las competencias necesarias para dirigir una cura. Pero la práctica de
muchos años con los propios significantes, y en especial las muchas
interpretaciones que hace el propio analizante, pueden terminar creándole un
hábito casi automático.

Elemento clave que proporciona o puede proporcionar el análisis es que más que
leídos o pensados, los conceptos fundamentales son experimentados: el
inconsciente, la transferencia, el deseo del analista, el ideal del Yo, el goce, el
fantasma, etc., etc.

Pero se adquiere también, o se puede adquirir algo mucho más importante, que es
del orden de lo estructural: el deseo del analista, la travesía del fantasma, la
transformación del síntoma, la destitución subjetiva de pase, la caída del Otro, la
seguridad que proporciona la certeza del final, certeza no leída sino
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experimentada. La certeza de la ignorancia. Asumir su división de sujeto. Y


experimentar ese vacío insaciable que es el inconsciente. Y esto en su conjunto
hace una diferencia cualitativa absoluta.

Dicho sea de paso, esta sola razón basta para entender que no hay manera de
que el AE, garantía íntimamente ligada al pasaje de analizante a analista y al final
de análisis, simplemente vuelva a su estado anterior. Es una especie transmitida a
través de sus analizantes por algunos que no pudieron superar la no nominación.

Respecto del control o supervisión

Ambos términos son inapropiados, por sus connotaciones inquisitorias y porque


transmiten la idea de una actividad que se garantiza en su resultado por un
mecanismo externo, esa supervisión o ese control. Sin embargo, prefiero
quedarme con cualquiera de los dos términos, el que se use donde esté, antes
que provocar alguna polémica liliputiense.

Yo en particular, solo me superviso con analistas en quienes reconozca


articulación teoría y clínica, y que a su vez reconozcan mi saber sobre su propia
clínica. Y solo espero comentarios, un espejo, una escucha. De ninguna manera
acepto asertos acerca de lo que debo o no debo hacer, y hasta ahora nadie me los
ha dado.

La propia clínica como formación

Este rubro me cuesta insertarlo en el trípode freudiano. La clínica es crucial en la


formación, el aprender de los propios casos, manejar la transferencia, el deseo del
analista, dividir el sujeto, manejar el goce en la clínica, la angustia sostenida.
Manejar la función deseo del analista. Autorizarse en cada momento. Un darle
vida en la clínica a los conceptos de la teoría.

Por ejemplo2, la observación de Lacan en la “Dirección de la cura y los principios


de su poder”, acerca de las inflexiones de un enunciado. ¿Cuántas veces la he
recordado tras un simple umjú, pronunciado con equis entonación, un carraspeo
involuntario, o un comentario que no intentaba nada y se convierte en
interpretación?

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“Estas directivas están en una comunicación inicial planteadas bajo formas de consignas de las
cuales, por poco que el analista las comente, puede sostenerse que hasta en las inflexiones de su
enunciado servirán de vehículo a la doctrina que sobre ellas se ha hecho el analista en el punto de
consecuencia a que han llegado para el”
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De la misma manera, el adquirir la sensibilidad para percibir el inconsciente en el


más ligero temblor en el analizante.

La Escuela como espacio de formación

Este punto lo he venido pensando desde hace años, lo he conversado con


algunos colegas en privado, pero es la primera vez que lo comparto en público.

En este espacio, quiero decir seminarios, exposición de textos, presentaciones de


casos, carteles, etc., se está fuera del dispositivo, pero no fuera del análisis. La
transferencia por lo tanto sigue operando, y el inconsciente no distingue la
diferencia. El destino de muchos análisis se sella en este espacio,
independientemente de lo que ocurra en el dispositivo.

Analistas que se dividen dejan un espacio donde pudiese ocurrir la absoluta


contingencia de un final de análisis. Analistas amos, o analistas magíster, los
cuales deciden todo y están seguros de todo, lo que de por sí es sospechoso
(dicho sea de paso, ¿cómo se cuelan en la Escuela de Lacan, quien todo el
tiempo estaba en posición analizante, y la de C. S., quien a cada ocasión no tiene
empacho en decir: "Creo yo, me parece a mí"?): El color, las letras, las imágenes,
la interpretación de Lacan, las reglas y normas del psicoanálisis (sic), incluso por
cuál candidato votar en las elecciones, solo producen salidas por identificación con
el analista. Sin posibilidad alguna de una terminación conclusiva. Para nada me
sorprenderá ver entonces un día en la Escuela un proselitismo en favor de algún
fanatismo religioso, que a menudo es lo que está detrás de las ideologías
políticas.

Muchas gracias.

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