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CAPÍTULO 7

VERDAD COMO COHERENCIA Y VERDAD COMO HECHO

1. Oscuridad de la teoría de la coherencia

La primera y principal dificultad de la teoría de la

coherencia es entenderla. En sus contornos más simples parece

tan salvajemente no plausible y que lleva a tales

consecuencias fantásticas que difícilmente merece una seria

consideración. Pero rechazarla de entrada sería poco sabio,

puesto que uno estaría rechazando algo muy diferente de la

teoría como la sostienen sus defensores, principalmente F.H.

Bradley. La dificultad de entenderla deriva del hecho de que,

lejos de ser una teoría aislada que pueda tomarse o dejarse

independientemente, forma parte de un sistema idealista de

epistemología y metafísica, que es de un carácter altamente

abstruso, y que requiere una enorme paciencia, para no decir

tolerancia, para desenredarla.

En el espacio disponible cualquier intento de explicar

un sistema tan entretejido sería imposible, incluso si yo

fuera competente para llevarlo a cabo. En lo que sigue daré

una explicación simplificada de la coherencia, presentándola

1
de la forma menos engañosa posible, lo cual debe ser

suficiente para dar alguna idea de sus méritos y defectos

como teoría de la verdad. Los lectores que hayan degustado el

producto sustituto, y después de eso ansíen la leche pura de

la palabra, deberán consultar a las autoridades a las que nos

referimos al principio del capítulo anterior.

Una cita de la exposición más reciente de la teoría

puede ayudar a resumir la visión idealista. ‘Esa visión es

que la realidad es un sistema completamente ordenado y

plenamente inteligible, con el que el pensamiento en su

progreso se identifica cada vez más. Podemos mirar al

crecimiento del saber, individual o social, ya sea como un

intento de nuestras mentes para regresar a la unión con las

cosas como son en su integridad ordenada, o la afirmación a

través de nuestras mentes del todo ordenado mismo. Y si

adoptamos esta visión, nuestra noción de verdad está marcada

para nosotros. La verdad es la aproximación del pensamiento a

la realidad. Es el pensamiento en su camino a casa. Su medida

es la distancia que ha viajado el pensamiento, bajo la guía

de su circuito interno, hacia ese sistema inteligible que une

su objeto último con su fin último. De ahí que, en cualquier

momento, el grado de verdad en nuestra experiencia en

conjunto es el grado de sistema que ha conseguido. El grado

de verdad de una proposición particular ha de juzgarse en

2
primera instancia por su coherencia con la experiencia como

un todo, en última instancia por su coherencia con ese todo

más allá, omnicomprensivo y plenamente articulado, en el que

el pensamiento puede venir a descansar’.1 El objetivo del

pensamiento es identificarse con lo real, y el conocimiento

será completo sólo cuando se haya convertido en claridad. Sea

cual fuere lo que eso quiera significar, puede parecer

sorprendente que la verdad ha de consistir en la coherencia

con un sistema, más que en la identificación con lo real que

es coherente; pero lo primero, y no lo último, es lo que dice

la teoría.

Ahora bien, ¿qué hay de esta relación de coherencia y

sus términos? Respecto de sus términos no se encuentra una

gran dificultad: son lo que hemos estado llamando

proposiciones. Es cierto que la mayor parte de los exponentes

de la teoría prefieren hablar de juicios que de

proposiciones, y que hablar así escasamente contribuye a la

claridad. Porque por ‘juicio’ comúnmente queremos decir

cualquiera de los siguientes, o ambos: (i) el acto de juzgar,

(ii) lo que es juzgado, y consecuentemente en el tratamiento

filosófico son propensos a caer en la ambigüedad. No

obstante, el juicio en el sentido (ii) es lo que puede ser

1 Blanshard, op. cit., p. 264. La falta de claridad del estilo es característica de la escuela y su aire de
penetración de lo inefable. Este pasaje, sin embargo, es muy poco característico del profesor Blanshard
mismo, que en la mayor parte de su obra es el escritor más claro de la causa idealista.

3
directamente verdadero o falso, porque si incluso la verdad y

la falsedad se atribuyen a veces al juicio en el sentido (i),

se atribuyen sólo en un sentido elíptico.

Podemos decir, si queremos, que el acto de juzgar o

afirmar de un hombre es falso o equivocado, o que su estado

mental al juzgar o afirmar era falso o erróneo en la medida

en que lo que juzgaba, por ejemplo el sentido (ii), era

falso. El sentido último es por lo tanto el sentido primario,

y para evitar ambigüedad utilizaré ‘proposición’ donde deseo

referirme al juicio en el sentido (ii). Este uso no necesita

involucrar perversión o error en la enunciación de la teoría;

ya que, como indica la oración final del pasaje citado, sus

exponentes modernos están preparados para defenderla en

términos de proposiciones.

2. La relación de coherencia

Respecto a la relación de la coherencia misma, es más difícil

ser definitivos, en parte porque sus diversos adalides no

hablan todos con la misma voz, y en parte porque está

representada como un ideal al que tienden proposiciones

realmente afirmadas, más bien que un universal al que las

relaciones particulares entre proposiciones y realidad

muestran o ejemplifican. La coherencia en el sentido ideal

puede definirse, suficientemente para nuestros propósitos,

4
como la relación que se da entre un cuerpo de proposiciones,

tal que ninguna de ellas puede ser falsa si todo el resto es

verdadero y que ninguna de ellas es independiente de las

demás. Esto es, entre todas las diversas proposiciones existe

una mutua vinculación tal que cualquiera de ellas es

deducible del resto y ninguna de ellas podría ser verdadera

si cualquiera de las otras fuera falsa.

Naturalmente la teoría no puede proporcionar ningún

ejemplo real de semejante cuerpo coherente, porque ex

hypothesi, siendo un ideal no realizado, no existe ningún

ejemplo real disponible. Pero podría ilustrarse con cualquier

ejemplo familiar de un sistema rígidamente deductivo, como se

supone que es la geometría de Euclides. Podría decirse que

dentro del marco proporcionado por los postulados, axiomas y

definiciones de ese sistema todo el resto es coherente:

ninguno de los teoremas podría ser diferente de lo que es si

el resto permanece igual; y si alguno faltara podría ser

obtenido de la investigación del resto. El sistema no logra

proporcionar un ejemplo perfecto de coherencia, porque los

postulados, etcétera, requieren ser aceptados

independientemente; no hay nada del sistema que nos pida que

los aceptemos como verdaderos, y cada uno es bastante

independiente de los otros.

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Si bien no fue sino hasta principios del siglo XIX

cuando los científicos se dieron cuenta de que la geometría

euclidiana dependía de varios postulados, respecto de los que

estamos en libertad de negarlos o modificarlos, como

queramos, desde entonces la comprensión de ello ha sido

plenamente utilizada a partir de los sistemas geométricos

alternativos elaborados por Lobatchewsky, Riemann, Cayley y

otros. Aquí entonces tenemos uno de los enfoques aproximados

al ideal de coherencia; pero, como dentro de cada sistema los

fines, digamos, están sueltos, porque dentro de cada uno

ciertas proposiciones pueden ser verdaderas o falsas

independientemente de algunas otras, el ideal de una

vinculación recíproca y cabal no se alcanza y se hacen

posibles geometrías alternativas.

Ese ejemplo debería proporcionar una alerta contra una

interpretación falaz de la coherencia, en la que uno podría

caer con facilidad. Uno podría sentir la tentación de

considerar ‘coherente’ como sinónimo de ‘consistente’; y

mientras que en un sentido del último ciertamente lo es, en

otro sentido muy común ciertamente no lo es. Cuando decimos

de dos proposiciones que son consistentes, muy frecuentemente

lo que queremos decir es que no son incompatibles, que no se

contradicen entre sí, que podrían ser ambas verdaderas por

todo lo que se ha dicho. Por ejemplo, si el testigo de la

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policía afirma que vio al acusado a media milla al norte de

la escena del robo a los diez minutos de éste, y si el

testigo de la defensa afirma que en el supuesto momento del

robo él estaba tomando con el acusado en un bar al norte de

la escena del robo, ambos enunciados son consistentes.

Podrían ser ambos, pues no sería difícil físicamente para el

acusado estar en un minuto bebiendo en un bar y diez minutos

después estar una milla más cerca de la escena del robo.

Dos proposiciones cualquiera son en este sentido

consistentes, con tal que no sean contrarias, o sea, con tal

que una sea verdadera y no se siga que la otra sea falsa. Si

la evidencia de la policía hubiera sido que el acusado fue

encontrado en la escena del robo menos de dos minutos después

de éste, eso haría más difícil aceptar ambos enunciados como

consistentes, aunque no sería imposible, porque la distancia

podría ser cubierta en coche. Pero si la evidencia de la

defensa es que dos minutos después del robo el acusado estaba

aún en el bar, ambas evidencias se hacen inconsistentes:

pueden ser ambas falsas, pero no pueden ser ambas verdaderas,

es decir, si un testigo está diciendo la verdad el otro está

mintiendo o equivocado.

En este ejemplo los diversos pares de proposiciones

están relacionados entre sí pues cada una es pertinente

respecto de una proposición o (en este caso) pregunta

7
ulteriores: ‘¿Podría el acusado haber cometido el robo?’

Pero, para ser consistentes, un par de proposiciones no

necesitan estar relacionadas de ese modo, porque pueden ser

completamente independientes entre sí. ‘Ahí va Ramírez en su

coche nuevo’ es consistente con ‘Lord Mountbatten fue el

primer Gobernador General de la India’, ‘Las mareas están

sometidas a la ley de la gravedad’ ‘La superficie de un

círculo es 2r’ Si la aceptamos quedamos libres de aceptar o

rechazar cualquiera de las otras (como es probable que

aceptemos las primeras dos y que rechacemos las últimas); y

si aceptamos cualquiera de las otras tenemos libertad de

aceptarla o rechazarla.

3. Coherencia más que consistencia

En este sentido de ‘consistente’, ‘coherente’ no significa

‘consistente’. Los postulados de Euclides son consistentes

entre sí, en la medida en que no hay dos que sean mutuamente

incompatibles, pero no son coherentes, como hemos visto, del

modo en que lo requiere la teoría. Naturalmente, si dos

proposiciones están vinculadas entre sí, no son

incompatibles, y en el sistema completado del ideal no hay

dos proposiciones que pudieran no ser incompatibles, a menos

que cada una fuera lógicamente dependiente de todo el resto.

Pero la compatibilidad es una relación mucho más floja que la

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coherencia que pide la teoría, y no deberá confundirse con

ella.

Si la coherencia es la relación de vinculación que se

daría por todo el sistema completo del conocimiento, se sigue

que no podemos nunca verificar concluyentemente cualquier

proposición por la prueba de la coherencia estricta. Porque

hasta que el sistema esté completo no podemos decir

justificadamente que las relaciones de vinculación que

creemos haber descubierto son más que altamente probables.

Pero sería claramente consistente con la teoría mantener que

la coherencia como realmente se emplea como criterio de

verdad puede ser algo menos y más suelto que la coherencia

escrita del ideal. Aceptamos algunas proposiciones porque las

vemos implicadas lógicamente por otras que aceptamos en forma

independiente, y otras porque a la luz de la evidencia

parecen probables. Hablamos de la evidencia misma ‘teniendo

cohesión’, con lo cual queremos decir no solamente que las

diversas piezas no son positivamente inconsistentes entre sí,

sino que tomadas conjuntamente conforman una historia

razonable, tal que si aceptamos una parte de la evidencia

estaríamos justificados si aceptáramos todo. Si la

declaración del testigo, respecto de que estaba bebiendo con

el acusado en un bar ubicado a una milla de la escena del

robo en el momento que éste ocurrió, encaja con la evidencia

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de otras personas en el bar, y si no tenemos razones

independientes para no creer en su testimonio, lo aceptamos.

Si lo aceptamos deberíamos estar en general dispuestos a

rechazar la evidencia del policía, según el cual éste vio al

acusado a media milla de la escena del robo dos minutos

después. Deberíamos rechazarla, no porque esté lógicamente

excluida por aceptar la evidencia de la defensa, sino porque

aquélla la vuelve improbable en tanto que las dos piezas de

la evidencia no casan entre sí; deberíamos rechazarla con

mayor convicción incluso si toda la investigación fallara en

producir cualquier signo de un coche que hubiera hecho ese

viaje en esos dos minutos, o si el policía alegara no haber

hablado con el acusado en el lugar donde dice que lo vio,

sino solamente haberlo visto del otro lado de la calle

iluminada.

Con la coherencia en su sentido más estrecho o más

amplio como un criterio de verdad, pocos querrán pelearse.

Pero que sea el único criterio está por verse. E incluso si

fuera el único criterio, eso solo no probaría que la verdad

es correspondencia. Tendremos por lo tanto que confinar la

discusión a la coherencia como la naturaleza de la verdad y a

la doctrina de los grados de verdad.

4. Doctrina de los grados de verdad

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De acuerdo con esta doctrina, dado que sólo el sistema

plenamente coherente de proposiciones integraría el

conocimiento completo de toda la realidad, cualquier cuerpo

de proposiciones o el así llamado conocimiento que sea

deficiente en éste será sólo vagamente coherente, y todas las

proposiciones serán en parte falsas y en parte verdaderas;

ninguna proposición es totalmente verdadera y ninguna es

totalmente falsa. Bradley hace de veras algo para mitigar

este sorprendente enunciado (a primera vista) distinguiendo

entre la verdad de ciertos principios fundamentales, como el

principio de coherencia, y el de otras proposiciones.

Respecto de la primera, dice de un tal principio

metafísico: ‘El Absoluto realmente aparece, pero no se

conocen las condiciones de su aparición. Nuestro enunciado

anterior es por lo tanto defectivo, y está lejos de la verdad

en el más alto sentido de la palabra. Necesita corrección de

algún modo, pero cómo corregirlo no logramos descubrirlo. Ni

siquiera podemos tomar nuestro enunciado para que al final

sea corregible por una inteligencia. En consecuencia, por un

lado, porque nada inteligible puede establecerse en su

contra, su verdad es última y final; mientras que por el otro

lado la verdad permanece defectiva y debe en un sentido

llamarse falsa... Todo entendimiento y verdad, desde mi punto

de vista, para alcanzar su fin pasa más allá de sí mismo. Es

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perfecto sólo cuando más allá de sí mismo en una realidad.

Pero fuera de ese cumplimiento, y mientras la verdad siga

siendo pura verdad, hay afirmaciones que son hasta ahora

últimas y absolutamente verdaderas’.2 Hay algunas

proposiciones que son absolutamente verdaderas, puesto que

están más allá de la corregibilidad, aunque sean de algún

modo inadecuadas -no dicen todo lo que hay que decir.

Pero la otra clase es más interesante porque es más

asustante. Incluye no sólo las verdades de la observación

sino también las de las matemáticas,3 que están concebidas

como verdades finitas, y ambas son intelectualmente

corregibles. ‘Toda verdad o acto finitos deben ser hasta

cierto punto irreales o falsos, y es imposible al final saber

con certeza de alguno qué tan falso puede ser’,4 pues su

falsedad es parcial debido a que son verdaderos sólo dentro

de ciertas condiciones, las cuales no son, sin embargo, ni

enunciadas ni siquiera aprehendidas por el hablante de la

verdad. Así, si bien dentro del ámbito de las matemáticas

puras sí hay verdad absoluta y error absoluto, porque ahí

especificamos las condiciones o al menos afirmamos que hay

condiciones, tenemos sólo verdad relativa corregible si

tratamos de enunciar las verdades de las matemáticas fuera de

2 Essays on Truth and Reality, pp. 272-273; cf-Appearance and Reality, p. 483.
3 Appearance, p. 78.
4 Ib., p. 480.

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esa ciencia.5 Por ejemplo, que 2 + 3 = 5 puedo aceptarlo como

absolutamente verdadero con tal de que lo interprete

simplemente como una proposición formal acerca de las

propiedades de número y orden, pero no puedo nunca pretender

con justicia saber su verdad si la interpreto como una

proposición de las matemáticas aplicadas. Todo lo que puedo

decir es (i) que es en parte verdadero y en parte falso y

(ii) que está más cerca de la verdad que 2 + 3 = 6.

Ahora bien, con seguridad hay perfectamente un buen

sentido en el que ‘2 + 3 = 5’, como proposición acerca del

mundo, es absolutamente verdadera, aun cuando pueda haber

otros sentidos en los que podría ser falsa. Podría ser falso

afirmar que cada vez que pusiera dos objetos en un

receptáculo y añadiera tres más encuentro cinco objetos ahí

si abro el receptáculo. No sólo podría ser falso hacer

semejante afirmación sino que lo es muy frecuentemente. Si

metiera dos leones marinos en un tanque y añadiera tres

peces, uno estaría sorprendido de encontrar algo más que los

dos leones marinos al abrir el tanque; e incluso dos ratones

blancos solos rápidamente se volverán más de cinco, sin la

ayuda de los tres otros.

Sin embargo, ¿no sé, en el primer caso, que esto es

absolutamente verdadero: que si he puestos dos objetos

5 Essays, p.266.

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(leones marinos) en el tanque y les he añadido tres objetos

más (peces) entonces he puesto cinco objetos en el tanque? En

ese sentido, ¿no es ‘2 + 3 = 5’ absolutamente verdadero? ¿Y

no es la proposición ‘Esta página está enteramente escrita en

francés’ absolutamente falsa? ¿Cómo puede la teoría de la

coherencia negar eso, o la doctrina de grados de verdad

oponerse a ello? Uno está tentado a suponer que así es porque

la teoría utiliza ‘verdad’ en un sentido esotérico, tal que

incluye no sólo precisión sino también comprehensividad. No

obstante, ¿no es esto confundir la pregunta de si una

proposición es totalmente verdadera con la pregunta de si es

la verdad total? Si a la pregunta hecha por la víctima que ha

sufrido fuertes daños en un choque automovilístico ‘¿Qué me

ha pasado?’, le respondo ‘te rompiste la pierna’, mi

respuesta puede ser totalmente verdadera aunque no haya

añadido, lo cual sería también verdad, que no sólo está su

pierna rota sino que su pie se separó de ella a la altura del

tobillo.

Que ‘Esta página está totalmente escrita en francés’ es

parcialmente verdadero se argumentaría en cierto análisis de

esa proposición tal que incluyera las proposiciones menos

complejas, ‘Esta página está escrita en un idioma u otro’ y

‘Hay una lengua que es el francés’, ambas son verdaderas.

Ciertamente son verdaderas y yo diría que, aunque la teoría

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deba negarlo, absoluta e incondicionalmente verdaderas. Pero

incluso si aceptamos ese análisis, tal que la proposición

‘Esta página está totalmente escrita en francés’ sí contiene

alguna verdad, entonces (a) por lo menos en su análisis

completo deben dejarnos alguna proposición componente que sea

absolutamente y sin redención falsa, y (b) que una

proposición contendrá alguna verdad será compatible con su

ser absolutamente falsa. (a) mostraría que si bien la mayor

parte de nuestros juicios reales pueden contener alguna

verdad, debe ser posible, si han de contener cualquier error,

que algunos no contengan ninguna verdad. Y (b) ilustraría una

vez más el sentido peculiar que la teoría desea adherir a

‘verdadero’ y ‘falso’. Que la proposición ‘Esta página está

enteramente escrita en francés’ no puede ser absolutamente

falsa a menos que esta página no se haya escrito en absoluto

o no exista, y a menos que se una con que no hay tal idioma

como el francés, puede ser suficiente, uno pensaría para

incluirla en el departamento de cejas levantadas; y algunos

de nosotros, parecería en retrospectiva, fuimos duramente y

con justicia apaleados en la escuela por no decir la verdad.

5. Confusión en la doctrina

Puede sostenerse, y de hecho se ha sostenido para la teoría,

que porque toda proposición verdadera depende lógicamente de

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todas las otras proposiciones verdaderas, no hay proposición

que pueda ser entonces verdadera a menos que uno conozca

todas las demás. Pero incluso si aceptamos la doctrina de

relaciones internas que está implicada en ese argumento, éste

todavía parece ser la confusión consumada. Por una parte si

se pretende como un enunciado sobre de la coherencia como la

naturaleza de la verdad, entonces la pregunta de si una

proposición es o no verdadera no puede depender de la

pregunta de si yo o cualquier otra persona conocemos las

condiciones de las que depende; una proposición no gana en

verdad si resulta que yo sé no solamente qué son las

proposiciones que la implican sino también que ellas mismas

son verdaderas; y una proposición no pierde en verdad si no

hay evidencia que se encuentre a su favor.

Por otro lado, si se pretende que el argumento sea un

enunciado sobre la coherencia como criterio de verdad,

entonces aunque no lleve a consecuencias fantásticas como la

primera alternativa, impone una condición sobre el

conocimiento que parece no haber una razón válida para

aceptarla, a saber, que yo no puedo conocer que una

proposición es verdadera a menos que conozca todas las

proposiciones que la implican. No tengo duda de que entre las

proposiciones que implican ‘2 + 3 = 5’ hay muchas en las que

nunca he pensado ni es probable que llegue a pensar. Pero no

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sólo esa reflexión no debilita mi confianza en la

proposición, sino que tampoco indica ninguna razón de por qué

debería hacerlo. ¿Será que la teoría está confundiendo la

idea de implicación con la idea de inclusión, y suponiendo

erróneamente que las proposiciones faltantes son inseparables

del significado de ‘2 + 3 = 5’?

6. Dificultades para la coherencia, conjuntos alternativos de

proposiciones coherentes

Finalmente puede sostenerse que la teoría de la coherencia no

implica la doctrina de los grados de verdad y, por lo tanto,

que aun cuando la última pueda refutarse la primera aún se

sostiene. Que una no es el corolario de la otra me siento

inclinado a dudar, y lo admito sin titubeos. No obstante,

incluso si son separables, y la teoría de la coherencia se

deja sola, permanece expuesta a algunas objeciones

formidables. La primera y más obvia puede plantearse en forma

de pregunta: ¿cuál sería la posición, de acuerdo con la

teoría, si hubiera dos (o más) cuerpos alternativos de

proposiciones, en los que cada conjunto constara de

proposiciones coherentes pero donde él mismo fuera

inconsistente con cualquier otro conjunto? Tómese, por

ejemplo, dos sistemas geométricos alternativos como los de

Euclides y Riemann. ¿Cómo deberíamos decir por la prueba de

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la coherencia cual de ellos es verdadero? ¿Y qué se querría

decir indicando que alguno de ellos es verdadero? A esta

dificultad la teoría presenta una doble respuesta.

(a) Si estamos preguntando si la prueba de coherencia

proporcionará en cualquier momento un medio

absolutamente rígido de decidir entre dos conjuntos de

creencias internamente coherentes pero mutuamente

inconsistentes, la respuesta es que no, ni nadie ha

profesado que podría. En cualquier estadio particular,

si tenemos que elegir entre dos conjuntos de creencias

deberemos elegir a la luz de la evidencia, seleccionando

el más coherente, pero debemos estar listos para

admitir, ante la revelación de evidencia ulterior, que

el conjunto que primero rechazamos es ahora más

coherente que el que habíamos aceptado primero. Eso

tendría la consecuencia, no de que nuestra primera

decisión estuviera equivocada en el momento en que la

hicimos, sino que estaríamos equivocados si nos

hubiérmos adherido a ella a la luz de la nueva

evidencia. Asimismo, si tuviéramos dos conjuntos

contrarios sin nada que elegir entre ellos, como

decimos, entonces no podemos justamente decir, a falta

de evidencia ulterior, cuál es verdadero, si es que hay

alguno; si realmente no hay nada que elegir entre ellos,

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no deberíamos elegir en absoluto, pero si debemos

hacerlo, entonces podemos elegir el que queramos, por

ejemplo, lanzando una moneda al aire, estando aún

preparados para encontrar después que hicimos la

elección incorrecta. Esto parece ser una pregunta

totalmente justificable ofrecida por la teoría, si se

toma la objeción como un asunto acerca de la coherencia

como se emplea en el presente. No hay razón de por qué,

si la teoría de la coherencia es correcta, los hombres

no deberían ir cometiendo errores en sus decisiones o

estando en una duda genuina sobre qué decisión tomar,

como ahora.

(b) Si la pregunta inquiere acerca de si habría dos

conjuntos alternativos de proposiciones coherentes tales

que no sólo no fallaría cada uno en coherencia ahora,

sino que no fallaría aun cuando la evidencia añadiera

muchas más proposiciones, entonces la teoría sí parece

estar en dificultades más serias. Porque supóngase que

se tienen dos conjuntos de tales proposiciones, siendo

la única diferencia entre ellas que cada proposición en

uno de los conjuntos fuera la contradictoria de la

proposición correspondiente en el otro. Por ejemplo, el

conjunto I consta de las proposiciones A B C D E...,

etcétera, y el conjunto II consta de no-A, no-B, no-C,

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no-D, no-E... etcétera. Con dos conjuntos así, nunca

alcanzaríamos la etapa en la que uno fuera más coherente

que el otro, porque el añadido de cualquier proposición

a uno implicaría el añadido de la proposición

contradictoria al otro; y a medida que uno se

desarrollara, se desarrollaría también el otro.

Ahora bien esta objeción no puede desecharse tan fácilmente.

Si suena tonto señalar que pueden sostenerse dos conjuntos de

creencias, tal que nunca habría ningún modo de elegir entre

ellos es porque, hasta donde sabemos, eso no sucede; lo que

de hecho sucede bastante comúnmente es la situación manejada

en (a). No obstante, esta respuesta es insuficiente, ya que

es lógicamente posible que podría haber dos conjuntos así de

proposiciones; y si son lógicamente posibles, así también

deberían ser sus consecuencias lógicas. Ahora bien, la

primera consecuencia sería que en tal mundo, o bien ninguna

proposición sería verdadera o bien todas serían verdaderas,

de acuerdo con la exacta formulación de la teoría. Si nuestra

teoría era que esa proposición era verdadera y pertenecía al

conjunto más grande de proposiciones entre las cuales la

relación de mutua implicación se sostiene, entonces ninguna

proposición sería verdadera; porque si de los dos conjuntos

cada uno posee un número igual, que ex hypothesi deberían,

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entonces no hay conjunto que sea más grande, y por lo tanto

como ninguna proposición en cualquiera de los conjuntos

pertenece al conjunto más grande, ninguna proposición es

verdadera.

De modo alternativo, si la teoría fuera de la forma que

previamente hemos asumido, el que una proposición fuera

verdadera sí pertenece a un conjunto de proposiciones tales,

que cuando el conjunto sea completado la relación de

implicación mutua se sostiene entre ellas, entonces todas las

proposiciones serían verdaderas; puesto que cada proposición

por separado, ya sea A o no-A, B o no-B, sí pertenece a un

conjunto de proposiciones que cumplen esa condición, y en

consecuencia cualquier proposición por separado sería

verdadera. En consecuencia, tendríamos que sostener, de

acuerdo con nuestra versión de la teoría, que si la teoría es

correcta, entonces o todas proposiciones podrían ser

verdaderas o todas podrían ser falsas; y ésa es nuestra buena

fortuna que no tuvo que pasarnos eso, hasta donde sé, en este

mundo particular. En segundo lugar, tendríamos que permitir

que de un par de proposiciones contradictorias, ya sea que

ningún miembro era verdadero o las dos eran verdaderas, otra

vez de acuerdo a qué versión de la teoría nos adhiriéramos.

Pero en qué mundo podría ocurrir que si yo sostuviera un

disco y dijera ‘Este disco es rojo por todos lados’, y

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añadiera ‘No es el caso que este disco sea rojo por todos

lados’, ¿ninguno o ambos enunciados serían verdaderos? O un

disco es rojo por todos lados, o no es rojo por todos lados;

si hay algún sentido en que ‘2 + 3 = 5’ sea verdadera,

entonces en ese sentido no puede al mismo tiempo ser verdad

que ‘2 + 3 = 5’ sea falsa.6

Ahora bien la teoría tiene una respuesta a esta

dificultad, pero una respuesta que parece fatal a la teoría

misma. La teoría ‘no sostiene que cualquier y todo sistema es

verdadero, no importa qué tan abstracto y limitado sea;

sostiene que un sistema sólo es verdadero, a saber, el

sistema en el que todo lo real y posible esté incluido

coherentemente. Cómo puede uno encontrar en esto la idea de

que un sistema podría aún dar verdad si, como alguna

geometría arbitraria, ignorara la experiencia completamente

no es fácil de ver’.7 En otras palabras, si se nos

presentaran los dos conjuntos de proposiciones que imaginamos

arriba, podríamos decidir entre ellas tratando de ver lo que

era real el caso, es decir, apelando a la experiencia. Sería

imposible para ambos conjuntos de proposiciones mutuamente

contradictorias abarcar todos los hechos conocidos. Ahora

bien, este llamado a la experiencia para decidir entre lo

lógicamente posible y lo real está muy bien y parece tener

6 Para una crítica más detallada en líneas similares, véase J. Wisdom, Problems of Mind and Matter, pp. 190-194.
7 Blanshard, op. cit., p. 276 (el subrayado es mío).

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buen sentido, pero implica que la verdad es algo por encima y

arriba de la simple coherencia. La verdad de una proposición

tiene que depender no solamente de su relación de implicación

con otras proposiciones, sino también sobre qué son esas

otras proposiciones, es decir, si son o no son aceptables de

manera independiente.

7. Otra dificultad: estatus de la teoría misma y de las leyes

de la lógica

De modo semejante, la teoría se pone problemática sobre

principios fundamentales tal como el enunciado de la teoría

misma y las leyes de la lógica. Por ejemplo, el enunciado de

que la verdad de una proposición consta de que sea miembro de

un cuerpo de proposiciones mutuamente coherentes presupone la

verdad independiente de las leyes de la lógica. No cabe duda

de que estas leyes son coherentes con todas las otras

proposiciones verdaderas, pero eso no es del todo lo que

queremos decir afirmando que las leyes de la lógica son

verdaderas, ni podríamos decir que son falsas solamente si no

pudiéramos pensar en otras proposiciones que fueran

verdaderas. En verdad, el mismo significado de ‘coherencia’ e

‘incoherencia’ implica la verdad independiente de leyes tal

como la ley de contradicción. En el sentido que requiere la

teoría, dos proposiciones son incoherentes si son tales que

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no pueden ser ambas verdaderas. Pero en ese mismo enunciado

que explica lo que es la incoherencia estamos apelando a la

ley de contradicción, porque estamos diciendo que ciertos

pares de proposiciones son tales que no pueden ambas ser

verdaderas. Y el argumento de que podemos establecer tales

leyes como la condición necesaria de nuestro sistema

coherente es difícilmente válido porque aunque parezca que

estamos estableciéndolas mostrando que son coherentes con

éste (o cualquier otro) sistema estamos de hecho haciendo uso

de otro principio, a saber, que lo que es la condición

necesaria de cualquier sistema coherente es verdadero. ¿Pero

cómo podríamos saber, sólo por la prueba de coherencia, que

eso de por sí es verdadero?

8. Dos clases diferentes de coherencia confundidas

Finalmente, parece cuestionable si la palabra ‘coherencia’ es

siempre el nombre para la misma relación, aunque el que sea

el nombre para la misma relación es un supuesto o una

afirmación que la teoría hace. La teoría afirma que lo que es

incoherente no puede ser verdad. Pero ninguna proposición

puede por sí misma ser coherente o incoherente, puesto que la

coherencia es una relación que requiere por lo menos dos

términos. Una proposición puede ser verdadera si es

incoherente con algunas proposiciones, aunque no si es

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incoherente con algunas otras. Ciertamente la coherencia

constituye un criterio de verdad útil y confiable, con tal de

que no sea el único criterio. La teoría misma parece

menospreciar este punto confundiendo: (a) la relación de

coherencia entre una proposición y un cuerpo de proposiciones

con (b) la relación de coherencia entre una proposición y la

observación.

No es del todo obvio que la relación es la misma en

cualquier caso, incluso si se admite que la observación es

proposicional en carácter. Utilizamos la prueba proporcionada

en (a) gran parte del tiempo, pero consideramos sus

resultados como confiables sólo porque al final se atiene a

la prueba proporcionada en (b). Una proposición se acepta

bajo (a) no sólo porque hay otro cuerpo de proposiciones que

la implica o la hacen probable sino porque esas proposiciones

mismas, u otras que las subyacen, se han aceptado bajo (b).

La teoría no negaría eso -en realidad, como vimos en la

última cita, insiste en ello- pero parece suponer que la

relación es en cada caso la misma. Pero la relación entre:

(i) la proposición ‘Este disco es rojo’ y

(ii) la observación del disco rojo, es seguramente

tan diferente como podría ser de la relación

entre

(i) la proposición ‘El disco es rojo’ y

25
(iii) la proposición ‘Este disco es o rojo o no rojo;

y no es rojo’.

(iii) implica lógicamente (i) y que lo hace es lo que

significa diciendo que (i) es coherente con

(iii). Pero (ii) no implica lógicamente (i),

porque una observación, aunque sea

proposicional, no implica nada.8 Si por otra

parte, se establece una distinción entre

(ii) la observación del disco rojo y

(iv) el hecho de que el disco sea rojo,

tendríamos que decir, de acuerdo con la teoría, que (iv)

es en principio inobservable; y entonces no tendríamos

fundamento para suponer que la relación entre (i) y (iv)

fue en todo igual a la que hay entre (i) y (iii), y en

consecuencia ninguna para dar el mismo nombre de

‘coherencia’. De hecho, Rataplín y Rataplán estarían de

nuevo reunidos ya que tanto la teoría de la coherencia

como la de la Correspondencia estarían afirmando una

relación misteriosa entre proposición y hecho, y cada

una le estaría dando un nombre privado.

8 Que la verificación es proposicional no prueba que sea el descubrimiento de la relación de coherencia entre
la proposición a verificarse y un cuerpo de proposiciones ya aceptadas. Será aún la relación entre la
proposición y lo que descubre la observación verificadora. Lo que descubre puede ser sólo inteligible a la luz
de la experiencia pasada, pero no es lo mismo que la experiencia pasada; y toda la experiencia, incluyendo la
experiencia pasada, es experiencia de algo diferente de la experiencia.

26
9. La verdad como identidad de proposición y hecho

¿Qué es lo que emerge positivamente de esta larga

exposición de ambas teorías, que parece haber sido tan

negativa? Ambas teorías concuerdan en que la verdad es

una relación entre una proposición (tomando el

significado pertinente de ‘juicio’ en la teoría de la

coherencia para que sea lo mismo que proposición) y algo

más. Qué tanto difieren respecto de las dos preguntas

-(a) ¿cuál es la relación?, y (b) ¿a qué relaciona esta

relación la proposición?- no parece ser tan obvio como

los defensores de cualquiera de las posturas querrían

que pensáramos. El dilema básico de ambas teorías fue

dar una respuesta satisfactoria a aquella pregunta que

no descartaría la posibilidad de una respuesta

satisfactoria a la otra. Si la coherencia hace puramente

proposicional el modo de verificación, puede habilitarse

para responder claramente qué es la relación de verdad,

es decir, en su forma pura una relación de implicación

lógica entre proposiciones, pero es entonces dando una

respuesta así que no podemos salir nunca del círculo de

proposiciones; y las dificultades del dualismo se

ciernen sobre una vez más. Por lo demás, el problema de

la correspondencia fue qué tan claramente distinguir

entre proposiciones y hechos, con el objeto de explicar

27
que sería la relación de correspondencia que podría

darse en el caso de proposiciones verdaderas. Queda

claro que alguna distinción era necesaria para razones

ya explicadas suficientemente, en particular para dar

cabida a la posibilidad de error y proposiciones falsas.

Pero, ¿nos regresa esto al dualismo de proposición y

hecho, a una rígida dicotomía de los dos ámbitos? Aun

cuando debemos hacer ciertamente posible el error,

porque es desafortunadamente bastante real, dudo más

bien de si una medida semejante requiere que aceptemos

el divorcio de proposición y hecho que asume la

correspondencia.

El esquema de la correspondencia puede resumirse

brevemente así:

(i) Para que el juicio, incluyendo el juicio

falso, sea posible, necesitamos

proposiciones y hechos.

(ii) La verdad será alguna relación que realmente

se da entre proposiciones verdaderas y

hechos, pero que no existe entre

proposiciones falsas y hechos.

(iii) La relación requerida es la correspondencia.

Yo aceptaría (i) y (ii), pero señalaría que (iii) es no

28
tanto innecesario como falso, y que en vez de la relación

requerida está la simple relación de identidad numérica

(interpretando la identidad como una relación para estos

propósitos). ¿Cuál, podemos preguntar, es la diferencia entre

una proposición verdadera y un hecho? ¿Cuál, por ejemplo, es

la diferencia entre la proposición expresada por la oración

‘El gato está en la estera’, y el hecho de que el gato esté

en la estera? ¿Qué necesidad tenemos tanto de proposiciones

como de hechos? Es sólo si asumimos ambas que tenemos que

empezar buscando alguna relación de las vincule. Y me temo

que sólo estamos tentados a desear ambas porque asumimos que

hay cosas llamadas proposiciones, o para el caso, cosas

llamadas hechos. Anteriormente vimos que si bien era

conveniente hablar de los contenidos del juicio mediante

proposiciones,9 no requería que supusiéramos que había

entidades especiales llamadas proposiciones, y que la teoría

que supone que las hay, se mete en serias dificultades. Si,

entonces, no hay una entidad tal como la proposición, la

relación de correspondencia que se ofrece como la naturaleza

de la verdad debe de ser de una clase muy esotérica.

Aquí caemos en la obvia objeción en la manera de indicar

que no hay diferencia entre una proposición verdadera y un

hecho, a saber, que si bien, como se ha admitido, no habría

9 Cap. 5.

29
proposiciones en absoluto, más que proposiciones verdaderas,

si no hubiera mentes, habría hechos, es decir, que mientras

las proposiciones son independientes de las mentes, los

hechos no. ¿Pero es tan claro que los hechos son

independientes de las mentes? Ciertamente, estamos

generalmente en desacuerdo con esa forma de idealismo que

está especialmente asociada con Berkeley, y suponemos que si

de pronto todas las mentes en el mundo dejaran de existir,

varias cosas seguirían sucediendo del mismo modo en que

suceden ahora. El gato podrá estar todavía sentado en la

estera, en el trópico el Sol seguiría derritiendo hielo a

nivel del mar, y si dos manzanas se arrancaran de un árbol, y

después se arrancara otra, habrán caído tres manzanas del

árbol. Esto es, suponemos que los sucesos seguirán

ocurriendo, y que varios sucesos exhibirían rasgos en común,

patrones que se repiten, etcétera. En ese sentido los hechos

no son dependientes de las mentes.

Pero aquí entra la aterradora, aunque quizá conveniente,

vaguedad de nuestro uso de la palabra ‘hecho’. Cuando decimos

que los hechos no pueden ser dependientes de las mentes

porque incluso si no hay mentes muchos hechos podrían seguir

ocurriendo como antes, ¿queremos decir que muchos sucesos

ocurrirían, perteneciendo a las mismas clases naturales como

muchos de los sucesos que ocurren ahora? ¿O queremos decir

30
que ciertas proposiciones, si se formulan, serían verdaderas?

Ex hypothesi no pueden formularse, pues no hay mentes que

operen, pero eso no afecta la verdad (o lo que sea) del

enunciado de que si fueran formuladas serían verdaderas. En

el primer caso, al decir que algunos hechos son

independientes de las mentes queremos decir que algunos

sucesos lo son; y en el segundo caso estamos diciendo que la

verdad de un proposición depende de algo independiente de la

mente que la formula. En el primer caso, la supuesta

diferencia entre una proposición y un hecho se ha convertido

en la diferencia entre una proposición y un suceso, que no se

niega pero aquí no es pertinente; y en el segundo caso la

supuesta diferencia es vista como irreal. O, nuevamente los

hechos pueden estar representados como abstracciones, no

tanto como sucesos, porque ellos mismos son a su modo

abstracciones, también, pero de todo el proceso de la

historia del mundo; y las proposiciones falsas serán entonces

pedazos de hechos combinados equivocadamente por la mente que

juzga, y las proposiciones verdaderas, pedazos de hecho

combinados correctamente.

Podríamos en realidad eliminar la palabra ‘hecho’ del

lenguaje en su conjunto y sustituirla por la expresión más

larga ‘proposición verdadera’. ‘Hecho’ y ‘proposición

verdadera’ son sin duda equivalentes lógicamente, con lo cual

31
se quiere decir que dondequiera que haya un enunciado que

implique a uno de ellos es verdadero, y donde haya un

enunciado que implique al otro también es verdadero. Pero ahí

donde dos proposiciones, p y q, son equivalentes lógicamente,

esto es, donde p implica a q y q implica a p, no es

necesariamente el caso de que p y q signifiquen la misma

cosa, que no son dos proposiciones sino una. Nuestro problema

es: que dado que ‘hecho’ y ‘proposición verdadera’ son

lógicamente equivalentes (es decir, que a cualquier enunciado

que involucre al uno corresponde un enunciado que involucra

al otro en la relación requerida), ¿podemos también decir que

son idénticos? En el uso habitual seguramente son idénticos,

pues cada vez que afirmamos que algo es un hecho podríamos (y

a menudo lo hacemos) afirmar que es verdadera (o, más

pedantemente, una proposición verdadera) sin cambio de

significado. ¿Cuál es la diferencia entre ‘¿Es un hecho que

Hitler está muerto?’ y ¿Es verdad que Hitler esta muerto?’, o

entre ‘El hecho simple es que no tengo dinero’ y ‘La mera

verdad es que no tengo dinero’, o entre ‘Sé que es un hecho

que había seis billetes de $100 en mi cartera’ y ‘Sé que es

cierto que había seis billetes de $100 en mi cartera’, y así

sucesivamente.

Tal como los usamos, ‘hecho’ y ‘proposición verdadera’

(‘verdadero’, ‘verdad’) son normalmente idénticos en su

32
significado descriptivo, es decir, lo que se hubiera afirmado

en uno de los casos es lo mismo que lo que se hubiera

afirmado en el otro. El significado emocional de las

oraciones puede variar con la sustitución de ‘hecho’ por

‘verdadero’ de acuerdo con el contexto y viceversa. Si dudas

de alguna historia que te he contado, y deseas imprimir su

verdad en ti, puedo tender a hablar en términos de ‘hechos’,

como para indicar que lo que tú estás suponiendo que dudas no

es alguna opinión mía (que puede ser verdadera), sino algo

que realmente sucedió y es bastante independiente de mis

opiniones personales y corregibles. En general, ‘hecho’ tiene

un tono de dureza e inevitabilidad que lo vuelve una palabra

útil cuando deseamos recalcar la verdad de lo que estamos

afirmando. Por otra parte, puede haber contextos (y creo que

los hay) en los que el énfasis se transmite más eficazmente

utilizando ‘verdadero’ en vez de ‘hecho’. Pero el punto es

que la diferencia es puramente de énfasis; lo que se está

afirmando es en cualquier caso lo mismo, y si queremos

redoblar el énfasis podemos emplear la frase combinada ‘real

y verdaderamente’. En inglés coloquial preguntamos para

confirmar un enunciado indiferentemente con ‘¿de veras?’,

‘¿ah, sí?, ‘¿es cierto eso?’ etcétera, si bien otras lenguas

parecen concentrarse primordialmente en la última, por

33
ejemplo, el ‘vraiment?’ del francés y el ‘e vero?’ del

italiano.

10. La diferencia entre p y p es verdadera

La conclusión de que una proposición verdadera es idéntica a

un hecho, y por lo tanto que la verdad no puede ser una

relación como la correspondencia entre ellas, puede indicarse

desde un ángulo ligeramente diferente. ¿Añadimos algo a la

aseveración de p afirmando que ‘p es verdadera’. Por ejemplo

¿cuál es la diferencia entre ‘El gato está en la estera’ y

‘“El gato está en la estera” es verdadero’? En la mayor parte

de los casos me parece que quiero decir exactamente la misma

cosa con los dos enunciados, siendo el añadido de ‘es

verdadero’ en el segundo la marca del énfasis que estoy

haciendo al afirmar que el gato está en la estera. (Cuando

planteas una duda y yo insisto: Pero es verdad, te digo’, ¿en

qué estoy insistiendo? Seguramente en que el gato está en la

estera, o, si lo prefieres, que el gato está en la estera.)

No obstante, no estoy seguro de que en algunos casos p y ‘p

es verdadera’ no son diferentes en significado y que eso no

es lo que ha llevado a muchos a suponer que son siempre

diferentes, y en consecuencia a buscar una correspondencia o

una coherencia que se afirma en uno pero no en el otro.

Cuando digo ‘p’, siempre estoy afirmando p. Cuando digo ‘p es

34
verdadera’ puedo querer decir ‘Si tú afirmas p, entonces lo

que afirmas es verdadero’, o, ‘Si quieres afirmar lo que es

verdadero, afirma p’. Es decir, mientras que en el primer

caso estoy realmente afirmando p, en el segundo caso estoy

afirmándolo disposicionalmente, o afirmando una proposición

acerca de p, esto es, una proposición de segundo orden.

Si bien estas proposiciones de segundo orden son las que

emplean más frecuentemente los filósofos en lugar de otras, a

veces las emplean los no filósofos, por ejemplo, cuando se

hacen circunloquios de cortesía o se insinúa la verdad porque

se tienen escrúpulos para decirla directamente; por ejemplo,

‘no estarías muy equivocado si fueras a decir...’ y otras

frases análogas. Incluso en este empleo, donde p y ‘p es

verdadero’ no son idénticos, son sin embargo equivalentes

lógicamente. Sin embargo, por no ser siempre idénticos no

podemos decir simplemente ‘que los términos “verdadero” y

“falso” no connotan nada, pero funcionan en la oración

simplemente como marcas de afirmación y negación’.1010 En el

segundo de ‘p es verdadera’ no estamos simplemente afirmando

p o incluso simplemente afirmando ‘Si tú afirmas p, entonces

lo que tú afirmas es lo que yo afirmo’. Estamos llamando la

atención sobre la identidad de una proposición, que es algo

10 A.J. Ayer, Language, Truth and Logic, p. 122.

35
que no estamos haciendo cuando afirmamos p, o cuando en el

primer uso afirmamos ‘p es verdadero’.

Una explicación similar puede darse de la proposiciones

negativas: no-p o ‘p es falsa’. Esta última puede o bien

significar exactamente lo mismo que la primera, y en ese caso

la tomo como que afirma no algo acerca de p, sino una

relación de diferencia (por ejemplo, ‘x no es y’ significa ‘x

es otro que y’); o puede ser un significado de proposición de

segundo orden: ‘Si afirmas no-p, lo que afirmas es

verdadero’, o: ‘Si afirmas p, lo que afirmas es falso’.

En resumen, p es verdadera si sólo y sólo si p. La

proposición ‘El gato está en la estera’ es verdadera si y

sólo si el gato está en la estera; y si el gato está en la

estera, entonces la proposición de que está no es diferente

del hecho de que está. Si esto parece una respuesta

decepcionantemente insípida al problema de la verdad, después

de que se han propuesto y discutido teorías tan detalladas de

la misma, los inventores de las teorías son culpables de

inventar e inflar el problema a las proporciones que en

general se aceptan. Nos queda todavía un problema de la

verdad, pero no con el problema que vimos que teníamos en

nuestras manos al principio. La pregunta ahora no es cuándo

es verdadera una proposición, sino cuándo hemos de creerla,

esto es, una pregunta no acerca de la naturaleza de la verdad

36
sino de los medios de descubrirla, acerca de los estándares

de aceptación, acerca de la verificación. La pregunta tiene

un aspecto doble: (a) el análisis de la creencia (y

descreencia) y conocimiento, y la diferencia entre ellos; y

(b) las condiciones de la validez de una creencia; de éstas,

la (b) que pertenece a la teoría de la inducción queda fuera

de los alcances de este libro, y el primer inciso se

analizará en el capítulo siguiente.

37

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